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MÓDULO I

RESPUESTAS A IMPUGNACIONES DE PERITAJES MÉDICOS Y PSIQUIÁTRICO


LEGALES

Respuesta a impugnación y pedido de aclaraciones formulado por la parte citada en


garantía a la peritación psiquiátrico legal oportunamente elevada

Señor Juez.

El que suscribe, Prof. Dr. René Raúl Ugarte, médico psiquiatra y legista, doctorado y
especialista en psicología clínica, médico del trabajo y postgraduado en criminología,
matrícula nacional n° 38.691, con domicilio legal constituido en Av. Acoyte 320, piso 4°,
dpto. “7”, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, CUIT 20-1111111-1, y cuya condición
frente al IVA es la de monotributista, quien fuera designado perito médico psiquiatra de
oficio, en los autos caratulados “T., M. c/ E. L. S. A. y otros s/ daños y perjuicios”, responde
a la impugnación y pedido de aclaraciones formulado por la parte citada en garantía a la
peritación psiquiátrico legal oportunamente elevada a V. S.

I. Respuesta a impugnación y pedido de aclaraciones formulado por la parte citada en


garantía

1. Primeramente, sorprende que se impugne directamente, sin esperar de inicio que


se explicite aquello por lo que se solicitó aclaraciones.
Indudablemente, es un problema de estilo que va más allá de lo netamente procesal.
El perito respeta las consideraciones del letrado respecto a los dichos de su objeción
pericial, pero discrepa taxativamente con sus conclusiones por estimarlas erróneas.
Se irán aclarando los puntos secuenciados que cuestionan el informe pericial.
2. Los tests se indican habitualmente por rutina, siendo meros estudios
complementarios.
No tiene importancia que la psicóloga operativa omitiera la realización del
Desiderativo y el TRO, pero el Rorschach sí lo administró (al respecto se adjuntará
fotocopia de su interpretación, presente además en el informe del psicodiagnóstico
enviado con el informe pericial, material que evidentemente no examinó el señor
letrado), aunque no remitió los protocolos. Tampoco estaba obligada a enviar los gráficos,
pero al respecto envió fotocopias.
Quizás desconozca el letrado que habitualmente los gráficos y protocolos no se
trasladan.
La remisión de gráficos y protocolos se pide por rutina tradicional, aunque el perito es
conciente de que dicha rutina configura un disparate.
La remisión de dichos instrumentos constituye una aberración científica. Los
psicólogos que ejercen funciones públicas no aceptan ni siquiera remitir los originales.
Estiman que no tiene validez la evaluación de un test, cuya administración no fue
presenciada.
Los psicólogos del Cuerpo Médico Forense ni siquiera remiten a los psiquiatras que lo
integran los gráficos y protocolos de sus psicodiagnósticos, ni aún en el fuero penal.
Criterio que siguen los hospitales y demás entes públicos.
Se argumenta, y ello es taxativamente lógico, que no es posible, por ejemplo, evaluar
un gráfico sin que el examinador observe al examinado. Debe pesquisar sus titubeos,
dirección de trazados, rapidez, eventual gestualidad, mímica, etcétera. Se estima que
prescindir de dicha observación invalida la objetividad del estudio. Obviamente, pretender
el control de tests, incluso mediante fotocopias, carece de absoluta seriedad.
Unos cuantos dibujos y protocolos no significan nada para el no idóneo, e incluso para
el especialista, si no presenció la realización del trabajo.
Se agrega fotocopia de un fragmento del texto “La práctica del psicodiagnóstico en el
daño psíquico”, escrito por la Lic. en psicología Silvia Castelao, integrante del Servicio de
Psicología Forense del Cuerpo Médico Forense, y a cargo de los cursos sobre
psicodiagnóstico para los integrantes de su Servicio. La citada profesional limita las
respuestas psicodiagnósticas conforme a las pautas nacionales e internacionales.
Los psicodiagnósticos son buenos instrumentos coadyuvantes, pero solo como
elementos referentes y no vinculantes. Así, por ejemplo, el que fuera eminente
catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, Prof. Dr. Francisco Alonso-
Fernández, de renombre universal, en sus “Fundamentos de la psiquiatría actual” (4ª ed.,
edit. Paz Montalvo, Madrid, 1979, tomo I, pág. 170) dice: “Si cotejamos el valor de los
tests con el de la exploración psiquiátrica, casi todos los clínicos llegamos a la conclusión
de que la libre conversación con el enfermo mental representa la tónica exploratoria más
segura y completa, cuyo material debe elaborarse después adecuadamente con el
concurso de la comprensión psicológica, la explicación somatopsíquica y el análisis
fenomenológico”. Agregando luego: “A los tests en la clínica psiquiátrica les corresponde
la posición jerárquica de pruebas exploratorias complementarias”.
Conceptos similares emiten Manfred Bleuler, H. G. J. Weitbrecht, R. M. Palem y otros,
entre los más destacados autores de la psiquiatría europea. Y asimismo, ya en el año
2.002, el Prof. Dr. Joaquín Santo-Domingo Carrasco del Hospital Universitario La Paz de
Madrid, y en el 2.005, el Prof. Dr. Renato D. Alarcón, catedrático de la Escuela de Medicina
de la Clínica Mayo (Rochester, Minnesota, USA) sostienen, asimismo, la preeminencia
fundamental de la clínica, postura masiva de la psiquiatría occidental desde 1.990.
La clínica es soberana y esencial para arribar a la presunción diagnóstica. El perito se
basó para emitir su diagnóstico en el abordaje clínico integral y en la confrontación de los
puntos críticos de la constelación sintomática. Debe haber una coherencia que excluya
asimetrías que ponderen simulación.
Un neurólogo no diagnostica una epilepsia por medio de un electroencefalograma. Se
fundamenta en el examen neurológico. Ni siquiera un diagnóstico por neuroimágenes
puede asegurar una presunción diagnóstica.
El baremo nacional del decreto 478/98, (mencionado en su escrito cinco veces por el
letrado) pertenece al Sistema Integrado de Jubilaciones y Pensiones, y tiene por ello la
mirada médica previsional. Es un baremo obsoleto, totalmente desactualizado, que no
tiene en cuenta el DSM-IV-TR de la American Psychiatry Association ni al CIE 10 de la OMS
(Organización Mundial de la Salud), o sea, los dos listados nosográficos de enfermedades
mentales más importantes del mundo. Por ello no es usado por los profesionales peritos
médicos en el fuero civil.
3. En este punto, el letrado pone una vez más en evidencia la ligereza y superficialidad
con que ha examinado el informe pericial. El capítulo de “antecedentes personales” no
expone lo que dicho profesional menciona. Su referencia, recortada para
descontextualizarla, aparece en el último párrafo del capítulo “entrevista
semiestructurada…” de la peritación. Y dicho párrafo completo dice: “En resumen, el actor
evidencia levísimas secuelas psiquiátricas que remiten a su personalidad preexistente y
factores fenoménicos, con el aditamento sintomático de la concausalidad derivada del
infortunio referido en autos”.
Curiosamente, el letrado sólo transcribe un fragmento incompleto, como notoria
manifestación de una actitud tendenciosa.
4. Paradojalmente, el letrado atribuye al baremo nacional (decreto 478/98), referirse
al “trastorno crónico por estrés postraumático”. Y dicho baremo, por su carácter
previsional, no lo menciona en su listado de patologías psíquicas. Más aún, en los párrafos
4º y 5º de su capítulo “Psiquismo” expresa (en el 4º): “La psiquiatría previsional es
cualitativamente diferente de la psiquiatría clínica. En su formación el perito debe
incorporar el conocimiento de leyes de previsión de enfermedades profesionales y su
pronóstico, debe evaluar individualmente características de patologías, relacionándolas
con la edad y personalidad del peticionante, así como con la profesión, a los fines de una
eventual rehabilitación y recapacitación”. Y en el 5º agrega: “No basta con diagnosticar
una psicosis u otra entidad nosológica, como se verá al tratar cada una de las patologías,
pues la duración, remisión o irreversibilidad de los síntomas o sus secuelas tiene una
consideración diferente en la elaboración de un dictamen previsional (que difiere mucho
del criterio utilizado en la evaluación de un daño por un accidente de trabajo)”. Y quien
suscribe podría agregar que también difiere del criterio que debe instrumentarse para
evaluar el daño ocasionado por un accidente de tránsito.
Por otra parte, no se entiende por qué el letrado acude al Código de tablas de
incapacidades laborativas de Santiago Rubinstein, cuando el mismo baremo nacional
(decreto 478/98) invalida la contrastación entre lo previsional y lo laborativo, como se
explicitó en el párrafo precedente de esta respuesta.
Pasando a examinar el baremo nacional de las aseguradoras de riesgos del trabajo
(ART), decreto 659/96, baremo propio del fuero laboral, se plantea que una mayoría de
los desórdenes por estrés postraumático se resuelven en seis meses, pero un cierto
porcentaje de los mismos, que no se han elaborado adecuadamente, derivan en las
llamadas “reacciones vivenciales anormales neuróticas”, cuyas secuelas generan
incapacidades del 10 al 70 %, incapacidades a las que no se les fija plazos de remisión.
Por su parte, el experto señala que las incapacidades que se consignan, exceptuando
las que superan el 66 %, que son totales, son habitualmente parciales y permanentes. Ello
así, pues las improntas que persisten más de un año cristalizan en la subjetividad del
sujeto y dejan así su huella en forma irreversible. Los tratamientos sólo atenúan el
sufrimiento pero no restablecen la eutimia psíquica.
5. El experto utilizó el Baremo general para el fuero civil de Altube y otro, Premio 2005
“José Belbey” de la Asociación Médica Argentina. Dicho baremo es el más usado por los
especialistas en este fuero. Como es el de mayor difusión no se consideró necesario
mencionar autores, y la página se localiza fácilmente por el índice. Los demás datos:
editorial, edición, año, ciudad, página, etc., solo se consignan en las monografías.
La referencia a Esteban Toro Martínez solo señala que el cuadro de estrés
postraumático es crónico cuando dura más de tres meses. No fija remisión. Y crónico es
algo permanente y arraigado.
Es oportuno mencionar a la Dra. Elena Highton de Nolasco, integrante de la Corte
Suprema Nacional, brillante jurista, quien basándose en la doctrina italiana integró al
derecho argentino en el caso de daños en la persona, el concepto de incompletividad del
ser humano respecto a su estado anterior al hecho que lo haya victimizado. Se refería a lo
físico, pero el concepto es equiparable a lo subjetivo. Datos obtenidos de Derecho
Práctico (Miguel Güernik, La Ley, daño biológico).
Puede el protagonista de un siniestro estar mejor, pero la noxa que operó sobre él no
desparecerá de su historia.
El letrado sostiene un concepto fundamentalista o interesado sobre la resistencia
humana. Lo ve al actor como un campeón de la resiliencia.
Y esto puede inferirse con la única aplicación del sentido común. Solo un personaje
novelesco puede superar un trance, que impactaría en cualquier sujeto corriente, con la
mirada impertérrita de los héroes infantiles.
Sorprendentemente, se trata de hacer creer que el damnificado es alguien con un
psiquismo invulnerable. Un superhombre nietzcheriano, con una mente impasible de
lama tibetano.
Sinceramente, el experto, profesor de Psiquiatría Forense a nivel de postgrado y
presidente del Capítulo Salud Mental y Ley, como también secretario de la Sección
Neurociencia de la Asociación Psiquiátrica de América Latina, entre otros cargos, siente
mucho pesar de tener que responder a tan magras objeciones.

II. Conclusiones

Por todo lo expuesto “ut supra”, el perito ratifica plenamente lo expresado en el


informe pericial oportunamente elevado.
Es todo cuanto se tiene que informar a V. S. y se solicita por ello agregar la presente
respuesta a los autos y dar traslado a sus copias.
Sírvase proveer de conformidad que

Será justicia
Perito médico psiquiatra responde a impugnación formulada por la parte actora

Señor Juez.

Quien suscribe, Prof. Dr. René Raúl Ugarte, médico psiquiatra y legista, doctorado y
especialista en psicología clínica, médico del trabajo y postgraduado en criminología,
matrícula nacional nro. 38.691, con domicilio legal constituido en Av. Acoyte 320, piso 4°,
dpto. “7” de Capital Federal, quien fuera designado perito médico psiquiatra de oficio en
los autos caratulados “B., A. c/ G. R. S. A. y otro s/ accidente - acción civil”, a V. S. dice que,
en debido tiempo y legal forma, responde a la impugnación formulada por la parte actora
a la peritación psiquiátrico legal oportunamente elevada.

I. Respuesta a impugnación formulada por la parte actora

Primeramente sorprende que se impugne directamente, sin esperar de inicio que se


aclare una eventual primera solicitud de explicaciones
Indudablemente, es un problema de estilo que va más allá de lo netamente procesal.
Inicialmente, debe consignarse que el letrado se maneja con su fecundo imaginario,
pues como es norma en el fuero laboral, no asisten consultores técnicos a las
peritaciones. Por lo tanto, sin la información que transmite lo empírico, expone lo que en
filosofía aristotélica se denominaría una “petición de principio”, es decir, argumentar sin
argumentos.
No obstante, el perito respeta las consideraciones del letrado, pero discrepa
taxativamente en las conclusiones a las que arriba por estimarlas erróneas en forma
absoluta.
Remitiéndose el experto al ítem a) de la impugnación, cabe consignar que en su
segundo párrafo el impugnante dice: “…las conclusiones que se pretende otorgar a la
estructura de personalidad de base como concausa es arbitraria”.
Esto es un recorte parcial de lo expresado en el informe pericial respecto a concausa.
Léase lo expuesto en la pericial médico legal de la parte codemandada, Disociart S.A., en
su punto XV: “El factor causal fue la sobreexigencia laboral, condicionante para la
generación de un estrés crónico. Y los factores concausales, la personalidad de base y la
gravitación de los diversos eventos fenoménicos por los que transitó su vida. Nadie se
exime de vehiculizar la impronta de los distintos vectores o cuasi noxas que impactan en
el devenir de cada existente”.
La referencia posterior al distinguido Prof. Dr. Ricardo Risso (amigo del perito desde
hace varias décadas), ex médico forense y actual psicoanalista de APBA, no contradice lo
aseverado precedentemente.
Todos los seres humanos tienen cierta carga de neurosis derivada de los distintos
eventos fenoménicos que debieron pasar. No existen sujetos absolutamente normales, las
personalidades diversas se han ido constituyendo sobre la base de caracteres y
temperamentos signados por un amplio espectro de noxas. Esos individuos
presumiblemente perfectos han sido llamados “normópatas” (portadores de una
patología de la normalidad), con intencionalidad evidentemente irónica.
A quienes son afectados por trastornos moderados, en la incapacidad psicopatológica
remanente, se les debe debitar un 50 % del monto de la misma, imputable el débito a la
suma de las circunstancias históricas que les tocó vivenciar (situaciones fisiológicas,
familiares, de educación, afectivas, etc.), a lo que se suma la personalidad de base
(obsesivoide, ciclotímica, histeriforme, etc.).
Solo las grandes catástrofes (aludes, huracanes, terremotos, etc.) o los eventos
dramáticos (accidentes graves, secuestros, situaciones bélicas, etc.) pueden minimizar la
incidencia de lo concausal preexistente.
En cuanto al ítem b) de la impugnación, es apropiado señalar que el experto respeta
los considerandos de los profesionales que evaluaron y asistieron a la actora hasta fines
de 2011, pero es viable puntualizar que la evaluación pericial se hizo casi 20 meses
después, y que su objetivo era rastrear la presencia mórbida de secuelas psíquicas en el
momento del examen.
Por otra parte, el perito examinó a la accionante desde la óptica psiquiátrico legal,
óptica que difiere de la mirada de los colegas que lo precedieron, mirada que fue
esencialmente asistencial. Y en lo asistencial se explora todo el daño que sustantiva el
paciente sin diferenciar lo concausal de lo que se externaliza al momento evaluatorio.

II. Conclusiones

Por todo lo expuesto “ut supra”, el perito ratifica plenamente lo expresado en el


informe pericial oportunamente elevado.
Es todo cuanto se tiene que informar a V. S. y se solicita por ello agregar la presente
respuesta a los autos y dar traslado a sus copias.
Sírvase proveer de conformidad que

Será justicia
Perito médico psiquiatra responde impugnaciones de la demandada y de la
codemandada

Señor Juez.

El que suscribe, Prof. Dr. René Raúl Ugarte, médico psiquiatra y legista, doctorado y
especialista en psicología clínica, médico del trabajo y postgraduado en criminología,
matrícula nacional n° 38.691, con domicilio legal constituido en Av. Acoyte 320, piso 4°,
dpto. “7”, de Capital Federal, inscripto en la AFIP con CUIT n° 20-1111111-8 y cuya
condición frente al IVA es la de monotributista, quien oportunamente fuera designado
perito médico psiquiatra, único de oficio, en los autos caratulados:: “C., T. c/ L. O. A. R. T.
S. A. y otro s/ accidente – ley especial”, presenta ante V. S. su respuesta a las
impugnaciones formuladas por la demandada y la codemandada al informe pericial
oportunamente elevado.

I. Respuesta a impugnación de la demandada

Primeramente, sorprende que se impugne directamente, sin esperar de inicio que se


aclare una eventual primera solicitud de explicaciones
Indudablemente, es un problema de estilo que va más allá de lo netamente procesal.
Inicialmente, debe consignarse que el letrado se maneja con su fecundo imaginario,
pues como es norma en el fuero laboral, no asisten consultores técnicos a las
peritaciones. Por lo tanto, sin la información que transmite lo empírico, expone lo que en
filosofía aristotélica se denominaría una “petición de principio”, es decir, argumentar sin
argumentos.
No obstante, el perito respeta las consideraciones del letrado, pero discrepa
taxativamente en las conclusiones a las que arriba, por estimarlas erróneas en forma
absoluta.
El letrado fundamenta su refutación utilizando como única referencia los guarismos
que expone el Baremo general para el fuero civil, de Altube y otro.
También el experto tuvo en cuenta dicho baremo, pero cotejó asimismo lo consignado
por el baremo nacional del decreto 478/98, en el que se asignan valores del 50 al 70 %, y
el Baremo para valorar incapacidades neuropsiquiátricas, de Castex y Silva, cuyos cálculos
otorgan del 80 al 100 %.
Curiosamente, el letrado eligió para impugnar el baremo más restrictivo. Mientras que
el perito, tras compulsar los tres baremos, apeló a su experiencia. El experto ha sido
profesor de psiquiatría forense a nivel de postgrado en la Universidad de Buenos Aires
entre los años 1.996 a 2.011. Y es actualmente cosecretario de la Sección Neurociencia de
la Asociación Psiquiátrica de América Latina (APAL), entidad que, próximamente, entre el
16 y el 19 de noviembre del año en curso, celebrará su XXVII Congreso en Buenos Aires.
De una evaluación rigurosa en lo semiológico psiquiátrico, de un prolijo estudio de
antecedentes documentales y de una severa contrastación de baremos, se arribó a las
conclusiones volcadas en el informe pericial.
II. Respuesta a impugnación de la codemandada

Cabe inicialmente reiterar en esta nueva respuesta lo ya señalado en los cuatro


primeros párrafos de la réplica anterior. Sorprende la falta de estética y pulcritud en las
formas, como también los errores en que se incurre.
Pasará el experto a examinar cada uno de los temas secuenciados en el ítem II.
Se comienza con los puntos mencionados “en primer término”:
1) Punto mal redactado. ¿Al decir “…puede realizarse…”, el letrado se refiere a
tratamiento o etiología? Se supone que se refiere, al mencionar el vocablo “gratuito”, a
que el paciente no debe pagar por ser asistido. Naturalmente, los hospitales públicos no
perciben dinero de sus enfermos para tratarlos. Por supuesto, un portador de bipolaridad
requiere un centro estatal o no, con personal altamente especializado.
2) Se remite a la explicitación brindada al punto f) de los puntos propuestos por esa
parte en la respuesta a la demanda. La bipolaridad es una afección autónoma.
3) El experto se basó en el afrontamiento clínico. La clínica es soberana y esencial para
arribar a la presunción diagnóstica. El perito fundamentó su diagnóstico en el abordaje
clínico integral y en la confrontación de los puntos críticos de la constelación sintomática.
Debe haber una coherencia que excluya asimetrías que ponderen simulación.
4) La respuesta es afirmativa.
Termina el letrado este “primer término”, expresando algo insólito. Afirma que el
perito “se basa en los relatos del actor como ciertos”. Con lo dicho evidencia el citado
profesional un desconocimiento absoluto de cómo se elabora una entrevista psiquiátrica.
El experto en psicopatología rescata el discurso del examinado y lo contrasta con el
producido de su exploración semiológica más el aporte de la vertiente documental y de
eventuales estudios complementarios. En el caso de autos, sólo fue necesario ordenar un
electroencefalograma.
La instrumentación de ese material permitió arribar al diagnóstico. Pero es como si la
absurda y soberbia omnipotencia del letrado le permitió adivinar lo que el experto
aprueba como verosímil.
Pasando a lo que el letrado encuadra como “en segundo término”, cabe descubrir otra
serie de dislates.
El perito ordenó un electroencefalograma por tratarse de una bipolaridad. Y expuso el
resultado en el “Perfil instrumental” de la peritación. El trastorno bipolar es de naturaleza
psicofuncional y no psicoorgánica.
Habiéndose designado en la causa una perito psicóloga no era pertinente solicitar un
psicodiagnóstico, estudio de su incumbencia. Estudio al que, por otra parte, no otorga el
experto gran fiabilidad.
Así, por ejemplo, el eminente catedrático de la Universidad Complutense de Madrid,
Prof. Dr. Francisco Alonso-Fernández, de renombre universal, en sus “Fundamentos de la
psiquiatría actual” (4ª ed., Editorial Paz Montalvo, Madrid, 1.979, tomo I, pág. 170) dice:
“Si cotejamos el valor de los tests con el de la exploración psiquiátrica, casi todos los
clínicos llegamos a la conclusión de que la libre conversación con el enfermo mental
representa la tónica exploratoria más segura y completa, cuyo material debe elaborarse
después adecuadamente con el concurso de la comprensión psicológica, la explicación
somatopsíquica y el análisis fenomenológico”. Agregando luego: “A los tests en la clínica
psiquiátrica les corresponde la posición jerárquica de pruebas exploratorias
complementarias”.
Conceptos similares emiten Manfred Bleuler, H. G. J. Weitbrecht, R. M. Palem y otros,
entre los más destacados autores de la psiquiatría europea. Y asimismo, ya en el año
2.002, el Prof. Dr. Joaquín Santo-Domingo Carrasco del Hospital Universitario La Paz de
Madrid, y en el 2.005, el Prof. Dr. Renato D. Alarcón, catedrático de la Escuela de Medicina
de la Clínica Mayo (Rochester, Minnesota, USA) sostienen, asimismo, la preeminencia
fundamental de la clínica, postura masiva de la psiquiatría occidental desde 1.990.
Con respecto a lo acotado “sobre su situación familiar o personal”, se remite a la
“entrevista semiestructurada…”. Visiblemente, el letrado omitió leer esa parte del informe
pericial. El perito incursionó minuciosamente en los aspectos mencionados. Y por ello
rechaza, por falaz, la afirmación del letrado.
En el penúltimo párrafo de su escrito, previo a su mención del art. 472 del CPCCN, el
letrado vuelve a exponer su absoluta ignorancia respecto a las patologías del psiquismo.
En el actor, el estrés laborativo (psicosocioambiental) detonó la disposición genética
subyacente. De haber presentado con anterioridad histórica síntomas psicóticos, el actor
nunca habría aprobado el examen médico y psicológico preocupacional. Lo expuesto
desmorona taxativamente las conjeturas propias de un lego en la especialidad.
Las referencias relativas al art. 472 del CPCCN no merecen comentarios. V. S. no
necesita que lo ilustren al respecto. Forman parte de una estrategia barroca pero
superficial.

III. Conclusiones

Por todo lo expuesto “ut supra”, el perito ratifica plenamente lo expresado en el


informe pericial oportunamente elevado.
Es todo cuanto se tiene que informar a V. S. y se solicita por ello agregar la presente
respuesta a los autos y dar traslado a sus copias.
Sírvase proveer de conformidad que

Será justicia
Perito médico psiquiatra responde a impugnación

Señor Juez.

Quien suscribe, Prof. Dr. René Raúl Ugarte, médico psiquiatra y legista, doctorado y
especialista en psicología clínica, especialista en medicina del trabajo y postgraduado en
criminología, matrícula nacional n° 38.691, con domicilio legal constituido en Av. Acoyte
320, piso 4°, dpto. “7” de Capital Federal, quien fuera designado perito médico psiquiatra
de oficio en los autos caratulados: “C., J. c/ A. S. R. L. y otro s/ accidente - acción civil”, a V.
S. dice que con el presente escrito responde a la impugnación que formulara QZY ART SA,
a la peritación psiquiátrico legal que oportunamente se elevase al Juzgado.

I. Respuesta a impugnación de QZY ART S. A.

Inicialmente, llama la atención que el letrado, en su ítem I impugnase y en el III


solicitase explicaciones.
“Impugnar”, según el Diccionario de la Lengua Española de la RAE es: combatir,
contradecir, refutar; mientras que “explicación” es, conforme a la misma fuente:
declaración o exposición de cualquier materia, doctrina o texto con palabras claras o
ejemplos, para que se haga más perceptible.
Pues bien, el letrado actuó al revés, pero se presume que es una cuestión de estilo,
aunque no sea muy lógica.
Luego, en su ítem II plantea sus “dudas” sin una secuencia numérica o alfabética. El
experto las aclarará identificándolas por ordenamiento de párrafos.
En su primer párrafo, más allá de llamar “la experta” al perito, cabe consignar que lo
reclamado se cumplimenta con la prueba informativa, donde esa misma ART, mediante
oficio, solicita historia clínica del damnificado en la Clínica Ayolas, en la que fue asistido.
Con respecto al segundo párrafo, se remite al letrado a que lea los apartados
“antecedentes personales” y “abordaje semiestructurado…” del “examen psiquiátrico
legal”.
En cuanto al tercer párrafo, se remite a la lectura del primer párrafo de las
“conclusiones” de la “evaluación psicodiagnóstica” que se adjuntó en sobre cerrado junto
al informe pericial. Dicho párrafo dice lo siguiente: “Presenta una estructura previa de
personalidad dentro de los límites de la normalidad con adecuada discriminación
realidad-fantasía y rasgos de ansiedad-depresión”. Asimismo, se remite a la respuesta del
punto 3) de los puntos periciales psiquiátricos de la parte actora.
El cuarto párrafo (pésimamente redactado –la patología que presenta el actor no
influye sobre su personalidad de base, historia personal, etc.– el letrado pone el carro
delante de los caballos –dichas secuela aparecieron después del accidente, no antes).
Todo lo demás (también muy mal redactado) está consignado como “vertientes
fenoménicas preexistentes” dentro de la respuesta al punto 3) de los puntos periciales
psiquiátricos de la parte actora.
En el quinto párrafo, el letrado, redundantemente, en lo que atañe a parte de sus
párrafos tercero y cuarto, vuelve a indagar sobre lo expuesto con taxativa claridad en la
respuesta al punto 3) de los puntos periciales psiquiátricos de la parte actora.
Con ello evidencia el letrado, en su sexto párrafo, no haber leído (o si lo leyó, no haber
entendido) la matriz sustantiva de la “entrevista semiestructurada…”, en la que se explicita
contundentemente el abordaje semiológico psiquiátrico. Los dichos del examinado sólo
son una referencia contextual.
Ya en su séptimo párrafo, el letrado incursiona en el absurdo. Dicho letrado sostiene
un concepto fundamentalista o interesado sobre la resistencia humana. Evalúa al actor
como un campeón de la resiliencia. Y el nexo es obvio, puede inferirse con únicamente la
aplicación del sentido común. Sólo un personaje novelesco puede superar un trance, que
impactaría en cualquier sujeto corriente, con la mirada impertérrita de los héroes
infantiles. Parecería que se trata de hacer creer que el damnificado es alguien con un
psiquismo invulnerable. Un superhombre nietzcheriano con la mente impasible de un
lama tibetano.
Y finalmente, en su octavo párrafo, el letrado ofrece otro lamentable error de
interpretación. Del 5 % de incapacidad otorgada ya tiene debitada (es decir restada) la
incapacidad atinente extralaboral e inculpable. Ello está bien señalado en la respuesta al
punto 3) de los puntos periciales psiquiátricos de la parte actora. El perito ya remitió a
este punto 3) en el tercer, cuarto y quinto párrafos de esta pretendida y precaria
impugnación.

II. Conclusiones

Por todo lo expuesto “ut supra”, el perito ratifica plenamente lo expresado en el


informe pericial oportunamente elevado.
Es todo cuanto se tiene que informar a V. S., y se solicita por ello agregar la presente
respuesta a los autos y dar traslado a sus copias.
Sírvase proveer de conformidad que

Será justicia
Perito médico psiquiatra responde a la solicitud de explicaciones formulada por la parte
actora

Señor Juez

El que suscribe, Prof. Dr. René Raúl Ugarte, médico psiquiatra y legista, doctorado y
especialista en psicología clínica, especialista en medicina del trabajo, postgraduado en
criminología, matrícula nacional nro. 38.691, con domicilio legal constituido en Av. Acoyte
320, piso 4°, dpto. “7” de Capital Federal, quien fuera designado perito médico psiquiatra
de oficio, en los autos caratulados: “P., F. c/ A. A. S. A. y otro s/ accidente – ley especial”, a
V. S. dice que, en debido tiempo y legal forma, responde a la solicitud de explicaciones
formulada por la parte actora.

I. Respuesta a la solicitud de explicaciones de la parte actora

Primero debe aclararse, aunque no lo señaló la parte actora, que en la conclusión


diagnóstica, por error involuntario, el perito debe decir “…estresógena mórbida…” y dice,
en cambio, “…estrógeno mórbida…”. Fue un simple error de tipeo por el parecido de los
vocablos.
Puntualiza en su punto I) la letrada, Dra. M. M., de la parte actora, remitiéndose a lo
destacado por el experto, que se aclare cuáles son “…los factores concausales que
reducen la incapacidad que presenta la actora del 20 % al 10 % de la total obrera como
consecuencia específica de sus vivencias laborativas”.
Dichos factores concausales son su personalidad de base, ansiosa aunque dentro de
parámetros normales, que ya de hecho la convierten en una personalidad neurótica.
Todos los llamados “normales” son neuróticos. Nadie con cierto grado de elaboración
mental se salva de ser portador de una neurosis. De no ser así, pasaría a integrar el
lamentable grupo de los llamados “normópatas”, carentes de subjetividad personal y que
integran los grupos de mayorías manipulables, pilares de la epidemia social conocida
como “normopatía”. Brillantes autores como Joyce McDougall, Cristopher Dejours y
Enrique Guinsberg, entre otros, han explorado el tema ampliamente.
Por otra parte, la actora no ha encontrado una meta existencial afectiva que le de
completitud a su rol de mujer. No tiene una pareja consolidada y ello le genera un futuro
incierto.
Asimismo, el proyecto que le brinda prospectiva de realización en el área vocacional se
frustró al concluir su adolescencia, y tuvo que transitar por ello sin pena ni gloria por la
minusvalía de un recorrido administrativo que se llevó la parte más importante de su vida
útil.
En el punto II), la respuesta es obvia. Los puntos periciales d) y e) son bien explícitos.
Una psicoterapia adecuada que eleve la autoestima de la actora atenuaría un tanto su
padecimiento, pero las secuelas radicales ocasionadas por los vectores mórbidos de
etiología laboral no desaparecerían de su psiquismo; ya han coagulado en el mismo.
Se aplica al psiquismo el mismo criterio de la distinguida jurista Dra. Elena Highton de
Nolasco, integrante de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, cuando, basándose en la
doctrina italiana, se refiere al que denominara “daño biológico”.
Y dice con respecto a este último: “Es la incompletividad o diferencia del organismo
humano, respecto a su estado anterior al producirse. La totalidad física ha sido violada”. Y
agrega: “Desde que es daño lo que altera la integridad física, por más que la cura y la
readaptación sea más o menos completa, no podrá devolverse al organismo alterado la
situación de incolumnidad anterior al daño, constituyendo ello así el perjuicio reparable”.
Lo expuesto, aplicado al campo humano de la subjetividad, es más complejo e
irreversible. El psiquismo del existente, aquejado por noxas diversas, no vuelve nunca más
a ser el de antes. Ha cambiado, es diferente, es distinto y, además, es más vulnerable. No
ha encallecido.

II. Conclusiones

Por todo lo expuesto “ut supra”, el perito ratifica plenamente lo expresado en el


informe pericial oportunamente elevado.
Es todo cuanto se tiene que informar a V. S., y se solicita por ello agregar la presente
respuesta a los autos y dar traslado a sus copias.
Sírvase proveer de conformidad que

Será justicia
Perito médico psiquiatra responde a impugnación formulada por la parte codemandada
al informe pertinente oportunamente elevado

Señor Juez.

El que suscribe, Prof. Dr. René Raúl Ugarte, médico psiquiatra y legista, doctorado y
especialista en psicología clínica, especialista en medicina del trabajo y postgraduado en
criminología, actual cosecretario en neurociencia de la Asociación Psiquiátrica de América
Latina (APAL), matrícula nacional n° 38.691, ya presentado en autos, designado perito
médico psiquiatra de oficio en los autos caratulados: “R., N. c/ C. S. A. y otro s/ despido”,
responde a la impugnación formulada por la parte codemandada, a la peritación
oportunamente elevada a V. S.

I. Respuesta a la impugnación formulada por la parte codemandada

Primeramente, sorprende que se impugne directamente sin pedir de inicio que se


explicite aquello que no resultó absolutamente claro para la parte demandada.
Indudablemente, es un problema de estilo que va más allá de lo netamente procesal.
Examinando el punto 1°), se evidencia que el letrado se maneja con su fecundo
imaginario, pues como es norma en el fuero laboral, no asisten consultores técnicos a las
peritaciones. Por lo tanto, sin la información que transmite lo empírico, expone lo que en
filosofía aristotélica se denominaría una “petición de principio”, es decir, argumentar sin
argumentos. Se plantea, con absoluto desconocimiento de cómo es la operatividad de un
profesional psiquiatra legista, transcribiendo parcialmente al experto: “…un excesivo y casi
exclusivo apego del perito al relato de la entrevistada…”, exponiendo con ello que no
registró cognitivamente o no entendió la entrevista semiestructurada de la peritación
efectuada, implementando al mismo tiempo un abordaje semiológico psiquiátrico legal
con rastreo, asimismo, de improntas psicodinámicas. Sepa el poco informado letrado que
en dicho abordaje se detectan los síntomas secuelares y su nivel mórbido, los eventuales
signos y que, mediante el discurso de reverberaciones distractivas, se procura externalizar
todas las variables asimétricas que expongan simulación.
El perito aclara taxativamente, en el segundo párrafo de sus “Consideraciones
psiquiátrico legales”, que el psicodiagnóstico “se asume como elemento referente pero no
vinculante”. Al respecto, mencionaré la opinión internacional sobre la materia:
Así, por ejemplo, el eminente catedrático de la Universidad Complutense de Madrid,
Prof. Dr. Francisco Alonso-Fernández, de renombre universal, en sus “Fundamentos de la
psiquiatría actual” (4ª ed., Ed. Paz Montalvo, Madrid, 1979, tomo I, p. 170) dice: “Si
cotejamos el valor de los tests con el de la exploración psiquiátrica, casi todos los clínicos
llegamos a la conclusión de que la libre conversación con el enfermo mental representa la
tónica exploratoria más segura y completa, cuyo material debe elaborarse después
adecuadamente con el concurso de la comprensión psicológica, la explicación
somatopsíquica y el análisis fenomenológico”. Agregando luego: “A los tests en la clínica
psiquiátrica les corresponde la posición jerárquica de pruebas exploratorias
complementarias”.
Conceptos similares emiten Manfred Bleuler, H. G. J. Weitbrecht, R. M. Palem y otros,
entre los más destacados autores de la psiquiatría europea. Y asimismo, ya en el año
2.002, el Prof. Dr. Joaquín Santo-Domingo Carrasco del Hospital Universitario La Paz de
Madrid, y en el 2.005, el Prof. Dr. Renato D. Alarcón, catedrático de la Escuela de Medicina
de la Clínica Mayo (Rochester, Minnesota, USA), quienes sostienen, asimismo, la
preeminencia fundamental de la clínica, postura masiva de la psiquiatría occidental desde
1.990.
La clínica es soberana y esencial para arribar a la presunción diagnóstica. El perito se
basó, para emitir su diagnóstico, en el abordaje clínico integral y en la confrontación de los
puntos críticos de la constelación sintomática. Debe haber una coherencia que excluya
asimetrías que ponderen simulación. Como ya se dijo en el primer párrafo de respuesta al
punto 1°), ya no se utilizan las pruebas secuenciadas en los capítulos 46, 47 y 48 del
volumen I de la “Psiquiatría legal y forense” del Dr. Santiago Delgado Bueno, obra editada
por Colex.
Por esta causa, los devaneos del letrado en cuanto a los tests implementados le
parecen al experto absolutamente irrelevantes.
Un médico neurólogo no diagnostica una epilepsia mediante un electroencefalograma.
Se basa fundamentalmente en una prolija anamnesis y un severo afronte semiológico.
La clínica, en el tema de autos, luce en los párrafos 41 a 44 de la “Entrevista
semiestructurada…” del informe pericial. Y dicha evaluación no posibilitó detectar
fabulaciones o megarecepción emocional de las experiencias laborales en la examinada.
Construir un relato irreal sin fabular configuraría un delirio. Y los delirios son patrimonio
de las estructuras psicóticas. Y la actora sólo expuso síntomas neuróticos.
Con respecto al punto 2°), el letrado impugnante transita por caminos que
externalizan su absoluto desconocimiento sobre las características que regulan las
conductas dictadas por el psiquismo humano.
Todos los integrantes de la especie humana albergan en su psiquismo una base
neurótica. No existen seres pseudonormales; serían, en todo caso, normópatas. En toda
persona que camine a través de la presente sociedad lleva en las entrañas de su psiquis
uno o más núcleos neuróticos. Sin embargo, todos se comportan aparentemente con total
normalidad, porque están bien compensados, pero ante situaciones estresantes severas o
traumáticas, dichas noxas (agentes mórbidos) rigidizan los mecanismos psíquicos
normales de defensa y afloran entonces las manifestaciones neuróticas. Esto permite
admitir que la base neurótica de la actora, cuyo colorido difiere de una persona a otra, es
algo corriente y para nada algo singular y significativo.
Finalmente, en lo que atañe al punto 3°), debe aclararse que la respuesta al punto
pericial b) de la codemandada Cabra S. A. no fue la que menciona el letrado, sino que dice
textualmente: “se remite a la ‘entrevista semiestructurada…’”. Dicho capítulo,
conjuntamente con los demás que integran la “Anamnesis”, configuran una verdadera
historia clínica sobre la peritación de la demandante.
En dicha “entrevista semiestructurada”, si se la lee con minuciosidad, se pueden
encontrar todos los elementos de concausalidad.
Aparentemente, el letrado no recuerda muy bien cómo se define concausalidad.
Podría definírsela diciendo que, cuando un daño en el cuerpo o en la salud es agravado
como resultado de una predisposición preexistente o de una complicación sobreviniente,
existe concausa o concausalidad, es decir, reunión de dos o más causas en la producción
de un estado mórbido, el propio del daño y el que emana de aquella predisposición o
complicación.
La accionante presenta una base neurótica, y el fallecimiento de su madre en el año
previo a iniciar su prestación laboral para Cabra S. A., factores que en su examen
preocupacional no inhibieron su ingreso en la empresa. Posteriormente se agregó su
conflictiva relación laboral. La sumatoria de lo preexistente con el padecimiento laborativo
conjugaron un emergente patógeno de base concausal. Por ello, el perito, al estimar la
incapacidad de la actora, debitó lo previo –que operaría a nivel inconsciente— y
dictaminó sólo en función de lo derivado con etiología laboral.
El letrado de la codemandada ha hecho una precaria refutación de la peritación
presentada. Se basa sólo en la subjetividad proveniente de un simple estudio
complementario, a cuya realización ni siquiera pudo asistir. El área psicológica del Cuerpo
Médico Forense no tiene en cuenta las observaciones de quienes eventualmente no
asisten a la instrumentación de una batería psicodiagnóstica.

II. Conclusiones

Por todo lo expuesto “ut supra”, el perito ratifica plenamente lo expresado en el


informe pericial oportunamente elevado.
Es todo cuanto se tiene que informar a V. S., y se solicita por ello agregar la presente
respuesta a los autos y dar traslado a sus copias (se adjuntan tres juegos).
Sírvase proveer de conformidad que

Será justicia
Perito médico psiquiatra responde a impugnaciones al informe pericial oportunamente
elevado

Señor Juez.

Quien suscribe, Dr. René Raúl Ugarte, médico psiquiatra y legista, matrícula nacional n°
38.691, con domicilio legal constituido en Av. Acoyte 320, piso 4°, dpto. “7” de Capital
Federal, quien fuera designado perito médico psiquiatra de oficio en los autos
caratulados: “V., G. c/ D. AFJP S. A. y otros s/ accidente - acción civil”, en el debido tiempo
y legal forma responde a la impugnación formulada por “D. AFJP S. A.” y a la impugnación
parcial suscripta por “M. ART S. A.”, al informe pericial oportunamente elevado a V. S.

I. Respuesta a impugnación de “D. AFJP S. A.”

El perito respeta las consideraciones del letrado pero no las comparte, por ser
taxativamente erróneas.
De inicio, en el punto 2) de la impugnación, se expone que no se ha dado traslado de
los tests realizados. El experto remitió los originales de los mismos en un sobre adjuntado
al informe pericial. Dichas pruebas no pueden ser fotocopiadas para su envío a cada parte
por separado, pues ello constituye una aberración científica. Los psicólogos, en su amplia
mayoría, no aceptan ni siquiera remitir los originales. Estiman que no tiene validez la
evaluación de un test cuya administración no fue presenciada.
El área psicológica del Cuerpo Médico Forense ni siquiera remite, a los psiquiatras que
lo integran, los gráficos y protocolos de sus psicodiagnósticos, criterio que siguen los
hospitales públicos. Se aduce, y ello es bastante lógico, que no es posible, por ejemplo,
evaluar un gráfico sin que el examinador observe al examinado. Debe pesquisar sus
titubeos, dirección de trazados, rapidez, eventual gestualidad, mímica, etcétera. Se estima
que prescindir de dicha observación invalida la objetividad del estudio. Obviamente,
pretender el control de tests mediante fotocopias carece de absoluta seriedad.
Respecto al punto 3), podría decirse que es una notoria evidencia en cuanto a
ignorancia de lo que constituye un informe pericial psiquiátrico legal. No se tiene en
cuenta que en el mismo debe estar presente una historia clínica psicopatológica, lo que
incluye una anamnesis con rastreo de antecedentes familiares y personales. Una recorrida
por la crónica fenoménica de los acontecimientos vitales, en la vida de la sujeto, previos y
posteriores al evento de autos. Y, fundamentalmente, no se reparó o se trató de ignorar
los últimos cinco párrafos (26 renglones) de la “Entrevista semiestructurada…”, referidos
al “abordaje semiológico con rastreo de psicodinamismos”, que constituye el meollo
central de dicha entrevista.
El letrado desconoce la importancia de la clínica en el quehacer médico,
especialmente en el psiquiátrico jurídico.
La clínica es soberana y esencial para arribar a la presunción diagnóstica. El perito se
basó, para emitir su diagnóstico, en el abordaje clínico integral y en la confrontación de los
puntos críticos de la constelación sintomática. Debe haber una coherencia que excluya
asimetrías que ponderen simulación.
Naturalmente, el experto no estuvo en el lugar de trabajo de la examinada, como
tampoco el letrado presenció el examen de aquélla. Pero el perito pesquisó “in situ”
síntomas mediante la clínica practicada en forma empírica, mientras que el letrado
elaboró sus aventuradas conjeturas mediante su fecundo imaginario de escritorio.
En el punto 4) se hace más ostensible la desprolijidad externalizada por la refutación
del letrado.
Son curiosos los cambios de género que se le atribuyen al experto. Por momentos se
lo designa “perito” y en otros “experta”. ¿Errores de tipeo o un “collage” resultante de
diferentes impugnaciones rescatadas de la memoria informática?
Un punto que presenta insólitamente como novedad es lo ya expuesto por el perito en
la respuesta al punto 2) de la “Pericial médica de parte actora”, inserto en el informe
pericial. Se evaluó el daño conforme al principio de concausa.
Las dos referencias bibliográficas del letrado conllevan a lo que se conoce como
concausalidad.
Cuando un daño en el cuerpo o en el psiquismo es agravado como resultado de una
predisposición preexistente o de una complicación sobreviniente, existe concausa o
concausalidad, es decir, reunión de dos o más causas en la producción de un estado
mórbido: el propio del daño y el que emana de aquella predisposición o complicación.
El experto estima que con lo expuesto en forma precedente deja bien aclarado lo
referido al poco feliz señalamiento del letrado.
Pasa ahora el perito a responder los subpuntos formulados por los asesores técnicos
del letrado.
En lo que atañe al subpunto 1), la respuesta es obvia. El experto se ha basado en la
ponderación de síntomas y rasgos de personalidad detectados, tras filtrar todos los
factores de concausalidad.
Respecto a los subpuntos 2) a 5), cabe consignar que el Bender y todas las demás
pruebas que se efectuaron, el perito las examinó y luego las remitió al Juzgado dentro de
un sobre adjunto al informe pericial. Y ratifica en este escrito lo ya aclarado en el citado
informe. Para el experto, el psicodiagnóstico sólo es un aporte referente pero no
vinculante.
Debe aclararse que este criterio es el que prima actualmente a nivel de la psiquiatría
contemporánea. Los psicodiagnósticos son solo buenos instrumentos coadyuvantes.
Así, por ejemplo, el que fuera eminente catedrático de la Universidad Complutense de
Madrid, Prof. Dr. Francisco Alonso-Fernández, de renombre universal, en sus
“Fundamentos de la psiquiatría actual” (4ª ed., Ed. Paz Montalvo, Madrid, 1.979, tomo I,
pág. 170) dice: “Si cotejamos el valor de los tests con el de la exploración psiquiátrica, casi
todos los clínicos llegamos a la conclusión de que la libre conversación con el enfermo
mental representa la tónica exploratoria más segura y completa, cuyo material debe
elaborarse después adecuadamente con el concurso de la comprensión psicológica, la
explicación somatopsíquica y el análisis fenomenológico”. Agregando luego: “A los tests en
la clínica psiquiátrica les corresponde la posición jerárquica de pruebas exploratorias
complementarias”.
Conceptos similares emiten Manfred Bleuler, H. G. J. Weitbrecht, R. M. Palem y otros,
entre los más destacados autores de la psiquiatría europea. Y asimismo, ya en el año
2.002, el Prof. Dr. Joaquín Santo-Domingo Carrasco, del Hospital Universitario La Paz de
Madrid, y en el 2.005, el Prof. Dr. Renato D. Alarcón, catedrático de la Escuela de Medicina
de la Clínica Mayo (Rochester, Minnesota, USA), sostienen, asimismo, la preeminencia
fundamental de la clínica, postura masiva de la psiquiatría occidental desde 1990.
Un neurólogo no diagnostica una epilepsia por medio de un electroencefalograma. Se
fundamenta en el examen neurológico. Ni siquiera un diagnóstico por neuroimágenes
puede asegurar una presunción diagnóstica.
Remitiéndose el experto al subpunto 6), puede decirse que la razón de los dichos del
perito está en su propio informe pericial. Informe que debe leerse con detenimiento,
enfoque especializado y trayectoria profesional de buena casuística.
En cuanto al subpunto 7), el mismo es improcedente, dado que las preguntas que se
mencionan ya han sido contestadas.
Finalmente, en el subpunto 8), el letrado plantea un potencial exabrupto, al referirse al
eventual pase de la causa al Cuerpo Médico Forense.
El sugerir a V. S. la posible elevación al Cuerpo Médico Forense de las presentes
actuaciones implicaría una manipulación con fines de demorar la causa. Por otra parte, el
letrado curiosamente olvida lo que expone el art. 63 de la ley 1285/58, que dice: “El
Cuerpo Médico Forense no puede ser designado perito para ningún fuero y sólo por
excepción si no es del fuero criminal”.

II. Respuesta a la impugnación de M. ART S. A.

También aquí el experto manifiesta su respeto en cuanto a lo consignado por el


letrado impugnante, pero del mismo modo que en el caso anterior, discrepa
absolutamente con sus conclusiones.
Pueden verse en el punto 2, en el primer párrafo, puntualizaciones similares a las
consignadas en el punto 3) de la impugnación refutada precedentemente. Es pertinente
por ello asignarle la misma respuesta.
En el segundo párrafo del mismo punto 2 aparece una incorrecta interpretación de lo
que la OMS llama “staff burnout”.
Aclárese antes que el vocablo “burnout” proviene de la industria aeroespacial, y
significaba agotamiento del carburante de una nave espacial.
El psiquiatra estadounidense Herbert Freundenberger, nacido en Francfort, asimiló el
concepto en 1.974, al estudiar, en una clínica de New York, cuidadores voluntarios de
personas con toxicomanías. Al cabo de un tiempo de ejercer dicha tarea, el investigador
notó que aquellos empezaron a presentar una peculiar sintomatología. Le pareció que se
quemaban hasta extinguirse. Les perduraba su energía hasta llegar al agotamiento.
Aparecieron ansiedad y depresión, así como sensaciones de vacío y agresividad.
Concluyó que el sobreesfuerzo sostenido en exceso les había generado una sensación
de fracaso, pérdida de energía, de recursos y, fundamentalmente, fuerza espiritual para
trabajar. Exponían una desmotivación abrumadora.
Ya en 1.980, J. W. Jones acuñaba el término “staff burnout”, al preparar escalas para
medir la constelación sintomática de los excedidos laboralmente.
La OMS recientemente asimiló la idea de Jones, y dado que con la OPS consideran al
“burnout” uno de los cinco problemas sanitarios más graves de la actualidad, decide dar a
esta patología una perspectiva organizacional, social y cultural.
Justamente el CIE 10 (Clasificación Internacional de Enfermedades), editado por la
OMS, en su capítulo V, con el prefijo F previo a los códigos, enumera los que llama
“trastornos mentales y del comportamiento”. En el año 2.014 salió el CIE 11, y quien
suscribe, junto a otros colegas argentinos, ha sido invitado para la honrosa tarea de
actualizar la parte psiquiátrica de dicha obra, es decir, su capítulo V (F).
“Staff” es un vocablo inglés que se traduce en español por “personal”, y “burnout”,
también término de igual origen, remite a “quemadura”. Ello proporciona, en forma quizás
no muy feliz, el concepto de grupal, comunitario o global. En razón de que el “síndrome
de burnout” es una patología psiquiátrica y no un padecimiento infectocontagioso, se
reemplazaron las eventuales palabras médicas de epidemia, endemia o pandemia, por la
curiosa denominación de “staff burnout”. Pero ello no implica que el daño, de manera
individual, no aparezca, y que solo lo haga colectivamente.
Justamente en Japón, el llamado “karoshi”, y en Corea del Sur, la denominada
“gwarosa”, equivalentes del occidental “burnout”, han llegado a ocasionar víctimas
mortales, alarmando a sus respectivos gobiernos. China, si bien se cree tiene problemas
similares, no ha proporcionado informaciones.
En Occidente, las grandes corporaciones, e incluso las conocidas pymes, el frenético
duelo por la competencia ha difundido la patología de marras. Por estas razones, la OMS
no diferencia “sindrome de burnout” de “staff burnout”, como planteando una diferencia
nosográfica; simplemente señala que a lo particular se le agrega ahora un concepto de
masificación.
La gripe A se presentaba al principio aisladamente, pero luego llegó a convertirse en
una pandemia. Hace unas décadas, algo parecido, el “surmenage”, no pasó de afectar a
algunos pocos. Hoy en día, el cuadro que sustantiva la cuestión, puede tener
representantes individuales (depende de diversos factores) o bien, centenares de
afectados.
Por otra parte, separar el “síndrome de burnout” del estrés o la depresión, es
evidenciar desconocimiento psiquiátrico absoluto de la referida patología.
También sorprende el comentario del letrado haciendo hincapié en que la actora hace
ya un tiempo dejó de trabajar en el lugar “supuestamente” dañoso. Notoriamente ignora
que ello únicamente ocurre en los denominados “trastornos adaptativos”, en los que al
cesar la incidencia de un estresor determinado, mejora el damnificado, al que, por lo
tanto, no le quedan secuelas incapacitantes. Confundir “trastornos adaptativos” con
“síndrome de burnout” es inaudito.
Finalmente, los dos últimos párrafos del punto 2 de la presente impugnación hacen
referencia a lo ya contestado sobre concausalidad y psicodiagnóstico en la impugnación
previamente refutada (puntos 3 y 4 y subpuntos 2 a 5).

III. Conclusiones

Por todo lo expuesto “ut supra”, el perito ratifica plenamente lo expresado en el


informe pericial oportunamente elevado.
Es todo cuanto se tiene que informar a V. S., y se solicita por ello agregar la presente
respuesta a los autos y dar traslado a sus copias.
Sírvase proveer de conformidad que

Será justicia
Perito médico psiquiatra responde a impugnación formulada por la parte citada en
garantía

Señor Juez.

El que suscribe, Dr René Raúl Ugarte, médico psiquiatra y legista, matrícula nacional n°
38.691, con domicilio legal constituido en Av. Acoyte 320, piso 4°, dpto. “7”, de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, inscripto en la AFIP con CUIT n° 20-1111111-8, y cuya
condición frente al IVA es la de monotributista, quien fuera designado perito psiquiatra,
único de oficio en los autos caratulados “A., P. y otros c/ B., H. y otro s/ exhorto”, en legal
tiempo y debida forma eleva a V. S. su respuesta a la impugnación formulada por la parte
citada en garantía.

I. Respuesta a la impugnación formulada por la parte citada en garantía

El perito tratará de responder procurando sistematizar las refutaciones expuestas en


los cuestionamientos de esa parte.
Cabe de entrada aclarar que en el capítulo I (objeto) se hace referencia sobre el
experto llamándolo “Lic.”, y el perito es “Dr.” (doctorado por tesis académica y no por
acordada de la Corte Suprema, como es de uso corriente en otros profesionales).
Ya en el capítulo II (impugna pericia – fundamentos) del escrito presentado por la
parte citada en garantía, se hace hincapié en que el experto no determina
fehacientemente cuál es la personalidad de base de los respectivos coactores.
En situaciones traumáticas de carácter grave, las personalidades preexistentes
rigidizan sus mecanismos de defensa psicológicos. De ello puede inferirse que la
personalidad basal del Sr. C. es de tipo ansioso y depresivo, y que por ello la brutalidad de
la noxa mórbida (el anoticiamiento repentino de la horrible muerte de su hija
embarazada) operó sobre su psiquismo, no preparado para tal circunstancia, exacerbando
su inquietud ansiosa dentro de un encapsulamiento depresivo. Del mismo modo en la Sra.
De E., puede estimarse que su personalidad basal es igualmente de tipo ansioso y
depresivo, con matices hipocondríacos (que las hacen proclives a las manifestaciones
somatoformes) y rasgos fóbicos. Obviamente, siguió el mismo proceso de pérdida de la
flexibilidad defensiva, ante la irrupción intempestiva de la trágica noticia del deceso de su
hija y de su futuro nieto. Su psiquismo, al igual que el de su ex cónyuge o de cualquier ser
humano, no tenía mecanismos para bloquear la violentísima injuria psicológica.
Las reacciones vivenciales anormales, aunque tengan manifestaciones neuróticas, no
son neurosis reactivas, son esencialmente secuelas de trastornos por estrés
postraumático, cuya cronicidad, conforme a la gravedad de la etiología, pueden llegar a
durar toda la vida. Un sobreviviente de una catástrofe natural, una mujer que sufrió una
violación en su adolescencia, un veterano de guerra, un secuestrado sometido a torturas,
etc., etc., vehiculizan sus secuelas hasta su muerte, pues las mismas han cristalizado, o
mejor aun, coagulado en su psiquismo. Todavía hay suicidios de gente que estuvo en
Vietnam, en la Guerra del Golfo y en la de Malvinas. Y aun tienen “flashbacks”
nonagenarios que participaron en la Segunda Guerra Mundial. Todas las situaciones de
horror profundo, protagonizadas, presenciadas o recibidas por información de terceros
(las dos últimas situaciones, especialmente en el caso de familiares inmediatos), llevan a
generar trastornos por estrés postraumático, y dichos desórdenes psíquicos derivan en
secuelas vivenciales anómalas.
No se pueden confundir las neurosis reactivas, que pueden originarse por banalidades,
con una de las improntas más dramáticas del mundo contemporáneo, aunque,
indudablemente, siempre existieron a través de los siglos.
Las neurosis reactivas se basan en la teoría tectónica de Freud, que dividía las neurosis
en actuales y en procedentes de las llamadas “series complementarias”. Las reactivas
formarían parte de las actuales. Esta teoría dicotómica primitiva ha ido perdiendo fuerza,
de modo que el psicoanálisis actual estima que en toda neurosis existe siempre un
conflicto interno anclado (fijado) en el pasado.
Víctor E. Frankl fue quien clasificó como neurosis reactivas o pseudoneurosis, los
trastornos de angustia (crisis de angustia generalizada, ataque de pánico y trastorno
obsesivo compulsivo), basándose en que las neurosis clásicas son psicógenas, mientras
que las reactivas son somatógenas.
Son neurosis reactivas porque las reacciones son psíquicas, por lo tanto, las
enfermedades correspondientes derivan a lo psicógeno.
El denominador común de este tipo de reacciones es la angustia de expectativa, que
se manifiesta mediante pensamientos anticipatorios negativos.
La angustia de expectativa fija un síntoma, pasajero en sí mismo, al poner
hiperatención en este, con la hiperintención de que no se repita.
Posteriormente, el escrito impugnatorio incursiona en la definición de “reacción” que
da H. J. Weirbrecht en 1968, en su obra “”Psychatrie im grundiss”, citado por Mariana
Travacio en el volumen mencionado por quien impugna. Pero no aclara que dicha
definición está inserta en los párrafos correspondientes a “reacciones vivenciales
anormales neuróticas”, incluidas dentro del tema “El baremo de las ART”. Es una pena que
en la impugnación se hubiesen escrito mal los apellidos de los autores referenciados.
E. F. P. Bonnet, en el primer volumen de su obra, “Psicopatología y psiquiatría
forenses” (1.983), al mencionar “reacción” dice que conjuntamente con “vivencia” y
“desarrollo” cubren toda la psicogénesis fenomenológica de los actos normales o
anormales del individuo.
El concepto de “reacción vivencial anormal” fue estudiado por Kart Jaspers, E.
Kretschmer y H. Binder, entre otros autores. Quizás el error del baremo de las ART fue no
diferenciar “reacción” de “desarrollo”, al esquematizar las secuelas del trastorno por
estrés postraumático, aunque en la práctica pericial se flexibilizó el concepto de reacción
ajustándolo en su temporalidad al monto de gravedad de la injuria psíquica.
Avanzando en la lectura de la impugnación, surge un visible error conceptual. Como
ejemplo de una insólita metamorfosis, se adscriben las improntas de un trastorno por
estrés postraumático al “duelo exagerado” de William.Worden, profesor de Psicología de
la Harvard Medical School. Aquí también se escribió mal el nombre.
El duelo tiene lugar tras cualquier clase de pérdida, aunque suele ser más intenso tras
el fallecimiento de algún ser querido. No es un sentimiento único, sino más bien una
completa sucesión de sentimientos que precisan de cierto tiempo para ser superados, no
siendo posible el acortar este período de tiempo.
Y el duelo patológico, equivalente al duelo exagerado de Worden, en cambio, puede
adoptar diversas formas, que van desde la ausencia o el retraso en su aparición, hasta el
duelo excesivamente intenso y duradero, pasando por el duelo asociado a ideaciones
suicidas o con síntomas claramente psicóticos.
Notoriamente no es este el caso de autos. Parecería que se tiene que incurrir en un
barroquismo reiterativo para que la parte citada en garantía concientice que no se está en
presencia de progenitores que recepcionaron la noticia de la muerte de su hija, tras
padecer aquella un año de cáncer. Algo así habría posibilitado una especie de duelo
anticipado, una preparación psíquica adaptatoria para un hecho irreversible.
Pero aquí la situación fue escalofriantemente diferente. Ambos padres toman
conocimiento repentinamente, bruscamente, imprevisiblemente, del final horrible de su
hija, de una hija que incluso albergaba en sus entrañas al nieto que nunca llegarían a
conocer.
Utilizar la sintomatología secuelar del infausto suceso, e incluso los antecedentes
concausales, para pretender fundamentar hipotéticas presunciones diagnósticas, no se
compadece con la estética del arte de impugnar. Más bien parecen recursos poco
elegantes del que ya carece de argumentaciones.
Hablar de predisposición, mencionando a Cía, como dueño de la verdad bíblica al
respecto, y asimismo conjeturar sobre una eventual “violencia familiar”, parece temerario
e imprudente, porque se afirma algo sin pruebas ni indicios de ninguna clase en forma
casi intuitiva. Es como si la impugnación, siguiendo a la escuela fenomenológica de
filosofía, pusiese todo su conocimiento entre paréntesis, adhiriendo a los postulados
suscriptos desde Brentano hasta Heidegger.
Insistir con lo de “violencia doméstica” como lo hace la impugnación es solo producto
de un fecundo imaginario. La Sra. De E. dejó de convivir con su primer marido hace 29
años. Solo habló, ante la requisitoria de este perito al respecto, muy fugazmente. No
mencionó haber hecho denuncias. Y decir que el mencionado antecedente puede gravitar
más que la trágica pérdida de su hija, es darle un sentido tendencioso a la lectura objetiva
de los hechos.
En cuanto al Sr. C., las presuntas “tendencias” y el despropósito de la adicción,
plantean ciertos desconocimientos psiquiátricos.
Tendencias psíquicas son las propias de la vida mental del hombre. Seguir los
proyectos generados y aprehendidos en su esfera cognitiva
Tendencias no psíquicas son aquellas en las que no interviene el conocimiento. Son las
apetencias instintuales.
Lo expresado en la refutación no tiene nada que ver con la personalidad basal.
Por otra parte, llamar adicción a lo que ingería el coactor en años anteriores, es
desconocer los volúmenes de ingesta de los alcoholistas crónicos. Una ingesta
inmensamente superior.
Respecto a la Sra. De E., pueden aplicarse los mismos conceptos anteriores. Un cáncer
de mama intervenido quirúrgicamente hace cinco años, tratado asimismo con tamoxifeno,
y cuya edad (66 años) ya la aleja de eventuales metástasis, una pseudoviolencia familiar
(no probada) de hace casi tres décadas y, por último, la instrumentación del vocablo
“predisposición”, que según el Diccionario de la Real Academia Española es la “acción o
efecto de predisponer…”, siendo “predisponer “: “preparar, disponer anticipadamente
algunas cosas o el ánimo de las personas para un fin determinado”. Es decir, algo
equivalente a una manipulación. Es visible y notorio que nada de esto es pertinente con la
coactora.
La implementación masiva y sumada de todas las concausas de ambos coactores,
hipertrofiadas intencionalmente por la impugnación, no puede atenuar la percepción
horrenda de un accidente en que muere espeluznantemente una hija embarazada. Pensar
que esto puede ocasionar un “grado leve de incapacidad” es aberrante.
El experto elaboró un minucioso historial clínico legal de cada coactor. Estimar que
omitió indagar algunos aspectos es inaceptable. A menos que se pretenda que el experto
asuma el rol de pitonisa, expuesto por algunos matices de la impugnación, en los que se
rastrean indicios irrelevantes sólo fundamentados por la fantasía y carentes de seriedad
científica.
Por último, se señala la desactualización involuntaria o tal vez no, que lleva a decir, en
la refutación, que los lapsos de tratamiento psicoterapéutico estimados por el perito no
deben exceder de un año. Es un tema opinable, no obstante lo cual se remite a “El daño
en psicopsiquiatría forense” de Mariano N. Castex (2ª ed, Ad hoc, 2005, Bs. As., pág. 197).
En dicha obra, el autor plantea la flexibilidad de frecuencias semanales y lapsos de
tratamiento. Da el ejemplo de 200 sesiones (2 por semana durante 2 años). El experto
calculó 72 para el Sr. C. y 96 para la Sra. De E. Es interesante confrontar la diferencia.

II. Conclusiones

Por todo lo expuesto “ut supra”, el perito ratifica plenamente lo expresado en el


informe pericial oportunamente elevado.
Es todo cuanto se tiene que informar a V. S., y se solicita por ello agregar la presente
respuesta a los autos y dar traslado a sus copias.
Sírvase proveer de conformidad que

Será justicia
Perito médico psiquiatra responde a impugnación formulada por la parte demandada y
la representante del Estado

Señor Juez.

El que suscribe, Dr. René Raúl Ugarte, médico psiquiatra y legista, matrícula nacional n°
38.691, con domicilio legal constituido en Av. Acoyte 320, piso 4°, dpto. “7” de Capital
Federal, inscripto en la AFIP con CUIT n° 20-1111111-8, y cuya condición frente al IVA es la
de monotributista, quien fuera designado perito médico psiquiatra, en los autos
caratulados “N., N. c/ H., R. y otro s/ daños y perjuicios”, a V. S. dice que, en legal tiempo y
debida forma, eleva su respuesta a la impugnación formulada por las partes demandada y
representante del Estado.

I. Respuesta a la impugnación formulada por la parte demandada

Primeramente, sorprende que se impugne directamente, sin pedir de inicio que se


explicite aquello que no resultó absolutamente claro para la parte citada en garantía.
Indudablemente, es un problema de estilo que va más allá de lo netamente procesal.
El perito respeta los considerandos del letrado, pero discrepa taxativamente con sus
conclusiones por estimarlas erróneas.
Debe aclararse inicialmente que no hubo consultor técnico asistiendo a la evaluación
pericial y, por lo tanto, el letrado careció, para elaborar su refutación, del material
fundamental que brinda lo empírico, rescatado “in situ”. Solo acudió a su limitado
imaginario para presentar un libelo de precaria profundidad académica. Esta parte,
además, ni siquiera había formulado puntos periciales.
El letrado niega enfáticamente “incapacidad psicológica o psíqujica alguna”, pero luego
se contradice y plantea que la estimada por el perito podría ser elevada.
Es obligatorio decir sobre la impugnación que la misma induce a pensar que quien sale
de un terrible evento como el referido en autos, debe estar casi exento de secuelas
psíquicas. Sostiene un concepto fundamentalista o interesado sobre la resistencia
humana. Lo ve al actor como un campeón de la resiliencia.
Y esto puede inferirse con la única aplicación del sentido común. Solo un personaje
novelesco puede superar un trance que desesperaría a cualquier sujeto corriente, con la
mirada impertérrita de los héroes infantiles.
Del examen de las observaciones expuestas en el primer párrafo del ítem 3 de la
impugnación, puede decirse al respecto que son todas referencias descontextualizadas.
Por ejemplo, el actor nunca ha evitado tener relaciones sexuales después de los infaustos
momentos referidos en autos. Cualesquiera fueran sus limitaciones siempre lo ha
intentado. Los sujetos predispuestos son aquellos que han rehuido vincularse con una
mujer. Y esta postura no fue asumida como estrategia de vida por el demandante.
Obviamente, el actor puede trabajar e incluso sostener una pareja. Pero todo ello le
demanda un esfuerzo superior importantemente, confrontado con el exigido a sus demás
congéneres. Vehiculiza una impronta irreversible de minusvalía que la portará como
padecimiento por el resto de su vida.
El experto asignó solo un 15 % de incapacidad, específicamente derivada del
padecimiento referido en autos, tras debitar las minimizaciones concausales.
Llevar el guarismo estimado a un valor menor posibilitaría incurrir en un cálculo que
evidencia desconocer el rango de las victimizaciones del psiquismo.
De ninguna manera las secuelas psicopatológicas, cuando ya han coagulado o
cristalizado en el psiquismo de un sujeto, tienden a diluirse. El perito no suscribe a
semejante disparate. Se pueden atenuar los síntomas en lo inmediato, pero la huella
mnésica ya ha dejado su marca indeleble.
El actor fue vejado en su psiquis entre noviembre y diciembre de 2.002, y el perito lo
evalúa en marzo de 2.009, casi 6 años y medio después. El trastorno por estrés
postraumático inicial no fue elaborado en forma inmediata, a través de una adecuada
fármaco y psicoterapia pertinentes, y consecuentemente, se instauró la secuela
irreversible.
La precaria impugnación no da para más, por lo que corresponde ir a las conclusiones.

II. Respuesta a la impugnación formulada por la parte representante del Estado

Del mismo modo, compartiendo con la demandada un estilo poco elegante, la letrada
y su patrocinante focalizan el escrito presentado en una directa impugnación.
Asimismo, no estuvo presente ningún consultor técnico de esta parte, por lo que son
válidos también los comentarios, sobre el mismo tema, hechos a la parte codemandada. Y
tampoco formuló puntos de pericia.
Sorprendentemente, tan escueta presentación deriva en una refutación frondosa de
un barroquismo admirable.
De inicio la pretendida impugnación coloca al psicodiagnóstico como el “núcleo duro”
de una peritación psiquiátrica, cuando en realidad, es solo meramente un estudio
complementario.
Evidentemente, los impugnantes no están muy actualizados en cuanto a psiquiatría
contemporánea.
El experto da prioridad al abordaje clínico legal psiquiátrico por encima de lo
meramente instrumental, tal como ya lo preconizara el inolvidable maestro Prof. Dr.
Francisco Alonso-Fernández.
Así, por ejemplo, el ya mencionado eminente catedrático de la Universidad
Complutense de Madrid, de renombre universal, en sus “Fundamentos de la psiquiatría
actual” (4ª ed., ed. Paz Montalvo, Madrid, 1.979, tomo I, pág. 170) dice: “Si cotejamos el
valor de los tests con el de la exploración psiquiátrica, casi todos los clínicos llegamos a la
conclusión de que la libre conversación con el enfermo mental representa la tónica
exploratoria más segura y completa, cuyo material debe elaborarse después
adecuadamente con el concurso de la comprensión psicológica, la explicación
somatopsíquica y el análisis fenomenológico”. Agregando luego: “A los tests en la clínica
psiquiátrica les corresponde la posición jerárquica de pruebas exploratorias
complementarias”.
Conceptos similares emiten Manfred Bleuler, H. G. J. Weitbrecht, R. M. Palem y otros,
entre los más destacados autores de la psiquiatría europea. Y asimismo, ya en el año
2.002 el Prof. Dr. Joaquín Santo-Domingo Carrasco, del Hospital Universitario La Paz de
Madrid, y en el 2.005, el Prof. Dr. Renato D. Alarcón, catedrático de la Escuela de Medicina
de la Clínica Mayo (Rochester, Minnesota, USA) sostienen, asimismo, la preeminencia
fundamental de la clínica, postura masiva de la psiquiatría occidental desde 1.990.
La clínica es soberana y esencial para arribar a la presunción diagnóstica. El perito se
basó para emitir su diagnóstico en el abordaje clínico integral y en la confrontación de los
puntos críticos de la constelación sintomática. Debe haber una coherencia que excluya
asimetrías que ponderen simulación.
Por todo lo expuesto, el perito asume al psicodiagnóstico únicamente como elemento
referente pero no vinculante.
Por otra parte, si bien el perito critica el psicodiagnóstico recibido, ello no implica que
lo considere incompleto. La imputación formulada por esa parte, que es un estudio
incompleto, pues faltan los gráficos y protocolos, es inaceptable.
El área psicológica del Cuerpo Médico Forense ni siquiera remite a los psiquiatras que
lo integran, los gráficos y protocolos de sus psicodiagnósticos, criterio que siguen los
hospitales públicos. Se aduce, y ello es bastante lógico, que no es posible, por ejemplo,
evaluar un gráfico sin que el examinador observe al examinado. Debe pesquisar sus
titubeos, dirección de trazados, rapidez, eventual gestualidad, mímica, etcétera. Se estima
que prescindir de dicha observación invalida la objetividad del estudio.
Debe aclararse que el experto basó su diagnóstico en su abordaje semiológico
psiquiátrico legal. En modo alguno necesitó de un estudio complementario, estudio que
pudo coincidir con lo evaluado por el perito.
Un Rorschach tomado a un sujeto en ayunas y hambriento difiere en sus resultados si
se lo administra al mismo sujeto ya alimentado. Los tests constituyen un elemento
eventualmente coadyuvante y nada más.
Un neurólogo no diagnostica una epilepsia por medio de un electroencefalograma. Se
fundamenta en el examen neurológico. Ni siquiera un diagnóstico por neuroimágenes
puede asegurar una presunción diagnóstica.
El escrito, que presume de ser impugnatorio, solo es una reverberante colección de
estereotipos carentes de vitalidad científica para objetar.

III. Conclusiones

Por todo lo expuesto “ut supra”, el perito ratifica plenamente lo expresado en el


informe pericial oportunamente elevado.
Es todo cuanto se tiene que informar a V. S., y se solicita por ello agregar la presente
respuesta a los autos y dar traslado a sus copias.
Sírvase proveer de conformidad que

Será justicia
Perito médico psiquiatra responde a solicitud de explicaciones relativas al informe
pericial oportunamente elevado

Señor Juez.

Quien suscribe, Prof. Dr. René Raúl Ugarte, médico psiquiatra y legista, doctorado y
especialista en psicología clínica, médico especialista en medicina del trabajo y
postgraduado en criminología, matrícula nacional n° 38.691, con domicilio legal
constituido en Av. Acoyte 320, piso 4°, dpto. “7”, Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
inscripto en la AFIP con CUIT nº 20-111111-8, cuya condición frente al IVA es la de
monotributista, quien fuera designado perito médico psiquiatra de oficio en los autos
caratulados “L., D. c/ DW S. A. y otros s/ daños y perjuicios”, en legal tiempo y debida
forma responde a la solicitud de explicaciones relativas al informe pericial oportunamente
elevado a V. S., formulada por las partes demandada y citada en garantía.

I. Respuesta a la solicitud de explicaciones formulada por las partes demandada y citada


en garantía

Inicialmente debe consignarse a la letrada que lo presentado por el perito no es una


pericia psicológica, sino una experticia psiquiátrica. Respecto a su consultora técnica,
licenciada en psicología, cabe consignar que se maneja con su fecundo imaginario, pues
no asistió a la peritación pertinente ordenada en autos. Por lo tanto, sin la información
que transmite lo empírico, expone lo que en filosofía aristotélica se denominaría una
“petición de principio”, es decir, argumentar sin argumentos.
Pasará ahora el experto a explicitar lo que no comprendió la licenciada, siguiendo la
secuencia de su formulación.
Así, en el punto I de su cuestionamiento, la respuesta al mismo está tácitamente
expuesta en el “perfil instrumental” (página 6 completa y 4 párrafos de la página 7 del
citado informe). Se lo transcribe en letra oblicua:
“Se considera mayoritariamente que el abordaje semiológico es la mejor manera de
evitar el fraguado de síntomas y la fabulación de instancias mórbidas”.
“La clínica es soberana y esencial para arribar a la presunción diagnóstica. El perito
debe basarse para emitir su diagnóstico en el abordaje clínico integral y en la
confrontación de los puntos críticos de la constelación sintomática. Debe haber una
coherencia que excluya asimetrías que ponderen simulación”.
“Es necesario también exponer la opinión del perito sobre los psicodiagnósticos. Se los
prescribe solo por rutina, pero dándoles un carácter referente y no vinculante”.
“Así, por ejemplo, el eminente catedrático de la Universidad Complutense de Madrid,
Prof. Dr. Francisco Alonso-Fernández, de renombre universal, en sus “Fundamentos de la
psiquiatría actual” (Tomo I – Pág. 170 – Ed. Paz Montalvo – 4ta. Edición – Madrid – 1979)
dice: “Si cotejamos el valor de los tests con el de la exploración psiquiátrica, casi todos los
clínicos llegamos a la conclusión de que la libre conversación con el enfermo mental
representa la tónica exploratoria más segura y completa, cuyo material debe elaborarse
después adecuadamente con el concurso de la comprensión psicológica, la explicación
somatopsíquica y el análisis fenomenológico”. Agregando luego: “A los tests en la clínica
psiquiátrica les corresponde la posición jerárquica de pruebas exploratorias
complementarias”.
“Conceptos similares emiten Manfred Bleuler, H. G. J. Weitbrecht, R. M. Palem y otros,
entre los más destacados autores de la psiquiatría europea. Y asimismo, ya en el año
2.002 el Prof. Dr. Joaquín Santo-Domingo Carrasco del Hospital Universitario La Paz de
Madrid y en el 2.005 el Prof. Dr. Renato D. Alarcón, catedrático de la Escuela de Medicina
de la Clínica Mayo (Rochester, Minnesota, USA, sostienen asimismo la preeminencia
fundamental de la clínica. Postura masiva de la psiquiatría occidental desde 1.990”.
“Un neurólogo de valía no se basa en un simple electroencefalograma para
diagnosticar un trastorno netamente comicial (epiléptico). Se fundamenta básicamente en
su minucioso rastrillaje neurosemiológico”.
“No es posible someterse a la subjetividad que impera en las interpretaciones
psicodiagnósticas. Debe primar el rigor científico. Un sujeto emitirá respuestas diferentes
si la batería psicodiagnóstica se administra estando el mismo en ayunas, hambriento, con
exiguo descanso previo o en plena digestión de una suculenta comida. Y si el examen lo
toman dos o más profesionales, sus informes pueden diferir entre sí”.
“Se estimó necesario hacer conocer estas consideraciones”.
“Y el mismo criterio cabe aplicar a la omisión de realizar la evaluación neurocognitiva”
“Todos los estudios citados se piden por rutina ritual, y solo como aportes de
referencia pero no como elementos vinculantes”.
El mejor ejemplo de la mirada plural de los psicodiagnósticos lo encuentra la licenciada
en su virtual refutación a lo que concluye la psicóloga del Hospital Durand, quien fue la
profesional que llevó a cabo dicha evaluación, con el actor frente a ella y con la garantía
de su neutralidad, por pertenecer a una institución pública sin ninguna vinculación con las
partes.
Con respecto al punto II, es viable remitir a la licenciada al capítulo “entrevista
semiestructurada sobre personalidad y aspectos fenomenológicos preexistentes, matices
psicoevolutivos a partir del infortunio, pesquisando secuelas psíquicas actuales con
abordaje semiológico y rastreo de psicodinamismos”, del mencionado informe pericial.
Debe leerlo más prolijamente. Especialmente en sus párrafos décimo noveno a
vigésimo primero, que plantean pulcramente todo el abordaje semiológico psiquiátrico.
Allí se encuentran referidos todos los síntomas que ella no leyó o no logró entender.
Ingresando al punto III, se vuelve a poner de manifiesto la forma superficial en que la
consultora técnica incursionó en la lectura del informe pericial.
Debe releer la respuesta al punto c) de la pericial psiquiátrica (parte actora). Se
transcribe en particular la última frase, con letra inclinada:
“Dicho abordaje terapéutico no curará al paciente, pues el daño psíquico ya ha
coagulado en su subjetividad, pero por lo menos atenuará un tanto su padecimiento”.
El punto IV es de forma y no debía haberse incluido en la insólita secuencia que hace
preguntas ya resueltas en el texto de la peritación.
En resumen, un precario cuestionamiento al informe pericial.
El experto ha sido profesor de psiquiatría forense durante 16 años, en la
Especialización de Psiquiatría en la Universidad de Buenos Aires, ha tratado veteranos de
Malvinas y víctimas sobrevivientes de la tragedia ferroviaria de Once. Como asesor de
Naciones Unidas (para ACNUR – Alto Comisionado de NNUU para Refugiados en el Cono
Sur) le tocó evaluar refugiados bélicos de Argelia, Senegal, Laos, etc., etcétera.
Ha escrito diversos libros sobre el tema, uno de los cuales forma parte de la
bibliografía oficial en la Facultad de Medicina de la Universidad de Tucumán.
Un párrafo aparte merece el letrado por la parte demandada. Sutilmente aconseja a V.
S. “como medida de mejor proveer”, trasladar las actuaciones al Cuerpo Médico Forense.
Más allá de lo manipulatorio que esto infiere, implica también desconocer la Ley Orgánica
de la Justicia Nacional (decreto ley 1285/58), en cuyo artículo 63 (inciso c) establece que
los profesionales del CMF solo serán designados de oficio por los jueces en materia
criminal, y solo “excepcionalmente (la bastardilla es del perito) por los jueces de los
restantes fueros, cuando medien notorias razones de urgencia, pobreza o interés
público…”.
Obviamente, la causa de autos no tiene la envergadura necesaria para requerir ese
traslado, cuya única razón, por el indudable rechazo, es provocar una innecesaria dilación
en el desarrollo del proceso.

II. Conclusiones

Por todo lo expuesto “ut supra”, el perito ratifica plenamente lo expresado en el


informe pericial oportunamente elevado.
Es todo cuanto se tiene que informar a V. S. y se solicita por ello agregar la presente
respuesta a los autos y dar traslado a sus copias.
Sírvase proveer de conformidad que

Será justicia
Perito médico psiquiatra responde a impugnación formulada por la parte demandada

Señor Juez.

El que suscribe, Prof. Dr. René Raúl Ugarte, médico psiquiatra y legista, matrícula
nacional nro. 38.691, con domicilio legal constituido en Av. Acoyte 320, piso 4°, dpto. “7”,
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, inscripto en la AFIP con nro. 20-111111-8 y cuya
condición frente al IVA es la de monotributista, quien fuera designado perito médico
psiquiatra de oficio, en los autos caratulados: “M., P. c/ M., G. s/ divorcio”, a V. S. dice que
responde con el presente escrito a la impugnación formulada por la parte demandada al
informe pericial oportunamente elevado.

I. Respuesta a impugnación formulada por la parte demandada

Primeramente, sorprende que se impugne directamente, sin esperar de inicio que se


explicite aquello por lo que se solicitó aclaraciones. Indudablemente, es un problema de
estilo que va más allá de lo netamente procesal. Aunque visiblemente esta actitud es
compatible con la que se asumió en ocasión de la frustrada cita con el demandado.
Además, el perito, que tomó conocimiento de la impugnación a través de la web, al
concurrir al Juzgado para notificarse de la misma, advirtió sorprendido que no se habían
dejado copias para traslado, por lo que debieron en la mesa de entradas efectuarle una
fotocopia del citado escrito.
El perito respeta los considerandos de la letrada respecto a los dichos de su objeción
pericial, pero discrepa taxativamente con sus conclusiones por estimarlas erróneas.
La letrada fundamenta su objeción evidenciando un absoluto desconocimiento sobre
cuáles son los criterios que sustantivan la psiquiatría, y menos aún los de la psiquiatría
legal.
La psiquiatría, y especialmente la jurídica, se fundamenta en una severísima
semiología clínica, en la referencia de los estudios complementarios y en un rastrillaje
historiográfico profundo que permita detectar asimetrías en el discurso del examinado,
para configurar un diagnóstico objetivo que externalice la subjetividad del que se evalúa.
Asimismo, se confronta todo con una nutrida bibliografía académica universal.
Parecería que la letrada piensa que un perito de esta disciplina opera como un
reportero callejero que recoge los despropósitos de cualquier caminante fabulador.
En el capítulo “consideraciones psiquiátrico legales”, vehiculizadas por el acápite
“pericial psiquiátrica de parte demandada”, mediante la peritación elevada a V. S. se
explicita detalladamente todo lo relativo a la pseudohipocondría y al historial clínico del
Hospital Alemán referido a la demandante.
No le compete al perito expedirse sobre temas oncológicos, dado que salen del campo
de su incumbencia. La propia letrada solicitó al respecto, en la respuesta a la demanda, la
designación de un perito médico oncólogo.
Posteriormente la letrada insólitamente se queja de lo referido por el experto con
motivo de la no concurrencia de su cliente a su oportuna citación pericial. Quiere justificar
lo injustificable. Su cliente faltó por malicia, soberbia, temor o estrategia. Pero esa parte
solo expuso mala educación.
Y encima, la letrada califica el informe del perito como “tendencioso”. Ello implica
presentar algo parcialmente, obedeciendo a ciertas ideas. Y esto es justamente lo que
hace la letrada. Su impugnación es tendenciosa. Proyecta en el otro su propia
subjetividad. Mira como en un espejo su genuino relato tendencioso reflejado.
Finalmente, la letrada, insistiendo en sus críticas insostenibles, pretende descalificar la
peritación como acto procesal. Al respecto, el perito responde que por aceptación de la
cruda realidad, la propia letrada debería autodescalificar su excesivamente precaria
impugnación.

II. Conclusiones

Por todo lo expuesto “ut supra”, el perito ratifica plenamente lo expresado en el


informe pericial oportunamente elevado.
Es todo cuanto se tiene que informar a V. S., y se solicita por ello agregar la presente
respuesta a los autos y dar traslado a sus copias.
Sírvase proveer de conformidad que

Será justicia
Perito médico psiquiatra responde a impugnación y solicitud de explicaciones
formuladas por las partes demandada y citada en garantía

Señor Juez.

El que suscribe, Prof. Dr. René Raúl Ugarte, médico psiquiatra y legista, doctorado y
especialista en psicología clínica, médico del trabajo y postgraduado en criminología,
matrícula nacional n° 38.691, con domicilio legal constituido en Av. Acoyte 320, piso 4°,
dpto. “7”, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, quien fuera designado perito médico
psiquiatra único de oficio en los autos caratulados: “R., D. c/ H., J. y otros s/ daños y
perjuicios”, en debido tiempo y legal forma, responde a la impugnación y solicitud de
explicaciones formuladas por las partes demandada y citada en garantía al informe
pericial psiquiátrico jurídico oportunamente elevado a V. S.

I. Respuesta a impugnación y solicitud de explicaciones

Inicialmente, debe señalarse que el informe pericial elevado a V. S. es psiquiátrico y no


psicológico, como lo plantea equivocadamente la letrada en su escrito. La temática a
explorar requiere, del médico psiquiatra, una metodología más estructurada
técnicamente que la usualmente utilizada por los psicólogos.
Por otra parte, es más pertinente, primero, pedir explicaciones, y luego, si no
satisfacen, eventualmente impugnar. Pero esto, básicamente, expone un estilo no muy
pulcro, pero si más apremiante.
En el asesoramiento otorgado a la letrada impugnante por la Lic. L. N.,
respetuosamente se puntualiza que no es muy consistente, pues ella no asistió a la
peritación, y por ello, para fundamentar sus objeciones, acude naturalmente a su
imaginario. Le falta la severa sustantivación de lo empírico, rescatado “in situ”, que le
hubiera dado una imprescindible verosimilitud académica.
El experto, profesor de psiquiatría forense a nivel de postgrado de la Universidad de
Buenos Aires y cosecretario de la sección neurociencia de la Asociación Psiquiátrica de
América Latina, respeta los considerandos vertidos por la sra. letrada, pero discrepa
taxativamente con ellos, por considerarlos erróneos.
Así, puede observarse, en el punto II del escrito cuestionante, el señalamiento de
omitir la realización de técnicas adecuadas para una anciana de 84 años de edad, en el
momento del examen.
Al respecto, puede aclararse que se buscó hacer administrar un psicodiagnóstico
básico que no fatigase a la longeva examinada. Y de esta forma, se procuró explorar las
secuelas psíquicas del accidente que motivó la demanda.
El minucioso abordaje semiológico instrumentado por el perito no permitió detectar
sintomatología que hiciese necesaria una evaluación neurocognitiva.
La damnificada no externalizó, en ningún momento del rastrillaje psiquiátrico,
disfunciones intelectuales o de las funciones ejecutivas. Tampoco se advirtieron improntas
afectivas mórbidas y persistentes de etiología presiniestral. Lo mismo cabe consignar en el
campo volicional.
Luego, la letrada habla de dos baremos nacionales, pero no aclara que uno es el
baremo de las aseguradoras de riesgos del trabajo (ART), propio del fuero laboral,
aprobado por el decreto 659/96 reglamentario de la ley 24.557, y el otro es el baremo del
Sistema Integrado de Jubilaciones y Pensiones, propio del fuero previsional, aprobado por
el decreto 478/98, reglamentario de la ley 24.241.
La causa de autos pertenece al fuero civil, en el cual se instrumentan el “Baremo para
valorar incapacidades neuropsiquiátricas” de los Dres. Mariano N. Castex y Daniel Silva
(también conocido como baremo de la Academia Nacional de Ciencias), cuya última
versión es de 2.003, y asimismo, el “Baremo general para el fuero civil” de los Dres. José
Luis Altube y Carlos Alfredo Rinaldi, premio “José Belbey” (2.005) de la Asociación Médica
Argentina. Este último, que es el más actualizado y en boga entre los especialistas, fue el
utilizado por el perito en la elaboración de su experticia.
Ubicar a la damnificada en el grado II (conforme a un baremo del trabajo y a uno
previsional) es un verdadero dislate. Es desconocer las improntas secuelares que aquella
vehiculiza penosamente.
A continuación, la letrada plantea objeciones al porcentaje de incapacidad reconocido.
Evidentemente, no tiene en cuenta que quien fuera victimizada en este infortunio, quedó
con las huellas de haber vivido una circunstancia que pudo serle fatal.
La letrada sostiene un concepto fundamentalista o interesado sobre la resistencia
humana. Ve a la actora como una campeona de la resiliencia. Y esto puede inferirse con la
única aplicación del sentido común. Solo un personaje novelesco puede superar un trance
que impactaría en cualquier sujeto corriente con la mirada impertérrita de los héroes
infantiles.
Sorprendentemente, se intenta hacer creer que la damnificada es alguien con un
psiquismo invulnerable. Una supermujer nietzcheriana con una mente impasible de lama
tibetano.
En otro orden de cosas, estima la letrada la duración de una psicoterapia después de
un accidente vial con criterios de hace 15 años. Léase lo que dice al respecto el baremo
utilizado en la peritación cuestionada (“requiere terapias prolongadas”).
Con respecto a las preguntas que se formulan en esta curiosa impugnación, cabe
consignar:
1.- No hay deterioro mórbido, solo la normal involución etaria. La evaluación de este
fisiológico desgaste se logra semiológicamente, como ya lo aconsejara el mundialmente
célebre Prof. Dr. Francisco Alonso-Fernández, quien fuera eminente catedrático de la
Universidad Complutense de Madrid, de renombre planetario, en sus “Fundamentos de la
psiquiatría actual” (4ª ed., Paz Montalvo, Madrid, 1.979, tomo I, pág. 170) dice: “Si
cotejamos el valor de los tests con el de la exploración psiquiátrica, casi todos los clínicos
llegamos a la conclusión de que la libre conversación con el enfermo mental representa la
tónica exploratoria más segura y completa, cuyo material debe elaborarse después
adecuadamente con el concurso de la comprensión psicológica, la explicación
somatopsíquica y el análisis fenomenológico”. Agregando luego: “A los tests en la clínica
psiquiátrica les corresponde la posición jerárquica de pruebas exploratorias
complementarias”.
Conceptos similares emiten Manfred Bleuler, H. G. J. Weitbrecht, R. M. Palem y otros,
entre los más destacados autores de la psiquiatría europea. Y asimismo, ya en el año
2.002, el Prof. Dr. Joaquín Santo-Domingo Carrasco del Hospital Universitario La Paz de
Madrid, y en el 2.005, el Prof. Dr. Renato D. Alarcón, catedrático de la Escuela de Medicina
de la Clínica Mayo (Rochester, Minnesota, USA),quienes sostienen, asimismo, la
preeminencia fundamental de la clínica, postura masiva de la psiquiatría occidental desde
1.990.
La clínica es soberana y esencial para arribar a la presunción diagnóstica. El perito se
basó, para emitir su diagnóstico, en el abordaje clínico integral y en la confrontación de los
puntos críticos de la constelación sintomática. Debe haber una coherencia que excluya
asimetrías que ponderen simulación.
Un neurólogo no diagnostica una epilepsia por medio de un electroencefalograma. Se
fundamenta en el examen neurológico. Ni siquiera un diagnóstico por neuroimágenes
puede asegurar una presunción diagnóstica.
2.- La respuesta es obvia. La actora vivió un trastorno por estrés postraumático mal
elaborado.
3.- Los seres humanos de edad avanzada requieren un sostén emocional más
prolongado, porque las redes neuronales de su sistema límbico y sus conexiones con el
córtex prefrontal generan un circuito operativo más lento.

II. Conclusiones

Por todo lo expuesto “ut supra”, el perito ratifica plenamente lo expresado en el


informe pericial oportunamente elevado.
Es todo cuanto se tiene que informar a V. S., y se solicita por ello agregar la presente
respuesta a los autos y dar traslado a sus copias.
Sírvase proveer de conformidad que

Será justicia
Perito médico psiquiatra responde a impugnación de la parte demandada

Señor Juez.

Quien suscribe, Dr. René Raúl Ugarte, médico psiquiatra y legista, matrícula nacional n°
38.691, con domicilio legal constituido en Av. Acoyte 320, piso 4°, dpto. “7”, Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, quien fuera designado perito médico psiquiatra en los autos
caratulados: “P., P. c/ A. S. S. A. s/ daños y perjuicios”, en legal tiempo y debida forma
presenta su respuesta a la impugnación que efectuara la parte demandada al informe
pericial oportunamente elevado a V. S.

I. Respuesta a impugnación de la parte demandada

El perito respeta las consideraciones expuestas por el letrado, basadas en lo informado


por sus consultores técnicos, Dres. Carmiños y Scanska, pero ello no impide que el perito
discrepe taxativamente con las conclusiones a que se arriba.
Debe aclararse inicialmente que los citados consultores no asistieron a la evaluación
pericial y, por lo tanto, carecieron, para elaborar su refutación, del material fundamental
que brinda lo empírico, rescatado “in situ”. Solo acudieron a su limitado imaginario para
presentar un libelo al letrado que asesoran, de precaria profundidad académica. .
Se examinan a continuación los diversos ítems observados:
La impugnación se fundamenta en la referencia a dos respetables autores, pero que ya
forman parte de la historia psiquiátrica. Ninguno de los dos tuvo en cuenta el “Manual
diagnóstico y estadístico de las enfermedades mentales” de la Asociación Americana de
Psiquiatría (DSM-IV-TR, en su versión más reciente del 2.002), ni a la “Clasificación
internacional de enfermedades” de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en su
Sección F, “Trastornos mentales y del comportamiento” (muy similar al anterior), textos
actualmente de reconocimiento universal para tipificar las diferentes especies admitidas
nosográficamente en psiquiatría.
Se advierte que los asesores del letrado no supieron diferenciar lo que es la
recolección de datos anamnésicos, del abordaje semiológico específico.
Citan a J. Marcó Ribet y otros, sin aclarar que su referencia pertenece al ítem
“Diagnóstico pericial de la simulación”, perteneciente al capítulo 29: “Simulación en
enfermedad mental”, de la obra que mencionan.
Obviamente, las entrevistas en sobresimulación, metasimulación, hipersimulación,
retrosimulación, etc., como en una autopsia psicológica instrumentada para investigación
de un suicidio o de una nulidad de testamento, son distintas a las que se implementan
corrientemente en psiquiatría legal.
Además, es muy llamativo que se haga una cita bibliográfica fuera de contexto.
Parecería algo tendencioso.
El informe pericial muestra una adecuada aproximación a lo heredo-familiar, a su
mismidad histórica y a sus circunstancias actuales. Se recoge información vertida por la
actora, pero se la tamiza en el rastrillaje semiológico.
Las objeciones esgrimen, como único argumento, un barroquismo irrelevante, que se
pierde en la insignificancia, extraviando lo contextual.
Luego, con referencia al psicodiagnóstico, realizado por una experimentada
profesional de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, se señala erróneamente que
la mencionada no ha caratulado el tipo de personalidad de la actora. Algo que ella
cumplimentó al inicio de sus “Conclusiones”. Visiblemente, los asesores del letrado no son
muy idóneos en leer informes psicológicos.
Por último, una afirmación disparatada, la personalidad de base de la actora es el
factor de mayor importancia en el estado actual de la misma.
Ante semejante cuasi ex abrupto es obligatorio decir sobre esta insólita impugnación
que la misma induce a pensar que quien sale de un terrible evento como el referido en
autos, debe estar casi exento de secuelas psíquicas. Se sostiene un concepto
fundamentalista o interesado sobre la resistencia humana.
Y esto puede inferirse con la única aplicación del sentido común. Solo un personaje
novelesco puede superar un trance, que desesperaría a cualquier sujeto corriente, con la
mirada impertérrita de los héroes infantiles.
Termina esta lamentable impugnación interpretando equivocadamente a Henri Ey. El
“fondo” que menciona el prestigioso autor francés remite a lo diacrónico y lo sincrónico.
Remite a la historia personal y al contexto sociocultural. Es una mirada etnográfica y
antropológica. Pero esto es demasiado para la lectura de quienes han formulado la citada
impugnación.
El grado de incapacidad está perfectamente asignado. Las mermas en su actividad son
de estimación cuasi axiomática. La actora responderá a sus demandas personales,
familiares y sociolaborales con la minimización simétrica a su daño psicopatológico.

II. Conclusiones

Por todo lo expuesto “ut supra”, el perito ratifica plenamente lo expresado en el


informe pericial oportunamente elevado.
Es todo cuanto se tiene que informar a V. S., y se solicita por ello agregar la presente
respuesta a los autos y dar traslado a sus copias.
Sírvase proveer de conformidad que

Será justicia
Perito médico psiquiatra responde a impugnación

Señor Juez.

Quien suscribe, Dr. René Raúl Ugarte, médico psiquiatra y legista, matrícula nacional n°
38.691, con domicilio legal constituido en Av. Acoyte 320, piso 4°, dpto. “7”, Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, quien fuera designado perito médico psiquiatra de oficio en
los autos caratulados: “L., C. c/ R. P. S. R. L. y otro s/ accidente – ley 9688”, dentro de los
plazos legales pertinentes y en la forma adecuada, presenta a V. S. su respuesta a la
impugnación de C. S. A.

I. Respuesta a la impugnación de C. S. A.

Primeramente, sorprende que se impugne directamente, sin esperar de inicio que se


explicite aquello por lo que se solicitó aclaraciones.
Indudablemente, es un problema de estilo que va más allá de lo netamente procesal.
El perito respeta los considerandos del letrado, pero discrepa taxativamente con sus
conclusiones por estimarlas erróneas.
En su punto II deduce su impugnación, lisa y llanamente, por no conocer las
características del daño psicopatológico configurado como secuela del evento injuriante
de una noxa (agente mórbido).
El daño psicopatológico es una alteración o trastorno morboso de repercusión psíquica
o somatomorfa.
Según Alejandro Basile, es daño psicopatológico si se limitan el goce individual,
familiar, social y la aptitud recreativa.
Conforme a Osvaldo Varela, la noxa (causa inesperada y ajena al sujeto) produce la
ruptura del equilibrio homeostático psíquico (aunque este equilibrio fuera neurótico). Se
produce un desajuste en el sistema defensivo o adaptativo (no siempre reversible,
generando una incapacidad psicopatológica permanente). Y el daño se manifiesta.
Como puede advertirse, la aptitud recreativa es el aspecto que ha sustantivado el
diagnóstico del experto y la atenuación de su capacidad psíquica, pues la impronta ya ha
cristalizado en su psiquismo.
Ya en su punto II.1, el letrado procura, aunque infructuosamente, detallar sus
objeciones.
Puntualiza, descontextualizadamente, algunos dichos del experto. El perito se referirá
en la que en forma tendenciosa omite la palabra “ostensibles” que va al final de lo que
reproduce así: “…no presenta improntas psiquiátricas”. Es visible que se suprime el
vocablo anteriormente mencionado con notoria intencionalidad engañosa. Las otras
citaciones no merecen comentarios, por su exigua seriedad. Únicamente se puede agregar
que los tratamientos psicoterapéuticos son indicados con un mínimo de 10 % (diez por
ciento) de incapacidad.
La menguada aptitud recreativa, que hace a la calidad de vida de un sujeto, coloca al
actor decididamente en el grado II de las reacciones vivenciales anormales neuróticas.
Es inconcebible que el letrado considere lo tabulado como incapacidad, algo
sobredimensionado. Es un guarismo al que ya se le debitó lo concausal. Del 10 % (diez por
ciento) que corresponde a las incapacidades leves, se bajó hasta una cuarta parte de ese
valor. Y pese a ello igualmente se impugna.
El letrado sostiene un concepto fundamentalista o interesado sobre la resistencia
humana. Lo ve al actor como un campeón de la resiliencia.
Y esto puede inferirse con la única aplicación del sentido común. Solo un personaje
novelesco puede superar un trance que impactaría en cualquier sujeto corriente, con la
mirada impertérrita de los héroes infantiles.
Sorprendentemente, se trata de hacer creer que el damnificado es alguien con un
psiquismo invulnerable. Un superhombre nietzcheriano con una mente impasible de lama
tibetano.

II. Conclusiones

Por todo lo expuesto “ut supra”, el perito ratifica plenamente lo expresado en el


informe pericial oportunamente elevado.
Es todo cuanto se tiene que informar a V. S., y se solicita por ello agregar la presente
respuesta a los autos y dar traslado a sus copias.
Sírvase proveer de conformidad que

Será justicia
Perito médico psiquiatra responde a impugnaciones de las partes actora y demandada
al informe pericial oportunamente presentado

Señor Juez.

Quien suscribe, Prof. Dr. René Raúl Ugarte, médico psiquiatra y legista, doctorado y
especialista en psicología clínica, médico del trabajo y postgraduado en criminología,
matrícula nacional n° 38.691, con domicilio legal constituido en Av. Acoyte 320, piso 4°,
dpto. “7”, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, inscripto en la AFIP con CUIT n° 20-111111-
8 y cuya condición frente al IVA es la de monotributista, quien fuera designado perito
médico psiquiatra de oficio en los autos caratulados: “M., L. c/ C. ART s/ accidente – ley
especial”, a V. S. dice que mediante el presente escrito responde a las impugnaciones
formuladas por las partes actora y demandada al informe pericial oportunamente
presentado.

I. Respuesta a impugnación de la parte actora

Primeramente, sorprende que se impugne directamente, sin esperar de inicio que se


aclare una eventual primera solicitud de explicaciones
Indudablemente, es un problema de estilo que va más allá de lo netamente procesal.
Inicialmente, debe consignarse que el letrado se maneja con su fecundo imaginario,
pues como es norma en el fuero laboral, no asisten a las peritaciones consultores
técnicos. Por lo tanto, sin la información que transmite lo empírico, expone lo que en
filosofía aristotélica se denominaría una “petición de principio”, es decir, argumentar sin
argumentos.
No obstante, el perito respeta las consideraciones del letrado, pero discrepa
taxativamente en las conclusiones a las que arriba, por estimarlas erróneas en forma
absoluta.
El experto no tiene la obligación de utilizar baremos para estimar el guarismo de
incapacidades. El propio letrado, en el primer párrafo de la página 4 de su impugnación,
hace una referencia jurisprudencial en la que se los considera “mero recurso instrumental,
puesto que su valor es sólo indiciario”.
Recurre a baremos en sus peritaciones porque es habitual su uso, pero se guía
fundamentalmente por su propia apreciación clínica.
La clínica es soberana y esencial para arribar a la presunción diagnóstica. El perito se
basó para emitir su diagnóstico en el abordaje clínico integral y en la confrontación de los
puntos críticos de la constelación sintomática. Debe haber una coherencia que excluya
asimetrías que ponderen simulación.
Por otra parte, el baremo de la Dirección de Reconocimientos Médicos de la Provincia
de Buenos Aires está en desuso y fue reemplazado, actualizándolo por el de la Academia
Nacional de Ciencias bajo la dirección del Dr. Mariano N. Castex, que ubica lo
diagnosticado en el actor entre el 1 y el 10 %.
Conozco al Dr. Castex, como también a los Dres. José L. Altube y Juan C. Rinaldi (con
este último el perito trabajó varios años). Todos ellos no se basaron en estadísticas, sino
en bibliografía y, básicamente, en su casuística personal.
El autor de esta respuesta ha sido profesor durante 16 años de una de las cátedras de
psiquiatría forense integrantes de la carrera de especialización en psiquiatría (Universidad
de Buenos Aires).
De esta manera, el perito evaluó al accionante fundamentándose en su experiencia y
en el rigor de la clínica semiológica psiquiátrica conjugada con la comprensión psicológica.
Las secuelas del actor solo podían tipificarse en su valoración de incapacidad en los
baremos del decreto 659/96 o en el del Dr. Castex. Y se optó por el primero como
referencia de concurso instrumental, por ser el más corrientemente usado en el fuero
laboral.
El examinado solo vehiculiza levísimas secuelas, y sería una lectura errónea del
pequeño desorden psíquico que porta, asignarle una incapacidad mayor sin sustento
científico.
Hasta el 15 del corriente, el perito ha sido cosecretario de la Sección Neurociencia de
la Asociación Psiquiátrica de América Latina (APAL).
Constituye un dislate que el experto eleve a V. S. un listado con los valores expuestos
por diversos baremos. Ello implicaría transferir a V. S. la tarea asignada al perito.
Además, cabe consignar que la peritación tuvo en cuenta su integralidad como
persona y no solo su capacidad productiva.
Por último, el perito no conoce ninguna acordada de la excelentísima Corte Suprema
de Justicia de la Nación que haya declarado inconstitucional el baremo utilizado en la
peritación. El mismo se sigue instrumentando rutinariamente.

II. Respuesta a impugnación de la parte demandada

La letrada se hace pasible de recibir también los tres primeros párrafos de la respuesta
a la parte actora.
Se asignó un porcentaje mínimo de incapacidad en razón que la etiología de la
pequeña secuela no se debe a una situación cotidiana corriente, sino a un evento
provocado por la inseguridad en las calles que es absolutamente imprevisible y
traumático, aunque en este caso haya sido afortunadamente de gravitación menor.
Asimismo, se tuvo en cuenta la concepción indemnizatoria sobre daño biológico de la
brillante jurista, actual integrante de la Corte Suprema Nacional, Dra. Elena Highton de
Nolasco, quien la tomó de la doctrina italiana.
Al respecto, afirma que es la incompletividad o diferencia del organismo humano,
referido al estado anterior del hecho. La totalidad física ha sido violada.
Desde que es daño lo que altera la integridad física, por más que la curación y la
readaptación sea más o menos completa, no podrá devolverse al organismo alterado la
situación de incolumnidad anterior al accidente, constituyendo ello el perjuicio reparable.
El experto articuló la magnífica elucubración sobre daño en la esfera física sobre daño
en la esfera mental.
El psiquismo del actor ha sido vulnerado y habrá en gran parte podido superarse, pero
siempre quedará la impronta del daño sufrido. Su psiquismo ya no es el mismo, es algo
diferente.
Finalmente, cabe señalar que la solicitud de esta parte de remitir las actuaciones al
Cuerpo Médico Forense, además de ser un gesto manipulatorio, es asimismo algo que
transgrede el decreto ley 1285/58 (de Organización de Tribunales Nacionales), el que en
su art. 63, inc. c), refiere que el CMF se dedica fundamentalmente al fuero criminal, y solo
cuando medien notorias razones de urgencia, pobreza o interés público, podría atender
por excepción causas de otros fueros.

III. Conclusiones

Por todo lo expuesto “ut supra”, el perito ratifica plenamente lo expresado en el


informe pericial oportunamente elevado.
Es todo cuanto se tiene que informar a V. S., y se solicita por ello agregar la presente
respuesta a los autos y dar traslado a sus copias.
Sírvase proveer de conformidad que

Será justicia
Perito médico psiquiatra responde a impugnación formulada por la parte demandada

Señor Juez.

El que suscribe, Prof. Dr. René Raúl Ugarte, médico psiquiatra y legista, matrícula
nacional n° 38.691, con domicilio legal constituido en Av. Acoyte 320, piso 4°, dpto. “7”,
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, quien fuera designado perito médico psiquiatra único
de oficio, en los autos caratulados: “M., V. c/ K., E. y otros s/ despido”, a V. S. dice que con
el presente escrito responde a la impugnación formulada por la parte demandada a la
peritación psiquiátrico legal oportunamente presentada por este perito.

I. Respuesta a impugnación formulada por la parte demandada

Primeramente, sorprende que se impugne directamente, sin esperar de inicio que se


aclare una eventual primera solicitud de explicaciones. Indudablemente, es este un
problema de estilo que va más allá de lo netamente procesal.
Inicialmente, debe consignarse que la letrada se maneja con su fecundo imaginario,
pues como es norma en el fuero laboral, no asisten consultores técnicos a las
peritaciones. Por lo tanto, sin la información que transmite lo empírico, sobre la base de lo
“in situ”, expone literalmente lo que en filosofía aristotélica se denominaría una “petición
de principio”, es decir, argumentar sin argumentos.
No obstante, el perito respeta las consideraciones de la letrada, pero discrepa
taxativamente en las conclusiones a las que arriba, por estimarlas erróneas en forma
absoluta.
Se seguirá la secuencia que presenta, refutando las objeciones numeradas.
1 – Se transcribe parte del diagnóstico expuesto en el informe pericial al mencionar
únicamente “desarrollo vivencial anormal neurótico”, pero se omite decir “con
manifestaciones ansiosas y depresivo fóbicas”. Es decir, se amputa la tipificación del
cuadro.
Se plantea que hay que evaluar la personalidad previa, incluyendo la de base,
biografía, duelo, respuesta afectiva, expectativas laborales frustradas y relaciones
laborales con el medio.
Obviamente, la personalidad previa debe haber sido aceptable, pues no fue
descartada como aspirante en el examen preocupacional (que incluye siempre una
vertiente psicotécnica).
Su personalidad de base se detalla en el punto pericial o) de la parte demandada.
La biografía (en los aspectos mórbidos) está expuesta con objetividad en los capítulos
“Antecedentes heredo familiares” y “Antecedentes personales” del informe pericial.
El citado “duelo”, por parte de la letrada, mencionando, probablemente, en forma
referente, el divorcio de la actora, cabe consignar que este último hecho se produjo 11
años antes del examen pericial, y que se trató de una desvinculación no controvertida
donde ambos ex cónyuges quedaron con una muy buena relación amistosa. No quedó
nada pendiente o “no cerrado”, como se dice con énfasis. Algo, por otra parte, nunca
manifestado por la actora. ¿O habrá hecho la letrada una accidental lectura disléxica del
párrafo pertinente?
Finalmente, respuesta afectiva, expectativas laborales frustradas y relaciones laborales
con el medio, están cubiertos con plenitud si se hace una evaluación prolija de los
siguientes capítulos: “Relato de los hechos” y “Entrevista semiestructurada…”.
La actora prestó servicios para la demandada durante 34 años, y en los primeros 31 no
tuvo inconvenientes. Los incordios comunicacionales surgieron cuando se incorporaron a
la empresa los hijos del dueño.
Es llamativo y curioso que la letrada quiera que se discrimine el grado de incidencia de
las noxas patógenas que gravitaron en los últimos 3 años. Y que llame “signos” (señales
somáticas) a los síntomas (exclusivamente psíquicos) que posibilitaron el diagnóstico.
2 – Las manifestaciones depresivas de la actora no se vinculan a “frustraciones
laborales”, sino al trato agraviante y descalificador de los hijos del dueño, dos personajes
soberbios y narcisistas a los que debió pedirse una evaluación psiquiátrico legal al
sustantivarse la demanda. El tenis no es la “pasión” de la actora, como megalómanamente
la define la letrada, sino solo algo que le gusta mucho, pero dentro de parámetros que no
son superlativos.
3 – La Dra. Eleonora M. prescribió a la actora paroxetina, a partir del 28/7/10, en
función de las manifestaciones depresivas que aquella exponía. La referencia de la letrada
acerca de que esto no guarda relación con los cuadros patológicos presentes, es una
opinión de alguien no idóneo en la materia. El abordaje psicotrópico depende de cada
especialista. Podrían ser paroxetina, escitalopram, venlafaxina, o exclusivamente
ansiolíticos. Sin olvidar el contexto psicoterapéutico.
4 – En el 6to. párrafo de la respuesta al punto 1, se aclara este reiterado disparate. El
perito no seguirá aclarando sobre un planteo ridículo basado en el imaginario de la
letrada. Hasta inconscientemente se incurre en una falacia, que el perito supone por
descuido o ignorancia.
5 – Acá, lamentablemente, la letrada, o alguien que la asesora bastante mal, la hace
incurrir en otro error. Se le pide al experto que aclare a qué hace referencia cuando indica
“manifestaciones fóbicas”.
Primero, debe aclararse que el perito dice textualmente “manifestaciones ansiosas y
depresivo fóbicas”. Es decir que lo fóbico es una connotación secundaria a lo ansioso y
depresivo. No obstante, siguiendo una estrategia muy ingenua, aunque también algo
manipulatoria, la letrada recorta su expresión, dándole insólitamente un giro al peso
sustantivo de lo fóbico.
Luego viene una exposición de barroquismo innecesario. Se transcriben los “Criterios
para el diagnóstico de F40.2 Fobia específica (300.29)”. Con los códigos del CIE10 de la
OMS y del DSM-IV-TR de la WPA. Solo se omitieron las 4 tipificaciones específicas y la
general.
No es este el caso de la actora, quien no vehiculiza una fobia específica, sino un
complemento fóbico de un cuadro ansioso depresivo. En la actora hay una tendencia a la
evitación de aquellas situaciones que pueden presentificarle, como un flashback,
momentos desagradables de su vida, como pueden ser los que pasó en los últimos 3 años,
durante su desempeño para la demandada. Por ello procura no pasar por la puerta del
laboratorio.
6 – Los honorarios de un tratamiento psicoterapéutico, conforme a los mencionados
por la letrada, son los que habitualmente pide un recién graduado en psicología y sin
mayor experiencia. En estos tiempos, en que una mucama puede pedir $ 50 por hora, y
un abogado penalista $ 1.500 por la misma unidad de tiempo, es absolutamente
razonable estimar entre $ 200 y $ 250 una sesión con un profesional de discreta
trayectoria.
7 – Mirar televisión, trabajar como profesora de tenis, mantener una discreta vida
social, no implican estar óptima. Son los recursos defensivos de que se vale la actora para
canalizar su ansiedad, su tristeza y los instantes penosos de sus recuerdos laborativos. No
tiene un cuadro grave que la mantenga postrada.
8 – El experto estima que los psicodiagnósticos son exclusivamente estudios
complementarios, que solo brindan referencias, pero que no son vinculantes. No
comparte el diagnóstico a que se llega en el estudio ordenado en esta pericia. Y ya aclaró
al respecto, con amplitud, su postura en los comentarios vertidos después de las
respuestas a los puntos periciales en el informe oportunamente elevado.
9 – Depende del arte, conocimiento y experiencia del experto, el calcular los
guarismos concausales preexistentes. En el caso de autos, se estimó que debía debitarse
un tercio de lo pesquisado.
El Dr. Ricardo Ernesto Risso (ex integrante del Cuerpo Médico Forense, al que honró
con su calidad y ética) es un antiguo amigo del perito. Lo conoce desde que aquel
estudiaba medicina en la Universidad Nacional de La Plata. Compartieron mesas en
congresos, jornadas, etcétera. Por ello lamenta que ahora no esté en lo jurídico, pero
igualmente brilla en su nueva área, el psicoanálisis, y mantiene con el perito su larga
amistad.
Lo citado por la letrada pertenece a aportes que hizo el Dr. Risso en el año 2.003, y que
el perito acepta, pero adaptando la esencia de dichos conceptos al aporte que hizo la Dra.
Elena Highton de Nolasco, enjundiosa y brillante jurista que integra nuestra actual Corte
Suprema de Justicia de la Nación. Ella acuñó en el derecho argentino el concepto de “daño
biológico”, criterio que pudo rescatar de la doctrina italiana.
Plantea la distinguida jueza que “daño biológico” es la incompletividad o diferencia del
organismo humano respecto del estado anterior al hecho, vale decir, la totalidad física que
ha sido violada.
Desde que es daño lo que altera la integridad física, por más que la curación y la
readaptación sea más o menos completa, no podrá devolverse al organismo alterado la
situación de incolumidad anterior al accidente, constituyendo ello el perjuicio reparable.
El perito, admirando la excelencia del concepto expuesto, lo adscribe al campo del
psiquismo. Mente y cuerpo ya no son una díada, sino que ambos integran una unicidad
irrevocable. Y por ello asocia lo esencial del “daño biológico” a lo esencial del “daño
psíquico”.
El sujeto puede sufrir una impronta minúscula a nivel psíquico, que solo deje una
huella secuelar menor. Pero ese quizás insignificante cambio lo ha modificado. Ese sujeto
ya no es el mismo. Su psiquismo tiene ya una forma distinta de vivenciar la realidad. Y es
justo que ello se justiprecie.

II. Conclusiones

Por todo lo expuesto “ut supra”, el perito ratifica plenamente lo expresado en el


informe pericial oportunamente elevado.
Es todo cuanto se tiene que informar a V. S. y se solicita, por ello, agregar la presente
respuesta a los autos y dar traslado a sus copias.
Sírvase proveer de conformidad que

Será justicia
Perito médico psiquiatra responde a observación formulada por la parte actora al
informe pericial psiquiátrico legal oportunamente elevado

Señor Juez.

Quien suscribe, Dr. René Raúl Ugarte, médico psiquiatra y legista, matrícula nacional n°
38.691, con domicilio legal constituido en Av. Acoyte 320, piso 4°, dpto. “7”, Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, inscripto en la AFIP con CUIT n° 20-111111-8, y cuya
condición frente al IVA es la de monotributista, quien fuera designado perito médico
psiquiatra de oficio en los autos caratulados “M., R. c/ T. E. S. A. y otro s/ accidente –
acción civil”, responde a observación formulada por la parte actora a informe pericial
psiquiátrico legal oportunamente elevado.

I. Respuesta a observación formulada por la parte actora

El perito respeta las consideraciones del letrado, fundamentadas en lo sustentado por


su asesora, pero discrepa taxativamente en las conclusiones a las que arriba, por
estimarlas erróneas en forma absoluta.
Debe aclararse desde el inicio que la copia de refutación que se remite es casi ilegible,
por el escaso entintado de la impresión. Se adjunta, con la presente respuesta, dicha copia
para que V. S. constate dicha aseveración.
Primeramente, debe consignarse que el letrado se maneja con su fecundo imaginario,
pues -como es norma en el fuero laboral- no asisten consultores técnicos a las
peritaciones. Por lo tanto, sin la información que transmite lo empírico, expone lo que en
filosofía aristotélica se denominaría una “petición de principio”, es decir, argumentar sin
argumentos.
Utiliza, como recurso confrontativo, el estudio realizado por una profesional
contratada por él (y por lo tanto, sospechoso de parcialidad), cuya matrícula nacional es
44.051, a los efectos de contrastar sus resultados con los obtenidos por la profesional
citada en la peritación, cuya matrícula nacional es 6.548. Al letrado no le consta la
idoneidad de alguien matriculado hace décadas, y sí confía, paradojalmente, en quien
tiene una exigua trayectoria profesional.
Además, el informe agregado a la observación pericial es muy sucinto. Solo abarca
poco más de una carilla, mientras que el informe adjuntado al escrito de la peritación
cubre casi cinco carillas.
Por otra parte, el psicodiagnóstico adjuntado a la observación pericial se basó en un
pequeño material: “entrevista semidirigida, test de Bender, persona bajo la lluvia, HTP”.
Por el contrario, el psicodiagnóstico que acompañó al informe pericial utilizó un
material más amplio y contundente: “entrevista inicial, HTP, dos personas, test
desiderativo, test de Rorschach, test de relaciones objetales de Phillipson (TRO), test de
Bender, test de Raven, inventario multifásico de la personalidad de Minnesota (MMPI-2)”.
Repare V. S. en la significativa diferencia entre los fundamentos científicos de ambos
psicodiagnósticos y la enorme distancia que separa la experiencia de una profesional
fogueada con la de una profesional bisoña.
Además la Lic. R. fue recomendada al Dr. E. por un colega al que este le había
requerido una psicóloga, y que la que aquél le propuso, fue aceptada pero luego,
aparentemente, lo que indagó el letrado telefónicamente al final del estudio de la
profesional no lo convenció y por ello procuró que aquella no le pasara el informe al
perito y que se lo diera solo a él. Probablemente pensó en destruirlo.
Pero la Lic. R. no aceptó y preparó su informe con una copia. El original para el perito,
quien fue el que emitió la orden y la copia para el examinado y su letrado. Esta última
nunca fue retirada.
El Dr. E. se dedicó entonces a buscar una profesional poco experimentada que emitiera
presumiblemente un psicodiagnóstico favorable a sus propósitos. Es lo que cabe pensar,
por lo atípico de su reacción tras recibir el traslado del informe pericial.
Obviamente, el letrado no tuvo en cuenta que el perito, en el 2° párrafo de
“consideraciones psiquiátrico legales”, puntualiza: “brindó cooperación a este encuadre el
informe psicodiagnóstico, pero solo como elemento referente y no vinculante”.
Y pone en negrita: “elemento referente y no vinculante”, porque da prioridad al
abordaje clínico legal psiquiátrico por encima de lo meramente instrumental, tal como lo
preconizara el inolvidable maestro Prof. Dr. Francisco Alonso-Fernández.
Así por ejemplo, el ya mencionado, eminente catedrático de la Universidad
Complutense de Madrid, de renombre universal, en sus “Fundamentos de la psiquiatría
actual” (4ª ed., Paz Montalvo, Madrid, 1979, tomo I, pág. 170) dice: “Si cotejamos el valor
de los tests con el de la exploración psiquiátrica, casi todos los clínicos llegamos a la
conclusión de que la libre conversación con el enfermo mental representa la tónica
exploratoria más segura y completa, cuyo material debe elaborarse después
adecuadamente con el concurso de la comprensión psicológica, la explicación
somatopsíquica y el análisis fenomenológico”. Agregando luego: “a los tests en la clínica
psiquiátrica les corresponde la posición jerárquica de pruebas exploratorias
complementarias”.
Conceptos similares emiten los más destacados autores de la psiquiatría europea y
norteamericana.
La clínica es soberana y esencial para arribar a la presunción diagnóstica. El perito se
basó para emitir su diagnóstico en el abordaje clínico integral y en la confrontación de los
puntos críticos de la constelación sintomática. Debe haber una coherencia que excluya
asimetrías que ponderen simulación.
Por esta causa, los devaneos del letrado en cuanto a los tests implementados le
parecen al experto absolutamente irrelevantes.
El psicodiagnóstico agregado por el letrado impugnante se basa exclusivamente en los
dichos del demandante. Dichos impregnados por los intereses del que los expresara. Algo
natural en el ser humano que busca preservar su seguridad, pero incompatible con las
severas normas jurídicas.
La acusación posterior que temerariamente expone el letrado, en cuanto a que la Lic.
R. habría intentado condicionar al actor en lo referente a que era portador de una
supuesta patología mental, para lograr un eventual nuevo paciente, no se compadece con
la presentación del informe ulterior de aquélla. De haber tenido dicha profesional esa
antiética intención, habría elaborado un informe explosivamente rezumante de una
pirotécnica sintomtología psiquiátrica de etiología laborativa, para lograr una posible
respuesta conversora del actor en un probable paciente. Configura un disparate pensar
que alguien puede intentar conseguir otro paciente haciendo un informe previo que
desautoriza los dichos de aquél.
Es curioso, además, que el letrado acepte sin reparos de ninguna especie los dichos de
su cliente. Dichos que, por no ser ciertos conforme a cómo se dieron los hechos,
adquieren una modalidad difamatoria.
Finalmente, el letrado intenta manipular a V. S. sugiriendo la realización de una nueva
pericia en base al informe de su profesional, informe que se adjuntó a la observación que
presentara, profesional que opera como si fuese una consultora técnica en el fuero civil.
También da la posibilidad de elegir otra psicóloga, pero ello no es más que una estrategia
para encubrir la intencionalidad de la postulación anterior.

II. Conclusiones

Por todo lo expuesto “ut supra”, el perito ratifica plenamente lo expresado en el


informe pericial oportunamente elevado.
Es todo cuanto se tiene que informar a V. S., y se solicita, por ello, agregar la presente
respuesta a los autos y dar traslado a sus copias.
Sírvase proveer de conformidad que

Será justicia
Perito médico psiquiatra responde a impugnaciones de las partes demandadas

Señor Juez.

Quien suscribe, Prof. Dr. René Raúl Ugarte, médico psiquiatra y legista, matrícula
nacional n° 38.691, con domicilio legal constituido en Av. Acoyte 320, piso 4°, dpto. “7”,
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, quien fuera designado perito médico psiquiatra de
oficio en los autos caratulados “S., L. c/ R., A. y otros s/ accidente – acción civil”, a V. S.
dice que el día 3/11/1996 recibió una cédula de notificación que vehiculiza sendas
impugnaciones de la demandada y codemandada, respecto al informe pericial que
oportunamente elevara. Señala, en lo pertinente, que en legal tiempo y debida forma
responde las pretendidas objeciones expuestas.

I. Respuesta a impugnación de parte demandada

Primeramente, sorprende que se impugne directamente, sin esperar de inicio que se


explicite aquello en que se discrepa. Indudablemente, es un problema de estilo que va
más allá de lo netamente procesal.
El perito respeta los considerandos del letrado, pero rechaza taxativamente sus
conclusiones, por estimarlas erróneas.
En el punto I de la impugnación se expone, como referencia científica, que está
confeccionada por la srta. S. N., mat. nac. 621.861, sin aclararse si es médica psiquiatra o
psicóloga. Si pertenece al área médica, es alguien graduado aproximadamente en 1.960, y
si es del área psicológica, es una profesional que se licenció alrededor de 1.995.
Obviamente, el nivel de experiencia incorporado es diferente según la fecha de
graduación. Curiosamente, el letrado omitió especificar la profesión de su asesora.
Ya en el punto II se advierte la visible interpretación equivocada (detalle de lectura
inexperta) al mencionar los porcentajes de incapacidad de las RVAN (reacciones
vivenciales anormales neuróticas), incluidas dentro del baremo de las ART, decreto 659/96
de la ley 24.557.
La disparatada objeción pone reparos al señalar que el grado II de incapacidad es
moderado y el III es grave. Y para sustentar lo afirmado, se transcribe el texto de los 4
grados de incapacidad (del I al IV). Y los porcentajes son secuencialmente de 0, 10, 20 y 30
%; o sea: sin incapacidad, con incapacidad leve, moderada y grave.
El grado I dice: “Definición: Están relacionadas a situaciones cotidianas, la magnitud es
leve, no interfiere en las actividades de la vida diaria, ni a la adaptación de su medio. No
requieren tratamiento en forma permanente”.
No puede incluirse, dentro de las situaciones cotidianas, un accidente de trabajo en la
calle que provoca lesiones de toda índole (heridas, fracturas óseas, etc.) que llevan a
intervenciones quirúrgicas.
Al mencionarse en parte de la definición de grado I que “la magnitud es leve”, se utiliza
el vocablo “leve” no como definitorio de la incapacidad, dado que se la niega, pues se le
otorga cero (0), sino que hace referencia a algo trivial, momentáneo, transitorio, como
podría ser, por ejemplo, un pequeño esguince que pudiese reducirse rápidamente sin
dejar secuelas.
Evidentemente, recién el grado II es leve. Solo alguien con discreta trayectoria en el
menester pericial puede incurrir en una lectura tan sesgada de la situación expuesta en
autos.
En lo que remite al siguiente señalamiento impugnador, cabe consignar una nueva
exposición de miopía conceptual, solo imputable a falta de idoneidad pericial.
Cualquier ser humano, aunque su prosexia (atención) sea normal, puede tener
momentos de desconcentración cuando es vulnerado su campo atencional por estímulos
imprevistos.
Al decir el perito, respecto del actor, que ocasionalmente tenía dificultades para
concentrarse, planteó con meridiana claridad que era un hecho circunstancial.
Eventualmente podría descalibrar su focalización atentiva, por ejemplo, la repentina
irrupción del sonido de una bocina. En un sujeto que padeció un trastorno de estrés
postraumático mal elaborado, suelen darse episodios que presentifican respuestas
psíquicas (en este caso, eventual desconcentración), al ser blanco de estímulos que
simbolizan o evocan un acontecimiento traumático.
El actor, en el momento del examen pericial, llevaba poco más de dos años de haber
vivido un siniestro laboral. Es obvio que 29 meses después el ruido de un frenado de
llantas sobre el asfalto, una bocina, etc., puedan en ese instante sobresaltarlo dispersando
su atención ante vectores que actualizan, en su conciencia o en su inconsciente,
circunstancias de penosa vivencia.
La concentración, desde la óptica psicológica, es la capacidad para fijar la atención
sobre una idea, un objeto o una actividad en forma selectiva. Decir que “es la suma de
todas las atenciones” es una definición de escuela primaria.
Por supuesto, también hay instantes de desconcentración en las RVAN con
manifestaciones ansioso depresivas.
Por último, el letrado incurre en su más pintoresco desaguisado. Puntualiza que cree
tener su impugnación bien fundamentada y solicita entonces que el perito haga
aclaraciones. Debió hacer esto antes de impugnar. Es decir, puso el carro delante de los
caballos.
Y cierra su poco feliz escrito solicitando que si lo dicho por el perito no es convincente,
se pase la causa al Cuerpo Médico Forense.
Empero, olvida el letrado lo normado en el art. 63 de la ley 1.285/58, que dice: “El
CMF no puede ser designado perito para ningún fuero y solo por excepción si no es del
fuero criminal”.
Por otra parte, lo propuesto por el letrado externaliza un aparente intento de
manipulación de V. S.
Finaliza el experto con lo manifestado “ut supra”, su respuesta a la precaria
impugnación remitida por la parte demandada.

II. Respuesta a impugnación de parte codemandada

Como en la impugnación que se respondió previamente, llama la atención que se


impugne de manera directa sin mayores reparos.
También, como en el caso anterior, se respeta lo expuesto, pero ello no impide
destacar asimismo los errores en que se incurre.
El comienzo medular de esta pseudoimpugnación ya es insólito. Con absoluto
desparpajo se dice que en la descripción semiológica del informe pericial no se describe
sintomatología psicopatológica.
Aparentemente el letrado no leyó la “Entrevista semiestructurada…” del citado
informe, o llamativamente lo olvidó o no comprendió (algo lamentable) lo que en dicha
entrevista se detallaba.
Parecería que los trastornos a nivel afectivo y volicional bien expuestos en el texto
pericial no hubiesen sido registrados a nivel cognitivo por el letrado. Solo puso énfasis en
que el actor trabajaba en una remisería de 6 a 20 horas (en realidad, se levanta a las 6 y
concurre a laborar después de haber desayunado, i. e., no lo hace en ayunas) y luego hace
todos los viajes que le ofrezcan en un coche prestado. Naturalmente, almuerza al
mediodía y se retira de su trabajo a las 20 horas.
Trabaja porque no es un inválido y tiene bien presente el deber moral de asistir
económicamente a su familia.
El que trabaje pese a su problemática psíquica no es para nada algo imposible, ni
tampoco plantea que esté indemne desde la mirada psiquiátrica.
En los establecimientos frenopáticos es corriente que en sus talleres de laborterapia se
desempeñen, durante varias horas, pacientes psicóticos (internos con juicio desviado).
Posteriormente se cuestiona la indicación de una psicoterapia de sostén emocional (no
se olviden las dificultades libidinales del actor, en un hombre de solo 38 años de edad), a
lo largo de un año. Y no solo se objeta la duración del tratamiento, sino también el costo
individual de cada sesión de 50 minutos.
Notoriamente, el letrado está algo alejado del mercado “psi” en cuanto a los
honorarios que se perciben en el momento actual por estas prestaciones especializadas.
Un profesional de primer nivel estipula honorarios de $ 400 a $ 500 por sesión, uno de
segundo orden oscila entre los $ 200 y $ 300, y uno más novato y menos experimentado
se cotiza entre $ 80 y $ 120.
Además, las terapias duran habitualmente de 1 a 5 años y con una frecuencia semanal
de 2 a 3 sesiones. Los encuadres de 1 año con una sola sesión por semana son los más
“light”.
En el caso de autos, la psicoterapia indicada no pretende curar al actor, pues su
sintomatología ya ha cristalizado en su psiquismo. El propósito es menos ambicioso. Solo
procura aliviar levemente sus padecimientos.
¿A comparado el letrado cuánto cobran los abogados? La hija del perito es abogada, su
yerno es director jurídico de un holding y tiene un primo y un tío ex directores jurídicos de
sendas petroleras multinacionales. El cobro básico en las diversas causas privadas que
llevan se calcula por las horas insumidas (incluyendo las que se utilizan en traslados,
trámites o esperas), al mejor estilo reloj de taxímetro. Y el valor de la hora alcanza a veces
niveles escalofriantes.
Es también inaudito que el letrado niegue la incapacidad del actor, y más aún, su
relación con el infortunio.
El letrado sostiene un concepto fundamentalista o interesado sobre la resistencia
humana. Lo ve al actor como un campeón de la resiliencia.
Y esto puede inferirse con la única aplicación del sentido común. Solo un personaje
novelesco puede superar un trance que impactaría en cualquier sujeto corriente con la
mirada impertérrita de los héroes infantiles.
Sorprendentemente, se trata de hacer creer que el damnificado es alguien con un
psiquismo invulnerable. Un superhombre nietzcheriano con una mente impasible de lama
tibetano.
Sinceramente, el experto, profesor de psiquiatría forense a nivel de postgrado y
presidente del capítulo Salud Mental y Ley, como también secretario de la sección
neurociencia de la Asociación Psiquiátrica de América Latina, entre otros cargos, siente
mucho pesar de tener que responder a tan magras objeciones.

III. Conclusiones

Por todo lo expuesto “ut supra”, el perito ratifica plenamente lo expresado en el


informe pericial oportunamente elevado.
Es todo cuanto se tiene que informar a V. S. y se solicita por ello agregar la presente
respuesta a los autos y dar traslado a sus copias.
Sírvase proveer de conformidad que

Será justicia
Perito médico psiquiatra responde a solicitud de explicaciones de parte actora, a pedido
de remoción e impugnación en subsidio de I. P. S. R. L. y a impugnación de F ART S.
A.

Señor Juez.

Quien suscribe, Dr. René Raúl Ugarte, médico psiquiatra y legista, matrícula nacional n°
38.691, con domicilio legal constituido en Av. Acoyte 320, piso 4°, dpto. “7”, Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, quien fuera designado perito médico psiquiatra de oficio en
los autos caratulados: “S. A., C. c/ I. S. R. L. y otros s/ diferencia de salarios”, a V. S.
manifiesta que el 26/2/10 recibió una cédula de notificación que vehiculiza un pedido de
explicaciones de la parte actora, una solicitud de remoción e impugnación en subsidio de
I. P. S. R. L. y a una impugnación de F ART S.A., y al respecto informa que en legal tiempo y
debida forma eleva secuencialmente su respuesta a los requerimientos expuestos.

I. Respuesta a la solicitud de explicaciones de la parte actora

El perito acepta las aclaraciones que formula el letrado de la parte actora, en razón de
que su rescate de información con la demandante fue trabajoso y por momentos algo
confuso. Las acotaciones en lo referido a concentración, atención y memoria, dificultaron
la determinación precisa de fechas vinculadas a su período de ensamble mórbido laboral.
En lo que atañe al psicodiagnóstico que oportunamente se ordenara, por motivos ya
aclarados en autos, debió prescindirse del mismo y obrarse conforme a las constancias
agregadas a las actuaciones e instrumentando plenamente la semiología clínico
psiquiátrica.
Los psicodiagnósticos son buenos instrumentos coadyuvantes, pero solo como
elementos referentes y no vinculantes.
Así, por ejemplo, el que fuera eminente catedrático de la Universidad Complutense de
Madrid, Prof. Dr. Francisco Alonso-Fernández, de renombre universal, en sus
“Fundamentos de la psiquiatría actual” (4ª ed., Paz Montalvo, Madrid, 1.979, tomo I, pág.
170) dice: “Si cotejamos el valor de los tests con el de la exploración psiquiátrica, casi
todos los clínicos llegamos a la conclusión de que la libre conversación con el enfermo
mental representa la tónica exploratoria más segura y completa, cuyo material debe
elaborarse después adecuadamente con el concurso de la comprensión psicológica, la
explicación somatopsíquica y el análisis fenomenológico”. Agregando luego: “A los tests en
la clínica psiquiátrica les corresponde la posición jerárquica de pruebas exploratorias
complementarias”.
Conceptos similares emiten Manfred Bleuler, H. G. J. Weitbrecht, R. M. Palem y otros,
entre los más destacados autores de la psiquiatría europea. Y asimismo, ya en el año
2.002, el Prof. Dr. Joaquín Santo-Domingo Carrasco, del Hospital Universitario La Paz de
Madrid, y en el 2.005, el Prof. Dr. Renato D. Alarcón, catedrático de la Escuela de Medicina
de la Clínica Mayo (Rochester, Minnesota, USA), sostienen asimismo la preeminencia
fundamental de la clínica, postura masiva de la psiquiatría occidental desde 1.990.
La clínica es soberana y esencial para arribar a la presunción diagnóstica. El perito se
basó, para emitir su diagnóstico, en el abordaje clínico integral y en la confrontación de los
puntos críticos de la constelación sintomática. Debe haber una coherencia que excluya
asimetrías que ponderen simulación.
Un neurólogo no diagnostica una epilepsia por medio de un electroencefalograma. Se
fundamenta en el examen neurológico. Ni siquiera un diagnóstico por neuroimágenes
puede asegurar una presunción diagnóstica.
Con lo expuesto, el perito estima haber cumplimentado la petición de aclaraciones
realizada por el letrado de la parte actora.

II. Respuesta al pedido de remoción e impugnación en subsidio de I. P. S. R. L.

El perito respeta las consideraciones del letrado, pero estima que su escrito, más que
una impugnación, es una búsqueda exageradamente vehemente para apartar el perito de
la causa.
Su libelo puede dividirse en dos partes, enfáticamente delineadas. Un pedido de
remoción, que ocupa 80 renglones, y una impugnación en subsidio, que se apoya en 69
renglones. O sea, un 53,69 por ciento en el primer caso, y un 46,31 por ciento en el
segundo. Solo supera con 3,69 por ciento la mitad operativa de su escrito.
Obviamente, el letrado jugó su carta más fuerte a una cuestión minúscula de forma y
no a la base troncal de sus argumentaciones.
Curiosamente, su colega de F ART S.A. no opuso los mismos reparos.
El experto llama insignificancia de forma al fundamento del pedido de remoción. El
informe pericial, si bien menciona fugazmente la remisión de copias del historial clínico de
la demandante, no hace mención a ninguna otra documentación. Solo hace referencia a
ella en el “otrosí digo II”, y la denomina constancias y no certificados, que es un término
de más consistencia legal.
Por otra parte, el informe pericial termina en el ítem “conclusiones”, y los “otrosí digo”
obran como adicionales menores, tanto es así que el primero hace referencia al no pedido
de anticipos y el segundo adjunta las fotocopias de la historia clínica (propuestas en la
prueba informativa por la parte actora y algunas de las accionadas). Las citadas
constancias no eran más de dos o tres recetarios.
Del mismo modo, es corriente que muchos letrados intervinientes en diversas causas
soliciten a los peritos algún dato adicional que sirva para esclarecer la “litis”.
Cabe también interrogarse, con relación al escueto agregado de una muy pequeña
documentación recibida espontáneamente por el perito, si sería adecuado descartarla o si
sería más pertinente que V. S. fuese quien lo decidiera.
El experto consultó una muy vasta bibliografía sobre materia pericial (alrededor de 14
textos), que le parece tedioso enumerar, pero fuera del art. 470 del CPCCN sobre
“remoción”, no encontró nada afín con lo señalado por el letrado.
Este último sostiene sus dichos con citas jurisprudenciales. Pero habría que conocer
cuáles fueron las situaciones que las ocasionaron en cada caso en particular. Es dable
pensar que en el presente evento aquéllas estén descontextualizadas.
Ya hace varias décadas, el distinguido mundialmente maestro C. Simonin, puntualizaba
que entre las cualidades intelectuales del perito médico legista debe estar presente el
“espíritu jurídico”. Y agregaba que “el perito médico debe investigar la verdad y luego
darla a conocer; el primero es un problema intelectual, el segundo es moral, y forma parte
esencial de la conformación del experto”.
Pretender la remoción de un perito con tan endeble fundamentación implica una
estrategia que este perito no admite en su tabla de valores axiológicos.
En cuanto a la impugnación en subsidio, el perito puede informarle al letrado que
discrepa total y taxativamente con sus refutaciones.
Leyendo esta parte del escrito, el perito se da cuenta de las razones que escondía el
letrado para ser tan pirotécnico en lo referido a su remoción.
Todo lo expuesto por el letrado hasta su punto a) carece de consistencia en forma
absoluta.
Solo pone adjetivos devaluatorios sin apuntalamiento científico. Comenta que el
experto solo repite lo textualizado en la demanda y los dichos de la actora.
Grosero error. O el letrado no leyó todo el abordaje semiológico psiquiátrico legal,
tanto en lo cognitivo como en lo volicional o en lo afectivo, o bien no entendió nada.
No reprocho al letrado su ignorancia sobre estos temas, dado que es abogado y no
médico psiquiatra y legista, pero podría haberse hecho asesorar por algún especialista.
Pero si así hubiese ocurrido, es notorio que no acudió a un profesional de experiencia.
Además, es absurdo pensar que se hubiese basado para impugnar en la eventual lectura
de un simple manual. Ello sería temerario e irresponsable. Además configuraría un abuso
de su imaginario
Por otra parte, afirma sorprendentemente que la jurisprudencia ha “defenestrado” la
semiología psiquiátrica. Parecería no darse cuenta de que nunca la jurisprudencia hizo tal
cosa. Los expertos de ninguna disciplina pueden cambiar las metodologías de otra.
En su improvisada impugnación, utiliza pésimamente mal una cita jurisprudencial. Las
operaciones técnicas en ella referidas son lo que en esta peritación se menciona “ut
supra” como evaluación cognitiva, volicional y afectiva, a lo que puede agregarse lo
prosopográfico y lo anamnésico.
Aparentemente, en la cita jurisprudencial con la que incurre en torpeza interpretativa
el letrado, se hace referencia a que el perito de esa causa no mencionó maniobras que
detectan signos médicos, tipos de reflejos abolidos o exaltados, medidas de ángulos
ósteoarticulares o de fracturas, dimensión y coloratura de cicatrices, etc., etcétera. En
psiquiatría no se puede medir con un compás y una escuadra como lo hacen los
traumatólogos. Y este ejemplo que brinda el experto es asimilable a todas las
especialidades médicas físicas.
Y se arriba ahora a lo planteado en el punto a).
El perito prescindió del psicodiagnóstico para elaborar su informe pericial siguiendo lo
resuelto por V. S. el 29/10/09.
El letrado cree que en los nosocomios municipales, si alguien se está asistiendo en un
servicio determinado, puede lograr por esa causa que en ese mismo servicio le den un
turno para otra prestación, anteponiéndose a quienes ya tienen turnos asignados. Pero no
es así, se respeta rigurosamente la secuencia ya establecida.
Más aún, en las prepagas privadas sucede lo mismo. El propio perito debe esperar
cuando se hace los controles anuales, y a veces largos períodos, cuando su médico de
cabecera le incorpora un nuevo estudio. Su condición personal de médico no le otorga
ventajas corporativas.
Por ello, las suposiciones del letrado son una mera ingenuidad, desconocimiento o
responden a otros intereses.
Llegado a este nivel, debe el perito remitir al letrado a la respuesta brindada a la
“solicitud de explicaciones” formulada por el letrado de la parte actora.
Los psicodiagnósticos son instrumentos útiles, pero solo configuran referencias
auxiliares, de las cuales, de ser necesario, se pude prescindir.
En su punto b), el letrado incurre en otra serie de dislates.
Habla de contradicciones en las que la actora no incurrió. Se apoya en lo que podría
denominarse un exabrupto psiquiátrico. Considera un “trastorno psicológico” la
depresividad distímica provocada por la pérdida de un embarazo, algo que es común en
todas las mujeres que pasen por esa penosa situación. Algunas hacen psicoterapia y otras
no, pero por razones fundamentalmente económicas. Todo ello ha acaecido hace 17 años,
y encima se menciona el divorcio posterior de común acuerdo como si fuese otro síntoma.
Semejante disparate solo merece una sonrisa indulgente. El letrado no tiene ni la
menor idea de qué son los trastornos psiquiátricos. Un trastorno obsesivo compulsivo, un
trastorno delirante en cualquiera de sus vertientes, un trastorno de despersonalización,
etc., pueden merecer ese encuadre. Pero llamar así a un cuadro habitual en el género
femenino, en esas circunstancias, es una barbaridad. Y más todavía, agregándole, como
parte de la patología, un divorcio que ni siquiera fue controvertido.
El síndrome de burnout está muy presente en médicos terapistas de cuidados
intensivos, en pilotos de prueba, en docentes de escolaridad primaria y en todos aquellos
que estén sometidos a un estrés laboral permanente.
Ya en su punto c) aparece la inexperiencia del eventual asesor del letrado.
La quetiapina es una monodroga comercializada en Argentina por cuatro laboratorios.
Se los mencionará y con la denominación comercial del producto. Bagó (“Seroquel”),
Lazar (“Vesparax”), Raffo (“Quetiazic”) y Baliarda (“Biatrix). Es, efectivamente, un
antipsicótico que se prescribe selectivamente para el trastorno bipolar en todos los
laboratorios, con excepción de Bagó, que no señala dicha selectividad. Obviamente, actúa
también sobre otras psicosis, debiendo aclararse que el trastorno bipolar es, asimismo,
una psicosis. Pero lo que modifica la indicación de este psicotrópico es la posología, es
decir, la dosis que prescribieron a la actora. En los cuadros psicóticos, se prescriben, como
dosis de mantenimiento, 300 a 450 mgs./día, pudiendo llegarse a 750 mgs./día. A la
actora solo le indicaron en forma constante 100 mgs./día. O sea que a la demandante se
le prescribió la quetiapina no como antipsicótico, sino como inductor del sueño. De ello la
exigua dosis indicada.
Es corriente que a algunos ancianos normales pero algo irritables se les prescriba
haloperidol (“Halopidol”), un poderoso antipsicótico neuroléptico, solo para hacerlos más
amigables. Por supuesto que en dosis mínimas.
En razón de lo expuesto, se rechaza por disparatadamente absurda la estimación de
bipolaridad en fase maníaca de la actora.
Finalmente, en su punto d), el letrado incurre en otro desacierto.
Actualmente, se estima, de acuerdo al informe de la Organización Mundial de la Salud
(OMS) del año 2000, “The World Health Report”, citado por el Prof. Dr. Pedro R. Gil Monte
de la Universidad de Valencia, que el estrés laboral crónico configura el síndrome de
burnout.
Por todo lo textualizado precedentemente, se rechaza la impugnación de I. P. S. R. L.,
en razón de la precariedad de sus refutaciones.

III. Respuesta a la impugnación de F ART S.A.


1.- Se remite a la respuesta de lo formulado por I. P. S. R. L., a partir de la carilla 5
(conforme a la secuenciación del perito).
2.- Se remite específicamente al 4to. párrafo (carilla 7) de la respuesta a I. P. S. R. L.
3.- Lo concausal es la personalidad de base y lo fenoménico vital preexistente.
4.- Los peritos médicos psiquiatras no realizan exámenes físicos ni piden estudios
complementarios al respecto. El experto tomó la información brindada por la historia
clínica de la actora. El letrado demandante rotuló mal el padecimiento de su clienta. La
demandante no sufre un trastorno por estrés postraumático, sino lo sustantivado en el
informe pericial, que puede incorporar las citadas manifestaciones somáticas, aunque
éstas también pueden aparecer en el cuadro citado por el letrado de la parte accionante.
5.- La ley 24.557, y sus correspondientes listado y baremo, cumplen 14 años el 27 de
junio próximo. No está actualizada. Por ello, el perito ensambló la sintomatología
expuesta por la actora a la que luce en el baremo. Estimó la incapacidad ajustando el
cuadro a las reacciones vivenciales anormales neuróticas con manifestaciones depresivas,
fóbicas y obsesivo-compulsivas (con deterioro de la personalidad), todas en grado IV, y de
dicha confrontación arribó al guarismo puntualizado en el informe, tras debitarle lo
concausal.
6.- Este punto expone una rigidez solo viable en el fuero penal. El derecho laboral y el
civil son más flexibles. El experto no sale del ámbito de su incumbencia, sólo aplica el
sentido común.
7.- La mera lectura prolija y reflexiva del informe pericial responde total y
pragmáticamente el punto consignado.
8.- El sugerir a V. S. le elevación al Cuerpo Médico Forense de las presentes
actuaciones implica una manipulación con fines de demorar la causa. Por otra parte, el
letrado, curiosamente, olvida lo que expone el art. 63 del decreto-ley 1.285/58, que dice:
“El Cuerpo Médico Forense no puede ser designado perito para ningún fuero y solo por
excepción si no es del fuero criminal”.
Del mismo modo que en la impugnación precedente, se rechaza la
pseudoimpugnación presentada por F ART S.A.

IV. Conclusiones

Por todo lo expuesto “ut supra”, el perito ratifica plenamente lo expresado en el


informe pericial oportunamente elevado.
Es todo cuanto se tiene que informar a V. S., y se solicita por ello agregar la presente
respuesta a los autos y dar traslado a sus copias.
Sírvase proveer de conformidad que

Será justicia
Perito médico psiquiatra responde a pedido de explicaciones e impugnación

Señora Jueza.

Quien suscribe, Dr. René Raúl Ugarte, médico psiquiatra y legista, matrícula nacional n°
38.691, con domicilio legal constituido en Av. Acoyte 320, piso 4°, dpto. “7”, Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, inscripto en la AFIP con CUIT n° 20-111111-8, y cuya
condición frente al IVA es la de monotributista, quien oportunamente fuera designado
perito médico psiquiatra de oficio, en los autos caratulados “V., L. c/ E. C. S. A. y otros s/
daños y perjuicios”, en debido tiempo y legal forma responde a pedido de explicaciones e
impugnación de la parte citada al informe pericial psiquiátrico legal oportunamente
presentado por el experto.
El pedido de explicaciones fue efectuado por el consultor técnico, y la impugnación,
por el letrado.

I. Respuesta a pedido de explicaciones

Pese a respetar profundamente al distinguido colega, se discrepa con sus


conclusiones, quizás por contarse con más información sobre la actora. El perito coincide
con las objetivas observaciones del consultor técnico, pero dichos mayores datos le
hicieron disentir finalmente.
1. El experto pudo constatar un poco más sobre el estado anímico de la actora, pues la
llamó telefónicamente alrededor de ocho veces a su trabajo y a su domicilio, en razón de
la demora excepcional en elaborarsele la administración del psicodiagnóstico ordenado.
La actora se evidenciaba muy acongojada. No congoja por la tardanza en el
psicodiagnóstico, sino desaliento y desesperanza por su tristeza vulnerable del hoy, y tuvo
durante ese período dos crisis hipertensivas de etiología emocional, en una de las cuales
debió ser internada. Información que se corroboró en su trabajo y en su domicilio. Por ello
mensuró el experto que el daño psíquico dado era de carácter leve a moderado. Quizás el
error del perito fue no hacer mención de lo referido en el informe pericial. La aparente
normalidad que expuso en su cotidianidad puede atribuirse a su extraordinaria resiliencia
2. Por ello, se estima que su incapacidad debía alcanzar el 7,5 %, un valor que solo
supera en un 2,5 % a lo calculado por el consultor técnico. El perito aclara que no
mencionó las crisis hipertensivas por no considerar pertinente ese aspecto en el informe
pericial. Pero considérese que la más grave de esas crisis, la que determinó su internación,
pudo determinarle una invalidez, o tal vez la pérdida de su vida.
3. La impronta específicamente derivada del evento de autos no es pasible de un
tratamiento psicoterapéutico, que hubiera sido eficaz en los tres primeros posteriores al
accidente, pues el daño ya ha cristalizado (coagulado) en el psiquismo de la actora, dado
que ya han transcurrido casi 3 años y 3 meses desde el infortunio. Solo habría una
atenuación mínima con el riesgo de reavivar los recuerdos.

II. Respuesta a impugnación


También el perito respeta al letrado, aunque el nivel de sus cuestionamientos son de
menor nivel científico. Además, por cortesía y procedimiento podría primero pedir
explicaciones y luego eventualmente impugnar, pero optó por el camino menos elegante.
I. Se remite al letrado a las respuestas brindadas al consultor técnico.
II. No ofrece material de respuesta.
III. Se intenta una confrontación irrelevante con el informe psicodiagnóstico, pero
como ya se aclaró en el segundo párrafo de las “Consideraciones psiquiátrico legales”, el
perito asigna al psicodiagnóstico una incidencia referente pero no vinculante. Por otra
parte, el letrado ignora que muchas veces el/la actor/a emplea “lugares comunes” para
contestar, generalmente en los inicios de la entrevista. El vocablo “bien” es una muletilla
de la cotidianidad de personas comunes que incurren en una ligera paramimia (mímica
discordante con lo que sienten) en sus discursos iniciales. Personas que contrastan con los
simuladores psicopáticos, que procuran embaucar al examinador con hipersimulaciones.
La actora pertenece al primer grupo de personas. Con lo dicho y lo expuesto en el informe
pericial, se fundamenta cabalmente lo sustentado por el perito. Por último, cabe un
señalamiento. Pese a que el letrado ratifica lo dicho por su consultor técnico en “I”, luego
lo descalifica en “III”, al sostener que no entiende lo relativo a la incapacidad, aspecto éste
que aceptó, aunque en grado menor, su propio consultor técnico. Parece inaudito que
alguien no idóneo en psiquiatría tan temerariamente emita opiniones.

III. Conclusiones

Por todo lo expuesto “ut supra”, el perito ratifica plenamente lo expresado en el


informe pericial oportunamente elevado.
Es todo cuanto se tiene que informar a V. S. y se solicita por ello agregar la presente
respuesta a los autos y dar traslado a sus copias.
Sírvase proveer de conformidad que

Será justicia
Perito médico psiquiatra responde a impugnación y solicitud de explicaciones
formuladas por las partes demandada y citada en garantía

Señor Juez.

El que suscribe, Dr. René Raúl Ugarte, médico psiquiatra, matrícula nacional n° 38.691,
con domicilio legal constituido en Av. Acoyte 320, piso 4°, dpto. “7”, Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, quien oportunamente fuera designado perito médico psiquiatra en los
autos caratulados “V., I. y otros c/ C., J. y otros s/ daños y perjuicios”, responde a
impugnación y solicitud de explicaciones formuladas por las partes demandada y citada
en garantía al informe pericial psiquiátrico legal oportunamente elevado a V. S.

I. Respuesta a impugnación y solicitud de explicaciones

El perito respeta las consideraciones expuestas por el letrado, pero ello no impide que
discrepe taxativamente con sus conclusiones.
Se señala inicialmente que la profesional que asesoró al letrado no asistió al examen
pericial, y por lo tanto, sus opiniones carecen de la rigurosidad empírica que otorga el
presenciar “in situ” una peritación.
Se examinan a continuación los diversos ítems cuestionados.
Debe aclararse de entrada que el perito estimó al psicodiagnóstico como elemento
referente y no vinculante. Se basó fundamentalmente en el abordaje clínico para arribar a
su conclusión diagnóstica.
Remitiéndose ahora el experto a evaluar los puntos secuenciados, cabe consignar:
I. El original del estudio complementario se adjuntó ensobrado al informe dirigido a V.
S. Es un despropósito técnico agregar fotocopias del estudio a los informes para traslado.
Es como si en una fractura ósea debieran enviarse a las partes fotocopias de las
radiografías. Mediante una fotocopia no se pueden apreciar los matices más sutiles de las
pruebas. Por ello, en el Cuerpo Médico Forense, el área psicológica ni siquiera remite
gráficos ni protocolos conjuntamente con los informes a los psiquiatras del organismo.
Conducta que también se instrumenta en los hospitales públicos. Se aduce para no enviar
este material que el mero análisis del producido no es objetivo, pues no se ha visto
trabajar al examinado. Estiman que no es criteriosa una evaluación de estudios en que no
se pudo observar el desempeño en la tarea asignada.. Argumentan que no se pueden
detectar las actitudes del sujeto, vacilaciones, dirección de sus trazos, expresión de su
rostro, etcétera.
Todo lo que el letrado expone pudo obviarse si su consultora técnica se hubiese
tomado el trabajo de examinar el psicodiagnóstico adjuntado al informe de V. S. No habría
presenciado la administración de los tests, pero al menos podría haber examinado lo
producido.
II. Por razones científicas, el perito basa sus informes en su evaluación psiquiátrico
clínica, utilizando los estudios complementarios solo como meros referentes. Un
neurólogo diagnostica una epilepsia por las manifestaciones clínicas, no por un
electroencefalograma.
Al respecto, el eminente catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, Prof.
Dr. Francisco Alonso-Fernández, de renombre universal, en sus “Fundamentos de la
psiquiatría actual” dice: “Si cotejamos el valor de los tests con el de la exploración
psiquiátrica, casi todos los clínicos llegamos a la conclusión de que la libre conversación
con el enfermo mental representa la tónica exploratoria más segura y completa, cuyo
material debe elaborarse después adecuadamente con el concurso de la comprensión
psicológica, la explicación somatopsíquica y el análisis fenomenológico”. Agregando luego:
“A los tests en la clínica psiquiátrica les corresponde la posición jerárquica de pruebas
exploratorias complementarias”.
Conceptos similares emiten Manfred Bleuler, H. G. J. Weitbrecht, R. M. Palem y otros,
entre los más destacados autores de la psiquiatría europea. Y asimismo, ya en el año
2.002, el Prof. Dr. Joaquín Santo-Domingo Carrasco del Hospital Universitario La Paz de
Madrid, y en el 2.005, el Prof. Dr. Renato D. Alarcón, catedrático de la Escuela de Medicina
de la Clínica Mayo (Rochester, Minnesota, USA), sostienen asimismo la preeminencia
fundamental de la clínica, postura masiva de la psiquiatría occidental desde 1.990.
La clínica es soberana y esencial para arribar a la presunción diagnóstica. El perito se
basó para emitir su diagnóstico en el abordaje clínico integral y en la confrontación de los
puntos críticos de la constelación sintomática. Debe haber una coherencia que excluya
asimetrías que ponderen simulación.
Por esta causa, los devaneos del letrado en cuanto a los tests implementados le
parecen irrelevantes.
III. Notoriamente, el criterio diagnóstico expuesto precedentemente no es compatible
con los señalamientos expuestos por el letrado.
La moderna semiología psiquiátrica, ya sea clínica o legal, solo asigna a los tests un rol
coadyuvante.
IV. Aquí el letrado subdivide sus cuestionamientos con un nuevo ordenamiento
secuencial.
a) Se cuestiona el diagnóstico, el grado de patología y el porcentaje de incapacidad
consignados por el experto en su informe pericial, pero no se presentan fundamentos que
sostengan las aseveraciones pronunciadas.
b) Se repiten fuera de contexto algunas verbalizaciones vertidas por el actor durante la
entrevista, y luego se presupone (nuevamente sin basamento científico) que de haber
habido cierta sintomatología, ésta ya está superada. Se instrumenta casi lo que en filosofía
se denomina “petición de principio”. Pero más curioso aún es que se denomine “decir
subjetivo” al discurso del examinado. El hablar es signológico, solo la ideación subyacente
que motoriza las expresiones verbales es subjetiva.
c) Aquí vuelven a exponerse otra vez fragmentos descontextualizados y temerarias
interpretaciones que responden únicamente a los libretos argumentativos del imaginario
personal del letrado y de su consultora.
d) La definición de “daño psíquico” presentada en la impuignación es de carácter
genérico y no tiene en cuenta el grado invalidante de la impronta. Conforme al baremo
utilizado en la peritación, la secuela psicopatológica pesquisada en el examen genera una
incapacidad del 2 al 50 %. Su ponderación con solo un 10 %, expone la prudencia de la
evaluación, que tuvo en cuenta los aspectos concausales.
Aparentemente, el letrado y su asesora consideran que quien sale de un accidente
como el referido en autos debe estar exento de secuelas psíquicas. Sostienen un concepto
fundamentalista sobre la resistencia humana. Ignoran acaso que solo la presunción de
muerte inminente que tiene un victimizado en un siniestro de tránsito, puede dejarle una
impronta dramática e irreversible. Y esto puede inferirse con la única aplicación del
sentido común. Solo un personaje novelesco puede superar un trance que pudo costarle
la vida, con la mirada impertérrita de los héroes infantiles. Sorprendentemente, se trata
de hacer creer que el damnificado es alguien con un psiquismo invulnerable. Un
superhombre nietzcheriano con una mente impasible de lama tibetano. Naturalmente,
quien ostenta un 10 % de incapacidad no luce afectación de la identidad, solo posible por
un gravísimo evento (sobrevivir a un terremoto, haber sido sometido a torturas, etc., etc.),
aunque aún no trabaja y se muestra “restrictivo en lo recreativo y social”, como se afirma
en el tercer párrafo de la página 5 del informe pericial.
Lo puntualizado por el letrado y su consultora: roles familiares, conductas
predominantes, etc., etc., no se investigan en el Fuero Civil, sino en la Justicia Nacional en
lo Criminal y Correccional en la instancia de instrucción, previamente al debate de
sentencia en el tribunal oral.
Con la información obtenida se pudo determinar la ausencia de padecimientos
psiquiátricos previos al accidente, que requirieran asistencia.
En cuanto a personalidad de base, características, tendencias, rasgos propios y niveles
previos de vulnerabilidad- adaptación, se remite a la lectura de la “Entrevista
semiestructurada…” elaborada por el experto en su informe pericial y a lo aportado en el
estudio complementario.
Cabe consignar que en esta peritación se investigan secuelas de un accidente de
tránsito en lo psicológico y no se investiga un trastorno de personalidad, deslindando lo
limítrofe de lo histriónico y lo disocial.
En cuanto al requerimiento de antecedentes psicoclínicos y datos objetivos, está
perfectamente cumplimentado si se hace un estudio prolijo del informe pericial.
V. La objeción que se plantea respecto al tratamiento psicoterapéutico es radicalmente
errónea. Un daño psíquico como el que expone el victimizado de autos no altera la
personalidad basal en forma ostensible. El actor no ha sido violado ni ha participado de un
hecho bélico. No obstante, ha rigidizado sus mecanismos de defensa, como se advierte en
sus restricciones recreativo sociales y en la inmovilización de sus proyectos.
Las terapias psicológicas para daño psíquico severo están indicadas por dos a tres
años, con una frecuencia bi o trisemanal. Un año y una única sesión en la semana se
prescriben para incapacidades que no superen el 10 %. Los diversos autores (entre los
cuales figura el mencionado por la parte impugnante) estiman más de un año (18 meses
en adelante) para las secuelas psicopatológicas importantes, y con una frecuencia mínima
de dos sesiones por semana.
La reverberante y casi estereotipada argumentación impugnante que, por lo repetitiva,
parecería querer persuadir al lector desprevenido mediante la estrategia de atosigar para
convencer, reiterando de continuo los mismos conceptos, falla por lo endeble de sus
cimientos y la precariedad de sus razones (en realidad, pseudorazones).
El letrado y su consultora parecen ignorar que el damnificado protagonizó el evento
traumático, vivió la escena como eje de la misma y sobrevivió a un accidente que pudo
cercenar su joven vida.
Finalmente, es necesario señalar lo inadecuado de solicitar a V. S. que remita las
actuaciones al Cuerpo Médico Forense. Más allá de los aspectos sutilmente
manipulatorios sobre lo que es competencia de V. S., es conocida la sobrecarga de tareas
del C.M.F., lo que generaría un innecesario alargamiento del juicio (en el hipotético caso
de que dicho cuerpo aceptase intervenir).

II. Conclusiones

Por todo lo expuesto “ut supra”, el perito ratifica plenamente lo expresado en el


informe pericial oportunamente elevado.
Es todo cuanto se tiene que informar a V. S. y se solicita por ello agregar la presente
respuesta a los autos y dar traslado a sus copias.
Sírvase proveer de conformidad que

Será justicia
Perito médico psiquiatra responde a impugnaciones formuladas por las partes actora y
demandada al informe pertinente oportunamente elevado

Señor Juez.

El que suscribe, Prof. Dr. René Raúl Ugarte, médico psiquiatra y legista, matrícula
nacional nº 38.691, con domicilio legal constituido en Av. Acoyte 320, piso 4°, dpto. “7”,
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, quien fuera designado perito médico psiquiatra de
oficio, en los autos caratulados “K., D. c/ Hipocampo Argentina S. R. L. s/ despido y
enfermedad”, en debido tiempo y legal forma, responde impugnaciones formuladas por
las partes actora y demandada al informe pertinente oportunamente elevado a V. S.

I. Respuesta a impugnación de parte actora

El perito respeta las consideraciones del letrado, pero discrepa taxativamente en las
conclusiones a las que arriba, por estimarlas erróneas en forma absoluta
Con respecto al primer punto de lo expuesto por el letrado, solo cabe consignar que se
avala lo aclarado. El perito solo señaló una omisión.
En cuanto al punto 2º, el experto solo menciona diagnóstico y referencias (DSM-IV-TR
y baremo de la ley 24.557). No menciona porcentaje de incapacidad sugerido porque ello
está fuera de la incumbencia de un psicodiagnóstico (es un mero estudio complementario
exclusivamente nosológico que no puede plantear pronóstico y/o tratamiento, que son
competencia del perito).
Sobre el punto 3º, el perito remite al letrado a lo vertido en los últimos tres renglones
de la respuesta al punto 2º. El experto detectó un 15 % de incapacidad, pero debitó lo
concausal, y por esta razón, arribó al 7,5 % (obviamente, al administrarse el
psicodiagnóstico no se tuvo en cuenta la concausalidad).
Una incapacidad del 7,5 % no amerita efectuar un tratamiento, el cual no brindaría
mayores beneficios al damnificado que los derivados de la propia adaptación de su
psiquismo a la nueva situación.
Queda todo bien explicitado en el 2º párrafo de las “Consideraciones psiquiátrico
legales” del escrito pericial, en el cual el perito dice: “Brindó cooperación a este encuadre
el informe psicodiagnóstico, pero solo como elemento referente y no vinculante”.

II. Respuesta a impugnación de parte demandada

Primeramente, sorprende que se impugne directamente sin pedir de inicio que se


explicite aquello que no resultó absolutamente claro para la parte demandada.
Indudablemente, es un problema de estilo que va más allá de lo netamente procesal.
Examinando lo expuesto, se evidencia que el letrado se maneja con su fecundo
imaginario, pues, como es norma en el fuero laboral, no asisten a las peritaciones
consultores técnicos. Por lo tanto, sin la información que transmite lo empírico, expone lo
que en filosofía aristotélica se denominaría una “petición de principio”, es decir,
argumentar sin argumentos.
No obstante, el perito, como en la refutación de la parte actora, respeta las
consideraciones de la letrada, pero discrepa taxativamente en las conclusiones a las que
arriba, por estimarlas erróneas en forma absoluta
En el segundo párrafo de lo que denomina “II. Objeto, incurre en un extraño error.
Llama al perito psiquiatra, perito psicóloga, y afirma que sus afirmaciones son “viciadas,
desde que parten de asumir como ciertas afirmaciones realizadas por una de las partes (la
actora)”.
Se plantea con absoluto desconocimiento de cómo es la operatividad de un
profesional psiquiatra legista, evidenciando con ello que no registró cognitivamente o no
entendió la entrevista semiestructurada de la peritación efectuada, la que implementa al
mismo tiempo un abordaje semiológico psiquiátrico legal con rastreo, asimismo, de
improntas psicodinámicas. Sepa la poco informada letrada que en dicho abordaje se
detectan los síntomas secuelares y su nivel mórbido, así como los eventuales signos, y
que, mediante la evaluación de reverberaciones distractivas se procura externalizar todas
las variables asimétricas que expongan simulación.
Luego acude la letrada a una cita jurisprudencial que en nada invalida lo consignado
“ut supra”. El experto no tomó ingenuamente por ciertos los datos provenientes de la
parte actora. Previamente los tamizó a través de todos los recursos estratégicos de la
semiología psiquiátrica.
En su párrafo siguiente, la letrada vuelve a confundir el género del perito y lo llama “la
propia perito” y “la “experta”. ¿Lectura disléxica del escrito pericial o utilización de la
memoria informática bajando textos de otra pericia? Y aduce que “nada de lo expuesto se
encuentra fundado”. Visiblemente, la letrada no tiene la menor idea de lo que significa la
clínica psiquiátrica. Y si la asesoraron, el aporte recibido fue bastante malo.
La clínica es soberana y esencial para arribar a la presunción diagnóstica. El perito se
basó, para emitir su diagnóstico, en el abordaje clínico integral y en la confrontación de los
puntos críticos de la constelación sintomática. Debe haber confluencia semiológica que
excluya dismetrías que ponderen simulación.
Así, por ejemplo, el eminente catedrático de la Universidad Complutense de Madrid,
Prof. Dr. Francisco Alonso-Fernández, de renombre universal, en sus “Fundamentos de la
psiquiatría actual” (4ª ed., Paz Montalvo, Madrid, 1979, tomo I, pág. 170), dice: “Si
cotejamos el valor de los tests con el de la exploración psiquiátrica, casi todos los clínicos
llegamos a la conclusión de que la libre conversación con el enfermo mental representa la
tónica exploratoria más segura y completa, cuyo material debe elaborarse después
adecuadamente con el concurso de la comprensión psicológica, la explicación
somatopsíquica y el análisis fenomenológico”.
Conceptos similares emiten Manfred Bleuler, H. G. J. Weitbrecht, R. M. Palem y otros,
entre los más destacados autores de la psiquiatría europea, como asimismo, ya en el año
2.002, el Prof. Dr. Joaquín Santo-Domingo Carrasco del Hospital Universitario La Paz de
Madrid, y en el 2.005, el Prof. Dr. Renato D. Alarcón, catedrático de la Escuela de Medicina
de la Clínica Mayo (Rochester, Minnesota, USA), sostienen igualmente la preeminencia
fundamental de la clínica, postura masiva de la psiquiatría occidental desde 1.990.
El párrafo que sigue del escrito de la `letrada es un clarísimo ejemplo de fabulación, se
supone que involuntaria, en que incurre la mencionada abogada al decir que el experto
“repitiera hasta el cansancio” lo referido al conflicto laboral. Menciona simplemente lo
indispensable. Antes bien, es la letrada la que incurre en un genuino barroquismo al
reiterarse en referencias jurisprudenciales (como la de su párrafo posterior), que no son
aplicables al escrito del experto, dado que actuó siempre dentro del campo de sus
incumbencias.
En el párrafo que sigue (7º del punto refutador), la letrada incurre en el mayor error de
su precaria impugnación: atribuye al perito lo textualizado en el “Resumen
psicodiagnóstico”, que fue escrito en su informe por la profesional psicóloga que
administró el perfil instrumental de la peritación. Y taxativamente el experto señaló que
dicho estudio complementario solo tenía valor referencial, pero no vinculante (como lo
aclara en el 2º párrafo de las “Consideraciones psiquiátrico legales”).
Nuevamente, en el párrafo posterior, la letrada vuelve a confundir los géneros y llama
al experto perito psicóloga, e incurre en la barrabasada de volver a reiterar en lo que se
equivocó.
Ya en el penúltimo párrafo persiste en su confusión de género y llama al experto “la
propio perito”, y luego menciona algo ya sustantivado por el experto en el informe
pericial: que el examinado ya estaba de nuevo trabajando. Ello confirma que tiene una
muy leve incapacidad, pero que no le impide trabajar.
En el tema de autos se tuvo en cuenta la concepción indemnizatoria sobre daño
biológico de la brillante jurista, actual integrante de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación, Dra. Elena Highton de Nolasco, quien la tomó de la doctrina italiana.
Al respecto, afirma que es la incompletividad o diferencia del organismo humano
referido al estado anterior del hecho. La totalidad física ha sido violada.
Desde que es daño lo que altera la integridad física, por más que la curación y la
readaptación sea más o menos completa, no podrá devolverse al organismo alterado la
situación de incolumnidad anterior al accidente, constituyendo ello el perjuicio reparable.
El experto articuló la magnífica elucubración sobre daño en la esfera física sobre daño
en la esfera mental.
El psiquismo del actor ha sido vulnerado y habrá en gran parte podido superarse, pero
siempre quedará la impronta del daño sufrido. Su psiquismo ya no es el mismo, es algo
diferente.

III. Conclusiones

Por todo lo expuesto “ut supra”, el perito ratifica plenamente lo expresado en el


informe pericial oportunamente elevado.
Es todo cuanto se tiene que informar a V. S., y se solicita por ello agregar la presente
respuesta a los autos y dar traslado a sus copias.
Sírvase proveer de conformidad que

Será justicia
Perito médico psiquiatra responde al pedido de aclaraciones formulado por la parte
actora al informe pericial oportunamente elevado

Señor Juez.

El que suscribe, Prof. Dr. René Raúl Ugarte, médico psiquiatra y legista, doctorado y
especialista en psicología clínica, médico del trabajo, matrícula nacional nro. 38.691, con
domicilio legal constituido en Av. Acoyte 320, piso 4°, dpto. “7”, Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, inscripto en la AFIP con CUIT nº 20-111111-8, y cuya condición frente al IVA
es la de monotributista, quien fuera designado perito médico psiquiatra de oficio, en los
autos caratulados “G., N. c/ J ART S. A. s/ accidente – ley 9.688”, a V. S. dice que con el
presente escrito responde al pedido de aclaraciones formulado por la parte actora al
informe pericial oportunamente elevado informa que con la cédula que vehiculizó la
impugnación de la parte demandada, no vino agregada copia del escrito textualizado por
la parte actora.

I. Respuesta al pedido de aclaraciones formulado por la parte actora

El experto pide disculpas a la letrada por haber omitido involuntariamente completar


el párrafo comprometido de las “conclusiones”.
Sucedió ello porque el experto, cuando ya tiene una idea sustantivada en cuanto al
trabajo pericial que elabora, suele primero textualizar lo formal y luego dedicarse a lo
esencial del informe. Lamentablemente, en el caso presente olvidó, por circunstancias
familiares, transcribir en “conclusiones” los guarismos de incapacidad.
Al efecto pertinente se transcribe corregido el párrafo en cuestión, nueva lectura que
reemplaza la precedente:
“En el momento presente muestra una incapacidad parcial y permanente del 10 %
(diez por ciento) de la total obrera. Incapacidad que expone un vínculo concausal en su
etiología. Sin debitar la personalidad de base y lo fenoménico preexistente la incapacidad
alcanzaba el 20 %. El 10 % es lo específico secuelar de sus conflictos laborativos”.

II. Conclusiones

Por todo lo expuesto “ut supra”, el perito ratifica plenamente lo expresado en el


informe pericial oportunamente elevado, más lo agregado con el presente escrito, omitido
involuntariamente en la peritación original.
Es todo cuanto se tiene que informar a V. S., y se solicita por ello agregar la actual
respuesta a los autos y dar traslado a sus copias.
Sírvase proveer de conformidad que

Será justicia
Otrosí dice:

Respetuosamente se solicita a V. S. tener en cuenta, a los efectos de la regulación de


honorarios en el momento procesal oportuno, la minuciosidad, extensión y calidad de la
presente peritación, más su adicional, y que, asimismo, no se solicitó en su momento
anticipo para gastos, instrumentado en el art. 463 del CPCC, que pese a ser de otro fuero,
se usa habitualmente en todos.
Considerar lo consignado, del mismo modo

También será justicia


Perito médico psiquiatra responde a impugnación formulada por la parte demandada al
informe pericial oportunamente elevado

Señor Juez

El que suscribe, Prof. Dr. René Raúl Ugarte, médico psiquiatra y legista, matrícula
nacional nro. 38.691, ya presentado en estos autos, caratulados “G., N. c/ J ART S. A. s/
accidente – ley 9.688”, a V. S. dice que con el presente escrito responde a la impugnación
formulada por la parte demandada al informe pericial oportunamente elevado y,
asimismo, informa que con la cédula pertinente no vino agregada copia de impugnación
textualizada por la parte actora.

I. Respuesta a impugnación formulada por la parte demandada

Primeramente, sorprende que se impugne directamente, sin esperar de inicio que se


aclare una eventual primera solicitud de explicaciones
Indudablemente, es un problema de estilo que va más allá de lo netamente procesal.
Inicialmente, debe consignarse que el letrado se maneja con su fecundo imaginario,
pues como es norma en el fuero laboral, no asisten a las peritaciones consultores
técnicos. Por lo tanto, sin la información que transmite lo empírico, expone lo que en
filosofía aristotélica se denominaría una “petición de principio”, es decir, argumentar sin
argumentos.
No obstante, el perito respeta las consideraciones del letrado, pero discrepa
taxativamente en las conclusiones a las que arriba, por estimarlas erróneas en forma
absoluta.
Primeramente, debe señalarse que en el segundo párrafo de su punto “I” hace
referencia al listado de enfermedades profesionales expuesto por la ley 24.557,
planteando que en él no se encuentra la patología expuesta por el actor.
Cabe consignar que dicha ley fue sancionada el 13/9/95 y publicada en el Boletín
Oficial el 4/10/95, o sea, hace casi 19 años. Más allá de que muchos colegas del letrado
impugnante cuestionan la citada ley por considerarla ilegítima en lo constitucional, tema
que sale de la competencia del perito, el experto sí puede afirmar categóricamente,
dentro del campo de sus incumbencias, que aquella está absolutamente desactualizada
en lo que atañe especialmente al listado de enfermedades profesionales.
Debe también destacarse con referencia al 3º párrafo del mismo punto, en el que se
hace mención a “personalidad predisponente”, que el trabajador pasó previamente a su
ingreso a la institución por un examen preocupacional, que incluye entre sus parámetros
efectuar una evaluación psicotécnica. Y evidentemente no se le detectó ninguna anomalía
en su personalidad, pues fue considerado apto para su desempeño en aquélla.
Luego, en el párrafo siguiente, se hace referencia a un curso dictado el 14/3/01. Un
curso de conclusiones casi perimidas, dado que fue dictado hace casi 13 años. Desde ese
entonces, lo investigado sobre estrés y trabajo ha cambiado radicalmente. La
jurisprudencia de casi todo el planeta así lo testimonia.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el estrés como “el conjunto de
reacciones fisiológicas que preparan el organismo para la acción”. Es decir, ante
determinada demanda del ambiente, el organismo realiza un conjunto de procesos
fisiológicos y psicológicos que lo preparan para actuar en consecuencia y responde a dicha
demanda. Si esta respuesta resulta exagerada o insuficiente, la energía producida no se
descarga, y esto causa somatizaciones y trastornos psicológicos.
En el informe titulado “La organización del trabajo y el estrés”, preparado por el Centro
de Trabajo, Salud y Organizaciones de la Universidad de Nottingham y publicado por la
OMS, se define el estrés laboral como “la reacción que puede tener el individuo ante
exigencias y presiones laborales que no se ajustan a sus conocimientos y capacidades y
que ponen a prueba su capacidad para enfrentar la situación”. En este trabajo, además, se
afirma que “se considera que el estrés laboral afecta negativamente la salud psicológica y
física de los trabajadores y a la eficacia de las entidades para las que trabajan”.
Ya en el 5º y 6º párrafos del citado punto de la impugnación, el letrado que refuta el
escrito del experto vuelve a demostrar su impericia (ampliamente justificable porque no
es tema de su competencia), al mencionar que la patología en cuestión la padecen
“algunos individuos” minimizando lo que en el VII Congreso Iberoamericano de Medicina
del Trabajo (Buenos Aires, 2.005) se dijo:
“El estrés laboral es considerado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) una
epidemia global. Es el único riesgo ocupacional que puede afectar al ciento por ciento de
los trabajadores. Genera alteración del estado de salud, ausentismo, disminución de la
productividad y del rendimiento individual, y aumento de enfermedades, rotación y
accidentes. Por otro lado, el trabajo itinerante causa alteraciones del sueño, digestivas,
psicológicas, sociales y familiares, y riesgos de accidentes”.
“Cinco mil trabajadores mueren diariamente por enfermedades relacionadas con el
trabajo”. El sorprendente dato fue mencionado por Antonio de Sousa Uva, médico de
trabajo y profesor de la Escuela Nacional de Salud Pública de la Nueva Universidad de
Lisboa, durante el transcurso del citado congreso.
Con respecto al 8º párrafo del consabido punto primero de la impugnación, es viable
señalar que obviamente el distrés tiene una etiología policausal, y el experto dice distrés,
puesto que todos los seres humanos vehiculizan estrés con diversos grados de incidencia.
Cuando los factores desencadenantes son muy fuertes, llevan al portador al estrés
patógeno o distrés. Normalmente, las personas conviven con el estrés habitual, o más
técnicamente, eustrés. De no ser así, serían los llamados normópatas, sujetos proclives a
las enfermedades psicosomáticas. Todos los seres humanos supuestamente normales son
más o menos neuróticos.
En el tema de autos, se destaca la presencia causal de distrés laboral. No obstante, se
tuvo en cuenta lo concausal al debitarse, del monto de incapacidad estimado, los factores
fenoménicos preexistentes y la personalidad de base.
Finalmente, cabe referirse al punto II de la pretendida impugnación, en el que,
justamente por todo lo expuesto en el escrito que la sustantiva, se la plantea
redondeando así un genuino disparate.
Nada se dice sobre el hostigamiento que sufrió el actor por parte de la entidad
empleadora. La reticencia a refutar implica una aceptación tácita de ese perfil de la
demanda.
Por último y para ilustración del letrado, se le informa que en el año 2.015,
Florianápolis (Brasil) será sede del III Congreso Iberoamericano sobre asedio laboral e
institucional.
Quien firma la presente ha sido profesor de psiquiatría forense a nivel de postgrado
por la Especialización en Psiquiatría de la Universidad de Buenos Aires, y cosecretario en
la Sección Neurociencia de la Asociación Psiquiátrica de América Latina.

II. Conclusiones

Por todo lo expuesto “ut supra”, el perito ratifica plenamente lo expresado en el


informe pericial oportunamente elevado.
Es todo cuanto se tiene que informar a V. S., y se solicita por ello agregar la presente
respuesta a los autos y dar traslado a sus copias.
Sírvase proveer de conformidad que

Será justicia

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