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Niño de cuatro años

Desarrollo físico y mental de un niño de 4 años de edad


El niño de 4 años es más independiente. Se siente capaz,
y lo es, de controlar su propia fuerza y seguridad. Le gusta
sentirse parte de las tareas domésticas y se ocupa de sus
propias cosas. Consigue lavarse las manos y el rostro,
guardar su propia ropa, arreglar las sábanas de su cama,
cepillar los dientes, y recoger sus juguetes en la habitación
y todo ello... ¡él solito! Se relaciona muy bien con
sus amiguitos y le encanta invitarlos a su casa
Desarrollo físico y mental de un niño de 4 años
- Puede subir y bajar las escaleras con más facilidad, participar en juegos
de competición, y siempre se encontrará dispuesto para jugar a lo que sea.
Demuestra sus preferencias en cuanto a la ropa, el peinado, la comida y
los amigos.

- Empieza a hacer preguntas sobre todos los aspectos que le despiertan


curiosidad, y demostrará cierto interés sobre su nacimiento y sobre la
muerte. Le encanta mirar fotografías y ver películas de cuando era
pequeño.

- En su nivel de pensamiento se percibe una evolución, ya que puede


clasificar los objetos y los materiales por color, forma o número. Pero no
sólo eso, sino que ya se ubica en el espacio y comprende las nociones -
fuera-, -dentro-, -arriba, -abajo-. Asimismo, también narra experiencias de
la vida cotidiana y lo hace con mayor fluidez y mejor pronunciación.

A los 4 años, comienzan los desafíos para los


niños
A esta edad, el niño presenta una inestabilidad en sus emociones. Se ríe
y llora sin una razón aparente, y eso provoca que vuelva, alguna que otra
vez, a las rabietas de los dos años. Quiere imponer sus deseos desafiando
a sus padres. El niño de cuatro años va a sentir una preferencia especial
por su madre si es niño, identificándose con el padre y compitiendo con él
por su madre. Sin embargo, la niña mostrará debilidad por su padre y
actuará de igual manera que el niño.

Es una etapa en la que los padres deben tener muchísima paciencia, tacto
y control de la situación. No nos olvidemos que estamos tratando con un
niño pequeño, que tiene una capacidad de comprensión muy limitada y
somos nosotros, los padres, los que debemos enseñarles, poco a poco.
Aparte de eso, comenzará con los por qués. Buscará respuestas y
conviene responderle siempre con la verdad. Al responder a un niño, le
estamos enseñando a pensar y le estamos ayudando a formar las bases
de su visióndel mundo.

Enseña a tu niño modales en la mesa

Masticar con la boca abierta, poner los codos sobre la mesa, jugar con la silla y
con la comida, levantarse antes de tiempo… Seguro que la mayoría de estas
acciones las lleva a cabo tu hijo mientras estáis sentados a la mesa. Los niños
son muy impacientes y no nacen con las normas de cortesía aprendidas, por lo
que deberás enseñarle a comportarse desde bien pequeño. Cuanto antes las
conozca, más rápido será el aprendizaje
Aprender desde pequeñitos

A partir de los 2 o 3 años, los niños empiezan a comer en la mesa con el resto de la
familia, a la vez que empiezan a tomar parte en las celebraciones –cumpleaños,
bautizos, comuniones-, compartiendo el banquete con los adultos.

Y los niños, como corresponde a su edad, son muy inquietos y traviesos: se cansan
enseguida, se quieren levantar a jugar, no obedecen cuando se les llama para comer,
etc. Esto es normal, pero siempre hay que marcar unos límites, sobre todo cuando
comemos con más gente o se está en un restaurante.

En la mesa, y también en otros lugares, hay que enseñarles a comportarse con una
cierta educación y compostura. Por eso es una buena idea que les enseñes desde
pequeñitos, para que se acostumbren cuanto antes y no adopten malos hábitos que
después serán más difíciles de modificar.

En esta etapa la imitación y el juego son las claves para adquirir cualquier
comportamiento. Observar al resto de la familia comiendo les ayudará a aprender, por
lo que es muy importante que pongamos atención a lo que hacemos nosotros. No se
puede pedir a un niño que no ponga los codos en la mesa o que no coma con la boca
abierta si nosotros no somos capaces de cumplirlo.
Para ello los padres deben mostrar siempre una actitud segura y confiada y nunca ser
incoherentes. Ambos deben marcar las mismas directrices para no volver locos a sus
hijos.
Lo que nunca debe hacer

- Empezar a comer antes de que se siente todo el mundo. Es de muy mala educación
comenzar sin que estén presentes todos los comensales, a no ser que la comida se
pueda enfriar y estropear y los anfitriones así lo indiquen.

- Comer con la boca abierta o llena. A nadie le gusta ver los trocitos medio masticados
de la boca de otro, pero tampoco es de buena educación llenarnos hasta arriba de
comida y no poder ni masticar, y menos aún hablar con la boca llena o comer
haciendo ruidos. Enséñale a comer pequeños trocitos. La comida nunca debe ser
arrojada sobre el plato una vez que ha sido masticada.

- Jugar con la silla. Además de que sea de mala educación, es bastante peligroso si se
cae, ya que se puede romper la barbilla o hacerse mucho daño en la espalda y el
coxis. El niño debe permanecer bien sentado, con la espalda recta y los pies apoyados
en el suelo –si llega.

- Chupar los cubiertos. No se deben lamer los cubiertos, pero sobre todo el cuchillo,
ya que además de quedar muy feo, también es peligroso.

- Interrumpir a otros mientras hablan. Esta es una norma esencial que debe cumplir
no sólo en la mesa, sino siempre que esté presente en una conversación.

- Jugar con la comida. Todos hemos oído la frase: “Con la comida no se juega”. Y es
que es de mala educación hacer bolitas con la miga del pan, montañitas con el arroz…
Los alimentos son para comer, no para divertirse con ellos.

- Poner los codos sobre la mesa. El antebrazo sí debe estar apoyado en la mesa
mientras cortamos la comida y la cogemos, pero los codos no.

- Gritar o dar voces. Aunque a veces haya muchos invitados y sea difícil hacerse oír,
acostúmbrale a que no chille.

- Rascarse. Los niños son propensos a rascarse los brazos, la cabeza, etc. pero no es
un gesto muy higiénico en un lugar lleno de comida.
- Beber sin limpiarse la boca. Antes de coger el vaso para beber, es recomendable
que se limpie la boca para evitar mancharlo de grasa y que se vuelva opaco de la
suciedad.

- Bostezar. Si ha dormido mal o está muy cansado y no puede evitar hacerlo, enséñale
a ponerse la mano delante de la boca o a hacerlo de la forma más discreta posible, no
hace falta que su bostezo interrumpa las conversaciones.

- Hurgarse la nariz. Otra mala costumbre de los más pequeños, andar todo el día con
el dedo metido en la nariz. Pero si siempre debe evitarse este gesto, más aún cuando
se está comiendo, no sea que indigestemos al resto de comensales -aparte de
hacernos pasar un poco de vergüenza.

- Quitarse los zapatos. Seguro que tus hijos tienen la manía de deshacerse de su
calzado en cuanto se sientan en el sofá de casa o en el suelo para jugar. Pero a la
mesa no debe estar descalzo. Si estáis en casa y los zapatos le molestan o le hacen
daño, ponle unas zapatillas de estar por casa.

- Levantarse antes de que acabe la comida. Los niños, en cuanto han comido, quieren
levantarse a jugar, pero debes intentar que permanezca a la mesa hasta que se haya
acabado el postre. Obviamente no le puedes obligar a estar toda la sobremesa
escuchando “aburridas” conversaciones de adultos, pero sí a estar hasta el final del
banquete y a pedir permiso antes de irse.

Consejos para ayudarle

Ante todo, debes darle ejemplo. Intenta poner en práctica todas las normas que le has
enseñado. Los niños aprenden por imitación y le será más fácil aprenderlas todas si ve
a sus padres cumpliéndolas.

A pesar de ello, alguna vez puedes simular que te equivocas para que vea que no
pasa nada si mete la pata. Así te corregirán ellos y reforzarás el hábito. Cuanto te
confundas, haz siempre un comentario del tipo: “¡Mira a mamá, también se equivoca!”.
No le enseñes todas las normas a la vez o le volverás loco. Debes ir poco a poco
mostrándole cómo se come correctamente y corrigiendo lo que haga mal. Pero no le
hagas una lista enorme de reglas, le parecerá imposible cumplirlas todas y se
desanimará.

No debes regañarle cuando haya más gente delante (sobre todo si está su hermano o
primo mayor al que quiere impresionar). Podéis disponer una frase secreta que sólo
vosotros entendáis para que corrijas lo que está haciendo mal sin que los demás se
enteren. Por ejemplo, si quieres que quite los codos de la mesa, busca una afirmación
que empiece por CO: “¿Cómo se llamaba ese amigo tuyo que vino el otro día?”. Así él
sabrá a qué te refieres pero no le harás pasar vergüenza.

Muéstrate efusivo y alábale cuando vaya haciendo progresos. Un beso tuyo después
de comer o un cumplido le harán más feliz que cualquier regalo del mundo.

No te muestres impaciente ni le grites si después de varios días enseñándole aún


pone los codos en la mesa o mastica con la boca abierta. Cualquier aprendizaje
requiere su tiempo.

Una buena herramienta que ayuda al trabajo educativo es inventarse algún juego para
que comprenda mejor las reglas y le resulte más fácil aprehenderlas. Por ejemplo,
inventad un cuento o una canción que contengan las normas que se deben seguir a la
mesa. También podéis practicar con sus juguetes, preparando un banquete imaginario
con sus peluches y sus muñecas.

Lo importante es que se creen unos hábitos a la hora de la comida y que tu hijo


gradualmente vaya adquiriéndolos, sin agobios ni prisas puesto que al fin y al cabo, es
todavía un niño.

Enseña a tu niño a vestirse solo


Alrededor de los dos años tu hijo ya está preparado para aprender a arreglarse
por sí mismo. Es importante que le permitas intentarlo en cuanto percibas los
primeros indicios de querer hacerlo, aunque suponga poner a prueba tu
paciencia
A esta edad comienzan a mostrar su interés por vestirse y desvestirse solos como
hacen papá y mamá. En realidad estos primeros intentos no van más allá de quitarse
los calcetines o tratar de ponerse el abrigo. Con 2 años y medio, tu hijo probablemente
será capaz de desvestirse completamente con sus propias manos, lo que puede ser
muy útil a la hora del baño. Vestirse es una habilidad claramente más difícil que
desvestirse, así que por el momento sólo podrá ponerse los calcetines y quizás una
camiseta y una chaqueta. Con tres años aún tendrá que perfeccionar el arte del cierre
(botones, cremalleras, cordones, etc.), pero probablemente ya se pondrá los
pantalones o el vestido sin apenas dificultad (bueno, seguramente del revés).

Esto no significa que un niño de 3 años sepa ya vestirse y desvestirse solo. Podrás
comprobar que un día tu hijo está dispuesto a todo y al día siguiente no hay quien le
haga reaccionar. Algunos tardan más de lo necesario en vestirse, ya sea porque no
han adquirido aún la destreza suficiente para hacerlo sin ayuda o bien porque se
entretienen por otras razones. Aunque pueda llegar a frustrarte y desesperarte sé
paciente y pronto verás los resultados. A los cinco años, la mayoría de ellos pueden
vestirse completamente solos excepto atarse los cordones o abrocharse algunos
botones.
A continuación te ofrecemos una serie de consejos que pueden ayudarte:

Comienza cuanto antes

Lo idóneo es empezar a enseñarle temprano, en cuanto empiece a mostrar su


voluntad de querer hacerlo por sí mismo. Así, debéis ayudarle a dominar la habilidad,
pero asegurándoos de que sea el niño quien tome la iniciativa. Obsérvale para ver
cuándo quiere aprender. Posiblemente te lo indicará al intentar realizar la tarea él
mismo. Tampoco conviene apresurarse, ya que si no está preparado podría terminar
restándole interés.

Elógiale

Es recomendable recompensar con elogios sus logros al vestirse, por pequeños que
sean éstos. No esperes a que esté vestido del todo (tardará años en hacerlo bien).
Darle la enhorabuena cada vez que consiga ponerse bien una prenda, le motivará.

Déjale elegir

Permítele que decida qué quiere ponerse. Eso sí, si no quieres que salga vestido de
Spiderman deberás acotar las opciones. Ofrécele por ejemplo dos o tres prendas:
¿Qué te quieres poner con estos pantalones? ¿La camiseta azul, la naranja o la roja?

Sin prisas

Los niños necesitan más tiempo que los adultos para arreglarse. No hagas coincidir
las primeras lecciones con una mañana de lunes antes de salir corriendo al cole.
Deberás tomarte tu tiempo, porque él se tomará el suyo. Permítele su ritmo,
especialmente al principio. Ten en cuenta que el proceso de aprendizaje se produce
en etapas graduales. Para introducir una nueva destreza es conveniente fragmentarla
en pasos sencillos para que el pequeño pueda dominarlos con facilidad. Puede
empezar poniéndose los calcetines todas las mañanas. Cuando lo supere, que lo haga
con los pantalones; y así sucesivamente. Como se observa, vestirse se convierte en
una cadena de pequeños pasos. Lograr pequeñas metas le resultará más motivador
que alcanzar un objetivo mayor.

Consejos para ganar tiempo:

- Cómprale ropa que sea fácil de poner y quitar. Evita las cremalleras, los botones o
los cierres pequeños. Opta por pantalones con cinturilla elástica, cierres de velcro,
jerséis sencillos, vestidos sin lazos, etc.

- Prepara la ropa la noche anterior. Elígela teniendo en cuenta la previsión del


tiempo y las actividades que tenga programadas al día siguiente. Si quieres que la
escoja tu hijo pregúntale antes de acostarse. Pero déjale claro que una vez que lo
haya decidido no habrá cambios por la mañana.

No esperes autonomía inmediata

El desarrollo y perfeccionamiento de una habilidad lleva su tiempo, especialmente


abrocharse los botones, subir cremalleras, cerrar automáticos, distinguir el derecho del
revés, etc. Si esperas demasiado de tu hijo sólo conseguirás frustrarte y agotar tu
paciencia.

Añade un elemento divertido

Cuando los niños se despiertan no siempre están lo espabilados que nos gustaría.
Para evitar que se quede parado o no reaccione al vestirse inventa un juego para ese
momento. Puedes ponerle una canción, dile que cuando concluya deberá estar vestido
del todo. Inventad una canción con las prendas que vaya a ponerse de forma que
memorice el orden de las mismas.

Establece una rutina

Lo ideal es que, después del aseo, la primera tarea del día sea vestirse. Sin embargo
tal vez él prefiera desayunar antes. Trata de llegar a un acuerdo, pero procura seguir
el horario cada día. Por ejemplo: levantarse, asearse, vestirse, desayunar, lavarse los
dientes y al cole.

Vístete a la vez

Sabemos que los niños imitan lo que ven. Vestirte al mismo tiempo que ella te
permitirá enseñarle cómo hacerlo. “Ahora nos ponemos el pantalón, así nos
colocamos el jersey…”

Entrena

Aprovecha cualquier ocasión relajada para practicar las destrezas más complicadas.
Atarse los cordones, abrocharse cierres, ponerse los leotardos, etc. No le des
demasiada importancia si se ha puesto los calcetines del revés antes de salir hacia el
colegio. Emplea los fines de semana en perfeccionar la técnica.

La importancia de límites para los niños

Borja Quicios

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Es fundamental que los niños aprendan hasta donde pueden llegar en


la relación con sus padres. En el desarrollo de su personalidad, los
pequeños ensayan y comprueban estos límites y pondrán a prueba a
los adultos en numerosas ocasiones.
Los límites que tratarán de poner los padres son como una moldura imaginaria
que sirve para contener un espacio donde los niños pueden crecer y crear
libremente, desarrollando su autonomía y habilidades sociales. Siempre
haciéndolo sin salirse de la frontera impuesta por dicha demarcación.

La ausencia de límites y normas en la familia puede traer consecuencias


negativas para la educación de los niños.

El miedo de los padres a poner límites


La manera de aplicar los límites a los niños dependerá del estilo parental que
se utilice en la educación de los hijos.

Emplear ciertos límites puede instaurar dudas sobre la ideología que tienen los
padres y crearles un conflicto. Muchas veces se mal entiende la idea de que
aplicar límites va ligado a una crianza autoritaria, lo que conlleva un mal
desarrollo del niño. Debido a esto, la preocupación de muchos padres es la de
no ser demasiado estrictos para no traumatizar al pequeño, es decir ser
negligentes en la educación de los hijos. Algo que no ocurre cuando los padres
ponen normas para delimitar algunos comportamientos del pequeño por su
bien.

Para muchos padres es difícil decir que no y mantenerse firmes con los hijos,
pero es necesario hacerlo para la educación del niño. Las normas y límites se
deben entender como una muestra de cariño hacia los pequeños. Al hacerlo, el
niño aprende cuáles son sus derechos, desarrolla el sentido de la protección y
el cuidado. Además, los padres a través de los límites hacen saber al hijo lo
que se espera de él, lo que hace que este desarrolle su autocontrol y
convivencia familiar.

Simultáneamente al hecho de saber decir no y mantenerse firmes en las


decisiones, los padres deben contar también con paciencia y constancia.

Como aplicar los límites


No hay una fórmula mágica ni estandarizada de cómo hacerlo. Cada situación
será encarada desde los recursos emocionales y las expectativas que tiene
puestas el adulto en el niño, teniendo en cuenta su estadio del desarrollo en el
que se encuentre el pequeño y las características propias del niño.

Cuando se incorporan las normas en la educación de los hijos a de hacerse de


una manera consciente. Los límites han de ser razonables y respetuosos con la
integridad del niño. Por eso, cuando se pongan límites se considerarán
aspectos como:

 Que las normas y los límites que se van a utilizar deben ser claros para el adulto ya
que él será el encargado de transmitírselas a los niños de una manera comprensible
para que las entiendan.
 Transmitir las normas y los límites de manera positiva. De esta manera es más fácil
para el niño entender mejor las cosas que puede hacer y no las que no puede hacer.
 Es importante que el niño entienda que las normas se respetan porque tienen sentido
para él y no porque las dice el adulto.
 Decir no con sentido. Si el niño siente que se hace de una manera arbitraria se
generará en él un sentimiento de rabia y frustración.

Por otro lado, son importantes las consecuencias que provienen de las normas.
Estas hacen que el niño se autorregule. Por ello,deben de ser coherentes para
que el niño respete la regla. Es decir, que la consecuencia no sea exagerada y
que su cumplimiento sea real.

Cuando el niño cumpla la norma es vital elrefuerzo positivo para que sienta
que vale la pena esforzarse para autorregularse.

Las consecuencias permiten que el niño se autorregule. Estas deben de ser


coherentes para que el niño respete la regla al saber que experimentara algo
que no le agrade.

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Niños caprichosos: Cómo actuar


Quiero esto! ¡…y esto …y esto! Tiene un montón de juguetes pero
quiere uno nuevo. Le has dicho mil veces que no y sigue
pidiéndote más y más cosas alegando como argumento que lo
tiene su amigo Luis y ella no.

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“Mamá ¿me compras esto?” “Vale, pero cállate ya y es lo último que te


compro”. Esta escena es la realidad diaria de muchos padres que quieren
satisfacer a su hijo para que no continúe pidiendo, pero la experiencia nos
demuestra que el niño no sólo no va a dejar de pedir sino que está reforzando
unos códigos de conducta con los que otorga al llanto y a las rabietas un
sentido de pedido.

El niño es un ser demandante. Desde que nace está pidiendo: pide comida,
que se les cambie el pañal, que se les atienda... Y a medida que vaya
creciendo seguirá demandando más allá de sus necesidades reales y de lo que
puedas satisfacer. Por eso será infructuoso tratar de complacerle comprándole
todo lo que te pida, ya que creará nuevas necesidades y siempre querrá más.

La obsesión de los niños por adquirir cosas puede resultar realmente terrible,
sin embargo muchos expertos coinciden en que esta conducta, común en la
mayoría de los niños desde de los 2 años, es consecuencia de dos factores de
desarrollo positivos. En primer lugar, su imaginación está floreciendo, lo que es
fantástico excepto por el hecho de que les hace más vulnerables a la
publicidad. Si ve un niño jugando con un coche en televisión, no tardará en
imaginarse lo bien que se lo pasaría con ese juguete si lo tuviera. Por otro lado,
tu hijo está comenzando a socializarse y al reunirse con otros niños para jugar
comparará inevitablemente juguetes, ropa y cualquier cosa que posea con el
resto de compañeros. Después te pedirá que le compres lo mismo a él.

Juan Pedro Valencia, psicólogo especializado en desarrollo infantil apunta que


“aunque es absolutamente normal que en un periodo de la vida de un niño aparezcan
los denominados caprichos, les guste mandar o salirse con la suya, en ocasiones esta
conducta se mantiene en el tiempo y se convierte en la forma habitual de conseguir lo
que quiere y de interaccionar con el ambiente que le rodea. No debemos permitir por
lo tanto que esta normalidad se convierta en la norma segura para obtener lo que
desea. En cierto modo con estos retos nos está pidiendo que le pongamos límites. Es
necesario que aprenda desde el principio que no se puede obtener todo lo que quiera.”

¿Qué hace a un niño caprichoso?

Todo el ambiente en el que vive el niño influye y determina su comportamiento, pero


no debemos olvidar, precisa Juan Pedro Valencia, que “los padres somos modelos y
nuestra forma de actuar será lo primero que adopten. Somos su primer ejemplo y un
referente seguro para ellos. Aunque también la publicidad, la televisión y los valores
sociales predominantes influyen sobremanera en nuestros hijos, inundándolos con
mensajes atrayentes, ejerciendo sobre ellos gran presión social ya desde temprana
edad y provocando la sensación de que esos modelos egoístas, caprichosos y
materialistas que suelen ver en los programas de televisión son la referencia más
eficaz para conseguir las cosas”.
Saber decir no

Ceder ante las exigencias de los niños puede ser muy tentador. Superados por el
cansancio, los sentimientos de culpa o con la paciencia totalmente agotada podemos
satisfacer los caprichos de los niños escudándonos en la creencia del “ya tendrá
tiempo para aprender”, pero quizás cuando llegue ese “tiempo” ya sea tarde.

El remedio está en la prevención. Desde que nacen, los niños están en un continuo
proceso de aprendizaje, por lo tanto es conveniente ser consciente de educar desde el
principio, dando ejemplo coherente, constante y preciso. Cediendo con frecuencia sólo
le enseñarás cómo ser perseverante. Aprende a decir no y no te sientas culpable por
ello. Es necesario enseñarles que no todo se puede conseguir simplemente con
pedirlo y mucho menos haciéndolo de formas inadecuadas (lloros, rabietas, etc.), ya
que bajaría el límite de su nivel de tolerancia al mínimo y su capacidad de frustración,
lo que acabaría redundando en el futuro inmediato del niño y a más largo plazo.

Cómo actuar

- Es importante no premiar ciertos comportamientos inadecuados en forma de risas o


de gracia. A veces son realmente graciosos con sus actos, pero si son inadecuados,
por muy simpáticos que parezcan, es mejor que no le prestes atención, y si te cuesta
aguantar, sal de la habitación y ríete fuera para que no vea que recibe una
recompensa agradable por ello.

- Cuando realice una conducta inapropiada lo mejor es ignorarla. Si manifiesta rabietas


o pataletas se vuelve aún más aconsejable esta norma, que puede complementarse
con algunas técnicas como el “Tiempo fuera” (consistente en llevar al niño a un
habitación donde no pueda jugar ni divertirse durante un tiempo razonable, que
coincide con la finalización de la conducta problemática) o el proponerle alguna
actividad incompatible con la que está realizando y que ha promovido la rabieta. No
obstante, estas técnicas deben usarse con cuidado y ser consultadas con un
profesional que pueda evaluar correctamente la mejor forma de aplicarla en cada caso
concreto.

- Pon límites claros y precisos estableciendo normas básicas y manteniendo tu


palabra. Un ejemplo: antes de salir a la compra con él dile que sólo vais a comprar lo
que esté apuntado en la lista y no cedas cuando lloriquee. Si lo haces sabrá cuál es su
mejor arma para conseguir sus deseos. Reconoce su frustración diciéndole que sabes
que está triste, pero mantente firme en la negativa a su capricho. Ellos tienen mucha
paciencia, son insistentes y a veces es duro contenerse, pero si estás una hora sin
ceder a sus demandas y al final de ese tiempo lo haces, para ellos será como si tan
sólo hubiesen pasado unos minutos y habrás echado a perder todo el esfuerzo
invertido.

- La unión hace la fuerza. Ambos progenitores debéis estar de acuerdo tanto en la


forma como en el modo de actuar para evitar que el niño se refugie en uno u otro
logrando así “salirse con la suya”.
- Fíjate cuando se está comportando bien y en ese momento préstale atención y
házselo saber premiándole mediante cariños, halagos o frases que le satisfagan.

- Incúlcale el placer de compartir. Ayuda a tu hijo a recoger sus juguetes e intenta que
no acumule muchos, especialmente los que ya no use. Dile que los vais a donar a una
asociación benéfica; así conocerá que hay otros menos afortunados que él y le
ayudará a apreciar las cosas que tiene.

- Explícale la diferencia entre querer y necesitar.

- No le sobornes para que se porte bien. Si le dices “si te portas bien te compro un
helado” sólo conseguirás que se habitúe a los regalos y se vuelva insensible a ellos. A
partir de entonces los sobornos tendrán que ser cada vez mayores.

En resumen, decir que no a un niño debe hacerse tal y como le dices “sí”, esto es, con
cariño, sin alterarte ni dejarte arrastrar por sus posibles reacciones, diferentes ante un
“sí” que ante un “no”. Manteniéndote firme en la decisión tomada te facilitará pensar
antes la respuesta que vas a darle a su petición. Una vez decidida sostenla hasta el
final; procura que el “no” sea consecuente con la petición y que no obedezca a tu
estado anímico sino a la situación concreta: no le contestes “no” porque estés
enfadado, cansado o por situaciones o comportamientos anteriores

Cómo castigar a un niño... y a un bebé

Hablar de reglas y de límites, incluso imponerlos, no parece complicado. Lo


difícil es conseguir que los niños cumplan esas reglas y respeten los límites.
Parece simple determinar que la hora de acostarse son las 9. Y que después se
lee un cuento, se da un beso y se apaga la luz. Lo arduo es hacer que esta, en
principio, sencilla regla sea cumplida noche tras noche, sin intentos –cada vez
más sofisticados- de estirar de la cuerda. Primero será un “déjame un poquito
más”, después, si no funciona esta estrategia, declarará la guerra sin pensarlo:
“no me voy a la cama porque no quiero”. Una noche en particular puede ser más
fácil –y menos agotador- ceder a sus tácticas; se evitan lloros, gritos y rabietas,
pero has de saber que esta aparente sencillez, es sólo un espejismo
Entonces… ¿qué hacemos cuándo esto sucede? ¿Dialogar o castigar? Todos los
padres se encontrarán tarde o temprano con este dilema. Según los expertos, estos
dos principios no tienen por qué ser contradictorios, sino todo lo contrario.

El niño construye su bienestar afectivo alrededor de los siguientes principios:

- Tengo derecho a hacer todo lo que quiera

- Yo soy el centro del universo

- Puedo tener lo que desee


- Quiero todo y lo quiero ahora

Dentro de este contexto, el adulto debe ayudar al pequeño a socializarse, esto implica
inculcar disciplina con el fin de que cumpla las reglas, respete los límites y aprenda la
noción de frustración, indispensable para su integración en la vida social. El
aprendizaje de esta frustración pasa inevitablemente por la sanción. Sin embargo,
para que el castigo sea eficaz, además de inmediato, debe ser explicado al niño por
medio del diálogo. Diálogo que en el caso de emplearse solo, no siempre será
suficiente para solucionar los conflictos. Por el contrario, si va asociado a la sanción,
permitirá al niño comprender la noción de compromiso, que no puede adquirir
simplemente con la palabra.

Por muy justa que sea la regla y por muy persistentes que sean los padres, siempre
hay situaciones en las que el niño no respeta los límites acordados. Por ello, no vale la
pena crear normas si no coexisten penalizaciones para quien no las cumple. A partir
del momento en que la regla es interiorizada por el pequeño y éste no la cumple, tiene
que saber que habrá consecuencias.

¿Castigo o sanción?

Lorena del Hoyo, psicóloga infantil y logopeda, matiza haciendo una clara diferencia
entre castigo y sanción: “Son dos conceptos totalmente diferentes. El azote, el grito, la
reprimenda, o el irse a la cama sin un beso son cosas totalmente diferentes a lo que
es el coste de respuesta o sanción; ésta tiene además unas reglas bien definidas y
efectivas de aplicación y efectos deseables en el aprendizaje, a la vez que facilita la
vida diaria igual o más que el castigo.”

¿Cuándo usar el castigo?

Lorena, según el principio básico de la teoría del aprendizaje, defiende que el camino
más corto y efectivo para aprender es “motivar y reforzar la conducta que deseamos
que se repita. Por lo que es mucho más efectivo y recomendable, motivar la conducta
deseable que castigar o sancionar la conducta inadecuada.”

Así, sólo en unos casos concretos puede ser más efectivo (o tal vez la única
alternativa) el castigo, que otros métodos educativos:

1) Cuándo el niño tiene una conducta que pone en peligro su integridad física o la de
otros. De hecho lo que hacemos castigando esta conducta es evitar un castigo que
vendría dado de manera natural por la propia conducta pero que tendría unas
consecuencias mucho peores que las que aportamos nosotros con el castigo.

2) Cuándo el refuerzo que consigue con la conducta indeseable, es más potente que
cualquier recompensa que pudiéramos ofrecerle nosotros por llevar a cabo la conducta
deseada.

3) Cuándo no existe conducta alternativa deseable que enseñar.

El castigo como método educativo

“Si el castigo ha sido utilizado y aún hoy en día sigue utilizándose es porque sin duda
tiene un efecto inmediato sobre la conducta del niño”, afirma Lorena. “Sin embargo
debemos saber que con el castigo el niño no aprende, sólo conseguimos que evite un
problema”.

Según la psicóloga conviene evitar el castigo como método educativo porque:

- Puede dar lugar a sentimientos de miedo entre padres e hijos.

- El niño aprenderá conductas de evitación y de huída, con respecto a la situación y


con respecto a la persona que castiga. Por tanto estaremos enseñando a nuestros
hijos a "escurrir el bulto" para evitar el castigo o a elaborar mentira.

Siempre

Avisos: Es positivo avisar de que tendrá que irse a la cama o realizar


cualquier otra tarea 15 minutos antes. Los avisos le ayudarán a
establecer límites y a estar preparado para lo que va a acontecer.

Hacer una pausa: Cuando está demasiado excitado, puedes mandarle


que se siente en una silla para parar y descansar. Esta pausa le calmará.

Repetir las cosas de forma correcta: Cuando los niños actúan de forma
incorrecta, es constructivo que repitan la acción de forma correcta.

A veces

Quitarle los juguetes: Sólo deben prohibirse los juguetes cuando el


motivo esté relacionado con un uso adecuado de los mismos, es decir,
cuando el niño los maltrate, pegue a alguien con ellos, se niegue a
prestarlos o no quiera ordenarlos, por ejemplo.

Cancelar actividades agradables: Debes dejar claro el motivo de la


sanción. Si el niño montara una rabieta en el parque, debe saber que
actúas así porque su comportamiento no es aceptable en espacios
públicos.

Prohibir la televisión o videojuegos: Esta medida debe tener relación


con el motivo que la desencadenó. Si el niño no deja de ver la televisión a
la hora fijada, al día siguiente no debería poder sentarse a ver los dibujos.
Nunca

Compararle con otros niños: Las comparaciones negativas con otros


interferirán en su autoestima.

Humillarle: Sólo conlleva a que el niño niegue lo que ha hecho, en lugar


de reconocer su error o intentar modificarlo.

Dejarle sin cenar o utilizar la comida como recompensa: Hay que tener
especial cuidado con esta medida porque el niño puede entrar en el
juego, negándose a comer. Cuando la comida se transforma en un
castigo o una recompensa, los hábitos alimenticios pueden perturbarse.

Retirarle el cariño: Decirle a un niño que un determinado


comportamiento va a causar que sus padres no le quieran, puede traer
consecuencias muy graves. El resentimiento puede conducir a problemas
de conducta serios.

Cómo castigar

A la hora de llevar a cabo un castigo debes tener en cuenta una serie de


pautas:

1. Elige un castigo que reduzca la conducta no deseada: El castigo sólo es


eficaz si hace que disminuya la probabilidad de que una conducta se repita.
Después, no se debe olvidar observar los efectos que tiene el citado castigo.

2. Usa el castigo con moderación: Si se usa demasiado a menudo, el niño se


acostumbra y dejará de ser eficaz.

3. Usa el castigo combinado con técnicas positivas: Al aplicar esta técnica,


asegúrate de que también estás proporcionando “disciplina positiva”. Para
animar al niño de forma deseada, se deben definir, enseñar y recompensar las
conductas que se quieren establecer.

4. No retrases el castigo: Se debe aplicar inmediatamente después de que el


niño emita la conducta negativa. Las conductas se controlan mediante
consecuencias inmediatas.
Explica siempre las consecuencias: informa al niño de cuáles son las reglas y
las consecuencias que seguirán si no las respeta.

5. Sé firme: El castigo eficaz no sólo es inmediato, sino también predecible por


el niño. La falta de consistencia y las amenazas vanas llevan a que la conducta
indeseada se convierta en más firme y resistente al cambio.

6. Da una oportunidad para la buena conducta: El efecto inmediato del castigo


es enseñar al niño lo que no debe hacer, pero hay que darle oportunidad para
que demuestre lo que ha aprendido.

7. El castigo corporal debe evitarse. El enfado de los padres, la retirada de


atención o el coste de respuesta son siempre más efectivos que el castigo
físico y no se produce la humillación que supone éste.

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Tabla para aplicar disciplina a los niños según


su edad
¿Cuándo podemos comenzar a aplicar disciplina a nuestros
hijos? Muchos padres piensan que sus bebés no pueden aprender o
asumir ciertas reglas y se relajan en cuanto a la aplicación de normas en
casa. Cuando el niño ya tiene 4 o 5 años, se ha hecho con el mando de la
situación y cambiar su actitud es más complicado.

Tabla para ayudarnos a aplicar disciplina a


los niños según la edad

Se puede aplicar disciplina a los niños desde las primeras etapas y


además es lo mejor para que en casa haya una armonía y un orden. De
hecho, todos los psicólogos con los que he hablado me cuentan que en su
consulta el principal problema que encuentran entre padres e hijos es la
ausencia de disciplina en los niños.

Niños de 0 a 2 años: es una etapa de descubrimiento, de exploración y


curiosidad. El desafío por moverse y hacer cosas por ellos mismos es
enorme. En esta etapa los niños desconocen el peligro, por lo tanto,
nuestra labor de disciplina hacia ellos ha de estar centrada en la
prevención para evitar accidentes, tanto en casa como en el parque.

Las rabietas o berrinches han de ser controlados mediante el consuelo y,


sobre todo, la distracción en las primeras etapas y después hemos de
ignorarlas y no ceder al "chantaje". Hemos de minimizar las luchas por el
poder y siempre expresarle lo que esperamos de ellos sin gritar. Todavía
son pequeños para aplicar el tiempo fuera, pero sí ayuda retirarlo de la
situación para ayudarle a calmarse.

No debemos sobreestimularles y sí incentivarles para colaborar con


nosotros.

Niños de 3 a 4 años: ya son más independientes y esto les llena de


orgullo, aunque a su vez tienen más ganas de probarse a sí mismos.
Pueden ser frecuentes los enfados o berrinches. También es la etapa en la
que se pueden sentir frustrados por pequeñas cosas.

Debemos poner normas y límites, pocas y muy sencillas. Ya pueden


comprender que, si hacen algo mal, tendrá una consecuencia. Por lo tanto,
podemos aplicar las consecuencias educativas. Para ello debemos
avisarle y explicarle lo que ocurrirá si se comporta mal, siempre poniendo
ejemplos porque "portarse mal" es un concepto demasiado amplio para
ellos. Las consecuencias han de ser cortas, concisas e inmediatas, no
podemos castigarle un día entero sin televisión pero sí unos minutos sin
jugar.

Niños de 5 años: han ido conociendo poco a poco las consecuencias a


sus actos, por lo tanto emerge el sentido de conciencia. Pueden seguir las
reglas e incluso ayudar con tareas en casa pero es normal que intenten
llevar las situaciones al límite para conseguir lo que desean. Pueden
controlar mejor sus impulsos y rabietas aunque pueden tener algún
estallido de rabia en alguna ocasión.

Podemos comenzar a hacerles entender qué es la empatía, el efecto que


causan nuestras acciones sobre los demás, enseñarles a ponerse en el
lugar del otro. Hemos de continuar aplicando consecuencias educativas a
las malas acciones. Podemos utilizar el "tiempo fuera" ante un mal
comportamiento o una rabieta.

Niños de 6 a 7 años: están desarrollando sus habilidades sociales y se


están iniciando en las académicas. Han de aprender a autocontrolarse no
sólo en casa, sino también en la escuela. Han de saber que no tiene que
pegar, gritar o molestar a los compañeros, en definitiva, aprender a
relacionarse con sus iguales de forma amable.

En esta etapa los niños funcionan mejor con refuerzos positivos, es decir,
no sólo elogiarle si hace sus tareas o cumple con lo que le pedimos, sino
además poner pequeños premios alcanzables, por ejemplo, "cuando
termines todas las tareas, jugamos un rato juntos a hacer construcciones".

Hemos de comenzar a aplicar disciplina a los niños de prevención y no


sólo para corregirles, es decir, encontrar soluciones a los posibles
conflictos que puedan presentarse y no sólo a reprenderle cuando haga
algo mal. Cumplir con nuestra palabra cuando ponemos una consecuencia
es fundamental para aplicar disciplina a los niños.

Niños de 8 a 10 años: en esta etapa ha de tener ya asumida cuáles son


las normas y límites que imponemos en casa, y en el colegio su desafío
será encajar en su grupo de amigos.

Conoce las diferencias entre lo que está bien y lo que está mal, pero es
importante que mantengamos un diálogo ante un mal comportamiento, el
niño querrá discutir. Nosotros tendremos que hablar de lo que hizo e
intentar encontrar el por qué.

Querrá negociar, eludir sus tareas y en ocasiones se mostrará


desmotivado. Nosotros podemos darle opciones si quiere negociar, no
haremos sus tareas si las deja inacabadas e intentaremos reforzarle para
mantener el esfuerzo. Los privilegios los tendrá por un buen
comportamiento

6 maneras de enseñar disciplina a los niños de 2 a 5 años

1. Reglas: Indícale cuáles son las normas que debe seguir. Hazlo con antelación. Si
la incumple mantén una posición firme para que entienda que las reglas se
hicieron para cumplirlas.

2. Modera los “NO”: ¿Cómo? Estarle negando todo lo que haga no está bien. Ese
“NO” perderá relevancia. Aprende 6 formas de decirle “no” de forma positiva.

3. Coherencia: Cuando tienes la tarea de enseñar disciplina con amor debes


mantener la calma, pero siendo firme. Sé coherente y mantén las reglas como el
primer día que las definiste. Por ejemplo: si tu hijo todos los días debe alimentar al
perro, déjale que lo haga. No hagas su trabajo. Los niños deben aprender que
tienen responsabilidades.
4. La silla de pensar: Si tu hijo pierde el control envíale a la silla de pensar. Ahí
deberá permanecer por unos minutos. Asegúrate de que no le distraiga nada. Que
no tenga juguetes cerca. Cumplido el tiempo del “castigo” explícale por qué lo que
hizo está mal y comunícale que hasta que pueda detenerse por sí mismo, lo
enviarás a ese lugar.

5. Asigna responsabilidades: El Dr. Berry recomienda a las madres asignar


responsabilidades a partir de los 4 años. Claro está que serán de acuerdo a su edad.

6. Conductas repetitivas: Pregúntate qué cosas podrían estar provocando que mi


hijo actúe de esa manera. Por ejemplo, los niños de 4 a 5 años suelen mentir.
Comprende por qué lo hacen y si debes corregirle, hazlo

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