educador
En todo proceso educativo y de transformación social claramente orientado e intencionado,
la materia prima y verdaderos protagonistas del proceso, son indudablemente los miembros
de los grupos, comunidades y organiza-ciones populares; en una palabra, el propio pueblo.
Esto parece ser claramente aceptado por todos, incluyendo a muchos, que sin embargo,
mantienen una práctica contradictoria con este planteamiento, pues su pedagogía, –
como hemos dicho– gira en torno al educador y no al propio pueblo. Ellos, los educadores,
los dirigentes o aseso-res, acaban siendo de hecho los protagonistas.
No sin razón el tema del "agente externo" sigue preocupando por igual a promotores,
educadores y líderes popula-res y políticos.
¿Debe existir, o no? ¿Cuál es rol y sus características? A la primera pregunta, no daremos
más tratamiento que el que se deriva de los hechos y que da origen a un documento como
este. De hecho, en la práctica real en toda América Latina, el llamado "agente externo" ha
existido y existe.
En ocasiones ha jugado el papel preponderante de promotor; en otras, de asesor; en
algunas más, de educador. Yo diría que en realidad, todos hacemos un poco de todo, de
acuerdo a las circunstancias y a las diversas realida-des y coyunturas.
En todo caso –al menos en México– durante muchos años se jugó el rol de "promotor" de la
organización popular; ante la política populista, la demagogia y la captación del proceso
popular por parte de la revolución institucionali-zada, el auténtico movimiento popular, la
organización popular independiente era muy débil.
De ahí, como ya hemos planteado, que muchos intentábamos activar el desafío del
movimiento popular, "promo-viendo al pueblo". El "agente externo" asumía el rol de gestor
de la organización.
Con el desarrollo de los acontecimientos a que ya hemos hecho referencia en otro capítulo,
en México el movi-miento popular se ve fortalecido con la generación, presencia y
desarrollo de múltiples organizaciones populares clasistas, independientes al monopolio
oficial, y claramente orientadas hacia la construcción de una real alternativa de
transformación estructural.
En esta nueva e irreversible situación, el rol del agente externo -pensamos- debe orientarse
y reubicarse en su dimensión de apoyo y asesor de la organización popular.
Y si su compromiso histórico y político es coincidente con los intereses de liberación
popular, su verdadera ubica-ción deja de ser "ajena" o "externa" pues cumplirá en verdad
su rol de intelectual orgánico. Su grado y nivel de militancia solo matizarán su rol, más no
lo modificará en lo esencial.
El proceso histórico de liberación tiene y tendrá pues como protagonista al pueblo,
incluyendo en esta categoría a quienes, independientemente de su origen de clase, optan
por la liberación, sin renunciar a sus conocimientos, capacidades, recursos etc., sino
poniéndolos honestamente al servicio de la cauca común.
Si un dirigente popular, al desarrollar sus capacidades y conocimientos se aleja de su
verdadero rol, se convertirá de hecho en "externo" o ajeno al proceso, aunque obviamente
mantenga su origen de clase.
Igualmente, si un intelectual políticamente comprometido es insensible a la dinámica
popular, a su cultura y sus verdaderos intereses, será "ajeno" o "externo" en su rol,
independientemente de su opción, sus deseos e intencio-nes.
En pocas palabras se puede ser "externo" al proceso Popular por origen y situación de
clase; pero no se puede pretender servir al proceso popular sin una opción probada y
comprometida con la clase popular y sus intereses; es el intelectual orgánico.
Pero también se puede ser "externo" o "ajeno" por el tiempo de práctica que se realiza. De
ahí los problemas y vicios metodológicos que repercuten en tantas corrientes
"Vanguardistas" que se auto-nombran como tales y se refugian en sus complicadas y
sofisticadas teorías y conceptos, palabras y actitudes, para tratar de sostener -por la
distancia que generan (posición realmente aberrante) su rol de pretendida vanguardia.
La auténtica vanguardia nace del pueblo y de su proceso de organización; a él se debe; a él
interpreta y tiene co-mo referencia permanente; a él es sensible, porque no es ajeno a su
origen, su realidad y su cultura; en fin, a él conduce, por que es parte de el por origen y/ o
decisión.
En todo caso, habiendo dejado esbozada esta dimensión más profunda, rescatemos la idea
central, independiente al problema de la vanguardia; todo promotor, asesor, educador (o
como quiera denominarse) verdaderamente comprometido con una opción de liberación
popular no puede ser ajeno, aunque su origen sea "externo", al proce-so de transformación
y sus luchas. Debe ser pues, un verdadero intelectual orgánico; ese es su rol fundamental.
Un coordinador no es por tanto neutral. En realidad, no lo es, porque aunque lo pretendiera
esa posición no existe.
Pero más allá de esta obvia afirmación, no lo es y no puede serlo ha hecho una opción y por
tanto tiene una posi-ción. Y esa posición se manifiesta y se debe manifestar clara y
actualmente en el proceso de educación y trans-formación popular.
Hay corrientes ingenuas y "basistas" que pretenden sostener que el educador debe ser
neutral, por que si no, está manipulando al grupo y conduciéndolo a sus propias ideas e
intereses.
Conduciéndolo, en el sentido correcto si, manipulándolo no; porque justamente maneja (o
debe manejar) una metodología y una pedagogía científica y participativa, que propicia y
genera conocimientos y actitudes, en plena libertad y relación con la realidad de intereses
de la propia organización.
Las realidades que se diagnostican, analizan e interpretan, existen en un contexto y en una
historia; Se reconocen e interpretan a la luz de un determinado modelo. El educador, en
cuanto coordinador del proceso, lo conduce en relación a su modelo y sus intereses.
No hay, no puede y no debe haber neutralidad; pero insistimos: tener una posición no
significa necesariamente manipular a un determinado grupo, y para ello, se deben reunir
otra serie de condiciones y características.
Abundaremos en algunas de ellas que nos ayuden a contestar mejor la Pregunta ¿Que es
coordinar un proceso o un evento educativo?: Referiremos las aportaciones teniendo como
referencia acciones educativas más precisas y concretas.
Coordinar es conducir al grupo el logro de los objetivos buscados.
Todo Proceso racional y debidamente planificado debe formular con claridad los objetivos
que pretende alcanzar en general y en cada etapa del proceso.
El coordinador es el responsable en cuanto diseñador del proceso, de conducir al grupo,
mediante la reflexion, el análisis y la síntesis, al logro de los objetivos previstos.
No se puede discutir un tema o situación sin saber para qué se discute y que se quiere
lograr con ello. Por eso, el coordinador debe dominar el tema y tener clara una posición.
Solo así podrá lograr que el grupo alcance los objeti-vos previstos.
Con mucha frecuencia se dice en un grupo: ¿Quien coordina?, y al azar, sin ninguna
consideración al respecto, se elige “democráticamente" a cualquier compañero. Muy
frecuentemente el elegido se limita a dar la palabra a los que la solicitan (y eso si logra
mantener el orden), sin ordenar el tema, sin discriminar los contenidos, permitiendo y
dando entrada a cualquier opinión y a cualquier contenido, sin orientarlo, sin preguntar,
aceptando aspectos que no son del tema, sin hacer síntesis parciales, ni concluir el tema,
en fin... Así, normalmente, no se logra desarrollar el contenido previsto y obviamente, no
se logran los objetivos que se pretendían.
Se Produce confusión y malestar, lo que hace que muchos prefieran volver a un método
verticalista y tradicional, pues en uno participativo, ha Perdido el rumbo.
Efectivamente, si la coordinación falla, se puede perder el rumbo. Pero dejemos claro: lo
que falla es la capacidad de coordinación, no el modo. ni mucho menos la metodología, ni
la base teórica que lo sustenta.
En síntesis, coordinar no es solo dar palabra: sino conducir al grupo al logro de los
objetivos, mediante el ordena-miento de los contenidos, las síntesis continuas, la capacidad
de repreguntar y cuestionar al grupo para así seguir buscando y construyendo su
respuesta.
Coordinar es saber integrar y animar al grupo.
Un grupo cualquiera, salvo que ya exista perfectamente conformado como un grupo
natural, deberá pasar por un proceso de integración que le permita "romper el hielo", crear
confianza y así construir las condiciones óptimas para una auténtica, democrática y
productiva participación.
El coordinador debe ayudar a crear ese ambiente de integración y confianza. Además; debe
estar atento a la di-námica que desarrolla el propio grupo para mantenerlo animado y
activo, impidiendo el cansancio, el tedio o la tensión.
Para lograr esto, debe conocer y dominar una serie de técnicas o "dinámicas" que podrá
implementar con creativi-dad en los momentos que el proceso así lo requiera.
Coordinar es saber generar y propiciar la participación. De la participación como base de
una pedagogía activa, hemos hablado suficiente; acabamos incluso de valorar los factores
de integración y animación como facilitadores de un proceso participativo.
Pero no basta con saberlo, el coordinador debe provocar una participación libre, conciente y
entusiasta.
Mucho dependerá del ambiente creado y sostenido de confianza, pero también
tiene que ver con el dominio del tema y sobre todo, con el conocimiento y manejo
de los métodos particulares, así como de las técnicas procedentes para trabajar
cada tema o etapa del proceso.
Coordinar es saber preguntar, saber que preguntar y saber cuándo hay que preguntar.
Se ha dicho muchas veces que el éxito de un buen coordinador tiene que ver con su
capacidad de pregunta opor-tuna, tanto o más, que con su capacidad de respuesta. Y es
lógico, porque en un proceso participativo y dialógico, la respuesta se va encontrando a
partir de los conocimientos del grupo y de los nuevos elementos que se le ofre-cen. Y esos
conocimientos e interpretaciones del grupo se tienen que ir obteniendo poco a poco, en
forma ordena-da y sistemática a través de la nueva pregunta, oportuna y sagaz que el
coordinador lanza al grupo como un nue-vo reto a superar, cuando aparentemente -y sólo
aparentemente- el grupo parece haber llegado a un cierto limite.
En función del contenido, el conocimiento que tenga del grupo y los objetivos planteados, el
coordinador debe sa-ber si el limite de capacidad e interés de análisis es real; o si el
momento de incentivar el proceso de generación de conocimientos con una nueva
interrogante, una nueva inquietud que el percibe que está latente y que el grupo puede
resolver mediante su oportuna capacidad de pregunta.
Abundar en las causas, inquirir en los elementos, buscar las relaciones no visibles de los
fenómenos estudiados, es el objetivo a lograr con este método de los porques.
Coordinar es saber opinar y saber callar.
No podemos caer en el extremo de pensar que el coordinador no debe opinar, sino sólo
cuestionar.
Si bien su pedagogía se basa en su capacidad de preguntar, hemos dicho que no es neutral
ni ajeno al proceso y que por tanto, está comprometido con una causa y unos intereses.
Hemos también hablado de su papel encaminado al logro de los objetivos. Por todas esas
circunstancias, el coordi-nador debe saber callar, preguntar y tener paciencia, sin
adelantarse al progreso del grupo, inhibiéndolo con su verdad.
Pero también tiene que saber opinar, ver su punto de vista y plantear su posición, cuando
sea necesario y oportu-no. Efectivamente, guardando el ritmo del proceso del grupo, el
coordinador se compromete y forma parte de la dinámica del grupo y su proceso.
Un equilibrio difícil de lograr, pues la impaciencia puede hacerlo abusar de su rol y caer en
una posición verticalista y bancaria; o un excesivo "respeto" por el grupo lo puede conducir
a la anarquía y a la perdida del control del pro-ceso, pues no asume su papel de conductor
comprometido.
Un coordinador, por tanto, debe saber integrarse el mismo al grupo, pues solo así se sentirá
en el ambiente de confianza y con el derecho de manifestarse él con su posición, sus
sentimientos, sus limitaciones y sus aportes. De esta manera, la afirmación de Freire de
que "nadie enseña a nadie, sino que todos aprendemos juntos", tendrá más visos de ser
real y el rol de coordinación, siendo un rol de servicio, no lo desubica y lo separa del
proceso real que Vive el grupo, del cual el es parte activa.
Por último, nos gustaría plantear algunas características o cualidades que un buen
coordinador debería tratar de desarrollar.
Muchas han quedado implícita o explícitamente formuladas al hablar de lo que es coordinar;
simplemente abunda-remos en ellas.
Un coordinador debe ser sencillo y amistoso; es decir, un compañero.
Por más conocimientos, títulos, experiencias y habilidades que tenga, su actitud debe ser -
no como pose o como actuación temporal- la de un compañero más.
No debe ser, ni creer ser, un maestro distante al que el grupo debe "respetar" en el sentido
tradicional, es decir, un "respeto", formal basado en el miedo, la distancia, el poder o el
prestigio.
Hay muchos, que niegan la validez de una metodología dialéctica -aunque sostengan un
discurso en la misma línea – porque no o no quieren o no se atreven a ser compañeros.
Sus argumentos van precisamente en la línea del prestigio que lo envuelve, para sí -y solo
así- poder establecer su rol de autoridad.
Para nuestra manera de entender las cosas, esas actitudes tan comunes y corrientes,
esconden en el fondo una gran inseguridad que trata de ocultarse con una posición de
distancia que impide la pregunta o el cuestionamiento por parte de los grupos u
organizaciones. La “autoridad” que se pretende no lo es; es autoritarismo. La “verdad” que
se pretende no lo es; es ortodoxia segura y/ o memorizada, pero muy pocas veces
comprendida e interpreta-da a un nivel de conocimiento real que permita su análisis,
cuestionamiento y discusión, sin “miedo a perder la línea”.
En todo caso, la practica demuestra -y hay muchísimos ejemplos de verdaderos dirigentes
que lo avalan- que el rol de conductor y la fuerza de su autoridad moral, "o sólo no se ve
afectada, sino por el contrario, sólidamente fortalecida cuando logra identificarse como un
compañero, como el mejor si se quiere, como el más comprometido, el que cabe y debe
propiciar que los demás sepan, el que representa la verdadera autoridad, que es firme y
respe-tada, porque es fraternal.
En todo caso, un problema referente a la forma de enfrentar un proceso pedagógico, no
puede invalidar todo un planteamiento teórico y metodológico consecuente.
La síntesis entre teoría, metodología, pedagogía y didáctica, pasa sin duda también por un
problema de actitud personal frente al proceso.
Otra capacidad o condición que todo educador debería cultivar, se refiere al uso del
lenguaje que utiliza para co-municarse.
Mientras mas conocemos y profundizamos en los aspectos teóricos; mientras más
dominamos una ciencia o una tecnología; en fin. mientras más elaborado y complejo es
nuestro análisis. Más compleja y sofisticada se vuelve nuestra mente y nuestro lenguaje,
pues los requerimientos de conceptualización para lograr una correcta abstrac-ción e
interpretación de la realidad, así lo requieren.
El gran reto esta en saber manejar la profundidad del pensamiento, con sencillez, sin usar,
o mejor dicho, sin abu-sar de términos y conceptos complicados e ininteligibles para los
grupos.
No se trata de caer en simplismos o generalidades que acaben sin decir nada, sino buscar,
explicar, desglosar, desmenuzar los contenidos complejos, usando sinónimos y ejemplos,
hasta lograr que mediante un lenguaje senci-llo coloquial, la idea sea comprendida y por
tanto, el concepto -si así se hiciera necesario- incorporado y apropiado al conocimiento y
léxico del grupo.
Cuando hablamos de las técnicas y en particular de los códigos, hicimos referencia a este
tema desde el punto de vista de la creación, recuperación y utilización de múltiples
manifestaciones de la cultura popular, que mediante un tratamiento adecuado, se
convertirán en herramientas de la Educación Popular.
La combinación constante de estas técnicas generadoras de conocimientos por la
participación que propician, más la habilidad y sensibilidad del educador para manejar
adecuadamente su lenguaje, nos darán por lo general una excelente didáctica.
Un buen intelectual orgánico no es pues el que se separa y diferencia de las masas por sus
actitudes y su lenguaje complejo, sino que sensible al pueblo y su cultura, sabe
enriquecerse con la gran frescura y profundidad de pen-samiento que el pueblo expresa
interpretando el mundo, en múltiples, y ricas manifestaciones de significados y
significantes. Sobre ellos, y a partir de éstos, construye una inédita formulación de la
teoría, cada vez y de acuer-do a cada circunstancia; se recrea, Se enriquece y aumenta su
capacidad de interpretación y formulación de una posición, que sostiene en lo fundamental,
pero se reconstruye praxicamente aboliendo los dogmas y cuestionando los absolutos,
pues lo único absoluto es la praxis y su constante formulación creativa apropiada... y en
esto mu-cho tiene que ver la estructura del lenguaje, pues ésta es sin duda, reflejo de la
mente.
Aunque nos hemos referido obviamente al lenguaje oral, vale la pena acolar de nuevo que
por "lenguaje" enten-demos todo tipo de expresiones actitudes y manifestaciones con los
que de hecho nos comunicamos cotidianamen-te.
De ahí que el coordinador debe estar muy atento a no descuidar cada esta gama de
elementos de comunicación. Con frecuencia observamos actitud muy pasiva y con franca
apariencia de desinterés por parte del coordinador; el ritmo es lento, la actitud y la posición
frente al grupo, igual.
Grandes silencios se producen ante una solitaria y escueta pregunta del coordinador ¿Qué
opinan? El grupo de ordinario no arrancará con una gran participación. Hay que estimularla
y para ello, además de lo ya dicho ante-riormente, es importante el lenguaje corporal,
expresivo. Hay que saber manejar el ritmo y no producir tensiones por permitir (o provocar
una lentitud con nuestra manifestación, conciente o no, de todo nuestras múltiples “for-
mas de lenguaje” frente al grupo.
Queremos señalar, que aunque la paciencia es una virtud indispensable en todo
coordinador, esta no debe con-fundirse con el silencio inactivo que deja al grupo sin salida.
Coordinar por el silencio es, a nuestro juicio, un grave error en el que con frecuencia caen
los educadores.
En términos generales y sin caer en una especie de manual creemos haber extraído de
nuestra experiencia los más importantes rasgos que ubican y caracterizan el rol de un
educador, coordinador, promotor o cualquier nom-bre con que todavía se define el papel de
intelectual orgánico.
Reiteramos sin embargo (aunque ya resulte muy obvio) que no podrá haber buena
coordinación sin claridad teóri-ca, compromiso probado, actitud de servicio, dominio de la
metodología y conocimiento y manejo adecuado del tema o situación que está siendo
tratado.
Estas cualidades, sin embargo, no se aprenderán leyendo este texto, cualquier tratado de
pedagogía o en las au-las; solo se desarrollan en la praxis.