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BERTRAND RUSSELL LOGICA Y CONOCIMIENTO Versién espattola de JAVIER MUGUERZA taurus V 1918 LA FILOSOFIA DEL ATOMISMO LOGICO. Lo que sigue (constituye el texto) de un curso de ocho conferenclas pronunciadas en (Gordon Square] Londres, en los primeros meses de 1918, {las cuales} se ocupatn] fen una buena medida de desarrollar ideas que debo a mi amigo y antes discipulo Ludwig Wittgenstein. No he te- ‘ldo opertunidad de conocer sus opiniones desde agosto de 1014, y nt siquiera sé sl estd vivo o muerto*. No le ccabe por tanto responsabilidad alguna de cuanto se diga fen estas conferencias, salvo la de haber suministrado ori inarlamente varies de las teorias que en ellas se con- denen. SUMARIO I. Hechos y proposiciones. Ul. Particulares, predicados y relaciones. IIL Proposiciones atémicas y moleculares. stag Uireas fueron eseritas en 1918 como prélogo la publicadion de dichas conferencias en tres numeros conseeutivos de la revista ‘The Monist. He introducido fn ellas cuatro pequetas modificaciones con vistas a 13 Presente Teedicion, en formato enteramente diferente, Nota del editor inglés) IV. Proposiciones y heckos com mds de un verbo: creencias, ete V. Proposiciones generates y existencia. VI. Descripciones y stmboles incompletes. VIL. Teoria de tos tipos y et simbolismo: clases. VIII. Ezcursus metafisico: lo que hay. He titulado Filosofia det Atomismo Légico este clelo de conferencias que ahora Inielo, Quiz4 sea lo mejor empezar or decir algo, en pocas palabras, acerca de lo que entien. 0 bajo semejante rétulo, EI tipo de fllosotia que trato de Propugnar, y que denomino “atomismo légico”, se me ha impuesto en ef curso de mis meditaciones en torno a la flosotia de la matemética, aunque resultarfa diffell pre- cisar en qué medida hay una definida conexién légica entre ambas, Lo que voy a decir en estas conferenclas se reduce, en definitiva, a mis propias opiniones personales, ¥ Ro pretendo que sean algo més que esto. Como he intentado probar en The Principles of Mathe- ‘matics, nuestro andlisis de la matemética nos permite re. conducirla por entero a la légica, Toda ella revierte a la {égica en el mis estricto y formal de los sentidos. En las presentes conferencias, intentaré dar a conocer, en una especie de bosquejo, algo sumariamente y de modo un tanto insatisfactorio, un tipo de doctrina logica que me Darece se desprende de la fllosofia de la matemética—no or via estrictamente ldgica, sino como resultado de una reflexion ulterior: un clerto tipo de doctrina t6gica y, sobre la base de sta, un clerto tipo de metatisica, La 16. fica que voy a propunar es atomista, a diferencia de la gica monista de quienes siguen mas o menos a Hegel Cuando digo que mi légica es atomista, quiero decir que comparto la creencia de sentido comin en que hay mul. ‘tud de cosas diferentes; estoy lejos de considerar que la aparente multiplicidad det unlverso se reduce, simpleien: te, a una diversidad de aspectos o divisiones irreales de tuna tiniea Realidad indivisible, Se desprende de aqui que tuna considerable parte de cuanto haya que hacer para Justificar este mi tipo de fitosotfa consistiré en la justiflea- ‘ign del método analitice. Se nos dice a menudo que el andlisis constituye una falsiticaclén, que euandoquiera que analizames un todo conereto dado lo desvirtuamos, ¥ que Jos resultados del andlists pecan por su inexactitud. No creo que esta opinién esté en lo cierto, No pretendo decir, or supuesto, ¥ nadie mantendria algo semejante, que, tras haber levado a cabo nuestro andlisis, retengamos lo mismo que antes de comenzarlo, Si asf fuera, nunca se se carfa nada en limpio al analizar. Por mi parte, no me propongo someter a controversia las teorfas con que es: toy en desacuerdo, ni hacerles frente argumentando en contra suya, sino mds bien exponiendo de forma positiva Io que a mi fulcio constituye la verdad de la cuestiGn, ast ‘como esforzdndome a todo to largo de mi exposicién por lograr que mls proptos puntos de vista se desprendan con necesidad de datos absolutamente incontestables, Cuando hablo de “datos incontestables" no ha de entenderse esto lltimo como sindnimo de “datos verdaderos”, puesto que “incontestable” es un término psicoldgico y “verdadero” no 10 es, Cuando digo que algo es “incontestable”, quiero de- clr que es algo que a nadie se le ocurrirfa negar; no se sigue de aquf que sea verdadero, sl blen se sigue que to- dos coinctdiremos en creerlo verdadero—y es0 e3 todo lo cerca de la verdad a que parecemos capaces de egar—. Cuaiquiera que sea el género de teorfa del conocimlento ‘que pudieren ustedes adoptar, habrén de incurrir slempre, en mayor 0 menor medida, en un clerto subjetivismo in: evitable, puesto que, en tales casos, lo que ustedes pregun- ten no serd qué hay de verdadero en el mundo, sino "iqué puedo conocer del mundo?”. Toda argumentacién han de Inlelarla siempre a partir de algo que les parezca verdade- ro: si les parece verdadero, basta y sobra, No les ser dado salir fuera de st mismos y considerar en abstracto sl las cosas que les parecen verdaderas son 0 no verdaderas: s6lo hay un caso especial en que esto iiltimo les estarfa ermitido: aquél en el que alguna de sus creencias se mo- Gittque a consecuencia de otras ereencias suyas ‘La razén de que denomine a mi doctrina atomismo 1. gico es que los dtomos a que trato de llegar, como diltimo residuo en el andlisis, son tomas \6gicos, no atomos ft. sicos. Algunos de ellos serén lo que yo llamo "particu Jares"—cosas tales como pequeias manchas de color o s0- nidos, cosas fugaces y momenténeas—, otros serén pred. cados 0 relaciones y entidades por el estilo. Lo importante es que el étomo en cuestién tenga que ser el tomo del andlisis 16sico, no el del andlisis fisico. No deja de lamar la atencién el que, en fllosofla, tos datos incontestables que han de servirnos como punto de Dartida sean slempre un tanto vagos ¥ ambiguos. Ustedes Dueden, por ejemplo, decir: "Hay en este momento un determinado nimero de personas en esta habitaciGn”. Esto serd evidentemente incontestable en algtin ‘sentido, Mas cuando les llegue la hora de comprobar y definir qué sea esta habitacién, y qué para una persona estar en una hhabitecton, y cdmo haya de distinguirse una persona de otra, ete, encontrarén que lo que acaban de enunclar re. sulta enormemente vago y que no saben ya realmente lo que querfan decir. Es ciertamente un hecho singular que todo aquello de cuanto puedan ustedes estar realmente seguros se convierta con ulterloridad en algo cuyo sign feado desconocen, y que cuando se hallen en posesién de lun enunciado digo de confianza acaben por dejar de es. tar seguros, al menos con ulterloridad, de si es verdadero © falso. Filosofar correctamente consiste sobre todo, a mi ‘modo de ver, en proceder de aquellas cosas inmediatamente manifiestas, vagas y ambiguas, a la vez, de las que nos sentimos relativamente seguros, a algo préciso, claro 7 definitive, que gracias a la reflexién y al andlisis des: ccubrimos envuelto en la vaguedad de que partfamos, constituyendo, por asf decirlo, la auténtica verdad de la que dicha vaguedad era una especle de sombra, Me gus. tarta, si dispusiéramos de mas tlempo y mis conocimien tos fuesen mas profundos, dedicar toda una conferencia @ Ia noclén de vaguedad. Creo que la vaguedad tiene en 282 teorfa det conoctinlento una importanela muy superior a Ia que en un principio te concederiamos de gularnos por los eseritos de la mayor parte de los autores. Toda cosa es vaga en una medida que no comprobaremos hasta que hhayamos intentado precisarla, y toda cosa precisa est tan lejos de cuanto normalmente pensamos, que ni por lun momento podrfamos suponer que sea es0 lo que real: mente queremos decir cuando declmos lo que pensamos ‘Cuando pasen ustedes de lo vago a lo preciso valién dose del método de andlisis ¥ reflexién de que les hablo, se expondrén siempre de algtin moda a equivocarse. Si {0 parto, en efecto, del enunciado de que hay tantas 0 cuantas personas en esta habitaclén, ¥ me dispongo a con: tinuacién a preciser este enunciado, correré clertamente buen nimero de rlessos y serd incluso muy probable que cualquier enunciado preciso que legue 2 formular diste de ser en modo alguno verdadero. Ast pues, no es tarea facil ni sencilla la de Uegar, a partir de semejantes cosas vagas e incontestables, a cosas precisas que hayan de re tener le Incontestabitidad del punto de partida. Las pro Dosiclones previsas a que leguen ustedes podrén servir gicamente de premisas a un sistema construfdo sobre la base de las mismas, mas distardn de constituir premises fen el sentido en que éstas han de serlo para la'feorta del conocimfento. Es importante reparar en la diferencia que existe entre aquello a partir de lo cual se deriva, de he: ccho, el conocimiento de ustedes, y aquello a partir de lo ‘cual, una ver en posesién de dicho conocimiento ya com: pleto, podrian ustedes deducirlo. Se trata de cosas total mente diferentes. Lo que un ldgico adoptaria como pre- risa, en una ciencia determinada, no ha de coineidir con lo primero y mds fécllmente conocido: send una proposielén otada de gran fuerza deductiva, considerable evidencia ¥y exactitud, algo muy diferente, pues, de la premisa do la ‘que, en realidad, pudo partir el conocimiento de ustedes. ‘Cuando nos referimos a premisas en el sentido de ta teo- la del conocimiento, no nos estamos refiriendo a nada 253 objetivo, sino a algo susceptible de varlaclén de un hombre 2 otro, puesto que las promisas de un hombre, epistemo- logicamente hablando, no serén idénticas a las de otro hombre. Hay wna considerable tendencia, en el seno de luna escuela extensamente difundida', a suponer que, cuando tratemos de filosofar acerca de lo que conocemos, eberemos remontar nuestras premisas més y mas hacia atrés en la regién de lo vago e inexacto, con anterloridad al punto en que actualmente nos encontramos, hasta le gar al nfo o al mono: ninguna cosa, pues, sea lo que fuere, que aparentemente conozcan ustedes—pero que el Dslcélogo reconoceria como producto de pensamlento, ané- lists y reffexién previos de su parte—podra tomarse, en realidad, como premisa de su propio conociméento, Esta, digo, es una teoria que goza de amplia aceptacién y de la que frecuentemente se hace uso en contra dal tipo de vi sion analitica que trato de propugnar. Por lo que a mi Tespecta, opino que, cuando lo que nos interese no sea simplemente estudiar la historia evolucién de la ment sino indagar la naturaleza del mundo, no necesitaremos retroceder mis alld de donde ahora nos encontramos, No serd necesario remontarnos a la vaguedad del nllo 0 del mono, puesto que nuestra propia vaguedad ya nos ofrece un repertorio de problemas mas que sutlelente, Pero nos enfrentamos aquf con una de esas dificultades que cons. tantemente se presentan en filosofia, cuando entran en conflicto dos prejulcios irreductibles sin que el razona- miento tenga nada que hacer en él. Hay un tipo de men: talldad que considera que la lldmada experiencia primitiva hha de ser mejor gula para el saber que la experiencia de las personas reflexivas, y otro tipo de mentalldad que opi- nna exactamente lo contrarlo, Sobre este punto no alcanzo. a ver que pueda argumentarse en ningtin sentido, Esté blen claro que una persona de elevada educaelén ve, oye, 4 Alusién, un tanto caricaturesca, a las conclusiones an- tanalfticas’ de clertas direcciones del psleoiogismo eval loniste contempordieo, entre las que asimisma habrian de Incluirse determingdas actitudes caracteristicas del Pragmatismo y el bergsonismo, 254 slente y lo hace todo de modo muy diferente que un nit pequefio o un animal y que, en conjunto, su forma de ex- perimentar el mundo y meditar acerca de éste es mucho mas analftica que la de una experiencia més primitiva, Las cosas que hayamos decldido adopter como premises fen cualquler género de investigacién de tipo analitico se- ‘rén aquellos que nos parezcan incontestables—a nosotros, aqui y ahora, como somos—y pienso que, en lineas gene- rales, el método elegido por Descartes es acertado; nos dispondremos a dudar de las cosas y retener tan slo lo que resulte indubitable en virtud de su claridad y distin. clon, mas no en virtud de nuestra propla seguridad de no set inducldos a error, pues no existe método alguno capez de salvaguardarnos de 1a posibilidad de errar. La aspira- cidn a una seguridad absoluta constituye una de esas tra pas en que caemos continuamente, y os tan insostenible en fl dominio del conocimiento como en cualquier otro, Con todo, hecha esta salvedad, opino que el de Descartes, en su conjunto, es un buen método como punto de partida, Me propongo, por tanto, comenzar siempre cualquier razonamiento que bayamos de llevar a cabo recurriendo a datos que sean tan obvios que parezea que bromeamos, ‘Toda 1a pericla filoséfiea requerida radicard en la selec- cin de aquellos datos que sean capaces de fomentar con- siderablemente la roflexién y el andlisis, asf como en la re- flexién y en el andilsis mismos. Cuanto he dicho hasta aquf podré servir a titulo de in- troduecién, ‘La primera verdad incontestable hacia la que deseo Ua mar la atenclén de ustedes—y espero me concedan que lo que llamo verdades incontestables son perogrulladas tan obvias que casi resulta ridiculo mencionarias—es que et ‘mundo contiene hechos, que son 1o que son pensemos 10 ‘que pensemos acerca de ellos, y que hay también creen- cias, que se refieren a esos hechos y que por referencia 1 dlchos hechos son verdaderas o falsaa, Intentaré, lo pri ‘mero de todo, ofreceries una aclaracién preliminar de lo que entiendo por un “hecho”. Cuando hablo de un “he- cho"—no me propongo alcanzar una definiciéri exacta, 255 sino una explicacton que les pernilta saber de qué estoy hablando—me refiero aquello que hace verdadera o fal s2 a una proposiclén. Si digo "Esté loviendo”, lo que digo sera verdadero en unas determinadas condiciones at- mostéricas y falso en otras. Las condiciones atmosféricas ‘que hacen que mi enunciada sea verdadero (0 falso, segtin el caso) constituyen lo que yo Uamaria un “hecho”. St digo "Sécrates esti muerto”, ml enunclado ser4 verdade- ro debido a un clerto suceso fisiol6gico que hace sigios ‘tuvo lugar en Atenas. Si digo "La gravitacién varia en relacién inversa al cuadrado de la distancia”, mi enua- ciado deberd su verdad a un hecho astronémico. Si digo "Dos y dos son cuatro”, serd un hecho aritmético el que hhaga verdadero a mi enunciado, Por otra parte, st digo "Socrates esté vivo", "La gravitaclén varia en relacién di recta a la distancla”, 0 "Dos y dos son cinco”, los mismos hhechos exactamente que determinaban la verdad de los anteriores mostrarsn la falsedad de estos nuevos enun- clades. Es preciso tener en cuenta que euando hablo de un he- cho no me reflero a una cosa particular existente, como SGerates, 1a Muvia o el sol, Sécrates no hace por si mismo verdadero ni falso a ningin enunciado. Podriamos sen- ‘mos inclinados a suponer que basta por sf solo para fun- damentar la verdad del enunciado “Séerates existi6”, pero de hecho esto es errdneo, Dicho error se debe a una confusién que trataré de explicitar en la sexta conferen- cia de este ciclo,cuando Uegue a ocuparme de la nocién de existencla. Séerates * mismo, como cualquier cosa per- ticular por sf sola, no determina la verdad o falsedad de proposicidn alguna, "Sécrates est4 muerto” y "Sécrates esté vivo” son ambos enunclados acerca de Sécrates, El uuno es verdadero y el otro falgo. Lo que yo llamo un he- cho es algo que se expresa por medio de una oracin com. pleta y no de un simple nombre como "Sécrates”. Cuando luna palabra aislada aleanca a expresar un hecho, como yt bOelamomenta estoy tratando a Sburates como si fuese un “particular”. Pero pronto veremos que es Dre iso moditicar tal caracterizacion. 286 "tuo" 0 "el obo, se debe slempee un cotexto presido%,y In expresén completa de tal hecho habif 9G tavalverslempre una oraclén, Expresos un hech tiempo, cuando decimos que una own deverminade tna determina propiedad, o guarda una, determin Felalén con ora cost; pero la cova que detena it pledad 0 relcion consdereda no send nunca lo quccye Tmo ‘un "hecho Es importante reparar en que Ios hechospertenecen ai mando objetivo, No han sido creado, salvo en Sate Declales, por nusrfos pensamientoe ereenclan Be éta tna de las verdad que yo etablecerta como incomes ble y evldente, pero esl taso que, cuando ae fled aigo de flostia, ne cs sin dda onsclente de cuanto le aueda a uno por decir hasta que un enurclade semejante Megue a adguiirdloha evidence Inconentabidad Lo primero en que he de hacer hineapié en en ue e! mundo txeerforel mundo, por est deco, que muertro eonod mento apira a conocer—rno queda ‘eshaustivemente det trto por mudio de una sete de *perdeulres™ sno de Demos asimismo tener en cuenta logue yo amo heshos, los eualscorreponden al género de cnas exprerades me dante una oraiony forman parte del mundo real en a tami mda que assis y fas meses parltlare.& no ser en psec, ia mayor parte de nuestroy dhuncladoe no ae lmltan simplemente 2 expreser nuestos esadoa de énimo, aunque a menudo sen eno todo To que const fuen. Extn destinador a expresar hechos, que (lve Cuando ae trate do hechov plclogics) vere acren del mundo exterior, Tales hecho entraréa en Juego tanto 41 hablamos con verdad como sl hablames con feletad Cuando bablamoe con flseda, eo un hecho ebjetvo el aue determina que lo que decimos sa faln, yes un hecho ojetvo el que deteraina que sea verdadero lo que ded ‘nog cuando hablamoe con verde FQue tales palabras expresan un hecho se verd més claro si atendémes at componente exclamative que incor oran’ al ser pronuncladas en determinadas, cireunstaa elas? (Fuego!, {El lobo! El contenido enunclative de tales expresiones es sumamente faci de explleltar, 2st Hay una gran varledad de hechos, y en las préximas conferencias nos ocuparemos con una cierta prolljidad de la clasiticacién de los mismos. Sélo voy a referirme, para empezar, a algunas de sus peculiaridades, 1o que im. bediré imaginarnos que los hechos vienen todas a resultar mds 0 menos idénticos, Se dan hechos particulares, como ""Bsto es blanco”; a continuaclén, se dan hechos genera: tes, como “Todos 10s hombres son mortales”, Por supues- to, Ia distincidn entre hechos particulares y generales es de la maxima importancia. De nuevo aqui seria un gran error que confidramos en la posiblidad de describir ex hhaustivamente el mundo @ base de hechos particulares. Supéngase que yo haya conseguldo inventariar todos cada uno de los hechos particularés del universo en su conjunto y que no quedara hecho alguno particular que escapase a mi control; con ello todavia no habria logrado ‘una completa descripcién del universo, a mends de afia dir: "Estos que he inventariado soa todos los hechos par. toulares que hay”. No cabe, pues, confiar en la posibilidad. e una descripcién exhaustiva del mundo sin contar con hechos generales tanto como con hechos particulares. Una nueva distinei6n, quizés un poco més enojosa de estable- cer, es la que se da entre hechos positives ¥ negativos, tales como "Séerates vivi6"—hecho positivo—y "Sécrates no est vivo"—hecho que podriamos llamar negativo . Pero la distincién es diffeil de precisar. A continuacién, te hemos hechos que afectan a individuos particulares, 0 a cualidades y relaciones particulares, y, aparte de éstos, hrechos completamente generales del estilo de los consi- derados en la légica, donde nunca se hace mencién de nin. iin elemento que pudiera pertenecer al mundo real, de ninguna cosa, cualldad o relacién particulares; donde, po- drfa decirse, no se hace en rigor meneléa de nada. Es ésta luna de las caracteristicas de las proposiciones losicas que mo mencionan nada. Una proposielén de esta suerte serfa: “Si una clase forma parte de otra, un término que sea miembro de la primera ser4 asimismo miembro de la “Los hechos negatives serén examinados con detalle en una conferenela ultert segunda”. Todos los vocablos que intervienen en el enun ciado de una proposicién puramente Idgica pertenecen en realidad a la sintaxis. Son palabras que se limitan a ex- presar formas 0 conexiones, sin mencionar particular al. ‘guno que sea elemento constitutlvo de la proposieién en ue ellas intervienen, Esto hay, por supuesto, que probar- 40; no sostengo qué se trate de algo evidente de por sf. A continuaciGn, tenemos hechos que atafien a propiedades de cosas singulares y hechos que atafien a relaciones entre os cosas, tres cosas, etcétera; y asi, un cierto ndmero de clasificaciones diferentes de clertos de entre los hechos, todas ellas importantes a diversos efectos Es evidente que no se da divislén alguna de los hechos en verdaderos y falsos; s6lo hay hechos a secas. Seria lun ertor, por supuesto, decir que todas los hechos son ver- aderos, Seria un ertor puesto que verdadero y falso son correlativos, y dnicamente se dird de algo que es verda- ero cuando por su naturaleza te cuplese la posibilidad de ser falso. Un hecho no puede ser ni verdadero nf falso, Bs. ‘to nos introduce en el problema de los enunclados, pro. Dosiciones © juiclos, cosas todas ellas en las que sf cab la dualidad de verdad y falsedad, Desde el punto de vista de la 16sica, aunque no, a mi modo de ver, desde ef de la ‘eorfa del conocimfento, resulta natural concentra nues: ‘ra atenci6n en la proposicién como vehfeulo especitico de la verdad o falsedad. Una proposicién, puede decirse, es luna oracién en indicative, una oracién que enuncla algo, ‘ho que interroga, impera u opta, También podtia tratar. se de una oracién de aquella especie precedida de la pa- Tabraba “que”. Por ejemplo, “Que Sécrates esté vivo”, "Que os ¥ dos son cuatro”, "Que dos ¥ dos son cinco” seria totias ellas proposiciones. Una proposicién no es otra cosa que un simbolo. Es un simbolo complejo, en el sentido de que se compone de partes que asimismo son simbolos: un simbolo podria de- inirse como complejo cuando se componga de partes que sean simbolos. En una oracién que contenga diversas pa- labras, cada una de éstas seré un simbolo, y la oracién ue las agrupe, por Io tanto, serd en este sentido un simm- | bolo complejo. La teorfa del simbolismo reviste una gran Importancia filoséfica, mucho mayor de la que en tem. pos Ie atribuf. Creo que dicha importancia es casi por entero negativa, esto es, estriba en el hecho de qu menos de ser sumamente precavidos, a menos de tener siempre presente 1a relaclén que liga al simbolo con 10 que éste simbollza, acabarfamos por atribulr a la cosa simbollzada propiedades que s6lo corresponden al pri ‘mero. Como es natural, este peligro es atin mayor en in. vestigaciones de Indole sumamente abstracta, como la 16- slea filosdtica, ya que el supuesto contenido de sus me- ditaciones os tan dificultoso y escurridizo que cualquiera ue haya intentado reflexionar acerca de él sabe que esto no se consigue, propiamente, sino a lo sumo una vez en seis meses durante medio minuto, Bl resto del tiempo la reflexion recae sobre los s{mbolos, ya que éstos son tan- Bibles, en tanto que el supuesto objeto de nuestra me. itaclén es arduo de aprehender y con frecuencia no se aclerta a captarlo: mentalmente, El fildsofo verdadera: ‘mente bueno es el que llega a conseguirlo una vez en seis ‘meses durante un minuto, Los malos filésofos no lo con: siguen nunca. Es éstala raz6n por la que la teorfa det simbolismo detenta una importancia manifiesta: sin ella, Ja confusién entre propiedades de los simbolos y propie- @ades de la cosa resultarfa inevitable. Dicha teoria pre- senta a este respecto otras facetas igualmente interesan- tes. Hay diferentes tipos de simbolos, diferentes ti relaclén entre el simbolo y lo stmbolizado: de no tenerlo en cuenta surgen gravisimas falaclas, Las contradicclo- nes relativas a los tipos, de que les hablaré en una pré xima conferencia, nacen todas de errores en materia de simbolismo, esto es, del empleo de simbolos de un deter. minado género alli donde debiéramos servimnos de los de tun género distinto. Clertas noclones que han merecido en flosofia la categoria de fundamentales deben por entero su origen, en mi opinién, 2 confusiones relativas al sim- olismo—por ejemplo, la noclén de existencla o, si uste des lo prefieren, de realldad. Ambas expresiones sugieren buen miimero de cuestiones disputadas en filosofis. Nos fencontrames, asi, con la teoria. de que toda proposicién equivale de hecho a una descripeién de la realidad como un todo, y con otras teorfas por el estilo; y, en general, Glchas nociones de existencla y realidad han Jugado un papel primordial en la historia de la filosoffa. Ahora bien, tal como en filosofia se han originado, esas nocio- ‘nes no son, a mi modo de ver, sino resultado de un em. brollo simbélico; y espero que tan pronto como conslgan ponerlo en claro, eaerén ustedes en la cuenta de que prfcticamente todo lo que se ha dicho acerca de la exis tencia consiste pura y simplemente en una confusi6n, ¥ que esto es cuanto puede decirse acerca de ello. Entraré fen esta cuestién en dfas sucestves, pero lo aqut apunta do puede servimnos como ejemplo de hasta qué punto es importante el simbolismo, Qui entiendo por simbolismo, pues sospecho que no falta ‘quien plense que, al hablar de simbolismo, nos referimos tan sélo a los simbotas matemdtieos, Empleo dicha expre: sidn en un sentido que abarca a toda variedad linguist a cualquiera que sea su género, de modo que toda pala- bra, toda oracldn, ete, serd un simbolo. Cuando hablo de un simbolo, me refiero simplemente a algo que "significa" algo otro; ¥ en cuanto a lo que entiendo por sfstenttica- do", no estoy en condiciones de explicario. Estoy dlspues- toa enumerar por tlempo Indefinido un ndmero estricta ‘mente Infinite de cosas diferentes que “significado” podria significar, pero no por ello considerarfa haber agotado st examen, A mi julclo, la nocién de significado es siempre més o menos péicol6gica, x no es posible llegar a formular una teoria puramente l6gica del significado, ni por tanto del simbolismo, Creo que para explicar lo que se entlende por un simbolo es esenclal tomar en consideraclén cosas ‘como el conocimiento, las relaclones cognoscitivas y pro- bablemente también la asoclacién, En cualquier caso, es toy convencido de que la teorfa del simbolismo y el uso de tos simbolos no es algo que la l6gien pueda explicar enteramente por sf sola, sin tener en cuenta las diversas is fuera conveniente aclarar en pocas palabras qué Telaclones cognoseitivas que nos es dado mantener con las, Por lo que respecta a los sentidos del término “signifi cado", paso a ofreceries unas cuantas muestras. Por elem: Plo, la palabra "Sécrates", dirén ustedes, stgnifica un Individuo determinado; la palabra “mortal” significa una Geterminada cualidad; y la oracién "Séerates es mortal” significa un determinado hecho, Pero estos tres casos de significado son, enteramente distintos entre sf. Incurvieén Ustedes en las contradleciones més irremisibles si piensan gue Ia palabra “significado” posee el mismo significado en cada uno de los tres casos, Es muy importante no dejar- se evar por Ia idea de que el término “significado” tiene un tinieo significado y de que, por lo tanto, hay un tinico tipo de relacién del simbolo con lo simbolizado. Un nom. bre serfa el simboto apropiado para usarlo con destino a luna persona; una oraci6n (o una propostctén) es el sim: bolo apropiado para referimos a un hecho. A una ereencia, 0 a un enunclado, ies eabe la doble po- sibilidad de ser verdaderos 0 falsos que no cabe a los hhechos. Una creencia o un enunciado envuelven siempre luna proposicién. Ustedes dicen que un hombre cree que es el caso que tal y tal. Un hombre cree que Sécrates estd muerto, Lo que cree es una proposicién a este res: ecto: ¥, a efectos formales, canviene que consideremos a la proposicién como aquello en donde, por esencia, tie: ne su asiento la dualided de verdad y falsedad. Bs muy ‘importante no pasar por alto determinadas observaciones como, por ejemplo, 1a de que las proposiciones no son ‘nombres de hechos. Esto titimo resulta perfectamente ob vio tan pronto como se nos hace reparar en ello, pero lo clerto es que yo nunca caf en la cuenta hasta que me fue sugerido por mi antlguo discipulo Wittgenstein, Tan pron: to como ustedes se ponen a pensarlo, resulta completa mente evidente que una proposicién no es el nombre de lun hecho, por la simple razin de que hay siempre dos roposiciones en relacién con cada hecho. Supéngase que es un hecho que Socrates est muerto, Tlenen ustedes dos Proposiciones: “Sécrates est muerto” y “Sdcrates no est muerto”. Y ambas proposiciones corresponden al mismo hecho: hay un solo hecho en el mundo que hace a la una vverdadera y falsa a 1a otra. Esto dltimo no es accidental, ¥ pone de manifiesto cémo la relactén de la proposicién on el hecho es totalmente diferente de la det nombre con 1a cosa denominada. A cada hecho corresponden dos proposiciones, ta una verdadera y Ia otra falsa, y nada hay en la naturaleza del simbolo que nos indique cual es la verdadera y cul la falsa. SI lo hubiers, podefamos in: agar la verdad acerca det mundo con silo atender a las roposiciones, sin necesidad de que mirdsemos a nuestro alrededor, Hay, como ven, dos relaciones diferentes que una pro: posielén puede guardar con respecto a un hecho: una, Podrla decirse, 1a de ser verdadera respecto de dicho he. cho; otra, la de ser falsa a ese mismo respecto, Ambas consisten por igual en ser esencialmente relaciones I6gi- cas a las que es dado subsistir entre los dos extremos, ‘mientras que, en el caso de un nombre, sélo le eabe a éste luna tniea relaci6n posible con lo que denomina, El co, metido de un nombre estriba exactamente en nombrar un particular; si no lo hace, no se tratard en modo algu- no de un nombre: sera un mero sonido. No puede darse, Dues, un nombre desprovisto de aquella peculiar relacién fen que consiste la denominacién de una cosa determinada, ‘mfentras que una proposiciin no dejard de ser tal propo. sicién por el hecho de ser falsa. Las proposiciones tienen ante sf dos postbilidades: 1a de ser verdaderas y la de ser falsas, ambas en paralelo con la tinica propledad de ser un nombre. Asi como una palabra puede ser un nom: bre o no serlo, reducléndose entonees a un sonido carente de sentido, del mismo modo una expresién con visos de proposicién podré 0 bien ser verdadera o falsa, 0 blen recer de sentido: pero ta verdadera y la falsa se opon: dra conjuntamente al singentide. Lo que demuestra, na turalmente, que las caracteristicas légleas de las propost ciones son completamente diferentes de las de las nom, bres, y que las relaclones que aquéllas guardan con los he- chos son de género totalmente distinte, de donde, en con- 263 secuenela, las proposiciones no son nombres de hechos. No deben ustedes refugiarse en la idea de que seria po- sible nombrar hechos valléndonos de alsin otro procedi- miento: no lo as. No es posible nombrarlos en modo algu no, Ustedes no pueden en rigor nombrar un hecho, Lo ‘inico que podrén hacer es aflrmario o negarlo, 0 apete cerlo, quererlo 0 desearlo, © preguntar por él, cosas que envuelven todas ellas la proposicién en cuestién. En nin- giin caso podrdn ustedes conferir la categorfa de sujeto 6gico a aquello que determina la verdad o falsedad de uuna proposicién, Sélo podrén considerarlo como algo sus- ceptible de-ser atirmado o negado, 0 cualquier cosa por el estilo, mas no como algo susceptible de ser nombrado. Discustén Pregunta: Su punto de partida: “Que hay multitud d cosas", ies para Vd. un postulado que, como tal, heya de mantenerse desde el principio al fin, 0 se trata de algo ‘que pueda ser probado con posterioridad? Sr, Russell: Ni lo uno al lo otro. Para mf no es un pos tulado que "hay multitud de cosas”. Yo dirfa que, en la medida en que pueda probarse, su prueba habré de ser empirica, y que las pruebas en contrario que se han dado hasta ahora son pruebas « priori. El partidario de la ex: periencia concederfa espontineamente que hay multitud de cosas. Hl fii6sofo monista intenta demostrar que no las hay. Yo tratarfa de refutar los argumentos a priori de este filme, No considero que sea légicamente necesario que hhaya multitud de cosas ni que no las haya Pregunta: Lo que pregunto es que si, al dar su primer paso, tanto si parte usted de un punto de vista empirico como ai parte de un punto de vista @ priort, Io establece tan sélo a titulo de punto de partida, y vuelve luego so bre 4 para probarlo, o si, por el contrario, no retroceae aunea para levar a cabo dicha prueba. Sr, Russell: No, nunca se retrocede, Ocurre como con la bellota respecto de la encina. En esta altima, nunca retorna Vd. a la bellota, Como punto de partida, me con- tentaria coa un enunciado que fuese tosco y vago ¥ po- seyera ese tipo de evidencla caracteristico de las cosas ceuyo significado no se conoce nunca con exactituds pero zo volveria en ningin caso sobre dicho enunciado. Me Ii mitarfa a decir: he aguf una cosa; al parecer, estamos de algtin modo convencidos de que esta cosa esconde, en alg entresifo, un algo de verdad; 1a escudriilaremos por dentro y por fuera hasta extraer ese algo de ella v po- der afirmar: ya lo tenemos, esto es verdadero. No se tra: tard ya, por clerto, de lo mismo de que partiamos, sino de algo mucho més analftico y prectso, Pregunta: iNo parece posible nombrar un hecho por medio de una fecha? Sr, Ruseell: En apariencia, sf; pero no creo que de ver dad le sea posible nombrar hechos: si llega al fondo det ‘agunto, se acabard siempre encontrando con que realmen. te mo los ha nombrado. Consideremos, por ejemplo, “La muerte de S6erates”, Podria Vd. alegar que se trata de una manera de nombrar el hecho de que Séerates murié Pero evidentemente no lo es. Se dard Va. cuenta de ello tan pronto como haga entrar en juego la verdad y la fal sedad. En el supuesto de que Sécrates no hubfese muerto, quella frase seguiria tenendo igualmente sentido por més que no hublese nada que nombrar. Pero, en el supuesto de que Sécrates no hublese vivido nunca, bajo ningun concepto seria un nombre la voz "Séerates". Puede Va, verlo de otra manera, Piense en la posibilidad de decir: "La muerte de Sécrates es una ficeién”. Supdngase que huble ra Iefdo en el periédico que el Kaiser habia sido asesinado, y que luego resultara no ser cierto. Podria decir enton- ces; “La muerte del Kaiser es una fleclin”. Bs claro que ‘en el mundo nada se da que se asemeje a una ficci6n y, sin ‘embargo, se trataria en aquel caso de un enunciado per sctamente correcta, De donde se desprende que “La muer. del Kaiser” no es un nombre. 205 1M, PARTIcuLARES, PuuoicaBos ¥ RELACIONES Me propongo comenzar hoy por el andlisis de tos he cchos ¥ proposiciones; pues, en cierto sentido, es la lest. Unidad del andlisis ta tesls principal que aqui he de pro- fesar, dado que la adhesién a lo que llamo atomismo 16 ico entrafia la convicetén de que es posible anslizar el Universo en una serle de cosas diferentes en posesién de relaciones y demds, y de que los ariumentos opuestos al andlisis por diversos fil6sofos carecen de justifieacién Podria suponerse que lo primero que hay que hacer en tuna fllosofia det atomismo l6gico es descubrir las clases de dtomos de que las estructuras I6gicas se componen, Fero no me parece lo primero de todo; se trata de una de las primeras cosas por hacer, pero no exactamente la primera. Hay otras dos cuestiones a considerar, y por 19, ‘menos una de ellas merece priorldad, Helas aqui: 1, Las cosas que aparentan ser entidades l6gicamente complejas, ison realmente compleias? 2. :Son realmente entidades? La segunda cuestién potemos dejarla para més ade- lante; en realidad, no entraré de leno en ella hasta mi ldltima conferencia. La primera cuestién, Ia de si son realmente complejas, habremos de abordaria desde un comienzo, Ninguna de estas cuestiones, asf planteadas, es Gemasiado precisa, No pretendo partir de cuestiones pre- elsas. No creo que sea posible tomar algo preciso como unto de partida, Tal precisién hay que adquitirla, con. forme vaya siendo posible, sobre la marcha. El significa do de cada una de ellas es, sin embargo, susceptibte de ser precisado; y ambas cuestiones son realmente impor. ‘antes, Hay todavia una cuestién previa a estas vltimas, a sa- ber: qué tomaremos en principio como muestra de en- tidades \dgicamente complejas? Esta es realmente la priv ‘mera cuesti6n por donde empezar de todas. :Qué cosas consideraremos como complejas prima facie? 266 Desie luego, todos los objetos corrientes de la vida or dinaria dan la impresién de ser entidades complejas: co sas tales como mesas y sillas, panes ¥ peces, personas, rincipados y potestades parecen todas ellas entidades complejas. Toda suerte de cosas a las que habitualmente conferimes nombres proplos son aparentes casos de en. tdades complejas: Sécrates, Picadilly, Rumania, el Dia de Reyes, 0 lo que gusten de imaginar, cosas a las que ustedes asignan nombres propios, son todas ellas entida. des aparentemente complejas. Dan la impresién de cons. tituir sistemas complejos presididos por un cierto tipo Ge unidad, unidad que nos induce a hacerlos objeto de tuna denominaclén singular. Creo que ha sido la contem. Dlaclén de esta clase de unided aparente la que ha lle vvado, en buena parte, a la filosoffa del monismo y a la ‘dea de que el universo en su conjunto es una tintca entidad compleia, més 0 menos en el sentido en que lo son aquellas cosas a que nos hemos referido. Por mi parte, no me fo mucho de las entidades com: Dlejas de ese género, y no es de tales cosas de las que voy a servirme como muestra de entidades complejas. Mis motivos irén evidencténdose més y més a medida que avancemos. No puedo enumerarles todos hoy, pero sf més © menos explicar, a titulo preliminar, lo que quiero decir. Supongan, por ejemplo, que tuviesen que analizar Jo que a primera vista seria un hecho relativo a Picadily. Plensen en un enunclado acerca de Picadilly como; "Plc. cadilly es una simpética calle", Si analizan ustedes correc. tamente un enunciado semejante, no creo que hallen en el hecho correspondiente a su enuntiado elemento alguno constitutive que corresponda al término "Plecadiily”. Et término "Plecadilly” formard parte de numerosas propo- siclones dotadas de slgniticactén, pero las hechos corres- ondientes a dichas proposiciones no contendrfan un solo elemento constitutive singular, al simple ni complejo, que corresponda al término "Piccadilly. Es decir, si toman us- todes et lenguaje como gufa en su andlists del hecho men clonado, se dejarén extraviar ante un enunciado de aquel sénero, Las razones de por qué esto es ast las expondré 267 por extenso en la sexta conferencia, y en parte también fen la séptima; pero, a titulo preliminar, podria adelantar. Jes algunos datos que facliltarén la comprensién de lo que quiero decir. “Piccadilly”, en apariencia, es el nombre de tuna determinada porcién de la superflele terrestre, y me figuro que, si desearan definirla, habrian de hacerlo como tuna serie de clases de entidades materiales; aquéllas, saber, que en diversos momentos ocupasen dicha porelén de superficie, De suerte que se encontrarian con que el status l6gico de Piccadilly guarda una estrecha relacién ‘con el status I6gico de las series y las clases; y, sl se deci dieran a considerar como real a Piccadilly, habrian de he- cer lo mismo con las series de clases, asf como asignar a Piccadilly el status metaffsico, cualqulera que éste sea, (que asignen a dichas series ¥ dichas clases, Como us tedes saben, la naturaleza de las serles y las clases se reduce para mf a la de las fieciones légieas : por lo tanto, nuestra tesis, st es sostentble, acabaré disolviendo a Pic cadilly en una flccién,. Exactamente las mismas observ clones se apticardn a Tos restantes easos: Rumania, el Dia de Reyes 7 Sécrates. El caso de Séerates plantea qulzds algdn problema en particular, toda vez que la cuestlén de qué sea una persona presenta especiales dificultades. Pero, a efectos de nuestra argumentacién, podria Identl- fcarse a Séerates con la serie de sus experiencias, Se tra tarfa realmente de una serie de clases, ya que son multi ples las experiencias de que se goza simulténeamente, Su aso, por lo tanto, vendria a ser muy parecido al de Pic- cadilly. Estas consideractones parecen levarnos de tales entl ddades, a primera vista complejas, de que partiamos, a otras que s2 nos muestran como maa irreduetibles y-merecedo- ras de una mayor atencién analftica: a saber, los hechos Expliqué el dia pasado 1o que entendfa por un hecho, @ *Para la consideracién de las serles y clases como “objtoa flecton”'o eonstrucsiones tina" ant como ge sus respertivas expresiones slmbélleas como "simbol0s fmcormpletos”, véanse mas adelante las conferencias Vil Vit saber, aquello que determina 1a verdad o falsedad de una proposicién, aconteciends cuando nuestro enunciado es verdadero ¥ dejando de acontecer cuando nuestro enun- lado es falso. Evidentemente, los hechos son, como dije cl dfa pasado, algo 2 tomar en consideractén st pretende. ‘mos dar raz6n del mundo de un modo satista Para lograr esto tiltimo no basta con enumerar las cosas particulares que en él se encuentran: hemos de mencio- nar asimismo las relaciones entre estas cosas, sus prope dades, ete, todas las cuales son hechos, de modo que los hhechos intervienen, sin ningin género de dudas, en una deseripeién del mundo objetivo. Su complejidad nos re sulta mucho mds evidente que la de cosas como Sécrates y Rumania, y ellos mismos nos parecen muchos menos Sujetos a ulteriores interpretaciones que aquellas dtimas. Por muchas vueltas que quepa dar en torno al signifi cado del término "Séerates", permaneceran ustedes en 1a completa seguridad de que la proposicién “Séerates es mortal” es expresiéa de un hecho, Es posible que igno: ren qué significa Socrates exactamente, pero ser Indu. dable que "Séerates es mortal” expresa un hecho, Decir que el hecho expresado por "Séerales es mortal” es complejo no carece, evidentemente, de sentido. En al mundo, las cosas ostentan diversas propiedades y man- tienen relaclones diversas entre sf, La Bosesién de se- mejantes propledades y relaclones da lugar a diversos ‘pes de hechos, y las cosas, con sus cualidades o rela- clones, son, con toda evidencla, componentes, en uno u otro sentido, de los hechos en que dichas propiedades ¥ relaciones entran en juego. El andlisis de las cosas ap2- rentemente complejas que nos servian de punto de par- ‘ida puede ser reducido, por diversos medios, al andllsie {de los hechos que en apariencla atafien a esas cosas. Por tanto, es por el andilsis de los Aechos, no por el de las cosas aparentemente complejas, por donde debe comen- zar nuestra consideracién del problema de la complejidad. La complejidad de un hecho se evidencia, por lo pron: to, en la diversidad de las palabras que componen la pro: posicién que lo enuncia, palabras todas ellas susceptibles 259 de aparecer en otros contextos, Por supuesto, no faltan ocasiones en que se expresa una proposicién por medio de una sola palabra, mas, si se la expresara sin elipsis hhabria de contener forzosamente diversas palabras, La Droposicién "Séerates es mortal” puede ser teemplazads Por "Platén es mortal” o por “Sécrates es humano”: en i primer caso, cambiamos el eujeto; en el segundo, el Predicado, Esté claro que todas las proposteiones en que ‘érmino "Sderates” have acto de presencia tlenen alge en comiin, como, a su vez, ocurre con todas las propost clones en que aparece el término “mortal”: tlenen en co. iin algo que no comparten con el resto de las proposiclo nes, sino tan s6lo con aquéllas que versan, respecsivamen, te, acerca de Sderates o la mortalidad. Estd claro, a mi modo de ver, que los hechos correspondientes a las pre- Posielones en que aparece el término "Sécrates” compar. ten entre sf algo, en correspondencia con el término co rmiin *Sécrates” que interviene en aquéllas. De modo que, or lo pronto, tienen ya ustedes ocasién de apreciar ly complejidad de un hecho en la medida en que ese hecho Getenta una comunidad con otros hechos, como oourre en al caso de “Séerates os humano” y “Sécrates ee mor. tal”, hechos amos y ambos teniendo que ver con Sderates, sin que Sderates sea expresién exhaustiva de ningune de ellos. No cabe duda de que, en este sentido, se hace po. sible la divisién de un hecho en partes integrantes, guna de las cuales podria sor objeto de sustituclon per. maneclendo las restantes invariables; a su vez, otras artes podrian ser comunes a varios hechos diferentes det Auestro, si blen no a todos los hechos diferentes de este ‘itime. Quiero decir con ello, por ahora, que hay um sentido en que los hechos pueden analizarse. Lo que a smi me interesa on este momento no es disipar toda resee. £8 en torno al método analitico, sino que trato tnicamente Je prevenir las supuestas objeciones de los fitésofos que fostienen la imposibitidad material de llevar a cabo cine ‘win tipo de andlisis, De nuevo tratané en esta ocasién, como hice el dia pa. sado, de partir en la medida de 10 posible de verdades 210 perogrullescamente evidentes. Mi aspiracién y ml deseo serfan que las cosas de que parto les parezean tan obvias que se extrafien ustedes de que plerda mi tiempo en ‘menclonarlas. No pretendo otra cosa, puesto que la filo sofia no tiene por objeto sino partir de algo tan simple gue no parezea digno de meneldn, para concluir en algo tan parad6jico que no haya quien le qulera prestar cré. ato. Una primera indleacién de a complesidad de las pro- Posiciones la hallamos en el hecho de que éstas se expre- sen por medio de una dlversidad de palabras. Voy a de- tenerme ahora en otra pecullaridad que afecta en pr- ‘mer término a las proposiciones y, por derivacién, lo es también de los hechos. A ustedes les es dado entender luna proposicton con sélo comprender las palabras de ue ésta se compone, incluso cuando nunca hayan of¢o dicha proposicién con anterioridad, Por lnsignificante que arezca, €8 semejante propiedad de las proposiciones la Que caracteriza a éstas como complejas ¥ las distingue de las palabras cuyo significado es simple. Cuando ustedes dominan el vocabulario, 1a grématica y la sintaxis de un lenguaje, les es dado entender una proposicién en dicho lenguaje aun en el caso de no haber tenido noticia de la ‘misma con anterioridad. Al leer un periédico, por jem. plo, cobran conocimiento de una serie de enunciades que som nuevos para ustedes; y dichos enunclados les resul. tan inmediatamente inteligibies, a pesar de ser nuéves, Porque comprenden las palabras de que éstos se compo. nen, Esta caracteristica de la inteligibilidad de una pro- osicién, a través de la comprensiéa de las palabras que Ja componen, no estd en cambio presente en estas tilt as cuando se expresa en ellas algo simple. Tomen el \éemino “rojo”, por ejemplo, y supongan—como sucede de ordinario—que “rojo” se reflere a una determinada man. cha de color. Disculpardn que dé esto por sentado, pero sin ello no podrfamos pasar adelante, No hay otro modo de comprender el significado del término “rojo” que vien. do costs rojas. No existe medio alguno de poderio conse. ule de otra manera, De nada valdrfa aprender idiomas mm pupmenreen © consultar diecionarios. Ninguna de estas cosas les ayu- darfa a comprender el significado del términa “rojo”, Ex este sentido, se trata de algo muy diferente del signifi cado de una proposicién. Por supuesto, podria darse una definictén del término "rojo", y a este respecto es muy Importante distingulr entre una definicién y un anélisis, Anilisis tan sélo cabe de lo complejo y ha de depender siempre, en timo término, det conocimiento directo de los objetos que constituyen el significado de elertos sim: Dolos simples. Apenas es necesarlo recalcar que lo que se define no es nunca una casa, sino un simbolo, (Simbolo “simple” ser un simbolo cuyas partes no sean, a su vez, simbolos). Un simbolo simple es, por supuesto, algo muy diferente de una cosa simple. Aquellos objetos a los que sea imposible simbolizar de otra manera que por medio de simbolos simples podrén llamarse “simples”, mlen- tras que a Ios que sea posible simbolizar por medio de una combinacién de simbolos poded Uamérseles “com, plejos”, Esta es, desde luego, una definicién preliminar, y es posible que un tanto circular, pero no importa mucho gue Io sea de momento, He dicho que el término “rojo” no podria entenderse sino viendo cosas rojas. Cabria objetar a esto sobre la base de que es posible definir “rojo”, por ejemplo, como “el color de mayor longitud de onda”. Blo, dirdn ustedes, constituye una definicién de “rojo”, y una persona podria entender esta definicién, aunque no hublese visto nada rojo, con sélo conocer la teoria fisica del color. En reall dad, no obstante, dicha definiclén estd muy lejos de sum nistrarnos el signifieado del término "rojo". Si toman us tedes una propostcién como "Esto es rojo" v la gustituyen or “Esto tiene el color de mayor longitud de onda”, se haallardn ante una proposicién totalmente diferente. Es ficil apreciarlo de inmediato, toda vez que una persona que no supiera nada de la teotta fisica del color podria en- tonder Ia proposicién “Esto es rojo”, y saber que es ver: ddadera, mientras que le serfa imposible conocer que “esto Uene el color de mayor longitud de onda”. A la lnverea, pouirla presentarseles el caso hipotético de una persona me ‘lega para el rojo, pero con conocimfentos de 1a te fislea del color ¥ capaz de comprender la proposicién ‘“Bsto tiene el color de mayor longitud de onda", que no to fuera en camblo de entender la proposicién “Esto es rojo” como lo haria una persona normal e inculta, Es evi dente, pues, que sl definen ustedes “rojo” como “el calor de mayor longitud de onda”, no expresarén en modo al- ‘guno el auténtico significado de dicha palabra: se lim tarén a ofrecer una descripclén verdadera, que es algo muy distinto, y las proposiciones que de ella resulten se- rn, sogdn se ha visto, diferentes de aquéllas en que apa- rezca el vorablo “rojo”. In este sentido, et término “rojo” no admltira ser definido, aunque lo pueda ser en la me. ida en que una descripcién correcta constituya una de- finielén, Analiticamente hablando, no cabe una definiciéa de “rojo”. Es ast como los diccionsrios pueden cumplir su cometido, puesto que un diccionario trata de definir todos los vocablos de un lenguaje por medio de otros vo- cablos de ese mismo lenguaje, ¥ es, por tanto, evidente que fen alain punto habria de incurrir en cfroulo vicioso, cosa que evita el dicelonario recurriendo a descripciones co- He aclarado, pues, en qué sentido podria decirse que el término “rojo” sea un simbolo simple y la frase "Esto es rofo" un simbolo complejo. El término “rojo” séto puede fentenderse por medio del conocimiento directo del ob- Jelo, en tanto que la frase “Las rosas son rojas” podré ser entendida, si conocen ustedes qué es “rojo” ¥ qué son *ro- sas”, sin necesidad de haber oido munca dicha frase con anterforidad. Este es el rasgo distintivo de lo, complejo. Es la caractarfstica del simbolo complejo y lo es asim mo dal objeto simbolizado por dicho simbolo complejo. Bs decir, las proposiciones son simbolos complejos, y Ios hhechos a que éstas se refieren son complejos. En el longuaje ordinario, 1a cuestién del signitleado de las palabras se nos presenta toda ella repleta de compli caciones y ambigiledades. Al hacer uso una persona de tuna palabra no le atribuye {déntico significado que cuan- do otra persona se sirve de la misma, He ofdo decir 2m menudo que esto ditimo supone una contrariedad. Se- ‘mejante opinién es infundada. Serfa bien funesto que la gente so aplicara a significar las mismas cosas mediante sus palabras. Ello harfa imposible toda comunicacion y convertiria al lenguaje en la menos prometedora y mas inttil de las cosas imaginables, ya que el significado que ustedes confleran sus palabras habré de depender de la naturaleza de los objetos que conozcan directamente y, Duesto que personas diferentes conocen directamente ob: Jetos aslmismo diferentes, estas dltimas no podrian dato ar entre sf a menos de atribuir significados diferentes a us palabras. De lo contrario, nos verfamos constrefiidos a hablar de 16glea—un resultado no del todo indeseable. Con- sideren, por ejemplo, el caso del término “Piccadilly” Nosotros, que tenemos un conocimiento diracto de Picea dilly, aslgnamos a esa palabra un signifiesio notablemen- te diferente del que le asignarfa una persona que nunca nubiese estado en Londres; y, suponiendo que viajaran us- tedes al extranjero y, se pusieran a hablar de Piccadilly, comunicarfan a sus oyentes proposiciones enteramente di- ferentes de las que ustedes tienen en su mente. Dichos foyentes cobrarian noticla de Piccadilly como de una im- portante calle de Londres; podrfan enterarse de un buen riimero de detalles acerca de ella; pero no Uegarfan a conocer precisamente aquellas cosas que uno conoce cuan- do se pasea por Piccadilly. SI se atuvieran ustedes a un lenguaje libre de ambigiledades, serfan incapaces de con- tar a los damfs, a su regreso, lo que bayan visto en su viaje al extranjero. Seria incalculablemente enojoso tener que servirnos de un lenguaje libre de ambigdedades ¥ po- demos, por tanto, congratulamos de no contar con él ‘Andlisis y dafiniel6n son cosas distintas. Ustedes pue- en definir un térmlno por medio de una descripcién co- recta, pero esto no constituye un andlisis, Es el anéli- sis, no la definicién, 1o que nos interesa en este momen- to: volveremos, por tanto, al problema del andlisis, Podemos proponer las sigulentes definiciones provisto- rales: Que los componentes de una propesicién son aquellos eos simbolos euya comprensién es necesarla para la compren- s{dn de la proposicién Que los componentes del hecho que determina 1a ver dad o falsedad, segtin ef caso, de una proposicién, cons: ‘ituyen los significados de los. ‘simbolos cuya comprensién es necesarla para la comprensién de la propostelén. Estas definiclones no son del todo correctas, pero da- rin idea de lo que quiero decir. Una de las razones de su falta de correccién es que no tionen aplicacién pesible ‘palabras que, como "o” ¥ "no", forman parte de propo- siolones sin que les corresponda elemento alguno en los hhechos a que éstas se refferen, Bste es un tema a tratar en mt tercera conferencia Lintno preliminares a dichas definiclones poraue par- ten de la complejidad de la proposicién, a la que definen en términos pslcol6gicos, y de ella pasan a la complejidad del hecho, mientras que lo correcto y aproplado seria to- mar por punto de partida la complejidad de este tltimo. Resulta asimismo evidente que 1a complejidad det hecho no puede reducirse a algo meramente psicolégico. Si, en el dominio de los hechos astron6micos, la tlerra se mueve alrededor del sol, nos encontramos en este caso ante algo genulnamente complejo. No se trata de que ustedes pien- sen que es complejo, sino de auténtica y objetiva comple: dad, por to que el proceder adecuado y met6dicamente ‘aconsejable deberfa consistir en partir de la complesidad del universo para acabar en la de la proposicién. La dnica razén en pro de aquel otro rodeo es que, en toda cuestisn de tipo abstracto, los simbolos son més féctles de apre- hhender que lo simbolizado, Dudo, sin embargo, que la complejidad, en este sentido objetivo y fundamental en que se habla de tomar como punto de partida la com- plejldad de un hecho, sea de alguna manera definible. No les serd posible anallzar lo que entiendan ustedes por complefidad en este sentido. Habrén de lmltarse a aprehenderla—al menos, eso me inclino yo a pensar. No hhay nada que decir acerca de ella, salvo faclitar eriterios de la misma como yo he estado hactendo, Por tanto, euan- da no sea posible, de manera efectiva y apropiada, llevar or ‘2 cabo nuestro andlisis de una cosa, 1o mejor es, por regla general, recurtir a un circuntoqulo sin pretender con ello haber logrado una definicién exacta Podria sugerirse que la complejidad es algo esencial mente dependiente de los simbolos, 0 esenciaimente pst colégico. No creo que sea posible mantener serlamente ringuno de estos dos puntos de vista, pero tal ver pudie: ran parecer verosimiles a alguien e incitarle a comprober su fundamento, Por mi parte, no los creo en absolute fundados, Cuando nos refiramos a los principios det slm- olismo, de que trataré en la séptima conferencia, inten. taré hacer ver que en todo simbolismo Iézicamente co recto ha de concurrir une clerta Identidad fundamental de estructura entre el hecho ¥ el simbolo correspondiente, asi como que existe un estrecho paralelisimo entre Ia complejidad del simbolo y la de los hectios por él simbo: Uzades. Asitolsmo, como @lje antes, nuestro examen arro- ja la avidencia de que el hecho de que dos cosas suarden entre af una determinada relacién—de que esto, por elem plo, esté a la izqulerda de aquello—es en sf mismo un hecho objetivamente complejo, y no se trata simplemen- te de que nuestra aprehensién del mismo sea comple. EI hecho de que dos cosas guarden una determinada re lacién entre sf, 9 cualquier enunclado de este género, es por sf solo algo complejo. Ast pues, admitiremos en lo suceslvo que en el mundo se da una complejidad objetiva, de la que la complefidad de las proposiciones constituye un reflejo. Hace un momento hablaba de las considerables ven: tajas que para nosotzes se derivan de las imperfeceiones logicas det lenguaje, del hecho de que todas nuestras pa- labras sean ambiguas. Me propongo ahora examinar en ‘qué consistisia un lenguaje l6gicamente perfecto. En un lenguaje l6gleamente perfecto, los términos de una pro: posicién se corresponderfan uno por uno con los com- ponentes del hecho a que aquélla se refiriese, con ex: cepein de palabras como “0”, "ao", "st, "entonces”, que desempefian una funcl6n diferente. En un lenguaje 16g camente perfecto, habrfa una palabra, y no més, para 26 stator cada objeto simple, ¥ todo aquello que no fuera simple se expresarfa por medio de una combinacién de palabras , eombinacién a base, como es natural, de las palabras co- rrespondientes a las cosas simples—una palabra por com- ponente—que formen parte de dicho complejo. Un lengua- je de este tipo serfa completamente analitico, y mostraria ‘a simple vista Ja estructura I6gica de Ios hechos afirma- dos 0 negados. EI lenguaje empleado en los Principia Mat: hematica pretende ser un lenguaje de esas caracteristicas Se trata de un lenguaje que sélo posee sintaxis y carece de todo voeabulario, Dejando a un lado la omisién de voca. bulario, opine que se trata de un Lenguaje bastante acepta- ble, Pretende ser aquella suerte de Ienguaje que, de afa- ditle ustedes un-vocabulario, se convertiria en I6gicamen- te perfecto. Los lenguaje ordinarios no son 16gicamente perfectos en este sentido, nl tendrén nunca posibilidad de serlo st han de servir para los propésitos de la vida cot diana, Un lenguafe ldgicamente perfecto, si fuera posible construlrlo, serfa no sélo intolerablemente prolijo sino, ‘en buena parte y por lo que respecta a st Vocabulario, del dominio privado del que habla, Es dectr, todos los nom. bres que en él Intervinieran serfan de la exclusividad de aquel ditimo, ¥ no podrian entrar a formar parte del len- uaje de otto interlocutor. Dicho lenguaje no contar‘a con nombres propios para Sécrates, Piccadillo Rumanfa, or las razones que antes expusimos en esta misma con- Terencia, Ba su conjunto, encontrarfan ustedes que se tra ta, en efecto, de un lenguaje sumamente incémodo. Esta es una de las razones del atraso de la Iogica en cuanto ‘Adviértase que por “objetos simples” ha de entenderse tanto particulares cuanto cualidades y relaciones (pero fo, en cambio, hechos), sta observaciin desvirtua ‘una Frecuente erica a la concepel6a russellana de un guaje “ideal” loglonmente perfecto, segin le cual todo Simbolo del mismo habria de ser un “nombre propio” ‘que denotase objelos directamente conocides. 1 propio ‘Russell ha negado, en diversos lugares y ovasiones, que aquel lenguaje nublera de componerse”exclusivamente Gs nombres peoples. (contendria, por ejermplo, predica fos), puesto que los particulares no axoran el ambito de ‘nuesifo sonocimiente directo (que podria recaer sobre Cualidades y relaciones). illicit ciencia: a saber, que sus exigencias son, como vemos, ex: traordinarlamente diferentes de las exigencias de la vida cotidiana. Para ambos fines se necesita de un lenguaje y, or dessracla, sera siempre la l6giea, nunca la vida cott- diana, ta que haya de ceder el paso, No obstante, conven. ré en suponer que %2mos consiruldo un lenguaje lost camente perfecto, y que vamos a segulr enumerando las Particularidades de su uso, retornande por ahora a la cuestién de que Intentaba partir: a saber, el andlisis de los hechos. ‘Los hechos més simples imaginables son aquéllos que consisten en la posesién de una cuslidad por parte de una cosa particular. Hechos como, por ejemplo, "Esto es blan- co", Hstos hechos habrén de interpretarse en un sentido lun tanto rebuscado. No les pido que piensen en el tro20 de tiza que tengo entre Ios dedos, sino en lo que ustedes ‘ven cuando contemplan esta tiza, Si alguien dice "Esto es blanco", habré enunciado uno de los hechos més simples de que nos es posible cobrar notlela, En simplicidad les seguirian, a continuaclén, aquellos hechos en que se da luna rélacién entre dos particulares, como: "Esto estd a Ja taquierda de aquelio”. A continuacién, tendrfan ustedes hhechos en que se da una relacién entre tres particulares. (Un ejemplo de Royce: "A da Ba C”). Obtendrén ast ustedes relaclones que requieran como minimo tres tér- minos, a las que lamaremos triddicas; relaciones que Fequieren cuatro términos, a las que lamaremos tetré as, ete. Se nos ofrece, asf, toda una Inflnita jerarquia de hhochos —hechos en que se dan una cosa y una cualldad, dos cosas ¥ una relact6n, tres casas y una rélacién, cuatro coses y una relaclén, etc. Toda esta jerarquia estd inte- ssrada por los que denomino hechos atémicos, que cons- Utuyen et género més simple de hechos. Entre ellos es posible distinguir unos més simples que otros, puesto que Jos que enclerren una cualidad seréa més simples que aquéllos que contengan, por ejemplo, una relacién penté- ica, ete. Todos allos, sin excepeiéa, habrin de ser, en cuanto hechos, sumamente simples, esto es, hechos até 278 micos. Las proposiciones que Ios expresen constituirén lo que yo denomino proposiciones atémicas. En todo hecho atémico interviene un componente ex: pesado, por lo general, mediante un verbo (que, en el aso de la cualidad, podria ser expresado mediante un predicado, un adjetivo). Dicho componente serd una cuall: dad o una relacién diddice, trifdica, tetrédica, ete. Seria muy conveniente a estos efectos poder Hamar a una cus dad “relacién monédica”, y ast lo haré. Con ello nos evi- taremos buen nimero de rodeos. En tal caso, podsian decir ustedes que todas las pro- posiciones atémicas enunclan relaciones de diverso orden, ‘Ademés de la correspondiente relacién, los hechos atémi os contienen tos términos de dicha relacin—un término si se trata de una relaclin monddica, das si ésta es dig- dica, ete. Definiré como “particulares” a estos “términos” que intervienen en los hechos atémicos, Particulares = términos de relaciones en los hechos até. ‘micos, DE. ‘Tenemos por lo tanto definidos a los particulares. He de ‘hacer hincapié en que la presente definicién de los par- ticulares es puramente l6gica. La cuestién de al esto 0 aquello es un particular, es algo a decidir en cada caso fen términos de esta definicién légiea. Para entender nues tra definicion no es necesario conocer de antemano que “esto es un particular” o “aquello es un particular”, Que- aria ahora por investigar qué particulares pueden hallar ustedes, si es que es posible hallarios, en el mundo. Mas todo lo relative a los particulares que, de hecho, pululen fen el mundo real es cuestién puramente empfrics, que no {nteresa al légico como tal. El I6gico como tal no nece- sita nunca referirse a casos coneretos, ya que uno de los asgos distintivos de las proposiciones logicas es que para entenderlas no es menester conocer nada acerca del mun- 4o real Pasando de Ios hechos atémicos a las proposiciones até. micas, se Uamaré “predicado” a la palabra que exprese una relacién monédlca 0 cualidad; y la que exprese una rela- idm cualquiera de orden superior ser, por lo general, 270 ‘un verbo (a veces un verbo Gnicamente, a veces toda una frase). En cualquier caso, el verbo constituye, por asi de cirlo, el nervio central de la relacién, A las restantes palabras que intervienen en las proposiclones atSmlcas, palabras que no sean predicados ni verbos, podré lama elas sujetos de la proposicién, Habra un sujeto en una proposicién monédica, dos en una diddica, ete. Sujetos de una proposicién serén las palabras que expresen los términos o extremos de la relacién expresada por la pro- posicién en cuestién, ‘Las tinicas palabras que en teorfa son aptas para re ferirse a un particular son los nombres propias, ¥ todo 10 relative a los nombres propios es bastante curioso, Nombres propios = palabras que se refleren a particu lares, . Df. ‘Acabo de establecer una definielén que, por lo que res- pecta al funcionamiento del lenguale corriente, se halla evidentemente lejos de cumplirse. Pero lo clerto es que si ustedes se paran a pensar en ofmo reforirse a los par- tculares, verén que no les es posible en ningtin caso alu- dir a un particular particular sino por medlo de un nombre propio, De los voeablas comunes e6lo pueden eervirge en descripciones. :De qué palabras se valdrén para expresar luna proposicién at6mica? Una proposicién atémiea, recuerden, menclona verdaderos particulares; mo se lim! ta-a describirlos, sino los nombra de hecho, y ustedes s6lo odrén nombrarlos por mediacién de nombres. Vean por s{ mismos que todo otro elemento de la oracién, excepeién hhecha de tos nombres propios, es, obviamente, de todo punto incapaz de referirse a un particular. Con todo, re. sultarfa un tanto extraiio que, habiendo yo trazado un punto en la plzarra, lo lamara "John". Ustedes se sor- prenderfan y, sin embargo, iqué otro modo tendrfan de saber que 5 a ese punto a Io que me reflero? Si digo "Bl punto situado a mi derecha es blanco”, tendremos una clase de proposicién, Si digo "Esto es blanco, ee trataré de una proposicién completamente diferente. “Esto” po- ‘@ré cumplir su cometido mlentras estemos aqui todos y odames verio; pero si necesitéramos hablar mafiana acer- cca de dicho punto, lo oportuno serfa bautlzarlo y lamarle “John”. No hay otro modo posible de mencionarlo. Nunca podrén ustedes menclonarlo realmente sino por medio de ‘ua nombre. En cuanto a nombres como “Séerates”, "Platén”, ote, ‘que pasan por tales en el lenguaje corriente, se destina ban en prinelplo a esta misiOn de referencia a particulares. ‘Mas ocurre que nosotros aceptamas como particulares, en la vida cotidiana, toda suerte de cosas que no lo son real- mente, Los nombres de que comiinmente nos servimos, como "Séerates", no son en realidad otra cosa que des. cripelones abreviadas; més atia, lo que éstas deseriben no son particulares, sino complicados sistemas de clases 0 de series, Un nombre, entendido en su estricto sentido lgico de palabra cuyo significado es un particular, s6lo podrd aplicarse a algtin particular dlrectamente conocldo por ef que habla, puesto que no es posible nombrar nada de lo que no se tenga conceimiento directo. Recordarén us- tedes que, al poner Adén nombre a los animales, se legs a ellos uno por uno y, adquiriendo conocimlento directo de Tos mismos, los nombrs. Nosotres no conocemas diree- tamente a Séorates y, por tanto, no podemos nombrarlo. Cuando empleamos la palabra "Séerates”, hacemos en realidad uso de una descripcién. Lo que pensamos al decir “Séerates” podria traducirse por exprestones Gomo “EL maestro de Plat6n”, “Bl flésofo que bebi6 la cleuta” 0 "La persona de qulen los l6gicos aseguran que es mortal”, ‘mas no emplearemos clertamente aquel nombre como un nombre en sentido propio. Esto hace que resulte muy diffe!l aduelr de algtin modo algdin ejemplo de nombre en el sentido estrictamente 16. ico del término, Las dnicas palabras de que, de hecho, nos servimos como nombres, en el sentido l6gico del tér- ino, son palabras como “esto? o “aquello”. Podremos ha. cer uso de “esto” como de un nombre referido a algin particular directamente conocido on este instante. Supon- ‘gan que docimos “Esto es blanco”. Si convlenen en que “esto es blanco”, refiriéndose al “esto” que ven ustedes, estar usando “esto” como un nombre propio. Pero si 2st tratan de aprehender el sentido de ta propesielon por mt expresada al decir "Esta es blanco”, ya no podrén usaelo ‘como tal. Si se refleren a este trozo de tiga en cuanto ob- jeto fisieo, ya no estardn usando “esto” como un nombre roplo. S610 cuando usen “esto” refiriéndose estrictamente al objeto inmediatamente presente 2 sus sentides, funcio- nar de hecho aquel voeablo como un nombre propio. ¥. precisamente en este punto posee “esto” una propledad bien extrafla para ser un nombre propio, a saber, que ra- ramente significa la misma cosa en dos momentos conse- ccutives ni significa 1o mismo para el que habla que para el que escucha, Se trata de un nombre propio ambigua, ‘mas no por ello es menos un auténtico nombre propio, casi la tinlea palabra que alcanzo a imaginar que se use estrieta y légicamente como un nombre propio en el sen tido en que he venido hablando de los nombres proplos. Esta caracterizacion de los nombres propios, en el. sen. {do que digo, no es la ordinaria, por supuesto, sino Ia propia de la l6gica. Observarén ustedes que la ausencia de nombres en el lenguaje légico expuesto en los Principia ‘Mathematica se debe 2 nuestra falta de interés en esa obra por los particulares particulares, puesto que allf nos ‘ocupabamos tan sélo, sl se me permite la exprestén, de los particulares generales, De entre los odjetos que han de tomar ustedes en con: sideracién en un inventario del mundo, los particulares ostentan la peculiaridad de darse cada uno de ellos con ‘entera Independencia de los demds y subsistir exclusiva ‘mente por sf mismos. Un particular posee la autosubsis: tencia que tradicionalmente caracterizaba a la substancia, con la tinlea salvedad de no persistir habltualmente més que un brevisimo espacio de tiempo, exactamente lo que dura nuestra experiencia. Es dectr, ninguno de los parti culares que se dan en ef mundo depende en modo alguno \gicamente de otro particular. Pudiera suceder que tno cualquiera de ellos constituyese la totalidad del universo: que no sea éste el caso no pass de una contingencia pu ramente empfrice, No hay razén ninguna por la que no pudiera darse un universo que constase de un sinico par. ticular y nada més, Es ésta una pecullaridad de Ios par ticulares. Del raismo modo, lo tinico que se requlere para comprender el nombre de un particular es el conocimien- to direoto de este ditimo. Tan pronto como conozean di rectamente a dicho particular, tendrén ustedes una sufi ciente, adecuada y completa comprensién de aquel nom- bre, y no se requerird mds informacién a este respecto. ‘Una informaclén més amplia, relativa a Ios hechos que sean verdadaros de nuestro particular, no les facilitaria fen ningiin caso una mayor comprensién del significado del nombre en cuestién. Discusion Sr. Corr: Va, opina que hay hechos simples que no son complejos. {Se componen todos los complejos, en ltima Instancia, de simples? iNo serén a su ver complejos tos simples que intervienen en Ios complejos? Sr, Russell: Ningtin hecho es absolutamente simple. En cuanto a su segunda pregunta, se trata, desde luego, de una cuesti6n que cabria discutir: 1a de si, cuando algo es complejo, es necesario que su andlisis arroje elementos constitutivos que sean simples. Mfe pareve perfectamente posible suponer que las cosas complejas sean susceptibl de andlisis ad infinitum, y que nunca se alcance to simple en ellas, No creo que esto sea cierto, pero la verdad es que cabria discutirlo. Por mi parte, pienso que los com plejos—no me gusta hablar de complejos—, esto es, que Jos hechos se componen de simples, pero admito que es un punto diffeil de decidir, y podria darse el caso de que el anélisis se prolongara indefinidamente. ‘Sr. Corr: {No cree que, al lamar compleja a una cosa, ‘estd V4. aflrmando que hay realmente cosas simples? Sr. Russell: No, no ereo que lo segundo esté necesaria ‘mente implfcito en 10 primero. Sr. Neville: No veo claro que la proposicién “Esto es blanco” sea de algtin modo una proposicién mds simple que ta proposielén "Esto y aquello tienen el mismo color” 23a Sr. Russell: Bse es uno de los puntos a que no he te nido ocasién de referirme, En efecto, podria reducitse a la proposicién "Esto y auello tienen el mismo color”. Podria darse el caso de que blanco se definiera como el color de “esto” © que, por el contrario, Ia proposicién “Esto es blanco” significara "Esto es Idéntico en color a aquello”, constituyendo el color de “aquello”, por asf deco, la de. fnfeln de blanco. Podria darse tal caso, pero no hay ra 26n alguna en especial para pensar que sea ast ‘Sr, Neville: jHlabrfa relaciones monédicas que ofrecte- ran una mayor resistencla a dicha reduccién? Sr. Russell: No lo creo, Es perfectamente evidente a priort que nos seria posible prescindir de todas las relacio- rnes monddicas valiéndonos de aquel recurso. Una de las cosas que iba a haber dicho, de haber tenido tiempo, era que igualmente es posible prescindir de las diddicas y redu- clvlas a triddicas, ete. Pero no hay ninguna razén en par- cular que nos Heve a suponer que tales relactones sean lag fundamentales en el universe, ni que a la base de éste se hallen, por efemplo, relaciones de orden n més bien que relaclones de orden 1. Va, en cualquier caso, no podrfa reducirlas de n para abajo, pero si podré hacerlo de 1 para arriba, Pregunta: Si el nombre propio de una cosa, un “esto”, varfa de un instante a otro, jedmo es posible llevar a cabo razonamiento alguno? Sr. Russell: Vd. podrd rotener “esto” por espaclo de tunos segundos o minutos. Yo tracé aquel punto en la pi- zarra y hablé acerca de 1 durante un corto espacio de tiempo. En mt opinidn, se trata de algo sometido a con- tinua mudanza, Si Vd, razona con presteza, podré reali zar algin progreso antes de que desaparezca, Las cosas tenen, a mi julclo, una duracién finita, cuestién de unos segundos, 0 minutos, 0 algo por el estilo, Pregunta: {No cree que el aire esti actuando sobre dt cho punto, hacléndole cambiar? 24 Sr, Russell; Billo caroce de importancla mientras no mo- difique st apariencla lo bastante como para que Vd. con: tase con un dato sensible diferente, Bl dfa pasado no acabé de desarrollar 1 programa que ‘me habfa trazado para la segunda conferencia, de modo ‘que debo comenzar por abl. Me he referido, al término de mi ditima exposteién, a 1a cuestin de la autosubsistencia de los particulares, esto es, a c6mo In entidad de cada particular es independiente de la de cualquier otro y a nada més est4 sujeta por lo que respecta a la posibilidad légica de su existencia. Com paraba a los particulares con la antigua concepcién de la substancia: esto es, los particulares detentan la prople- dad de subsistir por sf mismos que solfa atribuirse a la ssubstancia, si Bien no la de persistie por siempre. Por re: fla general, un particular tiene de hecho reducida su ca- pacidad de duracién a un brevisimo espacio de tiempo: no, tal vez, aun instante, mas sf a muy corto espacio de tiempo. En este sentido, los particulares difleren de tas ‘antiguas substancias, pero no ocurre asf por lo que se Te flere a su condicin l6glca. Hay, como ustedes saben, una teorfa I6gica que se opone radicalmente a este-punto de vista; una teorfa l6gica segtin la cual, al comprender real mente una cosa cualquiera, lo comprenderfan ustedes to os, Ami modo de ver, dicha teorfa descansa en una clerta confusiéa de Ideas, Cuando ustedes conocen directamente ‘un particular, adquieren una comprensién bastante com- peta del mismo, con independencia de que haya acerca de dicho particular un gran numero de proposiciones que Aesconocen: tas propesiciones que se refieren a dicho particular no han de ser necesarlamente conocidas para poder saber en qué consiste este dltimo. Mas bien se tra- ta de lo contrario, Para entendar una proposicién en la TAluslén a ta version neoldeatista de Hana: "Lo verdadero es el todo". sentencla hege 25 que entra en juego el nombre de un particular, han de conocer ustedes directamente al particular en euesti¢n, La comprensién de lo mas complejo presupone el cono. cimtento directo de lo més simple; pero la I6glca a que trato de oponerme mantiene que, para conocer de veras luna cosa cualquiera, han de conocer ustedes todas sus relaciones y cualidades, todas las proposiciones, en detl- nitiva, en las que se mencione a dleha cosa. De aquf, na. turalmente, se desprende que el mundo constituye un todo interdependiente. Es sobre una base semejante como se desarrolla 1a 16gica del monismo, Para fundamentar esta concepelén se recurre por lo general a la “naturaleza” de la cosa, dando por sentado que una cosa posee algo a lo ‘que poder lamar su “naturaleza”, a la vez confundida distinguida culdadosamente de la cosa en cuestiGn, de modo. que podamog instalarnos en un confortable vaivén que nos ermitirfa deductr cualesquiera conclusiones que conven gan al momento, La “naturaleza” de una cosa vendrla a querer decir el conjunto de las proposiciones verdaderas fen que ! cosa es mencionada. Resulta, desde luego, evi Gente que—puesto que cada cosa se relaciona con todo 10, emas—no nos ser posible conocer el conjunto de los he. chos de que una cosa sea elemento constitutive, sin tener e algtin modo conocimlento de la totalidad del universo, Tan pronto, sin embargo, como: comprueben ustedes que @l Wamado “conocimiento de un particular” se reduce al conocimiento directo del mismo, conocimlento presupuesto or la comprensién de cualquier proposicién en la que se mencione a dicho particular, espero que comprueben asl. mismo la imposibllidad de la teorfa segtin fa cual la com: prensiéa det nombre del partleular presupone el conoct. Talento de todas las proposiciones que se refieren a este ultimo, A propésito del término “comprensién”, querrfa hacer observar que, ton frecuencia, esta expresién se usa err¥: neamente. La gente habla de “comprenstén del universo” {¥ cosas por el estilo, Pero, en rigor, la unica cosa que se Duede comprender (en el estricto sentido de Ia palabra) es 286 un simbolo, y comprender un simbolo es conocer aquetio fa lo que éste se reflere Paso a continuacién de los particulares a los predica- dog y relaciones. Veremos asimismo qué haya de enten. ¥ ¢ es humano) es posible respecto de c. Opservardn ustedes que el significado que hemos atrl buido més arriba a "El autor de Waverley existe? forma parte de esta proposicién, Dicho significado formaré par te de toda proposielén en la que corresponda a “el autor {de Waverley” lo que yo lamo “intervenir principalmente”. Por “intervenle principalmente” entiendo que la propo: sein relativa al autor de Waverley no forma parte, en el caso en cuestién, de una proposicién més amplia, como ccurriria en "Creo que el autor de Waverley era huma: rho” o "Creo que el autor de Waverley existe”, Cuando se trata de una intervenelén principal, esto es, cugndo la pro- poslelén que se reflere al autor de Waverley no forme, fen efecto, parte de una proposicién mas amplia, la ex: presién definida por nosotros como significado de “El autor de Waverley existe” formaré parte de aquella pri mera proposicién. SI digo que el autor de Waverley era hhumano, poeta, 0 escocés, 0 cualquler otra cosa que se ‘me ocurra decir acerca del autor de Waverley bajo la ck tada forma de una Intervencién principal, el enunciado de su existencia Intervendré invariablemente en dicha pro: posielén, En este sentido, todas las proposiciones que vo formule acerea del autor de Waverley y en las que dicha expresién intervenga principalmente implicardn la exis- tencia del autor de Waverley. De modo, pues, que cual- quier ‘enunelado en el que corresponda a una descrip- fidn dicho género de intervenclén implicard que el ob- Jeto descrito existe, Si digo "El actual rey'de Francia es 4 calvo”, ello implica que el actual rey de Francia existe Si digo "El actual rey de Francia posee una espléndida cabellera”, ello implica asimismo que el actual rey de Fran- cia existe, Por lo tanto, a menos que Weguen ustedes a dar con la manera como haya de negarse una propost ci6n que contenga una descripeién, acabarén por con- cluir que no es clerto ni que el actual rey de Francia gea calvo nl que no lo sea, ya que, puestes a enutherar fl conjunto de las cosas que son calvas y el conjunto de fas cosas que no To son, en ninguno de los dos conju: tos hallarian al actual rey de Francia, La tinica salida fue, @ mi julelo, podrfa estipularse en dicho caso, ast plaateado, consistirfa en suponer que nuestro rey levase luna peluca, Para evitar la hipétesis de que el actusl rey ide Francia lleva peluca, no les quedard a ustedes otra so- eign que reparar en que la negaclén de la proposicién, ‘gl actual rey de Francia es calvo” no es "El actual rey" de Francia no es calvo", si lo que con ello quieren decir es fue "Hay una persona como el rey de Francia y dicha per Sona no es calva”, La razén de esto iltimo hay que buscar. fa en ate, cuando ustedes enuncian que el actual rey de Francia es ealvo, lo que afleman es: "Hay un c tal que ¢ ces ahora rey de Francia y ¢ es calvo”; sti negaciém no ge reduce, por lo tanto, a afirmar: "Hay un c tal que o fs ahora Tey de Francla y ¢ no es calvo’, Se trata de algo més complicado, A saber: "O blen no hay un c tal que ¢ sea ahora rey de Francia, o bien, si hay un tal c entonces ¢ no es calvo". Ven ustedes, por consigulente, ‘que si desean negar la proposicién "El actual rey de Fran: cia es calvo", podrén hacerlo negando que exista el ac tual rey de Prancla, en vez de que sea calvo. Para ne- gar el enunclado en cuestiOn: "El actual rey-ds Francia es calvo”, enunclado compuesto de dos partes, pueden ustedes proceder a la negacién de uno u otro de sus componentes. Pueden negar ustedes uno de ellos, 1o que tes Mlevarta a suponer que el actual rey de Francia exis. te pero no es ealvo, o blen negar el otro, 10 que les lle varia a la negactn de la existoncia del actual rey de Fran: ia, Tanto una como otra negacién arrojarfa ta falsedad de la proposicién “BI actual rey de Francia es calvo" ‘Cuando dicen ustedes “Scott es humano”, no cabe la post billdad de una doble negacién. La nea manera de negar "Scott es humano” consiste en afirmar "Scott no es huma no”. Pero allf donde se presente una expresién descrip- tiva, tendrdn ustedes aquella doble posibitldad de ne- sncién. 353 Es sumamente importante reparar en que “el tal y tal” no aparece en el andlisis de las proposiciones de cuiya ex. presién verbal entra a formar parte, Si digo: “El autor de Waverley es humano”, “el autor de Waverley” no es el sujeto de dicha proposicién, al mado como Scott 1o se. ria si dijera: "Scott es humano”, sirviéndome de Scott como de un nombre. No alcanzo a encarecerles lo hastan- te la importancia de este punto y el nimero de errores que se desencadenarfan en metatisiea de no reparar lo su. flclente en que "El autor de Waverley es humano” no es una proposicién de la misma forma que "Scott es huma: no”, "El autor de Waverley” no es un elemento constitu: tivo de aquella proposicién. Este extremo ofrece un in terés muy considerable por diversas razones, y una de ellas es 1a cuestién de Ia existencla que nos ocupa. Como les seftalé el dia pasado, gran niimero de especulaciones, filoséfieas descansen en la idea de que la existencia es, or ast decirlo, una propiedad susceptible de ser atri Duida @ Tas cosas, de modo que las cosas que existen po- seen la propiedad de la existencia mientras no la poseen las que no existen. Esto es sbsurdo, tanto por lo que especta a los géneros de cosas como por lo que respecta 8 las cosas individuales descritas, Cuando digo, por elem- plo, “Homero existio”, expreso con “Homero” una deserip- ld, pongamos por caso "el autor de los poemas homé& ricos”, y estoy aflrmando que diches poemas fueron es. critos por un solo hombre, lo que constituye una propo. sicton en verdad dudosa; pero si llegaran ustedes a saber de la auténtica persona que, on efecto, eseribid todos esos poemas (supontends que haya habido tal persona), decir de ella que existié careceria literalmente de sentido: no es que fuera falso, sino que careceria de sentido, pues- to que es silo de las personas deseritas de quienes pue- de decirse con sentido que existan, El dia pasado les In- iqué la falacia que Se oculta en decir: “Existen hom bres, Sécrates es un hombre, luego Sdcrates existe”. Cuan- do digo: “Homero existe, éste es Homero, Iuega éste exis: te", se trata de una falacia del mismo género. Es total- mente erréneo razonar: “Este es el autor de los poemas oméricos y el autor de los poemas homéricos existe, lue go éste existe”, Sélo donde interviene una funcién pro- posiclonal es pasible llevar a cabo con sentido la asercién de la existencia, Ustedes pueden afirmar "El tal y tal existe”, dando a entender con ello que hay exactamente tun ¢ que posee aquellas propledades, pero una vez que Heguen a saber de un ¢ que las poses, no podrén va decir de dicho c que existe, ya que ello carece de sentido: no es {que sea falso, sino que catece por entero de sentido, Asi pues, los individuos que hay en el mundo no exis ten 0, mejor dicho, no tiene sentido decir que existen, como tampaco lo tiene decir que no existen. La existen- cia no es algo que poder afirmar de ellos al nombearlos, sino tan s6lo al describirlos. Cuando dicen ustedes “Ho- mero existe”, quieren decir que "Homero” es una descrip. {én que tene aplicacién a algo. Una descripelén, cuan. €o la formulemos en su pleno desarrollo, revestird slem, pre la forma de “el tal y tal”, ‘A todo aquello que se asemeje a dichas deseripeiones por formar parte verbalmente de una proposteién, sin ue no obstante le corresponda por ello ningtin elemento constitutive de la proposiciéa correctamente analizada, es a lo que yo doy la denominacién de "simbolos incom pletos". Hay en la I6gica una gran diversidad de simbolos Incompletos, To que da lugar a buen ntimero de confusio- 3 He aquf el sentide simbético del absurdo en cuestisn Es perfettamente lito decit que. existe 0 hay exacts: mente un ¢ que tal y tal, pues 1s existencia del objeto des. erlio Mat ah tat"_"'ver impiiclea en el heeno de poseer Fealmente tales o cuales predicados caracterieticos, Sea 9 el predicado mediante el cual deseribimos el objeto & Tendirtamas entonces ©) EF Ge) (ei, Gue se leeré "Hay un c, ¥ s6to uno, tal que go*. Mas Supongamos ahora que ¢ fiese un objeto inmedistamente dado del que quisiéramos predicar ta existencia sirvign ones de i “para decielo en términos clésleos-— como secundum adiacens. Tendriamos @ Bie Ahora blen, es evidente que las convenciones implicitas en ia leetura de (nos impiden toaa posible leetura de ‘tue habra que deslarae carente ce sentido. 355 res ¢ incorreceiones filos6fieas, ya que la gente se deja extraviar frecuentemente por la gramética. Ustedes creen de ordinarlo que las proposiclones “Scott es mortal” y "El autor de Waverley es mortal” son de la misma forma, Creen ustedes que se trata en ambos casos de proposiciones simples en las que un predicado se atribuye a un sujeto, Estén en un completo error: una de ellas lo es (o mejor di- cho podria serlo), la otra no, Casas camo “el autor de Waverley", a las que denomino simbolos incompletos, ca- ecen en absoluto de significado por sf solas ¥ tinicamente lo eobran dentro de un contexto, “Scott”, tomado como tun nombre, posee sin mas un significado. Se reflere a tuna determinada persona y basta, Pero la expresién "et autor de Waverley” no es un nombre y nada significa por sf sola, ya que, tan pronto como le dispensemos un trata- ‘miento corracto, comprobaremes que no le corresponde elemento constitutive alguno en las proposiciones en que interviene. Hay otros géneros de stmbolos Incompletos ademés de las descripciones. Hay clases, de las que les hablaré el dia prdximo, y relaclones consideradas en extensi6n, etcéte 1a. Semejantes conglomerados de simbolos no son, en rea Iidad, otra cosa que lo que llamo "fleciones l6gicas”, y comprenden précticamente a todos los objetos que nos son familiares en la vida cotidiana: mesas, sillas, Plc cadilly, Sécrates, ete. La mayor parte de ellos son clases, © series, o series de clases, En cualquier caso, todos ellos son slmbolos incompletos, esto es, conglomeradas que s610 poseen un significado en razén de la utilldad que nos pro- porciona su manejo y que en sf mismos nada significan, Bs importante, si desean ustedes penetrar en el and- lisis del mundo o de los hechos, o st desean hacerse una dea de lo que en realidad hay en aquél, que reparen en qué medida abundan los simbolos incompletos entre las Tocuciones de Ia fraseologia usual. Pueden ustedes com- probarlo con toda factlidad en el caso de “el autor de Wa- rerley", puesto que la expresion “el autor de Waverley" no interviene agut en representacién de Scott nl de nine guns otra cosa, Si representase @ Scott, a proposieién wgcott es el autor de Waverley” equivaldria a la propost tion "Scott es Scott”, 1o que no ocurre asi, puesto que Jorge IV deseaba conocer la verdad de la una y no ta de ja otra. Si “el autor de Waverley” representase alguna fora cosa distinta de Scott, "Scott es el autor de Waver: tea” seria falsa, 1o que tampoco ocurre, Por lo tanto, han ite concluir ustedes que la expresién "el autor de Waver fey” carece aqui, aisladamente considerada, de toda re presentacién por casa alguna; y esto es lo que caracte za a los slmbolos incompletos. Antes de entrar hoy en el tema principal de mi con: ferencia, me gustarfa hacer unas cuantas observaclones que sirvieran de explicaciéa y de ampliacién @ cuan- to he dicho acerca de la existencla en las dos lecciones anteriores. Se trata, en especial, de darles cuenta de una ‘comunicactn que he reeibido de uno de fos presentes, en la que ¢@ plantean diversas cuestiones que, me figuro. estarfan aslmismo en la mente de otros. ‘Lo primero que deseo aclarar es Io siguiente: no pre Lendl afirmar que, cuando alguien dice que.una cosa exis: te, esto equivalga a decir que dicha cosa, 2s posible. Lo que quise decir fue que Ja idea l6gica fundamental, 1a ‘dea primitiva de la que aguellas dos se derivan es la misma, Esto no es, sin mds, decir que el enunciado de que una cosa existe y el enunclado de que es posibie sean {dénticos, cosa que estoy yo lejos de sostener. La pala: ra “posible” la empleé en un sentido quizds un tanto desacostummbrado, puesto que lo que yo necesitaba era ‘una palabra que me sirviera para expresar una idea 16- srlca fundamental, carente de correspondencla verbal en el lenguaje ordinarlo, Para poder expresar, pues, 1a idea fn cuestién en el lenguaje ordinarfo, habremos de servir- rnos de algtin voeablo de este altimo y conferirle el sen- ‘ido que asigné al término “posible”, que no es en modo falguno el dinleo que cabe a dicho término sino el que se 357 acomoda a mi propésito. Declmos de una funcién pro osicional que es posible cuando hay casos en que es verdadera. No se trata exactamente de Io tismo que da mos a entender cuando deelmes, por ejemplo, que es po. sible que llueva mafiana. Lo que sostengo yo, por el con. trarlo, es que los usos ordinarios del término "posttte” son derivados y proceden de aquella otra nocidn, Por efemplo, cuando normalmente dicen ustedes de una pro. bosicién que ésta es posible, vienen a expresar algo se- mejante a lo que sigue: en primer lugar, fo que ustedes dicen implica que no saben si la proposicién es verdadera 0 falsa: y, a ml modo de ver, implica, en segundo It ar, que se trata de un miembro de una clase de propo. siciones en que sabemos no faltan cascs de proposicto: nes mlembros que sean verdaderas, Cuando digo, por eiemplo, "Es posible que mafiana ltueva”, la pfoposicién "Uloverd mafiana” pertenece a la clase de las proposicio. nes "Liueve en el instante t", donde ¢ puede referirse a Giferentes instantes, Queremas en parte decir que no sa Demos si Hover 0 no, pero asimismo que saberos que se trata de una proposicién tal, que cabefa que fuese verdar dora: que constituye un valor de una funclin propos! clonal, alguno de cuyos valores sabemos es verdadero. No les seré diffeil. me imagino, reconocer que muchos sos ordinarios del término “posible” responden a este esquema, Es decir, que si dicen ustedes de una proposicién que ésta es posible, su afirmacién entraiia lo siguiente: “Hay on esta proposicién un elemento constitutive que, convertido en una.variable, nos daré una funcién proposicional algu. nas veces verdadera”. No deben, por lo tanto, decir ustedes de una proposicién simplemente que es posible, sino mis bien gue es posible respecto de tal y tal elemento constitu tivo, Esta serfa una forma de expresin més completa Cuando atgo, por efemplo, "Existen leones”, no doy a en- tender lo mismo que sl dijera que los leones son posibles: uesto que cuando se dice "Existen leones”, quiere decirse ue la funcién proposicional "z es un le6n” es posible en el sentido de que hay leones, mientras que cuando se dice “Los leones son posibies” se trata de un enunciado de ge. neto totalmente diferente, cuyo significado no es que un doterminedo animal indvidus) pudiea ser‘un Ieén, sino ‘tds bien que una determinada especie de animales pu fern ser Ia especie que Lamamos “leones’. Si dicen us tedes, por ejemplo, “Los unicornfos son posibles”, que rin deci cot ello que no saben de ninguna eazdn por 1a gue no hayan de éaree tisieorios, proposicién muy aif feate de la proposicién "Existen unicornios”. Lo que dan {entender ustedes cuando dicen que fos untomnios son posbies vended a ser siempre algo por el estilo de "Es Doible que mafana lueva". Dardn ustedes a enteder que fn proposicién “Hay unlcoratos” pertenece a un cierto s& eto de proposclones, entre las que sabemos que no fatan lgunas verdaderas, y que la deseripetén det unicornio no Contione en si misma nada tampoco que demueste fa Im: peaibilidad de que haya tales bichos Cuando digo que una funeién proposicional os posible, aueriendo decir con elo que hay casos en que dich fn tiin es verdadera, estoy empleando conscientemente et técmino “posible” en on sentido que no es el usval, La razén do este empleo hay que buscaria en la necesided do un modo de expresar mi idea fanéamental y en in cx renela de un vocablo esprtfico para este fin en el lengua je ordinerio Bn segundo lugne, se acostumbra a sostener que cuat- to decimos de una cosa que existe, ello significa que existe en el tlempo, 0 en el tiempo y el espacio (en cualquier caso, al menos, en el tiempo). Se trata de una idea muy ex tendlia, pero no ereo que puedan darse muchas razones aque justifiquen este uso de los términos; en primer lugar, ora silo que queremos decir en dicho caso se redujese so, no habrla ninguna necesiad de recurrir aun témi no especttce, En segundo lugar, poraue, después de todo, cuniquiera que pueda ser el sentido en que se diza que existen Ins cosas corrientemente consideradas como exis: tents, cabria muy bien la posiilidad de dlseutir el pro blema de st hay cosas que exten sin darse en el tlempo ‘La metafisca ortofoxa sostiene que lo auténticamente real va se da en el tiempo, que fo que se da en el tempo es ‘mas 0 menos irreal y que lo que realmente existe es abso. lutamente intemporal. ¥ la teologia ortodoxa sostlene que Dios no es en el tiempo. No veo razén alguna por la que hhayan ustedes de formular su definicién de la exlstencia de modo que quedasen exclufdas tales nociones de la mis ma. Me inclino a pensar que hay cosas que no se dan en 1 tlempo y no quertfa emplear la palabra existencia como sinénima de darse en el tiempo, tenlendo como tienen ya ustedes la expresién "darse en el tlempo”, que expresa bastante blen lo que esa idea qulere decir tra objecién a semejante definicién de la existencia se ria que no resulta en modo alguno adequada en relacién con el sentido fundamental en que hago uso del térming “existencia” en este contexto, que es el'uso eorrlente en matemdticas. Si consideran, por ejemplo, el caso.de los teoremas de existencla, como cuando se dice “Existe un nilmero primo par”, no se querré decir con ello que el niimero dos se dé en el tiempo, sino expresar tan sola- mente 1a posibilided de hallar un nimero del que poder decir: “Este es primo y es par". De lo que usualmente se habla en matemitleas es de proposiciones det género de Jos teoremas de existencia; esto es, ustedes establecen que hay un objeto de tal y tal género, siendo este objeto, por supuesto, un objeto l6gico, no un particular, algo como un leéa 0 un unicornio, sino un objeto del estilo de una fun- eign 0 un ndmero, algo a lo que no cabe clertamente la posibilidad de darse en el tiempo. Hs en este sentido de Jos teoremas de existencia como entra en juego la cuestién ol significado del término “existencla”, y asf lo traté yo fen las dos ltimas sesiones. Por supuesto, esta acep: clgn de ta existencia puede extenderse hasta abarear los lusos mds corrientes de dicho término y constituye, de hecho, la fundamentacién de tales usos, como cuando se ice "Homero existi6”, "Rémulo no existi6” o cualquier otra casa de este génera, Paso ahora a una tercera Idea de la existencia, tampoco infrecuente, segdn Ia cual podrian decir ustedes "Esto existe” de un “esto” particular, en el sentido de que no es un fantasma, una Imagen o un universal, Ahora blen, creo que este uso de “existencla” entrafia confusiones—en realidad se trata més bien de peligrosos errores—que es sumamente importante desechar de nuestra mente, En prt mer lugar, hemos de distinguir a los fantasmas e imége- res de los universales: unos ¥ otros corresponden 2 dis. tntos niveles de existencia. Los fantasmas © imégenes cexisten, Indudablemente, en al sentido, cualquiera que éste 3, en que lo hacen los objetos ordinarios. Quiero decir que si clerran ustedes los ofos e imaginan una escena ‘sual, no cabe duda de que existen las imagenes presentes a su mente en ese lapso, Son Imdgenes, Algo acontece ‘mientras ustedes imaginan: que las imagenes se dan ante su mente, Dichas Imégenes forman parte del mundo to mismo que las mesas y las sillas y cualquier otra cosa, Son objetos perfectamente aceptables como reales. Uste- Ges los laman Lereales (si es que Io hacen as!) 0 los con- sideran como inexistentes, sSlo porque no guardan las re: Tacfones usuales con determinados otros objetos. Si cie- ran ustedes los ojos, @ imaginan una escena visual, y ex: enden su mano para palpar to imaginado, distarén mu cho de obtener una sensacién téctil y nl siqulera es seguro ‘que obtengan una imagen t4ctil. Dejaré de darse para ustedes la correlaci6n usual entre la vista y el tacto. St imaginan una pesada mesa de roble, pofrian cambiatia de sitle sin esfuerzo muscular alguno, cosa imposible con as mesas de roble que de ordinario ven ustedes en su vida, Las correlaclones normales de sus imégenes unas con otras son muy diferentes de tas correlactones entre Jos que damos en lamar objetos “reales”. Pero esto no ces decir que las ImAgenes sean Irreales. Es decir s6lo que xno pertenecen al dominio de la fisiea, Por supuesto, me doy perfecta cuenta de que ls conflanza depositada en et ‘mundo fisico ha establecido una especie de reinsdo det terror. Es obligado dispensar un trato despectivo a todo quello que no se amolde al'mundo fisico. Pero esto cons- tituye, en realidad, un comportamtento notablemente injus- to para con dichas cosas, Bstas ditimas se dan realmente on no menos propiedad que las del mundo fisico. EI mun- do fisico constituye una especie de aristocracia dominan- te, que se las ha compuesto de algiin modo para inducie- nnos a mirar con desprecio a todo lo dems, Semejante acti tud es indigna de un fildsofo, Con el mismo respeto exac- tamente que a las del mundo fisico deberiemos tratar a las cosas que no encajan en éste;y las imégenes se encuentran entre ellas Los “fantasmas", 2 mi modo de ver, difleren por su naturaleza de las "imAgenes": son de la misma Indole que las alucinaciones, esto es, cosas que no se raducen a ser imaginadas, sino que van acompafiadas de creencla. Son, a su vez, perfectamente reales; Io tinico extraiio en ellos son sus correlaciones. Macbeth ve un puflal, SI intentara tocarlo, no obtendrfa ninguna sensaciéa téetil. Ello no implica, empero, que Macbeth no estuvlese viendo un pur flal: tan sélo implica que no lo estaba tocando, De ningtin ‘modo que la sensacién visual hublese dejado de darse. Lo que vendrfa a significar Unicamente que el tipo de corre: lacién, a que estamos acostumbrados, entre la vista ¥ el tacto es regla usual, pero no universal, En nuestea pre- tensién de universalizaria decimos que una cosa es Lereal cuando no se sujeta a dicha regia, Ustedes dleen: "Todo hombre que lo sea hard tal y tal cosa”. A continuaelén, hallan un hombre que no obra asf y coneluyen: no es un hombre. Ocurre aguf lo mismo exactamente que con esos uiiales que no pueden tocarse. He explicado en otro lugar en qué sentido son lrreales los fantasmas*, Cuando contemplan ustedes un hombre “real”, ol objeto inmediato de eu contemplacién esta inte grado en in sistema de particulares, todas los cuales se corresponden entre ellos y dan lugar conjuntamente a las diversas “aparienclas” de ese hombre ante sf mismo y 10s demds. En cambio, cuando ustedes contemplan el fantas- ‘ma de un hombre, este fantasma es un particular aislado, ‘que no se integra en un sistema como lo hatfa et partiew lar al que Uamamos apariencla del hombre “real”, El fan- *Véase Our Knowledge of the External World (cit), capitulo IIT, “Asimismo, el apartado X11 de "Sense-Daia and Physics” en Mystisiom and Logic ‘guaimente cltado con anterloridad) fen si mismo, ¢5 parte integrante del mundo en no ‘medida que el dato normal de los sentidos, pero std falto de las correlaciones usuales de este diltimo y da igen, por tanto, a falsas Inferencias, convirtlémdose asi en algo flusorio, En cuanto a los universales, cuando yo digo de un par- ticular que este particular existe, no quiero ciertamente decir lo mismo que si dijera que no es un universel. El enunciado de que un particular no es un universal care- ce estrictamente de sentido—no es que sea falso, sino que lisa y llanamente carece de sentido, No nos sera posible, en ningun caso, situar a un particular en idéntico plano que a un universal ni viceversa, SI digo "a no es 8”, 0 si digo "a es 0%, esto implica que a a y 5 les corresponde et mismo tipo l6gico. Si digo que un universal existe, habeé de entender que existe en un sentido diferente de aquel en que dirtamos que existe un particular. Por ejemplo, po arian decir ustedes: "Existen colores en el espectro entre el azul y el amarillo", Se tratarfa en este caso, tomando a los colores por-universales, de un enunciado perfecta: mente aceptable. Lo que quiere decirse es simplemente ‘que la funcién proposicional "3 es un cotor entre el azul y el amarillo” puede ser verdadera. Pero la = que interviene en aquella funcién no es un particular: es un universal. Con lo que se nos muestra que la nocién fundamental en vuelta en la de existencia os la que procedf a desarrollar fen mi peniiltima congerenclu: la de una funelén propos cional algunas veces verdadera 0, con otras palabras, de luna funelén posible. La distinelén entre lo que algunos amarian existencia real y la existencia en ia tmaginacién © en mi actividad subjetiva es algo que, como acabamos dde ver, se reduce por entero a una diferencia de correla. clones. Quiero decir que ustedes se sentirin inclinados, or cierto erréneamente,.a conceder una superior cate sorta de existencla a cualquler cosa cuya presencia osten te aquellas otras asoclaciones de las que les he hablado, al modo como, por ejemplo, el hecho de manifestarse Sécra tes ante ustedes vendria asoclado a su manifestarse ante ‘otras personas. Dirfan ustedes que Sécrates se encuentra 368 s6lo en su imaginacién si dejaran de darse aquellas otras apariencias correlativas con las que normalmente espers rlan contar. Pero esto no quiere decir que, en dicho caso, su apariencia ante ustedes no forme parte del mundo en Ja misma medida, exactamente, que si de hecho se diesen aquellas otras aparienclas correlativas. Formara parte en xno menor medida del mundo real, sdlo que careciendo de las correlaclones usualmente esperadas por ustedes. Esto se aplica al problema de la distinclén entre sensacién imaginacl6n, Las cosas imaginadas no presentan el mismo género de correlaciones que las cosas objeto de sensacién. St les interesase una mds amplia informaclén a este res. peeto, yo publiqué un examen de la cuesti6n en The Afonist, fen el miimero correspondiente a enero de 1015, donde si lo desean la encontrardn ustedes Paso a continuacién a lo que propiamente constiiuye el tema de mi conferencla, del que, no obstante, habré de ocuparme un tanto apresuradamente Se trataba de ex plicar la teorfa de los tipus y la definiclén de clase. Lo primero que tengo que hacer es recordarles algo de 10 que supongo consclentes a la mayorfa de ustedes: a sa- ber, que si no procedemos con la debida cautela en Légica formal, corremos fécil riesgo de incurrir en contradicelo: nes, Muchas de esas contradicciones se conocen desde ha- ce largo tiempo, algunas incluso desde la época de los ariegos, pero s6lo muy recientemente se ha descubierto que afectan a la matemética, y que el simple matemético se arriesga a caer en ellas tan pronto se aproxima a los dominios de la l6gica, a menos de que tome las necesa- rias precauciones. Por desgracla, las contradicciones de or- den matemético son més diffelles de exponer, y las que regultan fSclles de exponer nos causan la Impresién de reduelrse a meras arguclas y rompecabezas. Pueden ustedes empezar por la cuestién de sl hay 0 ro hay un nimero cardinal que sea el mayor de todos los cardinales. Todas las clases de cosas a que puedan ustedes referirse poseen un numero cardinal. Esto se desprende Fellmente de la deflaletén de los ndmeros cardinales co- ‘mo clases de clases coordinables. Ustedes podrian sentirse Inclinados @ suponer que la clase de todas Ins cosas que hay en ef mundo habria de poseer aproximadamente tan: tas miembros cuantos quepa pensar tenga una clase. Bl hombre sencillo supondria que no es posible obtener una clase mas amplia que Ia clase de todas las cosas que hay en el mundo, Por otra parte, resulta fécit de protar que si evan ustedes a cabo selecclones de entre los miembros de una clase, realizando dichas selecciones de todas las, maneras que sea posible imaginar, el ndmero de las di- ferentes selecciones que pueden llevarse a cabo es mayor que el nimero originario de los términos. Hs facil com probarlo con mimeras reducidos. Supéngase que tienen tuna clase con silo tres términos: @, 8 yc. La primera se- Jecelén que puede realizarse consiste en no seleccionar ningdin término, Las siguientes, las de a por separado, & por separado y ¢ por separado, A continuacién, las de b ¢4,aby ab c. En total suman ocho (esto es, 2) seleccio nes, En lineas generales, si tienen ustedes » términos, pueden Hevar a cabo 2 selecclones, Es muy facil probar que 2 os slempre mayor que n, tanto si m es finito como sl ro 10 es. Con lo que se tendré que el niimero total de las, cosas que hay en el mundo nunca serd tan grande como el nidmero de las clases que se puedan formar con dichas cosas. (Hn realidad, estoy Invitindoles a que acepten sin mds por demostradas todas estas proposiciones, puesto que rng tenemos tlempo de detenernas a probarlas, pero todas, ellas lo estén en la obra de Cantor) Por consiguiente, ten ddrdn ustedes que el mimero total de las cosas que hay en el mundo no es, en modo alguno, el mayor de los nime- ros, Por el contrario, hay toda uta Jerarquia de ndmeros superiores a dicho némero. Elo da la impresién de con: ducirnos a una contradiccién, En realidad, 1o que hace es suministrarnos una prueba aritmética, de una gran pre- clston, de que en los clelos y la tlerra hay menos cosas de las sofadas en nuestra fllosofla, Lo que evidencia cierta ‘mente los progresos de la filosotia, Se enfrentan ustedes, por lo tanto, con la necesidad de distinguir entre clases ¥ particulares. Bs menester reco. hocer que una clase que conste de dos particulares no es, a su ver, un particular més. Cosa que hay que: admitie con todas sus implicaciones; esto es, habrén ustedes de decir que en el sentido en que hay partleulares, justo en ese sentido, no es cierto que haya clases. No diremos que hay clases y que hay particulares con un mismo sentido, puesto que si el sentido de ambas afirmaciones fuese el mismo, un mundo en el que hubiera tres particulares ¥, por tanto, ocho clases, seria un mundo en que habria ‘once cosas al menos. Segtin el viejo dicho del fil6sofo cht no, una vaca castafa y un caballo bayo sumarian tres co- sas: tomados separadamente, serfan una cada uno; jun. tos, una tereera y, por to tanto, tres Voy ahora a referirme a la contradicet6n relativa a las clases que no son miembros de si mismas. Por regia ge. neral, concederan ustedes, no es de esperar que una clase sea membro de st misma. Por ejemplo, si consideran la clase de las cucharillas que hay en el mundo, dicha clase no es, a sui vez, una cucharilla. O si reparan en los seres humanos que hay en el mundo, la clase de éstos en su conjunto no es, a su vez, un ser humano, Ustedes dirian, por lo regular, que no cabe esperar que una clase de cosas sea ella misma un miembro de dicha clase, Pero hay apa rentes excepciones. Si consideraran ustedes, por elemplo, todas las cosas det mundo que no son cucharilias y formasen, con ellas una clase, concederfan que, evidentemente, dicha clase no es una cucharilla. ¥ ast ocurre generslmente con las clases negativas. ¥ no sélo con las clases negatives, pues st ustedes juzgaran por un momento que las clases Son cosas en el mismo sentida en que las cosas son tales, hhabriati de decir que, en ese caso, la clase que constase de todas las cosas que hay en el mundo serfa, a su ver, luna cosa del mundo y, por lo tanto, un miembro de sf misma, En cualquier caso, habrin pensado ustedes que cestd claro que ls clase que constase de todas las clases que hay en el mundo serfs ella misma una clase. Creo que 1m mayor parte de Ia gente se sentirfa inclinada a admi- tirlo y, con ello, tendrian por tanto ustedes el caso de tuna clase que es miembro de s{ misma, Pero lo clerto es ue, st tlene algiin sentido preguntar si uma clase es o no imlembro de si misma, por lo que hace a las clases ordina. las que se dan en la vida cotidiana ‘tna clase no es mlembro de st misma. Slendo asf, podrian pasar ustedes a construir abora la clase de todas aquellas clases que no son miembros de st mismas y preguntarse, una vez que lo hayan hecho ast: jes 9 no dicha clase un miembro de st misma? Supongamos, primero, que es miembra de sf misma, En dicho caso, se tratard de una de aquellas clases que no son miembros de sf mismas; esto es, no ser un miembro de si misma, Supengamos, a continuaciéa, que no es miembro de si misma, En dicho caso, no se tratard de una de aque. lias clases que no son miembros de sf mismas; es decir, so tratard de una de aquéllas que son miembeos de sf mis mas: esto es, serd un miembro de sf misma. Asi pues, cada tuna de tas dos hipétesis, que sea o no dicha clase un mlembro de st misma, conduce a su contradietoria. Si se trata de un mlembro de sf misma, no es miembro de si misma; ¥ si no se trata de un miembro de sf misma, es miembro de sf misma." Esta contradiccién es en extremo interesante, Pueden uustedes modificar de muy diversa suerte eu formulacién; algunas de esas modificaciones serén validas y otras no, Bn una ocasién me fue sugerida una formulaclén que no era vélida; a saber, Ia cuestiGn de si el barbero se afeita © mo a st mismo, Ustedes pueden definir al barbero como "alguien que afelta a todos aquellos, y slo a aquellos, que no se afeitan a si mismos". La pregunta ahora es: 18¢ sfelta el barbero a sf mismo? Ast formulada, ta contra Gicolén no es muy diffcll de resolver. Pero en nuestra primera formulacion creo que est4 claro que la dnica postbilidad de resotverla consiste en advertir que toda esa ‘testién de si una clase es o no mlembro de sf misma ca rece de sentido; esto es, que ninguna clase es, ni deja de ser, miembro de s{ misma, y que ni siqulera esto aitimo ene visos de ser cierto, ya que, cuanda decimos tal cose, Se trata simplemente de palabras desprovistas de todo sig. nlficado, Tene esto que ver con el hecho de que las cla- 825, como les mostraré, son sfmholos incompletos en 1 peer ‘mista medida en que lo son las descripciones de que les festuve hablando el dfa pasado, Carece de sentido que se Dpregunten ustedes sl una clase es o no es un miembro de si misma, puesto que al explayar el contenido de una proposielén que verse acerca de una clase hallarén que esta altima no es mencionada en absoluto, y que el nuevo enunciado nada contiene relativo a una clase. Para que un enunciado acerea de una clase significase algo y no se re. dujese a un sinsentldo, seria abgolutamente necesarlo que fuera susceptible de una formulacién en la que para nada se menclonase a dicha clase. Un enunciado como "Tal y tat clase es, 0 no es, un mlembro de s{ misma” no es suseep- tible de semejante formulacién. Ocurre con esta ultima algo andloga a lo que vitnos a propdsito de las descripciones: el simbolo de una clase es un simbolo incompleto, no tiene or misién representar en realidad a ningtin elemento constitutive de las proposiclones en que como tal sfmbo- Jo interviene, sino que queda disuelto y desaparece de aquélias al analizarlas correctamente. Podria igualmente mencionar otra contradiceién del mismo género, Gata la més antigua, que consiste en of Gicho de Epiménides de que “Todos Ios cretenses son men- tlros0s”. Epiménides fue un erotense que durmié sin pa- rar durante unos sesenta afios, y tengo entendido que fue al despertar de dlcha siesta cuando hizo su observacién sobre la falta de veracidad de todos los cretensos. La contradiceién puede ser formulada més sencillamente de la siguiente manera: si un hombre dice “Estoy mintien- do”, iestd o no esta mintlendo? Si lo estd, esto es precisa mente lo que dice estar haciendo, de modo que esté di- ciendo la verdad y no mintiendo. Si, por el contrario, no esti mintiendo, estd evidentemente diciendo la verdad at decir que mlente y, por lo tanto, esta mintiendo, ya que dice con verdad que ef esto lo que hace, Es éste un viejo rompecabezas y nadie lo consideré nunca sino a titulo de pasatiempo, hasta que se encontr6 que tenfa que ver con problemas concretos e importantes como el de si hay un Atimero cardinal u ordinal mayor que todos. Entonces, por fin, fueron tomadas en serio estas contradicelones, El hombre que dice "Estoy mintiendo” aflema en realidad: ‘Hay una proposicién que afirmo y que es falsa”. Esto es, sin duda, lo que se entiende por mentir. He aqut lo que hay que hacer para resolver Ia contradicelén. Para que Gsia se produtca, es menester tomar esa asercién como una de las propostciones sobre las que dicha asercién re- cae; esto e8, cuando nuestro hombre dice: “Hay una pro- posieiSn que afirmo y que es falsa", el término “propo siclin” habra de interpretarse de tal modo que ese mismo enunciado se incluya en el conjunto de las proposiciones, con Jo que resultaré que nuestro hombre esté afirmando tuna proposicién falsa. Por consiguiente, han de suponer ustedes que cuentan con una clerta totalidad, a saber, la de las proposiciones, pero que dicha totaildad se compo- ze de miembros que s6lo pueden definirse en términos de ella misma. Puesto que cuando ustedes dicen: “Hay una proposielén que afirmo y que es false”, se trata de un enunciado euyo significado s6lo puede ser obtenido por re ferencla a la totalldad de las proposiclones. Ustedes no at cen cudl de entre las proposiciones que hay en el mundo es la que hacen objeto de su aserclén y es falsa. Ello presu pone, por Io tanto, que la totalidad de las proposiciones se halla desplegada ante ustedes y que alguna de entre ellas, aunque no dicen ustedes cudl, estd slendo aflrmada falsa mente. Es evidente que incurren en una contradieclén al supgner que, en principio, dicha totalidad de las proposi- ciones se halla desplegada ante ustedes, de modo que les sea posible decir "Alguna proposicién de esta totalidad es- td slendo afirmada falsamente” sin selecclonar de ella una proposict6n determinada; y que, no obstante, una vez pro cedido a aseverar que “Alguna proposicién de esta total dad est4 slendo afirmada falsamente”, pudiera tal aser- clén formar, a su ves, parte de la totalidad de cuyo seno habrian ustedes de selecclonarla. Esta es exactamente la situacién en que se encuentran ustedes con la paradoja ‘el mentiroso. Se supone, para empezar, que les es dado lun conjunto de proposiciones y que ustedes afirman que una de ellas est4 slendo afirmada falsamente, ¥, a conth nnuaci6n, que su affrmacién resulta ser un mlembro, a su 369 iin: vvez, det conjunto, con lo que se evidencla la falacia de su. poner que aquel conjunto estaba dado de antemano en su totalidad, Si han de decir ustedes algo acerca de “todas las proposiciones”, habrén de deflnir a las propesieiones, lo primero de todo, de tal suerte que queden excluldas aqué. las que se refieran a todas las proposictones del género xya definido, Se sigue que el término “praposictén”, tal cor mo de otdinario tratamos de servimnos de él, carece de sen. tido, y que hemos de clasificar a las proposiciones en una serle de conjuntos. Nos ser ahora posible formular enun- clados acerea de todas las proposiciones de un conjunto dado, mas dichos enunclados no serén membros, a su ver, del conjunto en cuestién, Por ejemplo, nos es dado decir “Todas las proposiciones atémicas son o verdaderas o fal sas”, pero ésta no serd, por su parte, una proposicién até. ‘mica, Si tratara ustedes de decir "Todas las praposiciones son o verdaderas o falsas" sin espeelficar a qué proposiclo- nes se refleren, expresarian ustedes algo enteramente des provisto de sentido; ya que, si lo tuviera, seria, a su ver, uuna proposicién, y una proposicién de aquéllas que se in- cluyen bajo su propio alcance. Por consiguiente, el princi plo de tercio excluso, tal como acaba de ser enunelado, se tomaria una huera f6rmula carente de significado *, Han de ordenar por tanto ustedes a las proposiciones fen tipos diferentes, pudlendo comenzar por las proposi- 4 clones atémicas 0, si lo quieren, por aquéllas que para nada se refleren a conjuntos de proposiciones. A continua-4 cidn, colocardn ustedes aquéllas que se refleran a conju 4 tos de proposiciones del primer género considerado. Estas propostelones, celativas a conjuntos de proposiciones del 4 primer tipo, podrén Uamarse del segundo tipo, y ast ex lo sucesivo, Si ahora aplicasen esto al caso de Ia persona que dice "Estoy mintlendo”, hallar‘an que ta contradicei6a, hha desaparecido, ya que dicha persona ha de especificar ‘cuél es el tipo de su mentira, Si dice "Estoy afirmando una 4 proposicidn falsa del primer tipo, este enunelado pertetie *Véase la discusion de este extremo en’ el articulo ha légica matemdtica y eu fundamentacion en la teor eos tipos, pags. 8192 ce, en realidad, al segundo tipo, puesto que se reflere a la totalidad de las proposiciones del primero, Ast pues, no es slerto que esté afirmando una proposiclén falsa del pri- ‘mer tipo, ¥ la persona on cuestién seguiré mintiendo, De modo semejante, si dijera estar afirmando una propost cldn falsa del tipo $0,000 su asercién constitulefa un enun- lado del tipo 30.001, y continuarfa tratindose de un men- oso. Y el contraargumento que habria de servir para robar que al mismo tiempo no lo era quada désbaratado, Pueden ustedes asegurar que ninguna totalidad, del gé. nero que ésta sea, es riembro de sf misma, Esto vale para + lo que estamos diciendo acerca de las clases. Por ejemplo, la totalldad de las clases del mundo no puede ser una cla- se en el mismo sentido en que lo son aquéllas. Habremos, pues, de distingulr grados jerdrquicos de clases. Comenza- remos por las clases que se componen por entero de par- Uoulares: éste sera el primer tipo de clases. A continua cién, pasaremos a las clases cuyos mlembros son clases del primer tipo: éste serd el segundo tIpo. A continuacléa, a las clases cuyos miémbros son clases del segundo tipo. éste serd el tercero, etc. En ningtin caso es posible que tuna clase de un tipo determinado sea idéntica, 0 deje de serlo, a una clase de otro tipo. Esto se aplica a la cues én, que examinaba hace un momento, de custas cosas hay en el mundo. Sugoniendo que en el mundo hublera tres particulares, habria entonces, como expligué, ocho clases de partlculares. Habria, a su vez, 28 (esto es, 256) clases de clases de particulares, y 2% clases de clases de clases de particulares, etc, De ello no se deriva contradic: cldn alguna, y cuando ustedes se pregunten: "{Hay o no hay un ndimero cardinal que sea el mayor de todos?”, la respuesta dependerd por entero de si se elreunscriben 0 no un tipo determinado, Con relacién a un tipo dado, hay slempre un ndmero cardinal que es el més alto, a saber, el numero de Ios abjetos de dicho tipo; pero a ustedes les serd siempre dado obtener un niimero mayor ascendiendo al tipo siguiente, Por To tanto, no hay nunea un admero tan grande que no pueda obtenerse uno mayor en un tipo to suficientemente alto. Tlenen con ello ustedes las dos ‘caras del problema: la una, cuando el tipo est dado; 1a otra, cuando no lo esté. Hie estado hablando, en gracia a la brevedad, como si se ieran realmente todos aquellos géneros diferentes de co- sag, Por supuesto, esto es absurde, Hay particulares; pero ‘cuando se egue a las clases, ¥ alas clases de clases, ¥ alas clases de clases de clases, se estaré hablando de flcciones Légleas, Si dijera que no hay tales cosas, tampoco esto serfa correcto. Carece de sentido decir "Hay tales cosas”, con- firlendo a la expresi6n “hay” el mismo significado que cuando decimos "Hay particulares”. Si digo que "hay par- toulares" y “hay clases", la palabra “hay” habré de pose significados diferentes en esas dos proposiciones; y en cago de que tales signiffcades sean diferentes y apropia- dos, ambas proposiciones padrén ser verdaderas. Si, por el contrarto, la palabra “hay” se tsa del mismo modo en ‘ambos enunclados, uno de ellos por lo menos carecerd de sentido; no ser& falso, sino que careceré de sentido. Sur ge entonces la cuestiOn de en qué sentido puede decirse que “hay clases” o, con otras palabras, la cuestion de qué es lo que se expresa mediante un enunciado en que pa reaca entrar en Juego alguna clase. En primer lugar de todos: cqué podria ccurrirsenos decir acerca de las cla- ses? Exactamente las mismas coses que acerca de las funelones proposicionales, Puede ocurrfrsenos decir de una funel6n proposicional que es algunas veces verdadera. Es © toes lo mismo que decir que una clase no carece de miem- bros, Puede ocurrirsenos dectr que la funcién proposicio- nal es verdadera exactamente para 100 valores de sus va- rlables. Esto equivale a decir de una clase que ésta posee. tun centenar de miembros. Cuanto deseen decir ustedes refiriéndose a clases podria decirlo acerca de funciones proposielonales® (excepcién hecha de clertas formas lin- Adviértase que no debe ldentificarse a una clase dada con tal o cual Zuncién dada mas blen que con otra cual fgilera.de las funclones formalmente cquivateates a 1a Primera( como se. verd a continuacién, dada cualquier Rinclén extensional puede haber siempre muchas otras que equivaigan formaimente a ésta). Ya que dos clases distintas ‘no podrin tener nunca los mismos miembros sistlcas accldentales y de escasa Importancia); pero con fina determinada condicién, a que a continuacién debemos roferirnos, Consideren, por ejemplo, dos funclones proposiclonales como “z es tin hombre” y “ es un bfpedo implume”. Se ta de dog funclones formalmente equivalentes; esto es: cuando la una eg verdadera, Ia otra lo es y viceversa. Al ‘gunas de las cosas que es posfble decir acerea de una fun- clon proposicional no habrén de segulr slendo verdaderas, sin embargo, sl se reemplaza aquélla por otra funcién proposiclonal formalmente equlvalente. Por ejemplo, 1a funeién propestelonal "ses un hombre” tlene que ver con el concepto de humantdad. Hsto no serd cierto, en cambio, de “z es un bipedo implume”. 0, con otras palabras, si di cen ustedes: “Fulano aflrma que estoy lootro es un ‘hom bre”, en esta afirmactén entrard en juego la funcién pro- poslclonal "7 eg tn hombre", pero no lo hard asf "ses un bipedo implume”. Hay clerto ndimero de cosas que se pue- den decir en relacién con una determinada funclén pro: postcional y que no serfan verdaderas si se sustituyese 2 ésta por otra funcién proposicional formalmente equiva: lente®, En cambio, todo enunclado relativo a una fun exactamente, dos funciones formalmente equivalentes de- terminardn siempre fa misma clase, razén por la que éta no se podré Identificar con ninguna de dichas funciones en particular, ‘Como bien claramente se desprende del ditimo ejem- plo eltado una. “proposicién. con mas de un verbo", ara decirio con. la terminologia del autor en Ia cuarta fonferencia de esta gerle—, ocurre ast con las llamadas Stunclones intensionales™ (véase sobre este punto el 2 weulo La légica matemdtica y sw fundamentacisn, an ta feorla de los tipos, pag. 12%). Sn ia segunda edicién de jos Principia Mathematica, Russell tomaria en cuenta la sugerencia del Tractatus de Wittgenstein, segdn la cual las “funclones de proposicianes” (el caso de las. propos! clones con mas de un verbo) son slempre funclones de verdad, no siendo posible que una funcién intervenga en una proposicion sino a través de sus valores. La apie falda de este principio. (conocido bajo el nombre de Stasis’ deg extensionalidad”) entrafiaria ia extensions dad’ de todas Yas "funciones de funciones", esto es, 1a posibilldad de traducir todas las funciones intenstonstes &'funclones extensionales, tal y como se apunta en las ida proposicional que siga slendo verdadero falso, se fgdn el caso, al reemplazar a esa funciéa por otra formal. mente equivalente, puede considerarse relativo a la clase asoclada a la funcién proposicional. Les pido que se aten- an lteralmente 2 la expresién puede considerarse. La empleo en lugar de ¢s, porque no seria exacto decir as, Lidmanse “extensionaies” aquellos enunciados acerca de funciones que siguen siendo verdaderas al reemplazar a és tas por cualquier otra formalmente equivalente: y dichos enunciados son los tinicos que podrdn ser considerades re- lativos a la correspondiente clase, Si euentan ustedes con tun enunciado cualquiers, que no sea extensional, acerea de una funcién, slempre seré posible derivar de él un fenunciado, en clerto modo similar, que sea extensional; es decir, habré siempre una funeién formalmente equivalen. te a la primera, acerca de la cual sea verdadero el enun- ciado en cuestidn, Este enunciado, contecclonado a base de. aquél de que partian, seré ya extensional, Seré slempre fguaimente verdadero, o igualmente falso, de cualesquie- a dos funciones proposicionales formalmente equivalen- tes. ¥ este enunclado extensional derivado podria consi- erarse ahora como el correspondiente relativo a la clase asociada. Asf, cuando yo diga: "La clase de los hombres ene tantos 7 tantos miembros”, es decir, "Hay tantos y tantos hombres en el mundo", mi afirmacién dertvaré del enunciado de que “ es humano” es una funcién satiste- cha por tantos y tantos valores de ;. para obtener, por consigutente, su forma extensional, podremos formular uestro enunciado originarto como sigue: "Hay una fun- ida formaimente equivalente a “res human’, que es verdadera para tantos y tantos valores de 2”, Esta serfa la definicl6n de 1o que entiendo por “La clase de los hom- bres tiene tantos y tantos miembros". Con Io que. como ven ustedes, todas las proptedades formales de las clases, todos sus usos formaies en mateméticas, podrin ser ob- eas que siguen en el texto (confirmando, por ende. la aludida'Indistincton entre clases 7 funcionesproposiio- tenides sin necesidad de suponer por un momento que se den cosas tales como clases, es decir, sin suponer que una proposicién en que intervene simbéllcamente una clase haya de contener, de hecho, un elemento constitutive au: corresponda a dicho simbolo. ¥ de igual modo vemos que, tan pronto como dicha proposicién se analiza correcta. mente, el simbolo en cuestién desaparece, tal como des- aparecfan las deseripelones euanda se procedia al and: lisls correcto de las proposiciones de que formaben parte. Hay, ademés de las ya citadas, ciertas dificultades rela tivas a la concepcién més extendida acerca de las dificultades que nuestra teorfa se halla en situacién de re solver. Una de ellas se refiere a la clase nula; esto es, ala clase que no contiene miembro alguno, de la que nos serfa aiffeil ocuparnos sobre bases puramente extensionales. tra se reffere a la clase unitaria, Segiin la concepcién or: dinaria de Ins clases, ustedes dirfan que una clase que po- see un tinico miembro se identifica con dicho miembro finieo, Esto les Hevard a dificultades inextricables, ya que, fen tal caso, dicho mlembro lo serfa de esa clase, a saber, 4e sf mismo. Tomen, por ejemplo, la clase “clclos de conte ronclas en Gordon Square” *. Se trata evidentemente de tuna clase de clases, y, con toda probabllidad, esta clase contiene un solo miembro, mlembro éste que, a su vet, contiene mds de uno (tantos cuantas conferencias Ilevo ddadas), Por lo tanto, si hubieran ustedes de Identificar a la clase de los ciclos de conferenclas en Gordon Square con @l tnlco ciclo de conferenclas que se celebra en Gordon Square, habrian de admitir tanto que dicha clase posee lun nico miembro como que posee, pongamos por caso, vveinte miembros, lo que les levaria a incurrir en contra: dleciones: este ciclo posee en efecto més de un miembro, ‘Lag presentes conferencias, pronuncladas como se ha dicho durante ocho martes consecutivos, fo fueron, sega ‘me informa Russell, ren la" salabiblioteca del Doctor Witams en, Gordon Square”, Pese a la proximidad del University College, este era ei dnico ciclo de conterencias ue tenfa, con toda ‘probabllidad, lugar en Gordon Square Propiamente dicho. (Nota det Editor inglés) 35 pero la clase de Ios ciclos que se celebran en Gordon Squa- re tinicamente posee uno. En lineas generales, ai tienen ustedes una coleceién de diversos objetos que integren una clase, podran construir una clase de Ja que aquélla sea su ‘inco miembro, y la clase en cuestién tendré tan sélo un miembro por més que dicho miembro fnleo tenga, @ sit ver, diversos mlembros. Bs ésta una razén que les obliga a distinguir una clase unitaria de su tinico miemaro, Otra azén es que, si no lo hicleran, tendrian que la clase en cuestida habrfa de ser un miembro de sf misma, lo que resulta Inadmisible como vimos en esta conferencia. He omitido una sutil dificultad relacionada con el hecho de que dos funclones propostcionales formalmente equivalen- tes puedan corresponder a diferentes tipos%, Sobre el ‘médo de tratar esta cuestién, vean ustedes los Principia Mathematica, pigina 20, e Introduccién, capteulo TL No he dicho absolutamente todo lo que habria que decir sobre este asunto, Tenfa intencién de haber entrado un poco mas a fondo en la teorfa de loa tipos. Aquello de que se ocupa la teorfa de los tipos son en realidad sfmbolos y no cosas. En un lenguaje l6gico apropiade, esto Wtlmo re- sultarfa perfectamente obvio, La confusion a este respecto se origina de nuestro inveterada tendencia a tratar de nom- brar fo que no puede ser nombrado, St poseyéramos un lenguaje l6gico apropiado, no nos sentirfamos tentados de hacerlo. Hablando con propiedad, sélo los particulares pue- den ser nombrados, No es posible decir, nl con verdad nt con falsedad, que haya en el mundo cosa alguna en el mis- mo sentido en que se dice que hay particulares. La pala bra “hay” es una palabra afectada de “sistemdtica ambl- icdad”, esto es, una palabra en posesién de tun némero estrictamente infinito de significados diferentes, que os im. portante distinguir unos de otros. La razén de ello estriba en que la equivalencia formal revista! a misma ‘verve de sitemsica aquivoidado Embiglledad' en cuanto al tipo. que por ejemplo. corres: onde, segiin se vi6 propéslto del principio de tera excluso ‘cltado mas arviba, (véase astatemo va referencia ela 'nota 2), & la verdad 0 falseded. Discusion. Pregunta: :Podrfa Vd. meter en un mismo saco todas aquellas clases, ¥ clases de clases, ete.” ‘Sr, Russell: Todas ellas son fleclones, pero se trata de fieciones diferentes en cada caso. Cuando dicen ustedes que “Hay clases de particulares”, la expresién “hay” en este caso se halla necesitada de ulterior desarrollo y expt cltaclén, Una vex puesto en claro lo que realmente se ha querido decir, o debido querer decir, encontrarén ustedes aque se trata de algo bastante diferente de lo que pensaben. Este proceso de explicitaclén y dilucldacién del enunciado primitive diferira cuando digamos que "Hay clases de cla- ses de particulares”. Hay un nimero infinite de signifi ‘cados de “hay”, Fundamental, por lo que hace a la jerar: ‘ula de las clases, s6lo lo es el primero. Pregunta: Yo me pregunto si no se trataré de algo mas bien anélogo a lo que ocurre con los espacios, donde las. tres primeras dimensiones son las reales mientras las su perlores ‘inicamente son simbélicas. Se trata aquf de di- menslones diferentes, a saber, dimensiones superiores, pero usted podria siempre conglobarias y operar-con ellas con- jumtamente. Sr, Russell: En nuestro caso sélo hay una fundamen: tal, que es la primera, la relativa a los particulares: al UUegar a las clases, ya se ha alejado Vd. de lo que hay en a misma medida que si se tratara de las clases de clases. No hay clases en el mundo fisiea. Hay partieulares, pero no clases, Si dice V4: “Hay un universo”, el significado de “hay” seré muy diferente en este caso del que se le con- flere en "Hay un particular", significado que equivale a “La funciéa proposicional ‘r es un particular’ es algunas ve- ces verdadera”. ‘Todes aquellos enunclades se refleren a simbolos, no versan nunca acerca de las cosas mismas; y tienen todos ellos que ver con los “tipos”. Hs realmente importante, 7 no deblera habérseme olvidado decirlo, reparar en que la Felacién del simbolo con lo por él simbolizado difiere de di luno @ otro en los diferentes tipes. No me estoy ahora re. firlendo a ta cuestiGn de la jerarquia de las clases y de mis, sino a que, por ejemplo, la relscién de un predicado con lo por él significado es diferente da la que guarda un nombre con lo que éste significa, No hay un dinico concep: to de “significado”, como ordinariamente se piensa, de mo- do que pudiera decirse en un sentido unlforme: “Todos los simbolos poseen significado”; sino hay un mimero in. finito de modos diferentes de significar, esto es, géneros diferentes de relacién del stmbolo con lo por él simboll ado, absolutamente distintos entre sf, La relacién existen- te, por efemplo, entre proposiclén y hecho es muy dife- rente de la que guarda un nombre con un paéticular, como se desprende de la clrcunstancia de que haya siempre dos roposiciones relativas a un hecho dado, lo que-no ocurre ‘con los nombres. Esto demuestra que las proposiciones guardan con los hechos relaciones completamente dife- rentes de las que puedan darse entre los nombres ¥ los articulares respectivos. No debe suponerse que haya, ade. més y por encima de aquél, otro modo de legar a los he- hos, procediendo, por ejemplo, a nombrarlos. Unicamente es posible legar 2 la cosa deseada, en cada caso, gracias al simbolo correspondiente, que les Tlevard a ella de manera adecuada. Esta es la genuina base fllos6fiea sobre la que descansa la teoria de los tipos. Liegamos ahora a la ditima conferencia de este curso, 7 me propongo extraer en ella brevemente unas cuantas con- clusiones o moralejas que se desprenden de todo lo ante. rlor. Se nos pondré ast de relieve el sentido de las doctr!- nnas que he venido sostentendo respecto de diversos pro- blemas metafisicos. Me he ocupado hasta aqui de [0 que podriamos llamar gramitica flosdfica; tema haberles te rnldo que levar, en el curso de nuestra investigacién, a través de regiones un tanto’dridas ¢ inhéspitas, pero creo que la importancia de la gramdtica fllos6tica es considera blemente mayor de lo que géneralmente sp plense. Creo ‘que préctlcamente toda la metafisica tradicional esté pla gada de errores, fruto de una “mala gramétlea”; ¥ que to- dos los problemas tradicionates de la metafisica, asf como los tradicionales resultados—supuestes resultados—de la rmlsma, se deben a su fracaso por establecer, en el campo de lo que lamaremos la gramética flloséfica, distinclones dl género de aquéllas que han atraldo nuestra atencién cen dias anteriores, ‘Tomen ustedes como ejemplo el caso blen sencilio de a filosofia de la aritmética, Si juzgaran que 1, 2, 3, 4 y el ‘resto de los ntimeros son entidades de algxin modo, esto es, si admitiesen que en el reino del ser se dan objetos co- rrespondientes a esos nombres, se encontrarfan al punto fen posesién de un aparato terriblemente complicado con ‘que operar su metafisica, al tempo que se habrian impues. to un determinado tipo de andlisis de las proposiciones aritmétieas. Al decir, por ejemplo, que 2 ¥ 2 son 4, su pondrfan haber formulado una proposicién cuyos elemen- tos constitutivos serfan tos niimeros 2 y 4, suposielén que habria de repercutlr considerablemente sobre sus opinio- znes metafisicas en general, Si las doctrines que hemos es, tado dias atrés considerando encierran alguna verdad, to- dos tos niimeros serén lo que yo lamo ficciones légicas, Los niimeros son clases de clases, y las clases son fiecio- nes L6gicas, de modo que log nuimeros serfan, si pudiera decirse, ficctones por partida dable, fleclones de flectonee, Por consiguiente, no hallarén rastro ustedes, entre los ele ‘mentos ultimos que constituyen su mundo, de esas extra- ‘has entidades que se sienten inclinados a llamar mimeros. ‘Lo mismo tendrfa aplicacin en otras muchas direcciones, Uno de tos propésitos presentes 2 lo largo de todo cuan. to he dicho ha sido 1a justificacién del anélils, esto es, Ja justificacién del atomismo l6gico: del parecer de que es bosibie llegar en la teorfa, si no en la préctica, a elementos Drimarios a base de los cuales se halla construldo el mun- do; esto es, elementos simples a los que ha de corres Ponder un género de realidad no poseide por ninguna ira cosa. Los elementos simples, como he tratado de ex: pllear, son infinitamente varios. Hay particulares, cualida. des y relaciones de diversos 6rdenes, toda una jerarquia de especies diferentes de elementos simples; pero todos ellos, sl no me equivoeo, gozan en su diversidad de un cler. to grado de realldad que no comparten con ninguna otra cosa, El nico otro género de objetos con que nos encon- tramos en el mundo son los amados hechos, que consti. tuyen lo afirmado o negado en las proposiciones ¥ en modo alguno gon realmente entidades en el mismo sentido en que Jo son sus elementos constitutivos. Asf se desprende con toda claridad de nuestra imposibilidad de nombrar, los, Solamente es posible neyarlos o aflrmarios, 0 cénst derarlos, pero nombrarlos no, puesto que no son suscep: tibles de denominacién, por mds que en un otro sentido no deje de ser clerto que serfa imposible conacer et mun. do si se desconoclesen los hechos que constituyen sus ver. dades; pero el concelmiento de los hechos, en cualquier caso, és algo diferente del de los elementos simples. Otro de los propésites presentes en cuanto llevo dicho fs el que ee resume en la maxima conocida bafo el nombre de la Occam's razor. En la préctica, esta méxlma funciona de la siguiente manera: consideren ustedes una clencta, Ja fisiea por ejemplo; tienen en ella un cuerpo dado de doctrina, un conjunto de proposiclones expresadas median- te slmbolos—incluyo las palabras entre los simbolos—; juz- J ‘gan ustedes que no faltan razones para creer que, en st. conjunto, dichas proposiciones, correctamente interpreta- = as, son’ totalmente verdaderas; mas desconocen lo que realmente significan los sfmbolos que usan. El significado que éstos poseen en su uso habria de explicitarse de ms nera pragmiética: revisten para ustedes un cierto tipo ded significacion préctica o emocional, que constituye un dato; pero su significacidn l6gica no constituye un dato, sino que 4 es algo por buscar; recorrerén ustedes (sl estén haclendo objeto'de su anélisis, por ejemplo, a una ciencia como la fisica) dichas proposiciones con la Idea de encontrar el apsrate de tipo emp{rico més reducide—o el més reduct do simplemente, no necesaria y absolutamente de tipo em- pitleo—con que poder elaborarlas, ;Cudl es el menor nd- mero posible de cosas simples Indefinidas, el nilmero mas reducido de premisas indemostradas de que poder servirmos como base para definir las cosas que necesiten set detinidas y probar las que nevesiten ser probadas? Este problema, comoqulera que traten de abordarlo, no fs, en modo alguno, un problema sencillo sino, por et contrario, extremadamente diffeil. Se trata de un pro- blema que requlere, en una gran medida, del concurso de las técnicas léglcas; y lo que hemos considerado fen estas conferencias son los preliminares y los pri: meres pasos en dichas téenleas. Hs muy posible que no sleancen jamés la soluclon de una cuestién como ésta de les eatoy hablando, si la abordan ustedes por las bue- nas ¥ provistos tan sélo de la penetracién que habitual mente proporcionan la lectura y el estudio de 1a filoso- fia tradicional, Necesitan para ello del aparato instru mental de la l6gica simbélica a que me he referido. (La caracterizacién de esta ultima como l6gica simbélica re- sulta inadecuada, Preferiria Uamarla légica simplemente dando con ello por sentado que no hay ninguna otra que lo sea realmente; mas esto sonarfa de tal manera a pre- sunei6n por mi parte que vacilo en hacerlo ast) SSigamos considerando por un momento el ejemplo de la fisica, Al leer ustedes las obras de los fisicos, hallan que éstos reducen la materia a una serie de el¥inentos—sto- mos, iones, corpisculos o cualesquiera otros. Pero, en cual: quier caso, aguello a lo que vayan a parar en el ané lisis fisico de la materia serén diminutas particulas de 4ésta, que se asemejarén exactamente a la materia en tan- to que persisten en el tlempo y se mueven en el espacio. Poseen, de hecho, todas las propiedades usuaies y ordina- lag de la materia fisica, no las de la materia con que nos twopezamos en la vida cotidiana—earecen de sabor, no hhuelen, no pueden apreclarse a simple vista, pero poseen todas las propledades caracteristicas de lo que entendemos por materia tan pronto como se pasa de la vida cotidiana al dominio de la fisica. Cosas de este género, digo, no son los elementos constitutives y primarios de la materia 381 teow ats ine fen sentido metafisico alguno, Son todas ellas, como creo nos demuestra la mas pequefia reflexion, ficciones 16, sicas en ol sentido anterlormente mencionado por mi, Cuando digamos que tas hay, estaremos hablando, por Jo menos, con excesivo dogmatismo, Tal vez se den efectivamente en la realldad todas esas cosas de que el fislco nos habla, mas no seria posible, en cual- ‘quier caso, hallar razén alguna que nos Ileve a pensar que se dan. Esta es, por regia general, la situacién a que nos vemos abocados al emprender tales andlisis. Acabaremon encontrdadonos con que una cierta cosa, a la que hablamos conferido categoria de entidad metafisica, podrd ser acep- tada dogméticamente como real, en cuyo caso careceria ‘mos de todo posible argumento en pro o en contra de su realidad; 0 bien, en lugar de esto, sustitulda por una fle- ign Iégiea que, construfda por ustedes, pose sus mismag propledades formales (0, més bien, propledades formales > formalmente andlogas a las de la supuesta entidad meta- fisiea), componténdose a su ver de cosas empiricamente dadas y legando @ reemplazar a Ia primera a todos los efectos de tipo clentifico que a cualquiera de ustedes pue- ddan interesar, Asi ocurre con los atomos y demés en- tidades de la fisiea y, en general, con todas las entidaides de indole metaffsica, ya sean del dominio de la clenci ya de la metafisica proplamente tal. Por entidades metaf- sicas entiendo aquellas cosas que se supone entran a for~ ‘mar parte de los elementos constitutives, irreductibles ¥ 4 fundamentales del mundo, pero que en ningtin caso per tenecen a Io empfricamente dado—no digo simplemente, que semejantes entidades no estén empfricamente dadas; sino que no pertenecen al género de cosas que se dan em— picicamente. En el caso de la materia, podré tomarse como. unto de partida lo empiricamente dado, lo que se ve, s@ oye, se huele, etc, todos los datos ordinarios de los sen- tidos; o bien partirse de un objeto cualquiera determina- do, este pupltre por efemplo, y preguntar: "Qué entiendo. cuando digo que este pupltre que estoy ahora mirando es. ‘al mismo que contemplé hace una semana?” La prime respuesta, la usual y més simple, serfa que es el mismo: pupltre, que es efectivamente idéntico al de hace una se- ‘mana, que hay entre ambos una perfecta identidad de subs- tancia 0 comoqulera que'gusten ustedes de Uamarla, Pero, al sugerir esta respuesta aparentemente sencilla, es in portante recordar que no concurre en favor suyo razén alguna de tipo empirico y que, si ustedes la sostienen, si plemente lo hacen porque éso es su gusto y no en virtud de otra raz6n de ningtin género. Cuanto ustedes conozcan, en realidad, en este caso, se reduciré a hechos como el de ‘que lo que ahora ven, al mirer el pupltre, guarda tna es- trecha semejanza con lo que vieron al mirarlo hace una semana. Admito que conozcan, 0 puedan conocer, algo mis ‘que esta simple semejanza. Podrfan ustedes haber contra: tado a alguien que vigilase continuamente el pupitre a lo largo de toda Is semana, y haber entonces descublerto que presentaba el mismo tipo de aparlencias durante todo ese perfodo de tiempo, suponiendo que durante la noche se hu- biese conservado 1a misma luz del dia. De esta manera, Inabrian podido establecer ustedes un segundo hecho ade- més de la semejanza: la continuldad. En realidad, no creo (que pudieran conseguirio. Desconocerian ustedes, an efecto, si ol puplire habla seguido conservando el mismo aspecto durante todo el tiempo; pero admitemos que st aparien- cla se haya mantenido invariable, La cuestién esencial es ahora la siguiente: .Qué razén hay empfrica para que us tedes lamen a ese conjunto de apartenclas apariencias del ‘mismo pupitre? :Qué les autoriza a decir que sea el mismo cl pupitre que vemos en ocasiones sucesivas? Lo primero en lo que hay que reparar es que no importa mueho cuél sea la respuesta a estas preguntas, toda vez que ya se ha reconocido que consiste en algo emp{cico y no en una supuesta identidad substancial de tipo metafisico. Hay algo dado en la experiencia que les hace lamar a este pu pitre el mismo y, una vez que han captado dicho hecho, Dodrén pasar ustedes adelante y decir que es eso algo (ea lo que fuere) lo que para nosotros ha de ser definido como aquello que constituye a tal pupitre en el mismo pus pitre, definicién que excluye toda otra suposiciéa de una ssubstancia metafisica que permanezca invariablemente 283 {idéntica, Para una mente poco ejercitada resultaré még fécil coneebir una identidad que un sistema de particula. de semejanza y de continuo cambio, eteétera, Esta tltima {dea ser4 més complicada en apariencia; pero es e89 lo ‘que se da empiricamente en el mundo resl, mientras que la substancla, entendida como algo que permanece idéntl- co en el mismo pupltre, nunca les ser dada. Por const. fulente, alli donde paregca que se hallan ustedes ante una: entidad invariablemente persistente a través de sus formaciones, el camino a soguir es preguntarse qué ‘cuanto hay, con certeza, de unidad en nuestro caso. aquler cosa que pueda haber ademés de esto, he de con derarla como algo imposible de conocer. Lo que me ‘dado conocer es una clerta serie de apariencias enlazadany Jas unas con lag otras, serie ésta de apariencias qua habré de definir como un pupitre, Con lo cual el pups resultaré una ficcién ldgica, ya que una serie lo es. De manera, los objetos corrientes de le vida diaria quedan_ su totalldad exclufdos del mundo de lo que hay. Ca lo que hay tendremos, en lugar suyo, multitud de ces particulares asequlbles a nuestro conocimiento rico inmediato, Deseo aclarar que por miiparte no rnegando la existencla de cosa alguna; tan s6lo estoy sando el aflrmarla, Rehuso la afirmacién de }a la misma medida, rebuso negar la de ninguna cos contra de la cual no haya evidencla. Por to tanto, nf ‘mo ni rechazo la existencia del objeto en cuestiOn, si que me limitaré, en cualquier caso, a sugerir que ag no pertenece al relno de lo cognoscible ni, desde Tues mundo de la fisica; y sf ha de interpretarse de algtm esta altima, deberd hacerse en términos de lo @ susceptible de experiencia. St lo que ustedes laman’ ‘mo ha de cumplir un cometido en fisica, como indud mente lo hace, habremos de entender que dicho atom ae tuna construcci6n ¥ ge reduce, de hecho, a una serie de tases de particulares. El mismo método que en fisiea, val i igualmente para cualquler otro campo, Su aplleacién a ia fisica la expliqué brevemente en Our Knowledge of the Externol World, caps. 111 y TV, Hasta aquf les he Nablado de la irrealidad de las cosas que tenemos por reales. Deseo hablarles ahora, y con no menor énfasis, de Ia realidad de las cosas que ereemos reales, como los fantasmas y alucinaclones. A los fan- tasmas y alucinaclones, en st considerados, corresponde, como expliqué en las conferencias precedentes, Ia misma realidad exactamente que a los datos ordinarios de los sentidos. De estas tltimos difleren daicamente por el he- cho de carecer de las correlaciones usuales con otras co sas, En sf, mismos, poseen no menos realidad que los da tos senslbles ordinarios. Govan de la més completa, abso- luta y perfecta realidad que pudlera caber a cosa alguna, Forman parte de los elementos bésicos constitutivos del mundo en la misma medida exactamente que los efimeros datos de Ios sentidos. A propésito de los eflmeras datos de los sentidos, me parece sumamente importante desechar e nuestro dnimo toda inelinactén a pensar gue lo zeal es Jo permanente, Desde siempre ha existldo el prejulclo me tafisico de que lo realmente real tiene que perdurar eterna mente o, cuando menos, por un espacio de tiempo medla- namente respetable, A mi juicio esto es algo completamen- te erréneo, Las cosas que gon realmente reales duran muy corto espacio de tlempo, De nuevo en este caso, no estoy negando que pueda haber cosas que perduren eternamen te, 0 por miles de afios; digo tan sélo que dichas cosas ‘no son objeto de experiencia por nuestra parte, y que las, cosas reales que conocemos por experiencia son de muy. breve duracién, una décima de segundo, medio segundo, lun reducido lapso de este género. Los fantasmas y alucine ciones se cuentan entre ellas, entre los elementos const tutives y primarios det mundo, Las cosas que llamamos Teales, como las mesas y las sillas, gon en cambio sistemas, series de clases de particulares; particulares éstos que serdn los auténticamente reales, reduciéndose @ datos de los sentidos cuando realmente nos sean dados. Una mesa ‘una silla serdn series de clases de particulares, ficiones logicas por tanto, Bn cuanto a esos particulares, se daria fen el mismo nivel de realidad que una alucinacién © que lun fantasma. Debo explicar en qué sentido es una silla una serle de clases. Una silla presenta en cada momento un clerto nidmero de diferentes apariencias, Las apariencias ‘que presenta en un momento dado constituyen una deter. minada clase. Todos esos conjuntos de aparleneias varfan de un momento a otro. Si cojo una silla y la rompo, pre. sentard todo un conjunto de apariencias diferentes de las. que presentaba con anterioridad y, sin necesidad de iF tan lejos, 1a silla camblaré continuamente de apariencias con. forme la luz cambie, eteétera, Tendrdn con ello ‘ustedes en el tiempo toda una serie de diferentes conjuntos de apa- riencias, y esto es lo que yo quiero declr con que una silla es uma serie de clases. La explicacin es excesivamente ‘tosca, pero debo omitir las precislones, toda vez que no es éste el tema que nos ocupa. Por su parte, cada particular concreto que se integre en Ia totalldad de aquel sistema estaré en conexién con los resiantes particulares de este Ultimo. Suponiendo, por ejemplo, que yo tome como par. ticular a fa spariencia que aquella slila me presenta en este instante, estaré en conexién dicha apariencia, lo prt: mero de todo, con la apariencia que presente 1a misma silla en este mismo instante para todos ¥ cada uno de Ustedes que me escuchan, asf come con la que dicha silla haya de presentarme a mi instantes mas tarde, He aqut 4 dos direcclones que podrian seguirse tomando como pun: to de partida a dicho particular, que poseeré por tanto, clertas correlaciones bien determinadas con el resto de los particulates correspondientes a la silla. Esto es lo que se entiende, 0 deberia entenderse, cuando yo digo, por ejem- plo, que lo que tengo ante mis ojos es una cosa real ¥ no lun fantasma, Ello significa que dicha cosa posee todo un, conjunto de correlaciones de diferente género, Quiero de cir que aquel particular, en que consiste la apariencia de 1a sila ante mf en este momento, no se da aisladamente sine, por el contrario, en conexién con otros bajo una clerta forma famillar y bien conocida, de modo que res ponda 8 como se esperaha de ét: ¥ asf, al ir ustedes y com: prar una alla, lo que compran no es sélo Ia apariencia que Ia sila presenta en ef momento, sino también aquellas otras que haya de presentarles cuando ya esté en su do- micilio. Si se bubiera tratado de una silla fantasma, todas sus apariencias se habrfan desvanecido al llegar a casa y no seria la silla que pretendian comprar ustedes, Lo {que lamamos real se integra en un sistema dado de corre- laciones, cosa que en cambfo no sucede con las alucinacto- nes. Los particulares que nos merecen respeto se dan siempre ligados a otros particulares, bajo formas asimismo respetables y convenidas. Cuando, entonces, nos hallamos ‘ante un particular extravagante, como una silla de ésas que pueden varse, pero en lag que no hay modo de sen tarse, y decimos se trata de un fantasma, de una aluct nacién, Io que hacemos es echar mano de todo nuestro vorabulario afrentoso para volcarlo sobre ella. Esto es 10 {que se pretende al llamarla irreal, porque, aplicado con esa {ntencidn, “irreal” es un término insultante que no cabria aplicar a lo que fuera irreal, ya que tal cosa distarfa de produefmos tanto enojo. Pasaré a referirme a otros cuantos elemplos. Tomen el caso de una persona. ;Qué les leva a decir, al encontrar. se con su amigo Jones: “Vaya, aqu{ est Jones"? Esta cla- ro que no es la persistencla de una supuesta entidad meta- fisica, locallzada en algdn punto del interior de Jones, por- ‘que incluso en el caso de que hubiese semejante entidad, no es esto ciertamente Io que se ve cuando se ve venir a Jones por la calle; se trataria realmente de algo que no es lun dato empfrico. Por el contrario, es evidente que habré de darse algo en las apariencias empiricas de Jones, algo fen las relaciones de dichas apariencias entre si, que per- mita agrupar conjuntamente a todas ellas y decir: “Estas son lag que llamo apariencias de una misma persona”; ¥ Semejante algo que les leve a agruparias no habré de ser la persistencla de sujeto metafisico alguno, puesto que, to si hay sujeto persistente coma al no le hay, éte no constituye un dato clertamente, mientras que lo que 287 nos impulsa a decir: “Vaya, aqut est Jones” es, en of to, un dato. Por consiguiente, Jones no se halla constitut- do, en tanto que conccido, por ningtin diminuto e impercep: LUble ego subyacente a sus apariencias; y han de encontrar ustedes clertas correlaciones de estas siltimas que les per mitan conjuntarlas y hablar a este respecto de aparlencias @e una misma persona. Estas diferirén gegin se trate de otras personas 0 de ustedes mismos. Cuando se trate de ustedes mismos, tendrén més elementos con que contar, ‘Tendrén no s6lo aquellas aparfencias, sino también sus ropios pensamientos y recuerdos, y todas sus sensaciones ‘orgénicas, con lo que se hallardn en posesién de un mate. rial mucho més rico, La probabilidad de error es, por lo tanto, mucho menor respecto de su propia identidad que de la Identidad de cualquier otro. Por supuesto, se dan también errores en torno a nuestra propia Identidad, ca sos de multipllcidad de personalldades y demds, pero, por rogla general, no cabré duda de que somos nosotros. Res- ecto de nosotros mismos contaremos con datos inase- quibles al resto de la gente, ¥ sabremos que se trata de ‘nosotros no por conciencia alguna de nuestro ego, sino por toda suerte de indicios: nuestra memoria y nuestra ma: nora de sentir y de pensar, y multitud de otros elementos. ‘Todos ellos serén datos empiricos. ¥ dichos datos, en efec to, nos autorizan a decir que la persona a la que aconte: 3 cig tal cosa ayer era uno mismo, Ast podrén ustedes en- garzar todo un conjunto de experiencias como pertenecten- tes a si mismos y, de manera semejante, podrén ser engar- zadas las experiencias de otras personas, como pertene, cientes a éstas en su totalidad, por medio de relactones actualmente observables y sin dar por supuesta la exis. tencia de un ego persistente. No importard, en ditimo tér ino, qué sea lo que abservemos, cudl sea exactamente Ja relacién emptrica entre das experienclas que nos leve a decir: “Ambas son experiencias de la misma persona”. No Importara cudl sea con precisién la relacién de que se trate, porque la f6rmula 16gica que determina la cons truccién de Ia persona es la misma cualquiera que sea tal relaci6n, ¥ porque el mero hecho de saber que ambas ex 338 perienclas pertenecon a la misma persona prueba que se, mejante relacién empirica es ya un dato ofrecido a nues- tro andlisis. Liamemos R a dlcha relacién, Cuando dos ex perienclas guarden la relacién & entre sf, diremos que ambas son experienclas de la misma persona. He aguf una definiclén de lo que entiendo por “experienclas de la mis- ma persona”. Procedemos en este caso exactamente lo mismo que cuando definimos los ndimeros, Definimos, en primer lugar, 1o que se da a entender cuando se dice que dos clases “poseen el mismo niimero”, ¢ a continuacién definimos lo que es un niimero, Diremos que una persona {que posee una determinada experiencia 7 es la clase de todas aquellas experiencias que son “experiencias de ta misina persona” que experimenta x. Podré decirse enton- ‘ces que dos sucesos con copersonales cuando ambas guar. den entre sf una clerta ralacién R, a saber, la relaelén que nos hace decir que esos sucesos son experiencias de la mis: ‘ma persona. ¥ nos serd posible definir a la persona en po- sesién de una experiencia dada reduciéndola a aquellas experfenclas que son copersonales con Ia experiencia en cuestion. Quizs seria mejor considerar a ese conjunto de experiencias como una serie y no como vita clase, pues: to que de ia vida de un hombre interesa saber cusndo co. mienza ésta y cudndo acaba. Diremos, pues, que una per: sona es una serie de experlencias. No negatemos Ia posi billdad de que haya un ego metaffsico, Nos limitames a decir que es ésta una cuestién que en modo alguno nos afecta, ya que se trata de algo acerca de lo cual nada s3. bemos ni podemos saber y que carece, por lo tanto, de todo posible interés cientities. Lo unica que conocemos es fl conglomerado de experienclas que constituye a una persona y se estructura gracias a clertas relaciones emp ricamente dadas, tales como, por ejemplo, la memoria ‘Voy a pasar ahora a otro ejemplo, un nuevo tipo de pro: Dblema que nuestro método nos ayudaré a resolver. Todos ustedes concen la teorfa americana del monismo neutral {que procede en reatidad de William James y que asimismo hha sido sugerida por Ia obra de Mach, sl blen en una forma algo menos evolucionada, Seguin el monismo neutral, la 359 dlstinelén entre 1o mental y Io fislco se reduce por en- {ero a una euestion de ordenacién en un context. Hl ma terlal objeto de ondenacén en cada caso es exaciamente el mismo, a sea que se tate deo mental ya de lo isicn Slo dftere en armbos por el hecho de que, seein gue tna determinada cosa se Inca en uno u ot context, seré abjet de estudio por parte de la pacologta o dla istoa a diferencia entre lo flsco y lo mental dependert, por tanto, de lo que en cada caso consideren ustedes como can. texto de Ia cosa en cuestion; se trata exnctamente Ge fa misma diferencia que habia entre las casfcactones alfa: b Deticay geogratin de Ios habtantes de Londres. Ast puew, i segin Willam James, el ingredionte bésico de que el mundo est hecho pond ser erdenado de to manctas ferootes: la una les remite a la isa; la otra. ala psloo logf. Bs to miamo que ccutre con uns tables de doble entrada: en una ordenacién de filas y columnas, puede tomarge un cailero ya sea como membro de una fla. ya sea de una cohumna determinada: el cairo 06 el is tho en ambos casos, pero el content es diferente SI me permiten expresarme con més simpllidad de la debida, podré seguir habléndoles del monismo neutrals pero no deben perder de vista ustedes im simplfcacéa Aelberada de las comes, motivada por la alta de tempo bara poder hacer justlla a todos sus matlcesy particular dades, Me referia hace un momento al caso de las aparien- cias que presenta ina sla Si tomamos una cuatgutera do estas sas, que poderios mar todos nostro, i sila nos Dresenta a cada no una aparienca diferente, Toméndolas Conjuntaments,reuniendo todas eas diferenten sparen. cian de ln sls on este instante, dichas aprtencas se or presentarén como algo de indole Tisica, Agrupando, por fanto, y ontenando confuntamente fodes los dato de fos rentes personas y constituyen lo que de ordinario lama- riamos apariencias det mismo objeto fisico, la clase de esos datos de los sentidos arrojard un objeto del dominio f de la fisica, a saber, la silla en este instante, Por el con: sentidos que en un momento dado se maniflestan a dife. | ‘trarlo, si en lugar de tomar todas las aparienclas que dicha 3 silla nos presenta a todos ¥ cada uno de nosotros en este instante, tomara yo todas las aparlencias que en este ins tonte me presentan las diferentes sillas de esta habitaci6n, optendria un conjunto muy distinta de particulares. La to talldad de las aparlencias de las diferentes sillas presen: tes ante mf en este instante nos ofrecerfa algo del do. iio de la psicologis, a saber: mis experiencias en dicho instante. En un sentido amplio, de acuerdo con to que po- dla considerarse una prolongacl6n del pensamfento de William James, definiriames asf la diferencia entre fistea y psleologfa, Por lo comin, nosotros suponemos que hay un fendmeno denominado ver Ia silla, pero lo que yo silla se reduce, segdn el monismo neutral, a ta existencla dde un particular, a saber, et particular un que consiste el dato sensible de la silla en este instante, La silla_¥ ¥0 s0- ‘mos, los dos, ficciones l6gicas, y consistimos ambos, en realidad, en una serie de clases de partleulares, uno de los cuales seré aquél que llamamos mi ver la silla, Esa apa- riencia real de que la silla me estd presente ahora es, a la ves, un mlembro de m{ mismo y de la sila, slendo la silla ¥ yo fleciones Idgicas. Este punto de vista serd, al menos, una tesis posible si se acepta el monismo neutral. No hay ninguna entidad a que se pueda sefalar aislada- mente y decir: esta entidad es fislea y no mental, Sein William James y los monistas neutrales, es imposible que esto ocurra respecto de entidad simple ninguna. Cualquler entidad de este género seré, a la vez, miembro de la serie fisica y mlembro de la mental. Ahora blen, he de advertir- Yes que, si desean poner a prueba una teorfa como ésta del monismo neutral y descubrir si es verdadera o falsa, ‘ho esperen avanzar un paso en su tarea a menos de poseer lun perfecto dominio de los recursos légic0s a los que me he venido refiriendo. De otro modo, no sabrian qué hacer ‘nunca con un material dado, ni si les es posible 0 no ser. virse de él para confeccionar fleciones légicas que posean tales 0 cuales propledades por ustedes deseadas, bien en Psicologia o bien en fisica, Se trata de algo que no es en absoluto fécil de determinar. Solo pedréa hacerlo st estéa smo mi ver la 391 fen posesién de una considerable destreza técnica en estas cuestiones. Tras semejante afirmacién, yo deberia anun. larles que me ha sido posible legar a averiguar st el monismo neutral es verdadero o no; pues dudo que, de Io contrarlo, conflen ustedes mucho en Ia utllidad de Ia 16 ica a este respecto. Mas no pretendo haberlo conseguldo. Me siento cada dia més inelinado a admitir que es posi ble que esta teoria sea verdadera’, Cada dfa me con- venzo més de que las dificultades que en relacién con ella se plantean podrian resolverse con un poco de habilidad. Pero, no obstante, hay un clerto ndmero de dificultades, un cierto niimero de problemas, a algunos de los cuales me he referido ya en el curso de estas conferencias. Uno de cellos es el relativo a la creencia y demds hechos que en- ‘vuelven dos verbos. Si hay hechos de este género, dichos hhechos opondrén un obstéculo considerable al monismo neutral; pero, como apunté, contamos con el behavioris. ‘mo, légicamente inherente al monismo neutral, y esta teo- ia permitiria. pasarse por completo sin los hechos que contienen dos verbos y desembsrazarse, por fo tanto, det citado argumento en contra de aque! tltimo, Tenemos, por otra parte, la dificultad relativa a los partlculares fuertes, como “esto”, “ahora”, “aqui” ¥ palabras de este género, a mi juicio no faciles de conciliar con la tesis monista de la Indistincion entée un particular y la experiencia del mis- ‘mo. Pero el argumento que ee reflere a los particulares fuertes es tan sutil y frégil que mo da ple para acabarnos de sentir seguros de su validez: y pienso que, cuanto més se persevera en filosofia, tanto més consciente se llega a: ser de la extrema frecuencia con que nos dejamos sedu- cle por falactas, x tanto menos Interesados nos volvemos en afianzar y asegurar la validez de un argumento tan pron- to como se encuentra en él Ia menor cosa que pueda resul- = Las reservar que alin se expresan en el presente tratajo habrian de desaparecer con la wansitoria adue- sign de Russell “por razones de orden econdmico Drin- Sipaimento- al gna neutral, Veanse para este punto ‘The Analysis of Mind, Londres, 1291, parstn,. ast como ‘The Analysis of Matter, ibid, 1927, ce. Ly XXXVI Yl An Outline of Philosophy, ibid., 1927, 02. XIX y XX. 392 escutridiza 0 artiticioss, 0 nos sea de algtin modo at ffeil de captar, Esto me obliga a ser un tanto precavido ¥ esconfiado en relacién con todos aquellos argumentos, por to que, pese a estar absolutamente convencido de que Ia ‘yerdad 0 1a falsedad del monismo neutral no-puede deci dirse sino por este medio, no pretendo, no obstante, haber ilegado a saber si el monismo neutral est en 10 cierto 0 no, No plerdo la esperanza de averiguarlo con el tempo, pero no afirmo que lo sepa por ahora, Como ya dije antes en esta conferencia, una de Tas ver- tajes de nuestra téenica consiste en proporclonarnos el ‘medio de construlr un sistema dado de proposiciones sim. bpélleas con el minimo posible de aparato, ¥ tods dismalnu- cidn del aparato instrumental disminuye el riesgo de error. ‘Supongan, por ejemplo, que han procedido ustedes-a cons: truir su fisiea partiendo de un clerto ndmero de entida des y de premisas; supongan que descubren que, median- te un pequetio recurso, les es posible pasarse con la mitad de aquellas entidades y la mitad de las premisas: con ello, evidentemente, habrd disminuldo el riesgo de error, puesto que si con anterioridad tenfan 10 entidades’y 10 ppremisas, las elnco que ahora tengan seguirén siendo vé- lidas si antes lo eran; pero no serd cierto que, a la in- versa, si las clneo que ahora tlenen son vélldas, aquellas 10 to hublera sido necesarlamente, Por coasigulente, cada digminueldn del nimero de ontidades y premisas supone tuna disininucién del riesgo de error. Un ejemplo de esto to tuvieron ustedes cuando hablé del pupltre y Tes decta {que para nada iba a servirme del supuesto de Ia existencia dde una substancia persistente bajo las apariencias. No im- porta eémo ni de qué manera, el caso aquf es que cuentan ustedes con un conjunto de sucesivas apariencias y, si lo- gran valerse de las mismas sin la necesidad de suponer la persistenela del pupitre en un sentido metafisico, correrda ‘menos rlesgo de error que st deciden suponerla. Ese ries: 0 de error no seria, en cambio, necesarlamente menor sl se hubleran ustedes obligado a negar el pupitre en el sentida metafisico citado, La ventaja de la Occam's razor consiste precisamente en esto, a saber, que disminuye et 393 rlesgo de error. Asf considerado nuestro problema, podrfan decir ustedes que éste incuinbe a ta ci su con. Junto, més bien que a la fllosotia, Quizds esto sea clerto, pero plenso que la tniea diferencia entre clencla y fllosotia consiste en que la primera es lo que ustedes més o menos conocen, mientras fllosofia es lo que ain desconocen, Flio- soffa es aquella parte de la clencia en la que, de momento, se opta por opinar, pero sin aleanzar auténtico conocimlen. to. Cada progreso, pues, en el conocimiento arrebata a la fllosofia unos cuantos problemas que anteriormente eran de su incumbencia, Si hay algo de verdad, por consiguien: te, en la légica matemitica, si su modo de proceder tiene como hemos visto algtin valor, se seguiré que un cierto nnimero de problemas han escapado en nuestro caso det dominio de la filosoffa, pasando al de ta ciencia, Y, como es natural, tan pronto como se hace postble resolverlos de- jan de interesar a un ampllo sector de espiritus filoséticos, ya que para gran ndmero de amantes de la fllosofia su encanto reside en la libertad especulativa, en la posibilidad de moverse en el terreno de las hipétesis, A ustedes les es dado pensar que esto 0 aquello podria ser verdadero, un ejerciclo muy valioso hasta que se descubre que lo es: pero, una vez ya descubierta su verdad, queda cartado en esta zona todo el fecundo y libre juego de la fantasfa, y la abandonarén ustedes para seguir adelante. Asf como hay famillas en América que, desde la época de los Pilgrim Fathers a nuestros dias, han emigrade siempre hacia 1 Oeste, huyendo a las regiones apartadas por no ser de” ssa agrado 1a clvilizacién, de Ia misma manera pose el {Ml6sofo un 4nimo aventurero y gusta de habltar allf doa-. de haya cosas inciertas todavia. Es evidente que fa trans ferencia a la ciencia de una determinada zona del saber por parte de la filosofla tornaré inhabltable dicha zona para determinados tipos de mentalidad, no menos utiles dignos de toda consideracién. Me parece que es esto lo ‘que ocurre con buena parte de las aplicaciones de la 16- *Colonos tripulantes de la célebre Mayflower desem- barcados en 1820. ssica matemética en las direcclones que he venido indi cando. Esta dltima convierte a la filosofia en érida, me. todica y precisa, lo que la priva del atractivo de que oz: ba anteriormente, cuando en ella podiamos movernes con més libertad. No creo que deba diseulparme de que suce da asl, ya que si ast sucede no hay que darle mas vueltas, Si no es cierto que sea esto lo que sucsde, les debo, par su puesto, una disculpa; pero si lo es, no es culpa mia y no me creo obligado, por lo tanto, a excusarme de ninguna aridez 0 prosafsmo que nuestra mundo pueda revestir Quisiera afiadir que para quienes sientan aficién por la matemética, para aquellos que gusten de las construe ciones simbéiicas, un mundo de esa suerte ha de resultar srato. ¥ si ustedes no lo hallan sugestivo, todo Io que ten ddrian que hacer serfa aficlonarse a la matemética, con 10 que acabarian por encontrarlo de su gusto. Y con esta conclusién pondré fin a nuestro clelo de conferencias, 395

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