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DE LA
POESÍA
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PUBLICADO ORIGINALMENTE EN 1998 EN THE
NEW YORK REVIEW OF BOOKS COMO UNA SUERTE
DE RESUMEN DE SU LIBRO MAKING YOUR OWN
DAYS: THE PLEASURES OF READING AN WRITING
POETRY, ESTE ENSAYO DE KENNETH KOCH FUE
TRADUCIDO POR MIRTA ROSENBERG Y DANIEL
SAMOILOVICH, Y PUBLICADO EN DIARIO DE
POESÍA N° 48, DICIEMBRE DE 1998. ¿ES POSIBLE
ENSEÑAR A ESCRIBIR POESÍA? ¿CÓMO?
POR KENNETH KOCH
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común – para Valéry el francés, para nosotros el inglés – y,
dentro de sus límites de alguna manera, existiría otro: “el
lenguaje de la poesía”. Valéry dejó el asunto allí y siguió
hablando de otras cosas. A mí me pareció que valía la pena
tomar su comentario literalmente y ver adonde conducía; pensé
que tal vez ayudara a explicar cómo se escriben los poemas y
cómo pueden ser leídos.
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Según esta idea, un poeta podría describirse como alguien que
escribe en el lenguaje de la poesía. Se requiere talento para
hacerlo bien, pero hay cosas que pueden ayudar a que el talento
aparezca y tenga un efecto – por ejemplo, uno tiene que
aprender este lenguaje particular, algo que se logra leyéndolo y
escribiéndolo. El mismo lenguaje ayuda a explicar la inspiración
que es, en cierto punto de su desarrollo, la aparición de alguna
frase o expresión en lenguaje poético. Uno puede sentirse
conmovido por el viento oeste, pero mientras no aparezcan las
palabras “Oh loco viento oeste”, la inspiración se encuentra aún
en una fase temprana, preverbal. Una vez que “loco viento oeste”
está allí, conduce a más de este lenguaje extrañamente útil: una
vez que se halla el tono, el canal, el nivel de lenguaje, el poema
puede alzar vuelo de una manera más puramente verbal.
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útil cuando sirve para identifcarla y distinguirla de otras
palabras. En poesía, su importancia es mucho mayor. Los poetas
piensan cómo quieren que suene algo tanto como piensan lo que
quieren decir, y en realidad con frecuencia es imposible
distinguir una cosa de la otra. Es una posición extraña desde la
cual hablar, y no resulta sorprendente que en semejante lenguaje
se digan cosas extrañas. La naturaleza del lenguaje puede
ejemplifcarse por medio de la manera en que una afrmación
carente de sentido puede parecer, simplemente por obra de su
música, una suerte de verdad, o al menos puede ser algo… y, en
cierto modo, volverse memorable. Por ejemplo:
“No, no – podría decir uno -, dos más dos es cuatro”, pero eso es
en otro lenguaje. En este lenguaje (el de la poesía), es cierto que
“dos más dos es ‘pienso en ella’” tiene poco y nada de signifcado
(o existencia), pero “dos más dos es ‘pienso en vos’” sí lo tiene.
Los signifcados son de diferentes clases: “No sé si suicidarme o
no” tiene un signifcado diferente de “ser o no ser, esa es la
cuestión”. La repetición y la variación de sonidos, entre otras
cosas, hacen que la segunda versión sea meditativa, triste y
memorable, en tanto que la primera carece de música que la
mantenga a fote.
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La naturaleza de la prosa, dijo Valéry, es perecer. La poesía dura
porque produce el ambiguo y siempre cambiante placer de ser al
mismo tiempo una afrmación y una canción.
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cambio: Nadie entra a esta playa / con perros ni cencerros, o Ni el
faldero más atildado / ni el sabueso más entrenado, etc., uno puede
sonreír, ponerse soñador o esbozar un paso de baile, pero en
cualquier caso se perderá algo del mensaje práctico. Las palabras
individuales de la prosa no literaria y de la conversación, son
como personas que tiran de una soga para sacar un bote del
agua; el propósito práctico, llevar el bote hasta la playa, importa
infnitamente más que la belleza o la gracia del movimiento de
los que tiran la soga. La poesía nos hace conscientes de la
belleza y la gracias de las palabras que tiran de la soga del
signifcado, de modo que podemos responder a ella tanto por la
música como por el sentido.
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Resulta más fácil entender el ritmo cuando uno advierte que
cada palabra ya tiene un ritmo propio. Cada palabra tiene una
pequeña música propia, que la poesía coloca de manera de
hacerla audible. El ritmo de las palabras depende del acento: se
enfatiza – o, digamos, se “pronuncia” – más o menos que la
siguiente o la anterior: la palabra padre es DUM da – uno
pronuncia PAdre -, la palabra canción es da DUM, la
palabra catálogo es da DUM da da; las palabras de una sílaba no
pueden tener más ritmo que un golpe de tambor, pero en una
serie rítmica puede ser da o DUM, acentuadas o no.
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Aquí sentimos placer ante la música de azúcar, delfnes, manteca,
historietas, etc., debido al orden “innaturalmente” regular en el
que estas palabras aparecen.
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Es posible que apenas unas pocas personas hayan
experimentado esa clase de amor noble e inalterable al que
Shakespeare alude en estos versos, pero probable que, al leerlo,
sean aún menos las personas que crean que ese amor no existe.
Gracias a la música, la emoción se vuelve más fuerte que la
razón… ¿Quién podría desear que ese sentimiento no existiera,
quién no desearía sentirlo?
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apelación (hablar con algo o alguien que no está presente) y por
su tendencia a lo imaginario, a lo deseado, a lo objetivamente
falso. La música, o bien simplemente viene junto a estas
predilecciones o es el factor que las inspira. La sensualidad de la
música excita los sentimientos, los recuerdos y las sensaciones, y
su orden formal promete una manera de extraer cierto sentido
de ellos.
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Por supuesto, el lenguaje de la poesía proviene del lenguaje
común. El lenguaje común es quien tiene las palabras, los usos,
los sonidos que el poema toma y hace propios. El lenguaje
común constituye, junto con las ideas y los sentimientos, lo que
podríamos llamar la materia prima de la poesía. Si pensamos en
cada palabra como en una nota, este lenguaje común se
convierte en una especie de enorme teclado, y en él el poeta
tiene un medio, del mismo modo que un pintor tiene un medio
en las pinturas, el escultor en la madera o en la piedra. En el
teclado poético, cada nota (cada palabra) refere o representa a
algo que no está físicamente presente y que no es ella misma.
Aquí, en la página, está la palabra caballo y allá, bajo aquel árbol,
hay un caballo. La palabra caballo, puede hacer que el lector vea,
huela, toque a un caballo, e incluso que lo monte. Como no se
trata realmente de un caballo no puede ser montado ni uncido a
un carro, pero para el escritor tiene ventaja que su contraparte
real no posee. Es más liviano e infnitamente más transportable,
puede ser llevado a cualquier lado y colocado con cualquier cosa
– “el caballo está en el puerto”; “el silencio respiraba como un
caballo” -.
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naturaleza nunca tomaré / mi forma material de ninguna cosa
material” (Yeats, “Navegando hacia Bizancio”). Con los
pronombres puede alterarse la identidad: “Yo soy tú”. Los
adjetivos sirven para hacer posible cualquier clase de
modifcación imposible en la realidad: un sueño decimonónico,
sandalias sabrosas. Además, el lenguaje tiene estructuras
sintácticas que hacen fácil decir cosas sutiles y complejas: “Si
Napoleón no hubiera existido, tal vez nosotros no estaríamos
esta noche aquí”. Otro de los grandes dones del lenguaje es la
cantidad enorme de palabras que posee, y su variedad… palabras
coloquiales, científcas, jergas, palabras arcaicas, etc. Es un medio
vastísimo, más grande que cualquier paleta o teclado, tanto que
compararlo con ellos sería insensato.
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EL LENGUAJE ES COMO UN AUTO
CAPAZ DE IR A DOSCIENTOS
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una velocidad razonable. A los poetas les gusta acelerar: “En el
oscuro retroceso y abismo del tiempo” (Shakespeare); “Lanzan
palos y piedras con toda fereza / y la lucha prosigue y a nadie
interesa” ( John Clare).
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años. Endymion es Keats por donde se lo mire, pero el Keats que
escribió el poema está constituido en parte por Shakespeare,
Spenser y Milton. Los poetas pueden usar cosas que ellos no
han inventado, para poder inventar aquello que quieren inventar:
“Oda al Viento Oeste” es puro Shelley, pero sin la terza rima del
Dante lo sería mucho menos, y también lo sería menos sin el
fraseo miltoniano: “Tú, por cuya invisible presencia las hojas
mueren”. Los poetas “picotean” en otros poetas y usan lo que
roban a su propia manera en sus propios poemas. Son capaces de
seguir los pasos de sus antecesores, transformados en socios
inconsultos, y transformarlos en otra cosa a su vez en un abrir y
cerrar de ojos.
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que sabía que sabía. No obstante, en el primer poema que
recuerdo haber escrito a los siete años, advierto ahora otras
características poéticas que no advertí entonces:
Yo tenía un caballito
Para andar aquí y allá;
Para andar al trotecito,
Por el campo y la ciudad.
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CUANDO DESCUBRÍ LA POESÍA
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hablar con cualquier cosa o cualquiera; y la personifcación: si es
posible hablar con él, entonces el viento es una persona, y lo
mismo ocurre con el otoño. Escribí poemas “serios”, ambiciosos,
poemas sobre grandes cosas que estaban más allá de mi
conocimiento y mi experiencia, con rimas intrincadas, sobre la
guerra, el cáncer, la juventud y la vejez.
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A los diecisiete años yo ya había aprendido algo de lenguaje
poético, lo sufciente para escribir de una manera que podía
reconocer como poesía. Cada uno aprende este lenguaje de un
modo diferente.
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daba una cierta tonada a lo que se decía, y reemplazaba el placer
de la tonalidad por el placer de la repetición y la variación.
Una vez dados los medios para hacer música verbal sin la
tensión de tener que buscar rimas y tomando como tema otras
características del lenguaje de la poesía – escribir poemas de
deseo, poemas-mentiras, poemas de comparación – mis alumnos
escribieron sufcientemente bien como para demostrar que
estaban aprendiendo el lenguaje, y no simplemente practicando
o haciendo ejercicios:
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La “idea poética” de este poema fue decir una mentira. Tras
haber escrito poemas de deseos, de comparación, de sueños y de
contraste entre el presente y el pasado, Jef estaba familiarizado
con esas cosas al empezar a escribir este poema. Sus fnales de
versos están reforzados por la repetición de las palabras “árbol” y
“pájaro”, y también está la variación/repetición de “casa”,
“hogar”, y el impactante y breve ultimo verso de “para siempre”,
y el jadeo del verso incompleto de “Oh y el espacio”. ¿De dónde
salió todo esto? Obviamente de Jef; él lo escribió. Aunque sin
embargo me dijo que no sabía de qué se trataba, que
“simplemente lo había escrito”. Creo que no le quita nada al
autor decir que este poema salió de su inteligencia, de sus
sentimientos y del lenguaje de la poesía que había aprendido, ya
que fue capaz de usarlo en esta tarde afortunada de inspiración.
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UNA EXTRAÑA CUALIDAD DE LA
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el poder de volar y estoy condenado a hacerlo. / Oh, ave que vuelas,
¿por qué te otorgaron el poder de volar? Porque me hicieron para
pasarme en la rama y estar en el viento. / Oh, cocodrilo, ¿por qué te
otorgaron el poder de matar a tu congénere animal? No respondo.
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“leer” también la métrica, lo que implica dar al pulso métrico y a
los acentos comunes del habla la cantidad adecuada de énfasis,
siguiendo el ritmo como lo haríamos si bailáramos un vals.
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como lenguaje, es que cada gran hablante de ese lenguaje lo
cambia… cambia lo que otros poetas pueden decir, y lo que los
lectores pueden experimentar. Estos nuevos usos a veces no son
percibidos, y son considerados “la misma cosa de siempre”, o son
percibidos como absolutas violaciones de la poesía – Jonson y
Donne fueron acusados por sus contemporáneos de escribir
prosa, no poesía; Bridges le dijo a Hopkins que sus ritmos
cortados no servían; y es famoso el comentario deprecatorio de
Frost de que la poesía sin métrica es como jugar al tenis sin una
red. Así que es posible que, al aprender este lenguaje, los lectores
lleguen a encrucijadas peligrosas, en las que vale la pena estar
alerta y arriesgarse.
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abriendo sus puertas (Ashbery); La tierra es azul como una
naranja (Eluard).
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ladrando en la nieve, antología poética con prólogo de Jordi Doce
y traducción de Sílvia Galup y Aníbal Cristobo.
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