Supongamos que la madre de Juan y de María tiene 100 caramelos que reparte entre ambos dándole 60 a Juan y 40 a María; llamaremos a ésta la distribución I .Desde luego, la situación que se alcanza es Pareto-superior a la inicial, en que los dos niños no tenían ningún caramelo; ambos están mejor de lo que estaban al principio. Supongamos ahora que la madre reparte los caramelos de otra manera entregando 40 a Juan y 60 a María; llamaremos a ésta la distribución II . También esta situación es mejor que la inicial en que ninguno de los dos tenía caramelos. En consecuencia, ambas situaciones son Pareto-superiores respecto de la inicial. Consideremos ahora la situación primera. Cualquier cambio deja a uno mejor y a otro peor, ya que cualquier reasignación imaginable mejora el número de caramelos de uno a costa de reducir el número de caramelos del otro. No puede mejorarse, de manera que la distribución I es Pareto-óptima. Lo mismo pasa con la distribución II; tampoco puede mejorarse, de forma que también es Pareto-óptima. Ambas son Pareto-óptimas y ambas son Pareto-superiores: ninguna es mejor que la otra. Por otro lado si establecemos un criterio de bienestar social para ambos niños, la madre podría juzgar que a cada niño le corresponde 50 caramelos, y de este modo la situación pasa a una mejora, la que puede denominarse distribución III. De lo referido anteriormente se entenderá según la óptica de Pareto busca establecer “mejores situaciones posibles” en el campo de la economía contando para ello de asignación de recursos y determinando reglas a seguir como la más favorable u “óptima”, en el sentido de aquella situación que obtenga el máximo valor económico de una determinada dotación de recursos.