Las cosas que se aman, los sentimientos que las acarician, se
guardan en el cofre del corazón con la llave de aquello que llamamos pudor. La elocuencia las profana. El arte, al revelarlas, las hace pequeñas y viles. Ni siquiera la mirada debe descubrirlas. Saben, sin duda, que el mayor amor no es aquel que las palabras dulces expresan con pureza. Ni aquel que la mirada manifiesta, ni el que la mano comunica rozando suavemente otra mano. Es aquel que, cuando dos seres están juntos, sin mirarse ni tocarse, los envuelve como en una nube... Ese amor no se puede expresar ni revelar. No se puede hablar de él.”