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La derrota de los medios

Dice el refrán que las victorias tienen muchos padres


y que las derrotas son huérfanas. Pero la catástrofe
electoral de Mauricio Macri, María Eugenia Vidal,
Marcos Peña & co. en las PASO tiene como socios
fraternos a los principales medios de comunicación, a
los más notorios conductores de radio y tv y a los co‐
lumnistas de los portales "informativos" más visitados.
Una de las moralejas de los comicios es que recrea el
divorcio profundo entre la gran prensa y el conjunto
de la sociedad, sazonado por el aditivo tecnológico
de que las tendencias en las redes digitales tampoco
sirvieron de oráculo para acercarse al resultado.

Desde la recuperación constitucional de 1983 a la


fecha, ningún gobierno gozó, como lo hizo Macri, del
fervor sincronizado de la élite de lo que en otra época
se llamaban "líderes de opinión". El sopapo propinado
por la sociedad en las urnas declara caducos
liderazgos políticos rancios que hasta antenoche
eran festejados como innovadores, republicanos o
modernos (al decir de sus intelectuales) por parte de
opinólogos que miran a la sociedad desde sets de tele‐
visión donde pontificaron las bondades del macrismo
en estos cuatro años. Al igual que sus contertulios de
la uniforme aristocracia periodística, se alimentaron de
esa realidad paralela tan propia del corredor norte de la
Ciudad de Buenos Aires y sus vecinos Vicente López y
San Isidro, desconectados del resto de la Argentina, de
sus percepciones, necesidades y padecimientos.

Es tan simplista dictaminar que el domingo el pueblo


sólo votó con el bolsillo como endilgar toda la
responsabilidad del colapso electoral del gobierno
a los mariscales del PRO, cuyo discurso fue cebado
por sus representantes mediáticos que no sólo no
quisieron, supieron o pudieron advertir que el barco se
iba a pique, sino que descalificaban a quienes osaban
dudar del rumbo elegido. Síntoma de la crisis sectorial
global que los aturde, medios y periodistas notorios,
autopercibidos independientes y profesionales, rifaron
parte de su sedimento de credibilidad exaltando su
identificación intensa con Macri y su modelo.

Sobran los dedos de una mano para contar grandes


empresas de medios comerciales que no patrocinaron
el relato oficial de los últimos cuatro años. Y no es
menor recordar que los dueños de algunos de esos
pocos medios están presos porque habrían financiado
su multimedios con tributos e impuestos que la
AFIP en su momento les autorizó a distraer, lo que,
conociendo el mercado de medios, no es nada original
puesto que otros empresarios del sector han operado
de modo similar con aportes previsionales y fiscales.

Los resultados de las PASO también ofrecen nueva


evidencia para la imperecedera reflexión sobre la
influencia de los medios en la opinión pública, algo
que desvela a los estudios de comunicación desde
hace un siglo. Las mismas audiencias masivas que
acompañan los contenidos de grandes medios
comerciales (incluso a través de la intermediación
de las plataformas digitales), vuelven a exhibir un
comportamiento electoral disonante al respaldar a
candidatos demonizados por la línea editorial que
escuchan, ven y leen a diario. Sucedió en 2011 con la
reelección de Cristina Fernández de Kirchner y volvió a
ocurrir el domingo. Hay antecedentes más lejanos pa‐
ra esta tendencia (1983, 1946), pero los ecosistemas
informativos y culturales eran muy distintos y bien po‐
dría argumentarse que el peso de aquellas coyunturas
fue excepcional en la historia contemporánea.

El oráculo de las búsquedas en Google, el volumen de


seguidores, contactos y conversaciones en las plata‐
formas de redes sociales digitales, donde el gobierno
invirtió más recursos que el resto, también fracasaron
como indicador de tendencias de voto, algo que ya
había sucedido en las elecciones de abril en España.

Décadas de estudios sobre la influencia de los medios


y sobre la agenda revelan que la conducta social tiene,
además de los medios de comunicación, otras agen‐
cias de socialización e instituciones de referencia,
pero sobre todo experiencias directas, que pueden
potenciar o debilitar el sentido de sus usos mediáticos
(que son, también, experiencias). Cuando el cuerpo de
expertos en interpelar las experiencias sociales para
moldearlas e influir en ellas falla, como falló el oficia‐
lismo político, mediático e intelectual, corresponde
preguntarse acerca del mérito de su experticia.

Modificado por última vez: 12:54

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