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HISTORIA A

Amero 6 0

EL PAGANISMO
TARDÍO Y JÜUARO
EL AIOSTATA
,
Esta historia obra de un equipo de cuarenta profesores de va­
f im m ,
rias universidades españolas pretende ofrecer el último estado
,
de las investigaciones y, a la vez ser accesible a lectores de di­
HISTORIA versos niveles culturales. Una cuidada selección de textos de au­
, ,
tores antiguos mapas, ilustraciones cuadros cronológicos y
orientaciones bibliográficas hacen que cada libro se presente con
°^MVNDO ,
un doble valor de modo que puede funcionar como un capítulo
del conjunto más amplio en el que está inserto o bien como una
ANTÎGVO monografía. Cada texto ha sido redactado por. el especialista del
tema, lo que asegura la calidad científica del proyecto.

25. J. F ernández N ieto, La guerra 44. C . G onzález R o m án , L a R e­


del Peloponeso. pública Tardía: cesarianos y
1. A. C aballos-J. M . S errano, 26. J. F ernández N ieto, Grecia en pompeyanos.
Sum er y A kka d . la primera m itad del s. IV. 45. J. M. R oldán, Instituciones po­
2. J. U rru ela , Egipto: Epoca Ti- 27. D . P lácido, L a civilización líticas de la República romana.
nita e Imperio Antiguo. griega en la época clásica. 46. S. M ontero, L a religión roma­
3. C . G . W ag n er, Babilonia. 28. J. F ernández N ieto , V. A lon­ na antigua.
4. J. U rru ela , Egipto durante el so, Las condiciones de las polis 47. J. M angas, Augusto.
Imperio Medio. en el s. IV y su reflejo en los 48. J. M angas, F. J. Lom as, Los
5. P. Sáez, Los hititas. pensadores griegos. Julio-Claudios y la crisis del 68.
6. F. Presedo, Egipto durante el 29. J. F ernández N ieto , E l m un­ 49. F. J. Lom as, Los Flavios.
Imperio N uevo. do griego y F Hipa de Mace­ 50. G. C hic, La dinastía de los
7. J. A lvar, Los Pueblos del M ar donia. Antoninos.
y otros movim ientos de pueblos 30. M . A . R a b a n a l, A lejandro 51. U . Espinosa, Los Severos.
a fines del I I milenio. Magno y sus sucesores. 52. J. F ernández U biña, El Im pe­
8. C . G . W agner, Asiría y su 31. A. L ozano, Las monarquías rio Romano bajo la anarquía
imperio. helenísticas. I: El Egipto de los militar.
9. C . G . W agner, Los fenicios. Lágidas. 53. J. M uñiz Coello, Las finanzas
10. J. M . B lázquez, Los hebreos. 32. A. L ozano, Las monarquías públicas del estado romano du­
11. F. Presedo, Egipto: Tercer Pe- helenísticas. II: Los Seleúcidas. rante el A lto Imperio.
nodo Interm edio y Epoca Sal­ 33. A. L ozano, Asia M enor he­ 54. J. M. B lázquez, Agricultura y
ta. lenística. minería romanas durante el
12. F. Presedo, J. M. S erran o , La 34. M . A. R abanal, Las monar­ A lto Imperio.
religión egipcia. quías helenísticas. III: Grecia y 55. J. M. B lázquez, Artesanado y
13. J. A lv ar, Los persas. Macedonia. comercio durante el A lto I m ­
35. A. P iñero, L a civilización he­ perio.
lenística. 56. J. M angas-R . C id, E l paganis­
mo durante el A lto Imperio.
14. J. C . Berm ejo, E l m undo del ROMA 57. J. M. S antero, F. G aseó, El
Egeo en el I I milenio. cristianismo primitivo.
15. A. L ozano, L a Edad Oscura. 36. J. M artín ez-P in n a, El pueblo
58. G . B ravo, Diocleciano y las re­
16. J. C . Berm ejo, E l m ito griego etrusco.
form as administrativas del I m ­
y sus interpretaciones. 37. J. M artín ez-P in n a, L a Rom a perio.
primitiva.
17. A. L ozan o , La colonización 59. F. Bajo, Constantino y sus su­
38. S. M ontero, J. M artín ez-P in ­
gnegtf. cesores. La conversión del I m ­
na, El dualismo patricio-ple­
18. J. J. Sayas, Las ciudades de Jo- perio.
beyo.
nia y el Peloponeso en el perío­ 60. R . Sanz, E l paganismo tardío
39. S. M o n te ro , J. M artínez-P in-
do arcaico. n a, La conquista de Italia y la y Juliano el Apóstata.
19. R . López M elero, E l estado es­ igualdad de los órdenes. 61. R. Teja, La época de los Va-
partano hasta la época clásica. 40. G. Fatás, E l período de las pri- lentinianos y de Teodosio.
20 . R . López M elero, L a fo rm a- meras guerras púnicas. 62. D. Pérez Sánchez, Evolución
ción de la democracia atenien­ 41. F. M arco, La expansión de del Imperio Rom ano de O rien­
se, I. El estado aristocrático. R om a por el Mediterráneo. De te hasta Justiniano.
21 . R . López M elero, La fo rm a­ fines de la segunda guerra Pú­ 63. G . B ravo, E l colonato bajoim-
ción de la democracia atenien­ nica a los Gracos. perial.
se, II. D e Solón a Clístenes. 42. J. F. R odríguez N eila, Los 64. G. B ravo, Revueltas internas y
22. D . Plácido, C ultura y religión Gracos y el comienzo de las penetradones bárbaras en el
en la Grecia arcaica. guerras civiles. Imperio i
23. M . Picazo, Griegos y persas en 43. M .a L. Sánchez León, R evuel­ 65. A. Jim énez de G arnica, La
el Egeo. tas de esclavos en la crisis de la desintegración del Imperio R o­
24 . D . Plácido, L a Pentecontecia. República. mano de Occidente.
WmWum
HISTORIA
^MVNDO
A ntîgvo

ROMA
Director de la obra:
Julio Mangas M anjarrés
Catedrático de Historia Antigua
de la Universidad Com plutense
de Madrid)

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Pedro Arjona

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este libro, ni su tratam iento
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Los Berrocales del Jaram a
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ISBN: 84-7600 274-2 (Obra completa)
ISBN: 84-7600 699-3 (Tomo XXV)
Impreso en GREFOL, S.A.
Pol. II - La Fuensanta
Móstoles (Madrid)
Printed in Spain

Indice

Págs.

Introducción: Alcance y significación del paganism o tardío ................. 7


1. La com plejidad pagana .............................................................................. 7
2. Algunas consideraciones acerca de las fuentes ................................... 10

I. Aspectos principales de las relaciones paganism o-cristianism o ... 15


1. Conversión e ideología cristiana ............................................................. 15
2. La persecución del paganismo hasta Juliano el A póstata ................. 19
3. Juliano el Apóstata y la libertad de cultos ............................................ 23
a) Juliano, el cristianism o y la cultura p a g a n a ..................................... 23
b) La política reform ista del em perador Juliano .................................. 27
c) La reform a religiosa .............................................................................. 29
d) Las m edidas contra el cristianism o .................................................... 32
e) La muerte del paganism o como ideología del E s ta d o ................... 34
4. La reacción cristiana frente al paganismo ............................................ 36
5. Teodosio y el Imperio Cristiano .............................................................. 42

II. La pervivencia del paganismo ................................................................. 45


1. Principales causas de la pervivencia pagana ........................................ 45
2. Dioses y cultos ............................................................................................ 47
3. Las festividades paganas............................................................................. 49
4. Ocultismo, adivinación y m a g ia .............................................................. 51
5. El sincretism o cristiano ............................................................................. 54

B ib liografía............................................................................................................... 59
El paganismo tardío y Juliano el Apóstata

Introducción: Alcance y significación del


paganismo tardío

Una cita del historiador cristiano Eu­ que las fuentes aparecen escasas, con­
sebio de Cesarea (//. E., II, 4) señala fusas la m ayor parte de las veces y de
que en un lugar cercano a Jerusalén gran parquedad, determ inando de esta
se daban cita gentes de todas las na­ manera sensiblem ente su estudio.
ciones, judíos, paganos y cristianos
con el fin de invocar cada uno de
ellos a sus respectivos dioses, sacrifi­ 1. La com plejidad pag an a
car y efectuar ritos comunes, convi­
viendo juntos y produciéndose de esta Un trabajo de J. Zeiller acerca de la
manera el intercam bio de ideas, usos term inología em pleada por las fuen­
y hábitos. Hechos de este tipo junto tes cristianas para designar al paga­
con una serie de factores políticos y nismo, nos inform a de la com plejidad
socioeconóm icos, dificultan el estu­ del mismo. En ellas éste aparece co­
dio del m osaico variado de creencias mo algo propio de los habitantes de
que conform an el paganism o tardío, los pagi o aldeas (de donde deriva el
así como del cristianism o. Sin duda el término paganism o), propio de ám bi­
enfrentam iento ideológico no estuvo tos rurales, atrasados culturalm ente y
exento de puntos de contacto que ter­ en oposición a las directrices ideoló­
minaron por transform ar sistemas, gicas surgidas de la ciudad, de la ci­
dogmas y ritos. Frente a la desapari­ vilización y la cultura. El paganismo
ción y el ocultam iento de ciertas for­ es todo aquello que se opone a la or­
mas religiosas, la p ervivenda de otras todoxia cristiana y que puede venir
muchas se acompaña de una asun­ englobado en una term inología muy
ción por parte del cristianism o de la variada: error, idolatría, superstición,
herencia pagana, aún más clara si ad­ gentilidad, herejía, magia o adivina­
mitimos con R. Mac M ullen (1984) ción, incluyéndose de esta forma dog­
que la conversión en una parle consi­ mas, m itos, ritos, desviaciones dentro
derable de los casos consistió en un del seno del cristianism o y los más
proceso de adopción de la realidad variados principios filosóficos.
dada y de obediencia al nuevo dios, Esta falta de hom ogeneidad obliga
sin que ello im plicase el abandono de a tener en cuenta los diversos siste­
las antiguas creencias. Esta com pleji­ mas y particularism os locales, de m a­
dad se acentúa desde el momento en nera que mientras en algunos lugares.
8 Akai Historia det Mundo Antiguo

se puede hablar de una rápida cristia­ fuerte población cristiana, convivien­


nización de la población, otros m u­ do con un entorno geográfico em i­
chos siguieron apegados a los anti­ nentem ente pagano y la existencia pa­
guos cultos hasta bien entrada la ralela de im portantes pensadores e in­
Edad Media; m ientras para ciertos telectuales cristianos como Agustín,
grupos como los senadores romanos Ambrosio o Prudencio y paganos co­
hay una fuerte resistencia al abando­ mo Libanio, Juliano y Amiano M ar­
no de la tradición, im portantes m iem ­ celino. Huelga, pues, cualquier filia­
bros de las élites políticas y económ i­ ción concreta del paganismo tardío,
cas se cristianizaron y consideraron el pues su variedad afectaba a todo tipo
paganismo como propio de clases de personajes y lugares, desde las éli­
menos favorecidas o de etnias m argi­ tes políticas hasta los estratos más ba­
nadas. Aún más, tenem os casos como jos de la población, a libres y escla­
el de la ciudad de Antioquía, con una vos, hom bres y mujeres, así como a

Vaso en ágata de fines del siglo IV


Las asas son representaciones del dios Pan
El paganismo tardío y Juliano el Apóstata 9

las diversas etnias. En este sentido es la muerte. Todo ello se complica si


altam ente significativo el canon 14 tenem os en cuenta el auge que cobra­
del Concilio de Narbona del año 589 ron en la Antigüedad tardía una serie
cuando señala: “ ...que si fueren halla­ de sectas que, si bien en ocasiones
dos algunos hombres o mujeres adivi­ son tratadas como heréticas, forman
nos de los que dicen que son agoreros parte del legado pagano, fundamen­
o sortílegos en casa de algún godo o talm ente ciertos grupos gnósticos y
rom ano, sirio, griego o judío, o si al­ maniqueos. Estas fundamentan sus
guno se atreviera de ahora en adelan­ dogmas en complicados sistemas filo­
te a consultar sus engañosos cánticos sóficos que culm inan en un politeís­
y no quisiere acusar esto publicam en­ mo encubierto y participan en rituales
te... Y aquellos que llenos de esta surgidos directam ente de cultos an­
maldad echan suertes y adivinaciones cestrales que las integran en el con­
y engañan al pueblo con sus prevari­ glom erado de creencias y grupos per­
caciones, donde quiera que sean ha­ seguidos, pudiendo las fuentes en
llados y halladas, sean libres o sier­ ocasiones estar aludiendo a ellas al
vos o siervas, sean duramente azota­ denunciar ciertos actos, independien­
dos en público y vendidos y su precio temente de ataques mucho más direc­
repartido entre los pobres.” tos sobre los que estamos relativa­
Estamos muy poco informados mente bien informados. Finalmente,
acerca de las creencias paganas a par­ las alusiones a la adivinación y la m a­
tir del siglo IV, a pesar que coexistie­ gia que cubren la parte más importan­
ron religiones indígenas con cultos te de nuestra docum entación, pueden
oficiales rom anos, religiones orienta­ abarcar las más diversas creencias,
les o nuevos sistem as como el gnósti­ siendo im posible singularizar desde
co y el m aniqueo. Indudablem ente el m om ento en que son consideradas
contamos con m ayor número de datos actos de brujería y oscurantistas. En
acerca de los grandes centros religio­ ellas se pueden englobar actos reli­
sos del momento y sobre todo de ám ­ giosos que se intentan erradicar, así
bitos urbanos, porque son aquellos como supersticiones consideradas an­
con los que nuestras fuentes se en­ tisociales, sirviendo en muchas oca­
cuentran más en contacto. En el caso siones estas acusaciones como im por­
de un desconocim iento de los fenó­ tantes factores de lucha política y de
menos que se denuncian, se tiende a represión social. En consecuencia, su
generalizar o a incluir la enorme di­ estudio tendrá que tener en cuenta
versidad de cultos de carácter telúri­ otros aspectos distintos al de la sim­
co, astral, acuático o vegetal en la ple persecución religiosa.
adoración a animales, fuentes, montes Por otra parte la persecución del
y bosques. Algo sem ejante podemos paganism o y las medidas legales y
afirmar de las referencias a sacrifi­ m ateriales tom adas en relación con
cios, ofrendas, festividades, idolatría, los centros de culto tuvieron conse­
oraciones y demás actos rituales que cuencias im portantes. Prim ero se
pueden adscribirse a cualquier tipo de produjo un trasvase de las m anifesta­
religión; sobre todo cuando sabemos ciones religiosas de los edificios y
que muchos de ellos persisten aún demás lugares religiosos hacia los es­
cuando las creencias hayan desapare­ pacios abiertos, menos controlables, o
cido, por tradición o porque se trata al ocultism o en casas privadas y con­
de actos sociales que dan coherencia ventículos; paralelam ente asistimos a
a los grupos, o se relacionan con eta­ un im portante cambio en la topogra­
pas tan im portantes de la vida de los fía religiosa y a una transform ación
individuos como el nacim iento, el del espacio sagrado al pasar al culto
matrimonio, la prosperidad, la salud o cristiano la m ayor parle de los anti­
10 Akai Historia del Mundo Antiguo

guos centros paganos. En segundo lu­ choud, B. Altaner, A. M om igliano, A.


gar se produjo la desaparición de los Alfoldi) han venido a coincidir en
antiguos colegios sacerdotales y de que la m ayor parte de ellas pertene­
aquellos personajes en relación con cen a los ámbitos cristianos, quedan­
los cultos oficiales, asumiendo sus do las paganas en sensible inferiori­
funciones individuos que eran autén­ dad numérica. Si tenemos en cuenta
ticos especialistas de aquellos ritos de el com prom iso ideológico adquirido
los que las com unidades no pueden por los pensadores cristianos frente a
prescindir, aprendidos y transmitidos cualquier otra forma de pensamiento
a través de generaciones y que en las y su postura como representantes po­
fuentes suelen aparecer tratados como líticos, podem os entender que ciertas
magos, encantadores, augures y otros inform aciones hayan llegado a noso­
muchos térm inos peyorativos. A su tros deform adas por ignorancia, ocul-
lado, en una gran cantidad de ocasio­ tam iento de datos, interpretación y
nes, estos actos son ejecutados por sincretism o de los fenómenos con­
sacerdotes cristianos en los que el le­ tem plados, cuanto no manipulados al
gado del paganism o está todavía la­ ridiculizarlos o presentarlos como un
tente. peligro social. Su denuncia carece de
En definitiva, el paganism o tardío objetividad en muchos casos, adole­
tiene que ser contem plado a través de ciendo de un carácter propagandístico
sus más variados aspectos y de los y form ativo, tendente a crear las ba­
factores políticos, económicos y so­ ses del Imperio Romano Cristiano y a
ciales que hicieron posible el cambio conseguir la conversión de sus ele­
ideológico a través de un lento proce­ mentos. Pero esto mismo nos ha lega­
so que com enzó a principios del siglo do un caudal im portante de inform a­
IV con C onstantino y que sólo pudo ción que permite analizar los puntos
culm inar tras la creación y consolida­ más im portantes de contacto entre
ción de los reinos bárbaros. Su com ­ cristianism o y paganismo.
plejidad nos mueve a analizar aquellas La patrística ha dado figuras rele­
prácticas y dogmas que perduraron vantes tanto para Occidente como en
con m ayor arraigo y que oscurecen el Oriente: los tratados contra las here­
panoram a general del momento, así jías de Atanasio de Alejandría y su
como aquellos aspectos que im preg­ Discurso contra los gentiles, los dis­
naron más fuertem ente al cristianis­ cursos y epístolas de Gregorio de Na-
mo, creando fenóm enos como el del cianzo, la obra de Juan Crisóstomos,
culto a los santos, la proliferación de el tratado antiherético de Filastro de
las prácticas m ágicas, el ocultismo y Brescia y las epístolas de Paulino de
la superstición. Ñola, como los más importantes y
fiel reflejo de una élite cristiana pro­
vincial que detenta los más altos car­
2. Algunas consideraciones gos dentro de la organización ecle­
acerca de las fuentes siástica. Y a su lado la relevancia de
los escritos variados de Agustín de
Está fuera del com etido del presente Hipona quien por ser hijo de cristiana
trabajo el hacer una tratam iento ex­ y pagano y por las estrechas relacio­
haustivo de los m ateriales con que nes que tuvo con el paganismo y los
contamos para el estudio del paganis­ círculos m aniqueos del Norte de A fri­
mo a partir del siglo IV, pero ello no ca, es una fuente fidedigna y de pri­
evita exponer ciertas, cuestiones que m era mano sobre todo en su Ciudad
me parecen significativas. de Dios, Confesiones y Diálogos. En
Los estudios más importantes acer­ el círculo próxim o a Agustín y tam ­
ca de las fuentes literarias (F. Pas- bién relacionados con los principales
El paganismo tardío y Juliano el Apóstata 11
centros filosóficos, se encuentran Je­ Turin para Italia y de Martín de Braga
rónimo y Ambrosio. El primero, de o Dum iense para la Península Ibérica,
origen dálmata, fue uno de los gran­ auténticas obras de denuncia y de­
des fundadores de m onasterios en la mostrativas del amplio arraigo de cre­
Antigüedad, además del continuador encias y prácticas en el Occidente en
de la Crónica de Eusebio y el autor amplios estratos de la población. La
de una serie de epístolas que nos Crónica de Hidacio para Hispania, la
ofrecen un panoram a bastante com ­ Historia de los Francos de Gregorio
pleto de la sociedad de su tiempo. de Tours y el testimonio del obispo
Ambrosio fue el tutor, como obispo Salviano de M arsella en su De guber­
de Milán, de Valentianiano II y tuvo natione Dei com pletan el panorama
bastante influencia en los círculos po­ con obras con un carácter fundam en­
líticos en época de Graciano y Teodo- talm ente sociopolítico que aportan
sio, siendo su correspondencia un vi­ excelentes datos acerca de la religio­
vo exponente de la realidad religiosa sidad en el siglo V.
y de las relaciones paganism o-cristia- Las fuentes paganas son escasas y
nismo entre las élites políticas e inte­ además van desapareciendo a medida
lectuales. Al lado de todos ellos, el que avanza el siglo IV, teniendo un
poeta Ausonio, nacido en Burdeos y periodo de auge en época de Juliano
preceptor del em perador Graciano con elem entos relacionados con el
(amigo de im portantes paganos como círculo de am istades del emperador.
el senador Sínmaco y cristianos como Ejemplos son los Discursos del retor
Paulino de Ñola) y otra serie de auto­ de Asia Menor, Temistio, y los escri­
res laicos, como el poeta de origen si­ tos del médico privado de Juliano,
ciliano M aterno, autor de una obra Oribaso, que fueron una de las fuen­
sobre los errores de los paganos y el tes principales del historiador Euna-
posiblem ente hispano Prudencio, pio quien sería muy utilizado por his­
quien con su himno a los mártires o toriadores más tardíos. Con validez
Perislephanon y los poemas sobre el para la época julianea están el Brevia­
origen del mal (Hcimariigenia) y rio del historiador pagano Eutropio,
Contra Symmaco aparece como uno quien participó en la campaña contra
de los más claros exponentes de la Persia, el de Rufo Festo y los datos
propaganda cristiana contra el paga­ aportados por M agno de Carras, reco­
nismo. Son también im portantes las gidos en la obra del escritor bizantino
crónicas de Orosio y de Sulpicio Se­ M alalas, pasando después todos ellos
vero, que cubren bien los aconteci­ a ser fuentes im portantes del historia­
mientos religiosos más importantes dor del siglo VT, Zósimo. Un sentido
del siglo IV y fenóm enos religiosos mucho más propagandístico tiene el
tan im portantes como el Priscilianis- panegírico a Juliano de Claudio Ma­
mo a la persecución del paganismo en mertino, pero a la vez aporta datos
Galia, muy bien reflejada por el últi­ importantes acerca de la obra del em ­
mo autor en sus Diálogos y la vida perador. El Epítome sobre los Césa­
que compuso del santo. res del africano Aurelio Víctor que
A partir del siglo V aportan tam ­ term ina en 388 resulta poco intere­
bién datos interesantes las Crónicas o sante para nuestro trabajo, pero no así
historias eclesiásticas del constanti- Las Saturnales del filósofo y gramáti­
nopolitano Sócrates, de Sozomeno de co latino M acrobio, en la que se dibu­
Gaza o de Teodoreto de A ntioquía e jan los aspectos más variados de la
im portantes libros de cabecera para el vida religiosa y la sociedad de finales
estudio del paganism o tardío, como del s. IV y V, en relación con esa im­
son los sermones del obispo Cesáreo portante festividad pagana.
de Arlés para la Galia, de Máximo de Pero, sin lugar a dudas, el mayor
12 Akal Historia del Mundo Antiguo

del Oriente, relacionado con los más


im portantes pensadores cristianos y
paganos y amigo del emperador Julia­
no, es un claro exponente en sus dis­
cursos, declam aciones y epístolas de
las preocupaciones paganas. La obra
de Juliano es muy rica en detalles,
conservándose más de 150 epístolas,
discursos, escritos de carácter satírico
como El Banquete, Los Césares o el
Misopógón (enem igos de la barba) y
ensayos de carácter filosófico como
el dedicado a Helios, a Cibeles, con­
tra los filósofos cínicos y contra los
G alileos, a través de los cuales se va
dibujando un panorama bastante ex­
tenso de pervivencias paganas. No
obstante, como restaurador del paga­
nismo oficial, debe ser tratado con
cuidado en algunas de sus afirm acio­
nes, pues pueden pecar de subjetivi­
dad. Amiano es el auténtico cronista
de su época, apegado a la idea de m o­
narquía pagana y tradición romana,
tal como defiende él mismo a lo largo
de su res gestae. Nacido en Antioquía
hacia el 330, acompañó oficialm ente
en sus campañas a Juliano y tuvo
tam bién im portantes contactos con
los em peradores cristianos, lo que le
llevó a acusaciones feroces contra al­
gunos hechos, sobre todo en su perse­
cución al paganism o, y a poner como
paradigm a político al propio Juliano.
Hércules y la Hidra de Lerna Pese a ello podemos aceptar una co­
sobre una placa de bronce, (siglo IV) herencia en su obra y un mínimo de
objetividad que le llevó a atacar in­
cúmulo de datos lo tenem os gracias al cluso ciertas acciones de Juliano y a
senador rom ano Sínm aco, el filósofo la denuncia de actos crueles y postu­
Libanio, el em perador Juliano y el ras fanáticas.
historiador Amiano M arcelino, lodos Los docum entos de carácter jurídi­
ellos paganos y contem poráneos. El co emanan directam ente del poder
primero se m anifiesta como gran de­ político y eclesiástico y, por lo tanto,
fensor de la tradición pagana a través presentan de nuevo un claro subjeti­
de su gran núm ero de epístolas y sus vismo unidimensional. Aunque son
enfrentam ientos ideológicos con em ­ caudales de inform ación muy directa,
peradores y obispos, aportando inte­ adolecen de dos vicios: un intento de
resantes detalles sobre la vida de la hom ogeneizar las distintas prácticas y
élites políticas y de los cultos oficia­ creencias y la paralela parquedad en
les y privados. Libanio, filósofo de las inform aciones, pese a ser el expo­
Antioquía y profesor en algunos de nente más claro de las preocupacio­
los centros de cultura más im portante nes, fricciones, incapacidades y con­
El paganismo tardío y Juliano el Apóstata 13

tradicciones (oscilando entre la in­ no desde el siglo VI. A su lado, las


transigencia y la tolerancia) de los ór­ actas conciliares y sinodiales, que en
ganos de poder. Su estudio es posible m uchas ocasiones han pasado a in­
gracias a los grandes corpus jurídi­ fluir en los decretos imperiales y de
cos como el Código Teodosiano, obra las que existen excelentes com pi­
de Teodosio II y el Código de Justi­ laciones como las de C. J. Hefele, Ch.
niano, válido para el imperio bizanti­ de Clercq, C. M unier y en concreto

S. Porfirio en la cúpula de la iglesia


de San Jorge en Salónica, (c. 400 d.C.)
14 Akal Historia del Mundo Antiguo

para la Península Ibérica la de J.V i­ de un cierto gusto por temas, mitos y


ves. Todos estos cuerpos teóricos fue­ escenas de carácter pagano claro. Esta
ron la base de una posterior perse­ pervivencia fue mayor en los territo­
cución m aterial sancionada por las le­ rios rurales, donde se dependía más de
yes, que no se produjo sin la existen­ los gustos y creencias de los clientes y
cia de altibajos que venían a depender se escapaba más fácilmente al control
de coyunturas políticas concretas. de los sacerdotes cristianos, tal como
Tenemos también im portantes res­ vemos en un trabajo de J. M. Bláz-
tos epigráficos y num ism áticos que quez y J. González Navarrete sobre
nos informan acerca de la cristianiza­ mosaicos hispanos de esta época.
ción de los m ismos, desapareciendo En cuanto a los edificios para el
con rapidez sím bolos y advocaciones culto se produce una paulatina des­
paganas. Los grandes corpus de ins­ trucción de los m ismos, así como de
cripciones como el CIL y Dessau, así estatuas, aras y altares, con la poste­
como los num ism áticos de H. M at­ rior construcción de iglesias, reutili-
tingly, C. N. Sutherland y J. P. C. zando los m ateriales anteriores. De
Kent dem uestran que la función polí­ ahí que conozcam os antiguos centros
tica y la oficialidad de este tipo de religiosos paganos gracias a los res­
fuentes las hace depender de talleres tos que conservan los edificios cris­
controlados por las autoridades y que tianos. Estas transform aciones fue­
pronto cristianizan las antiguas fór­ ron sustanciales en los centros urba­
mulas y escenas paganas. Ahora las nos, aunque relativam ente detectables
monedas aparecerán en general con (X. B arral), pero hay que contar con
símbolos cristianos y los epígrafes que, tanto en la ciudad como en el
anteriorm ente dedicados a los dioses cam po, desconocem os todavía dónde
vienen a verse suplantados por aque­ se encontraban em plazados la m ayor
llos que conm em oran dedicaciones de parte de los santuarios de la A nti­
iglesias o deposiciones de reliquias güedad. Por otra parte hay que tener
de santos en los centros de culto. So­ en cuenta que incluso m uchos de los
lamente, como verem os, será una ex ­ edificios paleocristianos fueron pos­
cepción el breve reinado de Juliano, teriorm ente derruidos y vueltos a
en el que se constata un resurgim ien­ construir con una m ayor am pulosi­
to de los antiguos m odelos, aunque dad, pudiéndose haber perdido docu­
breve y con un carácter muy limitado. m entación im portante. A m anera de
Algo sim ilar se puede afirmar de ejem plo yo m ism a he podido consta­
los restos artísticos y arqueológicos, a tar en las excavaciones de Halluscha,
medida que los centros de producción capital del antiguo reino hitita en
comienzan a depender de elem entos Asia M enor, cóm o se levantó un
cristianos y esta tem ática inunda los iglesia en época paleocristiana sobre
distintos ámbitos. Con ello se pierde las ruinas de un antiguo tem plo p a­
una de las principales fuentes de estu­ gano, para volverse a reconstruir en
dio, pues las representaciones artísti­ la Baja Edad M edia, junto con un
cas han sido siem pre im portantes do­ m onasterio, conservándose en esta
cumentos para el estudio de la reli­ última construcción inscripciones pro­
giones en la Antigüedad. Algunos cedentes del tem plo hitita y restos de
estudiosos (G. Bovini, W. Dorigo A. piedra esculpida de la prim era fase.
Grabar, N. Duval, P. Brown) han de­ Este tipo de hechos han sido denun­
fendido la pervivencia de gran parte ciados en los trabajos de E. Male y
de la antigua sim bología pagana en el M. V icllard para la Galia, y los de­
arte cristiano en general y de la mu si- tectam os fácilm ente a través de los
varia, pintura y escultura, así como la restos arqueológicos en las distintas
existencia todavía entre los cristianos partes del Im perio.
El paganismo tardío y Juliano el Apóstata 15

I. Aspectos principales de las


relaciones paganismo-cristianismo

Los contactos ideológicos encierran versal no sólo presentó sus principios


formas muy variadas y abarcan un como los únicos válidos y útiles para
periodo extenso de tiempo que nos el com ún, sino que se rechazó cual­
obliga a considerar tanto los distintos quier otra actitud, valor, idea o con­
mecanismo generados para la erradi­ cepto. Entonces se transm itió esta re­
cación del paganism o (institucionales alidad a partir de un im portante apa­
o populares, continuos o esporádicos, rato propagandístico que evitaba a su
acoso político y socioeconómico o to­ vez la posibilidad de una contrapro-
lerancia), cuanto el fenómeno de las paganda.
conversiones (espontáneas, por coer­ Lo que había comenzado con una
ción, buscando beneficios) y de la re­ fuerte exaltación de los principios
sistencia pacífica o violenta que per­ cristianos se amplió paulatinam ente a
mitía o dificultaba la convivencia en­ una eficiente labor entre los círculos
tre los grupos. Las bases ideológicas más privilegiados de la sociedad,
y jurídicas fueron las desencadenan­ aquellos que podían hacer posible la
tes del cambio, pero éste varió en in­ legitim ación del cristianism o y su
tensidad y eficacia en relación con in­ adopción como única religión del Im ­
dividuos, com unidades y territorios perio. A partir de este momento, el
concretos. El problem a consiste en la recién nacido estado Rom ano-Cristia­
im posibilidad de determ inar el alcan­ no desplegó una importante actividad
ce del mismo basándonos exclusiva­ desde los distintos ámbitos político y
mente en las fuentes con que conta­ religioso que vemos reflejada teórica­
mos. mente en los principales pensadores
del siglo IV. P. Brown (1981), F. Pas-
choud y R. M ac M ullen (1980) resal­
1. Conversión e ideología tan fundam entalm ente la obra de
cristiana Agustín, La Ciudad de Dios, como
síntesis final en la que Iglesia y Esta­
El fundamento de la persecución fue do son los dos puntales de lo humano
la creación de una teoría político-reli­ y lo divino. El Estado se convierte así
giosa capaz de sancionar los actos en corresponsable de la vida religiosa
que de su creación pudieran derivar­ de sus súbditos, en el encargado del
se. Cuando esta ideología vino a re­ m antenim iento de la fe y en el princi­
presentar los intereses concretos del pal sustento político y económico de
sector dominante, su categoría de U ni­ la Iglesia. Esta a su vez responsabili­
16 Aka! Historia del Mundo Antiguo

za al monarca de sus actuaciones, des­ m edidas en principio no abarcaban a


de el m om ento en que él mismo reci­ los paganos, lo cierto es que éstos só­
be sus poderes de Dios y puede incluso lo pudieron dejar sus bienes a los he­
aparecer divinizado en sus acciones, rederos directos y a partir del año 415
tal como vemos en los Panegíricos a se les cerró también la posibilidad de
los em peradores. Para los teóricos actuar como jueces o detentar algún
cristianos en el nuevo Estado no cabe cargo en relación con el servicio im­
la heterogeneidad religiosa, sólo la perial (C. 77?., XVI, 10, 21), aunque
Universalitas cristiana, y el destino veremos cómo siguieron siendo im ­
de las distintas ideologías al final vie­ portantes en los distintos campos de
ne a depender exclusivam ente de la la adm inistración y el ejército, m ien­
paciencia y de la liberalidad de sus tras no se produjo la cristianización
dirigentes. Con ello se hacían com u­ total de los mismos. Las graves lesio­
nes estos principios a todos aquellos nes de carácter político y económico
que participaban directam ente del influyeron sin lugar a dudas en la
aparato de estado o de los círculos conversión por coerción o interés de
próximos a los em peradores, motivo estos grupos más influyentes de la so­
por el que vemos la facilidad con que ciedad.
se identificó el paganism o con la trai­ Esta teoría política la vemos em a­
ción y la infidelidad a los gobernan­ nar igualm ente de los cánones conci­
tes. De esta forma se sentaban las ba­ liares, sobre todo a partir del Concilio
ses para la cristianización inmediata de Nicea, de 325, en que el poder po­
de las élites de quienes dependía en lítico, representado por Constantino,
m ayor o m enor forma el resto de la estuvo presente. Los concilios más
población. Delaciones y agentes espe­ im portantes, que tenían su sede en
cializados en la vigilancia del orden ciudades como Cartago, Milán, Cons-
interno disponían de los medios de tantinopla o Laodicea, sentaban las
coerción suficientes com o para agili­ bases de actuación que después se se­
zar el trasvase de individuos im por­ guían en los provinciales, incluso una
tantes hacia la nueva religión, tal co­ vez ya instaladas las distintas m onar­
mo se contem pla en las leyes (C. 77?., quías bárbaras, y marcaban las pautas
VI, 27, 1-23 y IX, 1, 14). Las penas de persecución del paganismo y la
materiales, terriblem ente fuertes, que herejía. Con ello se convertían a su
conllevaban sobre todo ciertas prácti­ vez en un apoyo incondicional del
cas paganas como la adivinación y la Estado e incluso de las actuaciones
magia, fueron tam bién un importante civiles de sus soberanos. He defendi­
medio de conversión de los grupos do en uno de mis trabajos (1985) có­
más poderosos. Desde el instante en mo sirvieron de sanción y legitimi-
que fueron consideradas como delitos zación de los gobiernos que les sus­
contra el estado, las penas podían tentaban, centrándom e en el ejemplo
abarcar desde la ejecución y la tortu ­ concreto de los monarcas visigodos,
ra, hasta la confiscación de bienes, el con lo cual corroboro teorías ya sur­
pago de fuertes m ultas y el destierro gidas para etapas anteriores en im por­
(C. Th„ XVI, 5, 1-40; IX, 16, 1-8 y tantes estudiosos como A. Η. M. Jo­
X, 3, 13). Además para los miembros nes o J. M atthews. Las penas que
de ciertas sectas se dispuso muy tem ­ em anaban de los mismos tenían tam ­
prano la im posibilidad de testar o se bién un carácter mixto, fundam ental­
les vedaba cualquier participación en mente la de la excomunión. Ésta da­
cargos políticos y la posibilidad de ñaba directam ente todos los ámbitos
efectuar transacciones com erciales y de la vida de un individuo, le privaba
contratos (C. 77/., XVI, 5, 1-65; 8, 2- de derechos jurídicos, sociales, eco­
16 y 9, 19-26). Aunque estas mismas nómicos y políticos y le suponía el
El paganismo tardío y Juliano el Apóstata 17

alejamiento de cualquier actividad


pública, convirtiéndole en un ser anti­
social y m arginado, cuyo destino que­
daba en manos de la Iglesia, la única
que podía otorgar el perdón. Al afec­
tar a cualquier escala social, es lógico
que fuera temida por aquellos más
priviligiados, incluidos emperadores
y m onarcas, teniendo como claros
ejemplos el de Teodosio I ante Am ­
brosio y los reyes visigodos ante los
padres conciliares. Además otras m u­
chas penas m enores podían enrarecer
las relaciones entre los individuos co­
mo fueron las prohibiciones contem ­
pladas en el Concilio de Elbira (es.
15, 16, 50 y 78) y de Cartago del año
397 (c. 12) que anatem izaban el m a­
trim onio entre cristianos, paganos,
herejes y judíos, así como el adulterio
entre estos grupos, y el que los cris­ Moneda de Honorio. Gabinete de Medallas,
tianos participasen con judíos y paga­ Biblioteca Nacional de París
nos en cerem onias privadas.
La conversión de las élites del Im ­ mente iglesias, fenómeno este último
perio fue el objetivo inmediato de la que ha sido bien estudiado para la Pe­
Iglesia porque con ello se influía en nínsula Ibérica por C. Fernández Cas­
las distintas capas de la población tro. Ejem plos concretísim os tenemos
gracias al sistema de patrocinio, tan en los cánones del Concilio de Elbira
extendido en el mundo tardío. Como (40 y 41), de Arlés (año 442 c.23), III
nos reflejan las obras de Salvino de de Toledo (c.15) y Narbona (c.14), en
M arsella, Libanio y los cuerpos ju rí­ los que se hace directam ente respon­
dicos, una parte muy considerable de sables a los señores de los actos paga­
la población urbana y rural, tanto en nos que lleven a cabo sus esclavos y
Oriente como en Occidente, había ca­ colonos y en las quejas de Ambrosio
ído de esta forma en la dependencia {ep. 118), Agustín (ep. 89) y el papa
de nobles laicos y eclesiásticos, a Gregorio {Regla, 1,3) acerca de la
cambio de un amparo jurídico, econó­ existencia de un gran número de gen­
mico y militar, en un claro momento tes arrastradas al cristianism o por la
de inestabilidad en todos los sentidos, fuerza.
como bien defienden L. Harmand, M. En correspondencia con ello se
Pallase y A. Déléage. J. M. Blázquez pueden entender los fenómenos de
(1985) resalta las consecuencias reli­ apostasia, una vez resquebrajados los
giosas del proceso cuando im portan­ m ecanismos de presión, cuyos ejem ­
tes nobles cristianos, como Melania, plos más convincentes son el reinado
Paulino de Ñola, Martín de Tours, de Juliano -co n la consiguiente devo­
Ausonio y Prisciliano, influyeron so­ lución de las libertades religiosas- y
bre las creencias de sus dependientes el momento inm ediatam ente posterior
o construyeron m onasterios y hospi­ a la llegada de los pueblos bárbaros,
tales en sus territorios para atraerse a fenómenos ambos que tendremos que
su población, destruyendo los tem ­ tratar con más detenim iento, así como
plos o recintos paganos existentes en las más variadas afirmaciones en las
sus fincas y construyendo paralela- fuentes y para todas las épocas sobre
18 Akal Historia del Mundo Antiguo

Penalización del paganismo cadenas, los entreguen a sus señores,


siempre que sus dueños prometan, me­
«No para castigo de los delincuentes, sino diante juramento, que ellos los vigilarán
para terror no imponemos por este nues­ tan cuidadosamente que no les sea posi­
tro decreto la pena de muerte, sino que ble en adelante cometer tal crimen. Pero
avisamos a los adoradores de los ídolos, si sus dueños no quisieran recibir bajo su
a los que veneran las piedras, a los que palabra a los mencionados reos, entonces
encienden antorchas, y adoran las fuentes serán presentados delante del rey por
y los árboles, que reconozcan cómo se aquellos que les impusieron el castigo,
condenan espontáneamente a muerte, para que la dignidad real tenga libre facul­
aquéllos que hacen sacrificios al diablo. tad de donarlos; y los dueños de ellos, a
Pues el diablo lleva el nombre de muerte, los que habiendo sido denunciados los
conforme a lo que está escrito acerca de errores de tales siervos, hayan diferido el
él: "Y será su nombre muerte." Y por lo castigo, sufrirán la pena de excomunión, y
tanto, todo sacrilego de idolatría, y cual­ sepan que perdieron todo sus derechos
quier cosa en contra de la santa fe, que sobre aquel siervo, al cual no quisieron
los hombres necios, esclavizados por el castigar. Y si fueron acaso personas libre,
diablo practican, por intervención del obis­ las que estuvieron complicadas en estos
po o del juez, donde quiera que se descu­ errores, serán castigadas con la pena de
briere alguno de estos sacrilegios, sea excomunión perpetua, y enviadas a un se­
arrancado de raíz y una vez arrancados, vero destierro.»
sean aniquilados; y castiguen con azotes
a todos aquellos que concurren a un ho­ (Canon 11 del XII Concilio de Toledo del
rror de esta naturaleza, y cargándolos con año 681)

cristianos que no cumplen con sus Todos ellos tienden a colocar como
obligaciones y que continuam ente ca­ consecuencia de este triunfo la exis­
en en el error religioso o en la idola­ tencia de la paz, la unificación de los
tría. pueblos, la arm onía y la justicia so­
La labor propagandística fue lle­ cial, más como creación de un m ode­
vada a cabo sobre todo por los inte­ lo teórico que como retrato fiel de
lectuales cristianos, cuyos escritos se una realidad. En este bien llamado
dirigían principalm ente a las élites por A. Alfoldi “conflicto de ideas”,
políticas y culturales y por sacerdo­ tuvo im portante papel el sentido pro­
tes, monjes y santones, que mediante fundamente m aniqueísta de la socie­
sermones, hom ilías y m ilagros se dad tardía y del cristianism o prim iti­
atraían a las masas populares. Las dos vo, que se patentiza en la lucha en­
vías principales en ambos casos fue­ carnizada del Bien contra el Mal. El
ron la exaltación de los principios paganism o así no es sólo fruto de la
cristianos y la sistem ática y paralela barbarie, sino tam bién factible de
degradación del cualquier otra creen­ burla con su adoración a animales,
cia. hortalizas, estatuas de piedra, bos­
E. R. Dodds ha dem ostrado cómo ques, fuentes, astros y dioses que ac­
desde el siglo III se había venido de­ túan dirigidos por pasiones puram en­
fendiendo la extensión del cristianis­ te humanas. Pero además se coloca al
mo por todo el orbe, hasta el punto de paganism o en relación directa con lo­
que esta idea viene recogida también do aquello que de malo hay en el
por autores paganos como Porfirio. mundo. Ello conlleva dos procesos
Esta labor, cuyos exponentes son Ter­ teóricos: en prim er lugar se pone al
tuliano e Ireneo, se repite entre los dem onio, enemigo de la humanidad,
principales pensadores del siglo IV, antítesis del Bien, del Valor, de la Be­
como Jerónim o, Agustín o Prudencio. lleza, como causante de guerras, ca­
El paganismo tardío y Juliano el Apóstata 19

tástrofes, sequías, pestes y destruc­ encontraba en decadencia y la falta de


ciones; el siguiente paso consistía en apoyo estatal la abocaba al colapso.
relacionar su figura con los dioses A pesar de que incluso los grandes
paganos, su creación y su responsabi­ intelectuales cristianos tenían una ba­
lidad. Diversos trabajos (J. B. Rus­ se muy sólida de cultura pagana (F.
sell, J. Fontaine, P. Brown [982], R. Paschoud, J. M atthews, 1985), vemos
P. C. Hanson) han constatado cómo ya la paulatina cristianización de es­
la dem onología fue una herencia cla­ tos grupos, sobre todo cuando las éli­
ra del paganism o, surgida de las vie­ tes culturales eran también las políti­
jas creencias, tom ando antiguos atri­ cas. Η. 1. Marrou y P. Riche dem ues­
butos y sim bologías, pero a la vez tran cómo el cierre de los templos
una de las armas más poderosas de la -antiguos transm isores de la cultura
lucha contra el mismo. La lucha di­ pagana- los conventículos de las sec­
recta se lleva a cabo a través de sa­ tas gnósticas y maniqueas y los cen­
cerdotes y personajes cristianos que tros de reunión de todo tipo supusie­
participan en cierto modo de la D ivi­ ron un freno considerable para la
nidad y a través de rituales de expul­ transm isión de las ideas, a pesar de
sión y expiación, como es el del exor­ que las grandes escuelas, como la
cismo, tam bién heredados de las anti­ de Atenas o Alejandría, continuasen
guas purificaciones paganas, como abiertas. A elle debemos sumar el
veremos en su m om ento. El éxito es­ cierre paulatino de importantes bi­
pectacular de la lucha contra el Mal bliotecas y la prohibición de consul­
concluyó en gran cantidad de casos tar ciertos libros, hechos señalados
en conversiones en m asa, sobre todo bien por Amiano (XXV11I, 26, 1 y
entre los grupos más ignorantes y ne­ XXIX, I, 41) y que afectó principal­
cesitados. mente a las sectas heréticas y sus tra­
Un papel im portantísim o tuvieron tados (E. Pagcls, H. Ch. Puech, 11.
los m ártires y santos cristianos en to­ Leisegang). El acervo cultural fue pa­
do el aparato de propaganda religiosa. sando a los palacios episcopales y a
Su fuerza moral frente a los vicios de los m onasterios o se centraba en las
los dioses paganos, su vida intacha­ excelentes bibliotecas de personajes
ble, el m artirio que les convierte en como M artín de Tours (Ch. Donald­
semidioses, en seres perfectos, acaba­ son). A pesar de ello quedaron siem ­
ron convirtiéndolos en el paradigma, pre restos de cultura pagana, y no fue
en el ideal humano. Voy a dedicar to­ hasta época de Justiniano cuando se
do un capítulo a un estudio más con­ cerró definitivam ente la Escuela de
creto de este fenómeno, quiero resal­ Atenas (C. lust., I, 2, 10) y se produjo
tar aquí cómo sus figuras y sus m ila­ con ello la dispersión fuera del Im pe­
gros que reportaban inmensos bienes rio de los filósofos paganos que se­
a las gentes, pudieron influir a favor guían im partiendo allí sus conoci­
del cristianism o y cóm o la Iglesia mientos todavía en el siglo VI.
contó con unos im portantes aliados
en las distintas etapas de su lucha y
dentro de los más variados aspectos 2. La persecución del
de la misma. p aganism o hasta Juliano
Finalmente, es algo ya sabido que el A póstata
uno de los actos más importantes
contra principios y corrientes ideoló­ La creación de una teoría política-re -
gicas es el evitar que se propaguen. ligiosa fue, si no la desencadenante,
De ahí que se restringiera poco a po­ sí al menos la justificación de accio­
co el acceso a la cultura pagana, justo nes m ateriales concretas, bien desde
cuando -según E .R .D odds- ésta se los ámbitos m ilitares y adm inistrati-
20 Akal Historia del Mundo Antiguo

vos, bien protagonizadas por grupos y el reinado de Juliano se caracteriza,


populares cuya intransigencia creó precisam ente, por esta ambivalencia
m omentos de auténticos enfrenta­ en las actuaciones oficiales ante una
m ientos con los paganos. No obstan­ m ayoría poblacional pagana. Esto in­
te, los emperadores y los intelectuales firió cierta tim idez también a las je ­
cristianos eran conscientes de que la rarquías eclesiásticas, y permitió una
erradicación de otras creencias habría etapa de fácil convivencia, no exenta
de ser un proceso largo, y por ello de m om entos críticos.
trataron en principio de evitar cual­ No voy a analizar las distintas mo­
quier acto de violencia que pudiera tivaciones de Constantino para acep­
desequilibrar el orden y la estabilidad tar el cristianism o como religión de
del Imperio. Por ello las primeras ac­ Estado, tema excelentem ente tratado
ciones estuvieron dirigidas sólo a los por Η. M. Jones, A. Alfóldi, R. Mac
cultos oficiales y públicos, cerrando M ullen, P. Brezzi y D. Bowder entre
los centros más importes y con la es­ otros muchos, pero es indudable que
peranza, como afirma Sozomeno junto a la necesidad de lavar el asesi­
(VII, 20) de que los paganos acudie­ nato de su hijo o de crear una religión
sen a las iglesias para com pensar el de carácter universal para su Imperio,
vacío espiritual creado. Pero paralela­ tuvo que haber razones de carácter
mente se preocuparon de evitar he­ político y socio-económ ico im portan­
chos como los protagonizados en la tes. A pesar de ello, la idea de exclu­
ciudad de Calama, en Africa, y en sividad es algo im pensable en un em ­
Alejandría, con auténticos estallidos perador de principios del siglo IV,
de violencia entre paganos y cristia­ consciente de la diversidad étnica, so­
nos, la presencia de soldados en el cial y religiosa de sus súbditos, y sólo
desalojo de los templos (Teodoreto, puede ser sostenida con una lectura al
Η. E., V, 21) y el fanatism o de m on­ pie de la letra y subjetiva de los tex­
jes como los que acompañaron a Juan tos cristianos. Por esta razón el edicto
Crisóstom o en Fenicia (ep. 126) y de libertad religiosa, la aceptación de
Alejandría (S o z Vil, 15). La preocu­ ciertos símbolos cristianos, el apoyo
pación ante situaciones límites e in­ dado a la iglesia cristiana, sobre todo
controlables y por la vida de los habi­ en el terreno fiscal (C. 77?., /V, 7, 1 y
tantes del Imperio, se acompañaba XVI, 2, 1-9), la asistencia al Concilio
del miedo a que con estos hechos se de Nicea, del año 325, contra Arrio y
produjera la pérdida de im portantes otras herejías, el apoyo dado a la
obras de arte y de las riquezas de los construcción de iglesias y el querer
templos, cuando éstas pudieran caer hacer de Constantinopla -según So­
en manos de elementos no controla­ zomeno (II, 15)- una ciudad de corte
dos y escaparse así de la requisa efec­ cristiano, no son pruebas contunden­
tuada para el fisco o la Iglesia. Aún tes de la exclusión definitiva de otras
más cuando se expoliaban tam bién religiones. Solamente escritores cris­
los recintos funerarios y las tumbas tianos como Sócrates (I, 18) o Euse­
de paganos, incurriendo en un delito bio (IX, 2, 1-4) sostienen la abolición
grave al dañar los cadáveres, hechos de cultos y la destrucción de im por­
que son denunciados por el Teodosia- tantes templos en esta época. En este
no (IX, 17,1-3) y que en el canon 46 últim o caso, ello se debió más a la
del IV Concilio de Toledo, del año iniciativa de gobernadores o curiales
633, aparecen protagonizados por clé­ cristianos y son sólo ejemplos aisla­
rigos. dos (Jones). Además, el mismo C ons­
El casi medio siglo que transcurre tantino estaba rodeado de paganos en
desde la libertad de cultos otorgada la adm inistración del Imperio y se­
por Constantino (Eusebio, H. E, X, 5) guía inmerso en creencias, supersti­
El paganismo tardío y Juliano el Apóstata 21

Cleopatra con el áspid en la catacum ba


de la vía Latina, (siglo IV)

ciones y prácticas paganas. A. Alfoldi cios dom ésticos por lo que de ocultis­
sostiene que, si bien a partir del año mo encerraban, los perm itió en tem­
230 tienden a desaparecer los sím bo­ plos y altares de una manera oficial
los de paganism o e irrumpen los cris­ (C. Th., XVI, 10, 1), hecho que con­
tianos en las m onedas, y si rehusó tradice la noticia de que cerrase edifi­
participar en la cerem onia de la de­ cios paganos. Además todavía en el
cennalia de 326 y subir al Capitolio, año 337 exim ía de ciertas cargas pú­
siguió ostentando el título de Sumo blicas a los sacerdotes del culto im pe­
Sacerdote y acudiendo continuamente rial (C. Th., XIT, 5, 2). Pero sí actuó
a los sacrificios y a las prácticas adi­ desde el año 315 contra la adivina­
vinatorias (Zosimo, II, 24), creyendo ción y la magia (C. Th., IX, 16, 1-3),
de tal modo en ellas que terminó por velando por la estabilidad de la mo­
prohibirlas en el aniversario del Em­ narquía, y desde su puesto de Sumo
perador (C. Th., XVI, 2, 5) para evitar sacerdote; en su ley prohibía que
manipulaciones en torno a su persona. cualquier mago o sacerdote acudiese
Esta misma am bivalencia se cons­ a las casas y castigaba estos hechos
tata en su obra legislativa, de manera con terribles penas, abriendo con ello
tal que, si bien prohibió ios sacrifi­ una etapa de persecución que habría
22 Akal Historia dei Mundo Antiguo

de ser continuada por sus sucesores, tem or del hombre de la Antigüedad


salvo en el breve reinado de Juliano. Tardía hacia las arles mágicas ha sido
Sus sucesores se encontraron con muy bien reflejado en excelentes tra­
las bases necesarias para actuar con­ bajos (H. Lewy, A. Barb, R. P. C.
tra el paganism o y por ello, tras el re­ Hanson, D. E. Auné), pero, sin lugar a
parto de poder entre Constante, Cons­ dudas, para Constancio II se convirtió
tancio TI y Constantino II se legisló en una fobia que ponía en sus manos
de nuevo contra los sacrificios y la un arma poderosísim a de represión.
adivinación (C. Th., XVI, 10, 4), en El em perador contaba en su corte
medio de un clima de intrigas y fac­ con gran cantidad de elementos paga­
ciones que no term inó ni cuando se nos (A. Η. M. Jones, J. M atthews) y
produjo la unificación del Imperio éstos copaban también la mayor parte
con Constancio II. Muy al contrario, de los puestos de la adm inistración de
influido éste por los m iem bros de la las provincias. Amiano nos presenta
corte, eunucos intrigantes, espías, de­ paralelam ente a la nobleza acostum ­
latores, policías políticos y radicales brada a consultar adivinos y muy da­
arríanos (Ch. Vogler), llevó hasta las da a los juegos de suerte, de manera
últimas consecuencias una política de que las acusaciones de este tipo po­
intransigencia y terror. P. Petit ha dían tener en m uchas ocasiones su
apuntado la im portancia de la atm ós­ fundam ento y podían, salpicar a per­
fera palaciega a la hora de legislar sonajes como Atanasio de Alejandría,
contra el paganism o. El miedo a las quien tenía fam a de interpretar profe­
usurpaciones y a perder la vida fue cías y adivinar por el vuelo de las
sin duda el causante, como vemos aves. Sin em bargo, Constancio II su­
bien reflejado en la obra de Amiano, po canalizar las acusaciones hacia fa­
de las terribles persecuciones políti­ milias concretas, haciendo caso de las
cas, bajo la acusación de prácticas de delaciones de sim ples esclavos hacia
adivinación y magia. Esta lucha se sus señores o de los miembros de una
centró en todos los territorios, y m e­ fam ilia que podían beneficiarse del
diante ella se conseguía elim inar a los reparto de requisas. Los casos narra­
enemigos políticos y se enriquecían dos por Amiano (XV1-XIX) abarcan
las arcas fiscales, perm itiendo pagar a quienes consultaban adivinos sobre
con las requisas de bienes de fideli­ las señales enviadas por los pajaros,
dad de quienes le apoyaban. Por la como hizo el gobernador de Panonia;
ley de 356 (C. Th., XVI, 10, 5) con­ encantam ientos de ropas y su exposi­
dena a la pena capital a idólatras y ción en los tem plos para predecir el
practicantes de la adivinación, am ena­ nuevo em perador, como el caso de un
zando paralelamente a los gobernado­ tal Sereniano, en Fenicia; consultas a
res que fueran negligentes en sus obli­ oráculos, como la que desencadenó
gaciones. Posteriorm ente considera en 358 una gran represión en Egipto,
enemigos de la raza hum ana a trabaja­ que m andó al exilio a miembros muy
dores de m aleficios, arúspices, augu­ im portantes de la nobleza senatorial,
res, caldeos, matem áticos, astrólogos, y a la ejecución del prefecto de Egip­
vates, y a quienes disturben los ele­ to; com posición de pócimas contra
mentos con artes m ágicas o llamen a enferm edades; consultas a libros m á­
los espíritus de los m uertos con artes gicos o a abejas sobre la vida del em ­
demoníacas (C. Th., IX, 16, 3-6). Con perador y, sim plem ente, contra im­
estas disposiciones sólo quedaban ex­ portantes filósofos por la propagación
cluidos de la pena capital quienes ex­ de sus doctrinas. Con ello el em pera­
perimentaban con remedios para el dor se deshacía de posibles enemigos
cuerpo o acudían a los distritos rurales políticos a través de un auténtico cli­
para atraer la lluvia con sus ritos. El ma de terror y desconfianza.
El paganismo tardío y Juliano el Apóstata 23

El cierre de los templos ponía en m ateriales incluso en la construcción


sus manos y en las de la iglesia im­ de viviendas particulares, tal como
portantes riquezas. Por ello, a partir de denuncia Juliano en su epístola 80.
351, se prohibió el acceso a los m is­ La abundante docum entación de este
mos, pero castigando su demolición, periodo, nos permite enm arcar estos
salvo en el caso de que se celebrasen hechos m ejor en el siguiente apartado
en ellos sacrificios; los espectáculos y en relación con la política religiosa
que tuvieron su origen en estos cen­ de este emperador.
tros quedaban libres de esta im posi­
ción, por lo que de festividad y ludis-
mo conllevaban (C. Th., XVI, 10, 3- 3. Juliano el A póstata
5). Sin em bargo, Libanio (ep. 112) y la libertad de cultos
afirma que nunca actuó contra las re­
ligiones y sabemos que siguió deten­ La etapa que cubre el gobierno de Ju­
tando el título de Pontífice Máximo y liano (361-363) supuso un freno radi­
ayudándose en su gobierno de un nú­ cal a la trayectoria religiosa de sus
mero considerable de paganos. La antecesores, desde el momento en
m ayor parte de los lugares de culto y que se anularon la m edidas contra el
de los ritos y fiestas a ellos adscritas paganism o y se estableció la libertad
siguieron desarrollándose y un ejem ­ de cultos en todo el Imperio. En este
plo claro es el llam ado calendario ro­ sentido quiero dejar claro que en nin­
mano de Filocalus, cuyas ilustracio­ gún momento se consideraron los cul­
nes, además de los días de la semana, tos paganos como los únicos posibles
sus propiedades astrológicas, la lista y el cristianism o, en sus más variadas
de cónsules, obispos y mártires, pre­ tendencias, fue admitido como una
sentaban una lista completa de las más de las religiones existentes y por
principales festividades paganas y de ello tolerado, pese a las noticias ten­
las divinidades a quienes estaban de­ denciosas de algunas fuentes. Para el
dicadas. Sería aún más difícil el in­ estudio de esta etapa contamos con
tentar un control de las casas privadas una gran variedad de documentos y
y de los conventículos de las m últi­ figuras de la índole de Libanio, A m a­
ples sectas, así como de los ritos que no, Juan C risóstom o o Gregorio de
en ellas se efectuasen, lo que nos lle­ Nacianzo, así como el importante
va a defender para este momento, y caudal de escritos del mismo em pera­
pese a la legislación, un todavía rico dor Juliano, junto con importantes bio­
panorama pagano. grafías entre las que destacan las de
No obstante, sabemos que se puso P. Allard, J. Bidez, R. Andreotti, R.
en marcha el cierre de algunos tem ­ Browning, G. W. Bowersock, I. La-
plos, al menos en aquellos lugares briola y G. Ricciolti.
más controlados por las élites cristia­
nas, fundamentam ente en Oriente. Tal a) J u lia n o , el cristia n ism o
es el caso atestiguado por una cita de y la c u ltu ra p a g a n a
Sozomeno (V, 4) para las ciudades de
Constanlinopla, Antioquía, Ccsarea, La figura de Juliano es quizás una de
Bostra y Gaza. En este sentido la eta­ las más com plejas y ambiguas de la
pa inm ediatam ente posterior, que vie­ Antigüedad por su trayectoria política
ne representada por la restauración y religiosa, emanada directam ente de
del paganismo por Juliano, es el ejem ­ una personalidad altam ente contro­
plo más fehaciente cuando asistimos vertida. El tópico adm itido por sus
a la reconstrucción y apertura de estudiosos de un carácter frío y calcu­
aquellos lugares que habían sido ce­ lador, que le llevó a resaltar como im­
rrados o destruidos, utilizándose los portante hombre de acción e innova-
24 Akat Historia del Mundo Antiguo

dor en sus reformas, se com bina con que su carácter visionario y supersti­
el de un espíritu nervioso e incontro­ cioso, así como el afán de em ular las
lado ante ciertas situaciones que, en­ hazañas de sus modelos políticos, co­
tre otras cosas, le llevarían a innum e­ mo Alejandro y Marco Aurelio, le
rables errores en el terreno militar, la im -pidiera ver el alcance negativo de
guerra contra Persia y la pérdida de algunos de sus actos. Su corto reina­
su propia vida. Pero todo ello sólo do nos impide, no obstante, com pro­
puede entenderse dentro del marco bar los efectos de su obra, ya que ésta
concreto de su época y de sus propias fue destruida de raíz en la etapa in­
circunstancias. Sin duda un cierto m ediatam ente posterior a su muerte.
confusionism o viene determ inado por Juliano era prim o de Constancio
las fuentes que, en el caso de ser cris­ II, hijo de un herm anastro de C ons­
tianas le suelen presentar cayendo en tantino, Julio Constancio, y de una
ataques de histeria, de figura cóm ica, noble de Bitinia, Basilina, hija de un
incontable y vicioso (Gregorio Na- antiguo gobernador de Egipto. N aci­
cianzo, Orat., 5, 23). Por el contrario, do hacia 331, su infancia se vio m ar­
Libanio (Orat., 13) y el panegírico de cada por la tem prana muerte de su
M amertino le señalan como enemigo m adre y por el asesinato, en su pre­
de cualquier exceso, m odesto, com ­ sencia, de padre, hermano mayor, tío
pasivo, inteligente, decidido y con y prim os, como consecuencia de un
una prodigiosa actividad a lo largo de com plot palaciego contra miembros
su vida, virtudes todas que el mismo de la dinastía. Su hermano, Gallo, y
Juliano repite en su Misopógdn. Pero él (al ser muy pequeños) quedaron
es de nuevo Am iano quien presenta bajo la custodia de Constancio II, ale­
una imagen más objetiva, pese a ser jados de la corte y enviados a la for­
el cronista y amigo del emperador. A taleza de Macellum (Capadocia), bajo
lo largo de su obra aparece como de la supervisión del obispo cristiano
talla mediana, cabellos hirsutos, bar­ Eusebio de N icom edia y del eunuco
ba, labio inferior caído, nuca gruesa, M ardonio, posiblem ente pagano. Am­
espalda fuerte y de un carácter vital y bas personalidades marcaron en los
valiente, con gran capacidad para el primeros años su carácter am bivalen­
trabajo, prudente, casto, caritativo y te y lo acentuó aún más la falta de
amante de la justicia, pero también contacto con el exterior y el estudio
con un carácter im pulsivo en ocasio­ exhaustivo en la biblioteca del cristia­
nes importantes, nervioso, charlatán y no Gregorio de Capadocia, formándo­
lleno de supersticiones que le pusie­ se su aspecto introvertido y solitario.
ron en muchas ocasiones en manos de La vuelta a Constantinopla se produjo
magos y adivinos. Los retratos de sus a los 17 años y allí comenzó, con la
monedas y bustos, bien estudiados ayuda de la em peratriz Eusebia, su
por H. Cohen y J. P. C. Kent, nos le im portante etapa de formación, en la
presentan con barba, en actitud de que im pulsado por un gran afán de
oración o como filósofo y restaura­ conocim iento, se dedicó a visitar los
dor, lo que en gran parte viene a re­ principales centros culturales del mo­
flejar la imagen que él mismo quería m ento en los que se impartían tanto
transmitir. De un estudio general de enseñanzas cristianas como paganas,
su vida y obra, podemos afirm ar que utilizando sus ricas bibliotecas y te­
sobre todo fue un gran m ilitar y estra­ niendo ocasión de visitar los princi­
tega, un im portante reform ador con pales templos paganos. Todo este
una gran capacidad de trabajo, ade­ proceso de form ación lo tenemos re­
más de liberal en materia* religiosa, en cogido en sus epístolas 29 y 46 y en
contraste con ciertas actitudes de sus las oraciones 13 y 18 de Libanio prin­
predecesores. Pero es muy posible cipalm ente, sin olvidar la importante
El paganismo tardío y Juliano el Apóstata 25

obra de Amiano. Por ellos sabemos sinato de m iem bros del senado en
que de C onstantinopla pasó a N ico­ Antioquía, cuando la ciudad se había
media, donde tuvo los primeros con­ negado a pagar más impuestos y a ba­
tactos con su posteriorm ente amigo jar el precio del grano para sostener
Libanio, y de allí a Pérgamo, donde las guerras contra los persas (Libanio,
tuvo como m aestro a Edesio y los fi­ Omt., 1,96). Lo que en principio pa­
lósofos Eusebio y Crisantio que le in­ recía una postura política coherente
trodujeron en el neoplatonism o de se convirtió en un acto de traición e
Yamblico y Porfirio. De allí se trasla­ intento de usurpación por las maqui­
dó a Efeso, donde parece ser que fue naciones de los enemigos de Gallo en
convertido al paganism o gracias a la la corte. La decapitación del césar en
influencia del teurgo y adivino M áxi­ Istria aceleró la vuelta de Juliano,
mo (R. Andreotti, G. W. Bowersock, quien ese mismo año de 355 fue nom­
R. Browning), quien además le intro­ brado césar y enviado a Galia como
dujo en los m isterios de la diosa fri­ tal. Hay autores (Ch.Vogler) que con­
gia Cibeles. En mi opinión éste no sideran esta postura como tomada pa­
fue más que un paso adelante en el ra elim inarle fácilm ente por las sos­
conocim iento de la cultura pagana, pechas que recaían sobre él, y con la
con la que llevaba mucho tiempo esperanza de que un intelectual con
m anteniendo contactos y que culminó poca preparación m ilitar no pudiese
con la visita a Troya, Alejandría superar las fatigas de la campaña. De
(donde conoció a su médico Oribaso) ahí que se le enviase con un número
y su paso a Grecia. Atenas, hacia 355, muy reducido de tropas, bajo la vigi­
era un im portante centro cultural, en lancia directa de expertos militares
el que se im partían conocim ientos fieles a Constancio como Ursicino y
científicos y filosóficos de todo tipo y dependiendo del prefecto de la Galia.
se podía entablar conocim ientos con Sin embargo, hay que tener en cuenta
im portantes cristianos, como Basilio que era el único miembro vivo de la
de Cesarea o Gregorio de Nacianzo, y
paganos, como los filósofos Himerio
y Prisco, iniciándose con éste último
en los oráculos caldeos. Ello le per­
mitió también visitar los principales
templos de Grecia, iniciarse en los
misterios de Eleusis y entablar am is­
tad con el hierofante de este templo,
quien, además, fue el supervisor de
todos los templos de Grecia que en
esta época seguían funcionando sin
duda. El final fue Italia, donde estuvo
en contacto con las élites paganas de
Roma, donde estaban muy afianzados
los cultos de carácter m istérico y pu­
do adquirir un importante conoci­
miento de ellos. La vuelta de Italia
fue brusca y estuvo provocada por un
acontecim iento político que marcó
definitivam ente el futuro de Juliano.
La falta de descendencia de Cons­
tancio II le había m otivado a nom brar
césar a Gallo. Éste había protagoniza­ Hércules matando a la Hidra
do una represión cruenta, con el ase­ en las catacum bas de la vía Latina (siglo IV)
26 Aka! Historia del Mundo Antiguo

dinastía constantiniana, además del no, dem ostraron su capacidad como


emperador, que las incursiones de estratega. Los incursiones de germ a­
pueblos bárbaros en el limes occiden­ nos con vistas a devastar Italia habían
tal hacía necesaria la presencia de un destruido ciudades y hecho soportar
césar y que Juliano seguía contando las peores pruebas a sus habitantes;
con el apoyo de la em peratriz. El m a­ de ahí que la recuperación de los cen­
trimonio con Helena, la hija de Cons­ tros más importantes como Maguntia-
tancio, parece abogar por una postura cum (M ainz), junto con la reconstruc­
a favor del mismo y hacia una posible ción de fortificaciones y el restableci­
sucesión del Imperio. miento de las com unicaciones con
Los éxitos m ilitares relatados bien Brilania, le crease simpatías entre las
en los libros XXV al XXVII de Amia- poblaciones. Su labor m ilitar fue tan
im portante, que J. Bidez ha defendido
Persecución de la magia que con ella se retrasó durante m u­
por Constancio chos años la entrada de los bárbaros
en el Imperio. Amiano asegura que se
«El pretexto de una gran cantidad de pro­ llevó a cabo “con una rapidez auténti­
cesos nació de una ocasión banal e ino­ camente m ilagrosa” (XXV, 4, 24). Es­
cente. Existe un lugar denominado Abi- tos éxitos y su lucha contra la política
dos, situado al fondo de la Tebaida; allí fiscal abusiva del prefecto motivaron
hay un oráculo de un dios llamado en el una correspondencia injuriosa con la
país Besa, que desde hace tiempo viene corle, que tuvo que tener sus efectos
revelando el porvenir y era frecuentemen­ y que podría explicar en parte su le­
te consultado por los habitantes de las re­ vantam iento en (París). Juliano, tras
giones vecinas, según los ritos tradiciona­ algunos procesos tendentes a castigar
les. Algunos venían ellos mismos y otros a los abusos en las provincias y, según
través de sus representantes mandaban Amiano (XXV, 8, 22), después de ha­
una carta señalando sus deseos; pero no ber prom etido la restitución en ellas
se cuestionaba la voluntad divina nada de los cultos ancestrales (lo que para
más que después de haber formulado las R. Browning viene a ser un claro in­
preguntas en términos concretos, quedan­ dicio de búsqueda de alianzas), tomó
do los papeles y mensajes con las deman­ esta ciudad com o capital por el con­
das en el santuario una vez dada la res­ trol que se ejercía de las vías hacia
puesta. Algunos de estos documentos fue­ B rilania y posiblem ente como punto
ron, por maldad, dirigidos al emperador, estratégico lo suficientem ente alejado
quien, afectado en su corazón, quedó sor­ de Italia. Los acontecim ientos poste­
do ante otros asuntos, incluso los extre­ riores son oscuros, pues la usurpación
madamente serios, pues en este capítulo se produjo al m ism o tiempo que Ju­
era más sensible que un oído y se mostra­ liano componía dos panegíricos al
ba sospechoso y mezquino. Este asunto emperador.
le irritó y al momento mandó a Pablo a La causa desencadenante fue el
Oriente, habiéndole investido con grandes decreto imperial de febrero de 360
poderes por la experiencia que tenía en por el que se obligaba a las tropas de
estos temas y para que hiciera lo que qui­ bátavos, petulantes, hérulos y celtas a
siera. El asunto fue confiado a Modesto, m ovilizarse y acudir al Este para lu­
todavía conde de Oriente en esta época, char contra los persas; el resto de las
quien era bastante apto para este tipo de guarniciones tenían que enviar 300
venganzas, pero se desestimó a Hermo­ hom bres cada una de ellas. Con ello
genes de Ponto, prefecto del pretorio, por se olvidaban las quejas de Juliano
ser muy indulgente.» acerca de la miseria, el cansancio y la
pobreza del ejército y se condenaba a
(Amiano Marcelina, XIX, 12, 1) los soldados a apartarse de sus tierras,
El paganismo tardío y Juliano el Apóstata 27

m ujeres e hijos, desarraigados y obli­ Semblanza de Juliano


gados a luchar contra un enemigo
desconocido. La sensación de aban­ «Es seguramente un hombre al que hay
dono por parte del emperador, unida a que contar entre los de carácter heroico y
la falta de paga tras las victorias, die­ de los que ilustraron con brillo sus actos,
ron paso sin lugar a dudas al motín de de grandeza innata. Pues, si es verdad
febrero, que puso en manos de Julia­ que existen, según la definición de los sa­
no la corona, el collar y el título de bios cuatro virtudes principales, templan­
Augusto. Amiano (XXVI, 12, 62), Li­ za, prudencia, justicia y fuerza, a las que
banio (O r a t 13) y el mismo Juliano se ajustan otra serie de ellas como la ex­
(ep. 40; Orat., V, 11) niegan su parti­ periencia militar, el prestigio personal, la
cipación en el asunto, mientras Zósi- fortuna y la generosidad, él las cultiva to­
mo (III, 9, 3) defiende que pretendía das y cada una con gran celo... Las mar­
con ello la autonom ía como césar, y cas de su prudencia fueron extremada­
los cristianos Eutropio (X, 16) y Zo- mente numerosas: será necesario presen­
naras (13, 10) aseguran un auténtico tar algunos ejemplos. Se daba tanto a los
golpe de estado. Juliano se defendió asuntos militares como a los de la toga:
alegando que se había visto obligado muy cívico y cuidadoso, sin permitirse
a la fuerza y con el fin de evitar que arrogancias. Más avanzado en valor que
pusiesen a otro peor en su puesto, en años, aplicado a todos los conocimien­
m ientras, paralelam ente, afirma que tos y juez inflexible, censor activo a la ho­
así era el deseo de los dioses porque ra de corregir las costumbres, desdeñoso
era miembro de la dinastía constanti- de la riqueza, mirando desde lo alto todas
niana y víctima de la crueldad de las cosas mortales, proclamaba que era
Constancio. La incógnita será siem ­ escandaloso para un sabio, mientras tu­
pre si lo que quería era un simple re­ viese alma, buscar hacer méritos de su
parto del Imperio o si persiguió en to­ cuerpo. Muchos hechos manifiestan las
do momento el control de Oriente y cualidades que ¡lustran su justicia: el pri­
Occidente. La declaración de guerra mero es que sabía hacerse respetar sin
de Constancio II le llevó a establecer ser cruel, buscando tomar cuenta de las
lazos de am istad con las principales circunstancias y de las personas; reprimía
ciudades griegas, a trasladar así el los vicios mediante castigos ejemplares y
centro de la guerra a Oriente y a pac­ amenazaba con la espada más que la
tar con los pueblos bárbaros y elabo­ usaba... Habiendo expuesto lo que de
rar ya su propia m oneda en Tréveris. bueno se puede saber de él, vamos a ha­
La guerra civil se frenó por la muerte cer enumeración de sus defectos. De un
del em perador a causa de unas fiebres natural muy impulsivo, lo atenuaba con
repentinas, con lo que el 11 de di­ este principio razonable: permitía que se
ciembre de 361 Juliano hizo su entra­ le reprendiera cuando se desviaba del ca­
da en Constantinopla. El prim er acto mino recto. Hablaba mucho y se callaba
oficial fueron los funerales del em pe­ raramente; era extremadamente dado a
rador, lo que a mi entender era una las consultas de los presagios -h a sta el
estrategia clara de su ratificación co­ punto de pasar por igualar en este punto
mo heredero directo y no como usur­ al emperador Hadriano-, tan supersticioso
pador. como fiel a cum-plir sus obligaciones reli­
giosas, inmolando con prodigalidad bes­
b) La política reform ista tias sin número; también se pensaba que
del em p erad o r Juliano si volvía de la campaña contra los partos,
faltarían pronto los bueyes.»
En general, las reform as llevadas a
cabo por Juliano en el corto período (Amiano, XXV, 4, 1-16)
de su gobierno están m arcadas por un
28 Akal Historia del Mundo Antiguo

carácter liberal e innovador (P. Petit, m oneda de oro (aurum coronarium) y


R. Andreotti). En prim er lugar se en­ el otro que obligaba a pagar los gastos
frentó con la com plicada burocracia y de correo y de las representaciones
el aparato policial creado por su ante­ oficiales (Chrysargyron) (C. Th., XII,
cesor e intentó lim piar los cuadros de 13, 1 y XIII, 5, 12). Esta política fue
la adm inistración, condición sin la alabada incluso por cristianos como
cual le hubiera sido im posible conti­ Ambrosio (De obitu, 21) y Gregorio
nuar con sus reform as. Un tribunal de Nacianzo (Orat., 4, 75) y fue se­
m ilitar condenó en Calcedonia a sol­ guida de m edidas más concretas, co­
dados y antiguos colaboradores de mo la recolección de grano para los
Constancio, a la par que colocaba en habitantes de Antioquía y el reparto
los puestos más neurálgicos allegados de 3.000 lotes de tierra a sus habitan­
y amigos, principalm ente intelectua­ tes que habían sido requisadas con
les y filósofos paganos como Máximo anterioridad (posiblem ente a los ele­
de Efeso, y el sofista Ocebolio, aun­ mentos paganos de la ciudad), junto
que mantuvo cristianos de confianza con la abolición de las deudas contraí­
como Máximo -e l prefecto de R om a- das con el estado (Libanio, Orat., 18,
o el general Joviano. Los trabajos 163). Estas libertades de carácter fis­
prosopográficos de A. Η. M. Jones y cal las vemos repetidas con pueblos
J. M atthews han dem ostrado cambios como el de los tracios, que se encon­
im portantes tanto entre los altos fun­ traban en una situación económica to­
cionarios como en la adm inistración talm ente caótica (C. Th., XI, 16, 10).
local, tendentes a crear una infraes­ La reform a m onetaria estuvo diri­
tructura estable que R .Browning de­ gida a un saneam iento de las arcas
nomina “sistema de racionalización imperiales y a acabar con la inflación.
burocrática”. J. Arce (1976) ha destacado su impor­
Juliano devolvió al senado de Cons- tancia, al conseguir mantener sin alte­
tantinopla sus antiguas atribuciones y rarse el peso en oro del solidus que se
a las ciudades su independencia polí­ utilizaba fundamentalm ente para las
tica y antiguas libertades (Amiano, transacciones com erciales. La m one­
XXV, 4, 18). Para sanear la economía da base de bronce fue rebajada en su
de los m unicipios perm itió la entrada peso de plata y se restringió el volu­
en la curia de extranjeros dom icilia­ men de circulación m onetaria con el
dos, plebeyos ricos o quienes fueran cierre de algunas cecas. Además in­
de ascendencia curial sólo por parte tentó controlar el precio de los pro­
de madre (C. Th., XII, 1, 51-52). En ductos, medida que se encuentra re­
ese mismo intento de paliar el absen­ flejada en el C. Th., XI, 28, 1.
tismo (P. Arina, R. Andreotti), obligó Su preocupación por la problem á­
también a los cristianos a las cargas tica social le llevó a velar por las ca­
curiales y al pago de los cánones de pas más em pobrecidas de la pobla­
este servicio (C. Th., XII, 1, 50) y ción: de ahí el reparto de tierras en
abrió investigaciones al respecto, Antioquía, la ayuda de los tracios, el
quedando sólo exentos los sacerdotes apoyo dado a las ciudades y a la li­
paganos, los veteranos del ejército, bertad religiosa de los habitantes del
médicos, notarios y padres de más de Imperio. En su epístola 84, se refiere
tres hijos (C. Th., XIII, 3, 4). Las m e­ al envío de trigo y vino comprado
didas iban encam inadas también a un con sus propios bienes para que fuera
saneamiento de los tesoros m unicipa­ repartido a los habitantes de la Gala-
les y por ello devolvió a las ciudades cia (Asia Menor), y en la 75, apunta a
los bienes requisados por fcus antece­ la concesión de privilegios a los m é­
sores y eximió a la curia de dos im ­ dicos por la enorme labor social que
puestos especiales, el uno pagado en efectuaban. El panegírico de Mamcr-
El paganismo tardío y Juliano el Apóstata 29

tino hace mención al reparto de parte tomadas para restablecer en toda su


de su herencia particular entre los po­ amplitud los cultos paganos, respon­
bres y al apoyo que dio a la unión en­ diendo con ello a los deseos de una m a­
tre mujeres libres y esclavos. En sus yoría de la población del Imperio.
epístolas 84 y 89, él mismo pedía a los
sacerdotes paganos que se preocupa­ c) La reform a religiosa
sen por crear hospitales y asilos en
sus centros, em ulando en parte la La serie de medidas tomadas para lle­
obra de los obispos cristianos. Pero, var a cabo su reform a religiosa ten­
indudablem ente, en este terreno las dieron, por un lado, a restituir la li­
m edidas más im portantes fueron las bertad de cultos en todos los sentidos

Friso del edificio cristiano situado en


Porta Marina, Ostia, (finales del siglo IV)
30 Akal Historia del Mundo Antiguo

y, por el otro, a restringir los privile­ o Demeter, pero, sobre todo, el apego
gios de los cristianos, pero nunca a al culto de Helios, el sol; de ahí tam ­
perseguirlos. Esta última idea ha sido bién la defensa de cultos orientales
ya bien defendida (P. Brown, A. H. como el de Mitra, personificación
M. Jones, R. Browning, G. W. Bo- tam bién de este astro, en el que se hi­
wersock) y se puede com probar a lo zo iniciar, o Atis, el esposo de Cibe­
largo de su obra legislativa. les {ep. 28; Libanio, Orat., 18, 127 y
Juliano era, ante todo, un filósofo 13, 35), m anteniendo un templo al
y además estaba profundam ente m ar­ culto solar en su palacio. Su Himno a
cado por su doble cultura pagana y Helios es la m uestra contundente de
cristiana que le im pide tom ar postu­ las inquietudes religiosas al respecto,
ras de intransigencia. El mismo se así como el dedicado a la Madre de
presenta como un cristiano convenci­ los Dioses lo es del culto a Cibeles,
do en su prim era etapa, pero a la vez diosa frigia que podía ser identificada
favorable al conocim iento de los dog­ con Demeter, Hecate y Rea, com pa­
mas paganos (ep. 111 y Himno a H e­ ñera del Sol. L. Cohén estudia un díp­
lios, I, 2) postura ratificada por tico de marfil, en el que el em perador
Amiano (XXII, 5) y Libanio (orat., aparece representado en un carro tira­
13, 11). De ahí que el apelativo de do por elefantes y un busto de Calce­
“A póstata”, que im plica el abandono donia, en el que está coronado con
de una fe por otra, tenga que ser m ati­ una diadem a con rayos, ambos con
zado y que sólo se encuentre en la una clara sim bología solar. Quizás
tradición cristiana (Sozom eno, V, 2, con este mismo sentido habría que
5). Las contradicciones de su infancia tratar una m oneda de Antioquía, don­
y juventud impiden adm itir una orto­ de en el reverso parece ser se encuen­
doxia en su fe y una ambigüedad que, tra un buey que podría representar a
sin lugar a dudas, tam poco le abando­ Apis, aunque J. Arce (1975) apunta
nó en su etapa pagana, en la que, en tam bién hacia una escena de sacrifi­
ocasiones, se le pueden apreciar cier­ cio. Con estas m ism as bases, defen­
tas tendencias m onoteístas. Rechazo dió la descendencia de los romanos
por tanto una apostasia en su sentido de los troyanos, y a Constantinopla
más puro y con ello la idea general de como la heredera de Roma. En sus
perseguidor del cristianism o, aunque escritos se ensalzan las figuras políti­
sin lugar a dudas lo fue de algunos de cas, griegas o rom anas, que, en cierto
sus miembros y dogmas. modo, han dignificado al Im perio co­
Juliano buscó en el paganismo la mo nexo entre los dos mundos. Así se
vuelta a la religión del estado rom a­ nos m uestran como paradigm as Ale­
no, pero profundam ente influido por jandro, Trajano y M arco Aurelio, y el
el helenism o, en una unión casi m ísti­ m ismo Juliano como encargado de
ca del Oriente con el Occidente. Se­ devolver a Roma su antiguo esplen­
gún P. A. Fowden, fue su formación dor, para lo cual no iba a frenarle ni
neoplatónica la que le hacía buscar la grandeza del im perio persa.
una unidad de la religión con la filo­ Por ello mismo y dentro de esta teo­
sofía que abría de abocar en la crea­ ría político-religiosa y dentro del pa­
ción de una auténtica teoría política. ganism o sólo podem os entrever aver­
Su amor por los cultos griegos le lle­ sión por parte del em perador hacia
vó a crear la leyenda de que su madre los filósofos cínicos. En su Contra
soñó con Aquiles el día de su naci­ 11eraclio, uno de sus líderes, se ve que
miento y a m antener que los habitan­ los m otivos eran precisam ente el ca­
tes de Tracia y Jonia debían conside­ rácter independiente de este grupo, su
rarse griegos. En sus escritos aparece sectarism o y autonom ía que le podían
el respeto que sentía por Apolo, Zeus convertir en un opositor políiico, des­
El paganismo tardío y Juliano el Apóstata 31

de el momento en que rechazaban to ­ m iento de un pagano como goberna­


do lo m aterial, incluidas las leyes del dor de Siria. Allí los templos habían
estado y con ello podían ser, junto sido cerrados, pero estaban intactos;
con los cristianos, los dos únicos gru­ cerca de la ciudad se hallaba el tem ­
pos que podían oponerse a sus inten­ plo de Apolo en Dafne, que había si­
tos de restauración. do destruido y puesto de nuevo en
Libanio dice que el Edicto de L i­ funcionam iento con la construcción
bertad lo dio inm ediatam ente después de una iglesia donde se encontraban
de su llegada a Constantinopla (Orat enterrados los restos del m ártir Babi-
/, 118). Anteriormente habíamos visto las (Amiano, XXII, 13, 2; Libanio,
al em perador sacrificar a Zeus en Ga- Orat., 15). Éste es un hecho típico de
lia y restableciendo los cultos en las intento de atraer hacia un culto cris­
provincias, a su paso hacia el Oriente. tiano a los paganos que consideraban
Gracias a ello, tenem os cierta cons­ el lugar como santo. Juliano mandó
tancia de la labor efectuada por su an­ sacar de allí el cadáver y restituir el
tecesor respecto a los lugares de cul­ antiguo culto, lo que culm inó con el
to. En sus escritos no se hace relación incendio del santuario y la drástica
de la existencia de un deterioro reli­ respuesta del emperador, quien cerró
gioso en el Occidente, pero sí en cier­ la iglesia de A ntioquía y confiscó sus
tos lugares de Oriente. En su epístola bienes, abandonando la ciudad ante la
111, culpa así a los atenienses del crítica del propio Libanio, que asegu­
abandono de ciertos cultos y, en la 78, raba se habían hecho incluso sacrifi­
de la existencia de muchas gentes que cios por el emperador.
no querían sacrificar a su paso por las Esta práctica de supresión de los
ciudades de Libisa, Nicea, Pesinunte antiguos cultos llevó a que muchos
(con un im portante culto a Cibeles), cadáveres de mártires fueran exhuma­
Ancira y otras de la Galacia. Incluso dos de centros como Delfos (famoso
en Pesinunte, los cristianos habían por su oráculo), Dídima (centro del
destruido el altar a la diosa (ep. 81). culto a Baco), Em esa y Bosra, estan­
Sozomeno cuenta que se negó a visi­ do tam bién reflejado en los incendios
tar Edesa, centro im portante del culto de iglesias ocurridos entre otros luga­
a Helios, por el cierre de sus templos, res en Damasco, Alejandría, Gaza,
confiscando sus bienes a los arríanos Ascalón o Mere (Erigía), hechos se­
responsables (VI, 1, 1), y que lo m is­ ñalados por Sozom eno (VI, 3 y V, 29
mo hizo con los cristianos de Cesarea, Amiano (XX, 12, 8), Gregorio de Na-
en Capadocia, enrolando a sus cléri­ cianzo (Orat., V, 29 y IV, 93) y Só­
gos en el ejército, por destruir el tem ­ crates (3, 12) quien le hace responsa­
plo de Fortuna (V, 4, 1-5). Sin em bar­ ble indirecto de los mismos. Destaca­
go, sabemos que siendo estudiante la do fue el narrado por Amiano (XX,
tumba de Héctor y el santuario de 11) Libanio (Orat .,16) y la epístola
Atenea en Troya estaban cerrados pe­ 60 de Juliano y que presenta los lími­
ro perfectam ente conservados por el tes de enfrentam ientos a que se podía
celo del obispo Pegaso, quien al pare­ llegar entre cristianos y paganos. Ocu­
cer era adorador del Sol y se había rrió el 24 de diciem bre de 361, cuan­
hecho cristiano para evitar represalias do los paganos de A lejandría intenta­
(ep. 79), hechos que, posiblem ente, ron evitar que se celebrasen los ritos
se repitieron en otros lugares. Uno de cristianos, como respuesta a la actua­
los mayores enfrentam ientos en este ción anterior de su obispo Jorge
sentido lo tuvo de nuevo con los ha­ quien, apoyado por la tropas del du­
bitantes de Antioquía, donde al pare­ que de Egipto, había ocupado el tem ­
cer había una im portante mayoría plo de Serapis por la fuerza, expo­
cristiana descontenta con el nom bra­ liándolo y lanzando las tropas contra
32 Akal Historia del Mundo Antiguo

los paganos; el citado obispo fue que­ cuando éstos le animaban a abando­
mado vivo y sus cenizas arrojadas al nar la em presa fijada, como fue el ca­
mar, cayendo también sus principales so concreto de la campaña persa, don­
partidarios. Al parecer en situaciones de prefirió atender a los consejos de
semejantes cayeron el conde Gauden- los filósofos.
tio, quien había llevado a cabo la per­ Juliano no era solamente un teóri­
secución de los paganos en el Norte co, sino que intentó también una re­
de África y el prefecto de Constanti- forma de las com unidades y del sa­
nopla (Libanio, ep., 1071). Sabemos cerdocio pagano para conseguir que
también que el obispo de Cízico su­ fuesen modelos a im itar (W. Koch) y
frió el exilio por haber construido devolverles parte de la moral perdida.
centros para vírgenes cristianas sobre Sus epístolas 84, 85, 86 y 89, dirigidas
los antiguos templos (Juliano, ep. a los sacerdotes Arsacio de Galacia,
114). Por contra, Juliano recompesó a Teodoro de Asia, Seleuco de Cilicia y
los habitantes de Gaza y Nísibe por a Teodora, nos presenta un panorama
su fidelidad, pidiendo a los cristianos de dejadez y corrupción entre los sa­
que volviesen a sus antiguos cultos cerdotes, incapaces de responder a las
{ep. 83), e intentó evitar actos supers­ necesidades de su tiempo. Por ello les
ticiosos cuando m andó trasladar un anim a a devolver la fe y la moral a
obelisco de Alejandría, donde se da­ sus fieles, a practicar la caridad y el
ban prácticas de este tipo, a Constan- proselitism o, tal como hacían los cris­
tinopla (ep. 59). tianos y culpa a los paganos de con­
Al contrario de sus antecesores, tribuir al trinfo de los mismos. Com ­
apoyó los sacrificios y las prácticas para la hum ildad y la devoción cris­
adivinatorias, siendo él uno de sus tiana con la de los paganos asistiendo
mayores adictos. Sacrificando estaba a espectáculos, tabernas, trabajos ver­
cuando su alzam iento en Lutecia y en gonzosos, desconociendo los rituales,
su camino hacia Constantinopla, y es­ dejando sin castigo a impíos e injus­
to se acentuó en la últim a etapa de su tos. Por eso mismo nom bró como sa­
vida, en la expedición contra los per­ cerdotes de los centros más im portan­
sas donde aparece rodeado de augures tes a sus amigos personales como
y adivinos, quizás como una manera Crisantio y su m ujer M elita, sacerdo­
de justificar sus actos como derivados tes de Lidia, Herax en Alejandría o
de los deseos divinos, más que por Calixena en Pesino, centro del culto a
pura superstición como se le suele la diosa frigia.
presentar. La obra de Amiano nos re­
fleja a un em perador preocupado por d) Las m ed id as contra el
temblores de tierra; muertes repenti­ cristianism o
nas; incendios de tem plos, como el de
Apolo en Roma; apariciones, como la Éstas fueron dictadas contra ciertos
ocurrida en la cam paña de Doura en aspectos del mismo, pero ninguna de
que se vio un león entre la tropa o la ellas estuvo encam inada a acabar con
de Ctesifonte, donde dos caballos su­ él como ideología religiosa. La aver­
bieron al cielo, por la huida de vícti­ sión de Juliano se dirigía hacia cier­
mas para el sacrificio como en C tesi­ tos grupos de cristianos intransigen­
fonte; por la llegada de nubes y true­ tes, que anteriorm ente habían sido un
nos repentinos o el oscurecim iento de fuerte apoyo de Constancio y, de ahí,
los astros (XXIII, 1-3; XXIV, 3, 1 y que m uchos de ellos fuesen elim ina­
XXV, 1, 1-9). Pese al tem or que estos dos de los órganos de poder en los
hechos prodigiosos podían infundir prim eros mom entos de su reinado.
en su persona, sabemos que hizo caso Además había ciertas características
omiso de vaticinios e interpretaciones de los cristianos que los hacía incom ­
El paganismo tardío y Juliano el Apóstata 33

patibles con sus ideales. Las denun­


cias más claras se ven en su obra
Contra Galileos, de la que conserva­
mos sólo algunos estractos recogidos
por Cirilo de A lejandría en el año
433. Juliano siente respeto hacia una
fe surgida del judaism o, pero le re­
pugna la idea del dios cruel del A nti­
guo Testamento y acusa a los cristia­
nos de alejarse de la tradición judaica
y de haber corrom pido el Estado R o­
mano. Rechaza su ateísm o que, para­
dójicam ente, les lleva a dar culto a
los muertos (refiriéndose al culto a
los santos, sin duda) y su hipocresía,
que les hace actuar de manera distinta
a como predican. A pesar de ello, in­
tentó mostrarse condescendiente y evi­
tar la violencia con el sólo fin de que
no se produzcan conversiones a la fuer­
za ni, paralelam ente, nuevos mártires
Sólido de Juliano el Apóstata.
factibles de adoración {ep. 84). A de­ G abinete de Medallas,
más hizo volver del exilio a figuras Biblioteca Nacional de París.
tan im portantes como Atanasio de
Alejandría, anteriorm ente considera­ templos y les considera por ello como
do como herético {ep. 111 y 112). R impuros, señalando que no podrían
Petit ha sostenido que la vuelta de los participar en ninguna cerem onia sin
herejes estaba encam inada a encender antes haber llevado a cabo actos ex­
disensiones en el seno de la Iglesia, piatorios y deja bien claro su postura
pero, por otra parte, hay que aceptar ante los actos contra el Estado cuando
que entraría a formar parte también afirma “Ellos (los clérigos) podrán te­
de su idea de liberalitas. ner cuantas reuniones les plazca y ha­
Los escritores cristianos le acha­ cer las plegarias acostum bradas, pero
can una serie de medidas que respon­ si, por sus intereses, acuden a la rebe­
den más a una propaganda en contra lión (destrucción de templos etc.), ce­
que a una realidad: la existencia de sará el acuerdo y serán castigados” .
una ley desconocida, citada por G re­ Sin embargo, un poco después prohí­
gorio de Nacianzo {Orat., 4, 76) pol­ be a los paganos llevar a cabo actos
la que se obligaba a los cristianos a de fuerza contra personas que se
denom inarse “galileos” y la promesa mueven así más por ignorancia que
recogida también por este autor (V, por convicción; luego es improbable
25), Orosio (VII, 30) y Sozomcno la afirmación de una postura de abier­
(VI, 2.9) de que a la vuelta de la cam ­ ta lucha contra el cristianism o.
paña contra Persia entablaría una lu­ Fueron dos las medidas legislati­
cha abierta contra el cristianism o. vas que levantaron fuertes críticas in­
Más admisible serían las de expulsar cluso entre los paganos como Amia-
a los cristianos de la guardia pretoria- no. En su ley del 12 de febrero de
na (Sócrates, III, 13, 1) o el prohibir­ 363 (C. Th., IX, 17, 5 en Antioquía)
les el acceso a los tribunales si no sa­ prohíbe los funerales cristianos du­
crificaban (Greg.Naz., IV, 96). Él rante el día. En su epístola 136, lo
mismo, en su ep. 114, denuncia los justifica como medida tendente a evi­
actos de fuerza contra los altares y tar el transporte de cadáveres ante la
34 Akal Historia del Mundo Antiguo

vista del común y rechazando que la un auténtico acto de sabotaje, cuando


muerte y la vida se m ezclen y exi­ según el relato de Amiano (XXIII, 1,
giendo la salida del muerto por la n o ­ 3) cayeron del cielo bolas de fuego
che para evitar los malos presagios. que destruyeron los trabajos inicia­
Con ello se evitaba tam bién la propa­ dos, presentándose el prodigio como
ganda cristiana en relación con los un m ilagro por judíos y cristianos.
funerales de santones y líderes caris-
m áticos y, en cierto modo y como él e) La m u erte del paganism o com o
mismo parece señalar, podría contras­ ideología del E stado
tar con ello las expoliaciones de tum ­
bas que se habían llevado a cabo en Las m onedas de este periodo (J. P. C.
momentos anteriores por los cristia­ Kent, J. Arce), presentan a Juliano
nos. com o el Victorioso, el restaurador de
La segunda medida fue el edicto la República y de la religión. Los do­
del 17 de junio de 362 (C. 77?., XIII. cum entos epigráficos están tam bién
3,5 y 11), llamado también Ley Esco­ en este línea y le vemos divinizado
lar y que fue tachada de médida tirá­ en m uchos m iliarios, así como en
nica por Amiano (XXII, 10, 7 y XXV, m onum entos erigidos para su glorifi­
4, 20). La medida tendía a prohibir la cación o en agradecim iento por su la­
enseñanza a los cristianos, para evitar bor (J. Arce). En ellos se dio el fenó­
así la propaganda de sus doctrinas o m eno de la damnatio memoriae a su
que opinasen acerca de cosas sobre m uerte, como m otivo de la reacción
las que no creían ni tom aban en serio, cristiana que destrozó parte de los
tales como la filosofía, mitología, m onum entos. En todo caso estos
gramática o retórica. La ley ponía en m ismos principios y el sentirse elegi­
manos de los m unicipios el nom bra­ do de los dioses fueron tam bién los
m iento de los candidatos, tras probar causantes de su pronta muerte y de la
su moralidad. Juliano partía del prin­ rápida destrucción de su obra. La
cipio, expuesto en su epístola 61, de guerra contra el persa tendía a em u­
que la enseñanza tenía que ser igual lar las hazañas de Alejandro incluso
para todos los niños, incluso los hijos hasta India (Libanio, Orat, 16, 56) y
de los cristianos y ellos después serí­ devolver la grandeza al Im perio. Con
an los encargados de elegir sus pro­ ello se olvidó de la fuerza y exten­
pias creencias. Paralelam ente, supo­ sión del estado persa, de su variedad
nía la renuncia a su cargo de los pro­ étnica y su grandeza militar. El relato
fesores cristianos y la abolición de la de Amiano de la campaña (libros
libre enseñanza. XXII-XXI11) le presenta exaltando la
Las relaciones con los judíos son virtud, el valor y la solidaridad, uni­
mucho menos intransigentes, porque do a sus soldados, inculcándoles sus
en cierto m odo los veía en conexión ideas a través de arengas y enfebreci­
con el helenism o. Por ello concedió do por la em presa, de tal manera que
una serie de ayudas para la recons­ era incapaz de analizar sus riesgos.
trucción del templo de Jcrusalén, aun­ Desde su partida de A ntioquía en el
que G. W. Bowersock opina que con invierno de 363, el trabajo de R. T.
ello lo que quería era probar al m un­ Ridley nos presenta un extenso reco­
do la falsedad de la profecía de Jesús rrido en el que sobresalieron las con­
de que no podría ser reconstruido tinuas plegarias a los dioses y los sa­
hasta la nueva venida del Mesías. Por crificios, celebrando el festival de
otra parte, los judíos tam poco debían Cibeles en la ciudad de Callinico, sa­
estar dispuestos a que un em perador crificando a los manes del em perador
pagano se cubriese con esta gloría y G ordiano en su tumba y acudiendo
podemos por ello afirm ar que se dio tanto a augures como a filósofos. Pe­
El paganismo tardío y Juliano el Apóstata 35

ro ni unos ni otros, ni los conoci­ Reforma religiosa de Juliano


mientos estratégicos de sus generales
Nevita y Ariteo y del aliado persa «... Para estimular su celo (de los sacer­
Horsm indas le im pidieron quemar dotes), llama a su amor propio y a su ra­
sus naves, en una postura tan heroica zón. Convénceles de su santo ministerio,
como atrevida, adentrarse en el cora­ de acudir a orar a los dioses con mujeres,
zón de M esopotam ia y desencadenar hijos y servidores, y no tolerar que sus do­
el choque final (que se debió de dar mésticos, hijos y esposas galileas aban­
en Teli Hir, a 45 Kms. de la actual donen el culto de los dioses y prefieran el
Sam arra), contra un ejército inmenso, ateísmo a la religión. Enseguida convence
capitaneado por los mismos hijos del a los sacerdotes de que no frecuenten el
rey persa. Tras la tregua de tres días teatro, no acudan a beber a las tabernas,
le llegó la m uerte en un lugar llam a­ ni dirijan negocios o trabajos vergonzosos
do Frigia y que R. T. Ridley sitúa en y de mala fama. Honra a quienes te escu­
la ruta de Susa a Sardes. Antes había chan, destituye a quienes te desobede­
rechazado los vaticinios negativos cen. Establece en la ciudad numerosos
que provenían de una facción del hospicios, con el fin de que los extranjeros
ejército, el m iedo de parte de la tro­ puedan beneficiarse de nuestra humani­
pa, la penuria de víveres e incluso el dad, no sólo los nuestros, sino también los
resplandor aparecido en el cielo, sig­ otros si tienen necesidad. Para procurarte
no am enazador de Marte. los recursos necesarios, he aquí las dis­
Amiano le presenta alcanzado por posiciones que he tomado: he ordenado
una lanza en el hígado cuando se lan­ que cada año se dé para toda la Galacia
zaba al com bate en auténtico éxtasis treinta mil medidas de trigo y sesenta mil
(XXV, 3, 1-14), en concreto el 26 de de vino. He dispuesto que se reparta un
junio a las 8 de la mañana (Zósimo, quinto de todo ello entre los pobres que
Til, 29, 1-13), sin ir lo suficientem en­ están empleados al servicio de los sacer­
te cubierto por una armadura (Festo, dotes, distribuyéndose el resto entre los
Brev. 28; Jerónim o, Crónica, 23, 80). extranjeros y los mendigos que se dirigen
Este arrojo podía responder a su pro­ a nosotros. Sería vergonzoso que cuando
pia inm olación como víctim a del fra­ los judíos no tiene indigentes, cuando los
caso, buscando quizás en la muerte la impíos Galileos nutren con sus bienes a
gloria que le había negado la batalla; los nuestros, que se vea cómo nosotros
de ahí que term inara sus días aren­ les negamos ayuda. Enseña a los amigos
gando a los soldados, ofreciendo su del helenismo a soportar su parte en las
muerte a los dioses y a la República y cargas; exhorta a los aldeanos helénicos
debatiendo con los filósofos Máximo a ofrecer a los dioses las primicias de sus
y Prisco sobre la naturaleza del alma. frutos. Acostumbra a los helenos a los ac­
Rápidam ente surgió la controversia tos de caridad, y enséñales que estas
que pone la autoría de su muerte en prácticas son nuestras desde hace tiem­
un bárbaro, sarraceno o persa para los po... No dejes a nuestros imitadores riva­
autores cristianos (Gregorio de Naz., les el cuidado de continuar nuestras
Orat., V, 12). Sozomano afirma que obras; no deshonremos nuestra causa
fue un romano de su ejército que lo con nuestra indiferencia; es más, no aban­
traicionó (VI, 2) y Libanio que podría donemos el culto a los dioses. Si com­
haber sido un sarraceno pagado para pruebo que te guías por estos preceptos
ello {Orat., 24, 6 y 17, 23) o un aque- estaré realmente dichoso.»
ménida o un enemigo civil. Amiano,
que participó en la campaña, señala (Juliano, ep. 84 a Arsacio, Sumo Sacer­
primero que prefiere no hacer com en­ dote de la Galacia).
tarios (XXV, 3, 6), postura lógica
cuando escribe en una corte cristiana,
36 AkaI Historia del Mundo Antiguo

para continuar un poco más adelante cuyo motivo fundamental fue la enor­
afirmando que en su tiempo se difun­ me preocupación de ambos por la si­
dió la idea de que había sido una m a­ tuación de sus fronteras, tal como co­
no rom ana (XXV, 6, 6). En este caso rresponde a unos gobernantes surgi­
habrá que ver de nuevo una im portan­ dos del estam ento militar.
te facción dentro del ejército, reacia a En el terreno religioso, que es el
la campaña e incluso al emperador, que nos ocupa, el estudio de la obra
que vuelve a vislum brarse en la con­ de Amiano nos presenta una situación
troversia que surgió dentro del mismo de persecución política am parada en
a la hora de elegir un sucesor, term i­ la religión, sem ejante a la analizada
nándose por nom brar a Joviano, cris­ en el gobierno de Constancio II. Ésta
tiano pero a la vez fiel a Juliano y contrarresta (J. M atthews, P. Petit)
muy liberal, con lo que según P. con su liberalidad respecto al paga­
Allard se produjo la “pacificación re­ nismo en general, pues la m ayor parte
ligiosa”. Esta consistió en la firm a de de la aristocracia, el senado y los
la paz, la retirada de las tropas y la miem bros de su gobierno estuvieron
entrega a los persas de las provincias com puestos por paganos y cristianos
limítrofes, parte de Arm enia y la M e­ e incluso la m ayor parte de los tem ­
sopotam ia rom ana. Gracias a la pre­ plos debieron perm anecer abiertos
sencia de generales paganos como después de la proclam ación, por parte
Nevita, el cuerpo de Juliano se ente­ de ambos em peradores, de la libertad
rró en Tarso (Cilicia), no sin que an­ de cultos (C. Th., IX, 16, 9 de 371).
tes asistamos a la continua inm ola­ La adivinación y los sacrificios que­
ción de víctimas en la retirada de un daban, por el contrario, totalmente
ejército que todavía en su m ayoría se prohibidos, especificándose clara­
confesaba pagano. mente que con ello no se iba contra el
La muerte de Joviano en extrañas rito sino contra su práctica dañina (C.
circunstancias (por los gases de un Th., XVI, 5, 9). Estas disposiciones
brasero, una congestión cerebral o un pusieron en sus manos la justificación
dolor gástrico según Amiano, [XXV, jurídica de la persecución a enemigos
10, 1-17]) en la frontera entre Bitinia políticos, en la que cayeron intelec­
y Galacia, sirvió para encumbrar a tuales, filósofos y científicos. En
una nueva dinastía tras la elección del Oriente, desde 371, afectó a una parte
tribuno de origen panonio, Valentinia­ im portante de la población de Antio-
no, el 26 de febrero de 364, en Nicea, quía y el encargado de llevarla a cabo
quien llevó a cabo la sistemática des­ fue el conde Paladio. Desde esta ciu­
trucción de la obra de su predecesor y dad se extendió a otros lugares y se
la restauración del Im perio cristiano. vieron im plicados personajes como
M áximo de Éfeso o el gobernador de
Asia, y gran número de senadores por
4. La reacción cristiana frente consultar acerca de la descendencia
al p aganism o de Valente. Con ellos sufrieron repre­
sión quienes confeccionaban horósco­
El rechazo de la m isma m emoria del pos, recitaban conjuros en los baños
em perador m uerto que habíam os vis­ públicos o, como en el caso de un au­
to a través de los epígrafes es sólo un riga, echaban suertes acerca del resul­
ejemplo de lo que representó su tado de una carrera. La quema de bi­
muerte para el paganism o tardío. Tan­ bliotecas enteras y las requisas de
to Valente, en Oriente,· como Valenti­ bienes acom pañaron estas actuacio­
niano, en Occidente, volvieron a una nes. (XXIX, 1 ss.).
política fiscal dura, de requisas a las La represión en Occidente se ini­
ciudades y aum ento de la burocracia, ció en el año 368, patrocinada por el
El paganismo tardío y Juliano el Apóstata 37

prefecto M axim ino y, pese a que de M axim ino, nos hace pensar que
Amiano tenga una visión de Valenti­ ésta no estuvo exenta de intereses
niano como de un em perador toleran­ concretos, que podían envolver anti­
te, no por ello dejó de ser menos guas rencillas fam iliares y religiosas.
cruel. Partiendo de las acusaciones Eso se corrobora con el hecho de que
efectuadas por un m atrim onio acerca en Galia sufrieron persecución los
de ciertas prácticas mágicas, se vie­ enemigos personales del mismo, aca­
ron envueltos im portantes personajes bando muchos de ellos en el exilio y
de la clase senatorial (XXVIII, 1, 1- efectuándose gran cantidad de confis­
56) romana, lo que hizo elevar una caciones. De aquí pasó la persecución
queja al em perador por parte de la al Africa, donde algunos senadores
nobleza de la ciudad y de su sumo sa­ romanos contaban con extensos lati­
cerdote Pretextato. El que cayeran en fundios y, en ocasiones, se habían
la persecución miembros de la familia opuesto a las requisas de grano para

Pintura sobre tela procedente de Bairut


(Egipto) con las figuras de Cristo y Menas;
arte copto del siglo VI
38 AkaI Historia dei Mundo Antiguo

el ejército. En definitiva, se trataba nos de la ciudad, lo que motivó un


generalm ente de personajes significa­ auténtico debate, cuya m anifestación
tivos, algunos opositores a ciertas más directa la tenemos recogida en la
exigencias im periales y cuyo delito correspondencia entre Sínmaco y
teórico ponía en manos de sus perse­ Am brosio. El senador aparece enton­
guidores im portantes riquezas. ces como el baluarte reivindicativo
La muerte de Valentiniano en el del paganism o y de la tradición (J. J.
año 375, mientras luchaba contra los Sheridan, R. Klein, F. Paschoud), pe­
cuados y la célebre batalla de Adria- se a haber confeccionado panegíricos
nópolis, del año 378, en la que murió a los emperadores cristianos. Además,
Valente enfrentado con los godos, pu­ actuaba como representante de los se­
so todo el Im perio en manos de G ra­ nadores paganos, quienes no sólo de­
ciano, el hijo de Valentiniano, ’quien fendían los cultos rom anos, sino que
no sólo participaba de la liberalidad estaban muy apegados a los cultos
de su padre, sino que tam bién acabó orientales. (Th. F. Matthews [1973])
con las persecuciones. Este había sido nos inform a de la enorme cantidad de
educado por Ausonio y representaba epígrafes referentes a estos cultos que
al cristiano culto y conciliador, (M. se han encontrado en Roma para esta
Fortina) consciente del peso que ejer­ época, fundam entalm ente a Atis,
cía todavía el paganism o en el Im pe­ Magna Mater, Serapis, Mitra y He­
rio. Por ello dio una am nistía general, lios, correspondiendo algunos a per­
devolvió los bienes confiscados, con­ sonajes como la esposa de Pretextato.
denó a m uerte a personajes de la anti­ La m ism a correspondencia de Sínm a­
gua adm inistración, como M aximino, co, lo hace de la existencia de cole­
y concedió de nuevo plena libertad de gios pontificales, del de las Vestales,
cultos (C.Th., IX, 35, 2). Pasó parte de las cerem onias paganas y de la
del año 376 en Roma, en contacto tristeza que producía en Roma el
con los intelectuales paganos, pese a abandono de estos cultos por parte de
lo cual, como cristiano convencido los em peradores {ep. I-VII). En todo
confió la defensa del Oriente a su ge­ caso soy de la opinión de que la pos­
neral cristiano Teodosio y el cuidado tura adoptada por Graciano estuvo
de su hermano pequeño, Valentiniano más dirigida a velar por los intereses
II, a Ambrosio de M ilán. Además, su de los cristianos de la ciudad y, sobre
época estuvo m arcada por la presen­ todo, a evitar que un edificio con se­
cia de cristianos como Paulino de No- rias concom itancias políticas detenta­
la, M artín de Tours o Agustín. se sím bolos paganos, sin que ello su­
J. R. Palanque atribuye a la in­ pusiese una negativa a las creencias
fluencia de lodos estos personajes, paganas de los senadores. Esta postu­
pero, fundam entalm ente a la de A m ­ ra política le llevó igualmente a bene­
brosio, el giro dado en su tratamiento ficiar a sus sacerdotes y, finalmente, a
del paganism o posteriorm ente. El renunciar al Pontificado Máximo en
punto de fricción con los círculos pa­ el año 382 (Zósimo, IV, 365).
ganos de Roma, de los que Sínmaco y La radicalización posterior ratificó
Pretextato eran sus representates, fue la prohibición de los sacrificios (C.
su orden de retirar del edificio del se­ Th., XVI, 5, 5). Además, en el sínodo
nado el Altar de la Victoria, en el que de Antioquía apoyaba definitivam en­
se ofrecían sacrificios al com enzar las te la fe de Nicea, lo que se ratificaba
sesiones (lo que podía dañar la sensi­ en el edicto de 21 de febrero de 380,
bilidad de los senadores cristianos). firm ado tam bién por Valentianiano II
Esta se acompañó de una negativa a y Teodosio (C. Th., XVI, 1, 2), por el
seguir m anteniendo los privilegios de que se ponía a los pueblos de su ad­
que disfrutaban los sacerdotes paga­ m inistración bajo la religión de los
El paganismo tardío y Juliano el Apóstata 39

Apóstoles, seguida por el pontífice donde se dan im portante conflictos,


Dámaso y por Pedro, obispo de Ale­ encontrándose som etido al reino del
jandría, paso definitivo para la perse­ Mal. Las distintas esferas celestes que
cución legal de cualquier ideología y tiene que atravesar el alma para salir
de la institución definitiva del cristia­ del cuerpo y encontrarse con la D ivi­
nismo como religión de Estado. Ello nidad, están vigiladas por agentes in­
se acompañó de medidas contra los term edios (eones, arcontes, dem o­
apóstatas (C. Th., XVI, 7, 1-3) y de nios), pensam iento heredado en parte
una serie de leyes tendentes a perse­ del estoicism o y el neoplatonismo.
guir las herejías, confiscar los bienes Así, dividen al hom bre entre un alma
de sus m iem bros, principalm ente de que es creación por emanación del
los gnósticos y m aniqueos, y la con­ principio del Bien, y un cuerpo que lo
dena a muerte de algunas sectas como es del principio del Mal, siendo la
la de los encratitas {C. Th., XVI, 5, 5- gnosis la única salvación posible. De
13). Con estas últim as m edidas abrió lodas ellas fueron los maniqueos qui­
uno de los episodios más controverti­ zás los más perseguidos por la exten­
dos de la persecución religiosa: el sión que este m ovimiento había al­
que englobaba a las sectas gnósticas y canzado, incluyendo a personajes tan
maniqueas y, m ucho más concreta­ im portantes como el mismo Agustín.
mente, la persecución de los priscilia- Mani, su fundador, era un alto cargo
nistas. en la corte de Babilonia, en el siglo III,
Desde el siglo II el Im perio había y había creado una iglesia nacional
visto nacer una serie de sectas reli­ basada en una am algama de creencias
giosas, que debido a su intenso prose- cristianas y paganas, principalm en­
litismo se habían extendido por las te budism o y zoroatrism o (H. Ch.
provincias y adquirido una gran com ­ Puech). El apoyo que recibió de la di­
plejidad. Ireneo, Tertuliano, Eusebio, nastía sasánida le creó también im ­
Jerónim o, Agustín y Filastrio nos dan portantes enem igos, que terminaron
idea de su número y de ciertos aspec­ por causarle la muerte cuando fue in­
tos de sus sistemas religiosos, que las capaz de curar al hijo del rey con sus
encuadra, en su m ayoría, dentro de artes mágicas, m otivando la disper­
los cánones del más puro paganismo, sión de sus seguidores por el Imperio
en las que se mezclaban las más varia­ romano.
das creencias. Grupos como los ebio- El peligro para el estado surgía de
nitas, catafrigios, severianos, marcio- su carácter m istérico y ocultista, que
nitas, ofitas y, fundam entalm ente, los hacía poco controlables. Este se­
gnósticos y m aniqueos, han sido fruto creti smo había creado una serie de
de excelentes estudios (L. R. Dodds, bulos como el de que comulgaban
H. Leisegang, S. Aulin, H. Ch. Puech), con sangre de niños m ezclada con ha­
en los que se resalta la figura de líde­ rina, se entregaban a ritos orgiásticos,
res como Simón el M ago, Mani, Mar- iban en contra de la procreación, co­
ción, Valentín o Basílides, la jerarqui- mo causa del mal en el mundo, y,
zación de los grupos, lo com plicado dentro de su dualism o, practicaban el
de sus ritos, la existencia de im por­ aborto, ingerían fetos y, el más peli­
tantes prohibiciones y su sectarismo. groso, la utilización de la magia en
La mayor parle de ellas en el terreno sus ritos. Jerónim o afirma {ep. 35)
dogmático se caracterizaban por la que las de M arcos y Basílides habían
búsqueda del conocim iento (gnosis) alcanzado rápidam ente la Galia y las
como única vía de salvación y de Hispanias, engañando a las mujeres
unión entre lo divino y lo humano. El con sus m isterios, y Agustín es testi­
mundo de la m ateria se encuentra di­ go de la fuerte expansión maniqueísta
ferenciado de lo divino y es un teatro en menos de un siglo {De Haer., 70),
40 Akal Historia del Mundo Antiguo

nera sistem ática por Graciano, y de


ahí también el arma poderosa que se
puso en manos de los cristianos para
dirim ir sus controversias dogmáticas
y enfrentam ientos locales.
El ejem plo más vivo es el asunto
priscilianista, en el que un grupo de
cristianos centrado en el Norte de la
Península Ibérica se vio perseguido
bajo la acusación de maniqueos. Co­
mo se trata de algo que afecta a las
controversias cristianas no voy a ex­
tenderm e dem asiado en un asunto
muy bien estudiado por H. Chadwick,
E. Ch. Babut y, más recientem ente,
por J. Cabrera, entre otros muchos.
Solam ente precisaré algunos puntos
desde el momento en que sus actua­
ciones com enzaron a ser confundidas
por las fuentes como propias de gnós­
ticos y m aniqueos, poniéndolos en re­
lación con aquellos grupos que se ha­
bían venido filtrando desde el siglo II
en la Península (Orosio, Comm., Jeró­
nimo, ep. 126 y 133) y que debieron
influir a su líder, Prisciliano, en su ju ­
ventud. Concilios (I de Toledo, I y II
de Braga), y pensadores como A gus­
tín (Contra Mendacio), Hidacio (Cró­
nica, I, 8) el papa León en 447 (carta
de Toribio de Astorga) y el papa Vigi­
lio en el 538 (carta a Profuturo de
Braga), así com o los propios tratados
y cánones com puestos por los prisci-
lianistas, nos inform an de los errores
que se les atribuían. Entre ellos desta­
can la creencia en teorías dualistas y
em anantistas, en la influencia de los
astros, la lectura de libros prohibidos,
tabúes alim enticios, entre los que des­
tacan la prohibición de com er carne,
Díptico en marfil de los Nicóm acos
y los Sím m acos, (año 382) el utilizar la población para sus ritos,
Museo de Cluny, París negación del Juicio Final, la adora­
ción de grifos, animales, y del sol y la
valiéndose de libros com puestos por luna (lo que les pone en conexión cla­
ellos mismos para expandir sus doc­ ra con el paganism o), la creencia en
trinas; el Libro de Esdras, de Basíli- los demonios y la asistencia a ritos
des, el Evangelio de los Hebreos, de execrables.
los ebionitas, el m aniqueísta Libro de La realidad fue la oposición que se
los Misterios y el gnóstico Pistis So­ desencadenó hacia estos grupos y el
phia entre otros (E. Pageis). De ahí la m ovim iento cristiano del Norte, por
persecución, com enzada de una m a­ parte de obispos del sur peninsular,
El paganismo tardío y Juliano el Apóstata 41

Hidacio de M érida, Itacio de Ossono- consiguieron, debido a su influencia


ba e Higinio de Córdoba. Los hechos política como m iem bros de las élites
-b ien narrados en la Crónica de Sul­ provinciales, que se frenase la requisa
picio S ev ero - nos presentan a un lí­ de bienes y que su acusador principal,
der carism ático, arrastrando con un Itacio, huyese, posiblem ente acusado
carácter innovador a todo tipo de gen­ de perjuro.
tes y a algunos miembros de la aristo­ He dem ostrado en un reciente artí­
cracia con sus siervos y dependientes, culo cómo el giro que se dio respecto
así como figuras de la élite de la Ga­ a este problema, tras la usurpación de
lia como la noble Eucrocia latifundis­ Máximo en Britania -q u e ponía en
ta de la zona de Burdeos. El nom bra­ manos del mismo Galia e Hispania en
m iento de Prisciliano como obispo de el año 3 8 5 - y el posterior asesinato de
Avila y la extensión del movimiento Graciano, es más un hecho político
m otivó el rescripto de Graciano, por que religioso, a la medida de las gran­
el que se expulsaba a maniqueos y des persecuciones de los Valentinia-
pscudobispos de las ciudades de His­ nos. El hecho de que el usurpador fue­
pania (C. Th., XVI, 2, 35) y la queja ra español, al igual que lo era Teodo­
de los priscilianistas ante el prefecto sio en Oriente, hacía que en parte la
de la Galia, el papa Dámaso y Am­ península se viese dividida en faccio­
brosio de M ilán, sin éxito. En la corte nes de apoyo a uno o a otro. En con-

Dionisio y Ariadna, (siglos V-VI).


Museo arqueológico de Mérida
42 Aka! Historia del Mundo Antiguo

Teodosio y los paganos para eliminarlos. Así, fueron condena­


dos a muerte Prisciliano y los nobles
«Finalmente él (Teodosio) paga con justas Latroniano, Asariano, Aurelio y Eu-
recompensas los méritos terrestres; con­ crocia, y sus bienes confiscados, mien­
cede, como jefe excelente, grandes hono­ tras otros fueron deportados a Britania
res a los adoradores de Dios y les deja in­ y Galia (Instancio y Tiberiano). La
cluso que rivalicen en la práctica de la reli­ irregularidad de esta condena motivó
gión; y no prohibe a los paganos acceder incluso las quejas de Ambrosio y
a los honores de este mundo, cuando M artín de Tours (Ambrosio, ep. 16,
ellos lo merecen, porque las cosas del cie­ 24 y 26) y la posterior restitución de
lo no son un obstáculo para los habitantes su mem oria por Teodosio (C. Th., XV,
de la tierra que quieren seguir un camino 14, 10), con la consiguiente devolu­
terrenal. A ti Símaco, te ha concedido la ción de bienes, pese a lo cual no se
magistratura consular y el derecho a sen­ pudo frenar que la tradición posterior
tarte en un tribunal; te ha concedido el de­ desde la ley del año 407 (C. Th., 5,
recho a vestir la toga dorada y lo ha hecho 40-65) los encuadren entre las sectas
él, con cuya religión no estás de acuerdo heréticas. Entonces, surge la pregunta
tú, adorador de dioses perecederos; tú de si realmente ésta tradición no había
que eres el único en pedir que deben ser acabado por confundirlo con otros
restituidos los engaños de Vulcano, de grupos con parecidas características y
Marte y de Venus, las estatuas del viejo enclavados aproximadamente en las
Saturno, las locuras de Febo, los juegos mismas zonas.
megalienses de la madre troyana, las or­
gías báquicas de Nisa, las bufonadas de
Isis siempre llorando la pérdida de Osiris, 5. Teodosio y el Imperio
sus ridiculas fiestas protagonizadas por cristiano
sus fieles calvos, y todos los fantasmas,
en fin, que suelen estar encerrados en el La unificación del Im perio por Teo­
Capitolio.» dosio y su proclam ación en Milán en
el año 388 -m ientras Valentiniano II
(Prudencio, Contra Symm., I, 608 ss) quedaba bajo la tutela del franco pa­
gano Argobasto, hasta su muerte en el
creto sabemos que ciertos nobles alle­ año 3 9 2 - abrió una etapa de gobierno
gados a Prisciliano fueron soportes fuertem ente teocrático. Teodosio era
importantes de Graciano y lo fueron un hombre fruto de su tiempo, capaz
después de su hermano Valentiniano de crear todo un aparato legislativo
II y de Teodosio. De ahí que, inm edia­ para erradicar el paganism o y, al m is­
tamente, se convocase un concilio en mo tiem po, rechazar cualquier tipo de
Burdeos por orden del emperador, violencia y contar con importantes
donde los priscilianistas fueron con­ m iem bros paganos en el ejército y la
denados, utilizándose para conseguir adm inistración, bautizándose sólo al
su condena la acusación que les ponía final de su vida (Sócrates, V, 6). El
en relación con los m aniqueos, practi­ panegírico de Pacatonos le presenta
cándoles incluso la tortura para su en el año 389 visitando las iglesias de
confesión (Pacato, Panegírico, 12, Roma y al mismo tiempo congracián­
29). Gracias a ello se les pudieron im ­ dose con los paganos del círculo de
putar doctrinas y reuniones obscenas Sínm aco o eligiendo al retórico ate­
con mujeres por la noche, el orar des­ niense, Paladio, como educador de su
nudos y la práctica de maleficios (Sul­ hijo Arcadio. No obstante, sus sopor­
picio Severo, II, 50); es‘ decir, de nue­ tes principales fueron figuras como
vo su relación con la magia ponía en Prudencio, M artín de Tours o Am bro­
manos de los em peradores una excusa sio (A. Lippold, N. Q. King), convo­
El paganismo tardío y Juliano el Apóstata 43

có im portantes concilios en Constan- lancia de estos hechos. A todo ello se


tinopla y Roma, exim ió a la iglesia de sumó la prohibición de cualquier es­
ciertas contribuciones (C. Th., XVI, pectáculo público (por su unión con
2, 26) y en sus m onedas utilizó única­ las festividades paganas) en domingo
mente emblem as cristianos. y en fiestas señaladam ente cristianas.
Además Teodosio había apoyado Prudencio, en su Contra Symmaco I,
la condena, del año 380, de cualquier apunta que la razón de Teodosio se
otra creencia que no fuera la de Nicea basaba en la fuerte persistencia e in­
y en un edicto de 381 (C. Th., XVI, 5, cluso renovación de los cultos paga­
6) condenaba cualquier tipo de here­ nos.
jía, lo que dio paso a muchas otras Aunque había sido siempre contra­
m edidas de carácter legislativo contra rio al saqueo de los templos (Libanio,
las mismas. Legisló contra los judíos Orat., 21, 15) y ello lo demostró en
prohibiéndoles tener esclavos cristia­ ocasiones como cuando en el año 189
nos, casarse con m ujeres cristianas o castigó a los habitantes de Callinicum
hacer contratos (C. Th., Ill, 1, 5-7; (en el Eufrates) por haber incendiado
TX, 7, 5; XVI, 8, 8-9), aunque pedía la sinagoga (Am brosio, ep. 40 y 41),
la protección de sus personas. lo cierto es que con su reinado se
El apoyo de ciertos grupos del cír­ abre el capítulo de las grandes des­
culo de Sínm aco a la revuelta en Oc­ trucciones y si no las animaba, sí se
cidente de Eugenio debió ser el cau­ erigía en cóm plice de las turbas faná­
sante de su radicalización frente al ticas, al apoyar a hombres como M a­
paganismo, en una segunda etapa (Th. terno Cinegio y su política de perse­
F. M atthews, J. J. Sheridan), sobre to­ cución en Oriente. Aquellos “hom ­
do, teniendo en cuenta que Teodosio bres vestidos de negro, portando
se negaba a la restitución del Altar de antorchas de m adera, piedras y fue­
la Victoria y de los privilegios sacer­ go” de los que nos habla Libanio en
dotales. Aunque después de este he­ su Pro templis, destruían edificios y
cho, el em perador no actuó contra es­ altares con sus propias manos, m ien­
tos grupos ni sus cultos y según Zósi- tras los sacerdotes paganos elegían
mo (IV, 59, 3) se contentó con “entre el silencio o la m uerte”. Los
exhortarles a la conversión, lo cierto monjes, ayudados por las tropas y por
es que apoyó medidas muy concretas gladiadores, actuaron en poblaciones
que se veían ya reflejadas en su legis­ como Edesa, Apamca, Constantino-
lación de los años 381 y 382. A partir pla, Efeso y, sobre todo, en Alejan­
del año 391 (C. Th., XVI, 10, 7-12) dría, donde a los intentos del obispo
se prohibió cualquier forma de culto, para derribar el Serapeum, ayudado
la de los lares con fuego, la de los ge­ por las tropas del gobernador de
nios con vino y la de los penates con Egipto, se opusieron los paganos y fi­
olores, el colocar incienso ante ellos lósofos de la ciudad, habiendo m ulti­
o erigir altares c im ágenes, así como tud de heridos en el enfrentam iento
efectuar sacrificios que eran conside­ (So/,., VII, 15; Sócrates, V, 16). En
rados como delitos de alta traición, Occidente es el momento en que ve­
incluyendo tam bién a astrólogos, m a­ mos com enzar a actuar a las élites
tem áticos, augures y magos de todo provinciales y obispos, convertir los
tipo y condenándolos a la pena capi­ templos de sus posesiones en iglesias
tal. Además, se recalcaba que a q u e ­ a Paulino de Ñola y llegar a su punto
llos que erigiesen altares o estatuas álgido la obra destructiva de Martín
violaban la religión y se pasaría a la de Tours en la Galia, acompañado de
confiscación de la casa o campo don­ hordas de monjes (Sulpicio Severo,
de se habían depositado, encargando Vita Martini), hecho constatado tam ­
a los jueces y decuriones de la vigi­ bién por la arqueología (E. Male, P
44 Aka! Historia del Mundo Antiguo

M. Duval, Ch. Donaldson) en el san­ Egipto. A.H.M . Jones apunta que


tuario de la diosa Bribracta, en Monte otras m uchas se produjeron en una
Bauvray, o el de Sequana, en Notre época muy posterior, tal como es el
Dame des Fontaines, entre otros. Una caso del tem plo de Baal en Heliópolis
labor sem ejante se constata en B élgi­ que lo fue en el año 555, descono­
ca con Victrinio de Rouen, y en Italia ciéndose cuándo les tocó el turno al
con el prefecto Graco (Paulino, ep. 18 templo de Apolo en Abidos o al orá­
y Jerónim o, ep. 107). culo de Amón en Siwa, por poner só­
Sus sucesores sólo tuvieron que lo unos ejemplos. En Occidente, A gus­
perm itir que se continuase la obra de tín (De civ., 28, 54) destaca la labor
Teodosio, ratificando las leyes contra de los condes Gaudencio y Jovio en
las sectas, a cuyos miem bros se les lugares como la ciudad de Calama, en
aparta definitivam ente de cualquier el norte de Africa, donde se dio una
participación en el gobierno y la co­ im portante oposición por parte del
m unidad, confiscándoseles sus bienes elem ento pagano. En Tracia la figura
para erigir iglesias cristianas (C. Th., relevante fue el monje Jonás y en
XVI, 5, 34-65) y contra los apóstatas Grecia, con la entrada de los bárbaros
(C. Th., XVI, 7, 4-7). A los judíos se y la acción de los cristianos a princi­
les prohibió incluso la construcción pios del s. V, se arrasaron, entre otros,
de sinagogas, desde 397 (C. Th., el santuario de Eleusis y el de O lim ­
XVI, 8, 9) y sus ritos desde el año pia y en este m ismo siglo fueron des­
408 (C. Th., XVI, 8, 18). Desde el truidos en Britania, los nútreos de
año 395, Arcadio y Honorio ratifican Carrawburgh y Carnavon, posible­
todas las penas contra el paganismo, m ente gracias a un discípulo de M ar­
y definitivam ente en el año 399, se tín de Tours, aunque H. Blair sostiene
ordena la destrucción de todos los la dificultad de una fecha exacta y de
templos que se encuentren en el cam ­ detectar el alcance de estos hechos, ya
po, respetándose aquellos en los que que la m ayor parte de los templos se­
no se llevase a cabo ningún tipo de rían construidos de madera. En la Pe­
culto. En todo caso se debía sacar de nínsula Ibérica, X. B anal ha defendi­
ellos las estatuas y riquezas para evi­ do un rápido cambio en la topografía
tar la rapiña y entregarse las mismas de ciudades como M érida, Tarragona
a la adm inistración (C. Th., XVI, 10, o Córdoba, aunque desconocem os su
13-19). Además, en el año 407 se pi­ cronología exacta. A pesar de todo,
de a jueces y obispos que velen por el seguim os con la incógnita de en qué
cum plim iento de estas órdenes, en el m om ento preciso se destruyeron las
415 se pasa la propiedad de los tem ­ estatuas encontradas en depósitos en
plos al em perador y se aparta definiti­ Atenas, Chipre, Arlés o las dedicacio­
vamente a los paganos de cualquier nes del santuario peninsular de Endo-
cargo, y en 423 se les condena defini­ velico, (en el Alcm tejo portugués), de
tivamente a la pena capital (Honorio hechos como el que aparezcan ins­
y Teodosio II), pero, a la vez, se actúa cripciones hititas en el santuario de
contra los cristianos que hubiesen B ogazkóy o una inscripción a Diana
abusado de su autoridad sin razón, cercana a la iglesia de Santa María de
obligándoles a restaurar lo robado por Tribes, en León, por señalar sólo dos
triplicado (C. Th., XVI, 10, 19-24). ejem plos de los m últiples con que
Con esta sanción se dio en el año contam os. Esto fue sin duda un lento
399 la fam osa expedición de monjes proceso que varió en intensidad aten­
a Fenicia, por deseo de Juan Crisósto- diendo a los distintos factores que hi­
mo (ep. 221), las destrucciones en las cieron posible la pervivencia del pa­
principales ciudades de Siria, Arabia, ganism o, pese a los esfuerzos realiza­
Fenicia y, posiblem ente también, en dos.
El paganismo tardío y Juliano el Apóstata 45

II. La pervivencia del paganism o

Las fuertes pervivendas paganas, a lo dose a grupos de ladrones y rebeldes,


largo de todo el final del mundo anti­ a quienes se presenta atacando igle­
guo, nos obligan a hacer un primer sias y despojándolas de sus riquezas,
tratamiento de aquellas que fueron las tal como es el caso concreto del m o­
causas fundam entales de las mismas vimiento bagaúdico para la Galia y el
y un análisis aproxim ativo de los norte de Hispania. En ellos se englo­
dogmas, panteones, ritos y supersti­ baban gentes de distintas condiciones
ciones que m erecen una mayor aten­ que con la llegada de los bárbaros
ción en las fuentes. aprovecharon la ocasión para darse al
bandidaje (Salviano,V, 6; Hidacio,
25, 141), y que por sus actos sacrile­
1. Principales c a u s a s de la gos difícilm ente podemos pensar se
pervivencia p a g a n a tratase de cristianos. Su composición
y características han sido bien trata­
Los factores que perm itieron al paga­ das por P. Dockes, E. A. Thompson,
nismo seguir existiendo afectaron de M. Pastor y G. Bravo, entre otros, pe­
distinta manera a los territorios del ro sin resaltar la im portancia del fac­
antiguo Im perio, pero fueron bastante tor religioso en el m ovimiento y que
similares en sus características gene­ quizás habría que relacionar, salvan­
rales, yendo desde una oposición vio­ do lagunas ideológicas, con el de los
lenta o pacífica, individual o colecti­ circumcelliores del norte de Africa.
va, hasta la constatación de una insu­ En todo caso buena parte de los per­
ficiente infraestructura por parte de la seguidos por motivo de religión tu­
Iglesia, para llevar a cabo su persecu­ vieron que verse abocados a integrar
ción y el fenómeno puramente políti­ bandas o a unirse a los bárbaros.
co de la presencia de los pueblos bár­ La oposición pacífica, que posi­
baros en Occidente. blem ente fue la más importante, se
La oposición armada y violenta produjo m ediante una ocultación de
que se experim entó en etapas anterio­ las m anifestaciones religiosas, lo que
res por parte de los paganos de Cala- suele desem bocar en una transform a­
ma, Alejandría o de los distritos rura­ ción de las m ism as, una vez perdido
les de la Galia, deja de presentarse en el auténtico contacto con sus raíces, y
las fuentes a partir del siglo V, salvo su confusión con fenómenos de he­
en ciertas citas que aparecen refirién­ chicería, artes ocultas y magia por las
46 AkaI Historia del Mundo Antiguo

fuentes. De esta manera se presenta la organización eclesiástica y el punto


difícil el estudio de un proceso en el de partida de su labor proselitista. Las
que los protagonistas son la rebeldía barreras geográficas que le im posibi­
interna, el inconsciente colectivo o la litaban extenderse hasta los lugares
psiquis y el corazón de los individuos. más recónditos, la infraestructura via­
Mucho más detectable es la falta ria, la cerrazón de ciertos pueblos y el
de una estructura eclesiástica y estatal freno que significaba el desconoci­
suficiente como para m antener con­ m iento del lenguaje de los pueblos
trolados los distintos territorios. La que se intentaban cristianizar, como
incógnita está en hasta qué punto se señala Agustín para el norte de África
podía hacer cum plir las leyes y las (ep. 190, 12) o vemos en el caso de
disposiciones conciliares. Pero la re­ M artín Dumiense, un panonio cristia­
petición de las mismas y las amenazas nizando Galicia, fueron sustanciales
de fuertes castigos para aquellos que para la pervivencia del paganismo. A
no cumplían con su obligación de ha­ ello se pueden sumar los largos perio­
cerlas viables (vicarios, gobernadores, dos en que dejaron de convocarse
curas y sacerdotes) hacen sospechar concilios, las controversias dogm áti­
una lenta puesta en funcionamiento. cas, que envolvían a los cuadros ecle­
En esta dialéctica contaban distintos siásticos, y la existencia de una gran
factores como la ideología de los mis­ cantidad de sacerdotes tibios que lle­
mos, su liberalidad, la relación con los vaban en sí mismos las contradiccio­
vecinos o dependientes, sin contar con nes ideológicas de su tiempo. M ien­
otra serie de factores socioeconóm i­ tras Eusebio aseguraba que la Iglesia
cos. La queja emitida por los em pera­ se había hecho la guerra a sí misma
dores en las leyes, desde 392, en las {IT. E., VII, 1-7), Agustín, en su epís­
que se cita a jueces, obispos y gober­ tola 22, acusa de falta de rectitud a
nadores que permiten actos prohibi­ ciertos clérigos que habían llegado a
dos, se repite en el siglo VII en las le­ este estado por huir de una vida m ise­
yes visigodas, con una monótona in­ rable, lo que podríamos poner en co­
sistencia. De ahí el que se favoreciera nexión con las alusiones a sacerdotes
la delación en las Leyes (C. Th., IX, obligados a serlo desde la infancia
16, 1 y 1, 1-5), sobre todo cuando se (c. 20 Conc. de Arlés de 314 y c. 1
trataba de prácticas ocultas. del II de Toledo). Además, acudimos
La Iglesia adolecía de la misma en ocasiones a la búsqueda de obispa­
capacidad organizativa, salvo en los dos por parte de élites cristianas que
principales centros urbanos y en buscaban claram ente beneficios so­
aquellos donde se asentaron los m on­ cioeconóm icos, lo que después de­
jes. Además, del análisis de los m a­ sem bocaba en un conocim iento de los
pas de obispados, podemos colegir dogmas, el concubinato, la práctica
que éstos hasta el siglo V se centra­ del com ercio y la usura, la supersti­
ron en los lugares más rom anizados y ción y la caída en el error (es. 7-33
lo mismo sucede con la expansión de Elbira; 5 y 7 , 1 Toledo; 25 de Arlés de
los edificios paleocristianos y parro­ 314; 2, 5, 6 del II de Braga; 11 y 12
quias rurales (M. Vicillard, P. de Pa- del III de Cartago; 6, 3, 27, 30 del II
lol, A.H.M. Jones). Las diferencias se de Toledo, entre otros muchos), entre
acentúan de nuevo entre Oriente y aquellos citados por el c. 19 del IV de
Occidente, donde el fenómeno del mo­ Toledo del año 633 “ ..los que buscan
nacato fue mucho más tardío, creán­ el cargo m ediante intrigas; los que se
dose extensas zonas de vacío como la esfuerzan en obtener el cargo con re­
Armórica, el norte de H ispania y Bri- galos; los que han sido nombrados
tania. Sin embargo las iglesias y m o­ para el episcopado por el antecesor en
nasterios eran las células básicas de este cargo” .
El paganismo tardío y Juliano el Apóstata 47

Las invasiones bárbaras fueron un 2. Dioses y cultos


factor prim ordial en el freno a la ex­
pansión del cristianism o, fundamen­ Contamos con restos importantes de
talm ente en el Occidente, pues para paganism o a partir del siglo V, pero el
Oriente no fueron más que un hipoté­ problema surge al querer adscribirlos
tico peligro fronterizo. Su asenta­ a panteones concretos, ya que las
m iento en los territorios desencadenó fuentes suelen generalizar y señalar
posturas antagónicas, desde arrojarse sólo actos de idolatría o de cultos abs­
las poblaciones en manos de sus se­ tractos a piedras, bosques, fuentes, ca­
ñores cristianos (lo que aceleraría el minos, el sol o la luna (Gregorio, ep.
proceso de cristianización, tal como 18; Máximo de Turin, sermón 102;
parece reflejar la obra de Salviano) Cesáreo de Arlés, sermones 66,78;
hasta alejarles de ellos mediante la Dumiense, 16 y los cánones 23 del II
huida al bárbaro o la independencia de Arlés, 2 de Tours de 461, 16 de
religiosa desencadenada por la misma Cartago de 401 y 11 de XII de Toledo,
causa. El caos y la desm oralización entre otros muchos). Con esta genera­
(E. Demougeot, R. Mac Mullen lización en realidad se podían estar
[1966], S. Dill) facilitaron la des­ encubriendo cultos romanos, indíge­
m em bración de la organización rom a­ nas, orientales o actos rituales de gru­
na en m uchos sentidos y el hecho de pos heréticos sin distinción, que vie­
que parte de estos pueblos continua­ nen a realizarse en aquellos espacios
sen paganos (francos del Rin, suevos, abiertos que antes les estaban reser­
vándalos y alanos de Hispania y norte vados y una vez destruidos sus tem ­
de África, ostrogodos de Italia) o hu­ plos y altares. Las terribles penas que
biesen sido convertidos recientemente vemos recogidas en el XII Concilio
(visigodos y burgundios), en cierto de Toledo para quienes incurran en
modo vinieron a desencadenar postu­ estos actos son dem ostrativas del
ras claras de apostasia (Sozomeno, miedo que existía todavía en el siglo
IX, 6, 3). A ello se sumó el ataque a VII al paganism o: azotes, esclavitud,
iglesias y centros religiosos, como hi­ prisión y excomunión.
cieron los visigodos y los vándalos en Solamente en raras ocasiones se
España y África (Hidacio, Crónica, hace alusión a la pervivencia de cul­
24, 67 y 25, 71; Victor de Vita, Pers. tos más concretos. Salviano de M ar­
Wandal., I), que crearon también un sella, a lo largo de su obra, denuncia
claro clima de inestabilidad entre los en repetidas ocasiones lo extendido
m iembros del clero cristiano. Sabe­ del paganismo en el Occidente y en es­
mos que la conversión definitiva de te sentido, es muy significativa la jus­
los francos no se dio hasta época tan tificación de persecuciones en el c. 16
tardía como el reinado de Clovis, en del III Concilio de Toledo “por estar
el siglo VI (según G. Tessier 28) y los muy arraigado en casi toda España
suevos del norte de España también y Galicia el sacrilegio de la idola­
en esta época, con la ayuda de Martín tría” . Sin embargo contamos con da­
Dumiense, m ientras vándalos y lon- tos muy escasos, como la dedicación
gobardos fueron tam bién bastante re­ de un ara al dios indígena hispano
misos a su conversión (Gregorio, Erudino en el año 399 en el Pico de
Diálogos, III, 28). En este sentido los Dobra (Santander) (C1L, II, 5809) o
paganos tendrían un respiro al faltarle la cita de Prudencio de que los Vasco­
a la Iglesia el apoyo oficial necesario nes hacían sacrificios a divinidades
y ésta sólo pudo recuperarse como or­ m onstruosas (Perist., I, 94). Una cita
ganización cuando los reinos bárba­ recogida en las Saturnalia, I, 9 hace
ros adoptaron el modelo romano de alusión a lo arraigado que estaba en
estado. Cádiz el culto a M arte y otra del Du-
48 AkaI Historia del Mundo Antiguo

míense de la adoración en el Norte pervivencia de todo tipo de cultos,


peninsular a Júpiter, Marte, Juno, Ve­ porque la cristianización de estas zo­
nus, Minerva, M ercurio, Neptuno, nas había sido bastante lenta y tardía.
Lamias, Ninfas y Diana (6 y 8) en el En Grecia, A. Η. M. Jones defiende
siglo VI, lo que podría también ence­ la pervivencia de culto en santuarios
rrar otra serie de cultos ancestrales, como el de Esculapio en Atenas o el
interpretados de esta manera por el de Epidauro, siendo muy tardías las
obispo. S. Mackenna y yo misma he­ prim itivas iglesias construidas en su
mos dedicado sendos trabajos a este territorio. En Inglaterra, R. Mac M u­
tema, pudiendo com probar que la llen (1965) ha defendido un renaci­
pervivenda pagana fue muy grande m iento celta en esta época y la falta
hasta bien entrado el Medievo, lo que de cristianización hasta bien entrado
parece coincidir con los trabajos de el siglo VIII. La pervivencia de cultos
E. Male, G. Tessier y Ch. Donaldson como el de la diosa Brigantia en
para la Galia. Gregorio de Tours en Yorkshire, el dios Anocitius en Ben-
su Historia de los Francos, VIII, 15 well y M itra en Londres, Caerleon,
denuncia el culto a Diana, pero la R udchester y Carawsburg, se puede
obra comenzada por M artín deja poner en conexión con los de los in­
constancia del arraigo de los cultos vasores anglosajones en el siglo V,
celtas y de la destrucción de santua­ que eran paganos y frenaron el proce­
rios dedicados a diosas como Bibrac- so casi inexistente de cristianización
ta o Sequana. La arqueología constata (P. H. Blair). El prim er intento de ello
también una larga pervivencia del se dio a finales del siglo IV entre los
culto a los sepulcros m egalitos. En pictos, sin éxito aparente y sin que
Italia el Carmen contra paganos y tengamos uno nuevo hasta el año 597,
Las Saturnales, de M acrobio, nos in­ en que el papa Gregorio envió a
forman del fuerte arraigo de todo tipo Agustín de Canterbury con el deseo
de cultos durante el siglo V, lo que se expreso de que destruyera ídolos y
ve ratificado por la composición más edificios. En Irlanda, contamos con la
tardía del papa Gelasio sobre la festi­ figura de Patrick en el año 432 y co­
vidad de las Lupercales. A rqueológi­ mo iniciativa de la iglesia gala.
camente ejemplos claros son el tem ­ La situación en el norte de África
plo de Hércules en Ostia, el de Satur­ fue más caótica, debido al asenta­
no en Mesina, el mitreo de Santa m iento de los vándalos en M aurita­
Prisca en Roma y las dedicaciones nia, N um idia y Africa Proconsular
paganas encontradas en distintos lu­ y la persecución abierta que éstos
gares (CIL, VI, 1526), que vienen a llevaron a cabo contra los cristianos
coincidir con la aseveración del papa (Ch. C ourtois, H. J. Dicsner). Aún
Gregorio {ep., 8 y 9) acerca del arrai­ más, el edicto del rey H unerico en
go de todo tipo de creencias a lo largo 484 suprim ió las cerem onias re li­
del siglo V. No obstante muchos tem ­ giosas, asociaciones y reuniones de
plos debieron permanecer cerrados, culto, m andó quem ar los libros sa­
aunque sus cultos permaneciesen en grados y prohibió la construcción de
privado, pues Procopio (Bell. Goth., iglesias. Sólo la reconquista de estos
V, 25, 24) atestigua que en el año 536 lugares por Justiniano en el siglo VI
se volvió a abrir el templo de Juno en consiguió dar un giro a la situación,
Roma para suplicar la paz. Contamos a favor de la cristianización de la
con muchas inscripciones a dioses pa­ zona. Por otro lado, sabemos que en
ganos en época tardía de templos im­ la m ayor parte de los territorios nun­
portantes como el m itreo de Carnun­ ca se había llegado a predicar (A gus­
tum, en el Danubio, y el de Sardica tín, ep., 46 y 48), sobre todo entre las
(Sofía). Aquí es mucho más clara la tribus nóm adas, al igual que suce­
El paganismo tardío y Juliano el Apóstata 49

día con las de Siria, Arabia o Nubia. presencia en Galia y el Código de


Incluso en Oriente, donde el cris­ Justiniano (I, 5, 12) repite las penas
tianismo estaba más arraigado, conta­ contra todo tipo de herejías. Es indu­
mos con ejem plos contundentes de la dable que, de una forma u otra, estas
pervivencia del paganism o. Sozome- com unidades debieron subsistir a pe­
no señala este hecho en Palestina, Fe­ sar de que sean ignoradas. Incluso es
nicia, el Tauro y gran parte de M eso­ posible que muchas de las denuncias
potamia (III, 14 y V, 3), tanto en las analizadas puedan referirse a estos
ciudades como en el campo. Los em ­ grupos. De acuerdo con esto, pudo
peradores bizantinos M arciano en producirse un cierto renacim iento de
451 y Leo en 472 tuvieron todavía las mismas en el gran número de he­
que legislar contra el paganismo rejías y m ovim ientos religiosos que
(C.J., XI, 7, 9) y Justiniano, en el año marcaron sensiblem ente la historia
529, inició la conversión forzada de religiosa de la Edad Media.
un gran número de paganos (C. /., I,
11, 10). Juan de Éfeso, en el año 542,
convirtió de esta forma a muchos ha­ 3. Las festividades p a g a n a s
bitantes de Caria, Frigia y Lidia, aun­
que todavía con Zenón se dieron re­ Estas fueron mucho más respetadas
vueltas religiosas en la ciudad de por el cristianism o, al menos en la
Afrodisias (Caria) y persecuciones de práctica, debido a la fuerte raigambre
paganos en Heliópolis (Fenicia), An- popular que tuvieron, incluso entre el
tioquía y Edesa. En general, el pano­ elemento cristiano. De ahí que la
rama arroja un saldo bastante favora­ Iglesia intentase paliar el problema
ble hacia el paganism o en Oriente mediante su adscripción a cultos con­
hasta época muy tardía y a pesar de la cretos, como el de los santos o el na­
postura en contra adoptada por los cim iento de Cristo, y el ejemplo feha­
monarcas bizantinos. En Egipto fue ciente podría ser el ya citado Calen­
también Justiniano quien destruyó dario de Filocalus, donde aparecen
centros de culto, como el templo de citadas entre otras las de Cibeles en
Isis en Filao y los de M enfis que se­ marzo, Ceres en abril, Flora en mayo,
guían en funcionam iento. No obstante Apolo en julio, Júpiter e Isis en O ctu­
aquí el fenómeno del monacato per­ bre o Saturno en Diciembre y en rela­
mitió un mayor control de los m is­ ción con obispos y mártires cristia­
mos, lo que se vio también apoyado nos. En ese sentido están también las
por su pecularidad geográfica. citas de Salviano (VI, 7, 38), Licinia­
No podemos decir apenas nada no de Cartagena (ep. III) y Cesáreo
acerca de las sectas gnósticas y mani- de Arlés (sermón 19) acerca de dan­
queas, salvo en el caso de la Penínsu­ zas, cánticos, procesiones y obras del
la Ibérica donde, debido a su cone­ diablo llevadas a cabo por los cristia­
xión con el p riscilianismo, fueron nos en las festividades. Las precisio­
siempre objeto de preocupación en nes recogidas en el trabajo de M acro­
concilios como el I y II de Braga, y bio sobre las Saturnales, y del papa
de los papas. Sobre la existencia de Gelasio sobre las Lupercales, de­
maniqueos en el Norte se pronuncian muestran hasta qué punto se producía
la Crónica de Hidacio (I, 8; VII, 13), la m ezcla de elem entos, ritos y creen­
el papa Vigilio en el año 538 (PL 84, cias en los distintos grupos, fenóme­
829), en una carta al obispo Profuturo no que no se podía evitar ni con los
de Braga, y el obispo Montano de intentos que el m ismo Gelasio dice
M crida en una carta recrim inatoria a que llevó a cabo para suplantar la
los sacerdotes palentinos. Próspero de fiesta por la de la purificación de la
Aquitania (Crónica, II, 734) señala su Virgen el 15 de febrero (ep., 100, 15).
50 Aka! Historia del Mundo Antiguo

Ritos apotropaicos, m istéricos y actos respondiendo ambas a etapas de cam ­


mágicos se m ezclaban con juegos, bio solsticial. Agustín dice que duran­
danzas, procesiones y hasta con sacri­ te estas fiestas se abandonaban las
ficios de todo tipo como eran aque­ iglesias o se danzaba dentro de ellas
llos que, según el Dum iense (11), se (ep. 91), siendo además muy propio
ofrecían a los ratones y las polillas de las mismas los desfiles carnavales­
durante las Paganalia, para evitar las cos, en los que se producían fenóm e­
plagas. nos de travestism o y cambio (Horn
En este m ismo sentido es sum a­ 197). El peligro que podía entrañar
mente representativa la fiesta de N a­ este hecho fue la causa del aborreci­
vidad que, en general, vino a tomar el m iento por parte de los padres ecle­
antiguo lugar de las Kalendas de ene­ siásticos de estos actos, llegándose a
ro, así como las de junio pasaron a confeccionar auténticos tratados con­
adscribirse a figuras como San Juan, tra los m ismos, como el compuesto

El paganismo en la Península Ibérica (Martín Dumiense, De correctione rusti­


corum, 16)
«¡He aquí que clase de promesa y de pro­
fesión de fe tenéis con Dios! ¿Y cómo «No está permitido a los clérigos ser en­
vuelven en seguida a los cultos del diablo cantadores y hacer ligaduras, esto es,
algunos de entre vosotros que renuncia­ uniones de almas. Si alguno practicare
ron al diablo, a sus ángeles, a sus cultos y estas cosas será aroojado de la iglesia.»
a sus malas obras? Pues encender velas «Si alguno, siguiendo las costumbres
junto a las piedras, a los árboles, a las de los paganos, introdujere en su casa a
fuentes y en las encrucijadas, ¿qué otra adivinos y sortílegos, para que hagan sa­
cosa es sino culto al diablo? Los actos de lir fuera el espíritu malo, o descubran los
adivinación y los augurios el celebrar el maleficios, o realicen las purificaciones
día de los ídolos, ¿qué otra cosa es sino de los paganos, hará penitencia durante
culto al diablo? Festejar las Vulcanales y cinco años.»
las Calendas, adornar mesas y poner ra­ «No está permitido a los cristianos el
mas de laurel, prestar atención al pie que conservar las tradiciones de los gentiles ni
se usa, derramar grano y vino en el fuego festejarlas, ni tampoco tomar en cuenta
sobre un tronco y poner pan en las fuen­ los elementos, o el curso de la luna, o de
tes, ¿qué otra cosa es sino culto al dia­ las estrellas, o la vana falacia de los as­
blo? Que las mujeres invoquen a Minerva tros, para la construcción de su casa, o
mientras tejen, que elijan el día de Venus para la siembra o plantas de árboles o pa­
para sus nupcias y que presten atención a ra la celebración del matrimonio...»
qué día se ponen en camino, ¿qué otra
cosa es sino culto al diablo? Hechizar (71 y 72 del II Concilio de Braga de 572)
hierbas para encantamientos e invocar los
nombres de los demonios al hacerlo, «Si se descubriere que algún obispo,
¿qué otra cosa es sino culto al diablo? Y presbítero o diácono, o cualquier otro del
otras muchas cosas que son largas de orden clerical consultaba magos, hechice­
contar. He aquí que después de la renun­ ros, adivinos, goreros, sortílegos o a los
cia al diablo, los demonios y a las malas que profesan artes ocultas o a algunos
obras de los ídolos, vosotros habéis deja­ otros que ejercen cosas parecidas, de­
do de lado vuestra fe y habéis roto el pac­ puestos del honor de su dignidad sean
to que hicisteis con Dios. Habéis abando­ encerrados en un monasterio, consagra­
nado el signo de la cruz que recibisteis en dos allí a una penitencia perpetua lloren el
el bautismo y atendéis a otros signos del crimen cometido de sacrilegio.»
diablo por medio de pájaros, estornudos y
otras muchas cosas...« (c. 29 del IV Concilio de Toledo de 633)
El paganismo tardío y Juliano el Apóstata 51

por el obispo paciano de Barcelona, emperadores tuvieron la suficiente


titulado Cervus (por utilizarse princi­ fuerza como para luchar abiertamente
palm ente el disfraz de este animal) y contra ello ya que, según se afirma en
también m otivaría cierto temor en las sus leyes, eran de un gran valor para
autoridades civiles. Por lo que se re­ el entretenim iento de los pueblos y
fiere a las de enero, además de una por lo tanto sólo tenían que evitarse
serie de rituales de carácter expiato­ en ellos los sacrificios y evitar que se
rio, tendentes a buscar la prosperidad llevasen a cabo en fechas tan señala­
en la etapa que com enzaba, se ador­ das como la Navidad, Epifanía y Pen­
naban las mesas y casas con ramos, tecostés (C. Th., XVI, 10, 3-17; XV,
luces y m anjares de todo tipo, se ofre­ 5, 5), festividades, por otro lado, cla­
cían sacrificios a los lares, se arrojaba ramente paganas en su principio. Los
com ida al fuego en signo de concilia­ trabajos de A.Cameron y G. Ville son
ción con los dioses protectores y se demostrativos de los problemas que
utilizaban plantas propiciatorias co­ podían derivarse de los intentos de
mo el olivo, acebo, laurel y pino, to­ erradicación de estos juegos y de lo
do dentro de una auténtica raigambre que supusieron de peligro político para
pagana, como vemos en el trabajo de el Imperio Bizantino, cuando las fac­
M. M eslim. Además, continuaba la ciones surgidas de ellos se convertían
práctica de las strenae o entrega de en grupos de presión. En Occidente, y
regalos y de los sacrificios con un ca­ tras la llegada de los bárbaros, fueron
rácter adivinatorio que motivaban las puestos de nuevo en funcionamiento
denuncias de los sacerdotes cristianos en ciertos lugares donde la acción de
(Dumiense, 16; Máximo de Turin, la Iglesia había conseguido expulsar­
Horn., 16). Por todas estas razones, el los de circos o teatros, aunque sabe­
canon 17 del Concilio de Zaragoza, mos que se seguían produciendo en
del año 380, obligaba a los cristianos las casas privadas y plazas públicas
a acudir a las iglesias desde el día 17 (c. 62 Conc. de Elbira, c. 5 de Arlés
de diciem bre al 6 de enero, con el fin de 314, c. 15 de Cartago de 419).
de que no se ocultasen en las casas
durante una época anteriorm ente de­
dicada a Saturno, al Sol Invicto, a 4. Ocultismo, adivinación y
Mitra y finalm ente al dios cristiano. m agia
Las festividades paganas se enri­
quecían con gran cantidad de espectá­ Es m anifiesta la facilidad con que se
culos teatrales, m usicales y deporti­ pueden convertir actos puramente re­
vos, que aparecen considerados por ligiosos, como la adivinación en fe­
los cristianos como obscenos, crueles nómenos de brujería y magia, con só­
e impíos y que les recordaban con lo acudir a la m anipulación de objetos
bastante regularidad su adscripción a y seres de una forma oculta. De esta
antiguos dioses y el fuerte arraigo manera y debido sobre todo a una
dentro de los mismos de sacrificios y propaganda negativa por parte de las
artes m ágicas (Agustín, De civ., II, 5; fuentes, podía ser tachado de mago
Prudencio, Contr. Symm., II, 113). cualquier personaje en que en etapas
Salviano de M arsella es un claro ex­ anteriores ejercería un cargo sacer­
ponente de cómo los habitantes de dotal, y ser confundido con quienes
Galia e Hispania acudían a estos es­ pertenecieron siempre al m undo más
pectáculos, descuidando la defensa de individulizado del ocultismo. Esta
sus ciudades frente a los bárbaros y confusión es algo intrínseco al en­
dejando vacías las iglesias donde te­ frentam iento entre paganismo y cris­
nían que acudir a orar por la paz (VI, tianismo (H. Lewy, A. D. Barb, D. E.
7, 18). Sin embargo, ni los propios Auné, P. Brown) y se perfila perfecta­
52 Akal Historia del Mundo Antiguo

mente en los cánones y leyes im peria­ yes, y proveer para sí en lo futuro” (c.
les cuando denuncian como tales a 4 del V Concilio de Toledo). De ahí
arúspices, astrólogos, intérpretes de que m últiples concilios repitan los
sueños, m atem áticas y curanderos y anatemas contra quienes llevaban a
los colocan junto a trabajadores de cabo estas prácticas en la clandestini­
m aleficios, magos y consultantes de dad de las casas (c. 71, 74 II de B ra­
los muertos. El intento hecho por ga; 14 de Narbona; 23 de Tours, de
Agustín (De civ., X, 10, 1) de siste­ 597; 89 del IV de Cartago) y los cor­
m atizar estas prácticas perduró en su pus jurídicos como las Leyes Visigo­
concepción teórica hasta el siglo VII, das (V, 2, 1-3; VI, 2, 4-5) castiguen
donde fue recogido en las Etimolo­ con el exilio, la confiscación y la caí­
gías de Isidoro de Sevilla (VIII, IX, da en esclavitud a quienes elaboren
1-30) y se basa en la clara división pócimas para m aleficios o practiquen
entre las prácticas que forman parte encantam ientos sobre los campos, vi­
de la goetia o magia antisocial, cau­ ñas, animales o mentes de los hom ­
sante de m últiples desgracias, y la bres. La obra de Gregorio de Tours es
teurgia o magia blanca. tam bién un claro ejemplo de las per­
En la prim era se vienen a incluir secuciones llevadas a cabo por los re­
prácticas como la necrom ancia, por la yes francos contra estos actos (Hist.
que se consulta a los muertos m edian­ F ranc.,V, 14-39), mientras en Oriente,
te la manipulación de sus cuerpos y la Justiniano tuvo que desencadenar una
inyección en ocasiones de sangre en purga entre los personajes de la corte
sus venas; la hidrom ancia, geomancia para erradicar las prácticas de adivi­
y aeromancia, según sea agua, sustan­ nación y magia (A. Η. M .Jones). Evi­
cias minerales o el aire los elem entos dentem ente, la neurosis desatada ter­
utilizados en las prácticas adivinato­ m inaba por afectar a otros actos m u­
rias y mágicas; la pirom ancia, en la cho más inocentes como eran el
que juega un papel fundamental el observar los astros a la hora de casar­
fuego; la astrologia, como deform a­ se, plantar árboles o construir una vi­
ción supersticiosa de la astronom ía vienda, el invocar las mujeres en sus
-auténtica cien cia- y fundam entada tejidos a M inerva o a Venus en sus
en el determ inism o astral (a sus se­ nupcias, el hacer caso de los días fas­
guidores se les suele llam ar en oca­ tos y nefastos, el recoger hierbas cu­
siones m atem áticos); la aruspicina y rativas con un cierto ritual (Dum ien­
los augurios, que suelen basar sus co­ se, 1-16), hechos todos que term ina­
nocimientos en los vuelos, voces y ron por integran el complicado
demás signos enviados por las aves; mundo de la superstición.
la oniromancia, en la que los hombres M uchas otras prácticas se tolera­
son los transm isores del destino, y ron fácilm ente, principalm ente las de
junto a todas ellas denuncias de una carácter expiatorio y purificatorio.
serie de actos denom inados encanta­ Las rogativas tendentes a buscar la
ciones y sortilegios y que suelen in­ fertilidad de los campos y animales,
cluir las invocaciones de los espíritus mediante ritos procesionales, quema
mediante cánticos, fórm ulas, libros de los campos, bendiciones, actos ex­
sagrados y de m ágia o com plicados pulsivos y expurgatorios habían ya
juegos de suerte. En la goetia pode­ escapado de los anatemas de conci­
mos rastrear m uchas prácticas perte­ lios (c. 49 de Elbira) y leyes (C. Th.,
necientes al aparato religioso de los IX, 16, 3) y formaban una parle im ­
más variados sistem as, perseguidores portante del patrim onio religioso de
todavía en el siglo VII por “pensar las sociedades. Las distintas religio­
ilícitam ente de las cosas futuras, y nes hacían uso de las mismas y tam ­
conjeturar los infortunios de los re­ bién los grupos gnóstico-m aniqueos
El paganismo tardío y Juliano el Apóstata 53

La iglesia de Santa Sofia (años 532-537)


en Constantinopla,
capital del imperio bizantino

consagraban con encantaciones los concilios excom ulgasen a quienes no


frutos para em ular la obra del diablo la ingiriesen durante el sacrificio de
y contaban con libros donde se ence­ la m isa (c. 14 de I Toledo; 11 del XI
rraban misterios teosóficos para atraer de Toledo). A veces era el mismo rito
la lluvia (Orosio, Comm., 2; c. 8 I en sí el que podía ser dedicado expre­
Cone, de Braga; Prisciliano, c.28). samente para buscar la muerte de las
Algunas consideradas m ágicas se personas tal como vemos recogido en
efectuaban durante las festividades el c. 5 del XVII Concilio de Toledo.
más im portantes, fundamentalmente Ungüentos, pócim as, drogas y vene­
aquellas que tenían una raigambre nos de todo tipo podían ser elabora­
agrícola y pastoril, como las Luperca­ dos con diversas sustancias, resinas,
les, o en las que venían a significar el hierbas o sales, poniéndose así en
paso de un tiem po a otro, el cambio evidencia el doble papel de estos pro­
en el ciclo vegetativo, como en las ductos como curativos e instrumentos
Kalendas. La búsqueda de la prospe­ mágicos (N. Fernández Marcos); de
ridad y la salud eran la tónica general ahí que se observasen complicadas
en las m ismas y se solían llevar sortí­ prescripciones a la hora de recogerlos
legos y adivinos a las casas para ex­ como el efectuarlo por la noche, con
pulsar el mal. En relación con los luna llena y recitando ciertos encanta­
com plicados ritos de expulsión del mientos (c. 74 II Conc. de Braga).
demonio de haciendas y cuerpos por Tendremos tam bién que recalcar la
parte de los cristianos dedicaré un es­ importancia de materias animales co­
pacio en el próximo apartado. mo los testículos de toro, la hiel de
Como instrum entos en las prácti­ cabrito, las visceras y la sangre para
cas adivinatorias y mágicas podían la preparación de pócim as y los ritua­
utilizarse gran variedad de objetos y les necrom ánticos. En estos últimos
materias. Sabemos por Basilio (ep. los cirios com ponían también una
93) y Jerónim o (ep. 48) que la obla­ parte im portante del acto (es. 34-35
ción consagrada desem peñaba un pa­ de Conc. de Elbira). Agustín (De civ.,
pel especial en las misas negras y ri­ 22, 8) y Am iano en sus denuncias de­
tos necrom ánticos, de ahí que los muestran la variedad de los instru­
54 Akat Historia del Mundo Antiguo

mentos: gorros, anillos, calderos, hue­ encerraban. El m onoteísmo abstracto


sos, escrituras cifradas, piedras arran­ requería una serie de personajes más
cadas de los m onum entos, am ule­ concretos, a manera de los héroes y
tos que podían com poner distintos sem idioses, mucho más accesibles; si
diagram as, lúnulas, falos, abraxas bien este fenómeno se mantuvo pri­
(amuletos gnósticos con cierta sim- m ero gracias al populacho (P. Brown,
bología) o reliquias. Las fórm ulas, 1981), pronto fue canalizado por la
palabras m ágicas, m aldiciones y ju ­ Iglesia como fácil vehículo de con­
ram entos conform aban la serie de in­ versiones. Lo que H. Delehaye llama
vocaciones a los espíritus (Cesáreo, con razón la cristianización del Olim ­
Sermón 66; El D um iense, 16; c. 14 po y P. Brown la lucha entre el teísmo
Cone, de N arbona) y se recogían en y el politeísm o, se centró en una serie
aquellos libros que en m últiples oca­ de personajes que encerraban los idea­
siones fueron objeto de persecución les y valores que en épocas anteriores
y entre los que destacan tam bién los habían configurado los mitos paga­
de cabalística m aniquea. En definiti­ nos. (Para ello se confeccionó toda
va, toda una variedad de utensilios una literatura de carácter panegírico
podían ayudar y acom pañar al mago cuyas figuras más importantes son
en sus prácticas, tal como ejem plifica Eusebio, Prudencio, Agustín y Sulpi­
el pasaje XXIX, 1, 29 de Amiano, en cio Severo, a la que se sumaron las
el que aparecen un trípode de metal Pasiones y Actas de los m ártires, bien
consagrado con cánticos y contenien­ estudiadas por G. Lanata, de difícil
do perfum es, un plato con sustancias credibilidad en su totalidad y que
m etálicas, las 24 letras del alfabeto, convirtieron en leyenda incluso a per­
prendas de lino, actos m im éticos, sonajes que nunca habían existido,
conjuros, una vara m ágica y un anillo sospechosos de un sincretism o con
con inscripciones sim bólicas. La pa- los antiguos dioses paganos, (como S.
rafernalia que con ello se desarrolla­ Dionisio, S. M ercurio, Sta. M arciana,
ba era sin duda la que confería un au­ S. Silvano, Sta. M arina). Ello se com ­
téntico poder al mago y le ponía en plicó aún más con el culto a los ánge­
com unicación con los espíritus o la les, la creación de toda una teoría de-
divinidad. m onológica y el tardío culto a María
(ya que en principio diversas sectas
rechazaban su divinidad). Existieron
5. El sincretism o cristiano desde su génesis serios temores acer­
ca de dónde podía desem bocar este
El pasaje con el que he inciado el fenómeno y del peligro de paganiza-
presente estudio nos refleja el inter­ ción que entrañaban (Jerónimo, Adv.
cambio de ideas y costum bres entre Vig., I, 8; Eusebio, V, 6), hasta el
los paganos y los critianos desde épo­ punto de que Agustín (ep. 29) eviden­
ca muy tem prana y cómo ello fue im ­ ciaba el hecho de que algunos genti­
pregnando a una religión m onoteísta, les se veían frenados a pasarse al cris­
en principio, de un m arcado carácter tianism o por la costum bre que tenían
politeísta y haciendo que adquiera de adorar a diversos ídolos, razón por
también ritos, mitos y supersticiones la cual los cristianos habían transgre­
que, una vez transform ados, se asu­ dido con estos actos, al igual que con
mieron como propios del cristianis­ las festividades paganas, terminando
mo. por producirse así sacrilegios y exce­
Santos y m ártires fueron el ejem ­ sos de todo tipo.
plo a im itar y a la v ez.un elem ento La confusión dentro de los dog­
im portante en la lucha contra el paga­ mas cristianos y la adquisición de
nismo, precisam ente por lo que tal atributos paganos por los santos (S.
El paganismo lardío y Juliano el Apóstata 55

Miguel los de Esculapio, Cosme y Ritual m ágico y la persecución de


Dam ián los de los Dioscuros) se Valente
acom pañó tam bién de la adquisición
de ciertos mitos com o el de la ascen­ «¡Oh los más honrados jueces! nosotros
sión de Elias en un carro de fuego a construimos de ramitas de laurel bajo ho­
la m anera de Helios. Paralelamente rribles auspicios esta mesita que veis, a
su natalicio o m artirio vino a hacerse semejanza de un trípode délfico, y habién­
coincidir en m uchos casos con las an­ dolo consagrado debidamente con encan­
tiguas festividades paganas: S.Juan taciones secretas, después de largos en­
en las kalendas de junio, el n acim ien­ sayos, hicimos el trabajo. El carácter del
to de Cristo en las de enero, las dis­ mismo fue el consultar sobre materias se­
tintas advocaciones de la Virgen en cretas tal como sigue. Se colocó éste en
las fiestas a Ceres o Demeter, la P as­ medio de la habitación que había sido pu­
cua cristiana suplantando antiguos rificada con perfumes de Arabia; encima
carnavales y fiestas pastorales de to­ de él se colocó una bandeja perfectamen­
do tipo, etc. Con ello se mezclaban te redondeada y hecha de diferentes sus­
también sus ritos, m otivo de las q u e ­ tancias metálica. Alrededor de su anillo
jas ya analizadas de los padres ecle­ externo, las formas escritas de las veinti­
siásticos acerca de excesos en las cuatro letras del alfabeto diestramente
iglesias, cánticos obscenos, asisten­ grabadas y separadas la una de la otra
cias a espectáculos y prácticas m á g i­ por espacios bien medidos. Entonces, un
cas. Sabem os que incluso se podían hombre con ropajes de lino, calzado con
dar casos com o el constatado por el c. sandalias del mismo material y llevando
5 de III Concilio de Braga, según el un vendaje enrollado en la cabeza, llevan­
cual los obispos se hacían llevar a do ramitas de un árbol de buenos augu­
m anera de dioses en las procesiones rios y después de propiciarse a los divinos
sobre sillas y portando las reliquias poderes mediante una fórmula, gracias a
de los santos en el cuello. lo cual tuvo buen conocimiento del cere­
A los santos se les adoraba a tra­ monial, se colocó al lado del trípode como
vés de sus reliquias y en los lugares un sacerdote y arrojó un anillo ensartado
donde se despositaron sus cuerpos, en un hilo de lino y consagrado con místi­
así com o en sus im ágenes que venían cas artes. Este anillo, debidamente pasa­
a representar su supervivencia des­ do sobre los intervalos mediante una serie
pués de la muerte. Las primeras m a ­ de saltos, descendiendo sobre ellos y de­
nifestaciones de ello se dieron en las teniéndose en las letras, compuso hexá­
catacum bas y pasaron después a luga­ metros que se correspondían con las pre­
res donde se narraban escenas de su guntas, bien acabados y con ritmo como
vida como ocurrió con la de Santa Te­ los versos de la Pytia que leemos a los
cla, en la capilla egipcia de Bagawat, que dan oráculos de Dídima. Cuando pre­
la de Santa Eufem ia, en A pamea, o guntamos qué hombre habría de suceder
San D em etrio, en Salónica, así como al presente emperador, ya que se decía
en m osaicos com o el de Gala Placi- que podría ser perfectamente un particu­
dia, en el que se narra el martirio de lar, el anillo tocó suavemente las dos síla­
San Lorenzo. Sin em bargo, este fenó ­ bas TEO, sumando la letra siguiente; en­
meno está m enos constatado en O c c i­ tonces uno de los presentes gritó que ha­
dente, derivándose este hecho de la bía sido nombrado Teodoro por decisión
prohibición tem prana en sus conci­ inevitable. Entonces no se fue más allá de
lios, tal com o vem os en el canon 36 las investigaciones, pues nosotros estuvi­
del de Elbira en fecha m uy temprana, mos conformes en que era el hombre bus­
aunque podrían también haberse per­ cado.»
dido o destruido intencionadamente los
restos de pintura en las iglesias. (Amiano, XXIX, 1, 29-32)
56 Akal Historia del Mundo Antiguo

El culto a las reliquias no se pudo Zaragoza de 592). Paralelam ente los


frenar ni tam poco interesó hacerlo cuerpos se dividieron y Prudencio
porque fue un arma im portante de atestigua este tem or entre los propios
conversión. Se partía de la creencia mártires (Perist., VI, 130), quienes pe­
de que aquello que había m antenido dían antes de m orir se les dejase in­
contacto con lo divino participaba a tactos. Además se desencadenó un
su vez de la divinidad, produciéndo auténtico comercio de compra-venta
con ello m ilagros de todo tipo y con­ de reliquias y la búsqueda de cuerpos
virtiéndose en objetos de culto. Res­ de santos como la que llevó a Am bro­
tos humanos, perfum es, vestidos, c i­ sio a encontrar los de Gervasio y Pro-
rios, flores, piedras de las tumbas y tasio, gracias a la ayuda deparada pol­
toda serie de objetos personales fue­ los mismos. La venta a veces estaba
ron recogidos desde el principio por en manos de desaprensivos que las
las cristianos y estaba tan extendida dividían e incluso de soldados, pero
esta creencia que los mismos paganos otras veces sabemos que se organiza­
arrojaron en Lyon las cenizas de sus ron auténticas expediciones en su
mártires al río por temor a su m anipu­ busca, como la que llevaron los m on­
lación (Eusebio, VI, 1). Los restos jes de Tours al m onasterio de Poitiers
podían llevarse a las casas privadas, para robar el cuerpo de M artín en el
incluso enterrarse en los jardines con amparo de la noche y su posterior
lo que éstos se convertían en lugares traslado en barco (Greg. Tours., Hist.
sagrados (Jerónim o, ep. 109; Soz., Franc., I, 48 y VI, 10). Además las
IX, 2) y ya desde el siglo IV se hizo reliquias se utilizaron para juram en­
condición casi indispensable para la tos y pactos políticos, o para crear au­
construcción de una iglesia el que en ténticas alianzas entre los pueblos, por
ella se hubiesen depositado reliquias, medio de donativos, como el que hizo
tal como vemos en las inscripciones el papa Gregorio de restos de S. Juan
estudiadas por Hübner. al visigodo Recarcdo (Gregorio, ep.
Su posesión produjo la afluencia 122) o el envío de reliquias de Martín
de peregrinos hacia los centros y su para curar al hijo de un rey suevo
consiguiente enriquecim iento (F. (Greg. Tours, De mirae., XI, l). Esta
Pfister), hecho que había ocurrido práctica terminó por dejar vacías m u­
también con templos como el de As- chas tum bas de santos y m ártires, es­
clepio en Alejandría o el de Jerusalén, pecialm ente en Roma.
por poner dos ejem plos. Allí se pro­ La causa principal fue el que a tra­
ducían intercam bios de todo tipo, cul­ vés de ellas los santos efectuaban sus
turales, científicos, de ideas, artísti­ m ilagros. Se esperaba que fructifica­
cos y com erciales, llegándose en oca­ sen los campos, sanasen animales y
siones a desplazam ientos geográficos hom bres, protegiesen las ciudades y
muy grandes en búsqueda de santua­ expulsasen al dem onio. Si Vicente de
rios carism ásticos como el de Martín Zaragoza conseguía - a través de su
en Tours, Babilas en Antioquía, San túnica llevada en procesión alrededor
Juan en Éfeso o a los centros urbanos de la m uralla- hacer huir al ejército
de Roma, Constantinopla, Jerusalén o franco, que la asediaba en el año 451,
Alejandría. Pero, además, desencade­ Félix había ayudado en ocasiones a
nó la fiebre constructiva de iglesias, los galo-rom anos en sus acciones
incluso por particulares en sus fincas, contra los godos (Greg. Tours. Hist.
que buscaban sin duda cierto prove­ Franc., 111,29 y Paulino, Carm., 26),
cho económico con ello (c. 33 del IV M ártir de Tours (Libr. M irac, 36)
Conc. de Toledo; c. 25 de Hipona en transform aba los alim entos, Fructuo­
517) y la aparición de falsas reliquias so se liberaba a sí mismo y a sus
(c. 83 Conc. de Cartago de 401; c. 2 com pañeros de las cadenas que les
El paganismo tardío y Juliano el Apóstata 57

m antenían presos (Valerio, Vita, 17) y


Acisclo de Córdoba castigaba con la
muerte al rey godo que profanó su
tumba (Isidoro, Hist. Goth., 45).
Pero, donde sin duda estuvo el m a­
yor éxito fue en el terreno de la m edi­
cina con sus prodigiosas curaciones.
Famosos en este sentido fueron M ar­
tín, Epifanio de Chipre, Eulalia en
M érida y M iguel en Constantinopla,
sin que ello restase importancia a otra
serie de cultos locales. Las curaciones
se producían fundam entalm ente alre­
dedor de sus tumbas, bien mediante
la aparición del Dios durante la noche
(Soz., II, 2 y VII, 26) bien por medio
de trances que term inaban en una se­
rie de vómitos gracias a los cuales se
term inaba expulsando el mal, tal co­
Planta de Qal'at Sim'an
mo ocurría en el santuario de Martín (San Simeón el Estilita),
(Ch. Donaldson). Pero también en es­ Siria, (finales del siglo V)
te los santos tomaron los antiguos ri­
tos y prácticas paganas a través del culto a Isis en el santuario de Menun-
fenómeno de la incubatio cristiana, te por los santos Cosme y Damián, a
que venía a hacerse heredero de la través de la obra de Sofronio, ha lle­
practicada en santuarios dedicados a vado a Fernández Marcos a señalar
Esculapio y otros dioses de la m edici­ las enferm edades más corrientes:
na. Ésta se basaba en una serie de fracturas de huesos, enferm edades de
prácticas para conseguir la elim ina­ los ojos, intestinales, lepra, tumores,
ción del mal, tanto del cuerpo como nerviosas, epilepsias y posesión de­
de la mente y en las que tenían un pa­ moníaca, y a m antener que sólo te­
pel fundamental los sueños, a través nían eco popular las Curaciones,
de los cuales el dios se aparecía y m ientras que en la mayor parte de los
transm itía -m ed ian te consejos o di­ casos las personas se volvían a sus
rectam ente- la curación (si la enfer­ casas sin sanar, a pesar de la aplica­
medad era un castigo divino sólo po­ ción conjunta de m edicina, religión y
día ser elim inada por la Divinidad). magia que se había ejercido sobre
Las oraciones, sacrificios, expiacio­ ellas (los santuarios contaban con un
nes, ingestión de brebajes, dietas es­ personal especializado, sacerdotes o
peciales, ungüentos, prácticas catárti monjes). Con todo, el clímax sólo se
cas, inm ersión en aguas m edicinales producía tras la visita nocturna de los
y ejercicios físicos de todo tipo ayu­ santos y la curación mediante un acto
daban en su obra a los santos, sin simbólico que podía ir desde un beso
contar todos aquellos casos en que la hasta una bofetada. Hay una forma de
curación formaba parte de una serie detectar el sincretism o en torno a este
de terapias psicológicas individuales ritual, pues en época romana los agra­
y colectivas en seres de carácter ner­ decim ientos solían precisarse en una
vioso, con esquizofrenias o paranoias serie epígrafes con las fórmulas “ex
que podían tener un cierto alivio m o­ visu” o “pro salute” , tal como se en­
mentáneo (J. Gessler, N. Fernández cuentra en el antiguo santuario de En-
M arcos). Un buen trabajo sobre la dovelico en la Península Ibérica que
asim ilación de los rituales en torno el después fue dedicado a S. M iguel, fe­
58 AkaI Historia del Mundo Antiguo

nómeno sim ilar al del templo de unión con el mundo de la magia las
Serapis en Constantinopla. También cerem onias de carácter purificatorio
ciertos santuarios cristianos con estas del ritual del exorcismo. P. Brown y
características contaban con árboles R. Mac M ullen (1984) han insistido
de propiedades curativas como el de en el papel que éste desempeñó para
Eulalia en M érida (Greg. Tours., Libr. la atracción de fieles a través de la lu­
Mirae., I, 78) o se construyeron don­ cha contra el Mal y del efectismo de
de había aguas term ales, fenómeno sus cerem onias. En ellas se produce
muy común en los distintos territorios un auténtico despliegue de conjuros,
del Imperio. actos m iméticos, oraciones, flagela­
Los santones tenían un poder es­ ciones, insuflaciones de aire dentro
pecial para vaticinar acerca de acon­ del poseso, invitaciones a la huida,
tecim ientos extraordinarios, tal como ayunos, aspersiones purificatorias, in­
se ve sobre todo en la obra de Euse­ cineración de hierbas que, junto con
bio y en las crónicas de Orosio Hida- la im posición de manos, a través de la
cio, Gregorio de Tours y Fredegario. cual el exorcista trasmite su fuerza al
Esta idea im pregnaba desde los gru­ poseso, y los cánticos, plegarias y
pos populares hasta las élites intelec­ llantos de las turbas que lo presencia­
tuales, desde el m om ento en que se ban, term inaban por producir una cri­
consideraba que ciertos aconteci­ sis en el poseso. Estas prácticas se
mientos sólo podían enterderse estan­ llevaban a cabo muchas veces dentro
do presente la mano de Dios. Así co­ de la incubatio antes analizada, pero
bran especial atención eclipses, terre­ la obra de Valerio de Bierzo acerca de
motos, com etas, plagas y pestes, que la obra al respecto de San Emiliano
pueden señalar la llegada de los bár­ es bastante dem ostrativa de que los
baros, la caída de un usurpador o el hechos podían centrarse en las casas
castigo por el pecado de los pueblos. o en las plazas públicas. Gregorio
La gama se am plía con m aravillosa M agno (Dialogos, III, 21) y Eusebio
imaginación a lluvias de sangre, naci­ a lo largo de su Historia Eclesiástica
m iento de anim ales y hom bres defor­ dem uestran que los santuarios de los
mes, carros en el aire, cruces en el santos y aquellos lugares donde se
cielo, fantasmas sueltos por las ciuda­ encontraban depositadas sus reliquias
des o lluvias de serpientes. Si unas fueron, sin lugar a dudas, los preferi­
veces se transm itían de una manera dos por las m ultitudes, llegando esta
literaria, sin lugar a dudas la labor práctica hasta la actualidad.
más importante a nivel popular quedó Para sintetizar, el culto a los san­
en manos de profetas como los que tos en sus distintos campos vino a re­
Agustín critica duram ente (ep. 119 y presentar una forma de dar cohesión a
Trat., III) por abusar de la religión y ciertos com ponentes del mundo cris­
de la credulidad de las gentes, que in­ tiano que guardaban una fuerte dosis
cluso para vaticinar tom aban pócimas de paganism o. El cristianism o no fue
que les hacían caer en coma. En cual­ en absoluto en sus comienzos un sis­
quier caso se podían conseguir gran tema unitario y cerrado y todavía m e­
número de conversiones como la que nos a aquellos aspectos que podían
se dio con la llegada de las reliquias ser un im portante instrum ento para la
de Esteban a M enorca y la aparición conversión de los paganos y para evi­
simultánea de globos brillantes en el tar la huida y la apostasia. De ahí que
ciclo, tal como relata su obispo Seve­ el culto a los santos adquiriera al fi­
ro, hechos bastante comunes también nal de la Antigüedad y a lo largo del
ante la columna de Simeón el Estilita Medievo tan gran im portancia, y m ar­
en Oriente. case sensiblem ente la trayectoria teo­
Por último quiero referirme a la lógica y política de la Iglesia.
El paganismo tardío y Juliano el Apóstata 59

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