Está en la página 1de 1

Sentado en el borde de una cama Raúl sostenía el libro que le sirvió de apoyo para llenarse de

confianza y seguridad para suicidarse. Sujetaba fuerte el arma con mucho miedo. No lo dudó dos
veces, ni siquiera escribió una carta para justificar lo que haría. Esas cosas ya no tenían sentido
alguno, como el mundo sin o con él. Hace rato que había optado por ser un hombre que sólo vive
porque espera la muerte, pero cansado de que ella no lo buscara, él la buscó. El día había iniciado
como casi todos en Medellín, con smog, pitos, alboroto y uno que otro vendedor de aguacates o
tamales gritando por la calle lo que vendía para el desayuno. Aquel día Raúl cumplía casi 8 años de
haber llegado a esa ciudad paisa, color ladrillo, que tantos pesares y tragedias alberga en su historia.
Precisamente, la historia, había sido la pasión de Raúl, quien, con todo el optimismo del mundo
había entrado y hecho un pregrado de historia. Durante su vida universitaria empezaron los
acontecimientos que lo llevarían, ese 15 de noviembre, a terminar con su vida.

3 años atrás

También podría gustarte