Está en la página 1de 49
Bi blots Cs LoG ta nites a Gibbs Ace; Artioded I MARISTELLA SVAMPA EL DILEMA ARGENTINO: CIVILIZACION O BARBARIE. TAURUS CaPiTULO 1 LAS FUNCIONES DE CIVILIZACION Y BARBARIE EN EUROPA 1. EL BINOMIO “CIVILIZACION-PROGRESO” De manera general, puede afirmarse que la imagen “Civili- zacién o Barbarie” constituye una metéfora més 0 menos recu- rrente del lenguaje politico. Esta funci6n primera nos remite em- pero al lugar que el binomio"*Civilizacién-Progreso” ocupa en la historia de las ideas en la época moderna, y su vinculacién al mito de la barbarie, a partir de fines del siglo xvi. rel marqués de Mirabeau', tuvo un lugar eminente entre las Tiras imigenes que han auavessdo Te Gea moderna. Pron ‘mente, el vocablo designaré algo ms que un proceso creciente d refinamiento de las costumbres, para integrar dos acepciones: “Por un lado, el concepto indicard el roceso “el cual la humanidad habia salido de la barbarie original, diri- “gigndose_por_la_via del perfeccionamiento coleetivo ¢ ininte- rrumpido. Por otro lado, Ja noci6n apuntaré a definir un “estado” “de civilizaci6n, un “hecho actual”, que era dable observar en cier- tas sociedades curopeas. Sentido diacrOnico el primero, vision sincr6nica la segunda, confundidas, entremezcladas, pero disimi- les en sus consecuencias, ambas confirmaban el nacimiento de tuna nueva concepcién de la historia, la idea de un dinamismo universal, de un progreso que unia al género humano, més alli de las fronteras geograficas. 1, Fue Emile Benveniste quien precis6 el origen del vocablo “civiliza- cidn", en st libro Problémes de Linguistque Générale, complementando elestudio de]. Fevre, “Civilisation, évolution d’un mot etd’un groupe d'idées", Véase Philippe Beneton, Histoire des mots. Culture et Civilisa- tion, Paris: PUE, 1975, p. 83, 7 -MamisteL.a Svanra, Dicho concepto tuvo mayor fortuna asociado a otras ideas, como las de “perfectibilidad” y de “progreso”, con I ampliara el universo de sus significaciones, sino que “se cargara también de una aureola sagrada, que lo hard apto tanto para refor- Zar los valores religiosos tradicionales, como, en una perspectiva inversa, para suplantarlos"?. Dos vertientes divergentes parecen asi configurarse prontamente: la que apostara al binomio civiliza- ci6n-progreso como ideal sobre el cual podra fundarse una ent- presa revolucionaria que enfatizar4 el rol del agente de ese proce- s0 (como es el caso en la Revolucién Francesa, las revoluciones hispanoamericanas o la revolucién, sin més), y aquella otra que identificara la nocién con un estado actual de cosas, con la defen- sa de la “civilizaci6n” establecida, encarnada por una sociedad de- terminada’. La idea de progreso, por otro lado, implicara, desde sus co- mienzos, el pasaje de la trascendencia a la inmanencia, de la ver ‘Gealidad-a Ie horizontalidadl, o, en otros termings, la manclpa _£i6n_del devenir humano de todo imperative trascendente, la _ disociacién del “orden de la cultura en relacion al orden nats- ral". Si en los siglos xvil y xvill se asistira al debate en torno a la_ nocin de Progreso, en cl siglo XIX la crecncia iniegrard ya sin iscusiones el universo mental de los hombres®, Producto de un_ largo y no menos dificil proceso, la idea no s6lo hallara sus fuen- tes en el desarrollo de la ciencia moderna sino también en el sur- 2 Jean Starobinski, “Le mot civilisation”, pp. 18-51, en Les Temps dela Ré- ‘fesion, obra colectiva, Paris: Gallimard, 1988 (consagrado enteramen- teal desarrollo de la naciGn de “civilizacién" y sus diversos aspectos) 3. Asi, por ejemplo, en un mismo afio, 1871, Thiersy Victor Hugo se ser- virin de ella para desarrollar ideas opuiestas: "Uno asocia civilizaciény izacion y revolucién”. P. Beneton, Histoire des mots. Culture et Civilisation, ob. cit, p. 4. 4. Georges Gusdorf, Les princes dela pensée au see des Lumiares, Paris: Pa- yot, 1971 (vol. Les sciences humains ela pensée occidental), p.316. 5. G.Gusdorf, ob. cit, p. 319. 6. “Todo sucede como si el debate en torno ala idea de progreso, ei los siglos xvi y xvi, radujera al nivel de la reflexi6n, el lake of, el arran que de Ia civilizaci6n occidental en la via del desarrollo cientificoy técnico, del cual Bacon aparece como el Julio Verne, con un buen glo de anticipacién sobre el acontecimiento” (Gusdorf, ob. cit, pp. 825-826) [EL DILEMA ARGENTINO: CIVILZACION 0 BARBARIE gimiento del racionalismo y la lucha por la libertad politica y re- ligiosa’. ee Generalizada y monopolizada por ls Luces, ia necién funda. @losofla de Ja hisioria, dentro de Ta cus “eradefinido menos en érminos de animal racional (sentido avisto- ‘Wlico) y mas como. ible, En ello coincidiran pensado- Tes de inspiracién tan lejana como Jean-Jacques Rousseau y Auguste ‘Comte’, El progreso condensaré asi la creenciaen la perfectibilidad humana (y con ello la confianza en que las leyes y las instituciones podian moldear el caricter de los hombres), y en la unidad del gé- nero humano, expresada en la idea de la cooperaci6n entre los hombres (cuya traduccién sera la solidaridad econémica y, atin ‘mas, el dogma de la divisi6n internacional del trabajo). yuizd como nigiin otro fue Francois Guizat, “el Gramsci de Quiz como nigiin otro fue Francois Guizot” Ja burguesia’, el apostol y defensor mis enérgico de laasociacion “Givilizacion Progreso”: La Givilizacién —decfa— es el hecho mas importante en lo que se Fefiere al hombre, el hecho par excellence, e] hecho gene- ral y definido en que todos los demas se funden. Y civilizacion significa progreso y desarrollo. La palabra despierta, al ser pro- nunciada, la idea de un pueblo en movimiento, no para cam- biar de lugar sino de estado, un pueblo cuya condicién consiste cen extenderse y mejorar. La idea de progreso, de desarrollo, me parece que es la ides fundamental quc se contiene en la pa- labra civilizacion", Sin embargo, a la descripcién de las vias y etapas que con- ducfan a la perfectibilidad del hombre, al progreso técnico y eco- nomico, al refinamiento de las costumbres, le sucede la constata- cién de la existencia de varias, si no muchas civilizaciones. Ya en 1813, Mme. de Staél empleari el término en sentido pluralista, estableciendo Ia distinciOn entre la civilizaci6n italiana, Ia france- "1. J. Bury, Laidea de Progreso, Madrid: Alianza, 1971, p. 811 8. Henry Gouhier, "Civilisation et Progrés: Rousseau et Comte", ‘Temps de la Réflesion, ob. cit. (pp. 127-140), p. 131 9, Laexpresién es de Pierre Rosanvallon. Véase la introduccién de libro de Francois Guizot, Histoire de la civilisation en Europe, Paris: Hachette, 11985 (rad. cast.: Madrid: Alianza, 1966). 10. F. Guizot, Histoire dele civilisation en Europe, ob. cit, p. 62. 19 } = © | Manistetia Svan sa y Ia espaiiola!', Ello no significard, sin embargo, que dicha muliplicidad no pueda conciliarse en una supuesta unidad del género humano. La civilizaci6n, como “hecho universal”, permi- tira hablar, para citar una vez més a Guizot, de un destino gere- ral de la humanidad, una transmisi6i sito de la humani- ‘dad y, por lo tanto, una historia universal de la civilizacién por escribir”, Por otro lado, hablar de la existencia de diferentes civiliza- ciones —francesa, inglesa—o de aquellas anteriores —Ia griega, Ja romana— no impedia afirmar que todas estaban reunidas ysin- tetizadas en su expresién actual, la ciilizacion europea. As, Tizacién que evocaba un valor —el Pi — también ofrecia su ‘encarnaci6n sin mast ella era evidentemente europea. 2. CIVILIZACION CONTRA BARBARIE El empleo de la nocién de civilizacién suponfa una soca cién con otras ideas afines, pero también entrafiaba el descubri- miento de su reverso, el lado opuesto de la civilizacién, aquel esta- do del cual ella provefa y al ia superado: la barbarie. En ‘efecto, las dos acepciones del término civilizacion (comprendida como movimiento de la humanidad hacia un ideal o como estado de sociedad) implicaban automaticamente la existencia de una barbarie original. ‘Como es conocido, “birbaro” fe un término acufiado por los griegos para designar al extranjero, aquel que no perteneciz a 1a polis; definicién que tuvo primeramente alcances politicos y més tarde culturales. “Barbaros” fueron también, durante la Antigiie- dad tardfa, las tribus invasoras que devastaron el Imperio Roma- no, Hacia el siglo xvi el contra-concepto fue utilizado tanto para indicar Ia existencia de un estado anterior, en el cual perma dades europeas, como para designar Ja alteridad. Barbaro es asi un vocablo a travé ial no se define sino qué se Califica al ‘QU, estigmatizado por aquel que se sittia desde una civilization comprendida cof valor legitimante™. En todo caso, en sus ink 11, Lacitase hallaen el libro de P. Beneton, Histoire des mots,ob. cit, p. AC. 12. F. Guizot, Histoire dela civilisation en Europe, ob. cit, p. 58, 18, Sobre el tema, véase T. Todorov, Nous eles autres, Paris: Seuil, 1989. 20 EL DILEMA ARGENTINO: CIVILIZACION 0 BARBARIE cios, el anténimo marcaba el reconocimiento de que la barbarie se hallaba “fuera” de Europa, aun cuando esta titima no hubiera alcanzado todavia un estado maximo de perfectibilidad (Ia civil zacidn como ideal). Cargada de un poder movilizador, y prontamente fuente de legitimacién de toda suerte de poder, resultaba normal que las dis tintas escuelas o tenidencias ideol6gicas se disputaran su monopo- i, pues liaion sanford en eripo exclencla de todo juicioSALzespect6, Jean Starobinski ae. I Un término cargado de sacralidad demoniza su anténimo. | Nee mee ae 21un juicio,sino masbien un valor incontestable, entraen lar | senal verbal de Ia alabanza o de la acusaci6n. Ya no se trata de evaluar los defectos olos méritos de la civilizaci6n. Ella deviene tun criterio por excelencia: se juzgard en nombre dela cviliza- cidn. Se debe tomar su partido, adoptar su causa. Ella se trans- Forma asi en motivo de exaltacién para todos aquellos que res ponden asu llamado. O, inversamente, ella funda unacondena: * todo lo que no es cvilizacin, todo lo que se le resiste, todo lo que la amenaza, toma la figura de monstruo y de mal absoluto. En el calor de laclocuencia es posible reclamar el sacrificio su- premo en nombre de lacivilizacién. Lo que quiere decir que el. | _fervicioo ladefensa dela civlizacion podrén, en el caso de un” | Fincaso, leg i : ‘arbaro, debe ser neutralizado en su nocivi ‘educado 6 convertido" En efecto, la civilizacién se legitimard por la estigmatizacién de su contrario, Portadora de un “valor incontestable”, Ia filosofia del progreso y de la civilizaci6n dara sustento a una ideologia de la “colonizacion. A fines del siglo XIX, el, etnocentrismo sentaré nue- + “yas bases a la politica colonial, desde la cual diferentes paises euro- eos, en nombre de la unidad del género humano, se autoinvest in de una “misién_civilizadora”® sobre los pueblos juzgados 14, J.Starobinski, Ler Temps dela Reflexion, ob. cit, pp-3031. 15. “El pueblo franeés —escribia Victor Hugo— ha sido el misionero de ta civiizacién en Europa (..] En todos los tiempos, en todas las épo: ‘as, Francia ha jugado un rol muy considerable en la civilizacin, y ‘esto no es otra cosa que poder espiritual. Fs el poder que Roma ejer- ‘iaen la Edad Media." Cf. Beneton, ob. cit, p50. 21 Manisreuta Svauina menos evolucionadios. La ideologia de la colonizacién abriré as las puertas del mundo barbaro: Francia cumplira su “misi6n civil zadora” en Africa; Inglaterra hard lo propio en la India yen China, entre otros paises. también por el contraste entre la vida rural y la vi ‘sentido que se inscribe en la raiz etimolégica del vocablo civiliza- cién. En efecto, civilizacin remite inmediatamente al término “urbanizacion”, hecho que toma proporciones crecientes en Eu- ropa a partir del siglo xvull y en América en el siglo x1x!7. Urbani- zacién que cobra, por tiltimo, un sentido prioritario en la América espafiola ante la amenaza de democracia inorginica que repre- sentan las fuerzas "barbaras" de la sociedad. ‘Ahora bien, el rapido deslizamiento al plano politico y social de la imagen de la barbarie, contrapuesta a los valores del bino- mio “Progreso-Givilizacién”, fue configurando las funciones bas- cas de la oposicién en el seno mismo de las sociedades europeas, que hacen referencia a dos hitos mayores de la modernidad: la Re- volucién Francesa y la Revolucién Industral Es sabido que la Revolucién Francesa se presentaba a si misma como la heredera de las Luces y de la Razén. La burgue- sia que se apoderé del Estado, con apoyo de las clases popula- res, llevaba a cabo su accién en nombre de ciertos valores que hacfan a su visin del mundo y de Ia historia. En ello, la Revolu- cién Francesa, aun si se presentaba como ruptura, como co- mienzo absolutamente nuevo de la historia, no dejaba tampoco de invocar la continuidad de un proceso, de un movimiento de ideas que habia caracterizado al siglo xvi. Asi, para Jos revol- cionarios de 1789 la barbarie era un dicterio que designaba tan- to la tiranfa como la ignorancia, la arbitrariedad y el no-saber, 16. El punto se encuentra presente en Karl Marx, desde otra perspectiva “La oposicién entre la ciudad y la campaia hizo su aparicién con ¢ Uansito de la barbarie a la civilizaci6n, de la organizacién wibal al Es tado, del provincialismo a la nacién, y ella persiste en toda la historie de la civilizaci6n hasta nuestros dias". K. Marx, Lidéolagieallemande Paris: Editions Sociales, 1976, p. 49 (trad. cast: Montevideo: Pueblos Unidos. Barcelona: Grijalbo, 1974) YZ. Sobre a etimologia del término “civilizaci6n" y su relacién con la “urba nizacién” creciente que vive Europa durante el siglo xvi, véase G. Gus orf, Les princes dela pensée au sel des Lumizes, ob. ci, pp. 337-338, 2 FL DILEMA ARGENTINO: CIILIZACION © BaRBAME _caracteristicas del Antiguo Régimen. Sin embargo, ser contra Ta revoluci6n francesa que se evocard el recuerdo de la invasin “de lox barharas— Pero, esta vez —escribira Mallet du Pan— los Hunos y los Hérulos, los Vindalos y los Godos no vendrin del Norte, ni del Mar Negro. Ells stn en el medio de nosotros!®. Se descubre asi, tras la lucha entre revolucionarios y contra: rrevolucionarios, un nuevo objetivo, la defensa de la civilizacién: De pronto, el combate contra la Revolucién no es mas un asunto interior francés; no es tampoco una guerra. Mallet du Pan lanza un llamado a una nueva cruzada en nombre de “la ci- vilizacién”. Toda Ia "vieja Europa” se encuentra en peligro de muerte frente a ese “sistema de invasién” que no se parece alos otros, puesto que esta invasi6n no viene esta vez del exteriorsino del interior. Es el diltimo combate de la civilizacién en el cual cada europeo tiene que tomar partido”. En efecto, para aquellos que criticaban la naciente revolu- cién, el enemigo era definido sin equivocos: se trataba de Ia inver- ‘sion del orden, la violencia del populacho, el Terror de Robespie- tre, los atentados en contra de la propiedad, la religion y la “cultura. Pero el punto de inflexi6n es mas importante, pues no se tra- ta solamente del hecho de que la Revolucién Francesa, desde la mirada de la vieja Europa, introduce la idea de que la barbarie se halla también en el interior del continente, Los avatares internos de la propia revolucién tornan mas complicado dicho proceso, en el cual cobra importancia la delicada operacién de delimitacion de roles y de valores invocados por los revolucionarios. Ciertamen- te, no habfa ninguna duda de que ellos eran los nuevos portadores de la Givilizacién, y es por ello que en esta misma linea y durante la época del Terror se introduce la nocién de enemigo interno. Mas claro, se construye la imagen del “complot vindalo™, designando 18, Cf. B, Baczko, “Le complot vandale”, en Les Temps de la Réflexion, ob. it, p. 205. 19, B.Baczko, ob. cit, pp. 208-206. 20. La idea de “complot" y su utilizacién durante los acontecimientos de 23 | | Manisreia Svana, ‘alos barbaros que desde el interior mismo y como fuerzas espurics de la revolueién intentan desnaturalizar sus objetivos. La utiliza ion del “complot vandalo” registra una evolucién importante al ser retomado en la época de Thermidor y utilizado en contra de sus propios creadores, esto es, como discurso antiterrorista. Ahora bien, si durante la revolucién thermidoriana no se alcanza a bo- rrar la frontera entre los llamados “vandalos” y el “pueblo”, el pro- ‘ceso culmina con Ia divisi6n de la Repablica en un “poder civiliza- dor” yun “pueblo a civilizar”. Asi, sera funcién primordial de burguesia que se consolida en el poder autorrepresentarse como la nica detentadora del Progreso; en tanto que “cada ver. mas, el pueblo es reducido a una sola funcién: legitimar la repGblica ¥, porlo tanto, su poder" E] siglo x1x confirma asi la puesta en escena mecanismo de legitimacién por parte de la burguesfa, tanto den- tro de las mismas sociedades donde ella ha alcanzado el “como sobre aquellas otras hacia Jas cuales vuelve su vista con una voluntad colonizadora. En efecto, a diferencia de la nobleza del “Antiguo Régimen o la aristocracia feudal, que no requerfa para legitimar su poder sino hacer gala de su linaje o estirpe, o de una pretendida voluntad divina, la burguesia ascendente hablar de acuerdo con la accién que despliega en las sociedades moder- nas: en nombre del progreso y de ciertos valores de civilizacién. En Francia, donde la Revolucién habia hecho estallar la estruc- ‘ura del viejo régimen, la puesta en escena de este nuevo meci- nismo de legitimacién presentara basicamente dos aspectos. La fuente del poder legitimo sera la voluntad popular, pero ello no un nuevo, Ta Revolucién Francesa han sido excelentemente tratados por Francois Fuset, Penser la Révolution Prangite ob cit. Segiin Furet, la idea de complot (sea aristocritico 0 contrarrevolucionario) es eer tral, Ella representa “un discurso imaginario sobre el poder” (.] “Como la voluntad del pueblo, el complot es un delisio sobre el po- der; e108 componen las dos caras de lo que podria lamarse el imag- nario democrdtico del poder” (p. 92). Sila definicién del enemigo ¢s consttutiva de Ia identidad del pueblo” (C. Lefort, Linuention dimo- ‘atigu, Pars: Fayard, 1981, p. 101 (trad cast: Buenos Aires: Nueva Visién, 1990]), dicha definiién podria ejempliticarse, en el caso dela Revoluicién Francesa, en la idea de un complot aristacratico (enem: {go.externo) yen el complot vindalo (enemigo interno), como las des fases de un mismo imaginari. 21. B. Baczko, “Le complotvandale", ob cit, pp. 237-288, 24 EL DILEMA ARGENTINO: EIVILTZACION 0 BARBA impedira establecer claramente las jerarquias y salvar con ello las diferencias, en un doble movimiento a través del cual la burgue- Sia se autoproclama representante del pueblo y heredera ‘Laces, yse impone frent na accién edueativa a desa Frollar. Por otro lado, la experiencia de la Revolucién Francesa in- corporaria la perspectiva de la caida, hecho que no escapé tampo- co a las plumas criticas de los apéstoles del progreso. La mirada historica, en su vuelta al pasado, encontraria la confirmacién de que en toda civilizacién —por lo general, en lo mas alto de su ex: presién— podia desencadenarse un proceso de corrupcién que, desde su mismo interior, provocara una decadencia inevitable”, Es el dogma del perfeccionamiento ininterrumpido del hombre ‘el que es puesto en cuestion a través de Ia idea de la existencia de etapas de regresién, de retroceso. No obstante, a pesar de los ci- ‘los de florecimiento y caida de las civlizaciones, parecia quedar siemipre un “surplus”, un progreso. Lo cierto es que la civilizacién_ dejé entonces de ser una idea simple o un dogma cargado de inge- _tuidad: el progreso devino asi en un complicado mecanismo atra-_ “vesado de continuidades ¢ interrupciones, deaumentos graduales_ Tecaidas fuertes™. ‘Ahora bien, si la revolucién francesa habia confirmado para la Europa contrarrevolucionaria la existencia de un barbaro “inte- rior”, nacido en el seno de una de las sociedades mas avanzadas del continente, los efectos de ia revolucion industrial van a otor- gar un nuevo impulso a este fantasma, manifiesto en el incipiente de la idea de decadencia que recorre el pensamiento oc- ema is PUF, tidental, véase Andre Reseler, Mythes poliiques'mernes, P 1981, p.61 {trad, cast: México; FCE, 1984). 23. Turgot exclamaba ya en 1751: "Los progresos, aun si son necesarios, vienen entremeaclados de decadencia frecuente por acontecimientos y rewueltas que los interrumpen” (cf. Gusdorf, ob. cit. p. 829). En pensadores tan alejados como el conde de Bonald, Guizot, Comte © Louis jmon, puede encontrarse también la idea de esta alter nancia de perfodos. Por otro lado, no olvidemos que la ola contrarre- Yolucionaria encontrara su defensor mas acérrimo en Edmund Bur- ke, el pensador que intentara analizar lo social desde el principio de la wadicién, para establecer que aquellas leyes que dirigen el funcio- namiento de la sociedad s6lo resultardn efectivas si expresan un pro- Gucto del decantamiento lento y progresivo de un saber colectivo, tuna tradicién que las nstituye, ManisrELia Svaatra . EL DILEMA ARGENTINO: CIVILIZACION © RARRARIE proletariado urbano, Enemigo que yace en las profundidades mis- confusa identidad, en la cual la criminalidad es el rasgo cotidiano que mas de las sociedades civilizadas, puede, por ello, irrumpir abrup- ' las expresa, y las revoltciones y motines, su manifestacion excepcio- tay destructivamente, He aqui un testimonio de 1831. nal’, La prensa burguesa les aiiade nuevos epitetos: seran también 7 . “nomades" y “salvajes"?”; e habla, por otra parte, del “populacho”, Los barbaros que amenazan a la sociedad no estan ni en el gado tanto los grupos criminales como a los estal itospoplare Céucaso ni en las estepas de Tartaria; estin en los suburbiosde | ¥- ‘Sin embargo, en el esfuerzo por monopolizar ciertos valores, nuestras ciudades industriales... La clase media debe recono- representatives de la modernidad, la burguesia expresa algo mas cer francamente la naturaleza de la situacién; debe saber en. | que la sola voluntad de descalificar a un posible adversario. Es indu- donde esta. - dable que aqui el dicterio de “bérbaro” cumple una funcién reduc tora, al expresar un rechazo por el reconocimiento de una conflict vidad social®, Pero la imagen fantasmitica del barbaro se devela también como representacién social, que s¢ vincula en ello a la ex- periencia de la modernidad®, La aceleracién creciente de Ia vida Lo que es indiscutible luego de la revolucién y, en especial, durante la convulsionada primera mitad del siglo xix, es que la. barbarie se halla “dentro”, expresada en el naciente proletarialo industrial, miserable y hambriento, como una amenaza dificil de moderna, la construccién y destruccién incesante de valores, no erradicar, El fantasma de la revolucién, apenas _controlado en s6lo hardin revivir nostalgicamente el mito de la comunidad dentro 850 y en 1848, parece imposible de exorcizar. Es claro que: de la sociedad, sino que evidenciardn Ia precariedad de los lazos so- | ciales, el miedo de recaer en un estado de desorden absoluto. Los obreros se hallan libres de deberes hacia sus patrores El peligro de la descomposicién social parece amenazar por como éstos con respecto a aquéllos; ellos los consideran como | todas partes con invertir el signo de las nuevas conquistas. Como. hombres dc ura dive diferente opuestay mon enerign All | foes pares cn invert feme. dos de la nacién, fuera de la comunidad social y politica, solos SSS con sus necesidades y su miseria, sc agitan para salir de esa ko- fe parece interesante que los diset yu impu-” tbl soledadsy como lon barbarosaforcuglesteloscompany | cara Parece interesante que Ig disursos qe pueden impa ‘ eae pianean, quis uns invsiSa®, 2 “Tocracia Bajo Ta amenara de na destomposiiGn dela soc . Jat como tl Lar imnuinconay, lor valores procamados a Alo largo delsiglo cho setimiento de taburguesa hacia | Eee Inatcones tos wore procemaon tases pop bt eta HOES oan sepa eo pce at ncaa ar Ta tarea de defender la nueva sociedad contra el pueblo excluido, contra las fuerzas desconocidas de un afuera que pueden des- ‘Como nos lo recuerda Louis Chevalier, en un libro ya clasico, clases truir la Sociedad, la Civilizacién™. laboriosas y clases peligrosas ofrecen fronteras difuusas, sobre todo cuando se observa que ambas dependen de circunstancias econémi- _Epoca en que el temor al “mtimero” constituye el centro de { Jas preocupaciones: ~ tegorfa a otra. Para Honoré de Balzac —un ejemplo que toma el au- tor—, las distinciones pierden consistencia y se mezclan en una 26. Cf. Chevalier, ibidem, p. 469 (Capitulo II, “La opiniGn burguesa: Bal- ne). 24, CLE. Hobsbawm, Las revoluciones lunguesas, Barcelona: Guadarrama, 27, Thidem, pp. 460 ys. 1985, p. 357. La citaes de SaineMare Girardin, aparecida en el Journal 28, Véase Pierre Michel, Un mythe romantique. Les Barbares (1789-1848), des Débats, 8 de diciembre de 1881 Lyon: Presses Universitaires de Lyon, 1981 25. Louis Chevalier, Clases laboreuss et clases dangereusesd Paris pendant 29, El tema de la Modernidad ha sido analizado por Marshall Berman, 4a premiéremoité du xixeme sil, Paris: Pon, 1958, Lacita correspondea ‘edo lo slido se desvanece en el are, México, Sigho XX, 1989, Buret (p. 453) 30. C.Lefort, L'invention democratique, ob. cit, p. 173, 2 aT Manisreaia Svas Es el mimero el que inquieta —escribe Pierre Rosanva- llon—. En este miedo al niimero, descansan todas las evoca- ciones de la descomposicin social. Imagen de una sociedad inasible, puro magma humano, completamente serializado. Visién de las multitudes revolucionarias incontrolables, masa indistinta e imprevisible, monstruo sin rostro congénitamen- te irrepresentable en tanto grado cero de la organicidad. El niimero, fuerza barbara ¢ inmoral que no puede mas que des- truir’! La “recurrencia barbara” constituye la traduccion de un sen- _timignto de fragilidad de lo social; ella se muestra en la ambigie- dad del hecho democratico, en Ja conciencia de que el mismo en- ‘wafa una indeterminaci6n que puede estar indiferentemente al “Servicio del bien o de] mal™._ ‘Asi, tras el mito de la barbarie, que recorre la literatura dela época y se desliza en el plano social, emerge también el fantasma de la disolucién del nuevo orden social. 3. LA DISPUTA EN TORNO A LA IMAGEN DE CIVILIZACION Durante la primera mitad del siglo xx, la prensa burguesa en- ' stra a las clases populares sucesivos dicterios que evocan el fants * ‘ma de la barbaric. Es més, pareciera que aquéllas actiian conforme ‘adicha imagen™. Sin embargo, lo que es dable acentuar es que ala experiencia cuasi-barbara de los obreros “Iudistas” le siguid iaelabo- Tacién_de una ideologia que afirmaba que el proletariado era el agente ultimo del progreso, al mismo tiempo que se fundaba én luna filosofia de la historia que aseguraba la inevitabilidad de exe mismo proceso. Asi, la respuesta anticapitalista, a cargo de los te6ri- __£0s revolucionarios, rechazaba la imagen que de la accién del prole- tariado habia construido la burguesfa. AGin mas, las ideologias revo- __tatiado habia construido la burguesia. Aiin més, las ideologias revo Tucionarias compartian el mismo espacio de creencias que la burguesia “civilizadora”: Ia Razén, la Ciencia y el Progreso eran valo- “resreivindicados ta ‘com por el socialismo na: 81, Pierre Rosanvallon, Le moment Guizot Paris: Gallimard, 1985, p.76, 32. Ibidem, pp. 8086. 38, Chevalier, ob. cit, p. 581, x FL DILENA ARGENTINO: CIVILIZAGION.© BARBARE ciente; parte de una misma y nica Wedlaunschawung". Por lo tanto, Antes que identificarse con tn reverso a todas luces negativo (Ia bar- bare, los salvajes, los némades, los vindalos), es0s teéricos plantea- ban la superacion y realizacion de un estado més elevado que aquei presentado por el mundo burgués. Fl socialismo marxista elabora. ba asf una contrautopfa qu ba a la burguesia el monopolio eaquellos valores de Jos cuales ella se presentaba como portadora ‘exclusiva; sin abandonar el terreno del humanismo clasico y el ideal “Fiberal, pero difiriendo en cuanto a los métodos para realizarlos™. Recordemos que Engels habia sefialado, siguiendo a Lewis, Morgan, los diversos estados de evolucién humana: salvajismo/bar- barie/civilizacién®. Desde una matriz claramente evolucionista, el ‘marxismo operara el rescate de aquello que la burguesfa habia apor- tado al progreso de la civilizacién: el desarrollo de las fuerzas pro- ductivas, el prodigioso avance de las ciencias, la racionalizacién cre- ciente del mundo moderno... El inventario podria multiplicarse yen ello el Manifiesto Comunisiase presenta como el mejor testimonio™. El siglo xix presenta entonces dos cuerpos ideol6gicos cons. truidos en torno al mismo universo de creencias y enfrentados por ‘dos proyectos de sociedad antagénicos. Pero si para la burguesia ‘Tngpcién se planteaba en términos de oposicion entre fe Sie -idn-yl Barbas, pars el socalieme, que aspiraba.a superar dia, Técticamente ese estado de sociedad, la antinomia se ree: ie sustituyendo uno de los polos: la disyuntiva seria entonces entre socialismo y barbarie Volvamos brevemente a subrayar la importancia de la asoci ci6n “civilizacién-progreso” con el fin de sintetizar cuales fueron las funciones y significaciones politicas y sociales de dicho bino- mio en su relacién con el tema de la “barbaric” 34, E, Hobsbawm, Las revolucionesburguesas, ob. cit, p. 416. 35. Ibidem, p. 310. 36. F. Engels, L'rigine dela famille, dela propreté privée ede Etat, Paris: Edi tions Sociales, 1974, pp. $1-36 [trad. cast: Buenos Aires: Claridad, 1974). 37, Sobre el modernismo de Marx, especialmente analizado en relacién con el Manifesto Comunista, véase Marshall Berman, Todo lo sido se desyanece ene aire, ob. cit 29 Manisret.a Svauea Un primer sentido del vocablo “civilizacién” lo asociaba a la ideaimagen de progreso dandole por ello un aleance evolucionis- ta. Sobre esta asociaci6n se fund6 una filosofia de la historia que vefa en aquélla no s6lo un valor que otorgaba un sentido al pasa- do, sino que predicaba también un porvenir inevitable, Las cien- las sociales del siglo x1x operaron sobre esta matriz gnoseologica: Comte, Spencer, Marx mismo, la antropol expansién imperialista, ‘Sin embargo, a la afirmacién indubitable de un progreso constante de la humanidad hubo de aiiadirse la constataci6n de la existencia de retrocesos e invohiciones; periodos de florecimiento y de caida complejizaron asi dicho proceso. La idea de decadencia, nacida del desajuste de un estado de sociedad con respecto al ideal, ‘engendraré también una critica contra la civilizaci6n. Por otro lado, la idea-imagen de civilizacién carga negativa- mente a su contrario, la barbarie. A partir de la Revolcién Fran- cesa se afiade, a la barbarie que se sabia “fuera”, la conciencia de que ella se halla “dentro” de las sociedades civilizadas. Durante el siglo xix, la burguesfa europea asistiré asa la eclosion de las dife- rentes dimensiones del mito de la barbarie, al mismo tiempo que deberd enfrentar aquellas ideologfas que, como el marxismo, le disputarén el monopolio de ciertas creencias, en nombre de un. proyecto social opuesto. ‘Se configutan asi tres funciones basicas de la imagen “Cxil zacién o Barbarie”: en primer lugar, la de mecanismo de invectiva imagen se incorpora al funcionalismo legitimador de la burguesia ascendente, 0, en otros términos, como mecanismo de legitima- de los valores de Progreso y Civilizacién. En tercer lugar, la imagen “Yehiculiza también el fantasma de la desagregacion social y se re- Telaer resentaciOn de lo social La historia sociopolitica argentina y latinoamericana éonfir~ sma la puesta en escena de la imagen “Civilizaci6n 0 Barbarie” en estos tres érdenes: como metifora que irriga el campo politico y n en la retérica reaccionaria se registra de manera mis o menos periédica; como principio de legitimacién del orden politico (periodo de construccién de los Estados nacionales), y 30 EL DILEMA ARGENTINO: CIILIZACION © BARKARIE como representacién social de una sociedad amenazada por el ries. {go de su propia descomposicién, especialmente durante los llama dos periodos de transicién, caracterizados por la yuxtaposicién de referentes tradicionales y modernos. Pero, originalmente, en América latina la relaci6n conflict va entre Civilizacién y Barbarie sera a menudo retomada en tanto dilema que muestra los resultados de la victoria de uno de los po- los. En efecto, es a partir de la “realidad” de la barbarie, resultado de las guerras civiles, de las dictaduras que siguieron a éstas, que los pensadores hispanoamericanos abordarén esta problematica. CapiTuto II CIVILIZACION Y BARBARIE EN EL SIGLO XIX. LATINOAMERICANO -Hemos nacido bajo dictaduras, nos educamos viéndolas ‘y nos entierran las dictaduras. F.Bitsao 1. EL LEGADO DE LA COLONIA _Laimagen de una América conflictiva, en la cual civilizaci6n barbaric se disputan el dominio de la historia, recorre el pensa~ miento y la literatura latinoamericanos. Asi, en La nueva novela his- Panoamericana, el escritor mexicano Carlos Fuentes sostiene que *Givilizacion y Barbarie” representa el conflicto, el drama “de los primeros cien anos de la novela y Ja sociedad latinoamericana’ ‘La narrativa que responde a este conflicto desarrolla, segin el ai tor, cuatro temas bisicos: una naturaleza extraiia al hombre, ver- dadero personaje literario; el dictador; la masa explotada, y el es. critor que invariablemente toma partido por la civilizacion y en contra de Ta barbarie, El ciclo al cual se refiere Fuentes va de Facundo (1845) hasta poco mas allé de Doria Barbara (1927)%, Ahora bien, mas que la permanencia del tema en la literatura latinoamericana, es el mo- mento de la aparici6n de esta problematiea lo que nos interesa se- fialar, afin de poner de relieve cuales son los registros desde los que la imagen Civilizaci6n-Barbarie va a ser pensada. Ello nos obli- {ga a presentar, de manera esquematica, los ejes principales del. pensamiento hispanoamericano del siglo xIx. 38, Carlos Fuentes, La mucoa novela hispanoamericana, México: Cuadernos de Joaquin Montz, 1969, pp. 1112. 29, Novela eserita por el venezolano Rémulo Gallegos, que en 1948 ast: me, con menos fortuna que Sarmiento, la presidencia de su pais. Vea se Dota Barbara, México: FOE, 1954, 33 Manistee Svea, _Elsiglo xx fue para la América Hispana el de su emancipa- intestinas, la época de a c nacionales. Esto ult supuso una definicién institucional, por un lado, y la incorporaci6n al sistema de la divisi6n internacional deltrabajo, por el otro, fue u jo la impron- ta de Europa y de los Estados Unidos. El proceso de emancipacién politica habia traido consigo las primeras escisiones (entre conservadores, republicanos, mo- “narquistas, tradicionalistas), expresadas en las primeras cicoto- ‘mias: Republicanismo-Catolicismo; Democracia-Absolutismo; vilizaci6n-Barbarie. Para las minorias jlustradas de los distintos paises, los tres dilemas presentados recubrian bajo etiquetas dife- rentes un mismo proceso: el combate del progreso en contra de. Jgreacci6n. Por otro lado, era evidente que Espaiia no podia ser el mo- delo que buscaban fervientemente las elites criollas, pues ella en- carnaba el temple de la Edad Media (Absolutismo més Inquisi- cién) que se habia enraizado en los habitos y practicas politicas de los latinoamericanos. Esteban Echeverria escribia: El gran pensamiento de la revoluci6n no se ha realizado, Somos independientes pero no libres. os brazos de Espafia no | nos oprimen, pero sus tradiciones nos abruman. De lasentra- fias dela anarquia nacio la contrarrevolucion’®. La frase traducia una opini6n generalizada de la época, so- bre la cual se alzaron s6lo algunas voces discordantes!!. El l=gado ‘spafiol parecia expresarse en el retraso, la anarquia, la conwarre- volucién. Ala is ‘las ‘paci6n mental” (Leopoldo Zea) con respecto a Espaiia; y por ello todo ensayo de conciliacidn con dicho legado entraiiaba un peli- gro de retorno o permanencia en ese pasado. Desde México, José Maria Mora constataba hasta qué sunto 40. Esteban Echeverria, Bt dogma socalsta,acompaiiado por Ojeade retos- pectiva y otros documentos. Univ. Nac. de La Plata ed. critica, Argen- tina, 1940, p, 198. 41. Tal el caso de Andrés Bello, quien retomaba ciertos aspectos pesitivos del legado espafiol, y que a causa de ello polemizé con el cilero José V, Lastarria y con Sarmiento, EL ILEMA ARGENTINO: CIILIZACION © BARBARIE cl espiritu de cuerpo se hallaba difundido en todas las capas de la so- ciedad, y proponia la separacién del Estado y de la Iglesia para pro- mover la formacién de un espiritu nacional, Lastarria, en Chile, de- nunciaba la reaccién, para concluir wistemente que “este orden no era otro que el espanol, sélo que sin Espafia™®. La resistencia que ofrecfan ciertos vicios y taras, heredados del antiguo régimen colo- nial, amenazaban no s6lo con el estancamiento econémico-social, sino también con la desintegraci6n misma de ese nuevo orden surgi- do de la independencia. "La emancipacién social americana s6lo po- dri conseguirse repudiando la herencia que nos legé Espafia, Los pensadores mas salientes del siglo x1X acometieron ccha tarea: José A. Saco en Cuba, Mora en México, Lastarria y Fran: “cisco Bilbao en Chile, Sarmiento, Echeverria y Juan B. Alberdien. Ta Argentina, los venezolanos itinerantes Simén Rodriguez y An- drés Bello, fueron Jos encargados de la conversién de la mentali-_ ‘dad colonial en mentalidad progresista"'. Todos ellos coincidian ‘en el diagndstico y eran conscientes de que una nueva etapa se abria ante sus ojos y que lo importante no seria ya tanto el triunfo de las armas sino el progreso de las ideas, el cambio en las costum- bres y en las instituciones; en definitiva, aquello que constituia una nueva manera de enfrentar el futuro. Europa era, sin lugar a dudas, Jetrada hispanoa- aimacion dela cvilzasién: en eapecial Ingatereay Francia, Pero el modelo por antonomasia de los refermadores lati os fueron los Estados Unidos, en tanto pais “nuevo” _que habia superado el estado de barbarie y conquistado el estado de civilizacién, Movidos por esa esperanza, los reformadores inten- tarén pensar las diferencias que separaban a las dos Américas. En efecto, los Estados Unicios como modelo revelaban una historia muy diferente de la de los paises hispanoamericanos: el primero era producto de una colonizacién que né habia permiti- do la mezcla de razas, conservindose por lo tanto europeo y sajén, trayendo consigo las tradiciones de un pueblo, esto es, la dedica- cién a la industria y al comercio, y una vocacién por la libertad transparentada en sus instituciones democraticas. Muy por el con- 42. Cf. Leopoldo Zea, El pensamiento latixoamericane, México: Formaca, 1965, Vol. I, p.194, 43, E. Echeverria, El dogma socialist, ob cit, p. 194 44, Vase, para este tema, L. Zea, Bl pensamientalatinoamericano, ob. cit, pp. 91.203, 35 ManisreLa Svan trario, la otra América era hija de la violencia, producto de la con- quista y del mestizaje: Espana habia impuesto el despotismoen sus instituciones, la Contrarreforma y la Inquisici6n, que daban cuen- ta de su intolerancia; las razas se habian fusionado, aumentando con ello (por ejemplo, a los ojos de Sarmiento) el indice de degra- dacién de los pueblos. A la oposicién entre la imagen de la con- quista y la de la colonizacién, entre el temple despotico del pueblo ibérico y el espiritu liberal del pueblo inglés, no podia sino suce- derle la conclusién aplastante que separaba a ambas Américas, di- vorcio que presentaba a una como vocera del Progreso y a la otra como encarnacién del retroceso". Por ello, sila libertad en la América sajona no era otra cosa {que el producto natural y continuo de su historia, en la Améi espafiola esa libertad debia conquistarse a fuerza de renegar del pasado y operar desde esa accién una ruptura violentaen suhisto- ‘ria misma (tan violenta como aquella que la conquista habia pro- ‘ducido). Los pensadores romanticos se vieron, pues, enfrentados aun doble desafio que los invitaba a realizar ¢! modelo deseado, a la par que se constataban las contradicciones propias entre las dos ‘Américas, y que la América hispana parecia portar en su seno, a la luz de las recientes experiencias politicas: dos principios que Sar- miento sintetizarfa en una imagen que recorreria toda la segunda mitad del siglo x1x, “Givilizacién o Barbarie”, ella misma extraida de la literatura americana de la época. En efecto, en 1833 se traduce al espafiol a Fenimore Cooper, novelista que coloca en plaza la imagen diddica que Sarmiento re- 45. Para este punto, véase Leopoldo Zea, Filosofia de la historia americana, México: FCE, 1978. Dicho texto ofrece una lectura distinta con res: pecto a otras interpretaciones clésicas acerca de la diferencia entre el modelo de la "conquista"y el de la “colonizacién”. La expresiGa ibés ca de la conquista se sintetizaria en la formula encomendero-enco- mendado, por la cual el nuevo sefior no persigue dominar al indigena sino més bien ayudarlo a realizar su propia humanidad (p. 96). El ‘otro modelo, el de Francia e Inglaterra, apunta a establecer un nuevo modo de esclavitud, que rechaza la humanidad de los otros. Interpre- taci6n no muy convincente, tampoco resulta original, pues en a base ‘existe también una lectura econémica que liga alas nuevas potencias ala emergencia del capitalismo, ya Espaia al mundo de las represen- taciones antiguas (religiOn), que se refieren al orden medieval. 46. CE. Luis Alberto Sinche2, Niewa historia dela literatura americana, Astn- i6n del Paraguay: Guarani, 1950, EL DILENA ARGENTINO: CIVILIZACION 0 aREakiE tomaria para darle un aleance mas va elcon- Fenimore Cooper, al oponer Civilizacién y Barbarie, es decir la vida de las ciudades, el espiritu de la América sajona conquistado- Ta del oeste, por un lado; la vida salvaje de los indios y de los hom- “Brez queviven en ellimite de los dos mundos, por elotro.no esas ba realizando mas que una autopsia —critica— de un estado de_ “cosas. En otros términos: la dicotomia expresa para Cooper la extinciOn de un género de vida salvaje frente a una civilizacién que extendia arrolladoramente sus fronteras. La solucién del dile- ma era casi un hecho consumado, e importaba més el triunfo aplastante de la civilizacién que el lamento lanzado frente a la de- saparicién progresiva de las formas de vida agreste, de la inseguri- dad ante el orden, El autor de La pradera escribia asi bajo el influ- jo del recuerdo dé la lucha sostenida entre dos principios o dos mundos excluyentes —recuerdo cercano, pero en vias de disolu- cién—, Pero cuando Sarmiento retoma el dilema en, 1845, o hi ara combatir la dictadura de Juan M. de Rosas. El cuadro social esbozado pone en evidencia la extension y mulliplicacién de la barbarie, que ha asfixiado la vida civilizada de las ciudades, Por lo tanto, Sarmiento, a la luz de su propia experiencia politica, no rex liza una autopsia sino el diagndstico de una realidad social, donde lve el triunfo explosivo de la barbarie, Ta férmula que articula el libro obtiene un éxito sin prece- dentes en América latina: “Con Facundo —nos dice el peruano Luis Alberto Sanchez—sc inicia otro capitulo de la cultura america- na" El grito de combate, “Civilizacién 0 Barbarie", suscita adhe- siones por doquier, aun si se levantan voces que critican su alean- ce. Asi, por ejemplo, Alberdi no acepta la demareacion rigida ni la simplificacién que ofrece esta dicotomfa: C3 tannin a Cop tjorn on Suen are ‘iltimo de los mohicanos (1826) y La, (1827), libro del cual extrac de ae ae neste anta ohch ee 37 MagisreLia Svantra La divisién en hombres de la ciudad y de las campaiias es falsa, no existe (..] Rosas no ha dominado con gauchos sino con la ciudad. Los principales unitarios fueron hombres de ‘campo [...] Por el contrario, los hombres de Rosas fueron edu- ‘cados en las ciudades. La mazorca no se componia de gauchos [..] Admitir guerras de civilizaci6n, es como pretender que hay tun salvajismo del progreso, una barbarie que lustra”®. Pero si la alternativa *Civilizacién o Barbarie” marcaba, a partir de uno de sus ejes, la condena de las fuerzas americanas mezcladas con el legado espafiol, ella sefialaba, desde el otro polo, el ejemplo elocuente de los Estados Unidos, modelo elogiado tam- bién por Alberdi. ‘Ademés, lo que tenia de particular la dicotomia sarmienti- na, y que por ello aventajaba a las otras ya propuestas, es que per- mitia, mas que sefialar las diferencias de ambas Américas, enlazar- Jas en una empresa comiin: la lucha de la éivilizacién contra la barbarie. Los Estados Unidos ya habfan triunfado en esta guerra; tocabale ahora a la América espafiola. La imagen aurrentaba en- tonces la esperanza de los reformadores. Asi, sin negar ‘os avatares hist6ricos que separaban ambas partes del continente, la imagen presentaba una gran eficacia simbélica, puesto que proporciona- ba una historia comtin a ambas Américas; la lucha entre dos prin- cipios incompatibles restituia imaginariamente la unidad del con- tinente, las acercaba en un punto nodal de su historia: el wansito de la barbarie a la civilizacion®. 2. PRocREso ¥ CIVILIZAcION El progreso fue la palabra magica que marc6 el centro de preocupaciones de los pensadores latinoamericanos durante el si- glo xIx. El vocablo encontraba un complejo eco en las zcciones de las nacientes repiiblicas sudamericanas y evocaba, ciertamente, los resultados concretos de una Europa que exhibia en esta imagen la 49. Véase la seleccién de Jorge Mayer, El pensamiento vivo de Alberdi, Bi ‘nos Aires: Losada, 1984 (pp. 51 y 130). 50. A pesar de que los Estados Unidos constituyen un modelo sedi es posible olvidar otras imagenes —negativas— que mas tare pe y socieds jen-o la anarquia. Cor \persistencia de ie otras cosas— el fratazo de la educaci6n, no en sus cifras, pues reconoce que la instruccién se extiende de manera considerable, ‘sino en su tarea de formadora de un nuevo tipo nacional cuyos ‘efectos deberfan hacerse visibles en la practica politica!™, En sintesis: J, V. Gonzalez fue uno de los hombies que, perte- neciente a la clase gobernante, a lo largo de su extensa carrera po- dar fa nueva constelacién de pro- gobernante entre 1880 y la io. La particularidad de Gonzalez se nos pre- pa de todos los cambios dela ca, Hombre brillante y de destacada actuaci6n politicaen el pe- riodo, és uno de los primeros en realizar el rescate de las tradicio- nes como asf también la revalorizacién del fieste su preocupaci6n, en prédica sarmientina, sobre la persisten- cid de ciertos problemas aparentemente insolubles: Ia certidumbre de que aquella barbarie existe, estd alli y debemos controlarla, a pesar de los efectos benéficos de la instruccién. En otros térmi- nos, si conserva con fuerza el ideario de la Givilizacion, leido des- necesidad de insertar en dicho proces un “Principio de unidad, desde la recuperacion de a radieGn; aig us limites y se- 182, Gonzilez hace referencia aqui no sélo a la indiferencia politica de las ‘masassino a la “politica criolla” personalista que la suscita y alimenta, 183. Por otro lado, Gonziler tratael problema de la debatida “citestién po- Jitica", en términos que hacen referencia a la necesaria apertura del sistema, en dos libros: La reforma lectoal argentina (1903) y Furia y De- ‘moeracia (1920). [EL DILEMA ARCENTING: CIILIZACION-© BARBARE s y las viejas problematicas del in_que sus “Tormulaciones puedan ser reducidas a un solo lenguaje. De ahi su 2. EL TRIANGULO NACIONALISTA 2.1. La ensetanza de la historia como enjeu politico Es acaso ésta la primera vez que vamos a preguntarnos quitnes éramos cuando nos lamaron americanos y quiénes cuando argentinos nos Uamamos Somos europeos? —;Tantas caras cobrizas nos desmienten! gSomas indigenas? —Sonrisas de desdén de nuestras Hondas damas nos dan acoso la iniea respuesta. i Mistos"? —Nadie quiere serto, y hay milares que ni “aericanos ni argentinos querrian ser Uamados. Somos nacién? —Nacién sin amalgama de materiales acumulados, sin ajuste ni cimiento Argentinas? —Hasta déndey desde cudindo, bueno es darse cuenta de ello. ‘SaxateNTO, 1883 Esun afi antes del Centenario cuando Ricardo Rojas publi jor encargo del gobierno, con Ia j politica y ciertos correctivos a las orientac acest vatorio. La marginalidad posterior en la cual lo colocé la no-im- plementacion de dicho proyecto, el poco eco que encontr6 su I bro en las filas gubernamentales y su posterior adhesién politica al radicalismo, asi como la radicalizaci6n de su vertiente indigenista, son hechos que no cuentan a la hora de realizar un balance a tra- vés de esta obra —La restauracién nacionalista— como recepticulo ysintesis de ciertas inquietudes que recorrian y enlazaban intelec- tuales y clase gobernante de la época!™, snes del proceso civili- 184. Contrariamente al trabajo de presentacién global que realizamos de la obra de]. V. Gonzilez, en el anlisis que sigue referide a nacionalis- tasy positivistas de la época del Centenario se tratara de realizar una tarea de relevo puntual. En el primer caso, nos ocuparemos de aque- 123 Manistee Svanra, Rojas provenia de esas clases tradicionales provincianas que, sien lin principio fueron politicamente integradas _plementado por Roca, en poco tiempo se verin desplaza ‘ces0 econémico, jas de dos figuras espafiolas de la generacién del '98, Ramiro de Maeztu y Unamuno, en los cuales reconoce el nticleo de una misma proble- matica, es decir, el necesario examen critico de la propit historia. ‘Ahora bien, la preocupacién de Rojas esa de un educador que _sesiente continuador critico de la obra de Sarmiento y de J.V. Gonzi Jez, La novedad que Rojas introduce se refleja en el nuevo rol que de asigna.a la educacion, y deniro de ella a la ensen Ta lengua nacional. Delimitacién necesaria de sila educacién ha ocupado un lugar central en las preocupaciones de los pensadores y politicos del siglo x1x latinoamericano, en Ro- |jas se manifiesta como un enjeu politico, donde el aprendizaje de Jahistoria naci \icleo central en el proceso ‘ina, En efecto, 16 ~Gional'a fas cosmopolitas masas inmigrantes: E] momento aconseja con urgencia imprimir a nuestra educacién un carcter nacionalista por medio de la Historia y de las Humanidades. El cosmopolitismo en los hombres y las ideas, la disolucién de los viejos niicleos morales, la indiferen- cia para con los negocios piiblics, el olvido creciente de las tra- diciones, la corrupeién popular del idioma, el desconocimien- tode nuestro propio terttorio, la falta de solidaridaé nacional, clansia de riqueza sin escripulos, el culto de las jerarquias mas innobles, el desdén por las altas empresas, la falta de pasion en las Iuchas, Ia venalidad del sufragio, la supersticién por los nombres exéticos, el individualismo demoledor, el desprecio por los ideales ajenos, la constante simulaci6n y a ironfa eana- Tas obras consideradas como el punto de cristalizacién de las preocu- alistas en la €poca del Centenario, porque en ellas el tema de la Tradicin toma un lugar central y sus diversos registros de significacién se enlazan con la imagen sarmientina. Con respecto a los positivistas, procederemos pricticamente de una maneza ansloga, consagrindonos al anilisis de los ensayos de corte historiogrifico de Inépoca. Tea desarrollo que lendra su centro en Buenos. press econsinics de de “Aires y las provincias del litoral argentino. en Boropa, Rojas ‘tuvy oportunidad de conocer y entrevistar a EL DILENA ARGENTINO: CIVILIZACION © BARBANE la—cuanto define la época actual—comprueban la necesidad de una reaccién poderosa en favor de la conciencia nacional y de las disciplinas civiles'®, Una serie de sindnimos va tejiendo el nudo central de la tra- ma: la necesidad de la recuperacién del “alma nacional”, el “cardc- jernacionaT”, "a tadicldn na nacional”, la“ Adjetivo comtin a todos estos concepto: Sustantiva: lo naci eXGtico, Porque lo que esas masas de ultramar traen al pals noe advierte Rojas—, bajo una supuesta vocacién por los valores cos- mopolitas, no es otra cosa que la amenaza de descomposicién de una sociedad que pierde sus referentes tradicionales, su sello, su idiosineracia, su lengua, su historia. Es la prefiguracién del retor- no ala vieja anarquia, al caos, al magma original: La riqueza y la inmigracién la han sacado [a Buenos Aires} de su antigua homogeneidad aldeana, pero no para traernos a Jo heterogéneo organico que es la obra verdadera del progreso social, sino para volvernos.al caos originario, cuando en tiempo de los Giltimos adclantados, aqui se aglomeraban castellanos y vvascos y andaluces y querandies y eriollos y negros y mulatos, entre a rancheria de los fosos y ls playas del ro, Al igual de en tonces, continuamos careciendo de partidos, de ideas propias, de arte y de instituciones!®, me a Rojas desliza sus criticas al positivismo radical de la época, introduciendo las diferencias nocionales que advierte entre el progreso y la civilizaci6n, que retoma de la escuela historicista ale- mana. El Progreso se refiere siempre a la forma externa de la so- ciedad; es, en definitiva, prosperidad material. Contrariamente a ello, la Givilizaci6n es producto del decantamiento histérico de una cultura; es, pues, creacién espiritual 0, para decirlo en un tér- mino de Unamuno que Rojas explota recurrentemente, parte de~ su “intrahistoria”, El error le las generaciones fundadoras consis- 185. R Rojas, La vestauracién nacionalista (informe sobre la historia presen- tado al sefior ministro de Justicia y de Instruccién pablica, Dr. Rému- lo Na6n), Buenos Aires: Ministerio de Justicia e Instruccién Pablica, 1909, p. 87, | ManisreL.a Svar 116 en haber reducido a un solo aspecto aquello que representaba ‘dos dimensiones complementarias de una misma realidad: ellos confundieron el Progreso material con la Civilizacién espiritual, y “creyeron que para fundar un gran pueblo bastaba aglomerar ‘una poblacién numerosa” (p. 93), cuando lo que se requeria en una visién de largo aliento era formar una naciém. En otras pala- bras: el problema no estaba solamente en “poblar el desierto”, sino en crear el alma de un pueblo: “Este es el problema mas ur- gente. A él debemos subordinar nuestra educacion” (p. 351). La escuela debe convertirse, por lo tanto, “en el hogar de Ie ciudada- nia” (p. 350). Luego de Caseros, Todo quedaba por hacerse... Ese fue nuestro bien, Esa fue nuestra desventaja, Ese fue nuestro bien, porque sobre el suelo rasp que nos dej6 nuestra barbarie, construimos cuanto nuestro desi agin, sin que la rutina de las escuelas viejas trabase el libre planeamiento de las nuevas escueclas. Esa fue nuestra desventa- ja, porque desde entonces muestra educacién cayé en el formu- lismo oficial, y no teniendo tradiciones, ahogaron en su seno toda vida espontinea, los transplantes cosmopolitas y las ma- quinaciones burocraticas™” Hay que educar para la vida argentina. Atin mas, Rojas llega a ver en el desarrollo unidimensional de cierto tipo de educacién el origen mismo de la crisis de 1890: ésta encuentra sus c2usas pro- fundas (es decir, “intrahistéricas") en “nuestra escuela sin preocu- paciones morales, nuestra educacién sin fines patriéticos" (p. 320). Por otro lado, no es casual el orden en que Rojas presenta alos for- Jjadores de la patria: Alberdi, cl organizador; Sarmiento, el educa dor; Mitre, el bidgrafo de héroes e historiador. Son jalones de un mismo proceso que nos muestra la concentracién progresiva de la problematica que Rojas enfrenta ya abiertamente: la necesidad de argentinizar a las masas que desnaturalizan la entidad histérica de la repiiblica. La ensefianza de la historia, el aprendizaje de sus hi- tos fundamentales, de las lenguas americanas, toda la retorica puesta al servicio de la “peclagogia de las estatuas” y los simbolos del pasado argentino, constituyen los elementos espirituales de la tradicién que Rojas invoca, elementos requeridos para dar im- 187. Ibidem, p. 808, 126 _vaa Rojas a la reconsideracion, [BL DILEMA ARGENTINO: CIVILIZACION.O BARBARIE pronta nacional a esa materia cadtica que comprende desde el progreso material hasta los inmigrantes sin patria. Por otro lado, la oposicién entre Jo nativo y lo extranjero lle- Esa barbarie, tan calumniada por los historiadores, fue el és genuino fruto de niiestro territorio y de nuest Ta montonera no fue sino el ejército de la independencia las chando en el interior; y casi todos los catidillos que la capita. neaban habian hecho su aprendizaje en la guerra contra los re- alistas. Habfa mas afinidades entre Rosas y su pampa o entre Facundo y su montafia, que entre el sciior Rivadavia o el sefior Garcia y el pais que queria gobernar. La barbarie, siendo gaucha, J puesto que iba a caballo, era mds argentina, més nuestra Ella no habria pensado en entregar la soberania del paisa una dinastia enropeal®, Frente al nuevo barbaro que acecha en las ciudades y amena- zacon la disolucién de nuestro espiritu nacional, el barbaro “inte- rior” tiene al menos la ventaja de ser el producto natural de nues- tras sociedades y de no constituir una suerte de efecto perverso del progreso material. Pero no nos engafiemos, Rojas no tiene la inten- ién de realizar una recuperaci6n positiva de la barbarie. Rojas es lun educador ante todo, y cuando escribe pensando en los extranje- ros cuya vocacién cosmopolita abomina, lo hace pensando en sus hijos, en los hijos de inmigrantes, aquellos hombres que, de diver- sos origenes étnicos, deberdn ser los argentinos del manana: No preconiza el autor de este libro una restauracién de las costumbres gauichas que el progreso suprime por necesidades po- liticas y econdmicas, sino la restauracién del espiritu indigena que Ia civitizacisn debe salvar en todos los paises por razones es- {éticas y religiosas. No puede proclamar tampoco, en regresién absurda, la hostilidad a lo extranjero, quien tiene por la cultura de Europa una vehemente admiracién. Esta manera de nacio- nalismo quiere, por el contrario, tanto como lo querian Alberdi y Sarmiento, campeones aqui del cosmopolitismo, que vengan sus capitales, sus hombres, sus ideas, Pero quiere que una habil politica cconémica radique en el pais el mayor beneficio de 188, Ibidem, pp. 804805 (el destacado es nuestro) 127 > Manisrenia Svantra 505 capitales. Quiere que el hijo de inmigrante sea profunda- mente argentino, por el discernimiento civico que le dé muestra ‘educacién, que razonen su patriotismo. [...] Quiere que el espr- ritu argentino continte recibiendo ideas europeas, pero que Jas asimile y convierta en sustancia propia, como To hace el bri- tano glotén con la dulce carne de las ovejas pampeanas. Quiere que cuando sc planteen conflictos entre el interés econémico argentino y un interés extranjero, estemos por el interés argen- tino, Quiere que el hijo de italiano no sea italiano, n. el hijo de inglés un inglés, ni el del francés un francés: a todos los desea profundamente argentinos. Quiere que el patriotismo y el sen- timiento nacional dejen de consist en el culto de los héroes militares y de la bandera, para consistir en todo esfucrzo gene~ oso y conscientemiente realizado en favor del tertitorio, del idioma, de la tradicin o de la hegemonia futura del pats, Quie- re que la educacién nacionalista sea el hogar de esa concep- én, y que prepare la juventud para las mas nobles funciones de la ciudadania, Quiere que la ciudadania Megue a constituir por sisola unaaristocracia moral™®, Verdadera profesion de fe que no deja lugar paratipo algu- no de nostalgia. Dentro de esta perspectiva integracionista, ‘cuando Rojas formule las lineas fundamentales de un programa de educaci6n, sobre todo aquel que se refiere a la educacién civi- ca, encontraremos un apartado consagrado a la inmigracién, cuyo tratamiento se abre con un estudio sobre “el verdadero ca- acter del cosmopolitismo”, y se cierra con un punto consagrado a la “tradicion nacional” (pp. 395-396). Rojas no buces los arca- nos de la Tradicién nacional para negar el presente cosmopolit ‘usca en ella el principio espiritual que articule ese magma en ‘un todo social que, por necesidad histdrica, debe ser un todo na- “Zonal. Para mostrar la necesidad de esta verdadera reforma de la educacién, Rojas ha tenido que cargar las tintas con respecto al peligro de disoluci6n social. Por ello, se detiene en el andlisis de la proliferacién de escuelas privadas que se hallan en manos de las distintas colectividades extranjeras que existen en el pais, en espe- cial aquellas italianas: “En Italia se habla de sus escuelzs italianas de Buenos Aires como de escuelas coloniales” (p. $42). No s6lo co- 189. Ibidem, pp. 358-360, EL DILEMA ARGENTINO: CIVILIZACION © BARBARIE rremos el riesgo de deformar nuestra lengua, ante la “barbarie dialectal inmigrante”, sino que la inmigracién, mayoritariamente italiana, puede aspirar en un futuro a “suprimirnos como argent nos” (p. 343). Las condiciones actuales confirman ia neces de suprimir la libertad de enseftanza, puesto que ésta tiene una funcién politica y, como tal, debe colocarse en manos del Estado (p. 345). Por ello, ala hora de responder el desafio sarmientino, “gsomos nacién?”, Rojas escribe sin hesitaciones: Antes de que la respuesta pueda ruborizarnos, apresurémo- nos a templar de nuevo la fibra argentina y vigorizar sus nticleos tradicionales. No sigamos tentando a la muerte con nuestro cos- mopolitismo sin historia y nuestra escuela sin patria. (..] Para restaurar el espiritu nacional, en medio de esta sociedad en don- de se ahoga, salvemos a escuela argentina, ante el clero exético, ante el oro exético, ante el poblador exético, ante el libro tam- bién exético, y ante la prensa que refleja nuestra vida exética sin conducirla, pues el criterio con que los propios periédicos se rea- lizan, carece aqui también de espiritu nacional™, Interesante parrafo que sefiala de manera recurrente el lu- gar del adversario a través de la figura-sintesis de lo exético. En resumen, Rojas e3 el primero en articular intelectual- mentey desde una‘n nallamo— que se quiere doc ‘rina, todo un conjunto de inquictudes que sacuden tanto a Ja eli- ‘ie dirigente como a los sectores conservadores de las provincias._ Frente al “mosaico” inmigratorio, Rojas buscaré una nueva defini- ci6n de la Givilizacién cuyo lugar es el pasado y su depositario Ia ‘Tradicién nacional, y cuya alta misién espiritual consistira en in- formar al Progreso material, que amenaza con un desarrollo uni- lateral de las fuerzas del pais. Dicha tradici6n se caracteriza, en es- pecial, por la recuperaci6n y transmision de un “relato hist6rico” través de la escuela. Progreso y Givilizacién celebran su divorcio conceptual. El, primero podra constituir una suerte de nueva barbarie materialis- ta, diferente de la barbarie nativa que hubo de combatirse antaito, pero que puede prefigurar el peligro de la recaida en la anarquia. Si la barbarie de antano era interior, pura esencia de lo america- no, el presente la muestra como algo exético pero deninguna ma- 190, Ibidem, p. 348 129 + ManisreLia Seauina nera exterior: esas masas estin abi, integradas socialmente, civil zadas por el trabajo, pero al caracterizarse por una extranjeridad cultural deben ser verdaderamente civilizadas (es decir “naciona- Jizadas") a través de la escuela. Situacién extraiia: la Barbarie es a Ia ver pasado, presente, futuro, Barbarie cosmopolita, material y “abstracta; principio de indiferenciacién y de anarquia. La abstraccién de Rojas nos marca sus dudas y ambigieda- des, pero también sefiala su voluntad primera: la de evitar el re- duccionismo y caer en Ia nostalgia de una imagen idealizada del pasado. 2.2. La primera recuperacién positiva de la Barbarie Mis conocido como novelista, Manuel Galvez publicard en 1910 El diario de Gabriel Quiroga, suerte de ref tica sobr ‘pais en Ia hora de su Centenario, Obra impulsiva, enérgica yagre- ‘Siva, refleja con brutalidad el odio que puede abrigar un persona- ‘je de raigambre tradicional contra la “invasién disolvente”. Adin ds: es la ret6rica reaccionaria que emplean los sectores tradi “nales —y en especial, provincianos— postergados por el proceso” ‘de modernizacin que se lleva a eabo en el pais, y que com a cuestionay Ia totlsiad de dicho proyects, Dice Gofees Hasta que comengara est libro, Gabriel nunca fue patrio- ta, El romanticismo humanitario de los veinte aft le habfa hecho detestar la patria por amar la humnanidad. Pacadas estas rafagas sentimentales, un poco de Zaratustra y otro poco de jw. ventud lo tornaron egofsta. Mas tarde, cuando el asedio de los “barbaros" le redujera el Yo, su despreocupacién por las cosas circundantes ne total. En Europa leaalté el reeuceds de a ties rra lejana: y entre indecisas afioranzas, nostalgicas reminiscen. cias y destanecientes melancolias de sleping-eary de ciudades muertas, nacicron sus ideas de la patria. [...] Gabriel Quiroga es patriota porque lleva muy dentro de si mismo el seatimiento de la patria y la idea de la nacién. Sus antepasados le trasmitc. ron, sin saberlo, ese tan criollo rencor ativico al extranjero; pero tal rencor, en su alma civlizada y buena, osfenta la apa. riencia del egoismo nacional!” 191. Manuel Galves, El diario de Gabriel Quiroga, opiniones sobre la vida angen- tina, Buenos Aires: Arnoldo Moen y Hno,, 1910, pp. 32:34 130 EL DILEWA ARCENTINO: CIVILIZACION © BARBARKE inicio del libro nos confirma Ia influencia de las primeras obras de Maurice Barrés sobre el nacionalismo de Galvez. En efec- 76, el “culto del yo", es decir, “ia meditaci6n sobre las condicio- nes de desarrollo y realizacién de la personalidad y de la concien- cia individual", Fl mismo se halla bien ilustrado en el egotismo de Gabriel Qui ak rece regis. ase social a la cual pertene- ‘geien el 80 era la indiferencia general y la entrega febril a los ne- cios. Pero cuando la invasién amenaza ya con la disolucion de {iovalores tadicionales, enton 'ys6lo entonces Gabriel (el alter ‘de Galvez), como los si ees ares "pete gana ‘Glonal"no slo ha sido posible. invasiGn inmigrante, ica, {fanto Ia desacralizacién del viejo continente bajo la imagen del ‘materialismo reinante, como el reencuentro con la Espafa ma dre, desde la cual es posible el “regreso”™. Pasado y presente se oponen radicalmente; Ariel ha sido desplazado por Caliban"; la “desenfrenada” biisqueda de la ‘queza material ha producido el olvido de la vida del espiritu. Sin ‘embargo, no todo esta perdido: war aquellas etapas que recorriera El alma nacional no se ha extinguido del todo sino que si- ‘gue su camino, aunque oculta bajo una espesa capa de cosmo- politismo. [...] Para encontrarla debemos volver al pasado y se- guirla en su marcha bajo el materialismo que la cubre'™, 192. R.Girardet, Le nationatisme frangais, Anthologis, 1871-1914, Paris: Scuil, 1983, p. 185. Mas tarde Barrés, cuya evalucién se halla marcada tanto por Ia experiencia boulangista como por el estallido del affave Drey- fus, abandonara el nacionalismo “individualista", para ver el soporte del "yo" en el “culto de la Tierra y de los Muertos”. Para una recons- truccién del pensamiento de Barrés, aunque polémica, véase Zcev ‘Sternhell, Maurice Barris tle nationalism francais, Bruxelles: Comple- xe, 1985, 198. La significacin del viaje a Europa ha sido analizada por David Vifas, cen Literatura angentina realidad politica, ob. cit.,cap. ttilado “La mira. dda hacia Europa: del viaje colonial al viaje estético”, pp. 13-115. 194. Giertamente, el espiritualismo arielista dejar fuertes trazas en Galvez, 195. Ibidem, p. 55. 131 Manisrea Svan, . EL DILEMA ARCENTINO: C1VILIZACION © BAREARIE | ‘Sarmiento habia criticado también al unitarismo “ut6pico” | de Rivadavia, pero lo habia hecho desde el mismo campo de lu- “paso mds y Galvez nos aclarard cul eel lugar recondito que con- cha, es decir, desde la civilizacion que él —y el unitarismo— de- “serva los Festos de nuestra antigua entidad nacional amenazada: es cian representar. Galvez, en cambio, contrariando un lugar co- 1 interior, las provincias, opuestas al centro cosmopolita. Para in- min _de la historiografia argentina de entonces, insintia otra troduecir dicha oposicion, Galvez real excursusporlahistoria | — actitud: no escribe en principio desde el costado de la argentina, afin de recuperar la vieja dicotomia sarmientinayotor- | “cin, Las analogfas de la hora actual (1910) con el periodo ante- garle una nueva significaci6n: Tior a la organizacién nacional lo colocan del otro lado de la trin- chera: Las provincias, cuando nuestro pais era birbaro, pudieron dar la dominante en su espiritu, pero ahora que la fiebre del Los caudillos, oponiéndose al unitarismo, salvaron al progreso nos devora y nos inquieta, el interior ha qzedado re- pais, sin saberlo indudablemente, de su precoz desnacion: ‘ducido, en su tremenda lucha contra el cosmopolitismo de las zaci6n. Ellos fueron los oscuros trabajadores de nuestra na- comarcas litorales, a conservar los tiltimos restos de la vicja cionalidad!™, oa alma nacional!™, He aqui Ia inversion: lo que para Sarmiento no era mas que_ Si la afirmacién de Galvez en la época no encierra ya nin: la expresién de un orden disoluto, para Galvez es el signo de la guna novedad, lo significativ, sin embargo, es que dicha recu | conservaciGn del principio de unidad nacional: lo espiritual, la tra- jeracién del intetior argeisino se haga bajo la forma de lareivin: dicién, el pasado, Otra nota que no debe escapirsenos: gracias a | dicacién de la barbarie que Sarmiento y los hombres del 80 se_ ‘su sentido nacional, los caudillos salvaron al pais, “sin saberlo”. ToeSian sc cetirpar Vesmor como reilia Galver ents proceso de | Como, en efecto, podian ssberlo: alex able eclén ahora que la inversién: “desnacionalizacién” es un hecho, que los argentinos toman con- ciencia del fenémeno? La reaccién de los caudillos fue instintiva, y Los cuarentaafios de nuestra barbarie no son otra cosa que ‘quello explica tanto su inconciencia como su posterior redescu- ta rebelign del espirit americano contra cl espiritu europeo. brimicnto, Dicho rasgo no debe ser olvidado, ala hora de compa. EI primero estaba representado por los federales yera esponti- rar este nacionalismo con aquel del cual constituye el “puente”, el neo, democritico, popular y barbaro, Fevinoaleese niaoriesl™ | ‘Asi, Galvez termina: En lineas generales, Sarmiento hubiese asentido a esta ca | racterizaciOn, pero seguramente hubiese agregado el calificativo 7 Mientras los unitarios meditaban constituciones abstractas, determinante de “anarquico”. Prosigue Galver: } tramaban pactos con los gobiernos extranjeros contra su pro- i pio paisy escribian odas retéricasy pedantes, en lasentrafias de EI segundo estaba representado por los unitarios y era quella barbarie, hoy tan incomprendida, se alboraba 1a con-~ afrancesado, artificial, retrico, aristocratico y civilizado. Fue el | ciencia nacional y el espiritu eterno de la futura patrial™. twiunfo del unitarismo lo que ocasion6 nuestra. barbaric; las utopias de aquellos lectores de Benjamin Constant yadmirado- res de la revolucién francesa, tuvieron en la obra de los caudi- Hos, su reaccién natural y necesari, 197. Ibidem, pp. 123-125. 198. Dicha relacién ha sido establecida por B. Sarlo yC. Akamirano en Ew sayos argentines, ob. cit. Véase el articulo "La Argentina del Centena- rio: campo intelectual, via literaria y temas ideologies”, pp. 104-105. 196, Ibidem, p.61 199. M. Galvez, Eldiavia.. ob. cit, pp. 123-125. 133 Manisretta Svasira terminados momentos del presente poli minio de las masas al de las elites, simplificadas en Sn-Proyecto”, por un lado y “PuebloMovimiento”, por el otro. ‘Dos Tineas qué sefialan Ta incompatibilidad de dos mundos, dos ideas de nacién, por encima de las oposiciones de clase; dos men- ialidades y visiones de pais diferentes en sus principios constituti- vos. Mas claramente: la lectura idealista convierte finalmente los dos polos de la imagen sarmientina en dos entelequias que reco- rren y dirigen la historia argentina para sobredeterminar, final- mente, los procesos sociopoliticos. Sea desde una matriz bioligicista (la inferioridad de aquellos imputados como barbaros esté inscripta en la propia naturaleza, se expresaeen la cultura y se proyecta en la politica), sea desde una ‘matriz nacionalista (la barbarie es la expresién forzada de los valo- ressoterrados de una naci6n sometida al yugo de una clase extran- jerizante), la visin de los polos como dos entelequias que atravie~ san la historia y se actualizan en determinados momentos en el campo politico confirma la necesidad de la exclusion de uno de Jos ejes. El adversario se presenta como un obsticulo a eliminar, _en nombre del Progreso, de la conservacién del orden o de la vo- Tuntad de Pero este nuevo sentido que cobré la lectura idealista con los revisionistas tiene también sus raices s ue la Argentina se convirtié en uno de los raros SS yh irfa ser el caso —con sus matices— de otros paises (Bra- sil)"°!. Por otro lado, su prese a politica argentina 401. Unidad que no conspira contra el hecho de que, efectivamente, exis: tieron conflictos en el seno de dicha clase social, aunque ellos fueron finalmente dirimidos, y no se tradujeron ep el establecimiento de una oposicion politica estable entre los dos sectores en pugna. Recorde- [MARISTELLA SVAMPA, _se realiz6 también a través de la cooptaci6n de otros sectores de la “clase media, sin que las oposiciones (socioeconmicas) que su ac-~ Tividad generaba se cristalizaran en la esfera politica en un adver- sario unitario. Como lo afirma Jorge Sabato, no hubo en la Argen- tina una bipolarizacién estable que se tradujera en la emergencia de un “antagonista principal” en la lucha politica y que hiciera contrapeso constante a la presencia de una oligarquia polifacéti- ca. Las caracteristi jas en la emergencia de! me:imiento bref, como su evoluci6n y, por otro lado, la pronta constitucion ‘de vastos sectores medios, contribuyeron al fraccionamiento de_ “Jos sectores que S€ Oponian a la accién socioeconém arquia, asi como aumentaron los polos de conflictuali existencia de una clase dominante fuerte y homogénea, cuya he- gemonia recorre la historia del pais, reforz6 la idea casi mitica de lun “antagonista mayor”. Pero, sila oligarquia argentina se convir- [EL DILEMA ARGENTINO: CIVILIZACION © BARBARIE _gura de un Pueblo-Naci6n (que cubrira a montoneras, masas crio- las, chusma radical y descar ly desc ), tiene su punto de origen en, “por lo menos, dos elementos, En primer lugar, se presents come Beene: imagen mitica de la dimensidn también mitica que tomé, la accion de la oligarquia en Argentina, a raiz de la fuerte a : a gentina, a ‘la fuerte marca ‘que esta tiltima ha dejado en Ia historia y la sociedad argentinas. Pero, en segundo lugar, ella es también la consecuencia de la ree- laboraciéa ante utilizacién de la imagen sarmientina, regis- irada esi 45m la politica y la cultura, que reaparece cael lenguaje politico con Yrigoyen y que posteriormente seré denun- ciada por los revisionistas como la figura-emblema de la ideologié é i ogte liberal. A la unidad mitica de uno de los polos le sucedié y se le su- perpuso entonces la accién también mitica del otro: la lectura idea: lista apunta a establecer e jones y oposi- donee dé dos en lequias, las dos Argentinas que se oponen y {i6 en el “gran adversario historico” de toda empresa a “popular, Fadquirié dicho + mitol6gico, fue, entre otras co- sas, gracias ala mediacidn ideolégica del revisionismo hist6rico ar- not, ‘gent “or ofro lado, la recurrencia a la imagen sacmientina ayudé a la produccién simbélica de un polo opositor de igual uni- dad ¢ injerencia en la vida politica argentina. Resignificada positi- ‘vamente por los revisionistas, la “Barbarie” devino actor nacional unitario, que el fenémeno peronista permitira, poco después, em- plazar en el presente politico. Asi, la producci6n simb6lica de dicho antagonista, bajo Ia fi- ‘mos para ello el conflicto entre invernadores y criadores alo largo de los afios 30 y su representaciGn en el Congreso durante Ia época del fraude patridtico (invernadores/partido conservador, crizdores/par- = tido demécrata progresista y fracci6n del partido radical). Para el tema del conflicto ene criadores e invernadores véase M. Murmis y ‘J. Portantiero, Estudios sobre ls origenes del peronismo, Buenos Aires: ‘Siglo xx, 1969, vol I, p. 26 y siguientes. Para un andlisis de los rasgos de la clase dominante yu relaci6n con el funcionamniento de la economia argentina, véase Jorge Sabato, La clase dominanteen la Argentina moderna, formacién y caracteristcas, ob. cit, pp. 109-11 y 141 y siguientes. En Jo que sigue glosamos dichacas | racterizacién, Q 402. J: Sibato, La clase dominant, 0b-Cit, p58 408. Ismael Via sefiala justamente que se debe aprender de bs nacion=—_| Iisa, en especial porque ellos no se han equivocado en ia designs: | Cin del adversario, en “Orden y Progreso", Contorno, N'9y 10, 1952 “combaten, La lectura idealista, La dos vertientes antagénicas, vehiculiza de -stereot ‘dela historia

También podría gustarte