El paso de parlamentarios y munícipes de un grupo político a otro distinto del
que formaron parte en el momento de ser elegidos, se ha convertido en un
fenómeno preocupante de nuestra vida democrática a consecuencia de los cambios que se operan en la relación de fuerzas inicial, la cual era el resultado auténtico de la voluntad de los votantes. El problema del transfuguismo, indudablemente, no es una característica única de nuestro suelo, sino que se trata de un fenómeno universal. Pero, naturalmente, su mayor o menor incidencia en el sistema político dependerá del contexto en que se dé. El proceso de inconstitucionalismo contra le ley antitransfuguismo ha creado debates sobre la deliberación, sin embargo, eso terminó con la publicación en el “El Peruano” con la sentencia del Tribunal Constitucional que resuelve el caso declarando fundada la demanda de esta resolución legislativa. Según el autor del artículo, considera que este proceso fomenta la vigencia de la democracia representativa en nuestro sistema jurídico, es decir, permitir la libertad e independencia en el proceso deliberativo. Sin embargo el artículo 37.5 del Reglamento del Congreso señalaba que “no pueden constituir nuevo Grupo Parlamentario ni adherirse a otro los congresistas que se retiren, renuncien, sean separados o hayan sido expulsados del Grupo Parlamentario, partido político o alianzas electorales…”. Esta norma fue impugnada por vulnerar los siguientes derechos o principios constitucionales: a la libertad de conciencia, de asociación, a la participación política y a la prohibición del mandato imperativo. Se declara inconstitucional porque, desde una visión objetiva, no distingue el elemento subjetivo, la razón o motivación, que permita diferenciar al disidente del tránsfuga ilegítimo, vaciando, también, de contenido la garantía de inviolabilidad de votos y opiniones que prevé el artículo 93 de la Constitución.