Está en la página 1de 24
160 Las ideas detras de la etnicidad des capitalistas, esta concrecién cquivocada esta en armonia con la experiencia cotidiana, es reforzada por ella y por lo tanto se convierte en “sentido comin” (56). Como alternativa, Abrams propone que estudiemos el estado-sistema, el cual es “un nexo palpable de practica y estructura institucional centrado en el gobierno y mas o menos extensivo, unificado y dominante en cualquier socie- dad determinada” (2:82), asi como el estado-idea, el cual es “un mensaje de dominacién —un artefacto idealdgico que atribuye unidad, moralidad e indepen- dencia a las operaciones desunidas, amorales y dependientes de la practica del gobierno” (2:81). Entender al estado como un disfraz obliga a captar su impor- tancia como un “ejercicio de legitimacién, de regulacién moral” histéricamente construido y rebatido (2:77). El trabajo de Corrigan y Sayer sobre la formacion del estado inglés demues- tra que las relaciones modernas de dominio y las formas de disciplina constru- yen las practicas cotidianas y son construidas por éstas. Corrigan y Sayer sostie- hen que la formacién de estado es una revolucién cultural, subrayando en sus andlisis las formas en las que las rutinas, rituales, actividades y politicas coti- dianas del estado, que son en si mismas expresiones culturales materiales, cons- tituyen y regulan la construccién social del sentido y de los sujetos. Anclada en relaciones de desigualdad, la revolucién cultural no es “sdlo una cuestién ideo- légica, y no puede ser considerada independientemente del aspecto material de la formacion de estado —qué agencias del estado intervienen, cémo actian y sobre quién” (pag. 191). Su trabajo “llama la atencidn sobre la dimensién totali- zadora de la formacién del estado... sus construcciones de ‘caracter nacional’ ¢ ‘identidad nacional’... y la dimension individualizadora de la formacién del es- tado, la cual es organizada mediante la imposicién de reclamos impositivos ex- presados en categorias distintivas... que estan estructuradas a lo largo de ejes de clase, ocupacién, género, edad, etnicidad y localidad” (75:20; véase 35:4-5). Estos procesos totalizadores e individualizadores generan “un marco discursivo comtn” (102:361), articulado a través de significadores no lingilisticos ademas de lingiisticos, que forma la experiencia cotidiana de los sujetos del estado y es formado por ésta (75:20). “Hacer que esta conciencia sea genuinamente colecti- va siempre es un triunfo, una lucha contra otras formas de percepcion, otras moralidades, que expresan las experiencias hist6ricas de los dominados” (35:6). Por lo tanto, debemos de fundar nuestra metodologia en la observacién siguien- te: “Ni la forma del estado ni las culturas opuestas, pueden ser interpretadas correctamente fuera del contexto de la lucha mutuamente formativa (y constan- te) entre ellas: en otras palabras, histéricamente” (pag. 7; véase también 75:21- 22). Hay semejanzas entre la teoria de Corrigan y Sayer, por una parte, y la de Gramsci (56), por otra: pero también hay diferencias claves. La doble definicién Alonso: Politicas de espacio, tiempo y sustancia del estado que formulé Gramsci ticne dos sentidos, uno mas amplio y el otro mas restringido (56). En su sentido restringido, el estado, equivalente a gobier- no, funciona por la autoridad y la coaccién (véase también 23). En el sentido mas amplio, el estado, equivalente a sociedad politica y sociedad civil, esta de- finido como “hegemonia protegida por la armadura de la coaccién” (pag. 263). Ambas formulaciones privilegian a la sociedad civil como el espacio donde se produce la hegemonia; por Jo tanto, no se puede teorizar ni “cl proceso de penc- tracién de la sociedad civil por las agencias del gobierno” ni “el cardcter espe- cial de las formas no gubernamentales de control” (23:101, 40:112-113), Para Corrigan y Sayer, el poder del estado “no se basa tanto en el consentimiento de sus sujetos sino mas bien en las formas y agencias reguladoras y coercitivas, las cuales definen y crean ciertos tipos de sujetos e identidades mientras niegan” otras mediante rutinas y rituales cotidianos de poder (102:357).2 Habiendo dicho todo esto, sigo encontrando gran valor en la nocién de hege- monia de Gramsci, siempre y cuando se reconozca el rol del estado en los proce- sos hegeménicos. Ademas, vale la pena recordar que para Gramsci la “hegemo- nia” tenia un sentido mas material y ms politico que el que le han dado estudio- sos mas recientes (102:358; cf 56, 79): no cra “una formacion ideolégica con- cluida y monolitica” (cf 6) sino un proceso politico, refutado y problematico, de potestad y lucha” (102:358). Debido, precisamente, a que la hegemonia es fra- gil, debe ser constantemente “tenovada, recreada, defendida y modificada” (141:112) conforme cambian las “relaciones de fuerzas” en la sociedad (56:180- 185). La inscripcién cultural es clave para transformar lo fragil en lo monumen- tal, limitando la polisemia al disociar los significados hegemonicos de las cit- cunstancias inmediatas de su origen y conferirles una concrecién equivocada. Al mismo tiempo, la inscripcién cultural conecta los significados hegeménicos con la experiencia y la visidn de los actores sociales (101) La inscripcién cultural de la idea del estado ha sido asegurada en parte me- diante la espacializacién del tiempo, la reificacion* de las identidades (65:273), y por medio de la organizacién simbélica y material del espacio social (65, 80, 147). La nocién comin de que el estado es el representante de la voluntad pibli- ca, un arbitro neutral que est por encima de los conflictos e intereses de la sociedad, es efecto de una topografia de binarios jerarquizados cuyos términos estan construidos como espacios auténomos (85). Esta topografia encubre las operaciones de las relaciones de poder y las formas de disciplina en la vida cotidiana, Binarios tales como estado/sociedad civil y publico/privado han sido Puesto que Gramsci no teoriza la cocreién implicita en las formas estatales de regulacion moral, su ideal del “estado regulado” en la utopia comunista es ingenuo. * La reificacién de una identidad social es “hacer una cosa de ella”. 162 Las ideas detras de la etnicidad criticados con frecuencia en los trabajos académicos recientes; pero el andlisis sobre la construccién de los mismos por medio de representaciones de espacio y territorio no ha sido tan comun (pero véase 49, 60, 61, 65, 80, 147). Y aunque las feministas hayan vinculado esta topografia de la formacion moderna del es- tado con la consolidacién de las desigualdades de género, no ha sido tan asidua- mente percibida como crucial para el imaginario de las comunidades ¢ identida- des nacionales y sub-nacionales y, por ende, para la produccién de los estatus jerarquicos de la desigualdad étnica. El argumento de Anderson acerca de que las naciones son “comunidades politicas imaginadas™ (7:6) ha sido de gran ayuda para revelar el papel de la concreci6n equivocada en la formacién del “sentido comun” nacionalista y en la literatura académica (cf 52, 71, 112). Pero Anderson no va suficientemente lejos a la hora de identificar las estrategias mediante las cuales lo “imaginado” se convierte en “segunda naturaleza”, en una “estructura de sentimiento” (141:132) personificada en la practica material y la experiencia cotidiana. Por ejemplo, los tropos (figuras retéricas) y los simbolos de espacio y tiempo son integrales para los discursos nacionalistas mexicanos; la nacién se vuelve real por razon de una “vasta estructuracién icénica del espacio social ‘publico’” que “transforma lo que otrora fuera el terreno de las autonomias locales y regionales en un dominio homogeneizado y nacionalizado, donde la historia oficial objetificada vuelve palpable la presencia del estado en la vida diaria” (4:41). Las estrategia hegeménicas, simbdlicas y materiales a la vez, producen la idea del estado mien- tras concretan la comunidad imaginada de la nacion al articular las matrices espaciales, corporales y temporales por medio de las rutinas, rituales y politicas del sistema estatal. Espacializacién y territorializacién Las formas modernas del estado para la vigilancia y el control de las pobla- ciones asi como para la organizacién capitalista y la disciplina del trabajo han dependido de la homogeneizacion, racionalizacién y reparticion del espacio (65:213, 49, 95:99-107). Es mas, la transformacién del espacio en territorio que ha sido central para el nacionalismo se ha apoyado en la conceptualizacién de las personas como seres que viven dentro de un unico marco espacial comparti- do (7, 65). Harvey argumenta que la “compresién del tiempo-espacio” (65:240- 241) ha apoyado la tendencia nacionalista a la universalidad, mientras que ha debilitado su tendencia al particularismo, creando una tensién entre espacio y lugar (p4g. 257). El nacionalismo pretende reconciliar la absoluta “perspectiva del lugar con las perspectivas cambiantes del espacio relativo” engendrado por Alonso: Politicas de espacio, tiempo y sustancia 163 'a globalizacién del capitalismo (65:262, 270). El papel del estado en la organi- zacion y representacién del espacio es clave para esta reconciliacion Cémo se reafirma la identidad de lugares y personas en medio de la cre- ciente homogeneidad y fragmentacién del espacio? ;Cémo se asegura la con- crecion equivocada de estados y naciones mediante los simbolas y tropos del lenguaje ordinario y la vida cotidiana asi como en los estudios académicos? Makki muestra cémo se crea y naturaliza una identidad entre personas y territo- tio (y, afiadiria yo, el estado) mediante el instrumento visual del mapa, que re- presenta al mundo de naciones “como una discreta reparticion espacial del terri- torio” sin “fronteras que sangran”: Cada nacion es soberana y de membresia limitada (83:26; cf 7, 52, 71). La circunscripcién, medida y mercantilizacién del espacio han sido claves para la produccién de la nocién moderna de un territorio nacional demarcado por fronteras que separan enérgicamente el interior del ex- terior. Bautizado con nombre propio, el espacio se convierte en propiedad na- cional, un patrimonio soberano que fusiona lugar, propiedad y herencia, cuya perpetuacidn esta garantizada por el estado (cf 95:1 04). Esta identidad entre personas, herencia, territorio y estado también es evoca- da por el uso de las metiforas botanicas que “sugieren que cada nacion es un gran Arbol genealdgico, arraigado en el suelo que lo nutre” (83:28), Al igual que el mapa, estas metdforas configuran la nacion como limitada en sus miembros, soberana y continua en el tiempo. Y son decisivas para la conceptualizacién del estado como una “organizacion necesaria con una base territorial” (135:56), como “el centro estable... de sociedades y espacios (nacionales)” (65:273). Los ejemplos de Makki han sido inspirados por los nacionalismos ingleses, vascos y de Québec. Fl nacionalismo de Estados Unidos privilegia el simbolo de la secoya de la Sierra, llamada Sequoia gigantea en honor del jefe indio Sequoyah. Este simbolo cimienta la peculiaridad de Estados Unidos en el “mila- gro del Nuevo Mundo” mientras que identifica a los pueblos indigenas con la naturaleza (104:27; D, Nugent me recuerda que el simbolo de! Servicio de Par- ques Nacionales [National Park Service] es una punta de flecha india), No obs- tante, las metdforas arborescentes no son exclusivas del Occidente. Aparecen en los discursos sobre etnicidad maori y la nacién de Nueva Zelanda (137) y sobre etnicidad cingalesa y la nacién de Sri Lanka (21, 77a, 119a). En una exposicién sobre diferencia y unidad en la nacién mexicana, organizada por el estado, que visité en Tijuana en 1988, se representaba a la Constitucion por medio de un arbol de la vida, una popular pieza de artesania que en general se inspira en simbolos catélicos. Puedo dar fe de la importancia de Ia imagineria arborescen- te en el nacionalismo cubano. Como nifia viviendo fuera de mi pais de origen, solia contemplar con nostalgia una fotografia del Arbol cubano de la palma real, mientras luchaba con el desarraigo de mi condicién de desplazada (M. Alvarez 164 Las ideas detris de la etnicidad me recuerda que la palma real es uno de los emblemas exhibidos en el escudo nacional cubano). Ciras imagenes de la naturaleza también son generosamente utilizadas. Es preciso que se hagan investigaciones comparativas sobre como interpreta el na- cionalismo a la naturaleza, poniéndola a disposicion del consumo piiblico, asi como estudios de tropos de la naturaleza que han servido de inspiracion para crear formas particulares de imaginar a los pueblos. La patetica falacia del na- cionalismo estadounidense, segtin Runte, se limita a fa naturaleza salvaje: Los prodigios naturales del Oeste fueron erigidos en “monumentos geolégicos” na- cionales, emblemas claves de la grandeza y peculiaridad de Estados Unidos y de su contribucién a ja cultura mundial (104:22). Pero también abundan los ejem- plos nacionatistas pastorales. Sweedenburg documenta Ja importancia central tle Jos campesinos como emblema para el nacionalismo palestino contempors neo (123) al igual que Verdery para el nacionalismo ramano (1 33). Brow senala gue la “representacién mas tipica de Ia nacién cingalesa es la de una nacion de aldeas” (21:13; véase 77a, 119a), Boyarin observa que el énfasis agricola del sionismo en sus primeros tiempos y subraya la idealizacion de lo bucélico en el nacionalismo francés (19:2). Manthei arguye que el gobierno militar de Brasil foment un nacionalismo que promovia el desarrollo capitalista y la urbaniza- cién como progreso y modernidad mientras mitigaba los efectos de la compre- sidn espacio-tiempo mediante [a nostalgia por to rural (84). {Sugiere el predominio de la arborescencia y otros imaginarios de la natura- leza la existencia de una culiura transnaciona! del nacionalismo (83; ef 7:135, 27:3-6)? Se podria considerar dicha eultura como un “marco material y signifi- cativo comiin... que establece los términos centrales” (102: 361), desplegades y, por lo tanto, transformados en rebatidos procesos. historica y socialmente espe- cificos, de la construccion de la nacion y la formacion del estado, un repertorio de marcadores con significados multiples y heterogéncos, en vez de un sistema unificado de creencias. ;Se pueden seguir las hucllas de la gencalogia de dicha cultura trasnacional del nacionalismo hasta una cultura transcolonial del colo- nialismo, que moldeo el nacionalismo y la formacién del estado en la metrSpoli ademas de proporcionar los términos que formaron el nacionalismo anticolonialista cn la periferia (32, 109; cf 7. 26)? {En qué medida estos nacio~ nalismos particulares no solo son producto de dicha cultura trasnacional sino también de las culturas locales (77a)? {Esta arraigade el lenguaje figurado arbo- rescente en el simbolismo religioso? Si asi fuera, ges ésta otra instancia en la que el “poder pastoral” (asi denominado por Foucault) (48) asenté los cimientos para las tecnologias de dominio, por fo menos en algunas naciones estado mo- dernas? Alonso: Politicas de espacio, tiempo y sustancia 165 Substancializacién La matriz espacial materializada en el ejercicio del sistema estatal moldea como la sociedad se imagina la identidad social y el territorio. La demarcacién de la nacién como un sujeto colectivo, como un superorganismo con una esen- cia bioldgica-cultural Gnica (63), replica la delimitacién del tertitorio nacional. Los tropos det espacio territorializado se articulan con tropos de sustancia en el imaginario de los cuerpos nacionaies individuales y colectivos (ef 95). Como sefiala Makki, los tropos de | jas raices arborescentes configuran una forma genealdgica de naciones imaginadas. Las metaforas botanicas y los tropos de sustancia corpdrea (cj. la sangre, los genes) estin combinados en el “arbol familiar” (83:38, nota 7). El arbol constitucional de la vida que he mencionado anteriormente también es un icono de fas telaciones entre los padres fundadores de la “Familia Revolucionaria” mexicana tal como estan configuradas en el dis- curso oficial. El uso dilatado de términos como la madre patria indica la articu- lacion de este tipo de lenguaje figurado en el imaginario nacional. Empero, la substancializacion de naciones y estados a través de lenguajes figurados de pa- rentesco y sangre, raras veces cs analizada con detalle, aunque se la menciona con frecuencia (Ej.: 7:143-144), E] término parentesco, comenta Brow, tiene una “fuerza especial como base de una comunidad” porque “puede apoyarse en el pasado no solo para postular un ofigen comtin, también para reclamar una identidad sustancial en el presen- te” (20:3). Hace mas de veinte alos, Schneider sefialé los vinculos entre cl simbolismo de parentesco y nacionalidad: “En a cultura de Estados Unidos, tno es “estadounidense’ por nacimiento por un proceso llamado ... ‘naturaliza, cidn’. Precisamente cn los mismos términos que en el parentesco, hay los dos mismos “tipos de ciudadanos’, unos por nacimiento y oitos por ley” (105:120). La solidaridad que se Supone que cxiste entre nacionales descansa en los tropos de parentesco, reproduccién, “sustancia compartida” (biogenética y fisica) y los “eédigos de conducta” (105). Lo mismo pasa con Ja substancializacion del esta- do como un supersujeto, como paterfamilias, un efecto del poder que segiin defiende Trouillot es clave para la regulacién moral ( 128:20), El observa que no slo es éste el modelo dominante de estado en Haiti, también es “el preferido Por las clites del mundo entero porque les concede el rol de elegidos” (pag. 20). Las representaciénes de estados y naciones que se apoyan en los tropos del pa- rentesco tienen pluratidad de significados. Por ejemplo, en México, los funcio- narios del gobierno son simultineamente hijos de la nacién, concebida como el lugar que es la madre de todos los mexicanos, y los padres de la nacién, conce- bida como patrimonio colectivo 0 comunidad politica (90:235). FP 166 Las ideas detras de la etnicidad Los tropos de parentesco sustancializan las relaciones sociales jerarquicas y las imbuyen de sentimiento y moralidad. Pueden sacralizar también el estado y las relaciones imaginadas entre estado, nacién y pueblo: las relaciones padre- hijo-madre en el discurso nacionalista mexicano recuerdan las relaciones entre Dios, Jestts y Maria; o entre sacerdotes, la Iglesia y la comunidad religiosa, en el discurso catdlico. P. Corrigan observa que la “historiografia reciente acentiia la continuidad entre formas cristianas de vigilancia y formas del estado que son ostensiblemente racionales y seculares” (comunicacién personal). Significativamente, el simbolo seleccionado por la revista Time para repre- sentar “el futuro rostro multiétnico de Estados Unidos” es una mujer “seducto- ra, misteriosa”, nuestra “nueva Eva”, la hija de un proceso de superimposicion computerizada de rostros que recrea los productos del entrecruzamiento étnico y racial (127:2). La substancializacién de las formas socioculturales de los pue- blos permite su personificacién y se apoya en la naturalizacién y objetificacién de construcciones y relaciones de género y sexualidad. Aunque escasos, algunos de los mejores textos sobre nacionalismo, etnicidad y el estado han sido producidos por académicos para los que el género y la sexua- lidad son inquietudes analiticas centrales: la desnaturalizacion de género y sexua- lidad Ileva al desmantelamiento de etnicidad y nacionalismo como esencias pri: mordiales (ej.: 27, 36 ¢, 37, 42, 78, 87, 92, 93, 146). Yuval-Davis y Anthias resumen los términos en esta literatura identificando las cinco formas principa- jes en las que son percibidas las mujeres con relacion a los procesos étnicos y nacionales y las practicas de formacién del estado: 1) como reproductoras bio- légicas de los miembros de las colectividades étnicas; 2) como reproductoras de las fronteras de los grupos étnicos/nacionales; 3) como participantes cruciales en la reproduccién ideoldgica de la colectividad y como transmisoras de su cul- tura; 4) como marcadoras de las diferencias étnicas/nacionales —-como foco y simbolo de los discursos ideoldgicos utilizados en !a construccién, reproduc- cién y transformacién de las categorias étnicas/nacionales; y 5) como partici- pantes de las luchas nacionales, econémicas, politicas y militares (8:7). Puesto que las construcciones de género y sexualidad han sido claves para la formacién de las subjetividades y colectividades étnicas y nacionales, las tecno- logias de biopoder esgrimidas por el estado han tenido consecuencias diferentes para hombres y mujeres, para heterosexuales y homosexuales, para las minorias y las mayorias étnicas. Asimismo, hombres y mujeres han sido posicionados de diferente modo por los discursos de conflicto entre etnias y naciones: La viola- cién y el asesinato de las mujeres se convierten en marcadores claves de victoria y derrota en conflictos entendidos en termino de tropos de “masculinidad heroi- ca”; oa la inversa, el rescate de “las mujeres de otros hombres” ha sido utilizado para legitimar los despliegues de fuerza del estado (36c, 42). Similarmente, al Alonso; Politicas de espacio, tiempo y sustancia 167 menos en América Latina, la persecucién del estado contra sus sujetos, inclu- yendo miembros de grupos étnicamente subordinados, ha sido sexista y ha esta- do sexualizada (5). Mi unica critica de esta literatura es que se centra, casi ex- clusivamente, en las feminidades y las mujeres. Es necesaria una investigacién mas profunda de las relaciones reciprocas entre la construccién de las masculi- nidades y de la subjetividad colectiva y la comunidad. La naturaleza persuasiva del nacionalismo como una estructura de sentimiento (141; véase 60) que transforma el espacio en patria ¢ interpola a los sujetos individuales y colectivos como personificaciones del cardcter nacional (percibi- do como sustancia biogenética y siquica compartida) gira en torno a un lenguaje figurado de parentesco, género y sexualidad. No es de sorprender que los tropos alimenticios de género (¢j.: cocina, alimentos, digestion) también destaquen en los discursos nacionalistas. Las criticas feministas de la retérica, sentimientos y practica del parentesco proporcionan puntos de partida valiosos para una critica del nacionalismo, Aunque los tropos del nacionalismo exhiben las propiedades que Turner les atribuy6 a los simbolos rituales caracterizadores —condensaci6n, unificacién de significados dispares y polarizaci6n de significados (130:27-30)- este punto es raras veces explorado en la literatura y merece mas atencion. Muchos académi- cos del nacionalismo se preguntan: “;Por qué tantas personas estén dispuestas a matar y morir en nombre de la nacién?” Una respuesta parcial se encuentra en la fusidn de lo ideoldgico y lo sensorial, lo corporal y lo normativo, lo emocional y lo instrumental, lo organic y lo social, conseguida por estos tropos y particular- mente evidente en las estrategias de substancializacion por las cuales lo obliga- torio se convierte en lo deseable. Como argumenta Daniel, la semiética de Peirce puede esclarecer cémo el nacionalismo se convierte en estructura de sentimien- to mediante la articulacion de diferentes formas de significacion (36a). Como observa Anderson, las naciones inspiran un amor auto inmolador, que se considera primordial en vez de socialmente creado (pag. 143). Para Anderson, este amor es un producto de la “profunda camaraderia horizontal” de la fraterni- dad nacionalista (pag. 7). £1 no sélo ignora la dimensién filial del amor naciona- lista, sino que tampoco explora el comercio entre “eros y la nacién” y las politi- cas de género y sexualidad que conlleva el amor a Ja nacién (94:1-2). Las acadé- micas feministas se han cuestionado desde hace afios la Idgica de que el poder y la jerarquia estén exiliadas de las esferas del parentesco y el amor (véase 29), Muchos nacionalismos utilizan tropos de Parentesco que naturalizan las jerar- quias de edad y género. Es mas, mediante la metafora y la metonimia, los signi- ficados de los términos se amplian y son utilizados para construir relaciones verticales de clase y etnicidad, de estado y pueblo, de heterosexuales y homo- sexuales. Las formas nacionalistas de comunidad pueden poseer dimensiones I : 168 Las ideas detris de la etnicidad tanto horizontales como verticales (20:2). Incluso cuando sc utiliza la termino- logia del parentesco para expresar un sentimiento de igualdad como semejantes, tal como en Guayana, la idea que tienen los nacionales de pertenecer a una fami- lia no es incompatible con la jerarquia. Ms bien, el igualitarismo y la jerarquia estan complejamente concatenados en esta nocidn de “igualdad moral entre to- das las personas socialmente desiguales” (140:99). Ver el nacionalismo como una estructura de sentimiento es clave para la desnaturalizacién de la jerarquia y también para un andlisis de cémo los efectos del poder son efectos del placer al mismo tiempo, y sobre como estan interconectados en la experiencia cotidiana el amor, la sexualidad y Ja autoridad. Temporalizacién y memoria La temporalizacion y la construccién de la memoria median la identidad de las personas y la herencia en el espacio asi como la representacién y organiza- cidn del espacio media la identidad de las personas y la herencia en el tiempo. En efecto, como sefala Boyarin, la memoria esta asociada con el tiempo y el espacio, y en Francia e Israel, por ejemplo, este vinculo est4 “conectado con el fortalecimiento de la identidad nacional, un proceso en el que tas construccio- nes ideologicas de tierras, idioma y memoria exclusivamente compartidas se convierten en puntales para la integridad amenazada de ta nacidn estado” (19:1). En una misma linca, Harvey menciona la importancia del tiempo y el espacio para cl recordatorio: “La memoria espacial inmemorial” es tan critica para la realizacién estable de mitos de la comunidad que la “imagen espacial... afirma un poder importante sobre la historia” (65:218). Las matrices espaciales, tem- porales y fisicas estén unidas en el nacionalismo. Conforme el estado marca sus fronteras, “constituye lo que esta dentro de él (¢l pueblo-nacién) al homogenei- zar el antes y el después del contenido de esta demarcacion” (95:11 4). Anderson plantea que la idea de un “‘tiempo vacio, homogéneo’ en el que la simultaneidad es... oblicua, cruza a través del tiempo, marcada no por la prefiguracién y la realizacién sino por la coincidencia temporal, y medida por el reloj y el calendario” (7:24) es critica para el origen de la nacion puesto que ésta cs percibida como una “comunidad sélida que se desplaza establemente a lo largo de la historia” (pag. 26). La novela en este sentido, es un género clave para la presentacién de esta nocién del tiempo (pag. 25 ff). Sin embargo, el rechazo de Anderson de la importancia de la prefiguracién y la realizacion en la temporalizaci6n nacionalista parece precipitado (y excesivamente dependiente de una oposicién entre religion y nacionalismo). Después de todo, las naciones estan imaginadas comuinmente como poseedoras de un destino y una herencia ancladas en un pasado inmemorial (7, 52, 71, 12). Es mas, la “tradicion sclecti- Alonso: Politicas de espacio, tiempo y sustancia 169 va" (141:115) mediante la que se construye frecuentemente este pasado es sacralizada (13:3-40, 20:3, 135:215). A riesgo de discrepar con Anderson, no solo el imaginario cristiano sino también los nacionalistas sean éstos manifies- tamente seculares (¢ implicitamente sacralizados) o manifiestamente religiosos— son omnitemporales. Las sociedades, como sefiala Harvey, estan caracterizadas Por sentidos del tiempo miltiples y heterogéneos (65) La racionalizacién del tiempo ha sido integral para la tendencia universalista del nacionalismo, permiticndo la ubicacién de los miembros de una nacion en el mismo contexto temporal, uno enmarcado por el progreso ( 15:283), asi como el desarrollo capitalista y la formacién del estado moderno. Pero el nacionalismo también tiende al particularismo: “Cultiva los simbolos, los fetiches de un ca- acter nacional auténomo, que hay que impedir que desaparezcan” (pag. 283). EI particularismo, que marca la diferencia de una nacién a las otras, esta debili- tado por la compresién espacio-tiempo producida por la modernizacién, la cual relativiza y acelera el tiempo, fragmenta la continuidad y genera un mareo tem. poral global en el cual la simultaneidad se relativiza y se descentra, deja de estar confinada a los congéneres nacionales (65:201-307). Este es el tiempo de mu- chas novelas modernistas (13, 65:260-283), un tiempo cenirado en un presente que se mueve hacia e! futuro, un tiempo de lo incompleto y Io inconcluso “en el que no hay una primer palabra... y las dltimas palabras todavia no han sido pro- nunciadas” (13:30), un tiempo de diversidad de discurso y vor. Segun Harvey, la estetizacién de las politicas es una respuesta nacionalista a la disipacion de la esencia producida por una temporalidad descentrada (65:207-209). Pero el par- Ucularismo esta asegurado no s6lo por medio de la espacializacion del tiempo, como mantiene Harvey, sino también por el despliegue de otra modalidad tem. poral, un tiempo épico, un tiempo absoluto de la Existencia, de primeras y lti- mas palabras, de prefiguraciones y plenitudes, de tradicién y destino. Bakhtin caracteriza la épica como un género nacionalista que tiene tres ras- 408 constitutivos: 1) un pasado épico nacional, como el tema; 2) la tradicién nacional, como Ja fuente y, 3) una distancia épica absoluta que separa el tiempo Epico de la realidad contemporanea (13:13). Las categorias temporales se valo- rizan creando una jerarguia entre pasado, presente y futuro en la que el pasado se convierte en “la fuente unica y el comienzo de todo lo bueno para todos los tiempos posteriores” (pag. 13), la distancia entre pasado y presente estd media- da por la tradicién nacional (pag. 14). La reflexion de Bahktin proporciona un Punto de partida sugerente para los andlisis de las construcciones nacionalistas de la memoria y el tiempo y los efectos del poder que producen estos iiltimos ~aun cuando el género de la épica, construido estrechamente, no sea su vehicu- lo. Porque es a través de los discursos épicos, ampliamente concebidos, como se Particulariza y centra la naci6n, concebida como eterna y primordial, y como el 170 Las ideas detris de Ja etnicidad amor nacionalista se vuelve un sentimiento sacralizado y sublime, de hecho, una forma de piedad (pag. 16). ¥ la sacralizacin de la nacién es al mismo tiem- po la sacralizacion del estado. El nacionalismo postcolonial cingalés aporta un buen ejemplo de discurso nacionalista épico (21, 77a, 119a, 142, 143; cf 76, 106). Un pasado épico, valo- rizado, se configura por medio de imagenes idealizadas de un orden social precolonial armonioso de reyes benévolos y florecientes comunidades rurales. La distancia desde este pasado absoluto hasta el presente esta marcada por la ruptura del colonialismo; pero simultaneamente, este pasado esta representado como una presencia (y promesa) latente en la realidad contemporanea, que pue- de ser ostensible “si los lideres politicos siguen el ejemplo de los antiguos reyes al gobernar con justicia y perseguir politicas de desarrollo que promuevan el bienestar moral y material de los pueblos” (21:9). Al configurar la relacién pa- sado-presente como la que impone tanto la ruptura como la continuidad, distan- cia y proximidad, nostalgia y plenitud, el nacionalismo oficial cingalés moder- niza lo tradicional y tradicionaliza lo moderno (21:9), convirtiendo la continui- dad en fatalidad (cf 7:11). La autoridad de la ret6rica nacionalista cingalesa esta parcialmente asegura- da por la jerarquia temporal que vuelve absoluta una version oficial del pasado producida por un numero de agentes ¢ instituciones del sistema estatal, una ver- sién cuya selectividad demuestra que recordar también es olvidar (19: 1-8; 113). El cardcter absoluto de este pasado y, por lo tanto, el caracter primordial de la comunidad cingalesa se construyen por medio de la articulacién de tropos de espacio, sustancia y tiempo. Las estrategias retéricas utilizadas en la construccién de las memorias auto- ritarias merecen mayor atencién de la que han recibido. En mi propia investiga- cion de la re-presentacién del pasado en los textos académicos y en los discur- sos mexicanos populares y oficiales, yo defiendo la importancia de analizar las manipulaciones del marco, la voz y la estructura narrativa para interpretar como las historias producen efectos de poder/saber (4). Examino cémo las re-presen- taciones nacionalistas del pasado, producidas por aquellos que controlan el sis- tema del estado, apropian y transforman las historias locales y regionales y las memorias de los grupos subordinados por medio de estrategias de naturaliza- cién, idealizacién y des-particularizaci6n. Los pasados que no pueden ser incor- porados son privatizados y particularizados, se consignan a Jas imagenes de lo nacional y se les niega una voz totalmente piiblica (4; véase 17:266-267). A través de estas estrategias, una tradicién selectiva del nacionalismo, que es la clave para la consolidacin de la idea del estado, es producida por las institucio- nes y el personal del sistema estatal. Esta tradicién es critica para la construc- Alonso: Politicas de espacio, tiempo y sustancia 171 cién de hegemonia por parte de los agentes y las instituciones del sistema esta- tal, La produccién de una tradicién selectiva por el sistema estatal es un proceso hegeménico poderoso y vulnerable (141:116-117), Una tradicién selectiva hegeménica siempre se ve desafiada Por tradiciones alternativas y opuestas que disputan articulaciones dominantes de espacio, tiempo y sustancia y que incluso pueden cuestionar Ja identidad entre nacién y estado (4, 17, 20-22, 36, 39, 68, 82, 90, 96, 117, 123, 133, 133a, 142). El grado de persuasividad de las tradiciones selectivas de los nacionalismos oficiales gira en torno al contro! de los sistemas del estado sobre los medios de distribucion de los significados sociales (4; véase 64) y de las relaciones de fuerzas en la sociedad {56:180-185). El nacionalismo cingalés aporta de nuevo un ejemplo. Para ganarse el apoyo de los grupos subordinados, los gobernantes hacen concesiones retéricas que sitian al campesinado en el “centro moral de la nacion” (21:9). Esta retorica de inclusion esta difundida por “virtualmente to- dos los aparatos del estado” (pag. 13) y va acompafiada por la distribucién de beneficios materiales. No obstante, estas concesiones y beneficios nunca ponen én peligro la reproduccién del bloque hegeménico ni socavan las exclusiones fundamentales sobre las que se basa el nacionalismo cingalés. Aunque el uso de ropos del registro local celebra las contribuciones de los campesinos a la na- cidn, también va a crear una identificacién entre estado, nacién y territorio que empodera al personal estatal para vigilar el desarrollo rural y, por lo tanto, crear nuevas relaciones de dominio en el campo (21, 119a, 142, 143). Es mas, las definiciones de nacién de los gobernantes como cingaleses se apoyan en el pasa- do €pico para excluir a los tamiles de la comunidad imaginada, asi como para representar las luchas entre cingaleses y tamiles como resultado de animosida- des primordiales (36, 77a, 19a, 125). La genealogia de esta forma de exclu. sién se apoya en la fusién de las diferencias biolégicas y culturales (21:11). Siguiendo a Anderson (7:141-154), el nacionalismo y la etnicidad se cons- truyen reciprocamente, El patriotismo no es nicamente amar a nuestros congé- neres nacionales. También se refiere a odiar, 0 cuanto menos condescender 0 tolerar, a los otros dentro y fuera del espacio nacional. En contraste con Anderson, Balibar arguye que los nacionalismos han sido imaginados como comunidades de sangre y herencia compartidas y no solamente como comunidades lingiiisticas; la fraternidad ha estado basada en un “exceso de ‘purismo” (15:284). La auto- identidad de las naciones ha estado garantizada en parte por la construccién de Otros internos, cuyos marcadores garantizan la existencia de una identidad na- cional que al permanecer invisible es exitosamente inscrita como la norma (15:284-286; 140:20). En numerosos nacionalismos, la identidad étnica del gru- po dominante esta privilegiada como el nucleo de la comunidad imaginada (18, Las ideas detras de la etnicidad 27, 36, 36b, 50, 53, 77a, 88, 119a, 144). No es de sorprender que los nacionalis- mos europcos hayan sido formados en relacién con el colonialismo y las tecno- logias coloniales de dominio (15:286-287; 109; 140xvi). Es necesaria una in- vestigacién més detallada sobre este punto. Asimismo, las jerarquias étnicas del pasado colonial han tenido un impacto significativo en la formacién de los na- cionalismos en los estados postcoloniales (18, 26, 27, 36, 50, 88, 122. 140, 144, 145). Nacionalismo y etnicidad Definiendo etnicidad Debido a la imprecisién del término etnicidad, a la fusion frecuente de na- cionalidad, etnicidad y raza en la literatura y en el sentido comin cotidiano, y a las politicas problematicas de ctnicidad tal como se muestran en sus genealogias intelectuales, algunos académicos han sugerido sustituir cl término como cate- goria analitica por el de pueblos (39:11), raza (118) © ideologia nacionalista (47:3). Aunque estoy de acuerdo con estas criticas de etnicidad, sigo estando convencida de que una metodologia util es la de trazar distinciones analiticas entre diferentes formas de imaginar las colectividades. El nacionalismo es en parte un efecto de los proyectos de totalizacién y homogencizacién de la formacién del estado (35). Estos proyectos producen un sentido imaginado de la comunidad politica en el que se confuden pueblos, te- tritorio y estado. Pero la formacién del estado también genera categorias del Uno y el Otro dentro de una forma de gobierno. En contraste con el nacionalis- mo, la etnicidad es en parte un efecto de los proyectos de particularizacién de la formacion del estado, proyectos que producen formas jerarquizadas de imaginar identidades colectivas; a estas identidades colectivas se les asignada diversos grados de estima social, privilegios diferenciales y prerrogativas dentro de una comunidad politica mas amplia (38, 89, 118, 124, 135, 140; véase también 3, 16, 25, 31, 97). Los antropdlogos raras veces han examinado las relaciones reci- procas entre los procesos de formacién de estado y la etnogénesis (véase 38, 88, 118, 140; 8. Rivera Cusicanqui, observaciones inéditas); pero es necesaria una mayor investigacién en esta linea. Junto con la clase, el género, la edad y Ia orientacién sexual, la etnicidad es una dimension clave de la identidad para la construccién y la negociacion del estatus (135:305) y, por ende, del poder en las sociedades estatales (34, 89:427, 118, 139:70-71). Mas especificamente, la etnicidad implica una “creencia sub- jetiva en... una descendencia comin debida a similitudes (subjetivamente percibidas) de fenotipo fisico, de costumbre, 0 de ambos, o de memorias de Alonso: Politicas de espacio, tiempo y sustancia 173 colonizacion y migracién”(135:389). La afiliacion étnica se calcula contextualmente, por medio de la concatenacién de marcadores de Himites étnicos (16) —indiccs culturalmente construidos de identidades categéricas dotadas con diferente valor y propésito. Lo que se llama raza en gran parte de la literatura es la variante de la etnicidad que privilegia indices somaticos de distinciones de estatus tales como el color de la piel, el tipo de pelo, la forma de los rasgos o la estatura. Lo que se Hama etnicidad es la variante que privilegia unos indices de estilo de vida que impli- can diferencias de estatus tales como la indumentaria, el idioma, la religion, los alimentos, la musica y el empleo. Como seftala Szwed, los indices somaticos y de estilo de vida son marcadores de identidades categéricas jerarquizadas (124:20- 21); por lo tanto, no hay una distincién aguda entre estas dos variantes de etnicidad. Aunque ao tenga validez cientifica y a pesar de los rumores ampliamente difundidos sobre su extincién, la creencia en las razas biolégicas, lo que Appiah Hama racialismo (10:5) esta muy divulgada en ef discurso de los medios de co- municacion (ej.:127) y no ha desaparecido en absoluto de los discursos acadé- micos (110:16ff), Cohen reclama que la “notoria tendencia y la agresividad de los grupos de elementos celtas por la autonomia politica localizada” puede ser, © bien una “forma de aprendizaje transmitido de una generacidn a otra”, o una “tendencia genética basada en entrecruzamientos que favorecen estas caracte- risticas” (28:257, nota 3). Alin mas perturbadora es la representacién de Guideri y Pellizi del mestizaje (mérissage), que ellos perciben como una forma de mez- cla genética y cultural, como un proceso patolégico (58:33). El falso precepto que subyace en dichas observaciones es que los grupos étnicos son poblaciones genéticamente puras con culturas distintivas, homogé- neas y limitadas. De este modo, la etnicidad pasa a ser primordial y los grupos étnicos empiezan a ser concebidos como superorganismos caracterizados por tepertorios exclusivos de rasgos culturales que se pueden transmitir, prestar o perder (para criticas sobre el primordialismo véase 41a, 63, 108, 109, 118, 119, 137, 140). Como argumenté Barth hace ya mas de veinte afios, esta nocion de etnicidad “exige toda clase de cuestionamientos criticos” (16:11). Weber, nombrado en ocasiones como uno de los precursores del primordialismo (¢j.:31), reconocié que las “fieciones étnicas” eran el producto de las diferentes condiciones econémicas y politicas de los grupos sociales y que las diferencias culturales o fenotipicas en si no llevaban a la produccidn de estas ficciones o a la formacién de grupos (135:389-395; yéase 118). En efecto, tal como lo acentia la interpretacién que hace R. T. Smith de Weber, aun cuando las identidades categéricas se convierten en una de las bases para la formacién de grupos de estatus, las fronteras del grupo no son fijas sino que cambian con 174 Las ideas detris de la etnicidad relacién a las luchas por el poder, el prestigio y el privilegio (118), Es mas, estas fronteras no encierran esencias culturales tnicas. Mas bien, las diferencias de estilo de vida son producto histérico de las posiciones sociales y econémicas peculiares de los grupos, de las practicas diarias y de las interpretaciones dife- renciales de un idioma compartido que marca la diferencia (118). Los construccionistas étnicos son los criticos mas palpables de los primordialistas. Sin embargo, parte de su trabajo est4 abiertamente enfocado en el discurso y no saben reconocer del todo que la etnicidad se inventa en el curso de luchas econémicas, politicas y culturales (e).: 119, 120). El punto “no es declarar que la etnicidad es inventada y detenerse ahi, sino mostrar en la pers- pectiva histérica cémo fue inventada y con qué consecuencias” (100:27). La repetida insistencia de la literatura construccionista en la fluidez de la etnicidad ilustra las limitaciones de un enfoque discursivo estrecho. La etnicidad es cons- truida; por lo tanto, la consecuencia, en principio, es que la etnicidad es fluida, pero esta fluidez esta limitada por los procesos hegemOnicos de inscripcidn y por las relaciones de fuerzas en la sociedad. Que este punto obvio sea ignorado sdlo da fe del relativo privilegio de quienes escriben sobre etnicidad. Fanon ilustra esto desde una posicién de subordinaci6n étnica, la posibilidad de con- tra-inventar la etnicidad no siempre esta ahi de antemano y la lucha contra el peso de una historia que produce “una estructura definitiva de uno mismo y del mundo” es una en la que hasta la risa se vuelve imposible (43, 45:109-110). Asimismo, Anzaldiia (9) y Gomez-Pefia (55) cuestionan la topografia dominan- te de naciones, culturas e identidades discretas y homogéneas, mientras subra- yan las dificultades que enfrentan aquellos que el estado categoriza como hispa- nos a la hora de negociar identidades alternativas. Nacionalismo, etnicidad y hegemonia: exclusiones e inclusiones Algunos de los mejores enfoques en este campo se basan en el trabajo de Gramsci 0 en los estudios culturales marxistas. Estas perspectivas examinan el rol del estado en la dialéctica del nacionalismo y el etnicismo, mientras recono- cen las luchas mutuamente formativas entre el estado y los sujetos étnicos su- bordinados (¢j.: 36, 53, 62, 88, 91, 140). Hall identifica algunos de los patrones de la perspectiva de Gramsci que resultan utiles para un analisis de la etnicidad, incluyendo: a) el énfasis en e! cardcter histérico especifico; b) el enfoque no reductivo de clase y etnicidad; c) la ausencia de una correspondencia asumida entre las dimensiones ideoldgicas, politicas y econémicas de la sociedad; d) la nocién de hegemonia; y e) la importancia concedida al estado (62:5-27). La metodologia neo-gramsciana de West para analizar la opresién afroamericana se apoya en la articulacion de tres “momentos”: modos de dominacién, formas de Alonso: Politicas de espacio, tiempo y sustancia 175 subyugacién y tipos de explotacién (136:21-25). La metodologia de West es aplicable a otros casos, sin embargo es necesario integrar en su esquema el rol del estado en la dominacién, subyugacion y explotacidn étnica. La reformulacién de la hegemonia por parte de B. Williams es particular- mente til para analizar como son negociadas por el estado las paradojas de homogeneidad y heterogencidad mediante “diferentes modalidades de incorpo- racién politica” de los sujetos étnicos (139:408) y diversas formas de represen- tacidn y apropiacién de sus practicas y productos culturales (140:31). Williams utiliza el concepto del transformismo de Gramsci para analizar cémo el nacio- nalismo oficial y las rutinas del estado homogenizan a la comunidad creando al mismo tiempo heterogeneidad (140). En efecto, la unién se moldea por medio de una “incorporacién de la diferencia (a lo largo de ejes de etnicidad, clase, género, emplazamiento, edad y orientacién sexual) que organiza jerérquicamente las posiciones sujetos de diversos grupos de ciudadanos” (60:72). Las estrate- gias estatales de espacializacién, substancializacion, estetizacién, mercantilizacién y temporalizacion son claves para la construccién de las for. mas transformistas de la hegemonia. Espacializacién Como demuestra Corrigan (33), la etnicidad se “utiliza para nombrar y eti- quetar racial y culturalmente diversos ‘tugares’”” que estan ubicados en el espa- cio y en el tiempo (111:35). A pesar de la propuesta de Barth de que los antropélogos estudien la formacién étnica centréndose en la creacién de fronte- ras sociales, las cuales pueden tener contrapartes territoriales, en vez de el “ma- terial cultural” exclusivo que se supone que encierran estos limites, la investiga- cién antropoldgica sobre el rol de! espacio y el lugar en la creacion de fronteras es escasa (16:15). Yo creo que los antropélogos deben examinar cémo intervie- nen la organizacién y la representacién del espacio en la formacién étnica yla desigualdad, en las estrategias estatales de incorporacién y apropiacion asimétrica y en la compleja dialéctica entre jerarquia ¢ igualitarismo, homogeneidad y he- terogeneidad, en el imaginario de las naciones. «Cémo se conecta la fragmenta- cién del espacio con la desigualdad étnica? ,Cémo estin diferentemente situa- dos los sujetos étnicos dominantes y subordinados en relacién a los espacios de produccién, distribucién y consumo, y qué politicas y practicas del estado estan implicadas en las politicas del emplazamiento étnico? {Cémo estan posicionadas desigualmente las identidades categéricas en relacién con los espacios publicos Y privados, los espacios sagrados, espacios laborales, espacios carcelarios y es- pacios domésticos? ;Cémo producen las politicas contemporaneas, internacio- BS 176 Las ideas detrds de la etnicidad nales y nacionales de espacio y lugar un racismo medioambiental? ¢ convierten las practicas espaciales en un foco de intensas luchas sociales? La importancia del espacio para la estrategia hegemonica del transformismo esté bien ilustrada por el “programa de aldeas modelo” en Guatemala, eje de la campaiia contrainsurgente del ejército (98). Sega Richards, la ideologia de etnicidad desplegada por el estado y el ejercito guatemaltecos se basa en una dicotomia jerarquizada urbano-raral en la que lo urbano se equipara con el Ser Ladino “civilizado”, el Sujeto del nacionalismo, y lo rural con el “atrasado” Otro Indigena, definido como la fuente de Ia peculiaridad nacional y el obstacu- Jo para el desarrollo nacional. El “atraso” de los indigenas, atribuido a un legado historico de autonomia regional indigena, se utiliza para explicar la resistencia al estado. Por ello, las aldeas modelos, “microcosmos urbanos” que son al mis- mo tiempo espacios de disciplina y de civilizacion, se han convertido en “ni- cleos en los que es posible reunir y controlar a la poblacién dispersa de una region devastada por la guerra” ademas de “desarrollarla” en nombre de la na- cién (pag. 8). El establecimiento por parte de los mayas de las Comunidades de Poblacién en Resistencia es una respuesta a las actuales luchas sociales por la formacién étnica y la Jocalizacin espacial. La equivalencia de la identidad étnica dominante con el nticleo de la nacion, y la ubicacién de las identidades étnicas subordinadas en su periferia, est4 ga- rantizada en parte por medio de las diferencias de poder sobre los espacios pa- blicos y privados. Por ejemplo, Eidheim demuestra cémo la identificacion de Noruega con los noruegos es producto del control desigual de los espacios pu- blicos y, por lo tanto, de las posibilidades diferenciales de expresat las identida- des etiquetadas y no etiquetadas en estos lugares (41). En los espacios publicos, donde interactiian samis y noruegos, el codigo de conducta dominante es norue- go. La marginalizacién y estigmatizacion de la identidad sami esta garantizada por su privatizacién (pag. 46). En contraste, Hooks examina las politicas étnicas y de género de los espacios privados enfocandose en las dificultades que afron- tan las mujeres afroamericanas, muchas de ellas trabajadoras domésticas al ser- vicio de blancos, a la hora de construir sus propias “esferas domésticas”. Ella muestra como la oposicion jerarguica entre los espacios piblicos y privados es cuestionada por estas mujeres que redefinen el hogar como un refugio cicatri- zante y un espacio para la resistencia personal y colectiva (72:33-49). La investigacién antropolégica sobre la relacion entre las representaciones de espacio y lugar y la formacién de identidad esté mas desarrollada, en cierto modo, que la investigacién sobre politicas de organizacién espacial, Las fusio- nes subnacionales de raza, cultura y grupo social presuponen una nocion de fron- teras que diferencian cl interior del exterior en términos absolutos. Estos limites muchas veces son imaginados por medio de tropos de diferente origen segun el Alonso: Politicas de espacio, tiempo y sustancia 177 lugar. Por ejemplo, las representaciones de la nacion de Trinidad como “poblada Por una serie de caracteres colectivos codificados y teificados” diferencia estas “clases-racializadas” segin sus origenes en tierras ancestrales diferentes —A fri- ca, Europa e India (108:14). Asimismo, es posible que la diferenciacién étnica Se consiruya segiin el emplazamiento dentro del territorio nacional: “el himno nacional de India... nombra ordenadamente las diferentes regiones (por lo tanto, lenguas, culturas, religiones, historias) que son partes caracteristicas de la na- cién unida de ja India”, proclamando la homogeneidad mientras acentia la dife- rencia (60:72). Calagione muestra cémo una vision que situa las fronteras étnicas en diferentes patrias ancestrales ha moldcado la planificacién urbana de la ciu- dad de Nueva York, fomentando una “versién naturalizada de la identidad étnica como un enclave espacialmente limitado” (24:2), y espacializando una jerarquia de lo civilizado. . {Como construyen los nacionalismos a los desplazados, a aquellos cuya mo- vilidad desnaturaliza las identificaciones de estado, nacién y territorio? La “me- lafisica sedentaria” del nacionalismo “permite una percepcidn del desplazamiento territorial como algo patolégico” como “una pérdida de cargas morales” que convierte a los desarraigados en la antitesis de “ciudadanos honestos” (83:31- 32). ¢Cémo maneja cl estado la “patologia” de los desplazados (36b, 43, 53)? Daniel (368) arguye que a medida que et pasado nacional se vuelve cada vez mas inaleanzable (en el sentido de Heidegger) para los inmigrantes tamiles de Sri Lanka al Reino Unido, que huyeron del etnicismo en su pais para ira encon- trarlo en cl extranjero, éstos se vuelven cinicos ante la nacién y el estado. Esta Tuptura con la comunidad territorializada y con la ley tuvo consecuencias de gran alcance para sus practicas cotidianas, ineluyendo la creacion de refugios domésticos. Es mas, a medida que empezaron a desnaturalizarse para estos inmigrantes los vinculos entre Personas y lugares, cambié su sentido de identi- dad nacional y étnica, No slo comenzaron a considerar a las tamiles como una comunidad de personas desterritorializadas, sino que también empezaron a for- mar alianzas con otros grupos étnicamente oprimidos. Las perspectivas antropologicas sobre las politicas de desplazamiento de los inmigrantes y del estado son particularmente necesarias actualmente cuando los pueblos de la pe- riferia se trasladan a la metropoli. Calagione ha seAalado que los funcionarios del gobierno de Estados Unidos utilizan a menudo imagenes acudticas para Tepresentar a los inmigrantes del Tercer Mundo (comunicacién personal). Este imaginario prevalece en los me- dios de comunicacién, Mientras que la posicién central de los descendientes de inmigrantes de ascendencia europea en la comunidad imaginada es representada Por medio del calificativo “corriente principal” (mainstream), la naturaleza mar- ginal de los nuevos inmigrantes del Tercer Mundo se representa mediante el Las ideas detras de la etnicidad tropo visual de “olas de recién Hlegados” (127:20), que muestra lo marginal como una amenaza a la “impermeabilidad” de las fronteras nacionales. La aprobacién de] Tratado de Libre Comercio de América del Norte coincide con el incremento de la militarizacion de Estados Unidos en su frontera con México y de la inver- sin de los délares de los impuestos en esfuerzos para “detener la marca” cons- truyendo gigantescos muros de acero. Otro tema que merece mas investigacién es la politica de representacion de heterogeneidad y homogeneidad en los espacios publicos. Friedlander ha anali- zado cémo la ideologia del estado mexicano sobre el nacionalismo mestizo esta concretada en el espacio por medio de monumentos tales como los que aparecen en la Plaza de las Tres Culturas de Ciudad de México:* “una piramide azteca, una iglesia catélica del siglo XVI y un edificio gubernamental recientemente construido” (50:xiii). La conquista espafiola de los aztecas esta inmortalizada como el “doloroso origen del pueblo mestizo,” la raza nacional de México, per- sonificada y representada por el estado (pag. xiv). La exclusividad de esta forma aparente de inclusion se leva a efecto por medio de la jerarquia interna articulada en la categoria de mestizo. Los componentes raciales y culturales europeos indios del mestizo (obsérvese la omisién de las contribuciones de los afromexicanos) se vuelven distintivos y ocupan un lugar en relacién mutua: al primero se le identifica con el progreso; al segundo, con la tradicion, Esta estra- tegia transformista se utiliza en toda América Latina (18, 36, 88, 122; S. Rivera Cusicanqui, observaciones inéditas); es mds, la jerarquia interna caracteriza la categoria de mulato asi como la de mestizo (145). Substancializacién, estetizacién y mercantilizacién Los ejemplos anteriores ilustran la desigualdad que subsiste hasta en las re- presentaciones poligéneticas y multiculturales de los origenes nacionales en es- tados caracterizados por hegemonias transformistas: raza y cultura son fusiona- das, y el estado como paterfamilias se concede un rol privilegiado en Ia cons- truccién de la comunidad a partir de la diferencia. Los tropos de parentesco y descendencia utilizados para substancializar la nacién son invocados también para substancializar las identidades categéricas de la etnicidad. Semantizado por un lenguaje figurado de sangre, color y descendencia, el “material cultural” esgrimido para caracterizar las identidades de bajo estatus es representado como tradicién homogénea, inerte algo parecido a los “genes siquicos” de la revista Time (127). Mediante una analogia con las nociones folkloricas de reproduccion + Esta plaza fue escenario de la masacre de cientos de personas perpetrada por las fuerzas del estado en 1968. Alonso: Politicas de espacio, tiempo y sustancia 179 biologica, la transmisién de esta herencia cultural empieza a ser concebida como un interminable proceso estatico de imitacion, denegando a los sujetos étnicamente subordinados toda Tepresentacin o creatividad (126). Ya que ha sido dotada de una concrecién equivecada » la herencia étnica de los sujetos de bajo estatus es, entonces, estetizada y comercializada por el estado. Los antropélogos han producido algunos estudios excelentes de este proceso, de estetizacién y comercializacién de la herencia étnica de los grupos subordi- nados (ej.: 12, 137). Una parte substancial de este esfuerzo se refiere al estudio de la folklorizacién y las relaciones indigenas-estado en América Latina (ej: 50, 51, 67, 68, 84a, 96, 129). El trabajo de Friedlander muestra como la glorifica- cién selectiva que hace el estado mexicano de los elementos de Ia cultura indi- gena ha permitido la incorporacién de los indigenas a la nacién mientras que conservan al mismo tiempo su identidad de bajo estatus y posicién de clase (30:129). Irénicamente, esta forma etnificada de fetichismo mercantilizado pro- duce una imagen de la autenticidad indigena como mimesis eterna, Una vez que ha sido mercantilizado, la élite no indigena puede apropiarse el carisma de lo “indigena”: el consumo conspicuo de estos marcadores de otredad por la “raza nacional” legitima las relaciones de gobierno de cara a las audien- cias nacionales e internacionales al objetificar los reclamos por lo autéctono y 'as pretensiones populistas (50). El andlisis de Hendrickson de todos los concur. Sos de Miss Guatemala ladina, cuyas ganadoras exhiben ropa indigena cuando Tepresentan a su pais en la competicién mundial, ilustra este punto (67), McAllister demuestra que el paralelo, el Rabin Ahau, un concurso de belleza organizado por el estado en el que s6lo participan mujeres indigenas, no es so- bre belleza sino sobre una autenticidad indigena estetizada (84a). El trabajo de Hill sobre “basura hispana” (69,70) muestra cémo, bajo el disfraz de la apertura estética, las élites “anglos”, incluyendo el personal det gobierno, se construyen a si mismos como buenos ciudadanos y construyen simultaneamente a los “his- Panos” como inferiores por medio del préstamo peyorativo del material morfolégico hispano y del consumo conspicuo de productos “hispanos” (7 12). Vélez-Ibafiez. analiza las consecuencias negativas que ha tenido la creacién de dicha identidad comercial para los mexicanos de Estados Unidos (132). Los subordinados también participan en la mimesis de otredad mediante el fetichismo de los productos étnicos, pero esto tiene consecuencias diferentes para ellos que para los étnicamente dominantes, Para los indigenas de Hueyapan, \a hispanizaci6n se aleanza mediante la participacidn en rituales nacionalistas y el consumo de bienes que son indices de un estilo de vida mestizo (50:71); por Para una discusion sobre fetichismo de los articulos Stnicos, regionalismo de género y nacio- nalismo en las areas rurales del norte de México, yéase referencia Sa. El rol del mereado en la mereantilizaci6n de la etnicidad en el sudoeste se analiza en la referencia 138. 180 Las ideas detris de la etnicidad lo tanto, el nacionalismo mestizo también promueve el desarrollo de un merca- do interno. Sin embargo, la posicién de clase explotada de la mayoria de los indigenas garantiza que muchos de estos bienes queden fuera de su alcance. Adicionalmente, conforme la élite no indigena “vuelve a definir su propia iden- tidad, degrada al nivel bajo de lo indigena ciertas caracteristicas previamente asociadas con su prestigioso estatus alto” (pag. 71). En tal caso, privilegiar el estilo de vida sobre los indices somaticos de etnicidad no fomenta una mayor movilidad de estatus o de fluidez étnica. Es mas, los otros subordinados que participan en el consumo conspicuo “pueden Ilegar a ser acusados (Io que suce- de con frecuencia) de escalar a la cumbre de la civilizacién colgados de los faldones de sus verdaderos productores” (140:30) o de perder su autenticidad (96:169). Esto apunta a otra paradoja de la politica de la etnicidad substancializada como descendencia. Por una parte, se sostiene que la tradicién se transmite por la sangre o se pasa de una generacién a otra; por otra parte, cuando se define como patrimonio, la tradicién se puede perder. Esto se debe a que la esencia de los étnicamente subordinados es fijada por medio del distanciamiento espacial y temporal: todo desvio de la practica mimética de un pasado inventado puede ser interpretado como una pérdida de substancia original. Temporalizacién Las estrategias transformistas de temporalizacion particularizan las identi- dades étnicas y diferencian sus contribuciones y lugares en la nacién. Las rela- ciones pasado-presente construidas por el estado distinguen a los sujetos segiin su ubicacién con respecto al tiempo del origen nacional frente al futuro nacio- nal. Los nacionalismos de Ecuador (36, 88, 122), México (4, 50, 51, 90) y Trini dad (108) son buenas ilustraciones del cardcter politico de las estrategias de temporalizacién. En Ecuador, las estrategias de temporalizacion del estado fosilizan a Jos pueblos indigenas al identificarles con un pasado épico en vez de con un futuro nacional, reduciendo, ademas, a folklore sus contribuciones a la nacién mientras anulan las realidades de explotacién y subyugacion (36, 88). Uno de los efectos de la idealizacién de Jo rural en el imaginario nacional ecua- toriano es convertir la tierra —un medio clave de produccién— en herencia, en patrimonio nacional cuyo custodio privilegiado, el estado, asegura la posesién del pasado al borrar la genealogia de 1a propiedad (36:54; véase 17). Sin embargo, la producci6n cultural y la accién colectiva indigenas en Ecua- dor han excedido el marco implicito en el folklore y estan desafiando al estado (36, 88). La hegemonia es el resultado de una dialéctica de lucha, y las relacio- nes de fuerzas en las sociedades moldean las formas de gobierno, rutinas y prac- ticas de los estados (53, 56, 62, 91, 139). No obstante, dentro de una hegemonia Alonso: Politicas de espacio, tiempo y sustancia 181 Resistencia indigena en América Latina éEn qué medida aceptan, reformulan o rechazan los pueblos indigenas las culturas hegemonicas de subyugacién étnica? La literatura ha dedicado gran aten- ci6n a este tema (ej. 22, 50, 77,96, 115, 121, 125, 131, 133a), Seguin Friedlander, cl pueblo de Huayapan ha “internalizado el Punto de vista de la élite hispana Sobre su propia naturaleza indigena” (50:72), aunque utiliza estrategias cotidia- nas para autoprotegerse de la discriminacién y la explotacion, En contraste, el mientras subraya los “notables esfuerzos de los indigenas para reformular su identidad étnica y el simbolismo de la subordinacién” mediante una mitologia cia de una tradicién selectiva Opuesta, expresada en rituales y narrativa, en la resistencia colectiva (22). La investigacion de Rappaport en Colombia subraya la importancia de las estrategias opuestas de espacializacién y temporalizacion para los militantes indigenas que estin re-enmarcando el discurso legal domi- simulténeamente de culturas de dominio, argumentando, sin embargo, que la incorporacién selectiva de formas dominantes Por parte de los indigenas tam- bién tiene implicita su reinterpretacién (cj. 1, 11, 66, 68). En conjunto, la inves- tigacion reciente enfatiza la importaneia de analizar histéricamente las perspec- tivas y respuestas indigenas en términos de las dimensiones coyunturales y or- Harvey mantiene que en la actual coyuntura de comprensién espacio-tiem- Po. globalizacién del capitalismo y resurgimiento de un nacionalisine estetizado, los movimientos sociales “estén relativamente empoderados para organizarse 182 Las ideas detras de la etnicidad en lugares particulares, pero desempoderados cuando tratan de organizarse a través del espacio” (65:303). Al privilegiar las identidades de lugar, los movi- mientos sociales son muy localizados y regionalizados; por lo tanto, estén limi- tados en sus capacidades para formar coaliciones amplias. En este sentido, la antropologia de grupos subalternos transnacionales, diasporas y pueblos fronte- rizos, puede dar lugar a un cierto optimismo (¢j.: 60, 61, 82, 83). Por ejemplo, Kearney concluye que las “comunidades transnacionales” escapan al poder de la nacion estado para informar su sentido de identidad colectiva” y representan un poderoso desafio a la matriz temporal-espacial del nacionalismo (77:59). La etnicidad mixteca ha surgido como una alternativa a la conciencia nacionalista y ha resultado en la formacién de organizaciones de base en México y Estados Unidos que “buscan defender a sus miembros como trabajadores, migrantes y ‘extranjeros’” (77:63). Otro tema que merece més atencién es la aparicién de amplias coaliciones heterogéneas en las Américas a raiz del Quinto Centenario, en las que los pueblos indigenas tienen un papel importante. Ruiz, por ejemplo, subraya el potencial transformador de la coalicién organizadora del Tercer En- cuentro Continental de Movimientos de Resistencia Indigena, Negra y Popular, un evento que tuvo lugar en Managua, octubre de 1992, y que reunié a personas de “26 paises sin distincién de raza, lengua o cultura” para “‘generar un movi- miento amplio, pluralista, multiétnico y democratico’ que trabaje por un nuevo orden internacional, econdmico, social, politico y medioambiental” (103:7). Asimismo, Stavenhagen escribe que a partir de la década de 1970 ha surgido en el Nuevo Mundo una conciencia panindigenista que ha llevado a la formacion de organizaciones, como el Consejo Mundial de Pueblos Indigenas, que actiian en ambitos regionales, nacionales ¢ internacionales, reclamando la autodetermi- nacién, la autonomia y el etnodesarrollo (121). El estudio de dichos movimien- tos no nacionales puede ofrecer a los antropélogos una posicién critica de ven- taja desde la cual es “radicalmente cuestionable el ‘cardcter natural’ de la na- cién” (60:64). Conclusién Cuestionar el caracter natural del nacionalismo y la naturaleza primordial de la etnicidad implica una critica al impacto de los preceptos del nacionalismo y el colonialismo en el concepto de cultura (140), enfocdndose en cémo han repro- ducido los antropdlogos en su trabajo las estrategias dominantes de espacializacién, substancializacién, estetizacion y temporalizacién (44, 61, 64, 83, 99, 118). Dicha critica es un punto de partida para un concepto renovado de cultura que “no se refiere tanto a una entidad unificada... como a las practicas cotidianas de la vida diaria” y que enfoca las zonas fronterizas dentro de comu- Alonso: Politicas de espacio, tiempo y sustancia 183 nidades supuestamente homogéneas y entre las mismas (99:217). Dicho con- cepto de cultura pone en cuestionamiento la separacién radical entre Nosotros y Ellos, que ha apuntalado gran parte de la antropologia y que, por ende, permite una exploracién de los “procesos de produccién de diferencias en un mundo de espacios interdependientes e interconectados cultural, social y economicamen- te” y atravesados por relaciones de desigualdad (61:14). Aunque la inclusion del estado como categoria analitica y enfoque etnografico en la corriente general de la antropologia sociocultural sea relativamente reciente, es una iniciativa bien- venida; una perspectiva critica también implica ir mas alla de la nacién estado, desarrollando una vision global aun cuando sigamos enfocandonos en las micropracticas de la vida diaria. Si, como plantea Harvey, la condicién posmoderna contiene posibilidades liberadoras tanto como reaccionarias (65), se hace necesaria una reflexion mas Profunda sobre el papel politico de los antroplogos en el mundo moderno. Si bien las criticas sobre la complicidad de la antropologia con el colonialismo han sido un paso necesario, no podemos Permitir que esto nos oculte la “continua dependencia del poder del estado” de esta disciplina (57:9) ni tampoco podemos permitir que “la historia imperfecta de nuestra disciplina” (pag. 10) nos impida Feconocer las posibilidades emancipadoras de los proyectos antropolégicos eri- ticos (57, 77). Dicha tarea, nos recuerda Scott, implica “una constante labor interna de critica” asi como un “desaprendizaje continuo del... privilegio” (107:388). Agradecimientos Doy gracias a Daniel Nugent por las referencias, los comentarios substanti- vos y la ayuda editorial que me brindd. Gracias a mis asistentes de investigacion D. Goldstein y $. Adrian. Agradecimientos a J Hill, D. Killick, E. Krause, A. Smith, B. Williams y D. Goodson por proporcionar referencias,

También podría gustarte