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Los principales valores en juego son la libertad, igualdad, y la buena fe.

Por parte de la demandada, se encuentra en juego su libertad de decidir con quién celebrar un contrato
y con quién no. El problema surge en que esta libertad no puede ser dañina para los demás. De este
problema, surge la puesta en juego del valor de la igualdad, tanto entre individuos como ante la ley, el
cual garantiza que los individuos no pueden ser privilegiados ni discriminados, como sucede en este caso
por la religión del demandante. Poniéndose así mismo en duda la buena fe de la demandada al actuar
de forma discriminatoria.

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