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2. Al adherirse y aprobar los tratados sobre Derechos Humanos, los Estados quedan sometidos a un
orden legal, cuyas disposiciones se aplican a la totalidad del territorio que compone el Estado federal,
sin que importe la división de poderes, ni los niveles de gobierno (federal, estatal o municipal) tal y
como lo consagran los artículos 29 de la Convención de Viena sobre el Derechos de los Tratados, 28
del Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales, 50 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos y 28 de la Convención Americana de Derechos Humanos.
3. El derecho interno, no puede ser alegado para incumplir una obligación internacional, derivada de un
tratado en materia de Derechos Humanos, pues están obligados a adoptar las medidas pertinentes para
el cumplimiento de los mismos, por lo que, el Estado parte deberá adaptar su derecho interno a las
disposiciones contenidas en los tratados en materia de Derechos Humanos que haya suscrito, para que
cobren fuerza y sean efectivos.
4. Los Estados parte, se obligan a cumplir de buena fe las disposiciones pactadas, cumpliendo en todo
momento con el objeto y fin de dichos tratados, que es esencia es la máxima protección de la dignidad
de las personas, pues así lo han enfatizado los órganos de supervisión internacional de los Derechos
Humanos.
5. Los derechos y obligaciones pactadas en los tratados de Derechos Humanos, debe ser exigible,
atendiendo al principio pro persona, el cual significa que deberá acudirse a la norma más amplia o a la
interpretación más extensiva cuando deban reconocerse derechos protegidos, así que cuando a una
misma situación puedan ser aplicables dos normas, deberá prevalecer la que sea más favorable a la
persona, aun cuando el derecho interno de un Estado no lo contemple, pues el derecho internacional en
materia de Derechos Humanos es parte del derecho interno.
6. El hecho de que un Estado parte, adopte medidas legislativas para la protección de los Derechos
Humanos, no es suficiente, pues deberá hacerlo “por todos los medios apropiados” (artículo 2.1del
Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas), por lo
que, cada Estado parte debe decidir qué soluciones son las más apropiadas, de acuerdo a las
circunstancias y en función de cada uno de los derechos contemplados.
7. Los tratados en materia de Derechos Humanos, están inspirados en valores comunes superiores,
donde los Estados parte, no tienen intereses propios, sino un interés común: la protección de los
derechos humanos de los seres humanos, y al ser suscritos, los Estados pueden expresar las reservas
que consideren pertinentes, sin que ello entorpezca el objeto y fin del tratado, es decir, no pueden
establecer reservas que menoscaben dichos derechos fundamentales, como por ejemplo, reservarse la
posibilidad de seguir practicando la esclavitud, la tortura, encarcelando arbitrariamente, etc.
8. El Estado parte, deberá emplear todos los recursos a su alcance, para lograr progresivamente una
plena efectividad en el cumplimiento de los derechos reconocidos en el Pacto, entendiéndose como
progresiva efectividad, según el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las
Naciones Unidas, que la plena efectividad de los derechos fundamentales no puede lograrse en un breve
período de tiempo, pero tampoco puede ser interpretada como una ausencia de obligación, simplemente
otorga flexibilidad a los Estados, dependiendo de sus circunstancias y realidades, pero el objetivo y fin
del instrumento, siempre será establecer obligaciones claras para los Estados parte.
Artículo 2, inciso c), de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra
la mujer (1979).
Artículo 12 del Convenio 169 sobre pueblos indígenas y tribales en países independientes (1989).
Artículo 18.1 de la Convención Internacional sobre la Protección de los derechos de todos los
trabajadores migratorios y de sus familias (1990).
Ahora bien, en el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades
Fundamentales (1950), el artículo 13, señala el Derecho a un Recurso Efectivo a toda persona cuyos
derechos y libertades hayan sido violados. El artículo 6, párrafo 1, establece el derecho ser oído para la
determinación de sus derechos civiles o sobre el fundamento de cualquier acusación en materia penal,
mientras que los párrafos 2 y 3 establecen el derecho a la presunción de inocencia y las garantías
judiciales, respectivamente.
Por último, el artículo 7 de la Carta Africana sobre Derechos Humanos y de los Pueblos (1981),
establece el derecho de toda persona, a que su caso sea visto, lo que implica el derecho de apelación,
derecho a ser considerado inocente, derecho de defensa, el derecho a ser juzgado en un plazo justo.
Este derecho humano tiene, además, el carácter de ius cogens, pues conlleva a su irrenunciabilidad
puesto que los derechos humanos no pueden ser objeto de convención, negociación o renuncia y las
normas que lo rigen son de índole imperativo e independientes de la voluntad de las partes, por lo que
no es posible su derogación de un orden jurídico y no puede ser modificado voluntariamente y, por
tanto, todo compromiso en contrario representa por sí misma una violación.
La Convención señala que toda persona “tiene derecho” a un recurso, lo que no significa en que
únicamente tenga derecho a una específica garantía adjetiva que se concretiza en un solo recurso o en
una acción de amparo, de tutela o de protección específica, sino que por el contrario, el derecho se
concibe en los términos más amplios, como derecho a la protección constitucional de los derechos o al
amparo de los mismos, caracterizándose como un derecho fundamental de rango internacional y
constitucional, traducido en el derecho a tener a su disposición los medios judiciales efectivos, rápidos
y eficaces de protección.
3. La posibilidad de mantener a las partes dentro del proceso, lo que con lleva a que las partes no
se vean obligadas a abandonarlo por razones ajenas a su voluntad, como las excesivas
citaciones, las tasas de justicia o los costos de los peritos y abogados;
4. La difusión de los derechos a fin de que sean del conocimiento de los ciudadanos, así como de
los medios para ejercer y reconocer esos derechos;
2. Principio de legalidad, en sentido lato (mera legalidad) o en sentido estricto (estricta legalidad),
según el cual nullum crimen sine praevia lege poenali valida Principio de necesidad o de
economía del derecho penal y de respeto a la persona, según el cual nulla lex poenalis sine
necesitate.
3. Principio de lesividad o de la ofensividad del acto, según el cual nulla necesitas sine iniuria.
7. Principio acusatorio o de separación entre juez y acusación, según el cual nullum iudicium
sine accusatione.
Sergio García Ramírez, señala que existe un vínculo relevante entre el Derecho a un Recurso Efectivo
y la garantía consagrada en el artículo 8.1 de la Convención Americana. En términos generales, la
proclamación de derechos sin la provisión de garantías para hacerlos valer queda en el vacío, por lo que
es necesario establecer las garantías que permitan reclamar el reconocimiento de los derechos,
recuperarlos, restablecerlos y ponerlos en práctica. Por el otro lado, el debido proceso es el medio
consecuente con el más avanzado concepto de los Derechos Humanos para asegurar la efectiva
realización de esos derechos que se aplica a la solución de controversias de cualquier naturaleza, entre
ellas, las laborales, así como a las peticiones y reclamaciones que se plantean ante cualesquiera
autoridades: judiciales o administrativas.
Antonio Augusto Cançado Trindade sostiene que no es posible disociar el derecho a un recurso efectivo
y las garantías del debido proceso. En el voto razonado al caso de la Masacre de Pueblo Bello vs.
Colombia apuntó que el derecho de acceso a la justicia no se reduce al acceso formal, stricto sensu, a la
instancia judicial (tanto en el orden interno, como internacional), sino que comprende, además, el
derecho a la prestación jurisdiccional. Añadió que esta insociabilidad entre los artículos 25 y 8 de la
Convención Americana permite la plena realización de la justicia y, con ello, el Derecho a un Recurso
Efectivo se caracteriza como norma de jus cogens pues estos artículos tomados conjuntamente tienen
una vocación universal al aplicarse en todas y cualesquiera circunstancias, conforman un derecho
imperativo y acarrean obligaciones erga omnes de protección.
Por último, en el voto emitido en la sentencia del caso Ximenes Lópes vs. Brasil, también resaltó que:
“…en respuesta a las preguntas que les formulé en la audiencia pública ante esta Corte de los días 30
de noviembre y 1º de diciembre de 2005, tanto la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
(CIDH) como los representantes de la víctima y sus familiares expresaron que la mejor hermenéutica
de los artículos 8.1 y 25 de la Convención Americana es la que efectiva y necesariamente los vincula.
La CIDH se pronunció en defensa del “conjunto integrado del debido proceso y tutela judicial efectiva
del artículo 8.1 y del artículo 25” de la Convención, y los mencionados representantes afirmaron en el
mismo sentido que “la lectura más clara de esa normativa dentro del sistema interamericano sería la
de que los dos artículos deberían ser analizados en conjunto, incluso porque eso es precisamente lo
que hace la mayoría de la jurisprudencia de esta Honorable Corte”.