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| jean _ baudrillard | Critica de ‘la economia | politica del | Signo 3aedicion a.) |; Vveintluno editares traduccion de CRITICA DE AURELIO GARZON DEL CAMINO LA ECONOMIA POLITICA DEL SIGNO (LY a JEAN BAUDRILLARD 1006 7 736 DICE —— siglo veintiuno editores, sa ,ON-SIGNO ¥ LOGICA DE CLASES Gals wht et, a . Funcién social del ol siglo veintiuno de espajia editores, sa reclereer ir ena ee cent yo _____ los objetcs, 15; 2v. Una légica de la segregacién, 36 siglo veintiuno argentina editores, sa = ~ GENESIS IDEOLOGICA DE LAS NECESIDADES siglo veintiuno de colombia, Itda El consumo como légica de las significaciones, eee ‘$2; m. El consumo como estructura de cambio de Giferenciacin, 61; 1m. El sistema de las necesida- des y del consumo como sistema de fuerzas pro- ducts, 76 heTICHISMO E IDEOLOGIA: LA REDUCOISN SEMIO™ arcs EL GESTUAL Y LA FIRMA: SEMIURGIA DEL ARTE ‘CONTEMPORANEO |A SUBASTA DE LA OBRA DE ARTE: INTERCAMBIO/ SIGNO ¥ VALOR SUNTUARIO 1. La otra vertiente de la economfa polities, 1225 Portada de anhelo hernéndez || Diferencia con el intercambio econémico, 127; mm. Poder econémieo y dominacién, 131; 3v. Valor sim- primera edicin en espafiol, 1974 Délico y funcién estética, 133; v. Conclusion, 136 edicién en espafiol, 1977 tercora edici fi ina TwontA GENERA G wiglo xxi ediores se, Doan one ISBN 968-28-0702-8 ' auth DEL VALOR DE USO elmore edilén en tranels, 1972 Editions gallimard, 1972 fs ti titulo original: pour une critique de V'Gcoriomie __-#HACIA UNA CRITICA DE LA EOONOMEA POLITICA DEI. politique du signe ) sicxo derechos reservados conforme a la ley | oe impreso y hecho en méxico/printed and made in mexié 108 121 148 166 1. El pensamiento mégico de Ia ideologia, 166; a. La metafisica del signo, 173; 1. El espejismo del referente, 176; rv. Denotacion y connotacién, 185; v. Més alld del signo: lo simbslico, 188 REQUIEM POR LOS MEDIA Introito, 194; Enzensberger: una estrategia “socia lista", 198; Le sin respuesta, 202; Estrate- gia subversiva y-“accién simbélica”, 206; EI modelo feérico de la comunicacién, 213; La ilusién ciber nética, 217 DISESO Y ENTORNO © LA ESCALADA DE LA EOONO- ata poririca La operacién del signo, 227; La ersis del funciona- lismo, 235; Entomo y cibernética: estadio const ‘mado de la economia’ politics, 244 DE LA REALIZACION DE DESEO EN EL VALOR DE ‘CAMBIO fro INCION-SIGNO Y LOGICA DE CLASE* FUNGION SOCIAL DEL OBJETO-SIGNO La hipétesis empirica: necesidades y valor de uso [Un andlisis de la légica social que condiciona el cono- jmiento operative de los objetos, de acuerdo con las versas clases 0 categorias, tiene que ser al mismo tiem- tun andlisis critico de la ideologia del.“‘consumo”, bbyacente hoy a todo conocimiento operativo de. los bjetos. Este doble andlisis —el de la funcién social listintiva de los objetos y el de la funcién polftica de la jdeologia que con ella se relaciona— debe basarse en ina condicién previa absoluta: Ja superacién de una vi in esponténea de los objetos en términos de necesi- id, de la hipétesis de la prioridad de su valor de u Esta hipétesis, que se sostiene en la evidencia vivida, asigna los objetos un status funcional, el de utensilio nculado a unas operaciones técnicas sobre el mun- do, y por ello mismo el de mediacién para las necesi- dades antropolégicas “naturales” del individuo.. En esta "spectiva, los objetos son ante todo funcién de las fnecesidades y adquieren su sentido en Ia relacién eco- mica del hombre al entorno, Esta hip6tesis empirica es falsa. Lejos de ser el status DPimario del objeto un status pragmético que vendda a Sobredeterminar més tarde un valor social de signo, ¢s Por el contrario el valor de cambio signo lo que es fun- ‘lamental, no siendo el valor de uso con frecuencia otra esa que Ja caucién préctica (incluso una racionaliza- * Publicado en Communications, 13, 1969. m 251 2 FUNCION-SIGNO Y LOGICA DE CLAS! fecwertarsnes © Tam: paeEAe 3 cién pura y simple): tal es, en st forma paradéjica, ‘inica hipétesis sociologica correcta, Bajo su evi concreta, las necesidades y las funciones no descri en el fondo sino un nivel abstracto, un discurso nifiesto de los objetos, frente al cual el discurso ial, ampliamente inconsciente, aparece como fundamei tal, Una verdadera teoria de los objetos y del consu se fundard no sobre una teorfa de las necesidades y su satisfaccién, sino sobre una teotia de la prestaci social y de la significacién. Ides (no totalmente, por Jo demés: la dote, los rege Hine, exc). Sin embargo, detras de todas las superestruc- ras de la compra, de Ia transaccién y de Ja propiedad riyada, es siempre el mecanismo de la. prestacién social ? que hay que leer en nuestra opcién, nuestra acumu- cin, nuestra manipulacién y nuestro consumo de ob- jetos, mecanismo de discriminacién y de prestigio que halla en Ia base misma del sistema de valores y de Entegracion en el orden jerdrquico de Ja sociedad. La sila y el potlatch han desaparecido, pero no su princi- jo, que utilizaremos como base de una teoria sociolé- ca de los objetos —y esto, sin duda, es siempre més [ ‘erto a medida que los objetos se snultiplican y se di- jfferencian: no la relacién con las necesidades, el valor.| uso, sino el valor de intercambio simbélico, de pres- | icién social, de competencia y, en el limite, de discri-.” nantes de clase. Tal es la hipétesis conceptual fun- mental de un anélisis sociolégico del. “consumo”. EL intercambio simbélico: la kula y el potlatch* La alusién a las sociedades primitivas es sin duda gros; es preciso, sin embargo, recordar que originalm te el consumo de bienes (alimenticios 0 suntuarics) n responde a una economfa individual de las necesidas sino que es una funcién social de prestigio y de distr bucién jerdrguica. No depende ante todo de la nece: dad vital o del “derecho natural”, sino de una coacciéxEl consumo ostentatorio cultural. En suma, es una institucién. Es preciso quepy unas bienes y unos objetos sean producidos e interea biados (a veces en forma de dilapidacién violenta) pa que una jerarquia social se manifieste. Entre los Ti briandeses (Malinowsli), la distincién entre funci6 econémica y funcién/signo es radical: hay dos clas de objetos, sobre Tos cuales se articulan dos. sist paralelos: la kala —sistema de intercambio. simbéli fundado sobre la circulacién, la donacién en cadena Beualetes calles, demos en tomo del cul se eg niza el sistema social de valores y de status—, y el gim sigue el Comer des ins ptr, Ayame del Amo Cota comsmton), dan eae idee ae oe, io en su ociosidad, en su. superflui ree sparecido en nuestras sociedl grande y de su riqueza, Su funcién, como la * Poilach: ceremonia de los indios del Pacifico, en la gut 105 objetos en Ia kula o el potlatch, no es, pues, la propiedad se regala o distribuye con largueza, a je ad) 2 aul mantener dcteminade Soh noeat Pay” £8 & M] * Th. Veblen, The theory of the leur cls, 1899, eco de esta funcién primordial de los objetos se en- sentra ampliado, en los andlisis de Thorstein Veblen,? jo la nocién de conspicuous waste prodigalidad osten- toria, gasto o consumo de prestigio). Veblen demuestra jue si las clases sometidas tuvieron por funcién al prin- pio trabajar y producir, tienen simulténeamente por funcién (y, cuando se mantienen en la ociosidad, Xinica funcién) hacer alarde del standing del Amo. S mujeres, la “clientela’, la sexvidumbre son asi, ex: nentes de status. Estas categorfas consumen también, 4 FUNCION-SIGNO ¥ LOGICA DE te ¥ LOGICA DE CLASE 5 econémica, sino la de institucién o de preservacié prestigh. ademés de Ja riqueza y la dilapidacién (waste- de un orden jerixquico de los valores. Veblen analizafyi expenditure), es la ociosidad Gwaste of time), ejer fen esta perspectiva la condicién de la mujer en Idpida directamente © por interpésita persona (vicarious cociedad patiarcal: asf como no se alimenta al Ee TE] mundo de los objetos no escapa a esta re- ra que coma, sind para que trabaje, tampoco se vistdyla, a esta coaccién de superfluidad: es siempre en rosa, sino para que atestigie con su lujo Ta legitimidaddecorativo, de no funcional, en Jo que categorias ente- 0 el prvilegio social de su Amo (es igualmente el casdyas de objetos Cbibelos, accesorios, baratijas) 0, en cada de le “cultura”, que, para las mujeres con frecuenciapbjeto, todas las connotaciones y el metabolismo de las fanciona como atributo social: en las clases acomodalformas, el juego de la moda, etc. —en suma, los obje das sobre todo, Ja cultura de las mujeres forma partegos no agotan jamés sus posibilidades en aquello para del patrimonio del grupo). Esta nocién de vicarioutJo que sirven, y @s en este exceso de presencia donde Prete del “consumo por interpésita persona”, esadquieren su significacién de prestigio, donde “desig- pital: nos conduce al teorema fundamental del consulnan” no ya el mundo, sino el ser y Ia eategoria social ‘mo, segdn el cual éste no tiene nada que ver con ede su poseedor. goce personal (lo cual no se opone a que la mujer sien fa un placer en ser hermosa), sino que ¢s una institul cién social coactiva, que determina los comportamiento} fun antes de ser reflexionada por la conciencia de lo Sin embargo, esta coaccién de ociosidad, de inaplicabi- actores. sociales. Tidad como fuente de valores choca hoy por doquier con- Més alld todavia, esto puede Hevarnos a consideraitra un imperativo antagonista, a tal punto que es del 1 consumo no por aquello por Jo que se hace pasar|conflicto, o més bien del compromiso entre dos morales tuna gratificacién individual generalizada, sino comaadversas de donde resulta el status actual del objeto tun destino social que afecta a ciertos grupos 0 a ciertajcotidiano: de una moral aristocrética del “otium” y de clases en mayor medida que a otros, 0 por oe una ética puritana del trabajo. Se olvida ampliamente, El simulacro funcional otros. Si bien no existen ya hoy, en la sociedad demo} en efecto, cuando se hace de la funcién de los abjetos ‘critica moderna, categorias adscritas de derecho al su razén inmanente, hasta qué punto este valor fun- sumo de prestigio por interpésita persona, podemos iy ‘cional est a su vez regido por una moral social que guntarnos si, tras la aparente generalizacién social dé quiere que hoy el objeto, no més que el individuo, deje Proceso, no existen clases adscritas de hecho a estos me’ de ser ocioso. Ha de “trabajar”, ha de “funcionar”, y\ canismos de prodigalidad, restituyendo asf, bajo la apa|disculparse con ello, por decirlo asi democréticemente,, ente disponibilidad total de los comportamientos eye su antiguo status aristocrético de signo puro de pres;| vviduales, la inmemorial funcién de institucién del ve tigio. Este status antiguo, fundado sobre Ia ostentacién| lor y de discriminacién social que fue la del ~ el gasto, se halla siempre presente; pero claramen-! en Ia sociedad preindustil te marcado en los efectos de moda y de decoracién, va Segin Veblen, uno de los exponentes mayores dé acompafiado por lo general —en dosis variable de un | : 6 PUNCION-SIGNO Y LOGICA DE CLAS} discurso funcional que puede servir de coartada a la fun| ién distintiva Cinvidious distinction). Ast los objetal Tlevan adelante un juego perpetuo, que resulta de he| cho de un conflcito moral, de una disparidad de Joy imperativos sociales: el objeto funcional pasa por s decorative, se viste de inutilidad o adopta los distra de la moda el objeto fit y ocioso se carga de ra zbn prictica® En o esté el gadget: pura gratul dad so capa de funcionalismo, pura prodigalidad capa de moral prictica. De todos modos, todos los ol jetos, incluso futiles, son objeto de un trabajo: arregl y limpieza de la casa, reparacién de artefactos case} 0s —siempre el homo faber acompaiia al homo otiosus, Més generalmente, nos encontrariamos (y esto no ssl en el mundo de Jos objetos) ante un simulacro funcio, nal (make-believe), detrés del cual los objetos seguirian desempetiando su papel de discriminantes sociales. Dich de otro modo todavia, todos los objetos se hallan en e| ‘compromiso fundamental‘ de tener que significar, ef decir que conferir el sentido social, el prestigio, sobre el modo del otium y del juego —modo arcaico y aris! tocrético con el cual trata de enlazar a ideologia hedor nista del consumo— y de someterse por lo demés al consenso muy fuerte de la moral democritica del es; fuerzo, del hacer y del mérito, Puede imaginarse un estado de la sociedad en el q esto diera por resultado dos clases de objetos disyuntos! uuso/prestigio, valor de uso/valor de cambio. signo-dis! | yuneién vinculada a una fuerte integracién jerérquica, 2 Asi, en Ia casa de campo equipada con cslefaccién central) dl calentador de cama campesino disfraza su cardcter folkléxco| Se de de ge hasta wlan ivieno™ ° En rigurosa Iigica, es una contradiccién, ya que lor dos! sistemas de valor son, antinémicos. ‘Cnicameste la est stil “funcional, por ignrar as contradicones sd su ejercicio, puede imaginarse reconciliar armoniosamente Ja funcién y Ja forma (ef. més adelane “El lujo de lo efimers")- ruNciON-SIGNO Y LOGICA DE CLASE 7 sociedad primitva, ritual, de castas). Una vex mis, en fests sociedades, esto da por resultado con Ja mayor freeuencia una ambivalencia al nivel de cada objeto. To importante es leer por doquier, por encima de Ja evidencia prictica de los objetos y a través de Ja apa- fente espontaneidad de los comportamientos, la obliga- Gin social, el ethos de consumo “ostentatorio” (directo ‘o por interpésita persona),* y por Jo tanto, de captar fen el consumo una dimensién permanente de Ta jerar- {quia social, y hoy en el standing una moral siempre tan imperativa. Bajo esta determinacién paradéjica, los objetos sai por lo tanto el lugar, no de la satisfaccién de necesida- es, sino de un trabajo simbélico, de una “produccién’” fen el doble sentido del término: pro-ducere —se los fabrica, pero se producen también como prueba. Son el lugar de la consagracin de un esfuerzo, de una realizacién ininterrumpida, de un stress for achievement, tendiente a hacer la prueba continua y tangible del valor social. Una especie de Bewihrung secular, de probacién, de prestacién, heredera, bajo conductas in- versus, de los mismos principios morales que fueron Jos de la ética protestante, y, segin Weber, del espt- itu capitalista de produccién: la moral del consumo sustituye la de la produccién 0 se traba con ella en tuna misma Idgica social de la salvacién, oN sad ali Jo se trata aqui de la vanidad individual de poseer objets Beis he-mosoe que los demés: esto responde «lo vivido pion 0, aa relaci6n compettiva consciente, Los fines sociales de la ostentacién, toda la mecénica social del valor son amplia fc inconcienes, y ejercidos sin suberlo por todos ls sujet juegos conscientes del prestigio y de la competencia no som pied a refraccién en las conciencias de estas finalidades estas. coacciones. 6 é CICA DE CLASE 8 FUNGIONSIGNO Y LOGICA DE CLAsfeuNCIONSIONO ¥ 16 9 ic penuriareltiva, en Ta. que el poder de compra por ML, PERSPEGTIVAS SOCTOLOGICAS Kf alo delimita claramente las clases. Aun asf, no vale Smente para Tas categorias medias, y si tan-s6lo para me extremas. Ademés, tales correlaciones fijas. no po- Han ciecunseribir ni la légica ni la dinémica de Ja stratificacion. Chapin: la escala del living-room Diversos autores han tratado de integrar los objetos cot jementos de una Iigica social. En lineas generales, si abargo, el papel que ocupan en Ja investigacin s ciolégica es el de figurantes. Entre los analistas “consumo”, los objetos son uno de los temas preferid de Ja paraliteratura sociolégica, contrapartida del dis curso publicitario. Debemos sefialar, sin embargo, un tentativa sistematica: la de Chapin.‘ Este define el stat como “la posicién que ocupa un individuo 0 una fami lia, segiin los estindares dominantes de los bienes cul turales, de los ingresos efectivos, de los bienes mat riales y de la participacién en las actividades de gruj de la colectividad”. Cuatro escalas, por lo tanto. D pués, se advirtié que los cuatro componentes estaban relacién tan estrecha con la medida independiente mobiliario de la sala de estar que éste bastaba s{ solo para calibrar Ja clase desde el punto de vis estadistico. Esta “escala del livingroom” hace interv ‘nit asi 23 item, en los que los diversos objetos esté ‘anotados en forma de repertorio y contabilizados (asi c ‘mo ciertos aspectos relativos al conjunto: limpieza, ord mantenimiento). Esta primera exploracién, con fine sociolégicos, se caracteriza, pues, por el empirismo md indlisis sintdctico y retérico del entorno cho esto, si la escala de Chapin se fundara sobre un niliis més fino, haciendo el inventario por Ia calidad ie los objetos, su materia, su forma, el matiz de su silo, ete, atin podria ser de alguna utilidad; porque tempaco es cierto, segiin la objecién que se le ha hecho, je todo el mundo posea hoy virtualmente las. mismas cosss. El estudio de los modelos y de las series" mues- tea Ia gama, compleja de diferencias, de matices, que Fhacen que una misma categoria de objetos.(sillones, lordenacién, coche, ete.) pueda todavia uniformar todas jis diferencias sociales. Pero es evidente también que discriminacién ha pasado hoy, con la elevacién del Iivel de vida, de la posesién pura y simple a la organi- Paciin y al conocimiento operative de los objetos. Es, pues, sobre una semiologia més fina del entorno y de las pricticas cotidianas sobre la que deberfa fundarse Ceventualmente) una clasificacién social. Andlisis de interiores y de espacios domésticos, fundados no sobre ingenuo: en ella, los estratos sociales se hallan simple e inventario, sino sobre 1a distribucién de los objetos rente ajustados al indice econémico sobre un balances ted/excentricidad — simetsia/asimetria — Jerar de objetos. Ahora bien, este procedimiento no vale eff{*/S*P3tacién - promiscuidad/distancia), sobre los sin- vigor Ca causa de las falas de extctitud. que son oftt™ ‘Oxmales o Funcionales, en una palabra, un and- todos modes sus conclusiones), sino en una. socieds isis de la sintaxis de los-objetos, esforzandose por dedu- it las constantes de organizacién segin el tipo de Contemporary American ini ip. MIX: “A measurement of social status}, * CE. Jean Baudrill ystdme des objets, Gallimard, Chapman, The home ond soci stsPes, 1958 [Hay talacson casas de F Gonadee, Aram ru: El sistema de los objetos, XXI, México, 1969.) 10 FUNCION-SIGNO ¥ LOGICA DE CLASY pyxcION-SIGNO Y¥ LOGICA DE CLASE u habitat y la categoria social, asi como la coherencia Jas contradicciones del discurso —tal serfa un nivel p paratorio a una interpretaci6n en términos de Iogica cial, a condicién de que este topoandlisis “horizontal fuera acompafiado de una semiologia “vertical” que plorase, de Ia serie al modelo, a través de todas | diferencias significativas, la escala jerérquica de ca categorfa de objetos:* EI problema seré entonces hacer surgir una c cia entre la posicién relativa de tal objeto, 0 conjunt “Anlisis estratégico del conocimiento operativo de objetos Puédese sin duda en un primer tiempo considerar los objetos mismos y su suma como indicios de adscripeié social, pero importa mucho ms considerarlos, en su elec cién, st organizacién y su préctica, como el soporte de una estructura global del entorno, que es al mismid tiempo una estructura activa de comportamiento. Esta } estructura no estaré ya entonces enlazada directamente [de objetos, sobre la escala vertical, y de otra parte 4 con un status més 0 menos asignado ¢ inventariado tipo de organizacién del contexto en que se encuentrd de antemano, sino analizado como elemento de Ja tde- y el tipo de pricticas que con él se relacionan. La hi gicq social de los individuos y de Jos grupos, como ele- pétesis de la coherencia no se verificaré forzosamente! mento vivo de sus aspiraciones, el cual puede enton- hay barbarismes, lapsus no sélo en el discurso formal es coincidie en una estructura més amplia con otros sino en el discurso social de los objetos. Y se tra tos de ‘ctica social Ctrayectoria profesional, entonces no sélo de localizarlos en el andlisis estruct| edueaciin de oe hijos, logar a residencia, red de re- ral, sino de interpretarlos en términos de légica y 4 laciones, etc.), pero ‘también, eouitcadletielecas parte® Comedies el au. |, Eo que aparece de todos modos es que no se puede Jeapapeg oe opr tender un anélisis socie| hablar de los objetos en otros términos que ellos mis- légico _ apa rap Si . a deducir una as mos, en términos de légica y de estrategia social. mecinica, o especular, entre determinada configuraciél multéneamente, sin embargo, hay que mantener el de objetos y determinada posicién en la escala social lis sobre un’ ti sspecfico,deteminando como lo hace Chapin, carece de interés, Sabemos biet| poscién crrfic a - sees chro A are de intents. Sabemos Bi} poscin expeifca ccupan los objetor frente a ors temas de signos, y qué campo especifico de pricti poseedor; pero hay en esto un cfrculo vicioso: vuelvl cons i 4 encontrarse en los objetos la categoria social tal com ty woeh 2 extmuctura general del compora en el fondo se ha definido ya baséndose en los objet Centre otros criterios). La induccién recurrente ocult tuna deduccién circular. La préctica social especifica #! discurso de objetos, es especifico? y por lo tanto el verdadero objeto de ee 4 P: ue el ve 0 objeto de una sociologia, 24 Parece se it de _ i T que la norma de las actitudes de consumo puede extraerse de esa operacién. \= @ Ia vex la de distincién y la de conformidad.** En: ® Para determinadas cat fa * Asi lucaci¢ jue laa jos es ‘elemento scr $e PS te a een wl omelet oud ots i owe SE8 SEI tee) edie jr de Troe ey no ern de rein et 7 Es también Ia paradoja de la moda: cada cual se endosa 12 FUNCION-SIGNO Y LOGICA DE CLASE} Iineas generales, se dirla que existe el predominio del grupo de adscripeién sobre el grupo ideal de referen| cia: se tienen objetos “conformes", Jos objetos de sus iguales.* Pero el problema sigue en pie: cual es I posicién especifica de los objetos —gexiste una?— res} pecto de esa norma muy general de las actitudes de Consumo? ¢Existe isofuncionalismo, redundancia de los dliversos sistemas de signos y de comportamientos re lativos al consumo? ¢Ropa, objetos, habitat, ocios, tividades culturales? categorias sociales es lo que nos interesani de pre- a objetivos sociales y @ una I6gica social. Aquello déerencia, que nos hablan no es tanto del usuario y de pricti téenicas como de pretensién social y de resignaci de movilidad social y de inercia, de aculturacién y enculturacién, de estratificacin y de clasificacién social, + gin A través de’los objetos, cada individuo, cada grupted de eice’* inlus como vereos més adelant, unt sacle 16 PUNCION-SIGNO ¥ LOGICA DE CLASH |. cy5s10NO Y LOGICA DE OLASE v ccension libres esperan sin embargo mds de lo que Fe porque. viven también de Ta ideologla difusa de “did y de crecimiento. El nivel de sus aspiracior resulta, pues, exactamente de un compromiso entre wejismo_alimentado por los hechos y un: irealismo atenido por Ta ideologia ambiente —compromiso que Tija a su vez. la contradiccién interna de la socie ad_global. "Ahora bien, este compromiso que los. actores sociales glizan cn sus proyectos de futuro y en: los xelativos sus hijos lo expresan también primero en sus objetos. Movilidad ¢ inercia social Sabido es que un problema esencial es 1a disparidad] ‘en estas capas méviles, entre la movilidad intencional (las aspiraciones) y Ja movilidad real Clas posibilida] des objetivas de promocién social). ‘También sabemad Gque estas aspiraciones no son libres, que son funciéy de la herencia social y de Ia situacién adquirida Sin llegar a determinadd umbral de movilidad, no ex ten siguiera: es la resignacin absoluta. Por regla ge eral, son rclativamente irrealistas: se espera més de que es objetivamente posible aleanzar —y relativament realistas: no se deja la rienda suelta a la imaginaci ambiciosa (salvo casos patolégicos). Esta imagen psi Tégica compleja reposa a su vex sobre una interpreta cién implicita, por los actores sociales, de los datos ciolégicos objetivos; las sociedades industrales oftec a las categorias medias posibilidades de movilidad, posibilidacles relativas; la trayectoria, salvo caso excepci nal, ¢s corta, la inercia social es fuerte, las regresion: siempre posibles. En estas condiciones, es indudable 4} ‘Ja motivacién para clevarse en la escala social t duce la ‘interiorizacién de las normas y de los esqui mas generales de una sociedad de crecimiento —pero que el exceso de las aspiraciones con respec a las posibilidades reales traduce el desequilibrio, contradiccién profunda de una sociedad en Ja que J ideologia “democritica” de progreso social viene ca frecuencia a compensar y a sobredeterminar Ja ine relativa de los mecanismos sociales. Dicho de otro modo} los individuos esperan porque “saben” que pueden perar; no esperan demasiado porque “saben” que ¢ sociedad opone de hecho barreras infranqueables aw orden doméstico y el veredicto piblico gui, hay que adelantarse a una objeci te la propiedad privada de los objetos crearla. para los una jurisdiccién especial, que distinguitia: total nte las conductas telativas a los objetos privados de bjetos forman aparentemente parte del orden domésti- », hemos visto que su sentido no se aclara sino por | relucién con Jas coacciones sociales de conformidad dle movilidad, Mas profundamente, 1a jurisdiecién del sistema de valores sociales es inmanente al ordan.domés- co. La relacién privada oculta un teconocimiento y in asentimiento profundos al veredicto publico. Cada il, en el fondo, se sabe, si no se siente, juzgado por us objetos, juzgado segin sus objetos, y cada cual, en fondo, se somete a este juicio, aunque sea por la desa- robacién. Se trata aqui més que del imperative de onformidad procedente del grupo resttingido © del movilidad ascendente procedente de la sociedad glo- al se trata de un orden en el que cada grupo o ind ‘duo no puede por menos de venir a ordenarse, €® 4 Ast, Ia. proporcién de obreros que quieren que. sus bij leagan citdion mapeires cs mucho menor que fe de kr & dividuos que pertenecen a las clases privilepiadas. Janci6SI0NO Y LOGICA DE CLAS 19 vo, que consttuye el drama vivido de la propiedad sO, figura igualmente una pasién socal, y alimenta f utetismo social de ese discurso de objetos. No olvi- os, mutatis mutandis, que la exposicién de la cosecha matén en 10s jardines de los ‘Trobriandeses es sieme ye una provocacién, una competicién, un reto, pero tam- vin un eto destinado a hacer surgir un orden de valores, a regla del juego para integrarse en él. En el potlatch, In destruccién insolente de los objetos y de las rique- a que “constituye la prueba”. En la propiedad y | consumo privados que conocemos, y que estin apa- nwemente fundados sobre el orden individual, este specto social antagénico de la prestacién esté como con- ado, resuelto. Pero no hay nada de eso; puede ocurrit que los procesos de una sociedad “de consumo” fexctven poderosamente esta funcidn de exponentes Fantaganicos’ de los objetos. De todos modos, algo de esas pricticas primitivas nimba todavia los objetos actua- les y hace que su presencia no sea jamés neutra, siem- 18 FUNCION-SIGNO Y LOGICA DE CL, ‘el movimiento mismo que lo hace existir socialment En lo “privado”, lo “doméstico” Cy por lo tanto tambi en el entorno de objets), vivido por él como 20 refugio més aco més alld de las coacciones. social como campo auténomo de necesidades y de satisfacci nes, el individuo no cesa, sin embargo, jamas de atest guar, de pretender una legitimidad y de asegurarla signos, y de traducir en la menor de sus conductas, través del menor de sus objetos, la inmanencia de w jurisdiccién que en apariencia recusa Retérica ambigua: triunfalismo y resignacién Ahora bien, este veredicto, para las categorias que mk interesan, no es jamés positivo: el progreso de estés la escala social es siempre relativo, a veces itisorio, sobre todo la legitimidad, es decir la posibilidad de fu daren valor propio su situacién adquirida, se les esca Es esta legitimidad contrariada Cen el plano cultu politico, profesional) lo que hace que estas clases medi inviertan con tanto mayor afin en el universo priva fen la propiedad privada y la acumulacién de objet ‘autonomizando todo esto por defecto para tratar de fi fejaruna victoria, un reconocimiento social verdade: ‘que:se les desvanece. Es lo-que da a los objetos en este “medio” un sta talmente ambiguo: detrés de su_triunfali signos de la promocién social, exhiben (o confiesan) ‘secretamente la derrota social. Su proliferacién, su “ su organizacién esté anclada abi, en una ret “rica que, para utilizar los términos de P. Bourdi “8 propiamente una “retérica de la desesperacién’”. La) manera que tienen los objetos de hacerse ver de; querer como prevenir las objeciones de valor; \someterse. la jurisdiccién Jatente de las jerarquias soci les sin dejar por ello de recusarlas de antemano, re vehemente. ‘Las modalidades estilisticas lls de referencia no son los de las clases superiores sempordneas, en la medida en que éstas son adictas tuna invencién mucho més amplia. La referencia de romovibles” es el orden burgués tradicional, | como se impuso desde el Imperio y la Restauracién, idaptado a su vez de modelos aristocrdticos anteriores. Este orden retérico “pequefioburgués” esté regido por cs modos esenciales: saturacién y redundancia de una 20 FUNCIGN-SIGNO ¥ LOGICA DE CLAS) cy5y-SIGNO ¥ LOGICA DE CLASE a a parte, —simetria y jerarquia de otra. Las interfereicias evidentemente numerosas Cast la simetria es también tedundancia, pero inclie le centaidd). Sin embmy edn: toda Is cova tesa yer los dos modos son muy distintos: el uno —saturacidnf* ,opiedad doméstica. La mesa esté cubierta por redundancia— que expresa lo inorginico, el otro —s pe protegido a su vez por otto de plist. trfa/jerarquia~ que expresa Ia estructura orgénica af” nas y dobles cortinas en las ventanas, Tapices, fun- este orden, Sentalemos ademas que estos modos de orgaf "jos, revestimiento de las paredes, pantallas, Cada nizacién no estén ligados por esencia al orden burgud ie, descansa sobre un pafito. Cada flor tiene su © pequefioburgués: corresponden también a un andlis®™,,, cada maceta su macetero. Todo esté protegido antropoldgico 0 estético més general. Pero no nos int marcado. En el mismo jardin, cada macizo tiene tesan aqul sino por dfinicén soci como retriea ef Lada y cada paseo un subrayado de lds, peciica de determinada categoria social Vics, et. Puede analizarse esto como una compul 2 taacn: sabido gue In ext burgess eal asos de secuest, come sinks besa: no cerrada sobre si misma y repleta. Herencia, acumulacié” reer, sino subrayar dos veces, tres veces, lo que con signos de “status” y de buena posicién. En la mis hes cs la obsesién del duetio del hotelito y ae linea, el interior pequenoburgués se seala por el amoap E> uscedor. Aqui como en otro lugar, en la redun tonamiento. Es cierto que falta a menudo espacio, perf los signos, en sus connotaciones y su enmien- esta penuria de espacio suscita a su vez una reaccidd”” donde habla el inconsciente. de compensacién: cuanto menor es el espacio de quips hay otra cosa que habla también, y es impor se dispone més se acumula Calgo ast como, en Ta ausenciy 05” otras conclusiones: de motivaciones culturales “nobles’, acti, en los juegdy (2 obvecarga de los signcs posesivos, que actian radiofénicos, el criterio de memoria euantitaiva). A. Cony demostrativos, puede analiza’ como la in veces, por lo demés, son determinadas habitaciones, dee Ia de poseer, sino de demostrar cémo se ferminados rincones de la casa los que estin “IlenosP"'". 12 Ahora bien, esta demostracién, esta super Lo que habria que captar es més bien los axpectos divefrainncin “de estilo” es siempre relativa al grupo: ss de un juego sobre lo leno y lo vacio, una logistigge ro nor funcidn psicoldgie seasegurar al po- que convierte ciertos lugares en reservas, stocks, almip..iy sobre su posesi6n, sino por funcién sociolégica cenes —el desvin y el sétano desempesiaron en. OM io a toda la clase de los individuos que poseen dela ee Sor ee eee aS J neptina manera, As, Tos sgnos mismos de lo pedo Beconglomera eee nee oe tian como signos de adscripcién social. A través duos, concepciones sintécticas de conjunto: una casa, Uy) oy} compartmiento simbélico, es todavia el im apsento pueden asi topografiise analitcamente. UPfeaiy clual de. clase el que habla Cno ene nada ver més, este proceso carece de interés si no S© Si8tNne ver con una conciencia politica de clase). por tna Idgica social: de la acumulacién de pemutit' cy Indudablemente no/a mada 3p tun destino: eso es lo que los objetos dan a ver ante todo). oojiamente el consumo, que es inseparable de la ig lo tant Jo conten Se a ar + Ee ands oculta una inercia social profund, Ello misma dos, comprados, ordenados, forman pa oer wr de inercia social en Ja medida en que en ell cién cumple, = a Geren a fae fs scribes engine Sicico, hombre con su dimensién adscriptiva. Aunque sobre ne a 7 te See a xo le oll SUN ta An nde cm omar opcién sobre el porvenir, no es jamés a través hyo usin democritca Ces la misma bajo Jos objetos como el hombre social es mévil, como el hom. sssccyo), E] apremio de fugacidad de Ja moda 3 bre social se realiza. Sobre ellos se replige, y ls objetg aay “himina la erencia de los signs disinves Pre ren a menudo todo To mis Ia aspiaciones scale Pe Me on ent del ciclo, wel & POET contrariadas. - trade! mundo en igualdad de posibilidades. Todos los Esta funcién de inercia de los objetos, cuyo resultadf ais son revocables ante Ja instancia de la moda: eto ce¢ un status duradero, a veces hereditario, eté Bey otasra pra crear la igualdad de todos ante ls objets. atida por Ja de tener que significar el cambio *°C'9H thor bien, esto es evidentemente falso: Ja mods, come 34 FUNCION-SIGNO ¥ LOGICA DE CLAsy rusctbn stone r are rain 35 Ta cultura de masa, habla a todos para poner mejor a cadjf de a modernidad. Es cierto que el déficit social que re- cual en su lugar. Es una de las insiacones que retype BOY OF cade ves mts en of faivo)-a exauruos mejor, que fundamenta con el pretexto de aboila, ip din pacelaria enduro y en duradero es colosal: contr. desigualdad cultural la discriminacién social. Pretend dice Ia racionalidad econdmica y de los intercambios estar por encima de la logica social, ser una especie a siles Ie tendencia reversible hacia una movilidad Segunda naturaleza: de hecho est por entero regida po} sx, una flesibilidad de las infraestructuras, te, ma- Ia estrategia social de clase. Lo efimero “moderna” de yoes Pero si bien, por todas estas razones, la arqui- Jos objetos Cy otros signos) es de hecho un lujo de here} tectura effmera ha de ser un dia la solucién colectiva, rey por el momento el monopolio de una fraccién privi- Jgjada a la cual su standing econémico y cultural per- rite poner de nuevo en tela de juicio el mito de lo duradero. ‘A eausa de que generaciones burguesas han podido pat de la decoracién fija y secular de la propiedad, ¢s por lo que sus herederos pueden hoy darse el lujo de renegat de Ja piedra sillar y exaltar lo efimero: esta rea les pertenece. En cambio, todas las generaciones de clases inferiores, cuyas posibilidades en eb pasado de tener acceso a los modelos culturales a la vez que 11l propiedad duradera fueron nulas, ga qué se quiere que aspiren, sino a vivir ellas también el modelo bur- aus y a fundar a su vez, para ellas y para sus hij ua dinastfainrisoria en el cemento de las residencias o construcciones de los suburbios?, g06- i de esas clases hoy “promovibles” que tw sacralicen los bienes inmuebles y acepten de golpe 4 idealismo de las estructuras méviles? Han nacido para desear Jo que dura, y esta aspiracién no hace més que ‘ralucir su destino cultural de clase, Reciprocamente, el culto de lo efimero va unido ideo- ligicamente al privilegio de la vanguardia: segin la 1 ‘ia etemna de Ja distincién cultural, una fraccién privi- El Iujo de lo efimero Desbordaremos aqui un poco del dominio de Jos obj hacia la arquitectura, para ilustrar lo que acaba de decirg de la moda y de la distincién social de clase. La arquitee tura es, en efecto, un dominio en cl que la oposci efimero/duradero es muy sensible a la imaginacién, Para cierta vanguardia de Ja arquitectura, Ja verdo del habitat futuro esti en la construccién efimera: es tructuras méviles, variables, desmontables. Una socied miévil debe tener un hibitat mévil. Es verdad, sin du que esto se inscribe en la exigencia social y econémi 4 La moda —y es en esto en Io que es caractristicn | Jas sociedades “modemas’— realiza un compromiso entre | de innovar y la de no eambiar nada del orden funé [etal Se reels, pus, en un juego dl cambio. En Fhe sersiad, b acre y lo mttgu son Becton Mivalentes, Si nos atencmes a la psicologia vivida, tend inversas: la necesidad de cambiar y la necesids Bie ce seer "De hecho, furién dal del old fashion es la alternancia: resulta en todos Pde una coeccién Tigica del sistema —lo antiguo y no. son relativos a necesidades contradictorias: gma “‘ciclico” de la moda. Lo “moderno” es lo nuet ‘gue no tienen ya valor de'tiempo. Por Ia mi Be po ewe nade uc ver on ural na cmb sl su norco doe BM aig sl ocleirso y cl extend ben TAS jiegs dol cambio. 6, gu tegen con, os fc le lo “duro”, de lo sélido —funciones fs de integracién que entran también en el “presupuesto” 36 FUNCION-SIGNO ¥ LOGICA DE CLAS&| } legiada saborea la instantaneidad y la movilidad de lay estructuras arquitecténicas en el momento en que Ixy demés llegan precisamente a la cuadratura de sus muros Unicamente las clases privilegiadas tienen derecho a ly actualidad de los modelos. Las otras tienen derecho| a ellos cuando esos modelos han cambiado ya. Si, por lo tanto, en Ia logica de las formas, lo efimero representa la verdad de Ja modernidad, si representa ly formula de futuro de una sociedad racional y armoniosa| cl sentido que toma en el sistema cultural presente es totalmente distinto. Si, en su fundamento légico, la cub tura juega sobre los dos términos distintos: efimero/ duradero, ninguno de los cuales puede ser autonomizado (la arquitectura sera siempre un juego del uno al otto), en el sistema cultural de clase, en cambio, esta relaciéa se manifiesta en dos polos distintivos, uno de los cuales, lo efimero, se autonomiza en modelo cultural superior, remitiendo el otro, lo duradero, a su. antiguamiento, a las aspiraciones de una mayoria ingenua.** IV, UNA LOGICA DE LA SEGREGACION No son mds que unos cuantos elementos de un anilisis Tégico de los mecanismos sociales que se articulan sobre Ja funcién distintiva de los objetos Cy de su préctica).| Nos hemos apoyado sobre los elementos culturales tact €0s de la “clase media”, oponiéndolos a los de una caps] Privilegiada. Esta simplificacién es evidentemente abu siva, y un andlisis més detenido deberfa dar por resultado] una clasificacién jerérquica més diferenciada, una estra’ tificacién més fina de la pirdmide social. #4 Existe, naturalmente, también una mada més audse, y por lo tanto la més efimera, es tambiéa 1a mis cara, en todos Tos dominics, Peco el precio no vine ml QUE a sancionar un proceso légico de disciminacidn, cuestion de preci: gunciONSIGNO Y LOGICA DE CLASE 37 ‘Todo esfuerzo en este sentido, en el sentido de un and- ss lgio en términos de estatfcacén, tiene, sin em o, el peligro de hacemos olvidar una verdad funda- bags la de que el andlsis sciol6gico no puede ser Peramente un andlisis 6gico, sino también un andlisis ideolgico, 0 politico. Dicho de otro modo, la funcion “iointioa de los objetos Cy también de los dems siste- vies de signos relacionados con el “consumo”) se inscribe fandamentalmente en el interior (o bien desemboca en) de una funcién discriminante: por Jo tanto, el andlisis igi (en t€eminos téticos de estratificacién) debe tam- tien desembocar en un andlisis politico Cen términos de estrategia de clase). ‘Antes de generalizar estas conclusiones al nivel del consumo, quisiéramos demostrar, al nivel més. simy al de la practic misma del objeto, cémo las diferencias, Ikjos de acompasar una jerarquia social progresiva,. se rewelven en una discriminacién radical, en una. segre- gaciin de hecho, que adscribe determinadas “clases’, no otras, a determinados signos, a determinadas pricti- cas, y las encamina en ese destino, de acuerdo con toda una sistematica social. Tendremos motives entonces para ver en el consumo, dimensién del intercambio genera- lado de los signos, el lugar de una intensa manipula- cién politica. Préctica objetiva y préctica ritual: el objeto-TV Tomaremos como ejemplo la televisién, pero en una 4prica un poco particular, 1a del objeto-rv. Las encues- ‘8s sobre la Tv revelan, en efecto, a un primer nivel algunas verdades sobre las correlaciones diversas entre tesas de posesidn, volumen de televidentes de una parte, ©, ingresos y nivel de instruccién de otra. _A.un nivel més complejo, analizan el modo de recep én (familiar, colectivo, individual, mixto), sobre la 38 FUNCIDW-SICNO ¥ LOGICA DE CLAGh ycibs~S16NO ¥ LOGICA DE CLASH 39 prestigio Cy hay que conservar sl término index Y fea valor de conminacién moral), que impone Ja ad niin de la Tv (como del reftigerador, dl. coche $eiylavadora). Para emplear las palabras de Stuart Mil, fe wen de tal o cual objeto en sf es ya un servicio be Pi patente de ciudadania, la T¥ es una prenda de re- fonocimiento, de integracién, de legitimidad social. A se nivel casi inconsciente de respuesta, es el objeto Jo foe e discute, no su funcién objetva —y ya no desem- figo funciin de objeto, sino funcién de-prucba. Expo Frente social, seré puesto en valor en tanto que tal: ex- esto y sobreexpuesto. Como puede verse en los hoga- ees de las clases medias Ce inferiores), en los que la tv fe esge siempre sobre un pedestal cualquiera, centrando a atencién como objeto, Causaré menos extrafieza la “pasividad” que muestra dl tevidente medio ante el contenido de los mensajes dela Ty, si se tiene en cuenta que implicitamente toda su actividad social se ha concentrado en el esfuerzo de acumulacién econémica, y sobre todo en el. esfuerao de relizacién, en la prestacién simbélica que constituye la adquisicién del propio objeto. Porque se considera, segin una evaluacién ingenua, Ja compra como una satis faccién, y por lo tanto como un trémite pasivo, es por lo que se requiere a continuacién del usuario una “activi dad” cultural. Esto vale quizé para las clases superiores ¢ instruidas; pero ocurre lo contrario a un nivel inferior; toda la actividad se invierte en la apropiacién del ob- F - __,__ }jeto como signo y prenda de una parte, como capital ec Stidenca seg Ia cual se compa la tlevision degra la prctica misma se transfor entones Jog epee sea sence men itn es les te Felner ea aa geee de un objet person nei ecompensa (reward) de un deber social cum eee ae cea at engaon medi la Por exar vlozado el objeto como pn 20 BMI ici place, que ao hacen * racnudo degre’ Mgt soo a una exon mde Gf. Mauss aires ceo ee 436 ne hacen a’ menudo sind valor de cambio simbdlico). Por estar el objeto con | index de conformics} sderado como capital, no puede dar lugar més que a una calidad de la atencién Cfascinada, curiosa, difusa, pasivg distractiva, etc.), siempre en relacién con | sociales ampliamente divididas. Todas estas se refieren a las relaciones entre ¢l usuario televisado, el discurso-rv. Las imégenes com, medios de comunicacién colectiva, Hay que decir qu omiten muy ampliamente Ja dimensién del objeto en | del receptor de tclevisién. Ahora bien, es evidente qu antes de ser un vehiculo de imagenes, un emisor din giéndose a un receptor, la TV ¢s primero un aparat vendido por un fabricante a un particular. Es un objet comprado y poscido, Sin duda su status no es jaméj a ningtin nivel de la escala social, tinicamente ése, per este status primario induce secretamente un gran mimer de las conductas culturales ambiguas en Ja recepeién d las imégenes, Dicho de otro modo, la demanda se divid entre la de un objeto Cproductor de imagenes) y la af imagenes (vehiculos de sentido). Aunque la prictica v vida las mezcla inextricablemente, estas dos exigencia} son Idgicamente incompatibles. Segiin que la rv esté all como objeto-rv 0 como medio de comunicacién, el di curso-rv mismo seré recibido como objeto 0 como sentl do, El status de objeto (signo) se opone a la funcién obj jetiva Cracional y préctica). Esta distincién confirma )j de valor de cambio signo y de valor de uso. Es toda la 1s gica social de la cultura Ja que se inscribe en esta diver gencia radical. Y es la teorfa social de este objeto-signg Ja que quisiéramos hacer aqui, en la perspectiva de un teoria. general del consumo. de selectiv 40 oumckreen xfer oe ogee Ye 41 emo de 050 absolutoj/La pasividad:aparente de las fprgas horas de visién oculta, pues, de hecho una pa- inboriosa. En defecto de seleccién eualitatve, so por Ia devocién cuantitaiva (asi en los jue. rentabilidad cuantitativa: en ambos casos, no puede da Jugor a una actividad cultural auténoma, que correspon a otro sistema de valores. ciencid or ser una prenda, la apropiacién del objeto no oe . prolongs por una pricicaractonal sno, igicamene Tifeice Por Me Memorcacin, mesic ye ee ee demoaacitn citi, sagin ua prcee dpenm)* Fet no we Giles: cmo’nislbaraiy Ententacion east rligiosa. Por ser un capital, debe qpomfontarse com as actvidedst cultules supeins, abjeto ser rentable, En nuestras sociedades industria mtonomss (es crete ho Soman & ese imperativo Ia: modernas, el objeto es rara vez un puro fetiche:* en gpieme de rentaili es lescalificarse de’ antemano. neral, el imperativo técnico de funcionamiento se impo} Pieler, a e aparecer como placer, interés, ne. Hay que manifestar objetos en marcha, 0 que sirvaj #74000" 8° ea pri Pero este pla pa alge. No tanto como seein objetiva que comet “egedo © un ret =°18 shea eta fuanz* suplementario: si no funciona, el objeto pienigsisinided caltual, Gus no: <5 Aeeilectaiels su potencial de prestigio. El valor de uso ex todays (como no sox clancistnansat <8, Meee tn el fondo una coareada al valor de cambio signa, Bc stuales: “jNos eatin ‘dando ‘1a, eigen ies precio que sea de utlidad: Ja nentabiidad es un imp mt © bien: *)Siempre. lo atmos ag rativo moral, no una funcién cconémica. Asi, légica| hs que se indican pee los procesos: culturales mente en las mismas categorias sociales en Tas que of SP=tiores: juicio, seleccibn, et.) objeto-rv esté sacralizado omo tal, al margen sy af Es peeiso que sea de uiilidad” traduee, pues, para fancién de commicaciim, ex on lax que se proctica by Sm cueaotls sociales, Ie inmilidad. detec Series visién sistemitica y no selectiva, Se ve la rv toda im ¢ los fines culeurales superiors. Ey SHAG HR Jas noches, se siguen las emisiones diversas. y succsive] = € Is propia racionalizacién situa nC del principio al fin. En defecto de una economia nj" au no quiere confesarse que obedece en primer tional del objeto, el tclevidente so somete deliberadf "6 * tavés de ese: objeto,'a_ unin inposicdesieiee feente a una noma econémica, formal ¢ irracionel: o®,Pesaeide. sites conformer sesbeill IRS ‘iacién de la visién, ligada a su “pasividad”, remite 2 un imperative socioeconémico de’ rentabilidad, re nite al objeto-capital; pero esta “capitalizacién” no viene dui todavia sino a sobredeterminar una coaccién social nis profunda, que es de prestacion simbélica, de legi- = Ese alr pu det del ben camo tl de 7 taciin magica independiente de sx funcidn, se pone, en et dencia en los casos limite (que solemos tachar Bre mental ‘dad prelégica”, cuando de lo que se trata es simplemente Tigica social), en Jos que un televisor que no funciona, uw Fee Ser hace see leans de prcigio cr im, de crédito socal, de mana, éste vinculad al selya afticana. objeto-fetiche, 2 me's wa To somata anid) Bt chiang conn”, 0 fins, ee Sa mnos pueblos, especiolmente en. Oceania, atribuye} “eliza de echo un compromiso ene la imp Te re “iinent fede de defi eularamente de une Pisonas yl clara de in magi, Tos del Diconmia dea], unum "Ta conminacin dena ie indus Eihogte; de vce, Mésice] : (pita) con an innpertivoeconémico muy fue 42 Todo esto dibuja una configuracién cultural de clay la de una clase en la que los fines racionales y au ténomos de una cultura libremente ejercida por media| cién de un objeto no son siquiera entrevistos, y estén sin embargo interiorizados contrad ente-, la de una clase aculturada y resignada, cuya exigencia de cul] ura, consecutiva a una relativa promocién social, est conjurada en los objetos y en su culto, 0 al menos ea tun compromiso cultural regido por las coacciones mégi cas y econémicas de lo colectivo: es la faz y la defini cién misma del consumo. Otros indicios vienen a formar constelacién con los} del volumen y el modo de recepcién segtin la misma determinacién de clase: asi la situacién del objeto-n| en el espacio doméstico. La configuracién més frecuen te, al nivel inferior: el televisor aislado, en un 4ngulo| sobre su base (mesita, mucble ry, estante), cubierty eventualmente con una funda, y con una figurita enc: ma fuera de las horas de emisién; la habitacién, tradt cionalmente poco concebida para este uso (la radio m| habia cambiado todavia nada de su disposicién), se re| distribuye mejor 0 peor como campo de visién: Ja 1 condena Iégicamente los altos muebles macizos, las gra des limparas, etc. Pero, por lo general, a este nivel, li ‘rv constituye un polo excéntrico al centralismo tradicio| nal de la estancia. A un nivel intermedio, el televiso se rebaja (a la vez que los muebles) a la altura | visién de los sillones. Esté sobre una mesa baja o em potrado en un mueble. Ha dejado de ser un polo, ¥ Ja recepcién no exige ya una postura colectiva const ; Ia habitacidn est menos centrada, lo cual hace que Ia situacién del televisor sea menos excéntrica. Ea 1 Iimite, en los hogares muy modernos y de clevado nivel de vida, existe integracién con los elementos 0 con Ja pared, eclipse total del objetomueble. El ob| jeto-rv deja de existir como monumento, y deja por ello FUNCION-SIGNO ¥ LOCICA DE CLAsy 43 de ser el objeto de un rico (simulténeamente ea x venta ao epee indepen entes, les fuer vainosas se disimulan, etc.) te ts aspectossigniicativos: Ia iluminacén ambiente -segin se sectee, en Ja oscuridad, la visién fescnada Zrine, o que la luz esté sinicamente. velads, 0 sea ‘mal. El comportamiento: se circula libremente, 0 en nadie se mueve, Todas estas escalas de indicios pasden estar en relacién con I, capital, de volumen y pe electivided del uso para dibujar una estructura ‘sherente para cada nivel de la escala social. Pero, y fain para nosotros el punto esencial, el proceso de investigaciOn y las correlaciones empfricas, por finas que fan, no nos darn jamés sino Ja imagen de una socie- thd estratificada, De la ostentacién sagrada al uso se- lectivo, del rito doméstico al ejercicio cultural auténomo, lis encuestas nos describirin toda la gama diferencial transtivamente, de una categoria a otra, sin que se halle jamés marcada la discriminacién tedrica que opone lis préctcas rituales centradas sobre el objeto a las préc- seas racionales centradas sobre la funcién y el sentido. Sélo una teorfa de la cultura puede dar cuenta de este corte tebrico, sobre el cual se funda una ate el antagonista. Los trabajos empiricos no hacen ni pue- den hacer aparecer sino una I6gica de la estratifice- cién Cdistincién /inelusién/transicién escalonada — as censo continuo), el anélisis tebrico hace surgit una ligica de clase (distincién/exclusién). = Hay aquellos para quienes la v es wn objeto, y hay ie ‘cio culsural: $0 ‘quello otros para quienes es un eejrcicio cultural: Ine esta oposicién radical se funda un privilegio cculeu- ral y de clase, que se inscribe en un privilegio esencia, Es evidente que ni una ni otra de estas dos clases culturales antagonistas existe en el estado puro: Pet li exrategia cultural de clase si que existe en el estado sqxct6NS10NO ¥ LOGICA DE CLASH 6 é Y LOGICA DE + FUNCION-SIGNO ¥ LOGICA DE CL/ -SIGNO- OLASE 45 puro.*? La realidad social (justiciable de la investig cién empirica) hace aparecer dosificaciones jerdrqui status respectivos para cada “categoria” social. Pero i Tégica social (justiciable de un anilisis te6rico dels; tema cultural) hace aparecer dos términos opucstxf stu! © junction to concreto: son las necesidades humanas y los oe materiales culturales los que a 6! reponden, “T universal del consumo, ‘ean ambigiedad del consumo —a saber que parece ‘omo factor de democratizacién en una sociedad no los dos “polos” de una evolucién, sino los dos tésfque s¢ dice estratificada, y esto para funcionar mejor minos exclusivos de una oposicién, y no tan s6lo k institucién de clase— encuentra su ilusteaciém més, dos términos distintos de una oposicién formal, sinjive en la reciente encuesta de Sélection du Reader's Jos dos términos distintvos/exclusivos de wna diserim bigest Sobte 18 Europa de los consumidores* rnacién social. > "91 750000 consumidores (Mercado Comin-y Gran reais)”: de este gigantesco cuadro econémico que spo Io esencial de los datos cifrados y,directamente finparables sobre el modo de vida, los hébitos decom Esta légica cultural de clase no es, naturalmente, jamés}sumo, las opiniones, las actitudes y los. bienes. poseidos. manifiesta: por el contrario, el consumo pasa por safpr los habitantes de los siete patses, A. Piatier: deduce una funcién social democrética, y asi es como pucds|ceto niimero de perspectivas: desempenar el papel de institucién de clase. Toma h} ‘Gracias a cémputos complementarios, ha sido, posible apariencia de funcién de las necesidades humanas Iu sar sisteméticamente las respuestas del. grupo A. (di objetos, los bienes, los servicios, todo esto “responde” af rgentes superiores) y confrontarlas con as del conjun- Jas motivaciones universales del anthropos individual y}' de los demés grupos. Parece ser que se. puede ha- social— y, por lo tanto, de funcién empfrica universal} blr, en cuanto al Mercado Comin y a Ja Gran Bre- Sobre esta base, se podré incluso aventurar Ces el leit} wis, de una civilizacién de Jos A 0, para emplear,una motiv de los idedlogos del consumo) que tiene pa} upresiin més gréfica, de una civilizacién de los cuellos funcién corregir las desigualdades sociales de una socie} Sincos, estos cltimos, y aqui tenemos uno de los resulta- dad estratificida: frente a la jerarquia del poder y del] ds mis interesantes del estudio, de Sélection, aparecen oxigen social, habria la democracia del cio, de la autol emo capaces de representar, por encima de Jas fronteras, pista y del refrigerador. un grupo homogéneo. Los habitantes de los siete paises La légica cultural de clase en sociedad burguesa st} tadkian, pues, segin esta hipétesis, un modelo comim hal fundado. siempre sobre la coartada democritica de} 4 consumo; en el proceso de desarrollo del consumo, ‘os universales. La religién fue un universal. Los idea} grupo A podria constituir una especie de esquema ‘Ves humanistas de libertad y de igualdad fueron univer} diector hacia el cual tenderia el resto dela poblacién ‘ales: Hoy, el universal adopta la evidencia absolute} # medida que fueran aumentando sus ingresos.” 2 Ast como ni la burguesa ni el proleatiado han estado} 1 indices de conjunto por los cuales, se establecen jamds solbs frente @ frente, ni han existido.jamés en el en esto, por lo general, victima y sce: toma Ia ideologia del consumo por el consumo Fingiendo creer que los objetos y el consumo ‘en ot10 tiempo los principios morales 0 la reli- ) tienen el mismo sentido arriba y abajo de la social, acredita el mito universal del standing y esta base va sociclogizando, ponderando, estratifi- correlacionando al capricho de las ciftas. ‘hora bien, lo que hay que leer, lo que hay que saber nla superioridad del upper class en equipo eléc- fo doméstico, o en alimento de lujo, mo es precise dl adelanto que representa en Ia escala de los ios materiales, sino su privlegio absoluta, l cual ibe a que su preeminencia no se funda precisamen- ca ls signos del prestigio y de la abundancia, sino ona parte, en las esferas reales de decisin, de ges de poder politico y econémico, en la manipulaciin ls signos y de los hombres, remitiendo a los “Otros, lover y las middle classes, a los fantasmas de Jauja. 50 FUNCION-SIGNO Y LOGICA DE CLA rior de los que gozarén de é més tarde: distingue aquellos que son por atadidura consumidores privileg dos, aquellos para quienes los prestigios del consumo fn cierto modo el usufructo de su privilegio funda tal (politico y cultural) de aquellos que estin con dos al consumo y a resignarse a él triunfalmente al signo mismo de su relegacién social, para quienes consumo, la profusién misma de los objetos y de | bienes marca el limite de las posibilidades sociales, aq Ios para quienes la exigencia de cultura, de respoi bilidad social y de realizacién personal se resuelve necesidades y se absuelve en los objetos que las sat facen. En esta perspectiva, que no es legible al ni de los mecanismos aparentes, el consumo, los valores consumo se definen como el criterio mismo de una criminacién nueva: la adhesién a estos valores act como una moral nueva para uso de los esclavos. Hay que preguntarse sila salvacién social por consumo, si la prodigalidad, el gasto suntuario, atribut fen otro tiempo de los jefes y de los grandes, no hoy concedida a las clases inferiores y medias; pues gue este criterio selectivo ha cedido el lugar, desde he mucho tiempo, como fundamento del poder, a los terios de produccién, de responsabilidad, de decisi econémica y politica. Hay que preguntarse si determinadas clases no tarin condenadas a hallar su salvacién en los objet condenados a los bienes parafernales— y, por Jo tam de las clases siervas y subalternas, 0 de los gi condenados a los bienes parafernales—, y por Io tan destinadas a una moral de esclavos (goce, inmorali inresponsabilidad), opuesta a una moral de amos (1 ponsabilidad y poder). En este sentido, es absurdo hablar de “sociedad consumo”, como si el consumo fuera un sistema de lores universal, propio de todos los hombres por e LA GENESIS IDEOLOGICA DE LAS NECESIDADES* Como en el travelling del sueio, las satisfacciones fiadoras del consumo nos rodean, prendidas de los obj tos como de los residuos diumos, y la légica que re; este discurso —la equivalente a la utilizada por Freu en la Interpretacién de los sueios— no se ha encontrai ain. Estamos todavia en la psicologia ingenua y en Clave de los Suefios. Creemos en el “consumo”: cre en un Sujeto real, impulsado por necesidades y ca frontado con objetos reales, fuentes de satisfaccién. M tafisica vulgar, de la que son cémplices la psicologi sociologia y la ciencia econémica. Objeto, consui necesidades, aspiracién: es preciso desconstruir tod estas nociones, porque no se teoriza la evidencia de vida cotidiana, asi como no se puede teorizar la del fo 0 su discurso manifiesto: son los procesos y el t bajo del suefto lo que hay que analizar para encon Ja logica, inconsciente, de otro discurso. Igualment son los procesos y el trabajo de la légica social in ciente lo que hay que encontrar bajo la ideologia «: sagrada del consumo. 1. EL CONSUMO COMO LOGICA DE LAS SIGNIFICACIONES El “objeto” dado, empirico, en su contingencia de fi » en. su contingencia de form de color, de materia, de funcién y de discurso, o, si cultural, en su finalidad estética, tal objeto es tun. mit 7 Publicado en Cahiers Internatonaus de Sociologie, 1969 52] ys cinesis IDEOLOGICA 53 Ie han dicho. Pero el objeto no es nada. No jsrada més que los diferentes tipos de relaciones y de agificaciones que vienen a converger, 4 contradecirse, moudare sobreél en tanto que tal. No es nada'més fe ligica oculta que ordena ese haz de relaciones al Simo tiempo que el discurso manifiest: que lo cult stas lgico de los objetos fa la medida en que me sirvo. del refrigerador como i una maquina, no es un objeto, es un refrigerador. Iiblar de un refrigerador o de un automévil en térmi- us de “objetos” no es precisamente hablar de ellos en su exido “objetivo” es decir en su relacién objetiva ‘con fio y con el desplazamiento, es hablar de ellos cirne Jccmtextualizados de su funcién, ya sea: 1. Como-objeto de inversién y de fascinacién, de pa- ia y de proyeccién —calificado por su relacéa’ total, xhsiva, con el sujeto, que lo invierte entonces como 3 propio cuerpo Chasta el limite). Inétil y sublime, el Pierde entonces su nombre comin, y S€ ma el término de “Objeto” (mayiscula) como con un fumbre propio genérico, Por eso el coleccionista no dice @ una estatuilla o de un jarrén que es una hermosa jSetuilla, un hermoso jarrén, sino “un ee ee status se opone a la significacién genérica inversa i dicionario, fe del “objeto” Cmindscula): “Refrigers- objeto que sirve para...” : 2 Ya sea Centre el Objeto, con maydscula, que Hes 2s de nombre propio y de equivalente proyectv® como no lo esté un locutor. Aqut es donde intervenir una revolucién total en el andlisis del ™o: asi como no hay lenguaje porque existiera ne- 70 LA GENESIS IDEOLOcrg}, GéNESIS IPEOLOGICA 7 cesidad individual de hablar (lo cual plantearia el problema insoluble de fundar individualmente esta n sidad, y después de articularla sobre un intercambio py sible), sino primero el lenguaje, no como sistema absohu auténomo, sino como estructura de intercambio cont pee del sentido mismo, y sobre el cual viene a arti use a intencién individual de la palabra, asi tamy hay “consumo” porque existiera necesidad objetiva consumir, intencién final del sujeto hacia el objeto: produccién social, en un sistema de intercambio, de material de diferencias, de un cédigo de significaci y de valores estatutarios, viniendo después la fun nalidad de los bienes y de las necesidades individu: ‘@ ajustarse sobre, a racionalizar y al mismo tiempo mir, esos mecanismos estructurales fundamentales, EI sentido no toma jamés su origen en Ia relaci| que es propiamente Ja relacién econémica, es decir n| cionalizada en términos de eleccién de célculo, em su sujeto dado a priori como auténomo, consciente, y uy objeto producido con fines racionales, sino en una di rencia, sistematizable en términos de cédigo, y ya no e términos de célculo, una estructura diferencial en la q) se funda Ia relacién social, y no el sujeto como tal. como Ja produceién de una clasifcacién social Cdis- foo de clase y competencia estatutaria) es la ley fun- petal, que ordena y se subordina todas las demés moe conscientes, racionales, ideol6gicas, morales, etc, Roda la sociedad se regula de acuerdo con la produc. a de material distintivo: “Por lo comin se sostiene wal fin de la adquisicién es el consumo de los bienes ulados... pero s6lo en un sentido muy alejado de sgnificado original puede decirse que el consumo tienes cumple el incentivo del que procede la acumu- sn... La posesin de riqueza confiere honores: es 4 distincién envidiosa” (Theory of leisure class). cio jcwous abstention from labour becomes the com stional index of reputability. El trabajo productivo es nilecedor: esta tradicién no ha muerto. No hace sino zatse con la complejidad de Ja diferenciacién social. ba por adquirir la fuerza axiomética de una pres- ipcién absoluta, incluso tras la proclama de reprobacién wal de Ja ociosidad y la valorizacién por reacc’én del ajo, muy fuerte en las clases medias, hoy recuperada igicamente por las propias clases dirigentes: un iector general de empresa ha de trabajar quince. horas ias, es su indice de servidumbre simulada. De hecho, a formacién por reaccién prueba “a contrario” la fuer- del ocio/valor noble en la representacién profunda. El ocio no es, pues, funcién de una necesidad de ocio sentido corriente de goce del tiempo libre y de re- Veblen y la distincidn estatutaria Nos referiremos aqué a Veblen que, incluso si plant la logica de la diferenciacién més bien en términos d individuos que de clases, y mas bien en términos de is teraccién de prestigio que de estructura de intercambi ofrece sin embargo sobre todos cuantos Jo han seguidso funcional. Puede invertirse en actividades, con tal de y han pretendido “sobrepasarlo” Ja inmensa superioridafie no sean de necesidad econémica. Su definicién es la de hacer de la difezenciacién una légica radical, un pri un consumo de tiempo improductivo, Ahora bien, esto cipio de andlisis social total; no una variable sobreaff® tiene nada que ver con la pasividad: es una actividad, dida, contextual, una variable dada de situacién, sinf!™ prestacién social obligatoria. El tiempo en élla‘no una variable relacional de estructura. Todo Veblen ilu “libre”, esté sacrificado, gastado;. es el momento: GhNESIS IDEOLOGICA 2B YYeblen Ileva muy lejos Ia ley del valor distintivo: 72 LA GENESIS 1DEOLSca de una produccién del valor, de una produccién ¢ i e tutes, el individuo social no estd “en libectad g)canon de Ia prodigalidad = ice afecta sustraerse a ella, Nadie necesita ocio, pero a todos septa 0 indirectamente el sentido del deber, el sentido conmina a que hagan la prueba de su disponiblig la blleza, el sentido de la utilidad, el sentido de las con respecto al trabajo productive. El consumo del tiapbigaciones rituales o religiosas, y hasta el sentido cien- po vaco es todavia un potlach. El tiempo libre es en fico de lo verdadero”. material de intercambio y de significacién. Como la p maldita de Bataille, adquiere valor en el intercaml mismo o en la destruccién, y el ocio es el lugar de es operacién “simbélica” > sa ley del valor puede actuar sobre la rigueza 0 sobre Los ocios actuales ofrecen una especie de verificaci indigencia. Lujo ostentatorio o austeridad ostentatoria experimental: abandonado a si mismo, y en las condicifeponden a la misma regla fundamental. Todo lo que, nes de disponibilidad creadora realizadas al fin, el hoa nivel de la teoria empirica de las necesidades, aparece bre ocioso anda siempre buscando desesperadamente ow contradiccién formal insoluble, se ordena segiin clavo que clavar, un motor que desmontar. Fuera de fs ley en una teoria general de Ja materia distintiva, esfera competitiva, no existen necesidades auténoms| Ai, las iglesias son tradicionalmente més fastuosas en no existe motivacién esponténea. Pero el hombre ociogis barrios ricos, pero el imperativo de clase puede im- no renuncia por eso 2 no hacer nada; por el contrasifaet un tipo de religiosidad ascética: la pompa catélica no sabiendo que hacer de su tiempo libre, tiene, sifwela como cosa propia de las clases inferiores, en tanto embargo, imperiosamente “necesidad” de no hacer naif, entre Jos protestantes, Ja desnudez del templo cons- (o nada util), pues esto tiene un valor social de diye la gloria de Dios Cy por ende el signo distintivo tincién, tele clase). Son innumerables los ejemplos de esta para- Hoy todavia, Jo que el indiviuuo medio reivindidéie del valor en la que Ja indigencia da impresién de a través de las vacaciones y el tiempo libre no es Ia ibe, Se paga muy caro para no comer nada. En Jas tad de “realizarse” (gen tanto que que?, ¢qué eseneiendas modernas se manipula un vaco sutil. Privarse cculta va a surgir?), es ante todo hacer la demostraciéfStn lujo: es toda la sofistica del consumo, para el cual de Ia inutilidad de su tiempo, del excedente de tiempftlecha de falsedad contra un valor es todavia un matiz como capital suntuario, como rigueza. El tiempo de H%quico en la inseripeién de este valor! ratos libres, como el tiempo del consumo en. genetd deviene el tiempo social fuerte y marcado, product de valor, dimensién no de la supervivencia econémicl sino de Ja salvacién social.* pismo sistema: es preciso que el tiempo sea “iberado” para an ee a ued See Sage Be ‘Ro que cl tiempo trabajo que es tiempo obligado no, tiene ‘ue valor de cambio econémico (cf. ‘primera parte: se jaB"B4r una definicién del tiempo —como del of oak & el que no es ni econémicamente obligado, ni “Te ® Remito, para el andlisis de un tipo de operacién ant cama funcign/aipno: ain Teele aa desk indlor a “La subasa de Ia obra de arte” (més adelante, p. 121). * ca icibn/signo, sino ligado, es decir del mcteto de int io —un ritmo). taba y em Ie “ihe” de comer dento del mdf): cenrwee eee, 6k Tae . GiNESIS IDEOLOGICA B 74 LA GENESIS IDEOLOgy Lo que hay que ver es que detrés de todas las dades pretendidas: funcionales, morales, estéticas, re de la diferencia y de la sobrediferencia que esté a do, siempre reprimida, porque desmentiria Ja final ideal de todas las conductas, Ella es la Raz6n social, Logica social. Esta légica es transversal a todos los res, a todas las materias de intercambio y de com No hay nada, ni objeto, ni idea, ni conducta que sustraiga a esta légica estructural del valor, al hed de ser no sélo practicada en su valor de uso, en su s tido “objetivo", en su discurso oficial, sino ademds si pre virtualmente intercambiada como signo, es decir j tomar un valor completamente distinto en el acto mis de intercambio y en la relacién diferencial con el of al que instituye. Esta funcién diferencial viene sie a sobredeterminar la funcién manifiesta, a contrad Ia a veces totalmente, a volverla a tomar como co tada,“e incluso a exhibirla como coartada, Asi sélo puede explicar que se realice indiferentemente a travf de Jos términos adversos 0 contradictorios: lo bello o feo, lo moral o lo inmoral, el bien o el mal, Jo antig ‘© lo nuevo: la Iégica de Ia diferencia atraviesa las d tinciones formales. Es el equivalente de los procesos ps ‘marios en el inconsciente y el trabajo del suefio: no hi aso del principio de identidad y de no contradicciés ss ligica profunda se halla préxima a la de la moda. Za mada es lo més inexplicable que exis jnovacién de signos, esta produccién continua de vatidos aparentemente arbitraria, esta pulsion de senti- sy el misterio Idgico de su ciclo consttuyen de hecho czencia de lo socioldgico. Los procesos Iégicos de la oda deben ser ampliados a la dimensién de toda la “cul- "a toda la produccién social de signos de valores & relaciones. Para tomar un ejemplo reciente: ni Ja falda larga ni fninifalda tienen un valor absoluto; tinicamente Ja re- fein diferencial de la una a la otra actiia como criterio sentido, La minifalda no tiene nada que ver con la Hieacién sexual, no tiene valor (de moda) sino por ion a la falda larga. Este valor de moda es rever- €l paso de la minifalda a la maxifalda tended nismo valor distintivo y selective de moda que el in- fo, y su resultado seré el mismo efecto de “belleza”. Pero es evidente que esta “belleza” (o toda otra inter- Petacién en términos de “chic”, de “gusto”, de “clegan- "0 incluso de “distincién”) no es més que la funcién Fponencial, 1a racionalizacién del proceso fundamental Produccién y de reproduccién de la materia distintiva, f: belleza (“en si") no tiene nada que hacer en el ci- [> de la moda.” Es inaceptable. Un vestido realmente “le, definitivamente bello pondria fin a la moda. Esta } puede hacer, pues, sino negarlo, reprimitlo, borralo, " dejar de conservar en cada una de sus manifestacio- Mle coariada de la belleza. 14 moda fabrica asi continuamente “bello” sobre Ja », oponible a los otros, y Jo tanto un término mis eigen 60 he med ree | ftiva. As{, todos los valores saiecle Cideok ete.) vuelven a ser, son quizd de ¢ producides como v4 res diferencsles. 7 Cen 2 5 Las demés funciones son, con relacién a ésta, procesot 4 Como tampoco la originalidad, el valor espeeifico, el méito -eundarios. Forman, naturalmente, parte de la sociologia; pero ah ‘en Ta adscripcién de clase aristocritica burguesa, Esta sola: (como los Primarios en psloandisis) constivfS¢ por signs, con exclusion de ls valores “sitios” objeto propio de una verdadera ciencia social, La barrigre’ et le niveau (La barre y el nivell). 76 LA GENESIS a ws GENESIS IDEOLOGICA "7 Bae de una negicén radical de la belleza, sobre la ba d indo S ee a Ree a de una equivelencia lgia de to belo y de to feo. Pua sia lo que quiere: come an imponer como eminentemente distintivos os rag part, ett. A este nivel, no podria ser alienado en la més excéntricos, més disfuncionales, més ridiculos, if yeesidad misma que experimenta, sino simplemente pri- donde triunfa, imponiendo y legitimando lo irraciond ydo de los medios de satisfacerla. : segiin una légica més profunda que la de la racionalida Este postulado bioantropolégico conduce también a }pinsoluble dicotomia de las necesidades primarias y de- bs necesidades secundarias; més allé del umbral de su- yewivencia el Hombre no sabe ya lo que quiere: es abi MIL EL SISTEMA DE LAS NECESIDADES Y DEL coNstn| inde deviene propiamente “social” para el economista, (COMO SISTEMA DE FUERZAS PRODUCTIVAS decir alienable, manipulable, susceptible de ser enga- indo, Més allé, es la presa de Jo social y de lo cultural; Vemos que una “teorla de las necesidades” no tienfais acé, es esencia auténoma, inalienable. Vemos obmo sentido: no puede haber més que una teoria del cose distincién, al conjurar Jo sociocultural en las nece- cepto ideolégico de necesidad. Igualmente, una reflexiéj sales secundarias, permite recobrar, detrés de la coat sobre la “génesis de las necesidades’ tiene tan poco fun} nia funcional de las necesidades-supervivencia, un nivel damento como una historia de la voluntad, por ejempl dela esencia individual, um hombreesencia fundado en Existen falsos problemas que hay que saber rebasat |b naturaleza. Ideologia por lo demds versétil, ya que reformular de manera radical. Tal era la falsa dialéctio|«a (versién espiritualista) se separan las necesidades del ser y de la apariencia, del alma y del cuerpo, tf Pimerias y secundarias para remitir las unas a Ja ani- también Ta falsa dialéctica del sujeto y del objeto e}talidad, y las otras a lo inmaterial (véase sobre este 4a necesidad. La especulacién se define precisamente print, Ruyer, La nutrition psychique (La nutricién pst ‘este juego “dialéctico” de interaccién continua en espe} fica]), ora Cversién racionalista) se instituye a Tas tunes cuando no se puede determinar, en un andlisis, cuél m0 las dnicas objetivamente fundadas (por lo tanto, Jos dos términos engendra al otro y se esté reducido #ationales) y a las otras como subjetivamente variables hhacerlos reflejarse entre si o producirse reejprocament (x lo tanto, irracionales). Pero ideologia coherente, es el signo seguro de que hay que cambiar los sérmintmeo que el hombre esté definido en prioridad, en uno del problema. Es preciso, pues, ver cémo opera la cil) aro caso, por una esencia o una racionalidad que Io cia econémica y detrés de ella, el orden poltico con ial no hace sino oseurecer. concepto de necesidad. De hecho, el “minimo vital antropol6gico” no existe: i" todas las sociedades, esté determinado residualmente Lito de las neesdades primaris fe la urgencia fundamental de un excedente: Ja parte os, la parte del sacrificio, el gasto suntuario, el La legitimidad de este concepto se funda sobre la exifPovecho econémico. Es esta deduccién de-Iajo la que tencia de un minimo vital antropol6gico que seria el na negativamente ef nivel de supervivencia.y ho Jas “necesidades primarias” —zona irreductible en 1a 4 inverso Cficciga i idealista). Por doquier, existe prela 78 LA GENESIS IDEOLOaIQ| cién del beneficio, del provecho, del sacrificio en definicidn de la riqueza social, prelacién del gosto “iné| {il”, sobre la economia funcional y la sustancia minima| Jamis ha habido “sociedades de penuria”, ni “socie dades de abundancia”, puesto que los gastos de una soci| dad se articulan, cualgiiiera que sea el volumen objetin de los recursos, en funcién de un excedente estructura y de un déficit igualmente estructural. Una demas ‘enorme puede coexistir con Ja mayor miseria, En tod caso, cierto sobrante coexiste con cierta miseria. | de todos modos, es la produccién de ese sobrante Ja que rige el conjunto: el umbral de supervivencia no ese jamés determinado por abajo, sino por arriba, Eventual mente, si los imperatives sociales lo exigen, no hab supervivencia en absoluto: se liquidara a los recién. ac dos (0 a los prisioneros de guerra, antes de que el esclat Megue a ser rentable en un nuevo contexto de fuerza productivas). Los Siane, de Nueva Guinea, enriquett dos al contacto de los europeas, derrochan todo en fies tas, sin dejar de vivir por bajo del “minimo vital”. Es imposible aislar un estadio abstracto “natural” de la pe nuria y determinar en absoluto “lo que necesita la gent| para vivir’. A uno puede gustarle perderlo todo al poke! y dejar que su familia se muera de hambre, Sabidh es que son los més desfavorecidos de Ja fortuna los que derrochan de manera més irracional. Sabido es que ¢] juego florece en funcién directa del subdesarrollo. Exist? incluso una correlacién estrecha entre el subdesarrollo,| Ta demasia de las clases pobres y el desarrollo tentaculet de Jo religioso, de lo militar, del personal doméstic) del sector dispendioso e init. Inversamente, del mismo modo que la supervivencit puede caer muy por bajo del minimo vital si la produc! cién del excedente lo exige, el umbral de consumo obli sedo puede establecerse muy por encima de lo estricto hecesario, siempre en funcién de la produccién de |i 1a GENESIS 1DEOLOGICA 79 plusvalia: tal es el caso de nuestras sociedades, en las que nadie est en libertad de vivir de raices erudas y agua fresea. De donde lo absurdo del concepto del “rem. ta discrecional”, complemento del de “minimo vital”: os i"la parte de renta que el individuo esté en libertad de gastar a su antojo”| gEn qué seria yo més libre com- pando un traje 0 un coche que comprando mi alimento (jeste mismo muy sofisticado!)? gEn qué soy libre de 1o escoget? Y la compra de un coche o de ropa, zes “dis- ecional” cuando es el sustituto inconsciente de un ‘seo de alojamiento itrealizable? El minimo vital hoy esel standard package, el minimo de consumo impuesto. Por bajo de esto, se es un asocial, y la pérdida de status, hh inexistencia social, ges menos grave que el hambre? De hecho, la “renta discrecional” es una nocién racio- ralizada “a discrecién” de los contratistas y de los ana- lstas de mercado. Los justifica por manipuilar las “nece- sidades secundarias", ya que “eso no afecta a lo esencial”. Ea linea de demarcacién entre esencial e inesencial tine una doble funcién muy precisa: 1. Funder y preservar una esfera de la esencia del hombre individual, piedra angular del sistema de valores ideolégico, 2. Ocultar tras el postulado antropolégico Ja verdadera ‘kfinicién productivista de la “supervivencia”; es “esen- Cal’, en fase de acumulacién, lo que es estrictamente Necesatio para la reproduccién de Ja fuerza de trabajo, Yen fase de crecimiento Jo que es neceserio para él Tantenimiento de la tasa de crecimiento y de plusvalia, Le emergencia de la consumatividad. La necesidad/fuer- productiva Puede generalizarse esta conclusién hasta definis ls ne ‘sidades —cualesquiera que sean—, de ningin modo ya J “pin la tesis naturalista/idealista, como fuerzainnatts 80 infusa, apetencia espontinea, virtualidad antropolégic sino como funcién inducida en los individuos por Ja I gica intema del sistema, més exactamente, 10 com fuerza consumativa “liberada” por la sociedad de abur- dancia, sino como fuerza productiva requerida por d funcionamiento del propio sistema, por su proceso de reproduccién y de supervivencia, Dicho de otro mode no hay necesidades sino porque el sistema las necesit, EI capital-necesidades invertido por cada consumida privado es hoy tan esencial al orden de produccién como los capitales invertidos por el empresario capitalista, tan esencial como el capital-fuerza de trabajo invertido por el trabajador asalariado Existe, pues, coaccién de necesidades, coaccién de consumo, Se puede imaginar que unas leyes la sancio nan un dia Cobligacién de cambiar de coche cada dos afios).2° Naturalmente, esta coaccién sistemética esté colocada bajo el signo de Ia eleccidn y de la “libeniad” y parece oponerse asi por entero a los procesos de trabajo como el principio de placer al principio de realidad. De hecho, ‘ocurre con la “libertad” de consumir como con la liber tad de trabajar. El sistema del capital se erige sobre la libertad, sobre la emancipacién formal de la fuerza del trabajo Cy no sobre la autonom{a concreta del trabajo, que abole): igualmente no existe consumo més que en la abs! traccién de un sistema, el cual se funda sobre la “liber tad” del consumidor. Es preciso que el usuario pucds LA GENESIS IDEOLOGIC clegir, y devenga al fin por su eleccién “libre” de entrat| rod como fuerza progresiva en un célculo de produccién, muy| ®t exactamente como el trabajador deviene al fin libre, e0 el sistema capitalista, de vender su fuerza de trabajo. Es tan cierto que el consumo ex una fuerza productit! que por analog signifcatva exta'a menudo colacadl tambieh bajo el signo del provecho: “quien se endeuda se enriquece” “Compras y sett reo” Se Smnta l cnn sy ne sino como’ inversién y rentabilidad. 81 Y asi como el concepto fundamental de este sistema no es, estrictamente hablando, el de produccién, sino al de productividad (trabajo y produccién se desprenden de todas las connotaciones rituales, religiosas, subjetivas, tic,, para entrar en un proceso histérico de racionali- necién), asi también habria que hablar no de consumo, sino de consumatividad; incluso si el proceso se halla lejos de estar tan racionalizado como el de la produccién, se pasa también del goce concreto, contingente, subje- tive, a un célculo indefinido de crecimiento fundado sobre la abstraccién de las “necesidades”, a las cuales ‘sta vez el sistema impone su coherencia, que produce incluso como un subproducto de su productividad* Asi como el trabajo concreto va poco a poco abstra- yéndose en fuerza de trabajo para hacerlo homogéneo alos medios de produccién (méquinas, fuerzas energé- tas, ete.), y poder multiplicar de este modo el uno por el otro los Factores homogéneos hacia una product vidad creciente, asi también se va abstrayendo y divi diendo el deseo en necesidades para hacerlo homogéneo a los medios de satisfaccién (productos, imagenes, obje- tossignos, ete.) y multiplicar asf la consumatividad. El 1A GENESIS IDEOLOGICA " Es, pues, vano confrontar, como se hace en todas partes, ‘onsumo y produccién para subordinar el uno a Ja otra o rect oe oa ‘entons de causalidad 0 de influencia. Porque paran de hecho dos sectores heterogéneos: una, produc Gited, es decir un sistema abstracto y sercrzado sda Gsimbio en el que no entran en absoluto el tabsjo, Ja pro- “ecién concreta, sino las leyes, las modas y las relaciones de ‘ucién: una’ légica, y un sector, el del conrumo, concebido entero atin como el de motivaciones y de satisfacciones Panis contingentes, individuales. Confrontarlos es, pues, Pro “mente un barbarismo, bah ontario, si se coneibe ol conmumo same preduccidn, tion de signos, ésta también en vias de sist Sma base de Suna generalzacin del ile de cambio (des . entonces las dos esferas son homogéneas —Pet0, & 5p Camporese termi depend a, oo Sea fen términos de modalidades ‘Le estrus ‘la del modo de produccién. 82 LA GENESIS IDEOLOGIC, mismo proceso de racionalizacién (parcelacién y abstrag imitada), pero donde el concepto de necesidad des cidn empefia un papel ideologico mayor, se da en la neces, dad-goce, que enmascara con todos sus prestigios hedo nistas Ja realidad objetiva de la necesidad-fuerza pro ductiva, Necesidad y trabajo" aparecen asi como ly dos modalidades de una misma explotacién ™ de las fuer | zas productivas. El consumidor saturado aparece cona| cl avatar embrujado del productor asalariado. Asi, no se debe decir —otro contrasentido— que “dl consumo es totalmente funcidn de la produccién”: Ia com sumatividad es la que constituye tun modo estructural de la productividad. Sobre este punto, nada ha cambiado con el paso de las necesidades "vitales” a las necesidades “cul de las necesidades “primarias” # las necesidades La tinica certidumbre que tiene el esclavo rurale “secundarias” de comer es que el sistema ne jar. La tinica posibilidad del ciudadano moderno de ver satisfacer sus necesidades “culturales” es que el. sistems necesita esas necesidades, y que el individuo ya no # limita a comer. Dicho de otro modo, si hubiese habido para e] orden de pruduceién un medio cualquiera de asegurar su supervivencia sobre el _modo anterior, él de la explotacién brutal, no habria habido jamds nece sidades."* Mienteas se puede, se reprimen las necesids des, Cuando es preciso, se suscitan las necesidades como medio de represiin.* sita esclavos para trabe 12 Cf, Jas palabras francesas que los expresan: besoin (nect sidad)_y besogne fuena, trabajo) 5 En los dos sentidos del término: téenico y social 34 Hipétesis: es porque el trabajo mismo no apareeié como fuera produce hasta que el orden socal Cla estucrra dt vilegio y de dominacidn) tuvo necesidad de €l para sobrevi Tine poder seguir sosteniindie por el silo per fundads sb A GENESIS IDEOLOGICA 83 La dessublimacién dirigida EI sistema capitalista no ha cesado de hacer trabajar en primer lugar a las mujeres y a los nifos dentro de los limites de lo posible. Sélo absolutamente coaccionado ‘descubre” Jos grandes principios humanitarios y demo- cxticos. La escolarizacién se ha concedido paso a paso, y no se generalizé, como el sufragio universal has { tt que se impuso como medio de control social y de integracién eficaz Co como medio de aculturacién a la sociedad industrial). En la fase de industrializacién, se extorsiona a fuerza de trabajo al menor costo, sin riiramiento. No hay necesidad del resurgimiento de has necesidades para la extraccién de la plusvalia, Des jués el capital, enfrentado con sus contradicciones (cbreproduccién, baja tendencial de la tasa de prove cho), intenté al principio superatlas reactivando la acu- mulacion sobre la base de la destruccién masiva, del dicit y de la quiebra y, por Jo tanto, evitando una tedistibucion de las riquezas que hubiese puesto de tuevo a discusién las relaciones de produccién y las es- ‘mcturas de poder. Sélo una vez alcanzado el umbral la ruptura, el capital en fin suscita al individuo en ‘unto que consumidor, y no ya tnicamente al esclavo 0 tanto que fuerza de trabajo. Lo produce como tal. Con ello, no hace sino suscitar un nuevo tipo de siervo, ‘l individuo como fuerza de consumo."* Samal y sometida, jamais carece de peligro para el orden social saa ais Uistatn te code finan poten Blue ¥y To es todavia la emergencia de la fuerza del trabajo: Gmemsion de la explotacién, es también el origen de las, com dicciones sociales mas violentas, de una lucha de clases. {wen podria decir qué contradicciones hstrces nos reservan ins selicines perumales y jesirquices. La explotaci. por et bajo ex un mal menor pata ol orden social, El acceso al eaboh segs ain 1 las mujeres ‘como peligiy de subvenion soc 2'Sin embargo, eta emergensia de las ‘necesidades, aunque qermetBenciay Ia explotacién de esta nueva fuerea productiva |S s0n'las “necesidades”?> | deal te ‘otro fundamento para la ayuda a los pases sub- 84 Aqui se halla el punto de partida de un andlisis dq “consumo! sobre el plano politico, y 2s paectso rebasr el punto de vista ideoldgico del consumo como proces, de apetencia y de goce, como extensién metaférica ée las nociones funcionales de digestién —todo ello natu Jizado segin el esquema primario de la pulsién oral, es preciso rebasar esta prenocién imaginaria poderes para definir el consumo no sdlo estructuralmente coms sistema de intercambio y de signos, sino estratégicament como mecanismo de poder. Ahora bien, es claro que m se define ni por las necesidades, ni por su cambio cual: tative ni por su extensién masiva: todo esto no es més que el efecto caracteristico, al nivel de los individuo, de determinada estructura de productividad monopolis tica, de una economia totalitaria (capitalista socialista), forzada a hacer surgir el ocio, el confort, el standing ete,, en suma, la realizacién misma del individuo pt vado como fuerza productiva, obligada a arrancarle st libertad y su goce como elementos funcionales de repro duccién del sistema de produccién y de las relaciones de poder que lo sancionan. Hace surgir estas funcions privadas segiin el mismo principio de abstraccién y de “alienacién’ radical que en otro tiempo Cy hoy todavia) su fuerza de trabajo. En este sistema, la “liberacién” de las necesidades, de los consumidores, de Jas muje- res, de los jévenes, del cuerpo, ete., es siempre a la vet| Ja movilizacién de las necesidades, de los consumidores | del cuerpo. .. No es jamés una liberacién explosiva, sind] una emancipacién dirigida, una movilizacién con fines de explotacién competitiva. Ni aun Jas fuerzas profundas, ni aun las pulsiones inconscientes dejan de ser movilizables en este sentido en la “estrategia del deseo". Se llega aqui a los confines! mismos del concepto de dessublimacién ditigida (o 1 presiva, segin Marcuse). En el limite, retranscrito et is primario, el consumidor es un nudo LA GENESIS IDEOLOcIC, 1A GENESIS IDEOLOGICA 85 de pulsiones (de eventuales fuerzas productivas) repti midas por el sistema de defensa de las funciones del yo. fs preciso “dessublimar” estas funciones, y por Jo tanto, tadio de movilizacién consumativa en que nos encon- tramos, ver que las necesidades, lejos de articularse { sobre el deseo o la exigencia propia del sujeto, encuen- tran su coherencia completamente en otro Jugar: en un sistema generalizado que es al deseo lo que el sistema del econdmico, es por Jo tanto, de todos modos, una abstraccién pro- dard o cunsumida cum valor de cambio en un cae, de 0 nel otro). En ninguna parte el objeto “concreto”, el producto “eoncreto” Cequé quiere decit esto?) se hallan implicados, sino sempre un ciclo abstract, un sistema de valor que se produce y ‘= reproduce de manera ampliada. Del mismo modo, el consumo 4 5 en absoluto una destruccién (de valor de uso “concreto”), Sino un trabajo de reproduccién ampliada del valor de uso como sbstaccién, como sistema, como cédigo universal de la utilided, | mismo modo que simultineamente 1a produccién no es ya 1 su finalidad actual produccién de bienes “concretos”, sino Ispoduccién ampliada del sistema del valor de cambio. Unicamente el consumo no cncaja en esta reproducciéa am: Wada del sistema del valor, y ao. porque sea destruceién de Sustancia, sino porque es tcansgresion de la ley y de la finalidad te los objetos, ‘abolicién de su finalidad abstracta. El consumo 0 hace, cuando parece consumir (destrur) Jos productos, otra Gu ue consumit Cemata, conclu) su wlidad. Destaye Ine sbjewos como sustuncia para'perpetuar mejor su. forma univer y absieseta, para repraduct el obdgo. del valor. El consumo uego, don, destructiém en pura pétdida, reciprcided simbé- 'kaY” va ditigido al cédigo mismo, lo rompe, lo desconstruye: {ff 1 destruccién del cédigo del valor (de cambio o de uso) que constituye el acto simbélico, no la destrucciin de los ‘bjetos en si mismos. CInicamente este acto puede ser amado- nee, ya que sblo él rompe y vulne Ia absoaccin aa cién de productos, sino destrucciin de utilidad. En el ciclo 156 valor de cambio es al trabajo concreto, fuente del yal, Todas las pulsiones, las relaciones simbélicas, las rey ciones de objeto, y hasta las perversiones, todo el de invasién del sujeto se abstraen y encuentran su egy valente general en la utilidad y el sistema de las neces dades, asi como todos los valores y el trabajo social red encuentran su equivalente general en la moneda y en ¢ dinero, Todo lo que surge del sujeto, de su cuerpo, de ss deseo, esté disociado y catalizado en términos de neve dades, més o menos especificadas de antemano por obje tos, Todas las pulsiones se racionalizan, se finalizan y x ‘objetivan en necesidades; por lo tanto, se anulan simbi licamente, Toda la ambivalencia estd reducida por cequivalencia. Y decir que el sistema de las necesidades « un sistema de equivalencia general no es en absolut una metafora: quiere decir que estamos de Ileno en lx economia politica. Por eso hemos hablado del fetichiswo del valor de uso, Si las necesidades fueran la expresién concreta, singular, del sujeto, seria absurdo hablar é& Fetichismo, Pero si las necesidades se erigen cada vez mi fen un sistema abstracto, regulado por un principio & cequivalencia y de combinatoria general, entonces, nati ralmente, el mismo fetichismo que se vincula al sistem del valor de cambio y de la mercancia actia aqui ¢ un sistema que es homdlogo al otro, y que lo expres en toda su profundidad y toda su perfeccién. Y lo mismo que el valor de cambio no es sustancil al producto, sino una forma que expresa una rclaci social, asi el valor de uso no es tampoco una funcii infusa del objeto sino una determinacién social (@ b vez del sujeto, del objeto y de su relacién). Dicho ¢ tro modo, de la misma manera que la Iigica de la mer Mis ALLA DEL VALOR DE ty cancia se extiende indiferentemente a los hombres ¥ #4 las cosas, y hace que los hombres, obedeciendo a Ja 1 ma ley, no aparezcan més que como valor de cambis| la finalidad restringida de la utilidad se impone @ Jf esrar su propia reproduce wis AULA DEL VALOR DE Uso 157 jambres como a los objetos. Es ilégico e ingenuo esperar que a través de los abjetos pensados en términos de valor i cambio, es decir en sus necesidades, pueda el hom- tee realizarse de otro modo él mismo que como valor de sso, Tal es, Sin embargo, la vulgata humanista moderna: sravés de la funcionalidad, la finalidad doméstica del rnundo externo, se supone que el hombre se realiza en alidad de hombre. La verdad es totalmente distin todeado de mercancias y de valor de cambio, el hombre to es ya sino valor de cambio y mercancfa. Rodeado de bjetos que funcionan y que “sirven", el hombre no es ya Jaca cosa que el més bello de los objetos funcionales y eriles. No sdlo el Homo oeconomicus vuelve a set pot completo valor de uso en el proceso de produccién capi- tlista, sino que este imperativo utilitario estructura hasta ls relacién del individuo consigo mismo: en el proceso de satisfaccién, hace valer y fructificar sus propias vir- nalidades de placer, “realiza” y maneja lo mejor posible (¢5 decir al maximum) su propia “facultad” de gozat, jrtada literalmente como una fuerza productiva. ¢No sti fundada toda la moral humanista sobre el “buen wo" de sf mismo? Marx dice en sustancia: “La produccién no produce fslimente bienes, produce también hombres para consu- sires, y las necesidades correspondientes”. Proposicién uya interpretacién suele alterarse en el sentido simplista é la “manipulacién de las necesidades” y de Ja denuncia te las “necesidades artificiales”.* Hay que tener en cuen- 2 que lo que produce el sistema de la mercanefa en su forma general es el concepto mismo de necesidad cons- |," Hay que decir que las férmulas de Marx en este dominio (1 antropologia que implican) son bastante vgas pra permit interpetacén ealruralista dl tipo: “Lat necsidades son [tin del contexto histérico y social” fice: “Las necesidades estin produc ‘que no juega sino sobre el poten Saha a a 158 titutiva de la propia estructura del individuo, es des, el concepto histérico de un ser social que, abandonad, l intercambio simbélico, se autonomiza y racionalia deseo, su relacién con los demés y con 1os objetos en té minos de necesidades, de utilidad, de satisfaccién y é valor de uso. Ast, lo que reduce el intercambio simbélico, lo qu emerge del abandono del intercambio simbélico, no es i © cual valor, es de golpe la oposicién estructural de da valores: valor de cambio y valor de uso, cuya fom ligica es la misma, y cuya organizacién dual escande Jo econémico. Nos encontramos aqui con un nivel anto- polégico global, con el mismo esquema de “reduccla semiol6gica” que hemos analizado en “Fetichismo e ideo logia”. Demostramos en dicho estudio cémo esta redue ccién, esta estructuracién opositiva en términos duals constitufa la matriz misma del funcionamiento ideo gico; a causa de que esta estructuracién no es jamis puramente estructural, sino que actia siempre en pritt legio de uno de los dos términos, La légica estructural va siempre acompafiada de una estrategia (asi, mast ino/femenino en beneficio de lo masculino; consciente) inconsciente en beneficio de la conciencia, etc). ly mismo ocurre aqui. En Ja correlacién: MAs ALLA DEL VALOR DE yy valor de uso y significado no tienen en absoluto el mi mo peso respective que valor de cambio y significant Decimos que tienen un valor téctico, mientras que de cambio y significante tienen un valor estratégico- sistema se organiza segin una bipolaridad funcion#! ue sidades, sin someter a una critica radical el concepto mist? as ALLA DEL VALOR DE uso 159 pero jerarquizada, y donde la preeminencia absoluta co- rresponde al valor de cambio y al significante, Valor de uso y necesidades no son més que un efecto del va- lor de cambio. Significado Cy referente) no son més que an efecto del significante (yolveremos sobre este punto mmas tarde). Ni uno nj otro son una realidad auténoma que el valor de cambio o el significante vendrfan a ex- pesar y traducir en su eédigo; no son en el fondo otra ¢osa que modelos de simulacién, producidos por el juego del valor de cambio y del significante, y por donde éstos se dan la caucién de lo real, de lo vivido, de lo concreto, Jn caucién de una realidad objetiva que, sin embargo, en e| mismo momento, esos sistemas en su calidad de siste- nas sustituyen por su propia légica total (“sustituir” «s también falso, por lo demds: el témino da a entender que €5 cierto que existe en alguna parte una realidad fundamental, que el sistema vendria a captar o a desviar. De hecho, no hay otra realidad o principio de realidad gue la producida de golpe por el sistema como su refe- rencia ideal). Es decir que valor de uso y significado 0 constituyen un otra parte (objetivo y conereto) al valor de cambio y al significante; slo son su coartada, Vimos al principio que a través del sistema del valor é uso Ces decir Ja extensién del proceso de abstraccién 1’ de racionalidad productiva a todo el dominio del “con- Sumo” a través del sistema de las “necesidades” como sistema de valores y de fuerzas productivas) es el cam- P de la economia politica Jo que se generaliza y se ‘tura. En este sentido, el valor de uso aparece como 4 consumacién y Ia realizacién del valor de cambio (de lk economia politica en general). Y el fetichismo del Nalor del uso viene a aumentar y a profundizar el feti- \‘hismo del valor de cambio. Esto constituye un primer punto. Pero hay que tener f cuenta que el sistema del valor del uso mo es sinica- nente el doble, la trasposicién o la extensién del siste- de las necesidades y el sistema de las necesidades como form 160 MAS ALLA DEL VALOR DE yy rma del valor de cambio. Es simulténeamente su causa ideoligica (y, una vex més, si es posible, es por egy cestructurado ligicamente de la misma manera). Ideclog naturalizante, se entiende: el valor de uso esti dado fe ddamentalmente por la instancia ante la cual todos jg hombres son iguales. Las necesidades, a diferencia Jos medios de satisfacerlas, parecen ser la cosa més ral del mundo, Los hombres no son iguales respecto ¢ los bienes considerados como valor de cambio, pero parecen serlo respecto de los bienes considerados cam valor de uso. Se dispone 0 no se dispone de ellos, spin la clase y los ingresos; pero la virtualidad de servise ellos es la misma para todos. Todo el mundo es igut | mente rico en posibilidades de felicidad y de satisfac Es la democracia de las “necesidades", seculatizacién é Ja igualdad virtual de todos Jos hombres ante Dios. Ai el valor de uso, remitido a la esfera antropolégica, concilia en Jo universal a los hombres divididos soci mente por el valor de cambio. E] valor de cambio es la desaparicién del proceso & trabajo real al nivel de la mercancfa, de tal modo qu éta aparece como valor auténomo, El valor de uso hac més: daa la mercancia, inhumana en su abstraccié, una finalidad “humana”, En el valor de cambio, el ta bajo social desaparece. En el sistema del valor de u# ¢s la reabsorcién sin rastro de todo el proceso de trabe} ideolégico e histérico lo que conduce al sujeto a pe sarse como individuo, definido por sus necesidades } sus satisfacciones, y a integrarse de este modo ides! mente en Ja estructura de Ja mercancia. Asi, sin cx] de ser sistema, es decir histérica y légicamente solide rio del sistema del valor de cambio, el sistema del ' lor de uso viene a naturalizar este iltimo y a ofrecet esta caucién universal e intemporal sin la cual el | tema del valor de cambio no podria sencillamente *| producirse (ni aun ser reproducido en su Forma genertl 161 EI valor de uso es, pues, el coronamiento, el broche de oro de la economia politica: [en su realidad vivida: es la inmanencia de Ja eco- romia politica en la cotidianidad real, hasta en el eto en que el hombre cree volverse a encontrar. No muelve a encontrar sus objetos sino en aquello para Jo que sirven, y no vuelve a encontrarse a si mismo, hasta en Ja expresién y Ja satisfaccién de sus necesida- wis ALLA DEL VALOR DE uso 4 es, sino en aquello para lo que sirve; Cen su valor estratégico: es aquello por lo cual se confirma ideolégicamente el sistema de produccién y de cambio, gracias a la institucién de una antropologia idea- lista que sustrae el valor de uso y las necesidades, de su légica histériea para inscribirlos en una etemidad formal: la de Ia utilidad para los objetos, Ja de la apro- yiacin xitil de los objetos por el hombre en la necesidad. Por esto decimos que el fetichismo del valor de uso «6 més profundo, més “misterioso” aiin que el fetichis- mmo del valor de cambio. E] misterio del valor de cambio y de la mercancia puede todavia relativamente —lo ha sido después de Marx— ser descubierto y aflorar a la conciencia como relacién social. En el valor de uso, el valor se envuelve esta vez de un misterio total, ya que funda en Ja antropologfa, en la evidencia de una na- turalidad, en una referencia original que no puede re basarse. Abi se encuentra la verdadera “teologia” del valor, en el orden de las finalidades; en la relacién “idea!” de equivalencia, de “armonia”, de economia y de equilibrio que implica el concepto de utilidad, y esto 3 todos Jos niveles, entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y los objetos, entre el hombre y stt cuerpo, entre él y Jos demés. Ahi toma el valor una jevidencia absoluta y deviene “la cosa més simple”: ahi lumbién es donde el misterio y Ta astucia (de la His- foria y de la Razén) se vuelven el més profundo y la més tenaz, 162 Si al sistema del valor de uso esté producido por g sistema del valor de cambio como su ideologia misms, si el valor de uso carece de autonomia, no siendo on, cosa que satélite y coartada del valor de cambio, sy dejar de formar sistemas con él dentro del marco ¢ Ja economia politica, no es ya posible considerar el vel de uso como altemnativa del valor de cambio y su ‘re: tiucién’” al término de la economia politica, bajo el sign de la “liberacién de las necesidades” y de la “adminis tracién de las cosas’, como perspectiva revolucionaria, Toda perspectiva revolucionaria pasa hoy por la re visidn radical de la metafisica racionalizante, reductor, represiva, de la utilidad —toda teoria critica pasa pot el andlisis de la forma/objeto,* ausente del anélisis mar xista, Jo cual ha tenido por resultado, con las const ccuencias politicas e ideolégicas que ello implica, que t- das as ilusiones hayan convergido sobre el valor d& uso, idealizado por oposicién al valor de cambio, cuand> no es sino su forma maturalizada, MAs ALLA DEL VALOR DE tp ‘MARX Y ROBINSON Marx, El capital, 1, x, D: “Considerada como valor & uso, la mercancia no encierra nada de misterioso, dand? Jo mismo que la contemplemos desde el punto de vista & un objeto apto para satisfacer necesidades del hombre © que enfoquemos esta propiedad suya como producto dé! trabajo humano. Es evidente que la actividad del how bre hace cambiar a las materias naturales de forma, pa? servirse de cllas... el cardcter mistico de Ja mercanci +X de Jn foma/sinn, Veros sino na mma Wie Kom ia ental Cale) S Sinn sin, et emit Tewrtade dl Sigil significantes PEM muda deh anal wks ALLA DEL VALOR DE uso 163 no brota de su valor de uso... (Las categorias de la economia burguesa] son formas mentales aceptadas por hh sociedad, y por tanto objetivas, en que se expresan las condiciones de produccién de este régimen social de pro- duccién histéricamente dado que es la produccién de rmercancfas. Por eso, todo el misticismo del mundo de las mercancias, todo el encanto y el misterio que nimban Jos productos del trabajo basados en a produccién de mercancias se esfurnan tan pronto como los desplazamos a otras formas de produccién. Y ya que la economia politica gusta tanto de las robinsonadas, observemos ante todo a Robinsén en su isla... Tan claras y tan sencillas, son Jas relaciones que median entre Robinsén y los objetos que forman su riqueza, riqueza salida de sus propias manos, que hasta un sefior Baudrillard? podria comprenderlas sin estrujar mucho el caletre. Y, sin em- bargo, en esas relaciones se contienen ya todos los fac- tores sustanciales del valor.” Habiéndose burlado con razin de las robinsonadas de los economistas burgueses, Marx hubiese debido descon- fiar de Robinsén. Al oponer el “misticismo” oscuro del valor mercantil a la simplicidad y a la transparencia de lis relaciones de Robins6n con su riqueza, cayé en una tampa. Si hacemos Ia hipétesis (marxista) de que la sconomia politica burguesa resumié en el mito de Ro- binsén toda su ideologia, hemos de admitir que todo fn esa historia va de acuerdo con la mistica y la me- tafisca del pensamiento burgués, hasta y sobre todo esa “transparencia” en las relaciones del hombre con sus instrumentos y con los productos de su trabajo. Esta confrontacién ideal del hombre con su capacidad de trabajo CArbeitsvermégen) y con sus necesidades 80 es Clinicamente) abstracta por estar aislada de Ja ‘ssfera de la economia politica y de las relaciones sociales Toda semejanza con una persona viva ¢5 una coincidencia Puramente accidental. ® 164 mercantiles; es abstracta en si misma, no abstracta (ah, traida) de la economia politica, sino abstracta por 1. sumir toda la abstraccién de la economia politica, saber la asuncién del valor de cambio en el valor & uso, la realizacién de Jo econdmico en Ja finalidad po. videncial de la utilidad. Robinsén es el témino de toda una mutacién e ‘curso desde el amanecer de la sociedad burguesa (jen teorizada tan slo realmente a partir del siglo xvm) y que hace simulténeamente del hombre una fuerza ductiva y un “hombre de necesidades". Los fabricants y los idedlogos de la Naturaleza se lo reparten. Se ea vierte, en su trabajo, en valor de uso para un sistem de produccién, y simulténeamente Jos bienes y los pro uctos se convierten en valor de uso para él, adquietes un sentido en funcién de sus necesidades, desde ese mo mento legalizadas como “naturaleza”. Entra en el rein del valor de uso, que es también el de la “Naturalez’, peto en modo alguno segiin una finalidad original cobrada: simplemente porque todos estos conceptos (ne cesidades, naturaleza, utilidad) han nacido juntos, & tuna misma fase histérica de sistematizacién de la ew nomia politica y de la ideclogia que Ja sanciona. El mito de Robinsén es el avatar burgués del mito é! Parafso Terrenal. Todo gran orden social de produccise (burgués 0 feudal) mantiene un mito ideal, que 6 * la veo mito de realizaci6n y mito de origen. La eo? nom{a politica se mantiene del gran mito de realizacéa del hombre segin Ja ley natural de las necesidedss como la teologia se mantiene del mito de la realizaciée del hombre segiin la ley divine. La misma finalid se reconoce aci y allé: la de una relacién ideal hombre con el mundo a través de sus necesidades la regla de Naturaleza, y la de una relacién ideal hombre con Dios a través de Ia fe y la regla divint Ia Providencia. Naturalmente, esta vocacién ideal MAS ALLA DEL VALOR DE typ wis ALLA DEL VALOR DE uso siempre y de una vez vivida como perdida 0 compro- metida; pero la finalidad permanece, y el valor de uso, sepultado bajo el valor de cambio, como la armonia natural del Parafso Terrenal rota por el pecado y el do- Jor, se mantienen inscritas como esencias invulnerables, prometidas al término de la Historia, a una futura re- dencién. La misma légica, la misma ideologia: bajo el signo de una naturaleza donadora, en Ja que se trans- parenta el modo de “produccién” de la recoleccién pri- nitiva, anterior al feudal, y de donde desaparece la ser- vidumbre y el trabajo, el mito del Paraiso Terrenal des- cribe la idealidad de las relaciones feudales Cproteccién de soberania y fidelidad de vasallaje). Igualmente, el mito de Robinsén describe, en un esquema aislado “trans- parente” (en el que se trasluce el modo anterior de Ja agricultura y del artesanado) y del que desaparece la ley del mercado y del cambio, la idealidad de las relaciones, burguesas: autonomfa del individuo, a cada cual segin su trabajo y sus necesidades, conciencia moral Jigada ala naturaleza, y, de ser posible, algin Viernes, algiin Sitviente indigena (ahora bien, si las relaciones de Ro- bins6n con su trabajo y su riqueza con tan “claras”, {qué viene a hacer Viernes en todo este asunto?).. De hecho, no hay nada claro en esta historia y, aqui también, la evidencia de la simplicidad y de Ja trans- Parencia, como para Marx Ja evidencia de la mercan- cia, esta “lena de sutilezas metafisicas y de argucias teolégicas". No hay nada claro ni natural en el he- ho de “transformar la naturaleza segin sus necesida- des", de “hacerse witil” y hacer que Jas cosas sean utiles. Esta ley moral del valor de uso no hubiera debido pasar jnadvertida a Ja critica de Ja economia politica, porque (‘do el sistema y el “misterio” de ésta se encuentran ya ahi con Robinsén en su isla y en Ja transparencia fal- Sieada de su relacién con las cosas, HACIA UNA CRITICA DE LA ECONOMIA POLITICA DEL SIGNO La Critica de la economia politica del signo se propa hacer el anélisis de la forma/signo, del mismo mod que la critica de la economia politica se propuso hace el de Ja forma/mercancia. Asi como la mercaneia es als vez. valor de cambio y valor de uso —imponiéndose e tonces el anilisis total de esta forma sobre las dos verter tes del sistema—, el signo es a la vez significante y sg ficado, y el andlisis de la forma/signo ha de instituise 2 Jos dos niveles. Simulténeamente se impone, como « natural, el andlisis légico y estratégico de la relacién et tre los dos términos, 0 sea: 1. Entre sistema del VC y sistema del VU (o ente forma/mercancia y forma/objeto): es Jo que hemos i tentado en el articulo anterior. 2, Entre sistema del Se y sistema del So Co entre a eéidigo respective, que define la articulacién del vala signo y de la forma/signo). Esta relacién se establece en ambos casos como unt funcién jerérquica entre uma forma dominante y us! formacoartada, 0 forma-satélite, que es al mismo tiempt el coronamiento légico y Ia xealizacién ideolégica & a primera. 1. EL PENSAMIENTO MAGICO DE LA IDEOLOGIA Esta estructuracién homolégica de los valores en lo $#| se ha convenido Hamar el campo de lo econdmico } [166] |, economia POLITICA DEL SIGNO 167 campo de la significacién tiene por efecto desplazar jceso de la ideologia. Este no se funda ya en una Iacién infra/superestructural entre una produccién ma- jin de signos (cultura, etc.) que vendria a expresar a enmascarar sus contradicciones. Todo esto forma lh economia politica (de su critica) general, atrave- dda de parte a parte por la misma forma y regida por yy que recordar que la visién tradicional de Ja ideo- fafa, con su distincién artificial de lo “econémico” y ‘superestructural”, “dialéctica”, “estructural con domi- ibilidad de captar la funcién “ideolégica” de la cul 1ma_y de los signos ast separados, como no sea al nivel » de Ta clase dominante), son siempre grandes te- ts, grandes contenidos, grandes valores (nacién, moral, flegérica viene a actuar, no se sabe cémo, sobre las nciencias para integrarlas. Son contenidos de pensa- el conjunto, la ideologia se define como la tesaca de h cultura sobre Ja economia. ima que atraviesa tanto la produccién de los signos mo la produccién “material”, 0 més bien el desdobla- ve /Vvu Se / So loblamiento funcional, estratégico, por el que la for- plantear en términos radicalmente diferentes todo el al (sistema y relaciones de produccién) y una pro- adelante parte, con el mismo grado de objetividad, misma l6gica. lo “ideolégico”, ademas de Ja gimnasia desesperada ante”, etc.) que Teva consigo, supone también Ja im- le los significados. La ideologia (de tal o cual gr lnilia, humanismo, felicidad, consumo) cuya potencia hiento que vienen a actuar sobre situaciones reales, y, Cuando es cosa clara qtte 1a ideologia es esa forma lento légico de esta forma en dos términos: se reproduce. Esto significa que la ideologia esté ya entera en la relacién del VC al VU, es decir pifconocimiento de su forma y de la abstraccién del trabajo entera ya en la Idgica de la mercancia, como lo es qacial que opera. La cultura se define as{ en el pensa- 168 LA ECONOMIA POLETICA DEL + EOONOMIA POLITICA DEL stGNo 169 Ja relacién del Se al So, es deci en la légica integjsiento burgués Co marxista, jay!) como trascendencia del signo. ic los contenides, en cortelacién con conciencias por Marx ha demostrado que la objetividad de Ja proiglls “representacién”, circulando entre ellos como valores cién material residfa no en su materialidad, sing glpositivos, de igual manera que la mercancia fetichizada su forma, Ese es el punto de partida de toda tejiparece como valor real inmediato, en correlacién con . La misma reduccién analitica debe ser hecha ipujetos por medio de la “necesidad” y el valor de uso, Ja ideologia: su objetividad no reside en su “idealdatly circulando segin las reglas del valor de cambio. es decir en una metafisica realista de los conteniéq La astucia de Ja forma consiste en ocultarse continua- de pensamientos, sino en su forma, nte en Ia evidencia de los contenidos. La astucia del La “critica” (marxista igualmente) de la ideologia vygSdigo es ocultarse y manifestarse en la evidencia del de un pensamiento mégico de la ideologia. No la dsfalor. En Ja “materialidad” del contenido es donde, Ja cifra como forma, sino como contenido, valor dado taforma consuma su abstraccién y se reproduce como for- cendente; una especie de mana que irfa unido a algujva. En esto consiste su magia, jugando a la vez sobre grandes representaciones que impregnan mégicamen unas subjetividades flotantes y engatiosas Iamadas ‘ci ciencias”. Del mismo modo que la “necesidad” preted ser la relacién entre la “atilidad de un objeto” y la “ manda de un sujeto", asi la ideologla aparece como relacién entre la proyeccién de una conciencia y la i lidad de una. .. idea, o de un valor. La misma p magica entre unos conceptos artificiales, inchso mé fisicos, transferida de los bienes materiales a las rep! sentaciones colectivas y a los valores. La ideologia es de hecho todo el proceso de cién y de abstraccién del material simbélico en forma; pero esta abstraccién reductora se da int tamente como valor (auténomo), como contenido ( cendente), como representacién de conciencia (signifi do). Es el mismo proceso que da a leer en Ja merc! un valor auténomo, una realidad trascendente, pot luce a la vez. los productos y las “necesidades’ que f éstos corresponden), instalando asi la cultura en una fascendencia dual de los valores (de los contenidos) y Jas conciencias, y en una metafisica del intercambio te los dos términos. Y si la vulgata burguesa lo stala en esta trascendencia para sacralizarlo en ella cultura, Ia vulgata marxista Jo instala en la mis a trascendencia para denunciarlo en ella como ideolo- ja. Pero las dos vulgatas van a encontrarse en el ismo pensamiento mégico* Casi todo el pensamiento contemporineo se enreda en sos problemas, en interminables controversias nacidas disyunciones artificiales: |. La disyuncién sujeto/objeto, taponada por el con- pto magico de “necesidad”. Todo marcharia bien, si no igiera el insoluble problema de “la oferta y de la de- + Hay que notar gue la “alienacién” es también une 46: Ast la denuncia “rica” de las, “necesidades arificials* concepts igi, detinados a taponar una dsyuncén #4 “manipulacién de las necesidades” coincide en el mismo cial; aqui la existente entre la “conciencia” del sujet ¥ a as as aca cb propio contenido idea! Gu totalidad “reeobrada”). mn la exaltacién incondicional del consumo. 170 LA ECONOMIA POLITICA DEL siquy|t4 ECONOMIA POLfTICA DEL steno 171 manda” en el sistema general de la produccién/consuma|# economia politica se halla en el corazén mismo del zAutonomia de la opcién o manipulacién? ¢Seudodiale}'8"®> ©? la ecuacién abstracta del significante y del sig- tica entre las dos? Eterna letanfa y falso problema, ilicado, en la combinatoria diferencial de los signos, 2. La disyuncién infra/superestructura, Ja cual hema(f% 1° ue éstos pueden funcionar como valor de cam visto que recubria subrepticiamente la infatigable ga) Ce! diseurso de la comunicacién) y como valor de yunciin entre materialidad de los contenidos e ide? ‘el descifrado racional y el uso socal distintivo). dad de las conciencias, estando los dos polos separade| 2: Es 2 causa de que la estructura del signo se hall asi, reunidos por el concepto magico de ideologts. Agi ¢ corazén mismo de la forma/mercancia por lo que igualmente marcharla bien todo si mo quedara por ehja!® Puede tomar inmediatamente efecto de signifi. efemamente en suspenso —para la mayor satsiedapi™ —P0 “sdemés” como “menaje” y connotaciin, de generaciones de intelectuales— el problema de la “fit, Poraue se insttuye, por su forma misma, como fancia determinante” y toda la acrcbacia de ‘intra ™##™ total, como sistema de comunicacién. que xige cién”, de “dialéetica”, de “autonomia relativa” y de ‘(20 el intercambio social. Como la forma/signo, la tredtemainaciéa' resullanta, ercancia es un eédigo que ordena el intercambio de 3, La distincién explotaci6n/alienacién, que hace xftores. Contenidos materiales de produccién 0 conteni- percutir este falso problema al nivel del’ andlisis pl inmateriales de significacién, poco importa, a ee EI debate interminable de saber si Ja una funif? 0 determinante: Ia regla del juego de los sigai- Jn oma, sin segunda rucede a Ia primera oxmo “eswSpews Ia reyla del juego del valor de cambio, més avanzado del capitalismo”, todo esto es absurtojf! (U2 aqui y allé, generalizado en cl sistema de Ja resulta una ver més de la division artificial entre sgf'%0M2 politica, reduce toda ambivalencia simbilica y mercancia no analizados en su forma y considera va fundar sobre la equivalencia regulada de los valores Jamo contenidos Cel uno de significacién, la ota aM circulacién “racional” y el juego de los i tercambios produccién). De donde la distincién de una “exp! Es aqui donde el concepto de alienacién se revela Tién” de la Fuerza de trabajo y de una “alienacién pot?" inutilizable, a causa de su implicacién en Ja me- Jos signos”, jComo si la mercancfa, el sistema dt Mltica del sujeto de Ta conciencia. Ast como lot mit produccién material no “significara"! jComo si los has sociedades primitivas no son “falsas” historias que nos y la cultura no fueran inmediatamente productif® conciencias se cuentan, sino realmente un cédigo de social abstracta al nivel del cédigo y de los mode! ‘gos que se intercambian, integrando el grupo por sistema de intercambio de valores generalizado! fi misma circulacién y no por la imposicién de los a ideologia no esté, pues, ni de un lado ni del efMtenides’ miticos sobre las conciencias (la “ceene Es esta misma y tinica forma que atraviesa todos '), tampoco el cédigo fundamental de nuestras so- campos de la produccién social. Es Ia inclusiin de ®#4ades, que es el de Ja economia politica (Forma/ produccién (material o simbélica) en un mismo preftancia y forma/signo), opera por alienacin de las de abstraccién, de reduccién, de equivalencia g¢ ‘"ciencias a contenidos: racionaliza y regula el inter- y de explotacién. veg hace comunicar, pero bajo la ley del cédigo 1. Es a causa de que la ldgica de la mercancia y “J el control del sentido. 172, La division del trabajo, Ja divisién funcional de jy términos del discurso no “engafian” a los hombres; los | Gializan e informan su intercambio segtin un mod general abstracto. El concepto mismo de individu | el producto de este sistema general de intercambio, 1 la idea de “totalidad” bajo la cual el sujeto Cel de y conciencia 0 el de la Historia) se piensa en su meh rencia ideal no es mis que el efecto, el sintoma, sombra de este sistema. La alienacién, concepto mégia por el que la conciencia se piensa como su propio cm tenido ideal (si “totalidad” recobrada) es un concep ideolégico, e ideologia, en su versién superestructural Jos contenidos de conciencia, es un concepto alienado. Hoy el consumo —si es que este término tiene sentido, distinto del que Je da Ja economia vulger— de fine precisamente ese estadio en el que la -mercancia inmediatamente producida como signo, como velor|s no, y los signos (la cultura) como mercancta. Si, a Iugar de dividirse en especialistas, los unos de la “po| duccién” (economia, infraestructura), los otros de li ‘ideologia (los signos, la cultura), 0 en dialécticos «i orillas de la totalidad, los “investigadores", del lado é Marx en particular, tuvieran a bien darse cuents tt las realidades més simples, sabrian que nada de lo ot hoy se produce ¢ intercambia Cobjetos, servicios, cus] POs, sexo, cultura, saber, etc.) es ya ni estrictament descifrable como signo ni estrictamente mensurable com| mercaneia, que todo pertenece a Ja jurisdiccién de us] economia politica general cuya instancia determinan! no es ya la mercancia (incluso revisada y corregida su funcién significante, con su mensaje, sus cond} iones, pero siempre como si subsistiera una objetivid posible del producto), ni naturalmente Ja cultura (incl so en su versién “critica”: signo, valores, ideas, P4] doquier comercializadas © “recuperadas” por el site| LA ECONOMIA POLITICA DEL, sig dominante pero siempre ahi también como si subsist 173 algo cuya trascendencia fuese Jocalizble, y simplemente amprometida, especie de valor de uso sublime de la ‘altura alterada en el valor de cambio). El objeto de ‘ata economia politica, es decir su elemento més sim- ple, su elemento nuclear —lo que fue precisamente la mercancia para Marx— y que no es ya hoy ni propia- mente mercancia, ni signo, sino indisociablemente los dos, y donde los dos se han abolido en tanto que deter- sminaciones especificas, pero no en tanto que forma, este abjeto es quiz4 simplemente el objeto, la forma/obje- to, sobre la cual vienen a converger, en un modo com plejo que describe la forma mas general de la economia politica, el valor de uso, el valor de cambio y el va- lor/signo. LA ECONOMIA POLITICA DEL siGNo 1H. LA METAFISICA DEL SIGNO El signo se oftece con la misma evidencia de valor de sentido que la mercancia en Ia evidencia “natural” de su valor. Son “las cosas mas simples y las més misteriosas’. En cuanto a la semiologia, semejante a la economia politica, no hace sino describir su circulacién y su fun- sionamiento estructural. Hemos visto, en el estudio precedente, que la abs- traccién del sistema del valor de cambio no se sostiene sino por el efecto de realidad concreta y de finalidad abjetiva del valor de uso y de las necesidades. Tal es 1a légica estratégica de la mercancia, que hace del se- gundo término el satélite y la coartada del primero. Lo mismo ocurre en cuanto a la logica y la estrategia del : tipos de andlisis se han hecho de este fetichismo Lc Batre ote bin aes tea, 0 teoria de la produccién material, inaugureda por Marx 7a semiceyia sce 9 trie del producrigs textual, Devada abo més recientemente por el grupo Tel Quel. 174 signo. Esta hipétesis hace fragmentarse los “postulads cientificos’ de la semiolingiistica, en particulec el de Ja arbitrariedad del signo, tal como fue definida pee Saussure y corregida por Benveniste. La arbitrariedad del signo no se halla en su inmaé vacién, en el hecho de que el Semesa no tenga nin guna vocacién “natural” a significar el concepto o kk realidad “mesa” (puesto que Tisch, en alemén, etc), sino en el hecho mismo de plantear la equivalencs entre tal Se y tal So, En este sentido, la arbitraciedid s tan total como en el caso del “simbolo”,* donde Ia analogia entre Se y So no altera en nada el print pio de equivalencia. La arbitrariedad esté en la inst tucién fundamental de una correlacién exacta entre ti Se “discreto” y tal So igualmente discreto. Dicho & otro modo, la arbitrariedad se halla en la “discrecién, que es lo inico que funda la posibilidad de Ja relacién cuacional del signo, tal que: Esto= esto, y no sigté ficara nada més. Esta discrecién es, pues, el principi mismo de racionalidad del signo, que funciona como abs tractor y reductor universal de todas Jas virtualidades de sentido que no dependieran del encuadre respectivo, & Ja equivalencia y de la especularidad de un Se y de wt So. Racionalizacién directiva y reductora del signo, en relacién con una “realidad concreta”, exterior, inm nente, que Jos signos captaran de nuevo abstractamentt para expresarla, sino en relacién con todo lo que basa el esquema de la equivalencia y de Ja significacio» y que el signo, en Ja operacién misma que lo const: tuye, en esa cristalizacién repentina de un Se y de LA ECONOMIA POLITICA DEL stoy So, reduce, reprime, aniquila, La racionalidad del s'8"| desi se funda sobre la exclusién, sobre el aniquilamiento & + Tomado aqut en el sentido semiolingiistice lise, simbolo como variante analgica del signo. Emplearemos sep Eg ase simbolo (lo simi, el intrcambio ico) en oposicién y en alternativa radical con el oF de signo y de signficacién. LA ECONOMIA POLITICA DEL SIGNO 175 toda ambivalencia simbélica, en beneficio de una estruc- tura fija y ecuacional, El signo es un discriminante: se estructura por exclusién. Cristalizado en adelante sobre cesta estructura exclusiva, que designa su campo fijo, re- signa todo el resto y asigna el Se y el So en un sistema de control respectivo, el signo se da como valor pleno, positivo, racional, intercambiable. Todas Jas virtualida- des de sentido han pasado al hilo de Ja estructura. Esta asignacién del Se y del So témino a término puede muy bien hacerse compleja en una relacién equi- voca, multivoca, sin infringit la Iégica del signo. Un Se puede remitir a varios So, o inversamente: el prin- cipio de equivalencia, y por lo tanto de exclusién y de reduccién sobre que se funda Jo arbitrario, sigue siendo el mismo. La equivalencia se ha convertido simplemen- te en polivalencia, a la vez que se opone de manera igualmente radical a la ambivalencia, La misma ambi- gliedad no es todavia sino la vacilacién de un principio que, en cuanto a lo esencial, queda instituido. El de- bilitamiento de la significacién no afecta en nada al Principio de la racionalidad del signo, ni por Jo tanto @ su principio de realidad. Puesto que la conexién miltiple se establece entre varios Se y So que conser- van su “discrecién”, del cédigo de la significacién sigue jugando siempre como sistema de control del sentido. Gnicamente la ambivalencia (a Ta que damos la acep- ‘ién muy fuerte de ruptura de valor, del lado de acé © del Jado de allé del valor/signo y de emergencia de lo simbélico) vuelve a hacer intervenir la legibilidad, falsa transparencia del signo, su valor de uso Cel iftado racional) y su valor de cambio (el discurso Ja comunicacién). Pone fin a la economia polit #2 ea del signo, y por lo tanto a la definicién respectiva 41 Sey So, conceptos que Hevan el sello de la sig- mcep® | “ficacién, que no toman su sentido sino en la acep- ‘ion clésica del proceso de significacién, y que por lo 176 tanto no podrian sobrevivir, en ninguna forma cud. quiera que ésa fuese, a la fragmentacién de esta |b gica. En la ligica de la ambivalencia y de lo sinks Tico, nos encontramos con un proceso de resolucién de signo, resclucién de la ecuacién sobre la cual se artical y que, en el discurso comunicativo, no esté jamés re ‘uelta: integrada, opaca, jamas elucidada, funda en 4 el mismo tipo de misterio social que ese otro médium que es la mexcancia, la cual reposa también sabre uuna ecuacién abstracta de todos los valores.* La cxitica de Ja economia politica, Ievada por Maa LA ECONOMIA POLITICA DEL steyo al nivel del valor de cambio, pero cuya envergadua | total implica también el valor de uso, es muy exact mente esta resolucién de la mercancia y de su ecuacién implicita, una resolucién de la mercancia en tanto que forma y cédigo de equivalencia general. Esta mism resolucién critica es la que hay que extender al camps de Ja significacién, en una Critica de la economia pol ica del signo. MUL EL ESPEJISMO DEL REFERENTE Alli donde el signo se presenta como unidad de sentido “discreta” y funcional, el Se remite a un So, y el com junto a un referente. El signo como estructura abr tracta remite a un fragmento de realidad objetiva. Es por lo demés, entre estos dos términos donde Benve niste, corrigiendo a Saussure, sittia lo arbitrario signo, que estd entre el signo y la cosa que designs; ) # Baa seshucién del signo leva. cons Se y:del So como tales, pero no la abolicién, anonadamiento mfstico, del material de sentido y de la operscl 4a sentido. La operacidn simbalca dl sentido se cjzee sobre la materia fonica, visual, gestual Cy social), pero 56% tuna Iégica totalmente distinta sobre la cual valvezemos. 1A ECONOMEA POLITICA DEL, SIGNO 17 no entre el Se y el So, ambos de indole psiquica y aso- ciados necesariamente en el espititu de los sujetos por Y también (Problemas “Lo que es arbitrario es que tal signo, y no tal otro, sea aplicado a tal elemento de la realidad, y no a tal otro. En este sentido, y sélo en éste, es permisible hablar de contingencia, y seré menos para dar una solucién al problema que para se- falarlo y dejarlo por el momento, .. El dominio de lo abitrario es relegado asi fuera de la comprehensién del signo lingiiistico.” Expulsar Jo arbitrario fuera del signo no es nunca otra cosa que desplazar el problema, y creer posible “des pedirse de él” es darle una solucién que, lejos de ser “provisional” y metodolégica, puede muy bien volver @ conducir a Ja eterna solucién metafisica del problema. Con esta operacién, Benveniste trata de salvar la or- ganizacién interna del signo, su necesidad légica Cy Ih de la semiolingiistica), mientras que en Saussure la hipoteca de lo arbitrario pesa atin sobre la coherencia reciproca del Se y del So. Pero este ajuste sélo es posible sobre la base de una separacién entre el signo y la realidad (el referente), cuya solucién se limita Benveniste a remitirla a la filosofia. De hecho, respon- de a ella, y muy metafisicamente, como todos los lin- fistas y Ios semiélogos, con los conceptos de “motiva- cién” y de “arbitrariedad”. Porque las cosas no se desglosan en absoluto segin el esquema idealista de Benveniste (y de los demés). corte no pasa entre un signo y un referente “real”, Para entre el Se como forma y, de otra parte, el So y el Rft,* que se inscriben juntos como contenido, el uno de pensamiento, el otro de realidad Co més bien de Perfeccién), bajo el signo del Se. El referente de que * Rt = referente. [r] 178 agu{ tratamos no esti més fuera de signo que el cesté gobernado por el signo, se desglosa de golpe ey funcién del signo, no tiene otra realidad que la que se inscribe en filigrana del signo. En sentido ampli refleja el signo, y esta colusién profunda, que procede de la forma, el “sujeto parlante” Ia traduce “instintie mente” al nivel de los contenidos. “Para el sujeto yar lante, hay entre la lengua y Ia realidad adecuacién com pleta: el signo cubre y rige Ia realidad; mejor: es esta realidad...”, dice Benveniste. Ese pobre sujeto parla te no sabe evidentemente nada de la arbitrariedad dd signo (jno es el sujeto semiolégico!); pero, en su me tafisica ingenua, tiene de algin modo razén, porque lo arbitrario de Benveniste (entre signo y realidad) no exis te en mayor medida que el de Saussure entre Se y So. Si se admite, contra Saussure, que el So es consustar cial con el Se, entonces el referente (la realidad) Jo ¢s en la misma medida, ya que el So y el Rft tienes el mismo perfil, que les asigna el Se, y el proceso d desglose, de formalizacién abstracta es continuo de una 2 otro extremo de la cadena, del Se al Rft incluides). Puede decitse indiferentemente: 1. O bien que la motivacién es general de un extrem al otro de Ja cadena pero entonces ya no es la mo tivacién sustancial de tipo psicologistica, Ia del conte nido, la que sube en cierto modo del Rft hacia el $& es una motivacién formal “desde arriba”, es la ley de ebdigo y del Se que informa y determina hasta Ja “re lidad”. El e6digo se convierte en el verdadero principit de realidad; 2. O bien que es Ja arbitrariedad, la convencién dd signo lo que teina sobre toda la cadena. Lo conc! no existe, depende, en su misma percepcién, de abstraccién y de la “discrecién” del Se. El espectro a Se se extiende sobre e] mundo (en ambos sentidos: “analiza” espectralmente, y lo invade). LA ECONOMIA POLITICA DEL steyy 179 Lo esencial es ver que la separacién del signo y del Jaundo es una ficcién y conduce a la ciencia ficcién. {ia I6gica de la equivalencia, Ja abstraccién, Ja discre- [idn, el desglose del signo engloba tanto el Rét como |J So —este “mundo” que el signo “evoca” para distan- lise mejor de él no es més que el efecto del signo, lu esbatimento, su proyeccién “pantogréfica”. O més lien, es el So/Rft una misma cosa, como hemos visto, lun mismo contenido, que actia como la sombra proyec- leda del Se, el efecto de realidad por el que el juego lc los Se se realiza y engafia, | Agui es donde aparece la homologia entre la légica de significacién y la de Ia economia politica. Esta litima juega con la referencia a las necesidades y con ls actualizacién del valor de uso como con un horizonte latropolégico, sin que intervengan en el fondo en su luncionamiento y su estructura propia, De la misma Inanera, el referente se mantiene en el exterior de la lomprensién del signo: éte hace alusién a él, pero su lxganizacién interna lo excluye. De hecho, hemos visto lue el sistema de las necesidades y del valor de uso 'sté por entero implicado en la Iégica del signo. En dos campos respectivos, las dos formas dominantes (al sistema del valor de cambio y la combinatoria de Iss Se) se dan una razén referencial, un contenido, una rtada, y significativamente, aqu{ y all4, la articulacién fe realiza bajo el mismo signo metafsico de la necesidad P de 1a motivacién. Toda la vieja psicologia alimenta el edificio semio- lbgico: 1. El referente, el objeto “real”, es el objeto fenomé- co, es el contenido de la percepcién y de la experien- five del sujeto, a mitad de camino entre la feno- clogia y 1a sustancia bergsoniana opuesta a la forma. 2. Este contenido de percepcién aflora, si es posible tblar asi, y es relevado al nivel del signo pot el sig- La ECONOMIA POLITICA DEL, sIGNO 180 nificado, contenido de pensamiento. Entre los deg, ,| supone que se pasa de la percepcién vivida a lo en tual, de acuerdo con el viejo idealismo filoséfico y a a iacionismo abstracto ya tan polvoriento en el siglo xy a cémo se realiza la articulacién entre signo y eb rente (o entre Se y So), asi clasificados sutilmente, dejar de seguir siendo el uno a la imagen del otro? P| la motivacién. Ya sea para negarla segtin Ia teoria sul suriana del signo, para relativizarla o dosificarla en definicién del “simbolo”, para afirmarla, como Benre| niste en su critica de la teorla saussuriana (Funds pero tinicamente desde el punto de vista intemo ée bi semiolingtifstica), la tinica relacién pensable, el tno ‘concepto bajo el cual puede ser pensada Ja articulacia de lo fenoménico Cpsicolégico) y del signo, es la ma vacién, Concepto vacio y mégico, pero no podrfa | de otro modo desde el momento en que nos hemos da esta representacién metafisica del referente, esta sepaa cién abstracta entre el signo y el mundo; es preciso un pasarela magica para reunirlos y, como por casualiel aquella misma por la cual la economia politica tt de unir el sujeto y el objeto dados también como = rados: la necesidad. NecEsipaD, MorivaciOn, no stl] mos de ahi. El mismo término oculta la misma 2} cia metafisica. En un caso el término tiene una reson] cia més bien légica, en el otro, mas bien psicolégica; Fe LA ECONOMIA POLITICA DEL sie no nos engafiemos, légica y psicologia se hallan aqui disociablemente mezcladas: la motivacién semiolégica # ne toda la psicologia tras de si; en cuanto a la neces econémica, es mucho més que la demanda del su toda la articulacién Iégica de la “ciencia” econémict exige como postulado funcional. Estos conceptos no son accidentalmente vacios. UF concepto no quiere decir nada cuando trata de colt¥| tuna separacién que no existe. La distincién entie 181 ggno y el referente fenoménico no lo es sino para Ja vision metafisica que idealiza y abstrae a la vez el signo el mundo vivido, el uno como forma, el otro como con- fenido, en su oposicién formal, Al pretender falsas dis- tinciones, no puede resolverlas sino por falsos conceptos. Pero estas distinciones son estratégicas y eficaces, y resol- vetlas (romper Ia irrealidad magica de estos conceptos), que seria la tinica manera de resolver el falso problema de lo arbitratio y de la motivacién del signo, seria tam- ign romper la posibilidad de toda semiologia. El vacio de los conceptos oculta evidentemente una trategia, analizable simulténeamente en el campo de ls significacién y de Ja economia. La motivacién (Ja ne- esidad) no hace sino describis, detrés de la oposicién formal entre dos términos, una especie de circuito, de pro- ceo especular y tautolégico entre dos modalidades de una nisma forma, por el rodeo de un supuesto contenido, la reproduccién de una abstraccién sistemética (ya sea le del valor de cambio o del cédigo del significan- te) por el rodeo de lo real. Hemos visto cSmo las ne- lesidades Cel VU) no constituyen una realidad con- ‘ceta, incomparable, externa a Ja economia politica, fino un sistema inducido é1 mismo por el sistema del IVC y funcionando segin la misma légica. Si los dos listemas estin de cierto modo emparejados en una Inisma forma, es evidente entonces que el concepto de necesidad no analice nada y no haga més que des- cit, bajo una articulacién ilusoria, Ja cixculacién ge- lveral de un mismo modelo y su operacién interna. Lo lal traduce Ia definicién tautoldgica de la necesidad (no hay otra): la gente se apropia tal o cual cosa como lalor de uso, “porque la necesita”. La misma circularidad, la misma tautologla.psicolé: ica en cuanto a la motivacién de Benveniste: 1. El signo deriva su necesidad del consenso psical6- 1A ECONOMIA POL{TICA DEL SIGNO co que liga indisolublemente determinado Se a deter- 182 LA ECONOMIA POLETICA DEL sia minado So (determinada fraccién de lo “real” de pee] samiento).. 2. Pero: la objetividad de esta fraccién “denotada” 4 Jo real es evidentemente el consenso perceptivo de jy sujetos. 3, Y éte se alimenta no menos evidentemente &i consenso psicolégico que liga determinado Se a detemi nado So. El circulo que legitima el signo por lo real y qu funda lo real por el signo es rigurosamente vicios; ps cesta circularidad, como sabemos, es el secreto mismo & toda eficacia metafisicea (ideolégica). De la misma manera que las necesidades no son li ‘expresién motora y original de un sujeto, sino siemp ya su reduccién funcional por el sistema del valor é| uso, solidario del sistema del valor de cambio, tampoa el referente constituye en absoluto una realidad cone| ta auténoma, No es més que la extrapolacién en el mur do de las cosas (en el universo fenomenolégico de I percepcién) del desglose instaurado por la légica 4 signo, Es el mundo tal como se ve ¢ interpreta a tat del signo, es decir virtualmente desglosado y desglosit a merced. La mesa “real” no existe. Si es localiza en su identidad (= si “existe”), es porque esté ya #| signada, hecha abstracta y racionalizada por el desgi que la instituye en esta equivalencia con ella mist Por ello, no hay, repitimoslo, diferencia fundamen? entre el referente y el significado, y la confusion ¢} ponténea que entre ellos suele haber es sintomitice: teferente no tiene otro valor que el del signil cade] del cual quiere ser la referencia sustancial in y del cual no es sino la prolongacién in abstracto® A la estrategia es la misma: el doble aspecto de la met cfa (VU/VC) oculta de hecho una homogencidad * Be fas dl concept “rgd” Gc. J. M. NIALE, Se, 90, Te “Elect ne ane batt 1a ECONOMIA POLITICA DEL sIGNO 183 smal donde el valor de uso, regido por el sistema del jalor de cambio, le aporta sin embargo su caucién “na- turlista”. La doble faz del signo (Se/So, que se puede generalizar en Se/So-Rft) oculta de hecho una homo- jpreidad formal en la que So y Rift, regidos por una rnisma forma légica que no es otra que la del Se, le siven de referencia/coartada, de caucién “sustancial’. La teorfa de la hoja de papel de Saussure (la doble cara del signo que se recorta) es, pues, perfectamente ealidad... es Ia imagen que nos hacemos de la realidad. Es fin significado determinado por une intencién dirigida a las as Il], y no considerado tn. su simple relacién con el Se, fomo oeurre en lingilstica. Del Soconcepto, paso al referente fomo acereamiento concreto al mundo...") ‘00 hace més que telcjer el fetichismo realistic, fetichismo de la sustanca, i- fimo etadio del idealismo que fantasia la materia. Sin embargo, fobe estos. vestigios materalitas e idealists mezelados, dns de todos le ‘confines dela etic ‘cose © a la semiologia. La posicién de J. M. Lefebwe es,’ por lodemés, caractertsca de fa estucia con que la “realidad” scar sbepicamente dens de edo pensniento semils so, por crltigo que sea, para restituir mejor la estategi Nero. Atesigea Sabie i imponblidd de ait de bx pole as metafisicos planteados por el signo sin someterradicalmente 2 discusién la ‘artculacién semiologica. Dice, en efecto: “Lo feferente no es la realidad (es decir un objeto cuya existencia iris yo. comprotar, contzlaz): apuntamos él como real, ew esta intencionalidad es precisamente un acto del expiita gue desmiente idad, que hace de él una ficein, una fsnsruccién artificial.” Asi, en una especie de fugs, el refe rene, destituido de su realidad, vuelve a, ser un. simulacr, eeés del cual resurge, sin embergo, inmediatamente el objeto fagible. As, la artculaciin del signo puede desmultiplicare stl infin, abimaimen, reimtando connuamene real como sti mds alld y su consagracin. El signo esté ol a Sa aL eh cen Eek oe hencién, su arbitraredad, esti obsesionado en cierto modo por ls motivacién total. Ast, apunta a lo real como a su més allé fs il, Peg mo pe alt resin dem ms realided, es él mismo el que la produce y la reproduce, mes jamis su mis al ao 6 sino horizon, La velidad [Ee Fantasma por el cual el signo se preterva indefinidamente la desconstruccién simbélica que lo persigue. 184 1A ECONOMIA POLITICA DEL stey idealista, Al dar el Se y el So “en igualdad’, coy instancias constitutivas del signo, oculta todo el sitvoestratégico de la significacion, que descanse precy mente sobre la disparidad de los dos términos y sobre circularidad fundamental del término dominante: 1. Metafisica del So/Rft, homdloga de la de las ne cesidades y del valor de uso. El So/Rft esté dado pe realidad original, sustancia del valor y finalidad rece rrente a través del juego de los significantes como s porte (ef. el anélisis de Derrida, de Tel Quel). Igual mente, el valor de uso se da por origen y finalided, lt necesidades por mévil fundamental de lo econémic, apareciendo el ciclo del valor de cambio como un rocks necesario, aunque ajeno a las verdaderas finalidades. 2. En realidad, este privilegio moral y metafisico los contenides (VU y So/Rft) no hace sino oculta d privilegio decisivo de la forma (VC y Se). Estos ds términos son respectivamente la “Razén” xiltima, el prt cipio estructural de todo el sistema, del cual los ot dos no son més que el rodeo. Es la abstraccién raciond del sistema del valor de cambio y del juego de los sg nificantes Jo que gobiema el conjunto, Pero esta et tegia fundamental (de la cual es indtil* demostrat by repercusién operacional a todos los niveles de las soc dades contemporéneas, desde la programacién cibem*| tica a los sistemas burocréticos y al del “consumo”) et cuidadosamente oculta por el despliegue de la signifier cién sobre las 2 Co 3) instancias (Se, So, Rit), y 4 juego de su distincién y de su equivalencia. : 7 é 1 No es indtil del todo, pero se trata aqui del proce desamll de li economia poica del sign, al que vlvee™ 1a ECONOMIA POLETICA DEL stcNo 185 JV, DENOTAGION ¥ CONNOTAGION La misma metafisica actia al nivel del mensaje, en Jos conceptos de denotacién y de connotacién toda la ba- teria conceptual de la semioslingiistica debe estar some- tida al mismo anilisis radical que hizo Marx de los conceptos de la economia politica clésica). La denotacién se sostiene por entero del mito de la “cbjetividad” (ya sea el signo lingiifstico, el analogon fotogrifico, icénico, etc.), de la adecuacién directa de un Se a una realidad precisa. La dificultad que ocurre en el caso de la imagen (no discrecién, continuum del significante y del significado) no invalida, abt tampoco, Jk tegla de equivalencia del signo, esa asignacién de dos términos que hace posible la asignacién de un real fic- ticio a la imagen desglosada del signo, y por Jo tanto lk racionalizaci6n y el control general del sentido. El So de connotacién® es naturalmente susceptible del mismo anilisis, ya que se convierte él también en “efec- to de denotacidn” del nuevo proceso de significacién “desenganchado”. Hay otra cosa més interesante. To- memos el aniilisis con Barthes de la estampa publicitaria de las pastas Panzani, con su connotacién de “itali idad”. La “italianidad” no es més que en aparien significado, contenido conceptual, etc; de hecho, cons- tituye por sf sola un cédigo, un mito si se quiere, pero sabemos que los mitos no son contenidos, sino el proce- © de intercambio y de circulacién de un cédigo, un Proceso de asignacin y de clasificacién cuya forma es determinante. Asi ocusre con la connotacién, y si bien © Conocido es el esquema de connotacién “por desenganche”: signo entero vuelve a ser el Se de ot So: SE/So ‘Se /S0 por lo dems. 186 cs el lugar de la ideclogfa, no quiere decir en absdy, que viniera a injertar significaciones anexas, paris, sobre la denotacién “objetiva”; no quiere decir que j| ciera pasar contenidos paralelos, ajenos a la infraes tura del signo que seria el proceso de denotacién:* que la connotacién es precisamente un juego de eng denamiento y de intercambio de los Se, un. proceso reproduccién indefinida del cédigo (cf. “Fetichismo , ‘deologia”: Ia ideologia esté ligada a la forma, y no contenido, es la pasién del e6digo). Dicho esto, se puede volver sobre el proceso de de notacién para demostrar que no difiere en nada de j connotacién: el So denotado, esta “realidad” objet, no es més que una forma cifrada (cédigo de la pe cepcién, cbdigo “psicoldgica”, cédigo de los valores ‘ee listicos”, ete.). Esto equivale a decir que la “ideclogit es tan total en el proceso de denotacién como en d de connotacién y que, para decirlo todo, la denotaci no es nunca otra cosa que la més bella y la més sui de las connotaciones, Barthes en $/Z: “La denotacit no es el primero de los sentidos, pero finge serlo. Bat esta ilusién, no es finalmente sino la wiltima de las co notaciones (la que parece a Ja vez fundar y certat h Jectura), el mito superior gracias al cual el texto fing volver a la naturaleza del lenguaje, al lenguaje cm naturaleza: una frase, cualquiera que sea el sentido gu libere, parece, posteriormente a su enunciado, gno tice €l aspecto de decienos algo simple, primitivo, lit —verdadero, con respecto a Io cual todo lo demés e| literatura?” Todo esto, como hemos visto, equivale rasgo pot 1A EOONOMIA POLITICA DEL, siay © No es aqui tampoco una casualidad que el esquema mio de la infra y de ie gupeestucrura scale! implicitamente & ‘misma manera en el campo de la significacién que & 1a economia: denotativa’ y superestructura Nogica”. “ie 1A ECONOMIA POLITICA DEL sIGNO 187 al valor de uso como funcién “denotativa” de los Sbjetos. No ofrece el objeto, al ‘servic’, el aspecto de decir algo objetivo? Este discurso manifiesto es la més sutil de sus mitologias. Falsa ingenuidad, perver- sién de la objetividad. La utilidad, como la literalidad de que habla Barthes, no es una naturaleza, es un ob 4] Jigo de Ta evidencia natural, que tiene sobre muchos ctros cédigos posibles Cestético, moral, etc.) el privile- io de aparecer, él y sélo él, como racional; en tanto que los demés no aparecen sino como racionalizacién de finalidades mas 0 menos “ideolbgicas”. Denotacién 0 valor de uso, objetividad o utilidad, es siempre Ja {complicidad de Io real con el cédigo bajo el signo de la evidencia. Y como el valor de uso, finalidad “literal” ¢ ideal del objeto, resurge continuamente del sistema del valor de cambio, as{ el efecto de concreto, de real y de denotacién resulta continuamente del juego com- plejo de interferencia de las redes y de los-cédigos, del mismo modo que la luz blanca resulta de Ja interferen- cia de los colores del espectro. La luz blanca de la denotacién no es otra cosa que el juego del espectro de las connotaciones. ‘Asi Ia distincién denotacién/connotacién se muestra vana y en si misma ideolégica, Podrla, sin embargo, set restituida en un sentido paradéjico, exactamente epuesto a la acepcién corriente. Porque la denotacién se distingue de las demés significaciones (connotadas) por su funcién singular de borrar Jos rastros del pro- eso ideolégico restituyéndolo a lo universal y a la ino- cencia “objetiva”. Lejos de ser el término objetivo al cual se opone la connotacién como término ideolégico, la denotacién es, pues, puesto que naturaliza ese pro- eso mismo de la ideologta, el término més ideolégico, }fideoldgico en el segundo grado, el mito superior de que habla Barthes. Es exactamente la misma funcién the- tia que hemos reconocido al valor de uso en su re 188 LA ECONOMIA POLITICA DEL sieyy lacién con el valor de cambio. Asi los dos se iluminan reciprocamente en el proceso de conjunty de la ideologia.” vy. Mis ALLA DEL SIGNO: Lo siMnéx100 Una critica de la economia politica del signo implia ciertas perspectivas de rebasamiento, un més allé de ee proceso de Ia significacién sobre el cual se organin al valor de cambio/signo, y por lo tanto también uw ris alld de la semiologia, que no hace, con toda “ine cencia objetiva”, otra cosa que describir su fund namiento. En general, las perspectivas criticas de rebasamiento del signo (de su racionalidad abstzacta, de su “abi 10 El anilisis puede prolongarse al nivel del metalenguit (@esenganche inverso): Se/So So /Se Gel signo entero vuelve a ser el So de un nuevo Se). BS de denotacién metalingistica no es en el limite otra cose tun efecto del Se, un modelo de simulacién cuya coher toda. procede del’ intercambio regulado de los Se. Sera iot resante Hevar hasta la patadoja la hipétesis Capenas una bi tesis) de: [Ly La wlatlizacion del acontecimiento histiric en su cf suesivo por ls medion de comunicaign coletiva 98 ar cién_y stu manipulacién por simple operacién del cbdigo, ¢ Sines ce Sobre el mismo modo, al nivel metalingiifsticn, Je hips aeUdue'al bjew de un ienis nae sino a fee 3 discurso, en el desglose del campo de saber que funda su #6 ralided ‘sobre Ia exclusion de todo el resto (el mismo pre ‘como hemos visto, que en la institucién del propio signo), sea también que este discursa se dé pura y simplemente su ¢ to como modelo de simulacién. Y‘sabido e que una st fundada en iltima instancia sobre el consenso de lengu#| de una comunidad cientifica isss|lite del sistema del VC: tal es el id 189 rrariedad”) se realizan en nombre de uno de los dos téminos que lo componen: ya sea en nombre del So (del Rft: la misma cosa), al que hay que liberar del dominio del cédigo (del Se); ya sea en nombre del Se, al que hay que liberar del dominio del So. La primera perspectiva —el partido del So— hay que snalizarla dentro del marco de Ja critica hecha por De- rida y Tel Quel de la primacta del So en el proceso cccidental del sentido, Status moral y metafisico del sentido, donde el signo esté moralizado en su contenido (de pensamiento o de realidad) a costa de su forma. Esta “filosofia natural” de la significacién implica un "idealismo del referente”. Es la critica de la abstrac- ign y de Ja arbitrariedad del signo en nombre de la realidad “conereta’. Su fantasma es el de una rest. meccién total de lo “real”, en una intuicién inmediata y wansparente, haciendo Ia economia del signo (del Se) y del cédigo para hacer surgir los So (los suje- ‘0s, la historia, Ia naturaleza, las contradicciones) en su verdad movediza, dialéctica, auténtica... Esta vision se desarrolla hoy ampliamente en la critica de la abs- traccién de los sistemas y de los eédigos en nombre de los valores “auténticos” Cabundantemente sacados del sistema de valores individualista burgués). Es la gran lecanfa moralista sobre 1a alienacién por el sistema, que deviene, con la extensién de ese mismo sistema, una specie de discurso universal. Esta tentacién de hacer Ia extica del Se en nombre del So CRft), de hacer de lo “teal” Ia altemativa ideal del juego formal de los signos, coincide exacta- mente con lo que hemos analizado como el “idealismo el valor de uso". Salvar el VU contra el sistema del C, sin ver que el VU es un sistema solidario y_saté- fundamen- ‘al, el humanismo trascendental de los contenidos que contramos en la tentativa de salvar el So (Rft) con LA ECONOMIA POLITICA DEL, SIGNO 190 LA ECONOMIA POLITICA DEL stoyp tra el terrorismo del Se. Toda la ideologia de la sig nificacién pasa ya en esta veleidad de emancipacién y de liberacién de lo “real”, Jo mismo que la ideologla de Ta economia politica entra ya por entero en la autono mizacién ideal del valor de uso. Toda tentativa de rebasamiento de la economfa pdt tica del signo apoyindose sobre uno de sus constituyer- tes, porque confirma asi la separacién que funda I, légica del signo, esté conducida a reproducir su arti- trariedad (por lo tanto la ideologia) sobre el mobo altemado del So o del Se™ y lo que puede hacer que pese una interrogacién crucial sobre el signo, es bb que éte expulsa y aniquila en su misma institucién, en Ja emergencia tespectiva y la asignacién estructurl del Se y del So. Y lo que anula este proceso de sig nificacién, que no es en el fondo otra cosa que u gigantesco modelo de simulacién del sentido, no es “eal”, lo referente, alguna sustancia de valor arrojada # las tinieblas exteriores del signo, es lo stmpéxico. Y es lo simbélico lo que continéa invadiendo el signa desmantelando la corzelacién formal del Se y del Se Pero lo simbélico, en su virtualidad de sentido subver sivo del signo, no puede ser nombrado més que 7 alusién, por fractura, ya que la significacién, que nombra todo a partir de si misma, no puede decir siné al valor, y lo simbélico no es valor. Es pérdida, res" lucién del valor y de la positividad del signo. Porque, en defintiva, de Io que se trata es de la p? sitividad del signo. De su “adquisicién de valor’. D: To que es fuera del signo, otra cosa que el signo ™ podemos decir nada, excepto que es ambivalencia, © decir imposibilidad de distinguir términos respectivos, © | parados y positivizarlos como tales, y que sobre e/jyion, no % ques inser ambivalencia se funda un tipo de intercambio 13 2 EL punto muero es mucho més sutil en el caso de * “iberacién del significante”. Volveremos sobre este peoblem™ iia ECONOMIA POLITICA DEL SIGNO 191 |xente diferente del intercambio de valores (valores de |ambio 0 valares/signos). Esto se halla excluido, abo- ido, por el signo en Ja institucién simulténea: 1. De una separacién, de una estructura distintiva; 2. De una relacién positiva, de una especie de o6- Ja estructural entre los dos términos, que no hace haturalmente otra cosa que eternizar su. separacién. sa cépula se halla objetivada en el trazo de indu- lain estructural entre Se y So (Se/So).2* Esté mucho 4 Este trazo en el que se rednen toda Ja arbitraiedad y Ia vida del sino, a. ep, erctral/incava. fade fa del proceso de significacion como positivo y que oculta pe ex ame dor a de redtcciin 9" de ablcn lel sentido Co no sentido: ambivalencia), un proceso de desco- lesimiento y de denegacin con el cual el sign por Io denis jo ha terminado nunca —este trazo, que es de hecho la barrera laya desaparicién signifcaria Ia desconstrucciin del signo, su oluciény a disuctin de sus continyniey Sey” So la tanto que tales, adquiere su sentido verdadero en la férmula lrifica de Lacan: ls tepresiém, no ya'la que aticule, sino I presién, st la que census, lero tanto ‘el toga de Ta ansresin, Ese tazo mares Toque 3signo niega, aquello sobre lo que se instuye negativament, fj de lo cual moves, en su Snstiucton positive, ot casa que Ht sintoma. Sin embargo, la formula de Lacan introduce este taro radi lsmente maevo en el exquema tradicional del signo, coservando sa lugar propio al Significado. Este no es ya el So/Rft de la ingiistica, es el reprimido. No por ello deja de haber una es- ese de contenido, y su represenacin es sempre la de una fstancia, oye avighada témino por tino, sno ea cers [Puntos coincidiendo Gnicamente con Ta cadena metaférica de los Se" Cpuntes caption). Sogin una igi may” diferente de a igbltiea, se sigue tatando. de Ia divisién de dos dostncss, lon referencia representativa a una de ellas. Nos parece, por ontario, que concebir el signo como censua, como tro de fed, “nae queer feschar «To tepid ‘su psa cs concebirlo como lo que, 'egado por el signo, lo niega en su forma y no tiene jamis sbicacién, como lugar y valor negatives, por oposicién al signo, ‘amo ambivalencia simbélica tachada y excluida por el signo, Y que no resurge sino en la resolucién total del signo, en la Tal trax deviene el trazo mismo de 192 mis objetivada y positivizada todavia en la R formula de Hjemslev: ER C. Es esta relacién tiva la que hace del signo un valor. Arbitrariedad tivacién, poco importa: estos términos desvian el blema inscribiéndolo en una Tégica ya instituida signo. La verdadera arbitrariedad, o la verdadera mg vacién del signo, lo que constituye su racionalidad, esta positivizacién que no es otra cosa, a través de su a traccién dual, que Ja reduccién radical de toda in| bivalencia. La motivacién del signo es, pues, pum simplemente su estrategia: cristalizacién estructural, quidacién de la ambivalencia por “solidificacién” a valor. Y esta motivacién pasa evidentemente por arbitratio de su forma: exclusién y reduccién. Ati trariedad y motivacién no son, por lo tanto, en mod} alguno, contradictorios en una perspectiva estratégi (politica). Sin embargo, la arbitrariedad del signo es en el fond insostenible. Como el valor de cambio, el valor/sign tampoco puede confesarse en su abstraccién reducton| Lo que niega y reprime, intentaré exorcizarlo int grarlo en su operacidn: tal es el status de lo “real & lo referente, que no es nunca otra cosa que el simul cro de Jo simbélico, su forma xeducida y capteda LA ECONOMIA POLITICA DEL a ‘explosién de Ie postividad estructural del signo y del vlt Lo simbslico. no se inscribe en parte alguna. No es lo! viene a inscrbiese bajo el trazo de la represin, el So lacavst| Es lo que deshace todo Se y todo So, puesto que es lo #4 deimanicla su emparejamiente y su desghxe simultineo (+2 Ja nota 5). | Dich esto, la operacién del sentido y el significante ps anal tienen tan poca relacién con ef significant ling se y la operacién del signo, que el uso de los mismos tei Oe pee Be pe ae oe ae Fei mins de Sey de SG tn mis) 50 pos inghistica y devolver, en una perpectiva de critica radi Ja economfa lingtifstica del valor, todo su. valor antaguni! al término de simbélico como negativa del valor, negativa ¢ | sentido bajo el signo de la posi ils haber 193 a signo. Por este espejismo del referente, que no gs nunca otra cosa que el fantasma de lo que el signo mismo reprime en su operacién,’* el signo trata de [ngafiar: se permite aparecer como totalidad, borrar los rastros de su trascendencia abstracta y pretender ser el principio de realidad del sentido Organizacién funcional, y terrorista, de control del idad y del valor, la significacién tiene ast algo de la reificacién. Es el lugar de una objetivacién elemental que se repercute a tra- 1A ECONOMIA POLITICA DEL sIGNO 5 ,és de los sistemas ampliados de signos hasta el terroris- Imo social y politico del encuadramiento del sentido. ‘Toda la estrategia represiva y reductora de Jos sistemas Jée poder esté ya en la logica interna del signo, como Jo estén la l6gica interna del valor de cambio y de la eco- nomia politica. Es toda una revolucién, teérica y précti- ca, que debe restituir lo simbélico a costa del signo y del valor. Los signos deben consumirse ellos también. 8 Por una curiosa inversion, puede decisse que el referente = vuelve “‘simbélico”, no en el sentido radieal del témino, sino es el sentido de gesto “simbélico”, es decir de su escasa rel td. En este sentido, el referente no es sino “simbélics", al sado al cédigo todo el principio de realidad. fampoco el valor de cambio podria existir en estado puro, a su abstracién total. No puede actuar sino a eubierio del falor de uso, donde se restituye, en el horizonte de la economfa litica, un simulacro de totalidad, y donde resucta de manera tasmal, en la funcionalidad de las necesidades, lo que preci- famente anula: Jo simbélico del deseo. signifcacién. REQUIEM POR LOS MEDIA* NTROTTO No existe teoria de los media, La “revolucién de ks media” sigue siendo hasta hoy empftica y mistica, tani en MacLuhan como en los que lo atacan. 1 deci con su brutalidad de canadiense texano que la teats de Marx, contemporinea del vapor y de los ferrocanis, estaba ya anticuada cuando atin vivia y el telégah| habia hecho su aparicién. Con su manera céndida, tanto como decir que Marx, en su anélisis materialist de la produccién, circunscribié en cierto modo un é minio reservado de las fuerzas productivas, del que «| encontraron excluidos el lenguaje, los signos y la «| municacién. A decir verdad, no existe siquiera en Man una teoria de los ferrocarriles como “médium”, com ‘modo de comunicacién: no entran en consideracién, om toda Ja evalucién técnica en general, mis que desi ‘el punto de vista de la produccién, produccién de bas ‘material, infraestructural, nica determinante de ls relaciones sociales. Adscrito a una idealidad intermedi y @ una practica social ciega, el “modo de comunicaciée hha tenido tiempo desde hace un siglo de “hacer su 19 lucién’ sin alterar en nada la teoria del modo de prod cién. A partir de ahi, y a condicién (lo cual es ya ¥44 revolucién con respecto al marxismo hereditario) de | considerar el intercambio de los signos como una # mensién marginal, superestructural en unos seres 9% 17 la tinica teoria verdadera (materialista) define irtevo> blemente como “productores de su vida real” (de 4 * Media: medios de comunicacién colectiva. [-] [194] 195 bienes destinados a satisfacer sus necesidades), se pue- ‘den considerar dos perspectivas: 1. O bien se conserva la forma general de] andlisis 'marxista (contradiccién dialéctica entre formas producti- ras y relaciones de produccién), pero se admite que Ja definicién “clésica” de las fuerzas productivas es una definicién restringida, y se amplia el andlisis en té- minos de fuerzas productivas a todo ese campo ciego de la significacién y de la comunicacién. Esto implica sisar en toda su originalidad las contradicciones pro- cedentes de esa extensién teérica y préctica del campo de la economia politica. Es la hipétesis de partida de Enzensberger en su articulo de la New Left Review (Constituents of a theory of the media’, otoio de 1970): “El capitalismo monopolista desarrolla Ja indus tria de Ia conciencia més répidamente y de una manera més extensiva que cualquier otro sector de producci Pero al mismo tiempo, ha de frenarla y_restringisla. Sobre esta contradiccién es sobre la que debe trabajar tuna teoria socialista de los media.” Esta hipétesis no hace, después de todo Cy, en este sentido, llega ya bas- tante tarde), otra cosa que tomar nota de Ja extensién vitual de la forma/mercancfa en todos Jos dominios ‘de la vida social y del hecho de que existe de aqui en adelante una teoria “clisica” de la comunicacién, una ‘economia politica “burguesa” de los signos y de su pro- duccién, como pudo existir una de la produccién ma- a partir del siglo xvus; disciplina tedrica de clase* 4 la cual no ha respondido hasta ahora ninguna ex\- » Esta economia politica del signo es Ia lingistca 7 bl Gamer te cede le Sig fru dtr entre ellos la teoria de la comunicecién de que hableremos nis wbemos que ella es Ia que, dentro del marco fencal, 6 oy dicipion primal que la antropologia, las ciencias humanas, etc, como en. si empo lo fue Ia economia polite, cuys postlads inpzaban Pofundamente tods Ia psicologia, Ia socologiay les ciencias “wmorales y politicas”. sfQUIEM POR LOS MEDIA 196 tica fundamental que hubiera sido la extensién lig de la de Marx en su época. Esta critica de la economi, politica del signo la hizo imposible la relegacién de todo este dominio en la superestructura. En el mej de los casos, por lo tanto, Ta hipétesis de Enzensberge no haria sino compensar el inmenso retraso de la teats marxista clisica. 2. Radical, esta hipdtesis no lo es sino respecto a marxismo oficial, el cual, totalmente inmerso en los mo delos dominantes, y por su propia supervivencia, veda incluso hacerlo. Pero la alternativa radical esi en otro Iugar. En vez de reinterpretar el problema crv! cial que plantea a Ja teorla revolucionaria Ja produc ccién del sentido, de los mensajes és REQUIEM POR LOS aspy generalizar un andlisis marxista considerado como de ivo y precintado por los “portavoces de la Revolu) , Ta alternativa es la de alterar esta iltima a h luz de la isrupcién de este problema en el campo ted co (cosa que ningiin marxista “que se respete” hat, ni aun a titulo de hipétesis). Dicho de otro modo: quizé la teoria marxista de b produccién es irremediablemente parcial, y no puede generalizada. O también: la teoria de la producciéa) Cel encadenamiento dialéctico de las contradicciones F gado al desarrollo de las fuerzas productivas) es estie| tamente homogénea con su objeto, Ja produccién mat rial, y no puede ser transferida, como postulado © met te6rico, a unos contenidos que jamés se dio* La form 2 En este caso, la expresiin “industria de la conciencia” ‘emplea Enzensberger para caracterizar los media ectuales «sino una metéfora peligrosa. Ahora bien, soporta toda su hip tesis analitca, que es extender a los media el andlisis mami el modo de produccién capitalists, hasta encontrar una ‘structural en las relaciones: clase dominante/clase dominada productorempresaro /consumidor emisor-trasmisor/receptor. 197 dialéctica es adecuada a cierto contenido, el de la pro- duccién material: agota su sentido, pero no sobrepasy tal que un arquetipo, la definicién de este objeto. La dialéctica esté en cenizas, porque se quiso hacer pasar jeomo sistema de interpretacién del orden separado de la produccién material, Esta hipétesis es, después de todo, légica. Concede al andlisis marxista una coherencia global, una homo- geneidad interna que veda retener uno cualquiera de sus elementos y excluir otro, segin una técnica de tra- ajo casero, euyos obreros més sutiles son los althusseria- 10s, Opuestamente, concederemos a la teoria marxista el crédito de una coherencia maxima, y por esta misma nEQUIEM POR LOS MEDIA de los signos eo|r225n habremos de decir que dicha coherencia debe ser nos de fuerzas productivas clésicas —es decir de| rota, ya que carece de respuesta ante un proceso social que excede con mucho el de la produccién (material).* 2 De hecho, el andlsis marxista puede ser enjuciado a a ives my diferentes de sale bien come rma de interpretacién del orden separado de la produccién ma-, teil o igh como sistema de interpreta del den seprado de la produccién Cen general). En el primer caso, la hips tess de la no pertinencia de la dialéctice fuera de su campo “de origen” debe légicamente ser levada més lejos: si las can tradieciones "“dialécticas” entre fuercas productivas y relaciones de preduccién se borran ampliamente en el campo del len- Busje, de los signos y de la ideologia, quiad no haw actuado jamés realmente tampoco en el campo de la preducciOn mate- Ti, puesto que cierto desarrollo capitalista de las Fueraas pro ductivas ha podido enjugat, no todo el conflicto naturalmene, Sino los antagonismos revolucionarios al nivel de las relaci- ss sociales. Cul es, entonces, la validez de estos conceptos, sing una coherencia puramente conceptual? En el segundo cato, es en la raiz misma (y no en sus 1s contenidcs) donde el concepto de producciéa. debel ser ‘njniciado con la forma separada que instituye, con»el esque a de representacién y de racionalizacion que impone. «Abi ‘sin duda, donde hay que llegar en el extremo. 198 REQUIEM POR LOS Many ENZENSDERCER: UNA ESTRATEGIA “SOCIALISTA" Carente de una teoria y de una estrategia ofensiva, dig Enzensberger, la “izquierda” permanece desarmada, § limita a denunciar la cultura de Jos medios de comuns cacién colectiva como manipulacién ideolégica, Sueiy ‘con una adquisicién de dominio sobre los medio, uni veces como medio de contribuir a la toma de concn cia revolucionaria de las masas, otras como consecuenc|P de un cambio radical de las estructuras sociales. Velé dad contradictoria, que refleja simplemente la impos lidad de integrar los media en una teoria de Ja infra y de la superestructura. Por no concebirlos como wn nuevo y gigantesco potencial de fuerzas productivas (Ex zensberger), los media (y, hay que afiadir, todo el d rminio de los signos y de la comunicacién) siguen sien tun misterio social para la “izquierda”, dividida entre hi fascinacin y la prictica ante esta brujeria a Ja que rho se sustrae, pero que reprueba moral ¢ intelectatt mente Cindudablemente aqui es el “intelectual de ix quierda” el que habla por boca de Enzensberger y hat su autocritica). Esta ambivalencia no hace sino reflet Ja ambivalencia de los propios media, sin sobrepassta ni reducirla. Como buen socidlogo marxista, Enzest berger imputa esta “fobia” de los intelectuales y de I movimientos de izquierda al origen burgués 0 pequel” burgués de los mismos: se defienden instintivament de la cultura de masas porque éta rompe su prvi gio cultural. Verdadero o falso, quiz4 seria preferibe + Se encuentra este género de determinismo reductor en Bost dieu y en la frascologia del vo. Carece de valor tei Hace del mecanismo de democratizacién un valor revolucint ti en sf, El hecho de que a los intclectuales les repugt cultura de masa no basta para hacer de ella una altematit revolucionaria. Los arisécratas fruncieson el cefo de la 2080 manera ante la cultura burguesa, lo cual jamds basté patt cer de ésta otra cosa que una cultura de clase. REQUIEM POR LOS MEDIA 199 preguntarse qué responsabilidad tiene en este desprecio fascinado, ese desasosiego téctico y esa repulsa de la inteliguentsia de izquierda ante los media, qué respon- bilidad tiene precisamente el prejuicio marxista, su idealismo nostélgico de lo infraestructural y su alergia teérica a todo lo que no es produccién “material” y “trabajo productive”. La doctrina “revolucionaria” no tuvo jamds en cuenta el intercambio de los signos sino ara_uso funcional: informacién, difusién, propagan- da, Y el newlook actual en materia de relaciones pir blicas, toda Ja subcultura modernista de los partidos de iaquierda no es lo mas a propésito para desvirtuar esta wendencia: muestra muy bien cémo Ia ideologia bur- guesa puede pasar por otra parte que por el origen Todo esto se resuelve, prosigue Enzensberger, en tuna esquizofrenia politica de la iaquierds, Por una parte, una fraccién revolucionaria entera (subversiva) se lanza a Ja explotacién apolitica de los media nuevos (Gubcultura, underground), por otra, los grupos politi cos “‘militantes” siguen viviendo en cuanto 2 Io esen- cial con un modo arcaico de comunicacién, negindose a “jugar el juego”, a exploter las gigantescas virtual dedes de los media clectrénicos. Reprocha asi a los estudiantes de mayo del 68 haber recurrido a los me- ios artesanales (las bellas artes) para Ia difusién de sus consignas, y haber ocupado el teatro del Odéon, tigjo serrallo de Ja cultura, mejor que el onrr.* El pensamiento de Enzensberger quiere ser optimista Y ofensivo, Los media se hallan actualmente bajo el mo- hopolio de las clases dominantes, que los desvian en be- neficio propio. Pero en cuanto a su estructura, se man- isptiene “fundamentalmente igualitaria", y a la préctca re- wolucionaria corresponde extraer esta virtualidad inscri- * onre: Ja radio y televisién francesss, [1] 200 ta en ellos, pero pervertida por el orden capitaista; gimoslo sin rodeos: liberarlos, reintegrarlos a. su voce cién social de comunicacién abierta y de intercambin democtitico ilimitado, a su verdadero destino socialist, Es claro que se trata aqui de la extensién del mismo esquema asignado desde siempre, de Marx a Marcuse, a las fuerzas productivas y a la técnica. Estas son les promesas de Ja realizacién humana, pero el capitalism las congela o las confisca. Son liberadoras, pero hay que liberarlas* Los media, como hemos visto, no sustraen a esta légica fantéstica de la inscripcién en filigrana de la revolucién en las cosas. Restablecer los media dentro de la légica de las fuerzas productivas no es ya un acto de critica, puesto que se hace para encerrarlas mejor en Ja metafisica revolucionaria, Como de costumbre, esta posicién se pierde por lb demas en contradicciones. De una parte, os media, a causa de su desarrollo mismo (capitalista), aseguran una socializacién cada vez més avanzada —aunque sa técnicamente pensable, no existe circuito cerrado dt televisién para los happy few, “porque ello irfa conte la estructura del médium de la televisién Cagainst the grain of the structure"; “por primera vez en ht historia, los media hacen posible una patticipacién é masa en un proceso productivo social y_ social participacién cuyos medios précticos se hallan en m* nos de Jas masas mismas’, Por otra parte, “Jos movi mientos socialistas deben combatir y combatirén pot sus propias longitudes de onda”, ¢Por qué luchar ( bre todo por una longitud de onda), si los: media re lizan por si mismos el socialismo? ¢Por qué, si tal 6 su vocacién estructural? REQUIEM POR LOS. MEpy ‘ fo nies ome oe las instituciones, con el poder ra el Estado; segiin se hallen en las garras del Capital o qué © pueblo se apodere de ellas, se vaca ¢ se llenan de conti? Tevolucionario, sin que jamés sea interrogeda su forma. sfQUIEM POR LOS MEDIA 201 El orden actual, dice Enzensberger siguiendo a Brecht (Teoria de la radio, 1932), reduce los media j, un simple “medio de distribucién’, y hay que hacer Jde ellos un verdadero medio de comunicacién (siem- pre el mismo suefio obsesivo de la ilusién marxist srrancar los objetos de su valor de cambio para devol- rérselos a su valor de uso), y esta transformacién, agre- ga, “no es técnicamente un problema”, Pero: 1. Es falso que los media sean en el orden actual ‘pura y simple distribucién”. Aqui también, es hacer id relevo de una ideologia que encontraria sus deter minaciones en otro lugar Cen el modo de produecién material.) Dicho de otro modo: los media como market- ing y merchandizing de le ideologia dominante; de |donde la asimilacién de Ja relacién capitalista/asalaria- do con la de productoremisor de media/masas recep- toras imesponsables. No es como vehiculo de un com tenido, es en su forma y su operacién misma como los media inducen una relacién social, y esta relacién no es de explotacién, es de abstraccién, de separacién, de abolicién del intercambio. Los media no son coefi- cientes, sino efectuadores de ideologias. No sélo no son revolucionarios por destino, sino que no son si- quiera, en otro lugar virtualmente, neutros 0 no ideo- logicos Cel fantasma de su status “técnico” o de su “valor de uso” social). Reciprocamente, la ideologia no ‘existe tampoco en otra parte como discurso de la clase dominante antes de investirse en los media. Lo mis- mo ocurre en Ia esfera de la mercancia: en ilguna tiene ésta otro status de realidad (el “valor de |uso del producto”) que la forma que toma en la ope- acién del sistema del valor de cambio. Y Ja ideclogia tempoco es algo imaginario flotando en la estela del valor de cambio, es la operacién misma del valor de cambio. Después del Réquiem por la Dialéetica, hay 202 que entonar el Réquien de Ia Infra y de la Supers tructura. 2, Siguese de aqui que cuando Brecht y Enzensber ger afirman que la transformacién de los media en verdadero medio de comunicacién no es técnicamente tun problema (“no es, dice Brecht, sino la consecuen- cia natural de su desarrollo técnico"), hay que enten der en efecto (pero a la inversa y sin jugar en absoluto con las palabras) que no es precisamente un probleme téonico, ya que la ideologia de los media esté al nivel de la forma, de la separacién que instituyen, y que es una divisién social. REQUIEM POR LOS Eng TA PALABRA SIN. RESPUESTA Lo que caracteriza a los medios de comunicacién lectiva es que son antimediadores, intransitivos, que fe brican Ja no comunicacién, si se acepta definir la comunicacién como un intercambio, como el espacio reciproco de una palabra y de una respuesta, pot lo tanto de una responsabilidad, y no una responsabilided psicolégica y moral, sino una correlacién personal e tre el uno y el otro en el intercambio, Dicho de ott modo, si se la define como cosa distinta de Ia simple emisin/recepcién de una informacidn, ésta seria © versible en cl feed-back. Ahora bien, toda Ja asgst tectura actual de los media se funda sobre esta iis definicién: son lo que veda para siempre la respuestt: Jo que hace imposible todo proceso de intercambio como no sea bajo formas de simulacién de respuess estas mismas integradas al proceso de emisién, Jo ul no cambia en nada la unilateralidad de Ja comunic™ cién). Aqui reside su verdadera abstraccién. Y e @ esta abstraccidn donde se funda cl sistema de con social y de poder. MOUIEM POR LOS MEDIA 203 Para comprender bien este término de respuesta, hay que entenderlo en un sentido profundo, y para esto eferirse a lo que es su equivalente en las sociedades ‘primitivas": el poder es de aquel que puede dar y @ quien no puede serle devuelto. Dar, y hacer de modo que no se nos pueda ser devuelto, es romper el inter ambio en beneficio propio e instituir un monopoli Jd proceso social queda asi desequilibrado, Devolver, por el contrario, es romper esta relacién de poder e instituir Co restituir), sobre la base de una reciprocidad lantagonista, el circuito del intercambio simbélico. Lo mismo ocurre en la esfera de los media: se habla en ella, y se hace de manera que no pueda en parte alguna lcontestarse. Por es0, Ja tinica revolucién en este domi- iio ~y en todos los demés, la revolucién a secas— esté ‘en la restituciin de esta posibilidad de respuesta. Esta simple posibilidad supone el trastorno de toda la es tructura actual de los media. No existe otta teoria o estrategia posible Toda ve- lkidad de democratizar los contenidos, de subvertrlos, de restituir la “trasparencia del cédigo", de controlar el proceso de informacién, de disponer una reversibilidad de los circuitos, 0 de tomar el poder sobre Jos media, carece de esperanza, como no se rompa el monopolio de la palabra, y esto no para dérsela individualmente 2 cada cual, sino para que pueda intercambiarse, darse y devolverse,* como a mirada o la sonrisa a veces, y sin que pueda jamés ser detenida, petsficada, almace- nada y redistribuida en cualquier lugar del proceso social.” "No se trata de “didlogo", que nunca es otea cosa que el site fancional de dos pelbis abstactas sin respoet, donde os dos “interlocutores” jamés estin presentes el uno al otto, sino tan sdlo su discurso modeli aa i ‘& F Vemos que el haberse apoderado de la ont en mayo ca beat Sut’ lle cn x tear one ae “difundir” Jos “contenidos” subversivos, o bien para destruir 204 De momento, estamos en la no respuesta, la inrespan sabilidad, “Actividad auténoma minima de parte del ‘espectador 0 del elector”, dice Enzensberger. El primero y el mis hermoso de los medios de comunicaciin ey lectiva es, en efecto, el sistema electoral: el referéndum es su coronamiento, en el que la respuesta se halla im plicada en la pregunta, como en los sondeos; es una labra que se responde a ella misma por el rodeo simulada de una respuesta, y aqui, también, la absolutizacién de una palabra bajo la apariencia formal del intercombio es la definicién misma del poder. Barthes sefala le misma no reciprocidad en Ja literatura: “Nuestra lite ratura esti marcada por el divorcio implacable entre e fabricante y el usuario del texto, entre su propietario y su cliente, su autor y su lector. Este lector se halla fentonces sumido en una especie de ociosidad, de ir transitividad, y, para decirlo todo, de seriedad: en luget de jugar por si mismo, de llegar plenamente al encan- to del significante..., no le queda més que la pobre libertad de recibir o de rechazar el texto: a lectura m0 es mas que un referéndum" (S/Z). E] status de consw midor define hoy esta relegacién, y el orden genenlt zado del consumo no es otro que aquel en el que Y2 no esta permitido dar, devolver o cambiar, sino sélo tomat y hacer uso Capropiacién, valor de uso individualizado) En este sentido, los bienes “de consumo” son también un medio de masa: responden a la forma general que hhemos descrito. Poco importa su funcién especifica: € consumo de productos y de mensajes, es Ja relacién s cial abstracta que instituyen, es la prohibicidn lanzsdt contra toda forma de respuesta y de reciprocidad. REQUIEM POR LOS MED Asi, no es cierto, como lo afirma Enzensberger, 4 | “por primera vez en la historia, los media hacen po sible una participacién de masa en un proceso social Tu misma onrr como tal, cuya estuctrs enon y func aver refleel usr monopalacy de le palbe s€0UIEM POR LOS MEDIA 205 productive”, ni que “los medios pricticos de esta _par- ticipacién estén en manos de Jas masas mismas”, Como i la posesién de un televisor o de una cémara inaugu- jase una posibilidad nueva de relacién y de intercambio, Fstrictamente, no més que la de un reftigerador oun tustador. No hay respuesta a un objeto funcional: sw funciGn esté abi, palabra integrada a la que se ha res P| pondido ya, y que no deja lugar alguno a un juego, a una aptesta reciproca (como no sea destruirlo 0 des- viarlo de su funcién).* El objeto funcional, como to- dos los mensajes funcionalizades por los media, como a operacién del referéndum, controla, pues, la ruptu- 12, la emergencia del sentido, y la censura. En el It mite, el poder (si no estuviera éste también obsesionado por los contenidos y convencido de la fuerza de “per suasién” ideolégica de los media, y por lo tanto, de la necesidad de un control de Jos mensajes) ofteceria.a cada ciudadano una televisién_ sin preocuparse de los programas. Es inutil, en efecto, crear un fantasma del desviacionismo policiaco de la rv por el poder (Orwell, 1984): la rv es, por su presencia misma, el control social en Ia propia casa. No hay necesidad de. imagi- narla como periscopio espia del régimen en la vida pri- ada de cada cual, ya que es algo mejor que esto: es Ih certidumbre de que la gente no se habla ya, de que los individuos se hallan definitivamente aislados frente, una palabra sin respuesta. En este sentido, MacLuhan, a quien Enzensherger desprecia traténdolo de ventrilocuo, esté mucho més cer ca de una teorfa cuando dice que “el medio es el men- sje” (sino que, totalmente ciego a la forma social: de que hablamos, exalta los media y su mensaje planetario © La multifuncionalidad no alters evidentemente en néda Sie “Mulifoncoalidd,plurdsipinndad) olivia tap todas sus formas: es la respuesta del sistema a. su_propia Sesién de la centralidad y de la unioquivalencia, Es la reac: én del sistema a su propia patologi, pero sin tocar as ligica 206 con un optimismo tribal delirante). Medium is messoe no es una proposicién critica; pero, bajo su forma pars déjica, tiene valor analitico, en tanto que Ja ingenuidsd de Enzensberger sobre la “naturaleza estructural de lr media”, tal que “ningin poder puede permitirse libe rar su potencialidad”, queriendo ser revolucionaria, no es sino mistica, Mistica de la predestinacién socialisa de los media, inversa pero complementaria del mito orwelliano de su manipulacién terrorista por el poder Hasta Dios esté de parte del socialismo: al menos, ea dicen los cristianos. REQUIEM POR LOS MED ESTRATEGIA SUBVERSIVA Y “ACCION SIMBOLICA” Se ha podido objetar que los medios de comunicacién colectiva habfan desempefado su papel en mayo del 68, ampliando espontineamente el movimiento revoluciont tio. En un momento al menos de Ja accién, parecen haberse vuelto Cinvoluntariamente) contra el poder. Se bre esta falla y esta vuelta posible se funda Ta estrategia subversiva de los hipis norteamericanos (Hoffman, Rt bin) y se elabora en los movimientos revolucionaris mundiales una teoria de la “accién simbélica”. Desviat los media en su poder de reaccién en cadena. Utilzat su funcién de generalizaci6n instanténea de la inform cién, Sobrentendido: el impacto de los media es versible, es una variable de la lucha de clases que hay que saber integrar en su provecho. Hay que inter garse sobre Jo que no es quizé atin otra cosa que une gran ilusin estratégica, " Enzensberger Io interpreta asi: Medium is message «s 1% proposicién burguese. ‘Signifiea que la burguesia no tiene nada que decir. No teniendo mas mensaje que trasmiti, (Me fg Ia cata del médium por el médium. Sila burguesia tiene ya nada que deci, el “socialismo” haria mejor en call ;KQUIEM POR Los MEDIA 207 Mayo del 68 puede servir de ejemplo. Todo puede hacer ereer en el impacto subversive de los media du- rante ese periodo. Radios periféricos y periddicos reper cutieron por doquier la accién estudiantil, Si ésta fue al detonador, los media fueron el resonador. El poder no se privé, por lo demas, de acusar a éstos de “hacer- Jes el juego” a los revolucionarios. Pero esta evidencia se fundaba sobre una ausencia de andliss. Yo ditia por el contrario que los media jamis desempefiaron tan bien su papel y que estuvieron, en su funcién de control social habitual, a la altura de los acontecimien- tws. Esto porque conservaron su forma (bajo el tras: tomo de los contenidos) y porque esta forma, cualquiera que sea el contexto, es Ja que los hace inexorablemente solidarios del sistema de poder. Al difundir el acon- tecimiento en la umiversalidad abstracta de la opinién piiblica,"le impusieron un desarrollo repentino y desme- surado y, por esta extensién forzada y anticipada, des Pojaron’ el movimiento original de su ritmo propio y de su sentido; en una palabra: se lo saltaron, En el campo tradicional de Ja politica (de izquierda © de derecha)," alli donde se intercambian unos mo- delos consagraclos y una palabra can6nica, los media transmiten sin alterar el sentido, Son homogéneos a Esta distincién no tiene ya sentido respecto a les media May que rendirles el honor de haber contribuido ampliamente «Bt, Es sli de un oden exacted pot Me tee cendencia de lo. politico, y no tiene ya nada que ver con eee oe pets Quen de fonnas come la tna lad de lo politico. Pero no hay que engafirse: los media no ‘ontribuyen a liquidar Ia trascendencia de lo politico sino para sustturle su propia tracendencia, la tracendencia abstracta de i forma de Jos medios de comunicacién colectiva, la cual est efinitivamente integrada y ni siquiera oftece ya estructura con- Wien Cnguterde/deechis. La tascendencia de hs medion de ‘omunicacion coleciva cs, pues, reductora de Ja tascendencia ‘raicional de To politico, pero lo es mucho mis todavia de I Nransversalidad nueva deo politic. 208 REQUIEM POR LOS Mp, |gounEM POR LOS MEDIA 209 esta palabra como Jo son a la circulacién de le me.| ‘Todo esto es legible en la derivacién, la distorsién. canci, ero, en evan & la trmagresiin yh Subel érmino “Simic”, La scm del 22 de mano sién, éstas no pasan por las ondas sin ser sutilmene terre era simbélic 5 zadas en sigros, son vaciadas de su sentido. No hafaptura radical o, para volver al andlisis propuesto més modelo de Ja transgresion, de prototipo ni de serie, B, briba, inventaba una respuesta alli donde la institucién pues, todavia Ja mejor manera de reducirla el hacele\el poder administrative y pedagbgico era Ja tmica en ‘una publicidad mortal. En un primer momento, eafablar y tenfa por funcién la de no permitir ninguna, operacion puede hacer creer en resultados “espectce No es en absoluto por el hecho de la difusin y el con- lares’. De hecho, equivale a desmantelar el movimienlygio de los medios de comunicacién colectiva por Jo quitindole su impulsién propia. El acto de ruptur jue esta accién fue simbélica. Hoy, sin embargo, es cada se ha cambiada en modelo burocratico a distancia, olen més esta iiltima acepcién (el impacto de la dival- cual es propiamente el trabajo de los media? én) lo que basta para definir la accién simbélica. el limite, el acto subversivo no es ya producido sino funcién de su reproductibilidad® No se inventa ya, produce de golpe como modelo, como gesto. Lo sim- ico se ha destizado del orden de la produccién mis del sentido (politico 0 de otro tipo) al orden de su produccién que es siempre el del poder. Lo simbé- ico deviene puro y simple coeficiente, la transgresién viene valor de cambio. Todo el pensamiento critico racionalista (Benjamin, echt, Enzensberger) ve en esto un progreso decisivo, ‘media no hacen sino actualizar y reforzar la “indole 1 Esta forma de la “divulgacién” © “propagacién” se amb 2a iguslmente en el campo de la ciencia o del arte. La repo ductibilidad generalizada oblitera el proceso de trabajo y & sentido para no entregar mis que contenidos modelizados (¢ Raoul Engmann, "Le mire en miettes", Diogéne, nim. 6 1969; Baudowin Jurdant, “La vulgarisation scientifique”, Com munications, mim. 14) Hay que sefalar que a este trabajo va siempre unide om de seleccin y de reoterprescin nivel del grupo de cipeién Creo step flow of communication, de Lazarsteld) De donde Ie impossin muy relative de is contenido de lor me ia, y las resistencias miiltiples que provocan Chabria que gonuase por lo dems” sess eesitencine no. apunan, que a fos contenidos, ala misma abstracciin del medium: b ; i ico” (Enzen hte arculcie de‘Lezniald ia en ene send, poems Gem eee ae Cualgulr acto paleo” CEnzenshergr), Ja segunda articulacién, opuesta a la generalidad de los mer St concuerda evidentemente con la concepcién didée- sajes'de los medioe de'cchunieacén, Clesues, ce le de la miiza de la revolucién, y, més lejos, con la “dialéctica de de irene ‘proal). Sin embargo, et Tec“ nda’, en Ta que el grupo de adscripcion epone.su_ POP Sip al de lo emiores (el p- 222 lates de Umberto Ea) EERE UWECGE SEEGSS® Frey Pree tes. Estos “pasan” mejor que los comtenides subversives. i ene ee ators come. Lo ihe ay aaa Gidea gor matics woul, "ye fede begin me pee eke Snes et tenidoe ilealdgioe Coosinantes dela mista manera ee 2 negadl por la fotme de ls meron de comnioe contenidos criticos o subversivos. En le medida en que los p+fin colectiva, meros (modelos culturales, sistemas de valores impuesto, 8®|" Ast, para Walter Benjamin (“La obm de arte en la cra altemstiva ni respuesta, contenidos burocriticos) son homogén®™ su reproductibilidad ténica”), la obra reproducida deviene 2 Is foma general de Ts mis de omuniaién li yer ms Ia oben "asin fon de su reproducy no reciprocidad, irtesponsabilidad) y se integran en ella ‘designada for ity). Es que entonces, para Hindole” exe cing Ee efecto ae shelaeelne y, POD la obra pasa del ritual a la “politica”. El “valor de exhibi- Jo tanto’ imposicién mayor de los contenidos ideolégicos ao ” revoluciona la obra de arte y sus funciones, 210 REQUIEM FOR 105 | Tn toma de conciencia”, ete. Este pensamiento 1 Luces; es el heredero de todas sus concepciones Ja virtud democrétiea (aqui revolucionaria) de jy fusion de las Iuces. En su ilusién pedagogic, al pensamiento olvida que —apuntando deliberadement 4 acto politico a los media y esperando de ellos su pode| Jos media, también, tienden a él deliberadamente despoltzarlo, Un hecho interesante puede ser cra! aqui como apoyo: la irrupcién contempordnea de gacetilla en la esfera de lo politico (lo cual com con Ia idea de Benjamin del paso de la obra d al estadio politico a causa de su reproductibild) Un maremoto en el Paquistén, un match de boxeo n| gro en los Estados Unidos, el duefio de una cantina dispara contra un joven, etc., este tipo de sucess, otro tiempo menores y apoliticos, se encuentra invesi do de todo un poder de difusién que le comin una envergadura social “histérica”. No hay duda ag) na de que el sentido nuevo que adquieren, la conflicts izacién de incidentes que antes formaban parte de }} cerénica, y donde vienen a cristalizarse formas nue de lo politico, se deban en gran parte a los medi Estos sucesos diversos son “acciones simbélicas” no é beradas, pero que corresponden al mismo proceso de s nificacién politica. Tampoco hay duda alguna de que amplia acogida de que gozan sea ambigua, y de qf si, gracias a los media, lo politico resurge bajo la cat} goria del suceso, gracias a los mismos media, la cate del suceso invade por doquier la politica. La ge hha cambiado, por lo demas, de status con la extens de los medios de comunicacién colectiva: de cate paralela (venida de los almanaques y de las cx populares) se ha convertido en sistema total de inter] tacién mitolégica, tupida red de modelos de signifi] nalista no ha renegado del pensamiento burgués de a ,G0UTEM POR LOS MEDIA aul linassmediatizacién” es eso. No es un conjunto de jicas de difusién de mensajes, es la imposicién de lelos. Aqui debemos reviser la férmula de Mac- shan: Medium is message opera una transferencia de lentido sobre el propio medio en tanto que estructura nolégica. Sigue siendo idealismo tecnolégico. De hecho, el gran Médium es el Modelo. Lo mediatiza- do no es lo que pasa por la prensa, la 7, la radio: es lo tomado de nuevo por la forma/signo, articulado en modelos, regido por el cédigo. Asi como la mercan- kia no es lo producido industrialmente, sino lo media- Lizado por el sistema de abstraccién del valor de cam- io. Se ve que en el mejor de los casos lo que puede lperarse bajo el signo de los media es el rebasamiento efformal de las categorlas del suceso y de lo politico yy de su separacién tradicional, pero para asignarlos me- jor juntos al mismo e6digo general. Es extraiio que no ise haya querido jamas medir el alcance estratégico de esta socializaciém forzada como sistema de control so- lial. Una vez més, e} sistema electoral es su primer Ign ejemplo histérico, Y no han faltado jamés revolu- ‘ionarios Cen otro tiempo entre los més grandes, hoy lentre Jos menores) que creyeran poder “jugar el juego”. lLa misma huelga general, ese mito insurreccional de luntas generaciones, ha legado a convertirse en un es- lquema reductor. La de mayo del 1968, a la cual los ‘media contribuyeron ampliamente exportando la huelga todos Jos rincones de Francia, fue en apariencia el punto culminante de la crisis, de hecho el momento de lsu descompresién, de su asfixia por extensién, de su Jderrota. Naturalmente, millones de obreros pusiéronse Jen huelga. Pero de esta huelga “mediatizada”, trans itida y recibida como modelo de accién (bien por los [media o los sindicatos), no supieron qué hacer. Abstrac- f= en un sentido, neutralizd las formas de accién’lo- cién de la que ningdn acontecimiento se sustrae: ales, transversales, espontiness (no todas). Las acuer 212 REQUIEM POR LOS Many dos de Grenelle no la traicionaron. Sancionaton g paso a la generalidad de la accién. politica, que pone f 4 Ia singuldtidad de la accién revolucionaria, Hoy ha convertido (bajo la forma de extensién calcu de la huelga) en el arma absoluta de los sindicig contra las huelgas “locas”. El sistema electoral y la huelga general son tambi media, en cierto modo. Jugando sobre la socalizaci formal, extensiva, son las instituciones més sutiles y J ris seguras de filtrado, de desmantelamiento y de cer sura, No existe excepcién, ni milagro. 213 Jalmente, es el concepto mismo de medio el que des sparece, y debe desaparecer: Ja palabra intercambiada, ;GQUIEM POR LOS MEDIA ‘$1 intercambio recfproco y simbélio niega la nocién y Ja hal lncién de medio, de intermediario. Puede implicar un \uispositivo técnico (sonido, imagen, ondas, energfa, etc.), liel mismo modo que un dispositive corporal Cgestos, lenguaje, sexualidad); pero éste no acta ya en tal caso lcomo medio, como sistema auténomo regido por un c6- igo. La reciprocidad pasa por la destruccién del medio como tal. “Nos encontramos al fin con nuestros vecinos Jando contemplamos con ellos su casa en lamas’ Jerry El verdadero medio revolucionario en mayo del dlaubin, Do it). fueron os muros y su palabra, las serigrafias 0 ly carteles pintados a mano, la calle donde la palabra « toma y se intercambia, todo lo que es inscripeién inn diata, dada y devuelta, hablada y respondida, movedia|z, ropE10 TEORIGO DE LA OOMUNICAGION en un mismo tiempo y un mismo lugar, recfproc antagonista, La calle en este sentido es 1a forma altlpesumamos las diversas hipétsis: nativa y subversiva de todos los medios de comuni 1. MacLuhan (a titulo de indicacién): los media cién colectiva; porque no es, como éstos, soporte objlhacen, son la revolucién, independientemente de su tivado de mensajes sin respuesta, red de trinsito tontenido, por su sola estructura tecnolégica. Después distancia, es el espacio que se ha abierto el intercambilie) alfabeto fonético y el libro, la radio y el cine. Des- simbélico de la palabra, efimera y mortal, palabra 4% pués de la radio, la televisiOn. Estamos, de aqui en no se refleja en la pantalla platénica de los media. I /clante, en Ia era de la comunicacién instanténea y titucionalizada por Ia reproduccién, espectacularizat por los media, revienta. planetaria 2. Los medios de comunicacién colectiva estén con- Es, pues, una ilusiOn estratégica creer en una desticlados por el poder. Es preciso arrancérselos, ya: sea ciém critica de los media. Tal palabra pasa hoy P'Jpor Ja ocupacién del poder, o bien desviéndolos por Ia destruceién de los media como tales, por su des°%nedio de la emulacién espectacular de contenidos sub- truccién como sistema de no comunicacién. Esto ™ implica liguidacién, del mismo modo que la critica Prersivos. Los medios de comunicacién colectiva no se fonsideran aqui sino como mensaje. Su forma no es ob- dical del discurso no implica la negacién del lengt*Hjeto de discusién (tampoco lo es indudablemente en como material significante. Pero esto implica ciert=™"Macl yhan, donde el medio no se considera sino como te la liquidacién de toda su estructura actual, funci lal medio). y técnica, de su forma operacional si puede decirse, ¥| 3. Enzensberger: la forma actual de los media induce refleja por doquier su forma social. En el limite, mat erto tipo de relacién social (asimilable al del modo 214 de produccién capitalist). Pero hay en ellos, a cay sa de su estructura y su desarrollo, Ia virtualidad ge un modo socialista y democritico de comunic de una racionalidad y de una universalidad de la infor macién, Basta con liberar su potencial. Gnicamente nos interesan (no hablamos de la prict ca de la inquierda oficial, marxista 0 no, que se con funde con la de la burguesia) la hipétesis Enzensberge marnista ilustrada) y la de la izquierda radical nor teamericana izquierdista espectacular). Las hemos ana lizado como ilusiones estratégicas, siendo la causa que tanto la una como Ia otra comparten con Ia ideolog dominante Ia referencia implicita en una misma teotil de la comunicacién; teorla admitida por doquier, com puesta por Ia evidencia recibida y de una formalie cién altamente “cientifica” por una disciplina, la senio| lingitfstica de la comunicacién, apoyada en Ia lingiista| estructural de una parte, en la ciencia de la inform| cién de otra, avalada en Jas universidades y en la cub tura de masa (los massmediatizadores son muy aficio| nados a ella), Toda la infraestructura conceptual de esti teoria es ideolégicamente solidaria de la préctica domi nante, como lo era y lo es aiin la de la economia polit clésica, Es el equivalente de esa economfa politica bu guesa en el campo de la comunicacién. Y yo creo 4 si las pricticas revolucionarias no pasaron de Ia ilusitt estratégica de los media, fue porque jams hicieron ott) cosa que un andlisis critico superficial, sin legar has) la critica radical de esa matriz ideolégica que es Ja te] ria de la comunicacién. Formalizada més particularmente por Jakobson, to} por unidad de base Ja secuencia: REQUIEM POR LOS MEpy EMISOR — MENSAJE — RECEPTOR (CoDIFICADOR — MENSAJE — DESCODIFICADOR) EQUIEM POR LOS MEDIA 215 _stando el mensaje mismo estructurado por el cédigo y determinado por el contexto. A cada uno de estos “con- feptos” corresponde una funcién especifica: referencial, pottica, fética, etc. Cada proceso de comunicacién esté isi vectorizado en un solo sentido, del emisor al recep- tor: éste puede convertirse en emisor a su vez, el mis- mo esquema se reproduce, pudiendo siempre reducirse a comunicacién a esta unidad simple en que los dos términos polares no se intercambian, Esta estructura aparece como objetiva y cientifica, ya que sigue la re gla de método: descomponer su objeto en elementos simples. De hecho se contenta con formalizar un dato lempfrico, la abstraccién de la evidencia y de la rea- lidad vivida: es decir las categorias ideclégicas bajo las cuales se habla cierto tipo de relacién social, precisa- mente aquel en el que uno habla y el otto no, en el que uno tiene la eleccién del cédigo y el otro Ja tinica libertad de someterse a él o de abstenerse, Esta estruc- tura se funda sobre Ja misma arbitrariedad que Ia de lh significacién: dos términos se hallan en ella artifi mente aislados y artificialmente reunidos por un conte- nido objetivo Hamado mensaje. No existe relacién rect proca ni de presencia entre el uno y el otro de los dos términos,.* puesto que uno y otro se determinan aisladamente en su relacién con el mensaje y con el cédigo, “intermedio” que mantiene a ambos en una situacién respectiva (es el cédigo el que los tiene a los dos “a raya”), a distancia el uno del otro, distancia que viene a colmar el “valor” pleno y autonomizado del mensaje (de hecho: su valor de cambio). Esta cons- truceién “cientifica” instituye, en un modelo de simu- lacién, comunicacién de donde son exchiidos de golpe la reciprocidad, el antagonismo de los coparticipes o la 1 Los dos téeminos son tan poco presentes el uno al ot, ique he sly pred cent un caegna de "conta pra Constituir teérteamente el conjunto! 216 REQUIEM POR LOS MED ambivalencia de su intercambio. Lo que circula, ey efecto, es informacién, contenido de sentido que se gy. ppone legible y unfvoco. Es la instancia del cédigo ly que garantiza esta univocidad, y con ello las posicones respectivas de codificador y de descodificador. Todo relaciona: la férmula tiene una coherencia formal que Ta asegura como tinico esquema de la comunicacién posible. Pero en cuanto se supone una relacién ambi ‘lente, todo se desploma. Porque no existe cédigo de Ja ambivalencia. Sin cédigo, ya no hay codificador, ni descodificador, los comparsas Jevantan el vuelo. Tampo cco hay ya mensaje, puesto que éste se define como “en tido” y ‘recibido”. Toda esta formalizacién no tiene otro objeto que evitar 1a catéstrofe. Tal es su “cientifi idad’. Lo que funda de hecho es el terrorismo del cédigo. El cédigo deviene en este esquema director a ‘inica instancia que habla, que se intercambia a s{ mis ma y se reproduce a través de la disociacién de los das términos y la univocidad (o la equivocidad, o la mul tivocidad, poco importa: a través de la no ambivalen- ia) del mensaje. CIgualmente, en el proceso econémi- co de intercambio, no son ya unas personas las que intercambian, es el sistema’ del valor de cambio lo que se reproduce a través de ella.) Esta férmula de base de la comunicacién logra asi dar, como en modelo reducido, una reduceién perfecta del intercambio soci tal como es, tal como en todo caso la abstraccién del digo, la racionalidad forzada y el terrorismo de ls separacién Jo rigen. ‘Tal es la objetividad de la cienci Separacién y cierre: es ya el mismo esquema que juega al nivel del signo en la teoria lingiistica. Cads signo dividido en un significante y un significado, asi" nados el uno al otro, pero en posicién “respectiva’s Y cada signo “comunicando” desde el fondo de su aislt miento arbitrario, con todos los demés a través de u® | de cédigo amado lengua. Aqui también, el interdict® 217 cientifico se ejerce sobre la posibilidad que tienen los términos de intercambiarse simbélicamente, por encima de la distincién significante/significado, en el lenguaje poético por ejemplo. En é&te, como en el intercambio simbélico, los términos se responden por encima del of- digo. Es esta respuesta la que hemos marcado a lo largo de todo el texto como desconstructiva de todo eédi- go, de todo control, de todo poder, que, a la inversa, se funda siempre sobre la separacién de los términos y su articulacién abstracta. Asi, la teoria de Ja significacién sive de modelo mu- clear a la teorfa de la comunicacién, y la arbitrariedad del signo (ese esquema teérico de represiin del sentido) adguiere toda su envergadura politica e ideolégica en la arbitrariedad del esquema tedrico de la comunicacién y de la informacién. Lo cual repercute, como hemos vis to, no sélo en la préctica social dominante Ccaracteriza- da por el monopolio virtual del polo emisor y la innes- ponsabilidad del polo receptor, la discriminacién de los términos del intercambio y el diktat del cédigo), sino también, sin que tenga conciencia de ello, a través de todas las veleidades de una prictica revolucionaria de los medios de comunicacién colectiva. Es cosa clara, por jemplo, que todos aquellos que tienden a subvertir su contenido no hacen otra cosa que fortalecer en su au- tonomfa la nocién separada de mensaje, y por Jo tan- to, la bipolaridad abstracta de los términos de la co- municacién. REQUIEM POR LOS MEDIA 24 musi6n cmeRNiTiCA Enzensberger, sensible a la no reciprocidad del proceso ‘etual, cree paliarla exigiendo que intervenga al. nivel Jos media la misma revolucién que trastornd. las 218 Giencias exactas y la relacién sujeto/objeto de conac- riento, desde ese momento comprometidas en una in- terreaccién “dialéctica” continua. Los medios de comy. nicacién colectiva tendrian que tomar en cuenta todas Jas consecuencias de la interreaccién, con el resultado de romper el monopolio y permitir la integracién de todos en un proceso abierto. “Los programas de la in- dustria de la conciencia deben integrar en si mismos sus propios resultados, las reacciones y las correccia nes que exigen... Hay que concebirlos no como me- dios de consumo, sino como medios de su propia pro- duccién.” Ahora bien, esta perspectiva seductora: 1. Deja intacta Ja instancia separada del oédigo y del mensaje; 2. Intenta en cambio romper Ja discriminacién de los dos polos de la comunicacién, hacia una estructura més flexible de intercambio de los papeles y de feed-back Creversibilidad de los circuitos”). “En su forma actual, unos dispositivos como la rv 0 el filme no sirven part la comunicacién, son en ella un obstéculo. No dejan lugar para ninguna accién seciproca entre emisor y receptor. Desde um punto de vista técnico, reducen el feed-back al minimo compatible con el sistema.” Aqui tampoco se rebasan las categorias de “emisor” y de “ie ceptor”, cualquiera que sea el esfuerzo para movilizarles por “rotacién”. La reversibilidad no tiene nada que vet con la reciprocidad, Sin duda por esta raz6n profund es por lo que los sistemas cibernéticos se Jas arregla” muy bien para poner en obra actualmente esta xegul cién compleja, este feed-back, sin cambiar nada de J+ abstraccién del proceso de conjunto ni dejar pasar nad? de una “responssbilidad” real en el intercambio. incluso para el sistema el mejor medio de precaverse, Y* que integra asi por adelantado a eventualidad de respuesta, REQUIEM POR LOS MED 219 No se puede, en efecto, concebir ya, como lo de- muestra Enzensberger en su critica del mito orwelliano, rmegasistemas de control centralizado (un sistema de control del sistema telefénico actual deberia sobrepasar- Jo m veces en complejidad; esta por lo tanto préctica- mente excluido). Pero es un poco ingenuo pensar que Ja censura quede liquidada asi a causa de Ja extensién de los media. Incluso a largo plazo, la imposibilidad de Jos megasistemas policiacos significa simplemente que los sistemas actuales integran en s{ mismos, por el feed-back y Ja autorregulacién, esos metasistemas de control en adelante intiles. Saben introducit lo que los niega REQUIEM POR LOS MEDIA | como variable suplementaria. Son Ja censura en su mis- ma operacién: no hay necesidad de metasistema. No cesan, pues, de ser totaitarios: xealizan en cierto modo _| dl ideal de lo que puede Ilamarse un totalitarismo des- centralizado, ‘A-un nivel més prictico, los media saben muy bien igualmente instalar una “reversibilidad” formal de los circuitos (correo de los lectores, intervencién telefénica de los oyentes, sondeos, etc.), sin dejar lugar a respues- ta alguna, sin cambiar nada en Ja discriminacién de Jos papeles.%* Es la forma social y politica del feed-back. Enzensberger sigue, por lo tanto, estando, en su “dia- lectizacién” de Ia comunicacién, tan extrafiamente pré- ximo a la regulacién cibernética, victima, aunque de manera més sutil, del modelo ideoldgico de que ha- | blabamos. | 15 Aqui también, Enzensberger, que analiza y denuncia estos cucu de cond, encolens "SE emberg, con, Metiono! “Pero esto, naturalmente (!), va contra Je estructura, y las ruevas fuereas productivas no s6lo permiten, sino que. exi- gen (1) la inversién de esta tendencia.” Feed-beck ¢ intercy Sin Son la igi moma del ibd, exe 1 mit dn sién en. subestimar, las les del sistema egrar txts fnnovacones “revolucionaras” pee botnet ln pet ‘idad del capitalismo para desarollar las fuerzas productivas, 220 En la misma perspectiva: romper la unilateralidad ge Ta comunicacién, que se traduce a Ia vez por el mong polio de los especialistas y de los profesionales y por el del enemigo de clase sobre los media, Enzensberper da como solucién revolucionaria que cada cual se con. vierta en un manipulador, en el sentido de operador activo, de montador, etc., en suma, que pase del status de receptor al de productor/emisor. Hay aqui en cierto ‘modo una desviacién critica del concepto ideolégico de manipulacién. Pero aqui tampoco —y a causa de que esta “revolucién” conserva en el fondo la categoria de “emisor’, limitindose a generalizarla como separada y haciendo de cada uno su propio emisor— hace fracaser el sistema de los medios de comunicacién colectivs. Ya sabemos lo que resulta del hecho de que cada cual posea su talkiewalkie 0 su Kodak y se haga su propio cine: la aficién personalizada, el equivalente de la ar tesanfa casera dominical en la periferia del sistema No es evidentemente esto lo que quieze Enzensberger. En lo que piensa es en una prensa redactada, distribui dda, tabajada por sus propios lectores (como lo es en parte la prensa underground), en unas redes de video para uso de los grupos politicos, etc. ste serfa el tinico medio de descongelar una situa cién bloqueada: “En los movimientos socialistas, la die Iketica de la disciplina y de la espontaneidad, del cen tralismo y de la descentralizacién, del leadership auto titario y de la desintegracién antiautoritaria hace yt mucho tiempo que ha Ilegado a un punto muerto. Unk camente unos modelos de sistemas de comunicacién REQUIEM POR LOS Mepy 3 Enzensberger argumenta con el hecho de que Xerox ae nega mes papel onion tio i ress” general) y no acepta ot Ge algal precios enorbitantes, Pero aunque todos ue sen su Xerox o incluso su longimd de onda, no esth en S® Jo esencial. EI verdadero monopolio noes jamés el de ls ‘medias téenicos, sino el de Ie palabra GOUTEM POR LOS MEDIA 22 liundados sobre el principio de la reversibilidad de los jircuitos podrian permitir que se superara esta situa: iién.” Se trata, pues, de restituir una prictica dialéct- la. Pero, apuede seguir siendo planteado el problema kin términos dialécticas? {No es la dialéctica misma la jjue esté en el punto muerto? [Los ejemplos que da son interesantes porque sobrepa- lan una “dialéctica” del emisor y del receptor. Se en- uentra, en efecto, un proceso de comunicacién inmedia- la, no filtrado por modelos burocréticos, una forma de lntercambio original; porque, de hecho, ya no hay emi- lores ni receptores, sino personas que se responden. [fl problema de Ja espontaneidad y de la organi laciin no esté aqui sobrepasado dialécticamente, esté lransgredido en sus términos. En esto reside la diferencia esencial: las otras hipé- lesis dejan subsistir las categorias separadas. En el pri- Iner caso (Ia desmultiplicacién privada de los media), lemisor y receptor estén simplemente reunidos en una lola persona: la manipulacién se halla en cierto modo 'interiorizada’.*” En el otro caso (la “dialéctica de los Iircuitos”), emisor y receptor se hallan simulténeamente ile ambos lados: la manipulacién ha Hegado & ser re- \dproca Ccombinacién hermafrodita). El sistema puede tetuar sobre estos dos cuadros a la vex que sobre el modelo burocrético clésico. Puede actuar sobre todas las combinaciones posibles de las dos categorias. Lo esen- tial es que estas categorias ideolégicas queden a salvo, y con ellas la estructura fundamental de la economia Politica de la comunicacién. Una vez més, en la relacién simbélica de intercam- + 3" Por exo el camarigrafoafionao individaal peomanee en struction spare de comuniscén de’ nica Por ett interna entze las dos instancias, todo el ofdigo y cn denies pptan eae « th fn 222 bio, existe respuesta. simulténea, no hay emisor ni ye de una y otra parte de un mensaje, nj Soa, es decir corpus de informacién que ne de manera univoca bajo la égida de un cédigo, 1, simbélico consiste precisamente en romper esta unive cidad del “mensaje”, en restituir la ambivalencia dq sentido, y en liquidar a Ja vez la instancia del cédign Esto puede ayudar a juzgar la hipétesis de Umber} Eco# En resumen: de nada sitve cambiar los con tenidos de mensaje; hay que modificar los cédigos de lectura, imponer otros cédigos de lectura, El receptr que ya no es uno de hecho) interviene aqui sobre lo esencial; opone su propio cédigo al del emisor, ¢ in| venta una verdadera respuesta evitando el lazo de li comunicacién dirigida. Pero, gqué pasa con esta lectun| "> @Sigue siendo una lectura, es decir wn desciframiento de un sentido univoco? <¥ qué es ee| ‘cédigo que opone? {Es un minicédigo singular (ide lectal, pero entonces sin interés), 0 bien es de nuen| tun esquema director de lectura? En cuyo caso estan ‘inicamente ante una variacién textual. Un ejemph puede ilustrar la perspectiva de Eco: La desviacién pu Dlicitaria por los graffiti después de mayo del 68. Trans gresivo, no porque sustituya otro contenido, otro discus $0, sino porque responde, ahi mismo, y rompe la regh! fundamental de no respuesta de todos los media. ¢Op?| ne un cédigo a otto cédigo? No lo creo: rompe simple mente el cédigo. No se da para ser descifrado com texto que compite con el discurso publicitario; s¢ 4 para ser visto como transgresién. As, Ja frase ingenios desviacién transgresiva del discurso, no actiia sobre ott cédigo como tal, actia sobre la des-construccién insta] ténea del cédigo discursive dominante. Volatiliza categoria del cédigo, y la del mensaje. REQUIEM POR LOS Men 2» En Le struttura assente, Bompiani, 1968. EQUIEM POR LOS MEDIA 23 Ahi esté Ja clave del problema: al querer conservar incluso “sobrepasindolas dialécticamente”) cualquiera de las instancias separadas de la red estructural de la Jcomunicacién, nos vedamos cambiar nada fundamental- mente, y mos condenamos a unas pricticas manipulato- rias fxdgiles, que seria peligroso confundir con una “es trategia revolucionaria”. Unicamente es estrategia en este sentido lo que hace fracasar radicalmente la forma dominante. DISENO Y ENTORNO O LA ESCALADA DE LA ECONOMIA POLITICA No toda cultura produce objetos: este concepto es pro pio de la nuestra, Ia nacida de a revolucién indus trial. Y aun asi, incluso la sociedad industrial no o> nnoce todavia més que el producto, y no el objeto, El objeto no comienza verdaderamente a existir sino con su liberacién formal en tanto que funcién/signo, y tl liberacién no Mega sino con Ja mutacién de esta so ciedad propiamente industrial en Jo que podria amare nuestra teeno-cultura," con el paso de una sociedad me tabirgica a una sociedad semitirgica, es decir cuande comienza a plantearse, més alli del status de producto y de mercancia (mds allé del modo de produccién, de circulacién y de intercambio econémico), el problema de la finalidad de sentido del objeto, de su status de mensaje y de signo (de su modo de significacién, de comunicacién y de intercambio/signo). Esta mutt cién se esboza a lo largo del siglo xix, pero es Ja Bav haus la que la consagra tebricamente. De ella, por l tanto, puede datar, Idgicamente, la “Revolucién del Objeto”. No se trata de Ja simple extension y diferenciacién, incluso prodigiosa, del campo de los productos, ligeda # desarrollo industrial. Se trata de una mutacién é status, Antes de la Bauhaus, no existen objetos propis| mente hablando; a partir de ahi, y segdin una légict + Como eco de la “tecno-estuctura” de Galbraith. Neo talista, neoindustrial, posindustrial: mo pocos términos marae este paso de ‘una economia policn indusal ® *™ transeconomia politica Co metaeconomia, politica) [224] DISENO Y ENTORNO 225 inreversible, todo entra virtualmente en la categorfa de | objeto y sera producido como tal. A esto se debe que toda clasificacién empirica (Abraham Moles, etc.) sea inrisoria, Preguntarse si Ja casa o el vestido son “ob: jetos” 0 no, dénde comienza el objeto, dénde se detiene para devenir edificio por ejemplo, toda esta tipologia descriptiva es vana. Porque el objeto no es una cosa, ni aun una categoria, es un status de sentido y una forma. Antes del advenimiento légico de esta forma/ob- jeto, nada lo es, ni siquiera el utensilio cotidiano; des- pués, todo Io es, tanto el inmueble como la cucharilla © Ja ciudad entera. La Bauhaus es la que sitia esta universal semantizacién del entomo, donde todo deviene objeto de céleulo de funcién y de significacién. Fun- cionalidad total, semiurgia total. “Revolucién” con res- pecto al modo tradicional, en el que los “objetos” (lla- mémoslos asi, a falta de nombre mejor), ligados y no “liberados’, no tienen status propie y no forman sistema entre ellos sobre la base de una finalidad xacional Cla funcionalidad). Esta funcionalidad inaugurada por Ja Bauhaus se de- fine como un doble movimiento de anilisis y de si tesis racional de las formas (no sélo industriales, sino del medio y sociales en general). Sintesis de la forma y de la funcién, sintesis de lo “bello” y de lo “itil, sintesis del arte y de la tecnologia. Mis alld del “es: ‘ilo y de su versién caricaturesca en el styling, el kitsch comercial del siglo x1x y el Modern Style, Ja Bauhaus sienta por primera vez las bases de una concepcién de conjunto racional del entorno. Més allé de los géneros Carquitectura, pintura, mobiliario, etc.), més alld del “arte” y de su privilegio académico, se encuentra la ‘ampliacién de Ja estética a toda Ta cotidianidad, y al ws [ismo tiempo toda Ia técnica al servicio de Ia vida cotidiana. Con la abolicién de la separacién entre lo bello y Jo util nace en efecto la posibilidad de una “se- 26 DISERO Y ENTORNO ica universal de Ia experiencia tecnolégica” (Scha- pito: One dimensionality)? © también, desde otro én- gulo: la Bauhaus intenta reconciliar la infraestructura técnica y social establecida por la revolucién industrial con la Superestructura de las formas y del sentido. A] tratar de realizar Ja técnica en la finalidad del sentido la “estética”), Ia Bauhaus pretende ser una segunda evolucién que rematara Ja revolucién industrial y resol viera todas las contradicciones que ésta ha dejado tras de sf evolucién o utopfa? Ni una ni otra. Ast como la revolucién industrial habia marcado el nacimiento de un campo de Ia economia politica, teoria sistematica y racional de la produccién material, la Bauhaus marca la extension teérica del campo de esta economia pol fica y Ta extensién préctica del sistema del valor de cambio a todo el dominio de los signos, de las formas y de los objetos. Al nivel del modo de significacién y ‘bajo el signo del disefio, se opera una mutacién ané- Joga a la que tuvo lugar desde el siglo xv, al nivel del modo de produccién material y bajo el signo de Ja economia politica. La Bauhaus marca el punto de partida de una verdadera economia politica del signo. El mismo esquema general: de una parte, Ja nature Jeaa y el trabajo humano se desembarazan de sus cost cciones arcaicas, liberados como fuerzas productivas ¥ objeto de un efleulo racional de produccién; de la otra todo el entorno deviene significante, objetivado como elemento de significacién. “Funcionalizado” y liberado de toda implicacién tradicional (religiosa, mégica, sit bélica), deviene el objeto de un eéleulo racional de si nificacién, + En Paul Breines, Critical interruptions, Herder and He dex, 1970, 227 DISENO Y ENTORNO LA OPERACION DEL SIGNO Detris de la transparencia del objeto para su funcién, detrés de esta ley moral universal que se impone a bajo el signo del diseio, detrés de esta ecuacién funcio- nal, esta “economia” nueva del objeto que adquiere in- medistamente valor “estético”, detrés del esquema gene- ral de sintesis Carte/técnica, forma/funcién), lo que se realiza es, de hecho, todo un trabajo de disociacién y de reestructuracién abstracta: 1, Disociacién de toda relacién compleja sujeto/objeto cen elementos simples, racionales, analiticos, recombina- bles en conjuntos funcionales que adoptan en adelante status de entorno, Porque tinicamente a partir de ahi es como el hombre se separa de algo que se lama el “en- torno”, y se enfrenta a la tazea de controlarlo, Desde el siglo xv se habla aislado el concepto de “naturaleza” como fuersa productiva que dominar. El de entorno no hace sino sustituirlo con una mayor profundidad en el sentido de un dominio de los signos. 2. Division generalizada del trabajo al. nivel de los objetos. Fragmentacién analitica en 14 0 97 funciones, reuniendo una misma respuesta técnica varias funciones de un mismo objeto, o la misma funcién en varios obje- tos, ete; en suma, todo el cuadriculado analitico que permite desmontar y volver a montar un conjunto, 3, Mis fundamental todavia es la (des)articulacién semiolégica del objeto, por donde adquiere fuerza de signo. Y cuando decimos que deviene signo, es segin la definicién més estrcta; se articula en un significante y un significado, y deviene significante de un significado objetivable, racional, que es su funcién. No ocurre esto en absoluto en Ja relacién simbélica tradicional, donde Jas cosas tienen sentido, pero que no les viene de un significado objetivo, al cual se referirian en tanto que 228 DISENO Y ENTOR) significante, Tal es en cambio el status modemo dg bjeto/signo, que obedece en esto al esquema lingiy: co: “funcionalizado”, lo cual quiere decir también “ey tructuralizado”, es decir desdoblado en dos términos, sin giendo el disefio al mismo tiempo como el proyecto de su articulacién ideal, la solucién “estética” de su ecug cién, Porque lo “estético” no es otra cosa que lo que viene a confirmar, como por afiadidura, esta semiologia operacional. La estética, en efecto, en el sentido moderno del tér ‘mino, no tiene ya nada que ver con las categorias de lo bello y de lo feo. Criticos, piiblicos, disefiadores siguen mezclando indiferentemente los dos términos de “belle za" y de “valor estético”; pero son Iégicamente incompe- tibles (su confusién es estratégica: permite conservar ¢ un sistema dominado por la moda, es decir por el val de cambio/signo, el aura de un valor preindustrial que era el del estilo). Mil definiciones contradictorias de lo bello y del estilo son posibles, Hay una cosa segura: que el estilo no es jamés céleulo de signos. Toca a su fin con el sistema de la estética funcional, como las modas de intercambios econémicos anteriores Ctrueque, intercambio/don) toaan a su fin al hilo del capitalismo, con la institucién de un célculo racional de produccién y de intercambio, La er tegoria de la estética sucede (liquidéndola) a la de lt belleza, como el orden de lo semiolégico al orden de lo simbilico. Teorla antafio de las formas de Jo bello, estética actual se ha convertido en la teorfa de Ja compt= tibilidad generalizada entre los signos, de su coherencia intema (significante/significado) y de su sintaxis. El valor “estético” connota la funcionalidad interna de u? conjunto, califica el equilibrio Ceventualmente mévil) de un sistema de signos. Traduce sencillamente el he cho de que sus elementos comunican entre si segit economia de un modelo, con integracién méxima y Po DISENO Y ENTORNO 229 ida minima de informacién (el interior armonizado en Ja tonalidad azul, o “jugando” sobre los azules y los ver des —la estructura cristaloide de un conjunto residen- cial, la “naturalidad” de un espacio verde, ete.), La estética no es, pues, ya un valor de estilo o de contenido, no se refiere més que a la comunicacién y al intercam- bio/signo. Es una semiologia idealizads, © un idealismo semiolégico.* En el orden simbélico del estilo se da una aml lencia jamés resuelta —en cuanto al orden semio-stético, podemos decir que es el de una solucién operacional, de un juego de remisiones, de equivalencias y de disonan- cias controladas. Un conjunto “estético” es una mecé nica sin lapsus, sin fallas, donde nada viene a compro- meter Ja interconexién de los elementos y Ja transparencia del proceso: la famosa legibilidad absoluta de Jos signos y de los mensajes ideal comin de todos Jos manipu- adores de cédigo, ya sean cibernéticas o disefiadores. | Este orden estético es un orden frio. La perfecci6n fun- cional ejerce una seduccin fria, la satisfaccién funcional de una demostracién y de un Algebra. No es nada que tenga relacién con el placer, con la belleza Co el horror); ccuya caracteristica es, inversamente, desprendemos de las cexigencias racionales para volver a sumirnos en una in- fancia absoluta (no en una transparencia ideal, sino en Ja ambivalencia ilegible del deseo). Esta operacién del signo, esta disociacién analitica en tuna pareja funcional significante/significado, siempre apresada ya en un esquema ideolégico de sintesis; esta operacién que se halla en el fondo de todos Jos sistemas de significacién actuales (medios de comunicacién colec tiva, politica, ete.), del mismo modo que el desdobla- ; miento operacional valor de uso/valor de cambio se halla en el fundamento de la forma/mercancia y de toda la 2 Ya en 1902, B. Croce escribié una “Estética como ciencia de Ia expresin y lingiistica general”. 230 DISERO ¥ ENTORNO economia politca* se encuentra hasta en os conceptas clave del disefio. Todas las valencias posibles de un gh. jeto, toda su ambivalencia imeductible a cualquier imp delo que sea, redticelas el disefio a dos componentes racionales, dos modelos generales: lo itil y lo estéticy, que aisla y opone artificialmente uno a otro. Es ini] insistir sobre el acoso del sentido, sobre Ja arbitrariedad que se comete al circunscribirlo por esas dos finalidades restringidas. De hecho, no constituyen més que una so, son dos formas desdobladas de Ja misma racionalidad, selladas por el mismo sistema de valores. Pero este des doblamiento artificial permite a continuacién evocar su reunificacién como esquema ideal. Se separa lo «itil de lo estético, se los nombra separadamente porque no tie nen otra realidad, uno y otro, que ser nombrados sepa radamente); después se los une idealmente, jy todas las contradicciones quedan resueltas por esta operacién mé&- gical Ahora bien, las dos instancias, igualmente arbitra rias, no se muestran sino para engaar. El verdadero problema, las verdaderas contradicciones estén al nivel de Ia forma, del valor de cambio/signo; pero precise mente éstas se allan disimuladas por la operacién. Tal es la funcién ideolégica del diseio: con el concepto de funcional’, propone un modelo de reconcilie cidn, de rebasamiento formal de la especializacién (la divisién del trabajo al nivel de los objetos) por Ja ew voltura de un valor universal. Impone asi un esquema social de integracién por desvanecimiento de las estruc turas reales, La estética funcional, que conjuga dos abs tracciones, no es asf otra cosa que una superabstraccién que consagra el sistema del valor de cambio/signo dibt jando la utopia bajo la cual se disimula éste. La ope cin del signo, Ia separacién de los signos es algo 9 fundamental, tan profundamente politico como la divi Pero esta operacién fundamental de Ja forma es, en 90 ¥¥ otro caso, lo que jamés se dice. DISENO Y ENTORNO 231 sién del trabajo, La teorfa de Ja Bauhaus, como Ja semio- logfa, ratifican esta operacién y la divisién del trabajo del sentido que resulta de ella, lo mismo que Ja econo- mia politica ratifica la separacién de lo econémico como tal y la divisién del trabajo material consiguiente. Hay que dar al término “design’ [disefito] toda su en- vergadura etimolégica. Puede desplegarse en tres sent dos: el dibujo [dessin], el designio [dessein] y el disefio [design]. En los tres casos, se encuentra un esquema de abstraccién racional: grafico para el dibujo, reflexivo y psicolégico para el designio Cproyeccién consciente de tun objetivo), y més generalmente para el disefio: paso al status de signo, operacién/signo, reduccién y raciona- lizacién en elementos/signos, transferencia a la funcién/ signo. Este proceso de significacién es totalmente sistemstico: el signo no existe jamés fuera de un eédigo y de una lengua. La revolucién semiética (como en su tiempo la revolucién industrial) concierne asi virtualmente a todas Jas pricticas posibles. Artes y artesanados, formas y téc- nicas plisticas, gréficas (para limitarse a este dominio afin al dibujo, pero una vez més el término rebasa en mucho el dominio plastico y arquitecténico), hasta en- tonces singulares y diferentes, quedan sincronizadas, ho- mogeneizadas segin un mismo modelo, Objetos, formas, materiales que hasta entonces hablaban su dialecto de ‘grupo, dependientes tan s6lo de una préctica dialectal 0 de un “estilo” original, comienzan a pensarse y a escri- bitse en una misma lengua, el esperanto racional del di sefio.’ Comienzan, una vez “liberados” funcionalmente, 5 A su manera, y en términos marcusianos, Schapiro (op. cit) cofrece un anilisi cereano, pero bajo una iluminacién maqui- hista, tecnolégica: "La evolucién del disefio es una componen- te esencial del proceso de unidimensionalided. .. en la medida en que deduce del je Ta méquine. Ia forma mateiz ded entorno total Coltri) en el cual In experienca tex. rnoligica define y circunscribe a la vez el univers estético:y 232 ase faire signe [literalmente: hacerse signo; traduccién libre: hacerse sefias], en el doble sentido de Ja frase fran. cesa Cy sin juego de palabras): es decir a la vez a deveniy signo, y a comunicar entre ellos. Su unidad no es yay de un estilo, o de una préctica, es la de un sistema, Dj. cho todavia de otro modo: no bien el objeto queda apre hendido en una racionalidad estructural de signo (divi: diéndose en un significante y un significado), queda simulténeamente encadenado en una sintaxis funcional (como el morfema en el sintagma), y asignado al mismo cédigo general (como el morfema en la lengua): es toda Ja racionalidad del sistema lingiistico que lo recobra. Y, por Jo demés, si se habla sobre todo de lingitstica “es tructural” y del “funcionalismo” del disefio, es preciso tener en cuenta que 1. Si la visién estructural Csignificante /significado, Jengua/palabra, etc.) se ha impuesto en lingiiistica, es porque —y al mismo tiempo— se ha puesto en evidencia un concepto puramente funcionalista del lenguaje (es trictamente finalizado como medio de comunicacién). Los dos son Ja misma cosa; 2. Con el diseio, los objetos también nacen a la ver a Ja funcionalidad y al status de signo. Esta finalidad racional y restringida Jos asigna al mismo tiempo a la racionalidad estructural. Funcién y estructura: incluso “revolucién”. Esto quiere decir que la “liberacién” fun ional no es jamés otra cosa que la asignacién a un cb digo y a un sistema. Aqui también, la homologia inmediata con Ia “liberacién” del trabajo Co de los ocios, o del cuerpo, ete.), que no es nunca otra cosa que st asignacién al sistema del valor de cambio. DISENO Y ENTORNo experiencia.” Abstracién toaizante, homogeneidad unidimensi™ nal, si, pero. de este proceso ni la’ maquina ni la téenica causes 0 originales, La mutacin técnica y Ja, mutsci6o semiolingiisica (el paso a la abstraccién del cédigo) son. 4 aspectos en ia de un mismo paso 2 la racionalid funcional/estructurl. IySENO ¥ ENTORNO 233 Resumamos los rasgos esenciales de la homologia (del inismo proceso Iégico, incluso si Ja cronologfa las separa) ntre Ja emergencia de una economia politica del signo Ia de la economia politica (de la produccién material 1. Economia politica: es, bajo la apariencia de la hilidad (las necesidades, el valor de uso, etc., referencia lantropolégica de toda racionalidad econémica), el esta- biecimiento de un sistema légico, coherente, de un eéleu- lo de productividad en el que toda produccién se reduce j elementos simples, en el que todos los productos se lquivalen en la abstraccién: es la légica de la mercancia 'y e! sistema del valor de cambio. 2. Economia politica del signo: es, bajo la apariencia lle la funcionalidad (Finalidad “objetiva” homéloga de la lutiidad), el establecimiento de cierto modo de signifi acién, en el cual todos los signos circundantes funcio nan como elementos simples en un célculo légico y re Imiten los unos a los otros dentro del marco del sistema éel_valor de cambio/signo. En ambos casos, el valor de uso (la utilidad) y la funcionalidad, dados como referencia final, bien sea de Na economia politica, o del diseno, no sirven de hecho més que de coartada “concreta” al mismo proceso de abstraccién, So color de producir una utilidad méxima, el proceso de la economia politica generaliza el sistema del valor de cambio. So color de maximizar Ja funcio- ralidad de los objetos (su legibilidad como sentido y mensaje, es decir, en el fondo, su “valor de uso/signo”), dl disefo y la Bauhaus generalizan el sistema del valor de cambio/signo, Y asi como la utilidad de un producto, imperceptible en cuanto que ninguna teoria coherente de las necesi- dades es capaz de fundarla, demuestra ser simplemente su utilidad para el sistema del valor de cambio, ast tam- id de un objeto, ilegible, como valor conereto, no califica mis que la coherencia de este ob- 234 DISESO Y ENTORY jeto/signo con todos los demés, su conmutabilidad, yp Jo tanto su adaptacién funcional al sistema del valor 4 cambio/signo, Asi la funcionalidad de un objeto (dy tuna linea, de una forma) en una arquitectura obi, cua no es ser til o equilibrado, es ser oblicuo (4 vertical por contraste). } Es la coherencia del sistema el que define el vale estéticofuncional de los elementos, y este valor es uy valor de cambio, en la medida en que se refiere siem, pre al modelo como equivalente general (la misma abs traccién que para el valor de cambio econémico). No es accidental que esta homologia se refleje hasta en el nivel de las costumbres. Como la revolucién del capitalismo, la que establece, en el siglo xvi, el “espirity de empresa” y las bases de la economia politica, la re volucién de la Bauhaus es puritana. El funcionalisn ¢es ascético. Esto es legible en la depuracién, en el dibujp| geométrico de sus modelos, en su fobia del decorado j de los artficios, en suma en la “economia” de su dis| curso. Pero esto no es sino el efecto de “escritura”, po dria decirse Cque ha vuelto a ser, por Io demés, uni] retérica como cualquiera otra), de la doctrina fundamen! tal; de la racionalidad, 0 Ia liberacién funcional é! objeto tiene por consecuencia fundar una ética de lt ‘objetos, del mismo modo que la emancipacién del tte bajo como fuerza productiva tiene como consecuenci fundar una ética del trabajo. A una misma légica cores ponde, a tres siglos de distancia,* una misma moral (J) tuna misma psicologia). Y los términos en que Webe| (La ética protestante y el espiritu del capitalismo) an*| liza el célculo econénico racional como “ascesis intr © Son éstos més bien puntos de referencia ldgicas para mati car Jo que, de hecho, Rie un proceso histrco continuo. 5 embargo, el momento de le teorizacién formal Clo que & Bauhaus para Ia economia politica del signo) marca siempre panto crucial en el propio. proceso historico. pISENO Y ENTORNO 235 jnundana” valen por completo, mutatis mutandis, para el céleulo racional de signos. ILA CRISIS DEL FUNCIONALISMO Antes de analizar cSmo esté vivida hoy por los disefia dores, es preciso ver que es de nacimiento, que sus ele- mentos han existido siempre. Se deduce de la voluntad del funcionalismo de imponerse en su orden (como la economfa politica en el suyo) como racionalidad domi- wnante, susceptible de dar cuenta de todo y de ordenar todos los procesos. Esta racionalidad forzosamente ciega pra su propia arbitrariedad suscita de golpe un contra discurso fantéstico 0 “irracional” que circula entre los dos polos del surrealismo y del kitsch (el uno directamente antagonista, el otro sutilmente cémplice, sin que se ex- cluyan el uno al otro: el surrealismo juega mucho con la irrisién del kitsch, y el kitsch toma con frecuencia valor surrealista). EI objeto surrealista surge en la misma época que el bjeto funcional como su escamio, su transgresién, Estos objetos/fantasmas, abiertamente dis 0 parafuncionales, suponen no obstante ellos también, contradictoriamente, el advenimiento de la funcionalidad como ley moral uni- versal del objeto, y el advenimiento de este objeto mismo como separado, auténomo y destinado a Ja trasparencia de su funcién. Cuando se piensa bien en ello, existe en el hecho de reducir un objeto a su funcién algo irreal y potencialmente surrealista:* basta, por lo demés, evar a fondo este principio de funcionalidad para hacer que surja de él el absurdo. Es evidente en el caso del tos- tador/plancha 0 de los “cbjetos imposibles de encontrar” 7 Igualmente, hay en Ia reducci6n del hombre a su funcién Cburoeritca) algo inmediatamente kafkiano. 236 BISERO Y ENTOR de Karelman; pero el eéleulo de las “aspiraciones hung nas en el gran conjunto es también asombroso y yap bien la conjuncién, sobre Ia mesa de diseccién, de j méquina de coser y del paraguas, en Lautréamone EI surrealismo, pues, nace él también a contrarig advenimiento del objeto y de Ia extensién del ceéteyg semantico y funcional a todo el campo de la cotiiay dad. En este sentido, Bauhaus y surrealismo son inspe rables, como el discurso de objetos criticos, andy monstruoso para con el discurso de objetos racional (py a poco, por lo demés, este discurso subversivo entrar suavemente en las costumbres y Ilegard a integrarse en el universo funcionalizado como una variante anémala* fen su versiGn trivializada, entra hoy en dosis homeopé ticas en todo nuestro entomo). El zapatorpie de Magritte, su mujer vestida de s piel Co su vestido desnudo) colgada de la percha la hombres con cajones o las méquinas antropomorfes: po doguier juega el surrealismo sobre Ja distancia que ins taura el célculo funcionalista entre el objeto y el sujet © entwe el objeto y él mismo, o entre el hombre y #1 propio cuerpo, sobre Ia distancia entre cualquier término y la finalidad abstracta que se le impone, sobre ese cl vaje que hace que los hombres y Jas cosas se encuentren de pronto hendidos de nuevo como signos y confrontadss ccon un significado trascendental: su funcién. Fusid la piel de los pechos y de los pliegues del vestido, de ls dedos del pie y del cuero del zapato; la imaginerfa surree lista juega con esta divisién negdndola, pero sobre lt base de los términos separados y legible separadamente cen el collage o la sobreimpresién. Es decir que no rest tuye una relacién simbélica, en la que no hay siquies ugar para el concepto de separacién, ya que Ja relaciéa est integrada en la reciprocidad y el intercambio. En a surtealismo, la relacién simbélica no se trasluce més 4 como fantasma de la adecuacién del sujeto y del objet DISENO ¥ ENTORNO 237 Corto circuito entre los dos érdenes: el de Ia funcionali dad (aqui transgredido y ridiculizado) y el de lo simbé- Jico Caqui distorsionado y fantasmizado), la metéfora surrealista se define como una formacién de compromiso. ‘Aprovecha el momento en que el objeto esté todavia enviscado en lo antropomérfico sin haber sido dado a luz, podria decirse, en su pura funcionalidad, o también el momento en que el objeto se halla en vias de, pero inno ha absorbido al hombre en su irrealidad funcio- nal. Al adornar con imagenes hasta el extremo su conta minacién, el surrealismo ilustra y denuncia Ja divisién del sujeto y del objeto, Es una rebelién contra el nuevo principio de realidad del objeto. Al célculo racional que “libera” el objeto en su funcidn, el surrealismo se opone liberando el objeto de su funcién para volver a verterlo en asociaciones libres, donde resurge no lo simbélico donde la cristalizacién respectiva del sujeto y del objeto no se realiza), sino la subjetividad misma “liberada” en el Fantasma, Poesia subjetiva en que los procesos primarios y Ia combinatoria del sueiio vienen a descomponer 1a combi- natoria funcional, el surrealismo ilumina asi breve y contradictoriamente Ja crisis de crecimiento del objeto, la abstraccién generalizada de la vida bajo el signo del objeto funcional. Fiesta de agonfa de una subjetividad desesperada, toda la poesia del absurdo (cf. Lewis Car- roll, precursor surrealista) ilustra negativamente, en la rebelién y la parodia, la institucién irreversible de una economfa politica del sentido, de una forma/signo y de una forma/objeto estructuralmente ligada a Ja forma/ mercancia (los romdnticos, en su tiempo, fueron una reaccién del mismo tipo a la revolucién industrial y a la primera fase de desarrollo de la economéa politica). Pero Ia transgresién surrealista misma es todavia a la medida de una extensién relativa de la economia politica del signo, Acta sobre objetos formales, figuratives, sobre 238 DISENO Y ENTORN9 contenidos y significados de representacién. Hoy en que Ja funcionalidad ha pasado del objeto aislado a la de] sistema Chiperracionalidad tan kafkiana como la otra), en que el funcionalismo todavia casi artesanal de la Bay. hhaus se ha sobrepasado en el disefio matemético y }, ibernética del entorno, el surrealismo slo puede sobre vivirse como folklore. Nos encontramos desde este mo ‘mento més allé del objeto y de su funcién. A este mis allé del objeto corresponde ya en los sistemas de rele ciones y de informacién actuales un més alld del sujeto, El juego hibrido de los surrealistas, exactamente entre la figura del objeto y Ja del hombre, entre la funcién y el deseo —separadas, ambas instancias, en la real festejando todavia en Jo surreal su conjuncién imposi- ble-, este mixto sutil de un logos funcional y de una ligica de lo simbélico de su vida, desmembrada, y que lo obsesiona, resultando en Jo ilégico de una representacién fantasmizada, todo esto, frente al orden cibernético, se resuelve, y nada ocupa ya el lugar del discurso critico, regresivo/transgresivo, de Dadi y del surrealismo. ‘A una sistematizaci6n cada vez mayor del orden racic nal ha correspondido, después del surrealismo, el estallido de la abstraccién Conirica, geométrica 0 expresionista Klee, Kandinski, Mondrian o Pollock), vltimas Iamare das criticas del arte; porque, ¢dénde se est hoy? En Ja manipulacién cinética, o lumino-dindmica, o en Ja esce nificacién psicodélica de su surrealismo deformado y marchito, en suma en una combinatoria que es Ja ime gen misma de la de los sistemas reales, en una oper cionalidad estética (cuyo espécimen bfblico es el “Nue vo Espiritu artistico’, de Schoeffer) que no se distingue ‘en nada de la de los programas cibernéticos. La hiper realidad de los sistemas ha absorbido Ja supersealided critica del Fantasma. El arte se ha convertido, o esti com virtiéndose en METADISENO. El enemigo mortal del disefio es el kitsch. Aniquilado lad, » 239 por la Bauhaus renace siempre de sus cenizas. Ello se debe a que tiene detrés todo el “sistema econdmico”, se- xin dicen los disefiadores, los cuales no tienen mas que su virtud. Asf, en un articulo de la Esthétique indus- trielle, de 1967, Abraham Moles analiza la crisis del funcionalismo como el desbordamiento de la racionalidad escueta del disefio, de su ethos riguroso de la funcién, por Ia irracionalidad proliferante de los bienes de con- sumo, La “mentalidad consumidora absoluta promovida por la méquina econémica” sepulta cada vex més el di- bujo funcionalista bajo un neo-kitsch, El funcionalismo sufre y muere a causa de esta contradiccién. De hecho, este anélisis exime al diseio de toda con- tradiccién interna: la culpa Ja tienen la “obsesién del standing” y la “estrategia del deseo”. Pero A. Moles Cy otros muchos) olvidan que este sistema (y todo el pro- ‘eso de consumo que implica) es también racional, y perfectamente coherente consigo mismo. La consigna de Ja funcionalidad, es él quien a realiza triunfalmente todos Ios dias. Precisamente en esta “produccién anér- quica” que denuncian nuestros virtuosos académicos del funcionalismo, es adecuado a su fin, que consiste en su propia supervivencia y su reproduccién ampliada. Por lo tanto, no hay contradiccién: el modelo de la racionalidad fue originalmente y sigue siendo de manera fundamen- tal el de lo econémico; es natural que sea Ja funciona- lidad del sistema econémico la que prevalezca. El disefio puro no puede hacer nada en este caso, ya que esta ra Cionalidad fundada sobre el clculo es Ia misma en que se inspira. Se apoya sobre las mismas bases de abstrac- cién racional que el sistema econémico. De que esta racionalidad sea virtualmente absurda, no hay duda al- guna, pero lo es para las dos por la misma razén. Su ontradiccién aparente no es sino la consecuencia légica de su complicidad profunda, «Que los disefiadores. se quejan de ser mal comprendidos y de su ideal desfigu: pISENO ¥ ENTORNO 240 DISENO Y ENTORyy rado por el sistema? Todos los puritanos son hipéctitg Esta crisis se analiza de hecho a otro nivel complet, mente distinto, el nivel semiolégico, cuyos elementos hy, mos expuesto mds arriba, La formula de la Bauhaus « en resumen: existe para toda forma y todo objeto uy significado objetivo determinable, su funcién. Lo que en ingiiistica se lama el nivel de denotacicn. La Bauhays pretende aislar rigurosamente este nticleo, este nivel de denotaciin; todo el resto es la ganga, es el infierno de |, connotacién: el residuo, lo superfluo, lo excretorio, jp excéntrico, lo decorativo, lo imitil. El kitsch. Lo denotady funcional) es bello, lo connotado Cparasito) es feo. Me. | jor atin: Io denotado (objetivo) es verdadero, lo conne tado es falso (ideoldgico). Detras del concepto de objet: vidad, es en efecto todo el argumento moral y metafisico de la verdad Jo que esté en juego.* Ahora bien, es este postulado de la denotacién Jo que se esté hundiendo actualmente. Se comienza a advetit al fin (también en semiologia) que este postulado es arbitrario, no sélo un artefacto de método, sino una fé bula metafisica. No hay verdad del objeto, y la denota cin no es nunca otra cosa que la més bella de las com notaciones. Esto no es tinicamente teérico: los disefado res, urbanistas y programadores del entorno se enfrentan todos los dias (si es que se hacen algunas preguntas) a este deterioro de la objetividad. La funcion(alidad) de has formas, de los objetos se hace cada dia més imper ceptible, ilegible, incalculable. {Dénde esté la centralidad del objeto, su ecuacién funcional hoy? ¢Dénde esté st funcién directa, dénde las funciones pardsitas? ¢Quié» * La herencia Kantiana y platénica del funcionalismo es m= nifieta: la moral, la estética y la verdad se confunden en el, a ideal. Lo funcional es la sintesis de fee pur y de la razin prictica. O también: Jo funcional es Jo Tao iso och. Coit mismo ei vee ln que, & mol y lo que es verdadero. $i volvemos a mezclar el todo obteat ‘mos la santa trinidad platbnica, | 24l puede atin decirlo cuando lo econémico, Jo social, Io DISENO Y ENTORNO psico y lo metapsicolégico se mezclan inextricablemente? Desafio a cualqu‘era a demostrar que tal o cual forma “superflua”, tal o cual rasgo “irracional” no responde, a més largo plazo, en el inconsciente —gqué sé yor, a cualquier equilibrio més sutil, y que por lo tanto no se justifica de alguna manera funcionalmente.* En esta 16- gica sistemética (porque Ja funcionalidad es un sistema de interpretacién, y nada mds), todo es virtualmente funcional, y nada io es. Esta utopia directiva se vuelve contra ella misma. Y no es extrafio que esta finalidad objetiva, a medida que le va faltando a las cosas, sea transferida al sistema mismo que, en su proceso de re- produccién, finaliza todo el resto en provecho propio y resulta ser en el fondo el xinico poseedor de la funciona- lidad en acto, que redistribuye a continuacién a sus ele- mentos. £1 solo en el fondo est4 admirablemente “de- signado”, y su propia finalidad lo envuelve como un huevo." Si no hay més utilidad absoluta del objeto, también se acaba lo superfluo, y todo el edificio tedrico del fun- cionalismo se hunde. En provecho de la moda, la cual, no preocupéndose por denotacién objetiva alguna Caun- que lo pretende), actia por entero sobre Ja connotacién ° Otsa cosa, de todos mods, se sustrae radicalmente a todo cdleulo de funcién: la ambivalencia que hace que toda fun- ‘cién positiva sea en el mismo movimiento negada y descons- anulada sein una légica del deseo para quien 10 existe jamés finalidad unilateral, Este nivel esti més allé in- ‘uso de la complejidad funcional. Aunque se hubiera Ilegado ‘2 una computaciin perfecta de las funciones, incluso contra ictorias, seguiria siendo para siempre insoluble, irreductible cesta ambivalencia. 0 Sabido es que el huevo es una de las tendencias ideales del disefio, estereotipo formal tan “kitsch” como cualquier otro, Esto quiere decir que la “finalidad” del sistema es. simple- mene tautoldgica. Pero el estadio final de la funcién es la taualogla —redundancia pate del signified bsjo el efralo vvicioo del significante— huevo. 242 DISENO Y ENTORNo ys en su retérica movediza, “iracional”, bajo el tinigp Piivilegio de 1a actualidad de los signos, recobra todp el sistema. Y si el funcionalismo se defiende tan rl contra Ja moda, es porque éta expresa la virtualidad sistemética total, de la que el funcionalismo, fundado sobre la metafisica de la denotacién, no expresa mig que un caso particular, arbitrariamente privilegiado se- gin una ética universal. Desde el momento que se es. tablece un célculo de signos, nada puede oponerse 4 su generalizacién, y no queda nada racional o itracio. nal, La Bauhaus y el disefio pretenden controlar el pro- | e250 por el dominio de los significados (la evaluacién “objetiva” de las funciones); pero es de hecho el juego de los significantes (el juego del valor de cambio/ signo) el que prevalece: ahora bien, éste es ilimitedo y escapa a todo control (lo mismo ocurre en economéa politica en cuanto al sistema del valor de cambio: in vade todas las esferas, a pesar de las almas piadosas y liberales, que creen poder circunscribitlo). ‘Ahi esté la verdadera crisis del funcionalismo, Nada puede oponerse a que cualquier forma entre en una combinatoria ilimitada de moda, siendo entonces su ca funcién su funcién/signo. Ni aun las formas "eres das’ por el disefio escapan, Y si el styling, que la Bar haus creyé descalificar, resurge a través del diseiio, sin que éste pueda realmente jamis quitarse el sello y reinte- grarse a su “rigor”, es porque lo-que le parece patolé gico se halla en la légica de su propio designio. Si ‘muestra época recupera con nostalgia, no obstante Ja revolucién de la Bauhaus, todo el kitsch del siglo 2% 8 porque de hecho le pertenece ya, El motivo flor sabre la méquina de coser o la boca de metro es un ‘compromiso regresivo, pero toma hoy, por resurgimient®, valor surrealista de moda, y es légico: al surrealismo no hace en cierto modo otra cosa que formalizar com? transgresién artstica la produccién hibrida del kitsch 6 243 mercial. Hoy, el disefio “puro” condena el motivo flo- ral, pero profundiza mucho més la ideologia “naturis- ta”: la estructura en estrella de los cuerpos orgénicos serviri de modelo a una ciudad entera. No existe d- ferencia radical entre las dos. Lz naturaleza, ya se tome como decorado 0 como modelo estructural, se mantiene ppor doquier, desde que el concepto existe, como la pro- yeccién de un modelo social, Y Ja estructura en estre DISENO Y ENTORNO | Ila no es nunca més que la del capital Pero si el disefio se halla inmerso en la moda no hay que compadecerlo: es Ja sefial de su triunfo, Es la sefial de la envergadura tomada por la economia po- litica del signo, de la que ha sido, con la Bauhaus, Ja primera teorizacién racional. Todo lo que pretende hoy ser marginal, irracional, rebelde, “anti-arte’, anti-diseio, ctc., de lo pop a la psicodélico y al arte en la calle, todo ello obedece, lo quiera o no, a la misma economia del sign. Todo ello es disefio. Nada escapa al disefio: ésa es su fatalidad, Trétase, pues, de mucho més que de una crisis. Y no sirve de nada deplorar, como Jo hace Abraham Mo- les, Ia fatalidad consumatoria y apelar a un neofuncio- nalismo que ponga en juego “el estimulo de la fantasia y de la imaginacién por un esfuerzo sistemdtico” (!). Este neofuncionalismo no puede ser otro que el de la resemantizacién (la resurreccién de los significados),* y por lo tanto de Ia reconversién de las mismas con tradicciones. Més verosimilmente, el neofuncionalismo ser a la imagen del neocapitalismo, es decir una in- tensificacién del juego de los significantes, matemati zacién y cibernetizacién por el cédigo. El neofunciona- 1 Se apelard del disefo “social”, con contenidos humanos, también se reintroduciré el juego, lo lidico, Ja combinatoia ire’, ge Peo no mos egafen: gu snd 1 fms ue yue se toma en cuents, el juego como func CES Meadiee Menfmodemist dal mney oligo. 244 DISEO ¥ ENTORN lismo “humanista” no tiene ninguna posibilidad frente al metadisefo operacional. La era del significado y de ly funcién ha pasado, es la era del significante y del o4 digo la que comienza. ENTORNO Y CIBERNETICA: ESTADIO CONSUMADO DE 1A EoonomfA PoLiTica Esta revolucién del signo inaugurada por la Bauhaus fue al menos presentida por ella y relativamente puesta en evidencia después por los analistas del disefio. Van Lier en Critique (noviembre de 1967) comprende que “esas formas nuevas y su operacién. .. remiten de uno en otro hasta Jos extremos del sistema” y que la funcionalidad no es la utilidad, sino “poner las cosas en informacién reciproca, procurarles que se puedan dar a entender, crear significaciones’, y aiade, como si cayera de su ‘peso, “alimentos de toda cultura y de toda humanidad’. La eterna metéfora humanista: cuantas més signos hay, mis mensajes e informacién hay, més comunicacién, y todo es mejor. Habiendo descubierto el advenimiento del valor/signo, y su extension indefinida sobre la base de una productividad racional, ve en ello sin vacila- cién un progreso absoluto para la humanidad. Reaccién andloga a la que ve en el progreso industrial Ja cert dumbre, 2 un plazo més 0 menos largo, de la abun- dancia y de la felicidad para todos. Esta ilusién fue Ia del siglo sax en cuanto a la produccién material, y vuelve con més fuerza en el siglo xx con Ja product vidad/signo. Idealismo cibemnético, fe ciega en Ja dift- sién de la informacién, mistica de la ciencia de la in- formacién y de los medios de comunicacién colectiva- ‘Aqui y allé, el error fundamental es el mismo: no vet en el producto o el signo otra cosa que e! aspecto del DISENO ¥ ENTORNO 245 valor de uso, y no considerar Ia mutacién industrial (o semiirgica) més que bajo el aspecto de la multiplica- ; cién infinita de los valores de uso (los signos como mensajes). Profusién de bienes, profusién de signos: consumacién méxima, informacién méxima. Sin tener jams en cuenta que lo que establece ante todo y sobre todo esta mutacién es un sistema del valor de cambio, tuna forma social abstracta generalizada que no es en absoluto “el alimento de toda cultura y de toda huma- nidad”. Este idealismo del contenido (de produccién 0 de significacién) no tiene jamés en cuenta Ja forma. Este idealismo del mensaje olvida que lo que se instala detrés de su circulacién acelerada es la hegemonia de un cédigo. De hecho, Jos dos olvidan simplemente la economia politica y su dimensién social, estratégica, po- Iitica, para situarse de golpe en una esfera transparente del valor. Este optimismo puede parecer de buena fe, puede adoptar Ja apariencia benigna del disefiador que piensa, por su modestfsima parte, contribuir, con su creatividad, a una mayor informacién, y por lo tanto a una mayor “libertad”, 0 el aspecto profético de Mac- Luhan exaltando el ya esté abi de la comunicacién planetaria —por doquier esta ideologia de la comunica- cién se impone, deviene mito-, por el que la cibernética se presenta como nechumanismo, habiendo remplazado en cierto modo la profusién de mensajes a Ta profusién de los bienes Cel mito de la abundancia) en la ima- gineria de la especie. Por doquier, los ideblogos del valor de uso son cém- plices y agentes de la extensin politica del sistema del del valor de cambio. Asi es como en el orden de los bienes materiales, el consumo, no en modo alguno como + apoteosis del valor de uso, sino como coaccién social ciega de satisfacci6n, ha venido a actuar como funcién de revivificadora del sistema de produccién. Gracias al consumo, el sistema logra no sélo explotar a la gente 244 DISENO Y ENTORNO lismo “humanista” no tiene ninguna posibilidad frente al metadisefio operacional. La era del significado y de la funcién ha pasado, es la era del significante y del 6 digo la que comienza. ENTORNO Y CIBERNETICA: ESTADIO CONSUMADO DE LA Eoonomia poririca Esta revolucién del signo inaugurada por la Bauhaus fue al menos presentida por ella y relativamente puesta en evidencia después por los analistas del disefio. Van Liet en Critique noviembre de 1967) comprende que “esas formas nuevas y su operacién. .. remiten de uno en otro hasta los extremos del sistema” y que la funcionalidad no es la utilidad, sino “poner las cosas en informacién reciproca, procurarles que se puedan dar a entender, crear significaciones’, y anade, como si cayera de su peso, “alimentos de toda cultura y de toda humanidad”. La eterna metéfora humanista: cuantas més signos hay, més mensajes e informacién hay, mas comunicacién, y todo es mejor. Habiendo descubierto el advenimiento del valor/signo, y su extensién indefinida sobre Ja base de una productividad racional, ve en ello sin vacile ccién un progreso absoluto para Ja humanidad. Reaccién anéloga a la que ve en el progreso industrial la ce dumbre, a un plazo més o menos largo, de Ja abun- dancia y de la felicidad para todos. Esta ilusién fue Ja del siglo 21x en cuanto a la produccién material, y vuelve con més fuerza en el siglo xx con la product vidad/signo. Idealismo cibernético, fe ciega en Ja dif. sién de la informacién, mistica de la ciencia de la formacién y de los medios de comunicacién colectiva. Aqui y alld, el error fundamental es el mismo: no ver cen el producto o el signo otra cosa que el aspecto del piSENO Y ENTORNO 245 alor de uso, y no considerar Ja mutacién industrial Co semitirgica) ms que bajo el aspecto de la multiplica- cién infinita de los valores de uso (los signos como mensajes). Profusién de bienes, profusién de signos: consumacién méxima, informacién mdxima. Sin tener jamés en cuenta que lo que establece ante todo y sobre todo esta mutacién es un sistema del valor de cambio, una forma social abstracta generalizada que no es | absoluto “el alimento de toda cultura y de toda huma- nidad’. Este idealismo del contenido (de produccién 0 de significacién) no tiene jams en cuenta la forma. Este idealismo del mensaje olvida que lo que se instala detrés de su circulacién acelerada es la hegemonia de tun cédigo. De hecho, los dos olvidan simplemente la | economia politica y su dimensién social, estratégica, po- ltica, para situarse de golpe en una esfera transparente del valor. Este optimismo puede parecer de buena fe, puede adoptar Ja apariencia benigna del disefiador que piensa, por su modestisima parte, contribuir, con su creatividad, a una mayor informacién, y por lo tanto a una mayor “libertad”, 0 el aspecto profético de Mac- Luhan exaltando el ya esté ahi de la comunicacién planetaria —por doquier esta ideologia de la comunica- cién se impone, deviene mito, por el que la cibernética se presenta como neohumanismo, habiendo remplazado en cierto modo la profusién de mensajes a la profusién de los bienes Cel mito de la abundancia) en la ime gineria de la especie. Por doquier, los idedlogos del valor de uso son cém- plices y agentes de la extensién politica del sistema del del valor de cambio. Asi es como en el orden de los bienes materiales, el consumo, no en modo alguno como apoteosis del valor de uso, sino como coaccién social ciega de satisfaccién, ha venido a actuar como funcién de revivificadora del sistema de produccién. Gracias al consumo, el sistema logra no s6lo explotar a la gente 246 DISENO Y ENTORNo por Ja fuerza, sino hacerla participar en su superviven- cia multiplicada. Es un progreso considerable. Pero esta pparticipacién no adquiere toda su envergadura fantéstiog sino al nivel de los signos. Ahi es donde se atticula en lo que tiene de original toda la estrategia del “neo. capitalismo”: en una semiurgia y semiologia operacio- nal, que no son otra cosa que la forma desarrollada de la participacién dirigida. En esta perspectiva, en que la produccién de los sig. nos, vista como sistema de valor de cambio, adquiere un sentido completamente distinto que en Ia utopia in- genua de su valor de uso, el disefio y las disciplinas del medio pueden ser considerados como una de las ramas de la comunicacién colectiva, una ramificacién sgigantesca del human and social engineering. Y nuestro verdadero entomo es ya el universo de la comunica- cidn* En esto es en lo que se distingue radicalmente de los conceptos de “naturaleza” 0 de “medio” del siglo aux. Mientras que éstos se referian a leyes fisicas, bio lbégicas (determinismo de la sustancia, de Ia herencia y de la especie), o socioculturales (el “medio”, el en- torno pasa a ser de golpe red de mensajes y de signos, y sus leyes son las de la comunicacién. El entorno es la autonomizacién del universo entero de as pricticas y de las formas, de lo cotidiano a lo arquitecténico, de lo discursive a lo gestual y a lo po Iitico, como sector operacional y de céleulo, como emi sién/recepeién de mensajes, como espacio/tiemypo de la comunicacién. A este concepto tebrico de “entorno” corresponde el concepto préctico de “disefio”, que % analiza en tlkima instancia como produccién de la co ‘municacién (del hombre a los signos, de los signos entre ellos, de los hombres entre ellos). Hay que hacer co 3 Paradgjicamente (y sintométicamente sin duda) el ministe rio briténico del Ambiente reagrupa casi todos los sectores, ‘epto los medios de comunicacién. colectiva, pISESO ¥ ENTORNO 247 municarse, es decir participar, aqui no por la compra de bienes materiales, sino por el modo de informacién, por la circulacién de signos y de mensajes. Por eso el entorno, como Ia transaccién (que ¢s su equivalente en economfa) es un concepto virtualmente universal. Re- sume concretamente toda la economia politica del signo. EI disefio, que es la prictica correspondiente de esta economia politica, se generaliza a la misma dimensién, y si ha comenzado por no aplicarse més que a los pro- ductos industriales, abarca y debe abarcar hoy Iégicamen- te todos los sectores. Nada més falso que los limites que un disefio “humanista” trata de fijarse; de hecho, todo pertenece al disefio, todo es de su incumbencia, se lo diga 0 no: el cuerpo esté disefiado, la sexualidad Jo esta, las relaciones humanas, sociales, politicas son di- | sefiadas, as{ como las necesidades y las aspiraciones, ete. Es este universo “disefiado” lo que constituye propia- mente el entorno, Este, como la transaccién, no es en cierto modo més que una Tégica: Ja del valor de cambio (Signo). El disefio es la imposicién a todos Jos nive- Jes de los modelos y précticas operacionales de este valor de cambio signo. Una vez més, es el triunfo prictico de Ja economfa politica del signo, y el triunfo te6rico de la Bauhaus. Como las relaciones piiblicas, relaciones humanas y psicosociologia de empresa, como la concertacién y la participacién, el marketing y el merchandizing se es- fuerzan en producir relacién, restituirla alli donde las, relaciones sociales de produccién la vuelven problems tica; asi, el disefio tiene por misién, por funcién estra- tégica en el sistema actual producir comunicacién entre los hombres y un entorno que no existe precisamente sino como instancia ajena (siempre como el mercado). Como muchos conceptos ideolégicos, el “entorno” desig. na por antifrasis aquello de lo que se esta separado, el fin del mundo préximo, seres y cosas en los confines 248 DISENO ¥ ENTORNO Jos unos de Jos otros. Y la mistica del entoro tiene tuna medida correspondiente a la del foso que el sis tema ahonda cada vez més entre el hombre y la “na. turaleza”, Este corte, esta relacin fundamental rota y diso- ciada, a imagen de las relaciones sociales, entre el hom- bre y su entorno, mal que le pese, es la razin de ser y el lugar del disefic. Ahi es donde trata deses radamente de restituir el sentido, la transparencia a fuerza de informacién, y la “comprensién” a fuerza de mensajes. Pensindolo bien, la filosofia del disefio, repercutida por toda Ja teoria del entomo, es en el fondo Ja doctrina de la participacién y de las relaciones pic. Dlicas extendida a toda la naturaleza. Hay que hacer participar a la naturaleza (que parece volverse hostil y tratar, por medio de Ja “contaminacién”, de vengarse de su explotacién). Hay que recrear con ella, a Ja vez que con el universo urbano, la comunicacién a fuerza de signos (del mismo modo que hay que recrear entre patronos y asalariados, entre gobernantes y gobernados, a fuerza de medios de comunicacién colectiva y de con- certacién). Hay, para decirlo todo, que proponerle un contrato de empresa: proteccién y seguridad, jsindicar esas energias naturales que se vuelven peligrosas, para controlarlas mejor! Porque, indudablemente, todo esto no tiende a otra cosa que a alinear cada vez mejor esta naturaleza participante, contractualizada y reconvertida por un disefio inteligente, sobre las normas de una hi- perproductividad racional. Tal es la ideologia politica del disefio, que toma hoy cen el discurso del entorno su envergadura planetaria. De Gropius a la Universitas,* hay un camino ininte- mrumpido hacia lo que podria Ilamarse un metadisefo, 33 Proyecto de fundacién inteacional “para una sociedad Festeolgia’sinaugurado por el Museo dev Ante Madero de iueva York. pISENO Y ENTORNO 249 tuna metaeconomia politica que es al neocapitalismo Jo gque Ia economfa liberal clésica fue al capitalismo. Si se habla de entormo, es que ya no existe. Hablar de ecologia es comprobar la muerte y abstraccién total de la “naturaleza”. En todas partes, “el derecho a” (a Ja naturaleza, al entorno) refrenda el deterioro de. Este deterioro de la naturaleza (como referencia vital y como referencia ideal) esté estrechamente ligado a Jo que he- mos Iamado en el andlisis del signo contemporineo al deterioro del significado (del referente real, objetivo, de la funcién denotada, de la “verdad”, del mundo como caucién real del signo — un poco su cobertura/oro — el aro del significado/referente ha desaparecido, extincién de Gold Exchange Standard — se acabé la convertibi- lidad del signo en su valor de referencia, y ya no hay, como se ve en Ja tendencia intemacional actual, otra cosa que interrelacién libre de las monedas flotantes). El gran Significado, el gran Referente Naturaleza ha muerto, y lo que Jo remplaza es el entorno que de- signa, al mismo tiempo que su muerte, la restitucién de Ja naturaleza como modelo de simulacién (su reconsti- tucién, como suele decirse del bisté previamente pica- do). Y lo que hemos dicho de la “Naturaleza”, en cuanto a que siempre fue la proyeccién de un modelo social, vale también, naturalmente, para el entomo. El paso de un concepto de naturaleza, todavia c'jetivable como referencia, al concepto de entomo donde el sis tema de circulacién de signos (de valor de cambio/sig- no) anula toda referencia, o deviene el propio referente de si mismo, dibuja el paso de una sociedad todavia contradictoria, no homogénea, no saturada por Ja ecano- mfa politica, en la que existen modelos refractarios ‘de trascendencia, de conflicto, de rebasamiento, una nate taleza del hombre desgarrada, pero presente (cf. Ja afi- nidad del propio marxismo con una antropologia sustan- ial de las necesidades y de Ja naturaleza), una historia 250 con su teorfa revolucionaria, ete; el paso de esta socie dad “histrica”, conflictiva, a una sociedad cibernetica. da, a un entomo social de sintesis, donde una comu- nicacién abstracta total y una manipulacién inmanente no deja ya ningin punto exterior al sistema, fin de la economia politica tradicional y al mismo tiempo meta- economia politica de una sociedad devenida su propio y ‘puro entorno “En la medida en que es eficaz la ma- nipulacién del entono, es eficaz al mismo tiempo una manipulacién del hombre convertido a su ver en ob- | jeto de manipulacién, es decir simple entorno” (Mie. scherlich). Con el control social del aire, del agua, ete., bajo cl signo de la proteccién del entomo, son evidentemen- te los hombres mismos los que penetran un poco mas profundamente en el campo del control social. Cuando Ja naturaleza, el aire, el agua, después de haber sido simples fuerzas productivas, legan a ser bienes raros y entran en el campo del valor, son los hombres mis- ‘mos los que penetran un poco més profundamente en el campo de la economia politica. Al término de esta evolucién, podré haber, con los parques naturales, una “Fundacién internacional del Hombre", como existe en Brasil una “Fundacién nacional del Indio": “La Fun: dacién nacional del Indio esté en situacién de asegurat, cen las mejores condiciones, la salvaguarda de las po- Dlaciones indigenas, asi como (sic) Ia conservacién de Tas especies vegetales y animales que desde hace mile niios se desarrollan junto a aquéllas” (naturalmente, es cl etnocidio y la matanza lo que sanciona y cubre esta institucién: se liquida y se reconstituye: el mismo e quema). El hombre ha dejado de estar incluso frente a su entorno: forma virtualmente parte por si mismo del entorno que hay que proteger. DISENO Y ENTORN +4 Es Jo que esboza MacLuhan de modo exaltado. DE LA REALIZACION DE DESEO EN EL VALOR DE CAMBIO del caréeter sublime de la mercancia | del desaliento y del triunfo que se va de las manos de Ia baja tendencial del indice de goce del fantasma del valor Intervencién de un gran almacén de los Estados Uni- dos, hace algunos afios: un grupo ocupa y neutraliza por sorpresa el almacén, tras de lo cual invita al pi- blico, por medio de altavoces, a aprovisionarse libremen- te. Accién simbélica. Resultado: la gente no sabe qué tomar, o bien se apodera de algunos objetos sin im- portancia (lo que hubiesen podido robar en situacién normal). Si tuviese usted cincuenta millones, gqué harla usted con ellos? —Desconcierto. | El mismo pénico, inmediato, ante Ia disposicién de un tiempo libre a voluntad. gCémo deshacerse de él? Comparese todo esto con otros episodios, como el del atleta francés de los 400 m de los campeonatos de Eu- | ropa, el cual, a 100 m de la meta, y cuando tenfa ya el triunfo en la ‘mano, flaqued en su esfuerzo y legs en tercer lugar, “Cuando comprendi que iba a ganar, senti que se quebraba algo en mi interior.” Tgualmente, el jugador francés de tenis, en los juegos de Esparia —dos sets a cero y partido ganado a un ad- versario herido—, que se dejé remontar al final y derro- 4 tar “irresistiblemente” podria decirse, en medio de’ Ja estupefaccién general. Esto, sin hablar de Poulidor, el eterno segundo, cuya (251) 252 leyenda va unida precisamente a su incapacidad créni- cca de llegar a la victoria. ‘Cuando en francés se dice de alguien que ha “faili”* ganar, que ha “manqué”* ganar, gqué es lo que ha faltado 0 fallado? La victoria, eno hubiera sido una falla, una quiebra? ¢No dicen los propios términos laramente que es lo peor que hubiera podido suceder Je? No son éstos sino lapsus de Ja voluntad, del instinto de aptopiacién y de satisfaccién, de proeza y de supre- macfa que se supone ser la motivacién més profunda del hombre. Basindose en estos hechos nimios, Frend hha Wegado muy lejos en la exploracién psicolégica. Pero las perspectivas fantésticas que abren no han rozado si- quiera atin Ja antropologia general, Ja “ciencia” econé- mica o las “ciencias humanas’. Circunseritas en la pricologia “de las profundidades” (“cada cual tiene su inconsciente, es asunto suyo") donde el propio psice- andlisis ha contribuido a mantenerlas, estas _anomalfas no tienen, como por milagro, equivalente en la prictica social o politica, en Ja cual reina en cuanto a lo ese cial una racionalidad “indefectible”. Esta indefectibil- dad de los postulados generales sobre el hombre, en materia econémica, social y politica, es la que hay que interrogar bajo el signo del desaliento. Lo que demuestra la situacién limite y casi expert mental del gran almacén es que, una vez, neutralizado dl valor de cambio, el valor de uso desaparece también. La exigencia de una utilidad y satisfaccién siempre ma yyores, una vez afrontada su posibilidad de realizacién inmediata, se desvanece extrafiamente. Todo ese paque ‘te de motivaciones, ese haz de necesidades y de xacio DE LA REALIZACION DE DESEO * Faillir y manquer (casi sinénimos en este contexto): fal ‘ar, fallar, Hlaquear, fracasar, y, seguidos, uno u otro, de up Infinit, mo on el cso que nos cups, “sa punt ae. ltr poco para”. Asi, en nuestro ejemplo: “alguien que bt ‘estado a punto de ganar”. [x] oat | 253 | nalidad que se quiere que sea el hombre, se desune. Fuera de la esfera transparente de lo econémico, donde todo es claro, puesto que basta “querer por lo que vale su dinero”, el hombre no sabe sencillamente ya Jo que quiere. Hipétesis: 1 los objetos y las necesidades que sugieren estén precisamente ahi para solucibnar Ja angustia de mo sa- ber lo que se quiere. lo que no esté mediado por la abstraccién del va- Jor de cambio no existe tampoco como “valor espon- téneo” y “conereto” que seria el del uso. A causa de que este nivel es de una abstraccién igual al. primero y que ambos estén relacionados. No existe valor de uso sin valor de cambio. Una ver neutralizado éste en un proceso de donacién, de gratuidad, de prodige- lidad, de gasto, el propio valor de uso se vuelve in- aprensible. i esta hipétesis se entiende igualmente en cuanto al valor de cambio/signo. Lo que no esté mediado por a competicién social estatutaria, por el intercambio de signos diferenciales, por modelos, carece de valor. En materia de signos, a distincién valor de uso/valor de cambio se borra virtualmente, Si se define el “valor de uso/signo” como la satisfaccién diferencial, la plus- valia cualitativa descontada a través de una opcién, una preferencia, un célculo de signos, y el valor de cambio como la forma general Cel cbdigo) que rige el juego de los modelos, se ve hasta qué punt el valor de uso resulta directamente del funcionamiento del cédigo y del sistema del valor de cambio. De hecho, lo mismo ccurre en el orden llamado “econémico”. De donde Ja abstraccién del valor de uso, que en parte alguna apare- ce como no sea ya mediatizado a la vez por el sistema del valor de cambio (la forma/mercancia) y por los modelos y el cédigo (la forma/signo). DE LA REALIZACION DE DESEO 254 DE LA REALIZACION DE DESEO Valor de cambio y valor de cambio/signo estén asi hoy inextricablemente mezclados." Para que haya siste ma completo (el del “consumo” en el fondo como es. tadio completo de la economia politica), es preciso no sélo la libertad al nivel de la produccién (vender y comprar la fuerza de trabajo), sino, en un segundo tiem- po hoy simulténeo, Ja libertad al nivel del consumo (libertad de opcién). Es preciso que a la abstraccién del sistema de produccién y de intercambio econémico capital, moneda, valor de cambio) se agregue la abs- traccién del sistema de cambio/signo (los modelos y su inclusién en el célculo de signos). El signo es el apogeo de Ja mercancfa. Modo y mer cancia son una misma forma. En esta forma del valor de cambio/signo es donde se inscribe de golpe Ja di ferenciacién de la mercancia (y no en una légica cuantitativa del beneficio). El estadio terminado de la mercancia es aquel en el que ésta se impone como eé- digo, es decir como lugar geométrico de circulacién de Jos modelos, y por Jo tanto como medio total de una cultura (y no solamente de una economia). El valor de cambio se realiza en el valor de cambio/ signo. Valor de cambio y valor de cambio/signo se realizan definitivamente en el valor de uso. Este trinomio (valor de cambio, valor de cambio/sig no, valor de uso) describe un universo coherente y total del valor, en el que se supone que el hombre se reali- za (por la satisfaccién final de sus “necesidades”). En 1 EI efecto Veblen (compro esto porque es més caro) & tun caso limite significetivo donde lo econémico Ccuantitative) se trueca en diferencia/signo, y donde se puede aprehender Je -emergencia de Ja “necesidad” tomando como base la pura so brepuje del valor de cambio (cf. también la subasta de la obra de arte como lugar de transicién entre las esferas del valor). En materia de ognos el efecto Veblen se converte en le rg absoluta: la moda mo conoce més que la diferenciacién pura ¥ ascendente. bE LA REALIZACION DE DESEO 255 este triingulo mégico del valor, se supone, segin un céleulo racional, que eleva continuamente su indice de “aprovechamiento". Y, remitido de un vértice al otro de este tridngulo, no puede efectivamente querer nin- ina otra cosa que trascenderse, positivizarse en el va- Jor: describe el mundo del valor, que se confunde, a través de los siglos, con la definicién del humanismo. Esta triangulacién del valor define un mundo pleno, ivo, finalizado sin tregua por el signo més, por una légica de Ja plusvalia (la plusvalia es inseparable del valor), y donde el hombre no puede faltarse a si mis ‘mo. El proceso del valor equivale, pues, a una organi- | cacién fantasmdtica, lugar de realizacién del deseo y de solucién de la carencia, lugar de acabamiento y de eje cucin del deseo (performance, de performare), de abo- licién de la diferencia y de la dirnensién simbblica. El valor es totalitario, Excluye la ambivalencia, y toda re- lacién en Ia que el hombre cesaria de finalizarse en el valor, de ajustarse a la ley de la equivalencia y de la plusvalia, Pero esta ambivalencia asedia por doquier Ja esfera del valor. Ella es la que resurge (asi sea en filigrana) en el desaliento. Desaliento de esta multitud en reaccionar positiva- mente (es decir por la apropiacién esponténea) a la situacién de disponibilidad absoluta de la mercancia, a obedecer al imperative categérico de Ja necesidad, a sa- ber lo que quiere y a tomar lo que se ofrece. De he cho, la gratuidad elimina la oferta en el sentido eco- némico del término, y al mismo tiempo la demanda se anula también. Esto quiere decir que no se funda en parte alguna sino en Ja Jégica del valor. Fuera de esta lbgica, el hombre no tiene “necesidad” de nada, Aquello de lo que tiene mecesidad es lo que se compra y 9¢ vende, lo que se calcula y se escoge. De lo que no se vende ni se toma, de lo que se da y de lo que se | demuelve, nadie tiene “necesiad’: la mirada que se 256 cambia, el regalo que va y viene, es algo ast como el aire que se inspira y se expira, es el metabolismo del intercambio, de la prodigalidad y de la fiesta, y tam. bién de la destruccién Cpor donde se devuelve al no. valor lo que fue erigido en valor en la produccién), En todo esto, el valor no tiene curso. El deseo no se realiaa en el fantasma del valor. Lo que se trasluce en esta ineptitud para apoderarse de los bienes de consumo, igual que en el desaliento del atleta, es que Ia exigencia oficial, orquestada como “necesidad” del individuo (necesidad de ganar, etc.), esté ahi en el lugar de otra cosa —y muy precisamente de la exigencia inversa: no ganar, perder, desprender se-, y esto no por una inversién masoquista de una economia fundamental que seguiria siendo la de la ten- dencia del valor, de la ejecucién y de la realizacién acabamiento), sino segin la exigencia inversa y radi cal de la carencia. Toda realizacién de deseo en el va- lor remite a esta extremidad inversa, porque ella sola preserva, al término de la satisfaccién, la interrogacién del sujeto sobre su propio deseo. Tal es el fundamen- to de la ambivalencia. Tomar no ha bastado jamas al goce. Es preciso po- der recibis, dar, devolver, destruir —de ser posible, todo junto, El proceso de realizacién de valor resuelve todo esto en una modalidad pobre, unilateral y positiva des poseyendo al sujeto de su exigencia simbilica, que s define a Ia vex por: 1 Ia exigencia de no realizar el deseo: Ja cannot; 1 la exigencia de una relacién no mediada por la légica sistemética del valor: iL INTERCAMBIO SIMB6LICO. Esta exigencia radical esté sublimada en el valor. Por que el valor es sublime, pero el goce es radical. En el orden econémico, es la mercancfa Ja que encarna este DE LA REALIZACION DE. DEsE9 4 sublimada en Ja positividad incesantemente renovada pp LA REALIZACION DE DESEO 257 Jge su demanda de objetos. Pero detrés de esta reali- zacién sublime del valor, otra cosa esté, otra cosa ha- a, algo irteductible que puede tomar Ja forma de la | destruccién violenta, pero que por lo general toma la for- mma larvada del déficit, del desaliento y de la negativa de inversin, de la resistencia y de la negativa de rea- jnaci6n —y que, sobre toda la extensién del sistema eco- némico actual, toma la forma de lo que podria lamarse la baja tendencial del indice de goce. Segiin una contra- | economia misteriosa de la “manque A gagner” [del triun- fo que se va de las manos), Jo que asegura en tltima instancia al sujeto en su ser es esta negativa vivaz y fundamental del valor, esta violencia latente hacia el principio de identidad y de equivalencia, esta vacilacién mis allé de la satisfaccién. Y esto no es metapsi Por haber rechazado todo esto en bloque como “meta” pricologfa, es por lo que la economia y las ciencias hu- manas actuales ven hundirse su edificio racional, sin po- der siquiera dar cuenta de su fracaso? 2 De esta contraeconomia en accién por doguier, io un hearoso ejemplo. social y_polidco la pellcula Lx soleded del carredor de fondo, en la que el protagonista, un adolescente que se educa en un reformatorio, renuncia deliberadamente a luna victoria deportiva brillante para no hacer triunfar con ello tes colores deus oprestes, Al perder, salva su verdads el desaliento va unido aqui a wna rebelién de clase. Este deselien- to es aqui deliberado; pero puede admitise que los lapsus "Yecdeninles los actos Taian ety tenen mia, signi ‘acién virtual de negativa y de resistencia. El atleta de los 400 m hace intervenir también a su manera todo el sistema del valor de cambio, cuyas formas no se limitan al salariado y al consumariado: al corcer para ganar, cada afleta reactiva 4 sistema de valores competitv, tabsja por reproduce ‘sto a “cambio” de satisfaciones individu Prestigio. La cexplotacién noe menor a este nivel que al de la venta de Ja fuerza de trabajo. Este mecanismo falsifcado del intercam- 4 bio es el que su desaliento repentino viene a perturber. En ‘ste sentido, toda “disfuncién” * lige rope de he tmalidad (que no es otra cosa que la io capital Susp de ua esa pice ay plc no tne ya “esfera” ni definicién, Es tiempo de ic sus. formas | 258 Trabajo en gozar, falla en ganar, es el instinto de muerte el que esti hablando, preservando en todas par. tes y siempre la diferencia radical contra el fantasma ‘unitario del valor? Quizé. Pero el discurso en términos de instinto de muerte, demasiado cerca de la metapsi. cologia del sujeto, olvida que lo que se preserva en tste descuartizamiento, en este desaliento del sujeto para realizar su deseo, es, junto con el reconocimiento de la castracién, la virtualidad simbélica del intercambio, La falla, Ia falta, es siempre aquello por lo que se falta a los demés, y por lo que los demés nos faltan, En el proceso del valor (ya sea Ja inversién mercantil 6 fantasmética), nadie falta a nadie, nada es nada, ya que todo equivale a algo, y que cada cual tiene la Seguridad de equivaler al menos a si mismo. Unicamen: te se intercambia, es decir se cambia en si mismo, el valor, y los individuos y las cosas como términos del va- lor segin la ley de equivalencia. Podrla decirse asi que Jo que mantiene la virtualidad del intercambio, de una reciprocidad en que Jos sujetos se hallen realmente pues- tos en juego en su diferencia y su carencia, es Eros, ya que el instinto de muerte es inversamente lo que tiende a la abolicién de lo simbélico en el ciclo repetitivo del valor. Se puede muy bien considerar, en esta perspec- tiva, el universo sublime y repetitivo de la mercancia como el campo de realizacién del instinto de muerte. Pero importa poco, en el fondo, buscar Ia etiqueta de tal o cual instancia. Lo esencial es captar que lo que hhabla, bajo el proceso “objetivo” del valor, no habla “contradictoriamente” (en el sentido de una contradic cién “dialéctica”), La ambivalencia no es Ja negacién dialéctica del valor: es la virtualidad incesante de su anulacién, de Ja destruccién del fantasma del valor, En el discurso del valor, la ambivalencia y lo simbélico no Iatentes, sus desplazamientos y sus condensaciones, en suma el “trabajo” de lo palin DE LA REALIZACION DE DESEO 259 mn otro cédigo. A la trascendencia positiva del va- jus, To simbélico opone su radicalidad. A la légica de jy sublimacién y de la generalidad (de la abstraccién) 'g opone la radicalidad de le no realizacién de deseo del intercambio simbélico. Queda por analizar Ia ilusién “revolucionaria” de los responsables de la operacién “Gran Almacén”, Su hip6- teis fue evidentemente ésta: “Vamos a neutralizar el vralor de cambio, la regla del juego capitalista. Vamos } restituir las mercancias a su puro valor de uso, y al mismo tiempo a sacar de su engafo a las conciencias, x lo tanto restituir Ja transparencia de la relacién en- tre los hombres y sus ‘propias’ necesidades.” Revolucién hic et nunc. Légica inspirada en el marxismo filosé- fico més puro: distincién radical del valor de uso y del talor de cambio Cen beneficio filoséfico y humanista del valor de uso), teoria racionalista de la conciencia engaviada. Conclusi6n: si la gente no encuentra espon- tineamente un libre valor de uso, es porque ha sido acostumbrada a la autorrepresién y al hébito capitalista, ts porque han interiorizado tan profundamente Ja ley del valor de cambio que no saben ya siquiera desear yuna cosa cuando se les oftece. Es olvidar que el deseo no tiene en absoluto vocacién a realizarse en Ja “libertad”, sino en la regla, de ningin |modo en Ja transparencia de un contenido de valor, sino jen la opacidad del cédigo del valor. Es el deseo del cédigo, y este deseo tiene “necesidad” para realizarse de svar Ia regla del juego. Con esta utilizacién de Ja [ala por el deseo con miras a su reaizacién el orden |soeial se acomoda; es él quien la explota con vistas a | reproduccién. Abf es donde el fantasma y la insti Jtucién se encuentran, el orden politico del poder y el arden fetichico de la perversién (la realizacién de’ de- so). El fantasma del valor es también el fantasma de! joden y de la ley. \ yg EA REALIZACION DI, DESEO 260 DE LA REALIZACION DE DEsuo |g LA REALIZACION DE DESEO 261 Esta regla de juego, en nuestra sociedad, es la ley del jo, No han visto que no existe contradiccién entre valor de cambio. Si ya no hay regla del juego, deja jg realizacién de deseo y el valor de cambio, muy al de ser interesante. No se puede ya ni siquiera hacer ontrario. Es el idealismo el que dicta esta contradic- trampas, ni robar (practica contradependiente de Ja re- gla del juego econémica). Si consumir no es posible mis que dentro de las reglas, si el deseo no se realiza sino fetichicamente, la supresién de esta regla, en lugar de abrir el camino a un goce salvaje, lo impide por el contrario, El precio de las cosas deviene entonces esen- cial, no ya tan slo cuantitativamente como valor de cambio, ni s6lo diferencialmente como en el efecto Ve blen, sino como ley, como forma fetichizada, punto en cial de Ja economfa mercantil y de la economfa pst quica del valor. El precio de las cosas deviene entonces fiador de la economfa psiquica del valor. Puede pre ferirse este equilibrio al consumo gratuito y salvaje Pero el precio pagado es también el del goce, cuyo in- dice baja tendencialmente segin el ciclo de reproduc cién ampliada de Ia satisfaccién. De la misma manera, el atleta o el jugador que “no puede abstenerse” de perder, lo hace también para pre servar la posibilidad misma de combatir, la regla del juego al abrigo de la cual tnicamente se puede com | ‘ién y hace asi que converjan todas las ilusiones sobre fd valor de uso; porque es més sencillo, para hacer la revolucién, apoyarse a pesar de todo en el valor. Porque allos también subliman, y subestiman la radicalidad de Ia ley del valor, y por lo tanto la radicalidad de su stansgeesién, Reformistas que tratan con miramientos el valor y no lo niegan més que a un nivel super! estin asombradisimos ante la ausencia de reaccién de Jas ‘masas” a su iniciativa. No hay duda de que se jlo imputarén al hecho de que su accién era demasiado ‘evolucionaria, y pondrén su esperanza en una madura- cién de la “concienciacién”. No se les ocurriré nit un solo instante la hipétesis de que esta pasividad procede ‘el hecho de que su accién fue demasiado reformista, y que en lugar de interpretarla como pasividad revolucio- taria, quizé hicieran mejor interpreténdola como resis tencia al reformismo. En otros términos, la reaccién “negativa” de los “usua- ios” “liberados” no procede quizé de su sumisién al sis tema del valor de cambio, sino de su resistencia al valor petiz® Aqui también, salvar la regla del juego es un |de uso en la medida en que éste no es en el fondo més imperative més fundamental que ganar. Cada partici que una treta del valor de cambio, Al negarse a jugar pante obedece implicitamente a esta estructura del im lel juego del valor de uso, todo ocurre como si la gente tercambio, a esta funcién colectiva e inconsciente.* ‘Vemos que no se trata aqui en absoluto de “concien: | cia engafada” y qué ilusiones se hacen los sevalu | ratios sobre la supresién “liberadora” del valor de cam 3 La ideologia del i es un mixto entre esta “ley” ist pli y Ta ley lm fase ‘ Un jugadot, un eomedor que ganara siempre, sin OP Sin, sea tna infccion pave 1 ee a una infraccién grave a Ia ley del intercambio, alg? camo el incesto 9 el sacrlgio, y la colectvidad, en el ® Iimite, estaria obligada a suprimitlo, Del mismo orden ¢ It coleccién completa, donde ningin término falta: es la cet) Afateara este engafio més sutil aiin, Qué es, en efecto, este valor de uso que se les pre: eta completamente desnudo? ¢De dénde viene esta tfrenda, quién da? Qué es esta gratuidad del conte- tido Cde los productos) y basta para fundar la trans- Parencia y la gratuidad de Ja relacién social? En abso- lito, El don unilateral no es sino caridad: otorgado y recibido, permanece en la légica profunda del sistema, Y la accién simbélica revolucionaria le queda tan so- ‘etida como el celo de las damas patrocinadoras de ins. A } :ALIZACK 262 DE LA REALIZACION DE peged 2% A BE oe - , ' oo ‘io, el objeto, de valor pleno que era, vueh tituciones de beneficencia. No vieron, iluminados como| !5" Calves lating, ambivalent, donee 8 Set ese Io eanben por el valor de so, que porn able Ie fom‘ el res nino, ambivalenca de inc), es algo mercancla no basta la gratuidad: esto no es todavia ing jt”, Pome tk dado y devuelto, esté anulado como Ja abolicién del modo de apariciém de la mercancia. Para 2? ¥, Mace Por SY presencia/ausencia, Ia distancia de subvertir radicalmente la légica del valor de cambio, no|® “isciom, Este objet, este res a a rag basta con resttur la autonoméa o la gratuidad del valor) #82 0 yitvs, roPamente Para nade.” Asi, no se de uso, es preciso restituir la posbilidad de devolver, Stee {2 Valor de Cambio més que aquello que adquie oF ae ea ta forma de Ie acion satel, Sag 8 sentido en el intercambio rexiproco continuo, en Capt eneetiate ls ace i, Mo don el cont-don, en una relacién abies de sm © at ; $ givalencia, y jamds en una relacién final de valor Permanece en una estructura de poder y de abstraccién# Tata presente, la “Teaclon negative” se in ‘Asi ocurre en el caso presente. Al preservar, por falta fs edt de vn andlisis radical, ert nivel del valor (el valor ae etacién — ear _ me uso) y al jugar a este nivel, los “liberadores” preservaton it" vctacién ‘de. intercambio. ism “la lcherreiged al mismo tieny i i le i "1 Sian Maniplendo el valoecuuieron Kgeamente nu 82 Plsbra que el tenormo del vl spats boy plusvalia (de dominacién). jer doquier. De donde la reaccién negativa a aquella profusién | repentina otorgada, reaccién de defensa a la forma de la relacién instituida, a la no reciprocidad de la situacién; reaccién de defensa de los que “prefieren pagar y no de | ber nada a nadie”, reaccién de clase, en el fondo més hi- ida que la de los “liberadores’, que olfateaban con x zn en la forma del don unilateral y en su contenid- Cel valor de uso supuestamente “liberado”) uno de los miiltiples avantares del sistema. Para quebrar el valor de cambio, no hay que resti | tuir valor Casi sea de uso), sino cambio, El valor de uso implica la ruptura del intercambio lo mismo que ¢l valor de cambio: porque implica con el mismo titulo © | objeto finslizado como valor y el individuo objetivace cen su relacién con este valor. En el intercambio simbé- | * El don unilateral es lo opuesto al intercambio/don. fst. 4 funda la reciprocidad, el otro funda la superioridad. Unicamente | Jes privlegiadon, el soberano en la soci feudal, puede Pe titi recibir sin dar, sin contradon, porque su categoria | ol ssegura conta el reto y el deficit de prestigi. | papel edlslones crema de tric de papel san j impreso en offset marvi 'y sobrantes para reposicién | dos mil ejemplar 7 de diciembre de 1979 eucreck ite asc atasiao-2 lia 2 9004 01874444 3 wu critica de la economia politica del signo / jean baudrillard La verdad desde hace tanto tiempo reconocida en el sector de la produccién econdémica de que en ninguna parte aparece ya el valor de uso, debe ser hoy reconocida, segun el autor, en la esfera del “consumo” y del sistema cultural en general —o sea, que todo, aun la produccién artistica, intelectual, cientifica, se produce en ella inmediatamente como signo y valor de cambio. Este conjunto de ensayos en los que encontramos la continuacién de los problemas planteados en El sistema de los objetos, publicado por esta misma editorial, esboza pues, por angulos de ataque distintos, lo que podria ser una critica de la economia politica del signo. a

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