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EVOLUTIVAS
JEAN BERGES
Título original: Note sur les troubles instrumentaux et les dysarmonies evolutives
También nos parece que debe ser abordado otro punto en este caso, que surge más
frecuentemente en la clínica psiquiátrica infantil, y con mucha mayor intensidad
cuando se trata de niños muy pequeños: son los casos en que la función no es pausible
de ser investida, donde el no funcionamiento es el que va a sancionar el juego de un
factor previo el cual puede ser del orden de la privación sensorial, afectiva etc. , y el
ejemplo más simple parece ser la ambliopía del ojo estrábico; también puede ser del
orden de una enfermedad en el propio campo de la función.
Esto puede ser ilustrado por una investigación hecha por nosotros, en el Henri-
Rousselle, buscando establecer las relaciones entre la organización lateral del tono
profundo y la lateralización de las motricidades habitual y espontánea, por un estudio
estadístico realizado en un grupo de niños que habían tenido graves perturbaciones
neonatales, y un grupo control de niños: en el grupo control, la organización tónica del
eje del cuerpo está en armonía con la lateralidad espontánea (gestos no socializados),
en cuanto a la organización tónica de los miembros está en armonía con la lateralidad
habitual de utilización. Por otro lado, en el grupo de niños con antecedentes graves, el
“pasaje a la patología” se traduce en un desorden muy particular: no existe una
contradicción entre la lateralidad de utilización y la lateralidad espontánea, ni una
desarmonía entre una la organización tónica de los miembros y la del eje del cuerpo,
pero una desarmonía que afecta a uno de los pares “órgano-funcional”, tanto en el
tono periférico –lateralidad habitual-, como en el tono axial –lateralidad espontánea-,
o en ambos. Así, es en la articulación entre la marca de la estructura orgánica y la del
funcionamiento de la motricidad, en su lateralidad, en la que se sitúa la desarmonía
ligada a la patología, indicando un abordaje neurológico funcional, y no lesional, del
instrumento.
Lo que se puede llamar de no disponibilidad del propio campo de la función puede ser
precisado, bajo otro ángulo, por la observación de los niños dispráxicos: su incapacidad
en acceder a lo figurativo anticipado, en tanto se trate de una anticipación especial, es
certificado por el fracaso total de todas las medidas reeducativas tendientes a utilizar
las distintas figuras, las categorías de formas, colores y dimensiones de orientaciones:
es solo por medio de la “lógica verbal” y la anticipación ligada a la reversibilidad en el
campo de esta lógica, que se puede ayudar al niño: el niño de once años totalmente
incapaz de reproducir un rectángulo y sus diagonales, conseguirá realizar esta tarea
cuando sepa que “un rectángulo es una figura cuyos lados son iguales dos a dos,
perpendiculares entre sí, y cuyas diagonales se cortan en el medio”.
Lo que allí parece esencial, es no descuidar el hecho de que la función no puede ser
investida, extrayendo de esto las conclusiones que se imponen. De hecho, no se trata
de contentarse con una constatación, por un examen muy profundo de los
instrumentos, de una desarmonía de los resultados y de una desarmonía en la
evolución de sus realizaciones.
A este respecto, una demostración de una evolución de esta desarmonía no nos debe
satisfacer, en nuestra eventual posición terapéutica, deteniéndose en la consideración
de esta estructura; asimismo las investigaciones anamnésicas, las históricas más
profundas, los perfiles evolutivos y extensos más próximos de la “realidad” no
permiten, en la mayor parte de las veces, enriquecer de un modo decisivo nuestra
manera de abordar al niño, tratarlo y comprenderlo. Entretanto, la constatación de la
desarmonía, nos parece, debe ser acompañada imperiosamente de una crítica
razonable de la posible intervención; y, en este enfoque, es preciso saber deshacerse
de una posición de reparación o de ortopedia del instrumento: el deseo de ocupar los
espacios vacíos, colocar lo que falta, reducir los desvíos, este terrible deseo del
terapeuta, es justamente puesto en duda por la propia estructura de las desarmonías:
es porque las desarmonías de evolución no permiten satisfacerse con un constante
déficit, porque suscitan la perplejidad en cuanto a sectores en donde las posibilidades
son bien mejores, en la medida en que las desarmonías tanto acentúan el hándicap
como los recursos notables, que ellas permiten formular el problema del abordaje
terapéutico en términos de substituciones, articulaciones, cambios, de enfoques
multicéntricos de las dificultades instrumentales: es mucho más importante
direccionarse para una ampliación del campo en aquello que funciona mejor, de lo que
se esgrime en una empresa de “revestimiento” reeducativo, en el lugar de lo que
nunca existió.
Nota: