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Esta €5 una historia ce viajes on tiempo con misterios,suspenso YY mucho humor. Mondrian Mode ¥ Lidia Moreau son miembros de 'a organizacién NAUTA y tes fue asignada una peligrase mision: ajar al Final det tempo, Entee salts temporates por diver- S28 er, vivién una gran aventura {Ue completar fas piezas restan- ‘es de una historia fragmentada y Aesafiard las lees deta fsica Leonardo Vilarroe estat tite- ‘atura en la Universidad Cetatica de Chile y én Georgetown Uni versity. Colatora regulermente en diversos medios digitale y es l guionista'de! documenta Mis allé det horizonte. En lo actual. dad esté terminando un libro jua Yenil y prepara dos proyectos de Novels aries. Crononautas es su primera publican, A PARTIR DE 12 atios Leonardo MAE Ti ore Orolo ETE nya VAPQ —Me carga viajar en el tiempo. —Pero hijo... —Es que mamé nunca viene con nosotros.. Aaron Modric levanté la vista, Desde los juegos de agua de la plaza, el pequefto Mondrian lo mira- ba con cara de querer estar en cualquier otra parte. Pens6 en dejar de lado la presentacién que estaba revisando en su dispositive portatil, pero también pens6 que este seria un buen momento para pro- barla con una audiencia impaciente y grufiona. —Ven un segundo, hijo. Ven, siéntate aqui. Mondrian corrié feliz a sentarse en las piemas de su padre, que al presionar #! marco de sus an- teojos comenzaron a proyectar el holograma de lo que a todas Tuces era un powerpoint del futuro. En el aire rotaba la proyeccién de ecuaciones e indices de probabilidad genética, en coloridos graficos que el nifio perseguia a zarpazos por el aire. —Mira, este es el c6digo del ADN de una per- sona. Es la combinacién de informacion genética que hace que las personas seamos personas y ten- gamos dos piernas, dos brazos, un corazén, un cucllo pequefio; y nos diferenciemos de, por ejern- plo, las jirafas, que tienen manchitas, cuello largo y comen hojas. En este nivel todas las personas ‘del mundo somos iguales. Todos tenemos algo en comuin, y por eso es importante preocuparnos por Jos dems, zno es verdad? ‘Mondrian iba a decir “pero, pero”, sin embargo su padre prosiguié a la velocidad justa para que no fuera necesario interrumpirlo. —Aungque también todos somos distintos. To- dos tenemos cosas que nos diferencian. Algunos somos més altos, otros mAs bajos. Algunos tene- mos el pelo rojo, otros lo tienen oscuro 0 rubio. Y las narices... ;Qué distintas son las narices! No te parece? Cuesta mucho encontrar dos iguales Como las personas mismas, las hay parecidas a veces, gpero iguales? La imagen proyectada se empez6 a enfocar en una seccién especial de la doble hélice del ADN. ‘Aun costado salian mas ntimeros y porcentajes. Esta seccién es la que nos importa, Mond. Mira. En esta 4rea hay algo que hace que alguna gente como tii o como yo tengan el pelo de este color. Y hay algo en esta misma seccién que hace que podamos soportar los efectos fisicos al viajar en el tiempo. Y no sé que es, pero lo estoy buscan- do. Por eso viajo tanto y trato de Hevarte conmi- 80, porque estés creciendo tan répido cuando yo estoy de viaje. Por eso, ademés, mamé no puede acompafiarnos. Algo hay en el ADN que impide que las personas que no tienen este componente viajen en el tiempo; esta marquita mintiscula en sus fibras mas pequefias, que ademés les da este color de pelo. —2Y si te pasa algo cuando estas lejos? Mondrian ya estaba entrando en la edad en que queria compartir con el mundo las aventuras y descubrimientos de su padre, sintiéndose orgu- loso de ser el hijo de una persona tan importante. Pero no podia contarles la verdad a sus compafie- tos, ni aun a su madre, sin que lo dejaran en ridt culo y se burlaran de él. Una vez traté de contarle a su mejor amigo que su padre tenia la capacidad de poder viajar en ei tiempo, que venfa del futuro, y pasaba largas semanas ausente en viajes de los, que no podia decir nada. Al dia siguiente su amigo le dijo que sus paps le prohibieron volver a jugar con él. —No me va a pasar nada. Tenes que estar tran- quilo, hijo. Recuerda eso siempre. Si alguna vez me pasa algo vas a ser el primero en saber. Mien- tras tanto, no te preocupes. —Pero y si un dia. —Si un dia, gqué? Y si un dia haces algo que no sea de esta épo- ca... Algo que sea peligroso... Con sus bucles anaranjados tapandole los ti- midos ojos, Mondrian no pudo percibir el brillo orgulloso en la mirada de su padre. Aaron respité profundo: en unas horas més estaria muchos si- glosen el futuro, frente a una auidiencia de reclutas y cientificos Avidos de escuchar su historia, llenos ‘de duds técnicas y ecuaciones con multiples in- cOgnitas por despejar. Y abt estaba su hijo, con las preguntas més importantes, esperando la respues- ta ms simple posible. —Cuando uno hace algo que cambia el pasa do y puede con ello aiterar el futuro, el univer $0 se porta de lo mas amable, hijo. Como cuando conocf a tu mamé, o cuando naciste tt, mas de mil aiios antes que yo, imagfnate. El universo se preocupa de nosotros y no nos deja solos. Es un lugar inmenso, y cuando cambiamos el pasado de ‘esta forma, lo que hace el universo es abrir un es- pacio nuevo, acomodar los que estaban por venir y tomar una nueva forma. No es que uno pueda terminar con el universo 0 quedarse atrapado por siempre viviendo los mismos dias. Con cada cosa que hacemos en un dia comin y corriente esta 10 mos cambiando la forma del lugar donde vivimos, Mond. ¥ por eso es importante, ‘Aaron le hizo un cariito a su hijo, desenredan- do suavemente uno de esos mechones rojizos, como queriendo destacar el color de pelo de los viajeros en el tiempo, y también para mirarlo a los ojos cuando le dijera lo siguiente, que era una de las lecciones de vida més significativas que habia aprendido en sus cronoviajes. Ahi se percaté que los ojos que buscaba estaban cerrados, y que su hijo respiraba por la boca, profundamente perdido en un suefio placid. —,Cémo le voy a poder explicar Ta ciencia del viaje en el tiempo a los crononautas del maiiana? Capitulo T Enel que un chancho es rescatado y conocemos a uestros heroes, los que reciber: un extrait llamado del destino. O de su jefe, que viene a ser Ia misma cosa, francemente. ANo 2181, SIGLO xxIT En otro lugar del tiempo, du-ante una noche os- cura, de una oscuridad apenas més palida por la luna media. En medio del silencio del bosque se filtraba sutilmente el imperceptible crepitar de la hojarasca. Un hombre y una mujer, enfundados en trajes que parecian estar hechos de la misma oscu- ridad, se deslizaban sigilosos, procurando pasar lo més desapercibido posibles. Habfan conseguido eludir la seguridad robotizade de la planta de pro- duccién, pero siempre era probable que hubiera patrullas humanas recorriendo los alrededores, La mujer se movia con una mezcla de cautela y gra- cia que daba gusto observar. 3e desplazaba entre arbol y arbol con la naturalidad de una bailarina que ha entrenado muchos afios para este momen- to. Por su parte, el hombre avanzaba como uno de esos malabaristas de circo que siempre estén a punto de botar el cuarto plato que lanzan al aire, 13 pero finalmente nunce botan nada. No llevaba pla- tos; en cambio Ievaba un chancho. —{Brooohiiink! —Shhh. Tépalo. Tépale la boca. —jAh? —Asf —la mujer tomé la mano de su compaiie- 10 y la puso a la fuerza contra el hocico del porci- no, quien répidamente intent hacer merienda del guante del muchacho. —jAuch! Me mordi6. —Merecido te lo tienes. Trétalo con més cuidado. —Pero si es un chanch... un animal. ;Y un animal especial, ademas! —Yo todavia no veo qué tiene de especial este chancho... Ein mi época la carne de cerdo era de lo més comin. Lidia hizo una pausa para mirar a su compa- Aero. Ninguno de los dos cumplia atin los veinte afios. Ahi terminaban sus similitudes. Si bien am- bos eran pelirrojos, lo eran de maneras distintas. ‘Ain bajo la escasa luz que provefa la luna, Lidia podria llegar a pasar por una rubia cobriza. Mon- drian, en cambio, no podsia pasar por nada menos que una zanahoria at6mica. En el rostro de Lidia, tanto como en sus movimientos pulidos y elegan- tes, habia reflejada una alegria profunda e intensa, como si su cuerpo apenas pudiera contener el gus- 4 to por lo que estaba haciendo. Mondrian parecfa més indiferente a todo. —¢Qué pasa? —Nada, vamos. Y trétalo con més cuidado gsi? Tiene sentimientos y le duelesi le haces dao. A Lidia a veces se le olvicaba que, a pesar de tener casi la misma edad, Mondrian habia nacido unos dos mil quinientos afios antes que ella. No lo conocia tanto, pero todos los crononautas conocian la historia de Mondrian Modric, el nifio del pasado que habfa quedado abandonado en el futuro. —Comienza el conteo. Enciende los motores de extraccién. Aqu{ vamos —dijo Lidia a la computa- dora dela nave. Ajustaron los controles de gravedad de sus tra- jes, de lo contrario el desplazamiento de la nave por el flujo temporal los pondria a rebotar contra las paredes hasta hacerlos fapilla en un santia- mén. Podian sentir como, a medida que los moto- res de extraccién temporal empezaban a acumular la energia necesaria para dejar al siglo x0ar y dar el salto de vuelta al siglo 200xv1, la crononave entera vibraba, envolviéndolos lentamente en un arrullo que a Lidia le parecfa fantéstico. Le habfan conta- do que cuando era nifia no podia dormirse si no era en los brazos de su padre, mientras este corrfa por la casa con ella al hombro; y que cuando él 15 no estaba, su madre la sentaba en el asiento del copiloto de su transportador y el vaivén del motor al partir tenia el mismo efecto. Quizs por eso era que se sentia tan a gusto dentro de una cronona- ve, Cada viaje, cada salto en el tiempo Ia Ilevaba de vuelta a esa sensacién de hogar y proteccién. Y ademas, podia conocer otras eras, ver paisajes y personas de las que solo habfa lefdo. Le encantaba su trabajo. —Me carga viajar en el tiempo —reclamé Mondrian. —2Y eso por qué? —Lidia quiso profundizar. Mondrian no dijo palabra. Se dio cuenta que, una vez més, habia pensado en voz alta. No tenia muchos argumentos, peto era cierto: no le gusta ba viajar en el tiempo. Tras la desaparicion de su padre, hacia casi diez aftos ya, se habfa quedado solo en el mundo, en un mundo donde no conocia anadie, y donde su disposicién genética lo volvia tuna persona excepcional: era casi el tinico de los crononautas que no sufria efectos secundarios tras el salto temporal. Todos 0, bueno, casi todos sus compiaiieros se pasaban las primeras veinticuatro horas desde el arribo a una nueva época bajo cui- dados intensivos, deshidratados y desorientados ‘a més no poder. Fra por eso que las crononaves 16 venian equipadas con camaras de descompresién y sistemas de asistencia vital, sistemas que Mon- dian apenas habfa visto, y que no podria dibujar © describir muy bien si alguien se lo pidiera. Pero claro, Mondrian Modric contaba con la ventaja de ser el hijo del célebre Aaron Modric, inventor del proceso de viaje en el tiempo. Pensé en su madre, en los recuerdos que le quedaban de ella. No podia viajar en el tiempo y por eso Mondrian recordaba mejor que nada sus abrazos, como tenazas de una tibieza perfecta de Ja que uno no quiere salir jamas. Abrazos que se deshacian con la suavidad cor: la que se desmigaja el pan més exquisito recién salido de un horno. Ella lo miraba después desde la ventana, cuando éLya iba camino a uno de los viajes con su padre, en caminatas que siempre le -esultaban frias, sin importar la época del afio. Y cuando ya no la veia empezaban los temblores y vibraciones, y en unos minutos se encontraba viajando en el tiempo. —No sé...—dijo Mondrian retomando la idea—. ¢Los mareos? La sensaciGn de que estis a punto de vomitar pero no pasa nada. ¥ después la vuelta, apenas al minuto después de haber salido. Lidia lo mir6 ocultando su impaciencia ante Ja mentira evidente de su compaiiero. Todos sa- bian que a Modric no le pasa>an esas cosas. Ast 7 como todos sabfan que, del resto de los reclutas, ‘lla era la tinica que tampoco sufria con los sal- tos, pero quie en su caso esto era una cuestién de esfuerzo. Ni bien sus genes habjan dado positive para el viaje en el tiempo, Lidia se habia inserito en Ja academia para ser una de los crononautas. ‘Tras pasar la mayor parte de su infancia entran~ do y saliendo de pabellones operatorios y salas de hospital, todo To que queria era ver el mundo, en todas sus épocas, por todos sus rincones, en todas sus intensidades. Tenia una extrafia enfermedad autoinmune, para la que la ciencia del siglo 2001 apenas habia conseguido elaborar la promesa de ‘una remisién, como si su cuerpo no pudiera con- tener tanto impetu de vivir Tanto asf que se habia tomado las operaciones y exAmenes como una for~ ma de entrenamiento, para asi alcanzar tal control sobre su sistema nervioso que un simple salto en el tiempo no la afectara mayormente. Como todos, si, ni bien aterrizaba en una nueva época sentia el impulso de dejarse caer y desmayarse por un dia entero; pero se habia prometido no pasar nunca smés,uuna noche en una cama de hospital, aunque fuera en la camilla de una nave. En cada mision procuraba atender y asegurarse que sus compafic: 10s estuvieran bien, que quedaran cémodos y que no les faltara nada durante el proceso de recupera- 18 ci6n. Le gustaba hacer eso, prevenir el dolor de los, demas, 0 al menos hacer que este fuera un proceso mas amable. Mondrian y Lidia formatan una pareja atipi- ca. Era extrafio que los hubieran designado como compaiieros, pues el sentido comtin dictaba que ellos, los agentes con la mejor resistencia a los efectos secundarios del viaje, ten{an que viajar acompafiando a los més inexpertos y vulnerables, para asf proveerles de asistencia y proteccién. Las misiones simples 0 de extraccién més urgente las solia realizar Mondrian solo. No era muy bueno para cuidar de los demés, por una mezcla de tor- peza y poca practica, que Jo hacia ocupar un lugar indefinido dentro de los viajeros del tiempo. Los crononautas, auténticos antropélogos de lo imposible, formaban pare de una organiza- cidn dedicada a la Navegacién Astro Ulira y Trans Astral, més conocida como NAUTA. Esta organi- zacién habia sido fundada el afio 3014 por Max Ar- cadio, filantropo humanista cayo principal interés era rescatar lo mejor de la humanidad con miras a acelerar los avances que esta pudiera dar a futuro. Dentro de esta organizacién, los crononautas eran los encargados de recorrer el pasado en busca de ‘elementos claves o significativos para la evolucion de la especie humana. Como el chancho que ahora 19 compartia la crononave con Lidia y Mondrian, por ejemplo. ‘Apenas la nave comenzé a estremecerse con los temblores propios del despegue y el pliegue espacio temporal, Lidia le inyect6 un calmante al animal, que cayé rendido con la sonrisa propia de un chancho feliz. ‘ _—-Miralo, qué ternura —dijo Lidia, quien prefi- 1i6 obviar el dltimo comentario de su compafero. ‘No tenfa caso ponerse a pelear o sacarle en cara nada, sobre todo cuando la misién estaba por ter- minar. Acomod6 al animal en un corral especial- mente dispuesto para garantizar que el cerdito tuviera los mas dulces suefios. —Hmmm —respondi6é Mondrian. {Qué? Pensé que te gustaban los chanchos. —Me gustaba comerlos, que es bien distinto. —No puedo creer que alguna vez el ser hu- mano creyé tenia que alimentarse de otros seres vivos. —Y no solo alimentarnos: nos vestiamos, lava- bamos el pelo, los usdbamos para hacer almoha- das... como con Jos sintéticos ahora, Habia plantas productoras con millones de chanchos como este. — Bueno, este es el tltimo —dijo Lidia enfética. Ah? —s0 es lo que tiene de importante y especial, 20 Modric. Ese chancho, que esta durmiendo alla atras, es el xiltimo animal de la humanidad criado para consumo en masa. Mondrian miré al poreino con un nuevo res- peto. Saberlo asf, tan solo en el mundo y en el tiempo, le conferfa una cierta majestuosidad. Este no era cualquier chancho sino un verdadero sobreviviente. De pronto, el chancho dej6 escapar un gas. De inmediato se activaron los agentes descontami- nantes y en un instante Lidia estaba apagando y reconfigurandolos. —Pero, Lidia, jel olor es insoportable! —No podemos arriesgarnes a hacerle daiio. Sus Pardsitos y nuestros pardsitos pueden ser comple- tamente incompatibles y por querer desinfectarlo podriamos incluso llegar a matarlo, Tenemos que preservarlo de la mejor manera posible para su es tudio. Ademas, tenemos que devolverlo después. Parte de la declaraci6n de principios de los NAUTA incluia alterar lo menos posible ef am- biente que visitaran. Se decfa que la idea original de Max Arcadio era recuperar los artefactos mas preciados de la humanidad, para asi construir una especie de arca que recopilara lo mejor de nuestra civilizacion. Aunque habia otras voces que decian que el aspecto del salto evolutivo era lo mas im- 21 portante de la visi6n de Arcadio, Aun siete siglos. después de su muerte, las palabras del fundador eran discutidas como si fueran escrituras sagradas. ‘Y habia opiniones de todos los tipos. Pero si no en sus dichos, al menos Ja historia habia sido bien clara en cuanto al fruto de sus ac- ciones: hoy por hoy los NAUTA eran una orga- nizacién bien estructurada, con distintas ramas dedicadas espectficamente a documentar una di- mensién de la experiencia vital. Estaban los psico- nautas, encargados de explorar los confines mas remotos de la mente humana, acostumbrados a coquetear con Ja locura, enamorarla y dejaria es- perando en el altar. Los ficcionautas exploraban todos los mundos posibles creados por el ser hu- mano, algunos de los cuales a su vez contenfan infinitos mundos dentro de si; utilizaban motores tecnodiegéticos para entrar en los grandes clasicos de la literatura o en la perversa logica de las peli- culas de bajo presupuesto y habitar sus mundos en biisqueda de los mejores exponentes de la imagi- nacién humana, viviendo aventuras solitarias y a Ia vez extremadamente intensas. En contraste, los tecnonautas se encerraban por horas en sus labo- ratorios, deconstruyendo los grandes logros tec- nol6gicos del pasado para poder crear las teorias del futuro; sus viajes solian llevarlos a territorios 2 microscépicos, donde una mota de polvo era una galaxia y donde el micrén o el armstrong suponian grandes distancias. Los onfronautas eran los hé- Toes que habjan consagrado su vida al suefo y los misterios del inconsciente humano. Se estima que un onfronauta duerme, por lo minimo, tres cuar tas partes de su vida, teniendo suefios que duran, muchas veces, mas de una vida entera. Y claro, es- taban también los crononautes, encargados de los viajes temporales, como Mondrian y Lidia —Ya estamos casi —apunté Lidia al sentir que las vibraciones cesaban y el ruido atronador del motor primario daba paso al burbujeo metilico de Jos motores de anclaje temporal. —Perfecto —dijo Mondrian. Un golpe seco les dio la bienvenida al Nau- tilus 3025, la gigantesca nave-ciudad que oficiaba de cuartel general de los NAUTA. Anclada en un intessticio fuera del continuc espacio tiempo, permanente 6rbita en tomo al planeta Tierra, era el lugar perfecto para que un grupo de antropélogos de lo imposible situara el punto de partida hacia todas las aventuras imaginables. La nave-ciudad habia sido diseftada y construida bajo la supervi- si6n del mismisimo Max Arcadio, y debia su nom- bre al mas famoso de los subrrarinos exploradores de la ficcién, y su miimero al afio en el que habia 23 sido lanzada desde la Tierra hacia su posicién ac- tual, en lo que fue un dia celebrado por muchos siglos como uno de los momentos més felices de Ja historia de la humanidad. Enel hangar los esperaba un equipo de descon- taminacién especial para el cerdo, que seguia dur- miendo feliz, y un individuo cuya sonrisa parecia estar plastificada. —Modric, Moreau —les dijo en tono formal. Desde los dfas de la Academia que no escuche- ban sus apellidos tan de cerca. ~ __Seftor, voy camino a elaborar mi informe so- bre el procedimiento de extraccién —le respondi6 Lidia. —Dgje el protocolo de lado, Moreau. Podemos elaborar el informe con las estadisticas del piloto automético. Tengo 6rdenes prioritarias del coronel Wazikazi, quien requiere su presencia inmediata ena oficina, f Lidia y Mondrian se miraron, “De esto no ibaa salir nada bueno” pensaron. Capitulo 1 En el que nuestros héroes reciben una misién (gimposible?). Hay caminatas y conversaciones al pie de la estatua de un sefor importante. A sabiendas de que pueden no volver més, nuestros héroes se lanzan en pos de la aventura, Es por eso que son nuestros héroes. El coronel Akuma Wazikazi estaba de pie tras su escritorio, el tinico mueble er. una habitacién am- plia, compuesta por tres paredes holorefractantes y un inmenso panel de vidrio que dominaba el Parque central del Nautilus 3025. Le gustaba la vista. Era lo que mas le gustaba de ser un oficial superior; también, tenfa que zdmitirlo, estar fuera del servicio en terreno. No ers que no le gustara la idea de estar constantemente recorriendo épocas nuevas, puntos en el tiempo tan distintos que, si bien estaban todos en el mismo planeta, podrian estar separados por milenios luz. Pero ya estaba viejo para eso y su cuerpo $2 lo agradecia. Tras todas esas aventuras, tras todos los milagros y os imposibles que habia visto y de los que habia formado parte, la idea de ser un viejo mirando el parque le parecia muy satisfactoria, Paz y tran- quilidad, eso era todo lo que queria. No tener que 2 dar malas noticias. Porque eso era lo peor de ser coronel. ‘Apenas se habia graduado como crononauta Warikazi conocié al padre de Mondrian. El mismi- simo Aaron Modric en sus primeras exploraciones de lo que era para él el futuro lejano. Eran, para Aaron y la humanidad, las primeras décadas de exploraci6n temporal. Parecia no haber limites con los descubrimientos. Se le notaba en Ia cara, siem- pre emocionado, queriendo ir mas lejos. ‘Aaron Modric llegé un dia y no se sorprendié de ninguno de los avances que Ja ciencia habia tenido en los tiltimos setecientos afios. Si se sor prendié de las cosas que no habian cambiado. No podia creer que todos los crononautas atin tuvie- ran un indicador genético comtin, y que este deri- vara de su propio genoma. En un pequefio salén, frente a veinticinco colorines, el més colorin de todos activé la holoproyeccién donde se lefa “La Ciencia del Vigje en el Tiempo”, Pero Aaron no estaba hecho para descansar ni dar charlas. No con todo el espacio-tiempo a su disposicién como un medio nuevo para explorer La verdad era que ese, el viaje en que habia cono- cido a Wazikazi, hab{a sido su primer salto hacia el futuro. Hasta ese entonces Aaron: solo habia ex- plorado los limites del viaje al pasado y tenia gran 26 apremio por volver a su época, al siglo xxx para estudiar los datos recabados y seguir testeando los limites de su invencién. Wazikazi, que habia lefdo tres de las biografias hipotéticas sobre Modric, al principio no podia creer lo que estaba pasando. Pero se acostumbr6 répidamente a estar junto a un personaje hist6rico, ¥, dejando de lado estas consideraciones, se deci- dié a tratarlo como si fuese o-ro mas de sus com- pafieros recién egresados. Fue ese trato de igual a igual el que hizo que Aaron Modric lo considerara, més que a nadie, su amigo del futuzo. Wazikazi trat6 de acompafiarlo lo mds que pudo, pero habfa reglas pare estas cosas. Aaron tenfa que hacer una serie de exploraciones por su propia cuenta, las biografias eran més bien vagas en este sentido, escritas desce la perspectiva de los habitantes del aio 3025, para que el mundo, como Wazikazi lo conocia, pudiera existir, Pero al parecer aquello que los bidgrafos habfan descrito como “el futuro” eran precisamente los tiempos en que el (entonces) joven cato Akuma Wazikazi, habia compartido con su amigo, cuyas visitas eran cada vez mas frecuentes. Un dia, cuando Aaron Modric se despidié diciendo cue irfa “lo mas lejos enel futuro que ningtin crononauta ha ido jamas”, ‘Akuma no pudo evitar abrazar a su amigo con una 7 iniensidad especial, sabiendo que su silencio era crucial para el continuo espacio-tiempo. Paradojal- mente, cualquier detalle que le diera a Aaron sobre la hazafia que este estaba a punto de lograr podria terminar impidiendo que la lograra. Pero Akuma sabia que esa historia terminaria bien, por lo que no le sorprendié tener una visita de su amigo unos cuantos afios més adelante. Lo que sf lo sorprendi6 fue comprobar que no venia solo. Mondrian Modric tenfa cinco afios la primera vez que viajé al futuro junto a su padre Aaron. Era un niiio extrafio, que alternaba largos momentos de quietud imperturbable con intervalos de locura total, como un pequefio tornado 0 como la repre- sentacién animada de un demonio de Tasmania. —2Y la madre? —le pregunt6 Wazikazi a Aaron Modric. —Nada... todavia no puede viajar —Lo lament... jde cuando es? —De por abi, por ahi —Aaron hizo una pausa como calculando el salto de confianza que estaba por dar junto a su amigo—. Es del siglo xx. —Ah. Akuma Wazikazi traté de acortar ese silencio Jo més rapido posible. No queria que su amigo se sintiera juzgado. Quién era él, después de todo, para recriminarle las consecuencias que podia 28 traer tener un hijo con una mujer del pasado. —Y... gsabe? —continué Akuma intrigado, : —No, no sabe. Cree que trabajo en mudanzas interestatales. Estos son los viajes cortos en que el jefe me deja Nevar a Mondrian. —2Y él no dice nada? Lo deben molestar en el colegio. {No era lo que los nifios de esos afios hacian? —Si, eran tiempos més bé:baros. Més inocen- tes, también. Bs parte de su educacion. Tiene un compafiero al cual le dice que va al pais de Nunca Jamés cada quince dias, Si sigue diciendo eso, van a llamar al apoderado, nada mas. No sé. —Qué pasa? —Nada de todo esto, Akuma. En mi linea de tiempo personal Max Arcadio esta recién forman- do a NAUTA y no tiene idea de esto. Nadie en mi €poca sabe que tengo familia, no hay registro de nada. —2Y los viajes? —Llevo a mi hijo solamente al pasado. Es una suerte que pueda saltar en el tempo sin marearse ni nada. Bsta es su primera vez en el futuro. Ade- més, no sé por cuénto més pueda seguir haciendo esto sin que le pase algo a él, améo a los dos. —Déalo aqui, entonces. —iCémo se te ocurre? Un nifio necesita tener 29 al menos a uno de sus padres presente. :Y cémo le voy a explicar a la madre que no lo volveré a ver més porque esté en el futuro? EN EL FUTURO, gentiendes? Y a él mismo, gqué le vamos a decir? —La verdad. No veo pot qué habrfa que men- tirle. {Se usa mucho eso de mentirle a los nifios en el siglo x? Vamos a acogerlo y seré como un hijo, Ja mascota de la divisién. Aqui podrés venir a vi- sitarlo siempre y cuando sea mayor operararé una crononave mejor que nadie, seguro, y podré ira vera su madre. Aella le tienes que decir lo mismo. De esta forma, lo va a dejar de ver por un tiempo, incluso puede llegar a ser un minuto, {Cuél es la otra alternativa? Lo dejas en el siglo xx y si te He- gase a pasar algo se quedard sin padre, atrapado un mundo donde la gente todavia come carne. No, olvidalo. {Le vas a decir a una madre que se va a perder “solo” algunos afios de la vida de su hijo, como si nada? Es una tonteria. Una locura y una tonteria, jMondrian, nos vamos de aqui! Ven a despedirte de Akuma. En todos sus afios de amistad, la mirada repro- batoria de esa despedida seria el segundo momen- to mas doloroso para Wazikazi, a quien su logica y elocuencia ya le habfan otorgado el ascenso a capi- tan para la siguiente visita de los Modrric. Ocupa- do como estaba en las labores propias de su nuevo 30 puesto, no pudo ira recibirlos como siempre, pero ‘si se reunié a cenar con Aaron. Si hubiera estado en el hangar, habria podido ver cémo el pequefio Mondrian, ahora de casi diez afios y cada dia me- nos pequetio, se bajaba de la primitiva crononave con dos maletas y un almohadén gigantesco, Akuma habia aprendido a no preguntar por la madre de Mondrian, asf que pasaron casi toda la cena hablando de lo usual: los viajes, la explora- ci6n, los avances; en qué punto de la historia de NAUTA estaba la vida de Aaron. —Mafiana es el dia —Ie dijo a Akuma, —iMafiana? :Ya? —Bse Arcadio es un manidtico. Trabaja por semanas y semanas. Dicen que no duerme. Es tremendo. —Qué impresionante. Me gustaria it y poder observar el viaje de lanzamiento del Nautilus —dijo Akuma esbozando una sontisa —Lo veo dificil. Los motores del Nautilus tie- nen que mover toda esta masa hasta el espacio, y quizés, si todo sale bien, por el tiempo. Y eso es més de lo que hemos movido nunca, No sabemos qué consecuencias va a tener, pero seria recomen- dable no alterar el espacio tiempo més de la cuen- ta. Si viajas tt, si viaja mas gente desde distintos lugares del futuro, podria pasar algo desastroso. 31 —Es verdad. Es uno de esos puntos fijos en el espacio-tiempo. Bsos eventos tan importantes que se repiten como constantes en todas las lineas de tiempo. —Tonterias. :Acé creen en los universos para~ Jelos también? —Si, claro. De hecho, existen facciones dentro de los NAUTA que aspiran a mover esta nave ha- ia un universo paralelo en algtin momento. Creen que el fin de este universo no puede estar muy lejos, y que por eso debemos recopilar lo mejor de Ja raza humana para irnos a vivir a un universo paralelo. Ese es “El proyecto”, la verdadera inten- cin de Max Arcadio. —Veo que hay cosas que no cambian. Lo que sf es un punto fijo en todo tiempo es lo peligrosos que son estos pensamientos fundamentalistas. Wazikazi no quiso decirle a su amigo que él mismo crefa fervientemente en esta tesis. Para él, Ja evolucién humana estaba a un salto temporal de distancia. ~Y... ze6mo esté la mujer del siglo xx? —se atrevié a preguntarle a Aaron. —Oh, perdén. —No, no. Esté bien —dijo Aaron. —Quién me manda a hacer esas preguntas tam- bién. Hay cosas que no cambian. 32 —No hay problema. Es natural. Y por primera y tinica vez, el entonces capitan vio a su amigo quebrarse en llanto. Aaron miraba el horizonte, buscando el punto en que Ja terra- za del comedor convergiera con el parque hasta perderse en un montén de dtboles, mientras las lagrimas cafan por su rostro, impulsadas por una fuerza independiente, la gravedad de las cosas, como sinada de lo que se pudiera hacer o decir al respecto fuera a prevenir su ceida. —Por eso vinimos acd. Por eso quiero que cui- des a Mondrian. Mafiana es in dia importante. Demasiado importante para llevarlo conmigo y arriesgarme a que todo salga mal. Pase lo que pase mafiana cuando lancemos la nave, al menos voy a saber que mi hijo esta acd, que tiene un futuro. Si todo sale bien, lo voy a venir aver antes de que se entere que me fui. Sino, esta en buenas manos. En Jas mejores. Fue entonces cuando Akuma Wazikazi supo. que nunca mds verfa a su amigo y mentor. Esa noche le ley6 una historia a Mondrian, lo dej6 durmiendo en una pieza habil:tada especialmente para él en el complejo residencial del Nautilus y se fue a camninar por el parque. Camin6 la noche en- tera y al otro dia presenté la mocién para retirarse 33 _ caerle en gracia, completamente del trabajo de campo. Su paso de capitan a coronel estaria marcado por un futuro Sentado frente al mismo escritorio que ahora, casi luna década después, lo separaba de la mitada del Joven Mondrian Modric y su compaiiera de mi- si6n, Lidia Moreau. Tenia una noticia que darles, de carécter urgente. _ Primero que todo, jévenes, permitanme fe- Ucitarlos por su excelente desempeio en la Ope- tacién Nicholson. Me informan que el porcino ya estd siendo examinado y tendremos un clon con- fiable dentro de las proximas setenta y dos horas. Ya he asignado al equipo de reinsercién y el ani- mal designado Jack, jamas sabré que Pasé unas horas viviendo en el futuro. El coronel Wazikazi tenfa una devocién obse- siva por el cine, que era un milenario mecanismo ue la gente habia usado desde principios del siglo xx Para contar historias. Todas las misiones bajo su mando terminaban llaméndose como alguna pel cula o actor que estuviera siendo de su gusto por esos dias. Esto le daba una pista a sus subordina- dos sobre el tipo de cosas que debian decir para — Lo més importante de esta misidn fue poder Certificar vuestra eficiencia como dupla de trabajo, Nuestros dos mejores agentes. Esto puede venir- 34 nos bien en caso de que tengamos una emergencia © una misién de importancia critica. Mondrian y Lidia se miraron de reojo. Sabian ‘que esa era la introduccién justa para hablarles de ‘una misién de emergencia. —Ahora lo que nos convoce a esta reunién. Tene- ‘mos una misién de importancia critica, crononautas. Feliz de poder montar un 2spectculo, el coro- nel se incorporé en su asiento al tiempo que su escritorio se dividia en dos para dar paso al holo- proyector incorporado. Los detalles de la misién aparecieron ante los ojos de Lidia y Mondrian, mientras la informaci6n era iradiada directamen- te a sus implantes neuronales. Todos los miem- bros de la organizacién NAUTA contaban con un implante que les permitfa comunicarse casi tele- paticamente, entregarse grandes cantidades de informacién, realizar célculosmateméticos gigan- tescos en segundos, e incluso mandar imagenes y mensajes a la corteza cerebral de sus compaiieros. Wazikazi opt6 por hablarles directamente, refor- zando el texto quie les enviabe simulténeamente. —El dia de hoy a las 0900 hemos recibido la confirmaci6n definitiva sobre el origen de la sefial captada ayer a las 2355. Como lo habfamos anti- cipado, se trata de una crono2oya. Es un modelo antiguo, de la época en que las crononaves atin 35 llevaban una de estas boyas para dejar registro de sus viajes y ademés sefialar su posicién en caso de pérdida. Fue por esto que nuestros expertos se demoraron un poco en desencriptar la sefial, pero el pulso y frecuencia son inconfundibles. Es la se- fial de emergencia de alguna antigua crononave varada en el tiempo, Es de vital importancia que la recuperemos antes de que alguien mas se pueda acercar a ella, De no ser esto posible, se activard el objetivo secundario de la misién y habran de destruirla, Frente a sus ojos tomaban forma las especifi- caciones del artefacto, un pequefio cubo dotado tan solo de un botén en su cima. La nave en la que +habian viajado a buscar al chancho Jack Nicholson fenfa uno de esos mismos cubos entre el comparti- miento del piloto y la cabina principal. Sin embar- g0, la de ellos tenfa mas botones. Dos més. —Es importante que la tecnologia ¢ informa- cién de nuestros viajes no caiga en otras manos. Ahora no tenemos competencia alguna, pero no nos olvidemos que hace trescientos afios la cosa no era tan sencilla, Ademés, no podemos saber del todo quién pueda venir del futuro y anticiparse a nuestra misién. Creemos haber captado prime- ro estas ondas, pero no podemos correr el riesgo. dEstamos claros? 36 Los jévenes crononautas asintieron al unfsono. —Bien. Porque ahora recién empieza lo diffcil de la misién. Por muy antiguo que sea el mode- lo, todas las cronoboyas de la historia han estado siempre conectadas al pulso y ADN de su crono- nauta. Como no hemos podido establecer contacto con este, podemos asumir con alto grado de certe- za que ha muerto. Como tal, la directriz principal de la misién es, ademés, confirmar el estado del crononauta y, de haber fallecido, extraer el cuerpo © deshacerse de él de manera permanente e in- cuestionable zesté claro? No tengo que recordarles lo extremadamente valioso que es el cadaver de un vigjero temporal. Clonar un individuo asi ha- bria sido una ventaja téctica mayiiscula en tiempos pasados, y bien podria volver a serlo en el futuro. Estén autorizados a tomar cualquier tipo de me- dida extrema para conseguir el éxito de la misién. Ya han tenido la experiencia de trabajar juntos, y, personalmente, tengo una confiat experticia téctica. Mondrian sintié que esto iiltimo iba dirigido exclusivamente a Lidia. Ella sinti6 lo mismo. Wa- zikazi continué su exposici6n con el mismo tono, ya un poco més grave. —Aun asf, les sugiero dividirse los roles. Esto porque la parte realmente dificil de la misién es. za ciega en su 37 El diagrama en tres dimensiones se interrumpié y la perspectiva de las imagenes proyectadas dio un giro en 180°, mientras dejaban de aparecer las imégenes del uniforme del crononauta presunta- mente fallecido y aparecia frente a ellos una Iinea recta extendiéndose por un extremo hasta el infi- nito. Las imagenes proyectadas mostraban el pro- ceso bésico de un viaje en el tiempo: la crononave tomaba a sus tripulantes y se salia del curso del flujo temporal. Como un pez volador saltando del rio, la nave quedaba suspendida fuera del torrente, pudiendo reinsertarse, mediante largos cflculos en ‘otro momento dado del flujo. En la presentacion. de ahora: una pequefta nave saltaba hacia adelan- te, casi hasta chocar con un enorme muro blanco, que parecfa consumir todo, hasta la pequefia nave, —Esa es la verdadera prueba a superar: La in- formacién de la boya sitéia las coordenadas del sal- to apenas cinco horas antes del Fin del tiempo. Es probable que esa haya sido también la causa de la muerte del crononauta. Como bien saben, todo en el universo se transforma, perdiendo un poco de energia en ese movimiento. Este es el principio de entropia, materia de primer afio en la Academia. Ahora, qué es lo que sucede cuando todo el uni- verso ha legado a ese punto de balance? Eso no lo sabe nadie, porque nadie ha ido hasta alla. O eso 38 crefamos. Es posible que la nave de este crononau- ta haya chocado contra una especie de barrera de entropfa terminal y, sin energfa para volver, debe haberse quedado viviendo los tltimos instantes de nuestro universo. En otras palabras: no puede via- jar en el tiempo porque ya no queda tiempo en el cual viajar. Esta es una misién delicadisima. Van a tener un maximo de cuatro horas en el sitio, De ahi en més, nuestros célculos estiman que la entropia no los va a dejar partir de vuelta, y si eso pasa, ustedes se convertiran en los tiltimos ejemplares dela raza humana. De hecho, dada la poca energfa existente en ese momento, es probable que todos sus movimientos les cuesten :nds y que sientan el paso del tiempo mucho més lento de lo que es en realidad. —Coronel —interrumpié Lidia. —Si, Moreau. —~Por qué dice “es probable”? —Nunca nadie ha ido al tiempo al que van a ir, Moreau. No tenemos forma de saber cémo se apli- can las leyes de la fisica en losinstantes en que este universo entero est a punto de colapsar. Tenemos la teoria, y si no fuera tan arriesgado, los manda- famosa recabar datos para poder confirmar todo esto. En efecto, el registro quesu crononave pueda dejar de la experiencia significaré un avance de 39 varios siglos en nuestra investigacién. De hecho, cualquier hipétesis que podamos tener queda su- jeta a dudas con la presencia del crononauta que vana traer de vuelta. La energia de su salto puede haber alterado todo lo que hemos pensado sobre la entropfa y el Fin del tiempo. Imaginense que ahora hay algo, alguien donde se supone que no deberia haber nada. Es un evento extraordinario. ¥ como tal tenemos que investigarlo. —20 sea que no sabemos si podremos volver? —intervino Mondrian. —En efecto, Modric. Lo nico que sabemos es que alguien ya estuvo ahi y tenemos que evitar que alguien més lo haga. Si nuestra investigacion te6rica se ve confirmada, la tinica persona que nos puede dar alguna pista sobre cémo funciona el Fi- nal del tiempo ya esté ahi esperéndolos. De cual- quier forma, tengo toda mi confianza depositada en ustedes y sé que en cosa de horas estaremos teniendo una conversaci6n realmente iluminadora sobre el éxito de esta mision. En la pausa que siguié, habia algo mas que las dudas que los tres tenfan sobre la posibilidad de que esto fuera a suceder realmente. —1Coronel Wazikazi i, Modric? —Esa persona... ges mi papé, verdad? —interrumpié Mondrian, 40 AAD Ninguno de los dos salié de la oficina muy con- vencido del éxito o siquiera del posible retorno de la misi6n. Dejaron el edificio en silencio, se despi- dieton tibiamente y quedaron de verse en algunas horas més en el hangar. Lidia fue a visitar a su padre, un importante oficial de los ficcionautas, e hizo algunas llamadas, dejé registrados algunos mensajes y salié a pasear por el parque. Imponente, el pulmén verde de la nave era un lugar para pasar una vida entera per- digndose. Bastaba con dar unas pocos pasos hacia el interior de sus caminos artolados para sentirse en otro lugar. Kilémetros mas arriba, el techo del Nautilus hacia lo suyo, cambiando su luminosidad y simulacro de condiciones atmosféricas de forma correlativa con Jos cielos de algtin lugar de la Tie- ra que nadie tenia muy claro donde quedaba. Siempre habfa querido ir a la Tierra. Pero ese era solo uno de los muchos suefios de los NAU- ‘TA. Desde su fundacién, la organizacion de Nave- gacién Astro Ultra y Trans Astral se habia vuelto progresivamente una opcicn ie vida. Durante los ptimeros afios, los NAUTA operaban desde el pla- neta mismo, pero con la crezcién y lanzamiento del Nautilus, el afio 3025, todo habia cambiado. a En ese entonces, Max Arcadio, habia reunido a su élite de cientificos, artistas, pensadores y creadores para llevarlos en esta aventura del descubrimiento y construccién de un mundo perfecto. Cinco siglos después, todos los habitantes de la nave eran des- cendientes directos de esa comunidad fundadora, Y ninguno habia estado jamés en la Tierra. Preocu- pados por perseguir sus propias investigaciones y suefios, y muy enfocados en sus objetivos globales, Jos NAUTA se habian desconectado paulatinamen- te de la vida en el planeta. No obstante, Lidia trataba de hacerse el tiempo para al menos caminar hasta la seccién del parque en donde las pantallas en el cielo de la nave da- ban la ilusién de mirar hacia el planeta, Una esfera azul flotando apacible en medio de la inmensidad. La Tierra le parecia a Lidia el lugar ideal para, al- ‘gin dia, sentarse a descansar, retirarse, quizas has- ta tener una familia. Se permitia esos suefios. Cada tanto, se permitia dejar de pensar en la cura para su enfermedad e imaginar c6mo seria vivir ahi, cOmo seria su vida relajada y sin preocupaciones ni saltos cronolégicos. Caminé hasta Ja fuente que tenfa una efigic de Max Arcadio y pens6 que si habia un buen mo- mento para pedir un deseo, era este. Al llegar, le sorprendié encontrarse con Mon- drian de espaldas al mundo, de cara a la fuente. —2Y ti? Ale dijo sorprendida. —Me gusta este lugar, siempre me ha gustado. Ademés, tampoco tengo tanta gente de la que des- pedirme. Yo pensé que ti estarfas ahora con tus seres queridos. {No habia un novio por aht? —Habia. Pero no, ya los vio les dejé mensajes a todos. Tampoco quiero hacer tanto escindalo, silo mis probable es que regresemos. De todas formas, estaba pensando.. —¢Hacer un viaje a cualcuier otra época, vivir unos afios mas y después volver a este minuto para realizar la mision? —No, aunque no es una mala idea —se sonrid sin que se le notara lo nerviosa que estaba—. Es- taba pensando cémo estar siendo todo esto para ti. Es tu papa... —Si, si. Es complicado, supongo. Es mucha informacién que procesar ala vez. Voy a saberlo cuando estemos allé 0 cuando volvamos o muchos afios después, Nunca se sabe con estas cosas, —Me imagino. Bueno, si alguna vez necesitas hablarlo con alguien... —Gracias —Ie respondi6 Mondrian agradecido. Entonces Lidia decidi6 cambiar de tema drdsticamente: —Hey, zy la otra idea? Por qué no agarraste una nave y te fuiste a vivir unos afios mas? Podrias haber visto a tu papé antes. O a tu mamé. O haber 43 comido cerdo, pato, hipopétamo o esas cosas as- querosas que comfan en el siglo xx. —Me carga viajar en el tiempo, acuérdate. —2Y entonces qué haces aqui? Existe una bue- na posibilidad de que te mueras por andar viajan- do en el tiempo... literalmente. Hasta ese momento nadie habia hablado de morirse. Lidia quiso tragarse la palabra de vuel- ta. La alivié que esta vez Mondrian le respondiera con rapidez. —De algo hay que morirse. Ademas no sé, viajo porque me sale facil. Porque si no Jo hago yo, que tengo el procedimiento del viaje hecho casi a mi medida zqué queda para el resto? No sé, nunca lo pensé mucho... Mejor que no. Ya esté. 2¥ ti? Yo... —Lidia pensé para si “porque quiero ser Ja mejor; porque quiero encontrar una cura defi- nitiva a mi enfermedad; porque quiero verlo todo en todas sus formas y épocas antes de morir”, pero finalmente dijo—: Porque creo en El Proyecto. —EI Proyecto? {La secta esa? —No es una secia. De hecho, la mayoria de los NAUTA cree que su labor va en pos de acelerar la evolucién humana. Hay ntimeros que lo avalan. —Ah, no sabia. —Por supuesto que no lo sabias. Si no sabes ni dénde estés parado, ridiculo, 44 Pens6 que se le estaba pasando la mano y la cara de confusion de Mondrian le generé una compasién excepcional. Si tedo salfa mal, no que- ria que esa fuera la tiltima mirada que viera en su vida. Le puso la mano en el brazo y dijo: —De todas formas, me caes bien. Mondrian sonrié de forma automatizada. No sabia qué hacer en estos casos. Le parecié que Li- dia era bonita y que no parecia una versién de su padre con el pelo largo y anaranjado, como solfan- comentar en la Academia. Ya, vamos —dijo ella. Vamos. Pero espera —la interrumpié Mondrian. —2Que? {No viniste a pedir un deseo? A eso se viene aesta fuente. —iCiertot ¥ Lidia cert6 los ojos, intensamente, concentra- da, Traté de escuchar solo el murmullo del agua en movimiento, de poner su mente completamente en blanco. Pidié su deseo y abrié los ojos. —Gracias por acordarme, Mondrian —dijo. De a poco se sentia mas cémoda con su compafiero de misién. Una vez en el hangar descubrieron que el robot piloto se habfa encargado ¢e todos los prepara- tivos y que solo faltaban ellos para el despegue. EI mismo Wazikazi habia ico a despedirlos. Asi, 45 tras saludar formalmente a los dos crononautas, no pudo evitar abrazar a Mondrian deseandole el mayor de los éxitos. Diez afios atrds habia abraza- do a su padre de la misma forma. Abordo de la crononave, Mondrian y Lidia re- pasaban el itinerario de la nueva operacién, que constaba de unos pocos pasos simples, que debian ser lo mas coordinados posibles, nada mas: 1. Llegar al Fin del tiempo: 4 horas. 2, Reconocer terreno y encontrar la cronoboya. Luego los restos del crononauta. 3. En terreno: a. Mondrian: ir por la cronoboya, recuperar la informacion y destruirla, , Lidia: ir por el crononauta. Recuperar el cadaver y disponer de este. 4, Volver a la crononave y a casa. Lo més dificil era hacer el trabajo por separado. Pero al menos el plan estaba claro, Habian estable- cido que, dado que el componente sorpresa lo po- ia suponer el cuerpo de Aaron Modric, lo mejor era que Lidia se encargara de esa situacion. Ade- més, lo més probable era que no estuvieran muy lejos. Para ese entonces, la mayorfa del espacio en el universo habria dejado de existir, y toda la ope- racién podria incluso desarrollarse en el espacio de una habitacién 46 —Activando motor secundario —dijo la voz, electrdnica desde la cabina, rodulada para sonar como Christopher Lee, famoso actor de cine de los siglos 2x y x —Motores de extraccién en espera. Le replics Lidia para después dirigirse a Mondrian—: Mas vale que estemos listos para salir de aqui en cual- quier momento. Sincronicemos contadores Hen- lein en 3,2. —Sincronizados. —Vamos —e dijo cerrando herméticamente su asco. ‘Mondrian la miré y cerr6 los ojos, anticipando que iban a dar un salto importante en sus vides. 47 Capitulo HIT En el que un misterioso obieto es descubierto, 10 que da lugar a ciertas trifulens, polémicas y especulaciones. Nuestros héroes saltan por el tiempo y se pelean, Afuera lo mas demoledor era el silencio. EI Fin del tiempo era un lugar desolado y deso- lador y mucho mas claro de lo que se esperaban. Un albor mortecino cubria todo, no habia cielo ni estrellas ni horizonte. Todo era blanco, salvo por tun pequefio terrufio en medio de la nada. Cuatro horas antes del fin, la creacién se habia reducido a algunas cuadras en ruinas. Nibien pusieron pie en este momento, los sensores d2 sus trajes se volvie- ron locos. El piso se remeci6, como un terremoto silencioso y les parecié ver un destello verdoso en algin punto perdido del horizonte. —2Y esto? —pregunté Mondrian—. :Estas se- gura de que estamos en el lugar correcto? {No de- berfa haber més oscuridad y menos explosiones? Lidia se limité a mirarlo con cara de “yo sé Jo mismo que ti” y levant6 tres dedos de su mano izquierda. Era hora de ese paso, asf que se separaron. Lo que no habia querido comentarle era que, seguin la medicién de su traje al menos, el destello y el remezén tenfan todos los indicadores propios de un traslado temporal de salida, O alguien se les habia anticipado o habfan llegado en el momento justo antes de que sucediera el accidente del cro- nonauta. No sabfa por qué no se lo habfa comen- tado. Queria ahorrar energia, quizés, pero también era necesario compartir la informaci6n vital con su compafero. La confianza es fundamental en este tipo de cosas. Pero tampoco queria poner mas co- sas en la cabeza del pobre Mondrian, a quien no- taba a ratos muy confundido, y en otros con su mirada tan perdida, tan lejos de abi. —Lidia —la voz en el intercomunicador la sacé de su pequefa ciatriba mental —Dime. —Segrin el sensor estoy por llegar, pero no veo nada. jLaaa boooyaaa deeeberiaaa eeestaaar aaaquitil —y sus palabras se arrastraron como si cayera por un acantilado. —{Mocondriaaan? —dijo Lidia también arras- trando la voz. Mir6 su contador Henlein. Pas6 de ‘marcar 0030 a 0035 en un pulso y después se de- | moré una eternidad en llegar al 0036. | La respuesta de Mondrian fue una descarga de | estatica que casi la dej6 sorda. Opts por usar el im- 50 plante neuronal para enviar un mensaje a su com- pafiero: “Reunién a las 0200. ase lo que pase”. Habria que confiar en que las telecomunicacio- nes funcionarén en ese contexto. Le parecia que la gran mancha blancuzca mas que un espacio era una tormenta girando silenciosamente alrededor de ella. No sabia ni se le ocurria e6mo estas pare- des habian resistido. Algo de todo esto no le hacia sentido, pero era el futuro después de todo, quién sabe qué cosas habrian pasado con la humanidad. ‘Tomé uno de los pocos callejones que queda- ban, siguiendo la intermitencia de su sefial ras- treadora, El traje de Aaron Modric emitia una radiaci6n distintiva, muy diferente a la de sus tra- jes 0 los motores de la crononave. La sefial era muy débil, al punto que no podia determinar cuanto tiempo levaba ahi. Fl cosmosse la estaba comien- do ademés. ¥ Lidia sabia que si no ejecutaba este paso a la perfeccién, le pasaria lo mismo a ella. Por su parte, Mondrian se sentia como inten- tando correr una carrera bajo el agua. Cada peque- io paso trafa el esfuerzo de un gran salto y cada momento parecia estirarse por siempre. Sentia que levaba unas imposibles seis horas cuando recibié el mensaje de Lidia via implante neuronal. Revis6 su contador Henlein y vio que marcaba las 0032. “Bn este mundo tiene que haber vivido alguien 51 con la cura para mi enfermedad” pensaba Lidia en ese instante, cuando su contador daba las 0040. Se sentia sola. Hacia afios que no se sentia asf, desde antes de la Academia, desde las operaciones. El Fi- nal del tiempo proyectaba la soledad de una cama de hospital. Cerré los ojos. El contador marcaba las 0040. Respir6. Se acord6 de respirar, Dio un paso y luego otro. El cuerpo estaba a Ja vuelta de una esquina a la que iba a Hegar; 0 a la que no iba a llegar nunca. El contador marcaba las 0040 atin. Para ese entonces, Mondrian miraba la pared. Un muro enorme, que parecfa sostener lo que que- daba de realidad, lo hacia sentir pequefto. Habia una cifra escrita, pero apenas la podia comprender. Parecian coordenadas. —Caaaptuuura visuaaal —dijo con la voz arrastréndose, pero el sistema no reconocié la dis- torsi6n de su voz, asi que tomé nota mental de las coordenadas y se las mandé a Lidia. Al pie del muro estaba la cronoboya. Lejos de tener el parpadeo constante de una boya normal, esta parecia tener un ritmo propio, un pulso in- termitente como el cédigo morse o la boca de los primeros modelos de robot en el siglo xx, que se iluminaba para dar a entender que estaban ha- blando. Esta era una boya con algo que decir. Mondrian se agaché y recuperé la que fuera la cronoboya de su padre. Buscé el tinico botén que esta tenia, Su contador marcaba las 0203, Frente a Lidia habia un traje completo: botas, uniforme, casco. Fl traje estzba herméticamente cerrado y no habia forma de controlar el peso. El casco tenia un polarizado impenetrable. Se trataba de un modelo muy antiguo y era imposible ver quién estaba ahi dentro, El cuerpo estaba apoyado contra un resto de muro, el que apenas sostenia su espalda. Tumba- do, su mano derecha apuntaba hacia la pared mis- ma, donde un niimero largo estaba grabado. Lidia no alcanz6 a leerlo complete cuando su sistema le indicé la legada de un mensaje: Mondrian le estaba mandando el mismo nimero. —Enciende motores de extraccién —dijo Mon- drian alas 0194, Alas 0204 volvi6 a repetir: —Enciende motores de extraccién. Algo no andaba bien, pensé Lidia, Algo iba a salir terriblemente mal y tenia que tomar una de- cisién. Podia dejar el cuerpo aht y dar la mision por abortada, o quedarse, ctmplirla y morir en el intento. Si el comunicador con la crononave no estaba funcionando, quizés no sacaria nada con abortar la misién y terminarfa muriendo de todas formas; pero si podia, si habia alguna chance, te- 53 nia que intentarlo. Se eché el cuerpo al hombro, ayudada por la falta de gravedad del ambiente, y al levantar la vista pudo darse cuenta de que la cuadra en Ja que aterrizaron se habia dlesintegra- do y era ahora poco mas que un islote. A lo lejos le parecia ver un muro y al mismo Mondrian. De pronto, ces6 la estética en el intercomunicador y tuna voz lleg6, desde otro momento. —Control de misién. Repito, control de misién, escuchen bien. Esta es mi ultima transmisi6n. Esto que escuchan es la voz de un hombre muerto. Df- ganle a Mondrian que lo voy a echar de menos, que no importa que sea imposible, yo lo voy a ex- traflar siempre. ¥ que le diga todo a su madre. Dile a Caro que no me arrepiento de nada més que de no haber podido traerla conmigo en mis viajes. De nuevo la estatica infernal. Los contadores Henlein de Mondrian y Lidia estaban clavados en 10223. —Mondrian, esetichame bien, no hay mucho tiempo. No hay nada de tiempo —seguta dicien- do la voz—. Ven a encontrarme en las coordena- das. No vuelvas a tu base. Repito, no vuelvas a tu base. Ven en cuanto encuentres esto. Ya tienes las coordenadas. El resto esta en mi traje. Traje y coordenadas. No vuelvas a la base. A juzgar por las luces que emitia, era la boya la que decia esto. Asf le parecfa a Mondrian, que habia estado observando la intermitencia de su luz desde que presioné el bot6r. Por su parte, Lidia creia que el que habia hablado era el cuerpo que ella cargaba. No tenia forma de comprobar ni des- cargar nada y lo tinico que leimportaba era llegar alanave. Se encontré en la explanada con Mondrian. Sus contadores ya estaban en el 0300 y la superficie del universo se habia contraido a la mitad desde su llegada. —Enciende los motores de extraccin. Prepara cronodesplazamiento a coordenadas via implante —dijo Mondrian al piloto aucomtico de la nave, Lidia no reparé en el significado de esas pala- bras hasta que ya estuvo sana y salva dentro de ella. Lo primero que hizo al deshacerse del cuerpo fue tumbarse en una de las cemillas. Necesitaba el descanso. ANO 1984, SIGLO xx Fue el distintivo rugir del motor principal al apagarse lo que desperté a Lidia. Desorientada, intenté rasirear en su memozia jos tiltimos acon- tecimientos :Dénde habia estado? Recordaba unos instantes en ese lugar extra- fio como un suefio porque jamés habia viajado al espacio. Abrié los ojos, atin sin saber en qué época es- taban. Frente a ella, Mondrian parecfa estar desar- mando el traje de su padre, que result6 estar vacio. —Hola. ;Estés bien? —le pregunté Mondrian, cansada solamente. Fue un poco agotador todo. Con razén nadie ha vuelto para contarlo. —Nadie mas. El traje estaba vacio. Mi papa no estuvo nunca con nosotros en ese Fin del tiempo tan extrafo. —2Entonces? —pregunté Lidia sorprendida, —No sé. La explosion verde que vimos cuando legamos, zno te pareci6 como la de un cronosalto? —No sabfa que la habias visto tambic salto, definitivamente. Pero, sin traje? —Este es un traje viejo. Podrfa traer un reserva. —Si, claro, Pero eso significaria que entonces tu padre deseaba llevarnos alld. Que encontréramos la boya. —i0 esto! —grité Mondrian sosteniendo en sus manos un objeto rectangular, delgado, de color ne- gro. Parecia estar hecho de pléstico o alguna resina similar. Una seccién transparente dejaba entrever un par de bobinas. Lidia crefa haber visto uno pa- recido en una clase de Historia, . Era un, —1Qué es e50? —le pregunte. —Esto es una cinta de video. —iCinta? —Lidia se llevé la mano izquierda a la sien. El implante neuronal le proveyé de alguna informacién adicional, pero no mucha tampoco. Al parecer, unos mil afios antes de que ella naciera, la gente habia usado estos mecios magnéticos para registrar sus vidas ¢ historias. Pero habia durado poco esa moda—. :Y de dénde la sacaste? —Estaba acé, en la placa central del traje, el vini- co lugar donde la radiacién y las ondas no pueden hacerle dafio porque las cargas magnéticas borran estas cosas, isab{as? —No tenia idea —Lidia mintio—. :Donde estamos? —Querris decir, g"cudnde” estamos? —Uuuf —ese era el chiste mas antiguo y fome en la Academia. De esos que los novatos llevaban décadas diciendo durante las primeras semanas, animados por uno o dos profesores con serios da- fios al sentido del humor, Aua asf, el chiste sobre- vivia, pues Lidia se rio de todas formas. —Pero en serio, ¢dénde estamos, Mondrian? —En 1984 —le dijo con los ojos bien abiertos. Lidia nunca habia pasado mucho tiempo en el siglo xx, su especialidad eran los viajes a eras geo- légicamente pretéritas 0 a eventos un poco més 57 cercanos a su linea de tiempo personal. Su padre, en cambio, habfa estado en 1984, pero en el libro de Orwell. —jgPor qué?! —grité Lidia, que recién estaba saliendo de su estupor. —Porque aqui nos trajeron las coordenadas de la boya. Y porque en algiin lugar de allé afuera hay una maquina que nos puede ayudar a ver lo que hay en esta cinta, —{De dénde lo sacaste, Mondrian? —Ya te dije que estaba en la placa central del traje. Mientras dormias, revisé en el archivo de la boya los registros internos del traje y adivina qué encontré. —Aparte de una cinta magnetof6nica? No sé. —Nada. Absolutamente nada. La boya estaba vacia salvo por el mensaje que escuchamos... en el lugar ese; y el traje estaba como nuevo. No el traje mismo, que tenia marcas de uso, pero los registros estaban vactos, como si estuviera recién salido de la fabrica. “Mondrian podfa ver la duda en la cara de Lidia, que seguramente ya estaba buscando alguna for- ma de probar que la informacién era falsificada, asi es que prefirid no insistir en el tema y dijo: —Entonces, ahora vamos a buscar un reproduc- tor y veamos qué contiene esta cinta —Espera, Mondrian. ;Por quéno la analizamos en el Nautilus? En el laboratorio de audiovisuales © con algiin tecnonauta, alguien que nos pueda hacer un respaldo digital. Ademés, gno es infla- mable ese material? Se pueden hacer bombas con Jos quimicos que trae. —zAcaso no escuchaste el mensaje de la boya? No tenemos que volver por ningtin motivo all Nautilus. —iA? No recuerdo nade de eso. Me acuerdo del mensaje repitiendo las coordenadas una y otra vez, como una sefial de auxilio, pero nada més. —Revisa el archivo de tu traje entonces. No te digo que no vayamos a volver jamas, pero sf creo que debemos, al menos, averiguar qué hay en esta cinta antes de cerrar la operacion. —Si ti lo dices... En qué lugar de 1984 estamos exactamente? —Es viernes 11 de mayo de 1984, la crononave esté en modo de invisibilidad sobre Nueva York. Al parecer hay tiendas de a:ticulos electrénicos por aqui. —L¥ dinero? No tenemes con qué comprar cosas en esta época. Origina'mente no venfamos para acd —dijo Lidia con preocupacién. —Bueno, ese es un problema. Sin embargo, la solucién es sencilla: robaremos el reproductor. 59 jgQué?! —Lidia salié completamente de su estupor. Su compatiero le estaba diciendo que ro- barian un artilugio antiguo asi como si nada, ¢Qué estaba sucediendo? —Tranquila, no seré un robo realmente. Solo vamos a tomar el equipo, usarlo y devolverlo des- pués; con un importe adicional por la molestia cuando podamos volver a esta época. —éY quién mandara un equipo de reinsercién especialmente para es0? ¢Cémo lo vamos a justifi- car ante el Mando central, Mondrian? —No te preocupes por eso. Yo me encargo. De ser necesario yo mismo lo devolveré. Aunque... —¢Aunque qué? —Lidia tomé el final de la fra~ se de Mondrian, abrié los ojos y levanté la entona- cién, sintiéndose como quien llega a la parte mas alta de una montafia rusa y sabe que de ahi en més todo seré un vértigo cuesta abajo. ‘Tres horas después, caminaba por la 7* Aveni- da hacia el surponiente buscando una tienda que vendiera reproductores de video y pudiera ser r0- bada con facilidad por una mujer de metro setenta proveniente del futuro. La idea era, nuevamente, trabajar separados. Estos artilugios primitivos requerian de, al menos, dos partes: el reproductor y el visualizador. Mon- drian habia ido por el visualizador, una pesada caja catédica. Lidia habfa quedado a cargo de la extraccién del reproductor y ahoza lo tenia frente asus ojos. Antes, en la crononave, le habia preguntado a Mondrian cémo se suponia que el'a iba a tener que robarse el aparato: —Aaaah, no sé yo— le dijo él con una sonrisa enorme y una mirada menos que indiscreta indi- céndole el escote de su traje. La cachetada que le legé se la tenfa bien ganada AAAA —{Si? —dijo el dependiente de tienda, que mi- aba extrafiado a Lidia, esperando que le pregun- tara por la direccién de un bar pera buzos rana 0 superespias. Aun en esa ciudad era curioso que alguien entrara a una tienda en pleno verano ves- tida con un traje de latex de una pieza. —Dis... disculpe..., estoy buscando un videoreproductor. —Un qué? —Una de esas méquinas para las cintas, para ver proyecciones..., peliculas. Eso, la maquina para ver videopeliculas caseras. —Un VHS. —Eso! Un VHS —aijo Lidia ajustandose el cie- 61 re de su traje y juré que Mondrian Modric iba a recibir su justo castigo por obligarla a hacer eso. Se pteparé para salir corriendo ni bien el vendedor estuviera distraido, ¢ imaginé la retribucién que Je harfa pagar a su compafiero, algiin dia. Treinta y cinco minutos después, Mondrian gritaba: —sPero esto no nos sirve! —gCémo que no sirve? El vendedor me dijo... —Si, si, el vendedor pensé que te iba a poder vender lo mas caro y moderno, pero no nos sirve. Mondrian traté de introducir Ja cinta por el portico central del reproductor, pero sobraba es- pacio a los costades y la maquina no reaccionaba. Si insistia, el cassette quedaria atorado. —~Por qué pasa eso? —le pregunté Lidia. —Porque esto —dijo Mondrian, blandiendo el cassette como si fuera la prueba determinante en unjuicio— es un Betamax, y esto que trajiste es un reproductor de VHS. Son dos cosas distintas. —Son cintas de video. {No deberia leer las ms chicas la maquina més grande? —iNo! Son formatos diferentes, ubican la infor- maicién de manera distinta. —Pero qué estupidez. {A quién se le ocurre te- ner dos formatos casi iguales, pero incompatibles para el mismo fin? 62 —A nosotros se nos ocurre. Somos humanos, imperfectos, las cosas nos cuestan y no nos damos cuenta. Todo lo que hemos conseguido en nuestra historia ha sido a los tumbos y tropezones. Era evi- dente que esto no saldrfa ala perfecci6n al primer intento. —Por eso, El Proyecto cree que... —jE] Proyecto! ;Puras tonterias para ancianos supersticiosos y enfermos dela cabeza! El tipo de tonterfas que les gusta invertar a los almirantes retirados cuando tienen almuerzos de camarade- rfa, jFalacias! jMentiras! ;Papilla para viejos locos de la conspiracién!, —iéQué dices?! —respondié Lidia—. {E1 Pro- yecto? ¢Mi Proyecto? Lidia sentia que esa era la gota que rebalsaba el vaso. Habja pasado tres horas en una ciudad inmunda de una época primitiva; habia tenido que establecer contacto con un individuo native y usadlo su cuerpo como distractor para ayudar a su compaiiero con algo que sentia que era importante para él, y ahora la trataba mal y se burlaba de las cosas importantes para ella sin mediar provoca- ci6n alguna. Esto no daba para més. Como sentfa que nada de lo que saliera de su boca haria que las cosas mejorasen, y como no po- dia decir nada de lo que sentia sin intentar herir a 63. su compafiero, presioné dos botones y se sumergié en la ciudad infecta, en la época barbarica. Al me- znos asi podia estar un poco més lejos de Mondrian. Capitulo 1V En el que nuestros héroes descubren de qué se trata todo esto y cdmo ajustarle el tracking a un VHS. Ademés, toman una decisisn importante. Camin6 lo més répido que puso entre el neén de los cielos, el plistico y papel de las calles. La asis- tencia del implante neuronal no estaba funcionan- do al 100%, pero sabfa que ten‘a que seguir en esa direccién para llegar a un pa:que donde podria sentarse a descansar tranquila. Estaba enojada, confundida y tenfa hambre. Lo peor de todo era el hambre. No confiaba en la alimentacién de esta era y, como su salida de la crononave habia sido més bien intempestiva, no habfa podido traer raciones. Al menos su traje la manteniaa una temperatura agradable; se notaba que el resto de la gente pasa- ba calor, Llegé al parque y se senté en una banca cer- ca dela entrada. No deseaba internarse, tan solo querfa tener la opcién de poder cuando quisiera Jevantarse a caminar y perders2. Eso la calmaba, le daba la cuota de paz justa para reflexionar sobre lo que habia hecho, y pensar mejor sobre lo que haria de ahora en adelante. Las tiltimas horas habfan sido casticas. Viajé al Final del tiempo y volvié para contarlo, lo que era en sf una hazajia en la historia de los crononautas y que, sin embargo, no la sentia como tal; se habia dejado caer sobre una camilla, cosa que traicionaba sus principios; habfa sustrafco un electrodomésti- co desde una tienda perdida en una era remota; y se habia peleado con Mondrian. Mas bien se habia enojado con él. Fue un dia largo, pens6. {Serian ast todos los dias con Modric? La posibilidad la asustaba. Ne- cesitaba descansar. Querfa Horar, pero no se acor- daba cémo. Aprender a controlar el Hanto le habia tomado afios y ahora sentia que si abria esa com- puerta, no iba a saber bien cémo cerrarla, pues habia olvidado eso también. Estaba enojada con Mondrian, que no era capaz de ver més allé de su interés personal y también estaba molesta con ella misma porque no sabia cémo se sen compaiero y no podia enojarse realmente con él. Le dolfa haberse equivocado. No estaba acos- tumbrada a que las cosas no salieran bien por cul- pa suya y no sabia qué hacer en estos casos. Ella solfa ser la persona paciente, comprensiva, magné- nima. Pero para es0 habia que estar en lo correcto. Oal menos no traer el reproductor de video equi- vocado. Estipido, esttipido siglo xx. fa su ‘Cuando volvié a la crononave, Mondrian tenia exactamente la misma expre: bia dejado: boquiabierto, taciturno. Balbuceé una disculpa extrafia con voz apetias audible: —Yo también estuve mal. Pero no tenfas que ponerte asf. Yo sé que esto es importante para ti y quiero ayudarte... tralemos de llevarnos bien, isi? . No queria que te sintisras mal. No sé mu- cho qué decir, pero quiero que estés bien, Mon- drian. $i te digo algo que te hace daito, dimelo antes de que me ponga a decir més tonteras. —Esta bien. —Pero tienes que decirmelo, por favor. Yo no sé muy bien qué cosas te pueden llegar a herir, no es como que pueda meterme en tu cabeza y... ¥-- —,Qué pasa? le pregunts Mondrian. —Nada. No te preocupes —le dijo ella con un gesto de relajo en sus manos y soltando una risa. De pronto Mondrian sintié uma jluminaci6n: —iLidia, ya sé que es lo que tenemos que hacer para ver el video! Busquemos una casa desocupada. mn con la que lo ha- AMAA Afuera, el mar bramaba; adentro, Lidia y Mon- drian no podian evitar andar en puntillas y hablar entre susurros. Habian escogido una casa de vera~ 7 no vacia, lo suficientemente opulenta para tener tun reproductor adicional de Betamax, pero nunca tanto como para contar con un sistema de seguri- dad interior. ‘Mondrian prendié el televisor y una nevazén de estética les dio la bienvenida. Luego, cuando puso la cinta, se despleg6 ante sus ojos una pan- {alla azul, por breves instantes, antes de que em- pezara la reproduccién como tal, Ante sus oj08, tn nuevo tipo de estética, esta vez sobre un fondo portoso y con lineas que subjan y bajaban. — Qué pasa? {Lo rompimos? —Lidia ya no sabia qué esperarse de estas tecnologias arcaicas No, no del todo. Esto tiene una solucién co- min, Averigiié que se puede ajustar con una pe- villa. Esta! jas Iineas comenzaron a ondular en diree- cionos distintas y a velocidades diferentes, segrin ‘Mondrian operaba el aparato. De pronto, se hizo sun claro y se encontraron mirando frente a frente a ‘un hombre de unos treinta y ocho aftos sentado en ‘unasilla de mimbre. Detrds de él habia un estante con libros. Muchos libros que destacaban por tener ” Formas y colores dispares, como si ninguno fuera de la misma coleccién, como si fueran el producto deuna vida de recoleccién. El hombre tenia el pelo ‘del mismo tono que Mondrian, unas cuantas pecas 68 menos y un bigote descomunal. Podria haber sido Vincent Van Gogh, pero era Aaron, quien decia: Este mensaje estd pensado tinica y exclustoamente para los ojos de Mondrian Modnec. Si usted no es él, ni lo conoce, ni tiene forma de onerse en contac- to con él, este es el momento para detener esta cinta xy destruirla, Esta es Ia tiltima comunicacion entre un padre y su hijo, y nuestra privacidad debe ser respetada, Lidia hizo el ademén de pararse del sillén y dejar la habitacién, pero Mondrian la tomé de la mano con cara de “no se te ocurra dejarme solo”, mientras su padre seguia hablando por medio de Jacinta: Hijo querido, disculpa que te hnya hecho pasar por tantas peripecias para llegar a este momento, pero no hay suficientes protecciones ni medidas de seguridad para lo que tengo que decirte. Es por eso que estis viendo esta cinta magnética en un formato olvida- do por la historia, en una época donde es dificil que te sigan. Esta informacion no puede ser extraida a distancia por nadie. En este momento somos tii y yo nada més. Los dos solos en ta pentiltima década det siglo xx, una de mis épocas favoritas. Cuando conoct a tu madre... Estoy grabando esto horas antes del Final. Si me ausento por mucho més se darin cuenta y sospecha- 69 rin, asf es que no me queda més que ir directo al grano.. Hijo mio, la realidad en ta que vives es una gran mentira. No hay tal cosa como el futuro, Y no lo digo metaforicamente. En el aito 3025, Max Arcadio se obsesioné con Ia idea del viaje en el tiempo para todos xy la posibilidad de adelantar los avances de la huma- nidad progresioamente hacia el pasado, alterando de paso la historia ya escrita. Este es el verdadero propo sito del Nautilus: ser una nave capaz de saltar en el tiempo y moverse sin problemas entre los universos paralelos que esto crearia. Mas que un submarino 0 tuna estacién orbital es un rompehielos. Pero resulta gue todo salié mal y todo saldrd peor en un momento mas para mé. El primer viaje del Nautilus 3025 va a generar una ruptura tan grande en el espacio-tiempo que la realidad misma comen- zaré a deshilacharse. Este proceso tomaré bastante tiempo, sf, pero un universo al que le deberfan quedar rnaturalmente varios trillones de vida tendré fecha de vencimiento de veinte afios a lo sumo. Por mas que lato y trato de convencerlo, Arcadio no me hace caso. He probado yendo al futuro cercano, pero mientras més tiempo pasa, parece volverse menos humano, més robotizado. Se ha vuelto incapaz de reconocer sus errores y ha inventado todas estas mentiras sobre como este era su plan desde el comienzo, que la nave 70 est anclada fuera del espacio y que esto es El Proyec- to, una religién. Pero no, Ia nave sigue estando sobre la Tierra, salvo que ya casi no queda nada de la esta. Los motores temporales estén a todo lo que dan para impedir que el tiempo transcurra en la nave, y a la vez permitir que el tiempo siga su curso. La divi entera de los tecnonautas se dedica realmente a eso, a evitar hasta el mds minimo desperfecto en el Nau- tilus. Sus tripulantes son lo tltimo que queda de toda Ia kumanidad. :O acaso conoces a alguien que no sea un NAUTA? No es que nuestra misién nos tenga tan ocupados como para interactuar con el presente; es que no hay presente. Para recuperar esta cinta tuviste que viajar, pero 1a verdad lo que estabas haciendo era salir del campo de resistencia del Nautilus. Fuiste, ademiis de todo, el tiltimo astronauta de la humanidad. Todo esto lo descubri poco antes de dejarte con el coronel Wazikazi. El es un buen hombre y ha sido un gran amigo, pero no sé si podria con el peso de toda esta informacién. Flay, en tus dias, un grupo de NAUTA enceguecido con la iden de trascender y encontrar un nuevo universo para poblar y expandir a humanidad. Son los seguidores de Arcadio que justifican la tragedia de 3025, que sabemos no ‘funcionard, Aun si pudiéramos descubrir un paso hacia otro wniverso paralelo sin tener que apagar los 7 motores temporales del Nautilus, lo mas probable es que solo conseguirfamos aumentar Ia apertura en el espacio-tiempo, condenando a muerte al universo que fenga Ia mata suerte de recibirnos. El Nautilus es una enfermedad, Mondrian, es un destructor de mundos. Y creo, hijo mio, que tenemos que impedir su lanzamiento. Cuando la grabacién lege a su fin, volvi6 la estética y esta vez Lidia y Mondrian se quedaron miréndola fijamente, sin decir palabra. Mondrian salié primero del estupor, todavia un poco en shock de ver a su padre por tanto tiempo. A su lado, Lidia miraba la estética, como intentando construir una historia con las puntitos grises, blan- cos y negros. La realidad como la conocfa se sentia asi, como un desparramo de manchas sin sentido en una pantalla. Mondrian la miraba de reojo, no queriendo interrumpir el qué decir. La incomodidad del momento aumenta- ba con el paso de los minutos. Cuando la estética fue desplazada por la panta- lla azul, Mondrian dijo: —{No deberfamos irnos? Puede llegar alguien. Si, vamos. {Pero dénde? —No querrés decir, pero a cuan...? Mondrian —to interrumpi6 Lidia, —A 3025, por supuesto, zno? ncio, sin saber mucho —Mnim, conversémoslo en otro tiempo, isi? Me incomoda seguir cometiendo delitos en el pasado. —Es la tinica forma. —No es la tnica, Mondrian, —Entonces ¢qué propones? —Podemos volver a la base a hablar con el co- ronel. Tu papa confia en él. Quizs nos puede dar otra perspectiva de los hechos. —eComo cual? :Decirnos que mi papé estaba loco? —No, nada de eso. Pero si creo que en estas situaciones hay que tener especial cuidado en es- tudiar la mayor cantidad de perspectivas posibles, —De acuerdo —dijo Mondrian convencido. —iEntonces? —Entonces, ¢dénde vamos a encontrar tn me- jor momento para apreciar todas estas perspec- tivas que en 3025? Viajemos unos dias antes del lanzamiento y veamos si la cosa es tal como dicen. —¥ si llegara a serlo? —dud6 Lidia. —Bueno si es asf tendriamos que impedir que suceda —le respondié Mondrien. —2Y como vas a hacer eso? —No sé. Preocupémonos por los detalles después. No estoy segura de querer ir, Mondrian. —¢Por qué? {Por lo del Proyecto? —No. Osi. Es que vamos a estar, indirectamen- te, cruzando nuestras propias lineas de tiempo. Una cosa es tomar prestado un chancho y devol- verlo sin que nadie se dé cuenta al siglo xu, y otra muy distinta es evitar el nacimiento de la misma organizacién que nos permitié viajar en primer lugar. —2¥ qué vamos a hacer entonces? Mi papé nos dejé claro que vivimos una mentira. ;Prefieres es- perar que El Proyecto de Arcadio resulte y acabe- mos destruyendo el universo? —zLa verdad? No tengo ninguna de las res- puestas a eso, Mondrian. Solo digo que es algo delicado. No tengo que explicarte lo peligroso que puede llegar a ser entrometerte en las vidas de tus ancestros directos. —Por lo mismo tenemos que hacerlo, porque es nuestra historia la que esté en juego. Yono puedo ir por la vida sabiendo todo esto y haciendo como que no existe, que no sé. —A veces para avanzar hay que ignorar ciertas cosas —insistié Lidia. —Para poder ignorar algo primero hay que confirmar que existe —le respondié Mondrian. —Bs verdad —Lidia lo miraba directamente a los ojos. —zVes entonces? jEstés conmigo? 74 Vamos, pero un mes antes del lanzamiento. Con eso tendremos tiempo suficiente para recopi- lar informacién, conocer a les personajes impor- tantes y tomar una decisién informada, Te parece bien? —Me parece perfecto —dijo Mondrian. —Voy a calcular las coordenadas y nos vamos. Y asi lo hizo. ¥ eso hicieron. Capitulo V En el que nuestros héroes conocen a sus idolos cuando eran jévenes; algunas cosas no salen como habian sido planeadas y otras son muy mel planeadas. Ah, y uno de nuestros héroes muere. Ast, como que no quiere la cosa, ARO 3025, SIGLO xxx Lidia se sentia mucho mas cSmoda en 3025. La comida, e transporte, incluso el idioma, que podia escuchar sin el filtro de su impiante neuronal: todo la hacfa sentirse mas en casa. Para esos aitos, el sistema de transacciones financieras mediado por representaciones simbélicas llevaba varios siglos unto, asi es que conseguir comida no era un problema. Y eso sf que era un gran alivio. Las primeras semanas las pasaron midiendo cl pulso del mundo, la percepcién que la gente tenia de Max Arcadio y las esperanzas que albergaban sobre su tiltimo proyecto. La historia sefialaba, como bien lo sabian de memoria todos los reclutas de la Academie, que Max era el tiltimo de una larga genealogia que mezclaba la ciencia con el poder politico-administrativo. Estaba Félix Arcadio, unificador de las fronteras politicas; Salvador Atcadio, el bidlogo que duplicé las expectativas de vida de la raza humana; y su hermana Victoria, inventora del primer tcletransportador funcional. L.os iltimos Arcadio, ademas, habian experimentado un incremento exponencial en su esfera de poder politico. Es por esto que los niftos del futuro, de la época de Lidia por ejemplo, a menudo pensaban en Max Arcadio como “el presidente del mundo”, pues era el primero de su familia en combinar la genialidad cientifica con la astucia administrativa. Descubrieron que la historia no estaba tan lejos de la realidad, lo que se hacia bien evidente en tan- to se acercaba el dia sefialado para el lanzamien- to del Nautilus. Por esos afios la vida en la Tierra se reducia a una sola gran ciudad concentrada en el eje Euroafricano. La gente vivia realizando pe- quefios viajes instanténeos a las plataformas ex- tractoras y procesadoras de recursos que estaban diseminadas por todo el resto del planeta. Y todos estaban pendientes del gran anuncio que Arcadio les tenia prometido. Se habia acordado realizar un festin de tres dias en honor al précer, coincidien- do con la vispera del lanzamiento del Nautilus, el gue todo el mundo sabia que se estaba construyen- do en algtin lugar del Pacifico tropical, pero cuyo verdadero propésito seguia siendo un misterio. Se crefa que la inmensa nave ere un arca equipada con todo lo necesario para realizar viajes interes- telares. Tenia légica, que ahora que los humanos habfamos aprendido a convivir en armonfa con nuestro planeta, saliéramos a explorar los otros. Arcadio podia haberles revelado el propésito en cualquier momento, pero el suspenso les venia bien a todos y le ponfa algo de sabor a una vida que podia parecer demasiado predecible y perfec- ta.a otros ojos. Y tenia raz6n, a la gente le encanta- ba el misterio, la emocién se paipaba en el aire. Un gran dia estaba por venir. La Tierra entera estaba de fiesta. —iPor lo mismo tiene que estar ocultando algo! —se decia a si mismo Mondrian—, Nada puede ser tan perfecto. Dénde estan los disidentes de- tenidos, la policia secreta, los campos de concen- tracién para esclavos, la mano de obra explotada? —A ver, ¢por qué algo no puede estar bien sefiado y ejecutado segtin la voluntad soberana de un planeta entero? {Qué tiene de raro esto? —le tebatié Lidia. En cosas como esta se notaba que venian de si- glos distintos. La convivencia en esas semanas habja tenido la dinmica de una pareja que acaba de celebrar sus 79 bodas de diamante. Disentfan para entretenerse, jugaban a hacer rabiar al otro, se asumian insepa- rables, como si las experiencias del iltimo mes los hubieran unido para siempre, con la complicidad agregada de los que se saben en posesin de un secreto importantisimo. Mondrian sentia que Lidia le cafa cada dia més en gtacia y que podia entenderla cada vez mejor. Fue recién durante este tiempo que conocié la hi toria de su enfermedad, de todos los tratamientos fallidos y las hospitalizaciones. Supo también de todas las misiones que sacé adelante, incluida la vex, que pudo haber utilizado una maquina que concedia deseos para curarse, pero opté por seguir los protocolos y dejarla en las manos de los NAU- TA; o la vez que, tras el error de un compafiero, estuvo a punto de morir, sacrificdndose para evitar que un maligno sistema operative se aduefiara de toda la informaci6n del planeta. Hasta entonces, ‘Mondrian creia, como buena parte de sus compa- Aeros, que el rapido ascenso de Lidia se debia a que era hija de otro NAUTA. Pero estaba equivo- cado. Era verdaderamente su mérito. * Lidia también le habia tomado carifio. Ya no pensaba en él como el flojo privilegiado con quien habia tenido que rescatar al chancho Jack Nichol- son. Desde el viaje a 1984 que lo veia mas deci do, determinado, incluso laborioso. Confiaba en él, por mas que sus opiniones fueran diferentes en casi todo. Eso la tranquilizaba, pues significaba que todo iba mejorando en la misién. La segunda fase del plan consistia en tratar de establecer contacto con Ma» Arcadio o alguno de sus colaboradores cercanos. El problema era que, si bien Arcadio solfa tener una politica de puertas abiertas en todo lo que hacia, por esos dias nadie podia acercarse a él; en parte por el secreto que rodeaba al proyecto Nautilus y en parte por lo ex- tremadamente ocupado de sus dias, que lo tenfan saltando de un lugar a oto en la Tierra. Las opciones eran seguir buscdndolo de cual- quier forma o llegar a él por medio de alguno de sus cercanos. Uno de esos ce:canos era Aaron Mo- dric, lo que complicaba un poco las cosas. No te- nian forma de saber cudnta informacién manejaba el padre de Mondrian que pertenecia a esta época. —Pista: no tiene el bigote del video. —Mrmm, si. Supongo que esa era su forma de decirnos algo. ;No usaba bigote nunca? No te acuerdas? —dijo Lidia. —No, no mucho. Pero es algo de lo que creo que me acordaria. En todos los hologramas histé- ricos sale sin bigote, adema —Entonces no podemos it ahora contarle todo. 81 No sabe nada en este punto de su vida. Podria set. —{Quée? —Podrfa ser que incluso no sepa que tiene un hijo —dijo Lidia con voz de intriga. —No, no creo. Lo que si puede ser es que no sepa que qué ha sido de mi mamé y de mi. —Descartado entonces. —Pero, Lidia, de ti no sabe ni va a saber nun- ca nada. Puedes unirte a su equipo de investiga- cién, Mal que mal, algo sabes de eso de viajar en el tiempo, zn0? Si, pero podria revelarle informacin que avin no esté disponible, adelantando el proceso y cam- biando nuestra propia linea de eventos. Lidia Moreau, c6mo va a ser posible que la mejor graduada en la historia de Ia Academia no sepa exactamente hasta qué punto han avanzado Tas cosas en este momento, y c6mo no decir més de Ia cuenta. Ademés, :n0 es eso de ayudar rettoac- tivamente a la humanidad de lo que se trata Fl Proyecto? —Esta bien, me infiltraré. ;Qué vas a hacer ti? —Yo voy a instalarme afuera de la oficina de Arcadio. En algtin momento tendré que pasar por ahi. —2Y qué? ;Cémo vas a lograr hablar con él, genio? 82 —Ah, eso? Un detalle nada més. Quédate tranquila que tengo todo bajo control. Con el corter de la semanas, Lidia habia apren- dido a refrse cuando Mondrian decfa cosas como esa, También habfa aprendido a controlar sus ga- nas de golpearlo cada vez que tildaba sus frases con un guifio del ojo. St, esta misién estaba logran- do milagros con su paciencia. Dos dias después, Mondrian Modric completa- ba cuarenta y siete horas de vigilia en las afueras del complejo de Navegacién Archi Ultra y Trans Astral. No habia dormido ni ccmido, y ya estaba legando al limite de lo que sus implantes podfan sostenerlo en pie sin causarle algtin dao a sus funciones corporales. Cuando Max Arcadio finalmente hizo acto de presencia en sus oficinas, venia con un séquito de gente. Mondrian fue a abrirse paso entre ellos, pero no fue capaz de dar més de tres sin desplomarse. El séquito fren6 en seco y fue el mismo Arcadio quien se acereé a asistirlo y levantarlo. —iEstés bien, muchacho? Me parece que necesitas atenci6n especial, Un miembro de la comitiva comenzé a decirle que debfan seguir con la reunién mévil que esta- ban sosteniendo, pero Arcadio no lo dejé terminar. 83 No te preocupes, la reunién puede continuar sin mi. Ustedes tienen todo lo que necesitan para sacar adelante el proyecto. Y este joven me necesi- ta ahora. Por favor, contintien. Su voz era suave, como un torrente de miel ba- jando desde Jo alto de una montafia escondida de Jos ojos del mundo. Su tono era decidido y enfati- co, sin dejar lugar a cuestionamientos, Era una voz que podia pedirle a la montafia que fuera a él, y la montafia le pedirfa disculpas por llegar atrasada. El séquito siguis su camino, y ni bien se perdie- ron de vista, Arcadio puso su mano en la base del craneo de Mondrian, ejerciendo una presién in- tensa, como apagando un electrodoméstico viejo. Susurr6, con algo parecido a un gruftido metélico. —Ya vamos a hablar nosotros dos, Modric. Pero no aqui. Acto seguido, Mondrian cayé en un coma profundo. Volvié a abrir los ojos en una pequefia habi- tacién iluminada por una luz proveniente de un poderoso foco, del tipo que se usa para Hamar la atenci6n de un superhéroe orejudo. Tenia que estar cerca, porque su luz no solo molestaba a la vista, sino que emitia un calor sofocante. La habitacién entera parecia ser de un tono verde oscuro intenso, casi viscoso. Mondrian estaba en una especie de 84 ‘cama, que era poco mas que un blogue duro sus- pendido a media altura en el aire, No habia mas muebles en la habitacién. A Mondrian le cabia poca duda de que, sin importar la época en que estuviera, se encontraba en una celda. Apenas se estaba incorporando cuando una de las paredes se abri6 para dar paso a Max Arcadio. Si bien bordeaba los 70 afics, apenas aparentaba tener 30. Su presencia era tan imponente que, a pesar de que Mondrian solo lo habia visto en holo- gramas hist6ricos y estatuas zigantes, no le parecié que fuera més bajo, sino incluso mas impresionan- te de lo que lo mostraban losholotextos. Tenia una barba que bien podria haber sido de oro, y que no tenia atin ninguno de las famosos pelos pla- tinados con los que los estudiantes del futuro lo conocerian. —Pero si no es el hijo de Aaron Mondric. Su voz ya no tenfa nada ce la empalagosa dul- zura con la que lo habia tratado de “joven” unas horas atrés. Tampoco sonaba con la profundidad de los discursos que se aprendian en la escuela, Sus consonantes sonaban como cuchillos en vue- Jo, sus pausas como los mismos cuchillos llegando stibitamente a destino, enterrindose en seco. Era la voz de un hombre acostumbrado a saberlo todo al descubrir que lo han estado engafiado. —Mirate, tan parecido a tu padre. Naturalmen- te sus genes superiores deben haberse impuesto a los de tu madre. :De cudndo es tu madre, mucha- cho? Siglo xx, xvi quizés, a juzgar por la tenden- cia hipertiroidea que veo en tu genoma. ‘Mondrian no sabia si responderle o no. Estaba sorprendido, pensaba demasiadas cosas a la ver. La presencia y el tono de Arcadio lo intimidaban. No estaba acostumbrado a sentir miedo. Se encon- tx6 buscando con la mirada algiin objeto que pu- diera servirle para aturdilo y salir coztiendo. Pero eso él ya lo intuia: —2¥ dénde vas a huir? Ests solo y no hay na- die que pueda ayudarte. Tampoco quiero hacerte dafio, me interesan algunas de las cosas que estén en tu cerebro. Como el disefio de tus implantes neuronales, que siguen el mismo disefio desde hace cinco siglos, por lo que estoy viendo, “:¥ ahora qué?”, pens6 Mondrian. Nuevamen- te Arcadio le interrumpié sus pensamientos: —Ahora vamos a conversar. Me vas a decir qué estés haciendo en esta época y por qué haces cosas como seguirme y espiarme por dias enteros. No te amélestes en mentirme o en darme detalles confu- sos. Me basta con que lo pienses. Después, cuando tu pobre padre Legue de la iltima de sus visitas conyugales, los voy a teletransportar a ti y a él al 86 corazén de un volcén activo, y luego al centro de un hoyo negro. ¢Qué tal? Hay cosas que los libros de historia omiten. Historias que, por minimas, se escapan de la revi- sién de los grandes procesos, 0 que, por oscuras, se pierden en los margenes delas paginas oficiales. Pero son estas historias pequefias las que echan a rodar los grandes procesos. Son estas oscurida- des las que componen la tinta misma con la que se escriben las paginas que todos damos por senta- das, Habfa una vez un joven llamado Maximilia- no Arcadio, pero al que todos le decian Max. Era un buen tipo, inteligente, activo, preocupado de los demas, y todos esperaban de él muchas cosas buenas. Iba a ser un digno irtegrante de una fa- milia con muchos miembros ‘lustres. Max estaba destinado para grandes cosas. Quizés demasiado destinado. El correr de los afics le hacfa sentir una presi6n cada vez mis insoportable. A los 15 afios habfa inventado un sistema de comunicaci6n vit tual que utilizaba un visor y un bot6n para trans- cribir pensamientos como mensaje y enviarlos a otras personas con visor. A los 17 habia conse- guido reemplazar el visor por un parche con las mismas capacidades. A los 1 habia logrado que el parche, ademés, sirviera para realizar célculos, acceder a todas las bases de datos del mundo y 87 corregir ligeramente la visin del usuario, con solo pensarlo. A los 19 habfa salido a buscar una nueva idea, algo que cimentara su reputaciGn como genio y revolucionario. Y no habia encontrado nada. Desesperado, Arcadio sentia que sus dias pasa- ban lenta y tortuosamente, y que cada momento en el que no daba con su idea sofiada lo quemaba, casi literalmente, Sentia un ardor desesperante, una ansiedad que lo consumfa y amenazaba con volverlo loco. A su alrededor, el mundo seguia pregunténdose cudndo llegaria la nueva Inven- cién Arcadio™ y el joven Max se hundia en estas preguntas, que lo iban presionando y presionando. Un buen dia, Arcadio desapareci6. Liamé a una conferencia de prensa y anuncié que, para la si- guiente fase de su proyecto, requerirfa de una cal- ma y concentracién que los medios informaticos actuales no podian darle, por lo que desapareceria del sistema por un periodo indefinido de tiempo. ‘Venian sus afios perdidos, y estaba seguro que vol- veria de ellos recargado y con todas las ideas que necesitaba para transformar este mundo, Nadie sabe lo que pasé en esos afios, pero Max Arcadio volvié, en efecto, transformado. Regre- 6 con muchas ideas, y sus proyectos terminaron consolidando el rol de su familia como Lideres de Ja humanidad; aunque también algo se perdié 88 en ese trayecto. Hl nuevo Max parecfa no sentir la presién que antes le afectaba tanto, y algo en todas sus emociones estaba ligeramente alterado, ‘un poco menos humano, incluso. Corrfan rumores sobre lo que le habia pasado realmente en sus afios perdidos; se decia que le habia vendido su alma a un demonio de una cultura primitiva perdida en una jungla subterrénea, o que habia conseguido viajar en el tiempo, o que se habia encontrado con un gemelo perdido y el que habia regresado era este, un genio un poco més malvado que el que se fue. Pero estos rumores e historias fueron sistema- ticamente descartados e ignorados por las voces autoritarias de quienes estaban a cargo de escribir la historia oficial. Asf se habia construido el mito del inventor humanista. Asi, de a poco, algo de la verdad se habia ido perdiendo Mondrian intentaba pronunciar una palabra, pero sus misculos parecfan tensarse contra su pro- pia voluntad. Tendido sobre la cama de la celda sentia un dolor més intenso que en el peor de los tormentos medievales. —No te molestes intentando mover la boca —le dijo Arcadio—. Sigue mi voz, con eso me bas- ta para extraer tus respuestas. Por ejemplo, ahora ya sé que tu madre es del siglo xx, que se ama Carolina, vive en un pais que ro es en el que nacié 89 y no sabe lo que tu padre hace realmente. ;Viste lo facil que es? Como un acto reflejo, Mondrian puso su vista en blanco y comenz6 a meditar, Cada repeticién de su mantra le parecia un golpe bloqueando las arremetidas dela voz de Arcadio. —Bien. Sabemos que naciste en el siglo xx, pero la tecnologia de tus implantes es del xxxv1. No solo esto, sino también su disefio y manufactura pertenecen a esta misma compajifa donde esta mos ahora. Por ende, eres parte de la division de crononautas. Lo que significa que en algtin lugar de este planeta, en esta época, est tu crononave. so hace que de inmediato haya una crononave de ms, cosa que, comprenderés, no puedo permitir. Con el prototipo de tu padre, y el Nautilus mismo nos basta y nos sobra. En su trance, Mondrian procuraba perderse, alejarse de esta realidad. “Si tan solo hubiera pres- tado més atencién a la hora de ejercitar estas téc- nicas en la Academia”, pens6. No pudo dejar de ‘escuchar la palabra “nave”. Se visualiz6 remando en un pequefio bote, huyendo de un acorazado con la cara de Arcadio, remando y remando ha- cia el horizonte, alistindose a perderse en el mas profundo de los mares. La inquisicién continuaba. —Por supuesto que no viniste solo. Los proto- 90 colos de esta organizacién jamés permitirian que un trabajo se realice sin respa'do. Estés acé con alguien més, alguien que te irporta. Cuéntame, Modrian gc6mo describirfas tus sentimientos por la Capitana Lidia Moreau? Y de pronto, toda la imagen construida en trance por Mondrian se derrambé. Desaparecié el océano, desapareci6 el bote, desaparecié el acora- zado. Sintié que cafa, precipitandose hacia la cel- da, hacia su fin, a toda velocidad. Lo de Lidia no Io habia sacado de su cabeza, no tenia cémo, era imposible. —Tienes razén —le responcié Arcedio—. Esa informacién no la saqué de tu cebeza, pero me ale- gra haber visto la cara que pusiste. En eso la puerta se volvié a abrir. Caminando calmadamente entré Lidia. —Y ahora, por favor, solo mira cémo tu cara se desfigura con su presencia. Axcadio se rio, soltando el control que estaba ejerciendo sobre los miisculos de Mondrian, quien se desplomé en la cama como un titere viejo. Ha bia agotado toda su utilidad paca su captor. Desde el momento en que entré en Ja celda, Li- dia supo que habfa hecho algo mal. Su idea era acercarse a Max Arcadio, contarle absolutamente todo lo que sabian al respecto cel dilema del lan- zamiento y, confiada en el genio y juicio por los cuales el précer era famoso, esperar a que fuera él quien tomara la mejor decisién. Si el papa de Mon- rian tenfa raz6n, quizas solo seria cosa de revisar los célculos previos al lanzamiento del Nautilus. Estaba consciente de que, de alterar la creacién de los NAUTA y el lanzamiento del Nautilus, su pre- sencia se iba a volver una paradoja temporal: al no Janzar la nave no se producirfan la serie de eventos que hacfa que, supuestamente, los NAUTA fueran 0s tinicos sobrevivientes de la humanidad. Asi, su padre y su madre probablemente no se conocerian, de hecho lo mAs probable es que ni siquiera nacie- ran;y que ella, Lidia Moreau, quedara desconecta- da del tiempo, libre para recorrer esta nueva Iinea temporal, pero sin padze, madre, amigos, ni exno- vio ficcionauta siquiera. No era una opcién que le gustara mucho, la verdad. Implicaba, ademas, que ‘Mondrian estuvicra en lo cierto, Implicaba asumir que su realidad era una gran ficcién y que, entre otras cosas, ese planeta que le generaba tanta nos- talgia y adonde alguna vez tuvo suefios de poder habitar ni siquiera existiria. Mondrian podia darse él lujo de ser arrojado y tirar todo por la ventana porque no tenia nada que perder. Incluso ganaba algo de tiempo con su padre, pero ella si tenfa una vida que la estaba esperando. Su vida estaba en 92 esa nave-ciudad, la que atin no podia creer que estuviera orbitando en medio de Ja nada. Fue por esto que, ni bien llegaron a esta época, Lidia se puso en contacto con las oficinas de los NAUTA, intentando dejar ua rastro que la hiciera llamativa a los ojos y sensores de Arcadio. Habia ciertos tipos de radiaciones y frecuencias que solo Jos equipos més avanzados de la época podrian captar, equipos que, en efecco, solo podrfan estar en manos de la organizacién de investigacién ms avanzada de la época. Cuanio Mondrian decidié irse a acampar en los cuartelas generales de Arca- dio, Lidia, que ya habia conseguido triangular su seal de teletransportacién, no lo pens6 dos veces y se dirigié a la localidad donde estaban constru- yendo el Nautilus. Lo vio por primera vez.con sus Propios ojos y no pudo dejar de sentirse emocio- nada y orgullosa. Algcin dia, alla iba a ser parte de toda esta historia e iba a viajar a eras impensadas y ver cosas que ningiin otto ser humano habia visto antes. Ella, a quien la ciencia de muchisimos siglos en el futuro habfa desahuciado. Ella, la mejor de todas. Ni bien arribé ala isla donde estaba el Nautilus, fue interceptada por los hombres de Arcadio. Esto era esperable, como también era esperable que, tras algunos controles preliminares, la llevaran a 93, entrevistarse precisamente con el hombre que ha- bia venido a buscar. Max la saludé afablemente y Ie dio a su entrevista la privacidad que ella habia insistido era fundamental. Max Arcadio escuch6 su la posibilidad del fracaso del Nautilus, los viajes enel tiempo de Aaron Modric, el nacimiento de El Proyecto, todo parecia cuadrar en su mente. Sin embargo, Lidia not6 que su voz adquiria un ti te violento cuando le conté que estaba ahi con el hijo de Aaron. Aun asi, ella sentia que la entrevista habfa resultado de la forma esperada porque Arca- dio la invité a participar del proyecto Nautilus. No cabfa duda de que su experiencia serfa un aporte inmenso al equipo de desarrolladores. Le pidi6 que por favor no ocultara nada de su conocimien- to, tanto técnico como histérico, pues no podian. privar a la humanidad del regalo que suponfa te- ner toda esta informacién. La invité a incorporarse oficialmente a los crononautas del siglo xxx1, los primeros de toda la historia, y le dijo que cuidarfa y velaria por el bienestar de su amigo Mondrian. Su amigo Mondrian convulsionaba de dolor cuando ella entré a Ja celda. Perdié ligeramente la compostura y quiso abalanzarse sobre él, pero el brazo de Arcadio la detuvo. —Tranquila, Lidia. Es parte natural del proceso toria con atencién: 94 de ajuste. Lo encontré en muy mal estado a la en- trada de la oficina. Me parece que ha abusado de sus implantes neuronales y ahora su cuerpo esta perdiendo el control de su musculatura. —Si, pero esto no es nada grave en el lugar de donde venimos —le respondié sobresaltada—. Es cosa de reiniciar los implantes y tomarse un dia de descanso. Arcadio no dijo nada, parecia estar en otro lu- gar. Miraba fijamente al joven que se sacudia en la cama de la celda, —Querida, me temo que ne podemos hacer eso. En este siglo no reiniciamos los implantes tan facil como en el futuro. Es un proceso que toma varios dias y acarrea riesgo vital para la persona que los usa. Tendremos que llevarlo hasta su entorno, en el futuro. Podrfas usar tu crononave. En eso, Lidia recibié en su corteza cerebral un mensaje del agonizante Mondrian que la hizo recapacitar. —No, no vaa ser necesario —Ie dijo a Arcadio—. En casa tenemos todo lo que necesitamos para arreglar esto. Me teletranspcrto con él y estara bien en menos de un dia. No quiero que se pierda ei lanzamiento del Nautilus. —Por supuesto que no, nadie quiere eso. Va- yan, pues. Voy a pedir a un equipo médico que se lo lleve en camilla al teletransportador contigo. Y Lidia sinti6 que los cinco minutos de espera y los cuarenta y seis pasos hacia el teletransporta~ dor habjan sido los més largos de su vida, Sabia que algo andaba mal y el mensaje de Mondrian, que habia sido simplemente un “jNooooo!”, la habia dejado descolocada. Que Arcadio hubiera sugerido usar la crononave le parecia sospechoso, sobretodo por la forma precipitada y ansiosa en que lo dijo. Otra raz6n para no levarse a Mon- drian a la nave. El problema era que en el espacio donde estaban viviendo no los esperaba nada que fuera a aliviarle el dolor que sentia, aunque al me- nos, crefa, tendrian un minimo de privacidad para hablar. ‘Cuando Tlegaron los robots con la camilla, Mon- drian habia dejado de experimentar espasmos; no podia mover los miisculos por voluntad propia y parecia que cada respiraci6n seria la tiltima. Lidia Jo acomod6 en el teletransportador y cuando lle- ‘garon a casa, apenas logré sacarlo de la camilla y abrazarlo. En el intento de distraer a Arcadio ha- Dian perdido demasiado tiempo. Golpes el pecho de su compaiiero para darle un tiltimo impulso a su corazén, respité en su boca para impulsar esos pulmones que ya no se inflarian por voluntad pro- pia, Lo volvié a abrazar y no pudo evitar perderse sun segundo y llorar antes de decir: —Enciende los motores de extraccién. 96 Capitulo V1 En el que Lidia intenta arreglar las cosas, hay multiples saltos temporales y conversaciones sobre la importancia de los bigotes y los Tunares. jAdemés! ;Las nuevas aventuras del pequefio ‘Mondrian! ;jDinosaurios! (Bueno, casi). PRERISTORIA Anochecia en la Tierra y los animales diurnos se retiraban a descansar, reponerse y esconderse de aquellos mejores acondicionados para la noche. Este cambio de guardia, propio del balance per- fecto de un planeta que funciona como una sola unidad arménica, era uno de los espectéculos favoritos de Lidia. Le gustaba llegar a un lugar minutos antes de la retirada del sol y ver a los la- gartos volver bajo las piedras, los hominidos a sus cavernas; ver como las lechuzas despertaban y las bandadas de murciélagos partian, siempre, ha- cia el sol poniente. Asi hubiera grandes ciudades jando a millones de personas, o explanadas inmensas para el traslado de unos pocos dinosau- ios, habia una constante: la Tierra era un planeta de una belleza que tomaba muchisimas formas. Y todas estas formas confluian y fluctuaban sobre la misma superficie, en lo que no podia ser sino un milagro, un prisma de belleza similar al que se observa en el rostro de una persona a la que uno realmente ama. Ahora, sentada en la soledad total de una me- seta mesoamericana, todo este milagro de belleza se escapaba, resbaladizo, por su mirada perdida ¥ sus ojos llorosos. Lloraba por el error cometido, por su amigo perdido, por el mundo en que ha- bia estado viviendo. ;Qué iba a ser de toda esa gente? Pensaba en el mensaje de Mondrian, en su cara descompuesta, en la tensién de sus mtisculos cuando entré a la celda. ;Qué hacia en una cel- da? No podfa sacarse esa expresién pasmosa de sui mente. Ni tampoco la sensacién de que Arca- dio tenfa que ver con todo esto. Entonces el padre de Mondrian tenfa razén y todo, todo estaba muy mal. Y ella solo habia hecho que las cosas fueran peores. Enese pasado prehist6rico, un millén de afios antes del lugar que habfa dejado atrés, las pala- bras de Lidia hicieron eco quebrando el aire en miles de pequefias réplicas de un sismo suave. El stibito cambio en el mundo alrededor, la forma en que habfa perturbado la paz de un lugar que le gustaba precisamente por eso, porque podia estar sola y componer sus pensamientos tranquila, hizo 98, que saliera de Ia empantanada pena que la habia Mevado en primer lugar a buscar refugio en ese momento de la historia humana. Ahora tenia que pensar qué iba a hacer para enmendar su error: Necesitaba enfocar su mente y encontrar una solucién a todo esto, Habia formas de cambiar la historia sin interrumpir el flujo del tiempo, si. Lo habfa estudiado con detenci6n en la Academia y alguna vez lo habia visto, al pasar, en una charla dictada por el mayo: experto teérico en esta materia. Entonces supo: :endria una seria conversaci6n con Aaron Modric. AKO 1085, SIGLO xx Era un sébado soleado de otoio y el parque es- taba repleto de padres jugando con sus hijos. Era el tinico momento que muchos de ellos tenian para compartir y la proximidad del invierno les hacia querer aprovechar cada dia de sol al maximo, Los columpios estaban Hlenos, los resbalines eran un torrente de nifios gritando. El aire de la ciudad se llenaba de este sonido, que ocupaba el espacio que en la semana era propiedad de los motores, los taconeos acelerados, los taladros de construccién. Esto hacia que el dia se sintiera especialmente cal- mo y dulce, a pesar del ajetreo. Lidia Moreau habia legado ese miércoles. Ha- bia estudiado en detalle las costumbres sociales y el comportamiento relacional de los individuos de esa época el jueves; y habia intentado encon- trar un trabajo el viernes. Como no habia podido encontrar nada, el sébado tuvo que tomar presta- das ropa y comida de una multitienda, pues no esperaba que su atuendo de létex la hiciera pasar desapercibida en un parque Ileno de nifios; el viaje con Mondrian a 1984 le habia ensefiado varias co- sas. El domingo estaba alimentando a las palomas cuando vio llegar a dos colorines, padre e hijo. Levant6 los brazos e hizo un gesto a la distan- cia, saludando a los recién Hlegados. Pero Aaron no esperaba conocer a nadie ahi, asf es que ni siquiera registré a la muchacha que lo estaba saludando. ‘Tras fallar en su primer intento, Lidia procedié a acercarse lentamente donde estaban jugando los Modric. Habia tenido pocos dias para acostum- brarse a caminar por entre los pliegues y vuelos de las faldas que parecfan ser la vestimenta tipica de 1984, por lo que llegar al sector de los juegos para nifios més pequefios serfa una odisea. En eso estaba cuando vio al pequefio Mondrian subirse a un bloque con forma de dinosaurio y no pudo evi- tar mirarlo y sonreir. Nunca lo habia visto tan feliz. En eso trastabill6, quedé en medio de una gue- 100 tra de barro a cuatro bandos, y fue a dar medio zaparrastrosamente a la banca donde Aaron Mo- dric veia como su hijo montaba a un dinosaurio de cemento, recordando cémo eran los dinosaurios de verdad. —Perdén —le dijo Lidia—, ;vienes siempre a este parque? —Cuando puedo. No tengo mucho tiempo li- bre, la verdad. gY tu? —le respondié Aaron. —Primera vez. Me gusta. —Es grande al menos. ;Con quién vienes? —Sola. Me gusta venir a pensar y ver a los ni- fios. Mi novio ve el ftitbol y no tengo paciencia para esas cosas, la verdad —dijo ella claramente mintiendo para encubrir su personaje improvisa~ do—. ZY ti, vienes con alguien? —Vengo con mi hijo que esta ahi saltando arriba del dinosaurio —dijo Aaron apuntando a ‘Mondrian. —Me imaging, Tienen el mismo color de pelo... —Hola, soy Aaron. Aaron Mondric, mucho gusto. —Hola, yo soy... Jill. —Mucho gusto, jill. Ahora, si me disculpas, iré a casa, se me hizo tarde, —Claro, que estés bien. —Igualmente, encantado de conocerte. 101 “Perfecto”, pensé Lidia. Habla establecido el primer contacto, pero no podfa permitirse estirar demasiado las cosas. Por més que tuviera todo el tiempo del mundo, la ansiedad de hacer las cosas dela manera més pronta y eficiente seguia siendo uno de sus atributos principales. Por eso, al dia siguiente, fue al parque nuevamente, directo a saludarlo. |Aaron! Qué sorpresa, otra vez aqui. —Bueno, yo vengo siempre, la sorpresa es mfa, —Espero que sea tuna grata sorpresa al menos. —Si, claro. Mira, te presento a mi hijo. Mon- drian, saluda a Jill. —Hola, Mondrian. Qué bonito nombre. —Saluda pues, Mondrian —insistié Aaron al ver que su hijo permanecfa cataténico. Lidia se agaché y Mondrian le colg6 ambos bra- 208 al cuello para poder darle un beso en la mejilla. Ella lo abraz6 y record6 la tiltima vez que lo habla ‘hecho; sintié que se iba a descerrajar llorando ahi mismo. Por suerte, el pequefio Mondrian la dejé y fue corriendo a jugar. —Qué entusiasta es —insistié Lidia nuevamen- ‘te como queriendo entablar conversacién. —Si, tiene sus momentos. A veces se queda quieto por horas, mirando las cosas y pensando, perdido en su mundo. Pero cuando quiere jugar y pasarlo bien, va y hace lo que quiere. 102 Lo miraron un momento. Lidia estaba lista, con su pregunta agazapada. El corazén Ie latfa y pare- fa no querer quedarse en su pecho. —Aaron, zle puedo hacer una pregunta? —Claro que si. —Tengo una amiga que esta trabajando como guionista en Hollywood y me comenté que estn haciendo una pelicula de un automévil que viaja enel tiempo. Me decia que estén teniendo un pro- blema resolviendo el viaje al pasado y el posterior regreso al futuro porque... —{Porque no hay nadie que haya viajado en el tiempo? —Bueno, también, pero... gqué es lo que pasa con Ia persona que vuelve al futuro? Imaginate que alguien viaja varios aos al pasado y cambia las co- sas de una forma que la afec.a directamente, como impedir que sus padres se conozcan o algo asf. Y después, por mucho que lo arregle, se produce al- gtin cambio, zno? El futuro no serfa exactamente el mismo. ;Cémo podria cambiar las cosas, pero de ‘manera que no se notara la intervencién? Noes una situacién en la que se le pueda decir a las personas que viene del futuro, 0 bien salvarlos directamente. Supongamos que un buen amigo va a morir.. ;Oh, disculpai, no es mi intencién arruinarte la pelicula. La estrenaran en julio del proximo aio. —No hay problema, estoy seguro que de aquia julio me voy a haber olvidado de esto. —Bueno, en la pelicula alguien muere. ¥ su me- jor amigo viaja al pasado y lo conoce cuando era joven y quiere saivarle la vida. Ahora bien, esta persona que muere no quiere saber nada del futu- To, porque no quiere que su vida se altere con esta informacién nueva. —Algo muy comprensible, por lo demés. Le quitarfa la gracia a vivir y podria incluso impedir que ese momento sucediera. —iExacto! Entonces, lo que mi amiga me pre- guntaba es si se me ocurria una solucién mejor para salvar a este personaje sin provocar una pa- radoja temporal del tipo: si se salvé, entonces su amigo no habria podido viajar en el tiempo. —Pero, espera, jfue la muerte del amigo lo que provocé el viaje en el tiempo, o esta otra persona podia viajar desde antes? —No, no. Ambos podian viajar desde antes, lo que pasa es que una de ellas viajé justo después de Ja muerte de su amigo. —Bueno, en ese caso no es tan complicado. Se- ria cosa de generar un cambio sutil. Podria dejarle una carta en el pasado. O volver no al momento mismo, sino unas horas antes y regalarle un chale- co antibalas. O algo asf. Usar un elemento externo, 104 —Podria, por ejemplo, gvolver unas horas atras y llevarse a su amigo para otro lado? —Pero eso generaria cambios demasiado gran- dees en Ta Iinea temporal. En cesos como este, Lidia, Jo mejor es cambiar lo menos posible. Verés, en mi experiencia, el universo tiene cierto grado de elas- ticidad y, conforme el tiempo pasa, los cambios en el pasado se pierden en el cauce del futuro. Cam- bias el color del sombrero de una persona y en dos semanas los acontecimientos histéricos son los mismos, pero hay ciertas decisiones mas grandes que podrian generar universos paralclos, puntos de no retomno o incluso dejar atrapado a un viajero temporal en un citculo vicioso de repeticiones sin fin, En tu ejemplo, sila persona que quiere salvar su amigo no tiene cuidado y vuelve mucho antes © afecta directamente a los acontecimientos, lo que podria pasar es que salve a su amigo, pero nunca realice el viaje de vuelta, con lo cual quedarian dos versiones de la misma persora en el mismo tiem- po. ¥ no me imagino qué cosas haria el universo para corregir semejante problema, Sin mencionar que la pelicula no tendria niriguna légica. —2Doctor Modric? —dijo seria si? —Nunca le dije que me Hamaba Lidia —ast descubierta, no tenfa raz6n para seguir mantenien- do su personaje. 105 Aaron se sonrié, como un nifto descubierto en plena travesura, esperando que la sonrisa lo expia- ra de toda culpa, y le dijo: —He ido lo suficiente al siglo xxxv1 para te- ner claro que Lidia Moreau es, por lejos, la mejor recluta en la historia de la Academia. Ademés, si una chica colorina que parece haberse aprendido a vestir solamente viendo videos de Madonna se me acerca con preguntas sobre viajes en el tiempo. ano es un poco evidente? Lidia baj6 la vista, avergonzada, creyendo que asi se debe sentir la gente a la que los profesores descubren copiando en los exmenes. Nunca lo habia hecho. Como nunca antes se habia tenido que disfrazar tanto tiempo con ropas de otra épo- ca. Pensé que la proxima vez, tomaria referencias de vestuario de mas partes antes de emprender una misién asi. —Necesitaba discutir esto con alguien, Aaron. Es de vida o muerte. —Me imagino que, de lo contrario, no estarias aqui. En tu época hay muchisimos expertos en estas materias. Dime, zhay algo més en lo que te pueda ayudar? —Creo que si. Cudnto dirias que es el limite de tiempo para convivir con otra version tuya en Ja misma época? 106 —En la misma época? No creo que haya pro- blemas, siempre y cuando la versién anterior no se entere de que estés ahi. Te puedes quedar ence- rrada en ese giro, como un perro persiguiéndose Ia cola. O terminar fracturando la relacién pasado- presente, haciendo que tode el tiempo de ahi en més comience a colapsar. —iNo es eso lo que buscan los seguidores del Proyecto? —Lidia esperaba poder comprender toda la verdad. —Si... Aaron bajé la vista, como si un peso enorme le hubiera caido encima—, ese es el pro- blema con el modelo de Arcadio, que terminaré obligéndonos a saltar de universo en universo, dejando una estela de desastre detrés nuestro. No tenemos forma de saber lo que le puede hacer al espacio tiempo si alguien llegara a alterar masiva y recursivamente su propio pasado. Por eso los cambios deberfan ser sutiles y lo més cercanos al momento como ocurrié. Como en el ejemplo que te di, aunque nadie lo haya probado en la préctica. —2Y si alguien fuera a hacerlo? Qué consejo le darias? —cA esta “amiga guionista” tuya? Le dirfa que usara algtin marcador sutil para que, en caso de requerir asistencia externa, se puedan distinguir sus dos versiones. Un lunar postizo tal vez. 107 —O un bigote. —Claro, un bigote te permitiria saber que eres la version que esté alterando las cosas. Pero no creo que el bigote te siente mucho, Lidia. A menos que vayas al siglo xii donde serfas una més. Se rieron un poco para alivianar la tension. Algo en el tono de las situaciones discutidas le de- jaba claro a Aaron que habia una situacién grave de fondo. Por lo mismo, tampoco querfa abrumar- Ia, se notaba que la muchacha estaba haciendo su mejor esfuerzo por conseguir algo importante. Al- rededor de ellos y su silencio, la tarcie comenzaba a caer. Pronto seria hora de llevar al pequefio Mon- drian donde su madre. Lidia entonces comenz6 a despedirse. —Hasta pronto, Aaron, y gracias. —Cuidate mucho, pequeiia. Perdona que te diga pequefia, me es dificil dejar de pensar que faltan unos... mil setecientos afios para que nazcas. —Est bien. A mf me ha costado un mundo no tratarlo de usted. Lo habia visto antes en hologra- mas solamente. —Y yo solo te habfa visto en expedientes. A am- bos nos preceden nuestras reputaciones. —Si, pero yo no soy... —{Qué? {No eres acaso la mejor crononauta de la historia? {No soy yo el inventor del viaje en el 108 tiempo? Con todo lo que has visto y vivido en tus afios, :no te parece acaso que nadie puede poner a dos personas en la balanza yjuzgarlos como mejo- res 0 peores? El universo no “unciona asi, Lidia, al contrario: todos somos impertantes, por eso mis- mo, tenemos que soltarnos, aprender a relajarnos un poco més, —Es verdad, pero a veces nos equivocamos, y otra gente paga por esos ernores, lo cual es muy injusto. —Nadie espera que hagas todo bien siempre. ‘Tampoco lo esperes ti de ti misma, haz las cosas como las sientas, sin pensar en lo que vayan a pen- sar de ti, La gente que te quiere sabré quererte asi, ynoa una versién stiper perfecta e imposible de ti —Tiene raz6n. Gracias, Aeron. —iClaro que tengo razént venté el viaje en el tiempo! Lanzé una carcajada estruendosa, como la risa de un viejo pascuero interdimensional. Lidia lo miré y record6 a Mondrian, que apenas sonreia a un décimo de la intensidad dz su padre. —Lidia, yo conffo en ti. Créeme que todo va a estar bien. He escuchado de ti y las cosas que ha- ces y créeme que, si algiin dfa Mondrian decidiera ser un crononauta y yo supiera que va a enfrentar una misién de alto riesgo, nome gustaria que na- die mas que ti estuviera a sulado. yy el genio que in- 109 Entonces Lidia sintié las ganas de quebrarse y contarle todo; pens6 también en preguntarle por las cosas que habfa ofdo de ella. Haba, en su pasa do, un futuro en el que ella habia vivido sin cono- cer a Mondrian y habia hecho historia. Un futuro que solo Aaron conocia y que ahora ella ya no vi- virfa jamés. Quizés le haria bien escuchar aunque fuera un cuento o una aventura de ese universo paralelo en que ella, Lidia Moreau, era la mejor crononauta de la historia. Ahora, en cambio, la es- peraba una incertidumbre inmensa. En su futuro, Mondrian y ella iban a deshacer la textura misma de la historia como la conocfan. O al menos eso intentarfan. Sintié que el nudo en su garganta no la iba a dejar decit mucho mas. Se despidieron y Aaron la vio dejar el parque con una cuota de alivio. Bra una buena muchacha, la hija de Arjeanne y el ficcionauta ese. Llegado ‘on ella, el momento, Wazikazi sabria qué hacer pens6. ARO 3025, SIGLO Xxx Dos semanas antes del lanzamiento del Nau- tilus, Lidia Moreau partié al encuentro de Max Arcadio en la isla, mientras Mondrian Modric esperaba agazapado en las afueras de la oficina 110 central. Llegado el momento, Mondrian intenté hablar con Arcadio, pero él, que ya sabia quién era, insistié en cuidarlo del destrayo que é! mismo le habia provocado. Desde el momento en que supo, conversando con Lidia, que al implante neurolé- gico que él tenia apenas como prototipo, termina- ria siendo la base de los implantes de todos los NAUTA, Arcadio habfa estado trabajando en una forma de usar la sefial base del suyo para poder controlar a los siguientes modelos. Al incorporar esta funcién en el disefio inicial, esta fala podria ser explotada por é1 mismo en un modelo como el de Mondrian, para quien la fella habria estado ahi siempre. Fue asi como pudo extraer informacion directamente de su corteza cerebral y torturarlo sin mover un dedo. Cuando Lidia Moreau se negé alllevar el cuerpo de su amigo a la crononave, Ar- cadio estuvo a punto de perder la paciencia, pero recordé que tendria suficientes oportunidades para analizar, desmantelar y explotar esa tecno- logia del futuro y que lo mejor seria mantener a la muchacha de su lado; asf es que la dej6 partir, a sabiendas de que lo mds probable era que el hijo de Aaron se muriera sin decirle nada. Desconsolada, Lidia viaj6 al pasado, dejando el cuerpo agonizante de Mondrian caer suavemente sobre la camilla en la que lo transportaron al 11 lugar donde habian vivido las uiltimas dos semanas. Apenas se apagaron los residuos del salto temporal, la puerta de la habitacién se abrié, dejando entrar nuevamente a Lidia, para quien habia pasado casi una semana entre esos dos momentos. Al escucharla entrar, Mondrian se incorporé, a duras penas. —j{Podemos no hacer esto nunca, nunca mas? —Perdéname, lo siento tanto. Lo abraz6 y ayud6 a descansar sobre la cama de la habitaci6n. Lloraba y loraba, y no sabia muy bien por qué, pero al menos se sentia bien. Todo habfa resultado. Mondrian se levant6 para conso- larla a pesar de todo lo que le dolia incoxporarse. —Ya, si ya pasé. Tenia que ser asi. —Casi te mueres, Mondrian. —Si, pero por suerte habiamos quedado de re- calibrar los implantes. $i no lo hubiéramos hecho no habria sobrevivido a la paliza que me dio Ar- cadio. No sé qué habria hecho si no me hubieras insistido tanto en que recalibrara. Me salvaste la vida, sin querer. Se sontié més de lo habitual. A Lidia le hacfa tanta bien verlo sonrefr. Sentia que era su forma de perdonarla, 12 Horas antes, ese mismo dia, Io habia visitado mientras vigilaba la eventual salida de Arcadio. Le conts que le fue mal en sus iatentos de ubicarlo Porque, al parecer, su implante neuronal no estaba en buen estado. Le daba mieco que la falla fuera generalizada, asi es que iba a recalibrar directa- mente desde la crononave, por lo que necesitaba reiniciar el de él tambié —Pero si lo reinicio voy a taner que descansar le dijo Mondrian—. Sobre tedo ahora que llevo dos dias en esto. Olvidalo, ~—Eres un porfiado. Qué sacas con quedarte acé y encontrarte con Arcadio si no te vas a poder ni mover cuando lo veas —Ie rebati6 Lidia —2¥ ti crees que el ultra-humanitario, suiper- fildntropo Max Arcadio se va aresistir a ayudar a un individuo caido en desgracia justo frente a su oficina? 2O cémo crees que pensaba hablar con él? —No, no puedo dejar que Fagas eso. Te vas a hacer dato. —Si no va a pasar nada. Verés cémo en. dos dias mAs nos va a estar invitando a cenar... lo que sea que coman en esta época. —Olvidalo, tenemos dos semanas todavia. Va~ m0, calibremos los implantes v con eso después podremos cumplir la misién sin inconvenientes le dijo Lidia convencida de su decisién. 13 —No porque te haya ido mal en tu infiltracién voy a dejar de intentar este método. Es la tinica ‘opcién que nos va quedando. —Siempre hay otras opciones, Mondrian. —Mira, Lidia. Te propongo algo. gPor qué no dejas la recalibracién programada? Asi te olvidas del tema y se activard sola, como una alarma de despertador. Yo volveré a probar suerte con el Nautilus, y si lo encuentro no voy a poder asistir- te conel reinicio. —Maim, bueno, me convenciste, De pronto, Mondrian nots que Lidia tenia, aparentemente, un nuevo lunar en su pémulo de- recho. Record6 el extrahisimo bigote de su padre enel video y le quedé claro que tenia que hacerle caso. —O sea que sabfas —dijo Lidia sorprendida. —Sabia que habia algo raro. No sabfa que Max ‘Arcadio iba a ser un psie6pata que me torturaria telekinéticamente. —No es telekinesis; son los implantes, Mon- drian. —Da igual, los golpes me dolieron muchisimo. Podria haberme molido a palos y darfa lo mismo. Esté loco, algo le pasa conmigo en especial. Pero esta claro que esta mal y tenemos que detenerlo. —No podemos acercaros a él sin que nos haga lo que te hizo —agregé Lidia. 14 —Bueno, entonces vamos a tener que hacer algo a distancia. O algo inesperado. De todas for- mas, en este punto de su vida atin no tiene idea de cémo funciona exactamente una crononave. Pero tenemos que enfrentarnos a él. Esto no se puede quedar ast Mondrian se vefa distinto, motivado. Algo en 41 se habia transformado y Lidia lo percibia; su compaiiero ya no era el muchacho abtiico que ha- cfa las cosas solo porque le resultaban féciles. Le brillaban Jos ojos y su sentide de justicia lo hacfa erguirse, como posando desafiante, listo para en- frentarse a todo el mundo de ser necesario. —Uy, el héroe de accién —Lidia no pudo re- sistirse a molestarlo y le desordené el pelo con la mano. Mondrian, saliendo de su ensuefio justiciero, se qued6 mirdndola aténito. Agaché la cabeza y dej6 que le siguiera desordenando el pelo, rién- dose. Cuando levants la vista ella también se reia. Tenian frente a ellos un desafio imposible y una oscuridad inmensa. La tinica épci6n era reirse. Capitulo VIT En el que nuestros héroes despiertan a la cruda realidad de las cosas y se dav la vuelta necesaria para enfrentarla, Hacen sv aparicién gorilas, literales y metaféricos, y la prerrogation de nuestros héroes parece complicarse atin mis. Oh, cielos, Y queda un solo capitulo para ‘erminar. Oh, cielos, —Max Areadio es un idiota. Lidia probaba el sabor de esas palabras, Acos- tumbrada a considerarlo un astro de referencia en su vida, seittia que estaba transgrediendo un con- junto de reglas muy intimas con solo hablar mal de él, Pero pensaba en lo que le habia hecho a su amigo, y en lo que se disponiaa hacerlea la huma- nidad entera, y con eso le quedaba bien claro cud era su verdadera opinién del ialso procer, —Es més que eso —dijo Mondrian continuando su idea—. Es un genio, pero tn déspota, cruel & insensible. Un maldito. Un torturador y sédico que no tiene limites a su ambicion. Y lo peor de todo es que tiene un planeta entero desu lado. Atin sentia los efectos de ‘a tortura 2 manos del fundador de los NAUTA. Le dolian partes del cuerpo que no sabia que podfan dolerle. 7 2 qué vamos a hacer al respecto? —le pre- gunté Lidia. i —No lo sé, por lo pronto me imagino que esta esperando seguir tu sefial hasta la crononave. De- berfas volver luego. —2¥ qué le digo, que no alcancé a salvarte? Va a saber que le estoy mintiendo —se llevé el dedo a la base del cuello apuntando a su implante neuronal. —No necesariamente. Si en realidad no alean- zaste a salvarme. i —Es verdad... Perdén, perdén, perdén —dijo ella queriendo alivianar con cada repeticién el peso de su culpa. —Fstoy aqui y ni me enteré de nada. ¥ al final esto puede terminar déndonos nuestra primera ventaja téctica. i —2Y el cuerpo? Me va a preguntar qué hice con- tigo 0 va a querer ayudarme a... deshacerme de tu cadaver 0 algo. Y ahi si se enteraré que le miento —volvié a insegurizarse Lidia. {Ti crees? No sé hasta qué medida puede controlar y monitorear nuestros implantes. Qui- zés solo funcionan a cierta distancia. O libre de interferencias. —Por eso la celda. E —Quizas, pero no creo... en todo caso, zte diste 118 cuenta? {Qué clase de filéntropo tiene una celda en su oficina? —ironizé Mondrian. —A menos que, en efecto, no fuera una celda y fuera un cuarto libre de intesferencias, especial- mente pensado para eso. —Como sea. La cosa es que tenemos solo una forma de seguir sacéndole ventaja Mondrian se apunté ahora él mismo con el dedo a la base de la nuca. Agregé un gesto, haciendo como que des- atomillaba algo. —Ok, no. No, no, no y no. Los dos sabemos lo que eso significa. Y no es no —Lidia no podia ser més enfatica. Pero... —Pero nada, Mondrian. Como se te ocurre que nos vamos a quedar acé para siempre. Imaginate, el coronel se quedaré esperando el reporte, pen- sando que no volvimos del Final del tiempo. Y toda la informacién que tenemos podria ayudar tanto a los studios... —fue entonces cuando Lidia se dio cuenta que no existia tal cosa como el Final. del tiempo, al menos no como lo habfan pensado y estudiado durante afios en la Academia, Sintié por un segundo el peso de lo que iban a hacer. Nada seria lo mismo, nada podria ser lo mismo. Pensé cémo podria ser su vida en esa &poca, lejos de sus seres queridos, con cinco siglos ng menos de ciencia para curar su enfermedad. Pens6 en la familia que tenia y que ya no existiria més. Imagin6 a sus padres caminando por el parque como cuando era nifia. Recordé esas noches de ‘vuelta de alguna cena o celebrando alguna mejotia o salida del hospital. Los pudo ver, alos tres, evo- cando el olor fresco de esas noches, la sensacién del aire puro sobre su piel frdgil y convaleciente. Pap, mamé y ella, mirando juntos a un cielo fal- so, a un planeta que en realidad no existia. Des- de siempre a Lidia le habia gustado imaginar las vidas de las personas que se quedaron en la Tie~ ra. Pensaba que tenia que haber, en cada instante dado, alguien que mirara el cielo desde allé aba~ jo, pensando si habria vida en alga lugar de esa inmensidad. Y Lidia procuraba siempre sonreirle a esas personas. Esas personas que ahora sabia a ciencia cierta que no existian, que no habjan esta~ do aht por siglos. —Bien, hagamoslo —dijo Lidia. 2Y ese cambio? —Mondrian la miraba con cara de no entender nada. —No, esté bien. Siempre podemos volver pi- Ioteaindo manualmente. La crononave registra los Liltimos destinos, podra calcular una forma de vol- ver a casa. Ya lo entendi. Lidia no crefa mucho en esas iltimas palabras, 120 ero quizés si las repetfa, como tin conjuro, iba a lograr que se hicieran realidad. No podia dejar de intentarlo. De una pequefia caja de hetramientas extrajo el destornillador y las pinzas sénicas. Esto ibaa doler. AMAA Despiies del proceso de remocién de los im- plantes neuronales, Lidia volvié a reunirse con Max, quien la estaba esperardo con la mirada de un tigre agazapado. —éQué pasé? —cuando Max Arcadio te miraba de esa forma, y preguntaba algo con su vor pausa- da y modulada, como de narrador de documental de vida salvaje, uno se sentia compelido a contarle Ja vida entera. —Nada... no... no llegué. Fue demasiado tarde para hacer algo por él. Tave que deshacerme de inmediato del cuerpo... el cadaver de un viajero temporal es un objeto extremadamente valioso y Potencialmente peligroso. Si lo hubiera dejado, la alerta habria atraido mas crononauias a esta época. Tenemos protocolos para estas cosas. —Ok. Reintégrate al equigo de trabajo enton- ces. Te voy a presentar a alguien antes, pero no Ie digas nada de ninguno de estos eventos 0 perso- nas. Dr. Modric, ;Aaron! 121 De la otra oficina lleg6 un rostro familiar. A sus 38 aftos, el Dr. Aaron Modric parecia estar empe- zando a dejarse un bigote, como quien llega a una crisis de edad y necesita distanciarse de su pasado haciendo algo que no ha hecho nunca antes en la vida, ‘Tras presentarlos, Arcadio siguié su camino hacia alguna locacién secreta, y Lidia y Aaron se dirigicron al laboratorio. Ahi, en un rinc6n estaba el prototipo del primer cronotraje de la historia, en perfectas condiciones. Lidia lo conocia bien, no por nada, hace un par de meses, tuvo que arras- trarlo desde el Final del tiempo. —Dra. Moreau, cierto? —le dijo Aaron. —Candidata. Candidata a doctora —respondié. Podria estar haciendo un personaje, pero este per- sonaje tenfa que estar perfectamente construfdo. Asiera Lidia. —Lo mismo. Max me ha dicho que eres una de las voces més brillantes de esta incipiente ciencia del viaje en el tiempo. —No sé si tanto, pero es el interés principal de mi investigaciOn, si. Bueno pues, Dra., puedo llamarte Lidia? Lo que hacemos acé es basicamente un trabajo més Dbioquimico que fisico. La fisica del viaje en el tiem- po ya la tenemos resuelta. 122 —Pero el viaje sigue condicionado a su propio material genético, verdad? —respondié ella muy interesada. —Ast es. Lo que necesito es aislar el compo- nente de mi ADN que permite que un individuo pueda ser extraido y manipulado en el torrente temporal por una crononave. 41 prototipo de nave funciona y puede usar sus cronomotores para sa- lise del flujo temporal. Una vez afuera, la nave se ubica en una serie determinada de coordenadas, y vuelve a entrar en estas. El problema es que el cruce de la barrera solo io he podido conseguir yo. Es como si las personas fuéramos peces en un rio y solamente algunos pudieran saltar y respirar en elaire antes de caer en otra posicién. Lo que debe- ‘mos hacer es saber qué se necesita para lograr que todos puedan hacer eso. Algo en la voz del Dr. Modric revalaba que esto suponia un desafio més que cientifico para él. Cuando hablaba de esto su mirada se quedaba suspendida, buscando el recuerdo de su mujer e hijo, que ahora estaban tantos siglos en el pasado. —2Y el Nautilus? le pregunté Lidia {Qué hay con él? —Me parecié haberlo visto equipado con un cronomotor gigante. Varios, incluso. —Esas son cosas de Max. Actualmente la nave 123 puede viajar, pero de momento es incapaz de lle- var a nadie a ninguna época. Podria, siguiendo con Ja imagen del rio, levantarse del agua y gene- rar una especie de cascada. Y dada la envergadura de la nave, bien podria causarle grandes daitos al cause mismo del rio. Cuando un objeto asf queda a medio camino, sin volver del todo al rio mismo, termina quedéndose ahi, como una piedra gigan- tesca, ocupando espacio, lanzando agua a lugares donde normalmente no deberfa haber agua. En- cender esos motores podria ser fatal para mucha gente. Para todos los que no estuvieran a bordo de la nave, basicamente. —jAunque no compartan esas caracteristicas genéticas especiales con usted? —pregunté Lidia. —Si, la nave tiene un cronomotor gigante que Ja impulsa y dos motores secundarios de resisten- cia. Con esto lo que se podria llegar a lograr es que se suspenda el tiempo al interior de la nave. Osea, que el tiempo no pase por el Nautilus. Uno podria vivir toda su vida, tener hijos y nietos, y los nietos al salir del Nautilus descubrirfan el mundo tal cual como sus abuelos los dejaron al entrar ala naive Ie explicé Aaron. —Entonces, sf funciona como una méquina del tiempo. —Funciona como un refrigerador gigante. El 124 problema es que todos los frigorificos irradian mu- cho calor hacia afuera. Y no hay forma de saber el dato que podria realizarle al continuo espacio- temporal mismo al tener una maquina asi, deteni- da en un punto fijo, chapoteado cronoenergia para todos lados. —Entonces, mejor serfa enfocarse en lograr que el Nautilus pueda moverse libremente. Y para eso tiene que transportar més gente. Es decir, tenemos que depurar el proceso de ex-raccién y reinsercién temporal. —Si, ese es nuestro fin ultimo, Lidia. Los cAl- culos ya estén, como te decie. Hemos podido ge- nerar un modelo teérico funcional sobre la forma del tiempo, entendiéndolo como un rio en una pendiente en declive hacia el futuro. Este efecto de pendiente hace que, por ejemplo, podamos mirar al pasado, recordando, pero no podamos recordar el futuro. —aPero eso no hace que e! retorno a la propia €poca sea més complicado? Porque la energia para moverse en una direccién no podria ser la misma que para volver en la direccién contraria —Lidia parecia entender a la perfeccién la teoria. —No, el retorno es una cosa de elasticidad. Al desplazarse en el tiempo, la materia sufre ciertas anomalias, las que busca reparar a como de lugar. 125 Por esto, es mucho més fécil volver al punto del que se partié que saltar nuevamente en el tiempo hacia otro lugar. Se requiere un cierto nexo entre Jos dos puntos. Lo que nos ensefta que la materia siempre esta intentando encontrar su lugar preciso enel cosmos. Todo en el universo quiere encontrar el camino de vuelta a su origen. —Es por esto que viajar hacia el futuro seria un poco mas complicado, me imagino. : —Exactamente, porque el proceso es distinto, muy distinto, En efecto, aconsejaria en contra de los viajes masivos hacia el futuro, la inestabilidad que podrian generar, por ir precisamente a favor del sentido del tiempo, pero mas rapido. —Pero usted ha estado en el futuro, doctor. —Asi es, Lidia. Por eso mismo sé de lo que te hablo. Espero no tener que volver a ir nunca més, para serte honesto. —Yernel futuro ese, zno han resuelto el problema? —Se han hecho avances, ciertamente, pero nada definitivo. En lo que sf que parece que no ha habi- do ningiin avance, por lo que veo, es en la tecno- logfa del disfraz. Ese es un lunar muy lamativo, sefiorita Moreau. —{Eiste? Lo compré en el siglo xx. —Ya veo. Es bueno saber que, al menos, me hace caso —tras lo cual se rio con su risa profunda 126 ¢intensa, si bien menos exagerada de lo que Lidia recordaba. Aun asi, la carcajada de Aaron la hizo sentir un poco mas cémoda, Habfa espacio para refugiarse en esa risa. —éCudnto tiempo ha pasado para ti? —Ie pre- gunt6 el doctor. —Seis dias. —~Te tendras que acordar de todo mejor que yo. Para mi han pasado varics afios desde nues- tra tiltima conversacién. Perono me olvidaria de tu rostro tan facilmente. Ademés, evo registro de todos los encuentros con otros viajeros temporales, Habran pasado los afios, pero el método cientifico sigue aqui y por lo mismo, crec que lo mejor ahora serfa continuar con esta conversacién en un am- biente protegido. El ambiente protegido no e:a otro que la cabi- na de la primera crononave de la historia: poco mis que una esfera de metal conde cabfan, muy estrechos, dos tripulantes y medio, con suerte. Aparte de su redondez, nada en el aspecto de ese armatoste podia sugerir que era un objeto capaz de rotar en el tiempo con la misma facilidad que en el espacio. —2Qué estas haciendo ac? —le pregunté Aaron ya hablando en serio, —2No sabe? Acé en el pasado o aca en los NAUTA? —Lidia se sentia confundida. 127 No, acé en el pasado. Me imagino que algo tiene que ver con ese cambio en Ia linea temporal por el que me preguntabas el afio ‘84. {Necesitas otra ayuda teérica? —La verdad es que necesito ayuda urgentemente. Lidia le conté que se habfa enterado del poten- cial desastre del Nautilus, de la tortura de Arcadio a Mondrian, de las cosas que habia vivido en 1984 y 3025, y de cémo ahora no sabia muy bien qué hacer. A lo cual Aaron respondié: —A mi me parece que al menos una cosa est clara: debo ir al pasado a buscar a Mondrian y lle- varlo al futuro. Pase lo que pase después, no quie- ro que se quede atrapado en un época estatica en el tiempo. Tiene tanto por conocer todavia. Ade- més, con eso aseguro que tu pasado sea posible. Eso e investigar qué es lo que realmente va a pasar con el lanzamiento del Nautilus. La verdadera pre- gunta es qué vas a hacer ti, Lidia. Aaron hizo una pausa, ponderando. Lidia veia cémo sus ojos centellaban con céleulos atin més répidos que los que habia visto hace unos dias, en el siglo xx, ‘De momento, podemos decir que esta todo estable: estés acd y nada parece haber cambiado. Pero digamos que logras detener el Nautilus, sal- vas al planeta y al universo entero. ;Cémo esto 128 no va a impedir que nazeas? Si no naces, ¢quién salvard al planeta y al universo entero? Si vuelves ahora mismo a tu linea temporal nada habré cam- biado para ti, vas a poder seguir tu vida en el siglo xaxvr y vivir como lo habias hecho hasta ahora, teniendo misiones al pasado. Al futuro, incluso. Pero si te quedas, si cambias el curso de las cosas ese futuro se va a convertir en una linea paralela. Como una vertiente del rio separéndose. Y no vas a poder volver. ¢Por qué no regresas a casa? De alguna manera, ya has salvado a este mundo. Qué- date con esta satisfaccién y sigue tu vida como la habias planeado. —Pero entonces, ¢qué va.a pesar con Mondrian? En ese momento sinticron un estruendo. Lidia y Aaron salieron de la primitiva crononave para encontrarse con la mirada escrutadora de un semi- sonriente Max Arcadio, que dijo desafiante: —Si, Aaron. Qué va a pasar con Mondrian? AAAA Mondrian, que ya estaba un poco mejor de la paliza psiquica que le habia p:opinado Max, se cans6 de mirar el techo de su habitacién, enton- ces decidié vestirse con su uniforme de trabajo y pasearse por el departamento donde habia estado 129 alojéndose en el tiltimo mes. Por la ventana podia ver los preparativos para el evento proximo. Las superficies de todos los edificios eran utilizadas como pantallas coordinadas para crear un paisaje paradisiaco. Una isla perdida en medio del Océa- no Pacifico. Una vista que solo se interrumpia para informativos y propaganda de la organizacién NAUTA, llevando registro de los dias que faltaban para el lanzamiento. Intenté acostumbrarse a la vida sin implante neuronal: probé las funciones manuales de su tra- je, teste6 el reconocimiento de voz.a distancia y se hizo la idea de que por el resto de su dies ten- dria que usar los botones del antebrazo de su traje para hacer las cosas que antes solo tenfa que pen- sar. No habfa posibilidad de reemplazo de un im- plante neuronal, pues por alguna razén el sistema nervioso humano, que aceptaba sin problemas la adici6n de un procesador extra, rechazaba violen- tamente la idea de que algo més ocupara el lugar de ese primer procesador. Ese disgusto natural de Jos humanos hacia los cambios y los reemplazos segufa siendo uno de los grandes misterios para la‘ciencia. Descubrié que la botonera del antebrazo tenia una funcién para proyectar hologramas de reso- lucién de problemas y calcular los impactos en la 130 linea de! tiempo, funcién que nadie usaba hace afios y que, por ende, nadie se molestaba en men- cionar siquiera durante los entrenamientos, En la época de Mondrian se discvtia la posibilidad de liminar del todo las botoneras en los cronotrajes, pero las voces més conservadoras solian prevale- cer. “Es bueno tener respaldes, sobre todo cuando se realizan actividades de alto riesgo” decian. Y Jos crononautas tendian a olvidar que viajar en el tiempo era una actividad de altisimo riesgo. Mondrian introdujo todos los datos de la mi- sion a la consola y simulé las distintas postbilida- des de confrontacién con Max Arcadio; y si acaso No seria mejor conversar con él en otro momento de su carrera. Quizés, en unos afios més, y después del desastre por venir, el viejo Arcadio habria reca- pacitado y podria ayudarlos. 2ero el perfil psicolé- gico del précer dictaba todo lo contrario: mientras mis viejo mas porfiado y egélatra se pondrfa. ‘Tena que haber alguna forma de evitar el lanza- ‘miento del Nautilus sin crear wa paradoja que no se pudiera amortiguar en los cinco siglos que faltaban para el comienzo de su misién. O quizas alguna para- doja que les permitiera, al menes, vivir para contarlo. La respuesta a todos estos dilemas iba camino asu cabeza, pero no alcanz6 allegarle del todo. La puerta de la habitaci6n se abris y por ella entraron 131 Max Arcadio y un par de gorilas que no podian ser otra cosa que sus guatdaespaldas. Ya no habfa @jércitos en el afio 3025. —Bueno, terminemos con esto de una vez por todas —dijo Arcadio e hizo un gesto que, si bien podfa parecer un poco teatral, era el que los gori- las mejor podfan entender como una orden bien definida. AdAA ‘Cuando Mondrian abrié los ojos hinchados por la golpiza de los gorilas esta vez, y vio a quien no podia ser sino su padre y Lidia en el suelo de la celda junto a él. Lo tinico que alcanz6 a decir fue: —Te dije que debfa de existir una policia secreta... Pero Lidia no le contest6, inconsciente como estaba. Capitulo VIE En el que finalmente las cosas se resuelven. O al menos se dan las pasos necesérios para que todo cambie de una vez y para siempre. Este capitulo incluye una aparicién especial de Diego Armando Maradona y el gran final (feliz?) de esta historia, —Fste hombre que esté aqui es tu tinica esperanza de que tu maldita nave vaya a algun lado —Mon- drian hablaba desde el suelo, juntando fuerza y saliva para ponerse de pie y escupir a Arcadio, en ese orden. —Tranquiiiilo —respondié Max Arcadio, que en su estado més relajado hablaba alargando las vocalles, las que tomaban un tono casi hipnotico—. A diferencia tuya, pergenio, yo soy alguien que respeta el continuo espacio-temporal y todo lo que ello implica. A tu padre nc le va a pasar nada, ahora tiene que ir a convencerlos a ustedes de que vengan a esta época y me regalen todos sus apara~ tos tecnol6gicos. De otra forma, ze6mo voy a con- seguir avanzar la tecnologia de mi época en siglos y volverme el hombre mas famoso de la historia? De un salto Max se puso junto al tumbado Aaron y se agaché para operar la consola de man- dos que sobresalia en el brazo izquierdo de su traje. 133, ~Ahora, iqué era lo que hacia este botén? —Un manto de energia de un tono verdoso cubrié el cuerpo del padre de Mondrian, quien, acto se- guido, procedié a desaparecer—. jListo! Todo en movimiento. Mondrian estaba ya de rodillas. Ponerse de pie Ie iba a tomar més esfuerzo de lo que pensaba. Por mucho que el gorila haya estado bajo el mando de una persona, su fuerza no era nada menor. Max Arcadio se le vino encima corriendo. —Pero, spor qué tanto apuro? —y le pegé una patada de lleno en todo el abdomen. Afortunadamente, Max Arcadio habia crecido en una época en que la violencia habia sido erradi- cada de las practicas humanas, por lo que su golpe no fue de lo més efectivo. Pero una patada es una patada sin importar que tan debilucho sea quien te la propine, y Mondrian volvi6 a caer al piso, perdiendo los pocos centimetros con que habia lo- grado incorporarse. —{Por qué no haces como tu compaierita que esté tan tranquila en el suelo? Algo tiene tu bio- logia que te hace mas resistente a estas descar- as. Imaginate el aporte a la ciencia que vas a ser. Quién sabe cuntos tratamientos con los que te cu- raron cuando nifio estaban basados en la diseccién de tu propio cuerpo. ;Qué locura, no? 134 —Una verdadera gracia —respondié irénico Mondrian. —Y todavia habla. Qué Fermosa cualidad. Aaj! la voz de Arcadio cambi6 por un chillido agudo cuando sintié un dolor subito atacindolo desde la espalda. Desde el piso, Lidia, que ro estaba ni tan in- consciente como aparentaba, le habfa mandado a Arcadio una descarga eléctrica con toda la reserva energética que le quedaba a su traje. El exfdolo se retorcié del dolor y, haciendo una contorsién, re- trocedié un par de pasos, pusocara de un toro em- bravecido y se lanzé contra ella en una embestida tan torpe como brutal. Lidia consiguié esquivarlo a duras penas, pero no pudo evitar caer al suelo, cansada como estaba de los golpes, los sedantes, del esfuerzo de haber fundido su cronotraje con esa tiltima descarga. —Mond, no tengo energfa para realizar otro salto temporal. Pasa a verme algtin dia, Arcadio no escuché nada de esto, cegado de fu- ria como estaba, pero si se percaté de que el bulto en el suelo habfa abierto la boca y se propuso pa- tedrsela hasta que no pudiera abrirla nunca més. Mondrian hizo algunos ajustes en su botonera al ver la electrificacién de Arcadio, pero, cuando vio que pateaba a Lidia dejé todo caleulo y se lan- 135 26 sobre él, las dos manos presionando las sienes, intentando llegar al cuello. Mientras lo tenia grité con toda la voz que habia acumulado en el ulti: mo minuto a la consola que tenia en su antebrazo inquierdo: —iMotores de extraccién! —Comando no reconocido —respondié el pilo- to automatico configurado con Ja voz de Christo- pher Lee, que sonaba especialmente robética para dar anuncios como este. Al parecer, junto con dejar de usar la botonera, los NAUTA no se habian mo- lestado en actualizar su software de reconocimien- to de voz. Arcadio aproveché este minuto de desconcierto para zafarse de Mondrian, y decizle: —Se acabé, Modric. Ya no tienes nada que ha- cer. Estés condenado y tu amiguita también. Esta es mi era, mi proyecto. Mondrian no podia dejar que pasara un segun- do més. Bastaba con eso para que Arcadio recupe- rara la compostura y el buen juicio, tras Jo cual se abrirfa la puerta de la celda y dejaria entrar a una horda de sus tecnogorilas o algo peor. Entonces se abalanzé sobre él, intent6 darle cabezazos en la sien una, dos, tres veces, pero Arcadio no cedia. Podrfa no saber mucho cémo pelear, pero era un hueso duro de roer. 136 En medio del caos era dificil determinar si, en el piso, Lidia estaba respirando o no. En eso Arcadio se separ6 de él y dijo: —diota, de todos los lugares para enfrentarme escogiste venir acé, donde yo mando, donde yo puedo hacer todo. —Todo menos viajar en el tiempo —Io inte- rrumpié Mondrian—. Es eso, verdad? Envidia. Es que el mundo no te dé pe-miso para hacer lo que quieres. Es saber que otras personas pueden cruzar los limites que te encierran. Tras todos estos afios, por fin alguien te dice cue no y tu reacciGn es esta, La envidia de un individuo insignificante, un pobre mediocre. No hay nada peor para un megalémano que ser tratado, en la misma tanda, de insignificante y mediocre. Cada vez més cerca de creerse toro, Max Arcadio no tuvo tiempo para pensar siquiera en sus gorilas y se encontr6, incluso para su sorpre- sa, cargando contra Mondrian con todo su créneo. Mondrian aguanté la embestida del improvisado minotauro, pues con ella gané un valioso segundo de acceso a su botonera. Extrajo uno de los célcu- Jos que habfa estado revisande y presion6 el botén de envio de informacién. De pura costumbre, dijo nuevamente: —Enciende los motores de extraccién. EL FINat DEL TEMPO Afuera el tiempo se comprimfa, intentando cerrarse sobre si mismo para parchar una herida infinita, La realidad agonizaba y se daba vueltas, como si alguien hubiera quitado el tapén ena tina del espacio-tiempo, Adentro de la crononave, Mondrian no ter- minaba de reponerse de la cormada que le habia intentado dar Max Arcadio, genio, futurista, re- putado filéntropo y ahora, candidato a bucéfa- Jo. Arcadio mismo parecta algo desorientado, pero bastante més licido de lo que Mondrian se esperaba. —Sorprendido, Modric? Esperabas que el viaje me matara. O que me estuviera revolcando en el piso, convulsionando de fiebre, vémitos y mareos. Se te olvida quiénes somos los Arcadio, Estos son los hombros que cargan con el mundo. Esta es la ‘cabeza que imagina el mafiana. No hay nada que no podamos hacer. Nada! Quizas el hecho de que la teletransportacion y el salto temporal estuvieran calibrados para Lidia, de ménor masa corporal, habia hecho que parte del cerebro de Max quedara fuera, porque el fun- dador de los NAUTA miraba todo a su alrededor con ojos desorbitados. Quizés su cuerpo no habia 138 resistido tan bien como crefa,o bien experimenta- ba algiin tipo de trauma desconocido. Mondrian aprovech6 los desvarios de su adver- sario para revisar las coordenedas de la crononave. Habian realizado un salto de elasticidad perfecta, que los habia llevado a escasas horas del Final del tiempo, apenas algunos minu:os antes del comien- zo de su misién, Mondrian tenfa poco tiempo para resolver esta situacién, en tantos niveles. Y Arca- dio seguia hablando: —

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