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Ve r ó n i c a J i m é n e z

N ada tiene que ver el amor con el amor


©Verónica Jiménez.
Registro de propiedad intelectual Nº 207.091

© Garceta Ediciones, 2015


Diseño de portada: Héctor Vilches.

Derechos exclusivos reservados para todos los países.


Prohibida su reproducción total o parcial, para uso privado o colectivo,
en cualquier medio impreso o electrónico, de acuerdo a las leyes Nº
17.336 y 18.443, de 1985.

Impreso en Chile
ISBN: 978-956-9562-13-6

Garceta Ediciones: www.garcetaediciones.cl


Contacto: garceta@garcetaediciones.cl

Se terminó de imprimir esta primera edición en Imprenta Salesianos,


http://www.salesianos.cl, el mes de septiembre de 2015.
Nada tiene que ver el amor con el amor
Uno se extravía, busca el alma en el cuerpo y el cuerpo en las
cenizas. Hasta que llega el punto en que los espejismos se hacen
patentes: un trozo de espíritu brilla sobre la piel, pero la imagen
procede de los ojos. Uno llega a saberlo y se rehúsa a enfrentarlo.
Así nace la cobardía.
Nada tiene que ver el amor con el amor
nada tiene que ver la sed con el agua que arrebata
ni la primavera con la flor que se desprende del tallo.
Son solo ejemplos.

El amor tiene que ver con la costumbre de mirarse a los


ojos repetidas veces
el amor tiene que ver con la costumbre
de buscar en los ojos contrarios el eco de un relámpago
o palabras amables tras las máscaras estrictas del silencio.

No tienen que ver con el amor las prolongaciones del estío


ni las hojas que se desprenden exhaustas de los árboles
ni las hojas que se aferran como gusanos de los árboles.
Es un ejemplo.

El amor tiene que ver con una casa aplastada por la lluvia
con habitaciones a oscuras y con charcos
con las tristes camisas aferradas al vacío del aire
con los chalecos sin destino empujados al fuego
con un par de ojos sofocados en su espejo.

El amor tiene que ver con la costumbre de mirarse a los


ojos repetidas veces
y atizar las llamas de los charcos repetidas veces
y alojar la lluvia en habitaciones oscuras repetidas veces.

El amor tiene que ver con huir de nuestras habitaciones

9
con fundar en el barro una nueva ciudad para guarecernos
con vestirnos en nombre del amor con una nueva
guirnalda de granizos
con detestar en nombre del amor los frutos y los árboles.

Nada tiene que ver el amor con el amor.


Nada tiene que ver el amor con las palabras que engendra.

10
Cuerpos contrarios

La luz es sedentaria, la oscuridad


nos empuja en cuatro direcciones
con la velocidad de la risa o del pánico.

Atrévete a cruzar cuerpos contrarios


aunque descubras que los pies
son el contrasentido de los pies
buscando veredas transitorias
en la noche. Ve y entra
en esos cuerpos
y si alguien pide que te detengas
en el momento en que tus manos
enumeran manos y cuanto has tocado
es ocupado por un viento vertical
no lo escuches, atrévete
a poblar surcos contrarios, como
el noctámbulo hace emigrar
cuanto ha tocado
hacia una luz que se derrumba
al apagar la lámpara.

11
Comprender de pronto
el lugar más propicio de la flor
la conmemoración exacta del pétalo
que se desgaja, cae y se desvanece
en un sueño ya sin sobresaltos.

La inanición del esqueleto


el crecimiento tenaz de las uñas
sin más propósito
que rasguños imaginarios en la madera.

La flor pierde las mieles que la humectan


la carne se repliega hacia el vientre de la nada.

12
Las visiones de la luz
sobre las solitarias estepas de la piel.

Bajo el mantillo
los ritos funerarios del amor
abren las hojas.

Una estrella moja a la otra


como antes al cuerpo rígido.

Aguas de dolor, tallo


desgajado.

13
Con luz de astros fabrica una linterna
para buscar bajo las cenizas
estatuas fijas o cadáveres en movimiento:

este es un brazo y yace colgado de la lámpara


estos son los ojos acostumbrados a mirar hacia adentro.

La boca arroja piedras al precipicio


y el cuerpo
se vacía de todos los nombres.

El cuerpo intenta entrar en lo que queda


cuando cesa el apareamiento de los astros.

14
La casa vacía como el cuerpo
provisto simplemente de fría oquedad:

manos amadas te confunden con la piedra


y en piedra esculpen un rostro: hielo, hálito y cal.

Cuerpo del que oímos hablar en la habitación:


lengua suspendida en una fracción
de tiempo y eternidad.

Estrellas en movimiento
constelaciones fijas.

El cuerpo intenta entrar en lo que queda


cuando cesa el apareamiento de los astros.

15
Agua momentánea la de estas manos
afluentes del muro
panteón de rostros que irrigan
un misterioso pulso de venas
y cristales líquidos.

Detención: la semilla
del tiempo cae sigilosa
sobre bocas y mejillas
sobre frentes hirsutas tocadas
tantas veces
derramadas en la piedra.

16
Para qué tanta luz
para qué si el cuerpo no cabe en el cuerpo
y en el desborde trabajan tempranamente
los metales de la oxidación.

La carne establece sus propias rutas para el extravío:


intentamos entrar en otro cuerpo
pero no cabemos en una misma mano
y no cabemos exactamente en un mismo pie.

Hacia el cuerpo retornamos y tropezamos.


El exceso rompe las alas de la desnudez.

17
Quién eres tú realmente
quién soy yo, si no sé decir
en qué cuerpo he buscado
las cartas ilegibles con que agrede la luz.

Tu boca que decía leer adónde irá


después de retirarse de mi mano
mi mano en qué torrentes habrá de diluirse
si no posee el abandono del agua.

Quién eres tú realmente


si entre ambos medias tú, pero distinto
y las cartas que descifras se oscurecen
y desprecian la forma de los cuerpos.

Entonces, quién soy yo


en qué me he convertido
en la sombra que ensaya su presencia ante la luz
no en la luz.

18
Cómo amé esas rodillas
los metales oxidados de la sangre
los finos huesos que sustentaban el cuerpo
ese cuerpo
que rondará aún en busca de aguas interiores
de corrientes internas que mitiguen el error.

El error de las manos que no caben en sí


y se buscan por los pies, por las costillas
y en el desborde caen al suelo:
esas manos
alimento equívoco sobre una piel voraz
que yo amaría ahora rechazar intactas.

19
Mares
Estoy mirando, oyendo,
con la mitad del alma en el mar y la mitad del alma en la tierra,
y con las dos mitades del alma miro el mundo.

Pablo Neruda
La derrota del mar

En las grutas marinas


días enteros te miré a los ojos
y no te conocía
y no me conocías.

Yorgos Seferis

Nosotros que tuvimos que pasar


por tantos puertos llenos de agitación
pernoctando en pequeñas lanchas
azotadas por la lluvia y por las olas
y que fuimos a un tiempo
alegres ebrios a bordo de cargueros sin destino
y silenciosos marineros abandonados en la bahía
nosotros que algún día soñamos en lechos
extensos como las velas de los barcos
y construimos un hogar sobre el viaje de las aguas
bendecidos por la música del mar en la noche
anclamos ahora en esta oscura rada
como náufragos arrojados a su suerte
vomitando espuma
con los pies enterrados en la arena
y la piel herida por la sal.

24
Los náufragos

Miro el mar desde la ventana


en un día de lluvia.

El agua se junta con el agua.

Luego mis ojos miran desde el centro de la tempestad


una ventana iluminada en la playa
y las olas me arrastran hacia altamar.

Solo la boya persiste.

//

Tu mano reaparece en la superficie


dos, tres veces, despidiéndose.

Siempre bromeas así, haciéndome llorar.

Volverás a salir cuando te canses


de dormir entre las algas
en el fondo misterioso y negro
de donde salen los viejos remeros
para llevarnos a la playa
a la isla de los náufragos.

25
//

Busco la esencia del mar


las corrientes que circulan por mi pelo
la frágil materia que se rehace
diluyéndose en las rutas olvidadas.

Por aquí pasaron los náufragos


persiguiendo un canto de sirenas
que decían sus destinos extrañamente.

Por aquí ha de pasar tu voz llamándome


y tu grito se entregará poseído
al rumor del agua.

//

Escucha mis palabras que el mar arrastra


son puñados de sal que recoge cada gota
son cristales que la noche sumerge en la potestad del agua.
Escucha tu nombre rebotar contra las rocas
con eco vagabundo mi voz viene a llamarte

a los acantilados, al murmullo de la espuma


al dominio de los náufragos del que intento librarte
cuando con cada ola apareces y desapareces.

26
La sangre de los tripulantes

Callamos escuchando el rumor del mar


creyendo oír sirenas de barcos que se acercan al muelle
como fantasmas envueltos en una bruma de espuma y
de algas.

Pero a esta isla perdida no llegará nadie


solo las aguas que tocan el fondo arriban con la luna
en un claro combate de olas que golpean las rocas.

Tampoco podemos marcharnos de esta orilla


un extenso dominio de contracorrientes nos detiene
perturbando la partida con sus aguas en desorden
extraviando las rutas que conducen a las tierras que
nunca pisaremos.

27
Postal de puerto

El filósofo González Pérez, estibador del sitio número tres,


examina con avidez los movimientos sensuales de la mar. Cada
gota de blanca espuma ha de portar un gramo del ese gran
secreto que estremece las aguas. El rugir de los motores de las
barcazas no le impide pensar en todos aquellos que tierra eran
y en tierra nunca se convertirán, porque corrieron un destino
innombrable de la mano de rubias diosas, mitad peces, mitad
mujeres comunes y corrientes.

28
Islas del sur

En una cabaña, a orillas de los rápidos del Baker, el hombre dejó


su inútil caña de pescar y se sentó al abrigo del fuego, mientras
la muchacha iba por el vino.

Oye, tú, Pablo, o como te llames, dime de quién es el espíritu


que hace saltar la botella de mis manos para quebrarla contra la
pared, inaugurando quién sabe qué cosa.

La luna, una esfera de plata sumergida en el agua, no oye la


súplica del hombre que la mira desde el umbral, porque debe
luchar contra la corriente del río para no dejarse ir.

29
Mares

Anochece
el cielo ahora está cambiando de color
y a poca distancia de la playa
aureolas de aceite dejadas en la superficie por las lanchas
engañan la vista de novatos cazadores de lobos.

Llingua, loma negra y silenciosa atestada de perros


vagabundos.
Arenas ásperas crujen bajo los pies del visitante
que va dejando tras de sí dos huellas de implacable
soledad.

La leña verde humea y la columna asciende hasta chocar


con la bandada
de aves marinas que realizan gimiendo su última ronda.

Es hora de rezar por los enfermos, los hambrientos y los


encarcelados
y también por los pescadores que fuman junto a frágiles
lámparas en altamar.
Al amanecer remontará las olas en dirección a otras islas
como el afligido que va juntando los trozos de un salmo
ya olvidado.

30
Los niños se meten al agua para sacar pelillo,
el mar está quieto, la marea baja.
Un perro se sacude junto a la cosecha
y un viejo lo espanta a gritos y a pedradas.

El visitante cierra los ojos y deja al sol golpear contra sus


párpados.
“Oh, Señor, sobre mí han pasado tus iras”.
Un cosquilleo recorre sus pies descalzos sobre la arena.

Cuando sube la marea los niños salen del agua


y se alejan arrastrando su sacos repletos de algas.

Para el océano mil años son como ayer y otros mil serán
mañana.
Las cenizas del día las aplasta el visitante con sus pisadas.

31
Las maderas crujen con el viento del norte
y el sol del crepúsculo se lleva los trabajos del día.

Un pescador saluda levantando una botella de vino


y cruza el cementerio rumbo a la quinta de manzanos:

cruces semihundidas, lápidas enterradas.


Poco a poco la oscuridad va borrando el nombre de los
muertos.

El visitante vacía en el ruido del océano sus pensamientos.


“Tus aguas me han cercado continuamente
y al amigo y al compañero de mí has alejado”.
La soledad se pega a la sal pero no se desvanece.

Cuando sube la marea a las tumbas las cubre el agua.

32
Más allá de los despojos de un lobo muerto
un camino pedregoso se abre en bajamar.
Las dos islas se tocan y entre ellas
la codicia inocente de las mujeres mariscadoras.

Hasta acá suben los rostros de los muertos


tironeados por estas manos marinas incansables.

Una boca desdentada ríe a punto de expirar


y un sol naranja es atraído por las insinuaciones
de un mar sospechosamente calmo, dicen los pescadores.

Pero el viento se revuelve y hace girar las aguas


alejando los malos presagios. Pese a esto
uno de ellos se deleita con su plática de agorero.

33
Y una cruz de plomo brota de pronto de la arena
lo que le hace pensar en cadáveres exhumados por las olas.

Es lo que ocurre. Es la marea subiendo con su fiebre salada


o son los cementerios que sucumben a orillas del mar.
Y todo es pasajero, pero siempre propenso a perdurar
como el océano que se adentra en las profundidades del
que mira.

La madre se persigna seriamente ante la cruz hallada


pero las dos niñas cavan una fosa en la playa
y se tumban con los ojos cerrados y muertas de risa.

34
Camino de San Juan, las huellas polvorientas nos hacen olvidar
cuán cercados estamos por el mar. Canciones rancheras,
conversaciones en voz alta, risas y gritos, transforman a la micro
en una fiesta ambulante. Cada tanto descienden las familias con
las provisiones para la semana: cajas, sacos de harina, atados de
leña comprados a los contrabandistas de madera nativa. Cuesta
abajo, el caserío aparece como una maqueta escolar cubierta de
polvo. Cada 24 de junio llegan por el canal cientos de pequeñas
embarcaciones adornadas con flores de plástico y estampas del
santo. Las mujeres, con los labios cubiertos de maquillaje, se
meten a la iglesia y comulgan ante el cura que visita el pueblo
una vez al año. Los restantes 364 días, San Juan es un laberinto
de pasadizos desiertos, pegado a un cementerio que se hunde.
Arribamos en la tarde, cuando las chimeneas de las cocinas
expulsan un estático humo negro. No somos de aquí. Ningún
pescador sale a recibirnos.

35
No se aman los paisajes por la vanidad de ser sus testigos,
sino por la forma en que se meten en el cuerpo inundando
las venas con su transparencia. Este mar, por ejemplo, desde
siempre ha estado destinado a insuflarnos el sentido de la
eternidad: una mirada es un instante, solo a condición de que
el pasado y el futuro pierdan el sentido que solemos atribuirles.
Los pescadores, por su parte, hace tiempo que aprendieron
a descifrar las aparentemente caprichosas ondanadas de las
corrientes marinas eternas. Son sus amantes.

36
Prendarse de los hombres que guían pequeñas embarcaciones
para transportar víveres a la isla es algo dif ícil de evitar. Uno
de ellos, particularmente hábil para sortear vientos contrarios,
suele hacer todo tipo de bromas en el momento de embarcar,
azotando el bote contra el muelle, con el objetivo de que alguna
“señorita” caiga sobre él. Luego, se hace a la mar y, dándose aires
de capitán de fragata, enciende el motor, se cala una boina y
prende el centésimo cigarrillo de la mañana. Con el mismo
buen humor, escupe a los salmones que logra avistar en el
agua y cuenta cómo esas pequeñas bestias han sembrado de
cangrejos el fondo marino. Al arribar a la isla, suele invitar a
las “señoritas” a sacarse las faldas, para que no se les mojen
al descender del bote. Su esposa celebra la ocurrencia con
abundantes carcajadas, tras lo cual él se entretiene contando
historias, mientras espera que baje la marea.

Las señoritas son: Amelia, hija de toninas y de jaibas


María, amansadora del viento
Carmen, pura inspiración marina ancestral
concebida en la noche de los brujos voladores.

37
Me inclino ahora que la marea se ha retirado
sobre los pasos del pescador muerto en la madrugada.

En la orilla la mujer pedía noticias del naufragio


y los sobrevivientes, acosados aún
por el aliento de las profundidades
arrastraban mudos sus pies por la tierra firme.

Ahora que he bajado hacia el canal


atraída por la caudalosa plenitud de la fosa marina
me inclino sobre las huellas del agonizante
y junto a los resucitados escucho el canto
de sirenas enlutadas girando alrededor de la barca.

En el mar anduvo
navegando cada noche sobre una tumba.

Cómo no pensar en esto, dádiva de peces,


si así se cobra el agua, si así la sal
y las olas batiéndose contra el abismo.

En la orilla pedregosa los rastros del difunto.

38
Soy el visitante y quiero fundirme con este horizonte de
neblina que aplaca las distancias entre el cielo y el mar. Sin
embargo, más allá del escenario en el que ensayo mi ejercicio
de disolución, un joven se aventura cinco millas al sur en busca
de la merluza y estropea mi tristeza con su temeridad. Aunque
soy el visitante, maldigo a la compañía pesquera que ha vaciado
de peces este mar y acompaño a su madre a organizar el rito
de la espera: una frazada, un termo con café y los estallidos
de la leña que abastece la fogata. El muelle está desierto, pero a
través de este aire neblinoso circulan los fantasmas de quienes
ya han perdido las fuerzas para hacerse a la mar y guardan en su
habitación los cardúmenes abundantes de la noche: nostalgia,
ira, miedo a volverse loco sembrando de pasos la arena. Yo soy
el visitante, y mis pequeñas ambiciones ondean como harapos
contra el cielo negro.

39
La sal en los pilares
y la oscuridad hundiéndose
sobre el manto del agua.
No hay nada que esperar.

Bajamos a la orilla y no nos reconocemos


bajamos a la orilla y estamos solos.

El muelle al anochecer
es semejante a un mástil después del naufragio
o a maderos flotando en medio de la corriente.
Y así pasan las horas, como un pez lento.
Hombre, no hay nada que esperar.

40
Lloré en la quinta de manzanos que queda junto al cementerio.
Unas gallinas salvajes picoteaban mis zapatos y mis pantalones.
Las ahuyenté con frutos pasmados y con ramas. En el horizonte,
la cruz de la iglesia ofrecía instantáneas con fondo de cielo
crepuscular. Tomé fotograf ías. Recorté el paisaje. Envidié a los
pescadores que fumaban y tomaban vino junto a los botes en
construcción. Soñé por un momento que mi destino era este
mar, que los hombres de la bahía eran mis amigos, que mi rostro
extranjero brillaba como un pez entre las redes que tejían sus
conversaciones.

41
Tendidos en la arena nos olvidamos del naufragio.
Toda la noche el pez de seda vertió su luz en medio de la niebla
y al amanecer
la hoz de plata recorre los campos marinos separando el
rocío de la sal.

Lloran las madres y las hermanas


y las viudas amapolas del cementerio
lloran y alumbran todo con la breve luz del llanto.

Nosotros que extendemos las redes


como semillas sobre la pulida superficie de las aguas
nos olvidamos del naufragio
y recibimos en la orilla los buenos días del mar
y la brazada de un nadador
que arriba a la playa con una perla entre los dientes.

42
Las palabras que terminan con ec o con ac pertenecen a una
lengua hace mucho extinta. Quenac. Chaulinec. Solo dos
palabras, cuántas más. Y no sabemos qué significan.
En Quenac, dos niñas juegan a fabricar guirnaldas con ramas y
flores silvestres. La chicha se vierte desde un balde a una jarrita
y el cielo se pierde en la oscuridad del bosque.
En Chaulinec, los animales del cielo estallan en un canto que
alimenta el fuego sobre el que se asan las papas de finas raíces
de plata.
Quenac, Chaulinec. Pronuncio esos sonidos dentro de la
cáscara hueca de estos días. Como si alguien fuera a oírme.
Tus pasos se pierden, botero de antaño, en los horizontes
traducidos por la lejanía.

43
Palabras hexagonales
Buscaba palabras hexagonales
en el límite de alambre del silencio.

Gellu Naum
Palabras hexagonales

Y era el llanto de las procesiones de la infancia


lo que le daba sentido a las rodillas.
Eran las manos buscándose debajo de las sábanas
la bolsa para cazar mariposas lo que les daba sentido.
El viento en la ventana anunciaba la presencia del mundo
la oscuridad de los pasillos nos rompía los ojos cuando niños
el diablo tal vez escurriéndose por debajo de las puertas
su fetidez alcanzaba a los perros en el patio y los enloquecía.
El puño se persignaba entonces sobre la boca.
Todo así era sentido.
Dedos y labios al encuentro, mano de la mano
carne de la carne que crecería desvestida
dentro de la fina corteza intacta de los cuerpos infantiles.

48
Despierto soñando con el fruto maduro del almendro
las cáscaras estallan cuando se hincha la semilla
y en reguero se esparcen sobre el suelo húmedo del patio.

Los niños miran todo desde el otro lado de la reja


sus ojos son ratas inquietas, las veo alejarse, correr
hacia el fondo oscuro de los lunares de mi blusa
hacia la falda que gira y se convierte en un plato.

Despierto soñando con el fruto maduro del almendro.


Todo me alcanza. El vestido es esta piel y mis manos
buscan a tientas brazos o piernas en la oscuridad.
Mi hermana duerme, dice cosas sin sentido
y se abraza a mí.

49
Enciendes la leña, como quien se hunde en un sueño
y entre las llamas puede ver
azorados campos en los que el trigo estalla
y frente a la madera que arde vuelve a sentir
bocanadas de viento tibio empujando los cuerpos al verano.

Cuando el muchacho cabalga bajo el sol


sobre las llanuras corre también el hombre
que como quien se hunde en un sueño
permanece ajeno al desorden de la ciudad
y mira sin hablar
a los que serían sus pequeños campesinos
y a quienes para siempre sobraría calor.

Enciendes la leña y en el fuego escancia


el mutismo de un rostro
que extrae para sus hijos
las brasas originales del silencio.

50
No me devuelvas cuando me lleves contigo
y entre flores de naranjos caminemos hacia el río bautismal.
No me entretengas en la risa de los muchachos
en sus pechos lisos que no saben amamantar
en sus dedos que nunca aprendieron a ensortijar cabellos
de criaturas que se rinden al agua entre sollozos.

Pero no.

Déjame estar entre las maldiciones


tejiendo desde ahora un traje inacabable
para el que vendrá al hueco compasivo de mis manos.
No permitas que prediga el futuro
en los hilos que se encadenan y crecen
hasta formar mantas teñidas de tierra seca.
Una pequeña piedra arrojada contra el viento soy.
Déjame caer. Hazme liviana.

51
Script de la memoria
Solo porque insisto en empujar a escena
a ciertos antiguos personajes
tendrían derecho a odiarme los que olvidan.

Pero han de amarme los viejos silenciosos


y los niños que se lanzan a la playa
a la caza de tesoros
porque ellos han vivido, como yo
el estremecimiento que precede a las resurrecciones.

(Desde luego, y desde otra perspectiva


la memoria es solo comparable
a un cadáver pestilente).

52
En cuanto a mí
tengo todo un cementerio a la mano:
narices rotas, bocas,
manos que exhalaban distintos grados
de calor, como seres vivientes,
voces ¡cuántos tonos de voces!
y, sobre todo,
un montón incoherente de imágenes
que le dan a esa otra vida
un cándido aspecto de película
mal dirigida y mal actuada.

53
Ellos me amaban
ellos me odiaban
y yo, Abelcaín que destripa
su paloma hecha de jaulas,
les lanzaba patadas
y luego les besaba la boca.

Y ellos me cobijaban
bajo el calor de sus alas heridas
para que quemara la vergüenza
y curara la envidia
lamiéndoles el corazón.

Entrañables dioses
a los que debo incontables sacrificios.

Alá quiera que no me hayan olvidado.

54
Recorro a veces este túnel
con mi antorcha que lanza
llamas como graznidos
en espera de que surjan de las paredes
los claros habitantes que yo busco.

Entro en este túnel casi a tientas


palpándoles los huesos que dan música
pidiéndoles siquiera un signo
de orientación.

Cómo no me van a oír.

55
Llegué a las puertas de la ciudad
para buscar vestigios
de los que por aquí tuvieron que pasar.
Me senté a la berma del camino
con los pies hinchados y las orejas frías
y pregunté a quiénes quisieron escucharme
por Luis, por Virginia
por Emelina que siempre hablaba con las estrellas
y repasaba interminables oraciones
hasta el amanecer.

56
Emelina, Virginia,
la fotograf ía elude transformarse
en copia exacta
y yo no he logrado retener nada
de los miles e importantísimos detalles
de meses y años
con tantos gestos
y ahora el cansancio
de internarse en el cráneo
en busca de migajas.

Virginia, Emelina
estos trazos negligentes
ejecutan demasiado bien
su tarea de desmemorizar
y yo debo rescatar del aire las sombras
tallar en rocas gastadas por el sol
lamentarme por todas esas canciones
que no supe guardar bien.

57
Marina llega con la lluvia
Estremecida junto ti como en un sueño
no olvido ni recuerdo.
Canta el invierno y yo aparto de las otras
palabras recién nacidas:
las que arrojamos bajo el arco del dolor
por donde las dos pasamos temblando
las que tejí en tus alas
para que ordenases con tu vuelo
el barro circundante
la soledad caótica que desampara.

La noche es una lámpara y vierte


en un soplo el aceite de los adioses.
En mi sueño pluvial gritan las sombras.
Los hitos implacables del porvenir
vienen y van como comparsas
como tibias tempestades en un mar sin sal
pirámides del llanto.
No recuerdo ni olvido.
Enhebro la aguja convulsa
que me descose de tu cuerpo
para que te recoja la tersa
trashumancia del día.


Espéranos en tu orilla
lluvia que está en la lluvia
míranos cómo estamos

58
ve cómo caemos en esto
una permanente presa del tiempo
esto que es la vida.

Tú avanzas entre algodones, crees ver el sol


y de pronto te sorprende una paletada de aire
y este vacío
amoblado con instrumentos de tortura.
Tu sangre se desprende de un círculo
para entrar en otro
como en un abismo intenso y palpitante.
Tú avanzas mientras el tiempo retrocede
y la génesis del candor se retira de la estría.

Pájaro de fuego, libéranos
de tus raíces frenéticas.

Tus manos se aferran a una esquina de la sábana


a una punta del destino.

La lluvia franquea el remanso de mi sueño


arrastra la corriente de otros días y canta
blanqueando el pozo negro de la tarde.

59
Yo sueño con una niña enredada en el aire.

La lluvia canta en el corazón de la semilla


escarba la tierra y arranca raíces: palabras
recién venidas.

Hija de la lluvia, detente


dentro de mis ojos, examina el fuego
tus visiones como llamas
colman mi sueño, un sol
de raíces doradas
sube por tu espalda,
mi mano se vacía sobre tu cuerpo
quiere cobijarte
niña que vienes de lo pleno
a lo que te falta.

Antes de ti, vino mi madre a tenderse en mi costado


su cuerpo encendió en mi sangre
una hoguera de premoniciones
mi madre se alojaba en mí
yo era su isla
hasta mí llegaba un mar adormecido
pero mis pies ardían.

60
Yo estaba colmada de mi madre
duplicaba sus caminos
me arrastraba como una sombra
por sus orillas.
Ella extendía sus ojos hacia mí
y en una visión de fuegos fugaces
te recostabas tú también, reunida
savia de nuestras miradas.
Yo ardía sobre el rostro de mi madre
me soñaba niña que teje naufragios
trazaba caminos sobre el agua
para llegar a ti, raíz anticipada
hondo viaje simultáneo
en mi cuerpo deshabitado.
Ahora mi madre se vierte nuevamente en mí
yo soy su fragua
abrazo lentas pupilas que se reúnen
en una luz que arde.

Yo sueño con una niña enredada en el aire.

Esto
no es un poema. Tú avanzas en un mar
de aguas revueltas
la lámpara se voltea nuevamente
y el fuego se derrama

61
tus ojos tan aptos para mirar dentro de mí
encienden fogatas lejanas.

El fuego define contornos de agua


gotas se desgranan en un fondo
de columnas que se abren como brazos
en un cielo ornamental, vacío.

Yo busco palabras hexagonales


un prisma se abre sobre la página, falta
quien escriba los pasos restantes.

Tus manos adormecidas sobre mi pecho


abren y cierran mis libros.

El centinela de nuestro sueño es un dormido.

62
Miserere
Dios está arriba, el hombre abajo;
Dios es Dios, el hombre es el hombre;
cada cual a lo suyo, cada cual en su casa.

Poema africano
Tumba de María

El demonio echa su aliento sobre este jardín


de hiedras rezumantes plantadas por José
hasta secar de un soplo
el rocío de la muerte.

Miserere.

Tendida sobre la grama busco la hebra perdida


de la eternidad, la casa de los difuntos,
el sonsonete claro de su desalojo.

Sabemos donde naces, sueño,


por eso hemos de mirar hacia atrás
para recoger la antorcha que dejaste
camino de las pedrerías.

68
Unción del padre enfermo

Soy el odio derribando las puertas de tu casa.


Ese era mi sueño
estas tus escaras de agonía y tu ilusión de paz:
un trato nauseabundo para burlar al tiempo
para cantar por debajo de la música y romper
los nudos de una advocación.
Aquí es donde vivías, de modo que este era tu hogar
y así es cómo se edifica tu día final, con salmos
y con aguas de liturgia sobre las almohadas.
Te ves como un ángel hundido entre algodones
un viejo buitre blanco que picotea el aire
consumido por la fiebre.
Protestas
porque el demonio recorre los pasillos
y se sienta en la silla que te estaba reservada.

Escuchas un batir de alas, así es como se cierne


la cera de tus huesos.

69
Custodia del ángel malo

Vino la mosca
posó su armadura en la ventana
el brillo de tul bordado de sus alas
se pegó en mis ojos.

Mamá corrió los velos


aisló tu jardín de porcelana.

Había diversos seres


a la hora de visitas:
también vino la muerte
zumbó como un planeta
en torno de la cama.

La mosca gris
voló y acezó sobre mi pelo
una murmuración sagrada.

Los santos abandonaron


el dintel de la puerta.

La divinidad arrojó una pedrada:


las cuentas del rosario
son los 59 suspiros del ahorcado.

Nos despreció de este modo


el dios de los gentiles.

70
Abrí entonces la ventana
para que escapara tu aliento
aprisionado entre las gasas.

La mosca, reina de burlas,


ahora lo sé, debí matarla.

71
Ensalmos

Cada noche salen ratones de debajo de la cama y le comen


los calzoncillos a San José. Pobre bruto, no lo dejan tranquilo
las desgracias desde que aceptó criar a un niño tallado en una
rama. Eso cuenta San Pablo, a quien la turba viste de escupitajos
cada vez que sale por este mundo a convertir herejes. Como
un diablo abandonado duerme bajo un puente, sin pan y sin
hospicio.

Regia calaña enfundada en los harapos del misticismo.

Otros hay dados a la jarana. Un día van donde Dios y le piden


permiso para armar fiesta. San Pedro manda a buscar chicha y
vino. Santa Rosa salta al ruedo, bailando como un volantín. A
San Antonio se le cae la baba cuando ve a Santa Clara ensayar
un pasodoble con San Juan, quien le lanza a modo de amenaza:

Mis versículos son balas de artillería.

La abuela los mira ensalmada mientras enciende las velas


del hacinado altar. Desde el yeso pintarrajeado de sus rostros
emergen centelleantes dádivas que ella guarda en secreto.
Cuando le incumplen, los vuelve hacia la pared. Pero la mayoría
de las veces les ofrenda un llanto abundante, acompañado de
sendas murmuraciones:

Que al echar albahaca se espanten


el león y el basilisco.

72
Que a la casa adonde fuere
no le caigan rayos ni piedras.
Que si tengo que huir sea
invisible a mis seguidores.

Lava lo manchado, gobierna el eje, enciende el hielo.


Vengan de mi mano, mis santos enjaezados,
no yerren el camino.

73
El beso

Cuentan que dio la señal a los soldados


de que iba a besar al maestro: filein, en griego.

Pero al acercarse a Jesús para rozarlo con los labios


lo hizo en forma afectuosa, katafilein,
como si hubiese besado a su amante.

Luego, dio un paso atrás y con expresión de orgullo


esperó a que el Mesías fulminara a la soldadesca:
que sus huesos extranjeros ardieran como zarzas
que sus armas labradas con sangre fueran pulverizadas
esperó a que el maestro ostentara con arrogancia su poder
y estableciera el triunfo de los oprimidos sobre la tierra.

74
Palabras redobladas

Sepan, mis queridos hijos, que los soldados que me prendieron


fueron cien; me dieron en el rostro ciento seis bofetadas; me
levantaron del suelo por los cabellos veintitrés veces; fui
angustiado y atormentado ciento setenta veces; me dieron mil
seiscientos setenta y seis azotes atado a la columna;

caí en tierra desde el huerto de las Olivas hasta la casa de Anás


siete veces; tropecé en el camino del Calvario cinco veces;
derramé ciento dieciocho mil doscientas gotas de sangre; me
dieron veinte puñadas en la cara; fui herido treinta y dos veces
en las piernas; tuve diecinueve heridas mortales, setenta y ocho
llagas mayores; mil picadas de espinas soportó mi cabeza; me
molieron a puntapiés ciento cuarenta veces;

suspiré ciento nueve veces;

extendido sobre la Cruz me escupieron setenta y tres veces; los


que me seguían del pueblo fueron doscientos treinta; tuve mil
ciento noventa y nueve llagas cárdenas; fui tirado y arrastrado
por la barba setenta y ocho veces; los que me llevaron atado
fueron tres;

y era uno solo el demonio, quien


sentado sobre un urinario
dirigía a la canalla
con azotes de sus siete lenguas.

75
Traslado de restos

En círculo, alrededor de la urna abierta a fuerza de palancas


de diablitos, la miramos yacer con los brazos cruzados sobre
el pecho.

Hacemos un recuentro de sus cosas: solo los zapatos resistieron


el peso del encierro y los vapores de los que hoy se protegen los
sepultureros con pañuelos atados a la altura de la nariz.

Su nariz se alzó altiva y entró de pronto en el mismo aire que


nosotros respirábamos.

El sol del mediodía la iluminó desde otro puerto. La luz quiso


que los huesos se reunieran. Los dispersó la oscuridad.

Y entonces, como un cometa que despierta para emprender la


ruta del destierro, volaron con el viento las partes de su cuerpo
y vestimentas que ya eran ceniza.

76
Estas casas en las que se curva la tristeza
como un ciervo que ofrece el cuello al sol maduro del
poniente
estos nichos atados a las nubes
residencias de frágil factura que suplican al viento
estas brazas que quieren huir
estas lluvias que claman hundirse en arroyos de agua negra

nunca perecen.

Es verdad que la muerte conserva el amor


aunque toma el corazón y lo deja sobre las piedras
como un pez golpeado.

Y rehúsan los huesos a ser bendecidos


a erguirse con el soplo de nuestra depravación
a saltar desde sus barcas penetradas por la sal de nuestro aliento.

77
Poemas crucificados en la pared
80
María comentaba las noticias

Que dice Reinaldo Huentequeo


Que corría de boca en boca
Que la harina estaba subiendo de precio todas las semanas
Que había que reparar el techo del gallinero Que unos
dirigentes sindicales campesinos habían desaparecido de
sus casas Que el techo de la bodeguita también se goteaba
Que se había visto cadáveres flotando en el río Pilmaiquén
Que el cerco de la huerta
se estaba cayendo de podrido
Que el patrón del fundo vecino
aún no ha venido y no había
nadie a quién pedirle un anticipo
Que el serrucho apenas cortaba
Que había que trabarlo y afilarlo
Que los carabineros recorrían
los campos en las camionetas

de los dueños del fundo
Que el astil del hacha estaba
por romperse
Que había que ir al monte
a buscar palo de luma
para repararla
Que no pensaba huir
porque nunca le había hecho
mal a nadie
Que si me fuera qué sería de ti
Que estará de dios que sucedan

estas

cosas.

81
82
Hospital Makewe

Llegaron a las ocho


a la casa de Sergio
Catrilaf y solo
por pedirles el permiso
de allanamiento
los carabineros
le dieron un balazo
a mi padre.

La cobardía de los carabineros


y yo sin poder moverme
me pusieron la escopeta
a treinta centímetros
Sonaron disparos y fui golpeado y subido Ay, tratamos
y salí para ver al carro policial. de curarle las heridas.
cómo se llevaban
a mis primas Ay, sangreado intensamente Cuando volvieron
y dejaban baleado a mi padre dos litros de sangre enrollados fui a pedirles explicaciones
y golpeada y pateada en el pantalón a una distancia de cuatro metros
a mi tía Luisa. dolor intenso me dieron dos tiros y caí.
gritando, casi llorando.

Antes de bajarme me esposaron


apenas me sacaron
cuatro perdigones
(y el caballero de los rayos
había visto diecinueve).

En ningún momento pude


tener el brazo libre.

No conocemos el tipo
de persona que es
si es violenta o no
sin conocerme
dijo la enfermera
tú eres el que anda
quemando camiones.

Ay, yo eso nunca lo haría


me dedico a la hortaliza
y a estar bien con mi familia.

83
84
Praderas de Chol Chol

me sacaron los zapatos para interrogarme


me sacaron al patio descalzo entre tres y
me tenían en un rincón y me decían que yo
había quemado yo les decía no y les decía
algo y me decían estás puramente mintiendo
y me volvían a meter en el calabozo
después me iban a buscar otra vez y me llevaban a otro
rincón del patio me torcían los brazos y me decían que cooperara con la justicia
luego me volvían a meter en el calabozo me sacaban fotos me filmaban después
me sacaron otra vez y me encerraron en el baño que estaba cerca del calabozo
ahí quedé con uno solo me empezó a palmetear en la cara eran como seis o
diez personas que me tenían castigándome venían unos después de otros y
así me encerraron como tres veces en el baño era un baño chico y una vez
trajeron como una maquinita no sé bien lo que era pero tenía unos cables y
me la mostraban y me dijeron usted sabe lo que es esto yo tenía mucho miedo
tiritaba me decían que hablara o me iban a fundir en la cárcel y mi familia la iba
a pasar muy mal corre peligro me decía uno yo vivo con mi mamá y papá ellos
son personas mayores mi mamá está enferma me decían que iban saliendo
a mi casa y que iban a amarrar a mi mamá la iban a esposar y a mi papá igual
después me llevaron nuevamente a otra esquina del patio y uno alto me puso
un rodillazo en el estómago yo no aguantaba más después llegó un crespo de
pelo largo que parecía como periodista porque andaba con
cámara y me dijo que hiciéramos un trato
que no me iba a pasar nada si nombraba a
dos o tres personas te vas altiro para tu casa
nombré a mi primo Ernesto no sabía a quién
nombrar entonces me dijeron que iba a entrar
a una sala y que tenía que decir eso y nombrar
a más y más gente me pasaron unos zapatos
que no eran míos y me hicieron pasar en el
fiscal y ahí me mostraron fotos y me hicieron
reconocer a la fuerza personas que yo nunca
he visto ni siquiera conozco me hicieron firmar
muchos libros ahí cualquier cosa que yo quería
decir me interrumpían y me decían que teníamos
un trato y yo obligado me humillaba y un

85
carabinero me dijo que tenía que firmar
Comunicado a la UPI

El mapa es la presunción de un territorio:


un hombre derriba árboles y una porción del tendido eléctrico

el mismo instala barricadas en cinco rutas


que conducen al bypass de la ciudad

el mismo vigila mientras otros


atacan a pedradas un bus

todo esto simultáneamente


y con el fin de impedir
el accionar policial?

No se puede detener
el peso de la realidad:

Donde dice imputado arden los ojos


y eso es un incendio.

El territorio no cabe en el mapa


aunque esto ocurre
en alguna zona
de lo que llamamos país.

86
El mapa no es el territorio

En Pitrufquén
mientras tocamos
la corriente, mientras
alguien nos cuenta
que en el río Toltén lavaba la india su chamal, las líneas
de la vida y del corazón son borradas por el agua.
Así es como la historia se diluye
iluminada por una mancha amarilla
un sol ancestral cuyo símbolo
cartográfico es un disco en el cielo
que se proyecta sobre
la vaga idea de un territorio
que alguien aplasta
con una palabra.

87
88
Un mapa del año viejo

Cartografías de una realidad


a mano alzada desde una oficina
de redacción: noticias para después
de almorzar, el conflicto de estas
personas contra el Estado (en la boca
las palabras aplastan cosas).
Fuera de esto, los destinos turísticos de la oferta rural de la
Araucanía: cocina tradicional, lentejas en olla de fierro, economía
de emergencia a expensas de la curiosidad del visitante, bien
intencionada, sobra decirlo. Cartografías para trazar el mapa
incendiario en la “zona del conflicto”, de este modo y no de otro
el nuevo año comienza, aunque el diario nos lo muestra según
el mapa del año viejo en Temuco y en Angol, en Victoria y
Curacautín, aunque falta, sobra decirlo, un sistema de símbolos
para hacer visible lo que ocultan las palabras.
Palabras desprovistas de inocencia:
imputados, delitos, formalizados,

abstracciones con las que se modela
una clase de realidad con letras
de imprenta. Imaginar, entonces,
un pequeño desorden en las líneas
telefónicas, un llamado que pida,
por favor, tienes a mano la ratificación
del documento de la ONU, debes
tenerlo por ahí, y mientras lo buscas,
sácate las palabras de la boca y escucha:
norche, kimche, kvmeche, newenche:
los puntos cardinales de una cartografía
espiritual: persona correcta, persona
sabia, persona bondadosa, persona
valiente, todas las cosas que
aplastamos con las palabras, que aplastan
ustedes, insomnes colegas, desde una oficina
urgente de redacción tal como los pies
pisan y marchitan la hierba.

89
ÍNDICE Nada tiene que ver el amor con el amor

Nada tiene que ver el amor con el amor............................ 9


Cuerpos contrarios........................................................................... 11

Mares............................................................................................................ 21
La derrota del mar............................................................................. 24
Los náufragos....................................................................................... 25
La sangre de los tripulantes........................................................... 27
Postal de puerto.................................................................................. 28
Islas del sur............................................................................................ 29
Mares....................................................................................................... 30

Palabras hexagonales....................................................................... 45
Palabras hexagonales........................................................................ 48
Script de la memoria........................................................................ 52
Marina llega con la lluvia................................................................ 58

Miserere..................................................................................................... 65
Tumba de María................................................................................. 68
Unción del padre enfermo............................................................. 69
Custodia del ángel malo.................................................................. 70
Ensalmos................................................................................................ 72
El beso..................................................................................................... 74
Palabras redobladas........................................................................... 75
Traslado de restos.............................................................................. 76

Poemas crucificados en la pared............................................. 79


María comentaba las noticias...................................................... 80
Hospital Makewe............................................................................... 82
Praderas de Chol Chol.................................................................... 84
Comunicado a la UPI....................................................................... 86
El mapa no es el territorio.............................................................. 87
Un mapa del año viejo..................................................................... 88

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