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radicalmente, creando poemas que son dardos diti dos directamente al cuerpo, a la mente, al corazén del lector. Oculto 0 visible, es del todo imposible que esto se lleve a cabo sin la presencia de un yo lirico que elige y concentra en su recorte materiales que hablan de él, de un lugar y una época precisos, y haciéndolo, se abre a los otros a través de un lenguaje, cuanto més local mas universal, sin lo cual no habria poesfa posible. La lirica ha vuelto a casa en Ia poesia argentina; 0 quizés nunca se fue de ella, pero anduvo pastoreando por ca- Iles y potreros donde fue revivificada por poetas de las tres dtimas décadas. a LA EXPERIENCIA DE LA POESIA ¢ Coates a tbgica de la poesia? Es una ligica otra, 0 Fosiriamos pensar que contradice los procedimientos, Togicos desde los materiales que la hacen posible y la ven nacer, es decir, los que provienen del lenguaje. Lo que veriamos como un texto mal escrito, fuera del ge nero, es a veces una marca de estilo en Ia posta, es laramente la seal de la revuela que se produce ahi, en lasintaxis, en la puntuacin, en la constante inven. Cin de palabras o€1 robo de palabras en otros idio- mas, en la bisqueda de un color o un ritmo imposi- ble, em el deseo de acabar con el lenguaje o hacerlo hablar de otro modo, aque modo que parece recordar se como venido de un suefio, hace mucho tempo, an- tes de tener un recuerdo formal y légico dc Iss cosas ‘Aun en el mis trsoy clasico poema es posible adver: tirlo, el Tenguaje se ha bafado en un agua lstral don de casi desaparece, para emerger luego transforma: do. Eso sentimes, por ejemplo, al leer a Garcilaso: la blanda incimidad que adquiere fa Tengua casteliaa a en sus endecasilabos nacidos en Italia, combinados con versos de siete silabas, no tiene parang6n con nada habido antes en la lengua, y transforms el idio- ‘ma para siempre; como también lo renové Juan de la Cruz volviéndolo un cuenco de luz que surge de la larga noche necesaria, 0 Io hizo Géngora con sus ma sas oscuras que auguraban la pérdida de todo limite, un infinito impensable para el que no habia estructu- ra capaz de contenerlo. Como venida de un suefio, dije, la experiencia de la poesia. Yeual es este suefio comunal del que todos parece- ‘mos venir, y recordamos al leer un poema? Quizés sea aquel momento previo a la adquisicién del lenguaje, antes de hablar como todos los adultos, antes de la imi tacién masiva centrada en las posibilidades de comu- nicacién del significado. Cuando la palabra mesa, por ejemplo, no queria decir sélo esa superficie sostenida en cuatro patas que sirve para comer, 0 twabajar, © apoyar el diario; antes de que la palabra solo sirua, de que esté casi exclusivamente al servicio de una fun- cin, y de un tinico significado. Cuando todavia vibra ba en el aire como el objeto mismo, pleno de magia ‘en su materialidad, en su olor, en su color, en su des- comunal tamaio, y la sonoridad que la enunciaba te nf asin una vastedad temblona y sin limites. Cuando era mesa, pero también mela, sema, meme, sasa, jma- mi! Por eso me gusta decir que la poesia, experiencia primaria de todo ser humano cuando nace al lengua- je, es la idiota de la familia, la idiota de la literatura, y ‘es, de una manera rara, la que sabe de nosotros. Pero, no todo es areaico ahi, ha pasado por el lenguaje que Te hablamos, ha pasado por la raz6n aunque conserva el goce del ensuefio, ha pasado por la construccién de luna ética personal, por la historia y por los procedi- mientos de la escritura que hacen que se diga ahi aque- lo que sélo el pocma puede decir. Para afirmar su ex pecificidad, entonces, el poema se construye gracias a procedimientos, pero la caracteristica de estos tiltimos es que siempre se estin volviendo impropios para decir Jo que quieren decir, Para expresar su propia cosa, el poema esti en guerra con las formas, con las figuras que adopta para decirse. Cada bello poema que vemos en la wadicién de la poesia castellana incluy6 en su momento un acto de ruptura, Rupturas que luego forman parte de la tradi- cin, No debiéramos tener con ellos ni el gesto del ok vido ni el de la obediencia. El octosilabo, periodo rit mico en el que se construye el idioma castellano, y sus compaiieros rebeldes, el heptasilabo, el pentasilabo, ‘el mecedor hexasilabo en su arrorré, abrieron para mi las puertas de numerosos y sencillos misterios en la versificacién de la lengua que conozco por haber naci- do al lenguaje a través de ella. La enseftanza que nos da el arte menor es su gracilidad, su economia lujosa, su: manera de apresar el latico del corazén del que lo lee 0 lo escucha, en sintonfa con el latido del coraz6n del castellano a través de su duracién y, sobre todo, de su sistema acentual, pudiendo, al mismo tiempo, acompasar cl accidente, el acento salido de lugar, por ejemplo, como necesidad expresiva del sujeto que compone o interpreta. Lo he vivido, también, como la guerra de guerrillas de las lenguas oprimidas que laten am por debajo, lo borrado, lo tachado, lo hecho desapare- cer que, sin embargo, no desaparece, y asalta por exce- s0 0 por silencio, por disonancia o forzado encabalga- miento, y dicelo propio desde el cuerpo yla respiracion del verso. Gabriela Mistral, por ejemplo, lamaba a es- tos fendmenos “dejar al verso bérbaro”, barbaro en su acentuacién o en su construccidn sintictica, Es dicta- do asf al autor, que lo asume, y lo asume también el lector. Podriamos decir que le dicen noa Dios por un momento, Dios como las formas organizadas y estable- cidas de Ia lengua central, noa la Historia con maytis: ccula de los vencedores, para volver a reunirse después, cen sutil acrobacia o salto sin red, con los brazos del otro en quien confia, el adversario, que a esta altura del mestizaje también siente como parte de si. De este modo, la poesia no es sélo de la cabeza, no es sélo de la voluntad ni tampoco de la matriz de la lengua, ode la ‘oscura y constante vocacién del cuerpo. Un campo de ‘enengia contradictorio y paradojal se recorta y armoni- za hallando su manera, casi siempre inesperada, que nos deja ladrar y lanzar espuma para tejerla, a veces sin, transicién, con una dulzura loca, tan loca como la fu- ria, tan frfa como la hicida emoci6n, tan caliente como la idea o el pensamiento revelador, Se observa, por ejemplo, que amamos la repetici6n y nos hace sentido porque genera confianza, y es aquello que la quiebra, ‘en una miriada de aspectos que resisten a toda cerrada interpretacién, lo que hace que e! poema permanezca vivo, se cierre para volver aabrirse en la proxima lect ra, 0 con el préximo lector. Se atiene a la ley yse resiste a ella, porque en esa cornisa entre lo propio y lo im- propio de la lengua es donde canta. En la frontera de tun campo recortado de ilusién, donde lo arcaico es a oy veces lo nuevo, donde el pasado es el futuro en lo tini- co que tenemos, el presente, bailando en cl desco de Ja permanencia con los sonidos mutantes de una im- ¢Cudnto tarda la lectura de un poema? Segundos, 0 minutos, pero silo hemos lefdo con atencién, apenas si lo volvemos a leer una vez mds, para reforzar esa atencién, su efecto parece resonar en nosotros tanto tiempo... :Quién no evoca un verso, de una cancién por ejemplo, para repetirlo a solas, o a otros?

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