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LA HISTORIA OLVIDADA DE LAS MUJERES ESCRITORAS

Empieza Clara Janés su Guardar la casa y cerrar la boca con dos citas. Una, la primera que vemos y que nos recibe
antes de que empecemos a leer, es un fragmento de un texto de Fray Luis de León, ese que da título al libro. “Porque
así como la naturaleza hizo a las mujeres para que, encerradas, guardasen la csa, así las obligó a que cerrasen la
boca”. La siguiente está firmada por Rosa Chacel y cuestiona, muchos siglos después, uno de los axiomas que
durante siglos marcaron a cómo se cuestionaba todo sobre la mujer. “¡Que lo femenino es lo Otro! Pero ¡divinos
cielos”, ¿cuál es el hecho histórico que lo demuestra? ¿Cuál es el texto que lo deja entrever?”.

Las mujeres se han quedado a lo largo de los siglos como una especie de nota a pie de página, como el reflejo
distorsionado al otro lado del espejo de lo que hacían los otros, los hombres. Los hombres eran los que luchaban, los
que hacían historia, los que la escribían. Aunque lo cierto es que en la Edad Media, por ejemplo, ya había mujeres
que luchaban (Janés cita unos cuantos ejemplos de órdenes de caballería femeninas y de mujeres guerreras) y, por
supuesto, había muchas mujeres que escribían. Puede, eso sí, que hayan pasado a la historia de un modo
difuminado, de una forma que ha sido eclipsada (aunque ahora ha llegado el momento de recuperarlas). Pero lo
cierto es que aunque olvidada hay una historia de mujeres escritoras. El libro de Janés permite, en parte,
recuperarla. Janés no se ha centrado en todas esas escritoras que todos conocemos y en todos esos ejemplos
recurrentes de autoras que suelen aparecer en los manuales de historia literaria. En este breve libro (aunque
intenso) no están ni las Brontë ni Jane Austen ni todas esas escritoras que revolucionaron la literatura (occidental).
Janés se remonta a épocas más remotas y a literaturas que muchas veces hemos olvidado, pero que son el ejemplo
de que la historia de las mujeres escritoras es tan antigua como las letras.

Porque… ¿no es acaso una mujer la primera escritora (el primer autor, se mire con o sin cuestiones de género en
juego) de la historia literaria? La primera voz literaria de la historia es Enheduanna, una sacerdotisa acadia que
escribía 2.500 años antes de Cristo. “Esa primera poetisa”, nos cuenta Janés en Guardar la casa y cerrar la boca, “en
el recinto del tempo, emitía su voz fuerte y solemne para imponerse a un entorno receloso y, a veces, hostil”. Poco
sabemos de ella y hasta hace poco no se sabía nada sobre su existencia. Fue un explorador británico quien encontró
un disco de alabastro en 1926 que puso sobre la pista de Enheduanna, hija de un rey y suma sacerdotisa y
enfrentada a los sacerdotes del templo.

Entre Enheduanna y las primeras escritoras de las que todos tenemos constancia (como puede ser la griega Safo) hay
mucho más que simple vacío. Como nos cuenta Janés, tanto en China como en la India había mujeres produciendo
textos literarios varios siglos antes de Cristo. En el caso del Lejano Oriente, las autoras se vieron beneficiadas por una
cuestión. La escritura culta se realizaba siempre en caracteres chinos (algo que no cuajaba bien con el coreano o el
japonés) y las mujeres (que eran consideradas incultas) eran las que podían escribir con un sistema alfabético
ajustado a su idioma. Eso hizo que sus poemas fuesen mucho más dinámicos (y quizás más atractivos) que los de sus
colegas varones. Y en muchos de estos países eran las cortesanas las únicas que recibían – curiosamente –
educación, lo que hizo que fuesen mujeres más libres y formadas y que pudiesen dejar una huella literaria.

A medida que nos vamos acercando a lo más próximo geográficamente, también es posible encontrar ejemplos de
autoras. De Grecia nos llegó, por supuesto, Safo y sus poemas y también algunos restos (o el saber que lo estaban
haciendo) de las hetairas (cortesanas de alto nivel que tenían cultura). Es en Grecia también donde aparece una de
las primeras filósofas, Hiparquía.

Poco queda de las autoras de Roma, pero lo cierto es que las mujeres romanas (a pesar de que solemos asociar
cultura a Grecia) estaban muy formadas y tenían acceso a la lectura y la escritura y a ciertos derechos (más que las
griegas). “Las niñas romanas de familia acomodada iban a la escuela, con los niños, hasta los doce años”, escribe
Janés, “y después, si el marido o padre lo autorizaba, seguían estudiando con preceptores que les enseñaban a los
clásicos”.

¿Qué pasó tras Grecia y Roma y hasta que llegó la edad moderna? Las mujeres no desaparecieron como autoras en
la Edad Media, de hecho en el mundo árabe las mujeres eran autoras. La España musulmana tiene varios ejemplos y
las andaluzas de ese momento tenían “posibilidades múltiples” a su alcance. Y además sus poemas, como nos
muestra con varios ejemplos Janés, eran de una modernidad asombrosa: estas poetisas no sometían sus palabras a
limitaciones. Eran de lo más desenfadas. Y mientras en el mundo cristiano las mujeres también escribían. Se pueden
encontrar a mujeres entre los trovadores. Escribían de amor, como era la cuestión del momento, pero también de
otras cosas.

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