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Antígona
Versión libre de Teófilo Guerrero
Personajes:
1
La Nada Jurídica/Antígona
Coro
Antígona
Creonte
Guardia/Mensajero
Ismene
Hemón
Tiresias
Coro.- La noche parece eterna, un vómito absoluto del Hades, la noche tiene
brazos largos, uñas venenosas… la noche que camina sobre nuestra Tebas.
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La Nada Jurídica/Antígona
Polinice ataca con ira, Eteocles repele el golpe, vienen tres, cuatro, seis más
montados sobre la ira del atacante. Eteocles aprovecha para dar una estocada
certera.
Antígona.- Duelen los ojos de ver tanto odio entre cófrades de la misma sangre…
Coro.- Polinice mira la herida y aprieta los dientes para cargar con fuerza con la
espada en ristre.
Coro.- Un tejido de metales ilumina la noche, luego silencio, y caen dos cuerpos
con las miradas hechas odio, todavía, y así parten…
Antígona.- Duele la tierra que muere ahogada en sangre, duele el corazón, el pelo
y la mirada, duele, duele tanto que el cielo se tiñe de dolor…
Antígona.- No hay patria más maldita que aquella en la que reina el odio
fraticida…
Coro.- La noche parece eterna, la noche tiene brazos largos, la noche que camina
sobre nuestra Tebas.
Coro.- La noche parece eterna, la noche tiene brazos largos, la noche que camina
sobre nuestra Tebas.
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La Nada Jurídica/Antígona
Antígona.- No hay patria más maldita que aquella en la que reina el odio
fraticida…
Salen.
Creonte.- En este caso nada tiene que ver la ley… era una orden, derivada de un
acto de guerra, de un atentado contra esta Ciudad.
Guardia.- Señor…
Entra Antígona.
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La Nada Jurídica/Antígona
Antígona.- Injusta.
Creonte.- Me desafiaste.
Antígona.- Una orden que iba en contra de leyes divinas y naturales. Leyes que se
pierden en las arenas de los tiempos, que van más allá de mi, más allá de
Polinice, de Edipo, Layo y de Creonte mismo. Si la prohibición no viene de Zeus:
Dios de dioses, o de Niké: Diosa de la ley eterna y de los derechos, me importa
poco, muy poco que la prohibición venga de Creonte, o cualquier otro hombre,
aunque la vida me vaya en desafiar un capricho.
Antígona.- Qué será pues si desafía un orden natural y superior, y qué quiere decir
entonces ¿Qué Creonte es mayor que los dioses?
Coro.- Indomable es el espíritu de Antígona, hija de Edipo, cuya forja está hecha
para soportar desgracias.
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La Nada Jurídica/Antígona
Creonte.- El orden ante todo, siempre. La obediencia ante el caos, quien obedece
no se equivoca.
Sale Creonte
Antígona.- No llores, no clames. Ten orgullo, haz acopio de coraje. ¿Por qué
lloras?
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La Nada Jurídica/Antígona
Antígona.- No.
Ismene.- Antígona…
Entra Creonte
Ismene.- No importa la naturaleza del acto siendo este injusto, tan ajeno al orden
de todos los hombres y los dioses.
Creonte.- No creo posible que no supieras, aunque fuera un poco, de los planes
de Antígona.
7
La Nada Jurídica/Antígona
Antígona.- ¡No!
Ismene.- Sabía, lo que tenía que saber, y si no participé en los hechos fue por
amor y cobardía.
Creonte.- ¿Ni a que libre a mi hijo de esta estirpe maldita que asoló con sus
desgracias a Tebas desde la llegada de Edipo?
Coro.- Hoy que la luz de una esperanza se columbraba para la casa de Edipo en
sus últimos retoños, he aquí que un polvo sangriento otorgado a los dioses
infernales, unas palabras poco sensatas, y el espíritu ciego y vengativo de un
alma, han extinguido esa luz. ¿Qué orgullo humano podría, ¡oh Zeus!, atajar tu
poder, que jamás doma ni el suelo, que todo lo envejece, ni el transcurso divino de
los meses infatigables? Exento de vejez, reinas como soberano en el resplandor
reverberante del Olimpo.
Para el hombre esta ley inmutable prevalecerá por toda la eternidad, y regirá,
como en el pasado, en el presente y en el porvenir; en la vida de los mortales
nada grave ocurre sin que la desgracia se mezcle en ello. La esperanza
inconstante es un consuelo, en verdad, para muchos hombres; pero para otros
muchos no es más que un engaño de sus crédulos anhelos. Se infiltra en ellos sin
que se den cuenta hasta el momento en que el fuego abrasa sus pies. Un sabio
dijo un día estas memorables palabras: «El mal se reviste con el aspecto del bien
para aquel a quien un dios empuja a la perdición; entonces sus días no están por
mucho tiempo al abrigo de la desgracia».
Creonte.- Hijo mío, al saber la suerte irrevocable de tu futura esposa, ¿llegas ante
tu padre transportado de furor, cualquiera que sea nuestra determinación, te soy
igualmente querido?
Creonte.- No hay peste mayor que la desobediencia; ella devasta las ciudades,
trastorna a las familias y empuja a la derrota las lanzas aliadas. En cambio, la
obediencia es la salvación de pueblos que se dejan guiar por ella. Es mejor, si es
preciso, caer por la mano de un hombre, que oírse decir que hemos sido vencidos
por una mujer.
Creonte.- Pues esta mujer, ¿no ha sido sorprendida cometiendo una mala
acción?
Creonte.- ¡Cómo! ¿Ha de ser la ciudad la que ha de dictarme lo que debo hacer?
Hemón.- ¿No te das cuenta de que acabas de hablar como un hombre demasiado
joven?
Creonte.- Pero ¿no se dice que una ciudad es legítimamente del que manda?
Creonte.- Está bien claro que te has convertido en el aliado de una mujer.
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La Nada Jurídica/Antígona
Creonte.- Insensato; vas a pagar con lágrimas estas tus lecciones de cordura.
Hemón.- ¿Es que quieres hablar tú solo, sin escuchar nunca a nadie?
Sale Hemón
Creonte.- Que se marche y que presuma de ser todo un hombre. Jamás arrancará
a esas dos muchachas de la muerte.
La conducen guardias
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La Nada Jurídica/Antígona
Coro.- Dánae también sufrió una suerte semejante cuando se vio obligada a
despedirse de la claridad del cielo en su prisión de bronce; encerrada en una
tumba, que fue su lecho nupcial, fue sometida al, yugo de la Necesidad. Era, sin
embargo, ¡oh hija mía!, de ilustre origen, y en su seno conservaban esparcida en
lluvia de oro la semilla de Zeus.
Tiresias.- Jefes de Tebas, hemos hecho juntos el camino, ya que el uno ve por el
otro; pues los ciegos no pueden andar sino guiados.
Creonte.- ¿Qué hay? Me estremezco al pensar qué palabras van a salir de tus
labios.
Común es a todos los hombres el error; pero cuando se ha cometido una falta, el
persistir en el mal en vez de remediarlo es sólo de un hombre desgraciado e
insensato. La terquedad es madre de la tontería. Cede, pues, ante un muerto, y no
aguijonees ya al que ha dejado de existir. ¿Qué valor supone matar a un muerto
por segunda vez? Movido de mi devoción por ti, te aconsejo bien; no hay nada
más grato que escuchar a un hombre que solamente habla en provecho nuestro.
La prudencia es la mejor de todas las riquezas.
Creonte.- La especie de los adivinos es ávida de dinero. Por motivo ninguno, tenlo
bien entendido, cambiaré la idea.
atropello que cometes; por eso las Divinidades vengadoras que persiguen el
crimen, las Erinas del Hades y de los dioses, están al acecho para envolverte en
los mismos males que tú has infligido. Y ahora mira si es la codicia la que inspira
mis palabras. Se aproxima la hora en que lamentaciones de hombres y mujeres
llenarán tu palacio.
Creonte.- Nunca has fallado en tus consejos, sabio Tiresias, y sé que aunque hay
un desacato evidente, también existen leyes que me sobrepasan. ¿Qué debo
hacer? Dímelo, que yo obedeceré.
Tiresias.- Ve, pues; corre, y no fíes el cumplimiento de estos cuidados más que a ti
mismo.
Salen
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La Nada Jurídica/Antígona
comenzó a temblar y cayó a los pies de sus sirvientas, y al caer, se dejó ver a lo
lejos el cuerpo de Polinice ya roído por las alimañas…
Coro.- La noche parece eterna, la noche tiene brazos largos, la noche que camina
sobre nuestra Tebas.
Guardia.- ¡Qué serie de desgracias son las tuyas! ¡Oh mi amo! Si de una tienes la
prueba innegable en tus brazos, de otras verás el testimonio en tu palacio: pronto
tendrás ocasión de verlo.
Creonte.- Y ¿qué males más espantosos que los que he soportado pueden
acaecerme aún?
Creonte.- ¡Oh abismos inexorables de Hades! ¿Por qué, por qué consumas mi
pérdida? ¡Oh tú, mensajero de aflicciones, ¿qué otra nueva vienes a anunciarme?
¡Cuando yo estaba casi muerto vienen a descargarme el golpe mortal!
Coro.- La noche parece eterna, la noche tiene brazos largos, la noche que camina
sobre nuestra Tebas.
Creonte.- La noche parece eterna, la noche tiene brazos largos, la noche que
camina sobre nuestra Tebas…
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La Nada Jurídica/Antígona
Coro.- Las palabras insolentes y altaneras las pagan con grandes infortunios los
espíritus orgullosos, que no aprenden a tener juicio sino cuando llegan las tardías
horas de la vejez. La soberbia es la madre del poder absoluto. El poder absoluto
crea tiranos, y cuando los tiranos son impíos la desgracia se ceba en cada piedra
de las ciudades. La prudencia es la primera fuente de ventura.
Cae la noche sobre la noche, y la justicia es una luz lejana, una promesa de
amanecer…
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