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Universidad Nacional de Colombia.

Facultad de Ciencias Humanas.


Departamento de Sociología.
ST: Sociología del Conflicto y la Violencia.

Duvan Felipe Avilés Correa. – Cód.25361186

“Los pueblos que no cobran conciencia de que han sido vencidos son pueblos que están
lejos de sí mismos, (…) Lo importante es que, tarde o temprano, cada sociedad aprende
que conocerse es ya casi vencer”

René Zavaleta.

FUNCIONES Y CONTRADICCIONES DEL ESCUADRÓN MÓVIL ANTI


DISTURBIOS –ESMAD.

Introducción.
En Colombia, el derecho a la protesta social es una cuestión que, si bien se ve amparada
desde el marco legal, también ha sido objeto de diversos tratamientos por parte del Estado,
lo cual ha generado un ambiente precario para el ejercicio de este derecho (Cruz
Rodríguez, 2015); en nuestro contexto, las manifestaciones se han dado a lo largo y ancho
del territorio y han servido para visibilizar y revindicar derechos de muy diversas
poblaciones y grupos que han sido rezagados y marginados de lo que se podría considerar
como un proyecto de Estado, en muchas ocasiones se agota la vía institucional y no hay
otra salida para abrir un canal de diálogo con el Estado más que la protesta, la cual
desemboca en ocasiones en confrontaciones violentas entre manifestantes y la fuerza
pública. En ese sentido, el presente escrito tiene por objetivo el procurar una
interpretación crítica respecto al uso de la violencia y particularmente el uso de esta en el
marco de la protesta social dentro del contexto colombiano, para ello, se pretende dar
respuesta a diversas preguntas transversales que ayudaran a complementar el objetivo de
este ensayo; las preguntas giran en torno a (i) ¿quién hace uso de la violencia en el
contexto de protesta? (ii) ¿es legítimo/legal ese uso de la violencia? Y (iii) ¿cuáles son las
posibles interpretaciones de la forma en la que se hace tratamiento a la protesta social el
Colombia?
De acuerdo a lo anterior, en primera instancia resulta necesario identificar quién es el
actor directo por parte del Estado que hace contraparte a la supuesta violencia por parte
de los manifestantes, dado que, si bien es la fuerza pública la encargada de hacerle frente
a la protesta, la facción que encarna esta función es el Escuadrón Móvil Anti Disturbios
–ESMAD-, en ese sentido, se procederá a una breve descripción del ESMAD, sus fines

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misionales y un acercamiento a lo que formalmente es su deber ser, para posteriormente
contrastar esto con lo que ha sido su accionar frente a las diferentes movilizaciones y
finalmente realizar una reflexión a la luz de los diferentes postulados de los autores vistos
en el curso.

ESMAD – Escuadrón Móvil Anti Disturbios.

El ESMAD, es una dependencia del Comando de Unidades Operativas Especiales de la


Policía Nacional, el cual fue creado en el año 1999 durante el gobierno de Andrés
Pastrana, éste fue pensado en sus inicios como grupo de apoyo temporal a las Policías
Metropolitanas, sin embargo, 20 años más tarde, su figura sigue vigente y se ha extendido
a la mayoría de los departamentos del país, teniendo incluso activos permanentes en los
principales centros urbanos, los cuales rondan cerca de los 3500 efectivos, incluso ahora
cuentan con toda una indumentaria y armas especializadas para el desarrollo de su
función.

En concreto, desde el punto de vista de la Policía Nacional, el ESMAD es:

“El (...) encargado del control de disturbios, multitudes, bloqueos


acompañamiento a desalojos de espacios públicos o privados, que se presenten
en zona urbana o rural del territorio nacional, con la eventual materialización de
hechos terroristas y delincuenciales, para restablecer el ejercicio de los derechos
y libertades públicas.”

Esta función se complementa y especifica con la resolución 02467 aprobada en el año


2007, durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez , la cual creó el distintivo del Curso de
Control de Multitudes de los Escuadrones Móviles Anti Disturbios de la Policía Nacional,
lo cual, como señala Quintero (2018) ocasionó que se posicionara en el debate público
los límites constitucionales y del uso de la fuerza por parte de este escuadrón, sin
embargo, para el desarrollo de lo que podría considerarse sus funciones y sus modos de
proceder, se avala la resolución 03516 en el año 2009, resolución mediante la cual se
expide “el manual para el servicio en manifestaciones y control de disturbios para la
Policía Nacional”, este manual tiene como finalidad “Guiar a las unidades uniformadas
de la Policía Nacional frente al proceder adecuado en la atención, manejo y control de
multitudes”, (Policía Nacional de Colombia, 2009) en este manual se hace manifiesta en
diversas ocasiones la necesidad de que los escuadrones busquen llegar a una mediación o

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negociación de conflictos con los grupos de personas reunidas o aglomeradas en donde
haya la posibilidad de que se den comportamientos contrarios a las normas; se habla de
que este escuadrón ha de hacer un buen uso de la fuerza, y un manejo correcto de los
elementos coercitivos; estas funciones se rigen a su vez por unos principios, los cuales
aparecen como “Principios básicos sobre el empleo de la fuerza y de armas de fuego por
los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley” (Policía Nacional de Colombia,
2009) a continuación se mencionarán algunos de esos principios:

 Los gobiernos y los encargados de hacer cumplir la ley adoptarán y aplicarán


normas y reglamentaciones sobre el empleo sobre el empleo y uso de la fuerza
(…) los organismos encargados de hacer cumplir la ley examinarán
continuamente las cuestiones éticas relacionadas con el empleo de la fuerza y las
armas de fuego.
 Los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, en el desempeño de sus
funciones, utilizarán en la medida de lo posible medios no violentos antes de
recurrir al empleo de la fuerza y armas de fuego. Podrán utilizar la fuerza y armas
de fuego solo cuando otros medios resulten ineficaces o no garanticen de ninguna
manera el logro del resultado previsto.
 Cuando el empleo de armas de fuego sea inevitable, los funcionarios encargados
de hacer cumplir la ley:

- Ejercerán moderación y actuarán en proporción a la gravedad del delito y al


objetivo legítimo que se persiga.
- Reducirán al mínimo los daños y lesiones y respetarán y protegerán la vida
humana.
- Los gobiernos adoptarán las medidas necesarias para que en la legislación se
castiguen como delito el empleo arbitrario o abusivo de la fuerza o de armas
de fuego por parte de los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley.

Los anteriores principios, son apenas algunas disposiciones generales bajo las que se rige
el accionar del ESMAD, estos se complementan con algunas disposiciones especiales,
con las normas sobre el empleo de agentes químicos, incluso, con una conceptualización
sobre lo que es el buen uso de la fuerza, esta última, llama en especial la atención en tanto
que ha sido una cuestión bajo la que se ha producido bastante polémica; según la
Resolución 00448 de 2015, el uso de la fuerza se entiende como: “El medio material,

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necesario, proporcional, y racional empleado por el personal uniformado de la Policía
Nacional, como recurso para hacer cumplir la ley, dentro del marco de los derechos y
libertades; utilizando entre los medios disponibles, aquellos que siendo eficaces causen
menos daño a la integridad de las personas y a sus bienes” y este a su vez se complementa
con unos principios para su uso, el principio de necesidad, principio de legalidad,
principio de proporcionalidad, principio de temporalidad, y principio de racionalidad; a
parte se menciona que el fundamento para la aplicación del uso de la fuerza deberá en
todos los casos estar fundamentada en el respeto y el cumplimiento de la ley, el respeto
de la dignidad de la persona y protección de los Derechos Humanos. En este punto, hay
una cuestión que resulta pertinente, y es la que hace mención de que el uso de la fuerza
policial lo decide también la actitud del ciudadano, es interesante en la medida en que se
resalta que el agente debe tener en consideración la progresión del comportamiento del
ciudadano y la proporcionalidad con cada uno de los grados de intensidad para aplicar de
manera gradual el uso de la fuerza, iniciando con la presencia ostensiva, hasta llegar al
uso de armas de fuego.

En otro apartado, el manual para el servicio en manifestaciones y control de disturbios


realiza una “conceptualización” respecto a los diferentes tipos de multitudes, señalando
lo que para ellos son características diferenciadoras en los modos de aglomeración de las
masas, lo cual, según el manual, permite determinar el tipo de acción que se llevará a
cabo; en esta clasificación que hace la policía se distinguen 14 tipos de multitudes, entre
los cuales se destacan la figura de paro, marcha, huelga, manifestación entre otros; de la
mano de esta clasificación se desprende de manera directa una sección dedicada a plantear
los indicios de los que se valen los escuadrones para determinar la peligrosidad de las
masas, entre estos indicios se destacan, (i) la importancia numérica de la manifestación:
señalan que a mayor cantidad de gente mayor será la oportunidad para ser combativos o
conflictivos en una manifestación, (ii) El sitio de la manifestación: indican que es
necesario tener el dominio del terreno, así como el conocimiento de las vías con el fin de
desarrollar de manera efectiva sus funciones, así como acceso a los recursos que se
requieran, (iii) El carácter político, contestatario o reivindicativo de la manifestación: aquí
hacen referencia a que debido a la inconformidad de cierto grupo, o la vulneración de
algún derecho se puede tornar una inestabilidad entre los reclamantes, sumado a una falta
de entendimiento con el gobierno, y el desenvolvimiento de una manifestación violenta o
peligrosa. (iv) Día y hora de la realización: la importancia de incluir esto en los indicios

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de peligrosidad, es básicamente por la posibilidad de acogida de la gente a la
manifestación, así como la posibilidad de irrumpir en la normalidad del tráfico etc.
Finalmente encontramos la (v) Clase y categoría de los ciudadanos convocados: aluden a
que se deben tener en cuenta la categoría socioeconómica, cultural, laboral y profesional
de los manifestantes dado que eso les permite orientar los recursos, medios y formas de
orientar el control de la manifestación. Otros aspectos que incluye el manual, se orientan
principalmente a un paso a paso del cómo proceder en los disturbios, en las
manifestaciones y en los desalojos, así como de la cuestión táctica dependiendo de cuál
sea el fin que se persiga o les asignen, distintas formaciones, etc. también se presenta una
descripción de la indumentaria y el armamento “no letal” que pueden/deben utilizar.

El ESMAD en acción.

Anteriormente se dieron luces sobre cuál es el deber ser del ESMAD, algunos de los
principios bajo los que se rige este escuadrón y la forma en la que clasifican las
manifestaciones para llevar a término su accionar, sin embargo, es pertinente preguntarse
si efectivamente hay una correspondencia respecto a lo que se plantea en los diferentes
decretos y manuales y la forma en la que desarrollan sus maniobras en la vida real. Como
se mencionó en líneas anteriores, el Estado a través del ESMAD le ha dado un tratamiento
bastante cuestionado a la protesta social, el cual ha ocasionado un ambiente precario para
el desarrollo de este derecho, como lo menciona Edwin Cruz (2015), señalando que en
las últimas décadas han aumentado significativamente el número de protestas, pero que
al mismo tiempo ha aumentado el nivel de represión por parte del Estado; incluso hace
referencia a que las condiciones para el ejercicio del derecho a la protesta no son una
cuestión coyuntural, sino que han estado durante largo tiempo en la lista de espera de la
agenda pública, en este punto es preciso preguntar por las razones o los motivos que han
impedido que este tema, que trae consigo un trasfondo importante de demandas por parte
de diversos sectores de la sociedad, salga a la luz y ocupe un lugar significativo en el
debate público.

Son muchos los casos que han sido documentados y denunciados de abuso de autoridad
y violación de derechos humanos por parte del ESMAD a manifestantes en diferentes
partes del territorio, incluso las cifras son tan alarmantes que este grupo en Bogotá ya
lleva por lo menos 18 asesinatos, entre los que figuran mayoritariamente estudiantes,
entre los nombres más reconocidos se encuentran los de Jhony Silva, Oscar Salas, Nicolás

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Neira, entre otros que fueron víctimas de brutales golpizas, gases lacrimógenos y balas
de goma que supuestamente contribuyen a la neutralización de la violencia en las
protestas y a la restauración del orden público; resulta muy sencillo encontrar artículos en
los principales medios de comunicación que den cuenta de los atropellos que realiza este
escuadrón con la sociedad civil.

En nuestra historia reciente encontramos dos acontecimientos que marcan un hito


respecto a niveles de represión nunca antes vistos, el primero se remonta al Paro Nacional
Estudiantil del año 2011 y el segundo, nos remite al Paro Nacional Agrario del año 2013;
de este último las cifras arrojan que se presentaron cerca de 660 casos de violaciones a
derechos humanos, 262 detenciones arbitrarias, 485 heridos, 21 personas heridas con
armas de fuego, y 52 casos de hostigamientos y amenazas (Quintero, 2018), incluso, el
Paro Nacional Estudiantil más reciente también presentó un gran número de altercados
entre la fuerza pública y estudiantes en las principales universidades públicas del país que
dejan entrever la forma en la que el ESMAD entra en acción, por ejemplo, encontramos
el artículo en el que un joven pierde un ojo en enfrentamientos con el ESMAD en Popayán
(El Tiempo, 2018) o el artículo que hace mención a la marcha de los estudiantes de la
Universidad Nacional que tenía como destino la calle 100 y cuyo desenlace terminó en
represión por parte del ESMAD, a tal punto que quedaron acorralados un grupo de
estudiantes en el Éxito de la calle 97 y se hizo necesaria la presencia de defensores de
derechos humanos para que estos lograran salir de las instalaciones del almacén
(Redacción El Tiempo, 2018a), incluso en ciudades como Medellín el uso de la fuerza
muchas veces es desmedido, como la ocasión en que estudiantes de varias universidades
de la ciudad convocaron a un plantón con bloqueos intermitentes de las vías y el ESMAD
llegó sin mediar palabras a lanzar aturdidoras contra los estudiantes (Redacción El
Tiempo, 2018b); y lo que resulta curioso es que cuando se trata de hacer públicas las
denuncias, e invitar a la fuerza pública a que dé declaraciones, nunca se obtiene respuesta
por parte de esta entidad del Estado (El Espectador Educación, 2018).

Esta forma de tratamiento a la protesta social no sólo se presenta en contra de los


estudiantes, es una cuestión que se está generalizando en todo el territorio y por diversas
razones, el ESMAD va siempre en atropello de los intereses de la sociedad civil, como
ejemplo de ello tenemos el caso de un barrio de Bucaramanga en el que la comunidad se
oponía al proyecto de construcción de una antena de telecomunicaciones en tanto
consideraba esta obra como un atentado a su salud, sin embargo, la respuesta por parte

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del gobierno local fue el envío de efectivos del ESMAD para despejar la zona y permitir
la construcción de la obra (Redacción El Tiempo, 2019), otro es el caso de la
manifestación que se lleva a cabo en uno de los tramos de la vía panamericana que conecta
el municipio de Cajibío con la ciudad de Cali, en el Valle del Cauca, en donde miembros
de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos adelantan jornadas de protesta en pro
de exigirle al gobierno nacional que garantice el derecho a la salud, la educación, la
seguridad y la vida digna de los habitantes de dichas regiones, pero como era de esperarse
la respuesta del gobierno fue el envío de escuadrones del ESMAD para despejar la vía
(El Espectador Nacional, 2019), o el caso de la marcha de profesores realizada en la
ciudad de Bogotá, organizada por la Federación Colombiana de Educación –FECODE-
que tenía como destino el Ministerio de Educación Nacional con miras a exigir mejores
condiciones para la educación básica y secundaría en el país, esta movilización, como era
de esperarse, fue disuelta por tanquetas del escuadrón antidisturbios y dejó a varios
docentes heridos (Semana Educación, 2017).

Como estos artículos hay miles en los archivos de los medios de comunicación más
consultados del país, que, aunque sean bastante cuestionables por el discurso utilizado,
sirven para dar cuenta del proceder del ESMAD frente a la protesta social, y en general
cualquier intento de expresión de inconformidad por parte de la sociedad civil con el
Estado.

Desde la perspectiva de algunos teóricos del conflicto y la violencia…

¿es legal/legítima la violencia utilizada en las manifestaciones?, según Weber, el Estado


es “aquella comunidad humana que dentro de un territorio aspira con éxito al monopolio
legítimo de la violencia” (1979) es decir, que es el Estado el único que mediante la
legitimidad que le da el pueblo puede hacer uso de la violencia para mantenerse como tal,
por ello es que controla la coerción, y priva a la sociedad civil de los medios para ejercerla,
en específico priva a la sociedad civil del manejo de las armas y crea leyes, ejércitos y
policías para mantener ese control, brindar la idea de seguridad y así mismo regular
convivencia entre los habitantes de los territorios, para este caso en concreto, la violencia
legítima estaría representada por el ESMAD en tanto que se puede considerar como una
extensión del Estado y como un órgano encargado de velar por el sostenimiento del orden
social, sin embargo, qué pasa cuando en una parte de la sociedad civil hay un malestar, y

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no se siente representada por el Estado, en tanto que está siendo excluida de la comunidad
política y en tanto hay una negación de sus derechos.

Benjamin (1997) nos menciona cómo la violencia puede ser fundadora de derecho, y
cómo una vez agotadas las vías institucionales, no hay otra opción más que optar por las
vías de hecho para llamar la atención del Estado, cuestiones que si bien en la actualidad
se supone están amparadas bajo el derecho a la huelga, están también limitadas, dada la
doble contingencia de la violencia, pues esta también posee una función conservadora;
vemos entonces el desarrollo de un pulso entre la sociedad civil y el Estado, en donde
este último tiene todas las posibilidades de ganar dado los mecanismos que tiene para
banalizar los reclamos y causar una desaprobación generalizada en otros sectores de la
misma sociedad civil evitando que se gesten lazos de solidaridad y posibles escalamientos
en las manifestaciones; en el caso colombiano es bastante notable esta cuestión, puesto
que el Estado se ha servido siempre de discursos para desarticular los diferentes reclamos
sociales, tal es el caso de la adopción de la Doctrina de Seguridad Nacional a finales de
los años 50, el discurso del enemigo interno en los 70 y 80, la lucha antidrogas en los 90,
y el discurso antiterrorista desde comienzos de los 2000, este último materializado en la
doctrina de la seguridad democrática a partir del primer gobierno de Álvaro Uribe Vélez
(2002 -2006); Todos estos discursos, han conseguido en gran medida hacer una
criminalización y estigmatización de la protesta social, incluso del disenso y de la crítica,
y con ello una justificación de la represión ejercida por los órganos policiales, puesto qu e
crea un ambiente de terror, de desconfianza y refuerza la creencia de que es necesario
incrementar el pie de fuerza para hacerle frente a la inseguridad.

En este punto, resulta interesante resaltar cómo a pesar de que las manifestaciones han
sido una constante en el tiempo, el Estado ha logrado hacer que se normalice esa situación
de malestar, los discursos anteriormente mencionados lograron politizar a las fuerzas
armadas y servirse a su vez de ejércitos paraestatales para suprimir cualquier intento de
organización que propendiera por el cambio sociopolítico del país; a esto se añade que
bajo el discurso de la seguridad democrática el tratamiento que se le da a la protesta social
se tornó también en una cuestión de políticas punitivas, en vez de proteccionistas frente
a este derecho, lo cual logró que el hecho de ejercer el derecho a la protesta fuera
fácilmente vinculado con una violación a la ley.

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Esta criminalización y estigmatización, han generado que por parte del Estado y las
fuerzas armadas se dé una persecución sistemática a líderes, intelectuales, y en general a
cualquier persona que encaje dentro de la definición del enemigo que se planteó desde
los diferentes discursos, cerrando así el abanico de posibilidades con las que se cuenta
para hacer frente al orden dominante, por ello se hace necesario pensar en la cuestión de
las formas de la lucha, y como estas en cuanto posición de dignificación de la vida de las
minorías legitiman los medios que sean necesarios para no ceder en la resistencia contra
el statu quo. De Sousa Santos (2017) plantea dos cuestiones que subyacen a la lucha
social, señala que estas aunque sean autónomas no son mutuamente excluyentes; la
primera de ellas es la dialéctica entre institucionalidad y extrainstitucionalidad, y la
segunda refiere a la dialéctica entre lucha violenta y lucha pacífica; la primera se plantea
el debate de si se debe luchar dentro de las instituciones, o si se deberían presionar desde
afuera hasta transformarlas por vías consideradas ilegales, y la segunda plantea
diferencias respecto al uso de la violencia para subvertir el orden, o el tratar de entablar
negociaciones entre los actores para lograr ser introducidos en el proyecto de Estado, sin
que haya un sometimiento o negación del otro; esto último resulta bastante problemático
si traemos a colación el genocidio de la Unión Patriótica, puesto que lo que se había visto
como una victoria de los diálogos de La Uribe, terminó en una tragedia que demostró la
falta de voluntad y de capacidad del Estado para vincular a aquellos sectores marginados;
incluso se puede observar esta misma situación con el proceso de paz que se dio entre el
gobierno nacional y las FARC-EP, en donde tras la firma del Acuerdo de Paz y el cambio
de gobierno el panorama parece ser incluso más desesperanzador, pues la persecución, la
estigmatización, la criminalización y la represión frente a cualquier forma de protesta o
de inconformidad con el orden vigente parecen acentuarse con más fuerza, y se contradice
con lo que se esperaba tras la firma del acuerdo.

Estas situaciones dejan claro que en nuestro país, evidentemente se da una construcción
de “los otros” en el sentido que le otorga Fanon (1965), los cuales son negados en su ser
y por su esencia, son considerados como la encarnación del mal absoluto y son sujetos
animalizados puesto que no se les reconoce siquiera el status de persona, es interesante
como esta concepción de “los otros” aquellos marginados de la comunidad política entra
en choque directamente con la noción que se ha reproducido de manera acelerada de “la
gente de bien” un significante vacío que logra marcar diferencia, aquella parte de la
sociedad que resulta útil al sistema en cuanto contribuye a su reproducción, se encierra

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en su individualismo y se aleja de los sujetos colectivos a conveniencia; dos sujetos que
coexisten y que como señala Boaventura (2017) se dividen en dos grupos asimétricos,
“los que no pueden olvidar y los que no quieren recordar”.

En ese sentido, ¿cómo reaccionan “los otros” frente a esta marginación y exclusión de la
comunidad política?, si nos remitimos nuevamente a la historia de nuestro país, y
remitiéndonos al texto de María Teresa Uribe “El republicanismo patriótico y el
ciudadano armado” (2004) podremos dar cuenta de cómo desde la revolución de
independencia el construir principios identitarios que agrupen al total de la población ha
sido una gran dificultad, y aunque superado el reto mediante la aceptación de la guerra
como constitutiva de nuestra identidad, las divergencias entre lo nuevo y lo antiguo, entre
esa herencia colonial y las pretensiones de construir una ciudadanía moderna ha dejado
rezagos hasta el día de hoy, dado que no hemos logrado en nuestra historia consolidar una
institucionalidad lo suficientemente fuerte que logre mediar de manera efectiva y no
represiva los conflictos, cuestiones que desembocarían en lo que se conoció como La
Violencia, el surgimiento de grupos guerrilleros, en una división del territorio mediadas
por dinámicas ajenas a las del Estado, y que crearía entonces tensiones que darían paso a
las territorialidades bélicas y a los órdenes alternativos de hecho que pondrían en vilo la
soberanía del Estado colombiano. (Uribe de Hincapié, 1998)

Conclusiones.

¿cuáles son las posibles interpretaciones de la forma en la que se hace tratamiento a la


protesta social el Colombia? En resumen, se ha observado cuál es el deber ser del ESMAD
y se ha logrado constatar claramente que sus acciones en las calles y en los territorios no
se corresponden en absoluto con lo que en el papel se plantea, las violaciones a los
derechos humanos son innegables y los asesinatos imperdonables, lo que este escuadrón
entiende por buen uso de la fuerza no tiene sustento, no hay una claridad en las
definiciones y siempre será una cuestión que quede a discreción del agente; no hay una
regulación ni un monitoreo claro por parte del gobierno a esta unidad, a pesar de que esta
no acate los principios a los que se acogieron de las diversas declaraciones
internacionales, claro ejemplo de ello es la impunidad de la que han gozado por los
asesinatos a estudiantes y en general a personas que se atreven a manifestar su
inconformidad (Semana Educación., 2016), no existe una sentencia firme o un culpable
procesado por los diversos casos; como lo menciona William Rozo (2013), hay una

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arbitrariedad policial acompañada de una arbitrariedad judicial, que hace que los avances
en los procesos sean nulos, sin embargo, se han logrado conocer testimonios de agentes
del ESMAD que aceptan haber hecho uso de “juguetes” no autorizados, como lo son las
llamadas “recalzadas”, un cartucho de gas lacrimógeno ya utilizado y rellenado con
canicas, clavos, esquirlas entre otros. Pero todo esto no acaba aquí, no es que el Estado
sea incapaz de hacer un monitoreo a las acciones que realiza el ESMAD, lo que sucede
es que las acciones perpetradas por este escuadrón son el reflejo de la ideología que
representan, es incluso sorprendente ver como a través de los medios de comunicación se
tergiversan los acontecimientos y se llega a una victimización del ESMAD, -pobre de
ellos que con sus escudos y su arsenal son víctimas de civiles desarmados e inconformes-
(Redacción El Tiempo, 2017), Pero esta victimización no es en vano, esta se presta como
justificación para el aumento de la represión por parte de las unidades, haciendo que
aquella “gente de bien” desde sus lugares cómodos y privilegiados aplaudan, legitimen
y reproduzcan los abusos de autoridad.

Resulta interesante traer de nuevo a colación algunos de los postulados de María Teresa
Uribe (1999) puesto que ella hace mención a que en Colombia hemos estado en una
guerra civil cuasipermanente, con periodos de agudización y otros de baja intensidad en
los que sale a relucir la fragilidad de la soberanía estatal y con ello los mecanismos bajo
los que el Estado se ha valido para hacer frente a ese otro que no encaja en su proyecto,
mecanismos algunas veces legales como el ESMAD y otras veces ilegales como los
paramilitares; vemos como esta doctrina de la seguridad democrática avanza en diferentes
niveles por medio de la criminalización, la estigmatización y la banalización de los
aspectos político-ideológicos, actuando desde la lucha contrainsurgente, hasta llegar a los
movimientos sociales, el Estado no hace discriminación ni tampoco el mínimo esfuerzo
por garantizar condiciones de vida digna para la población en su totalidad, sencillamente
quién no encaja en la comunidad política puede convertirse en objetivo de aniquilación.

La lucha por la transformación del orden social ha de hacerse desde todos los flancos y a
través de la articulación de las diferentes demandas, así como de las diferentes formas de
lucha, por ello se hace necesario también el pensar en un posible desmonte del ESMAD
apelando a que este no cumple con sus fines misionales, no acata los manuales, no sigue
los principios, y sus procedimientos han sido cuestionados desde su creación, a tal punto
de transformarse en el Escuadrón Móvil Anti Dignidad.

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