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Prólogo
La necesidad de clasificar a los seres vivos siempre ha sido una preocupación importante
de las culturas y civilizaciones, y se ve reflejada en la enorme riqueza de términos
zoológicos y botánicos del vocabulario de los lenguajes y dialectos hablados por varias
etnias y culturas. Lo cual se debe, precisamente, a que las clasificaciones constituyen
sistemas de palabras y símbolos que denotan conceptos y, en el campo de la biología
tratan de ofrecer un estimado de la diversidad, las relaciones y la organización de la
vida.
El hombre y las sociedades que forma han tenido que reconocer su entorno biótico y
describir sus discontinuidades, a la vez que denominar cada una de las unidades que
componen la diversidad de los seres vivos, para así formular un arreglo clasificatorio de
los organismos.
En las últimas décadas, parece haberse alcanzado un mejor entendimiento de lo que las
clasificaciones de los organismos han sido y deben ser con respecto a sus estructuras,
funciones y propiedades; también en cuanto a sus usos y a la necesidad como patrón de
referencia fundamental en las ciencias biológicas. Además, hay un conocimiento mayor
de la sistemática y/o taxonomía de las especies, lo que significa un mejor entendimiento
de los atributos biológicos de los organismos o grupos de ellos y de su historia evolutiva
(filogenia).
Por otra parte, en las últimas tres décadas el debate de innumerables aspectos
emprendidos por las tres escuelas de taxonomía biológica contemporánea ha permitido
grandes avances en el esclarecimiento de los fundamentos, conceptos y métodos de las
clasificaciones biológicas, a saber: 1) Taxonomía fenética, numericista o
neoadansoniana. 2) Taxonomía filogenética, genealogista o cladista. 3) Taxonomía
evolucionista, filista, gradista o tradicional
En este libro se pretende ofrecer un panorama breve, una visión histórica del quehacer
de la taxonomía biológica contemporánea; por ello se tratan algunos rasgos
sobresalientes de su historia, sus funciones, necesidades, herramientas técnicas y de
análisis, así como sus propiedades, la polémica y aspectos del debate reciente.
INTRODUCCIÓN
Releía hace algún tiempo un periódico donde Arthur Koestler señalaba varios
criterios populares para calificar un procedimiento o estudio como científicos.
Destacaba la descripción, la sistematización, la medida, la explicación, la
predicción y al conocimiento del Universo. Después de un brevísimo
análisis, descartaba estos criterios como elementos que caracterizan
exclusivamente a la ciencia; sin embargo, sostenía que es difícil concebirla sin
las acciones de contar, medir, ordenar, organizar, clasificar y sistematizar.
Como acontece a menudo, antes de dar una respuesta, una rápida reflexión
conduce al reconocimiento de que la pregunta es imprecisa o está mal planteada,
por lo que la respuesta puede ser irrelevante, en este caso por dos razones
fundamentales: 1) la taxonomía biológica no es sinónimo de clasificación
biológica, aunque la incluye, y 2) la taxonomía biológica comprende
otras dos disciplinas que son a la vez una base muy importante en la
biología y en la clasificación de los seres vivos: a) el reconocimiento de
especies, conceptos de especie y patrones de especiación, y b) la
historia evolutiva de los organismos o filogenia, particularmente el
aspecto de relaciones de consanguinidad o genealogía. Sin estas
disciplinas, la taxonomía de los seres vivos podría equivaler a clasificar cualquier
conjunto de objetos. ¿Quiere esto decir que los seres vivos son distintos de otros
objetos o fenómenos, de modo que puedan y deban clasificarse de manera
distinta?
La respuesta sería positiva si se considera que entre los seres vivos pueden
descubrirse —objetivamente— unidades distintas y discontinuas llamadas
especies, que tienen o han tenido una posición definida en la escala del tiempo
y un lugar determinado en la biósfera. La respuesta sería afirmativa si se acepta
también que estas especies se originaron como una modificación a partir de
otras, es decir, que tienen genealogía reconocible.
De acuerdo con los anteriores puntos de vista podemos reconocer que la ciencia
no pretende decir mentiras ni ocultar verdades y busca distinguir entre hechos
y especulaciones y a la vez puede aceptarse que clasificar a los seres vivos en
una perspectiva evolutiva es una actividad científica, puesto que no es una tarea
de mero ordenamiento, ya que para ello se necesita postular o suponer mucho
más que la suma de similitudes y diferencias; por ejemplo, del conocimiento de
hipótesis y teorías sobre las afinidades de las especies, de sus características y
de su evolución en el tiempo y en el espacio. Por lo tanto, con el fin de clasificar
especies siempre se requerirá del planteamiento de hipótesis de relación
genealógica (relaciones sanguíneas). Establecer una clasificación filogenética de
los seres vivos demanda métodos y procedimientos racionales que permitan
reconocer, como partes constitutivas del universo biológico, a conjuntos de
entidades afines o taxa, con el fin de descubrir sus relaciones de ancestría-
descendencia. Ésa es la forma de descubrir una parte del orden orgánico entre
los seres vivos, y de acuerdo con este orden histórico es posible expresar su
clasificación.
En las dos anécdotas anteriores, los conjuntos de muestras de seres vivos fueron
ordenados de acuerdo con similitudes, sin que hubiera de por medio alguna
hipótesis de relación o teoría biológica. Los elementos de los grupos formados
en insectos, conchas y caracoles eran adjudicados por la similitud observada;
entre los distintos grupos sólo mediaba la discontinuidad en forma, tamaño y
color.
Ambas personas clasifican objetos sin reconocer que las formas, tamaños y
colores que poseen están ligados o interrelacionados por fenómenos biológicos;
las similitudes que exhiben los seres vivos son el resultado de tales fenómenos.
Deseo señalar, finalmente, que la meta del libro es mostrar varios problemas
acerca de la clasificación de los seres vivos, para lo cual tuve a disposición dos
alternativas: la primera era intuitiva y consistía en formalizar los conceptos e
ideas, mientras que la segunda —que es la elegida— consiste en examinar con
una secuencia histórica los conceptos e ideas en la taxonomía de los seres vivos,
es decir, seguir el camino de "la búsqueda del método natural".
En esta obra se sigue más o menos un orden histórico, pero a la vez se analizan
o se ponen de relieve las ideas más sobresalienes en biología con implicaciones
en la taxonomía. A lo largo de este libro el lector reconocerá que me refiero sólo
a determinados protagonistas, ciertas obras, contados países y algunas fechas
o periodos; no quisiera que el lector entendiese que la historia de la ciencia debe
interpretarse así. Simplemente compréndase que la extensión del libro y la
audiencia a la que principalmente va dirigido impone fuertes limitantes, además
de las propias del autor, las cuales me conducen a ser selectivo y adoptar estilos
cómodos y hasta cómicos para narrar pasajes históricos en la ciencia. Sin
embargo, el lector debe advertir que las ideas, conceptos y términos usados en
la ciencia de hoy con frecuencia tiene una larga y accidentada historia.
Es más productivo saber que hay una clasificación principal y otras de "menor
importancia". Resulta de mayor trascendencia el reconocer los problemas, las
necesidades, algo sobre los métodos y un poco sobre la historia de las ideas y
de los autores que han trabajado en las clasificaciones de los organismos,
además de saber quiénes son y dónde clasifican a los seres vivos. Por otra parte
es reconocer la indispensable relación que existe entre la clasificación y otras
disciplinas científicas estrechamente afines, expresadas por los términos
taxonomía-sistemática, filogenia, así como destacar las unidades básicas en la
clasificación de los seres vivos: individuos, organismos, demos, poblaciones,
especies y grupos taxonómicos superiores o supraespecíficos.
Las clasificaciones del pasado tenían como objeto principal reunir especies por
comunidad de parecido (similitud general) y no por comunidad de origen
(ancestría-descendencia). Ayer se percibían las discontinuidades de formas y
funciones con base en las cuales eran reconocidas las especies y se construían
clasificaciones; actualmente, dado que estas formas y funciones se reconocen
como un producto heredado, se plantea la pregunta de cuál fue la especie
parental, esto es, la especie primigenia —la madre—, de tal modo que aquellas
especies que provienen de una misma especie ancestral se reúnen en un mismo
grupo de especies o taxón, aun cuando aparentemente difieran en la similitud
de varios caracteres, porque cada especie puede transformar sus caracteres de
modo independiente durante la evolución, pues al ser diferentes y al estar
sometidas a presiones diferenciales por su medio ambiente, sus rutas o
direcciones y su cantidad de cambio en la evolución pueden diferir.
Los caracteres de un mismo origen que comparten las especies son de dos tipos:
aquellos que eran exclusivos y que heredaron de la especie que les dio origen —
la especie madre— y aquellos que son compartidos con sus especies hermanas
pero provienen desde la especie "abuela" u otra más antigua. Por otra parte, en
la clasificación se refleja el carácter cambiante y progresista de la ciencia, pues
un mejor conocimiento de la evolución y por ende de las relaciones de ancestría-
descendencia de las especies, así como el nuevo conocimiento de especies y
caracteres, ocasionan necesariamente cambios en las clasificaciones antiguas y
en las contemporáneas.
Otros científicos han sostenido que cualquiera que sea la clasificación, debería
ser estable. Con esto quieren decir que sufra el menor número posible de
cambios, lo cual es congruente con la necesidad de que las clasificaciones tengan
poder de predicción, por ejemplo: que si se llegasen a conocer más especies o
a usar más caracteres o atributos en los estudios de los organismos, las
clasificaciones y los nombres usados debieran observar pocos cambios, pues la
predictibilidad y la estabilidad de la clasificación lo haría posible. Algunos
taxónomos asocian estrechamente el criterio de comunicabilidad con el de
estabilidad; sostienen que una clasificación inestable, que constantemente pasa
por muchos cambios, no puede servir para la comunicación de las propiedades
o interrelaciones entre los seres vivos, lo cual intuitivamente no es aceptable.
En este caso no sólo se trata de un problema de estructura de las clasificaciones
sino de algo más fundamental.
Actualmente no existe una solución ideal, óptima o "la mejor" para tales
demandas en su conjunto. Sin embargo, los científicos no han cejado en su
búsqueda para resolver esos problemas y han ofrecido algunas soluciones;
aunque el problema central persiste debido a que se continuarán descubriendo
nuevas especies y no podemos predecir cómo alterará esto las relaciones de
ancestría-descendencia hasta ahora establecidas entre las especies que se
conocen. Por otra parte, debe tomarse en cuenta que el estudio de nuevos
caracteres (micromorfológicos, químicos y genéticos) no analizados todavía en
muchísimos grupos de organismos promete cambios en las supuestas relaciones
genealógicas basadas exclusivamente en unos cuantos caracteres.
Tómese en cuenta que es posible progresar en el conocimiento del proceso y los
mecanismos de la evolución de los seres vivos, de modo que sus resultados
también afecten la interpretación de la similitud de los caracteres en las
filogenias de los taxa o grupos de organismos. Estos tres tipos de avance o
progreso en la biología tendrán sus consecuencias en la genealogía que hoy
postulamos para los organismos conocidos y, por ende, afectarán en mayor o
menor grado las clasificaciones en la biología.
De cualquier modo, no todas las soluciones a los problemas que necesitan por
ahora numerosos científicos son soluciones a problemas cotidianos que reciben
soluciones prácticas y operacionales por medios electrónicos. Existen otros
problemas mucho más complejos y profundos en taxonomía, como el de la
comparación de las categorías clasificatorias y clasificaciones y el de la
congruencia entre las clasificaciones basadas en caracteres distintos —
moleculares y morfológicos— y de fases distintas —juveniles y adultos— que
serán tratados en otro momento.
Se ha dicho que los taxónomos trabajan con organismos o seres vivos; sin
embargo, acabamos de señalar que frecuentemente están asociados a museos
donde hay colecciones de matas o bichos muertos, conservados en seco o en
alcohol. ¿Acaso ambas cosas se oponen? La respuesta es no, y para ello
tendríamos que comentar algo sobre los museos y las colecciones que albergan.
A menudo se dice que el "corazón" de los museos son las colecciones. Por dos
razones principales, éstas tienen un enorme valor: a) a partir de ellas se ha
producido gran parte del conocimiento que se tiene sobre la diversidad de los
organismos. Valen tanto por lo que contienen como por lo que han ofrecido y
ofrecen a todos los investigadores dedicados a su estudio, y b) contienen una
información que de otro modo estaría dispersa en el tiempo y espacio. Las
poblaciones ahí representadas en ocasiones están extintas o han sido
diezmadas. De esta manera, las muestras así reunidas son relativamente
perennes o de larga preservación, lo cual facilita y agiliza su estudio. Las
colecciones, para el taxónomo, son a la vez "herramienta fundamental",
"producto terminado" y "objeto de estudio", pues son muestras de la diversidad
biológica.
Hemos expuesto una síntesis sobre los centros donde se hace la taxonomía, pero
poco se ha comentado sobre algunas de las actividades de los taxónomos,
propiamente de las tareas cotidianas del taxónomo práctico. Una de las tareas
más frecuentes de los taxónomos está relacionada con la elaboración de los
inventarios bióticos regionales, el listado de especies que habitan un lugar, el
reconocimiento de su asociación con otras especies en un hábitat determinado
y los aspectos más sobresalientes de su distribución local. Es importante y
laboriosa la tarea de recolectar y observar en una región los organismos y
poblaciones, formular claves para su identificación, registrar parámetros
geográficos y ecológicos de su distribución, así como ilustrar las especies o
grupos de ellas. Por otra parte, muchos especialistas en otras disciplinas
biológicas y muchos tecnólogos y científicos requieren saber la identidad de los
organismos, poblaciones y especies o grupos de ellas cuando se encuentran
realizando una investigación o están trabajando en un aspecto de aplicación.
Normalmente, este tipo de personas envían parte de las muestras con las que
trabajan a los taxónomos para su identificación. Los taxónomos, según el
sistema de clasificación aceptado o de uso corriente, ubican el lugar de las
muestras y les asignan el nombre que les corresponde en el sistema en práctica.
II. CÓMO CLASIFICABAN LOS MAYAS Y LOS FORE LAS PLANTAS Y LOS ANIMALES
Mientras que los fore reconocieron y designaron 110 nombres para las aves, los
taxónomos del Museo Americano admitieron 120. En 93 casos hubo una
correspondencia uno a uno entre los ámana aké de los fore con las especies de
los científicos. Ocho ámana aké designaban a los machos y a las hembras de
cuatro especies fuertemente dimórficas reconocidas por los taxonomos del
museo; en estas especies, las plumas del macho son usadas por los nativos para
decoración. En nueve casos un ámana aké se aplica a dos o más especies de
pájaros estrechamente relacionadas; sin embargo, a menudo los fore dieron
nombres distintos a especies muy parecidas, que los taxónomos en el campo
confundían, pero que los fore diferenciaban fácilmente por el canto y los patrones
conductuales. En varios casos los nombres adjudicados a las especies de pájaros
fueron descripciones onomatopéyicas, es decir, derivadas de los cantos de las
especies; en otros casos los nombres se referían al hábitat, hábitos o algún
carácter de forma y color, pero la gran mayoría no tuvieron etimologías obvias.
Nos podemos juntar y nos podemos dividir según sea nuestro parecido
y nuestra jerarquía, ¡por supuesto!
Muchos otros resultados se obtuvieron de estas experiencias con los fore, pero
hablar sobre ellos no forma parte de los propósitos de este libro. Las
conclusiones más generales que pueden obtenerse del estudio con los fore son
varias: 1) la estrecha correspondencia en el reconocimiento de las
discontinuidades, tanto desde el punto de vista científico como en la cosmovisión
fore del mundo biótico, se relaciona con la gran objetividad del concepto de
especie; 2) cuando una comunidad cultural usa más una parte del universo
zoológico, ésta tiene mayores significados utilitarios para ella y las
discontinuidades son percibidas y denominadas con mayor precisión, como fue
el caso de los machos y las hembras de aves del paraíso, que tienen gran
significancia entre los fore; 3) muchas especies difíciles de observar, como los
chotacabras y las ranas de hábitos nocturnos, son bien distinguidas y
denominadas de manera distinta, aunque no con la precisión aplicada a los que
son muy utilizados; 4) las categorías de clasificación superior son pocas (nueve)
y se relacionan ampliamente con las distintas "formas de vida" o "tipos" de
animales, y 5) puede descubrirse una incipiente jerarquía de las categorías
clasificatorias en la clasificación de los fore.
Como puede verse, los resultados de este estudio son algo limitados por varias
razones. Una de ellas se debe a que hizo falta un mayor conocimiento
antropológico y lingüístico para efectuar un análisis más detallado de la
nomenclatura utilizada por los fore. Ahora pasemos a otros casos donde la
taxonomía folk o precientífica —como también se le llama— tuvo mayor
desarrollo, en los que es posible reconocer numerosos principios y fundamentos.
El lector debe saber que México es pionero en los estudios de sistemática popular
o taxonomías folk, tradicionales o precientíficas. A fines del siglo pasado, Del
Paso y Troncoso publicó una obra sobre la taxonomía botánica náhuatl, que se
encuentra incluida en su estudio acerca de la historia de la medicina. Dada la
enorme cantidad de dialectos y lenguajes de numerosos grupos culturales
(etnias) originarios de México, hay muchos diccionarios y estudios
antropológicos relacionados con el tema. Así también, desde la década pasada
varios biólogos, antropólogos y agrónomos nacionales y extranjeros han
trabajado diversos problemas en sistemática folk, fundamentalmente con
distintos grupos mayas, pero también con grupos del altiplano mexicano y de
otras áreas etnoculturales. De particular importancia son los estudios de Berlin,
Breedlove, Raven y Hunn con los tzeltales de las tierras altas de Chiapas, los de
Barrera con los mayas de Yucatán y de varios de sus discípulos en distintos
lugares de México, así como las investigaciones de Hernández o sus discípulos
con grupos mayas y nahuas. Por todos estos antecedentes, por el progreso y
posibilidades de la etnociencia en nuestro país, y también por el interés en tales
aspectos de nuestra identidad nacional, que han mostrado muchos grupos de
jóvenes investigadores, México podría ser una potencia en líneas de
investigación de taxonomías tradicionales. Tómese en cuenta que en este tipo
de estudios se avanza en el conocimiento de las clasificaciones y nomenclatura
de las diversas etnias de nuestro país y así también se "rescata" el saber
tradicional, cuyas implicaciones en medicina, ecología y manejo de los recursos
bióticos puede ser de gran valor e importancia para la ciencia y la economía
nacionales.
Primero nos vamos a referir a las investigaciones de Berlin y su grupo con los
tzeltales. Sus trabajos revisten gran interés debido a que de sus resultados se
derivan varias características comunes a la mayoría de las clasificaciones
tradicionales, lo cual ha proporcionado una síntesis de muchas otras
publicaciones de investigadores que trabajaron con diversos grupos aborígenes
de distintas partes del mundo, por ejemplo, los hanunóo de las Filipinas, los
cantoneses de Hong Kong, los guaraníes de Argentina, los navajos de los Estados
Unidos y otros más. Los principios descubiertos por este grupo de investigadores
son los siguientes: 1) en todos los lenguajes se reconocen grupos de organismos
en la naturaleza que son tratados como unidades discontinuas (taxa); 2) estos
taxa se agrupan en un número reducido de clases, que se pueden denominar
categorías taxonómicas etnobiológicas, las cuales pueden definirse en términos
de criterios lingüísticos y taxonómicos, que son: iniciador único, forma de vida,
género, especie y variedad; 3) las cinco categorías tienen un orden jerárquico y
los grupos de organismos (taxa) asignables a cada rango son mutuamente
excluyentes; 4) a menudo al taxón en la categoría más incluyente o iniciador
único no le es asignada alguna palabra, por ejemplo: las palabras planta o animal
raramente se utilizan —en este punto es importante que el lector atienda que
una cosa son las categorías o niveles en una clasificación jerárquica y otra son
los taxa, por ejemplo: en la categoría coronel de una jerarquía militar pueden
estar varios taxa, los coroneles Jorge Soberón, Miguel Franco y Juan Labougle—
; 5) los taxa de la categoría "forma de vida" invariablemente son pocos en
número, cinco a diez, los cuales incluyen a la mayoría de todos los taxa
nombrados de rango inferior —recuerde el lector el punto 4 en el subtítulo de
los fore de Nueva Guinea—; 6) en la mayor parte de las taxonomías folk, los
taxa miembros de la categoría de género son siempre más numerosos —
aproximadamente 400— que los taxa forma de vida; 7) los taxa de especie y
variedad existen en un número reducido dentro de cada género y los conjuntos
de más de dos especies dentro de cada género a menudo son grupos de
organismos de la mayor importancia económica y cultural. Los taxa de especie
y variedad se reconocen lingüísticamente en lo que se llama por lo común un
binomio, que incluye los nombres de género y especie a los que pertenecen, y
cuando es un trinomio incluye el nombre de la variedad; y 8) los taxa
intermedios entre la forma de vida y los géneros son muy raros y no se les
asigna un nombre, por lo cual se pueden admitir categorías encubiertas.
Yo los clasifico de acuerdo con lo que me sirve... o al menos eso les
hago creer. No saben mi cosmovisión.
Barrera, con los mayas de Yucatán, estudió los mismos ocho principios y el
mismo Berlin los volvió a reconocer tiempo después en los aguarunas y jívaros
del Perú. Una explicación basada en razones lingüísticas, en función de las
posibilidades de memoria humana y la facilidad de manejo de un número de
nombres de un área biótica limitada parece tener lugar para entender los
números de taxa y las categorías clasificatorias folk. Si lo vemos en relación con
que los grandes viajes de los naturalistas durante los siglos XVIII y XIX
expandieron notablemente los límites de un área a toda la Tierra, la invención
de la imprenta y el microscopio tiempo antes, las posibilidades de formación de
colecciones de animales y plantas conservados (con todas las ventajas y
propiedades que se citaron) vinieron a romper con las limitaciones impuestas al
conocimiento de las culturas regionales.
Conviene insistir en una diferencia básica que existe entre las taxonomías
biológicas folk y la taxonomía biológica evolutiva: en las primeras la construcción
del sistema de clasificación se hace por semejanza y en la segunda, al menos en
la más importante, que sirve como sistema de referencia, se hace por comunidad
de origen o afinidad sanguínea (genealogía); y la interpretación de la similitud y
la diferencia se realiza en términos filogenéticos. Una concepción de la evolución
del mundo orgánico como en la ciencia actual no se registra en las culturas
precientíficas hasta ahora conocidas.
DE LA CUENCA DE PÁTZCUARO
El término terekuicha abarcaba a todos los hongos; así, pareciera que el iniciador
único o taxón de la categoría inicial en las clasificaciones tradicionales de plantas
y animales, sí estuviera nombrado para hongos, aunque posiblemente el término
sólo fuera una forma de vida así denominada, pero no incluida en ninguna de
las categorías iniciales. La palabra cikinte' designa cualquier hongo entre los
huastecos, como canul te' tik entre los tzotziles, ccho entre los matlatzincas, tai
entre los mazatecas y nanacatlente entre los nahuas.
I. Carnosos con
costillas tepejkua (llaveritos)
paxakuas
En casi todos los casos los nombres "genéricos" se relacionan con una
descripción propia del grupo de hongos que son denominados. Cada género
representa e incluye a varias especies de hongos. Se hace referencia a una
especie como la principal o representativa y dentro de cada grupo se pueden
reconocer tres categorías utilitarias, que definen el sistema de clasificación en
los géneros: los que se comen, los malos (que no se comen) y los que
emborrachan.
En la etnotaxonomía hay mucha, muchísima tela de dónde cortar aún. Todos los
investigadores que han publicado sobre este tema han dejado numerosas
preguntas por responder. En México existe un territorio rico en etnias, floras y
faunas, que son parte de nuestra riqueza cultural y de un mosaico de identidad
nacional que debemos investigar.
EN EL OCCIDENTE ANTIGUO
El grupo de los enaima está formado por los siguientes subgrupos: 1.1:
cuadrúpedos que generan dentro de sí seres semejantes (los mamíferos de hoy),
que incluye a las ballenas, delfines, cachalotes, focas, murciélagos, monos, etc.,
y al hombre; 1.2: cuadrúpedos que generan seres poniendo huevos (algunos
pueden carecer de patas, como los reptiles y anfibios de ahora); 1.3: bípedos
con plumas, grupo que admitía similitudes homólogas entre las alas y las patas
anteriores de los cuadrúpedos (incluye aves de la clasificación actual), y 1.4:
peces o ápodos, que admitían similitudes homólogas entre los cuadrúpedos y las
aletas: incluye a los peces de hoy.
Los jardines botánicos permitieron preservar las plantas vivas, con una parte
enorme de sus propiedades que podían ser estudiadas y corroboradas
constantemente por médicos, botánicos y cualquier otro estudioso de la época.
Se superó el método de los "herbalistas" usado durante el Medioevo. Los
herbalistas copiaban los dibujos, los nombres y las pequeñas descripciones de
las especies a partir de los primeros escritos y figuras, pero lo hacían de modo
tal que las modificaban, haciendo que, por ejemplo, una vid descrita e ilustrada
inicialmente terminaba siendo un olivo. La conservación de las plantas o partes
de ellas —flores, frutos, hojas, etc.— también ayudó muchísimo para superar los
procedimientos de los herbalistas.
En tercer lugar, los grandes viajeros y expedicionarios —italianos y portugueses
primero; españoles, franceses, ingleses, alemanes, belgas, holandeses,
austriacos y suecos después— aportaron al conocimiento occidental una enorme
cantidad de especies vegetales y animales que diferían notablemente entre sí
mientras más distantes les se encontraban geográficamente. Así se
incrementaron de modo rápido las colecciones de los jardines botánicos y las de
animales conservados en los gabinetes de historia natural. Con todo ello
empezaron a pulular los nombres y pronto se hizo necesaria una revisión del
sistema de clasificación.
Tunicados 2 000
Miriápodos y otros
30 000
artrópodos
Peces 30 000
2 444
Briozoarios 4 000 TOTAL
282
Durante ese tiempo los cientos de especies por clasificar aumentaron a miles de
especies. Se comenzó a discutir el sistema aristotélico, que se adaptó y
modernizó a las necesidades de esa época.
La herencia de Aristóteles a los clasificadores fue tan importante que resultó
imposible prescindir de sus ideas, principalmente de su principio de división
lógica y del reflejo de las clases naturales del filósofo, a partir de la materia
inanimada al hombre, que se traducían en la noción de la progresión.
LA CLASIFICACIÓN DE TOURNEFORT
1.
Campaniformes
2.
Regulares
Infundibuliformes
Monopétalas
Irregulares 3. Personadas
4. Labiadas
Simples 5. Cruciformes
6. Rosáceas
Regulares 7. Umbelíferas
8. Cariofiláceas
Polipétalas 9. Liliáceas
Con
flores y
con
Irregulares 10. Papilionáceas
pétalos
11. Anómalas
12. Flosculosas
13.
Hierbas
Semiflosculosas
15. Aestamíneas
Sin
pétalos
Pétalas
5 estambres: V. Pentandria
10 y 11 estambres: X. Decandria
12 estambres o cualquier
XI. Dodecandria
número entre 12 y 19:
20 estambres o más:
Estambres soldados:
La unión de los estambres se presenta en los filamentos:
Durante la época de Linneo los centros de estudio taxonómico fueron los jardines
botánicos, los parques zoológicos, los gabinetes de historia natural y las
universidades, pero pronto vendrían los grandes museos, que hasta la fecha son
los principales centros de investigación de la diversidad de los seres vivos y
muertos.
La personalidad de Linneo es descrita por sus biógrafos (él mismo escribió ¡cinco
autobiografias!) como la de un ser extraordinariamente metódico, pues todo lo
que hacía y decía guardaba un orden dentro de su sistema.
Por otra parte, Linneo sugirió una serie de reglas para formar los nombres de
las especies que, por su sencillez y consistencia, aún son de gran uso. Para los
géneros, aconsejaba que debían de emplearse nombres cortos, que se oyeran
agradablemente (eufónicos), y de preferencia se derivaran de características
muy sustantivas al grupo de especies que incluían, o bien se basaran en los
nombres de los sistematas más destacados o de la mitología griega o romana,
como el mismo Linneo estableció en los nombres genéricos de las mariposas. Lo
mismo opinaba respecto a los nombres específicos, al insistir en que el carácter
elegido como denominador no fuera un carácter variable. Recomendaba que,
preferentemente, se derivara de la proporción, forma y posición de las partes de
la planta, aunque en ocasiones los datos geográficos, de origen de la especie o
planta huésped para animales serían de igual valor en la formación de los
nombres. La nomenclatura binomial y el sistema de Linneo contribuyeron a la
popularización del estudio de la historia natural, particularmente de la botánica.
Mientras tanto, las clasificaciones de Linneo se vieron superadas por las de los
franceses De Jussieu en plantas y por las de Buffon y Cuvier en animales, pero
todos los postlinneanos en general siguieron su sistema. El ordenamiento que él
seguía, que colocaba al hombre (Homo sapiens) en la cúspide, aún implicaba la
idea de progresión de los seres vivos planteada por Aristóteles. Las analogías
entre las partes de las plantas y los animales requerían una teoría que las
explicase.
Con el concepto de lo 'natural' explicado previamente, esto es, por medio del
examen de todos los caracteres de todas las partes del organismo reconocidos
en las plantas, Adanson pretendía encontrar los grupos que se debían formar
naturalmente e integrarlos en una clasificación; así, rechazó el método de elegir
arbitrariamente una sucesión de caracteres que le permitieran subdividir y
clasificar el universo de los seres vivos, con base en esencias establecidas por
similitud total contra principio de división lógica, dos principios no contrapuestos.
Así, reconoció muchísimos caracteres (598) en las plantas, examinó su
distribución —uno por uno— en 58 "familias" y formó 65 sistemas artificiales de
acuerdo con varias clases establecidas que se señalaban por cada carácter.
En otro sentido, Antoine De Jussieu, que era sobrino del maestro de Adanson,
hizo una crítica importante al mencionar sus ideas en relación con el método de
investigar todos los caracteres para descubrir el sistema natural. Postuló que los
seres vivos presentan similitudes y diferencias basadas en la situación, el
número y la configuración de sus partes; los caracteres no deben ser contados
como unidades sino cada uno según su valor relativo, de modo que un solo
carácter puede ser superior a varios juntos. La investigación de los caracteres
es la base de la sistemática para descubrir el orden entre los organismos, pero
éstos tienen una subordinación, una jerarquía.
Los problemas acerca de la expresión de los caracteres, las diferencias entre los
organismos de una misma población, la modificación de los caracteres durante
el desarrollo de los individuos y otros fenómenos más que tienen implicaciones
en la taxonomía biológica, habrían de esperar más tiempo para ser abordados,
hasta la maduración de teorías morfológicas, embriológicas, genéticas y
evolutivas.
Varios son los ejemplos de los que Lamarck se valió para sustentar sus ideas;
una de las más conocidas es la de la jirafa, que llegó a tener un cuello tan grande
como resultado de que cada vez requería estirarse más para obtener su alimento
de los árboles, lo cual fue heredado a sus descendientes de generación en
generación. En cambio, debido al mismo proceso de herencia, el oso hormiguero
había perdido sus dientes y alargado su lengua porque ya no masticaba sino que
atrapaba insectos para comer, como el medio ambiente se lo exigía.
Como podemos reconocer, el caballero Lamarck definió muy bien los niveles
jerárquicos de una clasificación biológica (categorías taxonómicas), como meras
invenciones o convenciones y a los grupos de especies (taxa) como los conjuntos
reales y objetivos que son ubicados de acuerdo con sus relaciones en esos
niveles de clasificación. Discrepó de la anarquía en la nomenclatura biológica de
su tiempo, esto es, de las reglas para asignar los sistemas de nombres
empleados en la denominación de los taxa. Decía que la nomenclatura era
necesaria como un medio para fijar nuestros conceptos de los grupos de
organismos observados y para transmitirlos, pero de modo equivalente a los
rangos clasificatorios, debía sujetarse a reglas convenidas. Pensaba que los
cambios de nombres habrían de ser mínimos pues si proliferaran la
nomenclatura perdería su utilidad y se volvería confusa.
En esa época era un gran problema el dar nombres estables a más o menos
varias decenas de miles de especies, algunos miles de géneros y cientos de
familias, así como registrar la constante subdivisión en subgrupos para órdenes
y clases, a los cuales debía adjudicarse un nombre o etiqueta con el cual fuera
posible reconocerlos. Todas estas ideas y otras provenientes de la época
posterior a Lamarck, durante los siglos XIX y XX, son retomadas actualmente en
los códigos internacionales de nomenclatura biológica vigentes que son,
básicamente tres: el de la bacteriología, la botánica y la zoología.
No crea el lector que como resultado de los trabajos de Lamarck todos los demás
naturalistas se dieron a la tarea de reflexionar sobre su teoría.
En consecuencia, las ideas de que las especies provienen de otras por cambios
graduales y acumulativos tuvo que esperar a que hubiera una mayor madurez
científica y social, mayor número de hechos reconocidos y mucho mejor
estructurados a través de una teoría más elaborada y convincente. Había que
esperar a Malthus, a Lyell, a Darwin, a teorías geológicas y biológicas en donde
se explicase la historia conjunta de la Tierra y de la vida.
Pero tampoco crea el lector que, al tener tal teoría, automáticamente se podrían
clasificar de modo natural las especies; lo que debemos subrayar aquí es que
cada vez quedaban mejor fincados los pilares para entender con mayor claridad
lo que debía ser lo natural en la clasificación de los seres vivos. Se estaba, pues,
en el camino de comprender la idea de descendencia con modificación, que se
traduciría después, con el tiempo, en el origen de nuevas especies a partir de
otras que las habían antecedido.
Es importante señalar las dos tendencias reconocibles a principios del siglo XIX:
por una parte, un grupo de naturalistas estaba preocupado por clasificar los
grupos de seres vivos en un sistema jerárquico, cómodo y fácil, en el que se
pudieran ubicar las nuevas especies, géneros y familias que se iban
descubriendo, como el sistema sexual de Linneo-De Jussieu y perfeccionado por
De Candolle para las plantas; desde luego, este sistema de clasificación es
artificial. Por otra parte, varios naturalistas estaban ocupados en analizar las
interrelaciones o afinidades de los grupos de seres, con el propósito de descubrir
el orden natural e intentar recuperarlo en un sistema de clasificación que lo
representara.
A principios del siglo XIX, el concepto de afinidad natural tenía dos significados
principales: 1) el plan de la creación y 2) la idea de progresión de los seres vivos
o las verdaderas afinidades que las especies tienen y no las escogidas
arbitrariamente. El segundo significado ayudó a distinguir entre similitudes
comparables y no comparables en el establecimiento de afinidades para formar
grupos naturales. Por ejemplo: las extremidades de los cuadrúpedos (caracteres
homólogos) permitirían reconocer grupos naturales, pero la comparación entre
alas de insectos con alas de algún grupo de vertebrados (caracteres análogos)
conduciría a la formación de grupos artificiales.
Fue Darwin quien pudo ofrecer argumentos más convincentes para explicar las
ideas de progresión; no obstante, los postulados de los embriólogos alemanes
tuvieron gran importancia, pues observaban que los embriones de los
vertebrados pasan secuencialmente por una serie de estados progresivos, a
partir de condiciones equivalentes a las formas más simples en la escala animal.
La jerarquía de los caracteres se expresaba también en la progresión de
desarrollo embriológico.
Los fósiles fueron de gran ayuda para poder fincar, sobre bases cronológicas
amplias, las ideas de la evolución de los organismos, pero simultáneamente nos
han conducido a arrastrar la idea errónea de que toda especie fósil pertenece a
un grupo ancestral de las especies vivientes.
Por otra parte, si bien no todos los fósiles representan grupos ancestrales,
muchos sí lo son y, además, manifiestan caracteres o pertenecen a faunas o
floras hoy desaparecidas casi en su totalidad, como es el caso de los dinosaurios,
los trilobites y algunos órdenes de plantas o de insectos gigantes que vivieron
hace decenas o cientos de millones de años.
El reconocimiento de que los fósiles podían corresponder a
grupos que alguna vez habían vivido sobre la faz de la Tierra
abrió una gran perspectiva a la biología y a la taxonomía. En la
figura aparece Cuvier, exponiendo su principio de correlación
funcional de las partes. Con base en una pieza dental o un hueso,
podía deducir la forma completa de un organismo fósil. Casi
siempre tenía razón, y descubrimientos posteriores de fósiles
confirmaron sus teorías.
La necesidad de una escala de tiempo mayor para explicar los cambios orgánicos
y el análisis del fenómeno de la extinción propició un debate donde se plantearon
intentos para hallar explicaciones de la historia de la vida, lo que hizo nacer la
idea de una historia natural, a la que contribuyeron ampliamente los
paleontólogos y los anatomistas. Una íntima relación entre la geología y la
biología se gestó a fines del siglo XVIII y principios del XIX a través de la
paleontología, en la cronología de la historia de la vida y sus explicaciones. Tal
relación se hizo más y más estrecha conforme avanzaba el siglo XIX, hasta
desembocar en naturalistas de la talla de Humboldt, Darwin y Hooker, quienes
además de ser grandes viajeros produjeron teorías para explicar la geografía y
la historia de la vida en la Tierra como un todo, como un asunto en el que la
clasificación de las especies y la de sus grupos constituía un mismo problema.
Por otra parte, la concepción del organismo vivo en las mentes de los
anatomistas de la época estaba integrada a los aspectos de funcionamiento de
los órganos y sus partes, y la comparación de cada una de ellas en los reinos
animal y vegetal. Se reconocía la idea de interdependencia de los órganos, la
correlación entre las partes y el medio para desarrollar las funciones como
individuo. De estas ideas se derivaban conceptos tales como la subordinación de
los caracteres, debido a que a pesar de la organización anatómica se concebían
funciones más fundamentales asignadas a algunos órganos, de modo que se
podrían reconocer caracteres de mayor peso que otros al establecer afinidades
naturales.
Con base en el estudio de la anatomía, Cuvier llegaba a conclusiones sobre las
especies: su realidad y objetividad. Para él no eran meras abstracciones sino
unidades genuinamente discretas, cuyo fundamento radicaba en las necesidades
ineludibles de las condiciones de existencia. Entendía que la variación en las
especies se circunscribía a las partes funcionalmente superficiales, pero no a la
"maquinaria esencial" del organismo, lo cual concordaba con las ideas referentes
a la subordinación de caracteres, donde subyace la idea de jerarquía orgánica.
Cuatro capítulos del libro clásico de Darwin —El origen de las especies— son
fundamentales en relación con la taxonomía y la biogeografía: "De la sucesión
geológica de los seres vivos"; los dos capítulos de distribución geográfica y el
capítulo catorce, "Sobre afinidades mutuas de los seres orgánicos, morfología,
embriología y órganos rudimentarios". En este último capítulo de su libro
expresa ideas sobre la clasificación de los seres vivos.
Sin palabras
En los últimos cuarenta años del presente siglo se ha retomado parte de las
ideas originales de Darwin, cuando se añade la importante distinción entre
homólogos recientes y homólogos antiguos en un taxón monofilético: jerarquía
de homólogos.
Mayr, Simpson y otros importantes neodarwinistas han defendido métodos de
clasificación con base en la definición de grupos de seres vivos por cantidad de
similitud-diferencia, clasificaciones no genealógicas en el sentido de Darwin. Tal
vez una moraleja para estos autores, después del examen de las ideas previas,
sea que no se puede ser más papista que el papa, o en otros términos, que la
ortodoxia tal vez sea un mito. Curiosamente, grupos de biólogos actuales que
son "antidarwinistas" (no antievolucionistas) en el sentido de su teoría de la
selección natural, siguen su principal precepto en clasificación: "...este principio
genealógico o de descendencia es el oculto lazo de unión que los naturalistas
han buscado con el nombre de sistema natural".
Me atrevo a decir que sería una exageración no ver en cada hueso más
que una resultante de condiciones físicas y mecánicas inmediatas y
directas; hacerlo así sería negar la existencia de un principio de
herencia [...] Pero sostengo que no es menos exagerado tender a
olvidar por completo estas causas directas, mecánicas y físicas, y
pretender no ver en los caracteres de un hueso más que los resultados
de la variación y la herencia, y por consiguiente confiar en estos
caracteres como una guía segura e incuestionable para estudiar el
parentesco y la filogenia. La anatomía comparada tiene su lado
fisiológico que ya ocupó la mente de los investigadores en los tiempos
de John Hunter y de Owen; tiene su aspecto clasificatorio y filogenético,
que ya fue objeto de atención en los primeros días del darwinismo, y
no podemos perder de vista ninguno de estos aspectos sin riesgo de
errores y malentendidos.
EN EL NEODARWINISMO
A pesar del valor que Darwin imprimió a la historia evolutiva como factor
explicativo de la similitud y la diferencia en los seres vivos, su progreso en la
invención de conceptos con trascendencia metodólógica, útiles en el análisis de
la genealogía de especies y su clasificación, en realidad fue deficiente y lo
veremos a continuación. Las sugerencias que dejó para relacionar las formas
son intuitivas y de poco rigor, según se apuntó en el capítulo anterior.
La síntesis efectuada por Huxley en el libro que editó bajo el título de La nueva
sistemática en 1940 es un buen ejemplo del tipo de problemas que en la
taxonomía posdarwiniana eran de interés.
Aun sin una teoría de la herencia suficientemente elaborada, fue un éxito la idea
darwinista de variación entre las poblaciones. El estudio de la variación en el
reconocimiento de las especies y subespecies se hizo indispensable, lo cual se
filtró y se aceptó en los códigos de nomenclatura biológica que hoy se utilizan.
A pesar de que la idea del tipo que representa a la especie había sido
abandonada, se consideró que —en aras de una estabilidad nomenclatural y la
necesidad de puntos de referencia materiales para los nombres de las especies—
se continuara indicando la selección de un ejemplar "tipo de la especie", buena
práctica que sin intenciones teóricas aún hoy se conserva. Las mismas ideas
tipológicas se hicieron extensivas para los grupos a nivel de género y de familia,
donde es una especie tipo para un género, o un género tipo para una familia.
Estas designaciones se hacen por conveniencia a juicio del sistemata y de
acuerdo con los códigos de nomenclatura.
Cabe recordar que Julian Huxley era el nieto del famoso Thomas Huxley, el
contemporáneo de Darwin y apasionado defensor de las ideas de evolución por
medio de selección natural. Julian escribió también un libro sobre evolución, que
llamó La síntesis moderna, pues se consideraba que a la teoría darwinista se le
"integraba" una teoría de la herencia que se desarrolló durante la primera mitad
de este siglo por grandes científicos de la talla de De Vries, Morgan, Haldane,
Fisher y Sewall Wright. Con tal integración la visión gradualista de la evolución
orgánica se reafirmaba, lo que condujo al nombre de neodarwinismo.
La idea de que un gene era igual a un carácter llevaba a creer que, al conocer el
genoma, se tendrían todos los caracteres y esto evitaría la interpretación a la
que conducía el aceptar la idea del fenotipo, por lo que se podría llegar más
fácilmente a la clasificación natural. Tal idea prospera aún hoy entre muchos
biólogos poco versados en taxonomía, principalmente entre algunos genetistas,
bioquímicos y biólogos moleculares.
La aceptación de una fase gama en la taxonomía implicó una fase alfa y una fase
beta previas. La taxonomía alfa se caracterizó por la etapa de exploración,
descripción, colección y denominación de taxa, en la que no era absolutamente
necesario ser biólogo; en ella se estudiaban las floras y faunas locales. Seguía a
ésta la taxonomía beta o de síntesis, en donde había una preocupación por la
distribución que los caracteres presentan en los diferentes grupos taxonómicos;
se caracterizaba por estudios florísticos y faunísticos, cuyos resultados ofrecían
medios para la identificación e ilustración de animales y plantas de una región
dada, y se decía que en la etapa beta se perfeccionaba la clasificación.
Muchos ejemplos podrían citarse como resultado de esta vorágine de datos que
se estaban produciendo, y vale la pena que el lector conozca algunos de los más
significativos para la producción de nuevas teorías en algunas disciplinas de la
biología, en el reconocimiento de procesos evolutivos entre los organismos, y en
el mayor perfeccionamiento de la teoría de la herencia, entre otros aspectos.
Algunos de estos resultados dieron lugar a una nomenclatura de disciplinas
científicas en la taxonomía que puede considerarse aberrante: citotaxonomía,
quimiotaxonomía, taxonomía numérica y otras, que enfatizaban únicamente
algunos de los caracteres citológicos y moleculares, o la evaluación cuantitativa
y estadística de los caracteres.
Dentro de las familias de substancias que han sido estudiadas con fines
taxonómicos están: alcaloides, terpenoides, compuestos fenólicos,
glucosinolatos, animoácidos, algunos ácidos grasos y muchas otras, que por su
peso molecular menor a 1 000 se han denominado micromoléculas, para
diferenciarlas de las macromoléculas —proteínas y ácidos nucleicos—, que en
tiempos más recientes han sido de inapreciable valor taxonómico.
En términos más generales se puede decir que los estudios del flujo vertical
(descendencia) del material hereditario (genes) entre las poblaciones y las
especies permitieron un conocimiento más exacto de la naturaleza de la
variación y del origen de nuevas especies.
Lo sueños de un gringo... y lo sueños —a la inversa— de un taxónomo
latinoamericano
Era como un sueño; más que eso, era como una terrible pesadilla. Se tenía a la
mano lo impensable, lo increíble apenas pocas décadas atrás. Se podía tener
infinidad de caracteres a distintos niveles: molecular, subcelular, celular, tisular,
orgánico, sistémico, individual y poblacional. Los caracteres podían ser
cuantificados y comparados con mayor precisión, pero no se tenía un método
suficientemente riguroso y formal, aceptablemente fino, que de modo racional
correspondiera con el análisis de los eventos de evolución, de ancestría-
descendencia de las especies, que permitiese su clasificación en esos términos.
Era como tenerlo todo y no tener nada.
Era como tener todos los ingredientes y no saber la receta para hacer el pastel;
alguien debía inventarla. El nombre lo había dado Darwin, "sistema genealógico"
= "sistema natural"; los ingredientes se habían estado produciendo a lo largo de
la historia de la biología, lo que había culminado con las potencialidades
experimentales y de la diversidad de caracteres suministrados a través de la
nueva sistemática. Pero la receta para hacer el pastel continuaba en la
oscuridad.
Sokal, de quien hablaremos más adelante, señaló: "En algunos de los recientes
congresos sobre biología, las sesiones correspondientes a la taxonomía numérica
se han visto muy concurridas, en muchas ocasiones por personas remotamente
interesadas en el asunto, que habían oído decir que 'iba a haber una buena
pelea'. ¿A qué viene todo este ruido?"
¿NUEVAS SOLUCIONES?
Una segunda posición fue la de admitir sólo las teorías más aceptadas, es decir
rechazar básicamente a la evolución como idea rectora de las decisiones
clasificatorias y como fundamento de las relaciones taxonómicas. En esta
segunda toma de posiciones se señaló que las interpretaciones evolutivas
deberían basarse en las clasificaciones fenéticas. La sistemática fue concebida
como una ciencia sin relación alguna con el tiempo y el espacio o con causa
alguna, divorciada de los procesos y de las teorías que podían explicar a esos
procesos.
Para los seguidores de Sneath y Sokal el grado de similitud hacia los grupos o
taxa; ése era su fundamento más solicitado.
ANIMALES FANTÁSTICOS:
Hay poca duda ahora de la enorme ayuda que las técnicas de la taxonomía
numérica pueden ofrecer en este campo, sobre todo en la clasificación de
entidades que no provienen de un proceso de ancestría-descendencia. En el
estudio de la reconstrucción genealógica de las especies, hoy existen métodos
más coherentes con el proceso evolutivo, tan robustos como las técnicas
meramente numéricas y más consecuentes con las bases teóricas de la
clasificación biológica.
Los taxónomos son más parecidos a los artistas que a los críticos de arte, ellos
practican su oficio y no lo discuten. He aquí un ejemplo de la actitud que
sustentan ciertas corrientes frente a un examen profundo de las bases teóricas
y los métodos de su ciencia. Pero, a pesar de ello, es evidente que la sistemática
es una ciencia, y no un arte; para toda ciencia llega alguna vez el momento a
partir del cual no hay progreso sin exámenes de tal naturaleza. Elementos de
una sistemática filogenética (1968) WILLIE HENNIG El lenguaje de una ciencia
debe ajustarse al contenido de la misma... Una de las tareas del biólogo es
encontrar criterios racionales para agrupar juntos ciertos individuos o procesos
y distinguirlos de otros... La sede del alma (1968) LONGUET-HIGGINS La
objetividad debiera analizarse en función de criterios como la precisión y la
coherencia. La tensión esencial (1982) THOMAS KHUN
Hacia finales de la década de 1960, Ernst Mayr sostenía que las tendencias en
la sistemática se caracterizaban por tres líneas de desarrollo: 1) un gran interés
en el examen de la teoría taxonómica, 2) el uso de las computadoras electrónicas
y, 3) la introducción vigorosa de técnicas bioquímicas, con un gran interés en la
comprensión de la filogenia de los organismos como punto de partida para
entender la evolución de las macromoléculas.
Por ejemplo, la palabra clasificación era usada con muy diversas connotaciones,
y en algunos casos implicaba meramente un sistema de palabras, pero podía ser
la monografía biológica entera. Lo anterior ocurría porque no se diferenciaba
entre proceso y resultados del quehacer clasificatorio. Entonces, cuando se
hablaba del aspecto de predictibilidad y recuperación de información en las
clasificaciones, cuya discusión dependía de lo que se entendiera por clasificación,
se podían prestar oídos sordos a los planteamientos de los taxónomos en pugna,
sin acordar nada ante la carencia de términos claros.
Sin embargo, el método era aún incompleto, pues faltaba aclarar cómo se
determinaba el origen de una serie de transformación en el caso de conocer sólo
la relación de caracteres en nuestro ejemplo a a' a", sin las
flechas correspondientes que señalasen el orden de los cambios.
Otro aspecto que hay que observar es que ahora los fósiles no funcionan como
la prueba dura de las relaciones genealógicas. Los fósiles, como cualquier otro
tipo de especies, cualquiera que sea la evidencia que la apoye, deben probar su
posición filogenética. La idea de que un fósil siempre es un ancestro, un eslabón
perdido, tiende a ser reconsiderada con la posibilidad de que se trate de un
grupo hermano extinto, de acuerdo con el método de análisis cladístico mostrado
aquí. Un fósil prueba relaciones cronísticas, aunque nunca muestra edades
absolutas, sólo mínimas.
Para terminar este capítulo, es importante referir una implicación lógica del
concepto de especie evolutiva en relación con la especiación. Los paleontólogos
a menudo clasifican un mismo linaje de poblaciones ancestro-descendientes
como especies distintas. Este problema fue reconocido por Mayr y Simpson. La
contradicción es clara cuando se reconoce que a menor cantidad de fósiles
(datos) es más fácil la decisión de separar a las especies paleóntológicas; a
mayor cantidad de fósiles tendríamos un continuo que haría más arbitraria
nuestra decisión de división de especies. La ausencia de objetividad en estos
procedimientos ha provocado que cada vez más biólogos rechacen a las
paleoespecies subdivididas arbitrariamente.
En nuestro caso, los estudios en biología molecular han permitido el análisis del
origen de varios grupos relativamente antiguos y poco complejos, que
posiblemente fueron de los primeros organismos existentes en la Tierra, tales
como una variedad de bacterias, virus, algunos organelos celulares: la
mitocondria y el cloroplasto, y hasta la misma investigación del origen de los
ácidos nucleicos —desoxirribonucleico (DNA) y ribonucleico (RNA)— que se
encuentran en todos los seres vivos, lo cual ha conducido a un serio examen de
sus orígenes, interrelaciones y evolución.
DONDE EL MÉTODO
NO FUNCIONA TOTALMENTE
Simbiosis. Una teoría de los setenta que ahora se tiene bien apoyada con
evidencia de biología molecular, es la que plantea el origen de los organelos en
la célula "típica" o eucarionte: membrana nuclear bien definida y citoplasma con
organelos.
Una hipótesis alternativa, en la que tal evento pudiera haber acontecido varias
veces y a distintos tiempos durante la historia terrestre, causaría un cisma
mayor en nuestras concepciones y dificultaría el análisis filogenético de tales
casos. Para fortuna de la investigación biológica, no existen datos que sugieran
la posibilidad de tal hipótesis, de modo que por ahora hay cierta seguridad en la
concepción monofilética de los eucariontes.
No es una debilidad del método, sino simplemente que se deben admitir otros
hechos ecológicos y evolutivos, los cuales nuestro método no puede abordar
libremente. Los procedimientos hennigianos no fallarían si se aplicaran a los
constituyentes del organismo endosimbiótico si lo que se quisiera fuera
encontrar las líneas de relación y descendencia evolutiva de los organelos con
sus antecesores de vida libre. Igualmente, nuestro método no falla si se aplica
a cualquier caso de organismos con historias monofiléticas, e incluso, podría
servir para reconocer patrones reticulados.
En el caso de los virus, que casi siempre están asociados a determinados grupos
de especies, pudiera tratarse de entidades coevolucionadas con los grupos a los
que están asociados, del mismo modo que los líquenes; sin embargo, otros casos
de movimiento horizontal, si los hubiera entre eucariontes, serían de gran interés
para el análisis de su genealogía.
El fenómeno genealógico de los seres vivos, que genera el patrón de referencia
para la biología, puede verse obstruido metodológicamente debido a que el
método hennigiano basado en el análisis de caracteres —fundado en el axioma
de descendencia vertical de los caracteres—, no da cuenta de fenómenos de
movimiento horizontal.
EPÍLOGO
ORA procede que tu mente indague las cualidades de los elementos, cuán
diferentes sean en sus formas y cuál la variedad de sus figuras: no porque haya
un gran número que sea de formas diferentes; mas los seres que ellos componen
nunca se asemejan tampoco esto es extraño, pues he dicho ser su número
inmenso, ilimitado; no deben, pues, tener las mismas formas exactamente con
igual contorno. Considera además la raza humana y mudos nadadores
escamosos, y los hermosos árboles, y fieras, y variedad de aves que frecuentan
los sitios deleitosos de las aguas, las riberas y fuentes y lagunas, y las que corren
bosques solitarios con raudo vuelo; en general compara los individuos de
cualquier especie, y encontrarás en ellos diferencia: el hijo no podría de otro
modo conocer a la madre, ni ésta al hijo; vemos que se conocen mutuamente
como el hombre conoce sus hijuelos. De la naturaleza de las cosas, "La doctrina
fundamental" TITO LUCRECIO CARO (99-55 a.C.)
GLOSARIO
analogía. Par de caracteres de especies distintas que tienen igual función pero
son de distinto origen.
monofilia. Un grupo de especies que comprende una ancestral con todas sus
especies descendientes.
taxonomía. La ciencia que estudia las teorías, los fundamentos y las leyes para
generar clasificaciones. Dado que este término y el precedente se han usado
indistintamente, y a que no hay acuerdo respecto al significado de sus
etimologías, se recomienda tomar en cuenta la existencia de dos tareas en la
clasificación que se relacionan entre sí, pero no se prefiere ninguno de estos dos
términos y pueden utilizarse ambos.
PARA CONTINUAR LEYENDO
Barrera, A., 1979, "La taxonomía botánica maya". An. Soc. Mex. Hist. Cien.
Tecnol. 5: 21-34.
Blunt, W., 1982, El Naturalista. Vida, obra y viajes de Carl von Linné (1707-
1778). Ediciones del Serbal, Libros del Buen Andar, España, 272 pp.
Llorente, J., 1990, Del arca de Noé a los barcos funerales vikingos. (En
preparación.)
Ax, P., 1987, The phylogenetic system. The systematization of organisms on the
basis of their phylogenesis. John Wiley & Sons, Nueva York, 340 pp.
Foucault, M., 1968, Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias
humanas. Siglo XXI Editores, México, 375 pp.
Jones, S. B. jr., 1988, Sistemática vegetal. Mc Graw Hill, México, 536 pp.
Ruse, M. 1988, Phylosophy of Biology today. State University of New York Press.
Nueva York, 155 pp.