corazón, de modo que no dejará ir al pueblo." (Ex. 4: 21.) No fue ejercido un poder sobrenatural para endurecer el corazón del rey. DIOS DIO A FARAÓN LAS EVIDENCIAS MÁS NOTABLES DE SU DIVINO PODER; PERO EL MONARCA SE NEGÓ OBSTINADAMENTE A ACEPTAR LA LUZ. Toda manifestación de poder infinito que él rechazara le empecinó más en su rebelión. El principio de rebelión que el rey sembró CUANDO RECHAZÓ EL PRIMER MILAGRO, produjo su cosecha. Al mantener su terquedad y alimentarla gradualmente, su corazón se endureció más y más, hasta que fue llamado a contemplar el rostro frío de su primogénito muerto.
Dios habla a los hombres por medio
de sus siervos, dándoles amonestaciones y advertencias y censurando el pecado. DA A CADA UNO OPORTUNIDAD DE CORREGIR SUS ERRORES ANTES DE QUE SE ARRAIGUEN EN EL CARÁCTER; PERO SI UNO SE NIEGA A CORREGIRSE, EL PODER DIVINO NO SE INTERPONE PARA CONTRARRESTAR LA TENDENCIA DE SU PROPIA ACCIÓN. La persona encuentra que le es más fácil repetirla. Va endureciendo su corazón contra la influencia del Espíritu Santo. Al rechazar después la luz se coloca en una posición en la cual aún una influencia mucho más fuerte será ineficaz para producir una impresión permanente. El que cedió una vez a la tentación cederá con más facilidad la segunda vez. Toda repetición del pecado aminora la fuerza para resistir, ciega los ojos y ahoga la convicción. Toda simiente de complacencia propia que se siembre dará fruto. Dios no obra milagros para impedir la cosecha. "Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará." (Gál. 6:7.) El que manifiesta una temeridad incrédula e indiferencia hacia la verdad divina, no cosecha sino lo que sembró. Es así como las multitudes escuchan con obstinada indiferencia las verdades que una vez conmovieron sus almas. Sembraron descuido y resistencia a la verdad, y eso es lo que recogen.