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La búsqueda del Método Natural

Jorge Llorente Bousquets


D.R. © 1990, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA, S. A. DE C. V.

Prólogo

La necesidad de clasificar a los seres vivos siempre ha sido una preocupación importante
de las culturas y civilizaciones, y se ve reflejada en la enorme riqueza de términos
zoológicos y botánicos del vocabulario de los lenguajes y dialectos hablados por varias
etnias y culturas. Lo cual se debe, precisamente, a que las clasificaciones constituyen
sistemas de palabras y símbolos que denotan conceptos y, en el campo de la biología
tratan de ofrecer un estimado de la diversidad, las relaciones y la organización de la
vida.

El hombre y las sociedades que forma han tenido que reconocer su entorno biótico y
describir sus discontinuidades, a la vez que denominar cada una de las unidades que
componen la diversidad de los seres vivos, para así formular un arreglo clasificatorio de
los organismos.

Los fundamentos aplicados a las clasificaciones biológicas han variado notablemente a


lo largo de la historia; de acuerdo con algunos investigadores en función de las creencias,
religión o cosmovisión, en el caso del hombre precientífico, o bien, de acuerdo con las
concepciones de la especie y sus atributos, de las teorías acerca de la historia evolutiva
de los organismos, del reconocimiento de patrones bióticos y de la necesidad de clasificar
fenómenos, procesos, acontecimientos y características de los seres vivientes, esto ya
en tiempos más "modernos" o postlinneanos. En ambos casos, las filosofías
prevalecientes han desempeñado un papel muy importante, como marcos de referencia
de esas clasificaciones.

En las últimas décadas, parece haberse alcanzado un mejor entendimiento de lo que las
clasificaciones de los organismos han sido y deben ser con respecto a sus estructuras,
funciones y propiedades; también en cuanto a sus usos y a la necesidad como patrón de
referencia fundamental en las ciencias biológicas. Además, hay un conocimiento mayor
de la sistemática y/o taxonomía de las especies, lo que significa un mejor entendimiento
de los atributos biológicos de los organismos o grupos de ellos y de su historia evolutiva
(filogenia).

Lo anterior ha venido acompañado de grandes avances tecnológicos en las herramientas


taxonómicas, tanto de aquellas que nos permiten reconocer variados y complejos
caracteres o propiedades de los organismos, más allá de la macromorfología tradicional,
por ejemplo: morfofisiología, técnicas bioquímicas o de biología molecular para el estudio
de macromoléculas, microscopio electrónico, estudios finos de embriología, ecología y
etología, como de aquellas herramientas que nos permiten un manejo tremendamente
expedito y ágil de la dispersa información recabada, por ejemplo: computadoras y
construcción de enormes colecciones de ejemplares en museos o instituciones de
investigación que incluyen una amplia representación geográfica y estacional de
poblaciones y especies.

Por otra parte, en las últimas tres décadas el debate de innumerables aspectos
emprendidos por las tres escuelas de taxonomía biológica contemporánea ha permitido
grandes avances en el esclarecimiento de los fundamentos, conceptos y métodos de las
clasificaciones biológicas, a saber: 1) Taxonomía fenética, numericista o
neoadansoniana. 2) Taxonomía filogenética, genealogista o cladista. 3) Taxonomía
evolucionista, filista, gradista o tradicional

Las tres escuelas taxonómicas han transformado la sistemática biológica y su


repercusión abarca, en mayor o menor grado, a todas las disciplinas biológicas; pero,
sin duda, el descubrimiento de algunos de los fundamentos de las taxonomías folk
contribuyó sobremanera a la historia de la taxonomía de las ciencias biológicas, al ver
en las clasificaciones de Linneo —el padre de la taxonomía moderna— los mismos
principios y una categorización jerárquica similar a la de aquéllas de las culturas mayas
estudiadas por Berlin, Breediove, Raven y Barrera.

En este libro se pretende ofrecer un panorama breve, una visión histórica del quehacer
de la taxonomía biológica contemporánea; por ello se tratan algunos rasgos
sobresalientes de su historia, sus funciones, necesidades, herramientas técnicas y de
análisis, así como sus propiedades, la polémica y aspectos del debate reciente.

INTRODUCCIÓN

Hasta fines del siglo XVI, la semejanza ha desempeñado un papel constructivo


en el saber de la cultura occidental [...] permitió el conocimiento de las cosas
[...] Si es verdad que las cosas que se asemejaban eran infinitas ¿podemos,
cuando menos, establecer las formas según las cuales podían llegar a ser
semejantes unas a otras? [...] las figuras principales que prescriben sus
articulaciones al saber de la semejanza. Hay cuatro que son, con toda certeza,
esenciales [...] la convenientia. A decir verdad, la vecindad de los lugares se
encuentra designada con más fuerza por esta palabra que la similitud. Son
"convenientes las cosas que, acercándose una a otra, se unen, sus bordes se
tocan, sus franjas se mezclan, la extremidad de una traza el principio de la otra".
Así se comunica el movimiento, las influencias y las pasiones, lo mismo que las
propiedades [...] a la similitud, en cuanto razón sorda de la vecindad, se
superpone una semejanza que es el efecto visible de la proximidad [...] La
semejanza impone vecindades que, a su vez, aseguran semejanzas... La
convenientia es una semejanza ligada al espacio en la forma de "cerca y más
cerca". Pertenece al orden de la conjunción y del ajuste. Por ello, pertenece
menos a las cosas mismas que al mundo en el que ellas se encuentran. El mundo
es la "conveniencia" universal de las cosas... Así, por el encadenamiento de la
semejanza y del espacio, por la fuerza de esta conveniencia que avecina lo
semejante y asimila lo cercano, el mundo forma una cadena consigo mismo. En
cada punto de contacto comienza y termina un anillo que se asemeja al anterior
y se asemeja al siguiente; y las similitudes se persiguen de círculo en círculo...
el mundo permanece idéntico; las semejanzas siguen siendo lo que son y
asemejándose. Lo mismo sigue lo mismo, encerrado en sí mismo.
"La prosa del mundo-Las cuatro similitudes" en Las palabras y las cosas,

MICHEL FOUCAULT (1968)

Releía hace algún tiempo un periódico donde Arthur Koestler señalaba varios
criterios populares para calificar un procedimiento o estudio como científicos.
Destacaba la descripción, la sistematización, la medida, la explicación, la
predicción y al conocimiento del Universo. Después de un brevísimo
análisis, descartaba estos criterios como elementos que caracterizan
exclusivamente a la ciencia; sin embargo, sostenía que es difícil concebirla sin
las acciones de contar, medir, ordenar, organizar, clasificar y sistematizar.

Con este planteamiento inconcluso volví a numerosas lecturas sobre lo que se


debe entender por ciencia, la clase de preguntas que plantea, sus métodos y los
tipos de conocimientos que produce. Desde luego, de acuerdo con mis intereses
e inquietudes, me circunscribí tanto como pude a la biología, particularmente a
la taxonomía, todo ello para responder la pregunta de si el clasificar a los
seres vivos podría considerarse como una actividad científica, si
suponemos que la clasificación es la tarea central de la taxonomía.

Como acontece a menudo, antes de dar una respuesta, una rápida reflexión
conduce al reconocimiento de que la pregunta es imprecisa o está mal planteada,
por lo que la respuesta puede ser irrelevante, en este caso por dos razones
fundamentales: 1) la taxonomía biológica no es sinónimo de clasificación
biológica, aunque la incluye, y 2) la taxonomía biológica comprende
otras dos disciplinas que son a la vez una base muy importante en la
biología y en la clasificación de los seres vivos: a) el reconocimiento de
especies, conceptos de especie y patrones de especiación, y b) la
historia evolutiva de los organismos o filogenia, particularmente el
aspecto de relaciones de consanguinidad o genealogía. Sin estas
disciplinas, la taxonomía de los seres vivos podría equivaler a clasificar cualquier
conjunto de objetos. ¿Quiere esto decir que los seres vivos son distintos de otros
objetos o fenómenos, de modo que puedan y deban clasificarse de manera
distinta?

La respuesta sería positiva si se considera que entre los seres vivos pueden
descubrirse —objetivamente— unidades distintas y discontinuas llamadas
especies, que tienen o han tenido una posición definida en la escala del tiempo
y un lugar determinado en la biósfera. La respuesta sería afirmativa si se acepta
también que estas especies se originaron como una modificación a partir de
otras, es decir, que tienen genealogía reconocible.

Lo anterior significa que las especies existen y se diferenciaron a partir de otras


por evolución; en consecuencia, las asociaciones de similitud que se reconozcan
entre las especies con fines de ordenamiento y sistematización deben ser mejor
entendidas a través de la teoría de la descendencia con modificación. De esta
forma, similitud de los caracteres o atributos de los organismos debe ser
interpretada a la luz de la evolución.
La respuesta pudiera ser negativa si se considera que los seres vivos pueden
agruparse no únicamente de acuerdo con su historial de descendencia, sino con
otras propiedades de lo vivo, por ejemplo: en función de determinados atributos
ecológicos, la presencia de determinados caracteres moleculares y otros
aspectos más; así, los organismos se pueden clasificar —por simple similitud—
en asociaciones bióticas o bajo otros conceptos ecológicos o bioquímicos como
ecosistemas, comunidades; o por poseer o no alguna molécula.

De acuerdo con los anteriores puntos de vista podemos reconocer que la ciencia
no pretende decir mentiras ni ocultar verdades y busca distinguir entre hechos
y especulaciones y a la vez puede aceptarse que clasificar a los seres vivos en
una perspectiva evolutiva es una actividad científica, puesto que no es una tarea
de mero ordenamiento, ya que para ello se necesita postular o suponer mucho
más que la suma de similitudes y diferencias; por ejemplo, del conocimiento de
hipótesis y teorías sobre las afinidades de las especies, de sus características y
de su evolución en el tiempo y en el espacio. Por lo tanto, con el fin de clasificar
especies siempre se requerirá del planteamiento de hipótesis de relación
genealógica (relaciones sanguíneas). Establecer una clasificación filogenética de
los seres vivos demanda métodos y procedimientos racionales que permitan
reconocer, como partes constitutivas del universo biológico, a conjuntos de
entidades afines o taxa, con el fin de descubrir sus relaciones de ancestría-
descendencia. Ésa es la forma de descubrir una parte del orden orgánico entre
los seres vivos, y de acuerdo con este orden histórico es posible expresar su
clasificación.

La relectura del artículo de Koestler citado en un principio estuvo unida a dos


anécdotas que necesito relatar aquí para esclarecer mi preocupación original
sobre si el clasificar a los seres vivos es o no una actividad científica.

La primera data de hace algunos años, cuando mi tutor científico, el doctor


Alfredo Barrera —quien me guió en los primeros pasos en taxonomía y me ayudó
a efectuar mis primeras lecturas críticas en esta disciplina— nos platicaba a un
grupo de aprendices lo siguiente: en una ranchería del estado de Puebla, en los
alrededores de los volcanes Iztaccíhuatl y Popocatépetl, durante un trabajo de
recolección de mamíferos y sus pulgas, se hizo de varios amigos locales; uno de
ellos pidió que le diera trabajo a su hija en la ciudad, una joven de escasos 15
años, a lo cual él accedió. Como taxónomo del Museo de Historia Natural de la
ciudad de México en Chapultepec le enseñó los caracteres macromorfológicos de
los insectos, que permitían asignarlos a un grupo taxonómico de nivel de familia
dentro de una clasificación de insectos adoptada (hay varios cientos de familias
entre los insectos); con el tiempo y el examen de muchos insectos, la joven
adquirió tal pericia que pronto aventajó a todos los aprendices del maestro y a
menudo ocupaba menos tiempo que el maestro rnismo, sin requerir de
microscopio, para separar en familias las decenas o cientos de insectos que
ingresaban en la colección del museo.
Esto era un ejemplo que entre burlas y chistes nos servía a los aprendices a
dedicar más tiempo para alcanzar las mismas habilidades que la joven de
nuestro ejemplo.

La segunda anécdota ocurrió algunos días después de un viaje de vacaciones


con mi familia, donde mi hija y yo dedicamos tiempo a la recolección de
pequeñas conchas y caracoles en las playas de Acapulco. Al regresar a México
nos dimos a la tarea de separarlos, ordenarlos o clasificarlos, para ella es lo
mismo, pues lo entiende como subconjuntos de conchas o caracoles agrupados
por tamaños, colores o formas. Con extraordinaria rapidez Isolda, de casi seis
años, formó pequeños montones de caracoles y conchas, los cuales separaba
por alguna propiedad fácilmente observable y de modo que, en cada montón,
los uniera al menos algún atributo en común.

En las dos anécdotas anteriores, los conjuntos de muestras de seres vivos fueron
ordenados de acuerdo con similitudes, sin que hubiera de por medio alguna
hipótesis de relación o teoría biológica. Los elementos de los grupos formados
en insectos, conchas y caracoles eran adjudicados por la similitud observada;
entre los distintos grupos sólo mediaba la discontinuidad en forma, tamaño y
color.

Ambas personas clasifican objetos sin reconocer que las formas, tamaños y
colores que poseen están ligados o interrelacionados por fenómenos biológicos;
las similitudes que exhiben los seres vivos son el resultado de tales fenómenos.

Un taxónomo que pretenda hacer una clasificación filogenética necesita


conocer diversas teorías biológicas para interpretar los atributos de los
organismos, asignar cada organismo a una especie y descubrir las relaciones
genealógicas o de ancestría-descendencia de las especies objeto de estudio.

Si clasificáramos las especies por simple similitud, sin interpretar evolutivamente


los organismos y la similitud de sus caracteres, podrían encontrarse muchos
sistemas de clasificación, por ejemplo: la similitud morfológica, fisiológica,
genética y ecológica desembocarían en sistemas de clasificación morfológica,
fisiológica, etc. Todos estos sistemas y otros más son posibles y necesarios en
la biología, pero el fundamental que parece responder al fenómeno más
universal en la biología y bajo el que son mejor entendidas todas las similitudes
es el sistema filogenético, al que pueden ser referidos otros sistemas de
clasificación.

Deseo señalar, finalmente, que la meta del libro es mostrar varios problemas
acerca de la clasificación de los seres vivos, para lo cual tuve a disposición dos
alternativas: la primera era intuitiva y consistía en formalizar los conceptos e
ideas, mientras que la segunda —que es la elegida— consiste en examinar con
una secuencia histórica los conceptos e ideas en la taxonomía de los seres vivos,
es decir, seguir el camino de "la búsqueda del método natural".

Quiero terminar esta introducción parafraseando a Barrera, Woodger y Koestler.


El primero decía que frecuentemente se afirma que sistematizar los datos
obtenidos en una investigación no es "hacer ciencia", porque no implica la
interpretación de los mismos. Pocas veces se reconoce —aunque éste sea el
principal objetivo de la ciencia— que el descubrimiento del orden orgánico del
universo que se estudia no sólo comprende procesos de identificación, sino que
en dicho orden se refleja la naturaleza de los componentes del universo y se
explica la índole de las relaciones que pueden guardar entre sí. De todos modos,
sin la paciente labor de los compiladores, clasificadores y descriptores —que aún
hace mucha falta para el desarrollo de diferentes campos de las ciencias
naturales y sociales en México— no sería posible encontrar relaciones, establecer
orígenes y trazar líneas de desarrollo evolutivo aplicables a los hechos o
fenómenos observados. Por otra parte, el biólogo inglés Woodger opinaba que
una ciencia es un conjunto sistematizado de proposiciones que se refieren a un
tema determinado, a lo cual Koestler respondía que, de acuerdo con esta
definición, una colección de chistes sobre los pericos donde los chistes
aparecieran en orden alfabético sería un tratado científico.

Trataré de mostrar aquí que realizar investigaciones en taxonomía biológica, es


decir, clasificar a los seres vivos, no es una mera sistematización de
proposiciones, de modo que no puede aplicarse a esta actividad la ridiculización
de Koestler sobre los chistes de pericos; más bien estoy de acuerdo con Barrera
y Sokal en que la clasificación es una de las tareas fundamentales de la ciencia;
es necesario ofrecer los objetos, procesos y fenómenos de un modo ordenado
durante, o antes, de poder descubrir las relaciones, principios y leyes que los
regulan. Una gran cantidad de hechos tienen lugar con tal variedad y número
que si no son ordenados sistemáticamente es imposible obtener información
sobre ellos. Los compuestos químicos, los grupos de estrellas y los centenares
de miles de especies que habitan en nuestro planeta, constituyen ejemplos de
tales hechos. El mundo es infinitamente complejo pero, en la práctica, como
biólogos, nos incluimos en una esfera particular de interés con una gama de
fenómenos restringidos, a los cuales ordenamos y sistematizamos de acuerdo
con la multitud de datos generados por nuestras observaciones, con la
pretensión de descubrir su orden orgánico de un modo racional.
No obstante, aunque hoy sabemos que la simple descripción científica no puede
ser completamente "objetiva", los biólogos consideran como una tarea
primordial encontrar criterios racionales para agrupar ciertos individuos o
procesos y distinguirlos de otros. Esta tarea es fundamental para la sistemática.
Los biólogos deseamos ofrecer enunciados válidos en relación con nuestro
mundo material, pues reconocemos que la vida es "controlada" por un programa,
el cual coordina la construcción real del organismo y su duplicación, que incluye
el propio programa coordinador, como una autoorganización. Y deseamos
formular estos enunciados a pesar de que reconocemos la variabilidad de las
formas de vida.

En esta obra se sigue más o menos un orden histórico, pero a la vez se analizan
o se ponen de relieve las ideas más sobresalienes en biología con implicaciones
en la taxonomía. A lo largo de este libro el lector reconocerá que me refiero sólo
a determinados protagonistas, ciertas obras, contados países y algunas fechas
o periodos; no quisiera que el lector entendiese que la historia de la ciencia debe
interpretarse así. Simplemente compréndase que la extensión del libro y la
audiencia a la que principalmente va dirigido impone fuertes limitantes, además
de las propias del autor, las cuales me conducen a ser selectivo y adoptar estilos
cómodos y hasta cómicos para narrar pasajes históricos en la ciencia. Sin
embargo, el lector debe advertir que las ideas, conceptos y términos usados en
la ciencia de hoy con frecuencia tiene una larga y accidentada historia.

La ciencia no es solamente la unión de voluntades y genialidades de los


científicos, sino que estos personajes están condicionados en su trabajo por
cosmovisiones y cotidianeidades religiosas, filosóficas, políticas y económicas del
entorno social en que viven. Además, dependen de la evidencia u observaciones
producidas por todos sus demás colegas (anteriores y contemporáneos) y de las
posibilidades tecnológicas a su alcance. Esto también forma parte de la historia
de las clasificaciones de los organismos.

I. Para que clasificar los seres vivos, o ¿Qué diablos es agrupar


especies?

Las taxonomías no son percheros neutrales o arbitrarios para un conjunto de


conceptos inmutables, ellas reflejan (o aun crean) diferentes teorías acerca de
la estructura del mundo. Como Michel Foucault mostró en varios excelentes
libros [...] cuando usted conoce por qué clasifica a la gente en cierta forma,
usted entiende cómo piensa ella. GOULD y VRBA, 1982

CLASIFICAR a los seres vivos o hablar de su clasificación no es ofrecer una larga


lista de términos latinos ordenados y asignados de algún modo a los hongos, las
plantas, los animales y los organismos microscópicos, como algunos podrían
esperar. Para enumerar los cerca de tres millones de especies de seres vivos
que habitan la Tierra, si tuviéramos el afán de "darlos a conocer" —cada nombre
con un promedio de veinte letras, que incluya los signos de puntuación y escritos
seguidamente sin dejar espacios— se requerirían 1 500 páginas impresas como
las de este libro. Sólo para enumerar del mismo modo las aproximadamente 200
000 especies de seres vivos que habitan en México se necesitaría un mínimo de
122 páginas. Aunque esto se pudiera hacer, ¿qué utilidad tendría? Tal vez alguna
para varios biólogos y otros científicos, pero ninguna para las demás personas.

Es más productivo saber que hay una clasificación principal y otras de "menor
importancia". Resulta de mayor trascendencia el reconocer los problemas, las
necesidades, algo sobre los métodos y un poco sobre la historia de las ideas y
de los autores que han trabajado en las clasificaciones de los organismos,
además de saber quiénes son y dónde clasifican a los seres vivos. Por otra parte
es reconocer la indispensable relación que existe entre la clasificación y otras
disciplinas científicas estrechamente afines, expresadas por los términos
taxonomía-sistemática, filogenia, así como destacar las unidades básicas en la
clasificación de los seres vivos: individuos, organismos, demos, poblaciones,
especies y grupos taxonómicos superiores o supraespecíficos.

LA CLASIFICACIÓN DE LOS SERES VIVOS:

UN PROBLEMA DE AYER, HOY Y MAÑANA

La clasificación de los organismos siempre ha sido una actividad importante en


todas las culturas, lo cual se ve reflejado en la enorme riqueza de términos
botánicos y zoológicos existentes y en los vocabularios encontrados de los
diferentes dialectos y lenguajes de todos los rincones de la Tierra. Esto se debe
a que las clasificaciones son sistemas de palabras o símbolos que denotan
conceptos, ya que tales sistemas ponen en contacto y comunicación a todo
miembro de una comunidad con su entorno biótico y con el estado del
conocimiento de éste.

Hoy en día, las clasificaciones biológicas intentan ofrecer una estimación de la


diversidad, las relaciones y la organización de la vida, que sea consecuente con
las ideas de la historia evolutiva.

El hombre, ya sea individualmente o en las sociedades que forma, ha tenido que


reconocer su universo biológico y describir sus similitudes y discontinuidades, a
la vez que descubrir y establecer las unidades, principios y leyes que subyacen
en la variedad y el número de los seres vivos. De esta manera, se han formulado
arreglos clasificatorios que han permitido entender a los seres vivos. Los
fundamentos que han servido a los taxónomos o naturalistas de antaño para
proponer clasificaciones biológicas han variado a lo largo de la historia de la
humanidad y de la ciencia.

Los biólogos en la actualidad siguen descubriendo especies de virus, algas,


caracoles, mariposas o palomillas y otros insectos. Ocasionalmente, incluso, se
publican descripciones de nuevas especies de peces, ranas, salamandras,
víboras, culebras y animales de pelo o pluma. Cada día tiene mayor arraigo la
idea ya mencionada en la introducción de este libro, a saber, que la clasificación
fundamental de los seres vivos es aquella que se conoce como evolutiva o
filogenética, lo cual quiere decir que las similitudes y diferencias entre los
organismos son un producto o consecuencia de las relaciones de ancestría o
descendencia de las poblaciones y especies a las que pertenecen. No se clasifica
a las especies de acuerdo con qué tanto se parecen o difieren en su conjunto de
características, sino en función de las especies que les dieron origen, cuyo
resultado es que haya especies hermanas derivadas de una especie ancestral
común.

El colega entomólogo, mencionado por el autor de este libro.

El descubrimiento de más especies y las hipótesis de relación de descendencia


son las que demandan modificaciones a las clasificaciones de ayer y hoy. Las
clasificaciones muy antiguas trataban con varios cientos de especies, aquéllas
efectuadas en un pasado reciente, con decenas de millares, y las actuales
clasifican centenas de millares de especies. En el futuro, según cálculos
aproximados, se clasificarán varios millones. Clasificar todas estas especies no
es una mera sumatoria, pues hay que postular su ubicación dentro de la historia
de la vida, esto es, debe reconocerse a su posible especie parental y sus especies
hermanas —la madre y las hijas—, lo cual puede implicar cambios importantes
en las clasificaciones anteriores y en las actuales.

Las clasificaciones del pasado tenían como objeto principal reunir especies por
comunidad de parecido (similitud general) y no por comunidad de origen
(ancestría-descendencia). Ayer se percibían las discontinuidades de formas y
funciones con base en las cuales eran reconocidas las especies y se construían
clasificaciones; actualmente, dado que estas formas y funciones se reconocen
como un producto heredado, se plantea la pregunta de cuál fue la especie
parental, esto es, la especie primigenia —la madre—, de tal modo que aquellas
especies que provienen de una misma especie ancestral se reúnen en un mismo
grupo de especies o taxón, aun cuando aparentemente difieran en la similitud
de varios caracteres, porque cada especie puede transformar sus caracteres de
modo independiente durante la evolución, pues al ser diferentes y al estar
sometidas a presiones diferenciales por su medio ambiente, sus rutas o
direcciones y su cantidad de cambio en la evolución pueden diferir.

Los caracteres de un mismo origen que comparten las especies son de dos tipos:
aquellos que eran exclusivos y que heredaron de la especie que les dio origen —
la especie madre— y aquellos que son compartidos con sus especies hermanas
pero provienen desde la especie "abuela" u otra más antigua. Por otra parte, en
la clasificación se refleja el carácter cambiante y progresista de la ciencia, pues
un mejor conocimiento de la evolución y por ende de las relaciones de ancestría-
descendencia de las especies, así como el nuevo conocimiento de especies y
caracteres, ocasionan necesariamente cambios en las clasificaciones antiguas y
en las contemporáneas.

LAS DEMANDAS A LAS CLASIFICACIONES

DE AYER, HOY Y MAÑANA

Desde la Introducción y en párrafos anteriores se ha insistido en que la


clasificación filogenética, fundamental para la biología y la ciencia, es un marco
de referencia contra el cual puede confrontarse cualquier otro sistema de
clasificación de organismos basado sobre la mera similitud y sus interrelaciones.

Todo estudio comparado en biología requerirá un sistema biológico general de


referencia. La biología actual es un vasto conglomerado de subdisciplinas que a
menudo hacen frontera con muy diversas ciencias, como la química y la física,
la antropología y la medicina. Un sistema general de referencia, basado en el
fenómeno más central de la vida —la evolución organísmica—, permitirá las más
diversas comparaciones que pueden partir de la biología o de cualquier otra
ciencia. Este tipo de clasificación puede considerarse un resumen de datos sobre
la evolución de los organismos clasificados, esto es, como hipótesis acerca de su
orden en la naturaleza.

También se ha señalado anteriormente que puede haber otros sistemas de


clasificación necesarios y posibles, según sea el tipo de evidencia, semejanza o
interrelación de los organismos biológicos que deben clasificarse, pero tales
sistemas se fincarán esencialmente en el grado de semejanza (similitud-
diferencia) y no en la afinidad de los seres vivos, que proviene de su proximidad
de origen o de derivación genealógica. De otro modo, esos sistemas particulares
se basarán en propiedades de generalidad reducida en los seres vivos.

Independientemente del sistema general de referencia y de otros sistemas


particulares, los científicos han discutido acerca de los pronósticos o fines de la
clasificación biológica y sostenido que de acuerdo con tales fines se deben
construir clasificaciones.
Muchos científicos sostienen que la función principal de las clasificaciones
biológicas es la comunicación sintética a través de ellas de las propiedades o
atributos de las poblaciones, especies o grupos de especies. Algunos han añadido
la posibilidad de poder integrar nueva información a las clasificaciones, sean
caracteres o especies nuevas; esto es, una función que sirva como reservorio o
memoria. También se ha planteado que la información en las clasificaciones
pueda ser fácilmente recuperada. Puede pensarse que esta demanda a la
clasificación biológica pretende relegar como secundario el establecimiento de
un sistema general de referencia; el problema no debe verse así, dado que
ambos asuntos no son opuestos y la necesidad de información planteada es real
y legítima, pero está relacionada en mayor medida con una estructura de
clasificación que haga posible su manejo por medios computarizados para que,
además de cumplir con los requisitos señalados, se pueda usar de modo práctico
y rápido.

Otros científicos han sostenido que cualquiera que sea la clasificación, debería
ser estable. Con esto quieren decir que sufra el menor número posible de
cambios, lo cual es congruente con la necesidad de que las clasificaciones tengan
poder de predicción, por ejemplo: que si se llegasen a conocer más especies o
a usar más caracteres o atributos en los estudios de los organismos, las
clasificaciones y los nombres usados debieran observar pocos cambios, pues la
predictibilidad y la estabilidad de la clasificación lo haría posible. Algunos
taxónomos asocian estrechamente el criterio de comunicabilidad con el de
estabilidad; sostienen que una clasificación inestable, que constantemente pasa
por muchos cambios, no puede servir para la comunicación de las propiedades
o interrelaciones entre los seres vivos, lo cual intuitivamente no es aceptable.
En este caso no sólo se trata de un problema de estructura de las clasificaciones
sino de algo más fundamental.

Actualmente no existe una solución ideal, óptima o "la mejor" para tales
demandas en su conjunto. Sin embargo, los científicos no han cejado en su
búsqueda para resolver esos problemas y han ofrecido algunas soluciones;
aunque el problema central persiste debido a que se continuarán descubriendo
nuevas especies y no podemos predecir cómo alterará esto las relaciones de
ancestría-descendencia hasta ahora establecidas entre las especies que se
conocen. Por otra parte, debe tomarse en cuenta que el estudio de nuevos
caracteres (micromorfológicos, químicos y genéticos) no analizados todavía en
muchísimos grupos de organismos promete cambios en las supuestas relaciones
genealógicas basadas exclusivamente en unos cuantos caracteres.
Tómese en cuenta que es posible progresar en el conocimiento del proceso y los
mecanismos de la evolución de los seres vivos, de modo que sus resultados
también afecten la interpretación de la similitud de los caracteres en las
filogenias de los taxa o grupos de organismos. Estos tres tipos de avance o
progreso en la biología tendrán sus consecuencias en la genealogía que hoy
postulamos para los organismos conocidos y, por ende, afectarán en mayor o
menor grado las clasificaciones en la biología.

Ante tal situación, los taxónomos o sistematas han convenido en algunas


fórmulas para traducir las relaciones de ancestría-descendencia —expresadas en
unos diagramas de ramificación llamados árboles evolutivos o cladogramas—
mediante los cuales se apliquen modificaciones mínimas en los sistemas de
palabras (clasificaciones). Por otra parte, el uso cada vez más difundido de las
computadoras en la taxonomía ha permitido dar diversas soluciones a los
problemas de comunicación y estabilidad de las clasificaciones. El uso de estas
máquinas de hacer cuentas rápidas y almacenar grandes cantidades de
información también ha ofrecido soluciones significativas a dos problemas en
clasificación: uno de ellos respecto al proceso de construcción de los árboles
evolutivos y sus clasificaciones, cuando éstos están basados en muchísimos
caracteres o son muchas las especies de un grupo que hay que clasificar; otro
problema es cuando ya tenemos construida una clasificación, pues los biólogos
requieren "identificar" cotidianamente diversos organismos de manera rápida.

De cualquier modo, no todas las soluciones a los problemas que necesitan por
ahora numerosos científicos son soluciones a problemas cotidianos que reciben
soluciones prácticas y operacionales por medios electrónicos. Existen otros
problemas mucho más complejos y profundos en taxonomía, como el de la
comparación de las categorías clasificatorias y clasificaciones y el de la
congruencia entre las clasificaciones basadas en caracteres distintos —
moleculares y morfológicos— y de fases distintas —juveniles y adultos— que
serán tratados en otro momento.

¿DÓNDE Y QUIÉNES CLASIFICAN A LOS SERES VIVOS?

En países como el nuestro y también en otros donde la ciencia se encuentra


mucho más avanzada, la taxonomía o sistemática biológica están íntimamente
asociadas con instituciones de investigación científica, museos, universidades y
sociedades científicas. Sin embargo, una parte importante de los avances en el
conocimiento de la clasificación de los seres vivos se debe, como en el caso de
tantas disciplinas científicas, a una compleja mezcla de voluntad, disciplina,
talento, sacrificio y resistencia de los biólogos que entregan su vida a tal
actividad. Los premios principales de los hombres de ciencia son sobrevivir, y
una supuestamente "mejor" comprensión del mundo orgánico al que han
enfocado sus intereses. Otro premio moral, no menos importante y que se recibe
después de largos años, es haber despertado o madurado intereses similares en
algunos aprendices de la biología. El producto de su trabajo puede o no tener un
impacto positivo, inmediato o a largo plazo, en la ciencia misma, en la economía
y en la sociedad.

Los taxónomos de tiempo completo comúnmente trabajan en relación con


centros de colecciones o museos, donde su actividad se dirige a la biología
comparada, que estudia tres temas diferentes: 1) similitudes y diferencias en
los atributos de los organismos; 2) la historia de los organismos en el tiempo y
3) la historia de los organismos en el espacio. Las dos primeras ramas
básicamente desembocan en la taxonomía; la tercera, como las dos primeras,
se relaciona con la biogeografía, ciencia que estudia la distribución de los seres
vivos.

Se ha dicho que los taxónomos trabajan con organismos o seres vivos; sin
embargo, acabamos de señalar que frecuentemente están asociados a museos
donde hay colecciones de matas o bichos muertos, conservados en seco o en
alcohol. ¿Acaso ambas cosas se oponen? La respuesta es no, y para ello
tendríamos que comentar algo sobre los museos y las colecciones que albergan.

Un museo biológico puede concebirse como un espacio donde se alojan


colecciones de organismos, así como la información escrita e iconográfica sobre
ellos; estos organismos se adquieren, registran, investigan y preservan por los
taxónomos en sus estudios florísticos y faunísticos. Al hacerlo, deben cumplirse
diferentes principios, dos de ellos muy importantes: 1) que ocupen el menor
espacio posible, pero a la vez conserven y muestren las estructuras o
propiedades conceptuadas de valor para su clasificación; 2) que en su
recolección y estudio sean aplicadas las mismas técnicas, procedimientos,
equipos y materiales, de modo que la comparación de atributos entre los
distintos organismos sea estandarizada y no se oculten o compliquen las
comparaciones, como resultado de no cuidar este "principio de homogeneidad".
Los museos con colecciones biológicas pueden definirse como centros de
información donde la literatura especializada, los especialistas —taxónomos y
personal técnico— y las colecciones guardan una estrecha interdependencia,
cuya meta primordial es el estudio de la diversidad organísmica y la contribución
para formular un sistema general de referencia en la ciencia de la biología.

A menudo se dice que el "corazón" de los museos son las colecciones. Por dos
razones principales, éstas tienen un enorme valor: a) a partir de ellas se ha
producido gran parte del conocimiento que se tiene sobre la diversidad de los
organismos. Valen tanto por lo que contienen como por lo que han ofrecido y
ofrecen a todos los investigadores dedicados a su estudio, y b) contienen una
información que de otro modo estaría dispersa en el tiempo y espacio. Las
poblaciones ahí representadas en ocasiones están extintas o han sido
diezmadas. De esta manera, las muestras así reunidas son relativamente
perennes o de larga preservación, lo cual facilita y agiliza su estudio. Las
colecciones, para el taxónomo, son a la vez "herramienta fundamental",
"producto terminado" y "objeto de estudio", pues son muestras de la diversidad
biológica.

La calidad de la información en las colecciones biológicas depende de varias


fases en su proceso de integración. A continuación se enumeran algunas:

1) De la calidad o condiciones de los ejemplares recolectados y de las técnicas


y materiales usados en su recolección.

2) De la exactitud, amplitud y conservación de los datos tomados en la


recolección de los ejemplares.

3) De las técnicas y materiales usados en su conservación.

4) Del número de ejemplares, de la representación adecuada de ambos sexos,


de la riqueza de fases larvarias y adultas, así como de la variedad de procedencia
estacional y geográfica de los ejemplares.

5) De la correcta identificación y ordenamiento de los ejemplares en las


colecciones, así como del mayor número de contribuciones originales que se
hayan publicado con base en el estudio de las colecciones.

6) Del cuidado y mantenimiento de la colección y de las particularidades del


espacio de alojamiento, en el sentido de prevención contra los efectos físicos,
químicos, mecánicos y biológicos que pudieran alterar y deteriorar a los
especímenes.

7) De la rápida localización de los ejemplares, de las bitácoras de campo de las


expediciones y recolectores, así como de qué tan completa, disponible y fácil sea
la localización de la literatura especializada que se tiene anexa.

8) De los materiales, instrumentos y equipos disponibles para el estudio de los


ejemplares.
Cementerio biológico: "Los tesoros del taxónomo Si te mata".

En los museos y sus colecciones descritos como se ha sintetizado aquí, el común


denominador es que se trata de centros de información e investigación. Los
ejemplares conservados guardan amplios espectros de información que
investigar, potencialmente abiertos a expectativas presentes y futuras si se
cumple con colecciones reunidas que sean una "muestra apropiada" para el
estudio de la diversidad organísmica. No obstante, mucha información de gran
valor en los estudios taxonómicos no se encuentra en los organismos
preservados; multitud de propiedades privativas de los seres vivos se pierden
cuando éstos mueren. Quienes ofrecen ese conocimiento ausente son todos
aquellos especialistas de la biología —bioquímicos, biólogos moleculares,
etólogos, ecólogos, fisiólogos, genetistas, embriólogos, etc.— que se ocupan de
eventos, fenómenos y propiedades con otra perspectva e intención, pero quienes
ordenan, analizan e investigan los especímenes en términos taxonómicos son
los sistematas. Habría que añadir también que los taxónomos trabajan a menudo
con colecciones de seres vivos en parques zoológicos, jardines botánicos,
acuarios, insectarios y toda una variedad de áreas bióticas protegidas que
albergan una muestra significativa de la diversidad organísmica, de tal modo
que el concepto de museo de los taxónomos se ha extendido muchas veces para
abarcar tales reservorios bióticos.

Actualmente existe una seria preocupación en los círculos científicos, culturales


y artísticos acerca de la conservación de los biota (flora y fauna) y su medio
ambiente, ante la persistente degradación y desaparición de numerosas áreas
naturales. Sabemos que los especialistas que estudian la diversidad organísmica
son los que pueden ofrecer las soluciones académicas de mayor valor. Estos
especialistas son los taxónomos, los biogeógrafos, los ecólogos y los genetistas.

Hemos expuesto una síntesis sobre los centros donde se hace la taxonomía, pero
poco se ha comentado sobre algunas de las actividades de los taxónomos,
propiamente de las tareas cotidianas del taxónomo práctico. Una de las tareas
más frecuentes de los taxónomos está relacionada con la elaboración de los
inventarios bióticos regionales, el listado de especies que habitan un lugar, el
reconocimiento de su asociación con otras especies en un hábitat determinado
y los aspectos más sobresalientes de su distribución local. Es importante y
laboriosa la tarea de recolectar y observar en una región los organismos y
poblaciones, formular claves para su identificación, registrar parámetros
geográficos y ecológicos de su distribución, así como ilustrar las especies o
grupos de ellas. Por otra parte, muchos especialistas en otras disciplinas
biológicas y muchos tecnólogos y científicos requieren saber la identidad de los
organismos, poblaciones y especies o grupos de ellas cuando se encuentran
realizando una investigación o están trabajando en un aspecto de aplicación.
Normalmente, este tipo de personas envían parte de las muestras con las que
trabajan a los taxónomos para su identificación. Los taxónomos, según el
sistema de clasificación aceptado o de uso corriente, ubican el lugar de las
muestras y les asignan el nombre que les corresponde en el sistema en práctica.

Debe tenerse en cuenta que al asignarse un nombre a una especie o a un grupo


de ellas, es posible que simultáneamente se reconozca bajo éste la información
biológica conocida.

En relación con otro terreno más complejo, los taxónomos cotidianamente se


enfrentan a describir y bautizar especies, para lo cual mínimamente proponen
las hipótesis de que la especie que están denominando es nueva por un conjunto
de caracteres. Se plantean preguntas como ésta: ¿Cuál especie es la hermana
de A?, que tiene cuando menos un par de especies alternativamente posibles.
Con esta tarea se tienen que analizar varias hipótesis en juego y examinar o
reinvestigar los caracteres, y surgen las preguntas: ¿Cómo se comparten éstos
entre las especies examinadas? ¿Cuáles caracteres muestran una mayor
cercanía genealógica de la especie A con la B, la A con la C y así sucesivamente?
Esto es, se plantean preguntas o hipótesis de afinidad filogenética y se examinan
los caracteres para apoyar o responder los cuestionamientos. Con frecuencia se
investiga un conjunto de caracteres previamente no analizados en un grupo de
organismos, lo que conduce a efectuar un nuevo análisis filogenético y a
reestructurar o proponer una clasificación consecuente con los nuevos resultados
obtenidos.

Las relaciones genealógicas reconocidas o descubiertas entre las especies bajo


estudio tienen una enorme utilidad en el análisis de la historia de la distribución
de organismos. En las hipótesis de relación genealógica a menudo subyace la
explicación de los patrones de distribución de flora y fauna, de tal modo que las
clasificaciones de los seres vivos pueden tener una amplia correspondencia con
las clasificaciones de las áreas que ocupan. Éstos son aspectos que comparten
estrechamente la taxonomía y la biogeografía, que unifican las historias de la
vida y de la Tierra.

II. CÓMO CLASIFICABAN LOS MAYAS Y LOS FORE LAS PLANTAS Y LOS ANIMALES

El método, alma de la ciencia, designa a primera vista cualquier cuerpo de la


naturaleza, de tal manera que este cuerpo enuncie el nombre que le es propio y
que este nombre haga recordar todos los conocimientos que hayan podido
adquirirse en el curso del tiempo sobre el cuerpo así denominado: tanto que en
la confusión extrema se descubre el orden soberano de la naturaleza. Systema
naturae, LINNEO (1766)

JERARQUÍAS COMO INTRODUCCIÓN

JERARQUÍA es un término muy en boga de la biología, en disciplinas tales como


evolución, taxonomía, ecología y otras más. Es una palabra asociada a
clasificaciones donde hay rangos o grados, que denota grupos ordenados en una
secuencia de conjuntos y subconjuntos incluidos sucesivamente, por ejemplo:
en el ejército existen generales, coroneles, tenientes, sargentos y soldados, con
subrangos en cada una de estas categorías o niveles (sargento primero,
sargento segundo y cabo).

Otros casos de jerarquía los tenemos en los diversos grados de la iglesia y de la


marina: una organización de individuos dentro de niveles de autoridad; en este
patrón de clasificaciones hay un arreglo piramidal y subordinado de las
categorías o niveles clasificatorios.

En el caso de la conocida jerarquía linneana, ampliamente usada en biología, se


comienza con la categoría clasificatoria del nivel de especie, cuyos elementos se
subordinan a la siguiente categoría del nivel género, y sucesivamente se puede
continuar con los niveles de familia, orden, clase, phylum y reino. Se conjuntan
así las siete categorías o niveles básicos de la clasificación moderna.

Hoy se habla de jerarquías en la historia evolutiva, en la filogenia de los seres


vivos, al igual que en jerarquías ecológicas. Las jerarquías filogenéticas se
estructuran desde el material hereditario hasta los grupos de especies con una
misma historia evolutiva, es decir, con los codones, genes, organismos, demos,
especies y grupos de especies o taxa con comunidad de origen y, en la cúspide,
toda la vida; mientras que las jerarquías ecológicas se integran con los niveles
de enzimas, células, organismos, poblaciones, ecosistemas locales y regiones
bióticas, y tienen en su vértice a la biósfera entera, de acuerdo con el punto de
vista del paleontólogo y evolucionista Niles Eldredge, quien discute en sus
últimos libros y publicaciones una teoría de las jerarquías para la biología.
Durante la década pasada, cuando me iniciaba como aprendiz de sistemata (hoy
continúo siéndolo), durante la famosa cátedra de taxonomía avanzada que
impartía el finado doctor Alfredo Barrera, discutíamos estos aspectos de la
jerarquía, que se resumen en la afirmación del médico español Faustino Cordón:
los seres vivientes son un conjunto que se deja clasificar por sí solo de modo
jerárquico. Con esta fórmula nos podíamos explicar que las clasificaciones
construidas con base en genealogía (relaciones sanguíneas) o con base en
semejanza a menudo son extraordinariamente similares. Así también nos
respondíamos y nos explicábamos el sorprendente parecido que presentan las
clasificaciones botánicas y zoológicas desarrolladas por gran cantidad de
comunidades culturales —las cuales están construidas también con base en
diferencias y similitudes— con las clasificaciones occidentales modernas. Por
ejemplo, en muchísimos casos distinguían con extraordinaria precisión el mismo
número y las mismas especies de pájaros, ranas o plantas; nombraban a las
especies como Linneo, mediante un sustantivo (género) y un adjetivo (especie).
Se trata, pues, de un sistema binominal de nomenclatura. A veces reconocían
otras categorías superiores en donde se podía descubrir el arreglo jerárquico o
piramidal, el cual ya era expresado mínimamente en los binomios género-
especie de los grupos de organismos que se reconocían.

EL CASO DEL SISTEMA DE CLASIFICACIÓN DE LA COMUNIDAD CULTURAL

FORE DE AWANDE EN NUEVA GUINEA

Durante la década de 1960, el Museo Americano de Historia Natural en Nueva


York integró una expedición zoológica para d estudio de los vertebrados,
principalmente pájaros, en una isla de la región áustraliana: la Nueva Guinea.
Los estudios se llevarían a cabo en el área montañosa oriental de esa isla, donde
habitan los fore. Los antecedentes básicos que se tenían de este grupo humano
eran tres; 1) su población padece una rara enfermedad llamada "kuru" que se
caracteriza por una degeneración del sistema nervioso central y es responsable
de la mitad de las muertes que ocurren entre ellos; 2) su dieta consiste en
vegetales cultivados y de vez en cuando carne de puerco; sin embargo, todavía
usan ampliamente plantas y animales silvestres, tanto para alimento como para
decoración, y 3) los nombres de los animales tenían algunas variaciones de un
pueblo a otro entre los fore, de tal modo que para este estudio se escogió al
pueblo de Awande. Los dos últimos puntos fueron importantes para determinar
el conocimiento del entorno biótico de esta comunidad en relación con aspectos
de taxonomía.

Diamond, quien era el investigador responsable de este estudio etnotaxonómico,


consideró como sistema de clasificación de referencia al conocido y usado en la
ciencia occidental, a fin de comparar los resultados obtenidos con los fore; de
este modo estableció tres procedimientos para estudiar la clasificación zoológica
fore: 1) pidió a varias personas que le enumeraran —con descripción y nombre—
todas las especies de vertebrados que conocieran; 2) después de las
recolecciones efectuadas diariamente por la expedición, mostraba los ejemplares
a varios fore y les preguntaba el nombre de cada organismo, sus hábitos y las
voces o sonidos que emitían; 3) mientras efectuaba censos y observaciones de
campo, se hacía acompañar de algunos fore a los que preguntaba los nombres
de los organismos que veían y acerca de los cantos correspondientes. Con base
en los tres procedimientos descritos obtuvo 192 descripciones de grupos
animales (especies) y 188 nombres fore; todas las especies de pájaros de
Awande tuvieron un nombre fore. Al analizar los 192 nombres para estudiar el
sistema de clasificación de este pueblo, se encontró que todos los animales se
incluían en una de las nueve categorías superiores que llamaban tábe aké, que
a su vez se subdividían en unidades llamadas ámana aké, que en su mayor parte
correspondieron a las especies reconocidas por los científicos. Las categorías
superiores y el número de ámana aké que incluían eran las siguientes: 1) kábara
(110 ámana aké), que incluía a las aves menos al casuario, que es más parecido
al avestruz que al resto de los pájaros; 2) ámanani (1 ámana aké), el casuario;
3) úmu (15 ámana aké), los pequeños roedores y marsupiales; 4) íga (20 ámana
aké), grandes mamíferos, marsupiales y ratas gigantes; 5) ísimi (2 ámana aké),
murciélagos; 6) idro (16 ámana aké), las ranas; 7) kwiyágine (16 ámana aké),
las lagartijas y las víboras; 8) úba (1 ámana aké), el pez, y 9) kabágina (número
de ámana aké incierto), los insectos, las arañas y los gusanos.

Mientras que los fore reconocieron y designaron 110 nombres para las aves, los
taxónomos del Museo Americano admitieron 120. En 93 casos hubo una
correspondencia uno a uno entre los ámana aké de los fore con las especies de
los científicos. Ocho ámana aké designaban a los machos y a las hembras de
cuatro especies fuertemente dimórficas reconocidas por los taxonomos del
museo; en estas especies, las plumas del macho son usadas por los nativos para
decoración. En nueve casos un ámana aké se aplica a dos o más especies de
pájaros estrechamente relacionadas; sin embargo, a menudo los fore dieron
nombres distintos a especies muy parecidas, que los taxónomos en el campo
confundían, pero que los fore diferenciaban fácilmente por el canto y los patrones
conductuales. En varios casos los nombres adjudicados a las especies de pájaros
fueron descripciones onomatopéyicas, es decir, derivadas de los cantos de las
especies; en otros casos los nombres se referían al hábitat, hábitos o algún
carácter de forma y color, pero la gran mayoría no tuvieron etimologías obvias.
Nos podemos juntar y nos podemos dividir según sea nuestro parecido
y nuestra jerarquía, ¡por supuesto!

Muchos otros resultados se obtuvieron de estas experiencias con los fore, pero
hablar sobre ellos no forma parte de los propósitos de este libro. Las
conclusiones más generales que pueden obtenerse del estudio con los fore son
varias: 1) la estrecha correspondencia en el reconocimiento de las
discontinuidades, tanto desde el punto de vista científico como en la cosmovisión
fore del mundo biótico, se relaciona con la gran objetividad del concepto de
especie; 2) cuando una comunidad cultural usa más una parte del universo
zoológico, ésta tiene mayores significados utilitarios para ella y las
discontinuidades son percibidas y denominadas con mayor precisión, como fue
el caso de los machos y las hembras de aves del paraíso, que tienen gran
significancia entre los fore; 3) muchas especies difíciles de observar, como los
chotacabras y las ranas de hábitos nocturnos, son bien distinguidas y
denominadas de manera distinta, aunque no con la precisión aplicada a los que
son muy utilizados; 4) las categorías de clasificación superior son pocas (nueve)
y se relacionan ampliamente con las distintas "formas de vida" o "tipos" de
animales, y 5) puede descubrirse una incipiente jerarquía de las categorías
clasificatorias en la clasificación de los fore.

Como puede verse, los resultados de este estudio son algo limitados por varias
razones. Una de ellas se debe a que hizo falta un mayor conocimiento
antropológico y lingüístico para efectuar un análisis más detallado de la
nomenclatura utilizada por los fore. Ahora pasemos a otros casos donde la
taxonomía folk o precientífica —como también se le llama— tuvo mayor
desarrollo, en los que es posible reconocer numerosos principios y fundamentos.

LA TAXONOMÍA VEGETAL ENTRE LOS MAYAS

El lector debe saber que México es pionero en los estudios de sistemática popular
o taxonomías folk, tradicionales o precientíficas. A fines del siglo pasado, Del
Paso y Troncoso publicó una obra sobre la taxonomía botánica náhuatl, que se
encuentra incluida en su estudio acerca de la historia de la medicina. Dada la
enorme cantidad de dialectos y lenguajes de numerosos grupos culturales
(etnias) originarios de México, hay muchos diccionarios y estudios
antropológicos relacionados con el tema. Así también, desde la década pasada
varios biólogos, antropólogos y agrónomos nacionales y extranjeros han
trabajado diversos problemas en sistemática folk, fundamentalmente con
distintos grupos mayas, pero también con grupos del altiplano mexicano y de
otras áreas etnoculturales. De particular importancia son los estudios de Berlin,
Breedlove, Raven y Hunn con los tzeltales de las tierras altas de Chiapas, los de
Barrera con los mayas de Yucatán y de varios de sus discípulos en distintos
lugares de México, así como las investigaciones de Hernández o sus discípulos
con grupos mayas y nahuas. Por todos estos antecedentes, por el progreso y
posibilidades de la etnociencia en nuestro país, y también por el interés en tales
aspectos de nuestra identidad nacional, que han mostrado muchos grupos de
jóvenes investigadores, México podría ser una potencia en líneas de
investigación de taxonomías tradicionales. Tómese en cuenta que en este tipo
de estudios se avanza en el conocimiento de las clasificaciones y nomenclatura
de las diversas etnias de nuestro país y así también se "rescata" el saber
tradicional, cuyas implicaciones en medicina, ecología y manejo de los recursos
bióticos puede ser de gran valor e importancia para la ciencia y la economía
nacionales.

Primero nos vamos a referir a las investigaciones de Berlin y su grupo con los
tzeltales. Sus trabajos revisten gran interés debido a que de sus resultados se
derivan varias características comunes a la mayoría de las clasificaciones
tradicionales, lo cual ha proporcionado una síntesis de muchas otras
publicaciones de investigadores que trabajaron con diversos grupos aborígenes
de distintas partes del mundo, por ejemplo, los hanunóo de las Filipinas, los
cantoneses de Hong Kong, los guaraníes de Argentina, los navajos de los Estados
Unidos y otros más. Los principios descubiertos por este grupo de investigadores
son los siguientes: 1) en todos los lenguajes se reconocen grupos de organismos
en la naturaleza que son tratados como unidades discontinuas (taxa); 2) estos
taxa se agrupan en un número reducido de clases, que se pueden denominar
categorías taxonómicas etnobiológicas, las cuales pueden definirse en términos
de criterios lingüísticos y taxonómicos, que son: iniciador único, forma de vida,
género, especie y variedad; 3) las cinco categorías tienen un orden jerárquico y
los grupos de organismos (taxa) asignables a cada rango son mutuamente
excluyentes; 4) a menudo al taxón en la categoría más incluyente o iniciador
único no le es asignada alguna palabra, por ejemplo: las palabras planta o animal
raramente se utilizan —en este punto es importante que el lector atienda que
una cosa son las categorías o niveles en una clasificación jerárquica y otra son
los taxa, por ejemplo: en la categoría coronel de una jerarquía militar pueden
estar varios taxa, los coroneles Jorge Soberón, Miguel Franco y Juan Labougle—
; 5) los taxa de la categoría "forma de vida" invariablemente son pocos en
número, cinco a diez, los cuales incluyen a la mayoría de todos los taxa
nombrados de rango inferior —recuerde el lector el punto 4 en el subtítulo de
los fore de Nueva Guinea—; 6) en la mayor parte de las taxonomías folk, los
taxa miembros de la categoría de género son siempre más numerosos —
aproximadamente 400— que los taxa forma de vida; 7) los taxa de especie y
variedad existen en un número reducido dentro de cada género y los conjuntos
de más de dos especies dentro de cada género a menudo son grupos de
organismos de la mayor importancia económica y cultural. Los taxa de especie
y variedad se reconocen lingüísticamente en lo que se llama por lo común un
binomio, que incluye los nombres de género y especie a los que pertenecen, y
cuando es un trinomio incluye el nombre de la variedad; y 8) los taxa
intermedios entre la forma de vida y los géneros son muy raros y no se les
asigna un nombre, por lo cual se pueden admitir categorías encubiertas.
Yo los clasifico de acuerdo con lo que me sirve... o al menos eso les
hago creer. No saben mi cosmovisión.

De las ocho reglas generales enunciadas en el párrafo previo, se esperaría que


se cumplieran en las primeras clasificaciones botánicas o zoológicas e
igualmente en aquellas clasificaciones de otras comunidades culturales.
Efectivamente así ocurre, con modificaciones menores, en los escritos botánicos
y médicos de Dioscórides y Teofrasto de la Grecia antigua: la variación de
nombres genéricos de 250 a 800, en aparente contraposición con el principio
número 6 señalado, sólo es consecuencia de la riqueza biótica del medio
ambiente en donde se desarrolla una cultura determinada.

Barrera, con los mayas de Yucatán, estudió los mismos ocho principios y el
mismo Berlin los volvió a reconocer tiempo después en los aguarunas y jívaros
del Perú. Una explicación basada en razones lingüísticas, en función de las
posibilidades de memoria humana y la facilidad de manejo de un número de
nombres de un área biótica limitada parece tener lugar para entender los
números de taxa y las categorías clasificatorias folk. Si lo vemos en relación con
que los grandes viajes de los naturalistas durante los siglos XVIII y XIX
expandieron notablemente los límites de un área a toda la Tierra, la invención
de la imprenta y el microscopio tiempo antes, las posibilidades de formación de
colecciones de animales y plantas conservados (con todas las ventajas y
propiedades que se citaron) vinieron a romper con las limitaciones impuestas al
conocimiento de las culturas regionales.

En relación con los principios taxonómicos folk enumerados previamente,


Barrera y colaboradores encontraron que en el maya yucatanense no existe una
palabra equivalente a planta; los biotipos o formas de vida en plantas son sólo
nueve: ché (árboles y arbustos, plantas leñosas), xiw (hierbas), ak'/ kan
(plantas trepadoras o rastreras), su'uk (zacates: gramíneas y ciperáceas), xa'an
(palmas), ki (agaves o magueyes), ts'ipil (nolinas), tuk (yucas) y tsaham
(cactos). Respecto a los nombres genéricos encontraron lo siguiente: la mayoría
de los géneros correspondieron a géneros reconocidos por la taxonomía botánica
científica, aunque a veces reunían a dos géneros, estuvieran o no relacionados
por lazos evolutivos, por ejemplo: abal (Spondias, ciruelo), chakah (Bursera), ki
(Agave); muy (Annona, Malmea y Uvaria). Los autores advirtieron que los
nombres de los géneros son de difícil análisis etimológico, pero al conocer el
idioma es posible reconocer el significado de algunos términos, los que a menudo
describen alguna propiedad del grupo de organismos, por ejemplo: Abal: a + ab
+ al/ ab + al = que se pone blando, aguanoso; ab= aguado; -al = sufijo de
abstracción; abal = Spondias (ciruelo).

También descubrieron que los nombres genéricos botánicos mayas son


nombres-frase que a veces tienen significados múltiples (polisémicos), por
ejemplo: Chakah: chab + ak + -ah = el casposo, el de la cubierta descascarada;
cha' + ak + 'ah = el gomoso o resinoso, el de la cubierta o superficie resinosa,
gomosa; chak + ah = el rojeante chakah = Bursera, que tiene todos los atributos
citados.

Con respecto a la formación de los nombres específicos distinguieron varias


modalidades: 1) a los nombres genéricos se les añade el nombre de un color
(chak-rojo, ek'-negro, ya 'ax verde, k'an-amarillo y sak-blanco), asociados a los
cuatro puntos cardinales (oriente, poniente, sur y norte) y el centro; la tercera
parte de las plantas fueron registradas de este modo y la formación del nombre
no sólo era descriptiva sino también ritual, lo cual parece formar parte de un
sistema hoy desaparecido, inscrito en la concepción cosmogónica maya, junto
con sus correspondientes atributos y simbología; 2) a los nombres genéricos se
les agrega un nombre descriptivo (no color) para formar el binomio; 3) en los
casos de géneros con un sola especie no se agrega ningún nombre especifico;
4) los nombres de género se relacionan con las antiguas deidades mayas, y 5)
los nombres donde no se señala el género son nombres-frase descriptivos de
una similitud o resultado de un proceso por analogía.

El siguiente es un ejemplo que sirve para advertir el funcionamiento de la


clasificación por colores de los términos genéricos. Los mayas, para denominar
y diferenciar especies, usan el género abal = Spondias (ciruelo): chak-abal
(Spondias purpurea), ek'abal (Spondias sp) y k'an-abal (Spondias lutea); en una
cuarta especie, k'an k'an-abal (Spondias mombim) se duplica el calificativo k'an,
que indica mayor intensidad del color amarillo del fruto del ciruelo, como en los
otros casos es descriptivo y se asocia al color del fruto.

Se podrían resumir varios aspectos de las taxonomías tradicionales hasta ahora


tratadas, en relación con algunas taxonomías científicas: 1) congruencia para
reconocer las discontinuidades entre los grupos de organismos o taxa a través
de similitudes y diferencias (semejanza); 2) equivalencia lingüística para
denominar las especies con un binomio compuesto con el nombre del género (un
sustantivo) y el nombre de la especie (un adjetivo); 3) en ambas taxonomías
las clasificaciones biológicas construidas pretenden ser consecuentes con un
sistema de conocimiento más universal (por un lado, las taxonomías
tradicionales se basan a menudo en concepciones que llamaríamos mágico-
religiosas inmersas en su cosmogonía, es decir, en una forma integrada de
concebir el Universo; por otro lado, en la taxonomía biológica occidental o
científica se requiere que la clasificación biológica corresponda o se derive de la
historia evolutiva delos organismos o de la "similitud total" exhibida por las
poblaciones o especies, además de ser congruente con el conocimiento
producido por el resto de las ciencias, sin un sentido mágico-religioso), y 4)
ambas taxonomías construyen clasificaciones jerárquicas.

Conviene insistir en una diferencia básica que existe entre las taxonomías
biológicas folk y la taxonomía biológica evolutiva: en las primeras la construcción
del sistema de clasificación se hace por semejanza y en la segunda, al menos en
la más importante, que sirve como sistema de referencia, se hace por comunidad
de origen o afinidad sanguínea (genealogía); y la interpretación de la similitud y
la diferencia se realiza en términos filogenéticos. Una concepción de la evolución
del mundo orgánico como en la ciencia actual no se registra en las culturas
precientíficas hasta ahora conocidas.

LA CLASIFICACIÓN DE LOS HONGOS ENTRE LOS PURÉPECHAS

DE LA CUENCA DE PÁTZCUARO

Se ha explicado que entre las distintas etnias se presentan sistemas de


clasificación que cumplen con una serie de reglas generales, expresadas en
orden por primera vez en los trabajos de Berlin y sus colaboradores, las cuales
cumplen a la vez con las visiones cosmogónicas mágico-religiosas de cada
comunidad cultural, de acuerdo con los hallazgos de Barrera y su grupo. De
particular interés son los estudios de Cristina Mapes y sus colaboradores sobre
el conocimiento y uso de los hongos en la cuenca del lago de Pátzcuaro en
Michoacán, que se utilizarán como un ejemplo en este libro.

La etnobióloga Mapes y su informante purépecha.

En la investigación efectuada por Mapes se pusieron en práctica las técnicas


usadas por Diamond. Mapes, con base en fotografías, sintetizó la literatura sobre
hongos y sus usos en la región. Formó con ello un catálogo nomenclatural que
le sirvió para el análisis de la clasificación de los hongos por ese grupo humano.
Obtuvo 99 nombres populares para los hongos, de los cuales 53 fueron dados
en purépecha. Los informantes a los que entrevistó separaron siempre los
hongos de las plantas, como en la clasificación moderna. Ellos decían que los
hongos no son planta, sino que en una frase les llamaban "flor de tierra" (echeri,
uetsikuaro, enganaka o terékua); sólo el cuitlacoche u hongo de la mazorca del
maíz fue clasificado aparte de ambos grupos.

El término terekuicha abarcaba a todos los hongos; así, pareciera que el iniciador
único o taxón de la categoría inicial en las clasificaciones tradicionales de plantas
y animales, sí estuviera nombrado para hongos, aunque posiblemente el término
sólo fuera una forma de vida así denominada, pero no incluida en ninguna de
las categorías iniciales. La palabra cikinte' designa cualquier hongo entre los
huastecos, como canul te' tik entre los tzotziles, ccho entre los matlatzincas, tai
entre los mazatecas y nanacatlente entre los nahuas.

La clasificación de los hongos en grandes grupos, efectuada por los informantes,


fue por semejanza. De acuerdo con su forma, color y consistencia cuando
estaban frescos, se consideraba el hábitat donde crecían; más o menos los
mismos procedimientos que son usados en la micología científica. Las catégorías
de familia-orden descubiertas fueron tres, correspondientes a los grandes
grupos de hongos percibidos por los purépechas:

I. Carnosos, con costillas (o laminillas)


debajo de la espalda o sombrero. (Orden
Agaricales de la clasificación científica.)

II. Carnosos, con poros debajo del


sombrero. (Familia Boletaceae de la
Terekuicha
clasificación occidental.)
(todos los hongos)

III. Carnosos, duros o gelatinosos; cuando


son carnosos, sin presencia de costillas o
poros debajo del sombrero. Grupo
heterogéneo de hongos en la clasificación
científica.)

A continuación se presenta la clasificación de los hongos subordinados


a la primera categoría:

kux (trompas de puerco)

I. Carnosos con
costillas tepejkua (llaveritos)

tsupata (flor de durazno)


tiripiti (amarillos)

t'sapk'i (gavilán o paragüitas)

paxakuas

En casi todos los casos los nombres "genéricos" se relacionan con una
descripción propia del grupo de hongos que son denominados. Cada género
representa e incluye a varias especies de hongos. Se hace referencia a una
especie como la principal o representativa y dentro de cada grupo se pueden
reconocer tres categorías utilitarias, que definen el sistema de clasificación en
los géneros: los que se comen, los malos (que no se comen) y los que
emborrachan.

Mapes y sus colaboradores consideraron que la clasificación de los hongos por


los purépechas era algo atípica, pero que en términos generales cumplía los
principios propuestos por Berlin, aunque reconocieron que posiblemente haya
habido errores de procedimiento por carencia de un análisis lingüístico, que es
básico para el estudio de los léxicos que se desee interpretar con el fin de
descubrir aspectos etnotaxonómicos.

En la etnotaxonomía hay mucha, muchísima tela de dónde cortar aún. Todos los
investigadores que han publicado sobre este tema han dejado numerosas
preguntas por responder. En México existe un territorio rico en etnias, floras y
faunas, que son parte de nuestra riqueza cultural y de un mosaico de identidad
nacional que debemos investigar.

III. LINNEO Y ADANSON: ¿ DOS CLASIFICADORES DE PLANTAS CON PUNTOS DE VISTA


ENCONTRADOS?

Históricamente, la biología comparada creció a través de la firme acumulación


de datos sobre la diversidad de los atributos de los organismos, y sus primeros
practicantes tuvieron en sus manos una cantidad enorme de entidades y
procesos biológicos recientemente descubiertos, para diferenciar describir y
denominar. Estas actividades han sido de tremenda importancia, pero no
terminan en sí mismas. La mera compilación de datos acerca del mundo en que
vivimos, no importa cuán altamente ordenados se ofrezcan, no es suficiente para
entender el mundo. Los datos así compilados y ordenados son sólo datos en
busca de interpretación. Sistemática y biogeografía (1981) GARETH NELSON y
NORMAN PLATNICK Un aspecto esencial de la investigación científica es la
discriminación de eventos en el mundo 'real' y la invención de abstracciones para
su clasificación. Epigenética (1974) SOREN LOVTRUP
EN EL capítulo anterior se han visto varios aspectos de las clasificaciones folk
del universo biológico en algunas culturas, así como los principios generales de
todas ellas; nos hemos dado cuenta de las ideas de algunos historiadores de la
ciencia sobre tales clasificaciones, y hemos visto que no es verdad que están
basadas únicamente en aspectos prácticos y utilitarios. Sólo se puede aceptar
que, en aquellos grupos de organismos más significativos por razones de
alimento, vestido, medicinas, ornamento, etc., y que hayan sido usados por un
tiempo prolongado y constante por una comunidad cultural, la percepción y
denominación de sus discontinuidades se hace más precisa y desarrollada.

Un ejemplo de esta afirmación puede ser la enorme cantidad de variedades y de


nombres trinominales (género + especie + variedad) para las papas en las
tierras altas del Perú, en donde se originó este cultivo, y lo mismo puede decirse
en los casos del chile y el tomate en México. Sin embargo, muchos hongos,
plantas y animales son denominados e integrados al sistema de clasificación de
cada cultura, aun cuando no sean de gran utilidad para el hombre. Por otra
parte, se ha reafirmado que la percepción de las discontinuidades del mundo
orgánico que se expresa en las clasificaciones folk se fundamenta básicamente
en las formas y los colores, pero también en los aspectos del hábitat y en otros
atributos de los organismos como los sonidos, los olores y sabores o los efectos
de éstos. La denominación de las especies se basa a menudo en una descripción
de sus propiedades, sobre todo si están relacionadas con el hombre,
principalmente bajo la forma de medicina o alimento. Tal vez esto explique la
composición de los primeros tratados botánicos de la Grecia antigua, que tenían
una gran base gastronómica, culinaria y farmacológica.

ALGUNAS NOTAS RESPECTO A LAS CLASIFICACIONES BIOLÓGICAS

EN EL OCCIDENTE ANTIGUO

La historia de las ciencias se interpreta o se reconstruye muy a menudo en


función de las discusiones sobre las ideas, los conceptos, las unidades naturales,
los métodos y las teorías prevalecientes a lo largo del tiempo. Desde luego, se
toman en cuenta las condiciones económicas y políticas por las que pasaron los
científicos y la sociedad en la que vivieron, aunque en este libro no nos es posible
ser tan ambiciosos y sólo nos interesa referir grandes rasgos la historia de la
taxonomíá en la biología, ya que la taxonomía contiene unidades naturales,
conceptos y teorías fundamentales para la biología.

Se ha señalado la gran semejanza que existe entre las taxonomías tradicionales


y las primeras conocidas en la antigüedad, lo cual vamos a comentar
ampliamente a continuación.

Aristóteles (384-322 a.C), además de filósofo, también puede considerarse como


un gran biólogo; junto con su compañero Teofrasto —de quien hablaremos más
adelante— fue un notable observador de las plantas y animales. Aristóteles
apreciaba tanto la observación de la naturaleza que atendía a consideraciones
de raciocinio, siempre y cuando sus resultados estuvieran de acuerdo con los
fenómenos percibidos. Son tres sus obras zoológicas más importantes: Historia
de los animales, Las partes de los animales y La generación de los animales. En
sus escritos hace detalladas descripciones de los seres vivos, que incluyen
aspectos de anatomía comparada, hábitos y la génesis de las formas. Lo más
importante para nosotros es la clasificación de los animales que se ha
interpretado posteriormente con base en sus escritos, pues nunca hizo explícita
alguna, o bien ésta se perdió.

Aristóteles distinguió una discontinuidad principal, la cual conducía a la


formación de dos grandes conjuntos de animales: 1) aquéllos con sangre roja
(enaima); 2) aquéllos sin sangre (anaima). Dividió cada grupo a su vez en
cuatro, de acuerdo con A. Mieli, que hizo una interpretación de sus escritos.

El grupo de los enaima está formado por los siguientes subgrupos: 1.1:
cuadrúpedos que generan dentro de sí seres semejantes (los mamíferos de hoy),
que incluye a las ballenas, delfines, cachalotes, focas, murciélagos, monos, etc.,
y al hombre; 1.2: cuadrúpedos que generan seres poniendo huevos (algunos
pueden carecer de patas, como los reptiles y anfibios de ahora); 1.3: bípedos
con plumas, grupo que admitía similitudes homólogas entre las alas y las patas
anteriores de los cuadrúpedos (incluye aves de la clasificación actual), y 1.4:
peces o ápodos, que admitían similitudes homólogas entre los cuadrúpedos y las
aletas: incluye a los peces de hoy.

Y respecto al grupo de los anaima, estaba dividido de la siguiente forma: 2.1:


Malackia, organismos con cuerpo blando y a veces una parte dura interna
(cefalópodos, pulpos y calamares de hoy); 2.2: Malakostraka, aquéllos con
cuerpo blando interno cubierto de escamas flexibles (crustáceos, camarones y
cangrejos de ahora); 2.3: Ostrakoderma, cuerpo blando interno cubierto de
caparazón duro y quebradizo (moluscos y equinodermos, caracoles y estrellas
de rnar de las clasificaciones actuales), y 2.4: Entoma, los que tienen el cuerpo
segmentado (artrópodos, helmintos y otros —grillos, arañas y gusanos— de las
clasificaciones de hoy).

Mieli señaló que estas ocho clases de animales se subdividen en géneros y


especies, como en las clasificaciones tradicionales. Así, también se reconocen
ocho formas de vida. Las especies aristotélicas corresponden a las especies de
las clasificaciones de hoy, a la clasificación jerárquica, etc. La clasificación de
Aristóteles coincide en lo general con la de Lamarck en el siglo XVIII el primer
grupo coincide en general con los vertebrados y el segundo con los
invertebrados.

Hay dos aspectos que es importante notar en la clasificación de Aristóteles;


primero, usa un principio que se denomina de "división lógica", separa al
conjunto por clasificar —los animales— en función de que un subconjunto tiene
un carácter y el otro subconjunto no lo tiene (enaima-anaima). Así, forma lo que
llámamos dicotomías. Además, asocia un concepto de esencia y causas —final,
eficiente, formal y material— a los grupos de seres vivos del nivel especie, lo
cual se puede descubrir y definir al observarlos. Aristóteles fue muy claro para
las esencias de las especies en que no bastaba un solo carácter para definirlas,
pero no lo fue respecto a las esencias de los grupos de especies o taxa por arriba
del nivel especie: sólo ofreció caracteres que los definieran, como los ocho
grupos citados. Una regla en la clasificación aristotélica es que los géneros se
definen por parecido o comunidad de caracteres, mientras que las especies se
reconocen por lo que difieren o por cómo se dividen.

Las esencias de Aristóteles se pueden interpretar como estudios razonablemente


"completos y apropiados" de las especies, lo cual se traduce en el conocimiento
de muchos caracteres y una causa final o propósito inteligible en el orden de la
naturaleza. Lo anterior se refiere al marco teórico, o bien a la cosmogonía
aristotélica, con la cual sería consecuente su sistema de clasificación de los
animales.

Como se sabe, la Edad Media en Europa —que duró doce siglos


aproximadamente— se caracteriza por la escasa producción de conocimiento. Se
toma en cuenta casi de modo exclusivo lo que conocieron los griegos y romanos
de la Antigüedad. Los principios de la clasificación aristotélica citados en líneas
anteriores fueron tan influyentes a lo largo de la historia que alcanzaron a Linneo
y a muchos otros clasificadores de plantas y animales. Antes de hablar de ello
sin embargo, es importante revisar algunos otros aspectos históricos.

En la Antigüedad hubo notables taxónomos griegos de plantas, como Hipócrates,


Teofrasto, Dioscórides y del romano Plinio el Viejo. La necesidad que siempre ha
tenido el hombre de conservar su salud o combatir las enfermedades con ayuda
de las plantas explica la íntima relación entre la botánica sistemática y la
medicina desde tiempos antiguos. Las clasificaciones de las plantas durante ese
periodo a menudo contenían un número de 600 a 900 especies
aproximadamente. Muchas veces éstas se enumeraban en orden alfabético, se
describían brevemente y se compendiaban los conocimientos farmacológicos y
culinarios de la época. De cualquier modo, estas obras son la base de los
primeros ensayos sobre la clasificación de las plantas en Occidente.
Aristóteles en Lesbos

Hay varios elementos en la historia de la biología que permitieron cambios en la


cantidad de plantas y animales conocidos durante el Renacimiento y siglos
posteriores. La invención de la imprenta de tipos móviles, que permitió superar
los escritos antiguos y el sistema de comunicación verbal que no permitían que
los nombres se multiplicaran más allá de límites significativos que debían pasar
de generación en generación, a través de los hablantes del idioma. En segundo
lugar, tenemos la proliferación de jardines botánicos y colecciones de animales
conservados, todos con sus raíces históricas, en el Museion, que era un término
usado para una especie de universidad -centro de investigación- biblioteca,
donde además se conservaban herramientas poco comunes y había un jardín
botánico y animales en cautiverio para estudio entre los sabios de la Grecia
antigua. Museion = museo, significaba lugar de las musas, una institución que
a la fecha tiene gran importancia para el desarrollo de la taxonomía, como se
mencionó en el capítulo II.

Los jardines botánicos permitieron preservar las plantas vivas, con una parte
enorme de sus propiedades que podían ser estudiadas y corroboradas
constantemente por médicos, botánicos y cualquier otro estudioso de la época.
Se superó el método de los "herbalistas" usado durante el Medioevo. Los
herbalistas copiaban los dibujos, los nombres y las pequeñas descripciones de
las especies a partir de los primeros escritos y figuras, pero lo hacían de modo
tal que las modificaban, haciendo que, por ejemplo, una vid descrita e ilustrada
inicialmente terminaba siendo un olivo. La conservación de las plantas o partes
de ellas —flores, frutos, hojas, etc.— también ayudó muchísimo para superar los
procedimientos de los herbalistas.
En tercer lugar, los grandes viajeros y expedicionarios —italianos y portugueses
primero; españoles, franceses, ingleses, alemanes, belgas, holandeses,
austriacos y suecos después— aportaron al conocimiento occidental una enorme
cantidad de especies vegetales y animales que diferían notablemente entre sí
mientras más distantes les se encontraban geográficamente. Así se
incrementaron de modo rápido las colecciones de los jardines botánicos y las de
animales conservados en los gabinetes de historia natural. Con todo ello
empezaron a pulular los nombres y pronto se hizo necesaria una revisión del
sistema de clasificación.

La invención del microscopio fue muy significativa para el avance de muchas


disciplinas biológicas, pues las posibilidades de observación crecieron y en
consecuencia sus efectos sobre la clasificación de los seres vivos. El siguiente
cuadro, que reúne los grandes grupos de animales (Phylum-Clase) recientes,
nos da una idea del número de especies zoológicas en la Tierra.

Protozoarios 60 000 Nematomorfos 200

Mesozoarios l00 Nemátodos 30 000

Poríferos 9 000 Priapúlidos 5

Celenterados 18000 Nemertinos 1 000

Ctenóforos 180 Entoproctos 100

Platelmintos 12000 Anélidos 15 000

Acantocéfalos 600 Equiúridos 100

Rotíferos 3 000 Sipuncúlidos 500

Gastrotricos 350 Tardígrados 250

Kinorrincos 200 Onicóforos 70

Linguatúlidos 80 Braquiópodos 400


Equinodermos 6 000
Quelicerados (excepto
40 000
ácaros)
Foronideos 5

Ácaros 500 000 Quetognatos 40

Crustáceos 60 000 Hemicordados 100

Tunicados 2 000
Miriápodos y otros
30 000
artrópodos
Peces 30 000

Insectos 1 500 000 Reptiles y anfibios 8 000

Moluscos 100 000 Aves 9 000

Pogonóforos 2 Mamíferos 4 000

2 444
Briozoarios 4 000 TOTAL
282

Este número total se incrementa notablemente si le sumamos todas las plantas,


algas hongos, virus, riketsias, arqueo-bacterias y bacterias que requieren ser
clasificados.

En el campo de la taxonomía de las plantas fueron célebres los botánicos


franceses de los siglos XVI, XVII y XVIII: Ruel, Robin, Belou, los hermanos
Bauhin, Dalechamps, Tournefort, Magnol, De Jussieu, Adanson, Lamarck y otros.
Sus importantes jardines botánicos y su aportación a los sistemas de
clasificación les dieron un lugar en la historia de la taxonomía vegetal.

Durante ese tiempo los cientos de especies por clasificar aumentaron a miles de
especies. Se comenzó a discutir el sistema aristotélico, que se adaptó y
modernizó a las necesidades de esa época.
La herencia de Aristóteles a los clasificadores fue tan importante que resultó
imposible prescindir de sus ideas, principalmente de su principio de división
lógica y del reflejo de las clases naturales del filósofo, a partir de la materia
inanimada al hombre, que se traducían en la noción de la progresión.

Para ejemplificar varios aspectos que hemos señalado, veamos la clasificación


de Tournefort, quien describió en el siglo XVII más de 10 000 especies de
plantas.

La clasificación de Tournefort está alejada del utilitarismo, pues no considera a


la farmacología y al arte culinario, como algunos de los listados anteriores en la
historia de la botánica. Expresa las grandes divisiones que aun en las
clasificaciones folk se advierten —hierbas, arbustos y árboles— y es una
clasificación jerárquica que se basa en el análisis del número y disposición de los
pétalos. La discusión que de ella hicieron otros botánicos generó muchas más
clasificaciones, por ejemplo: la del francés Magnol, que inventó la categoría
familia; la del británico Ray; quien ordenó 18 000 especies y tomó como
elemento principal a los cotiledones de la semilla para su clasificación de las
plantas, etc. Todas estas clasificaciones y discusiones llevaron al debate de un
concepto que es de gran importancia en la taxonomía biológica: ¿Qué es una
clasificación natural?

¿QUÉ ES UNA CLASIFICACIÓN NATURAL?

¡VIVA EL SEXO EN LA TAXONOMÍA!

El concepto de clasificación natural en oposición a las clasificaciones artificiales


ha variado con el tiempo. Para la época de Linneo, clasificar naturalmente quería
decir la construcción de un ordenamiento de seres vivos que compartiesen el
máximo número de características o el hallazgo de las esencias como patrón
para su ordenamiento; mientras que la producción de clasificaciones artificiales
se fundaba en la elección de aquellos caracteres fáciles de observar, elegidos y
ordenados de un modo arbitrario, cuyo propósito central era básicamente la
identificación, es decir la ubicación de especies ya clasificadas con el objeto de
conocer su nombre y las propiedades que les habían sido reconocidas por otros
especialistas. Este planteamiento es comprensible y aceptable cuando se
advierte que en esa época los sistemas habían descrito y denominado alrededor
de 20 000 especies de plantas y varios miles de animales.

LA CLASIFICACIÓN DE TOURNEFORT

1.
Campaniformes
2.
Regulares
Infundibuliformes

Monopétalas

Irregulares 3. Personadas

4. Labiadas

Simples 5. Cruciformes

6. Rosáceas

Regulares 7. Umbelíferas

8. Cariofiláceas

Polipétalas 9. Liliáceas

Con
flores y

con
Irregulares 10. Papilionáceas
pétalos

11. Anómalas
12. Flosculosas

13.
Hierbas
Semiflosculosas

Compuestas 14. Radiadas

15. Aestamíneas

Sin
pétalos

Sin flores 16. Sin flores

17. Sin flores ni


frutos

Apétalas 18. Apétalas

Árboles 19. Amentáceas

arbustos Monopétalas 20. Monopétalas

Pétalas

Polipétalas Regulares 21. Rosáceas


Irregulares 22. Papilonáceas

Linneo, el padre de la taxonomía moderna según algunos autores, se vio


fuertemente influido por los descubrimientos de Vaillant acerca de la sexualidad
de las plantas en la construcción de su sistema de clasificación. Este influyente
autor admite la importancia de los granos de polen en las anteras de los
estambres como órganos masculinos de la flor y su papel en la fecundación de
las flores. Con esto se había descubierto en las plantas a los protagonistas de la
reproducción, esto es, se conocían las condiciones para que se generara el
mecanismo en que lo similar produce lo similar.

El sistema de Linneo se basa precisamente en la distribución de los sexos en los


individuos y en las flores, principalmente en las características de número,
disposición y tamaño del conjunto de los estambres o androceo; es por ello que
al sistema de clasificación de este autor se le conoce como sistema sexual. Hasta
ese momento, Linneo había logrado construir con base en su clasificación el más
perfecto de los sistemas de clasificación artificial de las plantas. Concebía el
mundo de las flores como Croizat señaló hace más de cuarenta años, como
maridos y esposas con una libertad sin trabas. Así, monandria (un estambre)
significaría un marido en el matrimonio, diandria (dos estambres) dos maridos
en un mismo matrimonio y poliandria (muchos estambres) veinte o más machos
en un mismo lecho con una hembra, como en la amapola y el tilo.

La revolución que de la sistemática hizo Linneo fue paralela al escándalo que su


sistema sexual provocó. Algunas personas se deleitaron elaborando decenas de
comparaciones, por ejemplo, Erasmus Darwin (contemporáneo de Linneo y
abuelo de Carlos Darwin), que compuso versos a los géneros de plantas, trató a
los estambres como jóvenes, hermanos, amantes, maridos o caballeros y a los
pistilos como ninfas, esposas o vírgenes. Había que salvar a las más puras y
castas, no atentar al pudor femenino, decían Goethe y Smith. Aun así, o tal vez
por su misma cualidad erótica, el sistema sexual de Linneo tuvo un gran éxito.

A Linneo se le asigna un lugar destacado en la historia de la biología y en la


taxonomía por el uso de la nomenclatura binominal para caracterizar las especies
de plantas y animales (nombre científico de una especie = nombre del género +
nombre de la especie), y se incluyeron en ese binomio los nombres genérico y
específico. Gracias a los estudios de Berlin sabemos que esa forma de
denominación estuvo —y aún está— muy extendida en muchas de las culturas
y lenguajes. La nomenclatura binominal muestra el principio de jerarquía, pues
señala el género, que incluye subordinadamente a varias especies. El género
también es incluido en una categoría superior, al igual que otros géneros.

Ante el caos producido en la nomenclatura durante los dos siglos que le


antecedieron, el trabajo de Linneo estableció un orden universal para denominar
a las especies. Linneo describió miles de especies vegetales y animales que hoy,
por acuerdo internacional, son el punto de partida para la nomenclatura botánica
y zoológica. Las obras que contienen las descripciones y denominaciones son
tres, pero básicamente es Systema Naturae el más conocido. A pesar de su
nombre, se trata de un sistema artificial.

Los términos griegos adelphos (hermano), andros (macho), dynamis (potencia),


gamos (matrimonio), genesis (nacimiento), gyne (hembra), oikos (casa), más
lo sufijos aritméticos mono-, di-, tri-, etc., sirvieron a Linneo para denominar los
órdenes y las clases vegetales. CLAVE PARA LAS CLASES DEL SISTEMA
LINNEANO Plantas con flores conspicuas (PHANEROGAMIA) Estambres y pistilos
en la misma flor: Órganos masculinos y femeninos visibles: Estambres no
soldados ni por arriba ni por abajo:

Estambre solitario: I. Monandria

2 estambres: II. Diandria

3 estambres: III. Triandria

4 estambres: IV. Tetrandria

5 estambres: V. Pentandria

6 estambres iguales o si son


VI. Hexandria
distintos 3 largos y 3 cortos:

7 estambres: VII. Heptandria

8 estambres: VIII. Octandria

9 estambres: IX. Enneandria

10 y 11 estambres: X. Decandria

12 estambres o cualquier
XI. Dodecandria
número entre 12 y 19:
20 estambres o más:

filamentos unidos al cáliz: XII. Icosandria

filamentos no unidos al cáliz: XIII. Polyandria

Estambres notablemente desiguales en longitud:

2 estambres largos y 2 cortos: XIV. Didynamia

4 estambres largos y 2 cortos: XV. Tetradynamia

Estambres soldados:
La unión de los estambres se presenta en los filamentos:

Estambres en fascículo o haz: XVI. Monadelphia


Estambres en dos fascículos o
XVII. Diadelphia
haces:
Estambres en tres o más
XVIII. Polyadelphia
fascículos:
La unión de los estambres
XIX. Syngenesia
está circunscrita a las anteras:
Los órganos masculinos están
unidos a y se sitúan sobre los XX. Gynandria
femeninos:
Estambres y pistilos en diferentes flores:
Flores masculinas y femeninas
XXI. Monoecia
en la misma planta (individuo):
Flores masculinas y femeninas
en distintas plantas XXII. Diecia
(individuos):
Flores masculinas y femeninas
asociadas con flores
hermafroditas; flores
XXIII. Polygamia
unisexuales unas en la misma
planta, otras en plantas
distintas:
Plantas sin verdaderas flores: XXIV. Criptogamia
Como puede verse, Linneo siguió un esquema alusivo al amor, al matrimonio y
al adulterio, por ejemplo: la clase de organismos asignados a DODECANDRIA
incluía de 12 a 19 maridos en el mismo matrimonio (12 a 19 estambres en una
flor hermafrodita); MONADELPHIA era una "hermandad" de maridos en un
mismo matrimonio, pero Linneo lo decía en su "latín medieval": mariti propinqui
& cognati sunt; MONOECIA significaba, metafóricamente, que los maridos vivían
con sus esposas en la misma casa pero tenían diferentes camas; la
CRIPTOGAMIA estaba reservada para los matrimonios furtivos o clandestinos.

Don Carlangas y sus soluciones.

El sistema sexual de Linneo podía seguir subdividiéndose; de las clases I a XIII


se obtenían los órdenes en función del número de elementos femeninos o pistilos
(Monogynia, Dyginia, Trigynia, etc.). Como puede notar el lector había algo más
que matrimonio y adulterio. La clase DIDYNAMIA incluía dos órdenes:
Gymnospermia y Angiospermia, semillas desnudas o encerradas en un pericarpio
respectivamente.

Durante la época de Linneo los centros de estudio taxonómico fueron los jardines
botánicos, los parques zoológicos, los gabinetes de historia natural y las
universidades, pero pronto vendrían los grandes museos, que hasta la fecha son
los principales centros de investigación de la diversidad de los seres vivos y
muertos.

La personalidad de Linneo es descrita por sus biógrafos (él mismo escribió ¡cinco
autobiografias!) como la de un ser extraordinariamente metódico, pues todo lo
que hacía y decía guardaba un orden dentro de su sistema.

Conviene resumir y comentar las aportaciones que Linneo hizo a la taxonomía


antes de volver a discutir el problema central de este capítulo (sistemas
naturales vs. sistemas artificiales) con base en el pensamiento de los franceses
Adanson y los De Jussieu.

Cuando se revisan las clasificaciones o "textos" botánicos de tiempos de Linneo


es posible observar muy a menudo los larguísimos listados de nombres aplicados
a cada especie. Con la nomenclatura binominal Linneo resolvió ese problema en
gran medida, pues el nombre específico o epíteto específico seguido del nombre
del género acortaba los nombres-frase que eran usados para las especies, que
a veces crecían hasta llegar a formar doce palabras juntas. Otros botánicos
confundían el nombre —como etiqueta— con una descripción resumida de la
especie; Linneo separó la función descriptiva de los nombres-frase de la
denominativa.

Por otra parte, Linneo sugirió una serie de reglas para formar los nombres de
las especies que, por su sencillez y consistencia, aún son de gran uso. Para los
géneros, aconsejaba que debían de emplearse nombres cortos, que se oyeran
agradablemente (eufónicos), y de preferencia se derivaran de características
muy sustantivas al grupo de especies que incluían, o bien se basaran en los
nombres de los sistematas más destacados o de la mitología griega o romana,
como el mismo Linneo estableció en los nombres genéricos de las mariposas. Lo
mismo opinaba respecto a los nombres específicos, al insistir en que el carácter
elegido como denominador no fuera un carácter variable. Recomendaba que,
preferentemente, se derivara de la proporción, forma y posición de las partes de
la planta, aunque en ocasiones los datos geográficos, de origen de la especie o
planta huésped para animales serían de igual valor en la formación de los
nombres. La nomenclatura binomial y el sistema de Linneo contribuyeron a la
popularización del estudio de la historia natural, particularmente de la botánica.

Con Linneo y sus colegas se fomentaron expediciones en las que la tripulación


de los barcos participaba en el trabajo de recolección, preparación y toma de
datos. Dichas expediciones serían de gran importancia y se harían frecuentes
posteriormente. En México se realizaron las reales expediciones españolas, la
expedición de Humboldt y Bonplandt, a fines del siglo XVIII y principios del XIX
respectivamente. El viaje del Beagle en donde participó el famoso Carlos Darwin,
los célebres viajes en el Pacífico sur del capitán y botánico inglés Hooker y los
viajes de Wallace, Bates y otros más son muy buenos ejemplos de ello.

Las contribuciones de Linneo a la clasificación de los seres vivos abarcan tanto


a las miles de especies descritas y denominadas como a la enseñanza de sus
ideas y su sistema a varios aprendices, que lo adoptaron en sus trabajos y
describieron sucesivamente otros miles de especies más.

El orden impuesto por las obras de Linneo a la nomenclatura en las


clasificaciones de los seres vivos es de tal importancia que se toma como punto
de partida —por convención mundial— para la nomenclatura científica. Sin
embargo, el lector debe saber que Linneo, antes de editar esas obras básicas,
había publicado otras en que empleó nombres científicos muy largos,
comparables a letanías, por ejemplo: Plantago foliis ovatis glabris, nudo scapo
tereti, spica flosculis imbricatis, mientras que otra especie similar se llamaba
Plantago foliis ovatis glabris, scapo angulato, spica flosculis distinctis; así, Linneo
dio una base de referencia para estabilizar la nomenclatura. Su sistema
aritmético-sexual de características sumamente ordenadas o metódicas, muy
práctico y eficiente, revolucionó la botánica y la zoología y, desde luego, la
disposición al sexo de algunas mentes. Su sistema tenía la propiedad de ser
jerárquico e incluía varios niveles de clasificación por encima del género; éste,
sin embargo, continuaba siendo artificial —como él mismo lo admitía—, pero no
representaba un problema de su sistema sirio de todos los sistemas basados
hasta esa fecha en las ideas esencialistas aristotélicas. Más que un problema en
el sistema de Linneo, hay que reconocer que él pudo distinguir dos tipos de
sistemas que hasta esa época se mantenían confundidos.

Otro problema analizado retrospectivamente a la luz de la historia, y que persiste


en la obra de Linneo, es la inmutabilidad de las especies. Según uno de sus más
importantes críticos, Linneo consideraba a los géneros y a las especies como
unidades establecidas por la naturaleza (¿Dios?), pero las clases y órdenes de
los seres vivos los creaba el intelecto, aunque fueran reunidos de acuerdo con
los hechos o la similitud de los caracteres. Desde su punto de vista las especies
no habían cambiado desde su creación y no reconocía la variación entre los
individuos; descubrir el orden orgánico del universo de los seres vivos significaba
reconocer el plan del creador. Muy posiblemente sus opiniones estuvieron
influidas por la religión y el ambiente de su época.

Las ideas sobre la transformación de las especies, el concepto de variación en


las poblaciones y las primeras teorías científicas, más o menos bien
estructuradas para explicar la evolución tuvieron que esperar a Lamarck y a
Darwin. Antes de estos autores existieron ideas evolucionistas en los griegos, en
los enciclopedistas y en algunos otros científicos como Erasmus Darwin, abuelo
de Carlos.

Mientras tanto, las clasificaciones de Linneo se vieron superadas por las de los
franceses De Jussieu en plantas y por las de Buffon y Cuvier en animales, pero
todos los postlinneanos en general siguieron su sistema. El ordenamiento que él
seguía, que colocaba al hombre (Homo sapiens) en la cúspide, aún implicaba la
idea de progresión de los seres vivos planteada por Aristóteles. Las analogías
entre las partes de las plantas y los animales requerían una teoría que las
explicase.

Michel Adanson se apartó de los sistemas de clasificación artificiales y se abocó


a la tarea de encontrar un sistema natural. Además tenía el propósito de detectar
en el universo de las plantas sus esencias respectivas; pensaba que tal búsqueda
del sistema debería hacerse —muy atinadamente— en la naturaleza misma, si
en efecto tiene una. Extendió el concepto de especie tipológica, que se reconoce
por un conjunto de características esenciales, a los agrupamientos de especies
en grupos superiores, de tal modo que pretendía encontrar las esencias de
dichos agrupamientos que en esos términos serían naturales.

Con el concepto de lo 'natural' explicado previamente, esto es, por medio del
examen de todos los caracteres de todas las partes del organismo reconocidos
en las plantas, Adanson pretendía encontrar los grupos que se debían formar
naturalmente e integrarlos en una clasificación; así, rechazó el método de elegir
arbitrariamente una sucesión de caracteres que le permitieran subdividir y
clasificar el universo de los seres vivos, con base en esencias establecidas por
similitud total contra principio de división lógica, dos principios no contrapuestos.
Así, reconoció muchísimos caracteres (598) en las plantas, examinó su
distribución —uno por uno— en 58 "familias" y formó 65 sistemas artificiales de
acuerdo con varias clases establecidas que se señalaban por cada carácter.

Ninguno de los caracteres examinados —598 reunidos en 65 conjuntos— resolvió


la "naturalidad" de sus 58 familias, y no encontró esencias, de modo que su idea
original de encontrar el sistema natural mediante el examen de "todos" los
caracteres falló. Finalmente, de acuerdo con De Candolle, el único propósito y
resultado que los sistemas artificiales tienen es hacer posible aprender con
relativa facilidad los nombres de las especies a los que se les aplican los
sistemas. Adanson concluyó que la búsqueda de caracteres que definan grupos
naturales es inútil, debido a que no parecen existir. El método de Linneo también
falló, pero era inverso al de Adanson, pues el primero creía que los caracteres
que definen a los grupos naturales únicamente se pueden encontrar después de
que se han descubierto los grupos con la mayoría o todas las especies que los
constituyen; siguió el refrán según el cual un género debe proporcionar al menos
un carácter y no a la inversa.

De cualquier manera, ambos procedimientos eran equivocados: tanto los


caracteres como los "grupos naturales", sin un proceso que explicase su origen
y modificaciones en el tiempo (evolución), hacen que se olvide la finalidad de
encontrar las interrelaciones de parentesco entre los grupos.

Linneo y Adanson erraron en encontrar, descubrir o establecer el sistema natural


de clasificación de los seres vivos; como muchos de sus contemporáneos,
entregaron su vida a la ciencia, profundizaron conscientemente en los sistemas
artificiales y pusieron orden y perspectiva en la taxonomía biológica, ya que aun
habiendo examinado el uso de caracteres elegidos arbitrariamente de muy
variadas formas o aun examinando "todos" los caracteres, como procedimientos
para el descubrimiento de un orden en los seres vivos, se fallaba
irremediablemente. No obstante, se había avanzado en muchos aspectos
nomenclaturales y los grandes progresos que en muchas disciplinas biológicas
se estaban obteniendo repercutían en la madurez científica para generar una
explicación transformista de la idea de progesión entre los organismos.

En otro sentido, Antoine De Jussieu, que era sobrino del maestro de Adanson,
hizo una crítica importante al mencionar sus ideas en relación con el método de
investigar todos los caracteres para descubrir el sistema natural. Postuló que los
seres vivos presentan similitudes y diferencias basadas en la situación, el
número y la configuración de sus partes; los caracteres no deben ser contados
como unidades sino cada uno según su valor relativo, de modo que un solo
carácter puede ser superior a varios juntos. La investigación de los caracteres
es la base de la sistemática para descubrir el orden entre los organismos, pero
éstos tienen una subordinación, una jerarquía.
Los problemas acerca de la expresión de los caracteres, las diferencias entre los
organismos de una misma población, la modificación de los caracteres durante
el desarrollo de los individuos y otros fenómenos más que tienen implicaciones
en la taxonomía biológica, habrían de esperar más tiempo para ser abordados,
hasta la maduración de teorías morfológicas, embriológicas, genéticas y
evolutivas.

IV. LAMARCK, DARWIN Y SUS HEREDEROS O ¿CÓMO CONSIDERAR LAS TEORÍAS DE


LA EVOLUCIÓN CUANDO HAY QUE CLASIFICAR TANTAS ESPECIES?

Actualmente estamos perfectamente fundados al reconocer que un orden


establecido por la naturaleza existe entre sus producciones en cada reino de los
cuerpos vivos; este orden es aquel en que cada uno de estos cuerpos ha sido
formado en su origen [...] Este mismo orden deberá remplazar, a medida que lo
conozcamos, estas distribuciones sistemáticas o artificiales que nos hemos visto
forzados a crear para clasificar de una manera cómoda los diferentes cuerpos
naturales que hemos observado. Filosofía zoológica LAMARCK (1744-1829)

LAMARCK Y SUS IDEAS CLASIFICATORIAS

SE HA dicho que el ciudadano francés Lamarck, llamado el Guardián de los


Herbarios del Rey, inició el método histórico en biología, también se menciona
la oposición de la teoría de Lamarck a aquélla más exitosa, progresista y popular
de Carlos Darwin. Esto último es tan poco afortunado como oponer a Adanson
con Linneo. En ambos casos, los protagonistas nacieron con una diferencia de
varias décadas (aunque haya habido cierta contemporaneidad), estuvieron
enfrentados a condiciones políticas y sociales distintas que determinaron en gran
medida su quehacer científico; y todos trataron —cada quien por su parte— de
resolver problemas muy similares planteándolos de modo diferente y con
distintas posibilidades de información. Pero, como siempre, nunca faltan
aquellos que pretenden confrontar las personalidades y su valor histórico sólo
por algunas diferencias en su producción científica. Dada la gran importancia de
Lamarck y Darwin, conviene examinar el origen de las teorías transformistas o
evolucionistas que elaboraron y su efecto en la taxonomía de los organismos.

Lamarck fue un desertor involuntario de la vocación militar de su familia, debido


a una enfermedad que lo llevó a París, donde conoció a importantes intelectuales
de su época. Nos referimos a enciclopedistas con gran vocación hacia la
naturaleza, como Rousseau y Buffon. Gracias a ellos Lamarck pudo ingresar a la
Academia de Ciencias. Al morir Buffon, Daubenton lo sucede en la dirección del
Jardín Botánico, y otorga a Lamarck el cuidado de los herbarios por siete años,
pues con la memorable Revolución francesa se gestiona ante la Asamblea
Nacional la transformación del Jardín del Rey en una institución al servicio del
pueblo, nace así el Museo Nacional de Historia Natural en París, uno de los
grandes museos y de los más importantes hasta la fecha.
En Lamarck se conjugan el botánico, el zoólogo y el primer naturalista que ofrece
ideas estructuradas sobre la transmutación de las especies. Algunos de los
lectores pueden conocer una versión simple de su teoría, la cual decía que las
condiciones medioambientales provocaban cambios en las partes de los
organismos y que éstos las heredaban; ello significaba que un órgano era creado
por su necesidad y constante uso y se desarrollaba conforme más se usaba, o
también podía perderse por su desuso.

Su paisano Cuvier, cuya teoría se oponía a la transformación de las especies, se


burlaba de Lamarck cuando éste quedo ciego por el uso constante del
microscopio, señalándole que en sus ojos estaba la mejor prueba en contra de
la teoría transmutacionista de las especies, pues la función no creaba el órgano.

Varios son los ejemplos de los que Lamarck se valió para sustentar sus ideas;
una de las más conocidas es la de la jirafa, que llegó a tener un cuello tan grande
como resultado de que cada vez requería estirarse más para obtener su alimento
de los árboles, lo cual fue heredado a sus descendientes de generación en
generación. En cambio, debido al mismo proceso de herencia, el oso hormiguero
había perdido sus dientes y alargado su lengua porque ya no masticaba sino que
atrapaba insectos para comer, como el medio ambiente se lo exigía.

Lamarck fue un filósofo de la taxonomía zoológica; sus ideas sobre el sistema o


método natural, como él lo llamaba, son un buen ejemplo de su genio para la
clasificación. Definió cada uno de los niveles principales en la clasificación que
hoy conocemos: clase, orden, familia, género y especie. Estas categorías o
rangos de la clasificación jerárquica "linneana" las entendió muy bien como
elementos de "arte", que a menudo sólo servían para separar artificialinente o
arbitrariamente a los conjuntos de seres vivos. Su concepto de naturalidad en la
clasificación iba un poco más allá de la simple intuición linneana, referente a que
no bastaba con elegir un conjunto de caracteres arbitrarios para clasificar a las
especies. Para él, lo natural era lo que existía y había existido en la naturaleza;
lo natural tenía un origen y se transformaba con el tiempo, no obstante que su
teoría transformista estuviera equivocada. Sus clasificaciones seguían un orden
de acuerdo con el método natural, de lo más simple a lo más complejo, que
manifiesta la idea de progresión en la escala natural de los seres. Para Lamarck,
la idea de complejidad en la organización de las partes era la consideración
fundamental para orientar un arreglo metódico y natural de los animales.
Varios son los ejemplos de los que Lamarck se valió para
sustentar sus ideas. Uno de ellos es el del oso hormiguero, el
cual, debido a un proceso hereditario, había perdido sus dientes
y alargado su lengua porque ya no masticaba sino atrapaba
insectos para comer, como el medio ambiente se lo exigía.

No obstante, Jean Baptiste de Monet Lamarck pensaba que las clasificaciones


artificiales eran sin duda necesarias y posibles, que la finalidad de éstas era
evidente e indispensable. Sin embargo, no habría que abusar en el
establecimiento de numerosas subcategorías en tales clasificaciones, por
ejemplo: superclase, subclase, superorden y suborden, ya que para ello se
deberían establecer reglas que lo regulasen. De lo contrario, al cabo del tiempo
—con tanto rango en la clasificación— se podría crear más caos que orden y
mayor dificultad en la comunicación, aun entre los mismos naturalistas.
Recuerde el lector que las categorías de "forma de vida", género y especie se
encuentran en todos los lenguajes de todas las taxonomías folk. A partir de
Linneo se establecieron las categorías de orden y clase, con De Jussieu y Magnol
la categoría familia, de tal modo que algunos naturalistas de su época
comenzaron a subdividir aún más cada uno de estos niveles en la clasificación,
lo que a Lamarck le pareció arbitrario y desordenado.

Como podemos reconocer, el caballero Lamarck definió muy bien los niveles
jerárquicos de una clasificación biológica (categorías taxonómicas), como meras
invenciones o convenciones y a los grupos de especies (taxa) como los conjuntos
reales y objetivos que son ubicados de acuerdo con sus relaciones en esos
niveles de clasificación. Discrepó de la anarquía en la nomenclatura biológica de
su tiempo, esto es, de las reglas para asignar los sistemas de nombres
empleados en la denominación de los taxa. Decía que la nomenclatura era
necesaria como un medio para fijar nuestros conceptos de los grupos de
organismos observados y para transmitirlos, pero de modo equivalente a los
rangos clasificatorios, debía sujetarse a reglas convenidas. Pensaba que los
cambios de nombres habrían de ser mínimos pues si proliferaran la
nomenclatura perdería su utilidad y se volvería confusa.

En esa época era un gran problema el dar nombres estables a más o menos
varias decenas de miles de especies, algunos miles de géneros y cientos de
familias, así como registrar la constante subdivisión en subgrupos para órdenes
y clases, a los cuales debía adjudicarse un nombre o etiqueta con el cual fuera
posible reconocerlos. Todas estas ideas y otras provenientes de la época
posterior a Lamarck, durante los siglos XIX y XX, son retomadas actualmente en
los códigos internacionales de nomenclatura biológica vigentes que son,
básicamente tres: el de la bacteriología, la botánica y la zoología.

Para propósitos de taxonomía biológica, una de las principales contribuciones de


Lamarck fue el primer árbol filogenético de los seres vivos. Este árbol venía a
sustituir la famosa escala natural progresiva expuesta desde Aristóteles y
afinada por Bonnet en el siglo XVIII. En la escala natural se concebían los seres
dispuestos en un orden progresivo pero lineal; en cambio Lamarck expresó una
representación de descendencia ramificada de los seres vivos.

Mientras Linneo produjo una clasificación de plantas muy bien estructuradas, la


de los animales fue más deficiente que la de Aristóteles; en cambio Lamarck
estructuró una clasificación notabilísima de los animales sin vértebras. Él mismo
introdujo la separación entre dos grandes grupos de animales que se organizan
de modo muy distinto: vertebrados e invertebrados. Téngase en cuenta que en
los dos siglos anteriores a Lamarck se había progresado bastante en las
clasificaciones botánicas, pero no en las zoológicas.

A Lamarck le tocaron los problemas heredados de Linneo, pues a pesar de que


el maestro sueco aportó ideas muy significativas a la taxonomía biológica,
insistió en la inmutabilidad y en la invariabilidad generalizada de las especies,
no obstante haber reconocido la hibridación con descendencia fértil entre dos
especies distintas, al igual que la presencia de variedades en algunas especies.
Las ideas bíblicas de la estabilidad de las especies fueron aceptadas tácitamente,
sin ningún cuestionamiento.

Debido a lo anterior, Lamarck, en la advertencia o introducción a su obra magna


Filosofía zoológica (1809), se preguntó: ¿Debemos reconocer como fundadas
sólo las opiniones admitidas más generalmente? y escribió:
...gran cantidad de consideraciones nuevas, expuestas en esta obra,
deben naturalmente, desde su primer enunciado, prevenir
desfavorablemente al lector, sólo por el ascendiente que tienen
siempre las que están admitidas, en general, sobre las nuevas, que
tienden a ser rechazadas. Así pues, como este poder de las viejas
ideas sobre las que aparecen por primera vez favorece esta
prevención, sobre todo cuando ocurre un mínimo de interés, resulta
que, además de las dificultades que existen para descubrir verdades
nuevas, estudiando la naturaleza, encontramos otras mayores
todavía para hacerlas reconocer... tengo como objetivo invitar a los
hombres más esclarecidos que aman el estudio de la naturaleza a
seguirlas y verificarlas y a sacar por su cuenta las conclusiones que
juzguen convenientes.

El Guardián de los Herbarios del Rey, un gran intérprete de la naturaleza, fue un


revolucionario de su tiempo, del mismo modo que lo fueron sus ideas
incomprendidas, tanto en taxonomía como en la progresión de los seres vivos
(evolución). Actualmente algunas de sus ideas nos parecerían fantasiosas,
erróneas o cuando menos muy "primitivas", pero han desempeñado un papel
rnuy importante en la historia de la biología.

No crea el lector que como resultado de los trabajos de Lamarck todos los demás
naturalistas se dieron a la tarea de reflexionar sobre su teoría.

En primer lugar, Lamarck creyó en la inmutabilidad de las especies, aun ya


entrado en los cincuenta años; fue poco antes de su obra Filosofía zoológica,
casi a los sesenta años, cuando dio el viraje hacia la teoría transformista de los
seres vivos, en un tiempo en que la influencia de los grandes intelectuales
franceses se debilitaba o declinaba.

En segundo lugar, la mayoría de los naturalistas, viajeros y expedicioriarios


continuaron recolectando especies en todos los rincones del globo terráqueo.
Este fue el caso de Mociño, Humboldt, Hooker, el mismo Darwin y muchos otros;
en consecuencia se seguían descubriendo enormidad de especies de plantas y
animales que eran estudiadas, descritas y denominadas en los museos de
Europa; como en la "vieja escuela" linneana, era y es necesario continuar con el
reconocimiento de todas las discontinuidades de lo vivo.

En tercer lugar, a pesar de la gran influencia de Linneo, muchos naturalistas


continuaron inventando otros métodos artificiales que pretendían —a través de
ellos y de las relaciones de los grupos reconocidos— descubrir el orden natural;
así tenemos a principios del siglo XIX numerosas representaciones gráficas de
las clasificaciones de seres vivos, por ejemplo, los sistemas quinarios.

En cuarto y último lugar, tanto Lamarck como su correligionario Saint-Hilaire


sostuvieron ideas que fueron "derrotadas" por Cuvier, quien sostenía una idea
estática de las especies, aunque admitía catástrofes apocalípticas que habían
ocurrido en la Tierra, la última de las cuales había sido el diluvio bíblico,
posiblemente asociable —en términos científicos— con las glaciaciones recientes
en el Pleistoceno.

En consecuencia, las ideas de que las especies provienen de otras por cambios
graduales y acumulativos tuvo que esperar a que hubiera una mayor madurez
científica y social, mayor número de hechos reconocidos y mucho mejor
estructurados a través de una teoría más elaborada y convincente. Había que
esperar a Malthus, a Lyell, a Darwin, a teorías geológicas y biológicas en donde
se explicase la historia conjunta de la Tierra y de la vida.

Pero tampoco crea el lector que, al tener tal teoría, automáticamente se podrían
clasificar de modo natural las especies; lo que debemos subrayar aquí es que
cada vez quedaban mejor fincados los pilares para entender con mayor claridad
lo que debía ser lo natural en la clasificación de los seres vivos. Se estaba, pues,
en el camino de comprender la idea de descendencia con modificación, que se
traduciría después, con el tiempo, en el origen de nuevas especies a partir de
otras que las habían antecedido.

Entre las representaciones gráficas de las afinidades de las plantas o de los


animales durante las primeras décadas del siglo XIX, tenemos a menudo
aquellas que ilustran sistemas quinarios. La idea artificiosa que algunos
naturalistas comenzaron a adoptar era que los grupos naturales de las categorías
de clase, orden y familia estaban compuestos de cinco subgrupos que se
arreglaban en un diagrama circular de tal modo que mostraban sus
interrelaciones de similitud y en ocasiones incluso exhibían simultáneamente las
afinidades de los subgrupos subordinados en cada uno de los cinco subgrupos
principales o primarios. Estos naturalistas creyeron que el sistema quinario en
un arreglo circular era producto de un orden natural, pero pronto fueron
criticados con base en la ausencia de un proceso o teoría que explicase el patrón
que proponían, y aunque ya había varios diagramas propuestos, no prosperaron.

Es importante señalar las dos tendencias reconocibles a principios del siglo XIX:
por una parte, un grupo de naturalistas estaba preocupado por clasificar los
grupos de seres vivos en un sistema jerárquico, cómodo y fácil, en el que se
pudieran ubicar las nuevas especies, géneros y familias que se iban
descubriendo, como el sistema sexual de Linneo-De Jussieu y perfeccionado por
De Candolle para las plantas; desde luego, este sistema de clasificación es
artificial. Por otra parte, varios naturalistas estaban ocupados en analizar las
interrelaciones o afinidades de los grupos de seres, con el propósito de descubrir
el orden natural e intentar recuperarlo en un sistema de clasificación que lo
representara.

Los conocimientos en anatomía, fisiología y morfología (macro y microscópica)


que se fueron produciendo desde el siglo XVII pronto se asignaron al
subconjunto de seres a los que correspondían; cada grupo de seres poseía un
patrón morfológico y fisiológico particular o la variación de un determinado
patrón.
Como resultado de esto y de las distribuciones geográficas conocidas para las
especies, los grupos y subgrupos de organismos pudieron ser subdivididos con
mayor especificidad, lo cual planteaba problemas a las clasificaciones, pero a su
vez había más información para estudiar las interrelaciones y afinidades entre
los seres. La anatomía y la fisiología de los invertebrados permitió conocer la
organización de estos animales y después de haber permanecido ignorados casi
en su totalidad —desde Aristóteles a Linneo y sus contemporáneos— Lamarck
escribió una enciclopedia de ellos, la cual conformó su obra más importante,
junto con su Filosofía zoológica.

LOS FÓSILES Y LOS PRINCIPIOS DE LA CLASIFICACIÓN BIOLÓGICA

El planteamiento de descubrir las afinidades naturales entre los grupos de seres


vivos hizo olvidar durante varias décadas la idea de dicotomía —división en dos
partes— en la clasificación y se pensó en la posibilidad de encontrar un sistema
natural que verdaderamente lo fuera. La idea de división lógica para las
clasificaciones que provenía desde Aristóteles y se conservó hasta Lamarck, se
abandonó "momentáneamente" por las representaciones gráficas que
pretendían mostrar una "escala de grados de afinidad" de tal modo que si un
grupo se interrelacionaba con muchos otros, como en la idea de similitud general
de Adanson ("naturalidad por similitud total"), su representación gráfica tenía
que indicarlo.

A principios del siglo XIX, el concepto de afinidad natural tenía dos significados
principales: 1) el plan de la creación y 2) la idea de progresión de los seres vivos
o las verdaderas afinidades que las especies tienen y no las escogidas
arbitrariamente. El segundo significado ayudó a distinguir entre similitudes
comparables y no comparables en el establecimiento de afinidades para formar
grupos naturales. Por ejemplo: las extremidades de los cuadrúpedos (caracteres
homólogos) permitirían reconocer grupos naturales, pero la comparación entre
alas de insectos con alas de algún grupo de vertebrados (caracteres análogos)
conduciría a la formación de grupos artificiales.

Lamarck, junto con Cuvier y otros grandes anatomistas de la época, había


sembrado la semilla de este concepto al ofrecer a la humanidad la idea de que
las especies se originan unas de otras por transformación de sus partes,
aumentando progresivamente su organización. Sólo quedaba unir esta idea a la
búsqueda de lo natural.

Los diagramas de afinidad ya no pretendían descubrir el plan de creación, ya no


inventarían tríadas o sistemas quinarios ni plantearían la afinidad natural en
términos de similitud general; los diagramas de relaciones naturales deberían
mostrar la progresión entre los seres vivos, esto es, afinidades sanguíneas que
fueran resultado de la evolución.

Fue Darwin quien pudo ofrecer argumentos más convincentes para explicar las
ideas de progresión; no obstante, los postulados de los embriólogos alemanes
tuvieron gran importancia, pues observaban que los embriones de los
vertebrados pasan secuencialmente por una serie de estados progresivos, a
partir de condiciones equivalentes a las formas más simples en la escala animal.
La jerarquía de los caracteres se expresaba también en la progresión de
desarrollo embriológico.

El reconocimiento de que los fósiles podían corresponder a grupos que alguna


vez habían vivido sobre la faz de la Tierra abrió una gran perspectiva a la biología
y a la taxonomía. El estudio de los seres vivos recolectados y conservados por
los naturalistas de los museos había provisto de muchos conocimientos
científicos a la humanidad. Ahora los fósiles, los "conservados" por la naturaleza,
abrirían ampliamente la dimensión temporal que las escasas decenas de siglos
bíblicos imponían.

Los fósiles fueron de gran ayuda para poder fincar, sobre bases cronológicas
amplias, las ideas de la evolución de los organismos, pero simultáneamente nos
han conducido a arrastrar la idea errónea de que toda especie fósil pertenece a
un grupo ancestral de las especies vivientes.

En la ciencia ocurre con frecuencia que se "resuelven" varios problemas que


traen aparejado el nacimiento de otros, de mitos o de malentendidos, como el
caso citado, el cual tiene serias implicaciones en el análisis de las relaciones
sanguíneas de las especies y de los grupos naturales de especies.

La imaginación de Cuvier y de D'Orbigny desbordó en la fantasía cuando después


de interpretar correctamente las morfologías de cientos de fósiles sustentaron
la teoría de grandes cataclismos o revoluciones naturales, a cada una de las
cuales había correspondido un plan del creador.

De cualquier modo, la relación entre fósiles y seres vivos actuales quedó


aceptada y, aún más, con el pronunciado desarrollo de la anatomía comparada,
que produjo la ley de la correlación de las formas —que decía que partes de
huesos, dientes y otros restos, sólo corresponden a determinado tipo de
animal—, fue posible establecer, con sólo vestigios o algunas partes, la
existencia de muchas especies hoy extintas. Curiosamente, son progresos que
se le deben a Cuvier, el detractor de la teoría transformista de Lamarck.

Por otra parte, si bien no todos los fósiles representan grupos ancestrales,
muchos sí lo son y, además, manifiestan caracteres o pertenecen a faunas o
floras hoy desaparecidas casi en su totalidad, como es el caso de los dinosaurios,
los trilobites y algunos órdenes de plantas o de insectos gigantes que vivieron
hace decenas o cientos de millones de años.
El reconocimiento de que los fósiles podían corresponder a
grupos que alguna vez habían vivido sobre la faz de la Tierra
abrió una gran perspectiva a la biología y a la taxonomía. En la
figura aparece Cuvier, exponiendo su principio de correlación
funcional de las partes. Con base en una pieza dental o un hueso,
podía deducir la forma completa de un organismo fósil. Casi
siempre tenía razón, y descubrimientos posteriores de fósiles
confirmaron sus teorías.

El nacimiento de la paleontología, la ciencia que estudia los fósiles, no fue súbito


ni simultáneo a los trabajos de Lamarck, Cuvier y sus contemporáneos, sino que
proviene de muchos años atrás. Algunos historiadores de dicha ciencia ubican
su origen alrededor de mediados del siglo XVI, con la obra de Conrad Gesner,
Sobre los objetos fósiles, en cuyo tiempo se inauguraron colecciones de fósiles,
publicaciones ilustradas y el mantenimiento de una comunidad que se
comunicaba por correspondencia.
¿Catastrofismo o gradualismo?

La obra de Rudwick El significado de los fósiles sintetiza una actractiva


interpretación histórica de los puntos de vista que prevalecían en esa época, en
relación con lo que nos ocupa: la taxonomía.

Los problemas de la interpretación de los fósiles no fueron, ni para


Gesner ni para sus coetáneos, cuestión de distinguir entre lo
orgánico y lo inorgánico dentro de un amplio espectro de objetos
excavados [...] los naturalistas del siglo XVI se preocupaban, con
todo, por los problemas de clasificación de sus fósiles. Resultaba
esencial, como primera medida, algún tipo de agrupamiento para
poder obtener cualquier información acerca de su naturaleza, pero
no había método de clasificación capaz de evitar un cierto grado
de interpretación, si se quería evitar que los criterios a utilizar
fueran arbitrarios.
El carácter pétreo reunía a un conjunto de objetos variado, que incluía a los
fósiles, pero no se conocía el proceso natural de petrificación, de modo que
aunque el carácter pétreo era el natural para cualquier tipo de fósiles, su forma
parecía representar otro problema, a saber: la existencia de cualquier tipo de
semejanza. Tal reconocimiento de semejanza provenía de las analogías y
correspondencias con el mundo de lo vivo y, así, se organizaba a los fósiles en
el mismo esquema jerárquico que las plantas y los animales.

El problema más conflictivo en el estudio de los fósiles no consistía en su


clasificación sino en la interpretación del lugar donde se encontraban. Como
siempre, a lo largo de la historia de la biología, el proceso de cambio orgánico
(evolución) y el espacio geográfico (biogeografía) iban entrelazados a los
problemas de clasificación; por ello se dice —con mucha razón— que una
interpretación adecuada del parecido orgánico de los fósiles se veía obstruida
por la carencia de una explicación satisfactoria de los cambios geográficos, por
la ausencia de una teoría de la petrificación y criterios universales en la
clasificación. A su vez, tales limitantes pueden comprenderse debido al
constreñido universo de tiempo, que se circunscribía en esa época, a causa de
la influencia religiosa. La visión de un conjunto de estratos fosilíferos que
ayudasen a explicar la historia de la Tierra y sus biotas era secundaria a la idea
del diluvio universal, como una teoría que esclareciera el origen, el lugar y la
historia de los fósiles. De cualquier modo, se reconocía la secuencia de cambios
en los estratos, secuencia que seguía un incremento en la complejidad
morfológica, con etapas progresivas.

La necesidad de una escala de tiempo mayor para explicar los cambios orgánicos
y el análisis del fenómeno de la extinción propició un debate donde se plantearon
intentos para hallar explicaciones de la historia de la vida, lo que hizo nacer la
idea de una historia natural, a la que contribuyeron ampliamente los
paleontólogos y los anatomistas. Una íntima relación entre la geología y la
biología se gestó a fines del siglo XVIII y principios del XIX a través de la
paleontología, en la cronología de la historia de la vida y sus explicaciones. Tal
relación se hizo más y más estrecha conforme avanzaba el siglo XIX, hasta
desembocar en naturalistas de la talla de Humboldt, Darwin y Hooker, quienes
además de ser grandes viajeros produjeron teorías para explicar la geografía y
la historia de la vida en la Tierra como un todo, como un asunto en el que la
clasificación de las especies y la de sus grupos constituía un mismo problema.

Por otra parte, la concepción del organismo vivo en las mentes de los
anatomistas de la época estaba integrada a los aspectos de funcionamiento de
los órganos y sus partes, y la comparación de cada una de ellas en los reinos
animal y vegetal. Se reconocía la idea de interdependencia de los órganos, la
correlación entre las partes y el medio para desarrollar las funciones como
individuo. De estas ideas se derivaban conceptos tales como la subordinación de
los caracteres, debido a que a pesar de la organización anatómica se concebían
funciones más fundamentales asignadas a algunos órganos, de modo que se
podrían reconocer caracteres de mayor peso que otros al establecer afinidades
naturales.
Con base en el estudio de la anatomía, Cuvier llegaba a conclusiones sobre las
especies: su realidad y objetividad. Para él no eran meras abstracciones sino
unidades genuinamente discretas, cuyo fundamento radicaba en las necesidades
ineludibles de las condiciones de existencia. Entendía que la variación en las
especies se circunscribía a las partes funcionalmente superficiales, pero no a la
"maquinaria esencial" del organismo, lo cual concordaba con las ideas referentes
a la subordinación de caracteres, donde subyace la idea de jerarquía orgánica.

El enfoque de comparación anatómica tuvo dos tendencias: una fue la funcional,


seguida por Cuvier; la otra, seguida por Geoffroy Saint Hilaire, se fundamentaba
en comparaciones formales u homológicas. Mientras Cuvier utilizaba su principio
de correlación funcional de las partes, Geoffroy usaba su principio de conexiones
homológicas, que se traducía en la posición relativa de los órganos.

Para Cuvier la diversidad animal se manifestaba en relación con las variadas


adaptaciones funcionales y ecológicas; para Saint Hilaire consistía en el
resultado de las distintas transformaciones topológicas que se daban a partir de
un plan anatómico general y único. Ambas tendencias parecen unificarse en la
teoría de Darwin acerca de la descendencia con modificación.

En condiciones de gran acumulación de hechos, de sistematización de


observaciones y de generación de nuevas ideas, se originaron las teorías
transformistas acerca de las especies, donde la paleontología, la anatomía
comparada y la embriología se configuraban como ciencias basales de tales
teorías. Pero resultaba necesaria una teoría de la Tierra y sus biotas, una teoría
que explicase la extinción, la evolución y la migración: el patrón histórico de
diferenciación de Gaia, donde la genealogía de la gea y su biota es fundamental.

La propuesta de una historia de la Tierra y de la vida, con cambios catastróficos


y remplazamientos súbitos en la flora y la fauna se debe principalmente a Cuvier;
el punto de vista gradualista y continuo es posterior, y se le debe a Lyell y
Darwin, aunque posee ciertas raíces en Lamarck.

El abanico de entidades naturales, fueran minerales, fósiles, vegetales o


animales, requería un ordenamiento sistemático; en los días de la historia
natural, del siglo XVI a mediados del XIX, la clasificación parecía constituir un
fin en sí misma, y con ello parecía descubrirse el conocimiento del orden de la
naturaleza. Pero poco a poco la confluencia del reconocimiento de relaciones de
afinidad natural entre esas entidades y su ordenamiento fue tomando
precedencia; investigar las ideas del sentido de progresión en la naturaleza y los
organismos que la habían compuesto ganaba primacía sobre la clasificación per
se. Un punto de vista estático o conservador versus uno dinámico que se venía
imponiendo; un esquema contra una visión de origen y desarrollo fueron
contrarios aparentes durante esa época.

Como el exponente significativo de la tradición cuvieriana, Owen concebía dos


componentes del orden y la diversidad orgánica que podían ser integrados: 1)
el diseño de adaptación funcional, que era un componente de la forma orgánica,
o sea la percepción de una adaptación diseñada en la estructura de todo
organismo, y 2) el principio de la unidad de composición, esto es, el principio de
comparación biológica válida entre estructuras u órganos que, aunque
diferentes, ocupaban una misma posición en el organismo, es decir las
homologías. De modo que huesos, músculos, estructuras, órganos o sistemas
eran admitidos como variaciones de posición o de forma de un plan único
original, el arquetipo ideal sobre el que se basaba toda la diversidad de un grupo
de especies.

Sin embargo, esta cosmogonía de teorías del arquetipo, su adaptabilidad y


variación, no explicaba cómo se alcanzaban o conservaban las similitudes; el
cómo y el porqué de las modificaciones "adquiridas" por cada tipo, por cada
especie. Se requería de un mecanismo causal que diera cuenta de la aparición
de la diversida que se presentaba. Tal situación conduciría a un nuevo y
excitante episodio de la biología, particularmente en los problemas de la
clasificación de organismos, el origen de las especies y grupos de ellas. Otra vez
se requería un nuevo análisis integral de varias manitestaciones del mundo
orgánico, de acuerdo con el inmenso volumen de datos morfológicos,
embriológicos, biogeográficos y de otras disciplinas, que se habían venido
acumulando por una gama amplia de viajeros, naturalistas, curadores de
colecciones de museos, anatomistas y paleontólogos.

DARWIN: SU TEORÍA DE LA DESCENDENCIA

Y SUS IDEAS CLASIFICATORIAS

Cuatro capítulos del libro clásico de Darwin —El origen de las especies— son
fundamentales en relación con la taxonomía y la biogeografía: "De la sucesión
geológica de los seres vivos"; los dos capítulos de distribución geográfica y el
capítulo catorce, "Sobre afinidades mutuas de los seres orgánicos, morfología,
embriología y órganos rudimentarios". En este último capítulo de su libro
expresa ideas sobre la clasificación de los seres vivos.

Desde el principio hace mención al fundamento jerárquico en la clasificación de


los organismos, al destacar su característica de natural: "Desde el periodo más
remoto en la historia del mundo se ha visto que los seres vivos se parecen entre
sí en grados descendientes, de manera que pueden ser clasificados en grupos
subordinados unos a otros. Esta clasificación no es arbitraria." A pesar de que
insiste en que la naturalidad de una clasificación de los seres vivos debe ser
consecuente con la genealogía de las especies, aún quedan en Darwin
reminiscencias del concepto de naturalidad de Linneo-Adanson: "...los seres
orgánicos pueden clasificarse de muchas maneras, ya artificialmente por
caracteres aislados, ya más naturalmente por numerosos caracteres". No
obstante, al cuestionarse sobre lo que debe significar un sistema natural de
clasificación señala: "en nuestras clasificaciones hay un lazo más profundo que
la semejanza. Creo yo que así es, y que la comunidad de descendencia —única
causa conocida de estrecha semejanza en los seres vivos— es el lazo que, si
bien observado en diferentes grados de modificación, nos revela, en parte,
nuestras clasificaciones".
Bajo la perspectiva genealogista de Darwin se interpretaron los conceptos de
analogía y homología de los anatomistas como Owen. Los caracteres analógicos
u homoplásicos se explican en términos de adaptación a un medio ambiente
determinado; mientras que los caracteres homológicos y homogéneos —los que
muestran afinidades reales—, independientemente de las transformaciones que
ocurren, se explican en función de la descendencia a partir de un ancestro
común.

Darwin, a lo largo del capítulo catorce de su famoso libro, se refiere


insistentemente y de diversas maneras a la comunidad de descendencia como
principio fundamental para la clasificación biológica:

... toda verdadera clasificación es genealógica... comunidad de


descendencia es el lazo oculto que los naturalistas han estado
buscando inconscientemente, y no un plan desconocido de
creación o el enunciado de proposiciones generales al juntar y
separar simplemente objetos más o menos semejantes [...] la
ordenación de los grupos dentro de cada clase, con la debida
subordinación y relación mutuas, para que sea natural, ha de ser
rigurosamente genealógica; pero de la cantidad de diferencia en
las diversas ramas y grupos, aun cuando sean parientes en el
mismo grado de consanguinidad con su antepasado común, puede
diferir mucho; esto es debido a los distintos grados de modificación
que hayan experimentado.

Darwin también llama la atención hacia cierta arbitrariedad que consiste


en ubicar en categorías taxonómicas a los grupos de seres vivientes:

... valor relativo de los diferentes grupos de órdenes,


subórdenes, familias, subfamilias y géneros, me parece, por
lo menos actualmente, casi arbitrario [...] el sistema natural
es genealógico en su ordenación, como un árbol
genealógico; pero la cantidad de modificación que han
experimentado los diferentes grupos no puede expresarse al
distribuirlos en los llamados géneros, subfamilias, familias,
secciones, órdenes y clases.

En las referencias previas puede advertirse la posición implícita y explícita de


Darwin respecto al valor de la cantidad de similitud en el reconocimiento de
clasificaciones naturales; para él, una clasificación basada en mera similitud-
diferencia era artificial.
Aunque Darwin propuso que la genealogía es esencial en la elaboración de
clasificaciones naturales, no desarrolló un método riguroso y lógico para el
descubrimiento de tales genealogías de organismos; sólo dio meros consejos y
esbozos de criterios para establecer el reconocimiento de hipótesis de
descendencia común entre los organismos, como se puede advertir en esta
frase: "Como no hay genealogías escritas, nos vemos forzados a deducir la
comunidad de origen por semejanzas de todas clases. Sin embargo, escogemos
aquellos caracteres menos a propósito para ser modificados, en relación con las
condiciones de vida a que ha estado recientemente sometida cada especie."

Entre los criterios que esboza para el descubrimiento de homologías —caracteres


que definen ancestría común— están: 1)admitir sólo caracteres no adaptativos;
2) analizar la posición y topología de los caracteres rudimentarios; 3) investigar
en los caracteres embriológicos como la ontogenia recapitula a la filogenia, esto
es: la progresión de desarrollo y su secuencia, la ley de Haeckel; 4) definir la
sucesión geológica de los fósiles —series estratigráficas—, y 5) examinar la
repetición de secuencias o progresiones de caracteres en las especies, esto es,
las mismas series de transformación de los caracteres en los grupos a clasificar.

Sin palabras

La carencia de un método para descubrir genealogías, la inexistencia de un


concepto de especie en términos evolutivos, la debilidad de su teoría en ausencia
de una teoría de la herencia más o menos bien estructurada, la interpretación
imprecisa de varios de sus seguidores, la desarticulación entre su teoría de la
descendencia con una teoría geológica movilista —que tuvo que esperar más de
cien años para ser planteada y aceptada— y otros aspectos, hicieron que el
pensamiento de Darwin acerca de la clasificación se apartara de sus
fundamentos.

En los últimos cuarenta años del presente siglo se ha retomado parte de las
ideas originales de Darwin, cuando se añade la importante distinción entre
homólogos recientes y homólogos antiguos en un taxón monofilético: jerarquía
de homólogos.
Mayr, Simpson y otros importantes neodarwinistas han defendido métodos de
clasificación con base en la definición de grupos de seres vivos por cantidad de
similitud-diferencia, clasificaciones no genealógicas en el sentido de Darwin. Tal
vez una moraleja para estos autores, después del examen de las ideas previas,
sea que no se puede ser más papista que el papa, o en otros términos, que la
ortodoxia tal vez sea un mito. Curiosamente, grupos de biólogos actuales que
son "antidarwinistas" (no antievolucionistas) en el sentido de su teoría de la
selección natural, siguen su principal precepto en clasificación: "...este principio
genealógico o de descendencia es el oculto lazo de unión que los naturalistas
han buscado con el nombre de sistema natural".

A pesar de estas afirmaciones textuales de Darwin, una carta que dirigió a


Hooker en 1859, donde señala explícitamente que la genealogía no resuelve la
clasificación, ha sido tomada como la opinión de Darwin sobre lo que debían ser
las clasificaciones naturales de los organismos. Es cierto que en sus trabajos se
elige el nivel de los grupos en función de la similitud, en lugar de la proximidad
genealógica. También es cierto que sus trabajos taxonómicos con los percebes
consideran secundaria a la genealogía como argumento de naturalidad, y que
muchos postdarwinistas especularon sobre la producción de clasificaciones con
supuestas bases genealógicas. Sin embargo, debe reconocerse que en Darwin
había ideas reminiscentes de lo que significaba natural en términos de cantidad
de similitud-diferencia y carecía de conceptos bien definidos respecto a los
distintos componentes de la filogenia, entre los que la genealogía es el principal.
No obstante, Darwin fue reiterativo en su opinión respecto a la genealogía como
elemento fundamental de las clasificaciones que debían ser naturales. Con todo,
en sus trabajos taxonómicos con los percebes, continuó la confusión entre
filogenia y genealogía, entre cantidad y calidad de semejanza: el cómo distinguir
el origen común de caracteres a partir de un ancestro inmediato.

V. HACIA LA NUEVA SISTEMÁTICA: LA TAXONOMÍA EXPERIMENTAL,


HUXLEY, LOS ATRIBUTOS MOLECULARES Y MICROSCÓPICOS Y OTROS
CARACTERES DE LAS ESPECIES

La esencia de la investigación taxonómica original es el análisis del material y la


síntesis de los resultados dentro de una clasificación. Aunque en la práctica estos
pasos son a menudo combinados, realmente éstas son dos operaciones
separadas. La primera de ellas consiste del hallazgo y la evaluación de las
diferencias, la segunda del descubrimiento de puntos de semejanza. Methods
and Principles of Sistematic Zoology (1953) ERNST MAYR, GORTON LINSLEY Y
ROBERT USINGER

EN EL importante libro editado por Ho y Saunders, Más allá del neodarwinismo,


Gerry Webster afirma que la teoría darwiniana de la evolución explica la similitud
entre organismos en términos de descendencia a partir de un ancestro común y
su diferencia en términos de selección natural o por adaptación. Este autor ha
señalado también que, con el espejismo de la genealogía —que todo parece
explicar— se vinieron abajo las posibilidades de generar una teoría morfológica
y descubrir leyes de la forma por los biólogos anatomistas del siglo XIX. La
influencia que tuvo la teoría de Darwin colocó en un segundo plano los logros de
Cuvier y Saint Hilaire en teoría morfológica.

Un genio del estudio de las formas en biología, el inglés D'Arcy Wentworth


Thompson, ya había expresado la preocupación de Webster, y desarrollado sus
ideas matemáticas y físicas en las relaciones de las formas en biología con su
libro Sobre el crecimiento y la forma, editado a principios de este siglo.
Manifestaba su preocupación de que la similitud de formas tenía varias facetas:

Me atrevo a decir que sería una exageración no ver en cada hueso más
que una resultante de condiciones físicas y mecánicas inmediatas y
directas; hacerlo así sería negar la existencia de un principio de
herencia [...] Pero sostengo que no es menos exagerado tender a
olvidar por completo estas causas directas, mecánicas y físicas, y
pretender no ver en los caracteres de un hueso más que los resultados
de la variación y la herencia, y por consiguiente confiar en estos
caracteres como una guía segura e incuestionable para estudiar el
parentesco y la filogenia. La anatomía comparada tiene su lado
fisiológico que ya ocupó la mente de los investigadores en los tiempos
de John Hunter y de Owen; tiene su aspecto clasificatorio y filogenético,
que ya fue objeto de atención en los primeros días del darwinismo, y
no podemos perder de vista ninguno de estos aspectos sin riesgo de
errores y malentendidos.

Las similitudes y diferencias en sistemática eran explicadas por Darwin en


términos de adaptación funcional o en términos de historia evolutiva, esto es
por limitaciones externas, sin ver consideraciones internas, ni tomar en cuenta
los aspectos físicos, químicos y meramente mecánicos o geométricos que les
subyacen y son parte importante para explicar la semejanza. Retomaremos este
punto hacia finales del libro, por ahora volvamos a Darwin y su efecto en la
taxonomía de finales del siglo XIX y principios de este siglo.

LA AUSENCIA DE UN MÉTODO DE RECONSTRUCCIÓN GENEALÓGICA

EN EL NEODARWINISMO

A pesar del valor que Darwin imprimió a la historia evolutiva como factor
explicativo de la similitud y la diferencia en los seres vivos, su progreso en la
invención de conceptos con trascendencia metodólógica, útiles en el análisis de
la genealogía de especies y su clasificación, en realidad fue deficiente y lo
veremos a continuación. Las sugerencias que dejó para relacionar las formas
son intuitivas y de poco rigor, según se apuntó en el capítulo anterior.

Entre los aspectos taxonómicos que prosperaron después de la publicación del


Origen de las especies de Darwin, estuvieron: 1) la búsqueda de ancestros o
eslabones perdidos a través de formas fósiles o de grupos vivientes con
caracteres intermedios; 2) la producción de diagramas filogenéticos que
conectasen los distintos "tipos" de seres vivos; 3) la descripción y análisis de las
variaciones morfológicas en las poblaciones y las diversas razas geográficas que
componen a una especie; 4) el estudio de caracteres no morfológicos o no
tradicionales en la taxonomía de muchos grupos, y 5) el significado de la
hibridización en la generación y mantenimiento de las especies. Paulatinamente
se estableció una vinculación cada vez más estrecha entre las distintas
disciplinas de la biología con la taxonomía, de modo que la base comparativa de
cualquier hallazgo en biología subyacía en la evolución y podía adoptar una
interpretación en términos taxonómicos. La frase de los neodarwinianos de que
nada tiene sentido en la biología si no es a través de la evolución, se manifestaba
con nitidez.

No obstante, la vasta tarea de descubrimiento de especies nuevas, su


descripción, ilustración y denominación continuó predominando, como acontece
aún hoy en día, y en la misma forma clásica de antes, investigando las
propiedades o atributos de forma, patrón de coloración y lugar geográfico; sólo
que se empezó a considerar el principio de definir la población con base en una
muestra que incluyese los extremos de la variación.

La síntesis efectuada por Huxley en el libro que editó bajo el título de La nueva
sistemática en 1940 es un buen ejemplo del tipo de problemas que en la
taxonomía posdarwiniana eran de interés.

La especie ya no tenía el sentido estático que prevaleció hasta los días de


Darwin; se llegó a aceptar que la especie estaba formada por poblaciones que
variaban geográfica y morfológicamente. Sin embargo, a principios de este siglo
se reconocieron casos en que organismos morfológicamente muy parecidos no
se reproducían, de modo que la comunidad o compatibilidad reproductiva se
adoptó como un principio más fundamental que la similitud morfológica. Se
reconocía una similitud subyacente a la reproducción que era más importante
que la semejanza morfológica gruesa, para entender la cohesión entre los
organismos que formaban a la especie. Lo anterior dio origen a la noción de
mecanismos de aislamiento en la reproducción entre las especies distintas hacia
la década de 1930.

La aceptación del punto de vista gradualista en la evolución de las especies que


defendía Darwin pronto permitió la aceptación del concepto de subespecie =
raza geográfica, en el contexto de la especie politípica: ésta era la conformación
de una especie por varias poblaciones separadas geográficamente y
diferenciadas en su fenotipo. La especiación o generación de nuevas especies a
partir de las preexistentes se concebía como un proceso continuo en el tiempo
y en el espacio, de modo que era posible admitir una sucesión de estados
poblacionales desde especies incipientes hasta especies plenamente
discontinuas.

La idea del continuo en la evolución de los seres vivos también quedaba


manifiesta en el estudio de la genealogía; la búsqueda de los "eslabones
perdidos" era una expresión de esta idea que aún actualmente está muy
arraigada. Sólo que en este caso el buscar eslabones perdidos equivalía a la
búsqueda de los ancestros, pero como a éstos había que buscarlos en el registro
fósil, se llegó a la idea errónea de que un fósil era un ancestro de una de las
especies vivientes o de otro fósil más reciente dentro de la sucesión
estratigráfica. No se comprendía que un fósil sólo representaba restos de un
organismo que podía pertenecer a una especie hermana o grupo hermano
vivientes; un fósil podía ser el representante de una especie extinta que no
hubiera dejado especies descendientes. Desde este punto de vista era factible
apreciar cierta distorsión de las ideas originales de Darwin, por un abuso o una
malinterpretación de los fósiles y su consiguiente valor en la reconstrucción
genealógica. En los mismos diagramas de las relaciones genealógicas de los
seres vivos se apreciaban tales distorsiones. No había una distinción clara entre
la generación de nuevas especies —cladogénesis o especiación— y otros
componentes de una filogenia de organismos, por ejemplo: las relaciones
cronísticas, las relaciones biogeográficas, la cantidad de cambio (divergencia
evolutiva = evolución filética), etc. Recuérdese que la filogenia de los organismos
es la historia evolutiva de esos organismos y su genealogía sólo es una parte de
dicha historia, aunque es su componente más importante, ya que permite
entender las relaciones de parentesco —de padres a hijos— entre las entidades
evolutivas discretas o independientes que llamamos especies, que consideran
secundarios los otros tipos de relación en términos de espacio geográfico, tiempo
y cantidad de divergencia.

El hallazgo de organismos o fósiles que tuvieran morfologías intermedias se


traducía en su ubicación como ancestros. Había una justa preocupación de
conectar los diferentes grupos de seres vivos en términos sistemáticos con bases
evolutivas. El investigador alemán Haeckel produjo muchos árboles de este tipo,
integrando bosques de esta clase de diagramas, a los que se les llamó árboles
filogenéticos. Una crítica actual a tal clase de diagramas es que la conexión entre
las distintas ramas del árbol no indica el proceso de especiación que debe incluir
en su explicación; por otra parte, la conexión parecía efectuarse por un análisis
intuitivo de las similitudes y diferencias entre los seres vivos que se conectan
como ancestro descendientes, pero no se indica el análisis de caracteres que
llevó a proponer tal conexión. No obstante, muchos de los árboles muestran la
idea de progresión, el aumento en complejidad y las relaciones de aparición de
los grupos a través del tiempo.

Aun sin una teoría de la herencia suficientemente elaborada, fue un éxito la idea
darwinista de variación entre las poblaciones. El estudio de la variación en el
reconocimiento de las especies y subespecies se hizo indispensable, lo cual se
filtró y se aceptó en los códigos de nomenclatura biológica que hoy se utilizan.
A pesar de que la idea del tipo que representa a la especie había sido
abandonada, se consideró que —en aras de una estabilidad nomenclatural y la
necesidad de puntos de referencia materiales para los nombres de las especies—
se continuara indicando la selección de un ejemplar "tipo de la especie", buena
práctica que sin intenciones teóricas aún hoy se conserva. Las mismas ideas
tipológicas se hicieron extensivas para los grupos a nivel de género y de familia,
donde es una especie tipo para un género, o un género tipo para una familia.
Estas designaciones se hacen por conveniencia a juicio del sistemata y de
acuerdo con los códigos de nomenclatura.

La ausencia de un método para la reconstrucción de la genealogía de los


organismos puede reconocerse fácilmente a través de la idea que Gilmour
expuso en su artículo de 1940, "Taxonomía y filosofía". Señaló que en ese tiempo
había dos escuelas de pensamiento acerca de los métodos para la clasificación
de los seres vivos: una era propugnada principalmente por zoólogos y defendía
que la clasificación debía ser natural y por lo tanto habría de basarse en la
filogenia de los grupos por clasificar; la otra escuela expresaba dudas relativas
a si una clasificación lógica de los organismos debía ser filogenética, pues
proponía —como mejor método— una clasificación fundamentada en la
correlación o coherencia de los caracteres.

Después de ochenta años de haberse publicado la magna obra de Darwin,


Gilmour señalaba: "Actualmente las clasificaciones de animales y plantas,
aunque basadas sobre diferentes datos, son esencialmente similares en principio
a la clasificación de los objetos inanimados." Ante la ausencia de un método para
la reconstrucción de genealogías, la proposición de un concepto de naturalidad
basada sobre historia evolutiva, en lugar de cantidad de semejanza (como citaba
Darwin), no podía darse pues tal proposición en los hechos no se había llevado
a la práctica. Por eso Gilmour expresaba: "Es dudoso si la significancia real del
término 'relación filogenética' ha sido plenamente entendida. Una resolución de
estas diferencias seguramente es una de las mayores necesidades de la biología
sistemática." Se requirió de la discusión de las proposiciones más formales de
análisis de la similitud (taxonomía numérica y de análisis de la genealogía,
taxonomía cladista), en los siguientes treinta años, para dar una respuesta
satisfactoria al planteamiento de Gilmour.
Creo que todos nos sentimos culpables: por causa nuestra, el
taxónomo que nos estudia ha tenido que cambiar su concepto de
especie. Ya no le importan nuestras formas, sólo nuestros
cromosomas.

Hacia la década de 1940 la taxonomía había adquirido un lugar central dentro


de la biología. Huxley propuso varias sugerencias con base en la opinión y
discusión generadas por los autores incluidos en su libro. Algunas de ellas son
las siguientes: 1) incrementar el personal científico en los grandes museos; 2)
establecer una mayor relación entre la taxonomía de los museos y otras ramas
de la biología, principalmente de genetistas y ecólogos; 3) preparar museos con
laboratorios apropiados y estaciones de campo, así como con personal que
desarrolle investigaciones en biología comparada; 4) emplear la estadística en
las medidas de los organismos, así como muestras grandes de éstos en el trabajo
taxonómico, para un conocimiento más preciso de la variabilidad, contando con
matemáticos que asesoren ese tipo de trabajo; 5) usar métodos de correlación
de caracteres; 6) practicar el análisis de las cualidades genéticas si fuera posible;
7) analizar la distribución geográfica y la aplicabilidad de reglas ecogeográficas
en las poblaciones estudiadas; 8) en los grupos poco conocidos continuar con el
trabajo de exploración y de formación de colecciones, pero en vertebrados y
otros grupos orientar el trabajo taxonómico a subgrupos, áreas geográficas y
problemas especiales, y 9) la elección de los grupos debe tener una base de
interés filogenético, aspectos de variabilidad y otros tópicos. En suma, sus
consejos versaban sobre la necesidad de practicar una taxonomía que se
entrelazara estrechamente con las distintas disciplinas biológicas, cuya
orientación permitiese conocer más acerca de la microevolución, es decir, de la
generación de especies nuevas o la acumulación de datos citológicos, genéticos,
ecológicos, fisiológicos y conductuales con una perspectiva sistemática. Estos
principios fueron denominados como Nueva Sistemática, la cual afirmaba que
sólo con una visión más detallada de los, hechos de la diversidad orgánica y su
distribución en los taxa se podrían alcanzar principios de importancia en la
biología general.

Los propósitos, consejos y profecías de Huxley en buena parte se han cumplido.


La taxonomía ha tomado diversos senderos en su desarrollo, pero el principal ha
sido el de la biología comparada, aquel en que las diversas disciplinas biológicas
examinan los organismos, sus acontecimientos, procesos y fenómenos
biológicos con una base comparativa, en una unión indisoluble entre la unidad
de un grupo y la diversidad que en él prevalece. Sin embargo, los propósitos de
Huxley cobraron realidad en la ciencia con el surgimiento, después de 1950, de
las dos escuelas de pensamiento moderno en sistemática: numérica o feneticista
y cladista o hennigiana.

Cabe recordar que Julian Huxley era el nieto del famoso Thomas Huxley, el
contemporáneo de Darwin y apasionado defensor de las ideas de evolución por
medio de selección natural. Julian escribió también un libro sobre evolución, que
llamó La síntesis moderna, pues se consideraba que a la teoría darwinista se le
"integraba" una teoría de la herencia que se desarrolló durante la primera mitad
de este siglo por grandes científicos de la talla de De Vries, Morgan, Haldane,
Fisher y Sewall Wright. Con tal integración la visión gradualista de la evolución
orgánica se reafirmaba, lo que condujo al nombre de neodarwinismo.

La fusión de las ideas en genética y la primacía del concepto de especie basado


sobre comunidad reproductiva tuvieron tal éxito que a la fecha se practican, aun
cuando para la aplicación de este concepto sea necesario incluir en él organismos
con sexualidad, por lo cual no es posible aplicarlo a muchísimos grupos de
organismos, principalmente a bacterias, virus, algas, algunos protozoarios y
otros más. Por otra parte, los resultados que se obtuvieron en estudios de
hibridización artificial y natural hacían difícil establecer límites a las especies en
la práctica. Reconocer a las especies es una de las tareas más fundamentales en
el edificio de la sistemática y la hibridización proponía problemas no fáciles de
resolver en lo nomenclatural y en lo evolutivo.

Recapitulando, el uso de experimentos de hibridización, el reconocimiento de las


propiedades ecológicas de las poblaciones, los estudios cromosómicos,
serológicos y químicos, definieron lo que varios contemporáneos de Julian
Huxley denominaron taxonomía experimental o taxonomía gama. Se pretendía
destacar con esto una fase del conocimiento en la sistemática, la cual se
caracterizaría por la combinación de datos que permitieran una interpretación
en términos evolutivos, ya que entre los datos estaban incluidos hechos
genéticos que se creían superiores a los datos morfológicos. Se comenzaba a
pensar que entre más se estudiara el material hereditario o genoma, sería más
fácil efectuar las reconstrucciones filogenéticas apropiadas para el
establecimiento de una clasificación natural.

Ante la ausencia de un método de reconstrucción genealógica se creía en los


"mejores" caracteres. Los taxónomos olvidaban que la meta es clasificar
organismos acorde con su genealogía, para lo cual el análisis de los caracteres
en términos evolutivos era el medio y no el fin. Los organismos portan caracteres
muy diversos, desde el material hereditario, los rasgos celulares, tisulares,
orgánicos y sistémicos de los individuos juveniles, hasta la multiplicidad de
caracteres que se expresan en el estado adulto cuando los individuos son
maduros sexualmente. Todos los caracteres pueden ser de importancia para el
análisis filogenético de las especies, aunque sólo algunos prueban hipótesis
genealógicas.

La idea de que un gene era igual a un carácter llevaba a creer que, al conocer el
genoma, se tendrían todos los caracteres y esto evitaría la interpretación a la
que conducía el aceptar la idea del fenotipo, por lo que se podría llegar más
fácilmente a la clasificación natural. Tal idea prospera aún hoy entre muchos
biólogos poco versados en taxonomía, principalmente entre algunos genetistas,
bioquímicos y biólogos moleculares.

La aceptación de una fase gama en la taxonomía implicó una fase alfa y una fase
beta previas. La taxonomía alfa se caracterizó por la etapa de exploración,
descripción, colección y denominación de taxa, en la que no era absolutamente
necesario ser biólogo; en ella se estudiaban las floras y faunas locales. Seguía a
ésta la taxonomía beta o de síntesis, en donde había una preocupación por la
distribución que los caracteres presentan en los diferentes grupos taxonómicos;
se caracterizaba por estudios florísticos y faunísticos, cuyos resultados ofrecían
medios para la identificación e ilustración de animales y plantas de una región
dada, y se decía que en la etapa beta se perfeccionaba la clasificación.

Así como hubo distinciones en el grado de madurez científica de la taxonomía,


diversos autores escribieron ensayos sobre la historia de la taxonomía y la
dividieron en varios periodos. Mayr, por ejemplo, dividió la historia de la
taxonomía en seis periodos: 1) el estudio de las biotas locales, 2) Linneo y sus
contemporáneos, 3) el enfoque empírico (antes de Darwin), 4) Darwin y la
filogenia, 5) sistemática de poblaciones, y 6) las tendencias actuales. Pero la
historia de la taxonomía aún está por escribirse, como el mismo Mayr afirmó.

UNA DIVERSIDAD DE CARACTERES

El desarrollo de nuevos conocimientos en distintas disciplinas biológicas que


enriquecieron a la biología comparada se efectuó paralelamente a la aparición
de nuevas posibilidades de observación y experimentación de los organismos
biológicos y sus partes. La posibilidad de observar rasgos nunca antes vistos
gracias a microscopios cada vez más variados y potentes permitía descubrir un
nuevo mundo de estructuras biológicas; desde los cromosomas hasta rasgos
microscópicos de gran significación fisiológica y conductual. Nuevas técnicas,
materiales de mejor calidad, equipos más precisos para amplificar nuestras
percepciones en las investigaciones de lo vivo abrieron un nuevo universo de
alternativas en el estudio de las especies, su filogenia y clasificación. Surgió una
explosión de nuevas modas en técnicas de experimentación y observación en el
estudio de los caracteres que, vistos comparativamente, ofrecían numerosos
filones para la exploración clasificatoria de los organismos.

Muchos ejemplos podrían citarse como resultado de esta vorágine de datos que
se estaban produciendo, y vale la pena que el lector conozca algunos de los más
significativos para la producción de nuevas teorías en algunas disciplinas de la
biología, en el reconocimiento de procesos evolutivos entre los organismos, y en
el mayor perfeccionamiento de la teoría de la herencia, entre otros aspectos.
Algunos de estos resultados dieron lugar a una nomenclatura de disciplinas
científicas en la taxonomía que puede considerarse aberrante: citotaxonomía,
quimiotaxonomía, taxonomía numérica y otras, que enfatizaban únicamente
algunos de los caracteres citológicos y moleculares, o la evaluación cuantitativa
y estadística de los caracteres.

A pesar de los avances en distintas áreas de la biología, la morfología


comparada, la embriología y la paleontología continuaron como áreas
fundamentales en el estudio de la evoluloción de los organismos y, por tanto, se
les siguió considerando básicas para la taxonomía.
Otras líneas de investigación

Contar, medir y estudiar la morfología de los cromosomas se convirtió en un


área de gran atracción para evolucionistas y taxonómos. Tener la posibilidad de
analizar los elementos relacionados con la herencia de los caracteres
morfológicos entre los organismos fue una experiencia que aún es importante
como fuente de estudio taxonómico en determinados grupos de organismos, por
ejemplo: plantas con flores, en algunos insectos y en mamíferos. La rama de la
citogenética floreció al parejo de la citotaxonomía; tales estudios han revelado
procesos "instantáneos" en el origen de nuevas especies. Esto ha llevado a una
polémica entre el gradualismo y el saltacionismo en la evolución, durante la
última década.

El estudio de la ultraestuctura y de la micromorfología de los organismos a través


de los microscopios electrónicos de barrido y de transmisión permitió reconocer
y estudiar partes y subpartes estructurales de los organismos no imaginadas por
los biólogos. Los distintos componentes subcelulares como la mitocondria, el
aparato de Golgi, el cloroplasto, el núcleo, entre otros, podían investigarse tanto
a nivel molecular como a nivel de las microestructuras de que están compuestos;
en las plantas, en los insectos y en los ácaros, aquellas estructuras que antes
eran desechadas como de "poco valor taxonómico", por ejemplo: esporas, polen,
elementos muy pequeños de la cutícula de los artrópodos, ahora se aprecian
mucho en diversos estudios fisiológicos, conductuales, paleontológicos y otros
más, y se les atribuyen amplias implicaciones para el estudio de la evolución y
de la taxonomía de los organismos.

El análisis de la microestructura en los insectos ha llegado a ser una veta de


investigación que requiere muchos años de dedicación entre los entomólogos,
quienes los han correlacionado con diversos mecanismos de comportamiento de
tales seres y con propiedades de algunos grupos de especies. Lo mismo ocurre
entre los botánicos que estudian los granos de polen de las plantas con flores
(palinólogos); la estructura de la pared del polen, sus dimensiones, la forma, la
simetría, el tamaño, entre otros rasgos, son de gran significación en el estudio
de las especies, géneros, familias y órdenes de las plantas. La influencia de la
palinología en la paleobotánica ha sido de gran importancia, ya que el polen
puede conservarse en grandes cantidades en condiciones de microfosilización,
lo cual permite trazar líneas de desarrollo posibles entre los distintos granos de
polen de las secuencias fosilíferas, y con ello es posible dilucidar la composición
de las floras en el pasado y determinar condiciones ecológicas antiguas.

De alguna manera, el valor taxonómico de las diversas sustancias químicas y


moléculas de las que están compuestos los seres vivos siempre ha sido
reconocido; sabores, olores y colores de plantas y animales son caracteres que
componen los sistemas taxonómicos folk o precientíficos. El desarrollo del
conocimiento químico de las plantas por medio de variadas técnicas y equipos
complejos, con propósitos de utilización o de aplicación en diversas ramas
industriales, produjo una enorme cantidad de datos potencialmente útiles para
estudios sistemáticos de las plantas. El avance en el conocimiento del
metabolismo generó muchos caracteres de valor para el análisis de las relaciones
evolutivas entre los seres vivos.

Dentro de las familias de substancias que han sido estudiadas con fines
taxonómicos están: alcaloides, terpenoides, compuestos fenólicos,
glucosinolatos, animoácidos, algunos ácidos grasos y muchas otras, que por su
peso molecular menor a 1 000 se han denominado micromoléculas, para
diferenciarlas de las macromoléculas —proteínas y ácidos nucleicos—, que en
tiempos más recientes han sido de inapreciable valor taxonómico.

Muchos grupos de plantas y sus respectivos subgrupos estaban caracterizados


por un tipo de micromolécula. En las décadas de 1940 y de 1950, el uso de
patrones de micromolécula presentes en una planta fue de gran valor en su
reconocimiento. Aun en la actualidad continúan siendo de valor, aunque se ha
reconocido que tanto las sustancias como los mismos mecanismos biosintéticos
donde se producen pueden tener una evolución convergente y paralela, lo cual,
si resulta difícil de advertir y evaluar a nivel de los caracteres morfológicos, a
nivel molecular lo es mucho más. Por ésta y otras razones, la idea de encontrar
los mejores caracteres para la clasificación de los organismos perdió el mito que
se le había concedido: no había tal "toque de Midas", no había tal "piedra
filosofal".

La idea proveniente de la teoría de la herencia producida a lo largo del siglo XX,


en la que se concibe a los organismos compuestos por un fenotipo (caracteres
que se expresan de acuerdo con el medio y el estado de desarrollo de los
organismos) y un genotipo (el material hereditario que posee un potencial de
expresión fenotípica), así como la creciente popularidad del estudio ecológico de
las poblaciones de organismos, imprimieron gran interés al estudio de la
variación de las especies. Los factores físicos y químicos del medio ambiente,
como luz, humedad, temperatura, alcalinidad-acidez de suelos, salinidad del
agua, y otros factores simples y complejos fueron estudiados en relación con la
adaptabilidad de los organismos y su variabilidad. Con estos conceptos y la
especie definida con base en comunidad reproductiva, se quiso desechar la idea
del tipo, sin considerar que lo que había quedado del tipologismo en la nueva
sistemática sólo era un estado de referencia nomenclatural, un punto de
referencia para contrastar nuevos hallazgos, un señalamiento tridimensional
para la comparación de resultados, esto es, la confrontación de hipótesis sobre
la distinción de las especies y su clasificación.

La influencia de la ecología en la sistemática biológica no sólo ocurrió en términos


de evaluar y definir la variabilidad y adaptabilidad de las poblaciones a distintas
condiciones medioambientales, sino también en la comparación de las áreas de
distribución de las especies y sus capacidades de diseminación o dispersión, así
como sus potencialidades de colonización a nuevos ambientes. La correlación de
hechos morfológicos, fisiológicos y distribucionales fue ganando terreno en las
actividades de investigación con implicaciones taxonómicas y biogeográficas.

Desde luego, los estudios de hibridización experimental y natural, permitieron


profundizar sobre diversos problemas genéticos, ecológicos y evolutivos, todos
ellos con implicaciones en los mecanismos de especiación, en los procesos por
medio de los cuales se generan nuevas especies. El conocimiento de cómo se da
el mantenimiento o escisión de los lazos reproductivos entre las especies era
fundamenfal para alcanzar un concepto más acabado de la especie en términos
evolutivos, así como para definir en la práctica a aquellos ejemplares híbridos
que no podían ser asignados a las especies parentales y que sin haberse
constituido en poblaciones residentes que dejasen progenie más o menos
exitosa, tampoco era posible concebirlos como nuevas especies.

El tipo de estudios efectuados en hibridización permitió definir con mayor


precisión las barreras de aislamiento reproductivo que existen naturalmente
entre las poblaciones de especies distintas. Desde los mecanismos a nivel de
individuo, por ejemplo: secuencia diferencial en el cortejo de distintas especies
de animales, o florecimiento en distintos tiempos en vegetales, hasta los
mecanismos a nivel celular o genético, por ejemplo: esterilidad y degeneración
de los híbridos o muerte de los gametos antes de la fecundación.

En términos más generales se puede decir que los estudios del flujo vertical
(descendencia) del material hereditario (genes) entre las poblaciones y las
especies permitieron un conocimiento más exacto de la naturaleza de la
variación y del origen de nuevas especies.
Lo sueños de un gringo... y lo sueños —a la inversa— de un taxónomo
latinoamericano

UNA RECAPITULACIÓN NECESARIA

Era como un sueño; más que eso, era como una terrible pesadilla. Se tenía a la
mano lo impensable, lo increíble apenas pocas décadas atrás. Se podía tener
infinidad de caracteres a distintos niveles: molecular, subcelular, celular, tisular,
orgánico, sistémico, individual y poblacional. Los caracteres podían ser
cuantificados y comparados con mayor precisión, pero no se tenía un método
suficientemente riguroso y formal, aceptablemente fino, que de modo racional
correspondiera con el análisis de los eventos de evolución, de ancestría-
descendencia de las especies, que permitiese su clasificación en esos términos.
Era como tenerlo todo y no tener nada.

Muchos estaban prestos y dispuestos para desentrañar la historia evolutiva de


los organismos, había una multiplicidad de estudios biológicos sobre los
organismos, pero no se sabía cómo conducirlos de modo que no continuaran en
la línea que criticaba Gilmour, la de clasificar los organismos en un sentido
predarwiniano, por medio de una evaluación intuitiva o cuantitativa de la
diferencia o la similitud entre los caracteres de las especies.

Era como tener todos los ingredientes y no saber la receta para hacer el pastel;
alguien debía inventarla. El nombre lo había dado Darwin, "sistema genealógico"
= "sistema natural"; los ingredientes se habían estado produciendo a lo largo de
la historia de la biología, lo que había culminado con las potencialidades
experimentales y de la diversidad de caracteres suministrados a través de la
nueva sistemática. Pero la receta para hacer el pastel continuaba en la
oscuridad.

Los millones de especies aguardaban aún una aproximación clasificatoria con


bases evolutivas; no había bastado el decreto darwinista de formular las
clasificaciones de los seres vivientes con base en su genealogía y de no
extraviarse o confundirse con la cantidad de divergencia. Seguía estando
ausente un método para establecer las clasificaciones naturales, si es que éstas
existían.

El filosófo de la biología, David Hull, expuso lo anterior en las siguientes


palabras: "Una cosa es el reconocimiento de la existencia de la variación entre
las formas contemporáneas, como una consecuencia necesaria de la Teoría
Sintética de la Evolución, y otra cosa es la formulación de una metodología en
taxonomía que sea suficiente para manejar tal variación [...] La historia del
concepto de especie biológica es una historia de intentos sucesivos para definir
la especie, de tal forma que resulte en grupos que sean significativos como
unidades en la evolución."

VI. CON LAS CUENTAS CLARAS SE CONSERVAN LOS AMIGOS, O RECORDAR A


MICHEL Y PERDERSE ENTRE NÚMEROS

El propósito de la taxonomía es agrupar en clases "naturales" los objetos a


clasificar. Esta noción de "natural" ha sido definida de distintas formas, pero
detrás de todas ellas está la idea común de que un miembro cualquiera de una
de estas clases naturales está más próximo a los de su misma clase que a
cualquier otro. Esto nos lleva a intentar definir lo que queremos indicar por
"relación taxonómica". Los taxonomistas tradicionales pretenden identificar las
relaciones taxonómicas con las relaciones evolutivas, pero, por otra parte, los
taxonomistas numéricos han señalado que las relaciones taxonómicas son de
tres clases. Reciben el nombre de "fenéticas" aquellas relaciones basadas en una
semejanza general entre los objetos a clasificar, y "cladísticas" aquellas otras
basadas en líneas comunes de descendencia ... La tercera clase de relación
taxonómica es la "cronística" o temporal, relación de varias ramas de la
evolución... Las clasificaciones "filogenéticas" de la taxonomía convencional se
basan, en general, en una mezcla indefinida de relaciones fenéticas y cladísticas,
y en muchos casos sólo representan una semejanza general entre los
organismos clasificados, disfrazadas con una terminología evolucionista.
Taxonomía numérica (1968) ROBERT SOKAL

LA AUSENCIA de un método generó numerosas disputas conceptuales, y los


debates sobre los aspectos más controversiales de la taxonomía no hallaban una
solución satisfactoria. Los procedimientos en taxonomía biológica eran
severamente criticados por otros científicos, pues afirmaciones de "autoridad
científica" como aquélla de que una especie es el conjunto de poblaciones que
un taxónomo experimentado dice reconocer, sin señalar más requisito que la
mera opinión del especialista, hacían que el conjunto de los científicos advirtiera
que la clasificación biológica no distaba mucho de lo arbitrario y subjetivo.

Algunos de los representantes más destacados en el estudio de la evolución y


de la taxonomía opinaron que ésta era una mezcla entre arte y ciencia; lo cual
logró encender los ánimos aún más, y despertar en muchas mentes la inquietud
de la búsqueda de un método natural que basara sus procedimientos
clasificatorios en argumentaciones más rigurosas y formales.

Las polémicas son el común denominador en la ciencia; siempre existen


diferencias en el estudio de los problemas. No hay ni se llega a menudo a
opiniones monolíticas o exclusivas; durante el debate de las distintas opiniones
se alcanzan algunos acuerdos, se aclaran los conceptos, se proponen nuevas
teorías o explicaciones que permiten un mejor entendimiento de las cosas, de
los fenómenos, de los eventos y de los procesos. Las ideas también evolucionan;
nunca se quedan quietas.

Sokal, de quien hablaremos más adelante, señaló: "En algunos de los recientes
congresos sobre biología, las sesiones correspondientes a la taxonomía numérica
se han visto muy concurridas, en muchas ocasiones por personas remotamente
interesadas en el asunto, que habían oído decir que 'iba a haber una buena
pelea'. ¿A qué viene todo este ruido?"

Con frecuencia se tiene la idea de que la ciencia produce, verdades eternas e


incuestionables; nada más lejos de la verdad. La ciencia se aprecia, desde un
ángulo mítico, como infalible. Sin embargo, esto no significa que no tiene
pretensiones acerca de encontrar un modo racional de explicar la naturaleza.
Para ello parte de suposiciones tales como: el mundo es ordenado, hay patrones
de orden y los patrones requieren explicaciones causales. En este sentido, la
clasificación es una de las tareas fundamentales de la ciencia.

La ciencia es ambiciosa, y en el sendero de la historia que recorre, en agrias o


amigables discusiones de sus practicantes, consigue paulatinamente una
explicación de los hechos o, cuando menos, se alcanza algún progreso en el
planteamiento de lo que se reconoce como problemas.

¿NUEVAS SOLUCIONES?

En aras de restar arbitrariedad o subjetividad a los procedimientos de la


clasificación biológica, emergieron nuevas teorías taxonómicas. Fueron
propuestas nociones inéditas por varias de las corrientes de pensamiento que se
estaban gestando; una de las tendencias que apareció fue la llamada taxonomía
numérica, fenética o neoadansoniana. Este último término no está bien aplicado,
pues si bien los feneticistas tenían la idea de clasificar los organismos mediante
el examen de todos los caracteres, sin darles valores distintos, ellos no
pretendían encontrar las esencias de las especies, de los géneros y de las
familias, como lo intentó Adanson. Había diferencias de intención, aunque la
evaluación de la semejanza general constituyera la constante.
Hoy nadie rechaza el valor importante que los tratamientos numéricos poseen
para hacer más rigurosos y formales los procedimientos clasificatorios. En lo que
se difiere es en la aplicación de tales tratamientos según sean los procesos,
objetos y fenómenos que se quieren clasificar. No es lo mismo clasificar a
estrellas, átomos y moléculas que a seres vivos. Cada conjunto tiene
propiedades distintas que deben tomarse en cuenta; no obstante, Roberto Sokal
tiene razón cuando dice: "La naturaleza de la semejanza es, desde luego, uno
de los problemas fundamentales de la taxonomía, cualquiera que sea el enfoque
teórico de partida."

ENTRE ÁRBITROS Y CUENTACHILES:

EL ¿POR QUÉ? ETERNO DE LOS NIÑOS

La imaginación y la intuición no son ajenas a la ciencia. Aunque pretendidamente


distanciadas del rigor y del sentido "estricto" del científico, son base importante
en los descubrimientos y en las invenciones. Esto no quiere decir que sean el
último "misterio" del intelecto humano, pero cuando menos les atribuimos el
"genio" del científico. Se reconoce cada vez más que la capacidad de imaginar o
de intuir descansa en el conocimiento de condiciones análogas sobre las que
pensamos; inferimos comportamientos o relaciones equivalentes a partir de
aspectos que conocemos. Señala un dicho que la imaginación es el sentido
común glorificado.

Al tomar conciencia de esta situación, los taxónomos numéricos exigieron a la


sistemática tradicional que hiciera explícitos sus razonamientos en las decisiones
y procedimientos que se efectuaban. Era el destino inexorable de la ciencia
según ellos: formalizar, cuantificar y medir: la periferia del sentido común.

Una de las dificultades por la que la taxonomía se privaba de su carácter


científico y estaba imposibilitada de encontrar la tan cacareada clasificación
natural estribaba en sus prácticas imprecisas que no permitían la cuantificación.
No es que los feneticistas tuvieran la obsesión pitagórica de los números, el
interés de encontrar números mágicos en la naturaleza, como Linneo con su
sistema sexual que expresaba el orden en números. Se deseaba reducir las
decisiones taxonómicas vagas, difusas e intuitivas que hacían de la taxonomía
un "arte".

Por otra parte, la teoría de la evolución de Darwin no explicaba muchos aspectos,


sino que se extrapolaban conclusiones que muchos no estaban dispuestos a
aceptar. Tales extrapolaciones eran vistas como extraordinariamente subjetivas,
sin ninguna base de observación, sin evidencia. Darwin había puesto la semilla
en la búsqueda de explicaciones racionales en el estudio de la evolución, pero
no todo era adaptación y selección natural.

Aquellos que creían que la clasificación no podía sustentarse en teorías, debido


a que consideraban que era aceptar especulaciones que incluso rayaban en la
fantasía, se opusieron en principio a usar numerosos conceptos, principalmente
evolutivos. Pensaban que la clasificación de los seres vivos debía enfrentarse en
una posición de franco empirismo.

Los antagonismos entre las dos corrientes de pensamiento más conspicuas en


la clasificación incidían en concepciones muy distintas de lo que debía ser una
clasificación natural y en las formas de encontrarla o descubrirla.

De lo "natural" en el descubrimiento de las esencias, a través del estudio de


todos los caracteres para la construcción de las clasificaciones —como lo intentó
Michel Adanson—, se había pasado al estudio de la semejanza total como una
opción posible en la clasificación en tiempos darwinistas, pero que nunca se
desarrolló debido a que muy pronto comenzó a erigirse la idea rectora de la
genealogía como fundamento de la clasificación biológica. Dado que ésta no
había desarrollado un método y conceptos teóricos que permitieran
reconstrucciones filogenéticas rigurosas, con estricta lógica, alejadas de la
"intuición" y de posiciones de seudoautoridad científica, la postura numericista
planteaba una fórmula que equivalía al regreso del concepto de naturalidad por
semejanza total, que hacía un siglo parecía haberse superado.

Ni Adanson ni los coetáneos de Darwin pudieron hacer prosperar la idea de


manejar muchos caracteres, debido a un pobre desarrollo de las matemáticas
de aquel tiempo y a la ausencia de computadoras, entre otros aspectos. Pero
cuando ciencia y tecnología se encontraron en condiciones de ejecutarla, la idea
de semejanza total se veía como una alternativa potencial para enfrentar el
estudio de la diversidad organísmica, bajo una perspectiva empírica,
"desprovista" de la teoría so pretexto de erradicar la especulación y las
dificultades que no se habían podido superar en historia evolutiva, por ejemplo:
un concepto de especie suficientemente general para todos los organismos y
consecuente con el proceso evolutivo, así como un método y conceptos que
admitieran la reconstrucción genealógica ausente de decisiones evidentemente
subjetivas o arbitrarias.

Se pensaba que con el uso de la estadística y las probabilidades se podrían


erradicar decisiones tendientes a la subjetividad; la estadística recién había
mostrado su gran potencial e importancia en el estudio de la genética, de la
selección natural y de la variación. Dicha posición tenía posibilidad de ganar
adeptos.

La teoría sintética de la evolución y la nueva sistemática garantizaban muchos


ingredientes y su calidad, pero en el momento de hacer el pastel no existía receta
para explicar el orden y la relación de los ingredientes en los términos
requeridos. No había un método con sustento teórico necesario y suficiente. Por
tales motivos, la idealización estadística pareció atractiva a muchas mentes.
Resultaba oportuna para sustituir temporalmente el principio de descendencia
con modificación por el de semejanza total en la clasificación biológica.

Se había convertido en un mito la creencia de que la filogenia o la genealogía


podían inferirse a partir de la clasificación y viceversa. Se alejaba la posibilidad
de considerar que la proximidad de los nombres en una clasificación era la
indicación de proximidad de descendencia, debido a que la proximidad de
nombres en una clasificación significaría para los numericistas proximidad de
semejanza total. Vistas así, eran dos posturas irreconciliables.

Para los feneticistas la clasificación era un asunto de ver y no de observar, la


distinción aquí era para eliminar la "carga" teórica y conceptual que el resto de
la ciencia incorporaba al quehacer clasificatorio tradicional. Ésta fue una posición
que en sus orígenes sostuvieron los feneticistas o neoadansonianos, pero que
tuvo que desecharse por ilusoria. Hablar de sexos, organismos, individuos,
numerosas estructuras, formas, funciones, conductas y otros atributos de los
seres vivos implícitamente incorporaba conceptos teóricos. Los numericistas no
podían evadir las teorías científicas al considerar innumerables caracteres. No
era posible reducir el conocimiento al mero ver y escudriñar, ya que las teorías
no son reductibles a conjuntos de observaciones. La neutralidad teórica era una
fantasía. La directriz teórica que sostenía las clasificaciones de los elementos, de
los compuestos orgánicos e inorgánicos, de las estrellas y otras entidades,
significaba una muestra de su desatinada concepción que pronto fue
parcialmente abandonada.

Una segunda posición fue la de admitir sólo las teorías más aceptadas, es decir
rechazar básicamente a la evolución como idea rectora de las decisiones
clasificatorias y como fundamento de las relaciones taxonómicas. En esta
segunda toma de posiciones se señaló que las interpretaciones evolutivas
deberían basarse en las clasificaciones fenéticas. La sistemática fue concebida
como una ciencia sin relación alguna con el tiempo y el espacio o con causa
alguna, divorciada de los procesos y de las teorías que podían explicar a esos
procesos.

Estas opiniones, que fundamentaban su forma de conceptuar a la sistemática,


los obligaban a mantener que la valoración a priori de los caracteres era un error.
La valoración de los caracteres a posteriori sería la forma adecuada de comparar
la jerarquía de las propiedades en los seres vivos. No había razón, según ellos,
para dar mayor valor o peso a los caracteres previamente al análisis de la
semejanza total. El pesaje o la importancia de los caracteres debería
demostrarse después d análisis de la semejanza, donde se consideraban con el
mismo peso a todos; fuera un pelo, un estómago o una aleta, todos valían lo
mismo a priori.

Para ellos la similitud era la homología; la comunidad de descendencia no tenía


significado alguno para la homología, si no era evaluada a partir de un examen
de caracteres. Los sokalianos confundían las similitudes análogas con las
homólogas. Las primeras eran resultado de convergencias evolutivas y de
homoplasias en general, las segundas resultaban de la proximidad de ancestría.

Uno de los taxónomos y evolucionistas más importantes de la corriente de la


síntesis moderna de la evolución, Ernst Mayr, señaló el modo de razonamiento
de los numericistas a través del ejemplo de los gemelos idénticos: "... dos
hermanos no son gemelos idénticos debido a que ellos sean similares, sino que
son similares debido a que se derivan de una sola célula, que es a lo que se debe
que sean gemelos idénticos". Como puede advertirse, una falacia básica de los
nominalistas es su interpretación desviada de la relación causal entre la similitud
y la relación. En el caso de los gemelos, la relación de afinidad es lo que causa
la similitud y no a la inversa.

Ya lo decía yo, los números no engañan: ¡la similitud causa la afinidad!

Para los seguidores de Sneath y Sokal el grado de similitud hacia los grupos o
taxa; ése era su fundamento más solicitado.

LAS ESPECIES MATEMÁTICAMENTE DEFINIDAS Y LOS BIÓLOGOS

RECOLECTORES DE VECTORES, MATRICES Y ECUACIONES

El reconocimiento de que en la especie existe variación, que no hay un solo


organismo de la misma especie igual a otro y que si ocurriese podrían llegar a
ser diferentes según sean las condiciones en donde se desarrollen, fueron
conocimientos que se adquirieron con el abandono del concepto linneano de
especie, un concepto esencialista. Darwin usó tal conocimiento para inventar su
teoría de la selección natural. La genética de Mendel y los estudios poblacionales
apoyaron su teoría con las consecuencias que se han señalado en el capítulo
anterior, entre ellas, la de sustituir el concepto de especie esencialista con base
en la idea de comunidad reproductiva y la separación de otras especies mediante
mecanismos de aislamiento. Precisamente estas ideas demarcaron la noción de
continuidad morfológica entre los distintos miembros de una especie, lo cual
fomentó el uso de la estadística para reconocer en términos de números y
medidas los caracteres de las especies. Se trataba de una respuesta de los
feneticistas al criterio de autoridad con el que algunos taxónomos definían a la
especie. La ausencia de un umbral de diferencia reconocible en la aplicación del
concepto de especie biológica era lo que aparentemente permitía aceptar que
había decisiones arbitrarias.
La opinión de los feneticistas de explicitar los procedimientos taxonómicos
adquiría vigencia en la práctica del reconocimiento de especies, de su
determinación o identificación y su clasificación. Las especies muy próximas en
su parecido general y aquellas que llegaban a hibridizar planteaban serios
problemas; los numericistas demandaron procedimientos explícitos que se
traducían en echarle cuentas al asunto. Otros biólogos continuaron en dos
senderos: 1) reconocer los atributos no estudiados que permitían diferenciar a
las especies, esto es, ampliar el conocimiento biológico de las especies,
"micromorfología, rasgos subcelulares y propiedades químicas" (este camino era
el de Julian Huxley, quien opinaba que las especies podían ser de muy variados
tipos y significancia en diferentes grupos; para él no había un criterio sencillo de
especie), y 2) ya que el concepto de especie biológica tenía deficiencias en
aspectos de estudios del proceso evolutivo, habría que perfeccionar un concepto
de especie que sirviera para el análisis de la reconstrucción evolutiva, esto es,
desarrollar un concepto filogenético de especie que tuviese aplicación en
organismos que no presentaran sexualidad y, por ende, no tuvieran comunidad
reproductiva.

Se requería inventar un nuevo concepto teórico de especie y un método para la


reconstrucción genealógica. Como se señaló previamente, el filósofo de la
biología David Hull expuso el problema en los términos siguientes: "Una cosa es
el reconocimiento de la existencia de la variación entre formas contemporáneas
como una consecuencia necesaria de la teoría sintética de la evolución, y otra
es formular una metodología en taxonomía suficiente para manejar tal
variación", e insistía:

La historia del concepto de especie biológica es una historia de intentos


sucesivos para definir la especie, tal que los grupos resultantes sean unidades
significativas en evolución.

Una primera definición de especie evolutiva fue propuesta por el paleontólogo


George Gaylord Simpson. La carencia de la dimensión temporal en el concepto
de especie biológica tenía limitaciones para el análisis del proceso evolutivo; por
ello, Simpson incluyó en su definición el concepto de secuencia de poblaciones
ancestro-descendientes, que sería desarrollado por otra escuela de pensamiento
taxonómico, como se verá en el capítulo siguiente.

En la tendencia numericista se prosiguió con el desarrollo de importantes


procedimientos estadísticos que aún hoy tienen gran aplicación en el estudio de
la variación de las poblaciones y las especies. Desde luego, no fueron pocos los
que usaron sus procedimientos para diferenciar a las especies en función de
cantidad de parecido, una medida de distancia matemática. No había criterios
biológicos en la demarcación de sus unidades.

Mientras que algunos, los feneticistas, continuaron con sus pretensiones de


diferenciar a las especies con base en definiciones numéricas, los taxónomos
evolutivos siguieron buscando razones biológicas para efectuarlas. Mientras que
para los evolucionistas ciertos conceptos eran centrales a las teorías biológicas,
para los feneticistas —que seguían una posición empirista—no tenían significado
alguno, ya que éstos preferían una clasificación artificial basada en la mera
aritmética de los caracteres que podía ser irrelevante biológicamente.

El proceso de especiación (generación de nuevas especies) era concebido como


algo gradual de acuerdo con la teoría darwinista. En consecuencia, existía un
continuo de especies incipientes que era más fácil diferenciar por métodos
matemáticos, decían los neoadansonianos. Como la práctica era interpretar
ciertas diferencias morfológicas en términos de discontinuidad reproductiva,
entonces las medidas cuantitativas y métricas propuestas constituían una
alternativa. En vez de especies hablaban de unidades taxonómicas
operacionales, con su acrónimo: UTO's. Con las especies biológicas no podían
operar, y consideraban que las prácticas subjetivas y arbitrarias en su
reconocimiento prohibían su uso en la taxonomía numérica.

Los numericistas sólo reconocían individuos, puesto que los agrupamientos en


términos de poblaciones, especies y grupos superiores, o todas las clases y
conceptos de este tipo, sólo significaban para ellos artificios de la mente
humana, meras convenciones o especulaciones teóricas que no guardaban un
orden de operaciones para que tales conceptos pudieran ser reconocidos. Debido
a ello, Sokal, Sneath, Colless, Camin y muchos otros feneticistas, señalaban que
los nombres dados a los grupos de especies, por ejemplo: ratón, elefante, aves
y muchos otros, únicamente eran nombres inventados por el hombre para
grupos de individuos que él consideraba similares. Por tales puntos de vista
también fueron llamados nominalistas.

ANIMALES FANTÁSTICOS:

LOS CAMINÁLCULOS Y LOS ARTIGÁLCULOS

A principios de la década de 1960 Joseph Camin, investigador de la Universidad


de Kansas de los Estados Unidos, inventó un grupo de animales imaginarios, con
el propósito de examinar las relaciones evolutivas entre ellos y obtener principios
aplicables en la reconstrucción de la evolución de organismos reales, a través de
las técnicas numéricas desarrolladas por los feneticistas. En honor e irreverencia
simultánea, los 29 animales "actuales" y los 48 "fósiles" inventados fueron
llamados caminálculos por los estudiantes de Camin. Tal modelo de animales
había sido producido al seguir reglas que respetaran los principios evolutivos
conocidos y que simularan el proceso de evolución real. Eran animales
hipotéticos de los que su inventor sabía la "filogenia" bajo la cual se habían
generado, pero los usuarios del modelo lo ignoraban. Animales menos complejos
fueron inventados por Artigas en Argentina con fines equivalentes, a los que él
mismo llamó artigálculos; una autoirreverencia inaudita en un argentino, aunque
también puede interpretarse como una respuesta hacia la indiferencia dé los
taxónomos latinos tradicionales, para no pasar inadvertido ante la moda.

De este modo los neoadansonianos deseaban examinar los diversos métodos de


reconstrucción evolutiva que estaban en práctica, con el fin de contrastar la
capacidad de alcanzar la "verdadera" filogenia por medio de distintos métodos.
Se esperaba que los resultados de este modelo pudieran convencer a los
taxónomos del poderío metodológico de la sistemática numérica; cuando menos
eran de valor pedagógico y heurístico. Es importante mencionar que incluso
feneticistas influyentes como Colless no admitieron el uso de los caminálculos
para investigar la historia evolutiva, pues existía una gran aversión al estudio de
la evolución. Por otra parte, esto muestra que no existe escuela de pensamiento
en taxonomía que sea plenamente monolítica, ya que muchas ideas se imbrican;
lo mismo ocurre con genealogistas y gradistas.

Aunque no lo crean, no somos artigálculos ni caminálculos. Somo


animálculos, en vísperas de la modernidad.

Los estudios efectuados condujeron a ramificaciones evolutivas diferentes,


aunque los datos fueran consistentes —en cada método— con los resultados
obtenidos. La elección de los distintos resultados no era fácil ni obvia. En la
supuesta realidad subyacía una sola respuesta, una sola historia evolutiva; sin
embargo, los esquemas que más se acercaban a la solución eran aquellos que
presentaban el menor número de cambios evolutivos.

El procesamiento por medio de técnicas numéricas, ayudado por computadoras,


se efectuaba con mayor rapidez, lo que les confería desde un principio ventajas
adicionales.
El punto de partida de estos taxónomos, al no reconocer las especies y no
asignar una valoración ponderada de los caracteres, hace la diferencia con
investigadores posteriores que también han usado las matemáticas para hacer
formales y rigurosos los análisis de la filogenia de organismos. La diferencia no
se hace por el uso de las matemáticas, sino por los supuestos que conlleva en
su uso.

Colless decía —como resultado de esta situación— que la taxonomía numérica a


menudo erraba por la rigidez de confinar su atención hacia la taxonomía como
mera tecnología, sin relacionarla a la ciencia de la sistemática a la cual debe
servir.

Hay poca duda ahora de la enorme ayuda que las técnicas de la taxonomía
numérica pueden ofrecer en este campo, sobre todo en la clasificación de
entidades que no provienen de un proceso de ancestría-descendencia. En el
estudio de la reconstrucción genealógica de las especies, hoy existen métodos
más coherentes con el proceso evolutivo, tan robustos como las técnicas
meramente numéricas y más consecuentes con las bases teóricas de la
clasificación biológica.

La polémica aún no concluye, aunque ha menguado su ánimo original;


recientemente, las proposiciones de los feneticistas son más moderadas y ya no
significan la panacea como se propuso en un principio. No obstante, el impulso
que generó la taxonomía numérica cumplió con el propósito de que los
taxónomos fueran más rigurosos y formales en sus juicios; además, se logró
avanzar en conceptos de gran valor para el estudio de las relaciones filogenéticas
entre los seres vivos.

Con la introducción de la taxonomía numérica se insistió más en otros aspectos


de las clasificaciones biológicas a los que se había atendido poco, por ejemplo:
compatibilidad, congruencia y consenso de los caracteres, los diagramas de
ramificación o las clasificaciones, predictibilidad de las clasificaciones, valor
explicatorio de las clasificaciones y provisionalidad de tales explicaciones; pero,
sobre todo, se discutió mucho si una clasificación de organismos debería reflejar
la filogenia de éstos.

Es obvio que con las tecnologías disponibles actualmente, el incremento y la


recuperación de información en las clasificaciones biológicas ha avanzado casi
en términos fantásticos. La ayuda de medios electrónicos hace reales ciertas
visiones futuristas de un cuarto de siglo atrás. No está lejano el día en que
efectuemos "identificaciones" de organismos de forma automatizada, de modo
expedito. Parece obvio que nuestra destreza en gran cantidad de tareas
curatoriales aumentará con la disponibilidad de nuevos elementos tecnológicos;
esto es, las tareas de obtención de muestras de seres vivos, su estudio y análisis
en museos y laboratorios de investigación, progresarán conforme la ciencia y las
tecnologías mejoren.
Los ideales feneticistas aún no desaparecen. Algunos podrían hacerse realidad
con el enorme progreso de la informática y la robótica, al aplicarse a las diversas
tareas taxonómicas que aún nos esperan.

VII. MADRE... SÓLO HAY UNA. HENNING, NELSON Y WILEY: PROPUESTA Y


EVOLUCIÓN DEL MÉTODO PARA ELABORAR CLASIFICACIONES NATURALES

Los taxónomos son más parecidos a los artistas que a los críticos de arte, ellos
practican su oficio y no lo discuten. He aquí un ejemplo de la actitud que
sustentan ciertas corrientes frente a un examen profundo de las bases teóricas
y los métodos de su ciencia. Pero, a pesar de ello, es evidente que la sistemática
es una ciencia, y no un arte; para toda ciencia llega alguna vez el momento a
partir del cual no hay progreso sin exámenes de tal naturaleza. Elementos de
una sistemática filogenética (1968) WILLIE HENNIG El lenguaje de una ciencia
debe ajustarse al contenido de la misma... Una de las tareas del biólogo es
encontrar criterios racionales para agrupar juntos ciertos individuos o procesos
y distinguirlos de otros... La sede del alma (1968) LONGUET-HIGGINS La
objetividad debiera analizarse en función de criterios como la precisión y la
coherencia. La tensión esencial (1982) THOMAS KHUN

A PESAR de la importancia práctica y teórica de la sistemática biológica, el


estudio de otras ciencias experimentales en la biología había atraído la atención
de los científicos y de quienes comenzaban a interesarse en la ciencia.
Taxónomos de gran importancia como Willie Hennig opinaban de la sistemática
que: "...no ha logrado una apropiada arquitectura doctrinal de sus problemas,
tareas y métodos, acorde con la importancia real que tiene en el contexto
general de las disciplinas biológicas".

Hacia finales de la década de 1960, Ernst Mayr sostenía que las tendencias en
la sistemática se caracterizaban por tres líneas de desarrollo: 1) un gran interés
en el examen de la teoría taxonómica, 2) el uso de las computadoras electrónicas
y, 3) la introducción vigorosa de técnicas bioquímicas, con un gran interés en la
comprensión de la filogenia de los organismos como punto de partida para
entender la evolución de las macromoléculas.

Sin duda alguna es el primer aspecto el más trascendente en la sistemática, ya


que las opiniones de los feneticistas, así como la proposición de un nuevo método
y terminología para el análisis filogenético de los organismos cautivaban la
atención de la mayoría de los taxónomos.

Desde luego no sólo se trataba de un método desprovisto de argumentos


teóricos pues incluía conceptualizaciones diferentes respecto a la historia
evolutiva de los organismos.

Si prácticamente no se había dicho nada nuevo y significativo sobre métodos,


conceptos y teoría de la reconstrucción de la evolución de los organismos desde
tiempos darwinianos, era obvio que lo que se propusiera causaría enorme
prurito. El largo periodo sin examen de la teoría evolutiva causaría muchos
desacuerdos; no iba a ser fácil convencer a los viejos sistematas ni a los nuevos
e inexpertos deslumbrados por la impresionante tecnología que se ponía en
boga. El lema evolutivo de corte darwiniano aún esta muy arraigado en los
medios científicos.

No obstante, las debilidades metodológicas eran de tal magnitud que


demandaban un serio debate sobre los fundamentos de la sistemática biológica;
así, resultaba factible recibir proposiciones que desempantanaran el estilo
arbitrario de las decisiones taxonómicas por un lado, como también sería posible
examinar la relación entre historia evolutiva y clasificación. Se necesitaba dar
una respuesta a la crítica de los feneticistas y superar las subjetividades del
juicio taxonómico prevaleciente.

ESCINDIRSE O CAMBIARSE DE ROPAJES:

¿CUÁNDO CONSIGO SER DIFERENTE?

La disputa entre dos grupos de taxónomos que consideraban a la historia


evolutiva de los organismos como elemento fundamental de las clasificaciones
biológicas tuvo lugar a partir de la proposición que hiciera Hennig en su libro de
1950. Originalmente, la discusión no tuvo el ímpetu que debiera esperarse de
acuerdo con el panorama que se ha planteado a grandes rasgos hasta este
momento, pero tenía una explicación. El libro de Hennig originalmente se publicó
en idioma alemán, lo cual dificultó mucho la lectura y el análisis para la mayoría
de los taxónomos. Es por ello que hasta finales de la década de 1960 —cuando
existía traducción al inglés y al castellano— se inició una de las polémicas más
excitantes en el mundo de la biología y que aún no termina.

La rica discusión que se generó a partir de dicha polémica permitió la aclaración


de numerosos conceptos y, como es frecuente en estas controversias, se
llegaron a construir más conceptos con sus respectivos términos que los
denotan. El calor de la discusión obligaba a eliminar la ambigüedad de las
palabras que se usaban, pues sólo así sería posible avanzar; sin líos de
significado que encubrieran las diferencias de concepción entre los contendientes
intelectuales.

Por ejemplo, la palabra clasificación era usada con muy diversas connotaciones,
y en algunos casos implicaba meramente un sistema de palabras, pero podía ser
la monografía biológica entera. Lo anterior ocurría porque no se diferenciaba
entre proceso y resultados del quehacer clasificatorio. Entonces, cuando se
hablaba del aspecto de predictibilidad y recuperación de información en las
clasificaciones, cuya discusión dependía de lo que se entendiera por clasificación,
se podían prestar oídos sordos a los planteamientos de los taxónomos en pugna,
sin acordar nada ante la carencia de términos claros.

La pregunta central en torno a la discusión, la que más discrepancia generaba


entre los taxónomos de formación darwiniana, consistía en la precedencia de la
genealogía de otro componente de la filogenia, como alternativas para la
clasificación de referencia universal en la biología. Había aún numerosas
confusiones conceptuales respecto a la relación de la historia evolutiva con la
clasificación, lo que podría considerarse conveniente y lo que se aceptaba como
natural.

Si una clasificación de organismos producía grandes asimetrías, si hacía


inestable la nomenclatura en mayor o menor grado u otro problema, eran
asuntos secundarios, posibles consecuencias del principal dilema planteado.

Resultaba claro que no había un método apropiado para la reconstrucción


genealógica, y tampoco existía acuerdo en que la genealogía fuera el aspecto
más fundamental de la filogenia. Habría de transcurrir más de una década para
aclarar esta controversia. Entre las objeciones más importantes de los
taxónomos tradicionales estaba precisamente el hecho de que sus principales
representantes defendían que la genealogía sólo representaba uno de los
procesos de la evolución. Argumentaban que la ramificación de los linajes o
cladogénesis sólo es un proceso en filogénesis.

El mismo Hennig había desarrollado su teoría de reconstrucción filogenética con


base en un concepto teórico que limitaba el análisis genealógico: el concepto de
especie biológica. Era necesario inventar un concepto más general en términos
de proceso filogenético que fuera utilizable —sin contradicciones— para el
estudio de la cladogénesis o especialización, es decir, el origen de las distintas
ramas evolutivas independientes que se habían generado durante la evolución.

Los puntos de vista de Hennig fueron fuertemente criticados, sobre todo en


relación con la clasificación, y a que en un principio planteó un mecanismo muy
simple de generación de nuevas especies, donde la especie generadora se
extinguía después del evento generador de especies. Pero él arguía que sólo se
trataba de una regla metodológica y no de un juicio sobre los hechos.

Las diferencias en concepción respecto a la filogenia y sus componentes estaban


íntimamente relacionadas con la apreciación diferencial del valor de la cantidad
de similitud-diferencia para reconocer grupos con una única historia evolutiva.

La historia evolutiva —filogenia— de un conjunto de organismos se caracteriza


por poseer varios componentes: la dirección o polaridad evolutiva, la cantidad
de cambio genético (cantidad de divergencia evolutiva o relaciones patrísticas),
el tiempo de evolución (relaciones temporales o cronísticas), la diversificación o
radiación evolutiva, la especiación o cladogénesis y las relaciones espaciales o
biogeográficas. Los taxónomos tradicionales daban gran valor a la cantidad de
divergencia debido a que decían que la magnitud de las diferencias (grado de
divergencia) podía ser más importante que la proximidad de descendencia
evolutiva. De aquí se deriva el nombre de gradistas. De hecho, con esto se
generaban concepciones distintas de lo que significaba un grupo con una historia
evolutiva única y su importancia para la reconstrucción filogenética y su
aplicación o relación con la clasificación.

El ejemplo de los cocodrilos y las aves puede permitir un mejor entendimiento


de las diferencias entre genealogistas vs. gradistas: aves y cocodrilos comparten
un ancestro común inmediato, los seudosuquios (una especie de ellos, desde
luego). Sin embargo, aves y cocodrilos han divergido tanto que a pesar de tener
una historia común de descendencia, los gradistas los ubican en grupos
separados mientras que los cladistas son consecuentes en este sentido y los
colocan en un mismo grupo.

La razón es que la cantidad de divergencia es una cuestión de variación en la


velocidad de evolución, que es distinta para cada rama evolutiva en cada especie
o grupo de especies. Por lo tanto, una decisión sobre la cantidad de divergencia
es arbitraria y subjetiva, y no hay un umbral que nos permita ser homogéneos
en nuestras decisiones o resoluciones. ¿Qué tantas diferencias y similitudes
podemos reconocer y qué grado o porcentaje deberíamos admitir, para respetar
o no la descendencia común en el reconocimiento de grupos con una misma
historia? Los gradistas no tendrían una respuesta satisfactoria a esta pregunta
para sostener su punto de vista.

Estudios actuales muestran que, a pesar de sus diferencias


aparentes, las aves son parientes cercanas de los extintos
dinosaurios, y hermanas de los cocodrilos.

De lo que se trata es de ubicar la diferencia entre dejar que la similitud por sí


sola —como cantidad de cambio de un grupo a otro— tome precedencia sore el
aspecto cualitativo de comunidad de descendencia, definida ésta sobre la base
de una interpretación evolutiva de la similitud. Cantidad de diferencia vs. calidad
de diferencia.

Ambas escuelas de pensamiento en sistemática biológica mantenían


concepciones distintas respecto a la apreciación de lo que significaba una misma
historia evolutiva.
Para los feneticistas la similitud total resolvía la naturalidad de los grupos a
clasificar; para los gradistas era la comunidad de descendencia la que lo resolvía,
siempre y cuando la cantidad de similitud se conservara dentro de ciertos
márgenes, sin decir qué tanto, y para los genealogistas o cladistas la comunidad
de descendencia —en donde todos los descendientes de un ancestro se
integraban al grupo— resolvía la naturalidad, sin hacer excepciones. Debido a
estas consideraciones, los feneticistas afirmaban que las clasificaciones de los
gradistas mostraban una mezcla indefinida de grupos con relaciones fenéticas y
cladistas.

En aspectos terminológicos los cladistas decían a los gradistas que su concepto


de grupo con una misma historia de descendencia estaba mezclado, pues no era
una definición estricta y consecuente. Cuando sus grupos incluían al ancestro y
todos sus descendientes, eran realmente aceptables o monoféticos y servían
para reconstruir los aspectos cualitativos más fundamentales de la evolución.
Pero cuando sustraían de un grupo de descendientes, a una o más especies —
por grado de divergencia—, estaban cercenando la unidad de historia, es decir,
estaban formando grupos parafiléticos que no son aceptables para reconstruir
los aspectos más estructurales de la evolución. Una clasificación que contuviera
grupos parafiléticos reflejaría decisiones arbitrarias y subjetivas, por tanto, no
podía funcionar como el sistema de referencia general para la biología, cuando
justo eso se deseaba descubrir.

El quid del asunto estribaba en que decisiones arbitrarias sobre la cantidad de


divergencia generarían más de una clasificación con supuestas bases evolutivas,
aunque fueran pretendidamente naturales; mientras que las clasificaciones
cladistas —con base en grupos estrictamente monofiléticos— garantizaban una
sola clasificación, pues sólo hay una historia de descendencia de los organismos
por descubrir.

La idea rectora de la teoría taxonómica de Hennig y algunos de sus


descendientes intelectuales consistía en que las relaciones que permiten la
cohesión de organismos y especies, vivientes y extintas, son relaciones
genealógicas. Otros tipos de relación —fenotípicas y genéticas—, abarcan
fenómenos correlacionados con la descendencia genealógica con modificación, y
por ende, son mejor entendidos dentro de ese contexto. La similitud por sí sola,
cualquiera que sea, no nos permite el establecimiento de relaciones
genealógicas. Los caracteres deben ser interpretados a la luz de la evolución y
sólo algunos de ellos pueden utilizarse para el descubrimiento de la ancestría
común inmediata.

Hacia mediados de la década de 1970 la idea principal de Hennig había sido


aceptada por la sistemática, y varios taxónomos evolutivos reconocían la
importancia sin precedente que adquirían los conceptos de caracteres derivados
compartidos para el análisis de las filogenias de organismos. Desde luego, no
había acuerdo en una relación directa entre filogenia y clasificación; no obstante,
sus implicaciones como fundamento de reconstrucción de historia no se ponían
en duda. Pronto sus implicaciones en biogeografía y cronística —otros
componentes de la filogenia— causaron grandes controversias que aún
continúan en las revistas más prestigiadas acerca de la biología comparada.

En palabras del ya célebre divulgador de la ciencia, Stephen Jay Gould, el


planteamiento del debate estaba en los términos siguientes:

Por desgracia, estos dos tipos de información —el orden de


ramificación y la similitud global— no siempre dan resultados
congruentes. Los cladistas rechazan la similitud global como una
trampa y una ilusión, y trabajan exclusivamente con el orden de
ramificación; los feneticistas intentan trabajar exclusivamente con la
similitud global e intentan medirla en una vana búsqueda de
objetividad. El sistema tradicional intenta equilibrar los dos tipos de
información, pero a menudo caé en una confusión imposible porque
realmente ambos entran en conflicto [...] Así, los cladistas compran
su objetividad potencial a cambio de 'ignorar' una información
biológicamente importante, y los tradicionalistas se arriesgan a la
confusión y la subjetividad, al intentar un equilibrio de dos fuentes de
información legítimas aunque a menudo dispares. ¿Qué se puede
hacer?

Grupos hermanos son aquellos que provienen de un ancestro común


inmediato.

TIPOS DE CARACTERES EN FILOGENIA Y SU JERARQUÍA


Desde tiempos posdarwinianos y hasta la nueva sistemática, los caracteres
utilizados para determinar ancestría común fueron los homólogos, aquellos que
por definición provenían de una misma ruta de descendencia. Los caracteres
convergentes provenían de ancestros distintos y, por ende, no servían para
reconocer historia común de descendencia. Los caracteres que variaban de modo
paralelo presentaban una enorme dificultad para distinguirlos de los
convergentes, pero de cualquier modo la procedencia a partir de ancestros
distintos los eliminaba, como evidencia útil a la definición de descendencia
común.

Los feneticistas interpretaban los caracteres homólogos como producto de la


similitud general que identificaban y evaluaban, y no como los gradistas la
entendían, en el sentido tradicional de ancestría común. ¿Era la homología —así
entendida— suficiente para descubrir grupos monofiléticos que permitieran
reconocer la columna vertebral de la filogenia, esto es, la genealogía? La
respuesta era no, pues se quería reconocer un tipo de homologías que ayudaran
a descubrir una ancestría común inmediata, no cualquier tipo de ancestría. Se
requería precisión en la postulación de posibles ancestros y los hermanos
descendientes; había hipótesis generales e hipótesis particulares de
descendencia genealógica, habría entonces homólogos para cada tipo de
hipótesis. Se imponía efectuar una evaluación de los caracteres como
indicadores del nivel de ancestría que documentaban en las relaciones
filogenéticas de los organismos. La distribución de los homólogos y su jerarquía
era la clave.

¿Pero qué eran los homólogos en la perspectiva de cambio evolutivo de los


caracteres en las especies? ¿Qué relación tenían respecto a los nuevos
caracteres y las novedades evolutivas? ¿Cómo era la ruta evolutiva de los
caracteres? ¿Qué relevancia filogenética podía tener el que se compartieran
homólogos primitivos en lugar de homólogos recientes? ¿Cuáles eran los
caracteres que demostraban ancestría común inmediata? Las respuestas a estas
preguntas llevaron a la invención de nuevos conceptos en análisis filogenético
con sus correspondientes términos; del mismo modo que los taxónomos
numéricos habían denotado a sus conceptos con nuevas palabras, lo mismo
hicieron los hennigianos. Es lo que naturalmente ocurre en la ciencia con el
surgimiento de nuevas teorías y métodos; inventar y aprender nuevos términos
para los mismos conceptos, aunque sea en otro contexto teórico, es algo que
causa mucho disgusto incluso entre los científicos, pues eso fue una de las
críticas más sonadas hacia la sistemática cladista.
El razonamiento que siguió Hennig es relativamente sencilío, si se toma en
cuenta que la especiación es una transformación de los organismos en la que los
descendientes se tornan específicamente diferentes de los progenitores. En el
caso más simple, cuando una especie se divide y produce otra especie, por lo
menos hay un cambio o transformación de un carácter en la especie
descendiente, esto es, un carácter a cambia en a' (a a'). Si a su vez
surge otro fenómeno de especiación simple en la especie que es portadora de a,
puede esperarse un cambio de a' en a" (a' a"), pero si a' no se
transforma en a", un carácter b puede transformarse en b', incluso supóngase
que b estaba presente en la especie original que portaba el carácter a, pero que
sólo se transformó después del cambio a a'. En la figura siguiente se
ilustran estos cambios:

En el ejemplo, el carácter pasa por una sucesión de estados diferentes desde a


hasta a" y de b en b', lo cual forma dos series de transformación de estados de
carácter que pueden escribirse así: a a' a" y b b'. Los
estados de carácter originales en estas series de transformación se denominan
primitivos o plesiomorfos (a y b), mientras que los subsiguientes se denominan
derivados o apomorfos (a', a" y b'). Estos conceptos sólo son utilizados en un
sentido relativo, esto es, cuando hay una serie de transformación conocida en la
que los caracteres se pueden comparar: a es plesiomorfo de a', pero a' es
plesiomorfo frente a a".
La explicación de este hecho y la posesión común de estos caracteres como
resultado de la herencia, es lo que Hennig reconoció para el análisis filogenético.
Vuélvase al ejemplo y adviértase que las especies B y D comparten el carácter
b, por lo que se llama simplesiomorfo a un grupo unido por homologías
primitivas. Las especies D y E están unidas con base en las apomorfías a' a",
que son sinapomorfas respecto al carácter a', y es un grupo unido por caracteres
derivados. No obstante, puede señalarse que a" es un carácter autapomórfico,
como el de aquellos caracteres derivados que son exclusivos a un grupo o a una
especie.

Con base en esta línea de razonamiento Hennig distinguió dos tipos de


homologías: las plesiomórficas y las sinapomórficas; sólo las homologías
sinapomórficas podían definir grupos monofiléticos. Obsérvese que si se sustrae
a la especie E del grupo aquí ilustrado, como en el caso de las aves y los
cocodrilos, se eliminaría a uno de los descendientes de un grupo monofilético,
que sólo quedaría definido por el carácter b, que es una simplesiomorfía; por
esa razón se determinó que un grupo parafilético está definido por
simplesiomorfías. Era un grupo que, como puede advertirse, aunque sólo incluía
taxa de una sola historia de descendencia, no contenía todas las especies que
compartían esa historia.

Un carácter o atributo que aparecía por primera vez en un grupo de especies se


llamaba autapomorfía o novedad evolutiva, era un carácter derivado de un
ancestral. A partir de ahí, la autapomorfía, si se heredaba a las especies
descendientes, tomaba el papel de sinapomorfía respecto al carácter original;
los cambios subsecuentes en dos o más eventos de especiación convertían a la
autapomorfía en un carácter relativamente primitivo, esto es, una
simplesiomorfía. La secuencia era la siguiente: autapomorfía
sinapomorfía simplesiomorfía, una secuencia que se determinaba
en forma relativa. No existen caracteres apomorfos sin relación a otro que le
antecede y es simplesiomorfo, en una misma línea de descendencia de
homólogos. Los caracteres autapomorfos, simplesiomorfos y sinapomorfos no
existen por sí solos, sino en relación con otros en una misma ruta de
descendencia con modificación.

Se había puesto al descubierto que la semejanza o parecido en los seres vivos


podía deberse a sinapomorfías, simplesiomorfías y convergencias (también
reversiones y paralelismo). Tres rutas evolutivas distintas que explicaban el
parecido en los atributos de los organismos. Cuando el parecido era resultado
de convergencias evolutivas significaba que se reunían grupos con ancestros
distintos, por lo que se denominaban grupos polifiléticos, esto es, de origen en
distintas ramas, el mismo caso para reversiones y paralelismo.

Sin embargo, el método era aún incompleto, pues faltaba aclarar cómo se
determinaba el origen de una serie de transformación en el caso de conocer sólo
la relación de caracteres en nuestro ejemplo a a' a", sin las
flechas correspondientes que señalasen el orden de los cambios.

¿Cómo se determinarían las homologías? La definición teórica era impracticable,


pues si se definían como toda similitud debida a un antecesor común, no se daría
una verdadera solución, pues no se conocían a los antecesores
independientemente del análisis de las similitudes.

Las reglas o consejos para determinar la homología usadas desde tiempos de


Darwin y Haeckel podían ser usadas para plantear hipótesis de relación
genealógica: 1) sucesión estratigráfica o paleontológica; 2) sucesión del
desarrollo ontogenético; 3) correlación de series de transformación, y 4)
anatomía comparada (posición morfológica, calidad de parecido y similitud por
formas intermediarias). ¿Pero cómo examinar estas hipótesis sin llegar a
razonamientos circulares?

En nuestro ejemplo, todas las especies y caracteres estaban contenidos en un


conjunto sin referencia a otros. Confiamos en los caracteres a y b como los más
primitivos, ¿pero qué ocurriría si nuestro carácter a' o b' se encontrase en una
especie cercana a B, D o E?, nuestra serie de transformación de caracteres
estaría equivocada y nuestras conclusiones acerca de la ancestría-descendencia
de las especies no serían las correctas.

Precisamente, este elemento de análisis —aparentemente tan sencillo— fue el


que Hennig introdujo para examinar las hipótesis de parentesco. Las hipótesis
de ancestría-descendencia entre los organismos podían probarse de una manera
independiente a las reglas o consejos que Darwin daba para generarlas, y así
podía evitarse el razonamiento circular; el análisis de la similitud era el examen
de la distribución de los caracteres homólogos en los taxa. Esta regla se conoció
como regla del grupo externo y al método general que propuso Hennig se le
llamó método de posición filogenética. ¿Acaso se había alcanzado al fin el
método natural que con tanta ansia se había perseguido a través del tiempo?
Cuando menos se había inventado un método consecuente con las ideas
evolutivas prevalecientes, un método extraordinariamente persuasivo y
convincente, y la genealogía era la mejor consecuencia de las relaciones de
ancestría-descendencia entre los organismos.

Lo que se ha mostrado hasta aquí es que las relaciones de ancestro-descendiente


sólo pueden documentarse o demostrarse con base en las especies
descendientes, esto es, con base en la similitud compartida que demuestre una
hermandad de especies. Son las hermanas las que presentan las sinapomorfías,
que son el elemento de demostración en el problema.

Otro aspecto que hay que observar es que ahora los fósiles no funcionan como
la prueba dura de las relaciones genealógicas. Los fósiles, como cualquier otro
tipo de especies, cualquiera que sea la evidencia que la apoye, deben probar su
posición filogenética. La idea de que un fósil siempre es un ancestro, un eslabón
perdido, tiende a ser reconsiderada con la posibilidad de que se trate de un
grupo hermano extinto, de acuerdo con el método de análisis cladístico mostrado
aquí. Un fósil prueba relaciones cronísticas, aunque nunca muestra edades
absolutas, sólo mínimas.

Aquellos que insistían e insisten en que la filogenia incorpora varios componentes


tan importantes como la genealogía pueden tener una respuesta más detallada
de acuerdo con el conocimiento que se ha alcanzado en teoría evolutiva: el
proceso anagenético, el que causa la divergencia de los caracteres o disimilitud,
puede ser independiente al proceso cladogenético, la especiación; aunque
también puede causar la generación de nuevas especies al avanzar
simultáneamente de modo gradual, por medio de la acumulación de cambios.

¿HACIA UN NUEVO CONCEPTO DE ESPECIE?

El taxónomo, biogeógrafo y evolucionista E. Wiley, discípulo en el departamento


de ictiología del Museo de Historia Natural de Nueva York en la década de 1970,
es hoy investigador en la Universidad de Kansas. Ha sido un incesante estudioso
de la biología comparada y propuso una revisión del concepto de especie hace
escasos años. Señaló que, con toda probabilidad, no hay tema en sistemática y
evolución que haya consumido más papel que los trabajos sobre la naturaleza y
la definición de la especie.

La controvertida palabra 'especie' en biología ha pasado por uno y mil debates,


no obstante sigue siendo la misma. El problema del origen de las especies y la
conceptualización de lo que es una especie, es desde cierta perspectiva un
mismo problema sobre el que han girado cientos de disputas en la historia de la
biología.

De cualquier manera, el concepto de la especie es igualmente problemático que


la mayoría de los conceptos en la ciencia. Aquel que dice tener una idea de la
objetividad absoluta en la ciencia tiene una concepción ahistórica y fundamentos
desviados del quehacer científico; a menudo se trata de personas plenas de fe,
en busca de una religión a la moda.
Las líneas anteriores quieren decir que nadie debe creer la última y definitiva
palabra acerca de la especie, pues no hay finalismos en la ciencia. Debe
esperarse una retroalimentación entre el estudio de la generación de especies
las teorías de los procesos biológicos y el concepto de especie mismo, como ha
ocurrido siempre.

El concepto de especie más popular en los últimos cincuenta años es concebido


como un conjunto de poblaciones que integran una comunidad reproductiva
separada de otras comunidades reproductivas por mecanismos de aislamiento,
es decir, propiedades morfológicas, fisiológicas, genéticas, conductuales y otras,
que impiden a las poblaciones de distintas especies que pierdan su identidad
mediante la fusión o una hibridación poblacional completa.

Este concepto carece de una relación con el factor tiempo y el proceso de


herencia de los caracteres; por ende, carece de aspectos de relación de
ancestría-descendencia de las poblaciones. Al estar fundamentado en las
relaciones reproductivas y, por consiguiente, en términos de sexualidad como
vehículo que permite el flujo del material hereditario, deja de lado aspectos más
generales en la biología de las poblaciones. Es un concepto que hace énfasis
únicamente en los contenidos genéticos de las poblaciones, y no toma en cuenta
los aspectos filogenéticos.

De Aristóteles a Linneo, de Darwin a Mayr, siempre se ha deseado tener un


concepto universal de la especie aplicable a todos los seres vivos, en función de
los hechos y teorías más lógicos, aceptados y disponibles hasta ese momento.
Entonces, la proposición de un nuevo concepto de especie debería pretender una
aplicabilidad que considere el parámetro tiempo, la herencia de los caracteres e
incluya organismos que no presentan sexualidad. En este caso debiera
considerar el flujo horizontal de material hereditario, no el vertical de padres a
hijos, sino el de cualquier otro organismo que es capaz de incorporar material
hereditario a otro organismo.

Un nuevo concepto de especie debe probar que, dado un grupo de organismos


cualquiera, se puede comprender o no a una especie. Debe permitir el trabajo
con especies reconocidas en función de sus propiedades genéticas, fenéticas,
espaciales, temporales, ecofisiológicas y conductuales. También debe tomar en
cuenta las rutas posibles de generación de especies.

A partir de una definición del paleontólogo George Gaylord Simpson, Wiley


efectuó la siguiente: una especie es un solo linaje de poblaciones de organismos
ancestro-descendientes que mantienen su identidad de otros linajes y tienen sus
propias tendencias evolutivas y destino histórico. Linaje significa una sola o una
serie de poblaciones pequeñas que comparten una historia común de
descendencia no compartida por otras poblaciones, e identidad es un conjunto
de cualidades que una entidad posee como producto de su origen y su capacidad
para permanecer distinta y aislada evolutivamente de otras entidades. Puede
fácilmente advertirse que es un concepto muy abstracto y difícil.
Una crítica constante a los conceptos de especie proviene de aquellos biólogos
que trabajan con conjuntos de seres vivos ausentes de reproducción sexual, en
donde la cohesión de los organismos en las poblaciones en una misma especie
puede deberse a otros mecanismos distintos; en nuestra definición parece que
otra vez ocurre lo mismo. Sin embargo, observe el lector que tal vez no se trata
de lo inadecuado del concepto de especie evolutiva, sino que puede deberse a
nuestras limitaciones de observación y método. Con las técnicas de estudios de
macromoléculas (proteínas y DNA), su sucesión evolutiva y los métodos de
comparación cuantitativa tal vez sea factible resolver este problema práctico.

Para terminar este capítulo, es importante referir una implicación lógica del
concepto de especie evolutiva en relación con la especiación. Los paleontólogos
a menudo clasifican un mismo linaje de poblaciones ancestro-descendientes
como especies distintas. Este problema fue reconocido por Mayr y Simpson. La
contradicción es clara cuando se reconoce que a menor cantidad de fósiles
(datos) es más fácil la decisión de separar a las especies paleóntológicas; a
mayor cantidad de fósiles tendríamos un continuo que haría más arbitraria
nuestra decisión de división de especies. La ausencia de objetividad en estos
procedimientos ha provocado que cada vez más biólogos rechacen a las
paleoespecies subdivididas arbitrariamente.

VIII. MÁS ALLÁ DEL MÉTODO

La cladística no es la panacea... pero... ahora tenemos una metodología explícita


que nos permite evaluar hipótesis de monofilia. Sistemática y paleobiología
(1985) NILES ELDREDGE y MICHAEL NOVACECK No ha habido ningún debate
más intenso en el seno de la teoría evolutiva en la última década que el desafío
planteado por los cladistas a los sistemas tradicionales de clasificación. El
problema surge de la complejidad del mundo, no de la confusión del
pensamiento humano, aunque ésta también ha hecho su habitual contribución.
Dientes de gallina y dedos de caballo (1984) STEPHEN JAY GOULD No tenemos
forma de evaluar científicamente nuestros métodos. Puede parecer paradójico
sugerir que la biología comparada, o cualquier ciencia, debe adoptar métodos
sin que pueda ser capaz de evaluar su eficacia. Pero el hecho es que usamos
nuestros métodos en un intento de resolver los problemas. Si ya conocemos las
soluciones correctas a esos problemas, fácilmente podemos evaluar y elegir
entre varias metodologías en competencia: aquellos métodos que
consistentemente ofrezcan las soluciones correctas obviamente serán
preferidos. Pero, desde luego, si ya conociéramos las soluciones correctas, no
tendríamos la necesidad de los métodos. Sistemática y biogeografía (1981)
GARETH NELSON y NORMAN PLATNICK La idea de un método que contenga
principios científicos, inalterables y absolutamente obligatorios que rijan los
asuntos científicos, entra en dificultades al ser confrontada con los resultados de
la investigación histórica. En ese momento nos encontramos con que no hay una
sola regla, por plausible que sea, ni por firmemente basada en la epistemología
que venga, que no sea infringida en una ocasión o en otra. Llega a ser evidente
que tales infracciones no ocurren accidentalmente, que no son el resultado del
conocimiento insuficiente o de una falta de atención que pudieran haberse
evitado. Contra el método (1981) PAUL FEYERABEND
OCURRE frecuentemente que investigaciones más profundas y descubrimientos
de cierta relevancia revolucionan el conocimiento acerca de los objetos o
fenómenos bajo estudio; esto acontece a tal grado, que nos obliga a reevaluar
los métodos en aplicación, las unidades naturales utilizadas y nuestras
concepciones de tales entidades.

El origen, las interrelaciones y sus líneas de desarrollo son puestos nuevamente


en la mesa de las discusiones; así, se inicia un nuevo debate sobre las
implicaciones que los nuevos hallazgos producen.

En nuestro caso, los estudios en biología molecular han permitido el análisis del
origen de varios grupos relativamente antiguos y poco complejos, que
posiblemente fueron de los primeros organismos existentes en la Tierra, tales
como una variedad de bacterias, virus, algunos organelos celulares: la
mitocondria y el cloroplasto, y hasta la misma investigación del origen de los
ácidos nucleicos —desoxirribonucleico (DNA) y ribonucleico (RNA)— que se
encuentran en todos los seres vivos, lo cual ha conducido a un serio examen de
sus orígenes, interrelaciones y evolución.

Los temas de estudio en esa área de investigación se encuentran en la frontera


del conocimiento actual y no es fácil transmitir algo de lo que apenas se tienen
algunas respuestas. Sin embargo, es necesario dar cuenta de algunas de éstas,
pues nos conducirán a las nuevas avenidas de la ciencia que hoy y en un futuro
cercano se construirán.

DONDE EL MÉTODO

NO FUNCIONA TOTALMENTE

Simbiosis. Una teoría de los setenta que ahora se tiene bien apoyada con
evidencia de biología molecular, es la que plantea el origen de los organelos en
la célula "típica" o eucarionte: membrana nuclear bien definida y citoplasma con
organelos.

En cualquier texto de biología del nivel secundario se acepta ya la teoría


endosimbiótica propuesta por Lynn Margulis, la cual afirma que organelos como
la mitocondria y el cloroplasto en algún tiempo fueron bacterias de vida libre que
paulatinamente se integraron como parte de un consorcio celular. Dentro de
ésta, endosimbióticamente, evolucionaron al especializarse y perder varias de
sus propiedades originales; sin embargo, la existencia de DNA ha permitido el
estudio de sus interrelaciones y posibles orígenes, por lo cual se sabe de sus
relaciones y origen bacterianos. Es decir, la organización entre varias bacterias
con distintas propiedades metabólicas condujo a la formación de los primeros
eucariontes.

Es difícil que un suceso evolutivo complejo, como el origen de la célula con


núcleo, haya ocurrido en varias ocasiones en la filogenia de la vida; a pesar de
esto, no es posible dejar de cuestionarnos acerca de su origen "no monofilético",
lo cual pone en tela de juicio en cierto modo nuestras ideas de monofilia o
historia de descendencia única para todos los organismos. No obstante, la
alternativa de varios sucesos pudiese quedar abierta.

Las células eucariontes representan la asociación de varias entidades con


historias de descendencia distintas —células procariontes— que se han integrado
en una sola, a partir de la cual ha descendido el resto de los eucariontes.

Una hipótesis alternativa, en la que tal evento pudiera haber acontecido varias
veces y a distintos tiempos durante la historia terrestre, causaría un cisma
mayor en nuestras concepciones y dificultaría el análisis filogenético de tales
casos. Para fortuna de la investigación biológica, no existen datos que sugieran
la posibilidad de tal hipótesis, de modo que por ahora hay cierta seguridad en la
concepción monofilética de los eucariontes.

De modo contrario, si la hipótesis alternativa señalada tuviera posibilidades, el


método inventado por Hennig no podría aplicarse con plena confianza y
certidumbre, ya que primero se tendría que examinar la generalidad de su
aplicación. Esto es debido a que el problema no es sólo el evento evolutivo
reconocido por Margulis, sino que si estas endosimbiosis exitosas se hubieran
repetido, entonces nuestras intenciones de encontrar grupos de organismos con
historias de descendencia únicas se convierten en irrelevantes o, cuando menos,
nuestro problema se vuelve más complejo. Por ello, es muy importante saber
qué tan extendido está ese fenómeno de endosimbiósis, para aplicar nuestro
método a las entidades correctas, sean organismos completos o parte de éstos.

Es imprescindible reconocer que los organismos no existen de modo natural con


independencia de otros; nuestros conceptos de ecosistema y de comunidad nos
previenen de esto y nos obligan a pensar en los sistemas de relaciones que
mantienen los organismos. Algunas de éstas significan relaciones
interdependientes, que son producto de muchos millones de años de evolución.
Con base en lo anterior podemos explicarnos casos como el de los líquenes, que
debieran considerarse como una asociación endosimbiótica entre una alga y un
hongo, es decir, dos entidades cuyos componentes tienen ancestros distintos,
pero que para funcionar como organismos (líquenes) necesitan integrarse,
haciéndose complementarios. Por supuesto, también pueden existir de manera
independiente, como individuos que pertenecen a especies de taxa bastante
diferentes.

Como el caso anterior, también pudiera considerarse, en cierto modo, la íntima


asociación de algunas bacterias fijadoras de nitrógeno (Rhizobium) con varias
plantas leguminosas; por ejemplo: el frijol (Phaseolus). En éste y en muchos
otros casos de parasitismo, la dependencia o interdependencia de la relación
decide la existencia y la descendencia de los organismos comprendidos. Cada
elemento que se integra a la asociación tiene una historia; el patrón de historia
coevolutiva puede examinarse para cada constituyente. En otras palabras, cada
elemento tiene una genealogía reconocible.

La aplicación del método hennigiano no tiene una aplicación universal a todos


los organismos, pues requiere que éstos representen historias de descendencia
únicas, de lo contrario la búsqueda se hace intrascendente. Su aplicación exige
el reconocimiento de los posibles eventos endosimbióticos ocurridos en la
formación de organismos durante la historia de la vida en la Tierra.

No es una debilidad del método, sino simplemente que se deben admitir otros
hechos ecológicos y evolutivos, los cuales nuestro método no puede abordar
libremente. Los procedimientos hennigianos no fallarían si se aplicaran a los
constituyentes del organismo endosimbiótico si lo que se quisiera fuera
encontrar las líneas de relación y descendencia evolutiva de los organelos con
sus antecesores de vida libre. Igualmente, nuestro método no falla si se aplica
a cualquier caso de organismos con historias monofiléticas, e incluso, podría
servir para reconocer patrones reticulados.

Plásmidos y episomas. Desde la década de 1960 se descubrió la presencia de


DNA de origen distinto dentro de las células procariontes y asociado a su
cromosoma bacteriano. En algunos casos se supo que eran de origen viral, en
otros casos se les supuso un origen bacteriano a partir de otras células de la
misma especie. Cualquiera de ambas hipótesis planteaba el hecho de un
movimiento horizontal del material genético entre los organismos.

Con tal fenómeno al descubierto se reconocía la posibilidad de que el material


genético no se heredara o moviera sólo de padres a hijos, de ancestro a
descendiente, es decir verticalmente, sino que también había otro movimiento
posible: el horizontal.

Se planteaban varias incógnitas: ¿Qué tan extendido se hallaba este fenómeno


entre los seres vivientes? ¿La migración horizontal de DNA se presentaba sólo
en organismos procariontes? ¿Era posible esperar tales movimientos
horizontales entre especies distintas? ¿Cualquier clase de información del DNA
podía moverse entre las especies? Para esta clase de preguntas existen ahora
algunas respuestas parciales, las cuales han pueso en advertencia la aplicación
generalizada del método, que no parece ser apropiado para casos de movimiento
de caracteres entre los descendientes.

No se sabe aún la extensión y la magnitud de tales fenómenos, aunque se sabe


que existen. En algunos casos virales están más o menos bien reconocidos, pero
todavía se ignora mucho en este terreno y se requiere mucha más investigación
sobre esta clase de tópicos. Las implicaciones para la historia evolutiva pueden
ser significativas y, al menos, nos podrán prevenir sobre el uso indiscriminado
de algunos caracteres que —supuestamente— se planteaban como superiores
para el análisis filogenético.

En el caso de los virus, que casi siempre están asociados a determinados grupos
de especies, pudiera tratarse de entidades coevolucionadas con los grupos a los
que están asociados, del mismo modo que los líquenes; sin embargo, otros casos
de movimiento horizontal, si los hubiera entre eucariontes, serían de gran interés
para el análisis de su genealogía.
El fenómeno genealógico de los seres vivos, que genera el patrón de referencia
para la biología, puede verse obstruido metodológicamente debido a que el
método hennigiano basado en el análisis de caracteres —fundado en el axioma
de descendencia vertical de los caracteres—, no da cuenta de fenómenos de
movimiento horizontal.

Hoy se acepta ya el hecho de que no toda la genealogía de los organismos es


divergente, sino que en muchos casos hay cierto grado de reticulación, que
puede ser mucho más pronunciado en organismos procariontes. Sin embargo,
la posible migración de caracteres considerados sinapomórficos en una hipótesis
de descendencia por analizar, previene en la aplicación indiscriminada del
método hennigiano.

Recuérdese que el medio para descubrir hipótesis de descendencia únicas es


mediante el análisis de los caracteres del modo planteado por Hennig, pero éste
funciona bajo el axioma de que los caracteres se mueven verticalmente, de
padres a hijos; si se viola esta suposición nuestro método cae en dificultades,
pues se requiere saber qué tipo de caracteres pasan por movimiento horizontal
para evitar su uso en el análisis de caracteres.

Fenómenos inexplorados. Como los dos casos anteriores, numerosos fenómenos


más se han dado a conocer respecto a los ácidos nucleicos, de gran significancia
para aspectos taxonómicos, ya sea para el reconocimiento de especies, el
análisis filogenético o la clasificación de organismos.

La investigación sobre la regulación de la expresión del DNA, su duplicación,


constancia, repetitividad y modificación, así como muchos otros aspectos, ha
puesto al descubierto una amplia gama de hechos de importancia potencial en
taxonomía.

A pesar de todos estos descubrimientos, la historia de la taxonomía ha dejado a


sus practicantes el entendido de que no hay que perder de vista la interrelación
de nuestras tareas fundamentales: 1) la clasificación de organismos con base en
su genealogía, y 2) la distribución de las propiedades, caracteres o atributos
entre los organismos. Ambas tareas se interrelacionan aún más debido a los
fenómenos macromoleculares que se han descubierto en tiempos recientes. Se
requiere clasificar organismos que pertenecen a especies que se crean a partir
de un proceso de ancestría-descendencia con modificación, donde los ácidos
nucleicos son fundamentales pero no son los únicos. Como caracteres, no están
bien conocidos aún, pues por los resultados recientes se considera que todavía
no termina la larga cadena de descubrimientos espectaculares.

El uso de la adjetivación respecto a los caracteres, es decir, la aplicación de la


terminología y las consecuencias de ésta a los caracteres, no es del todo posible
en los ácidos nucleicos y por ende se dificulta la aplicación del método.

Bajo esta perspectiva, puede observarse que el método y sus posibilidades no


están en entredicho; éste tiene un uso más o menos bien delimitado, pero lo
que se cuestiona es la utilización indiscriminada de los ácidos nucleicos con un
conocimiento aún inadecuado de ellos.

Los líquenes son una asociación entre un alga y un hongo; dos


entidades cuyos componentes tienen ancestros distintos, pero
que para funcionar como organismos necesitan integrarse,
haciéndose complementarios...

Bajo otra perspectiva puede advertirse que el cuestionamiento al que conducen


los descubrimientos recientes de movimiento horizontal del DNA apunta hacia la
idea de que los caracteres se heredan de ancestro a descendientes, pero se
ignora el movimiento genético entre organismos de especies distintas, con lo
cual el método debiera caer en desuso y, tal vez, sería mejor regresar a la idea
de semejanza total de los feneticistas, ya que la posibilidad de reconocer la
genealogía de los organismos no es más que una quimera.

Mientras hay más resultados, la práctica consiste en el empleo del método


hennigiano para caracteres morfológicos, sean micro o macro, externos o
internos, de juveniles o de adultos; y por otra parte, el análisis de caracteres
macromoleculares (ácidos nucleicos y proteínas). Ambos deben ser congruentes
y una incongruencia indica datos erróneos o bien método o decisiones
arbitrarias, pues a pesar del dilema planteado por el movimiento horizontal del
DNA hay una sola historia de los hechos de interrelación filogenética entre los
organismos, la cual está por descubrirse.

Por el momento, muchos biólogos moleculares no están preocupados por este


problema metodológico, y con frecuencia establecen interrelaciones mediante
métodos hoy en desuso o de bajo poder de resolución entre los taxónomos
modernos. Aunque siendo justos en la crítica, muchos taxónomos "modernos"
practican métodos anticuados e improcedentes para los problemas que los
ocupan. Nos espera aún una polémica incesante, plena de vigor y creatividad,
sobre todo si se recuperan las enseñanzas de la historia de la taxonomía y si se
tratan de hacer preguntas de relevancia a los nuevos problemas planteados.

Sin menospreciar el debate internacional de estos problemas científicos, pues


éstos determinarán los quehaceres próximos, tenemos ante nosotros una
situación harto compleja. Queremos ser partícipes creativos de la ciencia, pero
en México nos espera la resolución de problemas más preocupantes, pues somos
testigos del decaimiento de la taxonomía y de su falta de madurez en la última
década. La causa de esto ha sido también la falta de madurez de la ciencia
mexicana, pero sin duda alguna también lo ha sido la incomprensión de otros
colegas científicos y la carencia de medios y recursos para su desarrollo.

Señalo con convicción que se requiere hacer un gran esfuerzo institucional y


colectivo para construir un gran museo nacional de historia natural, a través del
cual se pueda hacer realidad el cultivo y la difusión de una ciencia fundamental
para el desarrollo de la biología, una disciplina indispensable para un
conocimiento adecuado de los recursos naturales y culturales de la nación.

EPÍLOGO

ORA procede que tu mente indague las cualidades de los elementos, cuán
diferentes sean en sus formas y cuál la variedad de sus figuras: no porque haya
un gran número que sea de formas diferentes; mas los seres que ellos componen
nunca se asemejan tampoco esto es extraño, pues he dicho ser su número
inmenso, ilimitado; no deben, pues, tener las mismas formas exactamente con
igual contorno. Considera además la raza humana y mudos nadadores
escamosos, y los hermosos árboles, y fieras, y variedad de aves que frecuentan
los sitios deleitosos de las aguas, las riberas y fuentes y lagunas, y las que corren
bosques solitarios con raudo vuelo; en general compara los individuos de
cualquier especie, y encontrarás en ellos diferencia: el hijo no podría de otro
modo conocer a la madre, ni ésta al hijo; vemos que se conocen mutuamente
como el hombre conoce sus hijuelos. De la naturaleza de las cosas, "La doctrina
fundamental" TITO LUCRECIO CARO (99-55 a.C.)

GLOSARIO

analogía. Par de caracteres de especies distintas que tienen igual función pero
son de distinto origen.

apomorfía. Dentro de un par de caracteres con un mismo origen, es el


diferenciado o posterior a partir del preexistente.

autapomorfía. Carácter diferenciado que es propio o único de un solo grupo o


una sola especie en un análisis de caracteres.
convergencia. Dentro de un par de caracteres con distinto origen, se expresa
semejanza de éstos.

curador. Científico o técnico que cuida o cura las colecciones dentro de un


museo; efectúa las tareas curatoriales que se requieren para hacer posible el
estudio de los ejemplares de las colecciones.

curatorial. Tareas técnicas que se practican en la adecuación y el


mantenimiento de los ejemplares, las muestras y las colecciones en los museos.

homología. Dos caracteres que presentan un patrón de ancestría-descendencia


entre ellos, son del mismo origen.

homoplasía. Dos caracteres que no presentan un patrón de ancestría-


descendencia entre ellos, son de distinto origen (analogías, convergencias,
reversiones y paralelismos).

monofilia. Un grupo de especies que comprende una ancestral con todas sus
especies descendientes.

parafilia. Un grupo de especies que comprende una ancestral y parte de sus


especies descendientes.

plesiomorfía. Dentro de un par de caracteres homólogos, el de origen anterior


y menos diferenciado es el que da lugar al siguiente en la serie de
transformación: el apomórfico.

polifilia. Un grupo de especies que comprende más de una especie ancestral,


lo cual produce la conjunción de especies de distinto origen.

simplesiomorfía. Un carácter homólogo que se encuentra en dos o más grupos


de especies. Se considera que éste se emitió de una especie ancestral que no es
la más cercana a esos grupos de especies.

sinapomorfía. Un carácter homólogo que se encuentra en un par de especies


o grupos de ellas. Se considera que éste se emitió de la especie ancestral más
cercana de ese grupo de especies y no existía en una especie o grupo más
antiguo.

sistemática. La ciencia que investiga la diversidad y las relaciones d los


organismos, cuyo propósito principal es producir un sistema de referencia
general, bajo el cual se examinen las relaciones existentes entre los distintos
sistemas particulares.

taxonomía. La ciencia que estudia las teorías, los fundamentos y las leyes para
generar clasificaciones. Dado que este término y el precedente se han usado
indistintamente, y a que no hay acuerdo respecto al significado de sus
etimologías, se recomienda tomar en cuenta la existencia de dos tareas en la
clasificación que se relacionan entre sí, pero no se prefiere ninguno de estos dos
términos y pueden utilizarse ambos.
PARA CONTINUAR LEYENDO

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