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RESEÑA

Clemente Cox C.

*Universidad de los Andes, Instituto de Literatura, Av. Mons. Álvaro del Portillo 12455,
Las Condes, Santiago, Chile. cjcox@miuandes.cl

Paz, Marcela. Papelucho y el marciano, Santiago: Editorial Universitaria, 1968. 45pp.

Marcela Paz —pseudónimo de Ester Huneeus—, condecorada con el Premio Nacional de


Literatura en 1982, nos entrega una aventura más de su entrañable personaje Papelucho.
Se trata de la novena historia corta de este personaje, estrenado en 1947, y que tan
hondamente ha conectado a la juventud nacional con la literatura.

Esta novela breve —publicada originalmente con el título de Diario secreto de Papelucho
y el marciano— se presenta al lector precisamente como eso: el diario secreto de un niño
que recibe a un marciano por una temporada y escribe las divertidas historias que le
suceden con este extraterrestre que habita en su interior.

Papelucho, a quien conocemos por historias anteriores, es un niño de alrededor de 8 años,


miembro de una familia de clase media-alta en Santiago de Chile, a mediados del siglo
XX. Su vida transcurre entre el espacio cotidiano de su casa, la calle y el colegio. Sus
padres son bastante normales, con los altos y bajos, preocupaciones y malentendidos de
un matrimonio común y corriente. Papelucho es el segundo de tres hermanos. El mayor,
Javier, estudia en la Escuela Naval; la menor, la Ji, un par de años menor que el
protagonista, es una niña risueña y juguetona que comparte algunas aventuras con su
hermano. Además, igualmente importantes en el grupo familiar para Papelucho son la
Domi, la nana que trabaja en su casa; el Choclo, el perro de la familia; y otros animales
que aparecen a lo largo de la historia (la Coronta, los ratones…).

Si bien esos son los elementos externos de la existencia de Papelucho, la novela se ocupa
mucho más de adentrarnos en el mundo interior del niño, en que lo cotidiano se mezcla
con la fantasía sin solución de continuidad. En efecto, como lo indica el título, este diario
secreto trata sobre las relaciones entre Papelucho y el marciano. Este extraterrestre es Det,
un ser venido de Marte que, a falta de nave espacial para retornar a su planeta, se aloja
mientras tanto en el interior de Papelucho. La presencia de Det dentro de Papelucho
provoca una serie de conductas extrañas en el niño, de modo que los adultos comienzan
a considerarlo loco. El diario se ocupa de contarnos todas las peripecias y aventuras desde
la entrada del marciano hasta su vuelta a Marte, a donde de pasada se lleva al pobre
Papelucho.

El narrador de la historia es el mismo Papelucho, en cuanto redactor de su diario secreto.


Una de las principales virtudes de Paz, en que radica también su éxito entre los lectores
jóvenes, es su capacidad de situarnos genuina, sencilla y naturalmente en el punto de vista

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de Papelucho. Es decir, al leer esta obra, compartimos con alegría y simpatía la
perspectiva de un niño, con todo lo que eso implica: habitar en un mundo en que las
relaciones entre lo real, lo imaginado y lo fantástico no son problemáticas, en una
temporalidad y una espacialidad distorsionadas. Al contrario, desde la mirada del
protagonista, son los incrédulos adultos los que complican todo, pues son incapaces de
captar la realidad de aquello que catalogan de fantasioso. Por ejemplo, dice Papelucho:
“Las mamás no saben de planetas, de marcianos, de ovnis ni de nada científico y ni
sospechan lo que nos sucede” (18). Nosotros, en cuanto lectores, sin importar nuestra
edad, podemos superar esas trabas de los adultos, pues desde el comienzo se instaura una
cercanía especial entre el protagonista y nosotros que compartimos la intimidad del joven:
“este es mi diario secreto y se prohíbe leerlo” (2).

Uno de los rasgos más notables de esta historia y de todas las de la serie es la entrañable
y amistosa figura del niño Papelucho. A partir de un estilo de narración directo, ágil,
coloquial e infantil a ratos, sin agotar con descripciones ni datos innecesarios, la pluma
de Paz nos da retazos esenciales y valiosos sobre el protagonista y el resto de los
personajes. Con una habilidad excepcional arma el mundo completo del niño ante
nuestros ojos. Por supuesto, como eje central destaca la personalidad de Papelucho. Se
trata de un niño simpático, cariñoso, extrovertido, distraído, inventor y científico innato,
con un espíritu emprendedor fenomenal, intentando en todo momento solucionar los
problemas más curiosos. Al leer, nos divierte sobre todo la extraña lógica con que actúa
Papelucho y que manifiesta también en las descripciones, como cuando han chocado en
el bus y dice: “La Ji había saltado con el golpe y estaba encaramada en la cabeza del
chofer; yo asomado al revés por una ventana, es decir cara y brazos adentro y todos lo
demás fuera. Lo malo es que pegado entre los vidrios y sin poder salir” (30). En fin, en
esto consiste uno de los más grandes logros de la autora: volvemos a participar de la
infancia y su dichosa, juguetona y divertida manera de vivir.

Como hemos mencionado, Marcela Paz nos va revelando el mundo de Papelucho con un
estilo vivaz y espontáneo. La autora utiliza con mucha gracia la perspectiva que nos da el
niño. Él mismo, en cuanto escritor de su diario secreto, refiere sucesos y personajes que
para él son, por supuesto, familiares. El resto de los personajes carecen de esta entrada a
todo el mundo interior de Papelucho y se enteran solo de lo que este les cuenta. Nosotros,
en cambio, en la medida en que leemos el diario secreto del joven, accedemos también a
todos esos sucesos, y nos vamos familiarizando con ellos de a poco.

Desde el punto de vista del lenguaje, la prosa de Paz se va coloreando principalmente por
medio de tres recursos. En primer lugar, incluye muchísimos modismos y usos del
lenguaje chileno de la época. Aquí mencionamos solo algunos ejemplos: “choriflai” (15),
“quiltra” (17), “pituca” (17), “balón” (de gas) (19), “fome” (19), “choro” (19), “tener la
tincada” (19), “leseras” (19), “macanudo” (20), “sacar pica” (20), “chacota” (21),
“cachete” (22), “jetón” (22), “capear colegio” (25), “copuchas” (27). En segundo lugar,
ocupa muchos cultismos equivocados que divierten y van personalizando la voz de
Papelucho: “ipso flatus”, “dentror”, “me miró de hipo en hipo” (19), “con o sin migo”

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(19), “ídem” (20), “furiondo” (20). Por último, otro rasgo del léxico utilizado que va de
la mano con la personalidad del protagonista es la inclusión de varios términos
astronómicos o astrofísicos, muchas veces mal usados y sacados de contexto:
“supersónico”, “astronáutico”, “electrizante”, “fuerza retromagnética” (19),
“estereofónica” (25), “imán chorividente” (26), “volcánicamente” (26), “supersónico”
(32), “un grito cataléptico” (39).

Esta entrega de Papelucho, al igual que las otras que conocemos, contiene una historia
llena de humanidad, que manifiesta una sensibilidad fina que invita a mirar las cosas de
otra manera, a volver a mirarlas como en nuestra infancia. La lectura es ágil y la pluma
de la autora casi pasa desapercibida, por discreta, humilde y no ambiciosa. Además, cada
página tiene un sabor a chileno imperdible, que da gusto y alegría. En fin, la obra de
Marcela Paz se trata de una serie de historias infantiles imprescindibles para la formación
de nuestra juventud, y que de pasada puede reencantar a los adultos con la literatura
nacional.

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