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S.·.

F.·. U.·.

Equinoccio de Primavera
No ha habido ningún pueblo que no haya atravesado algún
tipo de fase de simbolismo solar en su filosofía, ciencia o
teología. Manly P. Hall

Amanece un nuevo día, nuestro planeta gira alrededor de su eje mientras hace su recorrido
a través de su propia estrella, como lo ha venido realizando desde hace millones de años,
pasando por los doce signos zodiacales; los rayos solares se asoman en el horizonte,
anunciando vida nueva.

El nuevo Sol, cuyo nacimiento parte del solsticio de invierno, día con día cobra mayor candor
hasta el momento en el que, centrado en el ecuador, el astro rey deja atrás gélidos días y
advierte la entrada de la primavera y con ello la serpiente emplumada comienza a
descender de los cielos a fecundar los cultivos terrenales.

Desde las primeras canciones, el hombre creyó comprender que el mundo en el que
habitaba era un microcosmos del mundo superior y que él mismo era una imagen que
reflejaba al Sol y su vida era un emblema de las vicisitudes que enfrenta esta estrella en su
movimiento anual. La luz del Sol verdaderamente era la vida del ser humano y de la
naturaleza. De aquí que los solsticios y equinoccios sean los grandes hitos del movimiento
del Sol en relación con la Tierra, revelando las leyes esenciales de la vida: un tiempo para
sembrar, un tiempo para cosechar, un tiempo para reunir, un tiempo para la tranquilidad.

Así, se conoció que los solsticios (sol quieto) marcan la máxima polaridad de la luz: en el
verano, el solsticio es el día más luminoso del año; la plenitud, la fuerza celeste que
engendra y se disemina por la naturaleza y, sin embargo, en la máxima intensidad ya se
puede percibir el declive de este esplendor; en el de invierno, se presenta el día más oscuro
del año, no obstante, se celebra el renacimiento del Sol, el cual empieza a morir en otoño,
pero prueba ser invencible (Sol Invictus), como ocurría en los misterios de Eleusis, donde
los adeptos tenían una experiencia de la inmortalidad de sus almas investida en el
simbolismo de Deméter y Perséfone.

Por otra parte, nuestros ancestros observaron que en los equinoccios (noche igual) el día y
la noche tenían una misma duración. El día de ayer, a las 15:58 horas el equinoccio de
primavera marcó el inicio del año nuevo astrológico, la renovación de toda vida; en cambio,
el equinoccio de otoño es el heraldo de la muerte y del recogimiento, marca el momento
de atesorar los granos y prepararse para el invierno, la muerte y el viaje al inframundo.

Dicho esto, claramente podemos interpretar en los solsticios y equinoccios como los
eventos nodales de la vida del Sol y la propia: nacimiento, crecimiento, esplendor y muerte.
En representación del adagio más famoso del enigmático texto atribuido a Hermes
Trimegisto: Lo que está abajo es como lo que está arriba y lo que está arriba es como lo que
está abajo, consumando con ello el milagro de la unidad, después de haber enfrentado la
muerte aparente en las profundidades del Cuarto de Reflexiones, el candidato a Aprendiz
de Masón ingresa al Templo, renacido y purificado. Vendado y hundido en las tinieblas de
la ignorancia, marcha a través del logos pobre y desvalido, dando pasos a diestra y siniestra,
algunos sin sentido, reflexionando en cada uno de las causas que lo motivan a seguir
adelante. Llegado a su último viaje, aún no logra comprender del que ha cruzado por
Capricornio, Acuario y Piscis y haber sido purificado por sus elementos Tierra, Aire y Agua
respectivamente… ahora se encuentra situado en la casa de Aries, representante de la
fuerza y materializado por el fuego.

Instalado en septentrión, se encuentra iluminado débilmente por la Luz del Sol, es lo que
mejor se aviene a los ojos del nuevo aprendiz, que débiles aún, no podrían resistir la
intensidad de sus fulgores. Frente a él, destella en la constelación de Tauro, una de las
estrellas más brillantes del cielo, considerada como la Antorcha de la Humanidad:
Aldebarán, para infiltrar en los noveles iniciados el amor que deben sentir los masones por
sus semejantes y los sentimientos más delicados que inspiran beneficencia y abnegación.
Así, impulsado por su trabajo en Tauro, el iniciado llega a Géminis para comprender que su
ser, que pensaba que era uno, en realidad son dos: Materia y Espíritu, concluyendo con ello
su paso equinoccial advirtiendo la nueva etapa solsticial que se avecina.

Citando al premio Nobel de Fisiología o Medicina Albert Szent-Györgyi: “Una célula requiere
energía no sólo para realizar todas sus funciones sino para el mantenimiento de su
estructura. Sin energía, la vida se extinguiría instantáneamente, y el tejido celular se
colapsaría. La fuente de esta energía es la radiación del Sol”.

Es Cuanto.


M.·. M.·. Alberto Pantaléon Escobar Díaz
Centenaria Resp.·. Log.·. Simb.·. Libertad No. 17

Or.·. de Saltillo, Coahuila a 21 de marzo de 2019 E.·. V.·.

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