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SEMANARIO CIENTÍFICO, LITERARIO Y ARTÍSTICO

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LA IDA Á LA PESCA
578 LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA

SUMARIO pagarle á M. Cambon el servicio inmenso que


les ha prestado, y todo se les vuelve ahora po ^%
TBXTO: Cosas del día.—La isla ae Cebú.—Catoniana, por ner á Francia en los cuernos de la luna.
J Barbanjr.—Duelo y venganza, por Federico Flores * Los soldados reimpatriados que procedentes
Galindo.— Un juyamento. por Pastora Echejrary.—Cór- ** de la Coruña llegaron á León, de paso para
doba, por Elisa Cusas.— Un diamante escondido ,conti- Llama la atención en la vecina república, ó, Falencia, protestaron de que en la cantina del
nuación), por Alicia O'Hanlon. mejor dicho, en París, el espantoso número de lazareto coruñés les cobraran desapiadada-
GRABADOS; La id» á la pesca.—Vista general de Cebú.—
Parte de la ciudad de Cebú.—Comentando laa noticias,
—La mantilla.—Dtl día.—Tipo español.—Señorita to-
rera.—María Guerrero en La loca de la casa.—Alora;
Castillo de las Torres.—Cercanías de Cádiz.—Málagfa.
—Una salida durante el sitio de Paris—Chester; Nue-
va Escocia.—En los pantanos de Tantramar.—Cruzan-
do el estrecho de Northumberland—Isla del Principe
Eduardo —Sol del Norte.—Una bahía en las Tlerraa
Altas de Escocia.

COSAS DEL DÍA

e L corresponsal de Le lentps en Jacksonvi-


lle da cuenta del inmenso júbilo con que
fué acogida en los Estados Unidos la noticia
de haberse firmado el Protocolo, deshaciéndo-
se con este motivo los norteamericanos en elo-
gios á M. Cambon, que tanto trabajó para que
llegasen á feliz término las negociaciones.
V I S T A GENíWAIi DE CEBÚ
Según manifiesta dicho corresponsal, yan- [(VISAYAS)
keófilo hasta el exceso, el ejército de los Esta-
dos Unidos no existe ya, pues se hallan fuera
de combate las tres cuartas partes de su efec- casos de padres que martirizan
tivo, á consecuencia de las enfermedades. á sus hijos. En poco más de una
Ahora resulta que aquellas tropas, cuya re- semana se han registrado cua
concentración costó tan largo tiempo, carecían tro crímenes horrorosos: una
de médicos y de medicamentos; en los prime- madre que después de largas
ros combates, los agonizantes, privados de to- torturas inferidas á su hija la
da asistencia, morían profiriendo ,las más ho- arrojó por el balcón, tratando de
rribles maldiciones. simular que había sido un suici- CALLE MAYOR DE C E B Ú
El coronel de los r o u g h n d e r s , Roosewelt, dio; un padre, que cogió á sus
escribió últimamente una terrible carta al se- dos hijas, de tres y cuatro años
cretario de la guerra, Alger, haciéndole saber respectivamente, y las mató cogiéndolas por mente lo que tomaron para alimentarse. Según
que el ejército estaba tan mermado que ni si- las piernas y rebotándolas contra las piedras, decían, allí consumieron el socorro de 20 pese-
quiera podría ponerse en línea el 10 por 100 y una madre que asesinó lentamente á su hijo, tas que llevaban varios de los enfermos que
de su efectivo, y que cada roughrider valía de cuatro años de edad, haciéndole sufrir tales tuvieron necesidad de pedir alimentos más nu-
por tres voluntarios: tan arcaico é imperfecto tormentos que harían honor á la infernal ima- tritivos que los que se les suministraban en
ginación de los tiranos italianos de la Edad aquel establecimiento sanitario.
Media. Las banderas de los batallones capitulados
fueron quemadas antes de su salida de Cuba.
La travesía fué muy triste, no oyéndose co-
plas, ni haciendo los soldados manifestación
alguna de alegría, á pesar de su natural rego-
cijo al verse de regreso á la madre patria.
Observóse que fué excesiva la fuerza reim-
patriada en el Isla deLusón, pues, dada la ca-
pacidad de este barco, no debieron ser insta
lados en él más de mil hombres.

Dice La Voz de Galicia, periódico de la Co-


ruña:
"Después de haberse gastado más de 3,000
duros en traer de la Coruña el crucero auxiliar
Patriota, que ahora resulta que para nada sir-
ve en orden al régimen sanitario, por cuanto
P A R T E DE LA CIU- no va á él un solo soldado del Alicante, estu-
D A D D E CEBÚ.— vieron regateándose con insigne tacañería los
UNA H A C I E N - recursos necesarios para habilitar conveniente-
DA.—NATURA- mente el lazareto, y á última hora, cuando no
LES DE MiNDA- era ya tiempo de nada, vinieron concedidas
NAO. 7,000 pesetas, que resultaron puramente nomi-
nales, pues no pudieron ser aplicadas. Gracias
era el armamento de estos, consisten- á prodigiosos esfuerzos hechos por personas de
te en viejos springfields. A su vez, Shafter y No dire- buena voluntad, pudo conseguirse dejar el es-
sus generales se pronunciaron en un oficio exi mos que e'^ tablecimiento en condiciones de que los aloja-
giendo la inmediata reimpatriación de las tro- España ha- dos no se mueran de asco."
pas enviadas contra Santiago. Y, en efecto, co- yamos lie- . .
menzó la reimpatriación, pero en condiciones gado á ese
tan horribles, que los heridos conducidos á bor- grado de civilización; pero, de todas maneras,
do del Concho (sic) no tejían más medicina que tenemos todavía el honor de contar entre nues-
agua "corrompida. tros contemporáneos vivos á los señores Chato Del Diario de Barcelona:
La idea de tener que volver á las andadas en y Crisanto, sin que les haya cabido la desgra- "El cañonero Pilar ha bajado del varadero,
Matanzas y Cienfuegos y, sobre todo, de te- cia de tener que ser víctimas de ninguna de y después de rascado y pintado tiene tan buen
ner que tomar á la Habana, "después del terri- las laparatomías y resecciones entero-hepáti- aspecto, que nadie sospecharía que es un bar-
ble experimento de Santiago", horrorizaba á cas, tan frecuentes en nuestros establecimien- co inútil, que hace años no ha podido salir del
los yankees, que por lo mismo no saben cómo tos penales. puerto, lo que, por otra parte, no impide que
LA I1..USTKAC10N IBÉRICA 579

el Estado sostenga su dotación y corra con su una fuerte cuestión que degeneró en batalla Puede decirse que la gran mayoría de los
entreteni miento." campal. bisayos no ha salido aún del estado semisalva-
Los combatientes dispararon gran número je; pero como son tan perezosos y no hay indi-
de tiros. cios de que hayan inventado la pólvora, son
De la refriega resultaron heridos 18 gita- poco de temer.
Ha sido nombrado comandante de la fragata nos.
de madera Ahnansa el capitán de fragata don
Antonio González.
Lamento del día: CATONIANA
¿Dónde estás, señora mía,
- Ha sido nombrado comandante de la corbeta que no,te duele mi mal? (EN EL ÁLBUM DE UN AMIGO)
de madera Villa de Bilbao el teniente de navio O no lo sabes, señora,
D. Ángel Várela. 6 eres filsa y desleal. Sediento de amor, placeres
^f& persigues tú por doquier,

Parece que la muerte del malogrado coman-


dante del Oqiiendo, Sr. Lazaga, no fué debida
á suicidio, sino probablemente á causa de al-
guna lesión del corazón de que ya venía pade-
ciendo.
¡Rara casualidad en tal caso! De igual ma
ñera murió el almirante Oquendo en cuanto
llegó á su casa de Santander de vuelta del de
sastre de la Invencible. Se encerró en su cuar-
to, sin haber querido ver á su mujer ni á sus
amigos, y al cabo de un rato le encontraron de
cara á la pared, muerto.

Dii?e el corresponsal de El Tiempo en San


Sebastián:
"El ex ministro de Estado, D. José Muro,
profundamente afectado por la muerte de su
señora, ha vendido (mejor dicho, casi regalado)
á las monjas francesas de Nuestra Señora de
Anglet, del barrio de Ategorrieta, su hermosa
casa de campo Heliodora, con su frondoso jar-
dín." . ,,

Telegrama de Sevilla á El Liberal:


"La novillada de hoy puede calificarse de
verdadera dóbácle taurina.
"Los tres primeros novillos de Salas inutili-
zaron á los tres matadores, Morito, Barquero
y Moreno de San Bernardo.
"Los tres ingresaron en la enfermería con
heridas y contusiones de poca gravedad, pero
que les impedía continuar la lidia. COMENTANDO LAS NOTICIAS
"Sobrevino el conflicto. Faltaban tres toros
y se habían acabado los matadores.
"Muchos aficionados pidieron permiso para fundando cada placer
estoquear las reses que faltaban. LA ISLA DE CBBÚ en cada ilusión.
"El público pedía la continuación de la co- Si quieres
rrida ó la devolución del dinero. esos placeres, mujeres
"Para evitar desórdenes, que hubieran podi- Es una de'las Visayas ó Bisayas (Panay, N i persigues; bebiendo amor
do tener serias consecuencias, el presidente au- gros, Cebú, Leyte, Mindoro, Masbate, Samar, que, dices, calma ese ardor,
torizó al novillero Maera para que concluyese Mindanao, Paragua). Es larga y estrecha, y esa sed que nunca cesa;
la corrida. Este dio muerte á los tres últimos se halla en la parte central del archipiélago fi y ese amor, la pasión ésa,
toros, logrando muchos y merecidos aplau lipino. Tiene 6,793 kilómetros cuadrados (á es el calmante peor.
sos. corta diferencia la extensión de la provincia de
"El banderillero Manteca ingresó también en Tarragona), con 400,000 habitantes. Cuenta51 ¿Por qué? Porque una ilusión
la enfermería con una contusión de considera- pueblos, entre ellos trece con más 10,000 al- no es ilusión, si se obtiene:
ción. mas. es desengaño que viene
"Si la corrida se prolonga, es fácil que á es- por la ley á continuación.
Produce maíz, arroz, mijo, cacao, caña de Impulsos del corazón
tas horas no quedase en Sevilla con hueso sano azúcar, café, sibucao, tabaco y abacá. Abun-
gente de coleta que pudiese referir lo suce- obedeces, no atinando,
da en carbón de piedra y en inagotables yaci- en tu delirio nefando,
dido. mientos de azufre. que el sentimiento que afluye
"Y cuidado, que aquí abunda la clase." La capital, puerto en la costa oriental, cuen- á nuestro ser contribuye
ta 15,000 habitantes, es sede episcopal y t i e n e á perdernos, siempre y cuando
audiencia. mande el capricho.
Cebú es, por su importancia, la segunda ciu-
Ha fallecido en Parker-House el joven míster dad del archipiélago. El comercio está en ma- Pues bien:
Willie Tiffany, del cuerpo de Rough Riders. nos de los chinos y los ingleses. si prefieres perseguir
Regresó de Santiago de Cuba atacado de fie- Por lo que hace á los bisayos, sabido es que mujeres, hasta morir,
bre palúdica. forman una de las tres razas indígenas del ar- en pos de un soñado edén,
Mr. Tiffany, que era hijo de uno de los más chipiélago (las otras dos son los t a g a l ^ y los anda con cuidado.
ricos propietarios de Newport, sentó plaza de bicoles, y pueden añadirse también los negri- Ten
voluntario al estallar la guerra hispano-yan- tos, que son quizás los aborígenes), y su núme- presente lo que te digo:
kee. ro asciende á unos tres millones. Se llaman ya que, á fuer de buen testigo,
Este aristócrata debía casarse en el próximo también los Pintados, aunque ya hoy no se podría casos citar
mes de noviembre, con Miss Maud Liwington. pintan ó tatúan. El pueblo bisayo es inferior al en que la sed de gozar,
bicol (Luzón), como éste es inferior al tagalo. satisfecha, mata, amigo.
Parece que son harto haraganes y hacen una
vida puramente vegetativa, si bien es verdad J. BARBANY
Entre varios gitanos que acudieron á la feria que el terreno es tan fértil que no hay necesi-
de ganados de Alcalá de Henares, se originó dad de trabajar.
:80 LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA

vicio. Llámase el ex teniente de dragones don En los primeros días del mes de febrero de
DUELO Y VENGANZA Sabas Alcántara. 1788 debía salir D. Sabas de lea por una corta
Desde la primera vez en que se vieron don temporada á tomar los baños medicinales de
Braulio y el extranjero en casa del corregidor, Agua Cachina.
Tradición americana, escrita expresamente p a r a Era el 10 de febrero.
L A lunsTEACioN I B Í R I C A La mañana era bellísima y poética en ese
día.
A mi aiiiiulo beiiefiictor cabullorij Manuel Antonio Conclia, propietario do Chá- El enamorado Febo salió desde las primeras
Itau di flésis Trérise, cerca do París, Viiiiírs sur Mame, Seine et Oiso horas del día con inusitada pompa de su alcá-
zar de zafiro y grana, y desplegaba en la bó-
Por los años de 1780 á 1788, vivía en la ciu- veda celeste los rayos luminosos de su insólita
dad de lea, doscientas millas al sur de Lima, majestad. A pesar de esa brillante reverbera-
poco más ó menos, D. Braulio Zambrano, na- ción de estío, la mañana se sentía templada, y
tural de la misma, comerciante y señor de mu- en la inmensa sábana de arena que rodea á lea
chas campanillas, como que era ahijado de se dibujaban encantadores paisajes en el suelo,
casamiento del honorable cura de la parroquia obra del misterioso espejismo del desierto y de
de Luren, compadre del corregidor y uno de esa óptica original y varia pro)-ectada por los
los vecinos más acaudalados del lugar. rayos solares sobre el terso cristal de la pampa.
D. Braulio casó en aquella época, 1780, con D. Sabas, montado en un arrogante corcel
la Sra. D.''' Clementina Montes de Oca, la que de siete cuartas y de color alazán tostado,
era, según la crónica de aquel tiempo, una bel- marchaba á media rienda por la pampa con di-
dad cumplida, siendo su consorte el reverso de rección á los baños, que tanta reputación han
la medalla de ésta. dado á San Jerónimo de lea. Iba solo.
Zambrano era un mulato, de ojos verdes y A un cuarto de legua de la población, sintió
hundidos en sus órbitas, picado de viruelas, detrás de sí el raudo galopar de un caballo,
lampiño y de corpulenta estatura. El conjunto oyendo á los pocos instantes estas palabras:
de su fisonomía era antipático; pero lo que le — ¡Párate ahí, ladrón de mi honor!
hacía aún más, era la giba pronunciada de sus Tornó la vista el aludido, y no sin estreme-
anchurosas espaldas. Frisaba en los cuarenta cerse vio á poca distancia á D. Braulio Zam-
á cuarenta y dos años de edad. brano, cubierto de sudor, que traía en el arzón
La crónica noticiosa de la época ha callado de la montura dos pistolas de grueso calibre.
todo lo que pudiera orientarnos sobre los pre- Montaba éste un hermoso caballo bayo, repu-
liminares de aquellas bodas, sin atreverse á tado por chalanes y aficionados, como el bucé-
decir francamente si fué obra del amor ú obra LA MANTILLA falo de mejor estampa y de más brío que hubo
del interés la que realizó el enlace. Según ba- nacido en el valle de lea.
rruntos, se cree que lo segundo fué el móvil del —¿Qué me quieres, Braulio?—dijo el ex mi-
prodigio. Nada tiene de extraño que esto su- se juraron eterna amistad. De aquí provino litar, deteniendo el paso de su corcel y miran-
cediera, pues á D.'^ Clementina, que ya conta- que el recién llegado se introdujera en el ho- do de reojo.
ba veinticinco otoños, se la reputaba Igeneral- gar del opulento mulato; y de aquí provi — ¡Bájate!—articuló Zambrano.—Pues, de lo
mente por una mujer codiciosa, coqueta y dada no también que, más tarde, los vecinos, y par- contrario, vas á morir como un perro.
al fausto y al devaneo social; y como su dote ticularmente las vecinas, no siempre carita Y, diciendo estas frases, se apoderó con mano
no era gran cosa, nada tiene de aventurado tivas con la honra del prójimo, propalasen la febril de una de las pistolas que se veían en el
supoaer que el brillo de la fortuna le hiciera voz de que esa amistad modelo la hacía aún cabezal de su montura, amartillándola en se-
caer en la tentación de dar su blanca mano al más íntima las condescendencias de D."- Cíe guida al poner el pie en el suelo.
creso que la pretendía. mentina con el extranjero, cuyas condescen- D. Sabas, mal de su agrado, tuvo que obe-
A pesar de la desigualdad que acabamos de dencias, que ya picaban de castaño á cas- decer.
anotar, los casados vivieron por espacio de sie- taño oscuro, las ignoraba completamente el —Vengo á batirme contigo, — dijo Braulio
te años en paz y en conyugal armenia, hasta bonachón del marido, quien no pudo sospechar con voz sombría y amenazadora, luego que su
que el diablo tiró de la manta é hizo una de las entonces que en las visitas del amigo, y en las rival bajó del caballo. — ¡Nada de explicacio-
suyas. confianzas que éste se permitía para con su nes, que no quiero ni puedo aceptar jamás!
A principios del año de 1787, cuando don mujer, había gato encerrado. Cualquiera palabra que pudieras decir en des-
Braulio era padre de una niña de cinco años de D. Sabas Alcántara era un arrogante mozo, cargo de tu punible conducta, la tomaría con
edad, fruto de su legítimo enlace, y que tuvo de treinta á treinta y cuatro años, de ojos azu-
por nombre bautismal Isolina, llegó á lea un tes, nariz aguileña, dientes de marfil, pelo cas-
taño y barba del mismo color.
Con harta frecuencia sucede en este picaro
mundo que esa clase de amigos son la piedra
del escándalo en el santuario del hogar. Nada
tan cierto como el refrán que dice: "Cría cuer-
vos y te sacarán los ojos "
El vecindario tenía ya razón en murmurat.
No había duda: D. Sabas y D.*^ Clementina se
amaban con toda la intensidad del primer
amor.
Al fin, llegó á persuadirse Zambrano de lo
que pasaba en su hogar, de haber notado la
metamorfosis que se operó en su mujer antes
para con él complaciente y sumisa, y á la sa-
zón irritable y caprichosa, y desde luego quiso
cortar las relaciones de amistad con el seduc-
tor, negándole la entrada en su recinto.
Empero, el mal estaba hecho, y el remedio
para combatir la enfermedad era ineficaz y
tardío, porque ya estaba el marido en posesión
de la verdad inconcusa, que le probaba que su
deshonra se había consumado en la noche del
5 de diciembre de 1787, cumpleaños de D. Sa-
bas. En esa noche, Zambrano se separó del
lecho conyugal á consecuencia de haber tenido
que sali§ urgentemente á la hacienda de Ma-
D E L X3t&. cacona, de donde no regresó sino á la mañana
T»PO ESPAÑOL
siguiente y al mediodía.
El consorte agraviado, en vista de lo acae
cido, juró vengarse, primeramente en el pérfi-
hermano del corregidor, que había sido tenien- do amigo y después en la esposa desleal, y para un nuevo insulto, y no haría otro efecto en mí
te de dragones en la península durante el rei- ello acechaba una coyuntura favorable, sin dar s'no precipitar mi venganza. ¡Necesito ven-
nado de S. M. el rey D . Carlos III, que falle- á conocer á nadie la tempestad que rugía en el garme! ¿Lo entiendes? Y por eso he venido en
ció 'en 1788 y que al venir á América había fondo de su alma. tu seguimiento. Estamos solos. Toma la pisto-
pedido y obtenido del ministro Floridablanca Esta coyuntura no se hizo esperar mucho la que he dejado al otro lado de la silla, y pre-
su licencia final y absoluta separación del ser- tiempo. párate á defenderte, pues te advierto que uno
LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA 581

de los dos debe quedar en la pampa en este Inútil nos parece decir que el alcaide, cóm-
día. plice de esta evasión, fué profusamente remu-
—Pero,—balbuceó D. Sabas, — ¿qué mal te nerado.
he hecho? Al día siguiente se decía en toda l.i ciudad
— ¿Qué mal me has hecho? ¡Miserable! ¿Quie- que, en la noche anterior, Zambrano se había
res que lo repita sin estremecerte? ¡Mi honra, suicidado. El cadáver del reo fué entregaJo al
vengar mi honra es lo que me trae ! — balbuceó cura de Luren, que lo reclamó para darle se
Zambrano, lanzando sobre el rostro de su con- pultura cristiana, atribuyendo el suicidio á la
trario una alevosa bofetada. enajenación mental que le causara á aquél el
A tan violento insulto, D. Sabas no tuvo recuerdo del espectáculo del cadalso.
otro recurso sino tomar la pistola que le pre- La justicia, por su parte, accedió á este pia-
sentaba el airado marido. doso pedido, y declaró que, habiendo muerto
Ambos, seductor y ofendido, colocados á intestado Z'-imbrano, las herederas legítimas
distancia de diez pasos, iban ya á descargar de su fortuna eran sus hijas, la mayor de seis
la; armas homicidas, apuntándose al corazón. años, IsoHna, y la m^nor de meses de nacida,
Con la rapidez del trueno se oyó en el ins- Carmen Rosario.
tante una sola detonación, y se vio á don Tres años después de este suceso, todo se
Sabas llevarse ambas manos al pecho, abando- había olvidado, hasta de que existió en lea un
nando el arma al suelo y cayendo en la arena D. Braulio Zambrano.
cuan largo era, murmurando estas palabras; D.*^ Clementina Montes de Oca, á la sazón
—¡Perdón! ¡Perdón! ¡Mise... ri... ri... cor...! de treinta y seis años, era todavía una mujer
La última sílaba expiró en los labios del he hermosa y una viuda bastante codiciable.
rido. Hacía más de un año que solicitaba' de ella
— ¡Ni perdón, ni misericordia para ti!—ru- ser esposo el ex corregidor de lea D. Salus-
gió Zambrano apretando los dientes y hacién- tio Alcántara, hermano del finado D . Sabas, y,
dolos rechinar, quedando de pie como el genio como ella, viudo hacía cerca de dos años.
de la destrucción y contemplando al herido, La bendición nupcial debía tener lugar en la
que en ese momento expiraba. noche del 5 de diciembre de 1792.
Durante el desafío, los caballos que habían Sucedió efectivamente así.
sido olvidados por sus jinetes partieron á todo Después que los testigos y convidados se
galope con dirección á la ciudad. habían retirado de la casa de los desposados,
Satisfecha en parte la sed de venganza del situada al lado del convento de la Merced,
marido y todavía poseído del vértigo de la lo que más tarde llegó á ser colegio de San Luis
cura, huyó del teatro de la sangrienta lucha, Gonzaga, D. Salustio y su consorte se diri-
encaminándose á la población, á donde estuvo gieron á la alcoba nupcial.
de regreso tres cuartos de hora después. En ese instante, el reloj de la torre de la
El arribo del caballo que cabalgaba D. Sa- iglesia de la Merced (hoy Matriz y parroquia
bas al zaguán de la casa del corregidor, situa- SENORITA TOKEBA del mismo nombre) daba la una déla madru-
da en la calle de San Francisco, causó allí gada.
suma inquietud. Cuando los novios se preparaban en el mis-
El corregidor despachó en el acto á varias terio y soledad de la noche, á rendir culto á
personas para que inquiriesen lo que había ber dado muerte á D. Sabas Alcántara en el Himeneo, la puer*^a del fondo de la cámara que
sido de su hermano, á quien reputaba que el desafio á que le provocara
caballo lo hubiese herido; pero ¡cuál no sería Airado el corregidor contra el que se repu-
taba asesino de su hermano, j á pesar de ser
de éste compadre espiritual, influyó eficazmen-
te con los jueces en la sentencia de D. Brau-
lio.
Terminado el sumario, y teniendo los jueces
en consideración no haber negado Zambrano
haber dado muerte á Alcántara, lo condenaron
á sufrir la última pena después de diez meses
de enjuiciamiento, debiendo ejecutarse la sen-
tencia de horca en la plaza principal de la ciu-
dad, frente á la iglesia de San Agustín.
Durante la prisión de D Braulio, la mujer
de este se había evaporado. Después se supo
que se había asilado en casa del corregidor,
donde dio á luz una niña á les siete meses de
la aprehensión de su marido.
Nü sin sorpresa del escribano actuario, el
preso, al notificársele el fallo de sus jueces,-
oyó leer su sentencia de muerte sin apesararse
y sin manifestaciones ostensibles de arrepen-
timiento, como acontece ver casi siempre en
los reos condenados al último suplicio.
En la tarde de ése día, Zambrano fué visita-
do por su padrino de casamiento, el cura de
Lureii, sacerdote indígena, á quien el pueblo
tenía en olor de santidad. Este debía auxiliar
al reo en su último ti anee, pi eparándole el ca-
mino del cielo, puesto que ya estaba en capi-
lla, y al segundo día debía ser ejecutado.
De la larga conferencia que ambos tuvieion
y de la que tuvo el sacerdote en seguida con
el alcaide, resultó que en el calabozo del con-
denado fuese introducido el cadáver de un
desconocido, que había fallecido tse mismo
día en el hospital de San Juan de Dios.
El cadáver fué vestido por el mismo Zam- MARÍA. GtTERRERO
brano con el ropaje que llevaba, y desfiguran- E N «LA LOCA D E L A C A S A »
LA. S E Ñ O H A TUBÁU do enteramente el rostro del finado por la ac-
ción del vitriolo, puso á su lado ui papel que
decía:
su sorpresa y dolor al ver regresar á los emi- "Me he suicidado. He resuelto morir antes daba al interior de la casa giró sobre sus goz-
sarios trayendo sobre una camilla el cadáver que subir al patíbulo. No tengo cómplices. lea, nes quedamente, apareciendo en el umbral
ensangrentado del que dos horas antes había noviembre, 10, de 1788.—Braulio Zambrano.'^ una figura siniestra, embozada en una capa de
visto lleno de juventud y de vida! Terminada que fué esta operación, el prisio- paño y llevando entre los pliegues de ella, y
En ese mismo día fué reducido á prisión don nero, acompañado del párroco, salía de la hacia el lado izquieido, un bulto bastante pro-
Braulio Zambrano, quien confesó de plano ha- cárcel. Eran las tres de la mañana. nunciado.
5!52 LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA

D.* Clementina, al ver la aparición, lanzó y hermano del que conmigo firma, desde este
un grito y se desmayó. Acababa de reconocer día mi legítimo esposo y ivii cómplice en el
en el fantasma la vera efigie del olvidado don asesinato mencionado. lea, diciembre, cinco,
Braulio. de mil setecientos noventa y dos."
El desposado, por su parte, sintió discurrir
por sus venas un frío glacial, y permaneció de
pie, contemplando con ojos extraviados la
aproximación del
aparecido al tálamo
nupcial, cuya silue
ta ^se dibujaba en
los contornos de la
pared.
— ¡Soy yo! —
murmuró la apari-
ción, descubriéndo-
se el rostro y mos-
trando en la mano
derecha un afilado
p u ñ a l . —No he
muerto, gracias á ALORA:
Dios, para la ven- CASTILLO DE LAS TORRAS
ganza, aunque lo
haya para ustedes.
La d e s p o s a d a , —Puesto que habéis firmado tan dó-
durante este inter- cilmente,—añadió malic'osamer te Zam-
valo, volvió á la brano,— bien puedo retirarme para
razón y pudo oir siempre y volver á la tumba de donde
las palabras del fan- he salido. Bendigo vuestra unión, pues
tasma. conozco que habéis nacido el uno para
—Ahora,—añadió D . Braulio con tono ame- de Zambrano y, sobre todo, el brillo del ace- el otro. Vos, señora,- dijo en tono lúgubre, te-
nazador y haciendo brillar en sus ojos una ro, los hizo varias veces desistir de su em- ned entendido que desde esta noche no os queda
irradiación fatídica, —vais á ratificar vuestro peño. ninguna hija. La ma3'or, que debe llevar mi
criminal enlace de la manera que quiero. ¡Fir- —Al primer grito que deis, os asesino á am- nojnbre, pues es mi hija, os la acaban de arre-
mad aquí! bos,—dijo el vengador, luciendo en la mano batar del cuarto de su nodriza: no la volveréis
Y mostraba una tira de papel grueso, es- derecha el puñal.—¡Firmad! ¡Firmad!—repe- á ver jamás. En cuanto á la se gunda... ¡oh!...
tía, ahuecando la voz.—¡Firmad; pues, de lo la segunda, el fruto del adulterio, ved ya lo
contrario, vais á morir á mis manos! ¡Sólo á que es.
este precio os perdono la vida y me retiro! Y, echando en tierra la capa, mostró el bulto
n i^Y, dominándolos con una mirada patibularia, que llevaba bajo la presión del brazo izquierdo.
les hizo suscribir el extraño documento á que El tálamo nupcial recabó en su seno el ca-
dáver de una cria-
tura.
La madre lanzó
un grito desgarra
dor, y cayó inani-
mada al pavimien'
to. ;íí-5
D. Salustio, ate-
rrado y fuera de sí,
quiso huir; p e r o ,
a n t e s de realizar
su intento, D. Brau-
lio apagó la lámpi-
r a d e cristal que ar-
día en el aposento,
y desapareció, cual
si realmente fuera
alguna a p a r i c i ó n
diabólica.
En la mañana si-
guiente, el corre-
gidor, sucesor de
D. Salustio, estaba
en posesión del es-
crito que á los cón-
yuges hizo suscri-
bir el malvado don
Braulio, el cual le
había sido enviado
por persona desco-
nocida.
Nada pudo inqui-
rir la justicia sobre
la veracidad del cri-
men d e n u n c i a d o .
D.*^ Clementina es-
taba loca V D . Sa-
l u s t i o había des-
aparecido.
En cuanto á don
se refería, que ellos no tuvieron ni el tiempo Braulio Zambrano, parece que realmente le
ni la paciencia de leer. hubo tragado el sepulcro después de consumar
El documento estaba concebido en estos tér- su horrible venganza, pues en lea no se vol-
minos: vió á tener noticia de su resurrección después
crito en una página, que colocó sobre el ve- "Nos, los abajo firmados, declaramos haber de la noche del 5 de diciembre de 1792.
lador del aposento, donde había recado de es- asesinado á la menor Carmen Rosario de tres
cribir. años y meses de edad, la que ha sido el fruto FEDERICO FLORES GALINDO
D. Salustio y D.^ Clementina intentaban del adulterio que consumé yo, Clementina
gritar, pedir auxilio; pero la actitud trágica Montes de Oca, con D. Sabas Alcántara, finado
L A ILUSTRACIÓN IBÉRICA 583

UN JURAMENTO aquel abismo que antes la espantaba. CÓRDOBA


Porque allá de su pecho en lo más hondo
con asombro y dolor sus ojos vieron
otro mayor sin límite ni fondo Tiene en sus lomas ermitas
I que el abandono y la traición abrieron. circundadas de azahares,
¿Cómo ya nada le ha de dar espanto, de rosas y margaritas,
En la senda que sube por la falda si le aconseja su implacable suerte, y en su recinto cantares
del monte que se pierde allá en los cielos pues que agotó la fuente de su llanto, de las guzlas muslemitas.
con sus ricos adornos de esmeralda el consuelo buscar sólo en la muerte? Como trovador doliente
y su corona de flotantes velos, ¿Qué penas temer puede, ni qué males, tañe su lira de plata
marchaban ella y él, los dos hermosos, la que sabe que aquella misma hora Guadalquivir esplendente,
y en la aurora feliz de sus amores, del ingrato se harán los esponsales y en su espejo transparente
como en un templo, mudos, silenciosos, con la rival odiada y vencedora? á la odalisca retrata.
y tan sólo los ojos habladores. El que iba, de pasión el alma llena, Matizan aquel pensil
Desde el sendero el valle se domina, la montaña á escalar de lo imposible verjel que aun llora el Corán
y la vista, extasiada, se recrea, la abandona por un grano de arena en profusión flores mil,
que toma desde aUí forma divina juzgándole un obstáculo invencible. y allí los pinos están

MÁLAGA

«1 río que entre campos serpentea. Y él, que su amor juró que era infinito,
Como dichas de amoj que desde lejos por un puñado de oro deslumhrado
ocultan sus espinas al que ama, con otra va á formar lazo maldito
así del sol los últimos reflejos de mil aduladores rodeado.
le dan bellezas mil ai panorama. Y escucha los rumores de la fiesta,
Parecen cada pueblo, ó cada choza, la campana que alegre toca á vuelo, junto á la palma gentil
distinguir no pudiendo ni un detalle, el eco que á los vítores contesta, Del monte azul en las faldas
encantador juguete que alboroza los cohetes que suben hasta el cielo. brotan lirios y romeros,
colocado en el fondo de aquel valle. Y salen de la iglesia los esposos, y en los frondosos oteros
Dejando de mirarse unos instantes juntos los ve amorosamente unidos, fingen regias esmeraldas
ante cuadro tan bello se extasiaron, y de los labios de ella temblorosos naranjos y limoneros.
y sus tiernos y dulces sentimientos no brotan ni palabras ni gemidos. Filigranado tesoro,
con otros aun más puros se aumentaron. Cuando pasan al pie de la m.ontaña pjtreo palmar, rico edén,
Viéndola, por el vértigo ganada, donde hace ya dos años el perjuro guarda en la aljama del moro,
con espanto cerrar sus bellos ojos, dijo antes de partir á tierra extraña: que si un tiempo fué de Hixén
estrechó él contra sí la niña amada —Constante volveré: ¡yo te lo juro!, hoy es del Dios que yo adoro.
pidiéndole perdón por sus sonrojos. ella, para dar fin á su tormento, Quiso Almanzor tras lid brava
Ella entonces le dijo sonriente: y por siempre nublar la dicha aquélla que aquella sierra fecunda
—¿Qué hicieras si cayese? —¿Yo? Seguirte dejando del atroz remordimiento fuese del Islam esclava,
antes que tú bajar, tan de repente en el corazón de él terrible huella, sin pensar que, aun moribunda,
que pudiera en mis brazos recibirte.— con ojos donde brilla la locura, un alcotán anidaba.
Este arranque de amor viendo premiado que hizo brotar su desdichado sino, El alcotán de la idea
por sonrisa muy dulce y cariñosa, rápida se lanzó desde la altura de Cristo, que roja tea
prosiguió él su discurso apasionado, y á las plantas cayó de su asesino. inflamó con mano fuerte
con delicia escuchado por la hermosa. Concierto horrendo de ftimentos brota y, al fin, venció en la pelea
—Por tu amor ¡qué no hiciera, gloria mía! al mirar una acción tan inaudita, gritando: —¡Venganza y muerte!
Descender de la tierra á las entrañas, y sube, va creciendo, al fin se agota Cual magnífico dosel
y, sin seguir senderos y sin guía, y se pierde en la bóveda infinita. luce allí el cielo sus galas;
á la cima llegar de las montañas. Y cuando ya en los montes no retumba, y allí, cual custodio fiel,
Has de ver que por ti nada me arredra: un silencio le sigue que estremece, abre sus benditas alas
lohumano, lo divino, lo increíble; de desierto, de olvido, de la tumba, el arcángel Rafael.
ni hondas simas, ni obstáculos de piedra, que al de la nada horrible se parece. Más riquezas atesora
que yo vencer sabré hasta lo imposible. Más pálido aún que la infeliz suicida, la cordobesa ciudad
La ausencia que me aguarda desafío; él estrer.ha aquel cuerpo delirante, que perlas hay en Basora
no he de olvidar en ella tu amor puro, y aprovechando entonces de su vida y diamantes en la aurora
y tornaré, si fiel eres al mío, el último angustioso, breve instante, y alcatifas en Bagdad.
para darte mi nombre: ¡te lo juro I dice sonriendo al expirar la triste,
viéndose presa en amorosos lazos. Hoy no hay árabes-corceles,
n —¡Tan sólo un juramento me cumpliste: ni flotantes alquiceles,
ni las lunas del Corán:
recogerme al caer entre tus brazos!
Y dos años después, plazo muy breve, ¡no pueden morar infieles
la niña en el sendero se encontraba, PAÍÍTORA ECHEGARAY donde hubo un Gran Capitán!
y, aunque está sola, á contemplar se atreve ^^ E L I S A CASAS
UNA SALIDA DUBANTE EL SITIO DE PARÍS (1870)
586 LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA

se. Mi hijo Pablo se alegrará, sin du-


da, de tenerle á usted por compañe-
ro. Los dos,—añadió el Sr. Brether-
ton, fijando en el joven una mirada
de franca admiración, — están usté
des bien educados, y saben conducir-
se en sociedad, que es lo que á_mi hijo
le agrada.
Arjiuro se inclinó, tal vez un poco
rígidamente.
—Gracias, —dijo;—tendré el gusto
de visitar á ustedes pronto.
El Sr. Bretherton pensó, sin duda,
que esta contestación no era del todo
cordial, y siguióse una pausa; pero
después añadió con la sencilla humil-
dad que le era característica:
• —Pablo no es como yo, y no debe
usted juzgarle por mí, pues ha reci-
bido una esmerada educación, por
lo cual creo que se llevarán ustedes
bien.
—Muchas gracias, —contestó Ar-
turo con más efusión;—no dudo que
así será; mas creo que no tiene usted
ahora á su hijo en casa.
—No, ahora no; pero está en cami-
C H B S T E R : N Ü G V A ESCOCIA
no, y es probable que llegue ésta no-
che á las nueve, acompañado del jo-
ven Nunnerley. Ida ha encargado en
UN DIAMANTE ESCONDIDO —Ciertamente, ciertamente, — contestó el casa que se les dirija aquí apenas se presenten,
rector. es decir, si la señora madre de usted no tiene
—Y, sobre todo, —continuó el Sr. Brether- inconveniente en ello, Sr. Víctor, — añadió
ALICIA O'HANLON ton,—cuando un hombre llega á cierta edad, Abdon volviéndose hacia el joven.—Ahora no
como }'o. habla con nadie, y me parece que será la me-
— Es muy verdad,—replicó el rector. jor ocasión para acercarme yo á decírselo.
(CONTINUACIÓN —Temo mucho, caballero,—dijo Arturo, in- —Sí, sí: aproveche usted la oportunidad, si
terviniendo en la conversación,—que no pueda no prefiere que yo sea su embajador.
Aun antes de que le llegara el turno de es- usted incluirme en su bondadoso elogio relpec- —No, no: es inútil que usted se moleste: voy
trechar su mano, Arturo Ledsom había pensa- to á los jóvenes del país; )' como somos bas á manifestarle yo el caso, y al mismo tiempo
do, con.intuitiva rapidez de juicio, que, á pesar tante vecinos para ver nuestras respectivas le saludaré particularmente.
de sus manos coloradas, de su traje mal hecho casas cada cual desde sus ventanas, creo de Y, despidiéndose con una sonrisa, dejó á sus
y de su enorme alfiler de diamantes, elSr. Bre- mi deber excusarme por no haberle visitado compañeros, dirigiéndose hacia la Sra. Mac
therton no era tan vulgar como parecía, pues, todavía. Desgracias de familia y una ausencia Nicoll.
á su modo de ver, no podía serlo nin-
gún hombre que sonriera de aquel
modo. T
Y, á decir verdad, Arturo tenía |
razón, pues el Sr. Bretherton poseía I
la A-erdadera naturaleza y esencia de
los buenos modales, y era en el fondo (
infinitamente más caballero que su
culto hijo, que tanto se avergonzaba
de él. Bondadoso y conciliador, de
carácter franco y afectuoso al mismo
tiempo, era incapaz de,creerse supe-
rior á ningún otro ni de hablar á
nadie con doble intención, distin-
guiéndose, además, por lo cortés y
atento con todo el mundo. Abdon
Bretherton no hubiera pensado nun
ca ni remotamente en burlarse ni
criticar á ninguno por su manera de
ser ó por sus actos.
—Y bien, Sr. Bretherton,—pregun-
tó el rector, estrechando la mano del
buen hombre después de Arturo, —
¿supongo que ya le comenzará á gus-
tar más Inglaterra?
—Sí. ¡Ohl Sí, es un hermoso país,
caballero, y espero que aun me agra-
dará más.
— ¿Y la gente?—prosiguió el rec-
tor, deseoso de sacar de allí al ame-
ricano, porque su manera de hablar
le hacía gracia.—¿No le agrada á us-
ted la gente?
— ¡Ohl Sí, bastante, — contestó el
Sr. Bretherton.—Todos los jóvenes
que he visto por aquí son muy ama-
bles y afectuosos, y temo no haberles E N L.OS P A N T A N O S DE T A N T R A M A R ( N U E V A E S C O C I A )
hecho bastante justicia en este sen-
tido.
—Me alegro que se desengañe usted
así agradablemente,—repuso el rector;—pero de mi casa, me dispensarán á los ojos de us- CAPITULO XVIII
debo suponer que le agrada más á usted Amé- ted.
LLEGADA TARDÍA
rica que Inglaterra. ¿No es verdad? —No necesita usted que le dispensen,—re
—¡Oh! Esto es muy natural, y me parece puso Abdon,—y puede estar seguro de que Al retirarse el Sr. Bretherton, Arturo, co-
que todos debemos preferir el país donde nos siempre nos complacerá, caballero, recibir la locándose al lado de la señorita Mac Nicoll,
hemos criado. ¿No lo cree usted así? visita de usted cuando tenga á bien presentar- díjole en voz baja:
LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA 587

—Permítame usted acompañarla á la .S».


mesa, Dora. , fc\*
La joven se sonrió, ruborizándose ligera-
mente.
—Gracias, — contestó; — pero temo mu-
cho que mi madre tenga intención de que
usted acompañe á la señorita Bretherton.
—¿Yo á la señorita Bretherton?—excla-
mó el joven.—¡Hé aquí una cosa que me
parece mal!
— ¡Arturo, no sea usted descortés! —ex-
clamó Dora, moviendo la cabeza, pero sin
mucha severidad.
— Dispénseme usted: he sido descortés
verdaderamente; pero es porque j^o tenia
empeño en acompañar á usted, tanto más
cuanto que no son de mi agrado las perso-
nas extrañas. A decir verdad, no sé de qué
puedo hablarle.
—jNo sea usted niño, Arturo! Ya sé que
habla usted bastante bien; pero, aunque así
no fuese, no debe apurarse por tal cosa,
pues la señorita Bretherton no dejará de
proporcionarle asunto, porque siempre en-
cuentra de qué hablar.
Y, en efecto, Ida era una joven de aque-
llas á quienes siempre se les ocurre algo
que decir. Sin la menor afectación, entabló
un diálogo con su acompañante, y lo mismo
habría hecho con otro cualquiera, con tan-
ta más razón cuanto aquel día estaba de CRUZANDO E L ESTRECHO L E r»OKXiAbMBt,REAND (ISLA lifcL P R I N C I P E EDUARDO)
muy buen humor. No se necesitaba mucho
para entretener á Ida; pues, así como su
padre, divertíase fácilmente, y estaba siempre azul intenso, ó castaños? Como quiera que fue- de esta conversación era Italia, ó, más bien,
dispuesta á escuchar á todos. se, el baronet pensaba que no había visto nun- Roma, donde, por una comparación de fechas,
Es posible, sin embargo, que la circunstan ca otros como aquéllos ni semejantes; sus ob- resultaba que los dos habían estado allí en el
cia de ser su acompañante en la mesa joven y servaciones, al principio algo indiferentes, mismo mes y año. El descubrimiento de esta
bien parecido, indujese á Ida á mirarle con comenzaron á ser cada vez más animadas, circunstancia bastó para romper el hielo de la
más interés que á otro cualquiera; pero el caso porque, apenas hacía una, encontraba motivo reserva inglesa de Arturo.
es que cuando le dirigía la palabra mirábale de estudio, más agradable cuanto más durade- Con una vivacidad semejante á la de Ida, co-
fijamente, con un interés y curiosidad que no ro era. menzó á comparar notas sobre sus impresiones
trataba de ocultar, aunque con una expresión, Sin embargo, aun persistía en Arturo la idea de la ciudad de las ciudades; y no con poca sor-
según pensó Arturo, más propia de una niña de no declararse decididamente en favor de presa y admiración reconoció que la señorita
que de una mujer. Ida, y pasó largo rato antes de que se conven Bretherton no solamente conocía la historia,
¡Y qué magníficos ojos tenía! ¡Y qué igno- ciera de que la compañía de aquella joven era sino que también era muy inteligente para
rante parecía estar ella de su encanto y de su sumamente agradable. Le interesaba, por su- apreciar las obras de arte. Además de esto,
atractivo! ¡Qué evidente era que hacía uso de puesto, su aspecto personal; pero á esto se re Ida expresó tan deliciosamente opiniones nada
ellos para lo que es debido, es decir, para mirar ducía todo, y naturalmente hubiera preferido convencionales respecto á hombres y cosas,
tan sólo, y no para seducir con su expresión. estar junto á la joven que amaba. s.^ que Arturo quedó completamente deleitado.
Jamás había visto ni oído á nin-
guna mujer como ella; y, así como la
bruma ante el sol saliente, el último
vestigio de su preocupación se des-
vaneció del todo y sintió verdadera-
mente -]ue la comida terminara y
con ésta su agradable conversación.
Sus ojos siguieron á Ida cuando salía
de la sala con otras señoras, y hasta
que la puerta se cerró detrás de ellas
no recordó que ni siquiera había vis-
to pasar á Dora Mac Nicoll.
_ Asombrado de sí mismo, y algo
contrariado al hacer esta reflexión,
al entrar de nuevo en la sala, no
pensó más que en buscar á Dora pa-
ra sentarse ásu lado; pero, aun mien-
tras hablaba con ella, su mirada se
dirigía de continuo á la parte de la
habitación donde Ida se había senta-
do entre su padre y Víctor Mac Ni-
coll,
¡Pobre Víctor! Aunque había vis-
to varias veces á Ida desde aquella
tarde en que se presentó por prime-
s ra vez en Monkswood, debió limitar-
j se á tributarle su adoración desde le-
s| jos. En la profunda humildad de su
1 apasionado amor, no se aventuró
-j d nunca á manifestar más que las más
• -''" delicadas atenciones, y hasta no se
GHARLOTTETOWN, I S L A DEL P R Í N C I P E EDUARDO (CANADÁ)
atrevía á mirarla demasiado á me-
nudo, por temor de que sus ojos re-
velaran imprudentemente el secreto
de su amor.
A pesar suyo, aquellos grandes ojos de un Antes de terminar la comida, no obstante, Aquella tarde, durante la comida, se había
azul intenso y de expresión inocente, comenza- Arturo había olvidado su sentimiento por no consagrado particularmente á distraer al señor
ron á ejercer una singular fascinación en los tener de compañera á Dora, y hasta casi no se Bretherton con su conversación; y aunque lo
de Arturo Ledsom, que comenzó á mirarlos acordaba de que hubiese en la mesa más per- hizo sin idea de conquistar á Ida, poniéndose
una y otra vez como si quisiera asegurarse sonas que Ida y él: tan abstraído estaba en la en buen lugar con su padre, la verdad es que
bien de su color. ¿Eran efectivamente de un conversación que los dos sostenían. El asunto no podía haber ideado nada mejor para com-
588 LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA

placerla. La joven observaba las delicadas Ida había elegido una simple canci'ón, y el centrar tan numerosa reunión, y no hay duda
atenciones de Víctor; pues, por más que habla- hecho de que tocara sin papel de música á la que al joven artista le hubiera complacido la
se con otras personas, nunca perdía de vista á vista pareció á todos más mérito. Su voz co- ausencia de uno ó dos de los concurrentes.
su padre, y así pudo notar que el Se. Brether- rrespondía á su belleza, como Carlos Nunner- Después de cesar el movimiento por la en-
ton estaba muy satisfecho. Agradecida por lo ley había dicho ya, y, aunque no muy podero- trada de los recién llegados, Pablo Bretherton
que consideraba como una justa apreciación de sa, era dulce y muy bien timbrada, capaz de se vio sentado detrás de la señorita Courte-
los méritos de su padre, ahora fijaba en el jo- las más exquisitas modulaciones. ney, en una especie de diván. Según hemos
ven una mirada de aprobación y de amistad, Si hubiese faltado algo para que la pasión indicado ya, el joven artista era sincero admi-
que llevó á Víctor al séptimo cielo del de- de Víctor llegase á su colmo, lo habría tenido rador de la belleza, y, en aquel momento, Es-
leite. en el encanto de aquellas dulces entonaciones, ter, con sus ojos garzos, su cabello ondulado
Muy pronto se sirvió elj te, y alguien pidió salidas de los labios de la mujer que amaba; y y su color pálido, estaba, en realidad, intere-
música. hasta que su canción terminó estuvo detrás de sante, pareciéndole á Pablo verdaderamente
La primera que accedió á esta demanda fué la banqueta de Ida, inmóvil y como clavado en bella, por lo cual sintióse dispuesto á mostrar-
la señorita Ester Courteney, que con mucha el suelo. se amable con la joven dama

David Murray: SOL, i^üL M O K l £

brillantez, aunque con poco sentimiento, tocó Alguna otra persona había sentido también Con este objeto comenzó á dirigirle la pala-
una difícil composición clásica. Víctor, que á la influencia de aquellas armoniosas notas. Un bra, hablando de su última visita á Londres.
disgusto suyo había abandonado su rincón, se bardo inmortal ha dicho que la música era Dijo que se había divertido allí mucho; que le
encargó de volver las hojas del cuaderno. "aliment-" del amor", y Arturo Ledsom no era agradaba esta ciudad, considerándola como
El Sr. Courteney observaba entretanto á su nada insensible á su encanto. Su afecto á Dora una de las mejores de Europa, sin exceptuar
socio desde una silla inmediata al piano, para Mac NicoU se había estimulado más de lo que París, y añadió que Inglaterra era, en su con-
ver si notaba en él alguna señal que pudiese él creía por el hecho de que ella también can- cepto, tomada en conjunto, el más hermoso
justificar la esperanza en su propósito favori- taba con mucha dulzura; pero su voz no tenía país que conocía.,
to, es decir, el casamiento de los dos jóvenes; la extensión ni el timbre de la de Ida; y cuan- Ester escuchaba algo distraída, y, evidente-
pero el resultado de sus observaciones le puso do á invitación suya cantó su composición fa mente, su patriotismo no era bastante elevado
de mal humor; y cuando su hija acabó de tocar vorita, Arturo pensó que no lo había hecho para que le agradase este panegírico de .su
dirigióse al otro extremo de la habitación sin nunca con tan poca expresión ni con tan escasa país natal.
ocultar su disgusto. voz; de modo que no sintió que se produjera Con un poco menos de entusiasmo, Pablo
Entretanto, contestando á una pregunta de una interrupción que obligó á D o r a á cortar su continuó, y dijo que estaba pensando en alqui-
la dueña de la casa, la señorita Bretherton canto cuando ya faltaba poco para concluir. lar una habitación en uno de los principales
había confesado que, si bien era muy pobre La interrupción fué debida á la entrada de barrios de Londres, á fin de que le fuera posi-
instrumentista, en cambio cantaba un poco, y Sr. Pablo Bretherton y de su amigo Carlos ble ir á la ciudad á pasar algunos días cuando
sin que la instasen ocupó el asiento de Ester Nunnerley. Después de comer en Monkswood, se le antojase.
ante el piano. Naturalmente, curiosos por sa- al llegar de Londres, los dos jóvenes, cum- —Sin duda, piensa usted tal vez en dedicar-
ber cómo desempeñaría su cometido, todos se pliendo con las instrucciones dejadas allí para se al estudio para adoptar alguna profesión,—
dispusieron á escuchar con la mayor atención, ellos, se habían dirigido desde luego á la casa observó Ester.
y un minuto después el silencio profundo de los de los Mac Nicoll. No esperaban, sin embar- — ¡Oh! No, — contestó Pablo, — no necesito
que allí estaban demostró el general interés. go, ó por lo menos Carlos lo declaró así, en- ninguna profesión. ¿Por qué me había de ca
LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA 589

lentar la cabeza en tal cosa, no haciéndome debo decir que, en mi concepto, pocos pensa- aparentando sorpresa, las últimas dos palabras.
falta para nada? Si deseo trabajar, segura ran como yo. —¿Señorita Courteney?
mente no faltará qué hacer, tan sólo recorrien- Ester se inclinó ligeramente, preguntando —Ester, quiero decir,—contestó Carlos, ba-
do nuestras granjas aquí y en América. después de una pausa: jando la voz.
—Es muy verdad, — contestó Ester con su- —Y ¿cuándo se propone el Sr. Nunnerley —¿Tendrá usted la bondad de darme alguna
prema indiferencia. comenzar su obra? explicación, si le es posible hacerlo?—murmu-
—Si quisiera hacer algo,—continuó el joven, A Ester le parecía que Carlos había dado ró Ester en el mismo tono, y tomando un gra-
—más bien me dedicaría al arte. Los artistas principio ya, ó que, por lo menos, hacía un es- bado de manos del artista como para exami-
de Londres viven muy alegres. tudio preliminar del asunto. narlo.
—¿De veras? Después de permanecer algún tiempo cerca —¿Explicación? — repitió Carlos.— ¿Acerca
—Sí: mi amigo Carlos me presentó en su de Ida, había aprovechado una oportunidad de qué?
club, formado en su mayor parte por artistas para acercar más á ella su silla, ayudando el —¿Necesita usted preguntarlo? No me ha
jóvenes, y no creo haber encontrado gente más movimiento la joven americana; pero se apar- escrito desde que regresó de Suiza, y cuando

J. Mac Whirtes: t»NA BAHÍA ENJCASyTIERRAS ALTAS DE ESCOCIA

divertida, por más que algunos de ellos, según tó como para hacerle sitio, y saludóle con una usted se hallaba allí, tan sólo me dirigió un''-.
presumo, no estén muy sobrados de metálico. sonrisa de bienvenida. A esto se siguió un ani- especie de esquela muy corta y fría. ¡Qué di-
Sin embargo, hay compensaciones, y el traba mado diálogo. Sin embargo, Carlos, que había ferente de todas las demás cartas! ¿Qué signi-
jo no deja de producirles. dirigido continuamente furtivas miradas á Es- fica esto, Carlos?
—¿Y ha hecho el Sr. Nunnerley algunos cua- ter Courteney, y que cada vez observó que te- — Y ¿por qué ha de significar algo?—pre-
dros de mérito? nía los ojos fijos en él con expresión fría y al- guntó el joven tranquilamente.—¿Qué se le ha
—Siempre hace alguno cuando encuentra tiva, comenzó á estar visiblemente inquieto y metido á usted en la cabeza, Ester? Eso es una
un buen modelo. Como quiera que sea, ahora confuso. Entonces se levantó y acercóse á Pa- ilusión, una presunción de usted.
tendrá uno bastante hermoso, si se me permi- blo; pero no intervino en la conversación, si — ¿Lo cree usted así?
te decirlo así, pues debe hacer el retrato de tal podía llamarse el hecho de hablar uno solo, —La manera de mirarme usted hace un mo-
mi hermana mientras se halle en esta locali- contestándole Ester con monosílabos de vez en mento me ha inquietado, se lo aseguro á usted.
dad. cuando. — ¿De veras? No lo extraño.
—¿Es posible?—exclamó Ester. Poco después, cansado de sus inútiles tenta- Carlos miró varios grabados, cogiéndolos
Y un ligero rubor coloreó sus pálidas meji- tivas para interesar á Ester, y picado en su con mano nerviosa, antes de contestar, y des-
llas; pero desvanecióse casi al punto. amor propio por su evidente indiferencia, á pués dijo:
— Si la pintura hace justicia á la señorita pesar de los atractivos que él creía tener, Pa —No podemos hablar aquí, Ester: le escri-
Bretherton, indudablemente será un hermoso blo se levantó y despidióse, siendo reemplaza- biré.
Henzo,—observó con frialdad. do, casi seguidamente, por Carlos, que ocupó —¿Al correo, según costumbre?
A Pablo le satisfizo, al parecer, esta contes- el sitio vacante, y, abriendo una cartera que -Sí.
tación. llevaba en la mano, preguntó; —Y ¿cuándo nos veremos?
—¡Oh! Sí,—replicó, dirigiendo una mirada •—¿Ha visto usted estos grabados, señorita —Muy pronto. ¿Quiere usted que fije la hora
de cariño á Ida;—su belleza no es del género Courteney? y el sitio en mi carta?
que yo admiro; pero, aunque sea su hermano. La contestación de Ester se redujo á repetir, Ester murmuró una afirmativa, añadiendo
590 LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA

después con voz alterada, mientras que la ex- partida de recreo organizada por la Sra. Pe- autoridad la construcción de un faro en aque-
presión de sus facciones parecía haberse dulci- rriam y la señorita Courteney. llas rocas; mas todavía estaban peligrosanien-
ficado: Estas señoras habían enviado invitaciones te descubiertas y sin señal ninguna para evitar
—¿Sigue todo corriente entre nosotros? ¿No al día siguiente de la comida de Mac Nicoll, y, que nadie se acercara. Después de la excur-
hay ninguna novedad.-" según el programa dispuesto, los invitados de- sión, la partida debía ir á Elfinbank, á una pro-
—Si no está todo corriente, lo arreglaremos bían de reunirse á las diez de la mañana en piedad del Sr, Courteney, y, á fin de celebrar-
cuando nos veamos, querida Ester,^—
contestó Carlos.—Puede usted estar
segura de ello.
CAPITULO XIX
L A S ROCAS D E GOBLIN

U n a semana habría transcurrido


después de la reunión familiar celebra-
da en casa de los Mac Nicoll. Ida y Pa-
blo estaban de pie en el pórtico de la
casa de Monswood, y enfrente de ellos
veíase una carretela abierta, junto á
la cual se hallaba un lacayo, retenien-
do por la brida un hermoso alazán.
— Ya debíamos estar fuera, Ida, —
dijo Pablo, consultando su reloj;—son
cerca de las diez. ¿Dónde puede estar
Carlos? Voy á subir á su habitación
para traerlo aquí de una vez. Espera
en el coche.
Obediente á su indicación, Ida se
acercó al carruaje; pero cuando ya te-
nía el pie en el estribo, recordó de
pronto vagamente haber visto á Car-
los Nunnerley entrar en el taller. La
familia había comenzado á designar
con este nombre una salita que el jo-
ven había elegido para pintar á causa
de su buena luz.
Bajando del estribo, Ida corrió ha-
cia un ángulo de la casa, y miró por la
ventana baja de la citada salita.
Sí; allí estaba Carlos de pie, delante
del bastidor en que reposaba el retrato
sin concluir de la hermosa joven; y
mucho faltaba para terminarlo, pues
aunque durante la última semana Car-
los había dedicado muchas horas cada
día á su trabajo, éste progresaba con
mucha lentitud.
Con intención de tocar en los crista-
les, Ida levantó la mano; pero antes de
llamar vio una cosa que la hizo bajar
el brazo como si hubiera recibido un
golpe y que la indujo á retirarse rápi
damente de la ventana. De pronto,
mientras que Ida miraba á Carlos, que
estaba vuelto de espaldas, el artista.se
había inclinado para estampar una se-
rie de apasionados besos en el frío é
inanimado lienzo que tenía ante sí.
Pero el original del rostro que acá
baba de recibir tan ardiente caricia no
tenía nada de inanimado, pues al reti-
rarse Ida ligeramente de la ventana,
sus mejillas se habían cubierto de ar-
diente rubor, como si aquellos besos la
hubiesen tocado á ella. Estaba poseída
de asombro también, y en los primeros
momentos indignada; mas, á pesar de
su aparente cóíera, Ida experimentó
un sentimiento de gratitud, y muy pron-
to comprendió que no era su enojo tan-
to como ella creyó en un principio. Ya
presumía que era admirada de Carlos,
pues su conducta lo demostraba clara-
mente; y ahora aquel acto impulsivo
de artista había sido para ella una
revelación que hasta cierto punto le inspiraba casa del Sr. Courteney, desde donde irían en se mejor la fiesta, ésta concluiría con nu baile.
temor. No podía decir aún de qué otro modo coche y á caballo, á un lugar conocido con el Era la última semana, ó, mejor dicho, el úl-
la afectaba; pero en las profundidades de su nombre de "Gruta de Shelviny", situada á timo día del mes de septiembre; pero el tiempo
corazón sentía algo como un secreto placer, unas diez ó doce millas de distancia, y que era había sido magnífico últimamente, sintiéndose
aunque con éste se mezclara mucho de sor- el punto más próximo á la orilla del mar. El verdaderamente calor, y aquel día prometía
presa é irritación. sitio era muy retirado; pero en un pueblo pró- ser tan bueno como sus predecesores. Cierto
Inmóvil un momento, Ida trató de reponer- ximo había una posada bastante buena que que se notaba una ligera bruma en los campos
se, y des pues, corriendo hacia el carruaje, to- hacía las veces de fonda. La partida se propo- y el bosque; pero á cada momento los dorados
mó asiento en él. Muy poco después llegaron nía visitar en bote una isleta, ó más bien una rayos del sol la atravesaban con más fuerza, y
Carlos y Pablo, saliendo de la casa en compa- serie de arrecifes de curiosas formas, á los era fácil de ver que aquella bruma anunciaba
ñía del Sr. Bretherton; y á los dos minutos el cuales se había dado el nombre de "Rocas de tan sólo un día magnífico.
coche arrancó, sentándose Carlos frente á Ida, Goblin." En tan temprana hora, sin embargo, el aire
mientras que Pablo seguía á caballo. Como más de un buque había naufragado era fresco y hasta un poco frío, tanto que Ida,
Los tres jóvenes iban á reunirse con una últimamente en ellas, habíase propuesto por la cuando el carruaje se acercaba á la casa del
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Sr. Courteney, cubrió sus hombros con una ral, sino por una singular inquietud y desaso- que la Sra. Perriam había mandado preparar
manteleta que llevaba prevenida. Carlos se in- siego cuya causa no quería averiguar. Durante y luego se emprendió la marcha en dirección á
clinó para ayudarla; pero la joven rehusó su la semana transcurrida desde su presentación la playa, distante una media milla, donde to-
auxilio con digna frialdad, y entonces el artis- á los Bretherton había hecho dos ó tres visitas dos se embarcaron en dos grandes lanchas,
ta se recostó en los almohadones con aire sor- á la casa Monkswood, y en una de ellas fué dispuestas al efecto. El mar estaba sereno y
prendido y disgustado. invitado á comer y pasar la tarde allí. ¡Cosa tranquilo; en su extensión azul tan sólo se
El artista había notado ya un cambio en los extraña, á cada visita acrecentábase su in- veían acá y allá algunas ligeras rompientes, y
modales de Ida, que le manifestaba de pronto quietud, sin que la pudiese dominar! ¡Y, no la brisa era bastante continua. Una de las lan-
una reserva singular, y esto preocupaba á obstante, qué dulces habían sido para él aque- chas, la primera que recibió pasajeros, estuvo
Carlos, porque no podía explicárselo. Durante llas horas! ¡Qué interesante le había parecido pronto |á respetable distancia de la pequeña
el almuerzo, aquella misma mañana, Ida había estudiar al Sr. Bretherton como á nuevo tipo bahía; la segunda debió detenerse, aunque no
hablado y reído con él franca )' alegremente, de la humanidad, y descubrir en él uno por mucho, por haberse desarreglado alguna cosa
según su costumbre, mas ahora apenas le mi-
raba. El cambio era incomprensible para Car
los, y, algo abatido, comenzó á pensar en qué
podía haber (altado á la joven, pues realmente
parecía estar resentida. A cada momento se
convencía más de ello, pues, además de su re-
serva, observó que hacía todo lo posible para
que su hermano permaneciese lo más cerca de
ella que fuese posible, como si deseara no estar
del todo sola con el artista, cosa en que no ha^
bía tenido nunca inconveniente hasta enton-
ces. Su educación americana, no menos que su
carácter sencillo, alejaban de Ida toda idea de
coquetear; y, sin ir más allá, había estado la
semana última muchas horas sola con él, con
motivo del retrato, mientras que trataba de
trasladar al lienzo la expresión de sus faccio-
nes. ¡Oh! ¡Qué dulces horas habían sido aqué-
llas para él, y cómo las recordaba!
Pero Carlos no creía haber dado á conocer
sus sentimientos. ¿(Juál era, pues, la causa de
aquel curioso cambio que la transformaba tan
completamente? El joven artista hubiera pre-
guntado de buena gana cuál era el motivo;
pero no se atrevió. A pesar de su dulce carác-
ter y -de su infantil candidez, había en ella
cierta dignidad que la resguardaba como un
escudo.
Ningún joven, sin embargo, llevado de su
admiración ante tanta gracia y hermosura,
había osado jamás fijar en ella una mirada de-
masiado atrevida, ó permitirse abiertamente
una lisonja; y cierto instinto aconsejó á Carlos
no hacer aprecio de la repentina cortedad de
la joven, á quien se proponía tratar ahora con
doble respeto.
Diez y ocho ó veinte eran los convidados á
la excursión campestre, y los más de ellos se
habían reunido en el Elfinbank antes de la lle-
gada de sus nuevos vecinos de Monkswood.
Delante de la puerta había una especie de óm-
nibus, al que habían subido ya varias perso-
nas, y además dos carruajes más pequeños
pertenecientes al Sr. Courteney, lo cual era
bastante para que todos se acomodaran. Dos
ó tres caballeros, sin embargo, además de Pa-
-¿Qué significa esto, Carlos?
blo Bretherton, habían preferido ir á caballo.
La marcha no comenzó sin que precediera una
breve confusión para ocupar cada cual' su pues-
to, buscando los compañeros favoritos; pero uno los rasgos de aquel noble y sencillo carác- en el aparejo, y cuando, al fin, siguió, la otra
cuando los vehículos se pusieron en movimien- ter que elevaban al anciano á tanta altura en se hallaba ya á considerable distancia.
to, el que más satisfecho quedó, sin duda, de su estimación! ¡Y qué agradable también te- Además de las Rocas de Goblin, que eran
su elección fué Víctor Mac Nicoll, pues encon- ner sobrado motivo para desechar la ridicula principalmente notables por su curiosa confi-
tróse en el mismo carruaje con Ida Bretherton preocupación concebida en un principio contra guración y su manera de surgir bruscamente
y otros dos amigos que debían alegrarse de ir la señorita Bretherton! ¡Cómo se reía ahora de las profundas aguas que las rodeaban, tra-
así juntos durante el viaje. Eran Dora y Ar- de sí mismo por haber experimentado seme tábase de llegar á otra que se elevaba perpen-
turo Ledsom; pero la verdad es que ni ella ni jante sentimiento por una joven cuyos atracti- dicularmente desde la orilla, no lejos de las de
él se daban por muy contentos. vos físicos correspondían á su encantadora Goblin. En esta roca, singularmente retorcida
Durante los últimos días, una vaga inquie- sencillez y á su dulce carácter! Mas, después de y en sxtremo accidentada, había una extensa
tud preocupaba á Dora, no precisamente por- todo esto, después de conocer á tan bellas per- gruta, en la cual no era posible entrar sino du-
que Arturo no hubiese terminado la interrum- sonas, ¿por qué Arturo Ledsom experimenta- rante las mareas anormalmente altas, cuando
pida declaración, sino por otra cosa que podía ba tanta inquietud.y agitación? ¿Por qué cuan las aguas del mar, que cada día bañaban el pie
ser mucho más grave. A Dora le parecía que do antes le sonreía el porvenir, le parecía de la roca, se elevaban casi hasta su entrada.
el baronet había cambiado, pero de una mane- ahora que su existencia era triste y monó- Asegurábase que dicha gruta había servido en
ra indefinible que ella no acertaba á expresar tona? otro tiempo para depósito á los contrabandis-
con palabras, por m.ás que le impresionase pro- Arturo resolvió que sus reflexiones no se fi tas, que, sin duda, elevaban hasta ella por me-
fundamente. ¿Sería que, en realidad, no la jaran en este fenómeno, y no quiso tampoco dio de cuerdas sus géneros ilícitos, y también
amaba ya? Esa pregunta comenzaba á darle ya explicarse su significado; mas no J3or eso se existía una tradición, según la cual aquella
mucho que pensar, y repetíala en su interior daba menos cuenta de lo que pasaba en su in- gruta exterior se comunicaba por una pequeña
con dolorosa pertinacia. ¡Tan segura estaba terior. Durante la excursión de aquella maña- abertura que podía dar paso á un hombre,
antes de que él la amaba, como ahora de que na seencerró en un silencio persistente, mien- arrastrándose, con otras cavernas que llegaban
ya no sentía nada por ella! Y, sin embargo, iba tras que Dora, por el contrario, mostrábase á larga distancia en el corazón de la roca. Nin-
a l a casa con la misma frecuencia de antes; alegre y hablaba mucho más que de costum- guno de los tres robustos pescadores que re-
dispensábale iguales atenciones }'... ¿Dónde bre; pero un observador atento hubiera reco- maban en la segunda lancha, según confesaron
estaba, pues, la diferencia? Dora no podía ex- nocido en aquella alegría algo febril y for- ellos mismos, había tenido la curiosidad de ex-
phcarlo; pero lo sentía y padecía. zado. plorar la serie de cavernas, ni conocían tam-
En cuanto al joven Arturo, también lesuce* Muy poco después de llegar los convidados poco en la vecindad á ninguno que lo hubiese
día algo por el estilo, no por ningún dolor mo- al sitio señalado, se sirvió la delicada comida intentado. fSe continuara)
592 LA ILUSTRACIÓN IBÉRICA

LAS ÚNICAS CASAS ENCARGADAS DE^RECIBIR ANUNCIOS'EXTRANJEROS PARA ESTE PERIÓDICO SON:
París.: L'AGENCE HAVAS, 8, place ds la Bourse. Madrid: la SOCIEDAD CJENEEAL DE ANUNCIOS DE ESPAÑA, Alcalá, 6 7 8

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En todas las BUENAS PERFUMERÍAS, t°'ia«,-
FARMACIAS y DROGUERÍAS. °
sino un verdadero estudio científico, que se remonta á las más elevadas
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fruto de sus profundas investigaciones bajo u n aspecto t a n ameno, que
admira la manera cómo ha podido presentar en forma t a n graciosa y casi
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dernado en tela, 7'50 ptas.

" f REDUCCIÓN OE ^ H I S T O R I A DE LA C I V I L I Z A C I Ó N ^
por Carlos Mendoza
ten tamiUa aat »ñ»a—t para tomtatir ti utrtUímítittt / purgoñ «M taatUai j ttt eáuaat. Esta obra, única en su género en España, constituye un completísimo
cuadro del estado de la civilización en todos los pueblos, estudiados en su
medio y su raza, en su historia, en su lengua, en sus creencias religiosas,
instituciones, usos y costumbres, ciencias, industria, literatura, arquitec-
tura, bellas artes, artes industriales, comercio, etc., etc.—Un tomo en-
cuadernado en tela, 7'50 ptas.

-^LA H I S T O R I A DE LOS C I E L O S ^
GLYCERINE
Basta, usarla, una, vez para adoptarla.
por Roberto Stawell Ball
No hay que confundir la admirable obra del astrónomo real de Irlanda
con ciertos libros destinados á la vulgarización de la astronomía: el autor
ha prescindido de toda imaginación y fantasía, creyendo que con hechos y
cifras resultan inútiles los epítetos. «Los hechos son los que alaban y la
GELLÉ FRÉRE manera de contarlos». Robeito Ball cuenta bien, á guisa de sabio que no
6, Avenue d e l'Opéra, 6 se desdeña de poner la ciencia al alcance de todos. Cuenta con sobriediid,
sin hojarasca, y dice todo lo que conviene. El éxito fabuloso alcanzado en
Inglaterra por esa obra, cuya 20." edición acaba de publicarse, constituye
su mejor elogio.—Un tomo encuadernado en tela, 7'50 ptas.

B ü ü l i A N T O DB U N A HIJA -^ « LOS HOGARES F R Í O S « ^^


A KBAL EL CUADERNO por A. Sánchez Pérez
Contra el E S T R E N I NI I E N T O El nombre del autor, uno de los maestros en el habla castellana, basta
y sus oonseoaenolas. — VERDADEROS
para recomendar el mérito de esta producción, ilustrada con preciosos di-
R. MOLINAS, EDITOR GRANOS.eSALUO.,DFRANCK bujos de Picólo.—Un tomo encuadernado en tela, 5 ptas.

-^ LA REVOLÜCiÓli F R A N C E S A : ^
rCuración se^urTderÉsTfTÉ^ÍMÍEÑTO"*I por Alfredo Opisso
» La Revolución Francesa ha tenido muchos historiadores; pero pocos
6 habrá que hayan demostrado la imparcialidad que el autor de la que anua-
I
i ciamos. No se t r a t a para él de alabarlo ni de darlo todo por perverso y
I malo, sijio de explicar los hechos y de sacar del pasado una lección para
í Estreñimiento tenaz í
lo futuro.—Un tomo encuadernado en tela, 7'50 ptas.
! A t o n i a del I n t e s t i n o E n f e r m e d a d e s del H í g a d o '
« Almorranas E m b a r a z o de E s t ó m a g o j ->: C U E N T O S L A R O 0 S Y C O R T O S ^-
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originales de los mejores a u t o r e s
D oEl os rt er es ñ d
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e na tboe z a Gontiénense en este tomo multitud de cuentos de la más extremada no-
Náuseas duraiuft !a PreTíez y la lactancia

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una C A J A de E N S A Y O , A toda]
vedad, originales de los primeros autores de Europa, pudiendo asegurarse
que ni uno solo de ellos deja de ser una verdadera joya literaria dentro de
lo que se llama el modernismo.--Va tomo encuadernado en tela, 6 ptas.

• ^ M i W MB^BI •IH^^IH^BI • ^ • • ^ ^ ^ ^ • Í H ^ <Mtru;ehasUlaiRaicMelVeIlod;lro>tradaI>id>mai(Barb*,Blcot«,eto.), liiQídiigg^


^MnmK E ^ V I I mk'M • ' • I ^ V E • • • • G B E ^ V P«l%r°r»aelcutia.50ABosdeÉxito,Tm>naretd>te>Umomo>rirantitMlaea;;a¡cU(fi
• P l l I Mi • • • • • • H I W 1 1 1 k V V W V f i l ñ a p a r á loibraxoi emplíeie el PILI VORE. DLSé&R, I, roe J.-J.-RoaH«a, Fkff».

AUMI.MSTRACIÓN: RAMÓN MOLINAS, EDJTOR: PLAZA DE TETUÁN , NÚMERO 50. — BARCELONA <««««<«««C«':«'S.-',
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