Orígenes familiares
Fue hijo de Fernando III, rey de Castilla, y de su primera esposa, la reina Beatriz de Suabia, y por parte paterna era nieto del rey
Alfonso IX de León y de Berenguela de Castilla. Y por parte materna era nieto de Felipe de Suabia, rey de Romanos y duque de
Suabia, y de Irene Ángelo, hija de Isaac II Ángelo, emperador del Imperio Romano de Oriente.
Fue hermano, entre otros, de Alfonso X el Sabio, del infante Fadrique de Castilla, ejecutado en 1277 por orden de Alfonso X, y
del infante Manuel de Castilla, que fue el padre del célebre escritor Don Juan Manuel.
En 1252 falleció Fernando III en la ciudad de Sevilla y un año más tarde, en 1253, su hermano, Alfonso X, le colocó al mando de
un ejército, y le ordenó que conquistase las ciudades de Lebrija y Arcos, que capitularon ante el infante cuando tuvieron
conocimiento de que la ciudad de Jerez de la Frontera se había rendido ante las tropas de Alfonso X el Sabio.2 Una vez
conquistadas las ciudades de Arcos y Lebrija, que Fernando III había dispuesto serían entregadas a su hijo Enrique, Alfonso X,
ignorando las disposiciones paternas, reclamó al Maestre de la Orden de Calatrava los privilegios que confirmaban la donación
por parte de Fernando III de esas ciudades al infante Enrique, y los destruyó en público en 1253, deteriorándose con ello aún más
las relaciones entre el rey y el infante, que se vio desposeído de la posesión de Arcos, Lebrija, Morón de la Frontera, Medina
Sidonia y Cote.a La reina viuda de Fernando III, Juana de Danmartín, que mantenía excelentes relaciones con el infante Enrique,
se vio desposeída, al igual que el infante Enrique, de varios de sus señoríos y latifundios por Alfonso X el Sabio. Además, el
infante Enrique mantuvo en 1259, a su regreso de Inglaterra, una entrevista secreta con Jaime I el Conquistador en la localidad de
Maluenda, planteándose la posibilidad de que el infante contrajese matrimonio con Constanza de Aragón, hija del soberano
aragonés, que terminaría desposándose con el infante Manuel, hermano del infante Enrique. Dicha entrevista con el rey aragonés,
y los rumores que circularon de la posible relación carnal entre el infante y Juana de Danmartín, ocasionaron el enojo de Alfonso
X.3
A finales de octubre de 1259 el infante Enrique, apoyado secretamente por Jaime I de Aragón, con cuya hija la Infanta Constanza,
deseaba contraer matrimonio, conquistó el Reino Moro de Niebla y se enfrentó en armas contra su hermano el rey, que se oponía
a su matrimonio, según nos cuenta Don Juan Manuel, en el Libro de las Armas, atacando desde sus ciudades de Arcos y Lebrija
las tierras del rey, al tiempo que otros nobles, descontentos con Alfonso X, atacaban el reino desde las tierras de Vizcaya. Alfonso
X envió a combatir contra el infante a Nuño González de Lara, quien fue derrotado en batalla singular, librada en las cercanías de
Lebrija. Después de su triunfo personal, el infante Enrique con una fuerza de caballeros catalanes, se refugió en Lebrija, pero no
pareciéndole un lugar seguro, buscó refugio en el reino de Aragón.4 Después de su derrota en Lebrija, el infante embarcó en el
Puerto de Santa María con destino a la ciudad de Valencia. Sin embargo, el rey Jaime I no le acogió en su reino, con lo que el
infante decidió demandar la ayuda de los reyes de Francia e Inglaterra.5
El periodo de la vida del infante Enrique que comprende los años 1255-1260 es desconocido en muchos aspectos por ciertos
historiadores.6 Mientras que la Crónica de Alfonso X señala que después de su salida del reino de Aragón en 1259 el infante
Enrique se dirigió a Túnez, otros escritores sostienen que pasó a Francia e Inglaterra en 1254 y 1255, respectivamente, para
solicitar la ayuda financiera de los monarcas de ambos reinos. Según esta versión de los hechos, el infante residió buena parte de
los años entre 1255 y 1259 en Inglaterra, donde fue huésped de Enrique III de Inglaterra. En la corte inglesa se encontraba su
hermanastra Leonor de Castilla, que había contraído matrimonio en 1254 en la ciudad de Burgos con el futuro Eduardo I de
Inglaterra, hijo de Enrique III. Tras largas presiones de los embajadores de Alfonso sobre la base de los tratados anglo-
castellanos, su cuñado se ve forzado a no extenderle refugio. Más en 1259 Enrique III autorizó y daba ayuda al infante Enrique
para proveerse de tropas y navíos en la ciudad de Burdeos, a condición de que no causase molestia alguna a su hermano Alfonso
X.6 Enrique de Castilla vivió en la corte de Enrique III donde fue testigo de la rebelión del Conde Simón de Montfort y los
barones ingleses contrarios a la creación de impuestos para financiar la conquista de Sicilia demandada por el Papa Alejandro IV
en 1258. También fue espectador de la creación del Parlamento Inglés. El Rey Enrique III le propuso el comando de la expedición
contra Sicilia, pero esta empresa no prosperó. De estos hechos habla el libro de caballerías castellano Amadís de Gaula donde
Don Enrique figura como el infante Brian de Monjaste, por lo cual algunos le han atribuido la autoría del libro.
En un primer momento el infante dio muestras de magnanimidad y equidad. Sin embargo, pronto comenzó a dar muestras de su
carácter despótico y cruel. Se confederó entonces con los gibelinos de Florencia, Pisa y Siena, y persuadió a Conradino de
Hohenstaufen, que contaba con dieciséis años de edad, de que se dirigiese a Italia y tomase posesión del reino de Sicilia,
comprometiéndose el infante a sublevar la ciudad de Roma y la región de Campania en su favor. Poco después, el infante Enrique
ordenó la detención de los principales nobles güelfos de la ciudad de Roma, al tiempo que se apropió de numerosos fondos
depositados en las iglesias y monasterios de Roma, pues era costumbre entonces depositar los objetos valiosos en los templos,
debido a la inseguridad de los propios hogares. De todo ello se quejó el papa Clemente IV a Carlos de Anjou. Sin embargo, otra
versión de los hechos relata que las iglesias de Roma, junto con la basílica de San Pedro, fueron saqueadas por Conradino de
Hohenstaufen:8
La batalla final entre los partidarios de Carlos de Anjou y Conradino de Hohenstaufen, conocida como la batalla de Tagliacozzo
se libró el día 23 de agosto de 1268 en la provincia de L'Aquila, situada en la región de los Abruzos, localizada en el centro de la
península italiana. La batalla se saldó con la derrota total del ejército de Conradino de Hohenstaufen, quien fue ejecutado en la
plaza del mercado de Nápoles el día 29 de octubre de 1268. Sabiendo que la batalla estaba perdida, el infante Enrique, que
durante la misma no había tomado parte junto con sus tropas en la misma por encontrarse en otra posición, acometió junto con
sus caballeros al ejército de Carlos de Anjou, siendo derrotado sin embargo después de varias horas de combate.
En 1291, siete años después de la muerte de su hermano Alfonso X el Sabio, y reinando en Castilla su hijo, Sancho IV de
Castilla, el infante Enrique fue puesto en libertad. El mismo año de su liberación el infante regresó primero a Túnez, y en 1295 a
Castilla y León, donde fue bien acogido por su sobrino Sancho IV, quien le hizo entrega de varios señoríos a fin de que el infante
pudiese mantener su rango,11 y por su prima la reina María de Molina, hija del infante Alfonso de Molina. Contaba en 1294 el
infante 64 años de edad y había estado prisionero durante veintiséis años. Al regresar a Castilla, acompañó a su sobrino Sancho
IV en una incursión militar que éste realizó en el señorío de Vizcaya, para enfrentarse a Diego López V de Haro, quien se había
apoderado del señorío a la muerte de su sobrino Diego López IV de Haro, ignorando los derechos de María Díaz de Haro, en
cuyo nombre actuaba Sancho IV el Bravo. Una vez ocupado el señorío de Vizcaya, Sancho IV se lo concedió al infante Enrique,
quien lo conservó hasta 1295, en que Diego López V de Haro lo recuperó con ayuda de Juan Núñez de Lara, señor de Lara.1
Tutor del rey Fernando IV durante su minoría de edad (1295-
1303)
El día 25 de abril de 1295 falleció el rey Sancho IV de Castilla en la ciudad de Toledo, dejando como heredero del trono al infante
Fernando. Sepultado el rey en la Catedral de Toledo, la reina María de Molina se retiró al primitivo Alcázar de Toledo para
guardar un luto de nueve días. Debido a la ilegitimidad de Fernando IV de Castilla, causada por el matrimonio ilegitimado de sus
padres, la reina hubo de afrontar numerosos problemas para conseguir que su hijo permaneciera en el trono castellano-leonés.12
A las luchas incesantes con la nobleza castellana, capitaneada por los infantes Juan de Castilla "el de Tarifa", que reclamaba el
trono de su hermano Sancho IV, y por el infante Enrique de Castilla, tío de Fernando IV, que reclamaba la tutoría del rey, se
sumaba el pleito con los infantes de la Cerda, apoyados por Francia y Aragón y por su abuela la reina Violante de Aragón, viuda
de Alfonso X el Sabio. A ello se sumaron los problemas con Aragón, Portugal y Francia, que intentaron aprovechar la situación
de inestabilidad que atravesaba el reino de Castilla en su propio beneficio. Al mismo tiempo, Diego López V de Haro, señor de
Vizcaya, Nuño González de Lara, y Juan Núñez de Lara, entre otros muchos, sembraban la confusión y la anarquía en el reino.
En el verano de 1295, terminadas las Cortes de Valladolid de 1295, la María de Molina presenta a su hijo Fernando IV
reina y el infante Enrique se entrevistaron en Ciudad Rodrigo con el en las Cortes de Valladolid de 1295. Óleo sobre
rey Dionisio I de Portugal, al que la reina entregó varias plazas lienzo de Antonio Gisbert Pérez. 1863.
(Congreso de los Diputados de España).
situadas junto a la frontera portuguesa. En la entrevista de Ciudad
Rodrigo se acordó que Fernando IV de Castilla contraería
matrimonio con la infanta Constanza, hija del rey de Portugal, y que la infanta Beatriz de Castilla, hermana de Fernando IV, se
casaría con el infante Alfonso, heredero del trono portugués. Al mismo tiempo, a Diego López V de Haro se le confirmó la
posesión del señorío de Vizcaya, y al infante Juan, que aceptó momentáneamente como soberano a Fernando IV en privado, se le
restituyeron sus propiedades.14 Poco después, Jaime II de Aragón devolvió a la infanta Isabel de Castilla a la corte castellana, sin
haberse desposado con ella, y declaró la guerra al reino de Castilla.
A principios de 1296, el infante Juan, quien se había rebelado contra Fernando IV, tomó Astudillo, Paredes de Nava y Dueñas, al
tiempo que su hijo Alfonso de Valencia se apoderaba de Mansilla. En abril de 1296 Alfonso de la Cerda invadió el reino de
Castilla y León acompañado por tropas aragonesas, y se dirigió a la ciudad de León, donde el infante Juan fue proclamado rey de
León, de Sevilla y de Galicia. Acto seguido, el infante Juan acompañó a Sahagún a Alfonso de la Cerda, donde fue proclamado
rey de Castilla, Toledo, Córdoba, Murcia y Jaén. Poco después de ser coronados Alfonso de la Cerda y el infante Juan, ambos
cercaron el municipio vallisoletano de Mayorga, partiendo al mismo tiempo el infante Enrique al reino de Granada para concertar
la paz entre el monarca granadino y Fernando IV, pues los granadinos atacaban en esos momentos en toda Andalucía las tierras
del rey, que eran defendidas, entre otros, por Alonso Pérez de Guzmán. El día 25 de agosto de 1296, falleció el infante Pedro de
Aragón, víctima de la peste, mientras se encontraba al mando del ejército aragonés que sitiaba la ciudad de Mayorga, perdiendo
con ello el infante Juan a uno de sus valedores. Debido a la mortalidad que se extendió entre los sitiadores de Mayorga, sus
comandantes se vieron obligados a levantar el cerco.15
Mientras el infante Juan y Juan Núñez II de Lara aguardaban la llegada del rey de Portugal con sus tropas para unirse a ellos en el
sitio al que proyectaban someter la ciudad de Valladolid, donde se encontraban la reina María de Molina y Fernando IV, el rey
aragonés atacó Murcia y Soria, y el rey Dionisio I de Portugal atacó a lo largo de la línea del río Duero, al tiempo que Diego
López V de Haro sembraba el desorden en su señorío de Vizcaya.
Ante esta situación, la reina María de Molina amenazó al rey de Portugal con romper los acuerdos del año anterior si persistían
sus ataques a Castilla y su apoyo al infante Juan y a Alfonso de la Cerda. El soberano de Portugal, ante las amenazas de María de
Molina, e informado de que Juan Núñez de Lara se negaba a sitiar Valladolid, así como de que numerosos magnates, nobles y
prelados desertaban del bando del infante Juan, retornó junto con sus tropas a Portugal, habíéndose apoderado previamente de los
municipios de Castelo Rodrigo, Alfaiates y Sabugal, territorios pertenecientes a Sancho de Castilla "el de la Paz", nieto de
Alfonso X el Sabio. Poco después de la retirada del rey de Portugal, el infante Juan se retiró a León y Alfonso de la Cerda regresó
al reino de Aragón. En octubre de 1296, las tropas de María de Molina, enferma de gravedad en esos momentos, cercaron Paredes
de Nava, donde se hallaba María Díaz de Haro, esposa del infante Juan de Castilla el de Tarifa, acompañada por su madre y por
su hijo Lope.
Cuando el infante Enrique, que se hallaba conferenciando con el rey de Granada, tuvo conocimiento de que los aragoneses y los
portugueses habían abandonado el reino de Castilla, y de que la reina se encontraba sitiando Paredes de Nava, decidió regresar a
Castilla, temiendo que le privasen del cargo de tutor del rey Fernando. Sin embargo, presionado por Alonso Pérez de Guzmán y
por otros caballeros, antes de emprender el regreso, atacó a los granadinos, que en esos momentos habían vuelto a atacar a los
castellanos. A cuatro leguas de Arjona, se entabló una batalla con los granadinos, en la que hubiera perdido la vida el infante
Enrique de no haberle salvado Alonso Pérez de Guzmán, señor de Sanlúcar de Barrameda, pues la derrota castellano-leonesa fue
completa, siendo saqueado el campamento cristiano.16 A su regreso a Castilla, el infante Enrique persuadió a algunos caballeros
y consiguió que se levantase el asedio a que se hallaba sometida Paredes de Nava, a pesar de la oposición de la reina, que regresó
a Valladolid en enero de 1297 sin haber tomado la plaza.
En 1297, durante las Cortes de Cuéllar, convocadas por la reina María de Molina, el infante Enrique presionó para que la plaza de
Tarifa fuera devuelta al rey de Granada, no pudiendo conseguir su objetivo por la oposición de María de Molina. En dichas Cortes
el infante Enrique consiguió que a su sobrino don Juan Manuel se le entregase el castillo de Alarcón como compensación por
haberle arrebatado los aragoneses la villa de Elche, a pesar de la oposición de la reina, que no deseaba sentar ese tipo de
precedentes entre los nobles y magnates castellano-leoneses. Poco antes de la firma del Tratado de Alcañices, Juan Núñez de
Lara, que apoyaba a Alfonso de la Cerda y al infante Juan, fue sitiado en Ampudia, aunque consiguió escapar del cerco.
Mediante el tratado de Alcañices quedaron fijadas, entre otros puntos, las fronteras entre Castilla y Portugal, que recibió una serie
de plazas fuertes y villas a cambio de romper sus acuerdos con Jaime II de Aragón, con Alfonso de la Cerda, con el infante Juan,
y con Juan Núñez de Lara, señor de la Casa de Lara.17 Al mismo tiempo, en el Tratado de Alcañices fue confirmado de nuevo el
proyectado enlace entre Fernando IV y la infanta Constanza de Portugal, hija del monarca lusitano, al tiempo que se acordaban
los esponsales entre el infante Alfonso de Portugal, heredero del trono lusitano, y la infanta Beatriz, hermana de Fernando IV. Por
otra parte, el monarca portugués aportó un ejército de trescientos caballeros, puestos a las órdenes de Juan Alfonso de
Alburquerque, para ayudar a la reina María de Molina en su lucha contra el infante Juan de Castilla "el de Tarifa", que hasta ese
momento había recibido el apoyo del rey Dionisio I de Portugal.
Además, se estipuló en el tratado que las villas y plazas de Campo Maior, Olivenza, Ouguela y San Felices de los Gallegos serían
entregadas a Dionisio I de Portugal como compensación por la pérdida por parte de Portugal, durante el reinado de Alfonso III de
Portugal, de una serie de plazas que le fueron arrebatadas por Alfonso X el Sabio. Al mismo tiempo, le fueron entregadas al rey
portugués las plazas de Almeida, Castelo Bom, Castelo Melhor, Castelo
Rodrigo, Monforte, Sabugal, Sastres y Vilar Maior. Los monarcas castellano y
portugués renunciaron a plantearse mutuamente reclamaciones territoriales en el
futuro, y los prelados de los dos reinos acordaron el día 13 de septiembre de
1297 apoyarse mutuamente y defenderse de las posibles pretensiones, por parte
de otros estamentos, de restarles libertades o privilegios. El tratado fue ratificado
no sólo por los dos monarcas de ambos reinos, sino también por una
representación abundante de los brazos nobiliario y eclesiástico de ambas
naciones, así como por la Hermandad de los concejos de Castilla y por su
equivalente del Reino de León. A largo plazo las consecuencias de este tratado
fueron duraderas, ya que la frontera entre ambos reinos apenas fue modificada
en el curso de los siglos posteriores, convirtiéndose de ese modo en una de las
fronteras más longevas del continente europeo.
Por otra parte, el tratado de Alcañices contribuyó a asegurar la posición en el Retrato que representa al rey
trono de Fernando IV de Castilla, insegura a causa de las discordias internas y Dionisio I de Portugal.
externas, y permitió que la reina María de Molina ampliase su libertad de
movimientos al no existir ya disputas con el soberano portugués, que había
pasado a apoyarla en su lucha contra el infante Juan de Castilla "el de Tarifa", quien, en esos momentos, aún seguía controlando
el territorio leonés.
La reina María de Molina se entrevistó en 1298 con el rey de Portugal en Toro, y le solicitó que la ayudase en la lucha contra el
infante Juan. Sin embargo, el soberano portugués se negó a atacar al infante y, de común acuerdo con el infante Enrique, ambos
planeaban que Fernando IV de Castilla llegase a un acuerdo de paz con el infante Juan, conservando este último el reino de
Galicia, la ciudad de León, y todas las plazas que había conquistado mientras durase su vida. No obstante, todos esos territorios
pasarían a su muerte a ser de Fernando IV de Castilla. No obstante, la reina María de Molina, que se oponía al proyecto de
entregar dichos territorios al infante Juan, sobornó al infante Enrique de Castilla, a quien entregó Écija, Roa y Medellín para que
el proyecto no siguiera adelante, logrando al mismo tiempo que los representantes de los concejos rechazasen públicamente el
proyecto del soberano portugués.
Después de la entrevista con el monarca lusitano en 1298, la reina envió a su hijo, el infante Felipe de Castilla, que contaba con
siete años de edad, al reino de Galicia, con el propósito de reforzar la autoridad real en aquella zona, en la que Juan Alfonso de
Albuquerque y Fernando Rodríguez de Castro, señor de Lemos y Sarria, sembraban el desorden. En el mes de abril de 1299, una
vez finalizadas las Cortes de Valladolid de ese año, la reina recuperó los castillos de Mónzón y de Becerril de Campos, que se
hallaban en poder de los partidarios de Alfonso de la Cerda. En 1299 Juan Alfonso de Haro, señor de los Cameros, capturó a Juan
Núñez de Lara, partidario de Alfonso de la Cerda. Mientras tanto, la reina dispuso el envío de tropas para socorrer Lorca, sitiada
por el rey de Aragón, al tiempo que, en agosto del mismo año, las tropas del rey castellano cercaban Palenzuela. Juan Núñez de
Lara fue liberado en 1299 a condición de que su hermana Juana Núñez de Lara se desposase con el infante Enrique de Castilla "el
Senador", de que rindiese homenaje al rey Fernando IV y se comprometiese a no guerrear contra él, y de que devolviese a la
Corona los municipios de Osma, Palenzuela, Amaya, Dueñas, que le fue concedida al infante Enrique, Ampudia, Tordehumos,
que le fue entregada a Diego López V de Haro, señor de Vizcaya, la Mota, y Lerma.
En marzo de 1300, la reina María de Molina se entrevistó con Dionisio I de Portugal en Ciudad Rodrigo, donde el soberano
portugués solicitó fondos para poder abonar el coste de las dispensas matrimoniales que el Papa debería otorgar, a fin de que se
llevasen a cabo los enlaces matrimoniales entre Fernando IV y Constanza de Portugal, y los de la infanta Beatriz de Castilla con
el infante Alfonso de Portugal. En las Cortes de Valladolid de 1300 María de Molina, imponiendo su voluntad a las Cortes,
consiguió reunir la cantidad necesaria de dinero con la que poder persuadir al papa Bonifacio VIII para que éste emitiera la bula
que legitimara el matrimonio del difunto Sancho IV el Bravo con María de Molina.
Durante las Cortes de Valladolid de 1300 el infante Juan renunció a sus pretensiones al trono, no obstante haber sido proclamado
rey de León en 1296, y prestó público juramento de fidelidad a Fernando IV y a sus sucesores, el día 26 de junio de 1300. A
cambio de su renuncia a la posesión del señorío de Vizcaya, cuya posesión le fue confirmada a Diego López V de Haro, María
Díaz de Haro y su esposo, el infante Juan, recibieron Mansilla, Paredes de Nava, Medina de Rioseco, Castronuño y Cabreros.19
Poco después, María de Molina y los infantes Enrique y Juan, acompañados por Diego López V de Haro, sitiaron el municipio de
Almazán, pero levantaron el asedio por la oposición del infante Enrique.
En 1301 Jaime II de Aragón sitió la villa de Lorca, perteneciente a don Juan Manuel, quien entregó la villa al monarca aragonés,
al tiempo que María de Molina, con el propósito de amortizar el desembolso realizado para proveer un ejército con el que liberar
a la villa del cerco aragonés, ordenaba cercar los castillos de Alcalá y Mula, y sitiaba a continuación la ciudad de Murcia, donde
se hallaba Jaime II, quien pudo haber sido capturado por las tropas castellano-leonesas, de no haber sido prevenido por los
infantes Enrique y Juan, quienes se mostraban temerosos de una completa derrota del soberano aragonés, pues ambos deseaban
mantener buenas relaciones con él.
En las Cortes de Burgos de 1301 se aprobaron los subsidios demandados por la Corona para financiar la guerra contra el reino de
Aragón, contra el reino de Granada, y contra Alfonso de la Cerda, al tiempo que se concedían subsidios para conseguir la
legitimación del matrimonio de la reina con Sancho IV el Bravo, enviándose a continuación 10.000 marcos de plata al Papa para
éste propósito, a pesar de la hambruna que asolaba el reino de Castilla y León. Y en el mes de junio, durante las Cortes de
Zamora de 1301, el infante Juan y los ricoshombres de Léon, Galicia y Asturias, partidarios en su mayor parte del infante Juan,
aprobaron los subsidios demandados por la Corona.
En julio de 1302 se reunieron las Cortes en la ciudad de Burgos, a las que el monarca acudió junto con su madre, con quien había
restablecido las buenas relaciones, y con el infante Enrique de Castilla "el Senador". Fernando IV, a pesar de hallarse bajo la
influencia de su privado Samuel de Belorado, de origen judío, quien intentaba apartar al rey de su madre, había decidido
prescindir de la presencia del infante Juan y de Juan Núñez de Lara en las Cortes de Burgos. En esos momentos se acentuaba la
rivalidad existente entre el infante Enrique de Castilla "el Senador", María de Molina y Diego López V de Haro de un lado, y el
infante Juan de Castilla "el de Tarifa" y Juan Núñez de Lara del otro. El infante Enrique amenazó a la reina con declarar la guerra
a Fernando IV y a ella misma si no se accedía a sus demandas, al tiempo que los magnates procuraban eliminar la influencia que
María de Molina ejercía en su hijo, a quien el pueblo comenzó a dejar de estimar, debido a la influencia que los ricoshombres
ejercían sobre él. En los meses finales de 1302, la reina, que se hallaba en Valladolid, se vio obligada a aplacar a los ricoshombres
y a los miembros de la nobleza, que planeaban levantarse en armas contra Fernando IV, quien pasó las Navidades de 1302 en
tierras del reino de León, acompañado por el infante Juan y por Juan Núñez de Lara.
A comienzos de 1303 había una entrevista prevista entre el rey Dionisio I de Portugal y Fernando IV de Castilla, confiando este
último en que su primo el rey de Portugal le devolvería algunos territorios. Por su parte, el infante Enrique de Castilla "el
Senador", Diego López V de Haro y la reina María de Molina se excusaron de asistir a dicha entrevista. El propósito de la reina al
negarse a asistir era vigilar al infante Enrique y al señor de Vizcaya, cuyas relaciones con Fernando IV eran tensas debido a la
amistad que el monarca dispensaba al infante Juan y a Juan Núñez de Lara. En mayo de 1303 se celebró la entrevista entre
Dionisio I de Portugal y Fernando IV en la ciudad de Badajoz. El infante Juan y Juan Núñez de Lara predispusieron a Fernando
IV en contra del infante Enrique y del señor de Vizcaya, y las concesiones ofrecidas por el soberano portugués, quien se ofreció a
ayudarle si fuera preciso contra el infante Enrique de Castilla, decepcionaron a Fernando IV.
Fernando IV, mientras tanto, suplicó a su madre que pusiese paz entre él y los
magnates que apoyaban al infante Enrique, quienes volvieron a suplicar a la
reina que apoyase el plan del infante, a lo que ella se negó. Mientras se
celebraban las Vistas de Ariza, la reina recordó al infante Enrique y a sus
acompañantes la lealtad que debían a su hijo, así como los grandes
heredamientos con que les había dotado, consiguiendo con ello que algunos
caballeros abandonasen Ariza, sin secundar el plan del infante Enrique. Sin
embargo, este último, Don Juan Manuel y otros caballeros se comprometieron a
hacer la guerra al rey Fernando IV, a que le fuera devuelto al reino de Aragón el
reino de Murcia, y a que el reino de Jaén le fuese entregado a Alfonso de la
Cerda.
Sin embargo, mientras la reina María de Molina reunía los concejos y estorbaba
los propósitos del infante Enrique, éste enfermó de gravedad y hubo de ser
trasladado a su villa de Roa, y la reina, temerosa de que sus señoríos y castillos
pasasen a ser de Don Juan Manuel y de Lope Díaz de Haro, a quienes el infante
planeaba legar sus posesiones a su muerte, persuadió al confesor del infante, el Retrato que se supone representa a
franciscano fray Pedro Ruiz, y a Juan Alonso de Arenillas y Juan Alfonso de Don Juan Manuel, hijo del infante
Velasco, que eran dos de los servidores del infante,20 para que le convencieran Manuel de Castilla, y nieto de
de que a su muerte sus bienes y castillos pasaran a manos de la Corona,21 a lo Fernando III. (Catedral de Murcia).
que el infante se negó, pues no deseaba que sus bienes pasasen a manos de
Fernando IV.
La reina envió entonces órdenes a todas las fortalezas del infante moribundo, en las que se disponía que si el infante Enrique
falleciese, no entregasen los castillos sino a las tropas del rey, a quien pertenecían, y al final sus esfuerzos no fueron inútiles, ya
que el infante Enrique, en el último y definitivo testamento que otorgó en Roa el día 9 de agosto de 1303, dispuso que a su muerte
todos los bienes y heredamientos que había recibido de Fernando IV volvieran a manos de éste, que su villa de Écija fuera
devuelta a la reina María de Molina, y que su villa de Cogolludo fuera devuelta a la Orden de Calatrava,22 según consta en el
testamento del infante, que fue publicado íntegramente por Antonio Benavides Fernández de Navarrete en el tomo II de sus
Memorias de Don Fernando IV de Castilla:23 24
En el nombre de toda la Trinidad, Padre y Fijo y Espiritu Sancto y de Sancta Maria, y de todos los
sanctos. Yo, el Ynfante don Enrrique, fijo del mui noble rey don Fernando, estando y seyendo en mi
buena memoria y en mi sano entendimiento, conosciendo el bien y la merced que me fizo el mi Señor
Jesuchristo en toda la mi vida y veyendo que es servicio de Dios y de Sancta Maria su Madre y de
todos los sanctos y pro de la mi alma, ca es obra de christianos, el de fazer testamento y de conosca a
Dios al tiempo de su finamiento. Yo, estando en mi entendimiento assi como dicho es, fago mi
testamento en esta guisa: primeramente acomiendo mi alma a Jesu Christo, que me redimio, y a Sancta
Maria su Madre, y a todos los sanctos, y pidoles merced que me tal quieran resciuir assi como de el fio.
Otrosi porque todo christiano deue escoger sepultura quando esta en su entendimiento, veyendo que es
servicio de Dios y pro de la mi alma, mando el mi cuerpo a los frailes descalzos de Valladolid, y escojo
y sepultura en el su monasterio. Otrosi porque es manera y es guisado que do el christiano manda su
cuerpo sepultar donde fagan algo segun el poderio que ha, por eso pido merced a el rey don Fernando
mio señor, y a la reina doña Maria su madre, y ruego a don Juan Manuel mio sobrino que fagan dar al
dicho monesterio y a los frailes dende aquello que paresciere, a tal manera como yo so. Otrosi
conosciendo que las deudas son de pagar, mando que cada deuda que sea probada que deuo yo o otro
por mi que la paguen de lo mio. Otrosi conosciendo questas villas y castiellos que el rey don Fernando
mio sennor me dio por heredamiento por en toda la mi vida que deven ser suyos y non de otro ninguno
mando que despues de mi finamiento que ge los den libres y quitos y dandogelos aquellos que los
tenían de mi dolos por libres y por quitos. Otrosi mando que den Ecija a la reina doña Maria porque es
suya. Otrosi mando que den Cogolludo a la orden de Calatrava, cuyo es. Otrosi mando que den a el
obispo de Segouia a Riaza y a Laguniellas y ruego a el y al cauildo de la Sancta Yglesia que me
perdonen lo que houe ende. Otrosi mando que todas las cassas y los otros logares que yo tengo de las
ordenes y de otras qualesquier que sean, que den a cada uno lo suyo sin contradicion alguna, y ruegoles
a todos que me perdonen lo que houe ende yo o otro por mi. Otrosi porque es rason y guisado es e
derecho el que fagan dones en la vida y en la muerte a los sus criados y a los otros sus homes de la su
casa, ruego a los mios testamentarios que a los mios criados y a los otros homes de la mi casa que les
fagan algo de lo mio según vieren que se puede fazer, e pido merced al rey don Fernando mio señor y a
la reina doña Maria su madre que les fagan dones y merced. Otrosi porque yo non he complimiento de
algo por pagar la mi alma y complir lo que mando en este testamento, pido merced al mui noble rey
don Fernando mio señor, que me mande dar lo que me deue para quiete de la mi alma, y eso mismo
pido merced a la reina doña Maria su madre, que me de lo que me deue para pro de la mi alma. Otrosi
porque es mucho de la merced de el rey don Fernando mio señor e de la reina doña Maria su madre,
acomiendoles este mi testamento que le fagan cumplir y escojan los vienes, assi muebles como raizes,
y pidoles merced que por el seruicio leal y verdadero que les yo fize que lo quieran resciuir y me
acorran a la mi alma, y ruego a don Juan Manuel mio sobrino que sea mi testamentario con ellos. Y
porque fray Pero Ruiz, mi confessor, saue mas de la mi fazienda y que es lo que mas aprobecha a la mi
alma, tengo por bien que a la merced del rey e de la reina y a plazer del dicho mio sobrino que sea mio
testamentario con ellos y ruegoles que le crean en aquello que faga pro de la mi alma. E para assi
complir esto que sobredicho es apodero a los mios testamentarios en todos los mis vienes por do quiera
que los yo aya. Otrosi reuoco todo testamento que yo o otro por mi o por mi consentimiento aya fecho
en qualquier manera antes de esto, y tengo por bien que vala este y no otro ninguno. Esto fue dicho,
ordenado e mandado viernes antes del dia, a la hora de los maitines, nuebe dias andados de este mes de
agosto en que estaua el dicho señor ynfante don Enrique en su aposentamiento ansi en los palacios del
obispo, estando delante fray Pero Ruiz el sobredicho, y fray Domingo Peres su compañero, y Gonzalo
Ruiz de Plaza y Juan Alphonso de Areniellas y Johan Sanches de Velasco, y Alphonso Dias de Toledo,
y Juan Ortiz Calderon y Martin Alphonso Gochea y Fernando Ivañez Corviello y Juan Garcia de Prieto
y su maestro y el maestro Rodrigo físicos...
Cuando Don Juan Manuel, nieto de Fernando III y sobrino carnal del infante Enrique, llegó a Roa, le encontró sin habla y,
tomándole por muerto, se apropió de todos los objetos valiosos que allí había, como refiere la Crónica de Fernando IV:25
E desque vio á D. Enrique fallolo sin fabla, é cuydando que era muerto, tomóle quanto le falló en la
casa, plata é bestias é cartas que tenia blancas del sello del rey, é salió fuera de la villa é levó consigo
quanto y falló de D. Enrique, é fuese para Peñafiel, que era deste D. Juan Manuel.
El día 11 de agosto de 1303, dos días después de haber otorgado testamento, falleció el infante Enrique, en su villa de Roa, a los
73 años de edad,20 aunque otros autores afirman erróneamente que falleció el día 8 de agosto,26 27 siendo en esos momentos el
único hijo que quedaba con vida del rey Fernando III el Santo, y el historiador César González Mínguez señaló que la muerte del
infante, al que calificó como «ambicioso, enérgico e intransigente», apenas causó dolor a nadie.20
Y cuando Fernando IV supo que el infante Enrique había muerto, se mostró complacido y concedió la mayoría de sus tierras y el
cargo de adelantado mayor de la frontera de Andalucíaa a Juan Núñez II de Lara,28 y al mismo tiempo devolvió la villa de Écija,
que estaba en poder del infante Enrique, a su madre, ya que había sido suya antes de que ella se la entregara al fallecido infante.
Sepultura
El infante Enrique fue sepultado, según lo dispuesto en su
testamento, en el convento de San Francisco de Valladolid,29
y tras su muerte, sus vasallos dieron escasas muestras de duelo
por él, por lo que, cuando tuvo conocimiento de ello, la reina
María de Molina ordenó que se colocase sobre su ataúd un
paño de brocado, y que a los funerales asistiesen todos los
clérigos y nobles presentes en Valladolid,26 lo que coincide
con lo manifestado por otros autores, que señalan que al
entierro del infante asistieron todos los miembros «del clero
secular y regular de la villa».30 María de Molina estuvo
presente en el entierro del infante junto con su hija, la infanta
Isabel de Castilla, ambas guardaron luto por el infante durante Lienzo de 1656 que representa la fachada principal (a
ese día, y la reina ordenó que se celebrasen las honras una vez la izquierda de la imagen) del desaparecido convento
que hubieran transcurrido cuarenta días. de San Francisco de Valladolid.
...Colocaron su cadáver (el del infante Enrique), en la tumba donde estaban los huesos del Infante D.
Pedro su sobrino veinte y tres años había, con que le pudo hacer lugar. I los huesos que hoy se conocen
en esta tumba son de dos cuerpos, vno mayor que otro, de que emos hecho experiencia algunas veces.
En 1517 Lorenzo Galíndez de Carvajal afirmó que los restos del infante Enrique y los de su esposa se encontraban «en la capilla
mayor en lo alto de la pared en igual del Altar mayor», y señaló que los del infante estaban a la derecha y los de su esposa a la
izquierda, lo cual solamente es corroborado en otro manuscrito de la misma época,33 aunque el historiador Francisco Javier Rojo
Alique incluyó a Juana Núñez de Lara, esposa del infante Enrique, en su lista de los personajes que fueron enterrados en San
Francisco de Valladolid.35 Además, en el siglo XVI, el cronista Ambrosio de Morales afirmó que se desconocía el lugar exacto
en que reposaban los restos del infante Enrique, pero Juan Antolínez de Burgos manifestó en el siglo XVII que se encontraban en
un nicho situado en la capilla mayor de la iglesia del convento y en el lado del Evangelio.26 Y el historiador Casimiro González
García-Valladolid afirmó en 1902 que los infantes Pedro y Enrique fueron enterrados en el centro de la capilla mayor, y que
posteriormente fueron trasladados a unos nichos colocados en la misma cuando Juan Hurtado de Mendoza el Limpio asumió el
patronato de la capilla mayor.36
No obstante, el convento de San Francisco de Valladolid fue desamortizado y demolido en 1837,26 37 por lo que nada se ha
conservado de su sepulcro o restos mortales.
Literatura
Según un reciente estudio literario, podría ser el autor de una primera versión del libro de caballerías Amadís de Gaula.38
Matrimonio y descendencia
El infante Enrique contrajo matrimonio en 1299 con Juana Núñez de Lara, hija de Juan Núñez I de Lara, señor de la Casa de
Lara, y hermana de Juan Núñez II de Lara, quien heredó el señorío paterno. El infante Enrique contaba sesenta y nueve años de
edad cuando contrajo matrimonio con Juana Núñez de Lara y no hubo descendencia fruto de éste matrimonio. Posteriormente,
una vez que hubo enviudado del infante Enrique, su viuda contrajo matrimonio con Fernando de la Cerda, hijo del infante
Fernando de la Cerda y nieto de Alfonso X, con quien sí tuvo descendencia.
Fruto de la relación del infante Enrique de Castilla con la dama Mayor Rodríguez Pecha, hija de Esteban Pérez Pecha, señor de
San Román de la Hornija y alcaide de Zamora, nació un hijo:39
Enrique Enríquez el Viejo (m. c. 1323). Señor de la Puebla de los Infantes y ricohombre de Castilla. Contrajo
matrimonio alrededor del año 1300 con Estefanía Rodríguez de Ceballos, señora del Vado de las Estacas y de
Villalba de los Barros, y fruto del matrimonio de ambos nació Enrique Enríquez el Mozo, que fue señor de
Villalba de los Barros, adelantado mayor de la frontera de Andalucía, Justicia mayor de la Casa del rey, Caudillo
mayor del obispado y reino de Jaén, y caballero de la Orden de la Banda.
Ancestros
Ancestros de Enrique de Castilla
Notas
a. Entonces, Don Enrique con la reina viuda huyeron Jeanne de Dammartin,a su condado de Ponthieu, desde
donde Don Enrique paso a Windsor en Inglaterra en 1255. Cfr. González Jiménez (2004), pp. 81-82
b. Francisco Javier Rojo Alique señaló que según el Libro de Memorias del convento de San Francisco, los restos
del infante Enrique fueron colocados al principio en medio de la iglesia conventual. Y también afirmó que cuando
el presbiterio de la iglesia se elevó, el sepulcro del infante se colocó en la pared y «a la misma altura que el altar
mayor y a ambos lados del mismo», aunque también coincide en señalar que los restos del infante Enrique
fueron colocados posteriormente junto a los de su sobrino, el infante Pedro. Cfr. Rojo Alique (2005), p. 456.
Referencias
15. Lafuente, 1861, p. 455. 30. Rojo Alique, 2006, p. 481.
1. Llorente, 1808, p. 473.
16. Benavides, 1860a, pp. 39-41. 31. Rojo Alique, 2002, p. 588.
2. González Jiménez, 2004.
17. González Mínguez, 2004, p. 228. 32. Rojo Alique, 2005, p. 454.
3. Mata Carriazo y Arroquia, 2002,
p. 10. 18. Benavides, 1860a, p. 50. 33. Rojo Alique, 2005, p. 456.
4. Ibáñez de Segovia, 1777, p. 213. 19. Mata Carriazo y Arroquia, 1971, 34. Mañueco Villalobos y Zurita
p. 428. Nieto, 1920, p. 379.
5. González Jiménez, 2004, p. 86.
20. González Mínguez, 1995, p. 118. 35. Rojo Alique, 2005, p. 509.
6. Mata Carriazo y Arroquia, 2002,
p. 11. 21. Rojo Alique, 2006, p. 491. 36. González García-Valladolid,
22. González Mínguez, 1995, 1902, p. 229.
7. Ibáñez de Segovia, 1777, p. 492.
pp. 325-326. 37. Mata Carriazo y Arroquia, 2002,
8. Ibáñez de Segovia, 1777, p. 497. p. 22.
23. Benavides, 1860b, pp. 359-360.
9. González Jiménez, 2004, p. 87. 38. Tal es la tesis de Santiago
24. Rojo Alique, 2005, pp. 454-455.
10. Mata Carriazo y Arroquia, 2002, Sevilla,
p. 18. 25. Benavides, 1860a, p. 122.
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11. Benavides, 1860a, p. 318. 26. Arco y Garay, 1954, p. 213. bin/ac/pu/Santiago_Sevilla_Amadis
12. Benavides, 1860a, p. IX. 27. Salazar y Acha, 2000, p. 382. 39. Ruano, 1779, p. 106.
13. Ibáñez de Segovia, 1777, p. 532. 28. González Mínguez, 1995, p. 119.
14. Benavides, 1860a, pp. 11-13. 29. Quadrado y Parcerisa, 1865,
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