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El momento actual que vive Colombia contiene una serie de elementos interpretativos
que, a primera vista, aparece como un tiempo de posibilidades y oportunidades
marcadas fundamentalmente por la firma de los Acuerdos de Paz entre el Gobierno
Nacional y la guerrilla de las FARC-EP. Estas ventajas se pueden sintetizar en el cese al
fuego que vive la sociedad colombiana, el inicio del proceso de implementación de los
contenidos de los Acuerdos y la reducción del número de hombres y mujeres en armas
en contra de la institucionalidad (se afirma que solo está en espera los avances del
proceso de diálogo con el ELN y quedarían los armados que no están incluidos en esta
perspectiva: las llamadas BACRIM y lo que se visualiza como disidencia).
El citado texto del Acuerdo se titula “Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y
la Construcción de una Paz Estable y Duradera”. En el extenso texto se va señalando lo
que cada una de las parte y, en suma, las dos partes acordaron para pactar ese
búsqueda de la tan anhelada y esquiva paz para el país. Pero, la paz contiene una suma
de insumos que me atrevo a resaltar al iniciar esta reflexión: es un derecho de
obligatorio cumplimiento, está sustentada en normativa internacional y nacional,
conlleva un compromiso del Estado y de todos los sectores sociales para construirla o
lograrla, va ligada a transformaciones estructurales que causaron que estuviera
ausente durante tantos años y, por supuesto, se liga a la reconciliación nacional. Esta
interrelación entre “paz y reconciliación nacional” (prefiero llamarla reconciliación
social) devela como metas “la construcción de un nuevo paradigma de desarrollo y
bienestar territorial para beneficio de amplios sectores de la población hasta ahora
Con estos primeros datos he pretendido sentar las bases de lo que propongo en estas
jornadas reflexionar y analizar críticamente. La Colombia de hoy se ha quedado en
sumar retos y desafíos, en medio de una “maraña” de lecturas interpretativas, tomas
de posición ideológicas, lucha por liderazgos de todos los colores, politización del
mismo proceso y, por ende, un cúmulo de desinformación que debe conducir al
planteamiento que “la reconciliación social hoy es una apuesta más allá de retos y
desafíos”.
Daniel Innerarity tiene un artículo de opinión en prensa que tituló: “La importancia de
ponerse de acuerdo”. En ese texto expresa algo que es urgente que tengamos presente
hoy en día en Colombia: “una democracia, más que un régimen de acuerdos, es un
sistema para convivir en condiciones de profundo y persistente desacuerdo” 2. Añade
este pensador español que la manera de transformar lo social es a través de
concesiones mutuas. El problema es que a ninguno le gusta ceder. Por ende, cómo no
tener en cuenta que con más fuerza esto es de tiempos y procesos paulatinos. Incluso,
yo llego a afirmar que este tipo de reconstrucciones demanda a las sociedades que se
piensen en “inmediato, corto, mediano, largo plazo”. No en vano se habla que una
firma de Acuerdos hacia la paz e implementación tiene un período de prueba de 10
años.
2 http://elpais.com/elpais/2012/10/05/opinion/1349432879_125789.html.
a. La configuración social de las regiones, su poblamiento y cohesión
interna, ligados a un programa agrario nunca resuelto;
b. Sus valoraciones de las mismas tiene que ver con sus hábitos de
pensamiento,
Para avanzar en la reflexión respecto a lo que hay en este momento en Colombia que,
a su vez, implica lo que sucedió desde la “victoria del NO!, en las urnas” el 2 de Octubre
del pasado año de 2016, es importante tener presente que la reconciliación social no
es amnistía, no es indulto, no es perdón y olvido, no es re-victimización frente a las
“ventajas de los excombatientes”. No se puede perder de vista lo importante del ceder
mutuo. En este sentido, la propuesta del concepto que planteo lleva los elementos de
buscar garantizar que la reconstrucción social permita la coexistencia y convivencia
pacíficas. ¿No es obvio esto? ¿No se supone que se debe llegar a esto? No! No es tan
simple.
En mi libro (La Reconciliación Social como Política Pública, 2017) Diferencio los dos
términos para abrir las posibilidades en el tipo de relaciones que todo proceso de
reconstrucción social contiene. Desde esta perspectiva, la coexistencia conlleva la
creación de espacios donde los miembros de un grupo humano pueden “estar y
encontrarse”, pero no se implican mutuamente; es un “tener que estar en los mismos
contextos”. Desde principios y valores se podría hacer referencia a lo que la tolerancia
ofrece (nos toleramos, pero no nos implicamos). La reconciliación social, por su
misma esencia conduce al “implicarnos” en la vida de los otros, es vivir con otros en
un nuevo rol común. En términos de principios y valores es la “comprensión y
solidaridad” con los otros (popularmente es el “ponerme en los zapatos del otro”).
Obviamente, la procesualidad para llegar a esto no se mide simplemente con acuerdos
o pactos, pues conlleva más elementos integrales. Pero los dos términos pueden estar
presentes en una dinámica de reconstrucción a través de políticas de reconciliación
social.
Factores de duda frente a la paz propuesta con las FARC-EP (por consiguiente
frente al ELN) y la reconciliación social
Desde ese día hasta hoy, Colombia ha estado inmersa en un alto grado de polarización,
han surgido diversas dinámicas de interpretación del contenido de los Acuerdos, se
han dejado oír voces en pro y en contra de avanzar en los intentos de lograr el tiempo
de no más enfrentamientos. El gobierno nacional asumió todos los medios posibles
para abrir el tiempo de la implementación, aún en contra de los opositores. Se
tuvieron rondas de diálogos nuevamente para hacer los ajustes respectivos, aunque
algunos sectores del NO! continúan insatisfechos con el contenido, las decisiones y la
manera como se ha procedido para avanzar (ha sido un duro el golpe el llamado fast
track).
Cesar Gaviria 1990 - 1994 1991 – 1992. Dialogos en Tlaxcala y Constitucion Política 1991.
Caracas (Coordinadora Guerrillera Programas y Proyectos con
Simon Bolívar). cada grupo
Desmovilizacion M- 19, EPL, MRT, (¿asistencialismo?)
MAQL.
1992. Comando Ernesto Rojas (CER).
1994. Corriente de Renovacion
Socialista.
1994. Milicias Populares de Medellín.
1994. Frente Francisco Garnica.
En este orden, la reconciliación social en Colombia debe ir más allá de los retos y
desafíos que un proceso tal contiene. Indudablemente serán importantes mecanismos
de implementación, verificación, reformas, adaptaciones de instituciones, procesos y
territorios a las nuevas circunstancias, pero sin una sincera, honesta y transparente
voluntad de reconstruir el país no será posible avanzar. Es decir, sin la disposición de
la persona como ciudadano, del gremio como grupo parte del conglomerado más
amplio, de los sectores políticos con una visión de país, el recurso quedará en un
intento más, tal como los intentos de los procesos anteriores. En Sudáfrica, Mandela y
el Arzobispo Tutu lo lograron con la construcción de nación (Nation Building) y todo
un trabajo de reconocimiento de la humanidad del otro (un énfasis bastante
espiritual); en Irlanda fue trabajo mancomunado de comprender que los otros, con
creencia distinta y expresiones rituales diversas, también cabían en el territorio donde
se podían encontrar.
Con esta suma de elementos de análisis se podría pensar que todo está perdido y que
el horizonte de aprender a vivir juntos en un mismo territorio está aún lejano o es casi
imposible. Sin embargo, allí está la esencia de ser hombres y mujeres sociopolíticos:
mantenerse en la constante búsqueda del consenso, aunque el absoluto consenso no
exista. Retomando a Daniel Innerarity, en el artículo citado con anterioridad, se puede
señalar en este momento: “deberíamos valorar a las personas (o a los partidos,
sindicatos e instituciones) no por sus ideales, sino por sus compromisos, es decir, por
lo que estamos dispuestos a aceptar como suficiente por nuestra segunda mejor
opción. Nuestros ideales dicen algo acerca de lo que queremos ser, pero nuestros
compromisos revelan quiénes somos”.
Respecto a las víctimas, toda la labor de informarles los procesos a seguir para que
sean reconocidas, respetar su dignidad, acompañar, garantizarles seguridad,
escucharlas, brindarles medidas para reparación y restitución, etc. Son las
dimensiones sociales de la Buena Gobernanza. No en vano, Mauricio Merino (2008)
señala que “toda política pública supone, siempre e invariablemente, una selección de
problemas públicos y una elección entre alternativas de solución más o menos afines,
o más o menos contrarias. Y e ahí que ninguna política pueda aspirar a la neutralidad
ética. Por el contrario: al seleccionar problemas y elegir cauces para la acción pública,
toda política es también afirmación de valores”.
La integridad que podría cohesionar esta dinámicas hacia la reconciliación tiene que
ver con las actividades cooperativas que son prácticas de convivencia y coexistencia,
como lo cita Villoria desde MacIntyre, es decir, la acción colectiva que suscita la PP
hacia la reconstrucción y, esa misma práctica, le da sustento al proceso que se
gestiona desde la misma PP. Aunque la integridad se asume desde la perspectiva del
comportamiento ético de los funcionarios públicos, en materia de reconfiguración de
lo público se puede asumir su espíritu y esencia en perspectiva de crear una dinámica
procedimental y práctica de permanente evaluación de los procesos que se suscitan
desde una política pública abierta a ser política de Estado, pero de reconstruir lo que
brindará la opción de la convivencia y la coexistencia. La opción de Jeremy Pope, tal
como la cita Villoria, se puede asumir desde la perspectiva de OCDE, por cuanto la
organización o la red de organizaciones que asuman los procesos en dinámicas de
reconciliación social son las que van a objetivar real y efectivamente la integridad del
proceso.
Queda así establecida la urgente necesidad de plantear este modelo ideal (no por
idealista, sino por el deber ser) buscando una gestión efectiva y eficaz de los procesos
de pos-acuerdos y pos-conflictos, lejos de la tendencia humana a politizar lo que no
debe ser politizado: la coexistencia y la convivencia. Que lo político permee lo humano
no quiere decir que la politización de la reconfiguración de lo público es algo normal.
Por el contrario, en temas de reconstrucción social, es urgente diseñar una política
pública que, en últimas debe convertirse en política de Estado que no solo propende
por construir vivienda, ofrecer subsidios, mejorar malla vial, entre tantas necesidades
sociales, si no que en tocar las honduras estructurales que ofrecen oportunidades para
que se repliquen los actos violentos.
Este último factor de reflexión y análisis es ubicado como subjetivo porque involucra
la apuesta humana que cada miembro de la sociedad fragmentada,
independientemente del lado en que esté, le aporta a la dinámica de reconstrucción.
En la mayoría de casos alrededor del mundo, este elemento ha sido aportado por
variables religiosas o espirituales; por ejemplo, Irlanda, Sudáfrica, Centroamérica, etc.
Para ampliar más el espectro del sentido último de esta dimensión y no circunscribirlo
a lo religioso/espiritual (evitando crear incomodidades en algunos sectores, pero
reconociendo el papel fundamental que he tenido en muchos procesos de búsqueda
alternativa al conflicto y la violencia), se puede afirmar que es un asunto de mínimos
principios y valores, es decir, es ético.
Daniel Innerarity (2008) propone la llamada “Ética de la hospitalidad” desde el uso de
la metáfora de cómo se desarrolla una visita. Parte desde los preparativos, invitación,
respuesta de los huéspedes, presencia de los ausentes, hasta la despedida y cierre del
rito de la hospitalidad. Pero, esto lo hace desde la fundamentación en la que “todos
somos huéspedes unos de otros. Lo que significa que nuestra instalación en el mundo
tiene la estructura de la recepción y el encuentro”. Parafraseándolo, la vida es un
domiciliarnos en la libertad de dar y recibir, más allá de los imperativos de la
reciprocidad (P. 17).
Este ejercicio reflexivo que hace Innerarity surge de la primera forma de humanidad
general: el intercambio hospitalario. Por ende, la misma condición conflictiva de los
humanos abrió las perspectivas de búsquedas alternativas y mantenimiento de la
perspectiva del poder estar con los otros diversos y diferentes. El ser humano ha
generado la destrucción y él mismo lucha por la reconstrucción. En palabras de
Innerarity, “el hombre se absolutiza, sí, pero también se hace máximamente culpable
(…) Cuanto más se declara el hombre competente para mejorar la realidad, más
responsable se hace de la realidad no mejorada” (Inneararity, 2008, p, 42).