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EL NINO Y SEN TOA Un estuclio sobre las funciones del jugar en la constituci6n temprana Ricardo Rodulfo Paidés Psicologia Profunda yp naserie de nuevas hipdtesis -fandamentalmente articuladas a través de la practica psicoanalitica con nifios de patologia grave- sobre las funciones mas tempranas del jugar en la constitucion del psiquismo. Dichas funciones no se inician con el célebre juego del carretel (fort/da) como en la concepcion clasica. En cambio, la importancia de este juego se ve reestructurada y remitida a operaciones aun mas tempranas que permiten al bebé construir su cuerpo a nivel simbélico a través de una miriada de jugares durante el primer afio de vida. A su vez, el adolescente retoma todas y cada una de aquellas operaciones en su propio nivel de desarrollo psiquico y en una nueva direccion, que en lo esencial apunta a que el deseo inconsciente, eje del jugar, invista el campo del trabajo, de lo contrario abandonado a la mera adaptacion. Desde el mirador de la clinica psicoanalitica, que es también un taller, innumerables materiales de la vida cotidiana (concernientes, por ejemplo, a la formacién de habitos, asi como ulteriores situaciones de aprendizaje) reciben una luz distinta Esto vuelve al texto convocante para otros especialistas en ciencias humanas ademas del psicoanalista: pediatras, educadores, etc., como asimismo a los padres. Una revision critica y un balance exhaustivo de los usos y direcciones de la teoria del significante con las relaciones con las problematicas de la niftez y de la adolescencia van teniendo su lugar en el curso de las nuevas ideas expuestas. Ricardo Rodulfo trabaja como psicoanalista a partir de 1966. Desde 1986 es Profesor Titular de Clinica con Nifios y Adolescentes en la Facultad de Psicologia de la Universidad de Buenos Aires. Ha publicado tres volimenes en diversas coautorias -entre ellos, Clinica ppeicoceaas tesan corr nifios y adolescentes, con } 9 i Ricardo Rodulfo EL NINO Y EL SIGNIFICANTE Un estudio sobre las funciones del jugar en la constitucién temprana Prélogo de Maria Lucila Pelento SS PAIDOS Cubierta de Gustavo Maeri 4a, reimpresiin, 1996 Impreso en la Argentina - Printed in Argentina Queda hecho el depdsito que previene la ley 11.723 © Copyright de todas las ediciones en castellano by Editorial Paidés SAICF Defensa 599, Buenos Aires Ediciones Paidés Ibérica S.A. Mariano Cub 92, Barcelona Editorial Paidés Mexicana S.A. Rubén Darfo 118, México D.F. La reproduccién total @ parcial de este libro, en cualquier forma que sea, idéatica 0 modificada, escrita a méquini, por el sistema “multigraph”, mimedgrafo, impreso, por fotocopia, fotoduplicacién, etc., no dutorizada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier utilizaciGn debe ser previamente solicitada. ISBN 950-12-4133-5 Prologo de la Dra, Maria Lucila Pelento ..........0.0c0s+s:0000 Introduceid INDICE seer LS: . LA PREGUNTA POR EL NINO oY LACLINICA PSICOANALITIOR pyecssssecsesne 17 2. {DONDE VIVEN LOS NINCS?.......... SIGNIFICANTE DEL SUJETO/ SIGNIFICANTE DEL SUPER YO: LAS OPOSICIONES, LAS AMBIGUEDADES........,. 55 IMPLICANCIAS Y FUNCIONES DE LA FALIZACION TEMPRANA .........cccesseeseseesess. 76 EL NINO Y SUS DESTINOS: FALO, SINTOMA, FANTASMA .......ccccccscccceese BS SOBRE EL AGUJERO ... LAS TESIS SOBRE EL JUGAR (1): MAS ACA DEL JUEGO DEL CARRETEL .............. 120 LAS TESIS SOBRE EL JUGAR (ID: EL ESPACIO DE LAS DISTANCIAS ABOLIDAS.... 138 LAS TESIS SOBRE EL JUGAR (III): LA DESAPARICION SIMBOLIZADA ........ 10. LAS TESIS SOBRE EL JUGAR (IV): PEQUENOS COMIENZOS. AGRADECIMIENTOS DE GRANDES PATOLOGAAS ............ 172 11, LAS TESIS SOBRE EL JUGAR ( TRANSICIONALIDADES ...... 12. DONDE FLJUGAR ERA, Se puede oscilar entre una variante clisica y una mas con- EL TRABAJAR DEBE ADVENIR.. we 198 tempordnea en cuantoa los “agradecimientos”: la segunda los sabe con un “ombligo” que se dispersa en lo desconocido; la 13. LAS CONDICIONES Primera aconseja sensatamente acotarlos un poco. En ese tren, DE UNA METAMORPOSIS «...scistevesiasisiicieccice 205 y apoydndose en inciertos jirones de frases y lugares a un tiempo méviles y repetitivos, como también en otros que han sido y son posibilitaciones, es ineludible una cilida deuda con mi esposa Marisa Rodulfo; circunstancias concretas renuevan aqui el socorrido cliché que reza “sin cuyo. etc., etc, La sefiora Laura Pound trabajé largas horas para hacer legible un manuscrito que al parecer no lo era tanto y la sefiora Silvia . Goicoa la ayudé en esto y otros detalles con prolijidad y paciencia, Por su parte, la sefiora Irma Ruiz Aused, de la Editorial Paidés, aporté sugerencias realmente valiosas: incli- narse por escribir “falizar”, en reemplazo del usual galicismo “falicizar”, como asf también la bella expresién “demasia” en lugar de “plus”. Por tiltimo, mi reconocimiento especial al Dr. Radl Mejia, padrino de tesis, tan discreto y amable como alentador. Enumerar estas circunstancias excede la conven- cidn formal; quien escribe hace su propia experiencia sobre la necesariedad de los apuntalamientos, ADVERTENCIA DEL AUTOR A lo largo del texto, las comillas dobles enmarcan dichos textiles de pacientes o pequefias citas, también textuales, de otros autores, En cambio, las comillas simples puntian giros relativamente tipicos, genéricos, 0 ciertos efectos de entona- cién, por ejemplo irénica. A Marisa PROLOGO No siempre la publicacién de un texto encuentra su lugar y su tiempo apropiados. Las raras y bienvenidas ocasiones en que ese encuentro se produce, revelan que el autor pudo captar con lucidez un momento erftico, aquel Kairos de los antiguos, y formular su respuesta personal. En la historia de nuestra disciplina —el psicoandlisis— algunas de esas circunstancias criticas se vinculan con el movimiento al que parecen estar sujetas las teorfas. Como se observa una y otra vez, el advenimiento de una nueva teorfa conmueve los cimientos de conceptos hasta ese momento vigentes, Sin embargo, muy rapidamente los nuevos concep- tos se emblematizan, perdiendo su caracter revulsivo y crea- dor, Este circuito, casi inexorable, no obliga a resignarse a sus efectos. Por el contrario, exige una lucha para correrse del deslumbramiento que produce lo nuevo, asi como de la trivia- lizacién a la que conduce su transformacién en emblema. Eneste texto, justamente, Ricardo Rodulfo toma ladecision de revisar algunos de los efectos de un momento revoluciona- tio y eritico: el que se inicid en nuestro pais con laintroduccién de la teoria del significante, uno de los elementos cruciales de la conceptualizacién lacaniana. Acompafiado por la profunda conviccién de que en el Ambito cientifico los conceptos son herramientas para pensar, y no mandatos a seguir ni fdolos a sacralizar, revisa en este texto las consecuencias de una lectura “demasiado lineal” de aut Ja teoria del significante en la prdctica con los nifios y adoles- centes. Esta reflexién critica de un tipo de lectura, que condujo seguin el autora “pasivizar al sujeto” desdibujando su diferen- cia, lo lleva a desplegar sus propias hipdtesis. Hipotesis que €n su conjunto permiten ir aprehendiendo “las cuestiones fun- damentales” de este autor (P. Aulagnier, 1984), Asumiendo como idea rectora que el “nifio no recibe pasivamente significantes ya hechos sino que recibe un ma- terial significante que activamente extrae y procesa”, resigni- fica, investiga cuidadosamente las fuentes de ese material sig- nificante, sus posibles destinos, asi como las operaciones esenciales que realiza el bebé. ‘ En la investigacion de esas fuentes ocupa un lugar primor- dial el concepto de “mito”, concepto que sufrid en nuestro medio —bueno es recordarlo— vicisitudes particulares. Enarbolado en un primer momento para sefialar el terreno no explorado por Klein, fue, con el correr del tiempo, relegado a otras formas de terapia o trivializado y vaciado de compleji- dad, o simplemente olvidado o desestimado. La fulgurante definicién del mito como archivo que evoca el autor, su propia idea del mito familiar como lugar, su conceptualizacién como “puiiado de significantes dispuestos de cierta manera”, el modelo que propone a pantir del término “collage”, Indenuncia acerca de los efectos clinicos negativos a los que conduce mantener la disociacién cuerpo/mito, etc.; todos estos elementos vivifican notablemente este concepto, _ Ota consideracién que introduce, siguiendo una inspira- cién de R.y R. Lefort, es aquella que se refiere a dos tipos de funcionamiento diferente del significante: como significan- tes del supery6 0 como significantes del yo. Siguiendo el en- cadenamiento de sus reflexiones, se puede apreciar la fuerza que esta diferenciacin posee para producir inteligencia sobre diversos hechos: tanto los que hacen a la préctica como a otra indole de problemas —tales como los de la produccién yla ensefianza del psicoandlisis—. _ Al detallado estudio sobre fuente y destino del material significante, le sigue en esta investigacion una cuestion capi- 12 tal: lade la funcién o funciones que hacen posible la extraccién y tramitacién de significantes y sus efectos. El desarrollo de esta cuesti6n —a mi entender, fundamental— abarca y extien- deel significado dela pregunta que D. Winnicott formulé, con sencillez, en 1945, sobre cudndo comienzan a suceder las cosas importantes y cudiles son las funciones que ponen en marcha esos procesos estructurantes esenciales. Las articula- ciones que propone R. Rodulfo ofrecen una respuesta precisa y detallada: esas “cosas importantes” suceden antes y desde el nacimiento, y el playing winnicattiano es ese eje de transfor- maciones que permite la estructuracién del psiquismo. La definicién del juego como “agujerear” (agujero cuyos efectos imaginarios describié notablemente Klein), la discri- minacién de funciones en el jugar anteriores al fort-da, la puntualizacién de las invariantes estructurales a las que dan lugar, su confluencia en la construccién de la categoria de cuerpo, su resignificacién en la adolescencia asi como las relaciones entre juego y trabajo, constituyen un inapreciable aporte (entendiendo por “aporte” un lugar de encuentro —sea de acuerdo, o cuestionamiento, o desacuerdo— que puede ofrecer un material teérico), Antes de darle la palabra al autor haré dos tiltimas conside- taciones: ante todo, deseo sefialar que el fino entramado de conceptos que el autor analiza a lo largo de este texto, permite advertir su capacidad para recibir y trabajar lo que D. Winni- cott, en su carta de 1952, bautizé como “los gestos creadores” de otros autores. Soportando la tensién que el contacto vivo con estos “otros gestos” produce, R, Rodulfo pudo elaborar y asumir su propia posicién, Tomade posicién que, a mi criterio, lo aleja del peligro de oficializar una torre de Babel. Por el contrario, lo condujo a plasmar hipdtesis coherentes, pronun- cidndose en una serie de cruciales problemas. Entre ellos uno central, como es el referidoal debate entre historia o estructura, suscitado en las ciencias del hombre bajo la presién del estructuralismo, Coincidiendo en este punto con autores como A. Green (o M. Duchetenel campoantropoldgico), R. Rodulfo se define presentando elementos tedricos que, a su juicio, 13 permiten salirdel encierro generado por la oposicién historias estructura, Por iltimo, se puede advertir que “las cuestiones funda- mentales” que este autor plantea —aquellas que P, Aulagnier describié como “el punto conjugado de fascinacién y resis- tencia que singulariza la relaciém de un autor con la teoria analftica”— no giran sobre simismas. Estén, en cambio, fuer- temente apoyadas en una biisquedade inteli gibilidad de aque- llas condiciones psicopatolégicas que, desbordandoel campo. de Jas neurosis, muestran, con mayor O menor rigor, los efectos de fallos en la estructuracién psiquica. Maria Lucila Pelento | | INTRODUCCION Este libro ha sido amasado con los materiales de un largo seminario dictado por mi durante 1985 en la Facultad de Psicologfa de la Universidad de Buenos Aires como profesor, 4 lasaz6n adjunto ¢ interino de la Catedra de Clinica de Nifios y Adolescentes, de la que desde 1986 soy titular concursado, Mas alld de esa coyuntura, al reunir unos cuantos afios de in- vestigacién y ahondamiento en desarrollos teéricos persona- les, es también mi tesis de doctorado presentada en la Univer- sidad del Salvador. El texto fue reescrito en su totalidad yla situacidn de seminario —su “fondo Tepresentativo” segtin la excelente ¢xpresién de Aulagnier— que im iplica tanto pregun- tas y asociaciones como desyios y necesarias digresiones quedo incorporada a su estructura bajo una modalidad estil{s- tica diferente. La puntuaciénde este itinerario, cuyocomienzo reales la practica clinica del psicoandlisis, acaso valga la pena; de la primera transeripcién oral a la segunda en letra, dicho material recibe no sélo las determinaciones de la elaboracién secundaria (que la elaboracién secundaria misma se esfuerza Por velar, apelando a lo que Barthes denominaba “indices de realidad”), sino también la oportunidad de entraren escenasde escritura que implican espacios de reflexidn diferentes y precisos, espacios que no se limitan a “poner en palabras": ponen a prueba, De entre los muchos caminos que en general siempre abre todo libro, y que dependen de encuentros y transferencias Particulares, en éste remarcaria al menos tres. En primer 15 término retoma el tema del desarrollo de algunas ideas y hallazgos clinicos expuestos en otro libro, particularmente en cuanto a Ja naturaleza del jugar’. Por otra parte el texto aborda, no sé con qué fortuna, temdticas y puntos de vista quiza un poco nuevos, por ejemplo lo que concierne a una Concepcion no impresionista de la adolescencia. Last but not least (y para el autor es esto lo que tiene més resonancia respecto de la posicidn teéricay, el texto prepara el terreno para un balance histérico que es también un ajuste de cuentas con la teorfa del significante y su incidencia en la ardua investigacién analitica sobre la constitucién subjetiva. Aqui esta introduccidn se acota, en el horizonte de otro libro. Ricardo Rodulfo, noviembre de 198% " Clinica psicoanalitica con nis y adolescentes; una intraduccién, Marisa Rodulfo y Ricardo Rodulfo, Editorial Lugar, Buenos Aires, 1986, * Sobre el concepto de posicidn consiiltese "Mitopoliticas IIL: Yo deseo, ni deseas... todos deseamos a Schreber padre (linea y pusicidn en psicoanilisie)", R. Rodulfo, Actualidad Psicaldgica, Buenos Aires, agosto de 1987, 16 1.LA PREGUNTA POR EL NINO Y LA CLINICA PSICOANALITICA Si volvemos a reflexionar sobre la clinica con nifios y adolescentes, es ahora esencial reconsiderar la cuestidn de los significantes entelaciéna qué lle gamos a entender por nifio en psicoandlisis. Aparentemente, es muy facil sefialar qué es un nino, pero desde el punto de vista del psicoanalista, allf, comienzan los problemas. Si nos situamos €n un plano obser- vacional o conductista, el nifio aparece como i eee entidad ps i o-de los autores mas creativos en este problematizé tal evidencia a través de una paradoja: bés no existen”. Lo importante de esto €s que lleva a un cuestionamiento radical en nuestra praxis con Tespecto a lo que aparece tan dado por sentado como ser (de) nino, Cuando se cree saberlo sin mas trimite y ocurreque un nifio ‘de verdad’ es traido ala consulta, no se nos ocurre mirar mds alld de él, echar un vistazo a sus costados, por ejemplo (hay a gente alli); de ahf los tests u otras formas de acopio de datos ay fin de escudrifiar cémo siente, cémo piensa, como fantasea el ~° - chico en cuestién, poniendo de relieve que se entiende por ‘nifio’ algo que empieza y termina en las fronteras de su cuerpo, lacélebre entidad psicofisica. Sucede que este método es el origen de muchos errores, como inventarle una enferme- dadal nifio, inventarle unapatologia para tratarlo, sin plantear! 5, Se qué pasa alli donde el chico vive, o qué pasa con Ia éscuela/=., a donde concurre. No es nada ar psicoanalitica- of, > ¢ mente To que Por lo comiin se designa al decir ‘nifio’, Exige re 17 ~, movilizar una serie de conceptos, dar no pocos rodeos, resul- tando finalmente que las cosas clinicas no coinciden del todo con las ideas previas que se tenian. Si se considera la historia del psicoandlisis, una de las’ primeras cosas que se ponenen el candelero respecto del nifio enel siglo XIX es su sexualidad, pero en manos del psicoand- lisis el temade la sexualidad del nifio (lo hizo netar Foucault) se convierte en un cuestionamiento de la sexualidad del adul- to. Es un viraje muy importante en cuyo centro o epicentro podemos ubicar la época en que Freud publica los Tres ensa- yos sobre una leoria sexual. Teud le otorga (primeros anos de a que luego sucumben ala amnesia), sino laprehistoriaen cidn alas generacio- nes anteriores (padres, abuelos, et.) Ta historia dé esa fami- ia, su folklore, especialmente a partir de] momentoen que al pe psicoanilisis le concierne la problematica de las psicosis en un sentido amplio, ode los trastornos narcisistasen un sentido. mas amplio aun. La historia del chico deja de ser un recuento de todo lo que él puede fantasear ono, lo cual conduce por si solo a toda la problematica de la prehistoria, esto es, lo que lo precede, los modos y gradientes de lo ocurrido determinantes para ese nino, antes de que propiamente exista Esta serie de rodeos se dirige a alertar sobre el peligro que implica tomar al nifo en el sentido mas estrecho y cotidiano, a la manera tradicional de las pruebas psicolégicas: a qué edad el chico dio tal paso, c6mo rinde en tal esfera, medicién desu cociente intelectual, develamiento de sus fantasfas pro- yectivas. No es que todo esto deba ser masivamente rechaza- »ee,e do a priori, sino que sera muy insuficiente, en particular en vO!” aquellos donde nos enfrentamos a una patologia grave, del orden de obstruir radicalmente el crecimiento, el desarro- lo, el advenimiento de ese suje 18 psicoandlisis a lo que fue Ja infancia, a tematicas como por ejemplo, las fantasias tempranas, los traumas precoces, interés en fin por retroceder tanto como se pueda. Esto es suficientemente conocido y ademas conserva toda su importancia y toda su validez; el psicoandlisis sigue invo- lucrado en esas cuestiones, pero su gravitacién ha quedado Teposicionada en un segundo movimiento mas amplio, donde nuestra disciplina se interesa particularmente en ciertas pato- logfas (verbigracia, las psicosis). Este segundo viraje se va produciendo lentamente a partir de la década de 1950 y esta estrechamente relacionado con el desplazamiento de la clinica mas alld de las neurosis (fuertemente “mas allé...”), a las margenes ambiguas y fronterizas, a los trastomnos narcisistas, esquizofrenias, adicciones, etc. Introduciré un pequeiio ejem- plo: se trata de un paciente que empieza su andlisis en los ultimos afios dela adolescencia, El problemacentral quélo! tratamiento. ué lo atormenta, habiendo ‘ases en las que llega a évitar todo contacto de su novia y él con el exterior: salidas, amigos, ir a un cine. El punto no son s6lo las complicaciones pricticas, considerando el estado animico que se desencadena, en el que queda atrapado por wna creencia 1980 ay e x enceguecedordella searreglano para agradarle sino para otro, \ que en algiin momento ubica al azar entre la multitud. El segundo paso es una requisicién absoluta de la mirada de su novia. Y siempre encuentra (inventa) algtin soporte, momen- to electivo en el cual se encarna la suposicién de que ella mira con deseo al que nunca es él. Uno de los problemas mds dificiles que abordamos en Ia clinica es cOmo se encuentra a een ———— uien se necesita para autodestruirse, para desplegar sus sinto- mas O para encontrar cierta Complementariedad cerrada sol Por otro lado, el paciente repara (de manera di scontinua) en loabsurdo de sus suposiciones, pero la intensidad deta certeza, sobre todo en el momento que lo captura su fantasi it absoluta, Hega a tener caracteristicas de una construccién delirante en el sentido de resistir toda duda, toda critica o distanciamiento, toda diferencia entre él y su creencia. Hay todo un plano de andlisis en el que no avanza mayormente y 9 Se Jw que concierne alo relacionado con la imagen de la mujer, ode Su novia; por otra parte, durante un tiempo nada significative Se produce para que se esclarezca la cuestion. Elegi este fragmento porque las claves principales caen del lado de la prehistoria. En un momento dado me di cuenta que en su familia, que constituia lo que a primera vista parecia un hogar comiin y corriente, sin embargo se podfan descubrir perfiles menos genéricos, como por ejemplo. un. episodio, Psicdtico posparto de la madre, una depresion intensisima y larga. Esta madre, que aparece en Principio con la fisonomia de una ama de casa convencional, sélo se arregla en el sentido que habitualmente consideramos “femenino’, es decir sdlo delata Ciertodeseo de gustar, de querer estar linda, cuando se trata de salir a la calle; contrasta su apariencia deslucida dentro de la casa, lo cual por lo. demds ocurre la mayoria del tempo, en tanto que cuando tiene que dejar su hogar hay un especial cuidado para nada, porque en general se trata de hacer alguna compra. Descubrimos alli un aspecto muy importante en relacién con lo erético: la madre no juega esta imagen con el padre, sino en el Ambito de una mirada andénima, fantasmitica, El Paciente rememora, con Tespecto al padre, sus aventuras extraconyugales, de las cuales la madre invariablemente se entera, ya que su marido trabajacerca ylas vive no lejosde ese intento de doble vida, Punto de confluencia: el padre y la madre aparecen unidos por un factor comtin, la sexualidad —estd en la calle, fuera de la pareja. Hasta que avanz6 en su andlisis el paciente creia que cuando Ja madre se enteraba habia conmocién verdadera, Pero en realidad no ocurria nada de so, aunque se gritara mucho, En esta familia, lo revolucionario, lo Cuestionante, lo que alterarfa el equilibrio narcisista hubiera sido que lasexua- lidad estuviese adentro de la casa y en la pareja, no que se la emplazara afuera, actuada o fantaseada, puesestoes lo permi- tido, lo que est4 aprobado, y ningiin cimiento se quiebra por tal situacidn. El paciente recuerda un relato, reprimido, olvidado por él, lugar. Vale decir, todo queda en el mismo barrio, no hay it 20 Cond Y¥ que retomado en ese momento gana importancia. En la casa hab{fa otro personaje qu cobra mas relevancia en a el decurso de su Telitto: la abuela materia, En el discurso del’ Paciente aparece pri n fa ‘pacifica anciana’; Poco a poco, durante el curso de! andlisis esa imagen toma un viraje de ciento ochenta grados, ¥ esto cuando el adolescente advierte que el poder reside del lado de la abuela Y, posterior-/ mente, que las parejas que se arman en la casa pueden ser: la abuela y la madre, ‘contra’ é padre o alguno de los hi o » Pero la pareja que nunca se gama es entre el padre y Ta madre; mais aun, advierte que en los pocos momentos en que 8 afisba la formacién de algo parecido a una pareja entre ellos, por ejemplo, algiin Sesto carifioso o que insintie sexualidad, eso queda cercenado porque alguna intervencién sinuosa de la abuela provoca una pelea. Asi va captando que hay un orden de cosas, una serie de funciones yde equilibrios que descono- cia. El hecho de que la sexualidad esté en la calle, mantiene a la madre en la érbita de la abuela; no hay que olvidar que la madre es una mujer que sufrié una depresin d itud con la-consiguieneintemacion, Hevinddle at Pag ae { nse Cargo de sus hijos. — Dadas estas condiciones —e] muchacho recuerda—, su _ madre le conté que, en los primeros afios de su vida matrimo- nial, ella habia comenzado a perder sus inhibiciones ya descubrir el placer, Pero un dia dejé la puerta entreabierta yay la majiana siguiente la abuela — que vivia con ellos desde el principio; esto ocurrié antes de que el paciente naciera— le recriminé dcidamente su vida sexual. Lamadre leconfiéal hijo! que esto constituyé toda una interferencia, y que esa interven-| cién nunca habfa sido superada. Disponiendo ya de estas Piezas, el paciente se da cuenta, pricticamente Por si mismo, que sus accesos celotipicos res- ponden a una ley familiar, esto €8, qué la sexualidad s6lo pue- dedarse en Tacalle y noentre los miembrosde la Loficial, /_ comosunovia y él, por eleMiplo-esemiaecs aa 4 plo, ¢s¢ mismo orden de cosas de- ~“* terminard la creencia de que la mirada de su novia nunca se dirijaa él con deseo ¥; Por otra parte, todo lo que tenga que ver,+ f €n ella con lo erdtico, solo se podrd complementar con ese! 21 publico anénimo que estd en la calle y no con el paciente.? A partir de ahi empieza a desinflarse todo este aparatejo delirante de la celotipia, a ser mas infrecuente, mas débil, mas breve, con crecientes posibilidades de critica, no en el sentido de querer contenerse mediante un esfuerzo de voluntad, sino de que algo pueda caer, dejar de ser una invasion masiva en su psiquismo, Tal posibilidad se da, observemos, al analizar una pieza de Ja prehistoria donde el paciente como entidad psicofisica no existe; los que cuentan son la pareja de los padres, los inicios de su vida sexual, la vieja relacién que suelda la madre a la abuela, todo lo que, por determinadas razones que llevaria muy hs ahonar, eau, seg distinto suponer “que se encontrard la clave de la celotipia en una fantasia inmanente al sujeto, producto auténomo de su inconsciente. Y no porque se pueda desestimar la validez de este registro, en el que el psicoanilisis esté irrevocablemente comprometido. Que hemos descubierto un orden fantasmitico inconsciente, que aparece en suefios y en multiples formaciones, es una verdad que atin resiste. Se trata de lo que rebasa, de lo que va mis alld, de lo que nos baste con rastrear en e] imaginario del paciente para descifrar la clave cuando hay que reconstruir material de otras generaciones. En otras palabras, podriamos decir que se da, desde el punto de vista del psicoandlisis, ¢l itinerario de un significante, algo significante que se repite bajo _transformaciones de _generacién en_generacién, “rojo Fadiin”.. Otro caso es una madre que viene a la consulta por su tmuchacho drogadicto, menor de edad, con antecedentes poli- ciales y penales. Después de ahondar en toda la sintomatolo- gia del muchacho, esto es, qué drogas toma, indole de los epi- sodios delictivos, inventario de las reprimendas, como al pasar la madre dice: “los segundos hijos varones de la familia siempre tienen problemas o van presos”. ”, Por esta via surge un material que concierne a un tio del paciente, segundo hijo varén, y a un tio abuelo, de otra rama de la familia, pero también segundo hijo varén: todos ellos habian estado presos por los mas diversos delitos, En estos casos es necesario 22 significante: “los segundos hijos varones de la familia siempre Gn ‘Yan presos ¢ Entender el concepto de significante en psicoanilisis sin diferirlo del dela lingiifstica es incurrir en un error grosero. El guardapolvo que usa salud es un para el que concurre a ese lugar introduce la dicotomfa filica del que estd con y del que estd sin. Efecto de poder, basta el guardapolvo para que, en cierto tipo de casos, surja algo, con la librea del discurso Amo, de lo que calificamos como sometimiento; es un ejemplo al fin banal, pero que subraya acerca de qué es un significante como fenémeno que no se reduce al terreno de las palabras. ne frase come “los pe sein line warns SAO DCE tienen’ 9 riterio, Eneste caso tal SoniSriee secumplimentaa lasclaras: i oe ri se puede enlazar a este muchacho con su tio y con su tio abuelo, no por el contenido de la detencién, de diversa indole en cada uno (no es que se haya heredado una tendencia alas drogas), sino por el aserto de que el segundo va preso. Es importante, ademis, tener en cuenta la ambigiiedad de la frase, porque si no ahogamos sus resonancias plantea a la escucha analitica la cuestién de su estatuto: 1a madre nos esti descri- biendo, informando, un estado de cosas: ‘mire qué casualidad, los segundos varones de la familia fueron presos’? {Se duele por eso? ,O se esti haciendo portavoz de una ley en el registro de loinconsciente en esa familia, de un imperative ‘anda preso, si sos el segundo’, imperativo que vehiculiza un mal deseo pa- ra ese Sujeto, que tiene que ver con que fracase, y aun con que se destruya? La frase traspone su mero valor de informacién como elemento de anamnesis psiquidtrica, o como elemento de una entrevista psicolégica pautada. 23 Esta es ademas una frase que, al igual queen el mito, se da en un ticmpo activamente presente, lo cual le otorga una legalidad (y en ocasiones una fatalidad) problemitica, Por otra parte, es revelador escuchar, después del muchacho, cémo todo indicio de esperanza queda abolido, como en él lo ineluctable llega a extremos absolutos, lo cual es una compli- cacion muy seria desde el punto de vista de lo que se puede hacer en un anilisis, Para que algo sea significante se tiene que repetir. Es mis, el significante no reconoce la propiedad privada, no es que sea q@lcalguien; cruza, circula, atraviesa generaciones, traspasa lo © individual, lo grupal y lo social; no es pertenencia de algin miembro de una familia; en todo caso es el problema que interpela a cada uno, A veces los analistas nos olvidamos que existen significantes mas felices para designara alguien, pero cuando a un hijo le cae sobre la cabeza un significante como ste, una de las cuestiones que sin excepci6n se planteanes en qué ténminos se entablari relacién con sl, se bajo una ciega both tepeticién o —si en la vida de ese sujeto desde nino algo d wer teplica—sea en formade una batalla por cambiar ladireccién de Iau beggin Es ottcs cine ae eo mos como repeticion en tanto diferencia. De primar siempre la mds obtusa reiteracién, la capitulacién ante lo mismo sin posibilidad de desvio alguno, en absoluto podriamos cumplir con aquello que Freud propuso como meta: hacer algo tera- péutico por un paciente. Lo que se juega entonces en una frase como la de los segundos hijos varones es intersubjetivo, no mera ni necesa- tiamente invencién imaginaria de alguien en particular. Una vez que algo es introducido con la funcidn de significante se produce un poco al menos de do nuevo, es decir, algo con cierto valor distintivo. Y he aquf yn segundo criterio: cuando, Gunslemento adquiere gravitacion significante, ene ie suintroduccién algo nuevo se. lraza,, desarrollado que me parece optimo para dilucidar la cuestion, y es el que da Lacan, el modelo de la carretera. * A partir de la existencia de una carretera principal u de diferencias se generan en los lugares que atravies; 24 Se ie : ho pideana subraya todo lo que se ird amontonando en torno a esa autopista: estaciones de servicio, bares, pequefias poblaciones, casas solitarias construidas a la vera del camino. También es posible plantear la cuestion del significante en el terreno de la intervencidn psicoanalitica, ya que general- mente decimos muchas cosas y pasa como en esos juegos donde damos mas veces en la herradura que en el clavo. Pero hay ciertas intervenciones que demuestran tener una inciden- Cia significante, ue despues de ellas algo no queda exac- tamente igual. En general hablamos de ello Saat contamos Tuestras experiencias terapéuticas, en términos de nuestros maravillosos triunfos, dejando de lado todas las veces en que la cosa no funcioné tan bien, lo cual es una Listima porque no ayuda en la transmision del psicoandlisis el ejercicio de la omnipotencia. no viene con un signif nté, sino que arrastra efectos de_si nderables; es decir, no vale porque designe inequivoca- mente cierto significado, sino por las significaciones que se van generando; de manera andloga a la fisién nuclear en tanto encadenamiento de desencadenamientos tan inevitables como imprevisibles. Un adolescente se sentia marcado a fuego por la pasividad, especialmente en el terreno sexual, Le preocupaba que hubie- se pasado la época en que, segtin él, ya tendria que haber accedido al encuentro con los genitales femeninos, encuentro siempre diferido. En el andlisis, cobré mucho valor una frase que histéricamente ap: a de tias y abuelas cuando él era pequeii que a partir de esta frase, é jindose cuenta que ‘posa’ continuamente como carilindo, reconoce una provoca- ci6n inconsciente para que se lo digan y se las compone para que en la actualidad lo sigan repitiendo incluso a sus espaldas. Por ejemplo, una vez que se cruzé con otra paciente en el consultorio, ésta me dird al acostarse en el divan: “|Queé lindo muchacho es el que acaba de salir!” Empiezaa advertir que ese _ser “lindo” pesa como una ldpida sobre él, desoculta un 3 de CP4 iente de feminizacién en el adjetivo que lo intoxica solapadamente. Digamos que se descubre un trabajo signifi- cante, en donde, por ejemplo, una de las transformaciones inconscientes es ‘qué fracasado y qué impotente que sos’, ‘qué esteril que sos’, ‘qué poco viril que sos’. La insistencia Tepetitiva con que en Ja familia se lo sostiene como “el lindo” através del tiempo locondena al estatutode una bellaestatua, ‘chiche’ de Jas mujeres. Asi, era muy comiin que se volviera el objeto predilecto de cierto tipo de histérica interesada en rehuir la genitalidad. En consecuencia, la complementacién . ra perfecta, ygnsu inconsciente se inscribia Comoimpoteng, cia. Gwe Soo Nmcoube open do Tee Bira de las ramificaciones que se desprenden del ser “lindo” y que el piscoandlisis revela, es la imposibilidad de soportar y llevar adelante cualquier tipo de proceso (volvere- mos sobre esto mds adelante), Obsérvese que seria bien distinto si se dijera ‘qué lindo que vas a ser’, abriendo la dimensién de un trabajo a realizar ¢n la perspectiva, concep- tualmente hablando, del ideal de] afando el ira ser, bs que munca se acaba ier pewter yasé consumado, pe glece la instancia del yo ide Ss El muchicho tratara entonces de revertir esa situacion, ¢ pero para aprender algo, por ejemplo,va a tener que pasar cisivo de asumir Ia posicicn de rh ¢ este modo pretende tocar un instrumento, pero Te es r tandisplacicnte La fase inicial que a poco lo deja. Era, de paso, Ae. na de las razones por las cuales habfa consultado: que todo... fa abandonaba, no soportando la temporalidad de cualquier, + ° uisiciGn. Ocurte = para ser lindo no tiene, en cambio. ue efectuar trabajo alguno; ya loes, le dice la frase, y po! ESO, ismo anula cualquier realizacién histérica Este paciente continud su aniilisis siendo adulto-y una de sus luchas mds arduas gird en torno ala paternidad: (na frag ie esencial en su andlisis lo constituyd la buisqueda Sctiva eS fearse. Se las fue arreglando para romper con el estigma d er lindo’, dejindose la barba, volvi¢ndose temporaria- mente muy desprolijo, cte., todo lo cual prologaba cambiosde importancia. 26 iP Por supuesto, recurrimos a cierta ficcién expositiva, donde enun dngulo de corte determinada frase resalta especialmente. cumpliendo asi las condiciones para ser significante; perodebe semos claro que una sola frase no resuelve todo un anifisis, Al “narrar eT caso, Ta puntuamos, armando una escena de escritura que tendra una correlacién aproximada con la realidad del, tratamiento analitico. Por lo demds, a estos nudos que destacan en una cadena asociativa nos cuidamos de honrarlo: “um él se eh i, pues no seria justo suponerle-a un: significante un poder que no deje alternativas. s como decir que debemos remitirnos a las series comple- aarti IneMTangorasa a atmnetondecaponmasead EP nificante u otro; por ¢so mismo alguien se psicotiza en ci ‘ condiciones, mientras otro resiste ponerse en ese camino aun siendo aquéllas peares. De manera que no debemos apresurar- os a Suponerle un poder automitico y omnimodo al signifi- respuestas,. De hecho, ae fuertemente int i muchas veces por qué un sujeto forjé la que le encontramos, cuando nada parece impedir que, en otro, un “qué lindo que sos” pase y caiga sin dejar rastro significante alguno. Cuando concebimos la precedencia del significante 0 la prehistoria como una fatalidad, el psicoandlisis se devora a si mismo, porque, de ser asi, :para qué tatar a alguien? Si no hubiera margen para el acontecimiento, si imperase una estructura inmévil, desapareceria lo histérico como tal y con él el registro dindmico; por lo tanto, no habria cémo pensar lo nuevo, La limitacién mas seria de un planteo ‘estructuralista’ —mis que 27 estructural— es reducir el acontecimiento al plano del hecho estructurado. Para sortear estas simplificaciones metodol6- gicas, no olvidarse de las series Sommplementarias s funda- mental, s6lo que, tal cual las formulara Freud, hoy no nos bastan. Por lo pronto, a minima, conviene incorporar resuel- tamente la prehistoria del sujeto a los factores constituciona- les. Junto a ellas el concepto de eld ‘oncep| Sobredeterminacign y el de, olepeticion y.diferencig, nos auxilian para no perder de Vista, due, una vez que hemos establecido el peso significante de una frase como la analizada, lo importante es gué hace él) jeto con ella: jla deja tal cual esté?, ;introduce alpin toque. desvia su direccién? Toda Ja dindmica de Ja cura] vita en torno a esti efia entre, ja_madre cuando vuelve de dar examen: “jte sacast diez? Tase simula ser un pregunta, pero el andlisis demuestra su cardcter de afirmacién, de certidumbre. Més aun,el muchacho, finalmente, se da cuenta que para él alli se ice algo del deseo de la ma Para considerar el orden de las transformaciones del signi- ficante digamos que esa frase ha sido sumamente provechosa para él, no tanto por colocarlo en nifio modelo como por estar ena base de sublimaciones exitosas y de intereses intelectua- lesmuy consistentes. Pero ahora, saliendo de la adolescencia, comienza a pelearse con ella, a completarla de un modo que antes no lo hacia: ‘te sacaste diez para mi y sdlo para mi’, punto en que su talento potencial queda en peligro de verse alienado como regalo a la madre y nada mds, vehiculizando la frase toda la dimensién incestiiosa, colmando a a madre con ese maravilloso obsequio que es el nifio del diez. Por eso durante su_andlisis empieza a escucharla en s qcdniracara; si se queda adherido por mAs tiempo a la satisfac. gcidn narcisista que proporciona, sus diez siempre van a ser, obtesentificacién del deseo materno (o sus sustituciones en un oaintin de condensaciones y desplazamientos), pero no los. qWcuperard de otro modo y para él, He aquiel pleno sentido de, 28 cy ‘ F eh Enel caso Feptro paciente adolescente emerge un motivo Of Loe frase que funciona como ula contras o> ef 6 produccién significante, mo tts Fe Esta restitucién en andlisis del peso del significante como exigencia de trabajo impulsa al paciente a encarar un rastreo histérico en cuantoa sus relaciones desiderativas con la madre, permitiendo afiadir a esa frase puntos Suspensivos en lugar de dejarlae¢nuninmovilismo fatalista. Obviamente, para que todo, ste proceso tenga validez, aquella exigencia de trabajo (0 el lescubrimiénto de ella donde antes solo habia un mandate) no... 7 gesuna Pages del analista y sf un efecto del proceso que se, e desarrolla durante el andlisis. Precisamente es esencial que sea oe el paciente quien dé el paso, Unaintervencion prematuraenesa” 0‘ direccién, forzando el cueSstionamiento porque tedricamente < eo parezca valido, puede intensificar el costado imaginario dela <: transferencia, por ejemplo, ubicandome en la serie materna y dedicando en adelante sus “diez” a mi. Pero si ¢l cuestiona- miento va surgiendo en él y lo ayuco para que a esa pregunta { no la pierda de vista, se reducen muchisimo aquellos riesgos. Debidoaesto, la construccién a queen ocasiones el analista se entrega tiene sus contracaras; en tanto el paciente no fa acom- pafie acti no generaun verdadero efecto analitico sino lo que Winnicott Jlama efecto de adoctrinamiento. No es infrecuente €ncontrarnos con pacientes en estas condiciones, que han pasado muchos afios en tratamiento vi aprendieron a parafrasear a su modo la teoria que les ensefié el analista fa veces desde nifios). En estos casos se exhibe un saber psicoa- nalitico muy minucioso sobre la historia, Pero no nos asom- brard que sea un saber desprovisto de eficacia alguna ni que siga en pie hasta el mas insignificante de los sintomas. Desde el punto de vista conceptual, corresponde decir que no hubo una intervenci6n significante como ere Teo posible sostene ie ae Galasidifcultades propia del psicoandlisis seincrementan en la clinica con nifios y con adolescentes. a » teng pnifica eso, exceptoque | ——. - @ Gia repeticién nos pone en la pista deun cierto nudo a desci ‘| qatepenc a pista. in la produccién histérica de significaciones, ademas, hay 29 [wats he pot Ve efectos en los que no sélo estd implicado el sujeto, y esto no, olicne que ver unicamente con palabras o frases: con igual frecuencia son determinados actos los que demuestran tener. e80 significante; apelandoaotro material, ‘los hombres de in lamilia se casan muy jévenes* puede ser el modo de resumir oilgoque se inscribe en el inconsciente no por ser tin dicho sino un procedimiento familiar repetido, Tal insercion del signifi- cante lo ligaa los hechos mas Comunes y corrientes de la vida: de modo que no pocos entre nuestros pequefios intereses y Tepulsiones resultan funcién del lugar al que nos empuja incesantemente cierta cadena. Es importante aclararlo, dado que al ser usual que desarrollemos ejemplificaciones clinicas que a menudo suponen patologia severa, es facil olvidar que el habitat significante es la cotidianeidad mas banal. igui isares que e/ significante conduce , pero cuando algo se gana ese nombre en la historia del sujeto, es que lo inclina hacia determinados caminos preferenciales. Y éste es jercer criterio: el signifi- Eo ante tienexdireceién, La frase “qué lindo que sos”, por ejemplo, levaba a un Tugar muy diferente que la “te sacaste diez”. Aquélla conduefa al paciente, a medida que las exigen- cias sociales aumentaban, a medida que iba dejando atrds su adolescencia, a un callej6n sin salida, cosa €S ser e]_nene lindo a los tres afios y otra muy dife los icinco; no ¢s haciendo monerias, cabe suponer, la forma como nos vamos a arreglar en la vida. El itinerario del signi- ficante lo extravia en la pasividad de lo escpico, lo cual no significa que no pueda salir de alli, la carretera se puede abandonar, hay diversos itinerarios alternativos activables. Silo pensamos bien, en el simple caso del guardapolvo en la atencidn hospitalaria son descifrables todos estos efectos, De examinar histéricamente las relaciones de poder médico/ paciente a lo largo de varios siglos, tal como se van configu- rando en la sociedad occidental a partir del 1600, encontra- mos las notas distintivas de lo que un elemento cualquiera debe poseer para justificar Hamarlo significante. En modo alguno esto implica que en la prictica clinica el significante 30 solo se hallard en boca del nifio que nos traen, Por lo tanto, cuando nos preguntamos qué es el nifio en psicoanilisis, Jocalizamos ciertas cosas que denominamos significantes, las) cuales tienen mucha relacion con Ta formacion de ese nifio; pero estas cosas no _necesariamente son producidas Cinventa idas por él nl dichas porél; en cambio, solemos encon-© gttarlas en labios y en acciones de quienes Io rodean,, = Una mujer entra a la consulta con un nifio pequefio que luego Tesulté ser ja analista Te extrana que puedy ; dejarlo-solo-en Ta sala de espera, pensando que el chico , AK dificilmente podria sostenerse en esa situacién. Ante su inte- \l : rrogante, la madre contesta: “No hay problema, él se queda donde yo lo pongo”. Esta frase que sale de la boca de la madre le da a su hijo un estatuto de infrahumano, como si fuera un mueble o un paraguas, Lo que caracteriza a un ser humano es que no se queda donde se le indica; esto lo observamos muy bien en loschicos, si se les dice ‘quedate ahi’ nonos sorprende su desobediencia y si acatan una orden demasiado rapido, Pensamos que estin enfermos; pero cuando esto se muestra verdaderamente repetitivo, lo mis Seguro es que nos aguard. fun caso grave, En nuestros términos, lo mas te ) pue incluso cuando esos }| significantes aparentemente suenen bien. 2. Pero debemos retroceder un poco para atender a una segun- da polarizacin reduecionista que dejamos en suspenso. Ya sefialamos los problemas que trae darle tanto relieve a la prehistoria que la historia se desvanezca, lo que no dejard de pesar en nuestra intervencién como analistas con un lastre “musulmanista’ sobre lo terapéutico: las cartas decisivas ya estarian jugadas; por este camino acabamos escuchando y atendiendo sélo lo que viene de los padres, de los abuelos, y mas atrds aun, pero ya que no recibimos por lo general gente con una prosapia que justifique un drbol genealdgico, si tuviéramos que contar con saber lo que pas6 a los tatarabuelos en relacin con el significante, abandonarfamos el psicoandli- sis por imposible y nos dedicariamos a cualquier otra cosa. El reduccionismo inverso conduce a centrarse exclusiva- 31 Ay x e Telativo ala prehistonit le que el chico depende fantasfa de los juegos, de e mente en la fantasmitica que el nifio produce, a en sus procesos imaginarios, Atender a la dimensién de la 1 gralsmo,¢ los padres,-pero ni n , anilisis. A los efectos de lo que ella quiere mien que es la fantasia infantil, deja congeladas las demas sae es, “ ejemplo, el campo de lo prehistérico apenas lo a cuenta, Pero su proceder se justifica eee . medida en que sirvid para a camino por el que hasta ese nto nadie habia transitado. aes TEA Jimitacién demasiado repetida quedar ence mente adherido a lo que en un momento historico oe Si, por ejemplo, no insertamos los descubrimientos je Me! = nie Klein en un contexto mucho mas amplio, si creemos q' la fantasia basta para explicarlo todo, podemos “ra a — que una psicosis infantil es un proceso me Re lo, se fuera posible psicotizarse por puro devenir del imaginar. Enla clinica, la repeticidn de este simplismo nos hace = en vano, constrefidos por estrechez epistemolégicaa tratarce producir mutaciones en el mundo interno de —— excluyendo la consideracién de los discursos que circulan € Ja familia sobre un nifio, a quién viene a susituir, ot s hereda, etc.; tantas dimensiones marginadas del andlisis no pueden dejarde ocasionar impasses. Tieneelef ecto contrario, el inverso simétrico del que toma la prehistoria como an factor causal, despoja de su peso a la vida imaginaria, ¥ _ asigna valor einterés a todo loque va mis alladel fae bie . lo que esté relacionado con Jas funciones y los mitos famili ” Be el andlisis con nifios, uno de los aspectos mas dificul, tosos, en el sentidoenque genera mds resistencia en el analista Onarticularmente en los primeros tiempos, eS Toreferente a = > dres, Es comin encontrar en un terapeuta, por To Lee S habilef su trabajo, evitar al maximo el contacto con aquéllos, incluirlos lo menos posible, lo cual no deja de acarrear ss inconvenientes, segun la ley de que lo que no se introduce de 32 derecho retorna a la larga o a la corta bajo la forma de acting oUf,5i NO tomamos en cuenta ¢l discurso de los padres SUS, {ransferencias frecuentemente malogran tratamientos que en otro plano andaban bien. © Nunca es salteable, mds alld de los protocolos tecnobu- rocniticos, escuchar y obrar conforme a lo especifico de cada situacion. Siendo sensible alas condiciones particulares, pron- tose aprende aestablecer la diferencia entre la transferencia en esos padres con suficiente deseo puesto en investir como ser separable al hijo —lo que determina que toleren la situacién analitica sin que haya que ocuparse mayormente de ellos— y aquellos (sobre todo cuando estudiamos problemiéticas mis alld de las neurosis) en que esta capacidad casi noexiste, donde historia y prehistoria abundan en destructividad, en deseos que tienen que ver con la muerte, con el fracaso y con Ja locura. Aqui no se puede dejar a los padres de lado; es tan importante trabajar con el chico como con elles y apostar a la produccién de algun efecto analitico en el discurso familiar. No hay una regla fija para estes cosas, Puede ser que en algtin MOMENTO Sex Conventemte; por efeniplo, incorporar una entrevista con los padres, pero esto hay que decidirlo en cada caso; otras veces, durante un cierto periodo las entrevista con los padres se pueden desarrollar paralelamente a las sesiones con el chico; aun en no pocas ocasiones los padres se incluyen en lasesion. Es deci: gues. unareceta técnica, y sihay alZ0,, gdue especifica a 1a clinica psicoanalitica, es la a: gudizacién de, glodiferencial en cada caso. Lo dificil es justamente mantener, esta flexibilidadé lo cual no vale como salveconducto para Cintervenitdemodo antojadizo, sin respeto por la sobredetermi- nacién, Sea lo que sea, nada hay peor que aquella exclusion a priori, porque es una comprobacién de hierro en psicoandlisis que lo que tratamos de sacarnos de encima acaba por aplastar- Nos, con tratamiento, dogma y todo. A su vez, si los padres piden unaentrevista y el analista est muy pegado a unacartilla de estipulaciones, piensa que no bien se la solicitan automiti- camente él debe otorgarla, porque asf se lo ensefiaron, y no reflexiona que, a veces, ciertas demandas de los padres estan relacionadas con el deseo de vigilar, interferir, irrumpirenalgo 3 de su hijo que es privado. La asistencia inoportuna de los padres puede dar lugar a cierta retraccién, a un incremento de laresistencia enojosamente gestado por el analista, y provoca la interrupcién del material asociative que se estaba desple- gando. Compartimos con autores como Lacan o Winnicott la profunda desconfianza que despierta la palabra ‘técnica’, que implica siempre una cierta estandarizacién y tiende a coagu- larse en recetas y procedimientos prefabricados; todo analista debe desconfiar de su sagacidad en cuanto a sortear aquel entrampamiento. Bachelard y su llamado auna “vigilancia” critica encuentran aqui su vigencia plena. 34 2. {DONDE VIVEN LOS NINOS? La pregunta acerca de qué es un nifio en psicoanilisis desemboca en una serie de cuestiones. Particularmente nos , detuvimos en la importancia de lo que llamamos prehistoria | 0, en otros términos, importancia de! mito familiar. Es preciso + # aclarar que a partir de aqui, modificamos y ampliamos nues- tras preguntas clinicas, tomando en cuenta las mas basicas que sirven para situar a un paciente. De esta manera cambia toda la perspectiva de lo que podriamos llamar undiagnéstico en psicoandlisis, que es algo muy distinto de lo que podria ser, por ejemplo, el diagndstico para un criterio psiquidtrico o psicolégico tradicional, Para empezar a situar al nifio que nos traen y a lo que lo rodea®, no procedemos, como tradicionalmente se hacia, are- alizar un inventario de sintomas, que se conoce como semio- logia. No es que despreciemos hacer un buen rastreo, una buena descripcién del campo y localizar lo que puede Ilamar- se sintoma, sino que eso solo, par nosotros, a partir del mito familiar, del peso del mito familiar, nos resulta insuficiente. Alli donde otro preguntaria: ;qué tiene el chico?, y siendo la respuesta: “no va bien en la escuela’, ‘se hace pis encima’, », ‘sufre terrores nocturnos’, y luego procederia a realizar el ~2 inventario de vie pare troducimos otras preguntas, por ejemplo, una de las fundamentales, bien podria ser: jdonde vive este chic Esta no es una pregunta facil de contestar. Es un criterio importante determinar si un pequefio sigue viviendo atinen el 35 e Cuerpo de Ja madre o si ha empezado a v el QOtra pregunta que nos hi terzitorio, en otro ti de espac: a vivir en otro tipo de WceMOs es; qué re; nta esi a £l deseo de los padres? Otra forma de preguntarlo, e chico \ desde este punto de vista, &Spard qué se lo desea, La formu- , lacién binaria (ser deseado/@ ser eseado) admite ejoria: un ~»* Ser humano de hecho €s deseado para los mds diversos usos y esto cubre una gama asaz variada y Variable, desde las posibi- lidades de productividad que se le brinden a alguien en su desarrollo, hasta Propiciarle | la psicosis o la muerte. Entonces ésta también es una cuestion nada facil de Precisar Y muy importante de situar, Unapregunta comy lementari: Fespecto es en cuanto ally; ue se Ie asigna a un chico en ES wf Autoplagiindome o autocitindome, dirfa un lome, Pogo mis cerca de lo que entendemos Por mito familiar, que se puede caracterizarlo por lo que un nifio tespira alli donde esté colocado; ito familiar enton alaire, al Oxfgeno, homSlogia ces homologable en su funcién que apunta mds a lo isomérfico im) nte_es entender que el mito familiar no es 36 definicién de lo que es un nifio en esa familia; algo que permanece inmévil allf donde lo ponen, situacién con conse- cuencias muy particulares para ese nifio en especial, Pero, por lo general, la regla es que ¢l mito familiaren un andlieIn ERENCE STEEN basta con las primeras entrevistas, a lo sumo €stas ns permiten situar al igunos de sus aspectos y sintonizar algo de su tendencia dominante. En cambio, es un concepto que altera profundamente la concep- cién misma de las entrevistas iniciales o preliminares: ya no €s euestion de procurarse informaciones como la de suber a qué edad empezé a Caminar el nifio, oa qué edad le salieron los primeros dientes. Este tipo de datos s6lo nos interesard resignificados en un contexto mucho mis amplio, Es muy, dificil comenzar el tratamiento de un nifio—personalmente lo, i desaconsejaria—, mas aun, pronunciarse por si es necesario ; 0 ¢ n ten . Considero mu’ importante que se ded quen a tal finalidad las entrevistas preliminares, He aqui un ot - D.. ejemplo puntual, muy esquematico, muy tendencioso en el sentido que lo he extraido muy al través. Los padres de un nifio de seis aftos consultan, un poco a instancias del pediatra que dice que es hiperkinético; ademas, en la escuela se muestra sivo. El centro de gravedad de la entrevista se desplaza luego al estado de conflicto permanente y nuclear entre los miembros de Ja pareja parental la cual incluso califica la transferencia conmigo, porque casi lo primero que dicen es que uno queria consultar y el otro no, uno considera que el chico est ‘diez puntos’ y el otro que el chico esta cargado de problemas. De ahi, es muy importante mds que compilar una serie de datos, localizar un elemento, Este hijo es concebido después de una separacion y testimonia la pos- terior reconciliacién de los padres. Ya durante el embarazo se arrepienten de ambas decisiones: la de reconciliarse y la de tenerlo, Es uno de esos casos, nada infrecuentes, en donde un nifio ha sido destinado a unir una pareja que tambalea y, por ende, a un gran fracaso. Este nivel concierne al mito familiar mis que a la historia a secas; nadie nos dice “estamos eno- 37 Teac, et nk jados con él porque no sélo no nos Hevamos bien como pensdbamos es de reconciliarnos y tenerlo, sinoque todo siguio tan mal como antes”. Nadie nos dice tal ¢ puede reconstruir *, np aE Toma entonces el rigor de la enunciacié } 16n de una ley; todos los datos cldsicos de una entrevista, todos los detalles & re SOS, Se visi aparROiee s6lo si se los aloja dentro del mito amuliar, de To contrario se convierten en un I 10° of en un listado molesto con él cual no sabemos ‘qué hacer, después de preguntar y~ anotar las respuestas, nos encontramo: if peasy IS ante una hojarasca . Lévi-Strauss dice algo importante al respecto; es tan mala caends de datos sobre algo que uno quiere estudiar, como elal arrotamiento porque si, el exceso de datos sin criterio de seleccin yde ubicacién nos paraliza, Es un infortunio carac- teristico en las instituciones ordenar al psicdlogo que haga entrevistas muy pautadas, tests, etc., y que redacte un informe que luego nadie lee, y si lolee nadasaca en limpio porque falta culctio organizador, o lugar donde poner esa masa de informa- cion, Tampoco hay que entender el mito familiar como algo mds omenos congruente y unitario, algo mas o menos sistematiza- do y arménico, Es mejor goncebirlo como o haz Pequeiios mitos, no en singular y en términos del proceso secundario, y asi hacer el recorrido de sus incongruencias, eo — © C contradicciones, lagunas y disociaciones; definitivamente, no estamos ante una unidad armoniosa de tendencia tinica, en la cual con frecuencia se incurre, cayendo en una visidn harto simplista del concepto. ; La importancia de] mito familiar nos leva a distinguiz.dos niveles sobre los que discurriremos alo largo de este volumen: el nivel de lo que Il FOCESO ive eo v ue Ih Lapene is fuuncion, ui ecimos “nifio’ en psicoanilisis implicamos —sobre todo cuando Se trata de un nifio pequefio— la cuestién de la construccién misma del sujeto, Tomamos 0 tocamos, cumbos _niveles a la vez: no sélo todd lo relacionade 6 iO con, aquellos procesos, por ejemplo su trama de fantasias (lo que unos autores designan su mundo intemo, y lo qué otros 38 prefieren Hamar su imaginario), sino todo 19 relativo a Tas funcionés en las que se apuntala para advenir sujeto, ore ‘ejemplo, funcion materna, funcion paterna, las funciones que mentan alos implicados en aquel advenimiento, las funciones que cumplen los hermanos y los miembros de otra genera- cién, como los abuelos’. = E] psicoandlisis dio un paso adelante el dia en el que algunos psicoanalistas empezaron a pensar sin abandonar su propio lugar donde estaban parados para hacerlo*, Este nivel pricticamente ausente en los trabajos de Melanie Klein, en cambio aparece con toda su relevancia en autores como Winnicott, los Lefort, Dolto, y en general en muchos de los que se agrupan en tornode Lacana partirde ladécada de 1950, y también, con todo derecho, en otros psicoanalistas como Sami-Aliy Balin Actualmente, yanopensamos que analizar. : gia nifio es reunifse con él, conocer sus fantasias, tratar de: captar su inconsciente y punto. No ue ello no import sino porque resta incompleto si no afiadimos en donde esta gitiplantado, donde vive, en qué mito vive, qué mito respira G qué significa, en ese lugar, ser madre y padre, Sin esos recaudos el tratamiento suele desembocar en un final abrupto, porque si descuidamos csa dimensién, los padres desde lo real pueden derribar el anilisis con alguna actuacion, no por culpa de ellos, sino de nuestra omisién. Se trata de una decisién teérica capital para el curso de nuestra préctica, particularmente cuando atravesamos la diferencia entre el campo de las neurosis y lo que lo sobrepasa’. Cuanto més avanzamos en el terreno de una psicosis temprana, por ejemplo, mds insuficiente nos resulta confinarnos al nivel de loque el nifio produce, porque estd tanto mas frigil y masiva- mente adherido al lugar donde vive, mientras que la neurosis tiene una autonomfa relativa considerablemente mayor. Po- 4 demos tratar a un neurdtico adulto sin conocer jamds a su fa s mas, no la debemos conocer sise trata de un adulto ode un adolescente tardio, porque no haria mis que interferir enel andlisis; no nos interesa, ¢s una variable que podemos despreciar. Tratdndose de autismo, psicosisu otros trastornos narcisis- 39 tas, cualquiera sea la posicién teorica del terapeuta, la acti- ca siempre lo lleva a tener algtin tipo de intervencién ‘che I familia, el discurso familiar, los padres; los mismos hech 4 clinicos lo fuerzan hacia alli... amenos que refiera ~ factores obstruyan su labor, : Lara Por ejemplo, volviendo al nifio que se queda donde Io habla (ademds no habla). Indefectiblen : hacer n a). nente tendrd que algo (para un psicoanalista, supone algode ree con 9 Jos padres. is El capitulo anterior introduce un concey ‘ u imtro« Pto que configura un z ey Plano propio de la subjetividad humana: el plano del signifi- hac, isp " ’ q Pronto yecordemos que el Signi-, Icante no remite a la cosa di sino que remite a otro cv t enifi siva respecto del SEO. deci c= a~, ‘donde hay humo e laa leant y hay fuego’, nos movemios en ct plano del le daba un efecto de significacién, por ejemplo, el acuerdo de yina boda, lac f i inmi i ? oe ercania de una fecha ritual ola Inminencia de una inc lente. Otro rasgo diferencial de i z iparticul re ict, a ite zcularrelacion con el sujeto, Conoces 5! & fnadeliniciénde’sujeto devenida ‘clasica’, esto es, el gees f ‘0 que representa un significante ara otro significante. Re- 4 __initimosia a una muestra vulgarde la vida cotidiana: si eseribo 40 kc ‘cante con sus caracteristicas propias, Un mito familiar bien eee ofr conceptualizarse como un patiado de significantes® ESOS de cierta manera No obstante, nos tesa vale 5 examinar de aquéllos. Por lo ede od eouteer un libro, me critican, me preguntan o me interpelan como autor para incorporarme mal o bien a una cierta inter- textualidad. Asi se relacionan dos significantes entre si: uno i es el de mi nombre y apellido, En la medida en que ést fps hy representa todo lo que se sabe de mi, es que en esa condicién seme introduce en la maquina literaria. Pero, ;ante quién me representa ese apellido? Me representa para otro signi que es la red intertextual psicoanalitica en sus miltiph renciacione. mas. Enseguida advertimos que el signifi- cante és algo mds que un mero titulo, una mera palabra, todo ese conjunto de reglamentos técitos, de citas, de estilos, de slogans, de redundancias, de decisiones politicas, de forma- ciones mas sintomiaticas que conceptuales, en fin, de disposi- ciones queconforman una prictica especificade la letracomo la del psicoandlisis. En la clinica esto se presenta de una manera mds compleja, porque tiene que ver con la transferencia pero el punto que es imperioso destacar antes de perderse en los detalles de un material cualquiera, es el siguiente. Para poder ser, en el sentido en que cabe hablar en psicoanilisis, encontrar, cierta posibilidad de implantacidn en la vida humana, ld tinica Ope ui i ignificante. Para poder vivir no basta con las proteinas en el orden simbélico, es necesario adscribirse aunque mds no sea a un poco de significante. Es instructivo asociar_esta-leyinapelable a una tipica historia, recurrente en’ ial de psicosis, que nos cuenta de un recién nacido que no fue anotado en € gistro Civil sino © mucho tiempo después de su nacimiento y vivid asi dias sin zs fe existencia simb6lica, sin estar inscripto en ninguna eg te hecho que nos transmite algo esencial sobre Ta Tlegada al so PF mundo de este sujeto, sobre cémo se lo ha esperado, Con un pis plus de significacién aun, como es en muchos de estos casos ae elextravio irreversible de la fecha real de nacimiento, nimba- da por un velo de duda y de confusion. tarea originaria de un bebé cuando viene al mundo es = inde enc significa rue no ~— lo encuentra todo hecho, Si bastasen para representarlo su /;~ S cf (, “OG 41 aa or Nw" PN nombre y apellido, no tendriamos campo para trabajar, Hemos confrontado brevementedos ejemplos: ‘qué lindo [ue sos” y “te sacaste diez’. Es licito decir que esas frases son significantes que representan a ambos Sujetog, E] “qué lindo que sos” lorepresenta, por mucho tempo(por supuesto que no es lo inico que lorepresenta), y genera todo tipo de efectos. Lo mismo el “te sacaste diez”. Lejos de ser entes pasivos, s6lo preocupados por obtener satisfacciones orales, como en algu- na época. el psicoanilisis pinté a los bebés, . tarea eminente- lente activa que todo ser humano debe em, er, para la que, gltcesita ayuda porque solo no puede Consumarla, es encontrar gsignificantes que lo representen ante y dentro del discurso® > familiar, en el seno del mito familiar, o sea del campo deseante gy tiene que luchar con los que tenden a destruirla fran ‘ Esa primera tarea es de tipo extractivo: ha de arrancar lps oy significantes que lo Tepresenten. A veces vemos quemrnino \ Can quiere llevar algo de la sesion, algo que ha hecho: eso puede - tenermuchas significaciones,renunciamos de antemanocomo ~ ae psicoanalistas a encontrar una sola. Una posible y de mucha tc trascendencia transferencial esque esté en juego que loque ha °\ayeeqproducido junto con su analista tenga el valor de representarlo Ce como Sujeto, algo de lo cual él pueda aferrarse para vivir. _ -wmo encuentra, Un nifio le ha pedido a la analista que lo di yy se Treva el dibujo T dibujo. Luego los padres Je cuentan a el la’que | - ha puesto en sitio visible en su dormitorio. Para él se trata e! cif bei = trazo que lo redefine, que le da lugar pro es decir, un lugar donde se pueda realmente plantear la cues —Htadecutle on sus deseos.————___ } Ko. )iro paciente podria realizar el mismo movimiento medios més abstractos, haciendo referencia a rane ee <4Q __cunda de la que se llevé algo figuradamente. Diferencia clinica apreciable a respetar, dando tiempo a que el nifio desarrolle nuevos medios simbélicos. En todo caso, si es importante poner una palabra que subraye la acci6n, un ‘esto lo hiciste aca’, marcar el trabajo con un sentido que él ha encontrado y 42 ta. que es pensable como una fantasia de nacimiento en la trans- ferencia. Durante un episodio de tipo paranoico, un adolescente =, teorizaa su manera, Entre otras cosas, reprochaa su madre no haber “agarrado a la vida’ al padre —éste se habia suicidado muchos afos antes, Cuand6 él paciente era bastante pe- quefio—. Seguin su recriminacién, su madreno le dio al padre nada que le sirviese como punto de anclaje a la existencia, / abundando en recriminaciones respecto de la frialdad y la escasa disponibilidad amorosa de aquélla, Pero lo que el muchacho enfatiza es el cardcter de significante (antes que otros modos de lo material) que debe tener algo para que sea posible asirse de él, como en el caso de un ‘te quiero’, o ‘alguien me quiere’, o ‘soy querido por alguien’. Si algo de este orden no aparece bajo ninguna forma, la gesti6n de un “sitio es imposible, Constituye un problema teérico ir mds alla de lo que estas f6rmulas connotan del amor como sentimiento y percatarse de las complejas operaciones involucradas. El poeta Michaux escribe: “El la ocupacién del espacio”. Para nosotros, analistas, presion de enomie densidad conceptual. >) un espacio fisico viniendo al mundo pri ‘ todo ocupar un lugar en el deseo de 1 da posibilidad fe sentido; pero para que esto se cumpla es preciso que alguien done lugar. Cuando, por ejemplo, hablamos de abortar un Inijo no gd nos referimos a la dimension literal; no pocas veces descubri- i mos abortos metaféricos con los que se rehtisa aquel don. Ahora bien, si el espacio es una caracteristica esencial del deseo, el siguiente paso es sefialar que la instrumentacién concreta, el medio de dicha operacidn, es un dispositivoo una composicién de significantes"®. Generalmenie, en Ta transmisién del psicoandlisis necesi- tamos insistir en el hecho de que el deseo es lo que circula en toda cadena o composicién significante y hace que ésta nos interese, ya que no nos interesa la cadena simbélica de una computadora, por ejemplo, salvo que nuestro tema sea el deseo del cientifico. Hay que insistir en ello: cuando escribi- 43 mos ‘cadena simbélica’ damos por s aaa Bs su tumo mn raied et” i os JE Nene que trabajar y aun luchar iri Significantes. Las funciones, ae y oe sees cee liarlo, brinddndole las condiciones minimas, pero no pueden tegalarselos hechos; mejor dicho, si hubiera imposicidn de significantes, sino se le permitiera hallarlos, fallarfa lo esen- cial. Lo mismo sucede en el tratamiento analitico, El Sujeto acude en busca de significantes que lo Tepresenten o tras clertos cambios en los signifigantes que lo representan, o frecuentemente deshacerse de alguno, Es para ello que se Tequiere nuestra ayuda, el andlisis no Jo puede hacer ¢1 solo, Intervenimos primeramente favoreciendo condiciones para que él we advenir al encuentro del gnificante o Teplantear a relaci on_con_él, pero si se los damos hechos, nuestra fervenciOn no seria psicoanalitica sino un adoctrinamiento con “contenidos’ psicoanaliticos. v€ trata de un recentramiento histérico concebir el psico- andlisis antes que nada como donador de lugar, y nocomo una maquina hermenéutica. Esta interpretacién sdlo funciona si se hace en cierto lugar que se ha creado; de lo contrario o no Ssirve : Se como ocurre con las interpretaciones llamadas salva- Dicho de otra forma, gstudiamos los sy Icio“, gies a través de los cuales el bebe va eae eaea ‘al respecto, que anatémicamente lo tenga solo induce a error. sde el unto de vista simbélico es una mentira noes suyo, estd muy lejos de oder asun-irlo, a lo sumo vale decir que Oispone de la potencialidad de Petia, de apropidrselo a lo largo de un complicado devenir histérico-estructural para canis el cual lo ayudan no tanto el instinto como las OE Parentales. _ ebemos tomar en cuenta la eventuali diferencia entre una situacién are que un sujeto no encuentre condiciones propiciatorias para la Faia de significantes que lo Teprecenten, y que en su Bch Gin aplastane_significantes del eee una = adera sustitucién d& To esperable en© Le a 44 Ge ia ‘uns lf 4 pec wr Un nifio de quien ain no se dice que tenga una evolucidr psicética (aunque se la tema) es traido a la consulta. Poco a \J> poco, el motivo que se impone conduce a la pareja parental. Los padres estiin separados desde hace varios afios, pero la separacion noes mas que una ficcidn, porque estan unidos por el odio, No tarda en descubrirse (tras los buenos modales del comienzo) un estado de perpetua guerra entre ellos, guerra que se llevaa cabo de mil formas, segiin el viejo adagio de que enel amory en estas cosas todo esta permitido. Esta situacién alcanza unnivel que excede largamente las coyunturas trivia- les y tempestuosas asociadas por lo general a una separacion. En cambio, adopta un cardcter masivo y con picos de convic- cién tan delirante que es irresistible la evocaci6n de lo que Aulagnier formula en cuanto condiciones de formacién de una paranoia. Esta guerra mas fria o mas caliente, pero siempre constante, requiere la presencia de un testigo parali- zado, que es casualmente el hijo. {Qué podemos encontrar de los significantes en este nifio? Dos muestras al respecto nos devuelven a la tematicadel supery6, pero no enesadimensién ligada a la disolucién del complejo de Edipo; antes bien, ese nivel del superyé descubierto en psicoandlisis al estudiar la reaccién terapéutica negativa, el suicidio, el masoquismo moral; ese nivel que Melanie Klein llamaba del superyé sddico, y Fairbairn, premoral. Una funcién destructiva, no _una funcién de regulador normative. : _ Primera muestra: el nifiose llama Luciano, Al respecto nos cuentan que esperaban una nate Dai yen su lugar advino ‘Lucia no’. Broma muy instructiva para detectar cémo se lo nomina, con un término que lo niega. Aqui la nominacién es una trampa; slo nos dice que él no es laesperada, no es la de- seada. En ese sentido, noes un significante que pueda servirle para vivir; no podemos decir que lo represente sino que repre- senta instancias maternas y paternas hostiles hacia el hijo. __Segunda muestra: suropa. La ropa es un modo de signifi- carse, Cuando el chico hace miiltiples juegos con ella, cuando descubre que se pone y se saca, entabla una relaci6n muy particular y muy intima a la vez con eso que es él y no es él. No sdlo el psicoandlisis intuye que la ropa no es algo ‘exter- 45 no’, que en ciertas condiciones forma parte de nuestro cuerpo, Como ocurre con la casa y con otras cosas; no hay un limite tan Preciso como podria malentenderse. Pues bien, entre otros servicios, la ropa sirve también para significarse en determina- dos momentos, por ejemplo, para significarse como de un sexo determinado, Pero la experiencia de Luciano es muy distinta: cuando él llega a casa de su padre (los dias que le corresponde ir a verlo) debe quitarse toda la ropa que trae de casa de su madre ¥ vestirse con la que aquél le hacomprado para estar alli. Y viceversa. Por lo tanto, él nodice ‘mi’ ropa, sino “esta ropa es demi papa”, “esta ropa es de mi mama”. Probablemente, ni Siquiera necesitemos de demasiada sutileza psicoanalitica para sacar cuentas de qué tipo de marca deja este proceder sobre el cuerpo, porque, en definitiva, su cuerpo esta partidoen dos, es el cuerpo de papa y el cuerpo de mamé. Y es un acabado exponente de significante del superyd, es una configuracién muy diversa de la que examinamos gravitando en torno al “qué lindo que sos”, caso en el cual la ropa formaba parte de esa Presunta belleza. Bmlo que hace a Luciano, significa el reciproco odio entre los padres; el cuerpo del hijoes uncampo de batalla. Lo que viene a subrayar es el odio que lo engendro, el odio bajo el cual nacié, el odio que es su causa; significa esa particién sobre su cuerpo, por Io tanto no es un significante apto para representarlo como sujeto. Clinicamente es notorio que en ningtin momento Luciano subjetiva lo que lleva puesto como propio y, a partirde alli, ya no puede por desgracia asombramos que inconscientemente Su Cuerpo esté afectado por idéntico reparto. Asi pasa las sesiones armando interminables peleas entre dos bandos, mientras él se coloca alternativamente de uno y de otro lado, sin diferenciarse. Hay una edad. (alrededor del segundo afiode vida) en laque un mho comienza a repetir no sdlo lo que €] dice de motu Proprio, sino lo que le dijeron en cardcter de érdenes: por ejemplo, toma algo que le esté prohibido tomar, diciendo simultineamente “no toque”, “no tocar”. Es un exponente de un significante del superyé que al ser muy comin suele desplegarse libre de patolog(a; esto se verifica porque el nifio 46 nie puede tocar igual. Junto al significante del supery6 enascenso ahi esta, no obstante, la posibilidad de que el nifio mantenga su deseo y toque. Por lo menos hay un conflicto entre obedecer o no. En todo nifio hay un cierto equilibrio entre estos dos tipos de significantes. El pequetio repite la orden como si fuera el Otro, dice “no se toca” especularmente, sin hacer el cambio, habla las pala- bras del Otro entendido no en una posicién cualquiera y no en posicién de semejante, Otro definido o reconocido por un oder, en tanto lugar de la orden, lugar de la Ley, Durante el p segundo afio de vida es sabido que los nifios atravfésan loque oS se llama periodo de negativismo, en sf saludable, pi loen ~ ” Sal cual diferencian cierto uso del no. Asi, cuando se les Oy pregunta “jquerés tal cosa?” replican “no”, aun cuandoluego acepten, El “no” es su documento de identidad. Aconteci- giniento Secisive por su efecto separador, el nifio abandona el ‘cuerpo de los otros y se muda a otro territorio. Eneste proceso, a el “no” en el que insiste, que se opone a toda demanda, no es el mismo “na” del “no se toca” que va notando que no lo re- resenta, mientras que se identifica en cuerpo y alma a ‘su’ na, verdadero ‘caballito de batalla’ (o dicho con mayor empaque, motive generador de su diferefiviacion subjetiva). Aquel “no se toca” representa, en cambio, un incipiente supery6, super- y6 todavia en voz alta; no estd internalizado en el sentido de “conciencia moral” (Freud). Del equilibrio entre estos moti- vos depende cierta estabilizacién temprana del sujeto. El padre de Schreber subrayaba en uno de sus escritos pedagdgicos la importancia de abolir desde el momento mds temprano toda dimensién de autonomia en el sujeto, intervi- niendo ya durante la lactancia, a fin de aplastar los minimos conatos de espontaneidad. El padre de Schreber era un peda- gogo que algunos consideran como precursor del nazismo, no sin razén porque hay ciertas cosas que anticipa; pero nadie podria discutirle que fue un hombre muy licido en su para- noia. Es notable la precisién, la seguridad, el rigor con los que va al grano: es preciso que el nifio renuncie de entrada y sin medias tintas a toda iniciativa propia. El aparato y los castigos que con ese propésito moviliza conforman una maquina 09000 a7 9 Ham TR maestra de significantes del superyé que aparecen para muti- lar cualquier posibilidad de palabra propia en un sujeto y que este singular pedagogonos ha ayudado aconceptualizar, Si asi lo queremos, ya que la insistencia repetitiva es fundamental férminos de fiecién: alguien llega al mundo. ,Queé : significan- tes hay allf disponibles? Es un poco como cuando uno accede auna situacién nueva cualquiera, aunque esté mas crecido que un bebé. Lo usual en un caso asi es preguntar por las reglas del Juego (sobre todo las realmente vigentes en el lugar en cues- tién). ;Cémo se debe proceder aqui para conseguir sitio, y sitio aceptable? En nuestro caso, ;qué hay que hacer para lograr ser deseado en esa familia? ;Qué, para ocupar algiin puesto en el deseo del Otro? No existe cuestién més primordial ni que se formule mds temprano en el nivel en que cada edad lo puede preguntar: ,qué hay aqui para situarme, que me sirva para mi propia apropiacién? Hay, por ejemplo, “qué lindo que sos”; bien, esto sirve, se toma, el problema ulterior es quedar demasiado prendido a ese dicho, como veremos luego. Lo cierto es que las mis diversas cosas resultan material aprove- chable, “todo puede servir’!?. Retomemos esta consigna del deseo, esta consigna edipica entre madre é hijo adolescente; el andlisis no deja dudas ene Ccuantoa que “te sacaste diez” agtgura cierto lugar. Ademds de Ke la aprehensién de un concepto, podemos plantearlo,en| t Soe las muchas buénas notas que en efecto cosecha, la frase lo ook Tepresenta, él es ese “te sacaste diez”, y no solamente porque Se presente ante los otros como uno de los mejores alli donde esta, Este paciente, no obstante, consulta por al, jue en principio recuerda-una celotipia com matices paranoicos, en permanente busqueda dé apoyaturas ‘objetivas’, acech ad6nde van las miradas de su novia, traspasada ae levanté una compleja formacién depresivacon ciclos silencio- Sos pero constantes. En ese nivel, cobra creciente importancia la figura de-una abuela del muchacho, hasta que damos con un ‘Fragmento significative de naturaleza muy distintade ladel “te sacaste diez”, fragmento que en realidad no pertenece exacta- Mente a sus fantasmas o recuerdos, sino que proviene de la prehistoria, via su abuela. Habia dedicado una sesién a una 48 especie de balance tras un afio de tratamiento. Al despedirse, me comenta lo bien que se siente, lo contento que esta y lo util que le result6 el andlisis. Esas expresiones fueron el predmbu- lo de una violenta caida en depresidn, con Ja que Ileg6 a la sesién siguiente; la sintesis fue que “todo es un desastre”. Desastre que tiene a la vez lacondicién de serenumerado,{La genumerabilidad de lo catastréfico es un rasgo notable de las 5 6 formaciones et Momento oportuno para que mi intervencién destaque ef hecho de que el bienestar no puede a no debe perdurar. El punto de corte lo constituye precisa- mente la puesta en palabras, decir el decir del “sentirse bien’, enunciacién que anuncia la caida, la adelanta como su heral- do. Le sefialo la necesidad que parece regir este ciclo, subrayo que por razones que desconocemos hay algo que debe discon- tinuarse en él —cosa que apunto en la medida que constituye a mi juicio el fenémeno central en la depresion—. La depre- sién es la enfermedad de la continuidad, nada mis esencial que su quiebra. A continuacién asocia que él toca la guitarra y en realidad se da cuenta que lo hace bien, por lomenos, bien al nivel de amateur. Pero cuando le piden que lo haga siempre responde igual : “soy un desastre”, la diferencia con una verdadera muletilla es la conviccién con que lo dice. {De dénde salen este “soy un desastre” y estaconviccién? Enton ue tocaba en la cocina de hé Ja voz de la abuela burlandose le su instrumento. Un recuerdo de tantos, sin mayor valor afectivo. “en si mismo, hasta que en anilisis, lo vuelve importante el hecho de enhebrarlo, Esto abre espacio a una serie en la que suabuelaestd en posiciénridiculizadora y descalificante, yen donde ademas quien recibe permanentemente el epiteto de “qué desastre” de sus labios es la madre del paciente: recor- demos que afios atrds habfa tenido una crisis depresiva pos- _parto_muy severa,.con internacion. Este “qué desastre” Ta paraliza, seguin confiesa al hijo: “Mira vos lo que me pasa, cuando no esté la abuela, puedo hacer esto bien”. Se refiere a que se las arregla con la casa, le alcanza el tiempo, fluye mas tranquila en lo que hace, La presencia de su propia madre 49 bord, modifica radicalmente las cosas. Vale la pena subrayar el peso que cobra la alternancia presente/ausente en la regulacién de Su autoestima. _ Cuando a su turno el paciente retoma el “soy un desastre”, _transforma el “sos un desastre” anterior como si esa esquirla proveniente del discurso de la abuela pasara a activarse en él contra sf mismo. Es asi obligadoa resignificar con ese término todo cuanto hace, y hasta a producir desastres en pequefia escala (variable acorde a la gravedad de cada caso) en los que aquella resignificacién encuentra a la vez su apoyatura y su cumplimiento. Obra maestra del significante del supery6 que sé contrapone (cuando no neutraliza directamente) al “te table en distintos niveles, A uno ofrece acceso un caso como elde Luciano, con la iaeo fuerte o marcada de los padres ensafidndose sobre el cuerpo del nifio en su furiosa contienda. En el paciente que ahora examinamos, los tiempos del goce se manifiestan mediante perfodos de eclipse de sus actos como Sujeto (con derecho al) de deseo. Quienes lo rodean (sus com- pafieros de deporte, por ejemplo) se asombran de sus bruscos virajes, de cémo desaparece, sobre todo, pasando de ser un jugador valioso para su equipo a una condicién de lentitud torpe 0. de des-presencia en la que se dirfa que, mas que jugar mal, no juega para ningun equipo. .. pieza del significante de aplastamiento porexcelencia. Aqufel sujetodel goce se diluye notoriamente, se impersonaliza (pues serfadel todo insuficien- te remitirlo a la imago de la abuela. Esta imago es pertinente, pero debe ser acotada si pretendemos la cura, si pretendemos liberar al paciente de sus aboliciones... lo ‘abuelizable’ en- cuentra limites mi a gare a cialideal medida eh que no pertenece a nadie. Se ha soltado e a ‘omo Alien por corredores sin nombre, nel tono y la posicion oracular def “en esta familia los f <" e ua & a Bd epee 2 segundos hijos varones siempre van presos” se marca mejor todavia esta peligrosa desubjetivacién que atraviesa como si nada las generaciones, despreciando su diferencia. Notemos cémo ‘desapropia’ al muchacho de su vida, si queremos mantener en alto (y.creo que es inherente a la ética del psico- andlisis) el concepto de vida en el orden simbdlico como potencialidad para el sujeto de hallar (o sea, construir, en la formulacién paraddjica de nuestra disciplina) sus diferencias. Vivir no como otra cosa que diferir. A esto se oponen los significantes del supery6, asi como mas 0 menos ayudan los Coronar€ este capitulo con un fragmento clinico de cierto desarrollo y muy conveniente, ne sdlo por destacar de nuevo la gravitacién de lo constitucional en el sentido-de la prehis- toria y del mito familiar, sino por algo mds. Es el material de t una embarazada, tiempo de forja del cuerpo imaginado, ver- « dadero alojamientoextrauterino del sujeto temprano y donde, precisamente, habri de encontrarse. con elementos significan- tes de todo tipo alli condensados. En una sesion, la paciente habla de algo que le preocupa desde su embarazo (que ademés la tom< por sorpresa). Es una paciente que tiene situaciones de tipo depresivo y paranoide importantes, con predominio de los primeros. Ahora lo que le afectaes la desaparicion de su deseo sexual. Formar pareja fue cosa que le cosié mucho trabajo, y durante un largo tiempo con una singularidad: vive con un hombre, lo saben por supuesto sus amigos, reciben gente en su casa como cualquier pareja, pero en cambio ninguno de sus familiares conoce su situacién. Se ha montado asi una doble vida muy curiosa, fuertemente asociada (y en términos causales) porel enérgico rechazo que hace la madre de a paciente del hombre al que est4 unida. Este rechazo va muy lejos. Por ejemplo la madre, aunque la paciente se ha casada hace varios aflos, publica- mente la define como soltera, Cuando alguien llama a su casa y pregunta por la hija (alguien que ignora que ya no vive alli), la madre responde que ha salido y volver tarde o que esta durmiendo. Hay pues una abolicién radical de laexistencia de ese hombre que llega harto més alld del ‘no me gusta tu novio otu marido” © ‘no me gusta con quien te casaste’: repudia su existencia. Porsu parte, pese a enojarse mucho y a miiltiples sentimien- tos, la paciente acepta esa mistificacién, experimenta una angustiosa impotencia para romperla, no consigue mds (y no es poco en el caso de ella) que la transaccién que se cifraen su doble vida. Tiene que darse el embarazo para modificar este equilibrio. Y en cuanto el embarazo se afirma (es decir, cuando lo cree, pues también le costé hacerlo), irrumpe el inesperado sintoma de su anorexia genital. Analizamos primeramente una fantasmatica donde insiste una representacién de precariedad: unembarazoes de poca consistencia, en cualquier momento se pierde. Y vive asi aterrada, torturada con imagenes de aborto espontineo, de hemorragias masivas que barren cualquier frigil implantaci6n. A continuacién se liga la entrada del pene como causa de interrupcién del embarazo. Nada consigue tranquilizarla, Es interesante notar que lo destructivo de la penetracion es particularmente conectado al momento del orgasmodel hombre, tal es el momento mas violentoy peligro- so, mas abortive. También tiene miedo de que la asalten en la calle y se imagina que alguien le pega un tiro en la panza o la patea alli. Mi intervenciénal principio se cifie amostrarle aqué asocié la sexualidad del marido (el pene a un revélver o al puntapié), pero ademds enfatiza un aspecto que tuvo mds resonancias de lo que yo creia en ¢se momento: es como siella enfatizara que desconoce que ese pene es el que la fecund6, “Pene’ aparece allf con un rasgo dafiino, tandtico, pero en realidad cuando el pene penetra, fecunda y no lastima, Ella ha quedado disyunta de esta sencilla verdad. Le sefialo ademas — porque ella dice que el marido se olvida que est4 embarazada en tanto la sigue deseando y buscando— lo paradéjico de que precisamente olvide que es gracias a ese deseo que ella estd embarazada, que es gracias a que alguien la dese6, y no solamente eso, sino que ella también lo deseaba (otra cuestin ahora reprimida). Es ésta la primera puntuacién eficaz, ala que Tesponde con un recuerdo y con cierto aumento en su capaci- dad de reflexidn. Recuerda haberse sorprendido a si misma 52 formuldndose una pregunta ingenua hasta lo cémico, tras enterarse del resultado de los andlisis de practica: “;.cémo habra sido?” Interrogacién que sz demostrard nuclear parael esclarecimiento, sesion tras sesién. A partir de alli afiade ele- mentos nuevos. Antes de quedar embarazada habia estado tomando (por cuenta propia) mucha vitamina E, a rafz de haber escuchado a unos amigos sobre su uso como coadyu- vante en tratamientos para esterilidad. Sobre esa base ‘cien- tifica” descubrimos la formacién de un niicleo delirante, que eclosiona inocentemente un dia, ya embarazada, cuando pregunta a su marido: “;habra sido por la vitamina E?” Fue notable para ella misma su sorpresa ante la risa de él que colocaba su pregunta enel nivel del chiste, pues ignoraba que para su mujer era cosa muy seria. Sea como fuere, la cuestiGn es que la vitamina E se conviene inconscientemente en el padre de su hijo y queentonces seimpone una conclusiGn: hay una categoria de paternidad que no esta construida y a la que s6lo se adapta en lo preconsciente, asi como la relacién fecundaciénU paternidad no parece establecida. Le pregunto si recuerda relatos de su nifiez sobre cémo se hacian los chicos; lo tinico que alcanza a recordar es que ella hasta muy tarde “no sabia nada’, y contintia diciendo que, después de todo, su creencia ts congruente, porque si la madre descono- cié la existencia de su marido, a quien aviene a darle un estatuto, digamos mds empirico, a partir del embarazo, de alguna manera hay continuidad con la representacion en la que los hijos se conciben sin mediacién de pene alguno. Las piezas encajan muy bien. Las asociaciones ahora acuden a probar los efectos de sobredeterminacién generados por el complejo delirante. Asi, cuenta que después de un enojo des- proporcionado por una naderia de la convivencia, se le ocu- rri6 pensar “no se lo merece” (ser el padre). Mi intervencién tiende a mostrarle que “él no se lo merece” no es sino una especie de cobertura de un dicho delirante que reza ‘no es el padre’,‘el chico no tiene padre’, ‘los chicos no nacen de hombre y mujer’. Recuerda que pensé muchas veces en cuidnto le gustarfa que el nifio llevara su apellido, no el de él, Entendimos 53 entonces el énfasis que habia puesto en las tiltimas sesiones sobre el hecho de que el obstetra que la atendfa tenia dos apellidos, y si tenia dos apellidos incluia el materno, Era ése el detalle por lo que le interesaba el asunto, y se acordé de la misma ocurrencia pero en términos mucho mis categéricos y hostiles: “tendria que tener mi apellido y no el de él” . En suma, la paciente esta supeditada al mito de la madre, 0 aun cierto funcionamiento de la madre en el que se rehiisa otorgar estatuto de existencia al hombre en tanto padre, en tanto portador de pene fecundante, funcionamiento que carac- terizamos mas precisamente como forclusivo: esto no existe, no se trata de que existe pero no me gusta , hay un paso (de) mas. Recogiendo experiencias noses licitoevaluarcomode gran magnitud la incidencia sobre el cuerpo imaginado del sujeto por venir de trayectos significantes como éste. Si no se tratase de una mujer en psicoandlisis, con la oportunidad de cambio que implica, y si esta serie de factores actuara sin contrapeso alguno, cabria pensar en los miiltiples efectos patégenos del lugar que se va dibujando para el nifio: hijo que nace de una ingesta de su madre, al margen de la diferencia sexual; hijo en- ganchado por un enquistamientodelirante a una causacion oral digestiva. Desde los fantasmas de una embarazada se puede entonces estudiar qué tipo de espacio espera a un futuro ser, Y si un nifio como éste Ilegase a la consulta, seria importante descubrir este mito familiar, mucho mds que quedarse enreda- do en tal o cual particularidad sintomatica o en tal o cual dibujito o palabreja de él (materiales que, en cambio, cruzados con aquél recobran todo su vigor). 3. SIGNIFICANTE DEL SUJETO/SIGNIFICANTE DEL SUPERYO: LAS OPOSICIONES, LAS AMBIGUEDADES Hasta este punto nos condujo la pregunta en psicoandlisis sobre qué es un nifio, mediante la cual llegaremos, ulterior- mente, por una diagonal bastante directa, a lo que hade ser el ndcleo principal en el campo del jugar infantil, Pero es nece- sario antes otro paso: tratar de manera mds funcional la polaridad significante del sujeto-significante del superyé. El significante del sujeto designa lo que agarra, en nuestro caso, a la vida, sobre todo teniendo en cuenta ese momento capital de introduccién ala vida humana. Estaexpresion, lade suj ida, 1a tomo de un paciente, un mucha- cho que en pleno brote psicotico le reprocha a la madre no haber podido, querido o sabido “agarrar al padre a la vida": el padre en cuestién se habia suicidado. Dejando de lado el grado de verdad de su teorfa, que responsabiliza directamente a la madre de esa muerte, el punto es que esti muy bien caracterizado esto de algo que agarra a la vida, mientras que para lo que concieme al significante del superyé podemos recordar una expresion de Lacan: “la vida que soporta a la muerte”, en tanto apunta aesa condicion de la vidaen que ¢sta se vuelve algo sobre lo cual pesa encima, aplasta, la muerte, Doy un ejemplo, En una entrevista con los padres de un nif de tres afios en andilisis (después de unos cuantas meses di trabajo) aparece lo siguiente: la imposibilidad del chico de desprenderse del cuerpo de ia madre o sustitutos, lo cual interferird, por ejemplo, sus potencialidades lidicas; no poder 55 3 A ty ‘i soportar situaciones de separacién que a sus tres afios se supondrian aceptables. Los padres cuentan entonces que en la tiltima semana el nifio ha incorporado una nueva palabra y una nueva actitud montada en ella, que es decir continuamente “pera”, “pera”, Comentan que convierte todos los momentos de la vida coti- diana, en momentos de suspensidn: “;Veni a hacer esto!” ; “,No me venis a dar un beso?”, “Pera”. En vez de zarse sobre el que llega, la madre principalmente, sigue enfrascado en su juego. Si le insisten con “jno me das un beso?”, repite “perd”, como si se afirmara en esa palabra sostén, Todo ocurre en esa semana como si el chico se llamase “perdi”. “Pera” se convierte en una suerte de nom de guerre para él, nombre que estrena en las mds diversas situaciones. Por lo demas, esto habia empezado a darse también en la situacion analitica: remitir, diferir, enviar en espera, no sola- mente introduce una distancia entre él y el Otro sino que y) ademis inaugura una nueva simbolizacién dentro de la tempo- dimensin inédita, la del fururo; antes se jugaba mds bien el todo o nada, era el yao Ta angustia, el llanto, Ese “pera” es lo que propiamente hablando eee designar como un signi- ficante del sujeto que le sirve para hacer determinada | opera- _cién de separacién, de corte, de individuac! asi se convier- t especie de eje de su identidad, permitiéndole acceder auna nueva serie de experiencias al reorganizar su vida: en vez de estar ésta pendiente de la presencia concretizada del Otro, ahora él, con prescindencia de esa presencia reificada, puede desarrollar durante un cierto lapso algunos juegos, ciertas actividades. En tanto significante nuevo conmociona a sus padres, es un indice de cambio deseado ligado directamenté al motivo de consulta, pero lo descoloca el hecho de que ya no esté su nifio tan adherido a ellos. “pera” un nuevo significante del pe- juefio del que uede agarrar para luego pasar a otra cosa, Pero ademas, designa una nueva operacién simbdlica ahora posible, ala que mds adelante retornaremos, como significante 56 ralidad. ‘Espera’ en lugar de ‘ya’ indica la introduccién de una del sujeto liga mm Coun del psiquismo.~ ’ Unchiste servird para insistir en la contraposicién. Es un & viejo chiste apto para muchas aplicaciones, entre elias, y muy > al caso, el folklore del Hospital Borda. Al Borda le dicen ° ©22, “ciento once” porque empieza con uno, sigue Con uno y * terminacon uno, Noes un ejemplo ilustrativo, vale como una acabada conceptualizacién, por lo riguroso y lacénico inclu- sive, de lo que es un significante del superyd, encarnado en una institucién que una vez que hinca el diente en alguien no losuelta hasta dejarloreducidoa ceroenel plano de sujeto. De una manera més desarrollada pero con la misma concisién en < su resultado, especifica el concepto el material de una pacien- t te depresiva adulta que atraviesa un pico suicida, uno de esos x periodos en que la vida de un depresivo corre cierto peligro. fs Cuenta que la ha estado rondando toda la semana la idea de qué facil seria morirse (por su trabajo tiene acceso a un determinado acido): “nada mas que un gesto”, “nadamésque _ 4 un acto”, tomar ese dcido y eliminarse con él. El discurso lentamente viré luego hacia por qué justamente conese dcido, S> “4 sien realidad habia alli varios otros elementos a mano en su 4. trabajo, tan buenos como éste para cometer un suicidio, Es * una paciente para quien darse muerte no es una mera fantasfa, porque ya ha sido realizado en su prehistoria; el suicidio tiene una realizacién efectiva en sus antecedentes familiares. Una ocurrencia produce una brusea iluminacién: las ini- ciales del cido son, invertidas, las de su padre —quien es el que efectivamente se suicidé—., Este ¢s un punto muy reve- lador para ver con qué se monta el impulso de tomar el dcido, perono acaba alli, porque a partir de ello, recuerda queen una z ocasién, cuando adolescente, publicé un poema en un perid- ~/, : dico estudiantil empleando como seud6nimo las inicialesdel / oa padre; de nuevo ahf el dcido al revés. Es un fragmento de una . y nitidez pocas veces redactable en tan escasas lineas, que dc también brinda notas esenciales a un verdadero significante |. “~ ° del superyd, sobre todo ese rasgo de estar sustituyendo, ae ‘ usurpando, la-firme-del-sujeto. 4 | Para hacer jugar este registro conceptual existen muchas | 2 te, = % 57 o, a situaciones que hablan del dualismo y la tensién conflictiva entre significante del sujeto y significante del superyo; por ejemplo, en el mismo campo del psicoandilisis, la transmision psicoanalitica, la ensefianza. Me refiero no sélo a la ensefian- za universilaria, sino a la ensefianza en general en los mds deere lugares y a las précticas institucionales del psicoand- isis. ‘ Es muy frecuente suponer que cuando alguien escribe un libro o aun un articulo sobre temas de nuestra disciplina se su- ponga que estiin destinados a desarrollar una hipdtesis en par- ticular, algo que tenga que decir el autor en cuanto a de- terminado problema clinico, contenido teérico o epistemold- Eico, pero sdlo hojeando las revistas psicoanaliticas de cual- quier corriente, la suposicién se desvanece: gran cantidad de articulos parecen confeccionados para significarse el autor como sujeto frente al Otro. Por ejemplo, el autor escribe tini- camente para decir ‘yo soy freudiano’, para ser reconocido por el significante Freud que allf se vuelve un significante super- yoico institucional. El viejo Freud, muerto en 1939, se ha con- vertido en una practica politica en psicoandlisis. Se escribe sin nada que agregar, excepto “uno mas”: hacerse reconocer por ese significante Freud o el del autor favorito de quien se trate, Delata este tipode situacién la tipica pregunta por ‘la linea’ que sigue ala declaracién ‘me analizo (0 estudio o superviso) con...’ Se trata de una verdadera operacién en Ja cual el apellido que alguien lleva queda sustituido por significantes como “freudiano”, “lacaniano”, etc., y si volyemos a esos articulos comprobamos repetidamente (siempre que se encare la trave- sia de leerlo) que el aburrimiento (cuyo hedor caracteriza tantos encuentros entre analistas) llega mucho antes que algn- na nota propia, alguna aunque sea pdlida diferencia del que escribe y que el lector espera en vano. Cuando se terminan las Citas se termina el articulo, que no consiste en otra cosa que en Su montaje. No se aprendié nada pero el autor se hizo recono- cer; de ahfen mis, si alguien pregunta qué es Fulano podremos Tesponder ‘es tal cosa’. No sabemos nada mds de psicoaniili- Sis, sabemos que él es ‘freudiano’, por ejemplo". 58 Hay que recoger el matiz ambiguo o cambiante en todo esto. En un determinado momerto es posible que funcione como un significante del sujeto en tanto tiene que ver con la biisqueda de identidad o de reconocimiento. Pero si esta situaci6n no se difiere, si no se transforma rdpidamente, la nominacién conseguida degenera también rdpidamente en significante del supery6. Es signo de la operacién que el sujeto pierda su apellido, se condene a la posicion de citante improductivo y arruine por lo general lo que el otrodijo mejor que él por ser quien lo pens6. De hecho, toda la situacion cabe - cémodamente en la correlacién inversa que Freud descubrié entre sublimacién e idealizacién. En la ensefianza del psicoandlisis en la universidad, como en otros lados, es muy comin que los conceptos mismos se perviertan en significante del supery6 sin que las cosas mejoren (hasta se diria que todo lo contrario) porque se hable de “transmisién” o se garrapatee la ‘formula’ de los cuatro discursos. Clinicamente, quien asi lo desee constata efectos y caracteristicas repetidos en el estudiante: inhibicién en pri- mer lugar, preludio al desolador silencio de tantas institucio- nes psicoanaliticas en torno a la elite que ‘sabe’... al menos decir. Peroacasoel peor efecto es que, en lugar de concluir,como podria suponerse, ‘si esto no me sirve para pensar mejor me voy de aqui’, el sujeto queda paralizado por el saber que le supone al que no entiende, lo que no lo ayuda a reflexionar pues la pardlisis motriz acompaiia al eamudecimicnto. Por su parte, el concepto cae de su nivel al estatuto de slogan, pierde su calidad y su funcién porque estd en la naturaleza del concepto servir para pensar". Si dispongo de un martillo para clavar un clavo y cambiando el rmmbo lo coloco en un altar y me la paso corriendo alrededor entonando cinticos a su extraordinariedad, el martillo pasa a otro registro. Demasia- dos textos en psicoanilisis se dedican a hablarde un concepto en lugar de hablar con el concepto y hacerle producir conoci- miento, Incluso en los tratamientos, ya no sélo en la ensefian- za, con excesiva frecuencia el paciente aprende un vocabula- 59 rio, aprende a decir qué y cémo le gusta escuchar a su analista. El vocabulario completo es capturado asi por el régimen de los significantes del supery6"®, En un texto de 1984 subtitulado “Linea y posicién en psicoandlisis”, tomo partido contra los efectos de la puesta en linea y por lo que llamo posicién. Toda referencia o acto de linea en psicoandlisis funciona ineluctablemente como signi- ficante del supery6, no importan las ‘intenciones’. Afiadirfa que en tanto los argentinos sabemos muy bien qué es eso de la linea, de ponerse en linea, tenemos una experiencia muy vasta y.muy desdichada al respecto, que no ha dejado de imprimir Sus marcas el principio de autoridad (de una manera casi ingenua) en nuestra practica psicoanalftica, consecuenciaemi- nente de toda puesta en sentido, presidida por los significantes del supery6, lo que campea én la formacién corriente de los jovenes analistas 0 aspirantes a serlo, La tinica forma de desengancharse de esta situacion gira en tornoaese“perd’’del chico, osea poner enjuegoalgodel orden de la negacién, plantarse con un ‘qué me importa quién lo afirma’, no para descalificar al autor, sino para abrir un bo- quete en esa superficie del ideal y sus efectos irrespirables de fascinacién, que pervierten a menudo el proceso de aprendiza- je del psicoandlisis como para que no se crea que el discurso amo es un problema ‘de los otros’. Una situacién clinica and- loga la constitufan los padres de un chico en las entrevistas iniciales, donde lo que ellos subrayaban con orgullo era el tra- bajo que se tomaban para que su hijo no jugara con los ju- guetes,} ¢ Hamaban “romper” o “ensuciar”, Por supues- to, h ien guardados, devenian cosas para | mirar. EstaSituacién no les preecupado si el nifio no | hubiera empezado a presentar inhibiciones en la escuela, lugar // que fue aleanzado por el ‘norompasni ensucies’ ysignado pérl| elestatuto de ‘para mirar’, lo cual sfles preocupaba por las re-| | percusiones de prestigio social; por eso hicieron una consulta: Un concepto es exactamente igual que un juguete, para poder usarlo hay que poder romperlo, hay que poder ensuciarlo, hay | que perderle el respeto. Toda veneracién dificulta o anula la roduccién de significantes del sujeto en cualquier orden, —_/ 60 Reformulando todo esto en términos del “pienso, soy” con el que el psicoandlisis entré en debate, nuestra experiencia nos propone esta enunciacién: ‘me agarro de un significante, soy’, Produzco un significante, o mejor, me produzco (en) un significante; pero hay que estar atento ano caer en las aporias del pensamiento clasificatorio, inventando una linea divisoria ; ad-hoc que repartade un lado significantes del sujeto, delotro / significantes del supery6, postulando dos especies o natura- lezas. Cualquier significantepuede-serutilizado de una uotra fi j 1 caso de la masse. a 7 |. Mas aun: cuando un significante del suj an impasse y deja de hacer cadena se transforma!) ficilmente en un signi ~ Hablaindo de lo que era para ella su hijo cuando se produjo! elembarazo, una madre lo signifi mo“alhaja”. Represen- tacion verbal que condensa las formaciones del cuerpo ima- S ginado, ser una alhaja no esta tan mal para empezar si lo comparamos. con tantas fabulaciones familiares donde el nuevo ser tiene que avenirse a que lo alojen en términos bastante menos favorables. Hay un don de lugar especialmen- te valorizado alli, que al nifio le sirve como un buen material igni i iete afios, tiempo de la ara significante del sujeto, Cerne mais Wace inesinec sera 2 ja pasado de Ja raya. Estereo- tipaal hijoy estereolipi inrerveniciones maternas tendientes a <7 literalizar la condicién de alhaja inmovilizando al nifio, sin 4 que el padre acierte a terciar con verdadera fi werza. La madre desaprueba, por ejemplo, y hasta lo ve como un sintoma que el andlisis deberfa curar, que su hijo sea rudo . “Rudo’ resulta denotar toda la exuberancia motriz del chico, expuesta en su pasi6n por jugar al fitbol o en ocasionales pelea: La indagacién analitica consigue sacar a luz una antigua mocién desiderativa de tener una niiia, sepultada por su auténtica respuesta amorosa al hijo. La direccién del crecimiento de éste desmiente cada vez con mayor energia las cadenas asociativas que partiendo de alhaja pasan por i ‘muiieco”, por cjemplo, y bloquean la expansién espacial del nifio (pues forman parte de su aparato psiquico y no sdlo del discurso materno). En este punto resulta claro que alhaja ha pasado a 61 cién a retomar entre el singular “significante del”, punto de ts partida, y una pluralizacién posterior. La comodidad expositiz. nos conduce a una red inconsciente con nudos, pi ’. _y silencios privilegiados, pero ademas es una Me, funcionar como significante del superyé, comprobindose asi que es una cuestion de estrategia y de posicién, y no que haya dos categorias de significantes. « Es oportuno recordar la excelente expresién de Foucault cuando habla de “la polivalencia tictica de los discursos”. Cualquier discurso sirve a las mds diversas causas de acuerdo con sus condiciones de insercién, a qué fines ticticos sirve, etc. Lomismo vale para el significante y sus efectos. Tampoco hay que ceder a la repetida tentacién de facilitarnos las cosas imaginando entidades “puras”, casos enteramente puestos bajo la égida de significantes del sujeto ode si gnificantes del supery6. De hecho, la prictica no nos ofrece otra cosa que mezclas ¢ incertidumbre, donde lo pertinente sigue siendo la TemisiGn freudiana a las predominancias relativas que, afin de cuentas, son los que deciden los destinos de un sujeto. En el transcurso hay un deslizamiento y una cierta oscila- vadel primero no debe hacer olvidar su inviabilidad; Laclinica pacec ed aciones histori- camente ya. mutdndo, no wna estructuracién indiferente a la variancia his ‘sde nuestra perspectiva son las deten- ciones de ese movimiento Jas que obligan a introducir la pregunta por la patologfa. El conjunto significante no cerrable. Lo que limita la mutacin ena prictica tiene més que ver con lo patolégico estructurado que con lo estructural. Las tansformaciones en el sentido de diferencia y repeticién subtiendende cabo arabo la existencia humana y es aquidonde el estructuralismo debe eludir la ‘posicién social’ que se le ofrece como pensamiento neoclasificatorio de lujo. __ Con todo esto mis o menos en pie podemos retomar el itinerario. En nuestra especie, el recién nacido no sélo se abalanzard sobre el alimento, para devenir humano ha de abalanzarse también sobre lo que nombramos como signifi- cantes. Pero, ,dénde encontrarlos? Ahondamos una diferencia entre el concepto de nifio en psicoandlisis y la nocién comin de un nifio ocioso en su edad de oro, sin nada preciso en qué 62 ocuparse al no estar entregado a nada serio, para quien no ha llegado atin el momento de las cosas importantes. Mas bien los psicoanalistas, sobre todo si trabajames con nifios, pensa- | mos que si hay una época en que se tiene un trabajo serio por ft hacer, quizas el mds serio: la infancia, la nifiez y la adolescen- cia. | Volviendoa la pregunta, lo primero que planteamos es que el nifio saca los significantes del mito familiar, porque luéralmente vive ally no en ningun otro lado, al menos enuna instancia inicial, Este mito familiar lo concebimos como a A pronto, esta en funciones, por supuesto y con largueza, antes del nacimiento del bebé, y sin que nadie sepa cudl de sus elementos irda predominar o sera, alos manotones, convoca- do, Pero es cierto que reviste particular incidencia lo primero con que al nacer se lo convida, es decir, la “‘alhaja” del viltimo material expuesto. Ahora bien, el término ‘archivo’ no hay que tomarlo en el sentido buroeritico de esos inmensos depdsitos kafkianos, Mas vale pensarlo como un televisor prendido'’, en donde circulan producciones culturales diversas con un cierto desor- den. Hay alli trozos del mito familiar que se narran como” historias coherentes presentadas al nifiocon las elaboraciones secundarias del caso, que son indice del régimen preconscien- te. Pero levaria a error imaginar un fichero todo ordenado o puesto en sistema. En cambio, hay zonas de arrumbamiento, © expedientes perdidos que esperan su hora (para el caso s aproxima mejor a la idea el funcionamiento burocritico loc: 2 . inficionado de procesos primarios); ahi el archivo se parece miis al concepto de cuerpo sin 6rganos que al de un cuerpo sistematizado. Conviene echar mano al modelo del collage, con pedazos sistematizados y no sistematizados, pues hay trozos olvidados de ese mito familiar casi no trabajado por el orden secundario, apareciendo entonces como grandes inco- herencias, grandes contradicciones, formaciones crateriales con grandes olvidados en su interior, Enel curso de un psicoandlisis se ve frecuentemente cémo un sujeto recupera 63 a archivo!’. un.tesoro de signiicantes, solo que este termi ae a vo lay que entenderlo de muy tliversas maneras. Por de ~ cosas de ese archivo a partir del hilo que se habia cortado; en busca de salida toma alguno de esos hilos. Por ejemplo, un adolescente habla de él como estandoen una desubicacién per- manente, padecida concretamentea lo largode su vida. Su vida ha estado signada por continuas mudanzas (mudanzas de pais, no s6lo de una casa a otra); actualmente su principal actividad ayes dejar lo que empieza, incluyendo empresas sexuales en las que se pierde al extremo de no poner a prueba su heterosexua- lidad, no porque se manifiesten inclinaciones homosexuales, sino porque no aparece el tipo de inclinaciones definido. En +, , fin, todo cuanto hace a una descolocacién radical, tanto en el sentido fisico como en el metaférico: descolocacién corporal, descolocacién simbélica frente a sus pares, frente al otro sexo, frente a las generaciones mayores. Lo plasma en una escena que cuenta donde “no juega para ningun equipo”; no es que juegue mal e uno, su sensacién es que en una canchade futbol corre sin sentido para un lado y para el oto. Las lineas, las posiciones relativas de los jugadores, las reglas que regulan el juego, todo esté desmantelado y sélo queda un potrero, un espacio ‘natural’ donde correr deviene, a su turno, pura motri- cidad. En estas condiciones, el anilisis va rescatando caracteristi- ‘as del archivo familiar. El padre guarda zonas muy importan- tes en absoluto mutismo,respetado porel hijo. Hay cosas de las cuales no quiere hablar y por las que, si alguna vez el hijo intenté preguntarle, lo olvid6; actualmente no Io hace mis. Es, también, un mutismo relacionado con aspectos centrales. Por ejemplo, | leve rumor desde otra rama de la familia. deq a sido criado por swpropio padre. Segiin se Susu , este, una vez Viudo, To entregé a otra familia; es de remarcar la inflexién de vaguedad, de borrosa incertidum- bre que este rumor tiene y que el paciente mantiene, Pero el andlisis rescata todavia dos notas significativas en torno aeste abuelo paterno, traspapeladas en la confusidn de ese archivo. Una es que el origen del apellido de esta familia nose sabe bien de dénde proviene; hay quienes presumen uno determinado, pero como el abuelo alteré el apellido al llegar al pais, la certeza ni de lejos se alcanza, por lo cual lapertenencia a cierto 64 cuerpo de tradiciones cuya funcién de liga es inherente a una apellidaci6n, esta rota, Cuando este abuelo muere, deja todo su dinero en bancos diversos de donde nadie lo retira, porque nadie sabe cémo localizarlo, Se remorea que constitufa una suma considerable, mientras que la familia del muchacho vive en una situacién econdmica que linda con lo miserable. La fortuna se perdi6, desparramadaen varios bancos, segunda forma, entonces, en que una herencia se disemina: primero el apellido y luego la fortuna se dispersan, se disipan, dejando lazos truncos. Junto con ellos la posicién social, la tradicién cultural y la religiosa: agujero en el archivo. a El padre, por su lado, agrava Ia s Ta situacton al no hablar del d tema, sin aportar a la reparacién del agujero, Cuando su hijo, ya adolescente, necesita desesperadamente de significantes de Ia masculinidad, significantes familiares de una posicion masculina —no necesariamente para tomarlos tal cual, para poder situarse, pelearse incluso con ellos para lo cual es* indispensable que estén allfi—, he aqui que en él no hay nada. Esta situacién tiene un gran potencial psicotizante, justamen- te tal es el filode Tae éQué busca? En ese archivo sélo halla dos posibilidades: una se la da la madre al decirle que se parece mucho a un tio, un tio de la rama materna. Se parece por ciertas inclinaciones hacia la lectura, pero he aqui que este tio. es homosexual, con lo cual el margen de angustia que se abre con esta posible identificaci6n es espantoso para él, nada dispuesto a investir esa posicidén. El camino se cierra, De otra parte, la alternativa (mas bien desesperada) es perseverar en una posicidn de bebito, lo que invade la transferencia con la psicoanalista. La madre tiene una pollera muy amplia y dice que quiere guare- cerse alli debajo y no salir nunca més. {Ultimo refugio? Tampoco, en cuanto ciertas caracteristicas de la madre lo vuelven inhabitable. Sitio aparente de bebé falo, tinico modo de abrirse paso entre las piernas de una mujer (ya que para él es impenetrable a partir de sus genitales), pero también eso es impracticable. Sobre todo eso, dirfamos, A esta altura, es aconsejable el inventario de tantas vias clausuradas o inencontrablesenel dispositive de silencios del 65 J 4 archivo familiar, observar cudntos elementos impiden lascon- dimensién més aplastante (o tanditica), que se ha goussoned/ 8G diciones del mito que pasen hacia el sujeto: no pasaron ciertas lizado también imprimiendo una inflexién peculiar a Ja no- eH tradiciones culturales, el apellido no pasésin fallas, hay dinero cién de goce. ¢,5 quenopasd, hay diversos relatos que no pasaron, como incluso ~- Nuestro objetivo como analistas es en primera instancia aes la presencia afectiva y concreta de un abuelo, eso tampoco ree cadena de significantes para que algo pueda/ P a. pasd. volver aponerse en marcha; volviendo al caso del niiio “ \g h 4 haja”, el psicoandlisis debe ayudarlo a romper esa “alhaja wae / Concluimos que, para ir ent busca de esos significantes fin de poder producirse a si mismo de otra forma. Por ese 2 i n: para que el sifjeto pueda pasara ese archivoen camino podria recuperar trocitos de la “alhaja” que le sirvie- * procura de encontrarlos, es.condicién necesaria (y se debe sen para algo, por ejemplo, aportar con ellos a la edificacién subrayar lo de necesaria a fin de especificarlo como indispen- del ideal del yo, como asimismo a todo deseo de EO sable a la constitucién subjetiva, necesidad légica) que-haya Para ello pueden ser titiles los pedacitos de una alhaja rota. El) alli Otro: cuerpo familiar, mito, archivo; que haya algo oal- fin del andlisis no consiste en encontrar el ultimo significante, | \— ien qué ofrezea Significantes, que dé lugar. Sidesde ese Owo sino en establecer un movimiento interrumpido, cuando no Ino hay Oferta dé lugar, ef Hallazgo no resulta posible”, Estoy constituir un movimiento que ni siquiera se ha iniciado. Por — osquejando una gama de aspectos cubiertos por el concepto ejemplo, en el caso del nifio que dice “espera”, asistimos a un ‘de Otro: como Otro primordial, tal como la posicién de la paso de separacién que ahora permite decir ‘yo aqui’, el otro madre es preeminente para el Bebé, no la de un objeto entre ‘alli’, desplegandose wn nuevo espacio simbélico que le permitird vivir fuera del cuerpo del Ouro. A lo que tiende el toria come a ise unay: ion, andlisis es a restablecer algo que en tanto desdialectizado, ya donde sobre todo no se refiere al semejante, al “tu” de un no produce mds circulos viciosos. . Martin Buber, para citar un nombre, En todo caso, la relacién Respecto de esa posibilidad de rotura, hay una formula- fll semejante se propone como siendo interior a ese archivo, cién (ademas de una comprobacién de la cual es fruto) de p* “{ :Qué es lo que determina el privilegio, la seleccién de Lévi-Strauss referida a los conjuntos miticos, a los grandes t algunas de entre todas y tantas cosas que se le dicen y hacen a gtupos miticos que abarcan extensos dmbitos culturales, (? .» unnifio? ,Por qué “alhaja”o “qué lindo que sos”, por ejemplo, como pueden ser las comunidades indigenas de América del pores son promovidas al rango significante? Para intentar una res- Sur. Sefiala Lévi-Strauss que los conjuntos miticos se destru- ok puesta iduia conviene recordar ese viejo con- yen y se rehacen lenta y constantemente, dandose entonces Fat cepto. quello que deviene significante que lo que era un mito global en un pheblo dado, en el vecino esc supone onvergen del deseo, por cierto que estalla y se convierte en diez mitos y luego esos mitos a su vez % ademas del de alguien particularizado como ‘madre’, etc., to- se reducen y producen otros. En ese perpetuo movimiento de do ese orden de deseo del mito, deseo que circula en el mito descomposicién y reconstruccién se gesta la posibilidad delo eficazmente transpersonal, “deseo de nadie” (Lacan). No es nuevo, que no es el quedarse ‘sin’ algo, o con algo destruido cualquier palabra, gesto o acto; lo que va.a trucarse en signi- y sin recambio; antes bien, aquella rotura resulta ser Ja ficante, entonces, conseguiré tal estatuto.a partir del investi- precondicién de una nueva produccién, mento deseante. Esto en cuanto alos que caracterizamos como Es ésta una formulacién muy valiosa para el trabajo del sujeto, Si hablamos de significantes del superyé, la sobre- analitico. No se tratard de hipostasiar un sujeto al que le fuera determinaci6n intensifica lo que operardé como mandato en su posible vivir ‘sin’ el mito familiar. La verdadera alternativa PWIA estriba en el hacerlo propio de él y con él, imprimirle una diferencia singular, irreductible, en lugar de verse limitado a ejecutar rutinariamente durante buena parte de su vida o toda ella una pieza que le han dado atocary enlaque noefectia ma- yores alteraciones. Es cierto, también, que ellodepende mucho de la disposicion a la diferencia que anide en el mito familiar, Tampoco hay por qué confiar excesivamente en unaarticu- lacién de los conceptos significantes del sujeto y significante del supery6 con la problematica del deseo, hecha en forma tal que se plantease bajo la antinomia ‘deseado'/‘no deseado’ u otra parecida. Es mas complejo que eso, pues el deseo familiar ‘0 parental, para el caso, toma sendas muy variables y, desde cierto punto de vista, non sanctas. Apoyar ‘la causa’ del deseo no significa, para el analista, convalidar todos sus fines. Esta parece ser otra fuente de extravio, como cuando escuchamos homologar una nocién desiderativa (cosa que también reque- riria de un mayor cuidado para certificarla) abiertamente autodestructiva con otra de metas libidinales. Pri in F aciGn mis aproximada es de este ord : enelautisme, icosis, Tj tarea fundamental del psicoandlisis pasa por, Tastado porsigniiicaniey que no lorepre- entre al que intenta ayudar en la invencion de alguno para él, ‘desalojando los del superyé; desalojar_el “paquete” de un _ ejemplo ya mencionado para ara que nazea alli un verdadero nino, ipio de liberar al ejemplo, en el caso de la frase tan det sos”, el problema era que habia devenido un significante que representaba al paciente en exceso de coalescencia con elyo ideal, limitado por ende a que s6lo ella lo representase. 1 convenimos en que, en tanto tal, el significante del sujeto transporta posibilidades, esto debemos matizarlo en mas de un sentido. Por de pronto no tengo garantizado de antemano hasta cuando un elemento funcionard como significante del sujeto. Esto ya estd dicho. Pero ademas hay que tomar en cuenta la coexistencia conflictiva de significaciones, coexistencia con- flictiva que afecta la nominacién. Por ejemplo, es muy fre- cuente que términos empleados para significar algoenel orden 68 del amor simultdneamente transmitan ambivalencia, En un trabajo dedicado ala soe Secpohediaue toma- ba el caso del “viejo” usado por los adolescentes para designar 4 sus padres. En si vies, tal como asf cireula, es facil re- conocer la dimensiGn de térnura hacia los padres, pero tam- bién estd presente ¢l deseo de muerte, el rechazo y el despre- cio, elimpulso hostil de arrojar lejos al progenitor. Desde hace mucho, el psicoandlisis nos ha hecho expertos en reconocerla tensién conflictiva, oscilante en lo que hace a sus magnitudes, inmanente a este tipo de apelaciones. Miiltiples como son los matices y las alternativas, el trazo de una diferencia resiste las ambigiiedades. Sea cual fuere su devenir patogeno, el significante del sujeto, hasta que empie- za a trabajar abiertamente como significante del supery6, lo harepresentado ligdndolo al campo libidinal, loquene podria afirmarse en el caso de elementos que ab initio han sido pura y llanamente significantes del supery6. El psicoanilisis des- cubre (recordemos esas iniciales que son también las de un ‘icido) que hay encadenamientos que s6lo pueden Ilevar ala muerte o a la desintegracién psicética. Tampoco conviene limitar la consideracién de las vias y efectos del significante del superyo ala localizacion de frases electivamente proferidas por algun portavoz (lo cual serfa un exceso de constriccién semejante a la sostenida por Freud en Die Traumdeutung a propésito el habla en el suefio), Pero eso sit después de dejar bienen claro su existencia. Hee una adolescente drogadicta nos sirve pararedescubrirlo. Con una frecuencia pricticamente cotidiana, su madre —de ino- cultables trazos paranoicos— se entrega al siguiente juego: convoca a la hija para una revelacién importante, la de su condicién de adoptiva. Esta cae en una desesperacién radical, alo que Ta madre responde diciendo que todo fue una broma, para inmediatamente traslucif una incertidumbre, la ambi- giiedad de un secreto. Lo que el andlisis despeja aqui en posicion de significante del supery6, como efecto de estos juegos sadicos, es precisamente el estatuto suspendidoen que la chica termina colocada, pues ni siquiera puede nombrarse 69 con el término de adoptiva y no hay novela familiar propia fabricable en estas condiciones. Junto a este tipo de manifestaciones, muchas otras no exhiben ninguin agente localizado en portavoz del significante del supery6. Lo que en cambio descubre ¢l psicoandlisis son peopagnmiones fol ue Coon ir mucho puis dius y aan ag. (Por otra parte algo similar ocurre en el caso de los . significantes del sujeto). 4 Con esto, es tiempo de dar otro paso. El mito, es decir, ese {175 ugar adonde se van a buscar los significantes, es en primer Ca i igi ia q termine el saepe materne. En primer férmino y originaria- fate ‘{Bmente, por ser el alojamiento matricial en todos los sentidos posibles, No hay otro sitio concebible donde encontrar los significantes de apertura, Prueba clinica; en un plano cuyo limite patolégico no traspondra el de sis, es comin escuchar que se refieren a un hijo ct th’ ‘bichito’, lo cual se atiene firmemente al nivel del fo figurado. En cambio, si entra en juego una intervencién psicotizante, real- mente se verd alli un bicho, sin metafora que salve distancian- do. Una mujer que tiene un hijo psicético (al cual hadeclarado a su vez debil mental, por lo que invariablemente se enfrenta * a los diagnésticos) habla de cémo quedé embarazada, sin entreverlo ni sospecharlo por largo tempo. Desconocimiento tan masivo que hasta Mego a confundir a su propio médico, quien sélo al cuarto mes advirtid el estado de la paciente. una suerte de ‘bicho’, tal como Gregorio Samsa cuando al despertar descubre bajo qué esencia lo han constituido. Las tiltimas décadas de investigacidn en psicoandlisis nos conducen a valorizar de un modo inédito para la psicologia esa actividad extractiva a la que se dedica de lleno un bebé tan = nace, ficilmente detectable en cuanto empieza a dispo- ner de manos. El cuerpo del Otro es el yacimiento porexcelen- cia, ¥ asi vemos al pequefo meter sus dedos ms cualquier orificio de aquél: oreja, boca, nariz, ojos, asf como tirar del cabello, tirarde cualquier objetocolgante que estéasu alcance, NET wax Ox [Anctivo | wlo9 Behe | elewerpo de lamadre es el mito familiar, plantedindolo estric- {amente Como ecuacion: cuerpo de Ta madre = mito familiar. '*)... Mientras tanto, ambos habl, que padecia ~—~fibroma. Afiade ella ahoga: “resulté ser un tumor con patas”. Tales cl primer cuerpo imaginadode este chico, efectivam 70 Opt ws oO collares, aros, o tirarde la ropa y desprenderbotones a medida que crecen sus habilidades, es decir, el nifio buscaré los significantes primeros alli donde primero estan, en el cuerpo on el. que vive, si bien ya no fisicamente™. Con esta compro- bucidn en mano, podemos dar una vuelta de tuerca y decir que / Sobre todo porque reincidimos en tener de ese cuerpo una x_ Te, 2 Al concepcién correcta en principio pero demasiado estrecha, noe referida a una pura dualidad con el hijo, al registro que hoy é. solemos designar imaginario. Por cierto que no es éste un x registro despreciable, sino que es enriquecible, y en una medida muy esencial, si consideramos que el cuerpo de la madre esti habitado, compuesto, atravesado por (y que en él estdin condensados) todos los mitos familiares, al puntode que el psicoandlisis puede alirmar que el Cuerpo materno, en definitiva,esese mitofamiliar. = ——=—“‘S; OS*~™” De extrema importancia es localizar esta ecuacién me- diante los ejemplos mas sencillos, como la calidad de los contactos corporales, de dar o de retacear la madre a su hijo. Cuando se describe una actitud corporal, una tensién postural o un estado de relajacién dispuesta, eso mismo es inscripcién lisa y Ilana de un elemento del mito familiar, que allf legisla sobre la intimidad madre hijo, sobre qué nivel de erotismo es concedido al encuentro. En una cierta mirada hostil, que prepara el terreno de cultivo para una futura depresién, no debemos limitar el asunto al solo hecho de la mirada, sino saber detectar en ese punto entre tantos un trazo de la escritura diseminada del mito. Por ejemplo, los hijos vienen a interrumpirle algo a una mujer. Una paciente emba- razada decfa en una sesién que ahora queria “tomarse repre- salias” contra el marido, porque “cuando nazca el chico, se va a olvidar de mf, voy perder todo sentido para él”. El andlisis pone de relieve que ella mantiene un lazo muy ‘de bebé’ con este marido, punto que indefectiblemente sittia a su hijo por venir en posicin de hermanito. En su variante personal del mito familiar, ella tematiza como la Iegada de un nifio inte- trumpe la unién de una mujer con un hombre (y mas incons- 71 a, cientemente de un bebé con su propia madre). La continuacién del psicoandlisis pone en claro que no es algo de su exclusiva invencién fantasmitica; corresponde y varia a su manera mitemas del archivo familiar. El punto espectfico es que esto pueda aparecer en su mirada, en el estilo de darle el pecho, en las dificultades para hacerlo aun en la manerade bafiarlo y de vestirlo, El mito familiar no es exterior, sobre todo no es un discurso exterior. Se lo hallaen 1 cuerpo materno, identidad que _convoca_al concepto de ‘spacio de inclusiones reciprocas (Sami-Ali). on meds Clasico er aemaslse romcaliteo de malenten- der todo esto es concebir por un lado el cuerpo de la madre co- me Cuerpo real y/o como cuerpo que sostiene unarelacién ima- ginarja, etc., y por otro lado ve Ja dimensién de mito familiar pensado como una especie de documentacién escrita o de relato oral. Desde el punto de vista clinico, una disposicién como €sta es totalmente errénea e ineficaz. En_una primera instancia todo lo que el chico recibe del mito familiar es a tra- és Wel Cuerpo titano de Insane por Supe Ge mia forma de farfaciones sino en miria i is, ¢n los matices infinitesimales de ir tohaciones que porrepeticién devienen si; en la proximidad, la calide ad crea donde se anuda el mito familiar. Del encuentro de este mito con el cuerpo de Ia madre sarge lo que lamamos sore imaginado, que es ¢] cuerpo que s¢ prepara para vivir. Del encuentrode! cucrpode la madre, como Cuerpo concreto, con el mito familiar que lo infiltra, que tife sus actitudes, sus posiciones, sus dichos, sus fantasias, nacera este cuerpo imaginado, primer lu simbélico que sé prepara para que un chico viva, Exactamente como se le prepara una cuna, un moisés o una habitacién, se le prepara —en un trabajo mucho mis silencioso, pero mucho mds trascendente— un cuerpo imaginado; es mis, la preparacién de la habitacién, de la cuna o del moisés forman parte de aquélla. Fuerza a repetirlo un tosco prejuicio logocéntrico en psico- nalisis. No hace falta esperar ‘palabras’: en cémo se alza a = Cust P ‘Asal Ceres \ raRA ADO Hue chico estd el mito familiar en accién. Este es el nivel del mito que mis nos interesa, como cuardo hacemos el inventariode intervenciones a propdsito de su sexo, cuando se lo sorpren- de en un juego con otros nifios o masturbdndese. Si no evitamos la duplicacién cuerpo/mito, perdemos lo esencial- mente nuevo que trajo el psicoandlisis e inexorablemente volvemos a caer en un paralelismo idealista similar a mente/ cucrpo, s6lo que con otra terminologia, como al decir imagi- nario/simbélico (lo cual es mucho peor). Por este camino sedesembocaen muchas convergencias y, sobre todo, se resignifican intensivamente ciertas formula- ciones que muchas veces (a raizdel escaso trabajointertextual que se realiza en psicoanilisis por obra y gracia del dogmatis- mo) han permanecido en un aislamiento tal que dificulta sacarles el provecho que merecen. Un ejemplo interesante es la ley de Pankow™ que articula una correlacién positiva fuerte entre una zona destruida del discurso familiar, zonasumidaen el mutismo y en el no-sentido, y una zona de destruccién co- rrespondiente en el cuerpo del nifio. Una mujer muy joven consulta, entre otras cosas muy complejas, por lo siguiente:se ha separadode una pareja homosexual, con quien vivid desde suadolescencia tardia, porque quiere tener un hijo, Este deseo de hijo aparece tajantemente ‘separado y no tiene nada que ver con ¢l deseo de hombre. En busea de realizarlo se entrega a una serie de relaciones heterosexuales, pero que se dan con una curiosa particularidad. Aunque ella ratifica el tenerlas sélo como medio para quedar embarazada, nunca se cumple la penetracién genital; mantiene lo sexual en el plano de la mirada o del tacto, o bien con Ja intervencién de cualquier zona erégena menos la especifica del coito. De aqui surge un aparente contrasentido, acentuado porque incluso muchas veces se trata de hombres impotentes. La contradiccién se desvanece cuando descubrimos una pieza muy extraiia de su histo ia familia y de au protisior’s pleax que oT ana recompone a pedacitos. Conciente a tna serie de versiones (s6bre todo en boca de la madre) relativas a su nacimiento. Seguin ellas, la paciente no seria hija de su padre, de quien ademis la madre le habla siempre con un odio ciego y extre- 73 mado, sino hija de otro hombre aunque no lieve su apellido. En hombre en la posicion de fecundador (1). Epon me verdad, lo que su padre puesto en duda si habria hecho fue zona des'ruida del discurso que luego eile cee enfermar a la madre, contagifindole una afeccién que queda destruida en el cupeceie sl ase a 2 también en laoscuridad (oscuridad e incertidumbre caracteris- les, asf como:no los tene'suparsenaire. tica de las formaciones miticas que tienen que ver con la Psicosis), salvo por la precisién decisiva de que era una enfermedad en los genitales. Esto habria desembocado en la visita maternaa un ginecologo, quien en realidad seria el padre de la joven. No se concluye la historia sin un capitulo més, que es el que resignifica de un modo delirante a esta de lo contrario vulgar historia, y es que el ginecélogo la habria embarazado a lamadre con algiin tipo de intervencidn no genital, manipuldn- dola profesionalmente, ya que de acuerdo con la narracién, era homosexual y odiaba a las mujeres, De esta forma se completa un circuito de complejas carac- teristicas: la madre queda embarazada de ella sin padre, nopor la via de un coito. Los genitales, tanto de la mujer como del hombre, quedan destruidos enlaoperacién; no hay posibilidad de un encuentro genital que dé lugar a la fecundacién. Los genitales del hombre directamente desaparecen y, por otra parte, los femeninos guardan una vinculaci6n un poco extrin- seca con la concepcion y el embarazo al verse dislocados del coito, de lo que se desprende que la muchacha hace algo muy congruente con esta historia cuando procura un embarazo sin acudir a un acto heterosexual, No hace més que repetir fiel- mente una pieza del mito, porque lo que lé transmitié swmadre esque para quedar embarazada hay que hacer cualquier cosa _Menos acceder al coito, y porque, ademiis, larelacion hetero-_ sexual no existe como tal, ni con el padre ni con hombre alguno, cosa por entero diferente de la constitucién de un_ tridngulo, cuyo tercer polo fuese ocupado por un amante, Localizamos entonces una zona destruida del discurso, ya que no hay padre en el sentido de que no se le reconoce al hombre poder fecundante, poder de penetracién fecundante. En todo caso, si se le reconoce un poder (elemento también clave en el material) de penetracion destructiva; el padre le habfa inoculado a la madre una enfermedad, se reconace al 4 13 4. IMPLICANCIAS ¥ FUNCIONES DE LA FALIZACION TEMPRANA Continuaremos nuestro recorrido en otras direcciones 0 mejor, difericiones™ abiertas por nuestra pregunta iqué es un nifio?, {qué es un nifio en psicoandlisis? Segtincomose lamire la pregunta es demasiado simple o demasiado pretenciosa, preferirfa Pensar que tiene la grandeza de una sencilla imterro- gacién, En todo caso, nos ha servido para poner en mar¢ha muchas cosas. Velvamos ahora al lado del cuerpo imaginado, en sf un producto derivado del mito familiar, Lo menos que el psicoandlisis esti en condiciones de sosteneres que asu través el que nace queda significado por cierta posicién. Dicho en otras palabras, familiares al andlisis estructural, el significado que se le dona es un signi sicién. Siguiendo una 3 indicacién de los Lefort y algunos desarrollos de Aulagnier, eres establecemos hasta ahora tres de esas posiciones, y subraya- —— mos desde el Ptincipio (como cada vez que se habla en térmi- nos de ‘dos’ o ‘tres’, etc.) que no hay que entenderlas clasifica- torlamente, puesto que suelen coexistir en diferentes intensi- dades yprevalencias. Asimismo, una puede ceder su dominan- ) cia La mas clasica para el psicoanilisis es la del nifio fhe som fal ae que ‘ee E — etrabajarla tiltima- \ ’adimos la del nijjo sintom: arti ) Ja década de 1960 se popularizé de eo eae emergente de un conflicto cuyo centro se en@ientraen el goku delos padres. Por tilti os conocida, la del iio ao fant acaso la mas riesgosa (si impone su predor Tel sujeto, ya que lo conduce a perpetuarse en puro 4s ote 6008 parle Otto (mito familiar y/o disci 76 Como suele suceder con lo que parece harto conocido, en la problemitica de la falizacion, es necesario aclarar equivo- cos demasiado extendidos e instalados que asimilan raépida- mente (asimilacién que a su vez duplica otra que convierte las neurosis en un universal sin fronteras) al nifio falizado a una patologia. Hubo que transponer menos esporadicamente el campo de las neurosis para descubrir que, en realidad, si el nifionoes debidamente falizado su destino gencralmente sera grave. El ser falizado es un medio fundamental para su desarrollo como sujeto, para su apropiacién simbélica, para su estructuracién subjetiva. Un malentendido de este género se comprueba con fre- cuencia en las supervisiones, y se marca a la vez su diffcil limite, pues si se interviene mucho mas que para localizar el punto y remitirlo al andlisis del colega, se corre el riesgo de duplicarel malentendido y, como decia Ortega y Gasset, seria verdaderamente terrible que hubiese dos Quijotes de la Mancha. Hace tiempo asistf a una psicoanalista en lucha con- tra una de sus pacientes (la percepcidn de cierto vago estado ; de pelea le hizo traerel material a supervisién). La paciente en cuestién acababa de salir de un parto, tenia un bebé de unos pocos meses, no se habia presentado depresién puerperal, En realidad, todo el material conducfa a pensar que éste era un nifio muy deseado, no sdlo por la madre sino por la pareja, A aquélla se la encuentra embelesada, en esa fase que Winnicott ha bautizado “‘preocupacién maternal primaria”, fase de ena- moramiento del propio hijo o, como hubiera dicho Freud en términos econdémicos, de sobreinvestimiento, de sobrecate- xia libidinal. Hay una afluencia de libido hacia el bebé que parece provocar enojo en la analista, lo que hace indispensa- ble pensar en un estado de resistencia en ella, detectable en una sistemitica intervencién sobre la madre en términos de algo asi como ‘toma a su hijo a nivel de un pene que la completa’, ‘se desentiende de todas sus cosas’, connotando siempre como patolégico el lazo.de amor al nifio, La paciente se defendia como podia, visto y considerando las desventajas de su posicion, trataba buena aunque vanamente de explicarle alaanalista que ella queria un hijo,no un pene, y que tenia mas © menos clara la diferencia. 7 Progos' yn we fualizle Empezamos a trabajarla compulsion interpretativa, indica- dora de enojo y angustia velada en la analista, Ello facilité el reconocimiento de algo que Ja movilizaba en la maternidad (cra una mujer joven, aunque no tanto, y sin hijos) y que impregnaba sus intervenciones de un prejuicio racionalizado, Sobre todo no encontrindose en el material del caso evidencia alguna de que aquel enamoramiento no fuera un fenémeno transitorio. Sencillamente, tratibase de la madre de un bebé que intentaba gozar de laexperiencia nueva que es también una experiencia erotica, con la analista repetidamente ubicada en posicién de interferencia, justificada en una supuesta ruptura que ella, en tanto tal, debia operar entre madre ¢ hijo. Al tratarse de un recién nacido era una suposicion ridicula, porque una separacion prematura no es en absolute lo misma que un corte simboligeno, apenas una intervencién potencialmente destructiva. La situacién descripta es mucho mis que contra- transferencial: apunta aun serio (y mas serio por tipico) déficit en la formacién tedricade la analista, desgraciadamente abun- dante en sus notas de unilateralidad y descontextuacién con Tespecto a los criterios histéricos mas elementales, Por ejem- plo, lo que hubiera sido una intervenciénen principio acertada en el caso de una.myjer con un hijo en edad escolar que nolo deja salir hacia el mundo —como a veces se ve en situaciones de bloqueo neurético por parte de la madre—, era un mero exabrupto jugado en relacién con una mujer que vivia una experiencia de enriquecimiento mutuo con su bebé, quien pre- cisamente hubiera necesitado que el psicoanilisis la apuntala- se en la construccién de este nuevo espacio para ella, Pero buena parte del malentendido se cifra en cémo se utiliza el término de falizacién, demasiado a la ligera, Antes de cualquier desvfo neurdético, falizacién implica, nada menos, que uh nifio quede marcado como ser deseado. Llamamos falizacién exactamente a esta marca, marca que retoma en esas expresiones donde se habla tan eréticamente de un bebé, expresiones muy populares, indices de la confluencia pulsi6n J amor, como la de ‘comerlo a besos? u otras por el estilo, Dada la condicién de precariedad bajo la que nace un Sujeto, de no afluir una inversidn libidinal importante sobre él, 8 denominada justamente falizacién, esti perdido. Es muy e no ser falizado, sobre todo cuando la investigacién analitica descubre que lo que suplanta esta operacion es una hostilidad aterradora. Un antiguo dicho (algo decaido por nuestras vicisitudes nacionales), “los hijos vienen con un pan bajo el brazo”, designa magistralmente la fuerza deseante de tal falizacién. Porque, j,qué se quiere decir con esto? Aparen- temente la frase est4 a contrapelo de la realidad. El hijo trae consigo el orden mitico o de cuento de hadas. El pan, nada azarosamente un alimento primordial, don, ayuda brindada por un pequefio ser que en lo concreto produce esfuerzos y gastos. Inversion maydiscula que constituye una escena donde el mis débil es el portador de la promesa, el heraldo de la buena suerte. n Pero el mito se afirma en sus miicleos de verdad, el analista es su testigo en muchos casos en donde ese hijo vino efecti- vamente con su pan, por lo que desencadené para sus padres su advenimiento, apertura de todo menos despliegue de mo- vimientos libidinales. En estos casos es bien congruente que luego se feche, anudando historia y mito, el bienestar, abrochdndolo aun “desde que vos naciste...’, invocacién de un incremento vital, de cierto aumento en la posibilidad del placer. En definitiva, no es mas, otra vez, que el cuerpo + imaginado; hay una proyeccién sobre el hijo para poder suponerlo con el pan debajo del brazo. Sin la falizacién es muy improbable que un individuo Hegue a tener un cuerpo verdadera ¢.erogeno, marcado por el deseo: Un historial como el dé sittia precisamente en este punto. Que la nifia sea ente atendida en el plano de lo bioldgico yi de cierta adaptaci6n psicosocial, de poco le sirve libidinal- mente, ni le ahorra precipitarse en una grave depresién anaclitica, que s6lo cede cuando alguien la faliza al hacer de ella su primera paciente que ha de inaugurarla como analista, asi como un hijo convierte a una mujer en madre y a un hombre en padre. nid Elhechode la falizacion a secas, entonces, no implica otra cosa que ser incorporado a un Circuito de deseo, donde va a -tener_un peso muy importante, ademis, el hecho de categori- 19 zarse como fruto de un encuentro libidinal de cierta plenitud. Sabemos que es decisivo para un sujeto que en el nivel mas radicalmente inconsciente haya algo del orden de ‘tu origen fue un momento de goce’, tiempo de un encuentro erético, goce de una pareja. El psicoanilisis sélo entonces comienza a prestar atencién a la trascendencia de ello para Ja constitucién subjetiva. Unadolescente internado por una crisis psicética de gran violencia y muy desestructurante es atendidoen coterapia poco tiempo \\_por una pareja de analistas, varon y mujer. empieza un desarrollo singular de Ta transferencia, al modo de una produccién delirante. Consiste en laconviccién de que los analistas son novios, para luego hacerlos marido y mujer. Si- multdineamente, se va poco a poco posicionando como hijo de ellos, y desde ese lugar les saca una foto que conserva cuida- dosamente, les dedica un dibujo que provoca todo un estipido escindalo en el lugar por la reaccién de las autoridades de la clinica, debido a que el dibujo muestra a sus terapeutas en un acto sexual. En suma, erige lo que conocemos como escena originaria, Por otra parte, dedica mucho tiempo a hablar de esta, pareja, insistiendo por ejemploen loenamorados que estén. En otra ocasin, escribe sus nombres y agrega el suyo, ratificdn- dose imaginariamente como hijo de ellos. No tardan mucho en manifestarse actitudes propias del complejo de Edipo en su acepcidn mejor conocida, celando a la ‘madre’ cuando la ve con su colega, etc., etc. A todo esto, en otros niveles de la clinica se propaga un cliché muy propio de cierta ‘cultura’ psicoanalitica en Buenos Aires: al muchacho “hay que ponerle limites”, recitarle ‘Ia ley” de Tino posesion de la madre y, para coronar tanta necedad, ensefiarle que ellos son los analistas y no los padres. Distorsiones habituales en nuestra formacién que aqui no consiguen hater pensar la situacin, sino bajo la luz del estadio culminante del Edipo, sin darse cuenta que lo que el paciente hace se debe localizar mucho mis temprano estructuralmente: reconstruir, condicidn del Edipo, una pareja que se ama, de la cual es el hijo, fruto de ese amor, toda una Testitucién delirante de su historia, porque no habia nadade ese orden en ella a lo que él pudiera aferrarse, en cuantoexistencia de pareja deseante y deseante de un hijo. Por el contrario, en su 80 familia todas esas cosas estaban puestas bajo el signo de la destruccign, de la muerte y del odio. Al iaventar una pareja origen del deseo, intenta prenderse a la vida-en la condicién inédita de nifio falizado. Es un caso elocuente para el examen de la funcién que se procura instaurar, funcion escena originaria que deje para él una demasia de inscripciones que lo nominen inequivoca- mente sujeto de deseo, sujeto deseado. Por lo mismo, no es momento para decirle ‘no, no somos pareja’ ni para interven- ciones como la del director de la clinica, que sugirid a los analistas que no salieran juntos cuando se iban, a fin de no darle elementos de realidad. Hay un grave error tedrico en toda esta “sensatez’ tan preocupada por la ‘realidad’ (jcuan- q do el muchacho pugnaba por escribir la realidad del deseo el incesto hay que permitir que wna situacidn incestuosa se desarrolle, porque si no se configura una situacién incestuosa algo anda muy mal en una familia, y si no hay deseo edipico no hay nada que prohibir, Este poner el carro delante del caballo es enteramente propiciado por una formacién que s6lo memoriza los almacenamientos del Edipo (los viejos y los nuevos) y apela al corto circuito de ‘la prohibicién’. Pero para que la prohibicion tenga sentido debe recaer sobre laero- tizacién del cuerpo de los padres por parte del nifio y vicever- sa, fuera de lo cual no se constituye ninguna situacion edipica niincestuosa y elchico no sale del nivel de objeto parcial. Una interdiccién prematura sobre lo que un delirio intenta restituir es iatrogenia lisa y Ilana, Censura lo que Dolto destaca como el hecho de desear, en si mismo siempre positive y no deter- minado contenido del deseo. Materiales de esta clase nos ensefan a valorar lo que podemos denominar indices de falizacién, Cuando una madre nos dice “los hombres de esta familia vienen fallados’’ al libidinal!), que no advierte ni sospecha que antes de prohibir yes hablar de su hijo, o cuando otra aclara “se queda donde da donde lo 5 TS pongo”, o cuando unaembarazadanos cuenta que suinterpre- | tacion de los movimientos del fetoes “debe un serhijode puta” como el padre”, lo que echamos de menos es justamente ese} “exceso” (Blake), una demasia de libido que faliza al hijo, esa, 81 ete Me af z 3 4 x } 4] /Tise transitoria de Nacimiento. Sif 8 falizncién, no hay con qué hacerun transferido, endosado, narcisismo del Ho otro, Apariencia relativamente inocente, a veces dichas al pasar, revelan después del andlisis un potencial amenazador desde el punto de vista del indice de falizacién que resulta ser demasiado bajo, como en una mujerembarazada, cuyo motivo dominante es “lo inada que voy a quedar”, lo que la lactancia hard de sus.pechos, Una vez mas, todo se plantea como si cierto quantum de-thansferencia libidinal, ese endosar un monto para que pase al nino, aqui se produjese en una Be : : Reb {imedida escasa y en estancamiento. Por el contrario, la pacien- row fe hipercatectiza su Cuerpo a través de una serie de angustias de tipo hipocomdriaco: esa plenitud narcisista que va a ser arrui- nada porel nifio, la enfermedad que viene aarruinar su belleza, etc, El punto decisive, en todos los casos, €$ que no se puede. realizar por entero el investimiento filico del hijo, montante erégeno que queda en cambio detenido en su propio cuerpo, _ Ahora bien, no debemos perder de vista que esta quita de inversién no es neutral: su efecto objetivo es que —de los modos y por los medios més diversos— algo se inscribe en 1 io. Elinconsciente funciona bajoel régimen de todo o nada en lo que hace a los afectos: me acepta/ me rechaza. eidedicinaicdl Por To demés, hay un pasaje sutil pero registrable que es v | ae a ar e* e importante destacar: cuando un nifio no es o deja de ser falizado en la medida éptima para él-en su indi jecesurio, es de esperar un deslizamiento a otro estatuto, al de sfntoma u objeto. Para dar una idea mds clara de ello, es oportuno hacerlo Jugar a través de una misma frase, mostrando cémo puede funcionar en tres registros diferentes. Con materiales distintos es factible armar pequefios paradigmas en collage. Unade esas frases, muy comin dirigida a un nifio, reza asi- “qué lindo que es". En cierto nivel, es de lo mas deseable que se anuncie para que un sujeto falice su cuerpo, acceda al deseo; si nadie lo viese lindo, si nadie lo viese como mis lindo de lo que es inclusive, faltarfa siempre esa dimensién cultural de la belleza fisica. El 82 rimiento masivo subsiguiente al psicoaniilisis ha demostrado cémo la inversién narcisista embellece a un hijo, Entre otras cosas, la trama identificatoria afea ohacerelucir, La clinica abunda en ejemplos de este tipo, Undepresivo se marchita, es particularmente ficil la observa- cién en mujeres: cuando una depresiva mejora, de pronto todos comienzan a encontrarla mas hermosa sin saber por qué; de hecho suele ocurrir que algo ha cambiado en su arreglo, pero ademds se ha producido una redistribucién libidinal sobre sf misma que nos evoca fuertemente el levan- tamiento de un embargo. A partir de entonces, hay una demasia de la que se puede disponer. Al mismo tiempo que afirmamos esto, sinembargo, estamos preparados por nuestra experiencia a reconocer otro nivel en el que una frase como “qué lindo es” se constituye o deviene, tras un viraje histérico, indice de la posiciénde sintoma en un nifio oen un adolescen- te. Es el caso de un material ya expuesto que mostraba a un muchacho literalmente arrinconado por un “qué lindo que x sos” a una posicién pasiva y de impotencia. La profundiza- cin del andlisis lo Nev6 a concientizar una estructuracién familiar en donde el fracaso de los hombres jugaba un papel decisivo, una verdadera formacién sintomatica transindivi- dual y transgeneracional. Este anudamiento entre fracaso y Virilidad nos hizo verque “lindo” era un contenido manifiesto en Cuya trama latente resonaba, por ejemplo, “inttil”, el sélo \ servir como figura decorativa, para mirar y nada mis, trasfon- do bastante mis siniestro del aparente elogio. Por supuesto, “lindo” también queria decir “impotente”. De esta manera, funcionaba no ya como fndice de falizacién, sino como pieza en la sintomatologia del paciente. Al mismo tiempo, al conducir aquel dicho a una prehistoria de hombres exponen- tes de diversas variantes del fracaso, despeja un fantasma en elque el joven esta atrapado sin posibilidades por el momento de escribir una difiriencia, la de su vida. En suma, como algo miis que una identidad de percepcién con un pasado mitico histérico, aa = Otro fragmento del andlisis de uf adolescente) precisara mis este tercer destino, También aqui feeneontramos un 83 ig yu sujeto marcado por su “pinta”, por lo “bien que esta”. Se trata de un muchacho que emprende un tratamiento preocupado, entre otras cosas, por una escenificacion travestis! enta Tunespejo. Lo que e andlisis va puntuando con respecto a esta €scena ¢s que aparece como un “parapeto” (Freud) contra la amenaza de una desintegracién psicética. En momentosen que él esta al borde de un estallido, presa de la vivencia de aniquilacién, la tinica maniobra a la que puede recurrir a finde aferrarse a la vida es esta puesta en escena. Recalca su relato una angustia ademas imposible de decir (0 con Ia que es imposible jugar), experiencia muda, innombrable, en que algo emerge como real, mis acd de lo decible y de lo imaginable, experiencia que mis tarde asimilard al peligro de volverse loco © matarse © algo mis terrorifico aun, por lo que tiene de catastrofe difusa, localizada en ninguna parte. _@__que, para salir de un acmé angustioso, el recurso que instri= Menta es vestirse de mujer y masturbarse asi disfraz ie Laescenificacién consiste en un reducto a partir del cual él Se reequilibra, El andlisis emprende, después de esta presenta- cin, un largo rodeo por donde el paciente pocoa pocoarticula, como su sintoma nuclear, una absoluta imposibilidad de sole- dad, particularmente con respecto a la mujer. En su propio lé- xico, iene que “salvarse” prendiéndose auna figura femenina. La intensidad del sintoma no es nada tipica, alcanza una vio- lencia desacostumbrada, Por ejemplo, en ningiin caso puede —fiacer ef Amor a oscuras, no verse es desaparecer, ser en todo momento visible es condicién de existencia, Lo confirman re- Suerdes infantiles de haber side imposible para él jugar a las escondidas, notoleraba ee sthuacidnds ear ecalio ween seelesperable goce de que a uno lo busquen yno lo encuentren, €n una angustia devastadora; entonces se delataba, se hacia _ Gescubrir répidamente. En particular, la necesidad de ser mira- 0 por una mujer era masiya, incondicional, cuesti6n estrecha- mente vinculada a una serie de actitudes de adherencia que lo caracterizan Con relacién a ciertas mujeres: vivir continua- mente ‘pegado’, revoloteando en tomo a, sin tomar posesién de su cuerpo ni de sus ocupaciones, tampoco de sus pasiones. 84 En un momento dado, una chica le reprocha que siempre plantee “;adénde querés ir?”, manifestandole que ella quiere un hombre que le propenga algo. Emerge en ‘el andlisis una situacién donde él se coloca como el ladero, ¢l perrito fiel. “(Ad6nde querés ir?” significa quel nunca quiere ir a ningu- na parte, por cuanto esti adherido a ese cuerpo femenino, donde sea que éste se dirija. El material insiste en sefialar un potencial psic6tico en torno a su existencia corporal, que finalmente devuelve al punto culminante de la Sen enigmatica durante mucho tiempo, del acto travestista. ke _Nos vemos asi repetitivamente conducidos al tercer posi- a se. cionamiento, dond fio se da e1 i cleo de la "5, - historia infantil, la dimension de padre es pricticamenteine- 94, “> . xistente para este paciente, no porque no hubiera habido alguien que estuviera nombrado asi en la realidad, sino inexis- tencia en cuanto a la funcion, ya que el padre era la figura de menor valor y poder en ta casa, ni deseante ni deseable, nada evoca en él esa clase de poder en el que nos interesamos los psicoanalistas, poder del deseo, autoridad del deseo, literal- mente. El chico parece haber sido entregado por su madre ala madre de ésta, su abuela. Wuelve a atravesar en sesi6n series de vivencias nocturnas terrorfficas, que se demuestran causa- das por esa ofrenda de su cuerpo a que alguien en posicién Otro haga con él lo que se le antoje, objeto instalado en la cama de Ja abuela, fantasma del bebé que fue (y sigue siendo) su madre, en una sobreexcitacién permanente. Alternativamente, su cuerpo es presa dela abuela, presade lamadre o de ambas, pudiendo decirse que crece en adheren- ciaal cuerpode una mujer, situaciénen que lotomael anilisis. La tinica novedad introducida por su adolescencia es que ha pasado a circular por otras mujeres pero nada mis. Desplazé- la cuestion pero sin transformaria (lo cual ya es algo); pudo. darse una fisonomia seudogenital y asf aparecer comoun Don Juan de mucho éxito social, a contrabando del cual ofrenda su cuerpo y su existencia como sujeta deseante. Una sucesién discontinua de pesadillas convocan una imago de mujer canfbal, presencia piinica que devora su cuerpo. Que esta devoracion es cosa realizada en su incons- 85 ciente lodemuestrael hecho de que, en momentos de prevalen- cia de la angustia psicética, para él significarse con un cuerpo masculino no es posible. En su lugar, se “salva” al identificar- sea una figura de mujer falica, a fin de recu perar la consisten- cia corporal que siente perdida o amenazada. Al cabo de un intenso trabajo, elandlisis descubre una red de fuertes conexio- nes entre estos “lindo”, “qué bien que estds”, etc., que tanto aparecen en el discurso del Otro a propésito de él. El, con su “cara de dingel” y el estatuto de “mufieco” vestido, perfumado por madre y abuela. Un mufieco “tan bien arreglado” en manos de ellas.... , pero eso sélo, atin no es un bebé: porque si bien en el plano de elogio metaforico muchas veces se dice ‘mutieco’ aun bebé, en cambio, en este caso, la dificultad concierne a un nifio tratado literalmente como un Mufieco consagrado al goce del Otro. En este paciente, tal atolladero lo ha llevado al desarrollo de fantasias masoquistas que no son mis que un intento desesperado de obtener al guna demasfade goce para sf, En tal posicién, digamos que si se convierte en masoquista le queda resto, por eso acia el convertirse en algo asf como el perro de una mujer, en una serie de fantasmas ycomportamien- 'Os que retornan también como fantasmas masturbatorios. Me parece que ei psicoandlisis no ha explorado en esta eccidn lo suficiente, Por la via masoquista el sujeto logra libidinizar y volyer tolerable una situacion. En ese sentido, el masoquismo procura un ayance subjetivo, mientras que sin el masoquismo todo el goce queda del lado del Otro y para el sujeto sdlo la hecatombe de la aniquilacién. En tltima instan- cia, la imago de mujer canibal, mujer comehombres, resigni- ficada masoquisticamente, se convierte en algo gozable. Asi, €n situaciones potencialmente muy destructivas para un suje- to, el masoquismo le brinda cierta posibilidad de elaboracién, al significar erdticamente algo que en principio carecia de esa dimensién, Es la diferencia entre un acto suicida y¥ un acto masoquista. Elmasoquista nunca se suicida porque ha encontrado la forma de libidinizar la situacién tandtica; en cambio, por la via de la depresién, donde todo el goce es para el Otro y toda la des- truccién para el sujeto, la salida es la muerte, salida de la que 86 el masoquista genuino se cuida muy bien, Por muy elevado que sea en el primero el umbral del dolor, hay una diferencia muy marcada. De lo que se despreade que uno de los peligros de las condiciones de existencia temprana que dan hegemonia al odio oa una apropiacidén abusiva del cuerpo del nino, esla exposicién que generan a lo que podriamos denominar la “=ntaci6n’ masoquista, como biisqueda de solucién, como tentativa de restitucién de significantes del sujeto. 87 5. EL NINO Y SUS DESTINOS: FALG Conviene insistir —vista la frecuencia de recafdas— en la conveniencia de no inscribir en los limites de una concepcién clasificatoria el posicionamiento del nifio como sintoma, fan- tasma o falo; la fecundidad de la diferenciacidn reside en pensarlos como tres destinaciones encaradas en unadinamica, El verdadero desafio teérico es pensar su coexistencia, : En psicoanilisis ha llegado la hora de rectificar una cues- UiGn que se formuld de modo en exceso bipolar, comodualidad nifio deseado/nifio no-deseado. Existen ya formulaciones } mejores de esta problematica al establecer la investigacién analitica, cuando adelanta lo bastante, deseado para qué y en calidad de qué es un hijo, Un ejemplo que posibilita aclarar } este concepto —a la vez que nos devuelye a la compleja cuestion del nifio como fantasma—es el del nacimiento de un | nifio 0 de una nifia demasiado préximo a la muerte de un hijo ee anterior, Cualquier psicoanalista tiene en su haber experien- coke cias clinicas de este tipo, con el agravante de queel nuevo bebé pg — _por el estatuto de fantasma que un hijo sea llamado a ocupar, = Tomando otra direccién, el andlisis de una nifia pequenia la = Magy imaginado valorizabael serrubia). En estas circunstancias, era indispensable echar mano de lo que hubiera para rechazarla, pues la estructura de la repeticin necesitaba un hijo que fuera rechazado para recrear el sintoma: al no haber suegra al alcance o algiin otro para interferir, un hijo era el mds indicado para representar al que se mete en el medio y estorbael florecer de la genitalidad. Es destacable emo “Cuca” condensa una larga hilatura que se extiende desde el presente de la intensa ambivalencia matema hasta viejos sucesos y fabulaciones ig- noradas por el preconsciente de la chiquilla y bastante remotos en el encadenamiento generacional. Para complicar mds las.cosas —pero es inevitable en la practica psicoanalitica— se pudo reconstruir (en entrevistas con la madre) que inconscientemente la abuela tuvo una hija “euca”. Era el consuelo de la viuda. Con este hallazgo nos enfrentamos a la problematica de la intrincacién, En efecto, si es sustituto del que muere, la madre cuando nifia esta en Posicin de fantasma, reemplazando al bisabuelo de la pacien- te. De paso comprobamos que no siempre ocupar esa posicién se da en grado tan extremo que invariablemente promueva. psicosis. El aplastamiento en su diferencia tenfa que ver, en la madre, con una fuerte represién de su sexualidad y con tendencias depresivas de considerable violencia. Enel caso de la nifia “mufieca”, la posicién de fantasma habia aportado a = patologia histérica con un rechazo masivo de la genitali- ad. La cuestién de fondo es la siguiente: ¢Cémo va a asumir una familia la diferencia con que un hijo interpela continua- mente? Porque, a causa de esa e€spontaneidad que antes evo- camos y que es una miquina de generar diferencias, cuanto mas grave la patologia del medio familiar, mayor la violencia con que se responde a ese potencial de variancia, Esta es una correlacién positiva que el psicoandlisis esta en condiciones de afirmar. Existe una diferencia que es muy sutil, pero muy efectiva, en una familia neurotizante; en todo caso, las produc- ciones espontineas del hijo serdn aceptadas o rechazadas sig- nificdndolas, por ejemplo, de buenas o malas, pero a partir de una aceptacién primordial de que ponen sobre el tapete algo 102 distinto que cabe aprobar ono, Esto es muy otro procedimien- to que el de un repudio, un no querer tomar nota de lo diferencial, recusar su misma existencia en lugar de calificar- la. Esto incide muchisimo en lo mal que se llevan estas familias con el psicoanilisis y lo a sus anchas que estan en cambio con las teorfas mas organicistas. Que los psiquiatras les hablen de electroshock o de algo bioldgico, algo concre- tamente ‘corporal’, les deja seguir arrogandose un saber total sobre el hijo, mientras que la posibilidad de que éste los enfrente a lo imprevisible es sistematicamente rechazada. La prictica por excelencia en que la espontaneidad como —para expresarlo al modo clasico— propiedad subjetiva se vertebra y despliega, esl jugarinfantil. El examende sus fun- ciones (como veremos, el psicoandlisis las descubre multi- ples) ya no puede ser demorado, Pero lo encararemos —si- guiendo el método de nuestra disciplina— porel rodeo de una interrogacién decisiva: ¢qué es un agujero? El psicoandlisis comenzé en su época clasica a hablar por primera vez del tema del agujero a proposito del complejo de castracién, pero a posteriori, sobre todo en la investigacién de la psicosis, se llegé anuevas conclusiones sobre la funcién del agujeroen laconstrucciéndel psiquismo, La problemiaticadel agujero en el cuerpo del Otro y en el cuerpo del sujeto, en la psicosis y en otros destinos psicopatolégicos arrojé una luz inédita en este campo y de enorme importancia terapéutica. Al mismo tiempo, el jugar en su insercién primordial result6 intimamente ligadoa in, en otras palabras, descu- 103 =: 6. SOBRE EL AGUJERO Ya que no hay Temedio, adentrémonos pues un poco mas, (Qué descubre el Psicoaniilisis en cuanto a los agujeros? E] primer movimiento puede ser relacionar la Pregunta con la ya mencionada actividad de extraccion; Pero quizds convenga una aclaracién a la vez obvia ya y siempre indispensable: el psicoandlisis entabla una relacién particular y realiza descu- brimientos sobre lo que Hamamos agujero aun nivel heterogé- neo al del sentido comiin, acémoen la vida cotidiana se puede concebir un agujero. Es Prioritario establecer que no nos bastard en absoluto con la idea vulgar del agujero como un fenémeno deficitario, Existe luego una forma tradicional enel Psicoaniilisis de encarar el tema que guarda cierto grado de continuidad con la concepcion ‘callejera’ y que se volvid clasica con el tiempo: me refiero a un equivoco en el que teoricamente incurrimos cuando se conceptualiza el comple- Jo de castracion y se reifican las construcciones sexuales de la nifiez, que no logran abordar la diferencia genital sino en el marco del par presencia/ausencia, En este sentido, toda una direccién del psicoandlisis Permanece ligada a la nocién del agujero como carencia y frucasa el poder pensar la vagina como un érgano libidinal (visible Punto ciego en Freud), Por el momento no proseguiré en esta via, nien la revision a fondo que exige y que algunos autores ya han encarado, dado que pretendo adentrarme en niveles mas arcaicos, Siguiendoun método que considero titil (fundado en tiltima instancia en La interpretacién de los Senos) desplegaré pri- meramente un pequefio muestrario clinico, Pesadilla de una —-Paciente adulta: esté en un camién, uno de €50s camiones Pop iaeente adulta othtTe, 104 frigorificos que llevan reses; das de ellas le caen encima. Tema central del suefio es la angustia de quedar aplastada. Luego introduce un nuevo detalle: ella tiene una pequeijia arma en la mano, una especie de revélver con el que pretende agujerearlas. La sensacién dominante es de asfixia, experien- cia Claustrofébica aguda ante estas dos masas decarne que se le desploman, masas voluminosas y monoliticas de carne ~ muerta, Unode los primeros pensamientosal despertar es. que siellaconsiguiera practicar alliun agujero,un orificio, podria respirar. Cierta salida de la situacién pasa por agujerear esos cuerpos macizos, dirjamos excesivamente reales. Unnifio de diez afios es atendido en coterapia. Ese] mismo que vimos atrapado en medio de una guerra sorda y perma- hente entre los padres, guerra que en gran medida se desarro- lla sobre su cuerpo. En una sesidn realiza este juego con la 45 pareja terapéutica (que es heterosexual): 4 se sube sobre la mesa con ellos enfrente, entonces les _ a un juito ue: yo pueda pasar”. Se trata de saltar al hueco pi aaa poi st uno lo estudia detenidamente, contextudndolo, encuentra una pareja de padres que se le vie= nen encima con su pelea, unidos graniticamente por su odio. virulento. Pensdndolo asi, es muy sugestiva oops espacio, de un espacio cedido por ellos a través del cual € chico encuentre sitio no leno, hueco para pasar. El TOES un puente. De este mismo paciente comentan sus terapeutas que es muy habitual que se enoje y transcurra largos ratos mascullando variadas invectivas. Descubrimos al fin que ello se asocia a situaciones de impotencia, de fracaso para atrave- sar, a lo que responde con un uso demasiado concreto de la palabra. Esta se devaltia en su tasa significante, se convierte mas bien en proyectil, como si fuera un intento desesperado para hacer un agujero. Laurie* y que uno siempre reencuentra uerda en el Esta también esa ssw eB el caso Bellehy tratamiento de nifios autistas, cuando—momento capital Para Core, la cura— Laurie se pone a examinar todos los agujeros que Lowe puede en el cuerpo del terapeuta, procedé —dirlamios— a iL 105 ExAH ae Va eet una especie de inventario de los orificios del ¢ del O} Retomemos aun 1 campo de Tas Tobias traidoa eee por el suefio de las teses, pero a propésito de la inflexi6n agorafé- bica. E] agorafsbi nifiesta temor alos ios abiertos; 4 primera vista parece lo contrario de la claustrofobia 31 no vamos mas all, no de lo descriptive. —que erréneamente Suele descalificarse harto de prisa— sino de una descripcién superficial, nolo bastante aguda. Superindola,el psicoanilisis encuentra otra cosa: paraddjicamente la agorafobia es lo mis- mo—sdlo que al modo de un Suante puesto del revés— que su pareja antinémica, porque la experiencia profunda del pacien- te es que se halla encerrado en ese espacio grande y abierto. Amplitud y apertura no son tales para él, el espacioen cuestion £s- como un chicle que se dilata sin dejarse perforar. La mejor plasmacion de esta singular espacialidad la ofrecen los dibujos animados cada vez que nos enfrentan a sustancias extensibles pero inagujereables. Que esto aparezca engafnosamente como “grande” no quiere decir que ofrezca verdaderamente alterna- tivas; desde la subjetividad inconsciente es tan pequefioen sus dimensiones como aquel espacio de un ascengor, porejemplo, dentro del cual un fébico puede verse expuesto a un ataque de angustia. Una vertiente o una transformacion depresiva en este Punto reactiva fantasmas de suicidio. Ahora bien, clinicamen- te reviste mucha importancia despejar que tal suicidio no es una meta, es un medio para perforar esa impenetrabilidad gelatinosa, practicar ese imposible agujereamiento con_y a costa del propio cuerpo. Toda esta fantasmitica luego se modula en forma de fantasias de castracién, donde el temor fesurge convertido en vivencias de que el pene quede aprisio- nado en los genitales femeninos, transformados a su turne én una espacialidad sin salida, La idea directriz de Otto Rank —ctuyo reduccionismo etiolégico y terapéutico le impidié Prosperar, asi como su adultomorfismo para imaginarse un bebé— creo que en este Punto preciso tenia su nticleo de verdad, pues para nacer hay poder Ho es suficienté con un canal De un modo u otro To imper- n verdad, en este mismo punto 106. existe algo que no esta atin claramente dilucidado por el psicoandlisis. Nos sent:mos inclinados a pensar (cuando apa- rece el fantasma del nacimiento en el tratamiento de un nifio ode un paciente cualquiera) que retroactivamente se toma la situacién de nacimiento como resto diurno material para significar otra cosa y en gran medida puede ser asi, incluso tiene mayor sostén pensar que a posteriori, cuando ya hay cierto desarrollo simbélico, se resignifique esa situacién que fue una experiencia en bruto. Pero que haya un plano de inscripcién corporal originaria no es tan facil de rebatir. Quisiera insistir en preservar la dimensién literal del des- cubrimiento psicoanalitico de la produccién de un aguj ro como condicién para ser; todo el ulterior desenvol vimiento metaférico, toda la utilizacién de esto en tanto modelo teéri- co, no deberfa apartarnos de esta literalidad capital: para ser hay que agujerear, ue no existe un canal de parto slo -existe un bebé capaz de atravesarlo. Tal cual el (transitado en come apa? funciones en que todo sujeto debe apuntalarse— la brinda el material ocasionalmente recogido en mujeres, cuya posicion inconscientemente retentiva cuando embarazadas causé pro- blemas en el parto, al dificultar esa fabricacién del canal que el que nace tiene que realizar. ib Pocediendo a un examen mds general de esta operacién fundante, observamos que las ac tividades mds intensas y mas p< rimer_afio de vida conciernen a la regulares durante a odo eso que una nin: <> dun poco tardiamente y gi acias ala transferencia. Vale asociarlo en vista de Ta trascendencia terapéutica que demuestra tener todo eso que el analista se presta a dejarse practicar. ; Er el tratamiento de cualquier material de fndole grave, el 107 Prog dy oy a “wie big 2 Veet A interés por el agujero en el cuerpo del Otro se repite Como paso inevitable de cualquier quantum de mejoria digna de ese nombre. En ¢l extremo mismo de lo grave, el autista emerge en calidad de nifio que ha renunciado a hacer agujero; no opera sobre los objetos perforindolos. Lo vemosa lo sumo aranando las cosas, deslizindose sobre ellas con delicadeza tan ajena al impulso orificiante primordial. El psicoandlisis comprueba que un impedimento del mismo orden se repite, reduplicdndose, en el plano metaférico de “agujero’. Por ejemplo, un paciente esquizofrénico se quejaba a menudo de lo que llamarfamos dimensién resbalosa del discurso familiar; no habfa por dénde trepanarlo. Un adoles- cente, oaun unnifio, Hegado a cierta edad se nos descubre habil para percibir y pesquisar oscuridades y contradicciones en la trama mitico-histérica que lorodea. Es menester que produzca rolturas explosivas a través de ella, y que tironee para desarmar © poner a prucha versiones consolidadas, que interrogue, en suma. Multiplicidad de practicas extractivas que tienen una funcién muy importante para él: permitirle pasar agujereando el campo deizante del Owo, realizar Tupturas, puestas en cues- tion indispensables para no ser objeto pasivo de su prehistoria. Para este muchacho, en cambio, en la situacién que él des- cribia se esbozaba la fiso: i i absolu- tit ‘trado al que ¢s imposible hacer trastabillar, Era clarisima expresién de ello que no hubiese modo de descolo- cara sus padres. A una madre neurética, por ejemplo, la puede culpabilizar el mismo hijo, con frecuencia harto facilmente; es alguien sorprendible en incongruencias entre lo que dice y lo que hace, por eso mismo a aquél no le es dificil conflictuarla. Los ideales que padres de esta naturaleza tienen (en cuanto a sus funciones, por ejemplo) los vuelven vulnerablesal cuestio- namiento con que el hijo los agujerea. En el caso que estamos examinando, no sucede nada de esto. La madre en particular parece estar ubicada en una posicién absolutamente inataca- ble, y donde sus palabras resultan irrompibles, sus leyendas personales no horadables. Ocurre como en las investigaciones hist6ricas, cuando se impone una versién oficial, con preten- siones de inmodificable (y, a menudo, poder para lograrlo). 108 Leemos en un historial de autismo recientemente publica- do” que la pequejia paciente sufre una convulsion cuando estaba en el lecho con su madre, Planteada esta misma situa- cidn en un nivel de patologia neurdtica, uno podria apostar que encontrarfamos a aquélla o bien muy angustiada 0 bien \ tratando de defenderse y negar o racionalizar su implicancia en el episodio, pero siempre interpelada por a pregunta ineludible: gseré que el colecho le hizo mal a mi hija?, gtuvo algo que ver? El sentimiento de culpabilidad se transparenta- rfasin demasiada dificultad. Dicho en el terreno de loque con- ceptualizamos, reconoceriamos un agujereamiento en ella. {Qué dice en cambio esta madre? “Qué suerte que estaba dur- miendo conmigo porque si no no hubiera podido atenderla ripido”, Imposible no admirarelmodo magistral de convertir una ocasién de conmocién, o al menos vacilacion narcisista, enuna certidumbre, confirmacién de la propia omnipotencia. Esa clase de experiencia la padece el chico constantemente, no hay manera de agarrarla por ninguna parte, y cuando nos pareceria que est4 en un apuro se escurre ratificando que nos enfrentamos con un discurso al que nose le pueden practicar siquiera minimas muescas. i ar. Aulagnier ha marcado como en un discurso psicotizante desaparece la diferencia entre particular y universal. Puedo dudar de mi como analista —verbigracia, preguntar por mi solvencia— s6lo porque cotejé mi actuacién con un ideal, entronizado probablemente como mi ideal del yo. Es decir, pongo en juego un universal que dictamina o legisla sobre lo que un analista debe hacer para adquirir el derecho a ese nombre. Unicamente por laexistencia de ese universal es que yo, como ente particular, puedo cuestionarme. Cuando una madre dice soy una, by acre” es justamente porque se esta com, nit um deal, en si mitica, de ‘buena madre’; entonces hay una distancia entre esa madre en particular que es ella y aquel registro ideal, distancia cuya principal consecuencia es volverla una madre agujereada o agujereable. Ella misma se encarga de ponerse y mantenerse en contacto con la figura de madre que noes. En el discurso psicotizante (provenga de quien provenga), esta 109 i es TS diferencia estd total y radicalmente abolida; no funciona, nose _ laha categorizado, Dirfamos mejor: el particular es aqui el uni- versal. Entonces, si me constituyo en el tinico analista, nada consecnird interpelarme haga lo que haga porque no tengo con qué cotejarme al desaparecer el tercero como referencia entre el paciente y yo. Todo lo que haga serd en posicién de universal. “ Reencontramos este funcionamiento acaso con mayor cla- tidad (y reveladorde lo inagujereable) al final de una entrevista con los padres de un muchacho esquizofrénico. Es un simple enunciado que se me dirige: “qe parece que una madre puede _No querer a su hijo?” Lo que nos cimesnestedickoes ateel(a Se propone como universal (durante la entrevista el hijo, que x oft 2 estaba presente, dudaba de si su madre lo queria, siesa madre » Particular lo queria o si en realidad trabajaba para su destruc- cidn) ¥ coniesta en este terreno: ‘las madres quieren a sus hijos’, soslayando lo que él plantea. Es 16 que los Teoricos de lacomunicacién llaman pararresptiestas, basadas amenudoen esta nivelaci6n en que particular y universal se confunden. ._Contrariamente, a una paciente adolescente la madre le ha dicho: “estar en Pareja es hermoso, pero con tu papd no nos entendimos, no hicimos una buena pareja”. Enseguida resalta enesta modalidad qiscursiya la diferencia entre ambas catego- tas del pensamiento, Esta, madre designa unideal que paraella resulta inalcanzable, pero que nunca pierde, El punto merece la mayor atencién, ademés, por lo fundamental que hemos descubierto: que el nifio no sea agujereado amente a laven quecel Ota ya ques a ee cualquier cosa del orden de la castracién nodesembocaen una Separacion simbélica productiva para el sujeto, por el contra- io, trae deterioro, destruccién, al extremo de lo irreversible. (__En principio —ateniéndonos a la formulacion de los Le- fort— el nifio no debe ser castrado, no hay que hacer agujeros; los agujeros debe donarlos de sel Otro primordial, 0 usual es que en las pato logias graves se invierta esta consi gna (las depresiones ofrecen un rico muestrario al Tespec- to). Es cémodo e instructive echar mano al texto de Schreber, sobre todo allf donde describe la interferencia de todos sus 110 Lo ae izke drool 1 nx pease procesos corporales a causa de la horadante intrusién de los tayos divinos. Corolario légico de ella es la aniquilacién y descomposicion de muchos de sus érganos. Es una descrip- cién notable y Schreber en verdad que est en lo cierto, No asi toda una corriente ‘frustracionista’ en psicoandlisis, que abusé y volvid lugar comin de la referencia el aspecto positivo de la frustracién. Adscribfa al desarrollo del sentido de realidad, y pintaba paralelamente el retrato de un nijio que —nunca sometido a tal iniciacién—se perpetuaria peligrosa- mente en un mundo magico, reine de un principio del placer sin freno alguna, Matizada, esta observacién tiene su validez aplicada a otros momentos de la subjetividad, pero la pierde si se la extrapola a la problemitica de la constitucién del nar- cisismo y sus condiciones minimas. Creemos que sobre esto Winnicott ha sido contundentemente claro. La frustracién temprana no es mas que un ataquea la unificacion corporal in- cipiente, a la que amenaza con agujerear. La castracion como tal (bajo cualquiera de sus formas 0 aserciones)”* requiere de una unificacién corporal razonable- mente consolidada, donde ya la dialéctica parte/todofuncione con fluidez. Antes, lo que se pretenderia operacién simbélica de castracién es en verdad pura amputacidn, De ahi se deduce que intervenciones prematuras en un chiquito, tales como se- paraciones abruptas y prolongadas de su madre, no contribu- yen a su desarrollo estructural. Como minimo obligan a des- viar sus energias libidinales para adaptarse, en vez de inver- tirlas en su crecimiento como ser de deseo, a fin de defenderse de esa situacion potencialmente patégena. Winnicott haenfa- tizado muy bien la frecuente formacién de disociaciones sin iia de creatividad como resultado nada raro. t= También es primordial acceder a agujerear el cuerpo del Oto. De 1 sacard el bebé los materiales que necesita para . uni se. Primera respuestaclinicamente vilida ala pregun-, la: de donde saca significantes? Los exttge deaquel lugarque 2 ala vez, dijimos, es el mito familiar, el_orden discursivo familiar. Todo Io hallamos reunido alli, y sdlo allf puede a que se esti haciendo sujeto arrancar los elementos indispen- sables para constituirse. 4, M1 g7 Sabemos de casas muy particulares en las que un nifio no puede tocar nada; su presencianodebe introduciralteraciones —prohibicién absoluta de un supery6 arcaico operando inter- subjetivamente desde su bunker mitico y que conmina ano agujerear nada en absoluto—. El cuerpo familiar se presenta como una superficie sin fisuras, inextractible, {No ocurre lo mismo acaso enciertas transmisiones, nosediseminaesteim- perativo por la ensefianzaen general, psicoandli cluido? Cuintas vecesquien se acerca para formarse termina paraliza- do frente aun discursoextremadamente armadoyencerrante, seductorperoacostadenodejarpasaral Sujeto, que seestrella en.una impostada perfeccidn. El resultado—por de mas.co- nocido—es que enesascondiciones nohay libertad de pensa- miento:imposible jugar con lasideas, imposiblearruinarlas. A losumo, esta priictica docente terrorista redittia—a la ma- nera de una fotocopiadora— reproductores. El indice mas se- guro para localizaresta perversion lotenemoscuandoel estu- dianteoelcolegarecurren amemorizar,a“saberdecir’*!', Al- guna vez ya me he referido a ladiferenciaentre saber decir y saberhacer, yes todounsintomade laformacién que estoy cri- ticando, adiestraroamaestrarparaloprimerosin prepararalen- seflando parawsarlosconceptos. Insistamos enque unlargoy fastidiosoditirambodel martillononos brindagran ayudaa la horade clavarunclavo, y estadigresién,afindecuentas, nolo esporque se repiteelencuentrocon undiscursoque nosedeja agujerear, romper, trozar porningtin lado; sele debeun fespe- toinmovilizante. Deunnifio que respetaraun juguete pensariamos que sufre unainhibicién kidiea, porloqueseincapacitaparaabrirlo,des- armarlo, torcer su uso; én todo caso, esto pone las cosas en su lugar: el respeto, sihade existir,conyiene que se dirijaal suje- 1o,usu deseo, Para convivircon una teoriay soportarla es im- prescindible poder ensuciarlay ultrajarla (en el sentido erdti- coque el psicoanalista le da). El ‘respeto’ basadoen laideali- zacion impide agujerear: susefectos son inhibitorios. Que nosetratadeuna ximacion meramente retéricaen laqueuntérmino conGagueearsinpis un papel decora- tivo (en vez, lo que planteo mplica la poiesis, la fabricacion, 112 es decir, lo mas profundo, la fabricacién de lo mas profundo), lo atestigua el uso tan superficial que se hace de las citas en psicoandlisis, repitiendo sin pensar, renunciando de antema- no a desmenuzar, a entablar una relacién verdaderamente erdtica con ese texto, conyvocado apenas para salir de algtin apuro con el consabido “dice Freud...” Contacto formal ¥ engafioso, pues hasta que no se diga ‘bueno, qué me importa lo que dice... ’, hasta no poderlo “escupir” (Freud) llegado el caso, no hay utilizacién creativa aosible. La sublimacidn es metamorfosis y trasposicién, ne represidn, de lo erdtico, Como el mismo Freud lo subraya, la abolicidn de toda agresividad conduce directamente a la impotencia, al prohi- birse penetraren el cuerpodel Otroo en un cuerpo textual. Sin agujereamiento no existe salida libidinal posible. b Concluimos, por lo tanto, que la produccién de un agujero nodebe entenderse como un fenémeno deficitario. A la inver- sa, constituye una positividad fundamental en lo subjetivo, Desde el punto de vista psicoanalitico, un agujero es um 6rgano en otro nivel que el anatémico, érgano libidinal deun cuerpo fantasmatico descubierto a través de nuestra prictica con el cuerpo ‘oficial’ consagrado por la biologia y el poder médico. El concepto de zona erégena, modesto en apariencia, estd entre los mds revolucionarios del psicoanilisis, al punto que el de inconsciente nada seria sin él. Pero ya Lacan sefialé el dibujo en bordes, contornos de un agujero como le carac- teristico de aquélla. Volvamos ahora al campo clinico. Una paciente, depresiva de consideracién, viene a sesién con una novedad —después de haber atravesado un periodo de abatimiento y dolor muy agudo, pero también con mucho trabajo en anilisis, con lo cual por primera vez ese atravesamiento tuvo un cardcter pro- ductivo—; la novedad es que tiene un tapén de cera en el ofdo que le impide of bien, “no de la oreja de escucharlo”, (a mi) “no de la oreja”, entonces, que seria la mds importante seguin ella, sino de la oreja que dice que es, por ejemplo, para hablar por teléfono. Asocia enseguida que no esta para nada con prisa por solucionar esto; al contrario, al disfrutar del tapona- miento, no se propone correr al médico para que lo disuelva. 113 v7) ed (Qué ocurre? Empieza a darse cuenta que ella ha funcionado por lo general y desde siempre como la que invariablemente “pone la oreja”, la que puede ser usada de oreja, donde cualquiera cuenta incondicionalmente con ella, con esa parte de ella, siendo asi la tipica “recibepenas”, aquella que absorbe “todos los bajones” y nunca va a decir que no. Efectivamente, discurre, hay algo que jamds sucede, del orden de un “hoy no tengo ganas de escucharte” o “estoy en otra cosa”, No hay fronteras, no hay limite, no hay borde que ella pueda poner en juego. Este “zumbido” (Lacan) constante del discurso ajeno de hecho la ha dafiado, le ha impedido la constitucién de otro modo del agujero en su ofdo. Eneste punto, varias sesiones van conjurando una serie de fantasmas en torno al tapén, relativas a fabricarse una distancia, No era contingente la referencia al teléfono, Puesto que solfa pasarse horas escuchando cuitas y evacuaciones diversas. Tipicamente, esta situacién nunca tenia plazos puestos por ella; se configuraba un mundo sin tiempo y sin fronteras. Al fin, el tapén vino a ser preémbulo a una otitis, primera forma de construccién de un agujero dife- rente, con bordes, regulado por la discriminacién yo/no-yo. El andlisis pone de manifiesto que antes no habia aqui 6rgano libidinal, sino agujero gozado por el Otro. A través de la enfermedad se inicia otro proceso, y noes un hecho Taro que lo nucvo emerja en el lenguaje de un episodio Ppsicosomitico, Este debe entenderse como primera inscripcién del tomar posesién simbdlica de una parte de su cuerpo, tal cual si habldramos de registrar algo en un libro de Actas, como bien podria ser una partida de nacimiento; esto que me duele, este borde doloroso es mio, tengo que ponerle una puerta a este agujero que, hasta el momento, era un agujero sin puerta, totalmente desguarnecido y predado por el Otro. Un primer episodio consecutivo confirma la implantacién nueva. Es una llamada del hermano para avisarle que habia decidido pasar el fin de semana en su casa. Autoinvitarse era un hecho natural en el régimen de relaciones vigente, por mds que ella no tuviese ganas, y aunque luego se sintiese encoleri- zada. Pero he aqui que por primera vez pudodecirle que no, que Il4 viniera unas horas si queria, pero no para quedarse. Es decir, aparecié la puerta, pero sélo después de presentarse en una manifestacion fisica concreta. El problema estructural es que cl sujeto incorpore agujeros que funcionen como zonas erd- genas y no como zonas de destruccién devastadas por el goce del Otro. Orificios cuya libidinizacién incluye puertas. Loca- racteristico del psicético, y en otra variante, del depresivo, es que fabrica sobre su cuerpo horadamientos a los que no consigue poner su nombre, por lo tanto, corre ¢l gran riesgo de entregarse en calidad de objeto parcial. Y nunca faltan dioses como el de Schreber, no sélo el delirio los procura. En todos los historiales de esta clase encontramos zonasde indiscriminacién a través de los indicios mas variados: el paciente no tiene cuarto propio o en él no tiene cajones propios; la falta de lugar se significa con abundancia de cursos. Propongo trazar la diferencia entre agujero produ- ‘ido y agujero devastado. Cuando Freud descubre Ja forma- ién de una zona erégena, por ejemplo, a través de la caricia materna, se tratad uPoprducde libidinalmente que dibuja un cea onde-wtontece una demasia de placer para el sujeto. Etfotro caso, el agujero se lo hacen en una especie de intrusi6n agresiva tanto literal cuanto metaférica- mente, Recordemos qué frecuente es escuchar en adolescen- tes 0 adultos jévenes con perturbaciones psic6ticas la queja por la cabeza lena de muchas cosas, entre ellas, zumbidos permanentes que no se confunden con clasicos equivalentes de ansiedad ya que, observando con atencién, constituyen ge- nuinas alucinaciones auditivas. Intrusion reificada de un en- jambre de cosas: mezcolanzas, revoltijos de ideas de la mds diversa procedencia y sobre cuya no pertenencia al sujeto han insistido Winnicott, Bion y Lacan. El punto es que el paciente, en tealidad, esta atiborrado de discursos que no son suyos y no han sido metabolizados por él, Respecto de ellos, su estatuto no es muy distinto del de un grabador, pero cuyas cassettes funcionan, sorda y anarquica- mente, en entremezclados pedazos de manera que el delirio representa como una especie de avance subjetivo por el hecho 15 de implicar una elaboraciGn personal del sujeto; no otro, sino él lo ha producido, lleva,'si no su firma, al menos su sello. En cambio, en el estado predelirante, topamos con masas discur- sivas que lo pedecenucnateae ~En una paciente, esta vivencia de una masa sin solucién de continuidad (no agujereada) se asociaba con los cajones de su placard, donde su ropa estaba confundida con la de otros: su hermano, su madre, Su cabeza estaba en igual condicién que esos cajones. Teéricamente, pienso que una situacién asi traduce un déficit en la produccidn de agujeros con puerta y tiene much‘simo que ver con la funcién paterna, Lo que desde Lacan Hamamos metaféricamente “puerta”, implica el cum- plimiento de operaciones fundamentales de esa funcién: en este sentido, el concepto de forclusién del apellido del padre® explica problemas concretos, como que en un psicético los ‘agujeros carezcan de puerta, sean vias de entrada por donde los demas gozan, o mis difusamente, algo gozade él, lo usa como cosa, lo que se repite en el plano ideico, Por eso, muchas veces el paciente prueba toda una serie de métodos fisicos para librarse-o curarse. En un caso, el sujeto ponia la cabeza debajo de la canilla y se daba alternativamente golpes de agua muy caliente y luego muy fria hasta donde podia soportar, con la fantasfa de cortar este revoltijo oprimente, Todos estos materiales y muchisimos mds nos llevan acon- cebir un cuerpo dafiado por una mala perforacién o por perforaciones fuera de tiempo que generan situaciones criti- cas. Mas comiin que las esquizofrenias 0 las psicosis tempra- nas es encontrar un nifio que debe hacerse cargo de graves trastornos en la pareja parental desde muy temprano (cuando no s¢ lo engendro con ese propdsito). Lo vemos transformado en sostén y confidente de una conflictiva que pertenece a los adultos, tarea que por supuesto es incompatible con la consti- tucién de puertas simbdlicas. Serd un nifio “mal castrado” (Dolto); es, pues, muy extensa la gama de fenémenos clinicos que iluminan la problematica del agujereamiento: cubre desde las neurosis a los extremos del autismo, lejos de cefiirse a una solaformacién clinica. Pero semantienen invariantes dos aser- 116 tos basicos: en los primeros tiempos de estructuracién del nar- cisismo y hasta tanto haya una integracién corporal satisfac- toria y cierto avance en el uso del lenguaje (es decir, hasta tanto no sélo se pueda comunicar, sino haya cierta apropia- cién del Lenguaje), el nifio no debe ser sometido a perforacio- nes ni literal ni metaféricamente. En cambio, es también fun- damental que el cuerpo del Oto sea agujereable, se deje extraer, Cuando una madre, como lade la pequefia paciente depre- siva, Cuenta que mientras le daba el pecho no aguantaba Ta situacién de tanta tension y malestar que le producia, y enton- ces, como modo de atravesarla, lo hacfa mirando television, nos esti ofreciendo la oportunidad de estudiar uno de los. sutiles, aparentemente triviales, comportamientos con que el Owo primordial se rehiisa al agujereamiento pareciendo que no. La experiencia que Freud localizara como matriz de todo goce posible ulterior, la experiencia de abrir orificios en la madre que lamamos amamantamiento, aqufla encontramos amputada, devastada en su intenSidad erdtica y en su riqueza polimérfica, empobrecida en su multiplicidad nutricia. Por ser una situacion de estas caracteristicas menos espec- tacular, pero harto més habitual que la de bebés sujetos a traumatismos ficilmente significables como graves, vale la pena examinarla minuciosamente para que la profundidad de sus implicaciones no pase inadvertida o se subestime. Por de pronto, observemos que hay una dimensién metaférica rela- tiva a la perforacién de su cuerpo, que la madre aqui niega a la nifia. Comparémosla a una madre que puede dar el pecho jugande esa situacién, libidinizindola, acompafiando a la beba afectivamente. Estos vividos modos de decir se profun- dizan desde el punto de vista teérico subrayando que alli el pequefio dispone de un Otro agujereable eréticamente al que una y otra vez se reencuentra. En cambio, dos de los sintomas mas importantes que la pacientita tenia eran anorexia y una acentuada retencion, tanto de pis como de caca, pensable como una defensa desesperada frente a su propio agujerea- miento, un intento de tapiar todo boquete por donde algo vital 117 se le eseapaba, Sefialaré otro caso muy distinto, salvo en lo comun. Hoy no es nada dificil que en las consultas aparezca un lipo de padre que rehiya el cuerpo al hijo adolescente, yeluda ser tomado como blanco de su rebelién. Es una forma de pa- ternidad evitativa que superficialmente se califica como ‘bue- na’; nada de autoritarismo, ante el hijo se cede en todo, se lo priva del padre antagonista que un adolescente endeterminado momento necesita mucho: un hombre que no se mueva de su lugar, que hable con él sin abdicar de su posicion, En verdad, tanta blandura (magistralmente captada por Winnicott como una manera astuta de supervivencia) cumple a misma funcién que en otros casos la crueldad: una gelatina puede ser tan im- probablemente agujereable como el granito, Al no plantar sus dichos, este padre deja de ofrecer la oportunidad de enfrentar- los, criticarlos hasta hacerlos pedazos, transgredirlos, en fin. Por supuesto, dada esta via, la posicidn de padre muerto no se. cumplimenta. Vemos que el registro del agujereamiento supone varios momentos criticos a lo largo del desarrollo subjetivo y que, ademis, el hecho de que se resuelva satisfactoriamente en un Punto no supone resolucién automiética en el otro; asi, se puede perfectamente fracasar como padre de un adolescente después de haber atravesado otras etapas del desarrollo filial sin mayo- res sobresaltos, Una novela de Kundera relata con mucha agudeza lo no agujereable en la iadre del protagonista, un adolescente™, Digamos que, a diferencia de las que son tachadas de ‘anti- guas’ por la nueva generacién, ésta se va aggiornando al compas de los esperables virajes y mutaciones que el hijo experimenta en lo cultural, adaptindose rdpidamente a las modificaciones en el gusto de él, y compartiendo sus effmeras adhesiones a tal punto que jamas él esta solo, ni mucho menos enfrentado a ella, No hay modo de agujerear el manto de esta compaiiia agobiante y salir al mundo, Una escena particular- Mente angustiosa lomuestra en una situacion de impotenciaen la que sonrfe tontamente hasta que de pronto se da cuenta que esa sonrisa que tiene pegadaa la caraes la sonrisa de su madre. Lo angustiante es su stibita percepcién de que no puede 118 atravesar esa piel que se le adhiere para colocarse como hombre en otra posicién. Fragmento muy util por su conteni- do elasicamente edipico y claramente alejado de la psicosis, pero donde la produccion de un determinado agujereamiento del cuerpo del Otro deviene imposible. 119 7.LAS TESIS SOBRE EL JUGAR (1): MAS ACA DEL JUEGO DEL CARRETEL En principio, tendremos que renunciar a la idea de encon- trarlo adscripto a una sola funcién, En los distintos momentos de la estructuracion subjetiva observaremos variantes, trans- formaciones, en la funcién del jugar. Insistoen la importancia de decirjugary no juego, siguiendo la propuesta de Winnicott, para acentuarleardcter de prdcieasignicante que ortooes Nosotros esta funcidn; en tanto el juego remite al producto de Cierta actividad, a un producto con determinados contenidos, la seen si debe ser more por verbo en infinitive, q ica su caricter de produccién, * /Para nosotros el concepto de jugar es el hilo conductor del cual podemos tomarnos para no perdernos en la compleja problematica de la constitucién subjetiva. Partimos de un descubrimiento: no hay ninguna actividad significativa en el desarrollo de la simbolizacién del nifio que no pase vertebral- mente por aquél. No es una catarsis entre otras, no es una actividad mds, no es un divertimento, ni se limita a una descarga fantasmatica compensatoria o a una actividad regu- lada por las defensas, asf como tampoco se lo puede reducir a una formacién del inconsciente: mas alld de estas parcialida- des, no hay nada significativo en la estructuracién de un nifio que no pase por alli, de modo que es el mejor hilo para no ‘derse. Los conceptos mds abstractos 0 genéricos (como el de deseo y tantos.otros) que podamos invocar, bienvenidos sean, pero, jdénde voy a verlos funcionar si es que funcionan, dénde comprobaré su pertinencia si no en esta prictica por excelencia? EB Paniculif, cada vez abe quiero eval s) estado de desarrollo simbélico de un chico, no hay ningin indice que lo-brince-mas claramente que el es estado de sus posibilidades en cuanto al jugar. No hay ninguna perturba- cién severa o de cuidado o significativa en la infancia que no se espeje de alguna manera en el jugar. Los primeros textos psicoanaliticos sobre esta actividad concernian a materiales de corte edfpico; un clasicoal respec- toes el caso de Juanito, en donde por vez primera se aplicael método a la observacién de distintas actividades ltidicas (di- bujos, fantasias), que en ese historial estan enfocadas predo- minantemente a la luz del Complejo de Edipo y de todo lo concerniente a la fase falica y al complejo de castracién. Posteriormente, Freud mismo hizounaaprehensién mis inci- Siva, cuyas consecuencias no parece haber entrevisto. No ocurrié lo mismo con sus continuadores; en general, no hubo quien no se ocupara en psicoandlisis de la observacién del fort/da, practicamente no hay analista importante que no haya vuelto sobre é] a fin de retrabajarlo. Y no ha sido por cierto un ceremonial escolastico, Durante mucho tiempo este juego de aparicién y desapari- cién quedé consagrado como siendo también la manifesta- cién de la actividad lidica en su originariedad, al tiempo que funcién primera asignable al juego, nada menos que poder simbolizar una desaparicién, una pérdida, dar representa- cién a la ausencia. En 1985 publiqué un articulo tomando como base ciertas ideas desarrolladas por los Lefort en El nacimiento del Otro e impresiones extraidas de mi propia experiencia, y llegué alaconclusién de queexisten funciones del jugar mds arcaicas, mas decisivas, mas primordiales que las del fort/da. Enmi opinion, lapricticaclinicaimponelaevidencia de funciones del jugar anteriores aaquél, funciones que pueden verse desplegaren suestado mis fresco alo largo del primer afio de vida, relativas a la constitucién libidinal del cuerpo. En rigor, no de otra cosa hemos estado hablando, desde la perspectiva del significante del suwjeto, al referirnos ala nece- sidad de extraer materiales para fabricar el cuerpo, materiales que deben ser arrancados al cuerpo del Otro. Las prime- 121 ras funciones del jugar, tan fundamentales, son ese proceso mismo, Puede decirse que, a partir del jugar, el chico se obsequia un cuerpo a si mismo, apuntalado en el medio. Todo lo que hace el entorno posibilita u obstruye, acelerao bloquea, ayuda a la construcci6n o ayuda a la destruccién de ciertos procesos del sujeto, pero éste no es un eco o un reflejo pasivo de ese medio, como creen las teorias ambientalistas mas (0 menos) ingenuas, sino que, apoyado en las modalidades de aquél (fundamentalmente el mito familiar, laestructuracién de la pareja paterna, la circulacién del desco), el nifio va produ- ciendo sus diferencias. Si hay una idea o un prejuicio del cual el psicoandlisis se ha ido separando muy enérgicamente, ha sido la concepcidn del nifio como pasivo en los primeros tiempos de su vida, el célebre “oral pasivo” (Abraham), una especulacién no justifi- cada por los hechos, ideada poranalistas que no atendian nifios y cuando atin no se los atendfa. Pero los datos bioldégicos lo desmienten, y tanto mds los psicoanaliticos, En efecto, la idea de que el nifio es pasivo al mamar es de por sf absurda en aquel primer nivel, porque sabemos que al mamar trabaja para fabricar la leche que toma, mediante la estimulacién de las glandulas mamarias (aunque ¢s curioso que Ja misma ciencia que lo descubrié suela contribuir a desalentarlo), En cierta forma el pequefio se da de comer a sf mismo a través de la madre, Por otra parte, nada de lo que se ve en psicoanilisis avala la concepcién del infans como ente pasivo, La pereencia de que el nifio serfa mds activo en la etapa félica y més pasivo _en laetapa oral, es fallsa. Mas aun, si hay una etapa en que no corresponde en absoluto el término pasividad es en los prime- Tos afios de la vida e incluso durante la vida prenatal. En todo caso, el término “pasivo” nos conviene a veces mds a los adultos, pero nunca antes, Cuando detectamos en un infans algo que realmente pueda pensarse como pasividad, es que estamos frente a una pertur- bacién seria, como puede serlo una depresién grave o un incipiente proceso autista, a menos que —lo mds comiin— se trate de una enfermedad orgénica que lo aquieta, En cambio, si todo estd en orden, el nifio, a través del jugar, durante el 122 primer afio de vida y apoyado en las funciones, hace lo que hemos ya sefialado. Y nada ni nadie puede reemplazarlo en esa labor. De la misma manera que uno camina con sus propias piernas, apoyado en algo (si, no podria hacerlo en el aire), necesita un lugar, pero eso no quiere decir que el suelo camine 0 done a los miembros Ia fuerza para realizarlo. Eso es precisamente lo que Winnicott aisla como el factor de la espontaneidad, algo que nila madre niel padre le dan al bebé. Si no se lo tiene en cuenta, sucede lo que con muchas inflexiones actuales basadas en la ‘eoria del significante, que reducen el sujeto a una marioneta de la estructura concebida como destinacién a priori. En ocasiones, laclinica nos pone en contacto con versiones miticas donde al nifio se le ha dado todo lo que es, pero claro que se trata de un fantasma patogeno que circula en esa familia, merced al cual se desconoce la actividad inherente a la posicién hijo. En idéntica direccién es lo mas correcto decir, ajustindose mejor a los hechos, que el analista no analiza al paciente, y si es usual escuchar esa f6rmula convie- ne recordar que su cémoda simplicidad involucra un error: uno no analiza a ningtin paciente, es el paciente quien se analiza a si mismo a través del analista, usando de éste. circuito de la transferencia mediante. La primera y mas comiin formulacién corresponde a una fantasia omnipotente proyectada o asumida por el terapeuta que remite al analizan- do a la pasividad receptiva. Tal creencia no es demasiado peligrosa (si bien a veces plantea resistencias insuperables) cuando pertenece al paciente, pero si muy peligrosa en quien conduce un psicoanilisis. Existe ademas otra raz6n fundamental para nunca en lo sucesivo confundir la dependencia del infans respecto de los materiales con que se estructura, con pasividad, Es que los materiales en sf no son nunca univocos. El mito familiar es una cosa extremadamente heterdclita, jamais un sistema armonioso y homogéneo, obediente a la légicaaristotélica. Su organizacin es la del collage, donde los elementos estin bastante mal pegados, y as{ permiten la subsistencia de muchas contradicciones. De modo que en realidad el mito 123 familiar no tendrfacémo imponeral nifio una direccién univo- cade la que él mismo-carece. En conjuncién conla espontanei- dad, esto promueve lo imprevisible. Creo que es tarea urgente rescatar esta imprevisibilidad, reprimida por cierto estructura- lismo. En efecto, es una apuesta facil de ganar predecir que el nifio extraerd materiales del mito familiar, dado que no tiene — al menos hasta su adolescencia— alternativa. Pero es una apuesta segura de perder pretender un conocimiento a priori sobre cudles aspectos tomard y cudles rechazard el pequefio sujeto de ese gran archivo. ;Como acertar, por ejemplo, en las identificaciones dominantes? Es por esto que la causalidad en psicoandlisis nunca es simple. Las funciones no son causa; plantean, lo que no es poca cosa, condiciones. No es nada raro en nuestra prictica reconstruir (en el caso de pacientes adultos), o pricticamente asistir al hecho, como un sujeto inconscientemente-es llevadoa aferrarse a una figura © a un personaje colateral en la trama mitica y con el que, a veces, apenas estuvo en contacto (fisica o discursivamente). Esteaferramiento, esta investidura espontanea se produce a fin de obteneralgiin material con el cual tramitarciertos procesos. Esto no implica ideales del yo constituidos; aparece muy temprano. En psicoanilisis, hay que acostumbrarse a conside- rarel material del mito preexistente como un potencial del cual desconocemos lo que sera actualizado; sino ocurriera asi (sila espontaneidad no existiese), la fabricacién del sujeto se ase- mejaria.a lade un robot, lo cual es el suefio de algunas familias con elevado potencial psicético, Tal suefo en particular in- mortalizé al padre de Schreber, pero hasta en un caso limite la dimensién de lo imprevisible retorna obligadamente. Los perfectos robots salieron mal: suicida uno, demenciadoel otro, Las derivaciones patolégicas, por cierto, tampoco escapana la espontaneidad del inconsciente. Y vale lo mismo para la salud, para las tentativas de autocuracién, que impulsan a buscar fuera del mito familiar materiales para construir categorias simbdlicas ausentes en él. Es un episodio comin —que a veces se comenta en el consultorio— que los padres invistan algo-y se lo regalen para que el hijo juegue, y he aqui que el deseo de éste produce un 124 desplazamiento a otra cosa de escaso valor para ellos, desen- cuentro que genera decepcién. Los padres hardin hincapié en “lo que gastaron’ para nada, queja que se refiere a un aspecto econdmico—en términos del psicoandlisis— mis fundamen- tal, Episodio banal, aunque por su misma pequefiez pone de relieve hasta qué extremos la dimension de lo imprevisible implicada en la espontaneidad esti infiltrada en el corazén de los lazos intersubjetivos, y sirve de modelo para pensar la relacién del nifio con el mito familiar. Si quisiéramos compa- rar a éste con un rompecabezas, intraduciriamos dos modifi- caciones: 1) no existe “la” solucién final; cada cual hace su itinerario y su composicion de armado de las piezas; 2) no se lo podria imaginaren forma adecuada como un dispositivode figuras fijas que permite yuxtaponer ésas y slo ésas; mejores concebirlo cin¢matograficamente, hecho de piezas con movi- lidad interna, éxtensibles y mudables. Y sialgo en las condi- ciones previas del juego estorba seriamente, hay que esperar que el rompecabezas se comporte literalmente como tal. Y aun debemos aiiadir que este proceso inconsciente se vuelve mas complejo, teniendo en cuenta que los padres no saben lo que ponen, de hecho ponen mas o menos de lo que creen poner, entre otros motivos acausa de su propia sujecion a la prehistoria, que cuestiona los limites imaginarios del ‘triingulo’ edipico. Todas estas consideraciones inducen a matizaral miximo la problematica de la edificacién del cuerpo durante el primer afio de vida. No hay que olvidar que el nifio, antes de disponer de manos ya cuenta con ojos y con boca, que son tambien y en grado extremo organos de incorporacion; con ellos empieza la tarea de arrancar a lo que, para no simplificar, corresponde agregar la piel’*. Hay entonces una actividad miltiplemente extractiva que empieza mucho antes que las manos —pero es cierto que se vuelve mds notoria una vez que las manos quedan liberadas por la maduracién neurolégica—, actividad que dijimos horadante; “el perverso polimorfo" empieza por ser un arrancador, un agujereador nato, prictica con la que produce cosillas, desechos (en apariencia), pequefios objetos. Cuando atin vacilamos en otorgarle el nombre de sujeto y 125 cuando seria impropio referirse a un ego, ya el de agujereador le cabe con toda justeza, Pero hay més: ;Qué es lo que va haciendo con esos materiales extraidos? Una observacién de alcance universal constata la regularidad de una secuencia: extraer-fabricar superficies continuas, extensiones, trazados sin solucién de continuidad. La activi como jugar primero es una combinacién de dos momentos: agujcrear-hacer supefficie, agujei acer sup ic, En La aleza vacia, de Bettelheim, el primer historia! clinico (Laurie) destaca un momento absolutamente fundamental en cuanto a la posibilidad de cura, momento en que la pequefia autista, en un paso para dejar de serlo, gqué-se pone a hacer? Munidade papel (Gimposibleno recordar la banda de Moebius) recorta larguisimas tiras delimitando territorios que constitu- yen ante todo superficies ininterrumpidas, acabando ulterior- mente por quedarse dentro. La escala de estas extensiones va en aumento. Y claro que transferencias escalonadas (alainsti- tuci6n, a ciertas figuras del equipo terapéutico) sostienen el Proceso en su conjunto. Pero si uno lo quiere ver en situaciones menos dramiticas queen ladeun nifioautista, puede verificarloen cualquier bebé de cierta edad que se embadurna con todo entusiasmo y unta luego cuanto estd a su alrededor: toma la papilla, la extiende formando una pelicula homogénea, momento en que si unova # tocar a ese-nifio que esté comiendo lo nota pringoso, época del nifio siempre pegoteado con alguna imprecisa sustancia mezela de caramelo, moco, baba, sopa, todo lo que sirva como materia prima. Ese pegote toma sentido para nosotros, como no podria tenerlonunca para la psicologia de cufio conductista 9 comunicacional, porque sdlo el psicoanalista esta en condi- ciones de reconocer lo estructurante de una practica como la descripta (justamente por no ser verdaderamente una psicolo- gfa)*, al descubrir en su clinica que en realidad ef cuerpo mismo no es mds que un &ran pegado, y nada mas engaiioso que fascinarnos con su unidad anatémica. La pintura contem- Poriinea, desde Picasso hasta los procedimientos de collage, Nos proporciona un modelo mucho mas compatible con nues- tra experiencia, que no nos pone en contacto con ditomos bien 126. cerrados, sino que por todas partes habla del cuerpo como un rejunte, con partes no humanas en él metidas, a veces con elementos de mds, otras con piezas de menos, ete. En ocasio- hes puede rastrearse en el interés que muchos chicos psicsti- cos 0 autistas tienen por las maquinas, por adosarse a una de- terminada maquina inclusive, y formarconella una sola agre- gacién. Ocurre que la maquina aparece como ente que ha logrado resolver el problema de un minimo de funcionamien- to unificado para ese nifio quien, por su lado, no consiguid hacer lo mismo via identificacién; de allf que establezea un circuito identificatorio, restituyendo lo que no logré con seres humanos. Muchos historiales de autismo ode psicosis han re- gistrado muy bien esta peculiar forma de hacer superficie y que nos impone de su extraordinaria importancia. Lacan insta ano desperdiciarla, en su momento, enigmitica observacién de Freud sobre el yo en relacién con ella, Ya podemos Justificar mejor esa sentencia después de trabajos como los de Bettelheim, Lefort y el mismo Lacan, porque desde la estruc- turacién primordial del cuerpo a través del jugar, lo primero que se construye no es para nada un interior, es decir, un volumen, sino una pelicula en-banda continua. La problemitica de lo nes en psicoandlisis fue tratada intensivamente po ien siempre esta intere- sada en una dialéctica entrée pt del cuerpo y lo exterior a él, asi como en relaciones Faneesmiticas continenterconte- Cp nido. Por cierto que todo esto tiene firmes soportes clinicos en la teorfa de Klein, pero se diria que equivoca los tiempos: lo que ella da como primario no loes. Mucho antes de poder fun- cionar en ese nivel de voliimenes que su conceptualizacién requiere, un nifio tiene que autoinseribirse bajo la forma de © una superficie, requisite sine qua non para que sea valido.” “, suponer operaciones del tipo de las de dentro/fuera, Estos ~/ términos son inaplicables si no se apuntalan en la-anterior continuidad. Lo esencial de ésta es su ajenidad de fondo (y no sélo episédica, fondo pues que permanece) respecto a ese més conocido par opositivo. La célebre cinta de Moebius es su referencia exacta. Lo esencial es s6lo una cosa: su no solucién 127 a ap “py bajo loli, de continuidad, Por eso mismo no nos sorprenderd que no se limite sdlo al cuerpo del infans. La banda incluye ala madre y a otros elementos. Si esto es asi, obliga a reformular muy a fondo el estadio del 2: ©Spejo_en su conceptualizacién-ya.clasica (Lacan), a fin de obtener un acuerdo mas profundo con la experiencia clinica mas reciente y de avanzada del psicoandlisis, La fecha relati- eee 0 fase, entre los seis y¥ Tos jdieciocho meses, nos Io indica, A Tos seis meses, un bebé ya dispone de un montaje de superficies hechas por una diversi- dad de zonas que, junto a lo visceral, hace figurar algo tan diferente como el oido, porejemplo. Converjo y concuerdo asi ‘on diversos autores (Aulagnier, Sami-Ali, Winnicott) en que el estadio del espejono es una formacién originaria (y no ven- dria tan mal, parece, recordar que esa hiptesis anda por el medio siglode edad). El mismo Lacan, mis adelante, le afiadié observaciones que suponen anterioridades ldgicas. Digamos qué lienen que pasar una importante serie de cosas para que el nino Tegue a ese encuentro con el espejo en condiciones de tal indole como para que ésteexista para él, De fase inaugural pasa asi—con todos los honores—al coronamientodeun complejo \ itinerario. : baa ' Ya unos afios mis tarde se introdujo una modificacién al Teferirse Lacana un tiempoen que el bebé accede al espejo (sin Teconocerse todavia, por lo demas) en brazos del Otro primor- dial. En esta situacién se revela decisivoque lamirada de aquél (que siesreconocido) confirme, y asise apuntale en ella, loque el pequefio logra poco a-poco: a hubo que esperar a 1971 pa texplicitacién de Winni bre un tiempo previo alosanteriores, cuando direciamenté esl Otro—osurostro— el espejo y la condicidn del efectivamente lamadoasi, primer Pasosin el que la llegada a ése y de éste no se produce. En gran medida, la escansidn e1 estas puntuaciones tedricas tuvo que ver con la represion que por muchos aiios recayé sobre la teorfa especular de Dolto, de hecho bastante mds rica y multidimen, sional. ¥ en otra gran medida por otra represién — la originaria— que convierte en perdidos para siempre los pri- meros acontecimientos de la existencia y ayuda a ‘naturalizar’ 128 lanocién de varios meses de vida, y tan luego los iniciales, sin que acaeciese ninguna operaci6n estructurante de importan- cia. La clinica desconfirma este adultocentrismo, marcando ademas cémo la no constituciGn de las categorfas simbélicas antes/después da un peso enorme a factores que en otro mo- mentode la existencia serian de poca monta, pero que en aquel perfodo pueden provocar dafios muy severos, Quienes han\, pasado por formas de detencién ilegal y concentracionaria destacan siempre de sus condiciones inaugurales, el haber sido introducidos compulsivamente en otra dimension rg miniscencia) del funcionamiento de la temporalidad primor- “Bn, dial. Por supuesto que la clinica con afecciones narcisistas ae ~cuidado (aun las no psicéticas ni autfsticas) nos brinda otro acceso, cuando un relkimpago transferencial permite echar ‘una ojeada en la extensi6n abismal que un par de minutos de mora en atenderlo toma para un paciente. ~ Otro dngulo para abordar la compleja constitucion y fun- € on_temprana.de_superficies es una Observacisn bastante Ht fi ntorno, comfinen el dibujo de nities psicéticos: merefiero al contorno, <- “en flecos”, En lugar de hacer un borde firme, ininterrumpido eels ésta parece deshilacharse, Con temblorosa con- ~/ - sistencia. Indice de gran significacién al traer a colacién la * destruccién de enwsuperficie corporal. Un fragmento célebre ~ de un casode Victor Tausk, al que Freud dio vueltas sin terminar de entenderlo en un pasaje de la Merapsicologia (“Lo inconsciente”): el paciente, un esquizofrénico, estiraba - los calcetines haciendo notar en primer plano una miriada de porosidades en su trama, que Freud a su turno pens6 corres- pondian al complejo de castracién, sin escaparsele —y es lo esencial y mis vivo de su comentario— que un histérico, por ejemplo, jamas utilizarfa una simbolizacién asi para represen- cuo. Es por esta problematica de la superficie arcaica que, in- variablemente, cualquier historial de psicosis, infantil ono, de 129 n, temporal, donde no cuenta mids el maiiana: abolicién de las, SB fechas. Ahf se puede volver a tener una reviviscencia (no te- > ~ 4 [mvenden 28 cere parlog dandy ) mvemediabter cand To a-esperar. Es irreni = cuando no dispone aun de este recurso, la ausencia del Otroequivale asu destruccién, sobre todo en los primerisimos tiempos de su _ligado al espacio de inclusiones reciprocas, que no reconoce fuera de él, cuya representaciOn acorde es la que ¢ Alani conceptualiza comapictogrifica, subrayando ella sibilidad de principio de esta Tepresentacién para inscribir algo en términos que no sean los de una fusion sin distancia entre sus componentes*. El marasmo del infans desprovisto de funcién materna y otros deterioros tempranos constituyen casos limites pero de existencia empirica no tan rara, que nos advierte a qué se ex- pone un infans cuando se dan fallas de grueso relieve en la fancién; también la muerte misma nos impone de cusinto esta imago: igre deci elOtrose v: poesia De vida posnatal, porque no cuenta con los tipos de defensa ha en juego, algunas veces. Asi sea por un lapso muy reducido, en es] nosele va su cu Tal on especial Noa aa ee a Tie mids tarde se instrumentan, Ilimense meee n, identifica epee ectiva, i, repudio, ¢ etc. Esti expr oa ue innicott conocemoscom ea amigicten eer la pérdida no acotada al objeto, sino sino puro agujero-en lo agujero en lo a anifestacin elinica embrionaria mis facil de obser- var de lo que, de no discontinuarse, constituye e] punto de arranque de la depresién psicética o agujereamiento, la en- contramos en cualquier bebé presa de un Hanto angustioso. Huelga recordar el cardicter masivo de esta respuesta primor- dial: el bebé se hace a ello; cuando no se acude a tiempo, lo regular son enfermedades muy gzaves de los primeros meses: 50 ¢l psicoandlisis enfatiza la gran importancia i toda fabri- | cacion de intermediarios, llamémoslos objetos transicionales opequetios a, . Una vez que empieza a disponer Maslow, eek 1733 diarreas crénicas y pertinaces, meningitis, o bien, incluso, arent cceean isinfeccisn El uefio res| ne, de con el cuerpo, no ti ento a su alcance. Por \y Ss Se A liberado de recurrira lo somatico en sus modalidades mds con- cretas o mds reificables. Este accionar del agujereamiento mas precoz y mas patége- no es el que encontramos en algunos historiales en dondé en el Primer afio de vida tiene lugar una Iamativa seguidilla de enfermedades; por ejemplo, nos enteramos que dos o tres veces el sujeto estuvo al borde de la muerte. Este material nos indica (unido a testimonios en la patologia presente o vigente) que el nifio en cuestidn fue atacado muy tempranamente en sus procesos mismos de constitucién del aparato psiquico, y se vio compelido a improvisar una en el tinico nivel posible que ya hemos expuesto. El una respuesta asaz extrema en esta direccién, pero tambien las depresiones ana- cliticas (y su continuacién) para no hablar de lo obvio: Ia espuesia autista®’, ai omparemos, en cambio, el caso de un pequeiio que tiene con qué revertir una situacién displaciente o aun potencial- mente destructiva para él, por ejemplo, invirtiéndola e infli- giéndosela imaginariamente a alguien, asf sea uno de sus mufiecos. Esto ha sido primeramente conceptualizado como identificacién con el agresor, de la cual lo mas trascendental es esedar vuelta un acontecimiento y viraral hacer activo el sufrir pasivo original, La distancia al bebé ya es inconmensurable, Por muy “primitivos’ que parezcan los mecanismos que se ponen en juego, y el término “desamparo” de tan antiguo cuiio en psicoandli sis, debiéramos conectarlo a este estado de cosas més a menudo: ser carente*de imagos, que comienza a desprender pequeiios objetos del cuerpo materno. Mas alld de lo transitorio de una afeccién como las descritas, el peligro de repeticién. Porejemplo, en laconsulta nosenteramos de una ORL Ere del agujereamiento corporal es dejar fijada una matriz ga lista de enfermedades padecidas por el nifio durante sus \pPmre afios, distinta, en su composicién, de las tipicas infantiles; afecciones realmente serias, bronquitisde magnitud © cuadros de infecciones virdsicas, entre las que no son tan habituales dafios tales como tilcera, diversos procesos reu- miiticos, en sintesis, toda una direccién y una propensién psicosomatica generan un patron sumamente negativo para el 174 bebé, puesto que no puede responder al conflicto sino vol- viendo su cuerpo enfermo, mientras la vida 0 el psicoandlisis no le ayuden a fabricar otros medios y, sobre todo, otro territorio para ventilar sus trastornas y sus crisis. ALreconsiderar globalmente Ia situacién, podemos decir que la operacién de denegacién originaria capitaliza a su favor (es decir, a favor del sujeto en desarrollo) toda esa asombrosa extensidn, diseminada en un delta de innimeros brazos, de actividad extractiva a la que se entrega el lactante apenas tiene manos; pellizca, tironea, pretende meterlas en los orificios nasales, en la boca, en los ojos, arranca cuanto puede, se ensaiia con el pelo, manotea antegjos, araiia, frota, sin olvidar que hay otra actividad extraefiva mis temprana y aun menos visible, que es paradGjicamekte la mirada; también ésta arranea, incorpora incesantemente (yde Tosoitios vale bela el lo que en To sustancial descubrie muy biet, Melanie el chico horada, perfora el cuerpo mater- no, se mete enel para extraer. Toda esa actividad aparece muy bien en los historiales kleinianos, la fascinacién por el conti- ‘ |e materno del cual no cesa de arrancar particulas... Pues bien, a la larga, con este material s¢ cuenta y a €l se recurre para fabricar sus propias imagos, operacién en la que el fort/ da es instancia de viraje decisiva. A partir de su desarrollo, medianamente el nifio puede ir disponiendo poco a poco de la capacidad simbdlica de autosustentarse; asi es cuando lo sorprendemos en fendmenos espontdneos observables alre- dedor de los dos aiios: de pronto, inopinadamente, separarse unos momentos del adulto o ir a jugar solo un ratito, o estar con alguien por ahi, alguien que esti apoyando la situacién pero sin conexidn dire; é|. Poresto mismo, la patologia a ortidaes td pegnten 1 Chic, ok Topas de abies oe eae sae Sus propias imagos y Col $ esa nueva espacialidad fuera del cuerpo materno, solo atina a existirintentando refi se_continuamente al Otro, anexarse_a €Asi, 110 sucee tinicamente que permanezca adherido, sino que todas | derivaciones patolégicas posibles permanecen adheridas a | corporal en un estatuto de reificacion de su concretud. Ctl Es también un hecho clinicamente frecuente e interesante 175 a.) x GL el planteado por situaciones manifiestamente inversas, en las cuales el nifio se vincula facilmente a cualquiera, y se muestra centrifugo en exceso y desapegado desde bastante pequefio. Como aquella inversién podria denunciarlo o hacerlo sospe- char, el punto de estructura es exactamente el mismg; no se ha construido verdaderamente el fort/da, ni siquiera se ha simbo- lizado el extrafio en tanto tal, simplemente la situacién de adherencia, de anexién al cuerpo del Otro estd disimulada en lo fenoménico porque se reparte entre muchos. Multiplicidad engafiosa: todos son madre, lo familiar campea por doquier. La complicacién en este caso deriva de los beneficios secundarios que acarrea: el nifio, por lo general, es muy querido socialmente, establece relaciones con rapidez y faci- lidad. Esta adaptacién tan aceitada, tan aconflictiva, tan despo- + jadade ambivalencia y angustia, enmascara fundamentalmen- ie la absoluta i tar solo, Es el tipico nifio o a lescente que hard crisis el dia que le fallen todos los amigos. Ii Copecs Hitonces lo veremos ansioso (y por dems) o sumergido en el aburrimiento, cuando no en Ja franca depresién. La temitica que se despliega es la de ‘no saber qué hacer’, reveladora de la compulsividad que escondia esa “buena’ socializacién, no orientada genuinamente por la espontaneidad deseante, sino paraeludirel vacfo del déficit en la produccidn deimagos, olescente vind a msl tenminar el Ultimo afio de su secundario, resultdndole mas que problema- tico el estudiar sola, siempre debia hacerlo acompaiiada. En su casoera notorio lo indiscriminado deestacondicién: con tal de no estar sin nadie, podia llegar a reunirse con cualquiera. Digamos que sus pretensiones se reducian al maximo: empe- zaba buscando amigas o amigos, pero si nada lograba, el tinico requisito que quedaba en pie era el de que fuese un semejante. En mi opini6n, he aqui un montaje caracteristico que en ciertas ocasiones, en particulares condiciones y contingencias (en este punto, la dimensi6n econémica es fundamental, por ejemplo, en lo que concierne a Ja intensidad de la angustia) puede muy bien dar lugar al desarrollo de una adiccién. Pienso que ésta necesita ser replanteada sobre una base mds amplia y tedricamente mas prédiga que la que ofrece una apelacién 176 | superficial a lo ‘socioeconémico’, A fuer de indicacién, abre un camino valorarla como una de las formas posibles de intento elaborativo o restitutivo de tempranos agujereamien- tos que tornan inalcanzable el forilda, Por sje eicoenEain regular deseubrir en la base de las Tormaciones de un adicto, un potencial depresivo de magnitud estrepitosa, Por eso mis- mo creo que debemos referimos a la adiccién no sélo en el sentido toxicolégico, porque hay adicciones que no son nom- bradas o catalogadas como tales tan solo porque no tienen esa complicacién secundaria ¢ intensificadora de la droga. Para dar un ejemplocomin, la adiccion ala televisidn, que se nog en. muchos sujetos ya desde ninos. Tuve la suerte de analizar a fondo una situacién asf, lo que me permitié investigar el “ oO, punto, Justamente la_carencia radical de imagos propias Aart parece estar en la rafz de lo atrapante que el mirar television ~e a se vuelve no tan pocas veces. A falta del recurso generativode sus propias imagos —ese recurso del que tanto abusa un neurético cuando vive sumido en sus suefios diurnos, pero que también inaugura sublimaciones como escribir algo-en la ciao enel nifioal hacerun dibujo ojugar—el sujeto lesesperadamente de esas imagenes restitutivas, ‘cuestiGn se agrava ose complica al generarse un circulo. vicioso, porque la televisidn. no ofrece genuino apoyo a una mejor estructuracion simbdlica. A diferencia del jugar, m dna abi spss ines ar 0 ores pr razones mis clinicas que ideolégicas), Ia €xposicién tempra- nade un nifio pista. alla es negativa y debe evitarse. Un ninodedos o tres afios esta desprendiendo un espacio dejuego para él, esti descubriendo la imaginarizacién de algo de él como dimensién de intimidad; poco a poco descubre que nadie puede ver sus pensamientos, que él no es transparente™. En el espacio de inclusiones reciprocas, el chico supone que lo que él piensa lo saben inmediatamente sus padres y no. .sdlo lo saben sino que lo ven, Elesy existe en una transparen- 4 és cia ‘A pauticde los dos nfs, va descubriendo quenoes.asi,La e aparicién de la mentiraes por ello una conquista simbdlica, ya he da que puede mentir porque no es transparente. Algunas perso- a nas nos dicen que ellas no pueden mentir, pero no se trata de m Sh nN “s ape una €ética que las Ileve a determinados pactos, fundados en ciertas relaciones de alianza, sino porque no conciben no ser transparentes, es una seudovirtud sin mérito alguno. Debemos ademis tener en cuenta que en todo Ig que estoy considerando adacione ices significativos, desde unt fortida constituido pero tambaleante, que Taciimente un aly conflicto hace renguear, hasta la ausencia radical de toda forma de negacidn. Para hacer justicia a las variaciones de esta gama es necesario manejarse con mas cuidadorespectodel uso desaprensivo y esquematico de la oposicién binaria neurosis/ psicosis. En la clinica psicoanalitica, las oposiciones binarias suelen ser también oposiciones sumarias. Entonces, si en principio parece cierto que las neurosis disponen de formacio- nes como suefios, fantasias, o sea formaciones que implican juna cierta separacién del sujeto, no hay que olvidar que, por jemplo, una operaciGn queda comprometida retroactivamen- fe, y entonces un fracaso rotundoen sobrepasar el complejo de Edipo afecta, por regresi6n y resignificacién, a adquisiciones simbdlicas anteriores. Por ese camino, un fortidaque ya estaba) establecido puede volver a ser puesto en discusién. En el analisis de muchas mujeres adultas, como también de adolescentes (y alguna que otra vez, mds en status nascendi, trabajando con nifias), llegamos a la conclusién de que, si en el momento de producirse en la paciente el viraje al padre —esa apelacién, ese Hamado a su presencia que esti en la médula del Edipo— éste no concurre, faltaalacita bloqueando la salida, a menos que encuentre alguna sustitucién répida, el abuelo, el tio o algun otro personaje, la nifia queda en el aire, con la libido desencadenada en vano. Puede suceder, valga el caso, que se trate de un padre fébico que quiere a su hija pero a la distancia, que es muy evasivo y que, ademas, sufre particulares interdicciones incestuosas con respecto a la niiia. El resultado es un profundo y eventualmente traumatico des- encuentro que hace retroceder a la pequefia nuevamente hacia su madre, porque lo que no puede hacer es quedarse sin dirigir su amor hacia algtin lugar; retornard entonces a aquélla, car- gada de decepcidn. Para ocultarla, debe hacer una transforma- cién en lo contrario, demostrandole entonces un apego sobre- 178 Xo y dimensionado, base de toda una proliferacion de fendmenos en el campo dual (o mejor dicho, dualizado) que recuerdan y retrotraen a la situacién pre-fort/da, cuando primaba la adhe- rencia corporal, acrecentada y enrarecida por la dependencia del deseo materno, de la palabra materna, etc. A esto se llega regresivamente por un cierto fracaso de la situacién edipica, noes una verdadera falla del fori/da, es un fortida tastornado por regresién, pero el punto de crisis no es el fortida, es el ey Edipo que lo resignifica, Con tiempo de anilisis, y un pocode buena suerte (esto es, de transferencia positiva), la pacientes, olvidado perfodo de intensa bisqueda del padre, cuando todo lo que nos contaba al principio hablaba de una larga y uniforme vinculacién a la madre; el andlisis consiguid recu- perar un periodo oculto tras una dolorosa y mortificante decepcién, lugar de lo que pio parecia limitarse a una peripecia en la den; ja nunea atravesada. En cl caso dea adolescente, duya fobia a la soledad analizdbamos, en cal de la situacién edipica heterosexual subsistian débiles mufiones, las condiciones de su conformacién narcisista eran mas complicadas. Se trataba de una melliza ademas, lo que el tratamiento a la larga descubrié como un factor muy importante en su demanda compulsiva de presencia. Sustitutos permanentes durante su adolescencia de una hermana melliza a la cual se igualaba, pasaban més o menos desapercibidos bajo los modos corrien- tes de la amistad intima ¢ inseparable. Estos indicios son los de una complicacién mayor, no la \inica pero tampoco nada raro de encontrar, Consiste en que aparentemente se ha podido efectuar la operacin del fori/da, pero un analisis mas detenido localiza en él una infraestruc- tura débil, del orden de una condicién precaria. Entonces, cuando el viraje edipico hacia el padre se consuma y se consume en noencontrarlo disponible, laregresion inevitable hacia Jo primordial materno aprovecha ademis la falla que ya habia en el fort/day resulta una formacién mixta, en'donde lo propiamente neurético se sinergiza con un punto frigil de claudicacién narcisista que oblige al analista a abrirun segun- llega a recordar, a desenterrar, retorna; de lo reprimido, un - % NS 179 Min do frente. A ello hay que agregar que la relativa claridad del esquema empalidece ante la embrollada complejidad del caso clinico, donde nada es tan binario, donde sobran las ambigiie- dades y los matices cambiantes y sorpresivos. Pero podemos afirmar que el interjuego entre los conflictos noresueltos en el nivel edipico y el grado de consolidacién del fortida es muy variable, tanto como sus desenlaces. Siempre que hacemos un esquema tedrico 0 psicopatoldgi- cono podemos evitar una cierta simplificacién. Ya exponien- do un caso practicamos muchos reduccionismos propios de la elaboracion secundaria®, infligiendo aqui y allé al material toda suerte de escansiones perfectamente convencionales, que sin duda tienen una funcidn positiva, pedagégica inclusive. o resultan de la estructura del lenguaje. Escomo las batallas uno las veen una pelicula oen ciertos relatos y entiende todo, come = un partido armoniosamente jugado. Por el contrario, las lescripciones y vivencias de quienes han partici e nos hablan de algo infernal dons nadie aieecdae on absolutamente distinto de esa visidn de conjunto en la que es sencillo di: stinguir a los buenos luchando contra los malos. En un tratamiento ocurre lo mismo; es un conglomerado de hechos abigarrados que aun la exposici6n més matizada no evita atemperar. Lo que no deberiamos olvidar a la hora de la pasién por estructurar, _ Esloqueocurre cuando se filma una pelicula; es notorio que si en ella se reprodujeran puntualmente los movimientos cotidianos, el cine como arte y como industria se habria idoa Pique hace rato. El fluir del tiempo vital con respectoal tiempo cinematografico se hace insoportable, ni aun los directores mas célebres por su morosidad conforman suestilo aese ritmo. Una sola hora de Ja existencia real constituye un objeto esté- tico imposible. El montaje, enfrentado a esta complejidad irre- producible yatiborrante, tiene que haceruna nuevacontextura, producir simplificaciones, cortes en la materia concreta, trazar a grandes rasgos bordes que delimitan situaciones postuldn- dolas como significantes, lo cual la escritura teérica opera a su vez sobre la textura clinica, puntuando cosas tales como una falla originaria de simbolizacién en el fori/da a nivel de una 180 L operacion nunca efectuada 0 deficitariamente'efectuada”. Que no hay verdadera diferenciacion del OW primordial, que enel fondo se esta viviendo siempre en un espacio que es elcuerpo de la madre, es de lo més corriente que se mantenga disimulado por la adaptacién social. Clinicamente, tal condi- cién estructural se descubre taponada por un fluido irse encajando del sujeto en carriles prefijados: de la casa a la escuela, de la escuela al trabajo, del trabajo al casamiento, de alguno de estos lugaresa la muerte, en fin. No hay que esperar siempre, por lo tanto, sintomatologia espectacular, El trabajo preconsciente de normalizacién regulada por los ideales del yo muchas veces lo cubre todo, si no es por una crisis. coyuntural que viene a romper lacalma de la adaptacién, y da pie a distinguir una falla a ese nivel constitutive y aun algo. mas que una falla: un retorno a Ja situacién del fortida por dificultades en salir de la situacién edipica. Si bien en principio acordariamos en que el segundo caso —al tratarse de una operacién constituida, ya que se recon- flictiia regresiva 0 retroactivamente— merece un prondéstico mas favorable, son numerosas las condiciones deincertidum- bre que relativizan esta aseveracién. Todo analista sabe en carne propia que una neurosis adaptada ocronificada esreacia al maximo a una transformacién. Y en cambio muchos nifios desorganizados por trastornos narcisistas no psicéticos res- ponden con bastante rapidez al andlisis cuando €ste trata de producir una operacién de fort/da que no se habfa constituido, onodel todo, El criteriode leve o grave en términos psicopa- toldgicos y su correlacién positiva con el éxito y el fracaso en la cura es verosimil en los papeles pero tambaleante en la prictica. Conviene no precipitarse entonces a consideracio- nes globales y mejor delimitar regiones cuya integracién en ‘una’ psicopatologia es problematica, cada una de las cuales presenta sus propias zonas de incurabilidad. Pero aiin nos falta desarrollar la otra direccién que desde fortida se aleanza y se vishambra: ladel noy, trasél, la funcién toda de la palabra, del nombrar ahora activamente tomado a su cargo por el pequefio sujet. 181 AV en 11. LAS TESIS SOBRE EL JUGAR (¥): TRANSICIONALIDADES Un estudio minimamente minucioso de las funciones del jugar no puede detenerse en los umbrales de la adolescencia, como si ésta no le concerniera. Si esto suele ocurrir es debido probablemente a la excesiva ligazén que se ha hecho entre Jugar y juguetes, lo que hizo lo suyo para que la funci6n del Jugar en la adolescencia quedase marginada. Para no incurrir en la misma equivocacién, por de pronto hay dos érdenes de 2 iva, retomin : altura de aguas del desarrollo simbolico, No hay adquisi- Gion que no deba replantearse. Esto implica que todas las funciones del j se vuelven a legar y son_llamadas 2 nuevas exigencias de imbajo, con Prescindencia de cuestiones psicopatolégicas de fondo. En segundo lugar, hay un cambio radical en los materiales mismos que se utilizan a lo largo de las momentos de la subjetivacién que hemos ido puntuando. De hecho, esto no cesé nunca de ocurrir, desde el bebé que jugaba con las propias partes de su Cuerpo y las del Otro, hasta aquel pequefio que lo haciacon una puerta, 0 el nifio volcadoa las personificaciones con soldaditos uotros objetos, obien al dibujo yal modelado. Peroen tiempos de la adolescencia se da un salto de especial magnitud. Ilumina de un modo diferente el complejo panorama de la adolescencia ver cémo se replantean todos los puntos de La yeu Gls b Qait ee Scar of adil at estructuracién que hasta ahora suponiamos mas. 0 menos con- solidados. Veamos, por ejemplo, qué ocurre en relacién con la primera funcidn del jugar, o sea la problematica de armar i habida cuenta de la —- crisis en la especu- Taridad. Hasta ese momento el espejo funcionaba como pro- mesa, como anticipo de una cierta unificacién lejos aindela |"A } experiencia efectiva del propio sujeto. A partir de lametamor- funn fosis dela pubergdl esta funciGn del espejo se desaricula yse subvierte; lo que de él retorna no sirve ya como re ion ya ey adelantada de unificacién individuante*; mas bien, por el contrario, acentiia e intensifica el desfasaje, la desarmonia, la falta inclusive. De alli que lo habitual sea que el vinculo del adolescente con el espejo, en el sentido mas concreto, se manifieste como un vinculo intrinsecamente conflictivo: aquél devuelve una especie de nifio a medias, perdido, disyun- to también del “ser grande’, cuando no directamente un des- No le devuelve por tanto ninguna promesa de fusién al ideal ni de estabilizacién. Pero entonees no es nada cxiao Sy ue las funciones mas elementales que se debatieron en el 4e,, j darse cu se reactualicen con virulencia. Lat: pov (eye cei impenn ogg tinuidad ininterrumpida es retomada, como ya hemos dich en otro nivel. ,A través de qué, ahora, generar nuevas supel ficies? Por cierto, sdlo en casos de ara muy grave se apelaria alos mismos materiales que otrora. Pero lo corriente es que la adherencia al cue n_absoluto como tal. En cambio, ¢s de lo mas regular que nuevas bandas Ay, se fabriquen en relacién con nuevas icaciones 0 2 encarnaciones del yo ideal oal grupo de pertenencia (grupode pares) tomado en su conjunto: barras, bandas, diversos fend- menos y modos de conglomeracién, de nucleamiento, Cuya descripcién sociolégica o conductista no deja entrever su Pip en la reimplantacién corporal, en lo més fintimo de la subjetividad. No pretendo agotar en esto la funcidn de tales agrupamientos (la incansable insistencia del reduccionismo fuerza a aclararlo), sino apuntar a cémo—en el nivel mismo de lo que Dolto caracteriza como imagen de 183 3 - Vublven fey Aw Pe, oes domcuen erdidd. POP as¢— apuntan are-establecer cierta continuidad eso mismo, la relacion del adolescente con $i grupo noes una “Svrelacién que pueda entenderse por el lado de externo/interno; es mds, la relacién de ¢] con su grupo sdlo se ilustra acabada- mente usando de nuevo ius, reconstitu- dela handa de Moebius, vendose/un espacio de inclusiones reciprocas. NGS Hat Otro modo muy distinto de Testablecer aquella ‘antigua superficie se puede encontrar clinicamente en ciertas formas de masturbaci6n, donde no sélo estd en juego lo sexual, stricto sensu, también el darse cuerpo, buscando reunificarse en el placer genital como eje para reunir la dispersién_ ‘amMpoco €s cosa rara (nidebe psicopatologizarse) el retor- : no pasajero de pricticas mas arcaicas en cuanto aformacién de E ee. superficies; por ejemplo, perfodos de suciedad que a veces al . szadulto le cuesta tolerar, 9 adhesiones a ciertas ropas que se ay llevan puestas indidinicerteelatalitioasses Grae se vuel- van uniformes (toda la polisemia del término Pitre -€n su Tesonancia), Comportamientos habituales del nifio pe- quefio, olvidados ya, parecen reinstalarse, y con contenidos no demasiado dispares. Pero siempre como verdaderasrestitucio- nes de una superficie rota, También el fort/da entendido como operacién constituyen- te experimenta un agudo replanteo sobre nuevas bases. En particular, elregistro del par familiar/extrafamiliar es le- ey tamente resignificado. Para el adolescente se trata de. ce ~Precer, pero no slo en relacién con la familia como entidad” concreta o literalmente concebida, sino respecto de todas las categorias familiares que organizaban su vida en lo simbélico, € I sus nucleos de identidad, de reconocimiento habitual. Asi, un paciente de diecisiete afios habia bautizado “hacer facha” aun (> variado recorrido que habfa emprendido, donde sucesivamen- Ap AS te (y sin indebidas preocupaciones por la coherencia ideoldégica)® se lo encontraba formando parte de un grupo pacifista cristiano, de una secta supuestamente oriental, de una pequefia banda pro nazi interesada en la marihuana y en cometer o fantasear pequeifios delitos, etc. Lo importante era que en cada una de estas ocasiones él transformaba masiva- Mente sus indices de reconocimiento narcisista: forma de 184 vestir, corte del pelo, etc. Lo que con el tiempoambos faimos develando es que ello habia tomado para él —entre otras ov insicada ce nga asec pase tantas modas, ropas, “Tachas”, discursos, consignas, horarios, prdcticas; seconstitufanen equivaleniede,iiegos ee abarcisn y desaparicién, Claro que el paciente no sabia qué era lo que de suyo tenia que aparecer: lo tinico siempre claro era que lo haefa bien lejos de los modelos de identificacién familiar. Digamos que el factor comiin a tedo este itinerario tan hete- réclito era que ninguno de esos sitios donde por un tiempo habitaba eran lugares demasiado congruentes con las tradi- ciones mitico-histéricas que le concernian, Entonces fue posible entender todas estas manifestaciones, como jugaren su sentido mds estricto y exacto. Aqui conviene detenerse un poco porque, incluso desde el psicoanilisis, ha sido bastante facil equivocarse y hablar con excesiva ligereza de actuacio- neso acting-ouren laadolescencia (que por supuesto también y mucho se dan), tendiendo insensiblemente a caracterizar todo de esta forma, o bien ha salteado el factor histérico, otorgindole a ciertas manifestaciones la misma significacién que podria asigndrseles varios afios después. Seextravia asfla consideracién teérica, sin comprender hasta qué punto cudn- to en el adolescente tiene: eminentemente estatuto lidico: jugar a la politica, por ejemplo, o incluso a la delincuencia o ala adiccién, lo cual exige un dificil diagnéstico diferencial (valga el caso, respecto de una verdadera impulsién). Asi como un nifio en el consultorio narra con dibujos 0 juguetes su vida imaginaria, con todas sus aliernativas, el adolescente lo hace extrayendo, arrancando semas y mitemas de los yacimientos ideolégicos del adulto, Esto es lo que si com- prendié Erikson, con su idea de la “moratoria psicosocial”, injustamente olvidada, siendo una conceptualizacién tan conectada a la de /atencia; més alld de un perfodo histérico, un rasgo esencial de la sexualidad (de la subjetividad) huma- na: levantar estrticturas de difericién. Por otra parte, decir “moratoria” remite, en lenguaje temporal, a la necesidad légica de espacio transicional. Todas las cosas que parecen poblar el espacio de la vida del adulto (trabajo, politica, 185 un > decisiones y elecciones) las toma la adolescencia y las vuelca en el suyo, lo cual produce una mutacion en ellas, sutilmente penetradas en tanto jugares por el proceso primario. Muchos equivocos y desconciertos se originan en esto. Por ejemplo, al verlas posiciones ideoldgicasdel adulto, muy otras de aquellas con las que jugs, y en las que el que ahora se sorprende habia creido al pie de la letra, inadvertido de su caricter figurado o de puesta en escena. Cuando por los més diversos factores esta transicionalidad no tiene lugar, tropezamos con fenémenos del orden del falso- self: alienacién en la demanda social o en el deseo del Otro, precipitaci6n de decisiones que aplastan el jugar reemplazan- dolo por trabajo puramente adaptativo. Huida hacia la adul- tez... o invasién patégena de las exigencias de ésta en tanto ananké. En el trabajo clinico, ciertas supuestas ‘elecciones’ vocacionales o de pareja —o de lo que sea, pero precozmente asentadas— se revelan como verdaderos actings-out (pues és- tos no deben limitarse a actos antisociales). La severa dificul- tado la severidad de la interferencia para jugares la precondi- cién metapsicolégica del acting. _ El siguiente material es ejemplar para pensar esta articula- cién: tras un Gempo de andlisis, una paciente, atin lejos de los veinte aos, arriba a la posibilidad de un encuentro efectivo con su edad, vale decir, arriba a la posibilidad de asumirse como adolescente (pues no lo concebimos en psi i como un perfodo que se cumpla autométicamente). Hasta entonces se habfa mantenido, represién mediante, alejada de atravesar esa experiencia en sus mil matices libidinales y narcisisticos. Pues bien, justo entonces, en ese mismo momen- to, ella precipité un par de decisiones que el tratamiento no alcanz6 a evitar pero pudo comprobar su cardcter de acting- out, y que dejaban cancelada la emergencia de una auténtica adolescencia en su vida. Se da asf por terminado algo que estaba a punto de empezar, colocindose imaginariamente ya en posicién de adulta, también de cuerda, de “realista”, Supri- mia violentamente por este medio el enfrentamiento angus- tiante con la des-identificacion, con el des-ser que para ella significaba la pérdida de sus referencias familiares en una 186 he Ao nln ee bs voe~0 o- of Sh db, pluralidad de territorios, por ejemplo, no reconociendo ele- mentos perversos polimorfos ‘extrafios’ en su vida sexual, El caso nos instruye acerca de con qué regularidad alli donde se puede jugar con algo no hace falta que se actue, y viceversa, Elacting-out por si mismo nos indica un fracaso en laesfera del jugar, Por parte del analista, su faltade compren- sién da generalmente como resultado un largo: malentendido apoyado en una perspectiva mds adultocéntrica. Entonces, s¢ trabajard sobre la base de la supuesta inconsecuencia o versa- tilidad del paciente, como si se tratase de una falencia en su deseo, demanddndole inconscientemente el adulto que no es, cuando lo que en verdad esta en cuestién y en conflicto es su posibilidad de tomar y dejar, de ir y venir (para mantenerse en el plano del fort/da por ahora), andlogamente a cémo en un nifio vemos la apasionada adhesién a un juguete que con el tiempo cae. Lo que hay que realmente advertir es que no se trata de una comparacién ilustrativa sino, estrictamente, de una variacién, para expresarlo en cédigo musical, Lo que engaiia es que el adolescente no lo leva acabo en un espacio aparte, faicilmente visualizable en su condicién de “como si”: lo hace en el espacio mismo de 1a realidad social cotidiana, subterrdneamente transformado en el espacio transicional primitivo™. Lo mismo ocurre en el campo de la transferencia: en adolescentes no tan tempranos, de diecisiete aiios en adelante, el andlisis se puede parecer mucho al del adulto, incluso porque por lo general no hay obsticulos al uso del divén; los aspectos mds formales y visuales ligados al ‘andlisis con nifios’ han desaparecido, Esta asimilaci6n al analista le puede costar, sino se va con cuidado, una serie de malentendidos, especialmente sile hace olvidar quealolangote laadolescen- cia no deja de haber una busqueda incondicional, ineesante, je reunificaci jo algun significante y, por lo tanto, en al- guin momento eso va a oponer cantidad de resistencia al and- lisis, del mismo tipo, pero acrecentada, que la que Winnicott descubrio en la Jatencia. En efecto, la contradiccion entre los objetivos de desarrollo del proceso secundario propio del la- tente y los objetivos que el psicoaniilisis le (y se) propone se nv radicaliza durante la adolescencia tardia. Cuando el paciente estd organizando incluso su sintomatologia de un modo mas 0 menos estabilizado y desde el punto de vista de cierto acuer- docon la realidad social compartida, llega un momento en que el convite que le hace el andlisis al des-ser, a desestructurarse, resulta incompatible y dificil de soportar, Por lo que es tan fre- cuente que el final del tratamiento irrumpa a través de un acting-out que trae una interrupcion brusca, mds o menos ra- cionalizada, pero fundamentalmente ligada a las resistencias del analista. Este no se percaté de lo que estaba en juego, se dejé engafiar por las apariencias de estar analizando a un adulto. En determinadas ocasiones, se puede yer aun paciente que se traté en la adolescencia, que en determinado momento no toleré proseguir, precisamente cuando se aproximaba a esa desestructuracién transitoria y que retorna cuando consigue estabilizarse en algunas posiciones de su existencia en la comunidad: trabajo, asentamiento heterosexual, etc. Esto nos acerca a lo mis especifico en la funcién del jugar durante este tiempo de la constitucién subjetiva. Dijimos por una parte que se yuelven a plantear viejas funciones en nuevos niveles, pero hay también algo diferencial en aquélla, aprehen- sible en el itinerario de identificaciones que hemos destacado, Lo més importante en mi concepto es volver materia dej go ladimensién de significante del supery6, sobre todo por Oo cesan Ins multiples demandes de OT, presionando para que normalice su posicién sexual y tantas otras cosas que hacen a su ubicacién y rendimiento social. Si el sujeto no consigue metabolizar estas demandas y transformarlas en algo propio a través de] jugar, queda atrapado en lo que funciona como mandamiento superyoico de adaptacién al ideal, conminado a gozar, como dice Lacan, entregadoen sumaaunaexistencia en laque yanotal ocual deseo, sinosu desearmismoesrechazado y desconocido®. Sélo si consigue (y aqui es el punto donde de fracasar la praxis lidica puede sustituirla el acting-out) transformar eso que viene desde el Otro como significante del superyé en material de juego, material para construir su difiriencia —que 188 es 12 mo decir su subjetividad, su deseancia— aguje- ous cones, aceptando, dejando caer, cari ae yenia en el modo de la violencia de la imposicién —— transfigurado, significante del sujeto, o sea que lo ora aél y no meramente a lo que lo ordena, en todos los = de la palabra, Con esto rozamos otra dimensi6n de la — del jugar en la adolescencia, también algo que hemos — poco en psicoanilisis y es, sin embargo, de tanta ae (como que retorna cuando el proceso fallé haciendo s aT en el adulto): lo: ue el trabajo, cualqui Sei ui investirse como juego; funcién capital entonces para Sane bar por anticipado la eon jugar/trabajar, que hace n la existencia del adulto. : "Tee amen en muchos discursos de “los grandes escucha contraponer el dichoso (pordespreocupado) oe le loschicosal ‘serio’ trabajo posterior, plagado de desdichas ya desde lomitico. Después de haber podidoanalizarlominycie- samente en varios tratamientos, he llegado a la conc - ; que una tarea de incomparable envergadura en la ado! oe cia, regada de consecuencias del mis diverso signo segun _ resultados, es lograr que aquello que se convierta en su ai jopara él se mantenga en su inconsciente radicalmente nee “8 al jugaren toda su fuerza desiderativa, pues si se ve sep: seh de ella el trabajo acarreard, en mis. 0 menos, alienacién : pobrecimiento al sujeto. Por supuesto, esto conlleva are <0 problemas, inabordables aqui, pues el campo social es — quier cosa menos una materianeulra y décil. Para fencareret : todas las actividades se prestan de la misma manera te _ mogéneamente para esa transformacién que es tan eas : que se opere. Digamos que hay cmterias mis ee ia infiltracién inconsciente por lo Itidico”. Serfa una ideo - zacién en extremo equivocada de tan compleja a in hacerla depender univocamente de factores subjetivos indivi- duales, existiendo incluso formaciones miticas desparrama- das en el campo social que cualifican positiva o eno te el potencial creativo de tal o cual practica. Ello cnaitas aquellas, por lo general ejecutadas en silencio, que fired a mente necesitan yexplotan potenciales paranoicos 0 esquizo- 189 ase n frénicos, en donde la posibilidad de jugar se reduce a cero, Pero si abandonamos tales extremos (bien remunerados, por lo demds, segiin parece) de hecho se despliega toda una vasta gama de actividades, cuya transformaciin en lo funda- mental depende del sujeto, bien en una prdctica eminentemen- tea cargo del supery6 y de lo crasamente adaptativo de la normalidad mds represiva o bien en produccién auténticamen- te sublimatoria que tratamos de categorizar en el registro de la salud, como concepto diferente del de la normalidad. En lo fictico, es facil experimentar esa diferencia entre un maestro ¥ otro, entre un psicoanalista y otro, entre otros casos°”, Sea lo que fuere, el caso es que instancias muy decisivas para el desenlace, para los destinos de este proceso, se definen en la adolescencia, no pocas veces de un modo que a la postre yano sufrird alteraciones de importancia, Al clinico le consta con qué frecuenciael destino que prevalece impone laescisién entre jugar y trabajar; el primero queda del lado de Jo infantil, librado a los suefios diumos o al “fantaseo” (Winnicott) improductivo, En cuanto al otro, privado de las raices libidina- les, se conforma al funcionar al servicio del supery6, dando lugar a coeficientes de insatisfaccién que el paciente adulto trae al andlisis, ora como fracaso rotundo, éxito relativo y €scaso goce, ora como ‘triunfo’ en una perspectiva adaptacio- nistaaultranza, que norepara en costos del orden del falsoseif. Lo tinico que aqui triunfa sin cortapisa alguna corresponde al significante del superyé. En los casos més favorables, la funcién de esa mirada de juegos desplegados en el campo Social permite que —una vez de a poco y otra a saltos— determinadas actividades del adolescente se estabilicen a la par que pasa a ellas la savia del jugar. Los puntos en que este pasaje nose produce preparan futuros sintomase inhibiciones. Quisiera detenerme en laidea—que me parece crucial—deno buscar esto siempre ‘en grande’. A fin de cuentas el analista encuentra muchas ms pequefias manifestaciones de aquéllos, imperceptibles las mas de las veces al sentido comtin oa una teorizacién ajena al deseo inconsciente, pero cuya sumatoria reticular resulta en efectos no espectaculares y si muy signifi- cativos: atemperaciones diversas del placer de vivir y de la 190 ia de crear. Converge con esto algo habitual de ee los erotica: cudntas veces escuchamos la ques! poresa pulsionalidad que era idealizadamente mas libre o mas rica o diversificada, antes de que se estabilizara en una eleccién de objeto. Alli hubo algo del jugar que se perdié en el camino hacia la vida sexual adulta formalizada en ua vinculo de pareja, y entonces, en lugar del incremento one esperaba acontece lo contrario, cierto quantum de deslibi " nizacién, una verdadera devaluacidn de lo erético. Todo e orden del polimorfismo perverso queda reprimido bajo un significante superyoicode la genitalidad que arrastra al sujeto Iejos de la sexualidad como juego. He aqui entonces el i como ‘trabajo’, rendimiento, cumplimiento... pero no de! camel en este caso el psicoanilisis comprucba que el adolescente, angustiado ante el rebrote polimorfo, incapaz de soportar su ambigiiedad, apurado por reunificarse bajo = bandera significante socialmente viable, reprime sin querer! : el potencial de juego para normalizarse sin estorbos. aes pasaje de la vida sexual del “segundodespertar’ aladel a to nos confirma per su cuenta la trascendencia de las funciones j lolescencia. es oa jugar con las identidades sexuales y = i pluralidad de los dispositivos pulsionales esuna de las =e que en este tiempo de la estructuracién subjetiva recibe una decisiva intensificacién. Esto explica ciertos chascos por pre- cipitarse a diagnosticar perversiones en los afios que siguen a la pubertad, dando a un episodio homosexual 0 de otro tipo un cariz patolégico que estd lejos de tener. El analista (o-quien fuere) no haadvertido que tales sucesos 0 fantasias tenfan que ver con un itinerario ltidico, con una busqueda de si ignifican- tes del sujeto en lo atinente a la vida erdtica y no de lo que imprudentemente se ha psicopatologizado. a g > __ Lo mismoen términos generales cabe decir de fas.adiccio- My o nek. Ciertamente, en_la adolescencia.constituyen una ar “Blemitica de suma gravedad, sobre todo en grandes nuc ea mientos urbanos. Pero no todo adolescente que en un momen- to dado atraviesa una fase en que fecurre al alcohol o a otra 191 a droga esta destinadoa estabilizarse como adicto. Se tratade un terreno especialmente resbaladizo por el peso de locontingen- te en cuanto al objeto de Ja adiccidn: en efecto, en muchas situaciones en que el sujeto estd en el filo de la navaja, la clase de droga y su incidencia biolégica vuélvense decisorias. Por ¢jemplo, vemos pacientes que, en pro de hacer superficie con un grupo de pares (0 para ayudarse en las ansiedades homose- xuales que éste les despierta) se aficionan a beber; tiempo después esa aficién desaparece sin dejar rastros, pero otro género de intoxicacién lo hubiera hecho mucho mis dificil o imposible, No hay por qué subestimar la gravitacin de estas contingencias, y el psicoanilisis menos que nadie, siendo como es un método para estudiar cémo lo accidental se Convierte en estructurante y en estructural. La marcha de algunos tratamientos nos alecciona sobre la necesidad, inmanente a la posicion analitica, de abstenerse en relacién con la prisa por referir el material clfnico a parimetros psicopatolégicos tan tranquilizadores como falsarios. Por ejemplo, unode estos adolescentes ‘alcohélicos’ cambia brus- camente de rumbo y de rubro: con un nuevo amigo planea ahora robar cubiertas de automéviles, {Paso de la adiccién ala psicopatfa? Tanto mds fecundo y resolutorio fue el andlisis exhaustivo de su atraccién inconsciente por la marginalidad, Si aquella idea no se materializé, habfa en cambio toda una historia de pequefios hurtos y actos antisociales desde la latencia inclusive, pero que nunca alcanzaron magnitud y nodalidad como para nombrar al paciente en base a ellos. En todo caso eran fenémenos ambiguos, nada raros, entre el acting-out y el jugar; para encuadrarlos totalmente en el primero faltaba que realmente revistieran para él ese cardcter compulsivo que no deja al sujeto otra alternativa, la imposibi- lidad de detenerlo. Y para ubicarlos sin resto en el segundo echdbamos de menos la estabilizacién cabal de una zona de Juego. Se trata de un criterio bien fundamentable para deslin- dar cudndo estamos ante una prictica liidica y cudndo ésta, si existe, se sintomatiza mudandose en otra cosa, como en los casos en que un juego se transforma en ritual obsesivo o fetichista y se compulsiviza, crispando en formaciones tigidas 192 la espontaneidad que tendriamos derecho a suponer. Es ésta una interferencia, una interceptaci6n del proceso mas saluda- ble que, por el contrario, exhibe esa cualidad de “ser llevado a término”™**, El terreno mismo de la formacién de muchos futuros analistas en la Facultad de Psicologia proporcionaotrocampo privilegiado para examinar y reflexionar sobre esta cuestion. En efecto, también aqui encontramos una diferencia sustan- cial entre quien puede jugar con las identidades tesricas que circulan alo largo de laensefianza, y asi hacer “como si” fuese lacaniano, kleiniano o cualquier otra cosa, mientras que en otras ocasiones vemos lamentablemente un prematuro cierre de lacuesti6n, donde tales nominaciones no se sostienen en lo lidicoy se constituyen en significantes del supery6, situacién en que el sujeto es abrochado y conminado a localizar su posicion ‘en serio’ muy prematuramente, sin la oportunidad de realizar un itinerario que no significa otra cosa que la apertura de un espacio donde la deseancia puede respirar. En un articulo de no mucho tiempo atris® sostuve la tesis de que la posibilidad potencial de una cierta formacién psico- analitica en el grado (o sea, con estudiantes atin adolescentes al comenzar) era justamente no coagular identidades tedricas, estimular la dimensi6n lidica del trabajo intelectual y descu- brir el psicoandlisis jugando, para lo cual remarcaba también la necesidad de defender una ensefanza pluralista y, sobre todo, una transmisién apuntalada en ¢1. Es decir, todo aquello que las instituciones psicoanaliticas en general desalientan y que tantas y tantas veces nos aflige cuando analizamos 0 su- pervisamos a colegas: sintomas 0 rasgos ya egosinténicos de esclerosamiento precoz del pensamiento, que inmediatamen- te nos avisan de un proceso de juego detenido, disociado, cuando no en franca involucién. En este sentido, considero que la frecuente demanda de identificacidn precoz, de adqui- sicién precoz de identidad por parte del docente comporta un serio falloa la ética del psicoanilisis. La abstencién de educar en su connotacién més inseparable de una normalizacion represiva y patégena deberia extenderse con todo rigor al campo de la formacién de los analistas. Quizds deberiamos 193 a subrayar mejor lo iatrogénico de dicha demanda, su ridiculo fundamental, comparable al de una nena que, cuando se halla jugando con sus mufiecas, se le exigiera que mantuviese sos- tenidamente las veinticuatro horas del dia la responsabilidad formal de ser madre. Lo que no es un ejemplo literario mas o menos feliz, porque asi sucede en algunas familias cuando a una nena, por ser la mayor y por defecciones en la funcién parental, se le impone concretamente convertirse en la madre de sus hermanos, posicién que engendra toda una patologia subterrnea, asuncién en falso de un sitio a expensas de lo que reivindicaria como derecho a jugar. Por todo esto, en mi opinién, el docente analista deberia abstenerse cuidadosamente de estimular y valorizar la adhe- sidn mas que a una linea, al principio mismo de ponerse enella como un ideal aalcanzar™. Menos aun debiera complementar especularmente tal demanda, que no deja regularmente de formularse, porque no es que el estudiante sea una victima esclavizada; en el ambito subjetivo sabemos dela existenciade activos deseos de que eso ocurra, articulados y responsables de una formidable apelacién a que una linea se haga cargo de nuestra vida intelectual; pero en todo caso desde la posicién psicoanalitica, desde su ética, tenemos derecho a exigir la no respuesta y la critica, el desmontaje de tal llamado. Ami entender, al psicoandlisis le ha faltado hasta ahora (y eso hace sintomas en el tratamiento de adolescentes) encarar mais a fondo y con sus herramientas la categoria del trabajar, como si perteneciese por derecho a otras disciplinas y no pudiera agregar otra cosa que simbolizaciones que plantean equivalencias, por lo general tratadas en forma sumaria y pintoresquista (tipicamente, significaciones ‘sexuales’). O bien salir del paso con una referencia —cuya nuclearidad se inefectiviza por el nivel abstracto en el que se mantiene el discurso teérico— a la sublimacién®. Ahora bien, psicoanali- ticamente hablando hay sélo una manera, y sélo una, de tomar el toro por las astas: ligar la categoria mitico-histérica del trabajo al deseo, o al desear mejor aun, como eje de la produccién subjetiva. Todo el trayecto que venimos abriendo desemboca en el punto en que ahora estamos, por poco que el 194 movimiento de la teorizacién no se restrinja. Nuestra primera operacién consistié en cémo el orden y el campo integro del jugar infantil esta originariamente (y no a causa de una articulacién secundaria) atravesado por el deseo inconscien- te, al igual que si éste estuviese entubado en columna verte- bral de aquél al tiempo que merastasiado hasta en sus capila~ ridades mds recénditas, Nos alejamos asf al maximo de como el fenémeno hidico fue concebido en las psicologias de tipo evolutivo; me refiero a pensarlo en términos de actividad preparatoria para la vida adulta, actividad por ende eminente- mente adaptativa y completamente al margen 0 completa- mente marginante de la problematica desiderativa. Nos sirvid de apuntalamiento un hecho clinico fundamental: si se quiere conocer acerca del deseo de un nifio, lo conseguiremos a través de sorprender sus jugares, Noexiste via ms segura. La referencia, por ejemplo, a su escolaridad, a su aprendizaje en sentido general, aun al mds exitoso, es sustancialmente inse- gura, porque ahi puede estar en germen la escisién patogéni- catrabajo/juego que tantas veces comina el decurso de la exis- tencia humana, Pero aun en el terreno de lo que describimos al decir “este chico esta jugando”, la deteccién de la presencia o ausencia de la espontaneidad es imprescindible al diagnés- tico diferencial, pues el nifio bien puede estar haciendo los gestos del jugar —incluso en nuestro consultorio— y en realidad aplicarsea llevar lasdemandas que descifra o supone enel adulto. En ese caso, hard todos los movimientos del que juega como alguien puede hacer todos los movimientos del amor, pero eso no quiere decir que haya sujero jugante allf; no ha de ser tampoco la presencia de juguetes lo que dé garantias. Repitdmoslo (ya que tanto se lo olvida): el tinico criterig vilido para decir que algo pertenece al registro hidico es descubnr alli circutacion libidinal, desplic st deseo familiar que toma al sujeto de blanco. Este es un punto muy importante, porque la divisidn disociativa ¢ irreductible juego/trabajo se encuentra en muchos casos preparada y como preanunciada en ciertos empobrecimientos que suelen perfilarse y constituirse durante la latencia, cada vez que él 195 a aprendizaje todo (o sea nada menos que el desarrollo del proceso secundario) queda capturado bajo el régimen de una actividad sélo adaptativa comandada por el superyéal servicio del deseo del Otro. Cuando asf ocurre, la actividad escolar — por ejemplo— no se ve penetrada, no es intrincada al jugar; el nifilo podra tener “buenas notas” (y muchas veces ni siquiera 50, porque de hecho no escasean ‘problemas de aprendizaje’ motivados en que el nifio no consigue investirlo, locual suele agravarse aun en el adolescente que sigue la escuela secunda- ria), pero en nada remedian la disyuncidn que una vez plantea- da tiende a crecer y a propagarse por toda la esfera cognitiva y por toda la praxis del trabajo. Antes de que un adolescente demande anilisis por cuestiones ligadas alo ‘vocacional’, nos acostumbramos a recibir consultas por fracasos 0 serios fallos en elaprender, cuya raiz es esa prematura dicotomizacién que tratamos de cercar y mojonar tedricamente. Es mucho mis fe- cundo, en mi opinion, insistir en esta direccin que limitarse a denostar prejuiciosamente los mass-media, culpindolos de todo. La epistemofilia, la curiosidad intelectual, el deseo de saber, ¢lespiritu de investigacién, nada de esto tiene sentido si no es transformacién del jugar. El adulto que experimentacon variables de laboratorio no debe pensarse en mera analogia al pequefio con sus ‘chiches’, e idéntico vinculo liga éste a prdcticas muy distintas del trabajo intelectual. Vale detenerse en un comentario 0, mejor dicho, en una consigna caracteristica del periodo escolar: ‘con esto no se Juega’, ‘ahora no estamos jugando’. Es una puntuacién ya de por sf iatrogénica: el recreo es ‘para jugar’, y ademas se lo concibe como,una valvula de escape (me estoy refiriendo, por supuesto, a hechos comunes: el plano de las declaraciones es distinto, claro esti) con mero valor de descarga. La hora escolar, en cambio, no es para jugar; de un modo tan rudimen- tario se asienta Ja primera sacralizacién del trabajo. En los miargenes de esta burocratizacién, pese a todo, algunos docen- tes logran que un poquito al menos de lo del jugar entre en la hora de clase, y no es casual que el latente o el adolescente, por lo general, los reconozea espontinea y ripidamente. Son aque- 196 llos que provocan una experiencia de aprendizaje y el saldo de una marca que no es la del supery6, pero si confirmatoria deloqueestoy desarrollando: para hacerlo tienen que socavar la disyuncién entre tiempo para jugar y tiempo para cl trabajo escolar, La disyuncidn no solo es estructural; también (para peor) es histérica. En efecto, recordemos que el pequefio lo adquirié todo jugando (si verdaderamente es una adquisicion subjetiva y noun amuestramiento)®: comer, cepillarse los dientes, ves- tirse; habilidades a su vez apuntaladas en una sdlida fijacién del ser al cuerpo que la practica lidica conquist. No hay, por tanto, razones de deseo para cambiar de rumbo ni para variar el procedimiento. Si se esgrimen, pues, argumentos, sertin los del supery6. 197 12. DONDE EL JUGAR ERA, EL. TRABAJAR DEBE ADVENIR Considero entonces que una de las tareas mas decisivas que especifican desde el punto de vista psicoanalitico lo que Namamos adolescencia, es la transformacién de lo que es el jugar como prictica significante en lo que conocemos con el nombre de trabajo; por eso mismo, el corolario de esta hipéte- sis es que si dicha tarea queda sin realizar o gravemente fallida en la adolescencia, se compromete todo lo que va a ser del orden de ese modo especifico de la sublimacién que es el trabajo més alld de aquel periodo, partiendo del adulto joven que hereda la falla. Me parece mas fértil analizar esta hipétesis mediante un material, justamente el primero que me puso sobre la pista de las articulaciones que procuro fundamentar. No se trataba de un preconcepto que yo tuviera sobre las relaciones entre jugar y trabajar; las particularidades de un caso me llevaron aciertas conclusiones a posteriori, Era_un_muchacho que _empezé tratamiento a los dicciséis anos, lo dejGenseguida, y loretomd seleccioné aquellos trozos que mejor perfilan la problematica en cuestion, dejando de lado en lo posible otros aspectos. Al mismo tiempo, he procurado evitar una falsa sfntesis, para lo cual preferi respetar el orden real en que dichos fragmentos aparecieron en el curso del anilisis, sin someterlos a una excesiva elaboracion secundaria, . El tratamiento se inicié por exclusiva iniciativa del pacien- te, quien convenciéal padre para que se lo pagara, En principio 198 no trafa otro motive que una angustia crénica y difusa, pero muy intensa, que de algiin modo parecia ligada a cierta produccién de actuaciones para librarse de ella: pequefios robos y vandalismos figuraban en esa serie, ast como —para la época en que vino'a verme— fumar bastante asiduamente marihuana. Incluso estaba a punto de dar un paso mis alld y complicarse en cadenas de distriducién. Era muy inactivo en todas las demas cosas, incluyendo particularmente la vida sexual en sus manifestaciones direc- tas reducidas casi por completo a la masturbacién; tenia eso sf una especie de trabajo (primer elemento que conviene recortar) a las érdenes de su padre, ayudas mas 0 menos oca- sionales, lo que en Buenos Aires se dice “changas’, no en forma demasiado regular. Con el tiempo vimos que habia aspectos de interés alli (él fue convirtiendo el asunto en tema): en primer lugar, el padre hacfa un trabajode tipo intelectual, y loconvocaba exclusiva- mente para tareas a realizar con el cuerpo, sin ninguna clase de inclusién en el otro aspecto, en el nivel en el que el mu- chacho hubiese podido hacerlo. De manera que no se daba la oportunidad de un enriquecimiento por ese lado. Sélo tenfa que usar de su fuerza fisica, ser un ‘changador’ del padre, como concluyé por nombrarse él mismo. El segundo punto que conviene marcar es que el padre no le pagabaen forma regular y previamente convenida, sinocon un ritmo erratico y tefiido de familiaridad, o sea que desde su intervencién no se inscribia, no se introducfa la categoria simbélica de trabajo, sea cual fuere el contenido de esa categoria. El tercer punto muy importante, mas de fondo quizis, es que este trabajo del padre fue revelando poco a poco lo que podrfamos cualificar un matiz delirante. En principio, parecfa atenerse a pardmetros cientfficos ya fuertemente consolida- dos y estandarizados y seguir el método experimental. Pero resultabaque toda esta sintagmitica y paradigmaticaestaba al servicio de una idea ode un objetivo inocultablemente mesia- nico (si bien de un modo sutil), recordando un pocoel ejemplo que da Freud de aquel que se esmera en probar con el método 199 S338 — Shee 2 eh i oe ee jew sa z i cientifico que el centro de la tierra esta constituido por merme- lada. De todas maneras, lo que primero surgié como posible de ser analizado erael hecho de aquella disociaci6n entre ‘mente’ y ‘cuerpo’, para ponerlo en lenguaje corriente, Disociacidn y distribucidn en la que él se sentfacon el aspecto no valorizado, no marcado falicamente. Este aspecto Ilamé mi atencién en funcién de una insinua- cién de deterioro en el paciente de lo que serian sublimaciones, no sélo porque, por ejemplo, arrastrase sin gloria su termina- cién de la escuela secundaria. Mis significative o mas preocu- pante era verlo demasiado absorbido por actividades autoers- pi ral, Jieas donde se podia descubrir cierto grado deregresién de una Cee“sublimacién a sus fuentes pulsionales, Esto también result6 Yelacionado con la forma compulsiva en que se daba en él la sturbacién, claramente no al setvicio del placer, sina como proteccion, barrera o parapeto contra tna angustia muy pene- ificil de Soportar. a Secuencia en que esta regresién se constata merece transcribirse. El muchacho era muy dado a bromas que solian rozar el vandalismo y habia tomado a su vecina del piso de abajo como victima preferencial. Esta mujer tenfa un gran patio al que él accedia desde su balcén; entonces dedicaba largos tatos a tirar anilinas de diversos colores, cosa que cuando su vecina (muy dada a la limpieza, al parecer) baldea- ba, se tefifa todo ese extenso rectingulo de un mar de verdes, azules, rojos, pequefio océano multicolor. Pero lo verdadera- mente interesante fue el siguiente paso: abandoné las anilinas y las reemplaz6 por su propia caca, que acumulaba en un balde y luegoarrojaba. Tododesembocé finalmente en unadenuncia policial. Da qué pensar este pasaje de los colores a la materia fecal, que ya en las viejas teorizaciones psicoanaliticas se colocaba como primer horizonte pulsional de lo que luego serdn ese tipo de sublimaciones. Transformando una idea de Marcuse (idea que es titil conservar, sirve a mantener una tensién diferencial entre la s in lisa y liana) es licito Hamar a este pr Otracaracteristica que apar 200 tratamiento era la aparente ausencia o silenciamiento de I que reunimos bajo el concept de teen’ del yo, sobre todo |: falta de horizonte, del “serds’, de fantasias prospectivas o pro- yectos, de efectos de anticipacién respecto de alguna cosa, ¢1 fin, de futuro: el ideal del yo es inentendible en psicoandlisis; sin considerar la dimensién del futuro, la Ileva en su esencia y en el paciente la echbamos de menos (€1 tom6 conciencia de ello en andlisis). En cambio, lo encontramos con una hipertrofia del yo ideal, de lo que contrariamente se sinia e1 mucho Tempo colectionando determinados afiches, posters| ete., y luego quedibase contemplindolos fascinado, lo que el andlisis descubrié como movimiento de fusion imaginaria. Acabé por comprar una guitarra eléctrica, en apariencia para lo que ya es, presentificacién pura. Por ejemplo, ost * seguir los pasos de una figura del rock que admiraba, pero - bien prontose puso en evidencia que nose trataba de aprender - a tocar, en referencia a cierto ideal: en realidad, aprender fue totalmente imposible, la guitarra pronto fue abandonada. La operacién en juego era la del yo ideal: él ya era su fdolo. Se apoderaba del otro a través de la mirada, luego al pretender tocar. La frustracion de no encontrar en sus dedos la maestria era un golpe insuperable y no remontable, al darse las cosas enel planode laidentificacién primaria y no enel de las iden- tificaciones secundarias “en cascada” (Lacan) por el efecto estructurante del ideal del yo, La deficiencia en este registro cerraba al muchacho la posibilidad de encarar cualquier cosa que implicase un ponerse a trabajar, un proceso. Habfa aban- donado asf ya muchas actividades, invariablemente comen- zadas con ese mismo rapto harto fugaz. En este punto se produce un primer efecto del andlisis en el sentido de que, después del primer intento abortado de comenzarlo, una vez que lo reinicia, casi un afio mas tarde, es capaz de sostenerlo. Es decir que, por un efecto ligado al orden de la transferencia, la primera actividad sublimatoria que en su adolescencia logré hacer marchar adelante, remon- tando la corriente de la desublimacién que se insinuaba, es el andlisis mismo. ~ Entre tanto, nuevos hechos van dando cuenta de la disocia- 201 a ds fy a cién apuntada; termina finalmenteel secundario y se anota (sin gran conviccién) en una carrera universitaria de las llamadas menores. Fue bastante claro que asi repetia, y a la vez variaba un poco, la disociacién entre trabajo fisico e intelectual plan- teada en su relacién con el padre. Era una tipica transacci6n no seguir una carrera mayor, tal como aquél la tenia, pero tampo- colisay llanamente noestudiar. Pero una transaccién noes una eleccién, y no podia causar extraiieza verlo con escaso entu- siasmo y sin una meta clara. Transcurrida una buena parte del perfodo inicial del anali- sis, ya sobrepasados los diecisiete anos, el material empezé a incluir malestar con respecto a su total dependencia econémi- ca, acentuada por las caracteristicas erriticas e imprevisibles de los pagos que el padre le hacia (en verdad, esto mismo. dificultaba inscribirlos como tales). Surgida la inquietud por tener un verdadero trabajo, se puso en marcha una fase de despliegue, un recorrido por lo que me tienta llamar ‘simula- cros’ de trabajar, apuntalada en parte en lo que en Buenos Aires se conocen como “curros’: por ejemplo, daba muy ame- nudo con lugares donde le prometian significativas sumas de dinero sinexperiencia previa y sin referencia alguna. Ledecian cosas del estilo de “acd necesitamos gerentes jdvenes” (sic). Lo importante es que invariablemente el paciente lo acogia en un primer momento con credulidad y hasta con euforia; pronto me di cuenta que dominaba la renegacién: en un nivel él per- cibia que algo no encajaba en lo que se le estaba ofreciendo, pero no obstante, prevaleciendo su escisién, loaceptaba como bueno. No gand dinero, por supuesto, pero en el largorecorrido que inicid, llegamos al primer descubrimiento trascendente de su andlisis (también para la reflexién teérica, por lo que a mi respecta), El conocia la palabra “trabajo” y la manejaba en el registro preconsciente més superficial, ‘pegada con alfileres’ como se dice, en términos mas que nada intelectuales; per se, en cambio, la categoria simbdlica de trabajo no se hallaba inscripta en serio para él, no existfa en el marco de las investiduras que deben entrar en juego para que se produjese cualquier asuncidn subjetiva de lo que fuere. 202 El balance de esos primeros tiempos del tratamiento arroja entonces este saldo: no existencia del trabajar en tanto catego- rfa simbdlica; expulsado o en todo caso ausente de su circuito derepresentaciones, lo que retomz en loreal del simulacro, de un objeto trabajo en la figura del simulacro™; una acentuada disociacién entre una dimensién corporal y otra intelectual; una actividad de jugar que tiende a diluirse progresivamente en actings, en direccién a la tendencia antisocial, y ademas a perder su contenido sublimatorio y regresar a sus fuentes pulsionales; por lo anterior, no encontramos ninguna circula- cién del orden lidico al orden del trabajo, no hay flujo ni transformacién de libido que permita nuevas adquisiciones subjetivas. Fue algo muy costoso de procesar para el paciente: cada vez que decfa “voy a trabajar” era una mentira, era “un deli- rio” como a la larga empez6 a advertir y a decir, en cuyo de- sarrollo caminaba horas y horas por las calles, tratando de vender objetos totalmente improbables y, por otra parte, sin ninguna disposicién a hacerlo; todo asunto se volvia una especie de deambulacidn hiperrealista. Que lo llamara “deli- rio” no dejaba de tomar particular interés, pues tendfa un puente significante con las investigaciones de su padre: era él y no yo el que habia sefialado el cardcter delirante que ellas nunca dejaban de tener, Ajadiré que conviene tomar el término al pie de la letra, es decir, como una actividad resti- tutiva de unadimension faltante, relleno de una categoria sim- bélica de la que el sujeto carece; para seguir la propuesta de Nasio, una flagrante muestra de forclusién local. Cuando pudo medianamente analizar todo esto, fue des- plegdndose una serie de imagos que implicaban diversos fragmentos de ideales, asaz heterOclitos: uno era la imagodel ‘linyera’ que formaba del mito familiar via un lejano antepasa jue ‘a exactamente un ‘linyera’ se aproximaba lo suficiente aese tipo de personaje, yreveld est: en Ia raiz de Ia gran atraccion que sobre el paciente ejercia siempre todo lo que Hevase sello de marginal, dé |umper. Succionante Como eFa, esta imago (cuyo desbroce Ilevé tantas sesiones) tenfa también una contracara atemorizante, 203 ie una dimension siniestra y destructiva: es que en definitiva im- pregnaba su vida con un presagio de fracaso y de inercia. Ademés, fue asociando su fijacién a esta imago con su incapa- cidad (muy marcada a la sazén) de wabajar en grupos, de integrarse creativamente a ellos, jugandooestudiando. Enesta direccidn analiz6 poco a poco su fracaso en los deportes que exigiesen juntarse con otros. Dio cuenta que, cuando intentaba jugar al fiitbol o al basquetbol no lo hacia en verdad para nadie. El punto no resid{fa en ser bueno.o malo—en ambos casos esto es interior a un equipo—, su posicién era distinta. En el orden de esa desublimacién.que habiamos notado en incremento, él iba a hy largorde un partido en hemorragia de las referencias simbolicas. Una cancha no es un potrero cualquiera; implica un cierto trazado y las posiciones que cada jugador ocupa en ella no son ni mucho menos posiciones sélo fisicas, sino loca- lizaciones simbolicas respecto de lasyeglas, que diferencianal defensor del atacante, etc. Sin esto, terminaba perdido en lo real, corriendo sin objetivo alguno en un espacio ya sin marcas viales, sin sefializaciones, donde no funcionaban las oposicio- nes atrds/adelante, ala izquierda/a la derecha, zonas del equipo contrario/zonas del propio equipo, que organizan culturalmen- te un dmbito ‘fisico’. Lotnicoposible de haceren grupo eran actuaciones del tipo de los pequefios hurtos ya narrados, y que asociaba a disipar una angustia en comin, oalgo del género de ladepresién tensa, que impulsaba a la imperiosa necesidad (en el estricto sentido narcisista del término) a buscar en el acting-out alguna forma de salida. Conviene reparar en que la imago del linyera es no sélo desocializada, sino también una fracasada en lo tocante a sublimacién, no porque el linyera no trabaje desde el punto de vista convencional de lo que una sociedad demanda. Mas concluyente que eso, es que no genera una alternativa creado- ra que mds alla de lo normativo usual revele de un modo u otro su validez. Su desocializacién es interna, no sdlo exterior. Es la cara visible de lo que propuse denominar como pérdida de sublimacidn, disgregacién de su andadura. Algunosrasgos en esta imagodel linyera conducian nueva- 204 SS mente al padréen cuanto a la calidad delirante que coloreaba su trabajo; tenia como uno de sus principales efectos la marginalidad. Era imposible figurdrselo, por ejemplo, en un equipo de investigacién. El padre pertenecia formalmente a una instituci6n, pero ocupaba alli posiciones que bordeaban hasta lo delictivo, no por factores econdmicos, antes bien porque no parecia poder convivircon regulaciones y normas. Cuando lentamente empez6 a inscribir su no inscripcion del trabajo emergié owa imago de inocultable interés que, en justicia, podemos Jamar imago del terrateniente, y que tam- bign conducia.a otro segmento del mito familiar familiar: nose rataba ni mucho menos de una familia de terratenientes, pero es cierto que habia un pasado un poco mejor y bastante mis desahogado en esa familia; unas médicas hectireas en el interior del pafs quedaban como resto. Lo que a continuacién se asocié a ellas fue lo que sobre ellas pesaba: por algun motivo tenian la peculiaridad de no servir para nada, si eran un resto se literalizaba como resto muerto, puro emblemax7 nostdlgico de un pasado mejor, muy idealizado porel paciente CAN y por otros miembros de su familia. Parecia imposible hacer We x algo con ellas, ya que el abuelo y el padre atestiguaban de un fracaso al respecto, pues intentaron en vano en su momento transformarlas en algo que redituara, no sélo econémicamen- te, sino en muchos otros sentidos, porejemplo, en el campode la sublimacién. Qued6 claro para el muchacho que no existia ningtin impedimento concreto, pero fatalmente, cuando cada tanto alguien volvia a la carga se enredaba en una especie de inercia del tejido familiar, porque habfa unas cuantas perso- nas que tenfan que ver con esas propiedades y al final eso se- guia resto muerto alli; al mismo tiempo, se mantenia una in- tensa idealizacién del vivir de rentas (en realidad nadie en la familia lo hacia), como estatuto deseable al maximo y vincu- lado a hombres activos en el pasado, generadores de riqueza. Llegamos juntos a concluir Jo siguiente: los verdaderos hombres, los viriles y vitales, los hombres que emprendian cosas, estaban confinados en un pasado de varias generacio- ae nes atrds*s, Su estatuto muy poco tenia que ver con el ideal del % Z yo, sino a la inversa, era un ideal metido en el pasado con el 205 we aS %, x que la tinica relacién posible era de veneracién y nostalgia. En comparacién con aquellos antepasados, estos hombres de ahora, los de las tiltimas generaciones, eran fracasados en mayor o menor medida y, en todo caso rezaba el mito, lo poco que pudieran hacer era siempre al margen de aquellos restos teducidos a la pura dimensién del significante. En la penosa, inacabable elaboracién de este material en- contramos una resonancia filofeudal, una suerte de ensuefio aristocratico descontextualizado, pero que en esta familia ope- taba bien concretamente como denegacién de asignar algtin valor libidinal al trabajar, Caracterfsticamente, cuando el pa- ciente por fin empezé6 a hacerlo y se incorporé a una cuadrilla de pintores, durante mucho tiempo lo ocult6 asu familia racio- — en que le avergonzaba un poco ese tipo de acti- vidad. Pronto pude demostrarle que en realidad el punto no era ése (junto al padre no hacfa cosas ‘mejores’ o menos manuales), sino que ef trabajar mismo aparecia como una categoria de- nigrada; el verdadero ideal era poder vivir sin hacerlo, lo cual era en lo que él, a su manera y con poca fortuna, habia perseverado bastante tiempo. El andlisis de todos estos aspectos provocé, después de cuatro anos, una serie de efectos que se fueron escalonando, Por lo pronto, recuperé primero su actividad de jugar, la recuperé del deterioro en que se iba sumiendo al empezar el andlisis, abandoné luegoespontdneamente las actuaciones que venian reemplazando a aquél y, en cambio, se reinstald de otra forma en el deporte, con un tono placentero inédito hasta entonees, claro que haciendo una torsién: encaré ahora practi- cas individuales y competitivas con otros hombres, enfrenta- mientos duales pero tercerizados por reglas. Una dedicacién seria y sostenida a entrenarse, un auténtico proceso de apren- dizaje, fue el primer indice de una incipiente capacidad para la derivacién del jugar a través de actividades hegemonizadas por las leyes del pensamiento preconsciente. Otra modifica- cién notable en este nuevo curso de su vida fue superar su torpeza motriz, que en el pasado solia acarrearle el enojode sus compaiieros de equipo, ya que chocaba constantemente con 206 ellos tanto como con los rivales, no porque se propusiese un juego brusco, sino porque al perder las referencias simbdlicas se quedaba sin lugar propio y se encimaba constantemente a los otros como una defectuosa e inconsciente tentativa de conseguirlo alli, en el cuerpo concreto del semejante, sin importar que —reglas mediante— éste fuese aliado 0 rival. No habrd tampoco de asombramos que el andlisis descu- briera un trabajo que sf le habia encomendado el padre y que él sin saberlo cumplfa concienzudamente, trabajo que impli- caba dimensiones de misién y de reenvio muy dificiles de remontar para un hijo. Sus padres estaban separados y vivia con su madre, nada fuera de lo comtin en estos casos, hasta que, repeticiones mediante, fue tomando forma una consigna implicita, las mas de las veces, formidable en su poder de diseminacién. Todo ocurrfa como si el padre, autor material de la separacién, dejase al hijo en pago por liberarse de su mujer; éste era el contenido latente de que desde entonces (cuando él cumplia ya los catorce afios) ambos viviesen solos. Aqui se insertaba la consigna en cuestién, que habia llegado inclusive a asomar explicitamente en los labios del padre: “vos tenés que cuidarla”. La madre aparecia con una patologfa histérica abigarrada y seria que descargaba masivamente sobre el muchacho, esta significacién inconsciente de ‘trabajo’ —en la cual un padre reenviaa la situacién edipica, y se invierte la funcién paterna en cuanto al corte con lo matemo primordial— de hecho trababa e impedia toda otra significacién mas socializada de la categoria. El ya trabajaba, trabajaba de hijo que cuida a su madre, cosa de la que acabé por darse cuenta mis alld de la superficie espectacularmente ocupada por las peleas que tenfan. Este trabajo lo cumplfa a pie juntillas, con lamayor de lasresponsabilidades y no debfa resultar ajeno a las inhibicio- nes y falta de deseo que poblaban sus acercamientos hetero- sexuales. Este era también el tinico trabajo autorizado a realizar en términos del discurso familiar. El padre seguia sosteniendo econdémicamente en forma total a la madre, sin que eso se cuestionara, sin que fuese tomado como algo transitorio, aun 207 cuando la madre tuviese un titulo universitario usado menos que a medias. En esta disposicién de factores, tos pagos que el padrele hacia, esos flujosdedineroderitmocaprichoso y erra- tico, correspondian a su misién junto.a la madre y a ninguna otra cosa. Tal era el verdadero sentido de las ‘changas’. A lasazén resignificamos anteriores protestas porque cuan- do habia que hacer algo, “la parte sucia”, el padre se la encomendaba a él. La parte sucia era lo incestuoso, la perse ve- racién en lo ed{pico, el cargar con la madre. La falta de coraje del padre para separarse realmente de su mujer habia determi- nado un pacto perverso entre ambos, seguin el cual el hijo era entregado a cambio, chantajeado por permanentes amenazas de suicidio o dramatizadas por su progenitora. Los efectos del descubrimiento y la elaboracién de todas estas cuestiones habia de ser miiltiple y diseminado en el tiempo, por lo que creo importante no descuidar en la masa de hechos un acontecimiento subjetivo verdaderamente esencial: el andlisis era el primerisimo trabajo que hacia en provecho de si mismo y tenia que sostenerlo él, ya que yo no tomaba su lugar. A la larga este factor, en general poco aparente, suponia un potencial transformador mas profundo y envolvente que la desaparicion o remodelacién de sintomas. Una de sus consecuencias, probablemente, es que en la transferencia empeaé a ocurrir otra cosa, algo que incluso provoco una interrupci6n del andlisis en un momento dado. Durante todo este transcurso el padre segufa pagdndole ¢l tratamiento, s6lo que con el mismo estilo de imprevisibilidad que era su sello en relacién con el dinero, por lo que regular- mente se atrasaba en los pagos. Esto empezé a molestar al muchacho, a sentir su palabra involucrada en la cuestién. Por entonces yo lo consideraba como una de las reglas del juego que provisoriamente no habia mas remedio que aceptar para que la terapia fuera posible, de manera que me abstenia de presionar. Fue pues espontaneo que el paciente se incluyese como responsable en lo que pasaba. Aparte de suaporte de una corriente de culpabilidad (que a la postre tiene sobre todo una funci6n resistencial), lo subjetivamente valioso de esto reside en el apresto para defender aquello que deseaba, Ilevarlo a 208 pelear sus lugares. Sobre todo, hizo que a los tropezones avanzase en reposicionarse respecto del trabajar. El que fuera un paso importante no lo libraria, por cierto, de larepetici6n, Porinfluencia de un amigo se incorporéauna cuadrilla de pintores, esperando aprender el oficio sobre la marcha. Era un grupo con caracteristicas muy particulares: casi nadie, salvo el patron, sabia efectivamente pintar. En segundo lugar, eran casi todos adolescentes. La tercera pecu- liaridad eran los rasgos de personalidad del que los dirigia, que lo emparentaba a su padre en algunas cosas. Por tanto, lo difiriencial tardé en hacerse notar. En un principio pareciamos reencontrar la inconsistencia de cons- tumbre: él iba y no sabia qué hacer alli, donde colocarse, qué nombre ponerle a eso; poco a pocose fue configurando unade esas situaciones “delirantes” cuyo sentido era la puesta en escena de elementas de tipo perverso y aun psicético, espe- cialmente durante una época en que pintaban casas vacias, cuyos duefios s6lo venian a verificar el trabajo cada tanto. En estos casos, una vez instalada la cuadrilla, insensible- mente laactividad ‘oficial’ que los convocaba se iba desdibu- jando y desplazando: fumaban marihuana, se emborracha- ban, se contaban fantasias noexentas de aspectos homosexua- les que a él en particular lo angustiaban mucho, Por su parte, dio con un ignorado componente fetichista: excitarse y mas- turbarse a la vista de ropa interior de mujer que buscaba en esas casas. Entre el insight y las defensas manfacas €l contaba cémo, a la legada del propietario, éste se iba “deformando” al constatar la dilacién que sufria ¢l trabajo. De hecho, no era lo tinico que se “deformaba”, los potenciales sublimatorios habian caido por el camino. Periddicamente, alguno de los miembros del grupo ya no soportaba mas y se marchaba, intensificando la sensacion de catdstrofe final. Y sin embargo no fue asf. Cuando todo lo anterior forzaba a concluir en un nuevo extravio del mucha- choenunespacioconfusionante por sus carencias simbdélicas, inesperadamente (la confianza en los efectos del tratamiento estaba bastante tironeada por tanta repetitividad) empezé a tomar distancia, incluso a poder refrse de la situacién de otra 209 manera, con ojos més criticos y mds hidicos ala vez. Se puso en marcha un proceso en direccién inversa, donde lo perverso y lo delirante se transforma en jugar y se produce un resto: aprende en serio (jugando) el oficio, estrictamente por afiadi- dura. Con esto se sorprendié a sf mismo, no estaba en sus cadlculos, habfa entrado al grupo como a una actividad “de paso”, sin saldo alguno. En su lugar, de buenas a primeras se descubrié poseedor de una cierta técnica que le daba un medio de vida concreto y sobre todo propio. Otra diferencia importante: si el patrén recordaba aspectos familiares del padre, en un punto decisivo diverge, le ensefia algo, le transmite significantes de un oficio. Entre ambas figuras, el trabajode lo transferencial dala medida de su diferir al par que tiende un puente. ! A través de su nueva actividad fue restituyendo y dirfamos incluso reparando su capacidad de jugar con ese plus para él que era la primera vez que se producia: aprendizaje de algo que lo ayudaba a convertirse en adulto. Estimo que doblegar la represién fue determinante para estos logros, ya que todo lo que se le venia encima de perverso, de psicoticoinclusive (uno de sus compafieros era un muchacho esquizofrénico que habia estado internado e imprimia mucho de su ténica al grupo), lo hubiera compelido a fugarse de la situacién de no estar en tratamiento. Huir era un recurso generosamente usado cuando lo reprimido amenazaba con su pujanza. Creo que devino esencial que todo lo.apuntado se pudiese analizar en el momen- to que sucedia, sesién tras sesién, después de una jornada prolongada de seudopintura, y sin reprimir el despliegue algo surrealista de los hechos, transforméandolos en material. El desenlace fue que abandoné el grupo y se puso a trabajar solo, pues aqui también advinola soledad como condicién para Soportar una tarea. Surgieron dificultades nuevas para anali- zar, dificultades que formaban parte principalisima en la dificultosa inseripcién del trabajar como categoria simbolica: enespecial, hacerla conexién entre sutareaenun lugary loque le pagaran por ella. Tal relacién de causa a efecto en modo alguno era algo sabido. Todo lo contrario, Sélo existia un simulacro preconsciente (‘memorizado’ por su socializacién, 210 diriamos). Tanto la imago del linyera como ladel terratenien- te se oponfan, reforzdndose mutuamente, como para que una ligazén, en apariencia tan inmediata, tan simple, del orden de ‘hice este trabajo, luego me pagan por él’ pudicra establecer- se; por supuesto, esto se trasunté en otras tantas contratacio- nes ambiguas en Io tocante al dinero y dejaria “cicatrices” (Freud) en el psiquismo del paciente. Reparemos en que ni el sefior feudal ni e! vagabundo lo reciben jamis a causa de su actividad: por caminos muy distintos, el dinero supone en lo que a ellos respecta una cesién del trabajo del otro. En el registro imaginario, el dinero era una maravilla que aparecia (o se desvanecia) con la mayor facilidad, y durante mucho tiempo fue incapaz de asociar ganarlo, fuera poco o mucho, con esfuerzo suyo. Un acto sintomiatico de esta con- dicién era olvidarse de acordar el aspecto econdémico, y ponerse a trabajar con eso en suspenso, no dicho, a costa por supuesto de verse perjudicado y abusado en mis de una oca- sién, No se trataba de un acto fallido puntual (como el que a veces marca el primer hecho de trabajo adulto en lavidadeun sujeto); se daba regularmente, la conexién sele cafa una y otra vez, No hemos de considerarla entonces una inscripcion mo- mentdneamente reprimida sino una “forclusi6n local” (Na- sio), una inscripeiGn en negativo. Arduidad tras arduidad, el andlisis no las desalojé facilmente. La presién repetitiva no daba respiro. Cuando ya pasados los veinte aftos egresé dela universidad, trasladé a su flamante carrera posible la disocia- cién que habfamos encontrado proveniente de surelacién con lo paterno y que escindia lo fisico de lo intelectual. Siguid trabajando como pintor y el titulo quedé a un lado. Lo susceptible de andlisis era no el conseguir usarlo en el plano de la realidad, cuestién que hace intervenir otras variables, sino prioritariamente la imposibilidad de armar una fantasia desiderativa en torno a su titulo que demostrase al ideal del yo en funcionamiento. Algo de la imago del linyera retorné entonces y se infiltré en su oficio de pintor; asf lo fantaseé al llegar un dfa—como muchos otros— vestido con ropa vieja, manchado, desalifia- do, de trabajar. Pero era también la suciedad puesta en como 21 aS ————— se lo miraba desde la instancia andnima o transubjetiva del mito familiar, a causa de estar, pese a todo, en una actividad productiva. La resolucién (;definitiva?) de esta escisién, de esta doble vida entre su oficio y su titulo profesional no llegarfa sino mucho mas tarde, a posteriori de la terminacion formal del andlisis, cuando el paciente rondaba ya los treinta afios. La problemitica del trabajo sobrevivid asi—con atenuaciones y metamorfosis importantes— a nuestra relacién efectiva, si bien un par de visitas a mi consultorio escandidas en el tiempo me demostraron que algo del impulso interior del andlisis seguia atin discurriendo a través de los dias. Lo interesante para las articulaciones que venimos persi- guiendo del jugar al trabajar es que su profesion, tardiamente asumida y siempre con ecos desvalorizantes en relacién con las mayores insignias falicas de la del padre, fue verdadera- mente incorporada al campo de la sublimacién una vez que ‘accidentalmente’ la vinculda larecuperacién de adolescentes drogadictos, delincuentes, marginales, o sea, con los que aiios antes constituyera un peligroso polo de atraccién para él. Alli pudo por vez primera ponerla a jugar, sdlo alli, retroactiva- mente, haberla estudiado cobré sentido. Conel tiempo llegamos a pensar (y éste fue uno de los temas de nuestra tiltima entrevista) que su arribo a un trabajo profe- sional nose cumplidé sin una condicién previa estructuralmente indispensable para estabilizar una posicién adulta mas o me- nos satisfactoria en lo que hace a si mismo: me refiero—a su turno— a lidiar con ese territorio —pequefio en sf mismo, in- sondable como nudo de sobredeterminaciones— donde esta- ba depositado lo mas inercial y antiproductivo del mito familiar, es decir, aquella herencia inutilizable. El se esforz6 porinsertarse en este ambitoimpenetrable e inamovible: trans- formar en trabajo la fantasia del terrateniente; por cierto que, como el padre y el abuelo, no lo logré; se estrellé contra sus propias limitaciones, pero mas aun contra los significantes del supery6 allfenclavados desde largo tiempo atris, pero fue algo que él tuvo que poner en juego para sentirse mas libre de esa carga hereditaria y tuvo el efecto positivo de separarlo de la dura roca de ese pasado demasiado presente. Aprendié a 212 reconocer menos renegatoriamente y andarse con mis cuida- do del deseo de fracaso y destruccién que un mito puede al- bergar; aprendié que ese fracaso no era él. La denegacién originaria, como la hemos llamado, entré en funciones. Lo que hasta aqui he desarrollado creo que permite, y sobre bases fundamentalmente clinicas, diferenciar con mayor ti- gor que el que hemos tenido los psicoanalistas, y sin necesi- dad de incurrir en declamaciones ideolégicas en tiltima ins- tancia demasiado abstractas para servir de ayuda a nadie, entre el trabajar en el registro de la adaptacién social — registro sobre el que también opera el analista, le guste ono, y aun las mas de las veces excesivamente— regulada por Jas identificaciones derivadas del ideal del yo y zpor qué no? (,cémo evitarlo?) del yoideal y otro orden que se Je intersecta, que se intrinca con él a veces en el limite de lo indiscernible, pero que de derecho es otra instancia. Lo esencial de ésta es que en mayor o menor grado las formaciones de deseo largamente desplegadas y desarrolladas en el campo del jugar infantil y adolescente pasan, ceden gran parte de su fuerza y de su poder intrinseco al trabajar como actividad central en la existencia adulta, otorgdndole asi una base pulsional decisi- va, y que la supremacfa visible del proceso secundario en el disefio de los “proyectos anticipatorios” (Aulagnier) y en la realizacion técnica del trabajo no deben escabullirnos. Sin esta base el trabajar o no puede constituirse o se seudocons- tituye como una fachada acaso socialmente muy redituable pero subjetivamente vacfa de significacion. Sin ira los casos mas graves, muchas particiones ‘natura- les” sancionadas por la cultura portan en su nucleo el sintoma de una mutacién fallida, desde los ensuefios diurmos como casi dinico testimoniodel jugar en muchos adultos neuraticos, hasta la semana ‘para trabajar’ y el fin de semana para ‘divertirse’ que escande la existencia de multitud de seres humanos. Digamos finalmente que respecto al necesario y saludable desenvolvimiento y primacfa del proceso secundario alli “donde ello era” (y en relacién al cual el jugar del nifio da un primer e importante envidn)”, este andlisis prodigé material, 213 permitiendo estudiar, sobre todo, cémo el surgimiento de una verdadera actividad de trabajo ayuda a la organizacion y ala reorganizacion de secuencias de tiempo con principio y fin. Antes de eso, el anddlisis mismo le parecia al muchacho un antiproceso infinito, donde estaba detenido en una especie de mar inmévil, donde cada sesion era y seria igual a la anterior ¥ nunca irfamos a ninguna parte. Sélo mucho después de consolidar su posibilidad de trabajar, le fue imaginarizable la idea de final, de duracién limitada, de variacién en el tiempo; y el ambito donde esto se ventild originalmente fue justamen- te el de su oficio, rompiendo con la época de Ia instalacién indefinida en una casa, poniéndose plazos a si mismo y uniendo esto al deseo de juntarse mas rapido con el dinero que le pagaban. 214 13, LAS CONDICIONES DE UNA METAMORFOSIS Debemos anticiparnos a un posible malentendido depen- diente de una perspectiva psicogenética un poco elemental. También en este sentido el material del caso que vengo ex] oniendo fue de gran ayuda, nefeck a earomden nocon Inexperienciadeeste: solo historial) que una condicién del jugar realizada en Ja nifiez no necesariamente implica un pasaje exitoso al otro orden considerado. Para decirlo en términos abarcativos, podemos encontrar casos donde el juego se ha desarrollado satisfactoriamente pero el punto de fracaso reside precisamente en esa transformacién, en ese viraje que harfa falta para investir el campodel trabajo. Iniciamos todo esto con una proposicién tedrica minima, que es bueno recordar: un quantum significativo del orden del deseoque se manifiestao se despliegaen la actividaddel jugar debe pasar a la actividad que a grandes rasgos Hamamos trabajar si es que ese quehacerhade tomarse realmente propio del sujeto. Nohay excepcién posible aesta ley. Sipocoo nada del orden del deseo inviste el trabajar, el resultado no sera alguien que no trabaje (ono necesariamente); muy bien puede ser que trabaje en de a ptativo es.un fracaso del \ pelsugarzelsujetorestiperdidot Esa es la proposicién tedrica 215, Soo Oe mas sencillamente formulada de la cual parti, algo debe pasar en el sentido de desplazamiento libidinal o de sublimacion, pasar de un campo a otro, y el momento, el tiempo en que algo debe pasar, es justamente una de las cosas mis cruciales que especifican a la adolescencia mas alld de consideraciones puramente biolégicas y cronoldgicas. Como analistas podemos ver, en el material de adolescen- tesode adultos jévenes, que ala parde unademanda deanilisis desencadenada por conflictos sexuales tropezamos insistente- mente con demandas de andlisis que giran en torno a una infelicidad, a un malestar, en el orden del trabajar. De manera que es un campo de mayiiscula trascendencia que no siempre es recogida por nuestra reflexion teérica, demasiado absorbi- da, me parece, por el aspecto mds obvio de la “metamorfosis dela pubertad”, o bien requerida por otro tipo de sintomatolo- gia, No hace falta quitarle importancia a todos esos fendmenos para dar el lugar que su frecuencia merece a las consultas que, tfpicamente, reconocen como factor desencadenante la termi- nacién del secundario, y por algo mds que una conmocién ‘emocional’, un duelo, etc. No pocas veces esas consultas, en manos de psicdlogos, se rotulan como “vocacionales’, dada la tepeticion de decires como ‘no sé qué hacer’, ‘no sé para qué lado agarrar’, ‘no sé qué carrera seguir’. Para el psicoanilisis, invocar tal nocidn es totalmente insuficiente ¢ ineficaz, toda vez que existe una cuestién de posicionamiento sexual (en el amplio pero exacto matiz psicoanalitico del término) de ese sujeto, en el que las imagos familiares masculinas y femeninas de que dispone-en cuanto a los ideales y las sublimaciones son las que estén en el basamento de ese ‘no sé qué hacer’. En esta especffica ransformacién del jugar al trabajo, hay toda una multitud de conflictos, de tensiones, desencuentros, Otra conclusién que el caso permitié extraer es una alta 216 correlacién positiva entre la relacién posicién hijo/posici6n padre (abreviando en exceso, ya que lamaterna también debe ineluirse aqui) y el par juego/trabajo. O sea, que las vacilacio- nes y fracasos en el pasaje que investigamos se ligan a los variables desfallecimientos para alcanzar una posicién que ya noes la posicidn hijo. Esto se hizo muy evidente en el material del paciente a tra- vés de miiltiples elementos de los cuales citaré algunos como muestra. El primero concierne a una frase del padre del mu- chacho que dio pie a muchos anilisis. Restituiré su contexto, Cuando habia adelantado considerablemente en hacer del pintar un verdadero trabajo, sucedié que un dia el padre le pidi6 que pintase una de sus habitaciones. El caso es que las paredes de ese cuarto se hallaban notoriamente impregnadas de humedad, por lo que el paciente le dijo entonces que primero habia que solucionar ese problema, de lo contrario pintar seria intitil. Fue entonces que el padre produjo esta frase: “no importa, hacelo igual”. Para el andlisis fue un acontecimiento rico en consecuen- cias. Lociertoes queel paciente llegéa sesin con una especie de punto de locura alrededor de lo que habia escuchado; eso “lo rayaba” en términos de él, era un dicho “rayante”, desor- ganizador, Por una parte aislamos algo de! orden de la renegaci6n; “ya sé que esto no ya a servir, pero aun asi lo hago como si sirviese’ ,lo cual implica para el paciente un punto loco. El no sabia por qué esa frase lo ponfa tan loco, pero era una frase que Jo empujaba a un vacto, aun abismo, lo angustiaba, al mismo tiempo le desencadenaria una especie de célera difusa pero impotente, porque no pudo replicarle nada, quedé reducido a un silencio inexplicable, por mas que el mas elemental senti- do comin daba mucho para contestar. El efecto principal de esarenegacién era la descalificacion de lo que él pudiese hacer, o mas radicalmente todavia, era quitar todo sentido a su actividad. Concientizarlo asi lemovié aasociar, desreprimiendo antecedentes de esa frase en milti- plesocasiones; noerala primera vez que el padre pronunciaba algo semejante, de modo acaso menos grosero se perfilaba en 217 el pasado. El mecanismo se mantenia invariante: ‘algo no sirve pero se hace igual’, ‘pero entonces lo que se realiza carece de toda significacién’. esa frase es él, pero el punto que descubri aquella en que tomaba trabajos que no eran tales, fraudes disfrazados con ofrecimien- tos sin asidero, promesas escritas con humo. En realidad, en él funcionaba esa actitud de “no importa, hacelo igual”, reprodu- cia la misma renegaci6n. El muchacho lleg6 mas lejos aun, porque reconstruyé que esas famosas investigaciones, o sea el trabajomismodel padre, siempre desembocando en punto muerto por su coeficiente sutilmente delirante, obedecian a la misma frase rectora, a la misma conminacién a naufragar en el sinsentido, Vale decir, descubrié la posicidn de hijo activa en su padre, La tinica forma que él habfa encontrado durante mucho tiempo de sustraerse a ese “no importa, hacelo igual”, habia sido justamente marginarse del trabajo, manteniéndose en un plano de puro juego o de puroacting. Asi como tempranamen- te el psicoaniilisis descubrié la disociacion, vigente en muchos sujetos, entre el orden del deseo y el orden del amor, podemos reconocer y conceptualizar aqui una disyuncién de parecido alcance y composicién entre el campo primitive del jugar y el secundariamente constituido del trabajar. El “no importa, hacelo igual” tomaba un cariz de gran destructividad: bajo su méscara inocente y absurda, hasta divertida, privaba al sujeto de la dimension de sentido que especifica una genuina accidn. Durante varios afios el muchacho se habfa parapetado en recusar “ideoldgicamente” la significaci6n de todo lo que connotase adultez para él, como algo objetable o que no le interesaba. Ahora pudo darse cuenta de que, en realidad, noes que tales cosas no tuvieran sentido a sus ojos, sino que no lo tenfan para dicha frase, que se elevaba asia la categoria de ésas que hacen historia, de ésas que hacen mito en una estructura familiar. Yarios afios mas tarde, en aquella ultima visita, tuvimos 218 En definitiva, el que queda descolocado absolutamente con oportunidad de analizar brevemente las complejidades de su pasaje a una posicién paterna. Acababa de nacer su primer hijo y me conté de un fulgurante momento psicdticoemergido en la ocasién, y del cual salié esponténeamente. Pas6 asi: e] nacimiento se costeaba a través de la obra social de su mujer, quien a su vez pertenecia a ella por el trabajo de su padre; al llegar la hora de anotar al bebé mi ya ex paciente se encontré con que, por obra y gracia burocrética, lo habian inserito con el apellido del abuelo, Ante esta sarpresa, se qued6 absoluta- mente demudado, impotente para rectificar el error. Le costé mucho reconstruir en la entrevista lo que habia pasado; solo podia hablar de mudez, de alejamiento, de vacio y de una “angustia sin nombre” (Winnicott), indecible. Deja el lugar, vuelve al cuarto donde esta la esposa y le cuenta lo ocurrido, esperando de ella que la situacién se resignifique. Tuvo que hacerlo asf, porque lo que él sefialaba es que habla crefdo que la inscripcién errénea era la verdadera, eso era lo mas “loco”, como €] decia. Por un breve rato, desde el mostrador hasta que desand6 el camino por los pasillos de la maternidad, fue cierto que él no era el padre de su hijo. Conjuntamente habia crefdo que el recién nacido era un hijo que la mujer habia tenido con su propio padre. Asf las cosas, llegé a la habitaci6n que ocupaban y la interrog6, esperando que ella arreglase la situacién: “es hijo mio, ,no es cierto?” La esposa, por demas sorprendida y descolocada, le contesté en el tinico sentido posible. Séloentonces, a partirde esta intervencién externa, él pudo recuperar el habla y su posicidn, volver y aclararel error, O sea, hubo un momento en el cual para él la cuestién de su paternidad, de su posicién masculina, se cae por una especie de agujero negro, el mismo agujero negro que a lo largo de tantos afios habia devorado su posibilidad de tener y sostener un trabajo que deseara. Unas cuantas décadas de trabajo del psicoandlisis en fron- teras ampliadas autoriza a dar por confirmada una hipdtesis “ que conviene insistir en formular y que la prictica siempre verifica: cuando se da una perturbacién muy severa —no un conflicto neurético a secas—que realmente vuelve imposible por los medios ordinarios de la vida ese pasaje del jugar al o 219 trabajar, nunca encontraremos que las razones de tal imposibi- lidad radiquen exclusivamente en el campo de los procesos del sujeto. En todos esos casos interviene, y fuertemente, algo de su prehistoria o del mito familiar, algo que hace a las caraéte- risticas de las funciones parentales. Por lotanto, una problemé- tica de magnitud, en este punto excede en mucho lo que se acotaria como la sola dimension fantasmiitica del sujeto. Forzosamente, el material lleva hacia Ja prehistoria, a cosas que ocurrieron 6 que sé dijeron o que se-ordenaron de acuerdo: con un mito intrincado a 1a trama histériea, mucho antes de que el paciente estuviera vivo. Eneste punto, y a su propia manera, el psicoanilisis conver- ge con algunas nociones de la teorfa de la comunicacién, incluso con algunos de sus hallazgos, nada més que enrique- ciéndolos como sélo la introduccidn del inconsciente puede hacerlo. Por ejemplo, para mantenerse cerca del material que estamos desarrollan, i vinculo, acufiado p fe Nuestra perspec- tivacabe anadires qui 2e74l sujeto en un espacio sin salida, de estructura muy arcaica, donde no hay fuera de él. “No importa, hacelo igual”, es una de las frases de ese tipo, que hemos visto acorralan a un adolescente en una espacialidad donde atin no funciona el par interno/externo. Como lo he dicho en otras ocasiones, esto se lee como un significante del Otro en postura de supery6: ‘hagas lo que hagas, no escaparas ami férula, no saldras de mi dominio, de mi territorio’. Por la €poca en que atendia a este paciente, yo leialo que era una prictica de tortura psicols e S€ puso a punto por los tiempos dyta Segunda Guerra MundialSy que consistia en lo siguiente: al detenido se le dejaba llevar adelante una cierta tarea, por ejemplo, sembrar algo, cuidar su crecimiento, etc., pero cuando lo cultivado estaba a punto de fructificar, lo destrufan. Una intervencién asi, repetida sistematicamente, tiene un efecto profundamente deteriorante y depresogeno, reduce a cero la viabilidad de una actividad con sentido susceptible de modificar la realidad. Ahora bien, un efecto por entero equivalente al de esta politica concentracionaria habian ejercido sobre mi paciente frases y otro género de intervencio- nes del tipo de “no importa, hacelo igual”. 220 Por lo antes expuesto debemos cuidarnos de no hacer del concepto de deseo inconsciente, un comodin que nos sirva indiferenciadamente cada vez que asi lo requiramos (de un modo andlogo a los servicios que en el pasado prestaba la nociénde instinto en muchas psicologias). Porejemplo, cuan- do para dar cuenta de cualquier cosa, buena o mala, que le ocurre a un paciente se invoca ‘su deseo’ al modo de verdadero deus ex machina, En un historial como el que vertimos trabajando, tal esquema no funciona y es clinica- sodio.c ee que alli irrumpid no corresponde ni pertenece al orden de la ambivalencia, Como en otros casos, sino a una invasién masiva y brutal de un mandato que retorna desde lo prehistérico. Mas que un ‘no quiero’, es un ‘no debes’, ‘no podrds’, lo que resuelve el enigma de su reaccion, Mint | Poreso mismo una de las partes mas fructiferas del andlisis del paciente fue cuando pudo reconocer, Jentamente, cudnéa denianda de fracaso provenia desde el superyé familiar para con un hijo varén, Y daba la casualidad de que él era, de su generacién, el hijo varén mayor. Todos sus primos eran menores, razén para que el peso de aquel mandato le fuera especialmente abrumador. ) Otro aspecto tedrico de mucha gravitacién y sobre el cual es clinicamente decisivo que el analista se interrogue, nos devuelve al concepto de cuerpo imaginado y ala necesidad de continuar profundizando en sus resortes internos. Mi hipdte- sis es que es fundamental detectar hasta donde alcanza, dénde se detiene y hasta se agota el cuerpo imaginado que se forjé para un determinado Por ejemplo, vemos en ‘ratase de casos cuyo andlisis pormenorizado nos impone la conviccién de que el cuerpo imaginado no aporta nada en 221 el terreno de los ideales que necesita un adolescente; no vamds alldde la latencia, Este es un punto importantisimo, porque hay una diferencia, clinicamente muy clara, entre lo apuntado y la posicién de un adolescente, como tantas veces cl analista Ja encuentra, que flene que entrar en conflicto con el ideal familiar —conflicto entre lo que él deberia ser como ado- lescente y como adulto, y sus propios y confusos deseos—. Sabemos que el resultado es un desencuentro en el que se dan todas las combinaciones posibles desde el acatamiento hasta la rebeldia total, desde la adaptacién pasiva, hasta la adaptacién del ideal familiar al deseo del sujeto, que se las arregla para moldear aquél a su propia manera. En toda esta gama de casos, el adolescente sf dispone de una estructura de ideal en forma de cuerpo imaginado que le ofrece la familia y con la que Hegado el caso se enfrenta. Desde el punto de vista clinico, todo esto es radicalmente distinto de las consecuencias que tiene para un adolescente aquella otra disposicién de elementos donde se halla ante un vacfo porque el mito familiarno le ha imaginado nada que sirva al desarrollo del ideal del yo, ni siquiera para rechazarlo. Observemos que cuando alguien dice (como lo dice muchas veces un paciente adolescente): ‘bueno, esto es lo que quieren ellos para mf, no lo que quiero yo para mf’, el que asf habla se esta midiendo con el duro hecho de que existe algo del deseo libidinal del Otro que obliga a tomar partido. Uno de los criterios clinicos mis relevantes e inconfundi- bles de Ja otra situaci6n —con mucho, la mas dificil— es, a partir de los sucesos de la pubertad, el creciente estancamiento en el lugar no sdlo de hijo, también de nifio y la consiguiente y progresiva dificultad para generar apoyos transicionales que Je abran camino al sujeto hasta una posicidn paterna; si el andlisis avanza lo suficiente, siempre articula esto a que desde el dispositivo familiar se significa constantemente al adoles- cente en posicién nifio, sin poder donarle un cuerpo imaginado de ptiber y pospiiber... ni de verdaderamente adulto. Debemos esperar, como es usual, toda clase de intensidades de matiz al respecto. Por ejemplo, en el caso expuesto el paciente tenfa por lo menos la posibilidad —desde el angulo del cuerpo imagina- 222 do—de identificarse al padre y, mal que bien, dedicar su vida a cierto género de “transa” (segiin su expresion) con la dimensién de sinsentido; no nos parecera lo mejor, pero. con todo, existia esa instancia como ideal, mientras en cambio vemos casos donde eso est mucho mis radicalmente vacio y abolido de lo simbdlico. A guisade adelanto para un inventa- rio posible digamos que, por una parte, la clinica nos enfrenta amateriales donde lo subrayable es 2 ausencia literal de todo proyecto anticipatorio, ni tan siquiera en el orden de la fantas{a (sobre todo no). En el polo opuesto —y dando lugar aproblemiticas y a sintomatologfas muy diferentes— se sitda el conflicto, de destinos inciertos, entre una apuesta deseante en divergencia de los anudamientos del ideal mas consolida- dos miticamente y la presién del proyecto anticipatorio con- tenido en el cuerpo imaginado. Entre medio, se despliegan miltiples variantes,® En el primer polo, el mas grave ie apace de la _sintomatologia que se explici ci }OSNi siquiera en el gi diurno se constata algo del orden del “serds', odel ‘seré’, o del ‘quisiera ser’, ni al modo ingenuo pero decisivo, en que por ejemplo un chico dice: ‘cuando sea grande voy a ser bombero’, lo cual nos hace sonreir pero ciertamente implica un registro de ideal en plena accidn. Estructuralmente, lo que llamamos ‘grave’ es que la parte esencial de aquella frase, la que en serio cuenta “cuando sea grande seré’ no esta escrita en el cuerpo imaginado, lo que plantea en qué condiciones puede llegar a escribirla el sujeto. ¥ son significantes (del sujeto) indispensables. Ademis, el mismo deseo tan comin en el nifio (pero tan comiin si no hay patologia grave) de ser grande, es ya por si mismo proyecto anticipatorio. No siempre se repara (salvo que el caso revista las caracteristicas mas ‘escandalosas’ de un autismo desembozado, etc., etc.) hasta qué punto puede faltar. Otro adolescente, algo menor, nos da una muestra impactante. La materia prima de las imagos esté compuesta en él por un esquizofrénico a cargo de la representacién de hombre adulto, Un esquizofrénico cronificado, abulico, que 223 Je del mito familiar. ni siquiera delira ni ofrece algiin otro indicio de produccidn, Y, por otra parte, por un tio obeso pasivizado en el nticleo femenino familiar, que hace un trabajo perfectamente insigni- ficante y cuya nica actividad libidinal parece ser comer a gee No hay padre, en el sentido de que el padre real ha desapa- tecido de su vida hace aiios y sin sustitutos alternativos. Nohay tics en la familia se articule un ‘serds’. in este estado encontramos a muchos Las adicciones, por ejemplo, no son por cierto ajenas a esta topica intrasubjetiva mutilada. El mismo double bind que evocibamos remite a una temporalidad de puro presente, no puede haber futuro alli, pues de haberlo constitui- tia una dimensién de salida, lo cual evidentemente arruinaria ladoble ligaz6n. En el “no importa, hacelo igual” todo trabajo izacién histérica se excluye a prior en cada caso yno s6loen t sujet Eradamente sino también en el nivel Pienso que, a esta altura del desarrollo tedrico del psicoand- sis y aesta altura también del momento que atravesamos (por ejemplo, en tanto profesionales intelectuales de un pafs latinoamericano), se hace necesario una visién panordmica del conjunto de cuestiones suscitadas por el registro del ideal. De lo contrario, caemos en aseveraciones unilaterales, como siempre que no se puede “soportar la paradoja”. En efecto, por una parte cualquier analista o psicoterapeuta escucha muy a menudo efectos y confrontaciones de un sujeto con ciertos ideales, respecto de los cuales se despliega toda una serie de respuestas: represi6n del deseo, inhibicion, ambivalencia, sfntomas de algtin tipo, sumisién, transformacisn exttosa del mandato, etc. Estamos por eso acostumbrados a las mas multiformes peripecias de donde es legitimo coneluir que el exceso de ideal mata, cuando no literalmente al menos mata las 224 posibilidades desiderativas significantes del sujeto, sobre todo si, porejemplo, el adolescente tiene entronizadaaalguna figura farniliar como yo ideal, realizacién misma de la perfec- cion narcisista. 2 En esa medida, tal entronizacién impotentiza al sujeto, y gran parte del éxito, de la oportunidad del andlisis, consiste en liberarlode ese aplastamiento condicionado porideales deve- nidos objetivamente significantes del supery6. Ese es un orden de cosas indiscutibles. Pero existe otro, y que demues- tra en los hechos provocar consecuencias marcadamente mas destructivas, toda vez que no se constituye (o solo en forma violentamente frigil) instancia del ideal. Pero entonces tenemos que considerar la categoria misma. del ideal en su coeficiente de ambigiiedad, por cuanto oscila entre aplastar a un sujeto con sus caracteristicas y estimularlo libidinalmente en su autoconstruccién. Mas precisamente, la dimensién de estimulo pasa por eso que Freud localizé como apertura hacia el futuro, ‘no hoy, pero luego serds’, ‘no lo hagas hoy asf, hacerlo mejor maiiana’ (frase que transforma el sonado ‘no importa, hacelo igual’). La misma célebre formulacién: “donde Ello era, Yo debo legara advenir”, implica que ese advenimiento es un adveni- miento siempre remitido a un futuro por lo demis asintético, pues nunca se adviene del todo y tal es la mejor condicién para fabricar significantes del sujeto hasta (después de) morir™. Esta asintoticidad constituye un eje, pues adquiere muy temprano— una funcién de provocacién sobre el deseo del sujeto, O sea que el orden del ideal se mueve enun Tegistro duplice y es ese te unilateral de [ Es a eccioamorenmainlb cde ya sucede enel nivelde una comunidad cualquiera. Lévi-Strauss, en sus Mitoldgicas, uno de los aspectos mis tristes 0 siniestros que pone de manifiesto es cémo aparece de pronto en un campo de fuerzas mitico de una comunidad que se esta extinguiendo, por el impactode la colonizacién, la hemorragia del ideal en el grupo, cémo alli 225 aquél empieza a languidecer, y su muerte anticipa la de los demas. Mientras que, en cambio, cuando estaban firmes esos ideales todo el mundo podia incluso maldecirlos. (EI ideal en parte est para que se lo maldiga, al menos en Occidente)". a Lacan hemos descu- para € iferos, destructividad suclta que ‘ + anda en su busca. Por eso mismo el delirio o formaciones * delirantes que le son equivalentes acuden a restituir, por vias omanfacas 0 paranoicamente, eso que hace vacio suecionante ‘en el ideal. Pero haya o no delirios, la categoria de agujere en el ideal implica regularmente patologfas muy severas. Creo vdlida una formulacion en términos de ley; todo yo ide al no transformable, o sea coagulado como tal, llegada laa- dolescencia deviene automdticamente un significante del su peryo. Exactamente muta de significante del sujeto a la posi- cién antagénica, pasando asf de representarlo a él y, de un modo wotro, servirlea sus procesos desiderativos, a mutilarlo en mayor o menor medida. Reconsideremos un material ya expuesto paginas atrds, aquel de la paciente que en determinado momento de su adolescencia y de su anilisis, vira a una posicidn de rechazo y hasta de furor agresivo hacia todo lo que giraba en torno al significante “mufieca”. Claro que éste es un nombre (en) clave de su yo ideal; es el término que la ha estructurado como falo de la madre desde su mds temprana infancia y de la familia en su conjunto, mas alld de aquélla, Se trata, notemos, de una situacién sumamente habitual cuando analizamos adolescentes, en quienes un significante que en absoluto tuvo efectos predominantemente nocivos ni mucho menos destructivos pasa ahora, operado el pasaje puberal,, a sf provocarlos. Es un significante que deja de servir a larealizacion libidinal del que lo porta. Por eso para esta paciente, cuando avanza la adolescencia y aquél no puede transformarse en otra cosa, el término muneca 226, empieza a actuar mas y mas como significante del superyé y detiene toda produccidn deseante propia. En particular, todo lo de ella como posible mujer, en la esfera sexual o en cualquier otra que de ella derive o a ella se articule. Es por esta razon que podemos muchas veces definir a la adolescencia como el tiempo en que se pone de relieve por primera vez en la vida un efecto represor, paralizante 0; destructivo, propio de un significante del superyé provenien-' te, originario, de la arcaica formacién del yo ideal, Y aun conviene afiadir que se trata ademas del significante del supery6 en el sentido mds arcaico de esta subestructura, no en la direccién de Ja castracién simbélica; antes bien, mandato en su forma mds pura, sojuzgamiento de todo aquello que signifique al sujeto, puro ‘no serds’, en fin, en la medida en que para el paciente se convierte lo que se opone radical e incondicionalmente a todo cambio. Si nos atenemos a como lo plantean los Lefort, se limita a decir ‘éste es tu sitio, de acd no podés salir’, haciéndonos recordar las variantes mis cerra- das y formalistas del estructuralismo, aquellas que forcluyen de rafz la dimensién histérica. jTan cierto es que uno no encuentra sino los aliados de los que es inconscientemente merecedor! Pero no necesitamos caer en tales unilateralida- des para no subestimar su poder, si hemos de considerarlo como el representante mas cabal en el psiquismo de la ya no tan inasible (ni tan silenciosa) pulsién de muerte, En efecto, aunque sea un gran progreso que el paciente logre por fin reconocer este régimen del significante, el resultado final es impredecible. Lo expresa muy bien el suefio de angustia de una mujer joven, en el que se vefa una estatua y, ademas, a su alrededor, enormes bloques de piedra. La angustia remitié durante la sesién a que era como si estuviese frente a su doble ideal. Asocia la estatua consigo misma y con determinados quistes en el titero que habia tenido, los quistes inscriptos al modo de petrificaciones instaladas en su cuerpo. La angustia nos ensefia que esa estatua es Ja coagulacién en que ella se halla fijada, todo lo contrario a la dimensién del ‘sera’, ‘seguirds’, “pasards’ que conscientemente reclama. La instancia del yo ideal, cuando tuerce al régimen de los 227 significantes del superyd, por ende intransformable en ideal del yo, se define por la consigna del “no pasards”, y no hay palabra que se pueda proferir que sirva para pasar. Vale decir, no hay corte factible sin un minucioso y dificil desmontaje del funcionamiento de la instancia en si misma: hay que hacerla saltar en pedazos o disgregarse. Tan complejo y sujeto a torsiones histérico-estructurales es este asunto que es indispensable volver cada tanto al recorrido de la instancia del ideal (sobre todo, la del yo ideal) en suficiente perspectiva, pues lo sincrénico por si solo nos conduce muy facilmente adelimitaciones arbitrarias o parcia- les. Porque, retornando al punto de partida, no cabe duda de que es una inmensa, invalorable fortuna que el pequefio cuente con alguien que le diga ‘mi bebé’; de nadie haber para investirlo bajo este nombre querria decir nada menos que falta cuerpo imaginado que protounifique alli al infans. De modo que necesariamente ‘mi bebé’ deviene una formacién ideal, que asi ocurra €s una cuestién de vida o muerte para el recién nacido, y sabemos bien que literalmente hablando el yo ideal, pues, no es una cosa opinable: es una constitucién indispensa- ble a la vida, Varios afios mds tarde (no pocos “trastornos neurdticos’, por ejemplo, en la latencia lo implican) pero sobre todo con el ‘mi *, con lo que —camino transitable, no el tinico— se produce el yuelco hacia esta difiriencia, el ideal del yo. Si es un verdadero vuelco y no un rebote especular (la sola observacion no basta para establecerlo), el sujeto, corrido a padre o madre, nuevamente ha reiniciado su produccién significante: padre o madre de ‘mi bebé’ ode ‘mi trabajo’ ode ‘mi lugar’, los contenidos son como siempre lo mas contin- gente. Recordemos ademas que ‘mi bebé’ no debe resonar siempre en una connotacidn tierna. La madre mencionada antes, cuan- ( 228 do se refiere a esos “segundos varones que siempre van presos” no esta hablando de otra cosa que de ‘mi bebé’, El “siempre” destaca su magnifica y terrible destructividad, .Cémo advenir a una posicién de trabajo a partir de su son oracular? Atin es oportuno usar del espacio que queda para conside- rarcon mayor detenimiento otra mutacién. Hemossentadoen un texto anterior la tesis, que conlleva dimensiones de descu- brimiento a través del trabajo clinico, de que el modelo mas adecuado para teorizar sobre el jugar del nifio es la actividad del bricolage, de 1a cual el capitulo inicial del pensamiento salvaje sigue ofreciendo la descripcién més soberbia en su esplendor. En realidad, hicimos un poco més: plantear una identidad 6nticaentre ambas praxis, resolviéndolas asienuna sola. Elchico(se) hace bricoleur porque su jugar pone enaccién un largo trabajo de escritura inconsciente, fundamentalmen- te gobernado por las leyes de los procesos primario y origina- nio. Para Hevarla a buen puerto se toman los materiales que sean y de donde se pueda, siendo principio supremo del bricolage que “todo puede servir" (Strauss). Unchicolohace espontiinea y cotidianamente cuando toma un palito o cual- quierdesecho, pide cosas que los grandes despreciarfan ycon ellas inventa una serie de escenificaciones, metamorfosean- dolo, porejemplo, en un animal oen un objetonuevo. Cuando se trata de armar su cuerpo o de poner en ao deseos i s ef clivamente todo pu aquel i ‘08, . fre XE! “todo puede servir” es mucho mas que unaexpresién feliz para describir un estado de cosas: constituye una formu- lacién teérica de la transformacién de lo accidental, de lo contingente en necesario y estructural, dado que el sujeto compone su yo corporal, sus sitios, sus objetos con este género de materiales”. Dirfase que la eSpontaneidad inconsciente funcionacomo 229 una varita magica; nada de lo que toca ni lugar por donde pasa sigue igual. Idéntico proceso afecta al lenguaje verbal (uno de los seudopodios, y en lugar muy destacado, del jugar): laleos, musicalidades ricamente ambiguas, mis adelante fantasias que simulan relatos vividos y relatos vividos organizados como fantasias, ‘mentiras’ (entre las manifestaciones mas importantes de subjetivarse como ya no mds transparente al Otro)”. Para que todo este magma heteroclitico de significantes en potencia se transforme en algo del orden del trabajar, el conjunto debe sufrir un pasaje que exige del redimensiona- miento del proceso secundario. A partir de él, no todo sirve de : date as ea 1 én que tiene que ver con este viraje, en la que mucho de lo que estaba en juego como puro proceso primario se articulaen el otro y asu través, proyecto que exhibe un tipo difiriente de racionalidad. Nueva- mente, un caso nos ayudard a esclarecerlo. Unaadolescente, de quince afios, habia empezado aestudiar cerdmica, pintura, bellas artes en general. De atenerse a los dibujos y modelados que en ocasiones hacia en sesién, la conclusién era la de un talento potencial bastante por encima | del promedio, No obstante, empieza a irle mal, y hasta se desalienta répidamente. ;Qué ha ocurrido? El andlisis descu- bre que hay una transformacién que ella no hac : . Al empezar a estudiar, en cambio, tiene que hacer desfilar todas estas cualidades por un cierto cédigo y aceptar entrar en contacto con procedimientos y saberes ya instituidos. Resulta que ella se coloca en la posicién de pretender innovar en un campo, sin atravesar primero la fase de adquisicién del manejo de aquello que se propondria modificar. Pero he aqui que —por motivos que ahora es innecesario detallar—en este punto ella nolograacceder a esa conversion. Tiende asi a que todas sus reales potencialidades se estanquen BO exclusivamente al servicio del principio del placer, sin articu- larse en un registro donde el deseo no deja de estar presente en loesencial, pero integrado en un circuito mis largo, secun- darizado, El desenlace es ratificarse en la omnipotencia mis queen lacapacidad: ella ya lo sabe; al menos sabe que lo suyo le ha bastado para instituirse en el falo de su familia, por lo tanto se obstruye el aprender a hacer nada de otra forma. Se trata, por cierto, de una vicisitud muy habitual como punto de resistencia en el lento giro por el cual buena parte del jugar adviene trabajar. Se trata también de un conflicto superable en principio, pero no sin una “exigencia de trabajo” a fin de que ja primacfa del proceso primario ceda paso a cierta relativa primacia del proceso secundario (primacia no significa repre- ay en un circuito comunicable mds amplio y con otras reglas; éste es un primer y esencial punto de transformacién. Ain queda pendiente otra cuestiGn. A veces las vicisitudes perte- necen a un orden distinto, donde el sujeto mas bien se tiene que medir con un exceso de ideal, en relacion con este pasaje del jugar al trabajar. Volvamos aun sobre otro material parcialmente ya expues- to: un adolescente que consulta tras una escolaridad brillante y tras haber sido siempre el hijo que se esperaba en una familia donde se aprecia el trabajo bien realizado y, mds todavia, en lo concerniente a los ideales masculinos, hacerlo asf remite a una especie de cédigo de honor. Existe una tradicién familiar que abarca a numerosos miembros varones desde un bisabuelo en adelante, donde todos ocupan lugar destacado en determinado oficio, tradi- ciénen la que, ademas, esa familia ha ganado cierto prestigio s6lido, no s6loenel orden econdémico sino en cuanto a la ética. En fin, el muchacho recibe del padre y de sus tfos un nombre valorizado. 231 Otro detalle de interés es que el trabajo lo hacian juntos, asociacion que se renovaba de una a otra generacion, lo que él asu turno habia comenzado a hacer cuando vino a verme, mis de un afio atris. Su eleccién parecia pues caso cerrado, defini- tiva. Por supuesto, era mds que evidente el beneplacito familiar porque asf fuera, pero correlativamente, no se habia registrado ninguna coaccién explicita sobre él (ni nada aparecié que autorizase a interpretar la existencia de una implicita externa al paciente). Todo marchaba con fluidez, hasta que, bastante sibitamen- te, irrumpen actuaciones: a horcajadas de una intensa angustia flotante, difusa, segin él relata, empieza a no poder continuar en lo que esta haciendo, a no cumplir lo que se esperaba de él; en sintesis, a fallar, y, particu armente en su area a ~fallarle al padre, loque siente comoalgp muy culpabilizante (la prosecucién del tratamiento confirm que todo esto era de su exclusiva cosecha, ya que su padre toleré muy bien las fases que siguieron, y en lo fundamental lo respetd). Por la €poca en que consulta agudiza aun més la situacién un delirio depresivo que basicamente consistfa en acusarse de ser alcohdlico, lo cual no tenia asidero alguno en la realidad. Pero él estaba totalmente convencido sin distancia critica con- servada a la saz6n, y solo contuvo un poco su angustia y su sentimiento de culpabilidad ingresando a Alcohdlicos Anéni- mos. No iniciamos una terapia formal porque no me parecié el momento mds propicio; opté por apostar a la idea de una crisis vital y de acompafiarla con instrumentos analiticos que a la alternativa de psicopatologizar ta situacién. Convinimos en celebrar entrevistas con cierta irregularidad, dejando a su iniciativa acortar el lapso entre ellas, pues yo pensaba que esa crisis necesitaba estallar y desplegarse, y que lo més importan- te era no interferir. Tuye muy en cuenta para mi decisién su demanda de que yo lo normalizara prontamente (lo que dela- taba su propia psicopatologizacién de lo que le pasaba), algo del orden de: ‘soy la oveja descarriada, vuélvame al ruedo’. Por ese entonces vino a verme su padre; el muchacho, ademéas, no se costeaba el tratamiento. El padre no entendia 232 mucho de lo que sucedia, pero dejo bien enclaro que lo queria asu hijo y no pensaba cuestionarlo, trasunté poder esperar sin hostigamientos, si bien no conseguian el tono para dialogar entre si, por el momento al menos. Hubo de hecho un solo acontecimiento significativo du- Tante este trabajo que hicimos juntos: no se sabe bien por qué empezo a investigar, a preguntar por su nombre de pila, inquiriendo debido a qué lo llevaba, a qué origenese historias remitia, Investig6 primero a su alrededor, y fue una sorpresa ente- rarse de que el padre no queria hablar del asunto y esto quedo como irrevocable. Tuvo que seguir buscando un poco as lejos, hasta que ena se enter de queiswnombr ba una a fueris exrlneise, oer él, no tanto como 0 para sacarlo del archivo pero sf para que en su interior se lo hiciese a un lado, se lo aislara enérgicamente. La historia o el mito narraban que su antepasado y tocayo fue expulsadoa causa de ser jugador, bebedor pasado de la raya, y por una relacién me- tafGricamente susceptible de ser llamada incestuosa. Diga-. mos que parecfa transgredir todas las puntuaciones del cédigo familiar. Lo curioso era también que nadie sabia bien por qué ese nombre habia reaparecido con el nacimiento del paciente. Aparentemente, al ponérselo nadie record6 a quién pertene- ciera antafio. Larevelacién de esta historia extraviada ilumin6 en algo la situacién. En lo inmediato, el muchacho se dio cuenta que de ahi emanaba la acusacién de alcoholismo. Mas o menos bruscamente, la fase delirante se corté y el material (mono- corde al principio) sufrié un manifiesto desplazamiento al deseo de hacer algo distinto de la tradicién, de emprender nuevos caminos. Decidié entonces interrumpir la terapia, pero a los pocos meses regreso por algiin tiempo, esta vez tomando mis sesiones. Desfilaron una coleccién de trabajos posibles, algu- nos brevemente concretados, otros solo fantaseados, todo en — 233 mezcla inestable, pero con un factor en comin: mantenerse muy alejado de la tradicién familiar. Después de ese recorrido, un dia reencuentra su deseo de retomar el camino de aquella tradicion, pero seria muy erroneo suponerlo en la linea del hijo prédigo que retorna al redil y a hacer lo mismo que los demds. El material es rico en signos de difiriencia (y la escansién temporal no le es ajena). Ha cumpli- do entretanto veinte anos, la angustia ha caido, él dice que no sabe bien para qué hizo ese recorrido, pero lo tuvo que hacer; esoves lo que alcanza a articular, y acepta mi sefialamiento de que necesité probar que podia hacer otra cosa para que le fuera dado elegir la tradicion. Aqufes donde se introduce la cuestién del ideal. Puede pen- sarse que es uno de esos casos en que el ideal del yo amenaza devenir aplastante o conminatorio, En sintesis, é] tratade jugar con otro mazo de significantes que el que se le supondria, Su recorrido, que en principio toma esa via seudopatolégica y mas tarde el de jugar a ser las mas variadas figuras de lo cultural, se justifica en la gran crisis desatada ante la inminencia del pasa- je del jugar al trabajar. La excesiva cercania de un ideal de elevadas exigencias y que a la vez rechazaba su nombre amenazaba con que el vuelco se diese, presidido por signifi- cantes de puro mandamiento, El circuito que invent6é tuvo el mérito —entre otras cosas— de impedir una prematura inte- rrupcién del proceso adolescente en pro de un falso self, y permitirle armar un espacio transicional donde se pudiera jugar a trabajar. La recuperacién de un fragmento histdrico ligado a su nominacién (en si misma y mas alld de él, retorno de lo reprimido) hizo de puente para que los significantes del sujeto tomaran el lugar en que estaban instaldndose los del superys, Todo este movimiento, que pudo hacer espontaneamente y con una minima ayuda, devolvidle la posibilidad de conectar creativamente el juego (que inconscientemente se habia ligado ala imago del tio descarriado e inapto para sublimar) al trabajo adulto. De paso desmitificaba un ideal: el oficio familiar ya no era la tnica cosa digna de encarar en la vida, alternativa exclusiva a la perversion y a la adiccién. Es asi como habia 24 llegado a consultar: o se era el ideal.o se era la encarnacién tepulsiva de todo lo patolégico, el destinado por excelenciaa la segregacién. Al fisurar esta disposicién de los significan- tes, el ideal se humanizaré progresivamente en tanto ideal del yo, tomando distancia de la estatuaria caracteristica del yo ideal, intimidatoria al maximo para el paciente. Significativa- mente, hubo todo un reacomodamiento sexual paralelo, lo que no es de extrafiar: desde el momento en que él autométi- camente (este solo término basta paraintuir la presencia de los significantes del supery6) ingresaba en la-tradicion familiar, también automaticamente ingresaba en la tradicién sexual fa- miliar. Cuando consulté estaba en esa posicidn, como €l posterior- mente decia, en la que “ya sabia” todo lo que le iba a pasar, su vida ya estaba organizada de una vez para siempre, horror de orden adeseante en que sdlo queda morirse como tinico desborde. Por suerte, él intercalé algo, que fue su desobedien- cia, lo que se repitié en el terreno de la sexualidad. Esta doble convergencia logré romper el desarrollo de un falso se/fantes que una prematura formalizacién de su vida la significara quizds para siempre como mera adaptacién al deseo del Of vellas, No cabe duda que practicaba el escondite inconsciente- mente, desapareciendo detras de distintos personajes sociales de trabajo, con los cuales se identificaba transitoria o transi- cionalmente sin fijarse a ninguno, sin coagularse en ninguno. Fabricé asf su propio rito de iniciacién y, por eso al volver lo hizo en calidad de hombre que trabaja, sustituto del nifio que obedece. No quisiera concluir sin subrayar el canicter siempre parcial de una sustitucién como la que dejamos planteada. Hay que teneren cuenta que, al margen de una ficcion utépica, el jugar no puede mudarse en trabajar sin resto. Suponerlo equivaldria ademds a olvidar la dimensién de conflicto, ineliminable desde el punto de vista del psicoanilisis. Al 235 mismo tiempo que la transformacién y la metamorfosis, hay que: saber reconocer clinicamente la coexistencia, la bascula- cién fluctuante ¢, incluso, las diferentes embestidas de la represi6n a lo largo de la existencia (y muy en particular, durante la adolescencia, sobre todo en su fase de consolida- cidn), factores todos ellos que afectan al vinculoentre estas dos grandes praxis que hemos tratado de estudiar: la del juego y la del trabajo. j Por lo demiis, si seguimos atinadamente el hilo de nuestra investigacién, es razonable inferir que no son los significantes del sujeto jos que tienden a eliminar la dimensién del conflic- to, inherente alos grandesemprendimientos de unificacién (en una integracién nunca homogeneizada), caracteristicos de las pulsiones que sostienen, incesantemente y todo lo asintotica- mente que se quiera, la existencia humana. 236 NOTAS |. Parafraseando , “donde la prehistoria era, ¢l sujeto debe advenir™. 2. Subrayo el sentido fuerte de “creencia” aqui y en otros lugares del texto: creencia arraigada en matrices inconscientes, Constilieseal respec- to de Hugo Bleichmar, Angustia y fantasma, Adotraf, Madrid, 1986. 3, Modelo digo, y no cjemplo, en tanto apunta a un profundo isomor- fismo entre la red vial, con sus motivos caracteristicos (Lrayecto, encruci- jada, desvio, distribuidor, atascamienta, cruce) y el concepto de incons- ciente en el psicoandlisis. Véase al respecto de Jacques Derrida, La tarje~ ta postal, Siglo XX1, México, 1987. 4, Flexibilidad, se ve, vale como témmino puramente descriptivo, y es un abuso frecuente hacerle simular laconceptualidad. El referente tedrico y metapsicoldgico preciso es la nocién de difiriencia, tal como Ia ha establecido Derrida y como mas o menos fuc introducida en el psicoans- lisis (sin citar la fuente, sin reconocimicnto de deuda) por Jacques Lacan. 5. Advertiremos mds adelante la insuficiencia de un término como ‘rodea’, estando el pequefio sujeto en banda al Ouro primordial. Para no apurar ¢l paso, respeto el ritmo acordado de la escritura con Jas insiancias del acercamiento fenoménico. a 6. Ademés, ciertos aspectas del mito son responsables de que en su momento la pareja fantasmatizara el advenimiento del hijo como solu- cidn, La sola coyuntura historica de una reconciliacién, por ejemplo, no responde por tal volo. 7. Por una convencién demasiado aceptada (de hecho, estrecha el campo de la investigacidn) acostumbramos referinos y a. comtar sdlo las dear 8. El subrayado pone de relieve un aspecto crucial: cierta tradicicn o cierta inhibicidn hacia que en ese punto el psicoanalista resignara sus armas y entregase ¢l territorio a psicalogismos y sociologismos superfi- ciales y conductistas. 9, Formulacién nosdlo mis prudente sino mas justacon los hechos que la oposicién excesivamente usada neurosis/psicosis. Véase, por ejemplo, 237 los capitulos sobre trastornos narcisistas no psicéticos en Ricardo Rodulfo (comp.}, Pagar de mds, Buenos Aires, Nueva Visidn, 1987. 10. Personalmente prefiero este término (“composicién”) al de “cade- na”, Con sus resonancias musicales, histéricas, etc., s¢ alejadecididamen- te de la linealidad que el otro, en cambio, conserva. 11. Insistiria en la trascendencia tedérica de un coneepto como el de encuentro, que no debe asimilarse a un giro casual © sdlo retorico del discurso. De hecho, remite al capital “hallazgo de objeto”, su primera articulacién en la historia del psicoandlisis. 12, Consigna que Lévi-Strauss define como la del bricoleur, Véase El pensamiento salvaje, México, PCE, cap. 1, 1962. 13, Deliberadamente introduzco aqui la referencia a “confecciones” aludiendo a un término acuflado por mi para caracterizar cierta clase de escritores psicoanaliticos, en oposicién latente al ‘amedida’ de un escrito, alamedidade unaexperiencia clinica dela conceptualizacién, en lugar de limitado acitarla en busca de unapertenencia narcisistica. Véase Se quema la comida (Confecciones en psicoandlisis), Ricardo Rodulfo, Ed. Biblio- teca Freudiana de Rosario, 1980. 14. Obviamente, el contenido de éste u otro ‘iano’ no tiene ninguna importancia especifica y, las mas de las veces, ningiin rigor preciso. La iinica precisin en jucgo es la de un falso shifter. 15. Lacan ha caracterizado este proceso de entropia negativa de la conceptualizacidn en psicoandlisis como un vaciamiento del significado, subsistiendo al cabo de la operacién el significante como lo tinico que se conserva, en un uso ritualizado del concepto originario. Precisamente, el “retorno a Freud” tenfa que ver con desandar este trayecto, Véase Escritos, tomo I, Ed, Siglo XXI, México, 1970. 16. Sobre este problema, constiltese Balint, M.,Lafalta bdsica, Buenos Aires, Paidés, 1982. 17. Es pertinente consultar la significacion de este 1érminoen Foucault, M., La arqueologia del saber, Ed. Siglo XX1, México, 1970. 18. Si digo exactamente ‘prendido’ es por los juegos polisémicos que permite, y que en cambio desaparecerian en el mas pulido ‘encendida’, “Prendida’ al cuerpecito del infans, por ejemplo. 19. No perdamos este cdma, que intraduce el estatuto ficcional. 20, Estoy proponiendo una ampliacién del concepto de hallazgo, originariamente circunscripto al objeto. Pero el hallazgo de lugar es Iégicamenie previo (cronolégicamente pueden ser casi simultineos). 21. Los adolescemtes y el proceso, Ed. Centro de Publicaciones, Facultad de Psicologia, UBA, Buenos Aires, 1984, 22. Contra Rank, Freud tuvo la firmeza analitica de advertir que no se debe sobrevalorar el hecho del nacimiento, cuyo impacto fascina. Es de importancia tomar nota aqui de un tipico rasgo de la cientificidad como posicién subjetiva: contradecir la evidencia en su aspecto mas arrollador. Freud procede en este punto exactamente como Galileo cuando sostienc. 238 que todos los cuerpos caen a la misma velocidad, en abierta oposicién ala experiencia, Véaseal respecto Freud, S., Inhibicidn, sintoma y angustia, y Koyre, Alexandre, Estuclios gatileanas, Ed. Siglo XX1, México, 1974. 23. Véase Pankow, Giselle, Estructura fauniliarypsicosis, Ed. Paidds, 1979. Elapelative de “ley” es mio, node la autora, pero nolo formulo asi por retérica. Si se atiene uno sencillamente al textode Pankow se impone el carécter de ley de la importante correlacién que aun tiempodescubre y enuncia, 24. Todas las reverberaciones en torno a diferir deben ser reconduci- das a Jacques Derrida. Véase particularmente La tarjeta postal, Ed. Siglo XXI, México, 1987, 25, En idéntica negacién del nifie come acontecimiento incurren, involuntariamente, las posturas estructuralistas de maxima, donde el ser que nace se reduce adesencadenar lo preexistente y aocuparun casille- ro en el mito familiar sin alterarlo, a través de los que Derrida llama “trabajo histdrico de la diferencia”. 26. Corresponde a Bettelheim el mérito de haber enfatizado, apropési- to del autismo, no solamente la existencia ficcional de este particular estamutodel deseo, sinoademassusreferentesclinicos,absolutamenteconcre- tos y diferenciables. Véase La fortaleza vacia, Ed. Laia, Barcelona, 1981. 27. Diciéndoloast, me suscribo aunaampliacién del concepto, nuclear para el psicoandlisis, de conflicto. 28. Primer historial de Laxfertateza vacia, ob. cit. 29. Véase Alicia LoGiudice, El casa Ana (Ed. Centro de Publicacio- nes, Facultad de Psicologfa, UBA) y “Los ausentes dias de Ana’, en el libro colectivo Pagar de mds, ob. cit. 30, Como en el caso que se acepte —lo que personalmente he hecho— la reformulacidn del concepto propuesto por la desaparecida Frangoise Dolto. Véase en particular La imagen inconsciente del cuerpo, Paidds, Barcelona, 1986, 31, La expresién es del malogrado Américo Vallejo. Por otra parte, debo a Luis Hornstein el nombrar exactamente esta patologia de la trans- misiénentérminos deataqueala“liberted de pensamiento”.Rescataresta nocién es un paso fundamental en direcci6n ano volver a perder de vista (,cudntas van ya?) una funcién historica esencial del psicoaniilisis y una de sus janes como priictica en la cultura, Y no solamente porque un medio sin libertad de pensamiento vuelve imposible nuestra disciplina, también, y sobre (odo, porque el objetivo de estudiare intervenir sobre las determinaciones inconscientes es enriquecer y ampliar cuantitativa y cualitativamente lacsfera de la libertad humana, de lacual, laque concier- neal pensamiento constituye uno de sus valores mis centrales. Sugieroal respecto Rasolato, G., “El psicoanilisis idealoducto”, Rev. Trabajo del Psicoandlisis (N° 8) y Rodulfo, R., “Mitopoliticas IM: Yo deseo. ... ti deseas.. .todosdeseamos.a Schreber padre (linea y posicin en psicoand- lisis)", Actnalidad Psicolégiea, julio, 1987. 239. 32. En un texto anterior propusimas con Marisa Rodulfo esta mayor exactitud conceptual. Véase Rodulfo, M, y R.: Clinica psicoanalitica en nifios y adolescentes. Una introduccién, Ed. Lugar, Buenos Aires, 1986. 33. Kundera, M.: La vida esid en otra parte, Seix Barral, Barcelona, 1987. 34, Véase Rodulfo, R., “La clinica psicoanalitica y los alcances subje- tivos de la metafisica occidental”, Gaceta Psicoldgica, abril, 1985. 35. Véase Anzicu, D., El yo-piel, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 1988. 36. La psicologia nace en el campo de la escisién metafisica psyche! soma; el psicoandlisis, de una subversién de tal dicotomia (de la que no ha dejado, por supuesto, de sufrir efectos). Aun cuando la psicologia ‘moder- nice’ su objeto: la conducta, por ejemplo, o las relaciones familiares, aquella filiacién no se traspone. El psicoandlisis, por ¢l contrario, si dice algo nuevo, es del cuerpo, 37. Para mayor desarrollo de ¢sta idea, constiltese mi articulo, “La clinica del rostro y el ataque depresivo”, Actualidad Psicolégica, agosto, 1984. 38. Formulacién ingenua, pues implica creerle a la mania, que, bajo el manto de una aparente ‘libertad’ instintual, pasa de contrabando las inhi- biciones mas profundas y decisivas. 39, La referencia a lo absorto no es casual, y merece en otro momento mayores desarrollos; en el nifio pequefio como en el adolescente es indice de operaciones de constitucién o de inscripcién, operaciones de “primera vez, debiéndose diferenciar del estado conocido como de concentracién de la atencidn, que implica una distancia, una diferencia enue sujcto y objeto de aquélla. En cambio, el nifio absorto es en lo que est sumido, Véase para una conceplualizacién clinica, Bettclheim, B., La fortaleza vacla, Ed. Laia, Bareelona, 1981. 40. En contraste con el curioso entusiasmo que esa uadicidn —hasta en sus documentaciones ms obsoletas— despierta actualmente en circulos como Jos ligados a Miller. Habria que evaluar hasta qué punto la falta de experiencia clinica (y sobre todo de experiencia clinica como paciente en andlisis) no constituye un punto crucial de esta fascinacién, pues es en el nivel de esa experiencia que la psiquiatria se tornaenseguida decepcionan- te. . 41. Obsérvese que, no por descuido, esié ausente aqui la barra de oposicién (/). Seria un error ponerla, antes de que el fori/da como nuevo paso construya la tridimensionalidad. 42. Nuestrolibro Clinica psicoanalitica en nifios y adolescentes—Una introduecién aparecié en 1986. 43. Cabria aun agregar que el mismo desarrollo (y la emergencia) dela funcién consciente parece clinicamente ligado a la dialéctica de la apari- cién/desaparicién. Obviamente, es éste un punto de vista que merece un tratamiento extendido, 44. Subrayo aqui la continuidad con lo que Freud empez6 a despuntar en “Andlisis terminable ¢ interminable”. 240 a 45, Para un ejemplo particularmente desarrollado remito al texto del historial de Gustavo, escrito por Marisa Rodulfo en el volumen Pagar de mds, ob. cit. 46. La insistencia en el término ‘fabricar’ 0 ‘fabricacién’ no es Meramente ¢stilistica, Se trata de conceptwalizar la actividad psiquica tomando en serio ¢l concepto freudiano de trabajo y debida distancia del retomo dela tendencia a pasivizar al sujeto, via ciertos usos del estructu- ralismo én relacién con la primaeia del significante, por cierto no los iinicos posibles. Consiiltese también Deleuze, G. y Guattari, F.: El AntiEdipo, Ed, Scix-Barral, Barcelona, 1974, 47. Véase en particular el capitulo I de La violencia de la interpreta- cién, Ed. Amorrortu. Otra referencia teérica importante la hallamos en: Francoise Dolto, especificamente en el concepto mas importante de su produccidn ligado a descubrimientos clinicos concretos: la imagen in- consciente del cuerpo. En efecto, esta imago se construye en lo esencial mas acd del trazo individuante yo/no-yo. Véase su libro (con el mismo titulo), Ed. Paidés, ob- cit. 48, Sefialo que solemos pasar por alto, al hacer la descripcién —mis bien espectacular—de la depresién anaclitica, tal como Ia aislara Spitz en los afios 1950, los matices mas coordinados y las miltiples inflexiones y metamorfosis en los que una depresién esi de temprana (y muchas veces, subclinica) se continiia y se perpetiia, incluso en la existencia posterior de un sujelo. 49. Es para pensar si el concepto de intimidad, tomado cn la contrapo- sicién pablico/privado, no reemplaza con ventajas al de interioridad, tanto mis desgastado. 50. No olvidemos la articulacién esencial que Freud hace entre la claridad de wna narracién y ¢l montante de elaboracién secundaria responsable de ella. 51. Al respecto conviene valorar los cortes que Fran¢goise Dolto conceptualiza o reconceptualiza como castraciones: y no me refiera sélo al valor teérico que demuestran, sino muy particularmente al modo en que los escribe: preservando el valor de accntecimiento significante sin que eso dafe, por abuso de esquematismo ‘estructuralista’ ,la captacién de los delicados e impalpables ;y prolongados! matices histéricos, a través de cuyos pliegues aquél expresa su acabamiento, ' 52. Sobre este punto de la individuazién como funcidn y efecto de la especularidad remitoa Dolto, Véase la secci6n titulada “El espejo",en La imagen inconsciente del cuerpe, ob. cit, 53. Esta coherencia, ligada a una cierta unificacidn lograda, en todo caso, al final del proceso secundario, cn la identidad de pensamiento, resultaria a todas luces insuficiente aqui como restitucidn de superficie, tendiéndose a formaciones que la encaran por el costado de la idemidad de percepcién, operante en el verse pane indisoluble de un grupo fusio- nal, 241 54. Signicndo.a Winnicow, aquella espacialidad social sufre una regre~ sin, ya que es para el adulto una continuacién metamorfoseada (y enriquecida) del antiguo espacio potencial. 55. En un trabajo reciente (“De las fobias universales a la funcién universal de la fobia”, Revista de la Escuela de Psicoterapia, N° 15, 1988), fundamenté la necesidad (y la utilidad) de la diferenciacién conceptual entre deseo y desear. Puede encontrarse también un desarrollo al respecto en mi Seminario sobre fobias universales, dictado en el segundo cuatrimes- tre de 1987 (Facultad de Psicologia, UBA), publicado por el Centro de Estudiantes de Psicologia y por Ed. Tekné, ‘56. Si insisto en la dimensi6n incensciente de la articulacién del jugar al trabajar, es para que la que expongo no se confunda con la temitica Ppreconsciente de la ‘vocacién’ ni con algo que bastara una intencionalidad pedagégica para obtenerlo. Las condiciones de la ligazén remiten a lazos mas profundos y s6lo pueden ser abordadas por el psicoanilisis. 57. No deberiamos olvidar la relativa rareza de la sublimacidn (al menos, 2 esta altura de la evoluciGn de la especic) sefialadapor Freud como uno de los rasgas seménticos de este concepto, Hoy en diay desde hace tiempo se la reparte a diestra y siniestra asignindole su presencia a cualquier actividad socializada, Pero esto es borrar la diferencia irreducti- bie entre idealizacidn (y el proceso todo de moldcamiento por los itieales) ysublimacién. Tal indistincién vuelve luego imposible deslindar entre nor- malidad y salud. Por este camino el psicoandlisis abdica de sus responsa- bilidades, sea por adecuar sus objetivos a los més conformistas de las ins- lituciones, sea por el (aparentemente) muy opuesto de autodeclararse al margen de todo problema de articulacién entre la cura y el campo de la realidad social. 58. Winnicou, “La observacin de nifios en una situacién fija”, en Escritos de pediairia y psicoandilisis, Ed. Laia. Esta caracteristica accidn levada a su término (accién que para el caso bien puede ser una fantasia), sin interferencias que no sean las contingentes de la realidad exterior, me parece esencial para fundar un concepto psicoanalitico de salud, no séloen el plano clinico mas inmediato sino incluso en el metapsicolégico. Convie- ne recordar al respecto el caso particular (pero no excepcional) de colabo- racidn entre los sistemas Inc. y Prec., considerado y desarrollado por Freud. ya desde la interpretacién de los sueiios. (59. “Sobre Ja transmisiGn del psicoanilisis en la Universidad”, Psyché,, 60. Para el caso pueden servir de antecedente las prevenciones explici- tadas por Freud respecto del paciente que viene dispuesto a convertirse 0 a militar como “partidario” del psicoanilisis. 61. Hay que exceptuar algunos pasajes de Lacan, como el tratamiento del par valor de goce/valor de cambio en La légica del fantasma. Entre nosotros, hay una grata alternativa: el reciente libro de Luis Homstein (Cura psicoanalttica y sublimacién, Ed. Nueva Vision, Buenos Aires, 1988) que, lejos de conformarse a una canénicarutinariade la sublimaciGn, 242 avanza en su problemdtica y examina por dentro este concepto. Vicio usual ha sido tratarlo como mero ‘titulo’, a la vez dtomo impenetrable. 62, Mctapsicol6gicamente esto implica la intrincacién decierto poten cial destructivo subordinado pero no disuelto (o sea, puede recuperar la difiriencia) a la pulsionalidad erdtica, Bajo la hegemonia o el cuasi monopolio de la direccidn negativa (pulsin de muerte), el jugar como tal no tiene cabida, pero no conviene, me parece, concebirlo como jugar sino en tanto desjugar. El prefijo “a” retrotrae a una concepwalizacién pre- psicoanalitica de la ausencia, y aqui hay que hacer justicia a Klein, quien hizo més que nadie por anudar la fenomenologia clinica a la pulsion de muerte, Sus reconstrucciones y tanscripciones clinicas de fantasmas de ‘pura’ destructividad nos abren un camino para imaginarizar lo que puede ser en la practica un desjuego. 63. Véanse las notables consideraciones de Bettelheim (ob. cit.) al respecto, a propésito de la formacién de habitos (anales,en particular) en los nifios autistas, 64. Los textos de Baudrillard nos proporcionan aqui una valiosisima ayuda; ajenos en sia la clinica, su mds que minuciosa indagacién en la fenomenologia y composicién del simulacro resulta, sin embargo, una ayuda inapreciable por los criterios de reconocimicnto que: nos brinda, totalmente extrapolables a nuestro campo. 65. La familia compartia con las de estirpe el tener el hilo de su gencalogia bastante extendido en ¢] tempo, facilitado por una larga permanencia en una ciudad del interior relativamente reducida en nimero de habitantes, pero bastante antigua para nuestro pais. 66, Lo de antiproductivo no debe pasarse demasiado ala ligera: apunta (mucho més que si se hablara en términos de “falta de”) al componente pulsional de muerte en el corazén del dispositive mitico. 67. Valdérese, por ejemplo, cémo las secuencias de un juego. como el del fortida van aportando a la formacién de las categorias de espacialidad y temporalidad especificas del proceso secundario, y no solamente al ritmar ciclico de repeticidn difericién propio del inconsciente. 68. Como se ve, me ha preocupado cierta tendencia ‘cronologista’ a dejar el concepto de cuerpo imaginado como un artefacto ‘sdlo para bebés', que Iuego se desvaneceria en el olvido, como el chupete o las barras con méviles. Tal prejuicio estorba el crecimiento y la diversifica- cién hacia adentro de este concepto tan importante en la clinica con nifios y adolescentes, pero en absoluto carente de vigencia en el andlisis de adultos, “69, Para mds detalles sobre este caso remito a Pagar de meds, “La pro- blematica de cortes y superficies en la adolescencia”, de mi firma. 70. Cada vez que un texto, una cbra, demuestra poder continuar funcionando en ese régimen, 71. El punto es importante y delicado, sobre todo porque una de las funciones histéricas del psicoandlisis sin equivocos ni repares le es asig- 243 nada por Freud ya en La interpretacién de los suerios, a través de los “sueflos romans”; es justamente la critica, en ciertas instancias hasta el punto del desmontaje total, de los ideales culturales. Pero es grave confun- dir esto —que se mantienc fundamentalmente en el plano del contenido y en todo caso en el plano de la relacién de fuerzas entre ideal y sublimacién desde el punto de vista econémico—, con una desconstruccién de la ins- tancia en simisma, lo que de hecho, ademas de mucha indtil confusién muy ‘apta para épater le bourgeois, genera un ideal decinismo (ideal que hay que diferenciar de algo tan distinto como la posicidn det humor), que s6lo es wtil para claudicar del deseo y de su ética, para quienes el fascismo nunca da igual. Puede, en principio, ayudar a ponerlas cosas en su punto la vision de conjunto un tanto mitica en su andadura, pero con asidero cfinico, que Freud introduce en sus textos tardios bajo la forma de una contienda entre Eros y la pulsién de muerte. ‘72. Clinica con nifios.., ctc., cic. 73. En el capitulo titulado “El bricoleur de si mismo” de R. y M. Rodulfo, Clinica psicoanalitica en nifios y adolescenres, Ed. Lugar, Buc- nos Aires, 1986, se encontrard una primera exposicién de estas ideas, mucho mas sumaria en lo que respecta a la adolescencia. También alli prometo un desarrollo mas minucioso para mas adelante y que ahora encaro, Biblioteca de PSICOLOGIA PROFUNDA 2. 21. 22. 24. 31. 35, 36. 37. A. Freud - Psicoandlisis del desa- rroilo del nino y del adolescente. . A. Freud = Psicoandlisis del jar- din de infantes y la educacién del nifto . 6.G, Jung - La psicologta de ta transferencia . C.G. Jung - Sinbolos de transfor: meeidi . A. Freud - Ei psicoandlisis y la crianze del nino A. Freud - El psicoandlisis infan- til y ta eliniva . CG. Jung - La interpretacisn de Ia naturaleza y ta psique C.G, Jung - Arquetipos-¢ incons- ciente cofectiva A. Freud - Neurosis y sintomato- fogia en ta infancia C.G. dung - Formaciones de lo in- consciente 1b, Grinberg y R. Grinberg « dden- tidad y cambio O. Fenichel - Teoria psicoinaliti- co de los neurosis Marie Langer - Maternidad y sexo Hanna Segal - ntroduceién o ta obra de Melanie Klein . WR: Bion » Aprendienda de ta ex- periencitr . C.G.dung + Psicologia y simbélica del arquetipo A. Garma - Nuevas apartadones al psicoandlisis de los suenos Arminda Aberastury - Aportacio- nes al psicoandilisis de nilos W. Reich - La funcion del orgasmo J. Bleger - Simbiosis y ambigiie- dad J. Sandler, Ch, Dare y A, Holde EL paciente y el analista (ed. re sada y aumentada) , Anna Freud - Normatidad y poto- fogia.en ta nifiez 42. 48. 50. 56. 58. 60, 62. 63. 87, 6a. Fa 76. 7a, 8c. 31. $2. 93, 86. 8. Leclaire-y J.D. Nasio + Desen mascarar {o real. El objeto en psi- coandilisis . L Berenstein - Familia y enferme- dad mental J. Bowlby - El vineulo afvetivo J. Bowlby - La separacién ajectiva J. Bowlby - Le pérdida afectiva. Tristeza y depresién L Berenstein - Psicoandlisis y se- miética de los suetios |, Anna Freud - Estudios psicoana- Iiticos O. Kernberg = La teoria’de tas re- laciones objetales y ef psiconndli- sis clinica M. Sami-Ali - Cuerpo veal, exerpo imaginarie W.R. Bion - Seminarios de psicoa- ndlisis J. Chasseguet-Smirgel - Los ca- minos del anti-Edipo Anna Freud - El yo y los mecanis- mos de defense Heinz Kohut - La restauracién del si-mismo I. Berenstein - Psivoandlisis de la estructura familiar L. Grinberg + Psicoandliais. “As- pectos tedricos y clinicos C.G. dung = Energética psiquica y esencia del sueao 5. Freud - Esquema del psiecand- tis M, Balint - La falta bésica M, Mannoni - El nifia retardado y su madre L. Ch. Delgado - Analisis estruc- tural del dibujo Libre MLE. Garcia Arzeno - El sindrome de la nifia ptiber M. Mahler - Estudios J. Psicosis infantiles y otros trabajos 96, M. Mahler - Estudios 2 - Separa- cidn - individuaciin Biblioteca de PSICOLOGIA PROFUNDA (cont.) 97. CS, Hall - Compendia de psicola- gia freudiana 98. A. Tallaferro - Curse bdsico de psicoantilisis 99. F. Dolto - Sexualidad femenina 100. BJ. Bulacia y otros - De fa droga- diccién 101. Irene B.C. de Krell (comp) - La encucha, la histeria 102. OF. Kernberg - Desdrdenes fron: terizos y narcisismo patoligico 103. D, Lagache - El psicoandlisis 104. F, Dolto - La imagen inconsciente dei cuerpo 105. H, Racker - Estudios sobre técnica psicoanalitica 106. Ld, Kaplan - Adolescencia. El adiés ala infancia 108. M. Pérez Sanchez - Gbservacién de niflos 110. H. Kohut - gCémo cura el andli- sis? 111, H. Mayer - Histeria 113. C.G, Jung « Aion. Contribucién @ tos simbolismas del sf-mismo 114, C.G. dung - Las relaciones entre el yo y el inconsciente 115. C.G. dung + Psicologta de la de- mencia precoz. Psicogénesis de las enfermedades mentales I 117. M. Ledoux - Concepciones psicoa- naliticas de la psicosis iafantil 119. P. Bercherie - Génesis de los con- ceptos freedianos 120. C.G. Jung- El contenido de las psicosis, Psicogénesis de las enfer- medades mentales 2 121.4.B. Pontalis, J. Laplanche y otros - Inferpretacién freudiana y pricoandilisis 122. H. Hartmann - La psicologia del yo y el problema de Ia adaptacién 124, L. Salvarezza - Psicogeriatria. Te: priay elinica 125, F. Delto - Didlogos en Quebec. So- bre pubertad, adopeidn y otros te- mas psicoanalitices 126, E. Vera Ocampo - Droga, psicoa- ndilisis y toxicomanta 127, M.C, Gear, E.C. Lienda y otros - Hacia el cumplimiento del deseo 128. J, Puget @ L Berenstein - Psicoa- adlisis de la pareja matrimonial 129. H. Mayer - Volver a Freud 180, M, Safouan - La transferencia y ef deseo del analista 141, H, Segal - La obra de Hanne Se- gal 132. K. Horney - Ultimas conferencias 183. R. Rodulfo - El nif y ef signifi- eante 184. J. Bowlby - Una base segura: 135. Maud Mannoni - De fa pasidn del Sera ta “locura” de saber 136, M. Gear, BE. Liendo y otros - Tee- nologia psicoanalitica multidisei- plinaria 137, C. Garza Guerrero - El superyo en la tearia y en ta préctica psicoa- naliticas 138. I. Berenstein - Psieoanalizar wna familia 139. E. Galende ~ Psicoandlisis y sa- lud mental 140, D.W. Winnicott - El gesto espontd- neo 142..J. McDougall y 8. Lebovici - Did- logo. con Sammy. Contribucién al estudio de la peicosis infantil 143, M. Sami-Ali - Pensar lo somdtico 144. M. Elson (eomp.) - Los seminarios de Heinz Kohut 145. D.W. Winnicott - Deprivaciin delincuencia 146. I. Berenstein y otros - Familia e inconsciente D.W. Winnicott - Exploraciones psicoanaliticas I 14 = Biblioteca de PSICOLOGIA PROFUNDA (cont.) 148, D.N. Stern - Ef mundo interperso- nat del infante 149. L. Kaneyper - Resentiniiento y re- mordimiento 150. M. Moscowici - La sombra del ob- Jjeto 151, J, Klauber - Dificultades en ef en- cuentro analition 152, MMAR, Khan - Cuando liegue ia primavera 153. D.W. Winnicott - Sostén e inter- pretacién 154.0, Masotta - Lecturas de psicva- ndlisis. Freud, Lacan 185. L. Hornstein y atros - Cuerpo, his- toria, interpretacion 156. J.D. Nasio - El dolor de ia histe- ria 157. D.W. Winnicott - Exploraciones psicoanaliticas IT 158, E.A. Nicolini y J.P. Schust - El ca- récter y sus perturbacianes 159. E. Galende - Historia y repeticidn 160, D.W. Winnicott - La naturafeza Aumone 161, E. Laborde-Nottale - La videncia yel inconsciente 162, A. Green - El complejo de castra- cid 163. McDougall, J. - Alegato por una cierta anormalidad 164. M. Rodulfo - El nite del dibujo 165, T. Brazelton y otro - La relacién aids temprana 166. R. Rodulfo - Estudios clinicos 167. Aulagnier, P. - Los destinos del placer 188. Hornstein, L. - Practica psicoana- litica ¢ historia 169. Gutton, P, - Lo puberal 170. Sehoffer, D. y Wechsler, E. - La metéfora milenaria 171. C. Simay Millonschik - El psicoa- ndlisis, esa conjetura 172, C.G. Jung - Psicologia y educa- cién 173. DLW. Winnicott - El Aogar, nues- tro punto de partida 174. DAW. Winnicott - Los procesas de maduracién y el arcbiente facili- tador 176. R. Anderson (comp.) - Conferen- cias clinicas sobre Klein y Bion 177. P-L, Assoun - Introduccion a fa metapsivologia freudiana 178, 0. Fernindez Moujin - La erea- cién como cura 179. O.F, Kernberg - La agresién en las perversiones y en los desérde- nes de (a personadidad 180. C. Bollas - Ser un personaje 181. M. Hekier y C. Miller - Anorexia- Bulimia: deseo de nada 182, LJ. Kaplan - Perversiones feme- ninas 183. E.C, Merea - La extensitin del psi- coandlisis 184. 8. Bleichman (comp.) - Tempora- lidad, determinacién, azar 185, .E, Milmaniene - £Y goce y la ley 186. R. Rodulfo (comp.) - Trastornas nareisistas no psicéticos 187, E, Grassano y otros - El escenario del sueio 188, F, Nakhla y G. Jackson - Juntan- do los pedazos 189. A-M. Merle-Béral - El cuerpo de tacura 190, 0. Kernberg - Relaciones amoro- sas 191. E, Ulloa - Novela clinica psicoana- litica 192M. Burin y E. Dio Bleichmar (comps.) - Género, psicoandlisis, subjetividad 193, H, Fiorini - Ef psiquismo creador

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