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Texto.

La negociación en una mesa despareja


Un abordaje práctico para trabajar con las diferencias y la diversidad

Autor. Phyllis Beck Kritek

Sexta Manera De Estar En La Mesa: Amplíe Y Explique El Contexto

Esta manera de ser y estar nos hace avanzar hacia el crecimiento del proceso del que pasamos a
formar parte cuando vamos a una mesa despareja. Si llegamos a la mesa como alguien
preocupado por su inequidad, podemos estar tan centrados en nuestros temores y aprehensiones,
que nos encontraremos constriñendo y estrechando nuestro campo de visión. Nos veremos tan
pequeños en nuestras mentes como nos ven aquellos que nos consideran disminuidos. Así, ir a la
mesa despareja con la meta de ampliar el proceso puede servir en sí mismo para liberarnos y
darnos vida, e incrementar nuestra capacidad creativa.

Ampliar la realidad

Si se ha puesto una mesa que indica una aceptación intencional, o no intencional, de inequidad,
quienes la han puesto han logrado negar alguna dimensión importante de la realidad. Alguna
fuente de varianza no fue incluida en la evaluación de la inequidad. Han quedado sin explicitar
inequidades por algún motivo. No es difícil determinar este hecho, si uno decide prestarle atención
y hacer su propia evaluación.

Una manera de atender a esta deformación sistemática es traer a la mesa todas las fuentes
posibles de varianza. Una manera de estar en la mesa es identificar estas dimensiones a las que
no se presta atención. Se puede expresar claramente y ayudar a expandir el contexto, para incluir
factores sistemáticos de inequidad. Si uno se toma el tiempo para evaluar una mesa despareja,
generalmente puede encontrar lo que falta: qué dimensiones del conflicto se tratan como si
simplemente no existieran.

Una historia

Se me invitó una vez a participar en una iniciativa universitaria importante, para mejorar las
relaciones entre la universidad y la comunidad. La universidad esperaba poder convertirse en
mejor vecino para la comunidad circundante, y creó un programa de envergadura para responder
a esta meta. La meta era iniciar varios proyectos que enriquecieran a la comunidad, y así agradar
a los vecinos de la universidad.

En la primera reunión, los planificadores dejaron en claro que se harían cambios sustanciales en la
comunidad, los que exigirían que alguna gente se relocalizara, mientras que en algunos casos
significarían cambiar la naturaleza del vecindario. No se hacía referencia a la participación de la
comunidad en la elaboración de ninguno de estos planes. La intención era más bien invitar a
quienes estaban en la reunión, a venderle la idea a la gente de la comunidad. Se suponía que los
miembros de la comunidad universitaria estaríamos dispuestos a dirigirnos a nuestros vecinos, con
los que ya estábamos comprometidos en varios esfuerzos para venderles este nuevo plan.

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Si bien el concepto operativo era de sociedad, los planificadores tenían la clara intención de
controlar la iniciativa, y manipular o exigir el consentimiento y el involucramiento de la comunidad
en términos ya determinados, sin ninguna participación de la misma. La comunidad estaba
fragmentada. Mucha de la gente que vivía en ella era indigente y no tenía poder político.
Claramente no había ninguna intención de involucrar a la comunidad en la planificación. La
intención era más bien controlarla, decirle qué era lo mejor para ella, decirle a los vecinos que
sabíamos mejor que ellos mismos lo que les convenía.

Conocía bien este mensaje, habiéndome pasado gran parte de mi carrera escuchando a otros decirme
lo visionarios y claros que eran en cuanto a lo que era mejor para mí, ordenándome muchas veces que
aceptara. Advertí que no nos interesaba una sociedad con la comunidad, sino que simplemente quería-
mos ejercer poder de dominación para imponer nuestros intereses. Lo que era peor, a quienes
realmente habíamos hecho la experiencia de escuchar a representantes de la comunidad se nos pedía
que usáramos nuestra lealtad, para manipular a la gente que confiaba en nosotros.

Estaba claro para mí que la deshonestidad que era parte de este proceso era algo de lo que no
estaba dispuesta a participar. Pero tenía que aceptar la invitación y explicar mi punto de vista.
Para introducir la presencia de la inequidad sistemática, planteé la cuestión de qué habría que
hacer para que nuestro esfuerzo pudiera percibirse como la propuesta de una sociedad. También
sugerí que podíamos convocar foros abiertos en la comunidad, para ofrecer la oportunidad de que
la gente que vivía en el vecindario expresara sus preocupaciones, preferencias y deseos. Señalé
que podíamos buscar la opinión de la comunidad con una encuesta puerta a puerta.
Gradualmente, estas ideas se convirtieron en parte de la iniciativa.

Si bien no le dieron a la comunidad el control del proceso, estas medidas sí incrementaron la voz
de la misma. También me permitieron participar en este proceso problemático, no como un
impedimento sino como alguien que podía aportar. Si me hubiese ausentado, estas dimensiones
agregadas quizá nunca se hubieran tomado en cuenta o explorado. Si no hubiese expandido el
contexto y luego explicado las maneras de responder, podría simplemente haber sido cooptada. Si
bien los resultados no respondieron a mis esperanzas personales en cuanto a una asociación
honesta y constructiva, sí aumentaron la cantidad de cosas positivas que surgieron del proceso.

En este proceso de planificación, si nadie planteaba estas cuestiones, los planes se hubieran
implementado sin una evaluación honesta de las cosas que eran importantes para la gente en el
vecindario. Esta exclusión sistemática de los vecinos, mientras aparentemente se actuaba en su
beneficio, es un ejemplo útil de un contexto estrecho. Simplemente parecía más fácil hacer el
trabajo, si no teníamos que molestarnos en hablar con los vecinos mientras arreglábamos su
vecindario. El contexto expandido no necesariamente fue bienvenido.

Uno tiene que estar preparado para decir cosas que no caen bien cuando trata de expandir el
contexto. Generalmente se lo confina por algún motivo que el esfuerzo por expandirlo develará.
Muchas veces la gente le pone fronteras a un conflicto porque espera de este modo poder crear
una solución más simple o controlada. A menudo los supuestos de poder de dominación son el
único motivo. Cuando uno interrumpe este supuesto, hay que estar preparado para absorber las

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ondas de choque de la negación perturbada, o la culpa petulante de otros. A veces esto puede ser
bastante desagradable. Puede, sin embargo, ser la única manera de preservar la verdad y la
integridad. A veces incluso se convierte en su raya en la arena.

La expansión como perturbación

Alguna gente queda disminuida cuando se expande el contexto. Se han quedado pegados a una
visión del mundo con límites predecibles, y son renuentes al cambio de estos límites. Puede intuir
que esta expansión implica cambios sustanciales. Puede sentir que estas implicancias son
amenazas y no estar en condiciones de imaginar que también es posible verlas como
oportunidades. Puede haberse acostumbrado a que la gente callada se quede callada, y las
nuevas voces pueden perturbarlo o confundirlo. Así quizá sean necesarios esfuerzos más
concentrados de compasión, o que se repita varias veces una raya en la arena.

Los factores de contexto pueden ser poderosos. Revelarlos claramente puede develar aspectos
negados o ignorados de un conflicto. Pueden emerger nuevas imágenes y cuadros. Una manera de ver
esto es como una fuente de enriquecimiento: más variables para servir como parte de una solución
creativa, más gente para implementar la solución. Otra manera de ver esto es como fuente de nuevos
conflictos. Cuando se introducen variables de expansión del contexto, hay que estar preparado para
los que no las reciben bien. Tales personas generalmente se manejan con la dimensión de amenaza
de la expansión. Quizá también tenga que estar preparado para trabajar activamente con los que
saben que tales factores de contexto pueden ser una oportunidad de creatividad.

Una historia

En los años setenta, la mayoría de las universidades de Estados Unidos pasaron a través de un
proceso de esfuerzos organizados de mujeres docentes en pos de mejorar el estatus de las
mujeres en ese ámbito. Al igual que muchas otras mujeres durante esa era, yo participé
activamente en ese esfuerzo. Las docentes formaron organizaciones para unir a las mujeres en su
apoyo mutuo y buscar colectivamente implementar una agenda política de creciente poder y
estatus para las mujeres. Encontramos maneras de que se incorporaran mujeres a comisiones,
creamos sistemas de promoción docente, nos apoyamos unas a otras en la implementación de
cursos y programas de estudios sobre mujeres, y trabajamos para ubicar mujeres en posiciones
clave de conducción.

Estos esfuerzos dieron resultado. Con el tiempo, muchas más mujeres tuvieron puestos efectivos, un
número creciente de mujeres ocuparon puestos clave administrativos y en comisiones, y las mujeres
se convirtieron en una voz más activa y con mayor credibilidad en las universidades. Con el tiempo,
algunas mujeres advirtieron que realmente no dábamos apoyo a todas en la universidad, sino sólo a
las docentes. En mi universidad propusimos expandir los límites de nuestra organización para incluir
mujeres de una variedad de roles no docentes. El proceso fue instructivo.

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A lo largo de los años todas habíamos hablado mucho acerca de la importancia de apoyar a las
mujeres. Decíamos que nos referíamos a todas, pese al hecho de que sólo estaban involucradas
las docentes. Habíamos hecho mucho por mejorar la situación de éstas en la universidad. Sin
embargo, cuando propusimos expandir nuestro contexto, muchas docentes se opusieron
activamente. Señalaban que nuestros problemas como tales no eran los mismos que los de otras
mujeres, que estas otras mujeres no tenían acceso a tantas opciones de poder y control como las
docentes, que teníamos demasiado poco en común. El debate fue intenso.

Se expandieron las fronteras. Muchas de las que habían sostenido la organización lentamente
redujeron su compromiso, comenzaron a faltar a las reuniones y no apoyaron las iniciativas
aprobadas. Lentamente abandonaron la organización. Cuando se expandió el contexto, se develó
el compromiso de sostener una jerarquía de relaciones entre mujeres. Algunas docentes estaban
dispuestas a realizar esfuerzos para ayudar a otras docentes, pero no estaban dispuestas a
realizar esfuerzos en favor de secretarias o consejeras estudiantiles o administrativas. Esto dejó
en claro que estas mujeres no apoyaban realmente a todas, sino sólo a las mujeres a las que
consideraban que tenían posiciones de relativo poder. Habían abrazado el paradigma dominante
de la universidad y lo perpetuaban a expensas de otras mujeres.

Descubrir fronteras

Quizá nada sirva más para clarificar la verdadera naturaleza de un conflicto que expandir el
contexto. Invariablemente introduce fuentes incomodantes de varianza que develan supuestos no
declarados. Por ese motivo, es crítico tomar conciencia si es que hay gente que quiere manejar los
conflictos de una manera limitada, reduccionista. Generalmente argumentan en favor de una forma
de aislacionismo, pero lo presentan como la defensa de un pensamiento que permita discernir. No
hay necesidad de crear confusión en torno a la cuestión del racismo, dando reconocimiento a la
comunidad Hmong que no tiene voz, o crear confusión en torno a la cuestión de la polución del
aire por las emisiones tóxicas de los automóviles, señalando que el presidente del comité es
además presidente de una fábrica que genera polución.

Este error de no eliminar fuentes sistemáticas de distorsión tiene que enfrentarse de un modo algo
persistente, dado que la voz silenciosa será repetidamente silenciada. Es útil pedirle a la gente que
explique por qué estos factores contextuales no son pertinentes, por qué se los ignora
sistemáticamente. Aquí sirve estar alerta, dado que las formas de silenciar muchas veces son
sutiles y veloces.

Omisiones

Debido a que los que ejercen poder de dominación se centran mucho en la acción como el terreno
del juicio moral, son menos avezados para descubrir que los errores de omisión son igual de
serios y, a veces, más serios que los errores por acción efectiva. No haber hecho lo correcto es
tan problemático como haber hecho algo malo. Quizá haya que plantear esta cuestión en forma

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repetida. No parece ser aceptado de modo fácil por la gente en nuestra cultura, que se considera
libre de culpa, proclamando "no hice nada malo". Es igualmente crítico determinar si uno no hizo
"algo bien".

De acuerdo con mi experiencia, expandir el contexto requiere persistencia. Rara vez se puede
hacer de una vez por todas. Esto no se debe necesariamente a que la gente tarde en aprender o
se resista. Es igualmente común que se trate simplemente de una falta de conciencia. El hábito de
negar ciertas realidades muchas veces está tan profundamente arraigado, que cambiar el centro
de atención de alguien requiere repetición y práctica. Muchas veces hay que recordárselo a la
gente. Esto requiere habilidad, porque de lo contrario, rápidamente lo ven a uno como molesto y
negativo. Explicar el contexto puede ser un modo de recordar, señalando ahora esta dimensión,
luego aquella, hasta que todo el cuadro entre en foco. La repetición parece necesaria.

Para corregir más este hábito, a veces sirve decir que uno no quiere continuar la negociación
hasta que se clarifiquen los factores de contexto: ¿cuánto de la realidad vamos a reconocer en
este conflicto? Esto se convierte en una decisión con algo de raya en la arena, pero se puede
hacer necesaria si los factores de contexto que se ignoran son centrales al conflicto. Esto también
sirve para interrumpir la tendencia a hablar de esfuerzos por expandir el contexto, sin hacer nada
realmente al respecto.

Quizá debido a que experimento esto tan a menudo como una dimensión de cómo negocian
conmigo personas involucradas en cuestiones de poder de dominación, lo siento un poco como si
me palmearan la cabeza diciendo: "Si, querida, sabemos lo que te preocupa". Aunque la gente sea
amable e incluso diga "Phyllis nos ha planteado cosas que tenemos que pensar", no hay ninguna
intención real de expandir o explicar el contexto.

Esto puede ser una trampa. La gente en la mesa lo admirará por sus esfuerzos de buena fe, pero
puede no estar para nada dispuesta a cambiar el contexto, o permitirse tomar conciencia de las
implicancias de este contexto mayor. Necesitan que usted esté equivocado, aunque declarando
que es una persona maravillosa y noble, para poder avanzar al logro de sus resultados
predeterminados. Es crítico estar alerta a esta conducta. También es importante conocerse lo
suficiente como para saber cuándo su vanidad podría desviarlo de la tarea de expandir el contexto.
La gente puede hacerlo sentir muy bien porque es un maravilloso expandidor de contexto,
admirarlo y aplaudirlo, y nunca tomarse en serio lo de expandir el contexto. Si usted realmente
sabe que al contexto hay que expandirlo y explicarlo, tiene que ser claro, firme y a veces negarse
a continuar a menos que esto suceda.

Mis hijas han sido instructivas en este proceso, particularmente en los años más intensos de su
adolescencia. Ellas, al igual que la mayoría de los adolescentes, tenían una increíble habilidad
para percibir todas las formas de hipocresía adulta en esos años, y anunciar esta conciencia con
cierto fervor. Mi hija mayor observó que si me molestaban las fiestas con sus amigos, en las que
tomaban cerveza, podía actuar en relación con esto organizando esfuerzos por enfrentar las
conductas irresponsables con relación a la bebida de los padres de sus amigos. Mi hija menor
advirtió que si la gente realmente quería resolver el problema del uso de drogas por parte de los

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adolescentes, podrían, en primer lugar, preguntarle a los adolescentes por qué usaban drogas en
vez de tratar de reducir el acceso a las mismas. Nunca me recuperé del todo de estos consejos.

Lo que advertían en relación a mi es que quería que el contexto se mantuviera estrecho, para que
encajara con mi visión acerca de cómo operaba el mundo adolescente y cómo operar. Quería
arreglar a los adolescentes ignorando todos los factores de contexto creados por los adultos,
muchos del los cuales les reflejaban franca hipocresía. También saben que no es probable que
en nuestra comunidad se pueda organizar a los padres para que saquen a luz estos factores de
contexto. Aunque no logré resolver los problemas preocupantes de las fiestas en las que se
emborrachaban con cerveza, o usaban drogas, al menos me mantuve en un terreno de verdad,
tanto ante mis hijas como ante sus amigos. Esto me permitió trabajar con ellas para manejar estas
cuestiones y preservar mi integridad.

Esta fue una a lección significativa para mí. Conocía las reglas de la paternidad, las concepciones
comunes de control y castigo paternal, y el apoyo social a la exigencia de un patrón de conducta
de los hijos que, honestamente, no aplicamos los mayores. No me gustaba esta hipocresía, pero
tenía con claro que esto era lo que se esperaba. Fue una lucha romper con esta que esto ilusión,
pero me ayudó a entender mi propia propensión a quedar atrapada en contextos estrechos. Me
ayudó a entender mejor la actitud defensiva que emerge invariablemente cuando se expande el
contexto en un conflicto.

Pedir clarificación

Me ha llevado algún tiempo advertir que no necesito defenderme, pedir disculpas o sentirme
culpable por reconocer los factores de contexto que son pertinentes a un conflicto dado. Todo lo
que tengo que hacer es pedirle a los demás que me demuestren claramente por qué estos
factores no son pertinentes. Con el tiempo aprendí que alguien que niega la realidad tiene más
responsabilidad en un conflicto que alguien que trata de clarificarla. Si los hechos no son válidos,
tienen que mostrarme cómo y por qué. Entonces, si estoy equivocada, tengo que admitir mi error.
El primer requisito, sin embargo, es verificar si estoy equivocada.

Esto puede llevar tiempo, más del que los demás esperaban tener que dedicar al conflicto o la
negociación. Es importante saber esto y resistir la presión de acelerar el proceso. Si hago un
trabajo amplio de expandir el contexto, invariablemente tengo una comprensión más completa del
conflicto y una variedad más rica de variables que pueden alterarse para solucionarlo. También
encuentro que si me tomo el tiempo para hacerlo al comienzo, no introduciré estas variables más
tarde, desperdiciando mi tiempo y energía, y el tiempo y energía de las otras partes en conflicto.

Al sumar factores y expandir el contexto, puede descubrir que esto liberta a los demás para hacer
lo mismo. Esto puede ser alentador y enriquecedor a la vez. A veces sirve hacer esto de un modo
algo ceremonioso, para obtener de los demás factores que pueden no haber sido tomados en
cuenta, o a los que no se les haya prestado suficiente atención. He encontrado que cuando hago
esto, muchas veces alguien identifica un factor que yo había negado o ignorado, señalando mi

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propia distorsión. Una vez me quejé ante un colega varón de que me enojaban los límites impuestos
a mi libertad por ser mujer soltera: los lugares a los que no podía ir con seguridad, los paseos que no
podía hacer por falta de seguridad, los lugares para dejar mi autoque no podía utilizar con seguridad.
Me señaló que para la mayoría de los hombres existían los mismos límites, dado que tampoco
querían que les causaran daño, pero que nadie reconocía estos riesgos en los hombres.

Al aparecer factores, el conflicto y el contexto se hacen más claros. Como es obvio, el silencio y la
reticencia no sirven para esto. Usted tiene que saber que no lo van a invitar a expandir el contexto,
y que no puede suponer que los demás en la mesa comparten su punto de vista acerca de estos
factores contextuales. El proceso de develarlos, sin embargo, puede beneficiar a todos e
invariablemente conduce a soluciones más abarcantes realistas del conflicto. Si se hace bien,
puede servir como punto, de partida para una resolución genuinamente creativa de conflictos.

Un ejercicio

Ahora vamos a abrirnos un poco, así que esté preparado. Hasta ahora usted pudo hacer todos
estos ejercicios en la privacidad de su diálogo interior. Esta vez vamos a introducir un segundo
actor. Lo haremos retrospectivamente, así no tiene que salir en busca de un lindo conflicto y de
alguien con quien trabajar.

Recuerde un conflicto reciente con alguien a quien ve frecuentemente, y con quien se siente cerca
y cómodo. Puede ser un socio, un amigo, un compañero de trabajo. Escriba en su cuaderno una
breve descripción del conflicto tal como lo recuerde. Trate de elegir un conflicto que no sea muy
personal o problemático, alguno que esté dispuesto a analizar. Hágalo con alguno de los conflictos
más lindos que haya tenido en los últimos tiempos.

Reflexione sobre su descripción de este conflicto a la persona con quien lo tuvo. Hágalo como
quien no quiere la cosa: "Te acuerdas Juana del día que tuvimos esa discusión tensa sobre mi
nuevo auto" o "Sabes Miguel, estuve pensando acerca de esa conversación que tuvimos sobre
lavar los platos". Son expresiones de apertura modestas.

Ahora dígale a esa persona que está tratando de entender mejor cómo se comporta usted en un
conflicto. Dígale que quiere saber si es que no ve algunos factores en tales conflictos, si está dejando
fuera algo importante. Pídale que le diga cómo ve el conflicto, cómo se sintió y qué sintió que venía
usted. Esta es una gran oportunidad para practicar ser abierto, así que disfrútelo. Deje entrar
cualquier cosa y todo lo que le digan, y escuche en silencio y aceptando recibir la opinión ajena.

Este ejercicio puede ponerlo nervioso, lo sé. Le dije que probara con un conflicto fácil. Simplemente
volver a un conflicto a veces puede hacer que queramos volver a empezar, así que haga un gran
esfuerzo por escuchar y oír. Haga preguntas si esto lo ayuda a entender mejor lo que le dicen.
Póngase curioso. Interésese por su versión de la historia. Disfrútelo. Aprenda. Agradézcale.

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Ahora vuelva a su cuaderno y enumere los puntos clave que señaló la otra persona, las ideas
clave que le transmitieron. Vuelva a su descripción original del conflicto. ¿Qué faltaba? Los
factores que la otra persona le transmitió son los factores que expanden el contexto. Cuando le
pidió más información, permitió explicar el contexto expandido. Usted acaba de completar un
ejercicio sobre el impacto de este modo de ser.

A menos que piense que éste es un ejercicio de una vez, este modelo de solución de problemas
se puede repetir infinitamente. Puede sorprenderlo cuántas veces el hecho de invitara los demás a
expandir su contexto y explicarlo facilita a ambos pedir a otros que aprendan de sus propios
factores de contexto. Entonces, las dos partes pueden enriquecer el proceso y los resultados.
Puede ser difícil de creer, pero en mi experiencia esto puede que sea estimulante y divertido.

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Septima Manera De Estar: Innovar

Tengo que admitir que esta es, absolutamente, mi manera favorita de ser y estar en una mesa
despareja. Algunas de las diez maneras de ser y estar son bastante sombrías y exigentes. Esta
realmente puede ser bastante divertida y graciosa, y me exige recurrir mucho a la creatividad. Así
que quizá quiera relajarse y disfrutarla lo más posible. Innovar tiene una cualidad de juego, hay
libertad y uno se distiende. La innovación libera y es inherentemente expansiva. La mayor parte
del tiempo uno se siente bien. Aunque sólo puede funcionar en el contexto de las demás maneras
de ser y estar, está aquí y a su disposición.

Clarificar las reglas

Una de las primeras maneras de innovar es buscar clarificación de las reglas de la mesa. Si no
son buenas, usted puede negociar para cambiarlas. Muchas veces las reglas están fijadas de
modo de poner el poder de dominación en el centro, y tienen incorporados todos los supuestos
hábitos de la mente y el corazón, y las limitaciones del paradigma dominante. Todos tratarán de
ser muy lineales y lógicos, habrá que mantener todas las jerarquías, los patriarcas aparecerán a
horario y todo el proceso impondrá rígidamente resultados predecibles. Esto no sólo es limitante e
inimaginativo; también es bastante aburrido.

Pueden ser útiles algunos ejemplos. A veces pregunto si, para todos está bien que imaginemos diez
o doce buenas soluciones en vez de una sola. De acuerdo con mi experiencia, la gente
generalmente se ríe, lo que aliviana la tensión. También se declaran en favor de múltiples
soluciones, lo que significa que probablemente podamos crear soluciones más interesantes y
abarcantes. Si hay una persona a quien abiertamente se reconoce como el patriarca, le pregunto si
acepta que otro se haga cargo de una parte, de la solución. Generalmente trato de hacer esto con un
toque liviano, con humor. De acuerdo con mi experiencia, a menos que sea un patriarca que quiera
serlo a toda costa, ésta a menudo es una alternativa atractiva y que se acepta con gracia. Esto
reduce la fijación con el poder de dominación, incluso antes de que comience el proceso.

Este tipo de cambios de reglas son esencialmente innovaciones que hacen posible crear un
proceso en el que las otras maneras de ser y estar pueden hacerse manifiestas y efectivas.
Sirven para cortar con los supuestos de que el proceso será como de costumbre: una tediosa
lucha por el poder de dominación. Esto anuncia que las maneras tradicionales de estar en la
mesa –las manipulaciones y contramanipulaciones– no tienen por qué imponerse. Si se logran
tales cambios de reglas con liviandad de espíritu, realmente cambia el contexto del proceso.
Entonces parecerá menos disonante introducir dimensiones más seguras y profundas, verdades
difíciles, integridad personal y compasión. Si se hace bien, este cambio de reglas también puede
servir como raya en la arena.

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Una historia

Uno de los desafíos que enfrenta el sistema de salud en Estados Unidos es el cambio rápido en la
demografía étnica. Por supuesto que la demografía no es el problema, sino que simplemente
apunta a cuestiones apremiantes.

El sistema de salud en este país ha sido históricamente definido, creado y controlado por gente
de origen europeo-americano. Mucho de lo que se ha desarrollado es excelente y responde muy
bien a las necesidades, los valores, las esperanzas, los sueños y las convicciones de los
norteamericanos de origen europeo. La mayoría de los proveedores de servicios de salud
consideran que esto es bastante razonable, dado que también son norteamericanos de origen
europeo. Durante décadas he sido parte del reconocimiento de que existen otros grupos étnicos,
pero siempre de un modo que exigía a los pacientes, a sus familias y a las comunidades
adaptarse a las maneras en que los norteamericanos de origen europeo hacen las cosas.

Al crecer la población perteneciente a minorías étnicas, y al disminuir la proporción de


norteamericanos de origen europeo, se ve de modo cada vez más claro que esta deformación
étnica es un problema. El sistema de salud tiene que cambiar para crear respuestas apropiadas
para otros grupos étnicos. Hace falta más proveedores de servicios de salud que sean miembros
de estos grupos, y puedan ayudar a crear estos cambios.

Así, reclutar estudiantes de minorías étnicas para las profesiones relacionadas con la salud es
una necesidad apremiante. Pero está lleno de desafíos, debido a que en particular muchos de
los programas educativos para profesiones relacionadas con la salud contienen un racismo
encubierto y no reconocido. No le resulta fácil entrar en esos medios a gente que es víctima de
ese racismo. El desafío de crecer, aprender, prosperar y conducir es aun más difícil de afrontar.

Tradicionalmente, se ha respondido a este desafío a través de profesionales de la salud de origen


europeo-americano que se reúnen para definir estrategias, planificar y esperar a que se pueda
encontrar una solución. Cuando ocupé un puesto de conducción en una facultad de enfermería ya
sabía que este enfoque no funcionaba. Los líderes de la comunidad afro-americana de la ciudad
en la que trabajaba también sabían que no funcionaba, y me cuestionaron sobre el tema poco
después de que llegara al puesto.

Tuve la suerte de que había una colega y buena amiga que era miembro del grupo líder y que
actuó como mi consejera. Decidimos que lo mejor que podíamos hacer era cambiar las reglas. En
vez de que la facultad tratara de convencer a los miembros de su comunidad quienes, con todo
realismo, eran escépticos a que ahora fuéramos un medio receptivo, reconocimos que no lo
éramos pero que estábamos interesados en aprender a serlo.

Entonces decidimos cambiar las reglas aun más. Decidimos que la mejor manera de aprender
cómo convertirnos en un medio positivo para los estudiantes de las comunidades étnicas que
pudieran pensar en venir a la facultad, era pedirle a los líderes de esa comunidad que nos
ayudaran. También advertimos que en esas comunidades, al igual que en las comunidades

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americanas de origen europeo, muchas veces se desconocía a las enfermeras como líderes.

Cuidadosamente identificamos a las enfermeras líderes más fuertes en las comunidades


afroamericana, hispanoamericana, asiáticoamericana y de nativos norteamericanos. Invitamos a
estas enfermeras líderes a actuar como un comité asesor, para ayudare nuestra facultad de
enfermería a aprender a reclutar y retener profesores y estudiantes de las minorías étnicas, y
cómo crear un medio favorable para el desarrollo de todos nuestros profesores y estudiantes, en el
que se pudiera enfrentar de manera constructiva el racismo.

Este grupo se reunía mensualmente. Era gente entusiasta, comprometida y creativa, y a veces me
exigía mucho. Me decían qué funcionaba y qué no, en qué fallábamos y en qué teníamos éxito. La
inscripción de estudiantes provenientes de las minorías pasó del ocho a cincuenta y dos en menos
de cuatro años. También nos reunimos con varios líderes de la universidad que empezaron a
tomar nota de este enfoque de "cambio de las reglas". Otros decanos siguieron el mismo camino.

Si bien claramente no resolvimos todos los problemas que enfrentábamos (ni siquiera la mayoría
de ellos), y si bien la resistencia puede durar más que muchas buenas soluciones, la oportunidad
de hacer algo realmente creativo, valedero y que justificara un cambio, vino a partir de cambiar las
reglas en primer lugar. Debido que cambiamos las reglas, no sólo creamos un diálogo que nos
hizo superar viejos conflictos, sino que todos se beneficiaron. Muchas veces cambiar las reglas de
un modelo sinérgico comprometiéndose con la apertura, basta para precipitar una variedad de
respuestas constructivas.

Cuestionar las ilusiones

Muchas veces se mantiene un conflicto simplemente porque se mantienen ilusiones que son
comunes, y nadie se molestó en imaginar una alternativa. Por lo tanto es útil, al usar este modo de
ser y estar, la práctica de cuestionar todo tipo de ilusiones comunes. Esto es más difícil de lo que
parece. Estoy perfectamente dispuesta a cuestionar las ilusiones que percibo que limitan mis
derechos o mi libertad. En realidad, todas las ilusiones hacen eso, especialmente si no son
conscientes. Sin embargo, por desagrada, muchas veces sólo soy consciente de esto en algunos
casos, y totalmente ignorante e inconsciente en otros. Por lo tanto puedo enfrentar ilusiones
comunes de modo bastante selectivo.

Aquellas a las que me aferro están generalmente relacionadas con mis bolsones personales de
inseguridad y temor, y no responden positivamente a un cuestionamiento, sino que lo más común
es que libren una especie de batalla de vida o muerte por sobrevivir. Este cuestionamiento a veces
es fácil y muy difícil en otros casos. Ayuda que otros se sumen a su esfuerzo. Eventualmente,
alguien acabará con alguna de sus ilusiones protegidas, dándole realmente la oportunidad de
conquistar algo de libertad. Mejor que quiera mucho ese cambio porque, de lo contrario, se va a
encontrar iniciando un nuevo conflicto más virulento.

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Se avanza mejor con la innovación cuando se puede llamar ilusiones a las ilusiones. Entonces
podemos ponernos a crear algo un poco más deseado y deseable que los autoengaños. Aquí bien
podrían servir algunos ejemplos. Me he encontrado que muchas veces tengo que enfrentar la ilusión
común de que las mujeres fuertes son inherentemente peligrosas. También ha habido gente que me
ayudó a enfrentar la ilusión de que las mujeres no usan su fuerza de manera peligrosa. Ambas
ilusiones por lo general están presentes en una mesa despareja, y ambas son ilusiones.

Cuestionar tales ilusiones ayuda a todos. Aumenta la claridad de ideas y la capacidad de todas las
partes de discernir mejor. Al desaparecer las ilusiones, se vuelven más claras las dimensiones
sustanciales de un conflicto, y emergen las opciones para solucionar los problemas sin la
deformación de las ilusiones no reconocidas. Si bien en algunas ocasiones esto puede ser una
lucha, finalmente resulta liberador y conduce a soluciones más realistas, que funcionan en la
mayoría de los conflictos.

Activar la curiosidad

La curiosidad es una herramienta del innovador y debe utilizarse con libertad y seguirla cuando se
lanza por algún camino importante del conflicto. La curiosidad lo abre a nuevas ideas. Lo puede
alentar a hacer una buena pregunta que lo ayude a usted y a todos los demás en la mesa a entender
mejor la situación. Hacer buenas preguntas, porque realmente tiene curiosidad por las respuestas,
crea un clima de apertura que da a todos acceso a mejor información. También le indica a otra gente
en la mesa, que está dispuesto a saber más, a admitir que no sabe todo y a aprender de la gente
que sabe más que usted acerca de algo. También puede indicar que siente suficiente compasión por
otros, como para querer entender el dilema desde su perspectiva. Tal curiosidad se puede volver una
norma y conducir a todo tipo de oportunidades no planificadas y enriquecedoras.

Cuando uno realmente es curioso y abierto, la gente tiende a decirle más que si no hubiera
preguntado. Al escuchar atentamente, verá que está en mejores condiciones para entender a otros y,
con esta comprensión, liberar bastante más de su propia creatividad. Las relaciones entre las cosas
siempre sirven como un espejo que nos ayuda a entender y expresarnos mejor. Así, siguiendo la
curiosidad, encontramos nuevas avenidas de discurso, nuevos enfoques para nuestros conflictos,
nuevas formas de imaginar una manera de salir de nuestro conflicto. Innovamos.

Hay sustancial evidencia de que el futuro probablemente llegue, atendamos o no a este hecho. La
mayoría de la gente se queda la mayor parte del tiempo sentada esperando que llegue, con un
esfuerzo ocasional por postergarlo. Parecemos gente mirando televisión, como si el futuro fuera
algo que se nos transmite por las ondas en el aire, en vez de algo que podemos elegir crear como
queramos. Esta postura pasiva de dejar que el futuro sea algo que nos pase es expresión de la
negativa a ser dueños de nuestras vidas, a crear nuestras propias realidades. Nos estancamos
cuando podríamos innovar. Tal inercia generalmente es dañina. La innovación rompe con esta
inercia y nos permite crear nuevas realidades. Cuando nuestra realidad es un conflicto, elegir crear
resultados que sirvan al conjunto puede ser genuinamente innovador.

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Texto. La negociación en una mesa despareja
Un abordaje práctico para trabajar con las diferencias y la diversidad

Autor. Phyllis Beck Kritek

Dado que por un rato ha estado reflexionando acerca de las otras maneras de ser y estar, ahora
puede sentir vagamente que usted también tiene algunos puntos de vista, esperanzas y sueños
que valen la pena, y que éstos podrían encajar en alguna otra manera de crear el futuro. Su aporte
es tan válido como el de cualquiera y, en algunos casos, se demostrará más valioso. Esperar
pasivamente el futuro muchas veces es un truco mental de las víctimas. Esperan la entrega para
poder llamar a la compañía de venta por catálogo, y quejarse de que es de un tamaño, forma o
color equivocado. Si quiere cierto tipo de futuro, tiene que crearlo.

Si está acostumbrado a estar en mesas desparejas, puede suponer que los que tienen poder de
dominación son los que van a crear el futuro. Esto tiende a ser una profecía autocumplida.
Entonces, uno puede criticar a toda la mala gente que no creó un futuro adecuado. Puede creer
que sólo está en condiciones de crear una pequeña parte del futuro, pero haber creado una
pequeña parte bien tiene mucho más sentido que llorar cuando la que le entregaron no cumple con
sus especificaciones. Además, es más divertido.

Divertirse

Como puede imaginarse, me pone un poco nerviosa decirle que la resolución de conflictos en una
mesa despareja puede ser divertido. Esto puede ser difícil de asimilar, especialmente si está
aferrado a sufrir y sentir dolor en la mesa despareja. Esta actitud tensa tiende a salir a la superficie
por temor, o porque uno se centra en echar culpas; no es producto de la realidad o las
posibilidades. En realidad, si siente que es la persona en desventaja en una mesa despareja, tiene
la opción de divertirse más que nadie, especialmente cuando la negociación es relativa al poder de
dominación. Todos los demás están ocupados protegiendo su poder; usted no tiene nada que
proteger. También puede tomar conciencia más aguda de sus poderes, los que lo sanan, lo
confrontan o defienden su terreno. Rara vez se pelea por estos poderes, así que tienden a quedar
intactos en tales situaciones.

En realidad, gran parte de las negociaciones por poder de dominación, tan populares en nuestra
cultura, son bastante graciosas. Cuando uno pondera las dimensiones realmente profundas de la
existencia humana, cuando identifica reflexivamente lo que es más importante para usted como
ser humano, rara vez dominar a los demás aparece como una prioridad fundamental. Por eso ver
a un grupo de personas concentrar tanta energía en alcanzar esa meta es en realidad a veces
bastante gracioso. Es muy innovador advertir esto y reírse según la necesidad, o cuando sea
apropiado. Es importante divertirse siempre que se pueda, y reconocer lo que es gracioso siempre
que sea posible. Como nos enseñó Norman Cousins, la risa cura.

Entender el humor

El humor es un ente complejo, por lo que se impone tener algunas guías de acción. Es mejor evitar
los chistes formales; éstos son meras repeticiones y dejan pasar el momento creativo. Es, más
innovador identificar las disonancias a medida que se presentan y señalarlas cuando aparecen en

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el proceso. Se identifica mejor estas disonancias en uno mismo o en quienes se sientan cómodos
en la mesa. La gente que está en la mesa sintiéndose ansiosa o acorralada no puede reírse,
especialmente de sí misma. Si esperaban un "triunfo" rápido y fácil, el hecho de que usted
subvierta esto los perturba, y rápidamente pierden el humor. Tiene que estar preparado para esa
falta de humor, pero no tiene que aceptar que lo limite.

Es igualmente importante que no use el humor para dañar, desmerecer o rebajar a otros. En esa
forma es simplemente una variante de manipulación o crueldad disfrazada de humor. El verdadero
humor simplemente reconoce el carácter gracioso de mucho de lo humano. Lo mejor es
identificarlo en uno mismo. Si otros usan el humor para ser crueles, es importante discernirlo.
También es importante que no le dé a la crueldad un escenario y que usted acabe siendo el
público infeliz. La crueldad en realidad es tonta y boba. Las invitaciones a causar daño se pueden
anular del modo más efectivo con humor, con la risa del innovador que sabe claramente que hay
mejores maneras de resolver conflictos.

Crear nuevas metáforas

Otro camino para la innovación es crear nuevas metáforas. En realidad disfruto esto bastante,
dado que he trabajado mucho tiempo tratando de encontrar nuevas metáforas para reemplazar
todas las de guerra que usamos. Las metáforas de guerra me parecen particularmente vacías
cuando estoy tratando de resolver un conflicto. Obviamente, sostienen sutilmente la fijación con el
poder de dominación y, por lo tanto, son disfuncionales durante la resolución de conflictos.

Me resulta de ayuda afirmar simplemente que prefiero no usar metáforas de guerra, porque me
resultan incoherentes con las metas de la mesa. Trato de explicar que me hacen sentir como si en
realidad estuviéramos envueltos en alguna nueva variante extraña de guerra llamada resolución
de conflictos. Estoy relativamente segura de que nuevas metáforas crean nuevas imágenes
completas. Sigo trabajando en ellas, de modo que cuando voy a una mesa despareja siempre
tengo disponible toda una variedad.

Creo que distintos grupos responden positivamente a distintas metáforas. Las mujeres casi
siempre valoran la idea de hacer una colcha, como la manera en la que podríamos crear una
solución aceptable para todas las mismas, un todo abarcante que es una síntesis de las partes.
Quizá por el hecho de que tan pocos hombres han hecho colchas, esta metáfora es menos útil
para ellos. Para ellos me parece más aceptable la metáfora de cosechar cultivos que hemos
atendido y cuidado, o conducir una orquesta en la que cada instrumento toca su parte. Aprender
qué metáforas "funcionan" en una mesa dada es, en sí misma, una actividad creativa.

Educar

Como es evidente, el objetivo de gran parte de la innovación en una mesa despareja es educar
más que exigir, insistir, imponerse o ganar. La gente que aprende nuevas ideas deja que éstas

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definan sus opciones. Si no surgen ideas nuevas, se utilizan las viejas conductas de resolución de
conflictos, dado que no hay alternativas. Cuando uno está en una mesa despareja enfrentado a la
inequidad, es importante recordar que toda inequidad está llena de falta de información e
ignorancia. Por lo tanto, puede usar su "tiempo en el aire" para educar a los que están abiertos a
aprender. El conocimiento compartido en sí mismo tiende a subvertir a la inequidad estructurada y
a ofrecer nuevas perspectivas para la resolución de conflictos.

Una historia

La vida académica ofrece, entre otras cosas, la oportunidad de conocer ocasionalmente gente
sabia. En los años de mi formación académica más intensa, tuve la suerte de conocer a un
hombre que, en muchos aspectos era el "alma" de la gran universidad urbana en la que trabajaba.
Cuando yo no encontraba otra manera de resolver un problema, simplemente tomaba el teléfono y
lo llamaba. El siempre tenía una solución y, a menudo, seis o siete. Muchos profesores lo
consideraban su mentor, papel que cumplía con gracia y dignidad.

Se enfermó, lo internaron en un hospital adyacente a la universidad, y luego de una operación


exploratoria se le dijo que pronto moriría de cáncer. La noticia de su desgracia se esparció
inmediatamente por la universidad. Era difícil imaginar la vida sin nuestra "alma" colectiva, y la noticia
fue muy perturbadora para mucha gente. Algunos docentes de enfermería habían tenido una
relación estrecha con él, y se involucraron activamente en su atención y en el trabajo con su familia.

A veces nos involucramos en la exigente tarea de estar con alguien que vive el proceso de su
muerte, escuchando, atendiéndolo y amándolo al desarrollarse ese proceso. A veces ayudamos
con simples medidas para reconfortar, o ayudamos a la familia con los planes, la discusión y el
duelo. En el caso de este hombre, a veces tratábamos de alegrar cada día con regalos simples, o
una señal en una ventana de la facultad, que él pudiera ver desde su cuarto en el hospital.

Durante este tiempo muchos colegas de la universidad se me acercaban para preguntarme por él.
Era evidente que estaban afectados, incluso dolidos. Los alentaba a visitarlo, les decía que las
visitas significaban mucho para él, que el estaría contento de verlos y de recibir su gratitud por el
papel que había cumplido en sus vidas. Uno tras otro se demoraba en hacerlo. Empezó a
molestarme, así que busqué más información.

Lentamente empecé a darme cuenta de que su enfermedad y muerte asustaba a mis colegas
que, aunque querían visitarlo y llevarle sus buenos deseos, temían tanto su muerte que no
podían enfrentarse honestamente con él y reconfortarlo. También empecé a advertir que esas
ausencias eran dolorosas para él. Se preguntaba por qué no iban y comenzó a sentir el dolor de
que lo evitaran.

Como enfermera, es fácil olvidar hasta qué punto esta cultura niega y se escapa de la muerte,
cómo virtualmente nos negamos a dejarla entrar en nuestras vidas con fuerza, e incluso con
violencia. A medida que la cultura profundizó sus respuestas fóbicas a la muerte, las enfermeras

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han elegido quedarse con los moribundos de manera cada vez más consciente. Siempre hemos
sabido que es parte del proceso de vivir y que morir bien es, también, un don. AI alejarse la
cultura, las enfermeras de muchas maneras se han acercado más al proceso de morir. Tenía
ventajas que no reconocía y tenía el sostén de mis colegas en mis esfuerzos.

Me había acostumbrado a la ausencia de los médicos que evitaban el proceso de muerte. Advertí
que muchas veces veían a la muerte como un fracaso, y optaban por evitarla o negarla,
apareciendo sólo después de la muerte para hacer una declaración. Yo había supuesto que mis
colegas académicos entendían la muerte y sabrían manejarla. Yo no había discernido entre el
saber que es del intelecto, y el saber que es del corazón y del alma.

Aquí estaba participando en la muerte del "alma" de esta comunidad académica, y él estaba
siendo abandonado al igual que las muchas otras personas que habían muerto abandonadas por
sus seres queridos y amigos. Inicialmente esto me provocó ira y tuve que reflexionar un tiempo,
antes de poder resolver mi dilema. Decidí en favor de una manera de ser educativa.

Como en aquel tiempo formaba parte del consejo académico, pedí que se me anotara en la
agenda para hablar con los docentes sobre esta cuestión. Señalé que sabía que muchos querían
llevar sus buenos deseos a nuestro amigo, pero que se sentían renuentes a ir al hospital a
enfrentarse con la realidad de la muerte. También señalé que este hombre había sido tan central
en la carrera de tantos, que era simplemente malo no estar allí para apoyarlo de algún modo. Traje
una hoja grande de papel y varios marcadores, e invité a cualquiera que quisiera enviar sus
saludos a escribir en el papel.

Mis colegas parecían genuinamente aliviados y dispuestos a hacerlo. La mayoría escribió notas.
El papel afiche fue llevado al hospital y colgado en un lugar que facilitaba la lectura, dándole
placer a mi amigo y su familia. Muchos de mis colegas me agradecieron esto más tarde.
Aproveché la ocasión para señalar lo importante que es apoyar a la gente cuando se está
muriendo. Acordaron y, si bien advertí que sólo habían dado un pequeño paso, era un paso. Sin
el afiche, no se hubiera dado ninguno.

Este proceso de intentar educar es en sí mismo relativamente instructivo. Con mi esfuerzo por
reconocer la ventaja que tenía como enfermera, también tenía que advertir que mis colegas estaban
en una mesa despareja, y que yo podía ayudar a resolver su dilema. Así, sea la persona con ventaja
o desventaja –y generalmente soy las dos cosas– puedo buscar innovar con la educación.

Es útil recordar que los que se resisten a dar o aceptar educación tienen otras agendas, y no
incluyen enfrentar la ignorancia de la inequidad. Por un motivo u otro eligen mantener su
ignorancia. Hay que estar alerta a tales gentes, que muchas veces indicarán que deciden no
aprender de maneras sutiles. Cuando éstas se hacen evidentes, es útil invitarlos a que le muestren
si usted está equivocado y en qué. Si rechazan su invitación, esto muchas veces indica que lo
entendieron, que no les gustó lo que usted tenía que decir, porque tiene consecuencias
desagradables para ellos.

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La educación como innovación es particularmente útil porque puede involucrar tanto a los que tienen
ventajas como a los que están en desventaja, distinción que se hace cada vez más difícil al estudiar
las diversas maneras en que la gente siente la inequidad en una mesa. Simplemente conocer más el
uno del otro muchas veces alcanza para develar estos supuestos de disparidad, que son mucho
menos rígidos de lo que se supone. También saca a la luz los juicios superficiales que hacemos
acerca de los demás, acerca de cómo podrían o debieran actuar dado que "tienen todo el poder" o
"no tienen nada que perder". Ninguna de las dos cosas jamás es completamente cierta.

Esta dimensión de ser un educador exige mucha práctica. Requiere que el curso se adapte a la
gente en la mesa. También requiere una gran dosis de honestidad con uno mismo, de modo que el
curso sea creativo y constructivo, que no busque causar daño o desmerecer a quienes saben
menos que usted acerca de la inequidad. Sirve recordar que la compasión está sentada a la mesa.
También ayuda recordar que uno ha trazado una raya en la arena. La gente que se niega
persistentemente a oírlo muchas veces lo hará atacando y desmereciendo lo que tiene que decir.
Esto puede ser descorazonador y crear confusión. La honestidad con uno mismo ayuda a
discernir. Se vuelve imperativo confiar en su propio sentido de la verdad si no quiere encontrarse
desalentado por la imposibilidad de educar, y ser sutilmente cómplice al permitir que se silencie.

Hacerse traductor

Una de las dimensiones complejas y poderosas del paradigma dominante es el lenguaje. El


paradigma tiene un sistema de lenguaje único. Los que sostienen el paradigma también sostienen
el lenguaje. Los que creen que es el único paradigma también creen que es el único lenguaje. La
gente que está en la mesa y que ve negados sus derechos tiene un sistema de lenguaje diferente.
A menudo hay muchos grupos en la mesa, y cada uno con un sistema de lenguaje propio. De
modo que innovar muchas veces requiere que uno se haga multilingüe.

Este es un desafío difícil pero gratificante. Uno tiene la ventaja clara de saber que hay múltiples
sistemas de lenguaje, y uno se siente aun más gratificado cuando reconoce como válidos a cada
uno de ellos, incluyendo el del paradigma dominante. Es útil, sin embargo, clarificar que el sistema
de lenguaje del paradigma dominante es sólo uno entre muchos. También tiene que saber cuáles
conoce y cuánto los conoce. Puede que a algunos los conozca poco o nada, y es importante
reconocer esto.

Si otros usan un idioma extranjero, pida traducción. Muchas veces se usa un sistema de lenguaje
oscuro para impedir que cierta gente en la mesa entienda y participe. Pedir traducción revela esta
maniobra y requiere que todos en la mesa tengan la oportunidad de aprender y entender ese
lenguaje. A veces el lenguaje dominante en una mesa es extraño para todos, salvo para la
persona que armó la mesa. Cuidado con esto. Si se da, pedir traducciones muchas veces puede
echar por tierra este plan. Este abordaje puede no ser bienvenido, pero clarifica y le da a todos la
oportunidad de aprender un nuevo lenguaje.

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La vanidad y la seguridad pueden hacer que resulte atractivo tratar de que todos en la mesa
entiendan y hablen su idioma, entendiendo su realidad en sus términos. Si realmente está en
una mesa despareja, una de las cosas que puede esperar es que nadie en ella hable su idioma.
Es importante no sorprenderse al descubrir esto. Es igualmente importante, sin embargo, usar
su lenguaje de vez en cuando, y luego ofrecer una traducción. Está destaca la inequidad
contenida en la negociación, que requiere que usted esté en una mesa despareja hablando el
lenguaje de otro. Esto hace que la inequidad se mantenga a la vista en caso de que haya gente
que trate de olvidarla. Usar algunas de las dimensiones más interesantes y creativas de su
sistema de lenguaje puede ayudar en esto, haciendo que el proceso sea más divertido. También
sirve para educar.

Una historia

En un tiempo fui parte del directorio de un ente de salud que ofrecía una gama de servicios a
comunidades mal atendidas. Los recursos de esta agencia venían de fondos federales, que se
otorgaban a una institución tradicional del paradigma dominante. La mayoría de los miembros del
directorio, sin embargo, eran miembros de varias comunidades étnicas. Yo era la única mujer blanca.

Los miembros del directorio eran dinámicos, comprometidos y constructivos. Sabían que lo que
hacían era importante, y trabajaban colaborando para lograr una cantidad de resultados positivos
para sus comunidades. Se ponía gran cuidado en tener en cuenta iniciativas "que competían" y en
evitar el favoritismo. Era un grupo de gente llamativo y me hizo vivir la experiencia más rica que
jamás tuve como miembro de un directorio.

Como sucede muchas veces con las mujeres blancas, mi papel se vio reducido al de servir como
traductora entre los representantes del paradigma tradicional dominante institucional y los otros
miembros del directorio provenientes de las varias comunidades étnicas. Este era un proceso de
traducción de dos vías, aunque muchas veces sentí que cada bando sólo percibía una dimensión.
Los representantes tradicionales institucionales parecían oírme sólo cuando traducía los eventos a
su lenguaje. Yo entendía ese lenguaje, incluso lo hablaba fluido. Los miembros del directorio muchas
veces parecían entenderme solamente cuando hablaba su lenguaje, que con gran trabajo me
enseñaban. Las presunciones de cada "bando" acerca del otro hacían difícil la comunicación directa.

En una reunión, luego de haber fracasado en repetidas ocasiones en el intento de traducir un


mensaje particular de los miembros del directorio, alcé las manos con exasperación espontánea y
dije: "¡A veces es tan frustrante ser una mujer blanca!". Los miembros del directorio estallaron en
risas. Quebró la tensión y continuamos. Tanto el esfuerzo de encontrar un lenguaje como el humor
nos evitaron un impasse en el que, de otro modo, quizá nos hubiéramos quedado empantanados.

Me resulta difícil terminar un análisis de este modo de ser y estar, dado que las posibilidades son
ilimitadas y quiero continuar con historias y ejemplos. Es una fuente inagotable de diversión,
entretenimiento y creatividad. Sin embargo, quizá la mejor manera de sintetizarlo sea reconocer
que ser creativo es siempre mejor que no serlo. Todo cambia; esa es la naturaleza de la vida.

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Otros pueden "clavarse" en una situación. Uno puede paralizarse o innovar. Si usted no lo hace, el
fracaso es suyo, no de otro.

Cuando está en una mesa despareja, por su naturaleza misma incluye gente que ya le ha dicho
que le gustan las cosas como son, que no quiere que las cosas cambien. Esto no tiene que
sobresaltarlo ni sorprenderlo, ni sirve tampoco enojarse o ponerse petulante. Es tonto esperar
entusiasmo por el cambio de una mesa despareja. Si la gente lo quisiera, todos hubiéramos
cambiado a esta altura. Parta de eso y obtendrá la paz de espíritu y el ímpetu necesario para
innovar. También se divertirá más.

Un ejercicio

Esto podría resultar embarazoso y extraño, así que lo alerto desde el vamos. Puede llegar a
descubrir algo acerca de sí mismo que nunca advirtió. Sin embargo será interesante, así que por el
momento se puede aferrar a eso.

¿Usted se ríe? No me gusta ser entrometida, pero espero que pueda contestar con un sí
resonante. Siempre me sorprendo un poco de la cantidad de gente que se esfuerza tanto por no
reír nunca, incluso cuando la vida se hace insoportablemente graciosa. Algunas culturas hacen
esto mejor que otras. Algunas familias hacen esto mejor que otras. Simplemente responder a esa
pequeña pregunta le dirá mucho.

Ese, sin embargo, no es el ejercicio. El ejercicio supone que usted puede recordar al menos una
vez cuándo se rió un poco en los últimos veinte años. Eliminando todas las opciones de televisión,
cine, radio y de entretenimiento general, retroceda en el tiempo hasta recordar una ocasión en la
que rió. Con suerte fue hace sólo unos minutos. Pero quizá no. Cuando haya sido, encuéntrela. En
su cuaderno, escriba unas líneas para ayudarlo a recordar la situación como "cena con José y
María, recordando historias de la infancia sobre temor" o "anoche me hicieron bromas por mis
viejas pantuflas, a las que conservo como si fueran joyas de la abuela". No hay reglas estrictas,
excepto que realmente se reído.

Ahora que se esforzó por encontrar un ejemplo, vea cuánto puede recordar. Trate de no pasar de
los últimos cinco años, tener la sensación de fuentes de humor recientes. Cuando ha escrito varios
(diez es un lindo número) revíselos y reflexione un rato. ¿Qué tienen en común? ¿Alguna persona
fue víctima del humor? ¿En cuántas oportunidades fue usted? ¿En cuántos casos
fueron otros? ¿Si se trató de otros, se rieron también? ¿Quién no se rió? ¿Sabe por qué no se rió?
¿Qué es lo que realmente los hizo reír? ¿Qué hizo reír a otros? ¿Alguien se sintió rebajado?
¿Quién? ¿Su risa eliminó la tensión o la aumentó? ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Qué significa el humor
para usted, tal como se refleja en estos ejemplos? ¿Esta es su única opción?

Hay que hacerse muy bueno en este ejercicio, antes de poder divertirse de manera honesta,
compasiva y constructiva en una mesa despareja.

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Octava Manera De Estar: Saber Qué Sabe Y Qué No

Todos llegamos al conflicto y la negociación ignorantes en algunas dimensiones, informados en


otras. Esto no es algo sorprendente, sino un comentario sobre la condición humana. Este modo de
estar lo ayuda a trabajar constructivamente con ese hecho fundamental. Le pide primero que
identifique claramente la naturaleza y los límites de su conocimiento acerca de las cuestiones que
se abordan en la mesa despareja. Le pide que lo haga sin estar a la defensiva, sin
sentimentalismos, sin engaños ni excusas. Exige una mente capaz de discernir, y lo alienta a
conducirse de acuerdo con los criterios de ese discernimiento.

Si hace esto bien, entonces puede lograr una respuesta comparable de los demás que están
sentados a la mesa. Cuando va a una mesa despareja, especialmente si hay decisión de restar
importancia a sus conocimientos, este proceso es crítico. Generalmente me exijo identificar
claramente lo que sé y lo que no se acerca de las cuestiones en discusión, y me lo digo
honestamente, incluso antes de ir a la mesa. Generalmente, lo hago de modo imperfecto, pero la
disciplina de hacerlo me centra y me ayuda a discernir mejor.

También me ayuda a estar menos a la defensiva cuando otros en la mesa empiezan a decirme
que no sé nada, que mis conocimientos son demasiado limitados, irrelevantes o incorrectos.
Entonces me siento más cómoda para pedirles a los otros que me expliquen lo que saben y lo que
no saben, y que muestren un nivel comparable de claridad. A menudo, la gente acostumbrada al
poder de dominación tiene poca experiencia en cuanto a admitir que lo que sabe es limitado; por lo
general se quedan dando vueltas dentro de sus límites como si sus conocimientos fueran
exhaustivos. El resultado es que muchas veces no tienen la capacidad de conocer sus límites. De
tal manera; solicitarles este grado de claridad sirve para informarles que sé que sus
conocimientos, igual que los míos, tienen límites. Esto también ha sido efectivo conmigo cuando
no reconozco mis límites o no tengo conciencia de ellos.

Aprender a discernir

Como es obvio, esto requiere refinar activamente mi capacidad de discernimiento. Ha sido mi


experiencia que, en nuestra cultura, los que defienden el paradigma dominante muchas veces
tienen capacidades extraordinarias de discernimiento. Los que no, a menudo reaccionan en forma
negativa ante esto, sintiendo que ese discernimiento ignora importantes fuentes de diversidades,
factores críticos del contexto. Si bien el alcance del discernimiento puede ser limitado o
constreñido, es valiosa la capacidad misma, y he aprendido de buenos maestros el arte de
discernir. Me vi favorecida al exigírseme discernir con la misma claridad, y he descubierto que
puedo ser más constructiva en una mesa cuando estoy dispuesta a hacerlo.

Muchas veces, personas que están en desventaja en una mesa despareja rechazan estas
capacidades de discernimiento porque las experimentan en el contexto de una serie de mensajes
desvalorizadores, que dan señal de que su realidad y su lenguaje han sido declarados sin valor.

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Estoy convencida de que la sensación de realidad negada es seria, pero las capacidades mismas
pueden ser de inestimable ayuda para la gente incapaz de ver, esas realidades. Discerniendo
cuidadosamente, hablando en el lenguaje del paradigma dominante, muchas veces puedo sacar a
luz efectivamente la negación de la realidad que otros defienden. Así, en vez de rechazar las
capacidades de discernimiento, les doy un uso nuevo y constructivo. Esta ha sido una lección
poderosa e importante que aprendí.

Hombre de media medida

Hombre media medida, puño de muchacho


elevado con ira
contra un sol impiadoso que arde arriba,
fragmento
que busca un camino de vuelta a una
fuente, senda
a una luz blanca recordada: tus ojos vacuos
se cierran con más fuerza que esa mano
vacía carnuda.

El cuchillo con el que se clava y se deja fijo


un acuerdo le recorta
el corazón a cada medida; un pensamiento vacío
a fuerza de quejidos se hace del poder, una
tiranía que garantiza árida
autoindulgencia, auto derrota. Soledad: no
demasiado dura para un corazón
endurecido como carbón.

Afuera reina la medida de la pared no


invadida,
nombrando a un ganador en la carrera;
haces piruetas o
haces gambetas, a veces corres, ni los
demonios ni los santos que te rondan
pueden darte un trofeo: es
tuyo para que lo descubras en ese bosque, o
esa senda.

No he atravesado tu muro, ni encontré


eslabones
débiles de la cadena en su portón, sino que
meramente amé más allá de él
donde las medidas de convergencia falsas y

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verdaderas por igual,


encontraron en tu senda pepitas de oro y
piedras de
traición a ti mismo: no se me puede culpar
por ello.

Mujeres tejedoras se reúnen de noche para


ponderar los riesgos
y las ganancias, discernir las posibilidades,
un proceso de
atención desapasionada, certezas sin medida
orgánicas como el estiércol y la paja sobre
el ruibarbo se alzan
más alto que la luna: esto es una danza.

Mitad aquí, mitad allá, arrancado como un


memo estéril
a un dispensador de poder, hecho jirones
pedazo a pedazo a byte,
tu derrochas el tiempo demorando hasta que
la noche entra a
hurtadillas, te expulsa, vuelve a encender
una revisión de la
calidad, el control: no se tomarán medidas.

A Manejar los tiempos

Como lo deja en claro este poema, es de escaso valor, sin embargo, hacerlo como si uno tratara
de asaltar los muros de negación que alguien levanta a su alrededor. Su planteo rebotará y se
quedará retorciéndose sobre la mesa. Incluso puede provocará negaciones más rígidas. Por lo
tanto, uno debe aprender a manejar los tiempos y proceder con sensibilidad, conciencia, paciencia
y cautela. Ha sido mi experiencia que aunque haya manejado un excelente discernimiento, y mi
manejo del tiempo; haya sido impecable, la gente puede continuar (y efectivamente continúa)
negando mi realidad y la suya. Uno puede tener que aceptar este hecho.

Esto es difícil de aceptar para mucha gente en una mesa despareja. Puede sentirse frustrada y
enojada, y querer quebrar esa negación. Prefieren el modelo de "¡démosle su merecido a estos
canallas!" como prueba de realidad. En un tiempo, compartí este punto de vista, pero después
aprendí que, aunque temporariamente me pueda hacer sentir mejor, ya que logro descargar mi
frustración, nunca vi que resolviera un conflicto ni que fortaleciera los resultados que persigo. Sin
duda, no es compasivo y, generalmente, no ayuda a otros a encontrar un lugar más seguro y
profundo. Puede llevar a otros a distorsionar aun más su verdad, al colocarlos a la defensiva y, en
concreto, polariza en vez de informar.

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El buen manejo de los tiempos, cuando funciona, muchas veces es creativo. Los buenos docentes
saben que el momento de la enseñanza es el mejor instante posible para llevar a un alumno a ver
algo nuevo. Tener la paciencia de buscar estos momentos, esperarlos, a veces es pedir mucho,
pero es claramente más efectivo que el modelo "démosle su merecido a estos canallas", para
tratar de resolver un conflicto o alentar a otros a evaluar lugares más seguros y profundos.

Para incrementar mis capacidades de discernimiento y mejorar mi manejo de los tiempos, he


descubierto que tengo que escuchar y aprender más activamente de los demás en la mesa. Esta
conciencia no me ha venido con entusiasmo ni fácilmente. Ha sido una gran batalla contra mí
misma. Siempre me ha pacido más fácil entrar de un salto, confrontar, señalar incoherencias
idiotas y, en general, sacudir el proceso con un poco de realidad. A menudo fracaso en mis
esfuerzos por convertirme en alguien dispuesta a aprender pacientemente. Pero cuando lo logro
encuentro que estoy en mejores condiciones de saber lo que sé y lo que no sé, y mejor equipada
para empeñarme en una resolución del conflicto genuinamente innovadora.

En algún momento del proceso de aprender estas maneras estar, descubrí que era desespe-
rantemente inepta para ésta. Para superar esta limitación, decidí que necesitaba abordar el
proceso como un curso de estudio, como un programa en el que me había inscrito porque quería
aprender algo. Esto me ha ayudado a veces a quedarme callada cuando me sentía impelida a
actuar o defenderme, a proyectar o echar culpas. Me resulta difícil ser paciente con la gente que
parece saber mucho menos que yo sobre un conflicto, pero que, sin embargo, tiende a hablarme
como si yo no tuviera capacidad para entender ni razonar. Esforzarme por lograr una superación
de ambas capacidades aprendiendo de los demás, incluso de los más condescendientes, me ha
resultado enriquecedor. Sigo pensando que no soy muy apta, pero me he demostrado que las
lecciones justifican el esfuerzo. Muchas veces los resultados no son los que preví, pero son
válidos en sí mismos.

Una historia

Recientemente participé de una reunión nacional de expertos en la ética de los servicios de salud.
Fue la primera vez que participé de una reunión de este grupo, aunque conocía a algunos de sus
integrantes. Lo hice esperando encontrar un debate significativo, acerca de las cuestiones
profundas que ahora enfrentan los que proveen servicios de salud. La creciente tecnología que
controla nuestros medios de salud tiene a todos aturdidos al descubrir que ahora tenemos
máquinas que nos impiden morir, aun cuando haya llegado nuestra hora.

Las discusiones eran sorprendentemente áridas, llenas de retórica y teorías académicas, acerca
de cómo podemos tomar decisiones sobre bases firmes. Al escuchar, se me hizo cada vez más
claro que estos expertos se referían no a gente sino a ideas. Las enfermeras se manejan primero
con la gente y usan las ideas para guiar su interacción. Un orador sugirió que podríamos tener que
empezar a estudiar lo que son las experiencias de la gente durante estos procesos de muerte de
alta tecnología. Dijo esto como si nadie nunca lo hubiera hecho.

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Autor. Phyllis Beck Kritek

Señalé que había un grupo de gente que había estado transmitiendo esta información a grupos como
éste desde hacía años, y que simplemente no se lo tomaba en cuenta. Señalé que las enfermeras
nunca dejaron de atender a los pacientes moribundos y que saben mucho acerca de lo que esta gente
describía como su experiencia. También saben lo que viven las familias. Las enfermeras han
transmitido esta historia de numerosas maneras, pero simplemente no les han prestado atención y se
lo ve como algo poco importante porque quienes lo transmiten son enfermeras.

Esta idea le resultó un poco chocante al orador; pareció saber intuitivamente que era verdad y
rápidamente pasó a otras cuestiones. Me entristeció su respuesta, pero me contuve, escuché más
y aprendí más. Luego, varios participantes se me acercaron y señalaron que pensaban que la
cuestión que planteé era pertinente, y les había dado elementos nuevos para abordar esta
cuestión difícil. Puede ser que no haya conmovido al orador, pero pude transmitir a algunos
participantes un nuevo enfoque para una idea problemática.

En situaciones como ésta, lo que muchas veces me parece evidente es que se usan las
capacidades de discernimiento en gran medida para manipular ideas interesantes de manera
superficial, pero no logran alcanzar la dimensión humana, ni el alma del drama humano. Si uno
introduce estas cuestiones del corazón, se corre el riesgo de que su opinión sea dejada de lado
por sentimental. Sin embargo, en algunas ocasiones, utilizando las capacidades de discerni-
miento de modo cuidadoso, uno puede describir la realidad de un alma humana, un lugar más
seguro y profundo, con conocimiento de causa, y dar a los demás un conocimiento nuevo. Hay
que confiar en que el discernimiento puede servir al conocimiento intuitivo cuando uno elige
invertir en esta actitud.

Mucha gente que participa regularmente en mesas desparejas refina y aguza sus capacidades
intuitivas. Tiende a necesitarlas. También tiene que aprender a confiar en estas capacidades, dado
que los abordajes tradicionales de la mesa despareja incluyen evitar mencionar la inequidad. Las
corazonadas intuitivas acerca de otros en la mesa se convierten en medidas para valorar las
decisiones adoptadas. Confiar en las propias intuiciones se vuelve importante porque muchas
veces es la fuente más confiable disponible, especialmente cuando nadie más en la mesa
experimenta la inequidad como usted. Esta confianza en la intuición puede hacer que los
esfuerzos por discernir parezcan sin ninguna utilidad o ridículos. Los esfuerzos parecen sin valor
porque las capacidades mismas, aplicadas a realidades que otros niegan, no son de utilidad. Los
esfuerzos parecen absurdos, porque en una mesa despareja, los más entusiastas con relación al
discernimiento y los detalles muchas veces adoptan esta postura para evitar una confrontación
honesta con cuestiones más sustanciales.

Esto lleva a quienes más necesitan las capacidades de discernimiento en una mesa despareja, los
que están en desventaja, a subvalorarlas. Entonces, cuando más se necesitan estas capacidades,
son como músculos débiles y no ejercitados. No están a la altura del desafío. Es una lección difícil
de aprender. Muchas veces, para evitar su responsabilidad o para sostener un proceso donde
puedan lamentarse de ser tratados injustamente, los que más se consideran víctimas eligen no
desarrollar estas capacidades. Entre otras cosas, las capacidades de discernimiento permiten
distinguir a los especuladores de poca monta de los que realmente se esfuerzan, permiten saber

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quiénes son los que realmente están trabajando en la mesa. Los que realmente trabajan,
disciernen, porque saben que tienen que hacerlo.

Uno de los discernimientos más importantes es develar que hay otros en la mesa que
experimentan el mismo tipo de inequidad que usted pero pueden decidir enfrentarla de un modo
muy diferente. Cuando usted es el único participante en situación de desigualdad, esto no es una
cuestión significativa, pero, cuando hay dos o más, agrega complejidad. Mucha gente en una
mesa despareja decidirá utilizar abordajes tradicionales y lo invitará a participar. Con frecuencia,
otros en la mesa premiarán a estas personas por su "buen comportamiento". Ser capaz de
discernir se vuelve invalorable en tales situaciones.

Discernir no tiene por qué ser tedioso u odioso, pero tampoco me hace sentir la liberación que
siento con la libertad de innovar. Por lo tanto, encuentro que tengo que ser bastante disciplinada
para llevarlo a cabo. Me ayuda verlo como un curso de estudio, pero a veces siento que es más
como correr entre dos filas de enemigos. Sólo lo menciono para que, si le produce cierto disgusto,
no se sienta solo.

Conocer sus ilusiones

Además de evaluar la mesa despareja de modo más preciso, la capacidad de identificar lo que
sabe y lo que no sabe lo ayuda a hacerse cargo de sus propias limitaciones. Los límites
intelectuales son relativamente fáciles de asumir, comparado con tratar de hacerse cargo de sus
propias ilusiones, cegueras y distorsiones. El esfuerzo es crítico, dado que estas son las fuerzas
que le impiden discernir con eficacia. Cuanto más íntimas y personales son estas ilusiones,
cegueras y distorsiones, tanto mas difíciles, son de enfrentar y reconocer, y tanto más vulnerable
lo vuelven en una mesa desigual. Generalmente están relacionadas con estados emocionales,
algunos de los cuales pueden hacer que se vuelva muy ineficaz en una mesa despareja.

A menudo me impresiona que la gente que no logra negociar de modo efectivo también se niega a
admitir distorsiones, cegueras e ilusiones básicas, que son claramente evidentes para los demás. Si
alguien quiere desmerecerme y yo estoy ocupada escapando a una distorsión, ceguera o ilusión
básica, o negándolas, no es muy difícil encontrar la clave para desmerecerme; basta con tocarme uno
de mis nervios favoritos. Por supuesto que ese es mi problema, no de los demás. De acuerdo con mi
experiencia, esto parece un desafío muy difícil para casi todos. Aquí hay decisiones que tomar.

Si efectivamente decido enfrentarme y hacerme cargo de mis limitaciones, y enfrentarme a las


maneras en que distorsiono la realidad, me abrazo a ilusiones o mantengo cegueras por el motivo
que fuere, con el tiempo aprenderé que esto no sólo aumenta mucho mi seguridad, sino que
además me da libertad para exigir lo mismo de los otros. Pueden decidir no hacerlo, pero entonces
se hace público el hecho de que siguen mirando a través de lentes nubladas, y ya no pueden usar
eso para confundir en la negociación.

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A veces es tentador hacer trampa en esta cuestión, pensar que la compasión significa distorsionar
la verdad para encajar con las distorsiones de otros. Lleva tiempo y exige sabiduría darse cuenta
de que una vez que estoy entrampado en las ilusiones de otro, ya no puedo sostener una
negociación, porque la ilusión controla el proceso. Estamos tan ocupados sosteniendo la ilusión
que desaparece la posibilidad de decir la verdad. Si consiento a una ceguera, tengo que pasarme
el tiempo asegurándome de que no menciono lo obvio, que es invisible para otro que así lo ha
decidido. Si pretendo ver la misma distorsión que otros, no sólo pierdo mi integridad, sino que dejo
de presentar una visión alterna que pudiera mitigar la ceguera.

Por supuesto que "acompañar" las ilusiones, las cegueras y las distorsiones de otro significa un
insulto muy profundo. Generalmente estoy diciendo que usted no me interesa lo suficiente como
para que yo confronte esto con usted, o que me gusta usarlo para manipularlo. Hay una crueldad
horrible en este proceso. Puede parecer algo reconfortante pero, en definitiva, es destructivo. Esta
es una dura lección, dado que mucha gente no le agradece cálidamente cuando usted se niega a
acompañar sus ilusiones. También pueden decirle que no les importa. Todas las ilusiones son
importantes; todas las distorsiones van contra la claridad; todas las cegueras mutilan la verdad.
Estas son cosas duras de decir, pero ignorarlas es peor.

Hay que saber, sin embargo, en qué medida su invitación a confrontar limitaciones ha sido
aceptada. La gente puede decirle que deje de mencionar sus ilusiones, que ignore sus
distorsiones, que deje en paz sus cegueras. Pueden elegir no confrontarlas y no permitir que usted
las reconozca. Si esto sucede, usted habrá aprendido mucho y tendrá que atender de modo más
activo a su integridad personal. La posibilidad de ser alguien que dice la verdad, incluso alguien
que dice la verdad con compasión, se reduce significativamente y tendrá un efecto general sobre
los resultados. Pretender que pueda ser de otro modo es negar su propia realidad.

Estas son actividades exigentes y requieren atención, concentración, energía y dedicación. Si elige
simplemente adaptarse, acompañando superficialmente porque no se molesta en saber lo que
sabe y lo que no, luego se encontrará empantanado en medio de distorsiones y resultados que no
puede aceptar. La claridad es difícil, pero no es optativa.

Aprender

Dado que el paradigma dominante, llevado a sus límites lógicos, niega una porción sustancial de la
realidad, los que operan fuera del paradigma a menudo se encuentran esforzándose tanto por
sostener su visión de estas otras realidades, que pueden llegar distorsionar o malinterpretar las
distintas posiciones de gente que piensa y actúa a partir del paradigma dominante. Para enfrentar
esto, sirve que usted no se resista a que le enseñen. Entender no es concurrir. Se puede aprender
activamente sin estar a la defensiva, y en el proceso descubrir qué saben los demás. Entonces su
ansiedad puede disminuir, no porque esté ocupado protegiendo su pequeña visión de la realidad,
sino porque conoce no sólo su realidad sino también algo acerca de los demás en la mesa. Puede
usar esta información para crear innovaciones. Puede servirle para trazar su raya en la arena y,
por supuesto, usted sabe que la mesa es despareja, lo que es una ventaja clara.

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Fingir rara vez funciona y yo no lo aliento. Si no sabe algo, dígalo. Cree un compromiso de
"aprendizaje adulto" y viva de acuerdo con él. Dígale a la gente que siempre está tratando de
aprender. A la mayoría de la gente le gusta explicarle a los demás su visión del mundo. Al conocer
esto, usted puede entender más. A veces, incluso puede darle acceso a una mayor compasión. De
este modo, puede gradualmente reencuadrar el "no saber", de modo que se convierta en una
oportunidad en vez de una amenaza. También puede crear un ambiente en el que la "disposición a
aprender" se convierta en una norma, en vez del reconocimiento de una debilidad o vulnerabilidad.
En tales condiciones, todos pueden crecer. En el proceso, otros podrían aprender más de su visión
del mundo, y la gente que está en la mesa podría llegar a crear soluciones más sabias para sus
objetivos comunes.

Saber lo que uno sabe y lo que no es más complejo de lo que parece de entrada, y más exigente
también. Por ese motivo tiene más capacidad de influir en las cosas. No atender a ello puede
llevar a algo que lamente, y hacerlo activa y deliberadamente, muchas veces dará resultados que
puede celebrar.

Un ejercicio

Una de las cosas más difíciles de este modo de ser y estar en una mesa despareja es la
autoevaluación honesta. La mayor parte del tiempo nos gusta pensar que somos gente bastante
abierta, capaz de aprender y crecer. No nos gusta describirnos como gente cerrada, aferrada a
nuestro propio punto de vista, atascados en nuestra propia huella. Ni siquiera suena lindo.

La realidad, por supuesto, es que la mayoría de las personas nos pasamos bastante tiempo cada
día buscando evidencias que den sustento a lo que ya creemos, armamos, deseamos y
defendemos. Nos gusta más tener razón que ser abiertos. Así puede parecer que tratamos de
aprender de los demás, aunque en realidad los escuchamos para encontrar en qué punto tienen
razón porque piensan como nosotros. Por lo general no buscamos disonancias.

Este ejercicio le da la oportunidad de hacer una honesta autoevaluación del grado en que
realmente usted es abierto y capaz de aprender, para saber lo que no sabe y tratar de aprender al
respecto. Es más largo que los otros ejercicios, así que tiene que tomar el compromiso de
continuar durante una semana. Le advertí que este modo de ser y estar requiere disciplina, así que
no tiene por qué sorprenderse.

Cada noche antes de retirarse, durante una semana, recuerde lo que pasó en el día con sus varios
eventos y actividades. Ahora escriba brevemente todo lo "nuevo" que aprendió en el día. Esto no
tiene por qué exigir más que unas pocas palabras, y debe incluir de quién lo aprendió. Trate de
enumerar todos estos eventos de modo de tener el registro completo de una semana. No excluya
ningún ejemplo y no haga juicios acerca de las fuentes o el contenido del aprendizaje.
Simplemente regístrelos fácticamente.

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AI final de la semana, revise su lista en busca de temas. Hay cierta gente de la que aprende
sistemáticamente, gente de ciertas características: edad, sexo, etnia, proximidad. ¿Hay cosas que
parece aprender más fácilmente? Estudie estos patrones un rato. Por supuesto que será
reconfortante saber que sigue abierto a aprender. Incluso, puede felicitarse un poco por esto.

La parte final del ejercicio es la más interesante. ¿Qué temas no aparecen en su lista? ¿Hay gente
de ciertas características que nunca aparece en su lista? ¿Qué significa esto? ¿Por qué es así? Al
responder estas últimas preguntas, comienza a aprender bastante más acerca de su capacidad de
saber efectivamente lo que sabe y lo que no.

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Novena Manera De Estar: Mantener El Diálogo

Esto parece bastante obvio, pero si no está en la mesa, no puede cambiar nada. Hay que estar allí
para poder influir. Esto, sin embargo, no es necesariamente una buena noticia. A veces siento
mucho cansancio de estar en mesas desparejas, y me resulta fácil encontrar excusas, tratar de
evitar los tonos condescendientes, las distorsiones de mi realidad y que se desmerezcan mis
opiniones. La tentación es de ausentarme para siempre. Una vez que advertí lo infructuosas e
inútiles que eran realmente las actitudes tradicionales hacia las mesas desparejas, se me hizo aun
más difícil seguir participando en ellas. Me dio fuerzas saber que existían maneras más creativas
de participar, pero también me encontré muchas veces enfrentada a la cuestión de si realmente
quería seguir participando. Estas maneras de ser y de estar son buenas, pero pueden resultar
exigentes, cansadoras y, a veces, dolorosas.

Reenfocar el tiempo

Este modo de estar responde al conjunto de sensaciones perturbadoras que acabo de mencionar.
Es una manera de reenfoque. Los defensores del paradigma dominante muchas veces definen en
su mundo lineal, causal con una serie de pasos interconectados: este es el conflicto, aquí están los
actores, esta es la mesa, tenemos dos horas para resolverlo, empecemos. El énfasis está en
tomar el control de la situación, por lo general con prontitud. Se trata al tiempo como si fuera
reservas de sangre: son limitadas, se acaban. Todo puede volverse urgente con facilidad. Lo
bueno es que usted no tiene por qué estar de acuerdo con este juicio.

Si la cuestión fuera simplemente el control sobre los demás, entonces quizás esta lógica tendría
alguna validez. Si las cuestiones en discusión son más importantes y surgen de un lugar más
seguro y profundo, entonces los conflictos no sólo no tienen por qué ser resueltos de una sentada
sino que, generalmente, no pueden ser resueltos de una sentada. La urgencia, en general, es una
maniobra para acelerar el proceso, de modo que no se dé ningún cambio sustancial y que se
sustente el control dominante. Es importante responder a esta imposición de urgencia. No hay por
qué definir el proceso como inherentemente urgente. Puede y debe estar dispuesto a imponer
interrupciones, incluso si duran meses o años.

Esto no quiere decir, sin embargo, que tenga que dejar el diálogo. Es importante dejar en claro que
decide seguir dialogando, pero que necesita tomarse un tiempo. El diálogo acerca de cuestiones
sustanciales no desaparecerá en su ausencia; lo esperará. Esto es una ardua tarea. A veces
necesitará descansar. Tendrá que atender sus necesidades. Si ha sido herido, necesitará tiempo para
sanar. Estas son ocasiones para mostrar compasión por sí mismo, y no se pueden dejar de lado.

Las personas que han pasado muchas horas en mesas desparejas se manejan con estos
exabruptos. Muchas veces los problemas apremiantes parecen retenerlo en la mesa, cuando sabe
que ahora está demasiado herido, cansado o impaciente como para desempeñarse en forma
eficaz. Entonces, usted se puede convertir en una traba en vez de una fuerza constructiva en favor

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del cambio y el crecimiento. En tales situaciones, quedarse obcecadamente en la mesa no


beneficia a nadie. Es, por lo tanto, importante saber que tomarse un descanso no significa que ha
dejado el diálogo, sino sólo que en ese momento está en retirada.

Es importante estar alerta frente a la gente que quiere que usted esté en la mesa para que haga lo
que ella se niega a hacer, que usted diga verdades mientras ella no arriesga nada, que se muestre
compasivo cuando ella quiere odiar, que trace la raya en la arena sin crueldad, que encabece la
búsqueda de un lugar más seguro y profundo. No quieren estar solos en la mesa, o no quieren
estar en la mesa sin que usted esté allí haciendo por ellos lo que sería mejor que aprendieran a
hacer por sí mismos. Si necesita un descanso, sus ruegos por lo general son puramente intentos
de crearle culpas, y no sirven a ningún propósito constructivo. Aliéntelos a intentar todas estas
cosas que usted les ha mostrado. Permítales hacerse cargo de su negativa a arriesgarse. Si
necesita el descanso, tómelo. Y asegure a todos que sigue en el diálogo.

Descubrir oportunidades permanentemente

Es importante recordar que si uno va a una mesa despareja respondiendo a cuestiones de


injusticia, intentando ir más allá del reordenamiento de paquetes de poder dominante, hay cientos
de oportunidades para lograrlo. Se pueden encontrar otros lugares, mesas y personas con los que
puede mantenerse en el diálogo creativo. Es muy clarificador saber que las cuestiones son
importantes para usted, pero que las mesas son múltiples y variadas. Es una opción que los que
están interesados en controlar a los demás rara vez ejercitan, dado que la gente a la que dominan
tiende a estar en una mesa específica.

Este cambio de mesa es una cuestión importante. Si necesita cambiar de mesa, hágalo. Reconoz-
ca que si determinada mesa no tiene arreglo, este no es motivo para dejar el diálogo, sino un
motivo para buscar una nueva. Es útil tener una lente granangular para mirar la realidad cuando
ocurre eso. Se puede reconocer más fácilmente una nueva mesa. También sirve haber desa-
rrollado la capacidad de confiar en que mañana habrá otra mesa y otro diálogo. Las cuestiones de
justicia no se disuelven. Tampoco están confinadas a un solo lugar. Si le interesan los temas más
abarcantes, habrá mesas a las que se pueda sentar por el resto de su vida.

Reconocer la movilidad

La incapacidad de cambiar de mesa es instructiva y merece una autoevaluación cuidadosa, así


como una evaluación de los demás. Algunos conflictos se mantienen, precisamente porque todas
las partes han determinado que ésta es la única mesa posible y que deben imponerse en ella. Si
es el caso, el proceso se convierte en una lucha a largo plazo por el poder de dominación
disfrazada de negociación. Una vez que declaro que ésta es la única mesa en la que puedo
sentarme, me comprometo efectivamente a correr el riesgo de involucrarme en una negociación
destructiva o estancada. Si elimino de mi movilidad esa posibilidad, les estoy diciendo a todos los
demás que me pueden controlar a mí y a mi integridad, dado que me quedaré, no importa cuál sea

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el costo. La gente que participa en mesas desparejas muchas veces comete este error, y luego se
pregunta por qué los resultados son tan problemáticos.

Es imperativo tener la capacidad de discernir entre continuar en el diálogo y continuar en una


negociación dada, en una mesa determinada, si uno quiere manifestar las otras maneras, de estar
en una mesa despareja. Los que confiaron en su compromiso en una mesa despareja tienen que
saber que éste persiste con las cuestiones en discusión, aunque el escenario pueda cambiar. No
tengo por qué quedarme solo en esta mesa, dando y recibiendo garrotazos para demostrar mi
compromiso con un lugar más seguro y profundo. Puedo ir a una nueva mesa. Es importante e
instructivo asegurarle a la gente, siempre de modo, claro, que usted sigue en el diálogo. A veces, a
quienes están en desventaja en la mesa les ayuda que usted se vaya.

Meditación a la luz de una vela

No tengo tribu.
Tú pareces aceptar esta idea
como valedera, producto de
mi modesta acción que busca lograr
una pequeña inclusión
en el fuego común.

Tú eres mi ritual.
No me lanzas dogmas,
no aplastas mi deseo,
ni me pides que jure fidelidad.
No me pides
ensalada de papas en el sótano,
monedas en la caja de colecta compulsiva,
pasada de mano en mano.
No pides mentiras.

Comienzas leve frágil,


te afirmas y, si espero,
alumbrarás a suficiente altura como
para enmarcar mi pasión,
encender mis esperanzas.

Este espacio y lugar distintos


existen por ti,
y aunque comunal por causa tuya,
me recuerda los objetivos comunes,
me lanza girando y ponderando a ese precipicio
que salté,

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volviendo a encender preguntas de bordes recortados,


aun provocando dudas.

A tu luz temblorosa
podría crear notas con pequeñas manchas
a la memoria, volver.

Tu resplandor moteado
no permite tales meandros dulces.
Como una polilla, mantengo fijo el rumbo.
Mantengo algunas fidelidades suaves.

La decisión de seguir en el diálogo es, en realidad, una cuestión de principios. Uno no sigue
porque esté "ganando" ni se va porque esté "perdiendo". Muchas veces el diálogo mismo es la
cuestión, y mantener la conversación puede lograr fortalecer sustancialmente la compasión e
incrementar su capacidad de decir la verdad, más que cualquier ganancia o pérdida que pueda
creer que se haya dado dentro del diálogo. Si uno se compromete con una conversación, es
muchas veces una simple convicción relativa a su integridad lo que lo mantiene en el diálogo.

Reconocer la interdependencia

Todos los sistemas de creencias más importantes plantean, de algún modo, la profunda
interdependencia de todas las criaturas, de todo lo que conocemos como nuestro universo. Todos
somos partes o dimensiones de una red de vida. Todos los conflictos nos enfrentan a la
fragmentación de esa red de relaciones. La fragmentación puede empeorar, las consecuencias
dañan y destruyen. El camino que lleva a la guerra a veces es muy corto.

El proceso del diálogo devela la miríada de conexiones que existen; nos sensibiliza con ellas, con
su naturaleza y su poder en muestras vidas. Por lo tanto, quedarse en el diálogo significa la
decisión de cuidar y sostener estas relaciones. Para los humanos, siempre son más significativas y
poderosas que nuestros conflictos; éstos, muchas veces se disuelven en alguna trivialidad
embarazosa. Nuestras relaciones siempre tienen el poder de enriquecernos y fortalecernos.

Las disputas a veces me desquician. Me resulta difícil entender por qué alguien querría
alimentarlas. Son visiblemente embrutecedoras y llevan a la fatiga y el estancamiento crónico. Si
bien puedo entender el temor subyacente, parecen muy contrarias al enriquecimiento de la vida y
a la plenitud de nuestras capacidades. Así, mantener todos los diálogos promete más y da más a
todos. Mantener un diálogo consume energía, pero también mantener una disputa consume
energía. Puedo ausentarme, pero esto conduce al letargo, la inercia y la muerte del espíritu
humano. El diálogo es exigente, pero da más vida. La desesperanza siempre es una opción, por
supuesto, pero sin la sustancia o el potencial creativo que activa la esperanza.

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Comprometerse a continuar el diálogo no es ninguna cuestión pequeña, y merece una


consideración reflexiva: le exige a uno. Por eso es tan poderosa la compasión por uno mismo y por
los demás, por eso darse descansos es tan imperativo y por eso sanar es tan significativo. Es
importante mantenerse firme y decidido a permanecer en el diálogo, pero es igualmente
importante mantenerse fluido y flexible en cuanto a la manera en que decidimos cumplir con ese
compromiso con nosotros y los demás. Puede ser útil un ejemplo.

Una historia

Quizá ninguna fuerza en mi carrera haya perjudicado a las enfermeras tanto como los movimientos
feministas. Fue duro de enfrentar para mí, dado que estoy profundamente comprometida con
equilibrar las fuerzas de los principios masculino y femenino en muestra cultura y en el planeta.
Durante la mayor parte de mi carrera, he defendido reclamos de las mujeres, y esta situación
anómala me resulta fastidiosa.

Cuando en los setenta emergieron los movimientos feministas, éstos muchas veces se centraron
en el derecho a tener oportunidades profesionales que tradicionalmente se desalentaban en las
mujeres, si es que directamente no les estaban vedadas. Una de ellas era la medicina, y existía la
convicción de que buscar equidad era buscar acceso a la educación médica. Con un razonamiento
extraño, se llegó a presentar esto no como la oportunidad de elegir libremente, sino como el
derecho a convertirse en una médica poderosa de alto estatus, en vez de estar obligada a ser una
enfermera impotente y de bajo estatus. Toda una generación de mujeres jóvenes, incluyendo mis
propias hijas, quedaron inmersas en esta visión del mundo.

Esta distorsión fue destructiva para todas las enfermeras y todos los hombres y mujeres jóvenes
que pudieran haberse sentido atraídos hacia la enfermería. Cayó en picada el número de inscritos
en las escuelas de enfermería, y muchos de los que se inscribieron se disculparon por no haber
elegido medicina, con la profunda convicción de que su impotencia y poco valor los hacía buenos
candidatos a enfermeros. Los años ochenta estuvieron signados para mí por estas experiencias y
por el daño infligido a los enfermeros que quisieran cuidarnos algún día.

Además, crecientes cantidades de mujeres jóvenes buscaron lo que se les presentó como una
opción superior, y se convirtieron en médicas, con la clara comprensión de que habían evitado la
tragedia de ser enfermeras. Estas mujeres también sufrieron y a su vez causaron daño a muchas
enfermeras. Fue y sigue siendo un proceso muy destructivo. A mí me pareció una situación en la
que el odio de las mujeres contra las mujeres apareció de un modo particularmente virulento.

Intelectualmente podría razonar que la gente oprimida muchas veces se vuelve contra los suyos,
que las enfermeras eran para muchos hombres y mujeres la personificación de la mujer creada por
el paradigma dominante. La mayoría nos veía sometidas. Pocos advirtieron que negociar con una
jerarquía de médicos, y aun así lograr hacer muchas cosas buenas, era un logro extraordinario.
Cuando nos veían acomodarnos a médicos que se comportaban de maneras destructivas hacia
nosotras, rara vez reconocían que nos acomodábamos a esta conducta con mucha visión, y que lo

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hacíamos para proteger o ayudar a los pacientes, muchos de los cuales confiaban en estos
médicos, y hubieran sido dañados si esa confianza se hubiese visto golpeada. La incapacidad de
imaginar nuestro nivel de conciencia era desalentador.

Esto fue un desafío crítico para mantenerme en el diálogo, encontrar mesas donde pudiera seguir
dando apoyo a las crecientes demandas de las mujeres, pero, al mismo tiempo, negándome a
comprometer mi integridad, negando a las enfermeras. Exigió compasión hacia prácticamente
todos y, muchas veces, la decisión de abandonar una mesa en la que se sostuviera esa distorsión.
Aunque no soy una mujer paciente, ha hecho aflorar en mí más paciencia de la que creía poseer.
También me ha exigido coraje mantenerme fiel a las enfermeras, pese a todas las invitaciones a
participar en la negación social de las mismas.

Los esfuerzos complejos, la necesidad de tomarme descansos para recuperarme, la voluntad de


mantenerme en el diálogo y la decisión de dejar mesas de las que debo irme representan un
desafío. Me ha resultado particularmente difícil escuchar a jóvenes médicas que me explicaran
que al principio pensaron en ser enfermeras, pero que luego se dieron cuenta de que querían
exigirse algo más que ser simplemente una enfermera. Tales médicas, al igual que la mayoría de
los médicos, tienen poco conocimiento y conciencia de lo poco "simple" que es realmente ser
enfermera. Mantenerme en el diálogo en estas duras condiciones es el ejemplo de mi vida de esta
manera de estar.

En el esfuerzo por mantenerse en el diálogo, puede surgir confusión acerca de qué versa el
diálogo. Las cuestiones humanas más apremiantes implican un diálogo acerca de nuestra
interrelación. Está claro que el conflicto visita la vida de todos y altera nuestra sensación de
bienestar; que el conflicto tiende a darse con otros seres humanos. Tenemos que recordar, sin
embargo, que también se dan las dimensiones humanas más conmovedoras en la relación con
otras personas. Si buscamos estar con otros humanos, corremos el riesgo del conflicto. El duro
trabajo de atravesar estos conflictos es una faceta de la experiencia y la interrelación humanas.

El esfuerzo por ir a un lugar mas seguro y profundo, en el que podamos entender y resolver
nuestros conflictos, nos involucra en relaciones más complejas y satisfactorias con los demás.
Entonces el conflicto se vuelve no un elemento de disuasión ni una tragedia, sino una oportunidad
de crecimiento y autorrealización. Es una ilusión, una relación libre de conflictos y, en el mejor de
los casos, si se da, indica estancamiento, supresión o negación. Por lo tanto, si queremos más de
la vida, tendremos que relacionarnos, y si lo hacemos, viviremos conflictos. Mantener el diálogo
significa que queremos esa autorrealización y estamos dispuestos a ejecutar el trabajo de resolver
los conflictos para alcanzar nuestro objetivo.

Dado que gran parte de la resolución de conflictos se centra en la fijación con el poder de
dominación, es crítico evaluar la posibilidad de que cualquier mesa pueda cambiar una posición
rígida. Si hay pocas probabilidades de que eso suceda, no se está en un diálogo. Por cierto, la
mayoría de los rituales de resolución de conflictos que se quedan en este nivel son de tono
adversativo, y tan comunes en nuestra cultura que a menudo parecen (o incluso son) conducidos
siguiendo un guión. Dos ejemplos típicos de esto son los procedimientos legales en la corte y las

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negociaciones sindicales, donde han emergido un conjunto de prácticas "habituales" para


mantener fijo el nivel y los participantes.

Una historia

Pocas experiencias humanas se equiparan con la naturaleza desgarradora y dolorosa del divorcio.
Sin embargo, es una experiencia que mucha gente tiene en Estados Unidos. Y se vuelve más
destructiva debido a la presunción de que el proceso debe ser adversativo. Cuando me enfrenté a
este proceso, hice muchos esfuerzos tratando de que la experiencia produjera el menor daño
posible. Me impresionó encontrar, a cada paso, estructuras y prácticas que suponían que el
proceso sería adversativo y que, en realidad, alentaban y premiaban la conducta adversativa.
Hubo muchas experiencias en el camino hacia la corte, pero aun así no estaba preparada para
manejarme con un juez preocupado por mi falta de disposición a comportarme de modo
adversativo. Después de hacerme jurar como testigo, me preguntó si quería una cláusula en el
decreto final de divorcio que me permitiera volver a la corte si me ocurría alguna tragedia y quería
que mi ex marido me ayudara. Le preocupaba que yo no hubiese incluido esa cláusula, y me
presionó para que la pidiera. Dije que no la quería.

Tomó una actitud beligerante hacia mí. "¿Y quién cree que la va a cuidar si le pasa algo?", dijo
enojado. Contesté que tenía amigos y que mi familia me ayudaría. "Se va a sorprender de cómo
todos la abandonarán cuando tenga problemas", respondió, y entonces anunció que era claro que
no había prestado suficiente atención a esto y que, por lo tanto, no estaba dispuesto a otorgar el
divorcio. Nuestro abogado pidió un receso y luego de esperar una hora reabrió nuestro caso.

Cuando volví a declarar insistió en que yo agregara una declaración para el registro de la corte,
que dijera que quería la cláusula en la que él insistía. Respondí que quería eso porque de otro
modo no me daría el divorcio. Esto no le agradó. Su convicción era la de que yo debía decir que lo
quería por lo que él decía. Advirtiendo que estábamos trabados en un conflicto en el que cada uno
prefería quedarse en niveles de discurso muy distintos, consentí y dije lo que él quería.

Reflexionando retrospectivamente acerca de la conducta bienintencionada pero perturbadora de


este juez, advertí que su visión del mundo suponía un proceso adversativo y, dado que yo no me
comportaba de un modo adversativo, sin duda no lograba entender lo serio de mi decisión. A
consecuencia de ello decidió que no se había provisto de protección adecuada, y por bondad me
la quería garantizar. El hecho de que yo no quisiera esa protección, le demostraba lo mal
informada que estaba yo.

Los diálogos cristalizados no son realmente diálogos, sino guiones repetitivos. Es importante hacer
esta distinción, dado que quedarse en un guión repetido lleva a derrotarse a uno mismo y eso es
peligroso; es algo muy lejano a mantener el diálogo. Esta manera de ser y de estar en una mesa
despareja sólo tiene sentido si puede garantizarse que usted está en un diálogo. Es crítico, por lo
tanto, saber en qué niveles de discurso quiere estar. Una vez que definió estos niveles, puede
determinar mejor a qué mesas está dispuesto a asistir y qué diálogo quiere mantener.

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Texto. La negociación en una mesa despareja
Un abordaje práctico para trabajar con las diferencias y la diversidad

Autor. Phyllis Beck Kritek

No sólo es útil saber si otra gente en la mesa está atascada; es igualmente importante definir si
usted lo está. Alguna gente va a una mesa no para crear, sino sólo para expresar su ira y su deseo
de venganza por el problema de la existencia de mesas desparejas. No quieren resolver conflictos,
sino develar el desastre de la mesa despareja. Muchas veces no quieren lograr realmente que la
mesa sea equitativa, dado que les da mucha satisfacción quejarse de que la mesa es despareja.

Hace falta un poco de autoevaluación para definir si éste es su caso. Si lo invitan a menudo a
mesas desparejas y se cansó, fácilmente puede atascarse: "¡ay no, otra vez una mesa
despareja!". Por eso es importante darse descansos para recomponerse de acuerdo con sus
necesidades. Si uno se obsesiona, se vuelve ineficaz. Uno también puede quedarse apegado a los
logros secundarios que representa ser la criatura esforzada o trágica que nunca deja de aparecer
en las mesas desparejas. A mí me resulta de gran ayuda, en este sentido, asegurarme de que
tengo muchos diálogos en los que es valorado ser iguales, y desquitarse no es la meta de nadie.
Fortalece mi capacidad de evaluar la realidad y me reconforta.

Un ejercicio

La manera más rápida de determinar su conducta con relación a mantener el diálogo es mirar y
observar sus propios patrones de conducta. Al leer este libro, usted ha llevado el registro de varios
conflictos, negociaciones o de ambos. En realidad, a esta altura debería tener una colección
amplia. Vuelva a su cuaderno y hojéelo. Busque los ejemplos que anotó hasta ahora. Al encontrar
alguno, estúdielo un rato. Luego responda a las siguientes preguntas.

¿Se resolvió el conflicto? Si es así, ¿reapareció éste u otro relacionado con esta persona o grupo?
Si es así, ¿volvió a los individuos involucrados buscando una resolución? Si no, ¿por qué no?
¿Aceptaría tratar de hacerlo ahora? ¿Qué harían de distinto los otros? ¿Alguno de estos conflictos
es de aquellos que espera que nunca se repitan? ¿Por qué?

Al revisar cada conflicto que anotó y responder a las preguntas, muchas veces sirve estar atento a
los conflictos a los que vuelve y a los que deja sin resolver. Luego de responder a las preguntas con
relación a cada uno, puede buscar definir el patrón. Trace en su cuaderno una raya por el medio de
una página. De un lado anote breves caracterizaciones de los conflictos o negociaciones a los que
volvió. Del otro, ponga las mismas caracterizaciones breves de aquellos a los que no volvió.

Luego de hacer esto con todos los conflictos que pueda encontrar rondando su cuaderno,
reflexione un poco acerca de las dos columnas. ¿Qué tienen en común los conflictos de cada
columna? La mayoría de la gente está dispuesta a mantener algunos diálogos más que otros. Si
puede encontrar patrones comunes en los que abandona, puede empezar a descubrir cuándo y
por qué decide no quedarse en el diálogo. Estos, por lo común, serán los conflictos que
representan el mayor desafío y, por lo tanto, los que más pueden ayudarlo a incrementar su
capacidad y a crecer. Por tal razón, los diálogos en los que no se queda a menudo representan la
mejor oportunidad para enriquecerse creativamente. Quizá quiera reconsiderar su reiterada
disposición a dejar de fado estas oportunidades.

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Un abordaje práctico para trabajar con las diferencias y la diversidad

Autor. Phyllis Beck Kritek

Décima Manera De Estar: Saber Cuándo Y Cómo Dejar La Mesa

Habrá notado que a cada momento mencioné la posibilidad de que usted se vaya de la mesa. Esta
última manera de estar aborda esa posibilidad y reúne los otros modos de ser y estar. También
habrá notado que son todas interdependientes, tal como lo prometí. Si permite que una de ellas
descarrile, las otras seguirán y quedarán mutiladas o afectadas. Dependen unas de otras.

Todas dependen de una particular manera de estar, y ésta depende de modo especial de cada
una de las otras. Recordará que muy al comienzo le conté la historia sobre los que reclaman y los
creadores. Las maneras de estar van referidas a ser creativo, aunque uno esté en una mesa
despareja. Sin embargo, en la mesa a veces se encuentra con alguien que, llueva o truene,
reclama lo suyo y no hay nada que hacer.

Esta es casi siempre la situación más fácil de identificar cuando uno está tratando de determinar si
tiene que considerar abandonar la mesa. Los que reclaman persisten y nunca aceptan una agenda
creativa, de manera que son relativamente fáciles de ubicar. Sin embargo, algunos reclamantes,
cuando se los cuestiona, dirán que son creativos. Entonces tendrá que hacer su propia evaluación.
Le dirán que están esforzándose duro por ir más allá de las demandas y abocarse a crear. Le
pueden decir esto durante semanas, meses y años. En tales situaciones, la respuesta de los
reclamantes a las otras nueve maneras de estar en una mesa despareja son guías útiles.

Los reclamantes tienen que prevalecer. Necesitan ganar. Necesitan que prevalezca su visión del
mundo. Tienen que demostrar que tienen razón. Estas necesidades a menudo están veladas.
Otros, en la mesa, pueden no reconocer siquiera a un reclamante cuando lo ven. Un reclamante
muy habilidoso puede manipular el procesa sin revelar estas necesidades y, aun así, conseguir lo
que quiere. Los reclamantes muchas veces defienden el paradigma dominante. Puede encontrarse
en una mesa donde todos están acostumbrados a ver el paradigma dominante como la única
visión válida del mundo, sin que nadie advierta que todo se centra en los reclamos. La gente
puede ver esto como lo normal o inevitable.

Alguna gente en la mesa puede haber encontrado maneras de obtener logros secundarios,
dejando "contento" al reclamante. Pueden beneficiarse personalmente controlando de modo
encubierto al reclamante, manipulándolo. Pueden haber creado en el reclamante una dependencia
del autobombo o el egocentrismo, y pueden usar esta dependencia para lograr sus fines. Muchas
veces, las maneras tradicionales de ser y de estar en la mesa despareja están tan arraigadas que
virtualmente nadie más puede imaginar una alternativa. No están dispuestos a cambiar esta
realidad porque no pueden imaginar resultados mejores que los que ya se han resignado.

La interdependencia de los diez modos de ser y estar en una mesa despareja puede resultar
inestimable en tales situaciones. Cada una de las nueve primeras maneras le da una base de datos
para la toma de decisiones, indicándole si ésta es en verdad una mesa en la que debe continuar, y lo
ayuda a saber cuándo debe dejarla. Por lo tanto, para acceder a la décima manera de estar, lo más
confiable es hacer manifiestas las otras nueve maneras, y observar los resultados.

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Un abordaje práctico para trabajar con las diferencias y la diversidad

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Cuando intenta invitar a los participantes en un conflicto para ir a un lugar más seguro y profundo,
la respuesta a la invitación se convierte en la información que necesita si está tomando la decisión
de irse o quedarse. Si quiere sugerir que sería útil recordar lo que es mejor para nuestros hijos, y
los hijos de nuestros hijos, y un participante le dice que no tenemos por qué hacer melodramas
acerca de los niños, ya que aquí se trata de los duros hechos, tiene que observar de cerca a esta
persona. El o ella puede estar diciéndole que el proceso se quedará en un solo nivel y de ahí no se
va a mover. Si el nivel es el de sostener el conflicto o de que se imponga una de las partes, ésta
no es una mesa en la que querría quedarse.

Mucha gente intuitivamente se siente atraída a ir a un lugar más seguro o profundo y puede así
aceptar inicialmente su invitación. Al progresar la negociación, pueden descubrir que el lugar más
seguro y profundo les exige tomar decisiones, dejar de lado viejos hábitos o aparentes ventajas a
las que no quieren renunciar. Pueden quedarse un tiempo en el lugar más seguro y profundo, y
luego huir. Es importante estar preparado para esto. Si bien usted lo puede lamentar, el hecho de
que se dé es significativo. Una vez que la gente se va del lugar más seguro y profundo, la
negociación cambiará de modo dramático y usted se encontrará en una mesa en la que irse será
la siguiente transacción que deba realizar.

Decir la verdad muchas veces revela una respuesta análoga. Si la gente en la mesa se dedica
activamente a silenciarlo, le dice que sus observaciones no son pertinentes, o que no debiera
plantear estas cuestiones que molestan a todos, usted tiene un indicador de que la negociación
puede no ser auténtica. Si determinadas verdades han de ser negadas sistemáticamente y usted
cree que son centrales al conflicto, eso sería una indicación de que ésa no es una mesa en la que
quiera quedarse.

En este caso también puede encontrarse con gente que inicialmente se compromete con decir la
verdad. Entonces, de pronto, emerge alguna verdad que esperaban poder ignorar, negar o
distorsionar. De pronto, luego de haber avanzado mucho, la negociación pasa a girar en torno al
ocultamiento de la verdad que no se quiere confrontar. Esto puede crear mucha confusión y
requiere una atención reflexiva. El indicador más fácil de utilizar será el que ahora haya claros
límites acerca de lo que se puede o no nombrar. Cuando se prohíben de modo persistente y
sistemático ciertas verdades, la mesa ha cambiado y usted quizás tenga que irse.

En alguna coyuntura en la mayoría de las negociaciones, usted descubrirá que la gente le hará
una invitación a "vender su alma": es decir, le pedirán que ya no defienda su integridad. Si bien
usted puede decidir claramente hacer lo contrario, es importante determinar exactamente lo que
esta invitación le comunica y con qué asiduidad aparece. Es también útil determinar en qué se
centra realmente la invitación, qué dimensión particular de su alma quieren que venda. Esto le
indica algo sobre usted y algo sobre la mesa. Una mesa que persistente o incluso frecuentemente
indica que no tiene que defender su integridad, con el tiempo puede resultar ser una mesa que
busca objetivos que usted no puede aceptar. Si otros en la mesa no defienden su integridad, esto
también puede servir de indicador. Este indicador me ha resultado particularmente útil a mí. Si bien
puedo quedarme un tiempo en una mesa que no toma en cuenta o desvaloriza mi integridad o la
de otros, se está creando una norma que aporta una clave acerca del tipo de resultados que

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pueden emerger de la negociación. Puede que nunca logre defender mi integridad y, sin embargo,
encontrarme con que dado que mi integridad personal no es un valor importante para los
participantes, se creará una solución a un conflicto que parece, respetar mi integridad, pero no la
de otros. Dado que soy parte de este proceso, entonces no se ha respetado mi integridad.

Una historia

Como las comunidades académicas en Estados Unidos han quedado más y más cautivas del
marco de referencia del paradigma dominante, la intrusión de una disciplina tal como la enfermería
en estos enclaves muchas veces ha sido resistida. Si bien la enfermería responde en gran medida
al paradigma dominante, lo hace con un compromiso igual con el marco de referencia del
paradigma emergente. Es también una disciplina casi exclusivamente femenina. Estas caracte-
rísticas la hacen parecer fuera de sincronía con las normas académicas tradicionales.

Esta resistencia se siente del modo más agudo frente al esfuerzo por desarrollar e implementar
programas de doctorado en enfermería. Si ciertamente no se puede ver a las enfermeras y las
mujeres como socias a un mismo nivel en el mundo académico, es claramente no realista suponer
que se podrían crear programas rigurosos y competentes de estudios que conduzcan al otorga-
miento de doctorados.

Una de las maneras en que los docentes en enfermería han contestado a esto es respondiendo a
los requisitos académicos con frenesí: ir más allá de las expectativas mínimas en el esfuerzo por
demostrar competencia y paridad. Este ha sido un proceso exigente y a veces incómodo, pero ha
llevado a fortalecerse y a adquirir mayores capacidades. Las enfermeras saben que sólo
alcanzarán este objetivo si suben una cuesta muy empinada. En vez de quejarse por la injusticia,
simplemente van y compran equipo de alpinismo de gran calidad.

El primer programa de doctorado que creé soportó este procedimiento. El resultado fue que la
propuesta final obtuvo aprobación unánime de una comunidad universitaria inicialmente escéptica.
Al buscar la aprobación de los líderes oficiales de la educación, sin embargo, el proceso se volvió
político y entraron en juego con mucho peso los sentimientos. Siendo la persona que buscaba
negociar esto me encontré, por un lado, con una comunidad de enfermería frustrada y enojada que
había esperado demasiado la equidad en cuanto a oportunidades educativas. Por el otro lado,
había un grupo renuente de administradores educativos. De buena fe, acepté todas sus reglas,
respondí a todos sus pedidos y demandas y les pedí a mis colegas que hicieran lo mismo, que
negociaran de buena fe.

Durante estas negociaciones, sin embargo, se me ofrecieron varias opciones extrañas, todas las
cuales hubieran significado desventajas o desmerecimiento de uno u otro grupo de enfermería en
el estado. En esencia, se me decía que si estaba dispuesta a perjudicar a otro grupo de
enfermeras, tendría un programa de doctorado aprobado. Si bien reconocí la invitación a
comprometer mi integridad, y decidí no hacerlo, también supe por estas invitaciones que estaba
negociando en una mesa en la que la integridad no era un valor.

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Un abordaje práctico para trabajar con las diferencias y la diversidad

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Eventualmente, advertí que estas negociaciones no eran sinceras, y que ésta era una mesa de la
que tenía que irme. Al hacerlo, primero informé a los administradores involucrados que ya no creía
que estuvieran negociando de buena fe. Entonces ya no desalenté las expresiones de ira y
frustración de mis colegas, y surgió una ola bastante intensa de presión política, que resultó en la
aprobación del programa, pero finalmente eso no benefició a los administradores de la educación.

Si hubieran respetado mi integridad, podrían haber negociado una resolución más creativa. Fue
instructivo para mí que fueran incapaces de imaginar que se pudiera tomar en serio a las
enfermeras al buscar un objetivo con tenacidad y honestidad. Como no tomaban en serio los
sueños, esperanzas y deseos de las enfermeras, suponían que los demás, incluyendo las propias
enfermeras, harían lo mismo. La lección fue costosa para ellos, tanto en términos de resultados
políticos como de su integridad personal.

Con el paso de los años he encontrado que esta piedra de toque de la integridad personal es la
herramienta más valiosa para mí en la evaluación de mesas desparejas. Lleva a la gente al
centro de la cuestión en forma rápida y eficiente. Los que hemos pasado gran parte de nuestras
carreras en mesas desparejas muchas veces nos llevamos poco más que nuestra integridad
cuando dejamos la mesa, así que para mí es crítico tenerlo conmigo cuando me voy. Por lo tanto
las invitaciones a aceptar pactos sucios son siempre señal de que la mesa no es una de
aquellas en las que continuaría buscando lugares más seguros y profundos para abordar
cuestiones que me interesan.

Invitar a la mesa a la compasión también puede aportar información útil acerca de la misma, y
de si usted desea permanecer allí. Si no se le da lugar a la compasión, si se la invita a irse o
nunca se le permite tomar asiento, los resultados pueden tener las mismas características: no
tener compasión. Si bien muchos conflictos tienen soluciones que dan una respuesta pobre en el
terreno de la compasión, he encontrado que este tipo de soluciones a menudo son expeditivas y,
al final, hacen más daño que bien. Al principio se ven bien pero luego crean nuevos desastres.

Quizá sea obvio que si uno traza una raya en la arena y la gente en la mesa no acepta esta
raya, tiene que irse. Por eso es tan útil trazar la raya desde un comienzo. Si resulta intolerable
para las partes en conflicto, ya sabe que probablemente no debiera quedarse. Puede
simplemente perder su tiempo y energía trazando una y otra vez la raya que la gente borra una y
otra vez. Si tiene que trazar su raya en la arena una y otra vez, usted no está abocado a
negociar, sino a una lucha por el poder acerca de su derecho a trazar una raya en la arena.

Como se hace evidente, todas las dinámicas tienden a interactuar. Muchas veces, sin embargo, se
ven mitigadas por los esfuerzos por expandir, explicar el contexto e innovar. Si las partes en
conflicto están dispuestas a abocarse a estas dos actividades, pueden a veces encontrar el
camino a lugares más seguros y profundos, a decir la verdad, a la integridad y a la compasión.
Esto no siempre será así, pero se da lo suficientemente a menudo como para que tenga que
sopesar este potencial con la resistencia a los otros modos de ser y estar. A veces la compasión o
decir la verdad se vuelven la innovación, o el lugar más seguro y profundo se convierte en el
nuevo contexto. Estas dos maneras de ser y estar sirven para dar algo de equilibrio al impacto de

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los modos anteriores de ser y estar, y ayudan a demostrar por qué las diez maneras funcionan
juntas de modo sinérgico.

El avance en una negociación se fortalece con el proceso de compartir información. Al darse esto, es
crítico su nivel de preparación, y si es inadecuado puede encontrarse en una mesa para la que no
esté preparado. Esto puede herir un poco su orgullo, pero es una cuestión importante de abordar. Si
no tiene los conocimientos que necesita para estar en la mesa, es mucho mejor simplemente irse y
conseguirlos. También puede decidir quedarse suficiente tiempo como para ver si adquiere el
conocimiento en la mesa, pero mi experiencia ha sido que eso es riesgoso y hay que hacerlo pocas
veces. Si le faltan conocimientos, aunque usted aprenda rápido, se pueden crear resultados que
incluyan dimensiones que usted no entiende; si los hubiese entendido quizá no los aceptaría.

La novena manera de ser y estar en realidad se centra en lo que puede hacer si tiene que irse de una
mesa determinada. Le da la opción de seguir defendiendo sus objetivos, pero aún lo lleva a dejar la
mesa específica que usted descubre inaceptable. Así, lo ayuda a irse de un modo significativo y cons-
tructivo, y lo ayuda también a enmarcar la manera de responder al impacto de su partida.

Reconocer el momento evolutivo

Como puede ver, las maneras de ser y estar en la mesa son invalorables para ayudarlo a saber
cuándo irse. Por ese motivo, es importante recoger las otras nueve cuando usted se va de la
mesa, y explicar claramente a los demás que lo hace llevándose estas maneras de ser y estar
consigo. Si es posible, explíqueles a quienes deja atrás por qué se va. Al irse, trate de recordar
que hay miles de otras mesas, y que al sentarse a ellas usted sigue creando el futuro.

Después de todo, dejar la mesa tiene que ver con el cambio. Surge de una sensibilidad con el
momento evolutivo, tanto para usted como para los demás. El único momento evolutivo que
realmente controla es el suyo propio; el único cambio real que puede efectuar es el que efectúa
dentro suyo. Usted puede crear las condiciones para que otros cambien y evolucionen, pero esto
no asegura nada. Usted no controla las opciones de los demás en relación con el cambio. Usted
no controla sus momentos evolutivos.

Es importante que usted sea rigurosamente honesto consigo mismo acerca de la falta de cambio.
La vida es cambio y la ausencia de cambio es un indicador de estancamiento, fijación y, en
algunos casos, una forma de "muerte". Si usted negocia en una mesa donde no se da ningún
cambio, puede haberse convertido en parte de un proceso de estancamiento. Su presencia incluso
puede mantener el estancamiento. Dado que soy una persona que no se queda callada, muchas
veces me encontré en mesas en las que se sostenía la ilusión de una negociación, señalando que
yo estaba presente y que eso demostraba que algo debía estar pasando. Esta es una versión
sofisticada de la cooptación.

La autocomplacencia, la pereza y la falta de esperanzas son todas fuerzas que pueden retenernos
en una mesa de la que debiéramos irnos, en la que sabemos que la negociación se ha corrom-

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pido, en la que el cambio no es posible, en la que estamos empantanados colectivamente y somos


incapaces de descongelar la situación. Es importante recordar en tales situaciones que no decidir
irse es, en sí mismo, una decisión. A veces es la vanidad la que nos impide adoptar esta decisión
difícil, o nuestra profunda obcecación, o nuestro temor a la reacción de los demás. Es difícil
enfrentarse a estas dimensiones más engorrosas y oscuras de nuestras tomas de decisiones, pero
no hacerlo es más difícil cuando empiezan a darse las consecuencias.

Dar importancia a nuestra autoestima

Las decisiones relacionadas con dejar mesas son muchas veces relativas a nuestra autoestima. Si
uno tiene una baja opinión de sí mismo, puede ser que esté dispuesto a quedarse prácticamente
en cualquier mesa, y mantenerse allí para dar la impresión de que hace algo con su vida. Uno
puede participar de las farsas o sostener la ilusión porque es demasiado cobarde para lanzarse a
un nuevo camino. Puede que no queramos enfrentarnos a nuestras propias verdades, o admitir
que cometimos un error, y vayamos a una mesa equivocada desde el vamos. Vivimos en una
cultura que muchas veces dice que quedarse es una virtud, pero tenemos que discernir
cuidadosamente lo que estamos eligiendo y por qué. Si no somos parte de la solución de un
problema, probablemente seamos parte del problema mismo.

Si me quedo porque los demás me aseguran que debo hacerlo, o que me quieren allí, tengo que
determinar el grado en que estos mensajes preservan o dañan mi integridad personal. También
tengo que confrontar honestamente mi propio deseo de lograr que me acepten al costo de mi
integridad. Otros pueden simplemente querer que me quede para evitar tener que tomar sus
propias decisiones difíciles. Quedarse a veces es simplemente autodestrucción, y hacerlo puede
justificar la autodestrucción para otra gente. Encontrar su propio coraje y enfrentar su propia
cobardía también puede servirle a otros para hacer lo mismo.

Hacerse cargo de sus negativas

Si se niega a irse de una mesa de la que debiera irse, si se niega a avanzar hacia nuevas
realidades cuando sabe que no puede sostener las maneras de ser y estar en la que está ahora
sentado, es crítico que se haga cargo de esta decisión. Es siempre tentador culpar a otros por esta
negativa a probar un nuevo camino: "ay, es que me necesitan tanto, yo era tan vital para su
proceso, no podían hacerlo sin mí, dependen de mí, no quería desilusionarlos...". La lista se puede
hacer bastante larga. Parece positiva, pero es simplemente una lista de excusas que echan culpas
y proyectan. La razón por la que no se va de una mesa que sabe que debe dejar es que le falta la
imaginación y el coraje para hacerlo. Esto es problema suyo y de nadie más.

Siempre es difícil dejar una mesa, pero es aun más difícil quedarse donde sabe que no
corresponde. Cuando está en una mesa despareja, sabe que inició el proceso con participantes
que aceptaron la inequidad. Pueden decidir no cambiar. Este es su derecho. Su negativa a aceptar
este hecho es problema suyo, no de ellos. Si usted se valora lo suficiente, si usted reconoce el

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hecho de que tiene algo importante para aportar a la resolución de conflictos, no perderá su tiempo
y energía con gente que se ha comprometido a quedarse, trabada en formas de ser y estar que
usted no comparte.

Por lo tanto, irse de la mesa también puede ser un acto de autovaloración y autoafirmación. Si
usted valora su vida, su energía, su mismo ser, sólo quiere negociar en la mejor de las mesas.
Seguirán siendo desiguales, pero así será siempre. Si deben ser desparejas, al menos sería lindo
que fueran las mejores.

Es importante irse con orgullo y dignidad, con gracia. Esto lo ayuda a centrarse en las maneras de
ser y estar al ir hacia su segunda mesa con nuevas esperanzas.

Un ejercicio

Piense en todas las mesas de las que se ha ido en los últimos cinco años. Escriba estas
situaciones. Bastará con unas pocas y breves palabras. Ahora, junto a cada una, escriba por qué
se fue de la mesa. También junto a cada una escriba sí cuando le guste el motivo, no, cuando no
le guste. Haga esto rápidamente, sin pensarlo.

Ahora tome su lista de las diez maneras de ser y estar en una mesa despareja. Mire cada
situación de modo más reflexivo y pregúntese como se relacionan estas diez maneras con cada
situación. Vea si encuentra algo familiar, algo coherente. A veces encontramos que sabemos
instintivamente que tenemos que irnos, pero que aún no hemos aprendido a confiar en este
proceso. Tómese un tiempo para darse crédito por haberlo hecho. Donde encuentre razones que
le parezcan menos positivas, trate de determinar qué pasó con ellas y, por cierto, lo que
probablemente le sigue pasando a usted hoy en día.

Ahora piense en dos o tres situaciones conflictivas en su vida, en las que esté abocado a
negociaciones que sean parte de su vida cotidiana. Puede incluir a su jefe, a un amigo, a un socio
o a una organización a la que pertenezca. Quizá se trate de una actividad comunitaria en la que
participa. Analice cada situación un rato. Preste especial atención a gente que en esa situación
parece irritarlo o perturbarlo en forma crónica. Estas provocaciones son casi siempre el mejor lugar
para aprender algo valioso.

¿Es alguna de estas una mesa de la que debe irse? ¿Ya probó las otras nueve maneras de ser y
estar en estas mesas? ¿Si lo hiciera, qué pasaría? ¿Se iría si fuera necesario? ¿Si no, por qué
no? ¿Qué es lo que lo hace quedarse en mesas de las que debiera irse? ¿Le gusta esta parte de
sí mismo? ¿Quiere fortalecer esta parte de sí mismo? ¿Puede cambiar? ¿Quiere hacerlo? ¿Qué
pasaría si cambiara? Aquí es útil escribir sus temores, sus vanidades, sus obcecaciones. ¿Teme lo
que otros podrían pensar de usted, que podría estar cometiendo un error, que no le gusta perder?

Imagínese yéndose de estas mesas. ¿Cómo lo haría? ¿Qué se siente? ¿Ganó o perdió en este
proceso? ¿Puede encontrar otro lugar para continuar el diálogo? ¿Teme no poder encontrarlo?

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¿Esto es suficiente motivo para quedarse en la mesa? ¿Qué quiere hacer en relación con todo esto?

¿Dejar la mesa podría ser un acto de liberación, de autovaloración, de honestidad, de coraje, de


integridad, de compasión por sí mismo y los demás?

¿Qué precio paga por quedarse en una mesa de la que debiera irse? ¿Vale la pena?

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Algunos Antídotos Y Precauciones

Aquí están las diez maneras de estar en una mesa despareja:

1. Encontrar y ocupar el espacio humano más profundo y seguro que le permitan sus capacidades

2. Decir la verdad

3. Defender su integridad, aun pagando un precio alto

4. Encontrar en la mesa un lugar para la compasión

5. Trace una raya en la arena sin crueldad

6. Amplíe y explique el contexto

7. Innovar

8. Saber qué sabe y qué no

9. Mantener el diálogo

10. Saber cuándo y cómo dejar la mesa.

Pensándolo bien, usted sin duda advirtió que son bastante difíciles. Estoy de acuerdo. También sé
que si usted se encuentra sistemáticamente en mesas desparejas, lo que está haciendo ahora es
bastante difícil. Lo que estas maneras de ser y de estar le ofrecen es algo difícil, que realmente
puede hacerlo sentir mejor y darle una mayor probabilidad de hacer algo en favor de un cambio
positivo. Ir incesantemente a mesas desparejas es a menudo problemático. Ir con algunas
herramientas nuevas y con una sensación de que es posible evolucionar sólo puede ser para mejor.

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