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Entrevista a Ricardo Piglia

“Tenemos que pensar que hay


muchas literaturas argentinas”

- Teniendo en cuenta que sos uno de los clásicos contemporáneos más influyentes en
la literatura argentina, ya que has recibido premios como el Rómulo Gallegos y el
Hammet en Estados Unidos. ¿Cómo ves tus inicios literarios desde este presente?
¿Cómo ves aquello que te llevo a escribir?
- Habría dos maneras de hablar de esto, una sería cómo imaginaba que iba a ser, qué
imaginaba en el momento en que empecé a escribir. Qué quería decir ser un escritor en
la Argentina de esos años. Yo empecé a publicar en el 61 o 62 los primeros cuentos. La
situación de la literatura era distinta que la actual. Si pienso en un chico hoy que tuviera
la misma edad que yo en esa época (19 o 20 años), me doy cuenta que en aquella época
había una posibilidad más colectiva de comienzos literarios. En el sentido que hacíamos
revistas para publicar lo que nosotros mismos escribíamos y lo hicimos durante muchos
años. Creo que ahora los chicos trabajan más con el sistema de los blogs, que es otro
sistema. Porque los inicios siempre suponen un grupo de interlocutores, no el sentido
muy estructurado, pero sí de pares. Valoro mucho ese momento, no sólo en mi
experiencia sino que cuando hablo con los jóvenes escritores les insisto mucho en que es
una época muy importante, porque uno hace circular los textos entre gente que tiene las
mismas cuestiones y los mismos problemas que enfrenta en ese momento. Por lo tanto,
las discusiones y los intercambios son muy productivos. Luego las cosas empiezan a
cambiar, un escritor se aísla más, mientras que en esos primeros años son muy intensos
de grupos que se leen los textos. Por ello, esa cuestión de cómo uno se inicia tiene que
ver con contexto político, cultural dentro del cual está inscripto. Pero luego está la
situación de empezar a escribir. No quiero con esto hacer metafísica. Uno siempre está
empezando, no es que lo que uno ha escrito antes le resuelva los problemas de los textos
nuevos. En ese sentido, me parece que uno tiene que tratar de mantener esa
continuidad, afrontar lo que tiene que hacer pensando que tiene que empezar de nuevo.
-Vos señalabas que siempre está la incertidumbre al momento de escribir.
- Por ejemplo, por lo menos en mi caso, lo que uno ha escrito antes no lo garantiza. Es
como el amor, uno puedo haberse enamorado antes pero siempre la situación del inicio
tiene una cuestión. Entonces, creo que está ligado al deseo, a situaciones que no se
pueden asociar a una suerte de experiencia que resolvería ese tipo de problemas. Salvo
los escritores profesionales o los escritores muy atados a una retórica casi de producción
dirigida.
- En ese sentido, en tu escritura se combina la alta literatura, no en un sentido
jerárquico sino de procedencia, con los géneros populares y masivos ¿En qué medida
lo popular es importante para tu oído y tu voz de escritor?
- Creo que nuestra generación insistió mucho en conectarse con eso que llamamos
géneros populares. No sólo en lo policial, que es uno de los lugares que me reconozco
desde el principio, sino también en la ciencia ficción y además hice experiencias en
historietas en la primera etapa de Fierro (la revista de Juan Sasturain). Fue experiencia
fantástica el trabajar con ellos. Ahora, si uno piensa en relación a la discusión sobre los
registros culturales, creo que los géneros populares tienen la característica de repetir
una fórmula, eso es lo que los identifica. Si vos pensás en el género policial te imaginas
que hay un detective en su oficina, llega una mujer que se le perdió el gato, empieza a
buscarlo y encuentra un muerto. De modo que podés seguir un criterio que el género
mismo se ha encargado de definir, es decir un elemento que define a los géneros
populares es esta pasión por la repetición de la formula, ahí el western sería un buen
ejemplo. Eso es lo que hace la distancia con la llamada “alta cultura”, que se definiría
por la capacidad de ser siempre “original”. Entonces, me parece que nuestra generación
comenzó sobre la necesidad de trabajar con restricciones, con fórmulas, con criterios
narrativos que no obedecen exclusivamente a la lógica de la pura invención abierta. Creo
que ese es el caso de (Manuel) Puig, en cierto sentido en caso de (Rodolfo) Walsh. Por ahí
creo que ha pasado para nosotros la relación entre literatura alta literatura y la
literatura popular. Esa tradición de trabajar con ciertos tipos de modelos de relato,
modelos abstractos, porque después hay que ponerles el contenido.
- En ese sentido ¿cómo te gustaría definir la originalidad?
- Pienso la originalidad como algo relacionado a mi propia obra, trato de no repetirme.
Me interesa la originalidad, si la entendemos como algo que no se parece a otra cosa, no
en relación a una media de originalidad, sino en la tentativa de no repetir fórmulas
propias. Tratar de encontrar originalidad en cada libro nuevo que voy escribiendo. La
originalidad me parece que es un trabajo de uno con lo que ya hizo, en relación a eso
habría que tratar de ser original.
- La crítica siempre destaca de tu obra “Respiración artificial” y “La ciudad ausente”
como dos novelas sobre las cuales hay mayor consenso en el sentido del tratamiento,
pero qué valor le das en el desarrollo de tu escritura a “Plata quemada” y “Blanco
nocturno” que, me parece, tienen muchos puntos de contacto y tienen registros más
populares y masivos
- No tenía en cuenta eso cuando las escribí. No es que pensaba en términos de “voy hacer
novelas que tengan una llegada más amplia”. En el caso de las dos novelas, como en las
anteriores, para mí se trataba de un desafío relacionado en el cual trataba de ver si era
posible encontrar un modo de hacer eso. En el caso de “Plata quemada”, lo que me
interesó era ver si podía entrar en los sentimientos de individuos que estaban puestos en
una situación de violencia extrema, como era el caso de esos individuos que habían
robado ese banco y se escapaban a Montevideo. Para mí, el desafío era ver si era posible
trabajar con personajes que estuvieran en un punto tan límite de la experiencia, cómo
podía hacer para imaginar cómo pensaban, cómo sentían y que lenguaje usaban.
Entonces trate de usar un lenguaje tan bajo como la historia que estaba contando.
[…]
- En tu caso, que siempre estás tan vinculado al cine. ¿Para vos, ha sido algo que ha
complementado y motivado la escritura literaria?
- Sí. Si hablo en nombre de mi generación, de (Juan José) Saer, Puig o de (Miguel)
Briante, todos hemos tenido la formación literaria y hemos ido mucho al cine. En
definitiva, si miramos retrospectivamente podemos decir que tuvimos una doble
biblioteca fundamental: la de los libros y la de las películas. Esa es una historia para
reconstruir alguna vez, de modo que el cine ha formado parte de nuestra cultura de un
modo muy inmediato, fue un gran momento para el cine. Bueno, siempre cuando uno es
joven cree es el mejor momento. (Risas)
- Se puede constatar históricamente…
- Lo que quiero decir es que literariamente, nosotros siempre hacíamos una broma y
tratábamos de escribir libros que no se pudieran llevar al cine, a ver si podíamos romper
con esa cuestión. Porque las novelas de Puig no tienen nada de cinematográficas. Al
contrario, son novelas con un trabajo verbal complejísimo, con técnicas narrativas muy
diversas que no obedecen al relato lineal del cine, si bien está muy presente en su
literatura pero él no se hace cargo de la retórica del cine al narrar, es un narrador
complejísimo, experimental que hace del cine un universo común con él. Si uno mira un
poco, el cine funciona como un punto de referencia pero no me parece que haya
producido efectos en la propia escritura. De todas maneras, si tuviera que hacer una
historia de quienes han sido influyentes, diría que el cine de (Jean-Luc) Godard fue muy
influyente para mí: alguien que hacia un cine donde hacia muchas citas, donde aparecía
la cultura como un elemento importante de la narración. Ese tipo de uso que hacia
Godard de la tradición cultural y de la tradición cinematográfica tuvo tanta
influencia para mí como pudo tenerla (Roberto) Arlt. Pero al mismo tiempo, Godard es
un cineasta muy particular no se puede asociar con el cine en el sentido más espontáneo.
- Ya que hablamos de imágenes, ¿cómo ves a las nuevas tecnologías, que en gran
medida parecen determinar nuestras vidas cotidianas en la actualidad? ¿Generan
nuevos tipos de lectores y escritores? ¿Aumentan o restringen el espacio literario,
según tu criterio?
- Es una cuestión complejísima. Creo que todavía no podemos resolver el modo en que las
nuevas tecnologías están influyendo en la creación en general. Uno podría decir que el
elemento que se puede identificar en la escritura contemporánea, es que desde luego
han cambiado muchos elementos que antes funcionaban de otra manera. En broma
podríamos decir que si nos pusiéramos a pensar en algunas historias clásicas, como
Romeo y Julieta, no podrían funcionar si tuvieran teléfonos celulares. Pareciera que
algunas historias están ligadas a cierto tipo de organización de la sociabilidad y que hay
muchas historias tradicionales que sería difícil contarlas si estuvieran a disposición el
mismo sistema de relación que tenemos hoy. Habría una suerte de influencia temática,
se supone que la literatura que se está escribiendo hoy está marcando cierto tipo de
diferencia en la forma que se relacionan las personas. Lo que quiero decir es que cada
instrumento nuevo que entró en la temática de la literatura produjo efectos. Los diálogos
literarios cambiaron mucho después de la invención del teléfono. Si mirás las novelas del
siglo XIX y ves las novelas posteriores al teléfono, vas ver que empieza a funcionar un
sistema de organización de diálogo mucho más elíptico, más implícito. Esta sería una
manera de ver como un elemento técnico influye sobre cierto tipo de construcción o
cierto tipo de creación. La otra cosa que me parece que debemos tener muy presente en
la conversación sobre este tema, es como se maneja la información. Hay una avalancha y
una circulación increíble de información. La relación que un novelista tiene con la
información siempre es importante, porque es necesario tener información sobre la
época en que se sitúa la novela para poder construir con cierto criterio ese momento.
Hoy esta todo a disposición en la Web. Cualquiera puede tener una carga de información
en una novela que antes no era posible. Se puede incorporar cualquier información que
quiera, si un personaje está en Italia y tiene que cruzar un puente mira donde está y lo
ubica inmediatamente. No se tiene que ir hasta Italia, como se hacía antes. Me parece
que ese sería otro elemento a tener en cuenta, cómo entra la información a la narración
y qué tipo de información.
[…]

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