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TIEMPO DE REAVIVARNOS

Desde antes de la fundación del mundo Dios ha tenido un solo plan, a saber, salvar a los seres humanos.
Apuntando a esa meta Dios estableció y echó a andar el plan de la salvación en la persona de su hijo Jesucristo. Este
plan tenía dos propósitos fundamentales de acuerdo a lo que leemos en la página 55 del libro Patriarcas y Profetas:
La salvación del ser humano a través del acto redentor de Cristo en la Cruz del calvario.
La vindicación del carácter de Dios ante el universo.
Desde el momento en que fue anunciado a María que había sido escogida para ser la madre del salvador, se
le anuncio el nombre del Niño: Jesús. También se le dijo porque Dios había escogido ese nombre para su hijo: “porque
El salvará a su pueblo de sus pecados”. (Mat. 1: 21) Dios quería y quiere que cada vez que se mencione el nombre de
Jesús, se recuerde su interés en salvar a los pecadores. Dios quería que el nombre de su hijo estuviera conectado con
la misión que el había venido a cumplir. Y tiempo después, durante su ministerio público, Cristo describió su misión
con estas palabras: “porque el hijo del hombre ha venido para salvar lo que se había perdido” (Mat. 18:11).
A partir de allí todo lo que el Mesías hizo estuvo dominado por su interés de salvar al mundo: a Zaqueo le dijo:
“Hoy ha llegado la salvación a esta casa” (Luc. 19:9), al joven rico le dijo; “si quieres heredar la vida eterna guarda los
mandamientos” (Mat. 19:17), a Nicodemo le dijo: “Si quieres entrar en el reino tienes que nacer de nuevo” (Juan 3:3).
De manera que Jesús veía en todo ser humano un candidato para el reino de los cielos. Su propio sacrificio en la cruz
tenia como propósito que todos los que creyeran en Él no se perdieran sino que tuvieran vida eterna. (Juan 3: 16)
Posteriormente estableció su iglesia y la envió a todo el mundo a predicar las buenas nuevas de la oferta de
Vida Eterna que Dios estaba haciendo en Cristo. Y Él mismo dijo: “El que creyere y fuere bautizado ese será salvo”
(Mar. 16:16), de manera que el evangelio se entrega siempre con el propósito de producir salvación. Con razón Pablo
dijo: “Yo no me avergüenzo del Evangelio porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree…” (Rom. 1:16)
Cuando el libro de los hechos habla de la razón por la que el Señor añadía cada día nuevas personas a la iglesia
primitiva es categórico en decir que Él añadía “los que habían de ser salvos” (Hechos 2:47). De manera que la evidencia
bíblica es muy contundente en cuanto al propósito de Dios con nosotros y la razón por la que nos permite ser miembros
de su iglesia, a saber, PARA QUE SEAMOS SALVOS. Por lo tanto lo más importante que usted puede conseguir en la
iglesia no es prestigio, ni un puesto directivo, ni experiencia en las cosas de Dios, sino su salvación. Y es precisamente
su salvación lo que usted más debe cuidar. Pablo nos aconseja diciendo: “…ocupaos en vuestra salvación con temor y
temblor,…” (Fil. 2:12)
Dios ha comprometido su palabra para salvar a todos los que le acepten por fe y crean en lo que Él hizo en la
cruz del calvario. Por eso cuando Dios mira su iglesia, espera ver que los que formamos parte de ella estemos viviendo
una experiencia de salvación. El Señor nos ha traído a su iglesia para que seamos salvos. Si al final no lo somos,
entonces el sueño de Dios para nosotros no se habrá cumplido, y ya no importaría cuanto hicimos o dejamos de hacer.
Por supuesto Dios no solo quiere salvar a los Adventistas del Séptimo Día y por eso es tan importante para la
iglesia tener un agresivo y permanente programa de evangelización que permita que cada día muchos mas conozcan
las buenas Nuevas del Evangelio y también lleguen a ser salvo, porque ese es el anhelo de Dios. Su sacrificio en la cruz
fue hecho por todo el mundo, para que todo aquel que en Él crea no se pierda sino que tenga vida eterna (Juan 3:16).
Pensando en todo esto, cada adventista del séptimo día debe ocuparse de su vida espiritual con total
responsabilidad para que el ideal de Dios se cumpla en nosotros (que seamos salvos).
Esto significa que cada adventista debe cuidar su relación con Dios, y aprovechar todo aquello que lo
encamine hacia la salvación en Cristo. Asuntos como el estudio de la Biblia, el programa de oración personal, la
asistencia a las reuniones de la iglesia, el compartir el mensaje que tenemos con otros y la fidelidad a Dios en todo,
representan las bendiciones que Dios espera que aprovechemos y disfrutemos mientras somos parte de la iglesia.
Cada miembro de la iglesia debe reflexionar y valorar el privilegio que Dios le ha dado al traerlo a ser parte de
una iglesia en donde puede gozar de la experiencia de la salvación en Cristo. Aunque sabemos que la iglesia no salva,
si nos ayuda a estar conectados debidamente con la persona salvación que es Cristo. También, se necesita que cada
miembro reconozca la grande responsabilidad que Dios le ha dado a esta iglesia de prepararle al mundo para la venida
del Señor.
La pregunta es: Ante estos grandes desafíos ¿cómo está respondiendo la iglesia?
La sierva del Señor en el libro Consejos Sobre la Mayordomía Cristiana presenta una información que sin dudas nos da
un cuadro preocupante pero real de la iglesia hoy día.

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De acuerdo con el don profético, existen en la iglesia cuatro grupos de personas. Vamos a mirarlos para
identificar donde nos encontramos nosotros y donde quiere Dios que estemos:
1- Los que no hacen nada a favor de la obra de Dios.
Preste atención a lo que ella escribió:
“Nuestro mensaje es de alcance mundial, y sin embargo muchos no están haciendo literalmente nada…”
(CMC, 41)
Esta declaración nos pide considerar el tamaño de la obra que Dios nos ha dado. Debemos llegar a entender
que la misión de esta iglesia no es llenar un templo, o evangelizar una colonia, un pueblo o un país.
Nuestra misión es avisarle al mundo entero, es decir a los más de seis mil millones de seres humanos que
habitan el planeta, que Dios esta ofreciendo vida eterna en Cristo Jesús.
La comprensión profética que tenemos es que ese trabajo les toca a los adventistas del séptimo día, que somos
unos 19 millones en todo el mundo. Por lo tanto es claro que se necesita a cada hermano colaborando, ayudando con
su tiempo, su presencia, sus talentos, sus recursos, y su sacrificio por esta causa que hemos abrazado.
2- Los que hacen lo menos que pueden.
Aquí están las declaraciones:
“Hay otros que harán lo menos que puedan. Atesoran sus recursos, o malgastan medios en su propia
persona, dando a regañadientes una ofrenda escasa para sostener la causa de Dios.” (CMC, 44)
“…Muchos mas están haciendo muy poco, y esto frente a la tremenda falta de fe significa prácticamente
nada.” (CMC, 41)
Este tipo de creyente como se ve, aunque tiene recursos, es mezquino cuando se trata de la obra de Dios. No
tiene un verdadero compromiso con Dios, lo que da o lo que hace es escaso y lo peor es que lo hace a regañadientes.
Nuestro Dios no se merece este tipo de actitud. Además, ninguna iglesia podría avanzar como Dios quiere
con un grupo que no hace nada, y otro que hace lo menos que puede.
Por eso, todos los miembros de esta iglesia, que desean ver el sueño de Dios cumplirse, deben salir de esos
grupos y ponerse a la disposición del Espíritu Santo y hacer todo cuanto puedan por ayudar a la causa de nuestro Dios.
3- Los que hacen lo que tienen que hacer.
Medite en esta cita:
“Hay algunos pocos fieles portaestandartes que nunca rehúyen el deber o las responsabilidades. Sus corazones y
bolsillos están siempre abiertos a todo pedido de recursos para adelantar la causa de Dios.” (CMC, 44)
Este grupo representa lo mínimo que deberíamos aspirar y hacer. Fíjese que no se le pide que haga mas que
otro, que se sacrifique mas que otros, simplemente que haga lo que tiene que hacer: usted es anciano, haga lo que
tiene que hacer, usted es líder de una pequeña congregación, es miembro de la junta, dirige un departamento, o
sencillamente es miembro de la iglesia, entonces haga lo que tiene que hacer.
Como adventistas tenemos responsabilidades y todo miembro de la iglesia debe cumplirlas.
Los que están en este grupo nunca rehúyen el deber cuando se trata de la obra de Dios, no importa cuan
ocupados sean o cuanto sacrificio les cueste Dios siempre encuentra sus corazones y bolsillos (el equilibrio perfecto)
dispuesto para El.
Hermanos y hermanas pidámosle a Dios que nos permita estar en ese grupo que con seguridad triunfará con
esta iglesia.
4- Los que hacen más de lo que tienen que hacer.
“A la verdad, algunos parecen listos a sobrepasar su deber. Como si temieran perder la oportunidad de
invertir su porción en el banco del cielo.” (CMC, 44).
En realidad este es un lindo ideal, y es un gozo saber que en nuestra iglesia hay, por lo menos, algunos fieles
que van más allá de su deber. A ellos nuestro agradecimiento, estamos seguros que Dios les recompensara
abundantemente.
Ante este cuadro hermanos podemos entender porque algunas iglesias están estancadas y no pueden crecer.
Nos damos cuenta que aun dentro de la iglesia podemos estar completamente perdidos, nos damos cuenta que no
solo es estar en la iglesia sino estar en Cristo.
Si hay muchos que no hacen nada, muchos que hacen lo menos que pueden y apenas unos pocos fieles que
hacen lo que tienen que hacer, y algunos que van más allá del deber, entonces está claro que la necesidad más grande
y urgente de la iglesia es la de un verdadero reavivamiento espiritual, que traiga con él, una verdadera reforma.
Reavivamiento para que los que estén descuidados y muertos, espiritualmente hablando, se reaviven.
Esto significa, comenzar a atender nuestra vida espiritual. Algunos tenemos que comenzar a leer la Biblia,
orar, asistir al culto, y reencontrarnos con Dios. En fin, el reavivamiento hará bien a todos. Necesitamos más oración,
más ayuno, más vigilias espirituales y más búsqueda del poder del Espíritu Santo. Pero ¿cómo sabremos si todo esto
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es aceptable delante de Dios? La respuesta es: Si produce una reforma en nuestra vida, el reavivamiento fue
verdadero.
Hay miembros de iglesia que tenemos que reformarnos y dejar de hacer cosas que estamos haciendo que
sabemos que no le agradan a Dios. Otros tenemos que comenzar a hacer cosas que no estamos haciendo y que
sabemos que Dios pide de nosotros.
Esta reforma no es un programa de la iglesia, sino que cada uno de manera individual, debe pedirle a Dios que
la realice en su vida, bajo la dirección del Espíritu Santo.

Muchas cosas deben cambiar y mejorar, los logros serán progresivos. No obstante, creemos que hay dos áreas,
entre otras en la que debe haber cambios urgentes para gloria de Dios:
1- Una mayor integración a la predicación del evangelio.
Si esta es la misión de la iglesia, y los es, entonces cada miembro debe ayudar a que esto se cumpla. Vamos
todos a integrarnos a una pequeña congregación, apoyar los líderes, al pastor y los ancianos en sus iniciativas
misioneras.
Vamos a ser fieles proveyendo recursos para que la iglesia pueda llegar a nuevos lugares y Cristo venga pronto.
Pero hermanos, que, de aquí en adelante, todo lo que haga esta iglesia sirva para ganar almas para Jesús,
todos los departamentos tengan esa preocupación, todos los miembros piensen y se pregunten ¿Qué puedo hacer
para ayudar a mi iglesia a alcanzar a otros?
2- Fidelidad completa a Dios en la mayordomía de los recursos, devolviendo fielmente el diezmo y trayendo
ofrendas generosas.
Escogemos este punto por 3 razones:
a) Si vamos a predicar vamos a necesitar recursos,
b) este es un punto donde están fallando muchos en la iglesia, incluyendo a sus dirigentes, y
c) cuando se lee en la Biblia lo que Dios dice acerca de los diezmos y las ofrendas uno se da cuenta que el
asunto es mucho más serio de lo que muchos miembros de iglesia creen o saben.

En cuanto a este tema de los diezmos Dios le ha dado a esta iglesia un mensaje claro a través del cual desea
enseñarnos varias cosas. Veamos algunas:
a) Las promesas hechas a Dios deben cumplirse.
“Cuando hacéis una promesa tened la seguridad de que Dios espera que la paguéis tan pronto como sea posible.
No prometáis una parte al Señor para luego apropiaros de ella a fin de emplearla en vuestro beneficio, no sea que
vuestras oraciones lleguen a ser abominación para el. El descuido en estos deberes claramente revelados es lo que
acarrea oscuridad sobre la iglesia.” (CMC, 77).
b) Debe ser algo regular y sistemático
“El asunto de la dadivosidad no ha sido librado al impulso. Dios nos ha dado instrucciones definidas concernientes
a el. Ha especificado que los diezmos y las ofrendas constituyen nuestra obligación, y desea que demos en forma
regular y sistemática.” (CMC, 79).
c) El diezmo es lo primero que debe ponerse aparte de nuestras entradas como símbolo del lugar que ocupa
Dios en nuestra vida.
“El Señor no solo reclama el diezmo como suyo, sino también establece como debería reservárselo para el. Dice:
‘Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos’ (Prov. 3:9). Esto no nos enseña que debamos
gastar los recursos en nosotros mismos y luego llevar al Señor lo que quede, aunque esto sea también un diezmo
honrado. La porción del Señor debe separarse en primer lugar.” (CMC, 80).
“No debemos consagrarle lo que queda de nuestras entradas después de haber satisfecho nuestras necesidades
reales o imaginarias; antes de gastar nada debemos apartar lo que Dios ha especificado como suyo.” (CMC, 80).
d) Este es un mensaje para personas que Dios ha bendecido ya.
“El Señor del cielo desafía a quienes ha suplido con su abundancia a probarlo: Traed todos los diezmos al alfolí y
haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los
cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde, Malaquías 3: 10” (CMC, 81).
e) En este mensaje se nos dice que espera Dios que demos, en que forma debemos darlo y donde debemos
llevarlo.
“Dios pide que su diezmo sea llevado a su tesorería.” (CMC, 81).
“Devuélvase esa parte en forma estricta, honrada y fiel.” (CMC, 81).

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“Además de esto el pide vuestros donativos y ofrendas. A nadie se obliga a presentar delante de Dios sus diezmos,
donativos u ofrendas. Pero con la misma seguridad con la que se nos ha dado la Palabra de Dios, el requerirá lo suyo
con interés de la mano de cada ser humano. “(CMC, 81).
f) Este mensaje muestra que robar a Dios es algo muy serio.
“Es un asunto serio utilizar los bienes del Señor, robarle a Dios; porque al hacerlo se pervierte la capacidad de
percibir y el corazón se endurece. Cuan árida es la experiencia religiosa y cuan confusa es la comprensión del que no
ama a Dios con amor puro y sin egoísmo,…” (CMC, 84).

“Defraudar a Dios es el delito mas grande que un hombre pueda cometer; y sin embargo este pecado esta muy
arraigado y extendido.” (CMC, 85).
g) Este mensaje establece que hay personas que no serán bendecidos hasta tanto no arreglen sus cuentas
atrasadas con Dios.
“Apresuraos, hermanos y hermanas, en devolver a Dios un diezmo fiel, y en llevarle también ofrendas de
agradecimiento voluntarias. Hay muchos que no serán bendecidos hasta que restituyan los diezmos que han retenido.
Dios espera que redimáis el pasado.” (CMC, 85).
“Que los que han retenido el diezmo hagan un cálculo exacto y devuelvan al Señor lo que han robado de su obra.
Haced restitución y llevad al Señor ofrendas de paz. ¿O forzara alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz; si, haga paz
conmigo’ (Isa. 27:5) (CMC, 85).
h) Este mensaje establece que la infidelidad a Dios será causa de la ruina total de quienes caigan en esta falta.
“Cuando los hombres pasan por alto las pretensiones de Dios establecidas claramente delante de ellos, el Señor
permite que sigan sus propios caminos y cosechen el fruto de sus acciones. Quienquiera que se apodere para su propio
uso de la porción que Dios se ha reservado esta demostrando que es un mayordomo infiel. Perderá no solo lo que ha
retenido de Dios sino también lo que se le dio como suyo.” (CMC, 86)
Hermanos todo esto muestra que una gran obra de reforma debe hacerse. Y si este mensaje viene de Dios
debemos tomar decisiones serias como individuos y como iglesia.
El llamado es para que cada miembro de la iglesia tome la decisión, si así lo desea de hacer pacto con Dios de ser
fiel, de cumplirle al Señor, y de ayudar en lo que pueda a la iglesia.

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