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TEMA 48.

FASCISMO Y NEOFASCISMO: CARACTERES Y


CIRCUNSTANCIAS EN QUE SE DESARROLLAN

1– GÉNESIS DE LOS MOVIMIENTOS FASCISTAS.


1.1-ITALIA
1.2-ALEMANIA
2– IDEOLOGÍA Y MODELO POLÍTICO/ECONÓMICO/SOCIAL NAZI Y
FASCISTA.
2.1. CARACTERÍSTICAS GENERALES
2.2. BASES IDEOLÓGICAS Y SOCIALES COMUNES
3– EL FASCISMO ITALIANO.
4– EL NACIONALSOCIALISMO ALEMÁN.
5– NEOFASCISMO.
6- BIBLIOGRAFÍA.

1– GÉNESIS DE LOS MOVIMIENTOS FASCISTAS.

Fascismo, nazismo, revolución soviética y tentativas de revolución comunista en


distintos estados centroeuropeos... No se trata de acontecimientos sin relación entre sí:
todos estos totalitarismos, como el fascismo y nazismo, en España del primorriverismo al
nacional catolicismo de Franco tienen como fondo común una filosofía vitalista que exalta
la violencia más que la razón, cuya aplicación desde la Ilustración no había sido capaz de
resolver muchos de los problemas sociales vigentes.

La doctrina nazi tomó de la filosofía de Nietzche otros elementos: el desprecio de la


inteligencia como manifestación inactiva, la negación de la razón como origen de
conocimiento y el mito del superhombre. Esto llevó en la práctica a la justificación
metódica de la violencia y al culto de la fuerza y a la subordinación del individuo a la
nación–estado, identificada ésta con un jefe–guía cuya voluntad era la de la comunidad
nacional.

Surge, frente a la racionalidad en que se inspiran los regímenes democráticos, la


figura del dictador, tentación a la que se someten incluso en países con tradición
democrática como EE.UU, con el New Deal y centrada en la asunción de poderes
excepcionales por su presidente Roosevelt (quien asume medidas de gobierno que no son
consultadas con el pueblo), fenómenos como el control del pueblo con medios de represión
(Checas, campos de trabajo, policías políticas), proliferación de organizaciones racistas
como el Ku–Klus–Klan en los años 20, etc.

La nómina de dictaduras de entreguerras afectó a España (Primo de Rivera, 1923),


Portugal (Gomes da Costa, 1926), Polonia (Pilsudski, 1926), Grecia (Venizelos, 1928),
Yugoslavia (Alejandro I, 1929), Hungría (Gömbös, 1932), Austria (Dollfuss, 1933),
Rumanía (Carol II, 1933) y Bulgaria (Boris III, 1934). No faltaron tampoco partidos a los
que se pueden ubicar en la órbita del fascismo: Falange Española, Partido Social Cristiano
de Rumanía, British Union Fascist en Gran Bretaña, Camisas azules en Irlanda, etc.

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Podríamos señalar varios factores que operan de fondo:

– Factor psicológico. El historiador Marc Ferro destaca este condicionante: el cansancio


tras la Primera Guerra Mundial, que era una guerra del capitalismo, y por motivos
económicos no siempre compartidos por todo el pueblo, está en la base de las distintas
revoluciones militares (en febrero en Rusia, en abril en Francia, en primavera en
Alemania...).

-Factor económico: la existencia de una economía de guerra (que supone un negocio para
los países neutrales) favoreció la concentración de poderes, la militarización de varios
aspectos de la vida civil, como las fábricas de productos directa o indirectamente ligados a
la guerra.

Por otro lado, la existencia de problemas de subsistencias (dado que el campo no


produce suficientes alimentos, y buena parte de los campesinos han sido movilizados),
provoca un brote de fuerte inflación, que conduce a cierta crispación en el pueblo, que
busca en las soluciones demagógicas de los dictadores una solución a sus problemas.

En el plano de la coyuntura económica general, Japón se iba adueñando


progresivamente de los mercados de Asia oriental, y extendía cada vez más su influencia
política sobre aquella área del mundo; EE.UU. se había convertido en la primera potencia,
tenía la mitad de las reservas de oro del planeta y era acreedor de casi todos los países
europeos: Wall Street y el dólar habían sustituido el lugar hasta entonces ocupado por la
Bolsa de Londres y la libra esterlina, lo que provocará la desconfianza de los europeos.

– Factor ideológico y político. Se produce un cierto caciquismo parlamentario en países


como España e Italia, lo que conduce a un cierto desprestigio del sistema democrático. En
el futuro, el que un partido defienda los valores democráticos provoca que buena parte de
los votantes le identifiquen con esa situación caótica a nivel parlamentario que se da en la
Europa de entreguerras.

Por otra parte, existe un miedo a la proletarización, dado que buena parte de la
clase media se ve amenazada por la posibilidad de un retroceso social por culpa de la crisis
económica (hasta verse obligados a engrosar las filas de los trabajadores) y buena parte de
los que apoyan estos regímenes totalitarios y segregadores socialmente pertenecen a dicho
estrato social –tenderos, pequeños propietarios, rentistas...–.

De la misma forma, existe un miedo visceral a la revolución obrera internacional


preconizada por Trostky y Lenin por entonces, que alarmaban especialmente porque en la
inestabilidad que siguió al armisticio habían proliferado en diversos países levantamientos
semejantes al bolchevique. Ante este peligro se produjeron fuertes reacciones defensivas,
que se tradujeron en la implantación de regímenes autoritarios y en la represión de los
revolucionarios.

La situación fue especialmente tensa en Alemania, donde la República de Weimar,


presidida por el socialista Ebert, reprimió el movimiento espartaquista de trasfondo
bolchevique.

Sin embargo, existen coyunturas específicas que explican de forma más precisa por
qué estas tentativas generalizadas de movimientos vitalistas triunfaron finalmente en Italia

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y Alemania.

1.1-ITALIA

La situación de posguerra se tradujo en un deseo de venganza por parte de Italia y


Alemania. Los tratados de paz de 1919 no habían satisfecho las peticiones italianas,
concesiones que los aliados le habían prometido si participaba en 1915 en la guerra. Italia
entró en la guerra sin el consentimiento parlamentario, oponiéndose a una opinión pública
no intervencionista y con clara falta de preparación militar.

Tras la pérdida de más de 600.000 hombres y con una deuda exterior de más de 20
millones de liras–oro, las condiciones de la paz fueron no compensaron tanto esfuerzo. Los
aliados habían prometido a Italia Dalmacia, Fiume y el Trentino, y sólo éste le fue otorgado
finalmente. La deuda exterior desencadenó una creciente inflación, y la reconversión de la
industria de guerra, junto con la desmovilización del ejército, produjo un aumento
constante del desempleo.

La sensación de una frustración por lo que los italianos consideraban una "victoria
mutilada" despertó la indignación de los nacionalistas. Estos jóvenes excombatientes,
dirigidos por el poeta Gabriele D'Annuzio, ocuparán la ciudad de Fiume en 1919, aunque
luego tendrán que abandonarla. Pronto Mussolini sabrá capitalizar las reivindicaciones
italianas sobre Fiume y Dalmacia en favor del naciente fascismo, acusando a los gobiernos
democráticos italianos de claudicar (el fascismo no podían pretender obtener en las clases
trabajadoras el mismo eco que los partidos socialistas: las aspiraciones de las clases obreras
ya tenían suficientes canales para manifestarse, como los partidos obreros y sindicatos).

La situación económica es delicada en Italia: la grave crisis inflacionista que sume


a la economía, sobre todo a la raíz de la crisis de reconversión de la economía militarizada
en economía de paz en 1920–21, supone el cierre de muchas industrias improvisadas
durante la guerra, el alza del coste de la vida y un elevado número de parados.

Por otro lado, existe una gran agitación social, que tiene su origen tanto en la
movilización y ocupación de fábricas por los obreros durante la angustia del paro y la
inflación como en los ánimos exaltados por las noticias de la Revolución rusa. Asimismo,
en el campo se extiende un sentimiento de desilusión por el incumplimiento de las
promesas de reforma agraria.

Existe una inestable situación política: la sucesión de crisis ministeriales


desacredita al régimen liberal (unido a las prácticas de caciquismo que son especialmente
graves en Italia). Los partidos políticos italianos se encuentran más preocupados por sus
luchas internas, y no reparan en el peligro fascista hasta que es demasiado tarde.

El Partido Socialista se encuentra dividido en dos tendencias (los socialistas están


divididos desde que Malatesta funda el Partido Comunista Italiano, que preconiza el uso de
la violencia), y no llegan a pactos estables con los democristianos), y aunque prevalece la
reformista, la violencia verbal de los revolucionarios que prometían la dictadura del
proletariado desató el miedo de importantes sectores sociales. Las ocupaciones de fábricas
y de tierras llevadas a cabo por militantes socialistas en 1920, algunas veces en contra de la
opinión del partido, acrecentaron aún más el miedo y la inseguridad.

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El otro gran partido de Italia, el Partido Popular, los "popolari", fundado en 1919
por el secretario de Acción Católica, Luigi Sturzo, tiene a agrupar a los católicos en un
partido no confesional, pero que es apoyado por el Papa Benedicto XV. Ese mismo año,
Mussolini crea el "fascismo milanés", cuyo programa postula ciertas reformas económicas
y militares semejantes a las socialistas.

Otra nota característica del Fascio, es su firme voluntad de eliminar a los partidos
políticos, a los que considera causantes de todos los males de Italia. Pronto aumentarán los
"fasci italiani di combattimento" y sus "squadri d'azzione", que actúan brutalmente contra
"popolari", socialistas y comunistas.

La situación crítica de Italia se agudiza por la debilidad de los gobiernos. Al


principio, las squadre d'azione y los fasci se enfrentan a los piquetes socialistas, pero
pronto atacan a los propios municipios de mayoría socialista. El gobierno, en vez de
mantener una situación firme en defensa de la ley, disuelve dichas corporaciones
municipales. De ese modo, las acciones fascistas quedan "legalizadas", con lo que el
sistema democrático realiza su primer gesto suicida.

Por eso, los popolari dejan de apoyar al gobierno, y en 1921 Giolitti dimite. Hasta
octubre de 1922 se suceden varios gobiernos inestables, lo que envalentona a Mussolini y a
los fascistas, cuyas acciones se realizan, en ocasiones, con material cedido por el ejército.

En 1920 los temores antisocialistas de parte de la población le sirven para encontrar


una política que le permita ascender en votos, con una política demagógica. Dijo en
septiembre de 1920: "soy reaccionario y revolucionario según las circunstancias": se trata
de un nacionalismo ostentoso, ideológicamente confuso. Por su parte, la policía y la justicia
se muestran benévolos con la violencia fascistas, que encuentra la simpatía cuando no el
apoyo de terratenientes e industriales ante el temor de la revolución de izquierdas.

En 1918 los salarios reales eran menores en un tercio a 1913. Entre 1919 y 1920 los
obreros intentan resarcirse: 2.000 huelgas, brotes de violencia, 300 trabajadores muertos,
"ocupación de fábricas" y tierras. La reforma agraria del 20 en Emilia y valle del Po,
mediante expropiación de tierras con indemnizaciones al menos consigue que los
trabajadores tengan empleo medio año, lo que obliga a distribuir equitativamente el trabajo
(esto precisa una organización corporativa rígida). El éxito de la clase trabajadora provocó
resentimiento en las clases medias.

Los nuevos gobiernos nos incapaces de formar con los partidos políticos un frente
común contra los fascistas. La Federación de Trabajadores de la Tierra (socialista) organiza
una huelga en los medios rurales, que acaba con una huelga general en 1922. Los fascistas,
por medio de su plana mayor, lanzan un ultimátum al gobierno y a los huelguistas, mientras
el sindicato fascista Unión Obrera del Trabajo crece hasta 720.000 afiliados en 1922.

En octubre de dicho año se reúne el Consejo del PNF y comienzan los preparativos
de la "marcha sobre Roma", dirigida por el general De Bono, Caesare de Vecchi, Balbo y
Bianche (símbolo del apoyo del ejército, propietarios rurales, escuadristas y sindicalismo
fascista). Su objetivo es "convencer" al Rey para que acepte que el nombramiento de
Mussolini como jefe de gobierno.

Víctor Manuel III, impresionado por la movilización fascista, poco partidario del

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parlamentarismo, temeroso de socialistas y de popolari, considera el nombramiento de
Mussolini una buena solución. Además, las presiones de los patrones y mandos del Ejército
que hablan de una inminente guerra civil, le llevan a no levantar el estado de sitio que le
pedía el primer ministro Facta.

Mussolini dará carteras a los jefes militares más conocidos, a los liberales, a los
conservadores y a los popolari, excluyendo solo a los socialistas, mientras los fascistas
ocupan solo dos ministerios: Justicia y Finanzas, y se vuelcan en las subsecretarías.

1.2- ALEMANIA

La República de Weimar, impuesta en 1918 tras la abdicación de Guillermo II,


estuvo permanentemente amenaza por los extremismos de derechas y de izquierda. La
derrota militar desata la cólera contra el régimen, y nada más proclamarse la República, se
forman consejos de obreros y soldados con una organización y programa semejante al de
los soviets. En 1919 estalla una revuelta radical de izquierda conocida con el nombre de
espartaquista. Su derrota se realiza por los propios socialdemócratas, con apoyo de
elementos contrarrevolucionarios.

La política reformista de los socialdemócratas y su conciliación con los partidos de


centro–derecha hacen posible la Gran Coalición, que instaura una República democrática,
federal y parlamentaria, con el socialista Ebert como presidente.

A partir de entonces, el peligro proviene de la derecha: intento de golpe de estado


de Kapp, cuyo objetivo es imponer una dictadura militar conservadora. El ejército no le
apoya, y se declara una huelga general, por lo que fracasa.

En 1919 se crea el Partido Obrero Nacionalsocialista Alemán. Piden un Estado


fuerte que reconcilie a todas las clases sociales y suprima la lucha de clases mediante un
"socialismo nacional" con ciertos elementos anticapitalistas que atraigan a las clases
medias. Sin embargo, su principal idea es la preservación de la pureza racial y la
extirpación de los enemigos de Alemania: demócratas, marxistas y judíos. Postulan la
creación de una Gran Alemania. En 1921 Hitler es nombrado Führer del NSDAP,
imponiendo en él sus conceptos autoritarios apoyado por Roehm, quien forja las Secciones
de Asalto paramilitares, Rosenberg, el teórico del partido.

En 1923, tras la ocupación del Rhur se configura un movimiento de la derecha


nacionalista contra el cumplimiento del Tratado de Versalles. Sus miembros desistirán,
excepto Hitler y Ludendorff, que intentan un nuevo golpe de estado, conocido como el
"pustch de la cervecería", que termina con Hitler en la cárcel, donde escribe Mein Kampf.
La derecha hace un llamamiento a la defensa pasiva en el Ruhr contra los franceses.
Posteriormente se produce una marcha sobre Munich, dispersada por la policía. Hitler
lanza un ataque contra el plan Young para el pago de indemnizaciones: pese a fracaso,
supone una publicidad para Hitler que aparece en compañía "respetable". Desde 1924
existe una recuperación económica: se cambia a 4 marcos por $. Existe una gran
concentración de empresas (Bayer), pero al tiempo se reducen puestos de trabajo.

Al salir de la cárcel prepara de forma metódica la conquista del poder: reconstruye


el partido, le imprime una férrea disciplina y le dota de una gran capacidad

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propagandística. Adopta una táctica pseudolegalista y parlamentaria. Limita los principios
anticapitalistas a la lucha contra la dominación financiera judía, crea las Secciones de
Protección del Fürhrer (S.S.). Pero en las elecciones de 1928 sólo obtiene 800.000 votos.

Los años 1924–28 son de cierta estabilidad, también económica. El régimen


democrático parecía apuntalado bajo los gobiernos moderados (Centro–católico y
socialdemócratas). No obstante, las elecciones de 1930, a comienzos de la crisis
económica, hacen que los nazis obtengan 107 escaños y los comunistas 77. En 1931 la
crisis económica está en su apogeo y el espectro del paro y del hambre se cierne sobre
Alemania. En el panorama político, el intento de restaurar la monarquía por parte del
Centro–católico lleva a los nacional alemanes a formar con los nazis el Frente de Harzburg
y a presentar a Hitler como candidato a la presidencia de la República en 1932, frente al
mariscal Hindenburg (conservador y monárquico), presidente de la misma desde la muerte
de Ebert en 1925. Saldrá elegido Hindenburg con 19,4 millones de votos frente a los 13,4
de Hitler.

Las batallas callejeras entre las organizaciones paramilitares de los nazis (SA y SS),
de los nacionalistas (Cascos de Acero) y de los comunistas (Frente Rojo) se suceden. El
canciller Brüning, del Centro–católico, aun con poderes constitucionales extraordinarios,
no logra parar el ascenso de grupos extremistas, principalmente de los nazis, a pesar de la
prohibición de las SA y las SS. Bajo gobierno de Brüning, en 1930–32, los sueldos de los
funcionarios pierden del 10 al 15%, con un incremento de los impuestos y reducción del
subsidio de paro. La producción industrial baja un 58%, hay 6 millones de hombres en
paro, y los precios agrícolas se ven reducidos. Se trata de uno de los momentos de peor
crisis económica en el país, que coinciden con un despegue y popularización del nazismo.

En junio de 1932, caerá, siendo sucedido por Von Papen, que trata de ganarse el
apoyo de los nazis, permitiendo sus organizaciones y dándoles puestos ministeriales: Hitler
es nombrado vicecanciller. En las elecciones de 1932, obtendrán los nazis 230 diputados,
aunque el presidente de la república (Hindenburg) se opone a que gobierne Hitler y
convoca nuevas elecciones en las que los nazis sacan menos votos.

El temor al levantamiento socialista hace que se coaliguen los nazis, nacionalistas y


pequeños partidos de centro. En enero de 1933, Hitler es nombrado canciller, con un
gobierno con todas las fuerzas políticas representadas y sólo Goering y Frick por parte de
los nazis.

2– Ideología y modelo político/económico/social nazi y fascista.

A diferencia del liberalismo y marxismo, que cuentan con una ideología coherente,
las doctrinas fascistas y nazi se configuran con el propósito de alcanzar el poder y
establecer su sistema de dominación. Se trata de doctrinas de la acción, luego acompañadas
de ideas, más que de ideas previamente concebidas que inspiren una acción. Hitler escribe
la primera parte de su libro programa Mi Lucha (Mein Kampf) en 1924, y la segunda
aparece entre 1925 y 1927. Parte de las doctrinas de Mussolini las encontramos en La
doctrina del fascismo (1932–34).

Como telón de fondo, hay que hablar de la crisis de los valores hasta entonces
considerados inamovibles a lo largo de tres siglos: el racionalismo (sustituido por el

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vitalismo: primacía de los sentimientos frente a la razón), la democracia (gobiernos
autoritarios), la libertad individual (censura, represión, control estatal de la cultura y la
educación), libertad económica (control de la economía por el Estado), etc. La guerra
mundial, las crisis económicas profundas, la "proletarización" o amenaza de
proletarización de buena parte de las clases medias, un sentimiento generalizado de
angustia (presente en las vanguardias artísticas, como en el cuadro `El grito' de Munch), no
son precisamente el paraíso prometido que el hombre esperaba alcanzar con el triunfo de la
razón, de la democracia, del capitalismo. Se trata, ante todo, de una reacción: una reacción
a base de la fuerza bruta, de la acción.

2.1-CARACTERÍSTICAS GENERALES

El fascismo combinó elementos revolucionarios y reaccionarios. La mayoría de las


dictaduras que se implantaron en Europa entre 1920 y 1940 no fueron formas de fascismo
-algunas de ellas reprimieron a los movimientos fascistas-, sino dictaduras de inspiración
por lo general conservadora y a veces nacionalista, que ante el aparente fracaso de los
sistemas de partidos y parlamentarios, quisieron establecer un nuevo tipo de orden político
autoritario y estable como base del desarrollo económico y social de sus respectivos países.
Los Estados del este y centro de Europa, en concreto, eran países de muy débil tradición
democrática, con la excepción de Austria y de la nueva Checoslovaquia. Eran además
países económicamente atrasados, si bien con ciudades como Viena, Praga y Budapest de
excepcional modernidad, y predominantemente rurales, aunque con estructuras de
propiedad de la tierra muy distintos, y con importantes enclaves industriales y mineros en
varios de ellos. Por lo general, hubieron de hacer frente en los años de la inmediata
posguerra, como ya quedó dicho, a gravísimos problemas económicos y políticos:
problemas de vertebración nacional (Polonia, Hungría), pleitos fronterizos y
reivindicaciones irredentistas (Hungría, Bulgaria), tensiones interétnicas (conflicto serbio-
croata, cuestión macedónica), inestabilidad financiera, formidables devastaciones
territoriales (Polonia, Hungría, Bulgaria), reorganización y reconstrucción económica, y
problemas, finalmente, de régimen político (Hungría, Grecia).
Ya se mencionó que en Hungría, el almirante Horthy, como reacción al desastroso episodio
bolchevique de 1919, estableció en 1920 una dictadura contrarrevolucionaria y antisemita
que duró 24 años, y que en Yugoslavia las violencias entre serbios y croatas hicieron que en
1928 el rey Alejandro I proclamara la dictadura. En Polonia, el mariscal Pilsudski (1867-
1935), el héroe de la independencia y de la guerra contra la Rusia soviética, el creador de la
nueva nación polaca, puso fin en mayo de 1926 a la joven República, que en sus pocos
años de existencia, plagados de problemas, había vivido permanentemente al borde de la
guerra civil en un clima de fragmentación e inestabilidad políticas extremas (más de 30
partidos en el Parlamento, 14 gobiernos en cinco años).
La República austríaca no recuperó su legitimidad política tras los violentos sucesos del 15
de julio de 1927 (también ya mencionados en un capítulo anterior). La depresión
económica de 1929-33 -crisis internacional pero que comenzó con la quiebra del banco
austríaco Kredit Anstalt y que fue particularmente grave en el país- puso fin además a la
gradual recuperación económica que había ido produciéndose a lo largo de los años veinte.
La llegada de Hitler al poder en 1933 supuso una amenaza directa para la seguridad del
país: los nazis austríacos, además, desencadenaron de inmediato una intensa y violenta
oleada de agitación pro-alemana. En esas circunstancias, el canciller Engelbert Dollfuss
(1892-1934), que había sustituido a Seipel al frente del derechista Partido Social Cristiano,
optó por una política de colaboración con la Heimwehr del príncipe Starhemberg y de

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amistad con la Italia de Mussolini. En 1934, tras suspender previamente el Parlamento,
limitar las libertades democráticas y prohibir el partido nazi, deshizo a la oposición
socialista tras una breve guerra civil de cinco días (12 al 16 de febrero), en la que las
fuerzas del gobierno bombardearon el principal barrio obrero y socialista de Viena, e
impuso (30 de abril) una nueva Constitución que convertía Austria en una dictadura
católica y corporativa.
En Bulgaria, el zar Boris III, que reinó entre 1918 y 1943, impuso en enero de 1935 una
dictadura real, tras una larga etapa de disturbios y tensiones políticas, agravadas por el
irredentismo búlgaro sobre los numerosos territorios perdidos en la I Guerra Mundial y por
las derivaciones del problema macedonio. En efecto, desde 1919 el país había conocido
sucesivamente: la llamada "dictadura verde" (1919-1923) del partido agrario dirigido por
Alejandro Stambolijski; un golpe militar nacionalista contra éste (junio de 1923); varios y
muy violentos conatos de insurrección comunista, durísimamente reprimidos; la violencia
terrorista de la Organización Revolucionaria Interna de Macedonia, terrorismo que aunque
dirigido principalmente contra Yugoslavia y Grecia, también se volvió contra políticos
búlgaros acusados de no apoyar suficientemente los derechos de los macedonios, o de
buscar la amistad con los dos países citados; y un nuevo golpe de Estado militar y
nacionalista en mayo de 1934.
En Grecia, el 4 de agosto de 1936, el general Metaxas (1871-1941), con el apoyo del rey
Jorge III, disolvió el Parlamento y los partidos políticos, con el pretexto de prevenir una
supuesta revolución comunista, y estableció una dictadura militar después también de una
larga etapa en la que el país había vivido dividido y polarizado por la cuestión monárquica.
Constantino I había sido obligado a abdicar en septiembre de 1922 como consecuencia de
su actitud pro-alemana en la guerra y a causa de la derrota griega ante Turquía en 1922. Su
sucesor, Jorge II, abandonó Grecia en diciembre de 1923 tras la gran victoria de los
republicanos de Eleuterio Venizelos (1864-1936) en las elecciones de ese mes y la posterior
proclamación de la república (1924-1935). La Monarquía fue restaurada en 1935, primero
por el Parlamento -presionado por el general Kondylis, que se había hecho con el poder por
la fuerza en octubre- y luego por el país en un irregular plebiscito: la experiencia
republicana liderada por Venizelos, que pareció estabilizarse entre 1928 y 1932, había
entrado en un período de enfrentamientos y tensiones graves como consecuencia del
impacto que sobre el país tuvo la crisis económica mundial de 1929.
Finalmente, en Rumanía, el 18 de febrero de 1938, el rey Carol II (que reinó de 1930 a
1940), ante el crecimiento del fascismo de la Guardia de Codreanu y la creciente
polarización del país, reflejada en las elecciones de 1937, suspendió la Constitución de
1923 -que había introducido un sistema democrático y parlamentario viciado en la práctica
por la corrupción electoral y el intervencionismo político de la Corona-, suprimió los
partidos políticos, formó un gobierno de concentración nacional presidido por el Patriarca
de la Iglesia ortodoxa, y tras un plebiscito popular fraudulento impuso una nueva
Constitución claramente autoritaria y antidemocrática, con un parlamento corporativo y un
electorado restringido.
La eficacia, naturaleza y duración de estas dictaduras fueron tan dispares como sus
orígenes. El régimen de Horthy, que en los años veinte supuso sencillamente el retorno de
la antigua oligarquía imperial húngara, logró entre 1922 y 1932 estabilizar la economía del
país e impulsar un notable desarrollo industrial. El conde Bethlen, que gobernó en todos
esos años, mantuvo además un cierto pluralismo parlamentario, llevó a cabo una modesta
reforma agraria, liberalizó los sindicatos e incluso toleró el retorno gradual de los
socialistas a la vida pública. Pero no sobrevivió a los graves problemas financieros
provocados por la crisis de 1929, que hundió las exportaciones de trigo, clave de la
economía húngara. Horthy jugó entonces la carta del nacionalismo y del antisemitismo,

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encargando el gobierno en octubre de 1932 al filofascista y populista Gömbos, partidario
del alineamiento húngaro con la Alemania nazi y la Italia de Mussolini (aunque ello no fue
suficiente para frenar el crecimiento de la ultra-derecha húngara: el partido de La Cruz y la
Flecha se creó precisamente en 1935).
En Yugoslavia, la dictadura de Alejandro I, que concluyó en 1931 con la aprobación de una
nueva Constitución menos democrática que la de 1920 -pues reforzaba el poder de las
instituciones yugoslavas e ilegalizaba los partidos étnicos y particularistas-, no pudo poner
fin a las tensiones entre las minorías nacionales. El propio rey fue asesinado en octubre de
1934, en Marsella, por un macedonio al servicio del terrorismo croata. Su sucesor, el
príncipe regente Pablo -que ejerció la regencia en nombre del joven rey Pedro II- siguió en
principio una política centralista y proserbia encarnada por Milan Stojadinovich, jefe del
gobierno de 1935 a 1939, pero que al tiempo -y pese al estilo fascistizante del primer
ministro- supuso una relativa apertura democrática y buscó, además, la atracción del
nacionalismo croata moderado. Así, en 1935 Yugoslavia firmó un concordato con la Santa
Sede que reconocía los mismos derechos a los católicos -esto es, a los croatas- que a los
ortodoxos. Pero no bastó. Al contrario, la apertura fortaleció al nacionalismo croata y ello,
más la fuerte oposición que suscitaron el estilo de gobierno de Stojadinovich y su política
exterior (Concordato, amistad con Bulgaria, acuerdo de no agresión con Italia, dos de los
enemigos históricos del país), forzaron su dimisión. En agosto de 1939, el regente
restableció el sistema federal mediante un "acuerdo" (Sporazum) que reconocía una amplia
autonomía a Croacia. Pero el problema era ya casi insoluble: el "acuerdo" de 1939 irritó al
nacionalismo radical serbio, radicalizó al independentismo croata del Ustacha y despertó
las aspiraciones autonomistas de las restantes minorías.
En Polonia, la dictadura de Pilsudski, que inicialmente contó hasta con el apoyo de los
comunistas, fue en sus primeros años una dictadura benigna: se limitó a enmendar la
Constitución reforzando los poderes de la Presidencia del gobierno -poderes que Pilsudski,
hombre desdeñoso de la práctica cotidiana de la política, no ejerció personalmente salvo en
algún momento excepcional- y permitió un considerable grado de libertad. Pero la
prolongación de la situación y las actuaciones irregulares de la dictadura provocaron hacia
1929-30 el fin del consenso. Pilsudski respondió endureciendo la represión y apoyándose
exclusivamente en los militares y en los círculos de sus colaboradores más próximos.
Frente a la crisis de 1929, siguió una política deflacionista, que golpeó particularmente a
las clases populares, y, tras la llegada de Hitler al poder, intentó una política de
acomodación con la Alemania nazi que pudiese garantizar la independencia de Polonia. En
abril de 1935, impuso una nueva Constitución, que pretendía perpetuar la dictadura que, en
efecto, a su muerte (mayo de 1935), se prolongó en el llamado régimen de los coroneles,
un régimen nacionalista y antisemita, bajo la presidencia de Ignacy Moscicki, con el jefe
del Ejército Rydz-Smigli como hombre fuerte y el partido Campo de la Unidad Nacional,
creado por el coronel Koc, como base política.
Las dictaduras del centro y este de Europa, nacidas todas ellas como regímenes fuertes y de
autoridad, garantía de la regeneración, independencia y engrandecimiento nacionales,
sucumbieron ante Hitler. El caso austríaco fue paradigmático y premonitorio. La dictadura
de Dollfuss sirvió para muy poco. El gobierno pudo controlar el intento de golpe nazi de 25
de julio de 1934 -en el que Dollfuss fue asesinado-, pero la política de su sucesor,
Schuschnigg, de salvaguardar la independencia de Austria mediante la amistad con la
Alemania hitleriana fue un completo fracaso: el Ejército alemán ocupó el país el 12 de
marzo de 1938 y los nazis austríacos proclamaron la unión con Alemania. En Hungría,
Horthy, tras la muerte de Gömbos en marzo de 1936, propició el retorno a políticas más
moderadas y tradicionales, reprimió al movimiento nazi-fascista de Szálasi e impulsó una
política exterior que, aun reforzando la amistad con Alemania, tendiese puentes con Austria

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y con otros países balcánicos y con Occidente. La colaboración con el Eje permitió a
Hungría recuperar entre 1938 y 1940 parte de Eslovaquia, Rutenia y Transilvania, la gran
aspiración del irredentismo húngaro desde 1919. Como aliada de Alemania, en junio de
1941 Hungría declaró la guerra a Rusia; pero cuando Horthy -que personalmente detestaba
a Hitler y los nazis- quiso negociar una paz separada con los aliados occidentales,
Alemania, cuyo ejército ocupaba importantes posiciones en el interior del país, y que en
1943 ya había impuesto un gobierno afín, encarceló a Horthy (octubre de 1944) e impuso
un gobierno nazi presidido por Szálasi.
Los "coroneles" polacos intentaron seguir una política de equilibrio entre Alemania y la
Unión Soviética. Fue inútil. A principios de 1939, Hitler anuló el pacto de no-agresión que
había firmado en 1934 con Pilsudski. Más aún, las cláusulas secretas del pacto nazi-
soviético de 25 de agosto de 1939 suponían la quinta partición de Polonia. El 1 de
septiembre, tropas alemanas invadieron el país y se anexionaron Danzig: antes de un mes
habían entrado en Varsovia (al tiempo que el Ejército soviético ocupaba importantes
territorios en la Polonia oriental). En Yugoslavia, un golpe de Estado de militares pro-
occidentales acabó el 27 de marzo de 1941 con la regencia del príncipe Pablo, que desde
1938-39 había basculado, como los demás países de la región, hacia Alemania e Italia.
Diez días después, los alemanes desencadenaron un violentísimo ataque por aire y tierra y
en pocos días ocuparon toda Yugoslavia. Ésta fue dividida. Eslovenia quedó incorporada a
Alemania, Dalmacia a Italia, la Vojvodina a Hungría y Kosovo a Albania. Serbia fue
colocada bajo administración alemana; Croacia fue declarada Reino independiente y a su
frente alemanes e italianos pusieron a Ante Pavelic, el líder del Ustacha, que desencadenó
una represión verdaderamente atroz contra las minorías serbia y judía.
Metaxas creó un régimen que él mismo llamó "totalitario". La dictadura militar impulsó un
vasto programa de obras públicas e introdujo una amplia legislación social paternalista y
protectora para las clases trabajadoras. Como los coroneles polacos, el régimen griego trató
de mantener una política de equilibrio entre el Eje de un lado y Gran Bretaña y Francia
(que en abril de 1939 garantizaron la integridad e independencia de Grecia) de otro. Pero la
Italia fascista, al atacar Grecia en octubre de 1940, rompió el equilibrio. Ello provocó la
unidad de Grecia en torno al régimen militar: los griegos derrotaron a los italianos, pero no
pudieron resistir la posterior invasión alemana (abril de 1941). Bulgaria y Rumanía
también se convirtieron, incluso antes, en meros satélites de la Alemania nazi. A Bulgaria,
la cooperación le valió la recuperación de las Macedonias griega y serbia. Pero el zar Boris
se abstuvo de declarar la guerra a Rusia y desde 1942-43 trató de negociar con los aliados.
En Rumanía, los alemanes tuvieron su hombre en el general Antonescu (1882-1946),
militar prestigioso y de claras simpatías fascistas que encabezaba el gobierno desde 1940 y
que, tras exiliar al rey Carol en septiembre de ese año -a la vista de la campaña
ultranacionalista y antimonárquica desencadenada por los sucesores guardistas de
Codreanu- asumió plenos poderes dictatoriales (con el título de Conducator, equivalente
rumano de Duce y Führer). Antonescu, que a veces gobernó con la Guardia de Hierro pero
que la reprimió con dureza cuando le fue preciso -con el asentimiento y la ayuda alemanes,
además- llevó a Rumanía a la guerra como aliado de Alemania.
Alemania e Italia no condicionaron de la misma forma -aunque sólo fuese por razones
geográficas- la dictadura portuguesa. Ésta fue otro ejemplo significativo de la crisis que la
democracia sufrió en la Europa del período de entreguerras. Cronológicamente, fue una de
las primeras. La dictadura portuguesa fue instaurada por el pronunciamiento militar de 28
de mayo de 1926 encabezado por el general Gomes de Costa (muy pronto sustituido por el
también general Carmona) y fue desde luego una de las más largas y exitosas: duró hasta
1974. La dictadura llegó por agotamiento de la experiencia democrática que se inició en
1910 con la proclamación de la República. Falta de autoridad y de instituciones

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moderadoras, amenazada por la contrarrevolución monárquica, el faccionalismo
republicano y el intervencionismo militar, sometida a una creciente polarización por
cuestiones religiosas y sociales y marcada por un estrepitoso fracaso económico y
financiero -el escudo se depreció en un 2.800 por 100 entre 1911 y 1924-, la República
portuguesa naufragó: nueve presidentes, 45 gobiernos (uno cada cuatro meses), 25
revoluciones y golpes de Estado, tres dictaduras contrarrevolucionarias, un Presidente,
Sidonio Pais, y un jefe de gobierno, Antonio Granjo, asesinados, todo en dieciséis años.
La dictadura portuguesa, como otras dictaduras europeas, se inspiró en el ejemplo italiano
de 1922 (y en el español de 1923). Pero no fue, como no lo fueron aquéllas según se ha
visto, un régimen fascista. Inicialmente, el régimen portugués fue una dictadura militar,
preocupada ante todo por el mantenimiento del orden público y la suspensión de toda
actividad política. Incapaces de resolver los problemas económicos de Portugal, los
militares llamaron al ministerio de Hacienda a un catedrático de Economía de la
Universidad de Coimbra, ya conocido y respetado en los medios católicos y reaccionarios,
Antonio de Oliveira Salazar (1889-1970), un hombre de origen campesino y humilde,
antiguo seminarista, muy religioso, soltero, ascético, de vida privada reservada, anodina y
austera, que en muy poco tiempo logró, mediante una política muy conservadora de
economías y ahorro, estabilizar la moneda, reducir el déficit y restaurar la confianza
internacional en la economía portuguesa.
Salazar -que ejerció como primer ministro de 1932 a 1969- institucionalizó la dictadura y
le dio una significación política clara y precisa (y distinta, sin duda, de los vagos y
contradictorios proyectos iniciales de los militares). Creó un régimen, el llamado Estado
Novo, anti-liberal, antidemocrático, contrarrevolucionario, católico y corporativo,
inspirado en las directrices sociales del catolicismo conservador portugués. La
Constitución de 1933, en efecto, además de establecer una especie de "diarquía" entre la
jefatura del Estado -ejercida por Carmona hasta 9.951- y la del gobierno, detentada por
Salazar hasta su muerte, creaba un Estado fuerte, en el que el gobierno era responsable no
ante las cámaras sino ante el Presidente (elegido cada siete años) e introducía un sistema de
representación corporativa, en el que grupos y corporaciones (gremios, casas de
pescadores, universidades y similares) y no los individuos, constituían la base de la
representación, y en el que las cámaras (Asamblea Nacional y Cámara Corporativa) tenían
muy escasas competencias. Los partidos políticos fueron prohibidos, salvo el partido
gubernamental, la Unión Nacional, que Salazar creó desde arriba -diferencia esencial con
los movimientos fascistas- y que perfiló como una entidad de integración nacional que
trascendía los partidos políticos.
El salazarismo fue, por tanto, una especie de corporativismo católico y autoritario. Más que
a la ideologización de las masas, el salazarismo aspiró a su desmovilización. Salazar no
creó un estilo fascista. El movimiento fascista portugués, el Movimiento Nacional-
Sindicalista de Rolao Preto, fue liquidado en 1934. La dictadura portuguesa no fue por ello
menos represiva. Salazar hubo de hacer frente a intentos de restauración democrática
(1927) y a insurrecciones de carácter obrerista (1934) y desde 1945, a una creciente
oposición. El régimen portugués se apoyó en todo momento en el Ejército y dispuso desde
1933 de una policía política, siniestro instrumento de una represión eficaz, amplia y
continuada. Pero la represión, la censura y el control no explicarían su duración. El
catolicismo y el pragmatismo de Salazar sin duda apelaron a los valores y preocupaciones
de una buena parte de la sociedad portuguesa. La dictadura creó una administración
eficiente, reforzó la integración entre Portugal y sus colonias, desarrolló un vasto programa
de obras públicas -ferrocarriles, carreteras, presas hidraúlicas- que cambió la
infraestructura del país (y que permitiría su progresiva industrialización, que se inició a
partir de 1950-60) y saneó la economía, aunque Portugal siguiese siendo durante muchos

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años un país rural y pobre, y cerca de un millón de portugueses optaran por la emigración
entre 1921 y 1940.
El pragmatismo de Salazar, finalmente, mantuvo a Portugal fuera de la II Guerra Mundial.
Había apoyado a Franco en la guerra civil española (1936-39). Pero la neutralidad que
observó durante la contienda mundial y su especial relación amistosa con Gran Bretaña, y a
través de ella con los aliados, hicieron que, paradójicamente, la dictadura portuguesa se
encontrara en 1945 al lado de los países democráticos.
2.2. BASES IDEOLÓGICAS Y SOCIALES COMUNES

1– Exaltación del Estado, de un Estado omnipotente y totalitario, órgano de control de


todas las esferas de la vida y que pone el acento en su primacía sobre el individuo, que
debe someterse a los "intereses superiores de toda la colectividad". Rechaza, por tanto, los
principios del liberalismo basados en el respeto de los derechos individuales y no tolera la
doctrina liberal de la separación de poderes. También desprecian la soberanía nacional: el
Estado es anterior a la Nación.

2– Racismo: el nazismo agrega la configuración del Estado sobre principios étnicos y


racistas. El fin último del Estado es la preservación de la pureza racial, lo que justifica la
política antisemítica del Tercer Reich alemán (darwinismo social). Por contra, en Italia no
se dan las condiciones para la existencia de una componente racista y xenófoba: no existen
minorías étnicas significativas, ni las ideas supranacionales/étnicas análogas al
pangermanismo.

3– Antiparlamentarismo: rechazo del sistema democrático, idea de un gobierno detentado


por una elite y bajo dirección de un jefe o caudillo –Duce: Mussolini; Führer: Hitler–,
dotado de un poder carismático y capaz de crear por sí solo la voluntad nacional y dirigirla
en beneficio 4– Estado autoritario–corporativo: rechazo de elecciones, partidos políticos y
sindicatos, que "dividen y enfrentan a la sociedad". El Estado ha de representar y defender
los intereses de trabajadores y productores. Pretenden armonizar las demandas rivales del
capital y del trabajo, en la persecución de fines nacionales (en la práctica se limitará esta
"armonización" a la discusión Estado–patrones). Pretenden un Estado corporativo frente a
la lucha de clases (con algunos signos de anacronía económica: creación de un Consejo
Nacional de Corporaciones, de gremios –Leyes Rocco en Italia–). Muchas veces su política
consiste en una mera reducción salarial e incremento del paro.

5– Desigualdad social en la práctica: en el "código" social fascista el hombre es superior a


la mujer, el militar al civil, el miembro del partido único al que no lo es (una "camisa
negra" es símbolo de prestigio).

6– "Socialismo nacional": al considerarse movimientos anticomunistas, contraponen al


socialismo internacionalista un "socialismo nacional", con un demagógico programa
"anticapitalista" en defensa del nacionalismo económico y de la autarquía.

7– Imperialismo militarista, unido a sus reivindicaciones territoriales. En Alemania, el


imperialismo se justifica por la pretensión de pangermanismo: creación de una Gran
Alemania que abarque a todos los alemanes bajo el mismo idioma, Estado, costumbres...
La raza aria necesita conquistar el "espacio vital" donde desarrollarse. En Italia, se apoya
en el irredentismo y su deseo de rememorar la grandeza de su pasado imperial.

El caso del nazismo alemán existe una base pseudo–científica o un referente más o

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menos cercano como el evolucionismo social o darwinismo social: el nazismo proclamó la
superioridad de la raza aria.

8– Frente al racionalismo que justifica al liberalismo occidental, oponen su desconfianza


en la razón, exaltando los sentimientos irracionales: fe ciega en el caudillo.

Estos movimientos se rodean de símbolos y nuevos medios de propaganda de


masas para resumir en frase tópicas sus vagas teorías.

Reclutan a sus seguidores de grupos sociales muy heterogéneos. De una parte, los
grupos más desarraigados: excombatientes que forman los primeros núcleos paramilitares
(fasci di combattimento y squadre d'azione en Italia, SA y SS en Alemania). En segundo
lugar, los jóvenes nacionalistas frustrados por la "ineficacia" del sistema liberal. Son muy
importantes las clases medias amenazadas por la crisis económicas (tenderos, profesiones
liberales, etc.). También apoyarán el movimiento un amplio sector de los parados. Más
complejo es el apoyo del gran capital y terratenientes: en principio financiaron estos
movimientos tratándolos de utilizar para acabar con la agitación social y contrarrestar el
poder de los socialistas y comunistas. El ejército y la administración del Estado también
apoyarán decisivamente estos movimientos.

Pese al consenso básico que puede existir a la hora de interpretar los puntos
fundamentales de dicha ideología, no sucede lo mismo a la hora de englobar ésta en un
contexto de interpretación más amplio. El debate historiográfico gira alrededor del talante
que esta ideología mostraba. Su propuesta social y económica, ¿supone una vuelta al
Antiguo Régimen y su sistema gremial y corporativista?; ¿es simplemente (como le critica
la historiografía marxista) un instrumento del gran capital?; ¿habría que incluirlo en un
movimiento cultural más amplio en el que cabe también a nivel artístico el futurismo, y
caracterizado por la violencia?; ¿fue simplemente una consecuencia de los vicios del
sistema democrático, tal como es aplicaba en el período anterior al surgimiento del
nazismo?.

Sobre esta fase de identidad ideológica, también es preciso contemplar el papel


concreto y las circunstancias de desarrollo del nazismo y fascismo.

3– El fascismo italiano.

MUSSOLINI antiguo maestro y periodista de Avanti (que había sido expulsado del
P.S.I durante la guerra), se había mostrado en la Primera Guerra Mundial del lado del
intervencionismo, tal vez para que Italia aumentara su poder internacional. No tenía sólidas
convicciones internas, las posturas le fueron impuestas por los acontecimientos del
momento. Sus teorías derivan de Hegel y de una aplicación arbitraria de la biología
darwiniana a la política, y otras ideas tomadas de doctrina católica sobre temas sociales y
económicos: el pensamiento fascista fue consecuencia de la victoria fascista, y ésta del
miedo a la revolución y, paradójicamente, a la violencia. Descubren la existencia potencial
de un apoyo de las masas a la reacción y fueron capaces de explotarlo.
El control absoluto del gobierno por parte de Mussolini atravesaría por una larga
etapa interrumpida por graves crisis que incluso llegan a amenazar con su fracaso. En una
primera fase (1922–26) se produce lo que se llamó el paso de una dictadura "legal" a la
dictadura fascista. El primer gobierno de Mussolini será una mezcla de insultos, promesas

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y halagos, guardando las formas legales hasta 1926. Poco a poco irá empleando una
violencia institucional, hasta desmantelar a la oposición. Por eso mismo los popolari
abandonarán el gobierno en 1924.

Mussolini necesita "fabricarse" una mayoría de votos: la Ley Acerbo concede dos
tercios de diputados a la lista más votada: conseguirán 365 escaños.

Los no fascistas denunciarán la violencia electoral, los socialistas, populares y


demócratas se retiran del Parlamento por la muerte del socialista Mateotti en el 1924 (había
demostrado las coacciones de los fascistas en las elecciones, su manipulación, por lo que
exigía su repetición), "retirada del Aventino", lo que benefició al fascismo. El propio rey,
pese a las presiones de la oposición, antepondrá su miedo al bolchevismo a la justicia, por
lo que no destituirá a Mussolini.

Desde 1925 se trata de una dictadura sin tapujos: Mussolini nombra un Tribunal
para la Defensa del Estado, siendo juzgados 5.000 hombres, con 10.000 deportados,
creación de una policía secreta, la OVRA (organización para la Vigilancia y Represión del
Antifascismo), elimina la libertad de prensa y reunión. El año 1926 suspende el Parlamento
y amplía sus poderes, legislando mediante decretos–leyes al margen de la Cámara (que se
disolverá en 1938).

El Partido Fascista es despojado de su poder político (Mussolini será quien dé las


órdenes: el partido es una mera correa de transmisión de Mussolini), limitándose a ser un
órgano burocrático y de propaganda (creación de la Opera Nazionale Balilla (de tipo
premilitar): regulación del ocio, control de las ideas y órgano de propaganda.). El poder
reside sólo en el Duce, asistido por un Gran Consejo Fascista, que recibe el derecho de
nombrar al sucesor del Duce, y que en 1943 le derrocará.

Se establece un sistema corporativo: el Estado es el único regulador de la actividad


económica, subordinando la iniciativa privada al interés general. Trabajadores (no
libremente elegidos, sino pertenecientes al Partido) y patronos, junto a representantes del
Estado, fijan precios, salarios, producción, etc.: en realidad es el Estado quien controla la
economía.

La reforma escolar de Gentile de 1923 supone la extensión del fascismo hasta los
últimos rincones de la vida: gran importancia de la educación física, pretensión de crear un
individuo nuevo, con claros rasgos machistas, una invitación al conformismo, etc.

El Duce buscará una conciliación con la Santa Sede, mediante los Pactos de Letrán
de 1926, que darán prestigio a los fascistas a ojos de los católicos italianos. La situación de
no reconocimiento del Estado italiano por parte de la Iglesia se remonta a la "cuestión
romana" de 1870. El Tratado reconoce la soberanía del Papa sobre el Vaticano y se le
indemniza por la pérdida de los Estados de la Iglesia. Pero la política de gestos hacia la
Iglesia, no se verá recompensada: cada vez la Iglesia se mostrará más crítica con el
fascismo, siempre dentro de relaciones correctas.

Tras la crisis de 1929 se emprende un programa de autarquía y relanzamiento de la


industria militar. En el camino hacia la puesta en práctica de la autarquía hay tres fases:

– en la primera se pretenden reducir las importaciones, fortalecer la moneda y

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aumentar la producción. Una de las "batallas" propuestas por Mussolini es la del trigo,
mediante la extensión de su cultivo en zonas desecadas y drenadas, ampliando el regadío.
La llamada "batalla de la lira", lograr que suba respecto la libra, se hace por razones de
prestigio, pero resultó negativa para la exportación. Por último, se acometen grandes obras
públicas – autopistas, electrificación de ferrocarriles, reforma colosalista del urbanismo de
Roma–
– en una segunda fase, tras 1932–33, con la presión de la crisis mundial, la
intervención se hace más directa. En 1933 se crea el Instituto para la Reconstrucción
Industrial (IRI) y se fomenta la concentración industrial.
– por último, a raíz de las sanciones impuestas a Italia por invadir Abisinia (1935–
36) y el creciente alineamiento con la Alemania nazi, se refuerza el autoabastecimiento y la
industria bélica, logrando reducir una parte de los desempleados. Se practica un
pronatalismo, se busca cortar la emigración.

¿Se vio arrollado Mussolini por los acontecimientos? ¿Son sus propuestas ideas
políticas o simplemente reacciones frente a los acontecimientos (es decir, medidas tomadas
según se iban desarrollando los acontecimientos? Mussolini mantiene dos líneas de acción:
amenaza de violencia exterior y defensa de las desigualdades interiores socioeconómicas.
Carece por completo de ideas en lo relativo al gobierno interior, excepto que él (Mussolini)
debía desempeñar un papel importante, y sus propuestas concretas ofrecen muchas
rectificaciones a lo largo del tiempo.

En opinión de Mac Ferrro, "Un gobierno democrático probablemente lo hubiera


hecho tan mal como el Fascista, pero en cualquier caso, las actividades económicas del
Fascismo no compensaron la supresión de la libertad política y la degeneración de la vida
intelectual que el régimen trajo."

4– El nacionalsocialismo alemán.

Alemania es el único país desarrollado que caerá bajo una dictadura tras la Primera
Guerra Mundial. Con inusitada rapidez, Hitler implanta desde la legalidad su dictadura
totalitaria, entre febrero de 1933 y agosto de 1934. Aprovechando el famoso incendio del
Parlamento o Reischtag –hecho por sus partidarios– decide la suspensión constitucional: es
un "decreto de protección del pueblo alemán" que permite controlar las reuniones políticas.

En marzo convocará nuevas elecciones: pese al terror creado, no logra mayoría


absoluta en las elecciones (44% de los votos). Los partidos serán proscritos, dispondrá una
ley que transfiera el poder legislativo al gobierno, “nazificará” la administración civil: los
que no sean adictos al régimen y arios no podrán desempeñar cargos públicos.

Goebels será nombrado Ministro para la "Educación del Pueblo y la Propaganda", y


con él controlar los medios de comunicación y poder dominar a la opinión pública. Hitler
anunciará el nacimiento del Tercer Reich, y al tiempo Alemania abandona la Sociedad de
Naciones. Cuando muera Hindenburg en 1934, asumirá la Cancillería y la Presidencia del
Reich, con lo que el Estado totalitario se encuentra firmemente asentado.

A partir de ese momento, la influencia del nazismo se afianza en todas las clases
sociales. El ejército, remiso en principio a aceptar a los nazis, consintió los deseos de Hitler
tras la llamada "noche de los cuchillos largos" de 1934: en esa noche, la vieja tirantez entre
las S.A. y el mando del partido, y entre las SA y el ejército, se "resolvió" cuando Hitler

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ordenó el fusilamiento de Roehm y otros jefes de las SA. Las víctimas se suceden fuera de
las SA, y los viejos adversarios de Hitler son asesinados, arrancando de cuajo toda
oposición. El ejército, cómplice de los acontecimientos, se convierte en uno de los
puntuales del totalitarismo hitleriano.
En abril de 1933, la creación de la Gestapo (Policía secreta del Estado, mandada
por Himmler) completa los resortes del control ideológico. La política nazi de hacer de la
educación un instrumento de su dominación totalitaria se plasma en la manipulación de
asignaturas que convenientemente resaltan aspectos "étnicos" y militares. Asimismo, se
impone la creación de escuelas de formación de elites del nacionalsocialismo. El partido
sirve para incrementar el sentimiento de importancia y el individualismo de muchos
alemanes: a la vez que se creían superiores a los obreros y campesinos, eran conscientes
del bajo lugar que ocupan en la jerarquía social tradicional: un uniforme negro daba
prestigio y poder.

Durante 1938, estado ya funcionando en secretos los campos de concentración de


"reeducación de descarriados", se acentúa el antisemitismo, iniciado con las leyes de
Nüremberg. En la llamada "noche de cristal" (9–10 noviembre de 1938) se destruyen 280
sinagogas y se detiene a más de 20.000 judíos: hasta 1944 se calcula que de 5 a 7 millones
de hombres, mujeres y niños judíos mueren en masa.

Tanto la política totalitaria en materia de enseñanza como la racista enfrenta a los


nazis con la Iglesia católica y las protestantes alemanas. La encíclica de Pio XI "Con
encendida preocupación" de 1937, condena el racismo y las relaciones entre el III Reich y
el Vaticano son tensas. Pero la pasividad de las masas católicas y protestantes alemanas
indujo a la mayoría de sus dirigentes a la resignación.

A nivel económico, el aumento de la producción y la práctica desaparición del paro


que en 1933 era de 6 millones, supone un espaldarazo para la consolidación del nazismo, y
hace olvidar al pueblo alemán los sacrificios impuestos por la política autárquica y el
nuevo armamentismo.

Como confirmación del vacío de contenido de su supuesto anticapitalismo, el


esfuerzo del régimen hitleriano va destinado a mantener un capitalismo controlado por el
Estado pero sin ninguna pretensión de socialización. Para Hitler se trata de estimular la
iniciativa privada, favorecer la concentración empresarial, controlar a las organizaciones
obreras mediante el Frente Alemán de Trabajo, mera sección del Partido, y hacer
desaparecer el desempleo mediante grandes y costosas obras públicas. La salida a la
industria armamentística no podrá ser otra que la de una guerra que la justifique.

Hasta 1936 el problema consiste en saber de dónde sacar el dinero para pagar a los
trabajadores de las grandes obras públicas. Se idea el crédito al trabajo virtual: por medio
de "letras Mefo" respaldadas por el Estado, se pone en marcha la economía, evitando la
inflación. El aumento de las rentas salariales no es utilizado para el consumo, sino más
bien para incrementar el ahorro.

Alemania se encuentra en una decidida política de autarquía, pero con carencia de


alimentos y materias primas. La solución consistirá en la conquista del "espacio vital", en
una campaña que concluirá con la Segunda Guerra Mundial. En 1938, la popularidad del
régimen depende de que Hitler sea capaz de mantener el nivel de vida, por lo que la única
opción es la guerra (que la población no quiere).

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5– Neofascismo.

Los comportamientos neofascistas actuales parten de un mismo sustrato que, en su


día, sirvió de alimento a los regímenes dictatoriales alemán e italiano: el descontento difuso
contra el sistema democrático liberal. La existencia de zonas deprimidas (en muchas
ocasiones antiguas zonas industriales envejecidas y en proceso recesivo o de reconversión:
como sucede en el caso español en Bilbao, sustrato de otro movimiento totalitario juvenil
como el etarra), la ausencia de perspectivas favorables desde el punto de vista económico y
social, y más en general la carencia de un sistema de valores aceptado y sostenible y su
sustitución por un sistema de normas simples y rígidas, que encauce los comportamientos
de las personas: González Requena habla de "crisis simbólica" de la sociedad postmoderna
(ante la ausencia de mitos y héroes del momento, se recurre a esa idolatría superficial de
las figuras de autoridad que encarnan Hitler, Mussolini, etc.). El problema inmigratorio de
los países musulmanes (y en el caso español, también hispanoamericanos) ha supuesto en
el contexto de crisis económica de los 90, un incremento de la tensión racial entre dichos
grupos, de marcada componente juvenil, y los recién llegados. En Francia, por ejemplo, en
1996 existía una cifra total de 4 millones de magrebíes, lo que explica el arraigo en dicho
país de un poderoso movimiento xenófobo, que en su vertiente menos contundente ha
logrado articularse en un partido político como la Alianza Nacional de Le Pen, que se
encuentran representado con un 15% de las actas en el Congreso en 1998, y domina
importantes ayuntamientos franceses.

Desde 1945, la violencia neofascista ha sido menos frecuente y sistemática que en


el período de entreguerras. Por lo general, los grupos incontrolados de extrema derecha han
proliferado en dictaduras moribundas o en regímenes democráticos con insuficiente
legitimación. En ocasiones, se han visto favorecidos e incluso alentados por sectores
inmovilistas del propio Estado, que han urdido tramas represivas o desestabilizadoras
donde convergían ciertos elementos policiales, grupos extremistas, mercenarios o simples
delincuentes comunes. En Italia, la problemática inserción del Movimento Social Italiano
(MSI) en el marco político democrático empujó a los extremistas misinos a procurar la
desestabilización del régimen parlamentario, participando en las tentativas golpistas del
general De Lorenzo en 1964 y del príncipe Valerio Borghese en 1970. Los principales
grupos violentos de los 70 fueron Ordine Nuovo (ON), surgido en 1956 de una escisión del
MSI, y Avanguardia Nazionale (AN), fruto a su vez de una división interna de ON en 1960,
y que tras desaparecer en 1965 reapareció en 1970 de la mano del activista Stefano delle
Chiaie como respuesta a la movilización estudiantil de izquierda. La colocación de un
artefacto en la piazza Fontana de Milán a fines de 1969 fue el primero de una serie de
oscuros actos violentos de carácter desestabilizador que fueron achacados a estas bandas
negras. Durante el año siguiente, marcado por las incursiones neofascistas en las
universidades y por la explosión de ira popular en Reggio Calabria, ON alcanzó los 1.500
miembros y AN el medio millar. Ambos grupos se comportaban como organizaciones
paramilitares que utilizaban contra los estudiantes y obreros de izquierda métodos de
intimidación similares a los empleados por las "squadre d'azione" fascistas en los años
veinte. Su ideario no fue más allá de la exaltación de la violencia según la doctrina de
Julius Evola y de una visión de la guerra total contra el comunismo heredada de la Guerra
Fría. Estos grupos y otros de menor importancia gozaron de un cierto apoyo exterior (sobre
todo de las dictaduras del sur de Europa) y de la benevolencia e incluso la protección de
elementos policiales, interesados en alentar una estrategia de la tensión que forzara al
Gobierno a incrementar la represión, preparando de ese modo al camino a un golpe de
Estado blando. Tras la bomba colocada presuntamente por ON en el tren Italicus el 4 de

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agosto de 1974, el jefe del Servizio d'Informazione della Difesa (SID), el general Vito
Miceli, fue destituido y detenido por su implicación en las tramas negras. Los terroristas
neofascistas comenzaron a ser detenidos y procesados, y el propio Delle Chiaie tuvo que
huir a la España franquista y luego a Sudamérica para escapar a la acción de la justicia.
Tras esta breve pero brutal oleada de atentados, la amenaza involucionista desapareció y el
terrorismo neofascista entró en un declive coyuntural. La segunda oleada de agitación
social iniciada en 1977 dio origen a una nueva generación de grupos armados de extrema
derecha que actuaron en la década de los ochenta. En 1979 nacieron Terza Posizione y los
Nuclei Armati Rivoluzionari (NAR), vinculados a las organizaciones estudiantiles fascistas
y que, coincidiendo con la gran oleada de violencia brigadista, protagonizaron frecuentes
choques callejeros con los grupos de izquierda. En los primeros años ochenta se produjo
una serie de grandes atentados indiscriminados que trataron de realimentar la estrategia de
la tensión: una explosión en la estación de Bolonia (2 de agosto de 1980) causó 85 muertos
y 200 heridos, y un atentado al expreso Roma-Milán (diciembre de 1984) provocó 16
víctimas. Tras varios meses de investigación sobre esta galaxia del terror se reveló que, de
nuevo, el hilo de la violencia neofascista conducía hasta los servicios de inteligencia y
llegaba a la puerta de una influyente logia masónica conspirativa y anticomunista: la
Propaganda-2 fundada por Licio Gelli, un ex fascista condenado a ocho años de prisión por
haber financiado el atentado contra el Italicus. Cuando los servicios secretos fueron
reestructurados tras el asesinato de Aldo Moro, se supo que gran parte de los jefes
destituidos pertenecían a la P-2 y estaban implicados en actividades cuyo objetivo era
provocar una deriva autoritaria de la República. Para ello habían promovido desde los años
sesenta acciones terroristas de carácter provocativo, a las cuales no habría sido ajena la Red
Gladio, descubierta en otoño de 1990 tras cuatro décadas de turbias actividades. La crisis
institucional italiana iniciada dos años después propició el recrudecimiento episódico de un
terrorismo presuntamente de origen mafioso, que perpetró atentados con explosivos en el
centro de Florencia (27 de mayo de 1992), Roma y Milán (27 de julio).

En Alemania, la transición del extremismo ultranacionalista a la violencia se


produjo a mediados de los setenta, cuando la desaparición del ultraderechista NPD
radicalizó a la generación procedente de su organización juvenil y la lanzó hacia la
constitución de grupos neonazis, en cuyo entorno parece haberse planeado el atentado que
el 26 de septiembre de 1980 causó trece muertos y 200 heridos en la Fiesta de la Cerveza
de Munich. Con el rebrote xenófobo de los ochenta, estos grupúsculos de no más de un
millar de miembros en total lograron arrastrar a una población joven y sin formación
política, reclutada entre los sectores marginales (parados, "skinheads", grupos "ultras"
deportivos) a una violencia dirigida sobre sinagogas y cementerios judíos, residencias de
trabajadores extranjeros e incluso instalaciones de la OTAN, y agresiones contra judíos,
homosexuales, "squatters", turcos y soldados norteamericanos de color. La transición, en
todos los casos problemática, de los países del sur de Europa hacia la democracia liberal en
los años sesenta y primeros setenta facilitó la aparición de grupos violentos y terroristas de
ultraderecha.

En España, la violencia de este tipo brotó a inicios de los sesenta, cuando el


comienzo de un tímido proceso de liberalización del régimen franquista decidió a los
dirigentes sociales, económicos, religiosos y corporativos más inmovilistas a dar apoyo y
cobertura a algunas formaciones violenta que pudieran dar réplica adecuada al movimiento
de contestación que se desarrollaba en las universidades. Entre los primeros grupos
juveniles de acción destaca Defensa Universitaria, cuya desaparición en 1969 abrió el
camino a otros grupúsculos "ultras" como el Partido Español Nacional-Sindicalista (PENS)

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o el Movimiento Social Español (MSE), expertos en una violencia difusa (palizas,
atentados a librerías, periódicos y centros culturales progresistas, represión parapolicial de
manifestaciones de izquierda) que fue continuada en la transición por otra: organizaciones
de vida igualmente efímera como la Alianza Apostólica Anticomunista (AAA), Grupos de
Acción Sindicalista (GAS), Vanguardia Nacional Revolucionaria, Ejército Nacional
Anticomunista, Grupos Armados Españoles, Milicia Antimarxista Española, y por las
formaciones paramilitares de partidos constituidos de forma más estable, como la Primera
Línea de Falange Española de las JONS y las organizaciones juveniles procedentes de
Fuerza Nueva. La violencia ultraderechista tuvo su punto álgido en 1976-80, para decaer
irremisiblemente tras el fracaso del golpe de Estado del año siguiente.

El caso de Alemania es significativamente distinto. El neonazismo se encuentran


con la oposición explícita de importantes sectores sociales (buena parte de la prensa y
demás medios de comunicación), además con de una legislación que prohíbe determinadas
prácticas de propaganda nazi. Pero tanto en este caso como en general en el de los grupos
de neonazis y neofascistas que se extienden por distintas partes de Europa (además de
Alemania, Austria –con los problemas derivados de la coalición gubernamental entre
conservadores y pseudonazis-, Italia, España...), Japón y EEUU (con una componente de
integrismo religioso, racismo y puritanismo), la vertiente ideológica se encuentra
prácticamente desvirtuada: más que una conexión directa con los principios ideológicos (de
por sí endebles desde un punto de vista discursivo) que inspiraron estos movimientos
dictatoriales, podemos decir que su conexión es más bien externa, al nivel de algunos de
los símbolos e iconografía más epidérmica.

Puede decirse de otra manera: se trata del último refugio, difuso, de una protesta un
tanto irracional contra el modelo social vigente y sus valores en crisis, como afirma
Amando de Miguel. Prueba de ello es la ligazón entre los grupos de cabezas rapadas y
movimientos como los hooligans (de los que en ocasiones no se distinguen
significativamente) o distintos tipos de las denominadas tribus urbanas (pues es
precisamente en las ciudades donde proliferan este tipo de movimientos).

La mayor parte de las formaciones neonazis coinciden en la discriminación racial,


protagonizan ataques contra minorías étnicas, y sustentan en sus publicaciones impresas o
páginas web (creando un problema legal sin precedentes: aunque en Alemania esté
prohibida la apología nazi, e incluso la exhibición de símbolos nazis es ilegal, un alemán
puede contratar un dominio en Internet “en EEUU”, donde existe una casi absoluta
permisividad ideológica, y no puede ser detenido en su país pese a proporcionar
propaganda nazi), la negación de la veracidad del Holocausto (el asesinato en masa de
judíos a cargo de los nazis). Por su condición clandestina, el atractivo que implica la
militancia en un grupo donde el joven se encuentra “valorado”, siquiera por inspirar miedo
a los ciudadanos y al Estado provoca un aumento incesante desde 1980 a nuestros días del
número de organizaciones y militantes.

Desde el punto de vista sociológico, los militantes corresponden fundamentalmente a


jóvenes de clase media-baja, generalmente con fracaso escolar y problemas de relación
fuera de estos círculos de “confraternización”, que les aseguran unos lazos de unión con los
restantes “camaradas” poco menos que indisolubles. Desde el punto de vista del perfil
psicológico, generalmente se trata de personas de creencias poco sólidas, con baja
autoestima inicial, que compensan su inseguridad o el rechazo que experimentan con la
adopción de ideas aparentemente inquebrantables (tanto más cuanto más irracionales

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resulten).

La caída del comunismo, tanto por la crisis social que en los 90 originó, como por la
desmitificación de una ideología que hasta entonces constituyó un auténtico catecismo vital
para millones de ciudadanos, también ha traído como consecuencia una reacción
anticomunista visceral, traducida en el florecimiento de grupos neonazis en países de la
Europa antiguamente comunista.

Alemania es sin duda uno de los focos emergentes del nazimo. El Tribunal
Constitucional prohibió cuatro grupos neonazis entre 1952 y 1992. Pese a eso, el partido
neonazi Deutsche Reichspartei (Partido Nacional Alemán) tuvo 5 diputados en el
Bundestag
o cámara baja entre 1949 y 1953, siendo el mejor resultado que grupos semejantes
obtuvieron en las elecciones generales celebradas desde entonces. Pero una organización
similar, el Nationaldemokratische Partei Deutschlands (Partido Nacional Democrático de
Alemania), obtuvo escaños en algunos parlamentos federales entre 1966 y 1972. Su
carismático y venerado líder, Günter Deckert, recurrió con éxito una condena por negar el
Holocausto en 1994. Ese mismo año, un encuentro entre Franz Schönhuber, máximo
dirigente del Republikaner Partei (Partido Republicano) y Gerhard Frey, líder del
Deutsche Volksunion (Unión del Pueblo Alemán) fue motivo de la expulsión de
Schönhuber de su propio partido, que rechaza las acusaciones de ser, como el partido de
Frey, neonazi. En la actualidad existen lazos entre dichas organizaciones nazis y otras
filonazis de la antigua R.D.A., estando en el punto de sospecha de la cadena de incendios y
ataques desencadenada entre 2000 y 2001.

En Austria, sin embargo, Jörg Haider, líder del Partido Liberal que obtuvo más de
una quinta parte de los votos en las elecciones parlamentarias de 1994, ha ensalzado la
política laboral de Hitler y exige la limitación a la inmigración. Como hemos indicado, su
partido permanece desde 2000 en la coalición gubernamental, pese a la condena de la
Unión Europea.

En Bélgica, el Bloque Flamenco, que es un partido enemigo de la inmigración,


dirigido por Karel Dillen, ha obtenido algunos escaños en las dos cámaras parlamentarias.
En Francia Jean–Marie le Pen, líder del Front Nationale (Frente Nacional), que recibió el
12’5% de los votos en 1993 y que en 1997 incrementó el nivel de su presencia política al
obtener distintas alcaldías en el sureste francés, bien que los resultados electorales
posteriores y la propia escisión del partido parezcan haber frenado momentáneamente su
progresión, basada en un discurso demagógico.

En Noruega, el Partido del Progreso, liderado por Carl Hagen, logró 11 escaños en el
Parlamento, y su programa exigía acabar con la inmigración de población no cristiana.

Pero no son los únicos ejemplos. En Gran Bretaña pueden citarse el National Front
(Frente Nacional) y el British National Party (Partido Nacional Británico, BNP, en Rusia,
el Partido Liberal (mandado por Vladimir Zhirinovsky, que propugna el mantenimiento de
las antiguas fronteras de la Unión Soviética bajo un régimen nacionalista ruso), y en la
República Checa, Hungría, Rumania y Eslovaquia están o han estado representados
partidos ultranacionalistas. En España y países hispanos y Portugal puede citarse el Círculo
Europeo de Amigos de Europa (CEDADE). En Estados Unidos es un ejemplo de violencia
pronazi el NSDAP–AO, con base en Nebraska, los Caballeros del Ku Klux Klan y

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Naciones Arias.

6- BIBLIOGRAFÍA.
BETTELHEIM, C: La economía alemana bajo el nazismo. Madrid, Fundamentos,1972.
DUROSELLE, J.B.: Europa de 1815 hasta nuestros días. Barcelona, Labor, 1967.
KITCHE, M.: El período de entreguerras. Madrid, Alianza Editorial, 1992.
KLEIN, C.: De los espartaquistas al nazismo. Madrid, Sarpe, 1985.
MOSLEY, L.: El fracaso de los demócratas. Barcelona, Caralt, 1979.
PARKER, R.A.: El siglo XX, t. I. Madrid, Siglo XXI, 1987.

Ver bibliografía revisada en mi tema. GRA.

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