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AKAPANA, LA

VICUÑA
TRAVIESA

A mi nieto Felipe por su


gran aporte a este cuento.
Capítulo 1.

El ronco sonido del Pututo despertó a la gente de Caspana. Recién amanecía y


el viento frío de los Andes arreciaba como siempre en este lado del mundo,
pero los habitantes del lugar acostumbrados al clima no le daban importancia.
En la choza que habitaban un niño y sus abuelos, ubicada en lo alto y cercana a
la entrada del pueblo, el sonido se metió por las rendijas y pinchó el ánimo de
los viejos, pero fue el hombre llamado Churki quien se levantó primero.
Arrastrando los pies se acercó al camastro ubicado en un rincón en el cual
dormía el muchacho. El abuelo miró enternecido a su nieto pensando que era
una pena tener que despertarlo, pero el niño tenía que cumplir con sus
obligaciones. Desde pequeño Wari tenía la responsabilidad de cuidar los
animales de la familia.

Ahora tenía nueve años y ya era un experto en el pastoreo de las vicuñas,


guanacos, llamas y alpacas, todos animales propiedad de su abuelo, a
excepción de una vicuña que le habían regalado recién nacida, porque la madre
había muerto durante la parición.

Desde ese día Wari cuidó de ella La alimentó, abrigó y hasta dormía con la
pequeña para protegerla del frío, por lo que llegaron a ser inseparables. Él la
bautizó como Akapana (remolino de viento o pequeño huracán, en quechua) y
fue premonitorio. Siempre que llegaba el niño a un lugar, detrás aparecía ella
con su particular mechón blanco colgando de la frente y brincando o a toda
carrera, produciendo un pequeño descalabro lo que la hacía portentosa y
extravagante.

Cuando se levantó esa mañana, Wari llamó a gritos a Akapana y luego con un
silbido conocido por ella la apuró. No tardó en aparecer la pequeña que apenas
contaba con más de un año, pero últimamente había crecido muy rápido y ya
casi alcanzaba en estatura al niño.

Luego, mientras le pasaba un cepillo por el lomo y le hablaba, el pequeño Wari


pensaba que pasaría cuando tuviera que entregar a Akapana para que le
hicieran su primera esquila. El sabía lo nerviosa que se ponía cuando manos
extrañas se posaban en su espinazo, no lo soportaba y tendía a lanzar
mordiscos y cocear a quien tuviera al frente. Y bien lo sabía uno de los vecinos.
Durante la Quillpa cuando al tomarle la oreja para perforarla, como lo hacían
con todos los maltones, éste se apoyó flojamente en su lomo, la vicuña sin
previo aviso le atizó una patada que casi le rompe una pierna.

Pero ahora se venía la esquila de los animales, la vieja tradición de la Marka


que se realizaba entre Noviembre y Diciembre de cada año en una gran
ceremonia que era dirigida por Mayta el Mallku del pueblo, a la cual siempre
asistía el Curaca del Ayllú, de nombre Katari.

Era este un hombre pomposo y muy quisquilloso cuando de tradiciones y ritos


del pueblo se trataba. No perdonaba ningún traspié, error u olvido ceremonial,
es más, como representante directo del Inca -presumía ser uno de sus
descendientes, casi un semi dios- se arrogaba el derecho de juzgar
severamente cualquier acto considerado criminal según su parecer.

De mirada aviesa en sus ojos penetrantes, que intimidaban a pesar de portar


un físico esmirriado, con dos brazos demasiado largos para su cuerpo,
terminados en manos retorcidas como ramas de árbol seco y una triste figura
que llamaba a la compasión pero, a pesar de todo eso, cuidado, era tal la
fortaleza de espíritu y tanta la maldad acumulada en el alma, que esa aparente
debilidad lo transformaba en un rival poderoso y difícil de vencer.

Además, había otras cosas de las cuales la gente no hablaba pero que todos
conocían; Katari también practicaba un tipo de magia negra que incluso había
espantado a un Panaca quien, aterrado por lo que había visto, no se atrevió a
contarlo a sus parientes y calló. Esto terminó por afincar aún más el poderío del
viejo Curaca entre los hatunrunas y mitimaes del Ayllú.
Capítulo 2.

Finalmente llegó la fecha que tanto temía Wari, los preparativos para realizar el
Chaku habían concluido y todo estaba dispuesto para el día siguiente.

El sitio escogido en las afueras del pueblo cerca del cerro verde, era un lugar
amplio donde ya estaban construidos los corrales para el encierro de las
vicuñas silvestres y las domesticadas, como nuestra querida Akapana.

Pero esta no se hallaba en ninguna parte a pesar que Wari había recorrido casi
todo el pueblo. ¿Dónde se encontraba? era la pregunta que rondaba entre los
nerviosos habitantes del lugar, ya que todos conocían sus diabluras y salidas de
madre, pero esta vez no podían permitirse un espectáculo travieso frente al
insensible Katari.

El rostro de Mayta mostraba con claridad su preocupación. Estaba en juego no


sólo su cargo sino que también la seguridad de él, su familia y del pueblo, así
que llamó a Wari y lo urgió a encontrar a Akapana y la trajera de inmediato a su
presencia antes que llegara la autoridad principal del Ayllú.

Corriendo a todo lo que daban sus piernas, Wari comenzó la búsqueda por los
lugares donde intuía se escondía la vicuña. El corral de su casa, la parte trasera
de las casas del pueblo, las terrazas de cultivo donde a veces se iba a pastorear
por su cuenta pero nada, hasta que decidió ir a los bofedales cercanos al río
Caspana. En cuanto llegó comenzó a silbar a la vicuña para que esta lo
reconociera, caminó sobre los pastizales mojando sus ojotas hasta que tras una
roca reconoció el mechón blanco de Akapana, allí estaba escondida la traviesa
criatura. Se acercó cautelosamente y tomándola de una especie de bozal que le
había hecho de fibras de lana de llamas, la comenzó a arrear en dirección al
pueblo. Mientras caminaban en forma apresurada le iba diciendo que no se
portara mal en este día tan especial. Que nada pasaría si aceptaba que la
trasquilaran. Que hoy venía el Curaca y este no conocía de sus locuras ni las
aceptaría. Que él también podía ser castigado por no saberla controlar.
Akapana solo miraba con sus enormes y brillantes ojos, pegaba unos saltitos e
intentaba alejarse corriendo, pero el bozal se lo impedía.
Capítulo 3.

El niño y su vicuña se acercaban al lugar ceremonial cuando sonaron los


pututos, las quenas, los wancaras y las sonajas anunciando la llegada del
Curaca, quien hacía su entrada al pueblo arriba de una litera que cargaban
varios hombres y rodeado por su guardia personal. Unos metros más atrás era
seguido por una extensa comitiva donde resaltaba su esposa ataviada de gran
lujo y también transportada en una litera la cual resistía a duras penas su
voluminoso cuerpo, haciendo que los yanaconas, que durante horas venían
soportando sobre sus hombros tamaño sobrepeso, vacilaran y tambalearan a
punto de arrojar su preciosa carga sobre la tierra, pero fueron salvados por la
orden de alto que puso término a la esforzada jornada.

Un poco más allá, Wari y Akapana miraban con asombro a los visitantes y sus
fastuosos ropajes, pero principalmente veían fascinados a la esposa del curaca.
Nunca el niño había visto a una mujer tan corpulenta, lo que provocó en él un
estallido de carcajadas estridentes y sonoras imposibles de callar, las que
amplificadas por las paredes de rocas que rodeaban el pequeño valle, llegaron
a oídos de todos los presentes quienes casi al unísono se dieron vuelta para ver
de donde provenían aquellas risas, pero ninguno de ellos las imitó. Mayta
agachó la cabeza y moviéndola pensó que estaba acabado. Katari no se movió
de la silla que lo transportaba, sólo esbozó una mueca áspera que ni siquiera
intentó disimular y ordenó empezar la ceremonia.

Nadie vio el destello que salpicó los ojos de Akapana, fue como si una bola de
fuego irrumpiera desde las entrañas para morir en el pastizal de sus pupilas.
Menos de un segundo, eso duró.
Capítulo 4.

De inmediato se hicieron los preparativos para la corpachada, la que fue


iniciada por uno de los sacerdotes que integraba la comitiva. Primero, una serie
de hoyos que habían sido hechos en la tierra el día anterior, se colmaron con
alimentos y bebidas aportadas por los habitantes del pueblo, luego vinieron las
rogativas a la Pachamama pidiendo un numeroso encierro, una exitosa esquila
y un buen regreso y por último, llegó el momento de la encerrona y la
chimpeada de las vicuñas, que en gran número habían bajado a beber en las
orillas del río Caspana. En esta participaron todos los lugareños.

El día transcurrió lento hasta que a media tarde, sonó el pututo llamando a
terminar la faena. En los corrales se movían inquietas más de cuatrocientas
vicuñas las que deberían esperar hasta el día siguiente para ser esquiladas.

Cuando la oscuridad invadió el pueblo apareció la música y junto con ella el


desenfreno. Se encendieron gigantescas fogatas, la gente comenzó a comer y
beber celebrando el Cápac Raymi.

Tortillas de maíz, kiwicha, quínoa cocida, locro de zapallo y camote cocido,


junto a grandes trozos de charqui de llama, perdices y palomas; eran las
exquisiteces preparadas para agasajar al Curaca y su comitiva. Además se
habían reservado enormes cantidades de chicha de quínoa, la más apetecida
entre los nobles y también por la gente común, así que no pasó mucho tiempo
hasta que empezaron a sonar los wankaras, los tinyas, quenas, zampoñas y
sonajas entonando un movido huayno que motivó a bailar a la gente.

Mientras brincaban y cantaban las estrofas de las canciones, el Taki le


llamaban, Wari se había deslizado hacia los corrales y silbando llamó a su
vicuña la que apareció corriendo y berreando, luego al ver a su amigo se acercó
y restregó su hocico en la cara del niño. Este la tranquilizó y comenzó a hablar
con ella. Le recordó que debía portarse bien el día siguiente. Le decía que era la
esquila y tenía que aguantar que la tocaran o si no tendrían problemas. En un
momento el niño se calló, miró a su querido animal y continuó, pero ahora con
una profunda tristeza en la voz:

-Akapana, este es un día especial para mí, porque hoy se cumplen cuatro años
de la muerte de mis padres. Ellos se fueron una noche como esta en un aluvión
que se llevó a mucha gente; es lo que cuenta mi abuelo. Dice que yo dormía
mientras mis papás y ellos celebraban el Cápac Raymi, pero en un momento
cuando se terminaba la noche, mi abuela, muy mareada producto de la chicha y
el masato, le dijo a mi abuelo que estaba cansada y se fueron. Recién entraban
a la casa cuando un ruido tremendo como si la montaña se viniera abajo los
paralizó, mientras el sonido atronador se iba prolongando, comenzaron a
escuchar gritos y desesperados ayes de dolor.

El amanecer llegó y el abuelo salió de la casa, miró hacia abajo y vio que del
pueblo quedaban solo ruinas, el barro tapaba las casas y los cuerpos
diseminados por todas partes hablaban de una gran tragedia. Dos días después
encontraron los restos de mis padres concluyó Wari.

El niño levantó la vista para mirar las estrellas y en el cielo limpio de nubes,
Mama Kilya refulgía bañando de plata la comarca, mientras en los corrales el
rebaño de vicuñas pastaba indiferente al desconsuelo que aplastaba el corazón
de Wari. Akapana sin moverse de su lado lo miraba fijamente, parecía entender
su dolor. Sus ojos, reflejando el esplendor de la luna, eran dos perlas argentas
veteadas de rubí enturbiadas por una débil claridad glauca.
Capítulo 5.

Amanecía y el pueblo comenzaba a prepararse para la tarea final, la esquilada.


En los corrales, las vicuñas se encontraban molestas y nerviosas por el encierro,
pero el Curaca lo estaba aún más producto de lo ocurrido el día anterior y llamó
a su presencia al pobre Mayta, quien se postró a sus pies y esperó que este
hablara.

Katari se levantó de la poltrona donde había descansado las últimas horas, y ya


repuesto de los estragos causados en su organismo por la chicha y la
abundante comida, estaba listo para dictar la sentencia que consideraba ponía
justicia a la falta cometida por el niño y su animal en contra de su esposa, quien
era considerada una protegida del Dios Inti por ser hija de un sacerdote de la
corte del poderoso gobernante Inca Roca.

-Aquella insolencia y falta de respeto contra mi mujer, hace merecedores de un


castigo ejemplar a todos los habitantes del pueblo y en especial a su líder dijo,
mientras clavaba en Mayta los dos círculos de escarcha renegrida de sus
pupilas. Pero en consideración a la Cápac Raymi, esta fiesta bendecida por
nuestro padre Pachacútec descendiente de Dioses, ordeno que este castigo sea
cumplido solo por el niño que insultó mi casa.

El silencio cayó sobre la muchedumbre que percibía atónita las palabras del
insensible Curaca, quien no importándole que esta condena recayera sobre un
niño, se mantuvo en su decisión y a continuación alzando la voz para reafirmar
su autoridad, decretó:

-El castigo que voy a imponer a este niño insolente es…aquí hizo una pausa
dramática y mirando directamente a Kari le dijo:

-Tú, que osaste reírte de mí mujer, deberás traer un manojo de Kantuta,


nuestra flor sagrada, en un plazo que no podrá superar el Kajmay phajsi, es
decir, no más allá de 90 días a contar de hoy-.

Y a continuación levantando el cetro símbolo de su autoridad, remató:

-Esta es mi decisión y que la bendición de Inca Roca caiga sobre ustedes.

De improviso y ante el estupor del curaca, se escuchó una voz proveniente de


la muchedumbre.

-Pero Señor, la kantuta sólo crece entre los valles del Oliagüe, donde vive
Pachacámac, allá lejos, muy lejos de mi pueblo- Era Churki el abuelo. El niño es
mi Alchi y lo estás mandando a la muerte. Si quieres una vida toma la mía pués,
deja que el viva y que el Dios Inti les de mucha vida a ti y a la hatun mama, ¡oh!
gran manchayniyuq ten piedad de mi niño, es lo único que tengo…. pero un
ademán autoritario de Katari lo interrumpió y con voz temblorosa, donde
anidaba la rabia, le ordenó callar so pena de imponer otro castigo al pueblo.

El viejo cayó a los pies del maligno patriarca quien, sin prestarle mayor
atención, inició, extendiendo sus largos brazos, una sucesión de invocaciones a
los dioses pidiendo por el éxito de la misión mientras sus sarmentosas manos
trazaban oscuros signos sobre el aire.
Capítulo 6.

El día siguiente sorprendió a los aldeanos en la salida del pueblo. Esperaban


que apareciera el niño para ofrecerle una gran despedida. La mayoría lucían
apenados por el enorme desafío impuesto a Wari, pero no harían mayores
manifestaciones para no caer en desgracia con el curaca.

Pero el viejo no se encontraba presente, se había retirado la noche anterior


advirtiendo al Mallku que si la prueba no era cumplida en el plazo estipulado, él
sería juzgado con la mayor severidad que permitían las leyes. Luego dio orden
de partida a la enorme comitiva y cuando los portadores se preparaban para
levantar su litera, se acercó uno de los mitimaes del pueblo. Después de
cuchichear un largo rato con Katari, recibió de este y como recompensa, una
bolsa que contenía un Mullu lo cual llenó de alegría al hombre ante el preciado
regalo, pero también se llevó una orden que debería cumplir a como diera
lugar.

De pronto se escuchó el triste sonido de una quena entonando un lamento


andino cuyas notas a medida que volaban sobre el aire diáfano de la mañana,
parecían sollozar estremecidas por el dolor. Era el abuelo Churki quien,
mientras se acercaba a la salida del caserío, así expresaba el tormento que
estaba viviendo,. La gente miraba con angustia los brincos vacilantes del viejo
quien, portando en sus pies unos cascabeles de semillas de frutos secos y a
medida que tocaba, trataba de bailar El Quirqui emulando a los Uros.

Más atrás venía Wari portando un morral, una awaska que le cubría gran parte
del cuerpo y sobre este la manta tejida en lana de alpaca, el tradicional chullo
le cubría su cabeza y calzaba fuertes sandalias de cuero. Se le veía tranquilo
pese a sus cortos años, mirando con curiosidad a la gente y también buscando
algo inquieto a Akapana, pero no la vio.

Cuando llegó al portal miró hacia arriba donde el camino culebreaba y se perdía
entre las montañas. Estas se veían amenazantes en su majestuosidad, era el
Andes que lo esperaba pero el niño no se arredró, abrazó a su abuelo y sin
mirar hacia atrás emprendió el camino.
Capítulo 7.

Había comenzado la aventura de Wari. Sin saber lo que le ofrecían los caminos,
dirigió sus pasos hacia las cumbres de los cerros cercanos donde el viento
tronaba su canción eterna. Después de un largo tiempo de caminata sintió un
ruido a sus espaldas y volviéndose rápido se encontró cara a cara con Akapana,
la vicuña lo había seguido sin que el niño se percatara pero, en lugar de
enojarse, Wari la abrazó jubiloso y continuaron juntas por el sendero
cumbrereño.

Siguiendo las instrucciones de su abuelo, sabía que debía mantener siempre el


sol de la mañana a su derecha y en la tarde sobre su izquierda; ese rumbo lo
llevaría primero al río salado y a Toconce, luego se guiaría por los tambos que
iría encontrando a su paso y uno que otro sendero de arrieros que transitaban
en ambas direcciones llevando y trayendo mercancías, orillando las tierras de
sal para llegar hasta las faldas del Oliagüe.

Su primera meta era alcanzar el río antes que oscureciera y esto le tomaría casi
todo el día, pero antes de continuar, Wari tomó una larga vara de caña, la raspó
y luego de dejarla lisa le amarró muy fuerte un cuchillo grande en la punta a
guisa de lanza, además de su huaraca y liwi, las que ya había sacado del
morral, se sintió mejor armado y más que protegido en contra de cualquier
amenaza que pudiera encontrar en su ruta. Silbó a Akapana apurándola y
reemprendió el camino. Siempre subiendo, siempre escalando. Los cerros
huelen a borrasca pensó.

No imaginaba cuan cerca estaba el peligro y cuanto habría de luchar por su


vida.

La primera señal fue un deslizamiento de piedras a su derecha, miró en esa


dirección y alcanzó a ver una mancha parda que se perdió rápidamente entre
las peñas. Akapana paró las orejas, berreó asustada e intentó correr pero fue
retenida por Wari quien ya intuía de que se trataba. Estaba alarmado el niño,
había escuchado historias que hablaban de una bestia sanguinaria que
llamaban puma, pero nunca había visto uno y trataba de recordar las historias
del abuelo donde lo mencionaba. Miraba receloso en todas direcciones, quería
evitar cualquier encuentro con un animal tan peligroso como el que contaba su
tata, en eso sintieron un rugido no muy fuerte pero suficiente como para que
ambos, niño y vicuña, empezaran a trotar en busca de la cima de los cerros.

Una vez en la cumbre, los recibió un paisaje inesperado por su majestuosidad y


belleza. La amplia llanura cubierta de nieve y barrida por un viento huracanado,
que a punto estuvo de arrastrarlos, reflejaba los rayos del sol tapizando la
planicie con matices dorados, parecía que el mismo Dios Inti estaba suspendido
entre los copos de armiño.

Mientras Wari, aunque impresionado por la visión, no se distrajo y obligando a


la vicuña se refugió en un tambillo a esperar que amainara el vendaval. Sentía
que le golpeaban el pecho, era el corazón latiéndole como nunca, ruidos
ensordecedores llenaban su cabeza y el ruido de la ventolera era feroz; el niño
temblaba acuciado por el miedo lo mismo que Akapana, quien se había echado
a su lado berreando y soltando bufidos que parecían sollozos.

Las horas pasaron lentas y monótonas hasta que la ira del Dios Kon se apaciguó
y la borrasca trocó en un viento moderado que permitió a los viajeros salir de
su refugio. El amanecer aún no despuntaba cuando el niño reanudó la marcha
apurando el tranco, pero sin dejar de mirar a todos lados por si veía de nuevo al
misterioso animal que ahora no se escuchaba.

El camino que tomaron corría al costado de un desfiladero que bajaba en


dirección a la llanura, a lo lejos se divisaba Toconce y hacia el noroeste ya
divisaba el río salado. Por primera vez, desde que había salido de su pueblo, se
atrevió a sonreír y a pensar en que las cosas mejoraban para él y Akapana
pero… la felicidad se congeló en su rostro. Frente a ellos y tapando el camino se
hallaba la bestia; enorme, furiosa y………hambrienta.
Capítulo 8.

Wari se quedó viendo al puma mientras trataba de calmar a Akapana que


tiritaba descontrolada, luego sin apuros se ató la brida de su mascota a la
cintura y comenzó a armar su Liwi. Pensaba que arrojando la boleadora
dispondría de un corto tiempo para atacar a la bestia con su lanza, herirla y
esta, en el mejor de los casos, evitaría la muerte huyendo.

Eso pensaba el niño cuando se dio cuenta que el animal respiraba con
dificultad, su cuerpo esquelético temblaba y parecía no poder sostenerse en
pie. La verdad lo sorprendió, el puma estaba a punto de morir de hambre y no
podría enfrentar un combate porque no tenía fuerzas ni para lanzar un rugido
decente, pensó, y esto lo hizo reír a pesar del drama que estaban viviendo.

Mientras ambos se miraban, Wari más relajado y el puma soltando


espumarajos por el hocico, el pequeño abrió su morral y tomando un gran
trozo de charqui lo arrojó a los pies de la bestia. Esta sintiéndose agredida
procuró retroceder pero con el apuro se enredó en sus propias patas, cayó de
espaldas y mientras intentaba pararse haciendo grandes esfuerzos, se
despaturró

el niño no pudo contener las risotadas y perdiendo el equilibrio cayó sentado


sin dejar de reír

El camino exhala amenazas.

El viento era de color negro y olía a muerte.

Ella finalmente se une a un macho y se va del pueblo

Al morir Akapana se transforma en una laguna pequeña y misteriosa (miscanti y miñiques) o un


cóndor. No olvidar el lado mágico de la vicuña

Taqui, música y canto unísono.


Papa morada. Un morado secreto de los Incas. ...
kiwicha.– planta oriunda del Perú ...
Quinoa.– el superalimento de los Incas. ...
Locro de zapallo. ...
Olluco.– alimento rico en sabor y proteínas. ...
Oca.– 8,000 años de antigüedad en la región andina. ...
Camote.– trascendencia culinaria. ...
Maiz.

Los dioses principales de los Incas. Los Incas adorar a Inti, el sol, como su antepasado.
Su hermana y esposa era Mama Kilya, la luna. Dos de los dioses supremos, Pachacamac
(dios del fuego y de la tierra) y Viracocha (dios de la lluvia y el agua) son considerados
hijos suyos. Kon el dios del viento y la lluvia

Pero no debes olvidar que el dolor es el receptáculo de la felicidad, ella penetra en el


corazón por el camino que ha abierto el dolor.

ENERO Kamay phajsi


FEBRERO Kajmay phajsi
MARZO Marka qhulliwi
ABRIL Jupha llamayu
MAYO Amqa llamayu
JUNIO Qasiwi phaxsi
JULIO Jacha chimú
AGOSTO Jiska chimú
SEPTIEMBRE Sataqallta
OCTUBRE Satawi laphaqa
NOVIEMBRE Waña pacha
DICIEMBRE Uma Pacha

Chaku, una costumbre precolombina que consiste en el encierro, esquila y posterior


liberación de vicuñas silvestres. En Laguna Blanca, las vicuñas descienden desde los
cerros a beber agua y a pastar. Los pobladores aguardan entonces el momento justo –
en el que la concentración de animales sea lo más numerosa posible- para formar un
cordón humano y comenzar el arreo. Antes del Chaku se realiza un ritual llamado
“Corpachada”, a través del cual se pide por un numeroso encierro, una exitosa esquila y
un tranquilo regreso a casa. Luego, será el momento del arreo, el que se realiza
sosteniendo una soga “chimpeada” (soga con cintas de colores atadas cada un metro) y
formando un cordón humano hasta lograr encerrar a las vicuñas en una zona con redes
y postes. Al día siguiente, experimentados lugareños tienen la gran tarea de esquilar a
los animales con métodos tradicionales para luego liberarlos. Una manera sustentable
de obtener -y proteger- un recurso muy preciado para los pueblos andinos.

La pachamama (madre tierra) es considerada como divinidad y fuerza germinadora de


la naturaleza. El ritual de la corpachada, consiste en darle regalos a tierra para
agradecerle todo lo que ella da. Como los mortales que cobija, ella siente hambre y sed.
El culto consiste en corpacharla, es decir, darle de comer. Para ello se cavan profundos
hoyos donde se entierra todo tipo de bebidas y comida. Este acto es acompañado por
rezos e invocaciones a la diosa. Se considera que la pachamama es generosa con la
gente buena, pero no tolera a los ingratos o incrédulos que no la corpachan. A ellos les
aplica severos castigos.

ALCHI: Nieto.
AYLLÚ: Conjunto de individuos o familias unidas por lazo común,
aproximadamente 100 familias.
FEBRERO-MARZO: Ganado gordo tiempo del carneo y charqueo.
CHAKU o CHACCU: una costumbre precolombina que consiste en el encierro,
esquila y posterior liberación de vicuñas silvestres.
CHIMPEADA (soga con cintas atadas cada un metro)
CHURKI: Invencible, que no se rinde, persistente.
CORPACHADA: Rogativa a la Pachamama.
COSECHA PASTORES: Charqui, grasa, cueros, lana y tejidos. La cosecha se lleva
para trueque por productos agrícolas (viaje de costeo).
DICIEMBRE-ENERO: Nacen las crías de los Camélidos.
EL QUIRQUI: Era la expresión coreográfica emblemática de los Uros.
FLOREO: Pastor festeja su tropa.
HATUN MAMA: Mujer del Curaca.
HUARACA: Honda. Compuestas por una cuerda de longitud mediana donde se
colocaba el proyectil (en este caso piedras esféricas) en el medio y lanzarlas
mediante un movimiento circular de esta.
JILAQATA o CURACA: Jefe de un Ayllú.
LIWI: Boleadora. Consistían en dos o tres proyectiles pesados unidos por
cuerdas. Estos se hacían girar en el aire y posteriormente eran lanzados.
LLAUTO: Este es uno de los símbolos incas tradicionales, trenza de colores, no
demasiado ancha. Daba entre 4 y 5 vueltas a la cabeza del soberano y de ella
colgaban dos plumas de korekenke
KAMANA: Casa ceremonial en el barrio que corresponde a su Ayllu.
KATARI Serpiente. Hombre de personalidad dominante. El que siempre
consigue sus propósitos.
KOREKENKE: Ave que los incas consideraban sagrada y representaba el poderío,
la valentía y la nobleza.
MALTONES: Camélidos de un año.
MALLKU: Jefe político de una Marka.
MANCHAYNIYUQ: imponente; hombres de gran autoridad como los jueces
o curacas o los sabios y los santos
MARKA: Ciudad o pueblo.
MAYTA Bondadoso, el que aconseja y enseña con bondad. Uno solo, único.
MULLU: Spondylus, un molusco de coloración rojiza, las valvas de este animal
eran consideradas muy valiosas y se usaron como ofrendas para ritos
funerarios, ornamento, aplicaciones en joyería, máscaras o pequeñas
estatuillas.
PACHACÚTEC : Transformador del Mundo. Gobernó: 1430 – 1478 D.C.
QUILLPA: Marca en la oreja de la cría.
NOVIEMBRE-DICIEMBRE: Tiempo de la trasquila.
SANTUARIOS: Isluga y Cariquima , en verano fiestas patronales.
SAYAS: Grupo de Ayllús.
TAMBO: significa alojamiento temporal. Era un recinto situado al lado de un
camino importante usado por personal estatal itinerante como albergue y
como centro de acopio para fines administrativos y militares.
TAMBILLO: En los tambillos solo había un recinto sin vituallas ni gente
URUS: Pescadores del Titicaca
UTAS: estancias principales agrupadas, 4000 msnm.

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