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Lev F e d e r a l d e D e re c h o s d e A u t o r , T ít u lo V I De las Lim itaciones del Derecho de A u to r y de los


Derechos Conexos, C a p ítu lo II De la L im itación a los Derechos P atrim oniales, A r t íc u lo 1 4 8
A p a rta d o V:

Reproducción de p a rte s de la obra, p a ra la crítica e investigación científica, lite ra ria o artística.


pierre bourdieu
el sentido
práctico

siglo veintiuno
X ÍIW editores
Prólogo

¿Cómo puedo seguir una regla? Si no es una pregunta por las


causas, entonces es una pregunta que concierne a lajustificación
que yo tengo para ar/war según ella.
Si agoté las razones, entonces ahora he llegado a la roca dura, y
mi arado se dobla. En ese momento me inclino a decir: “Es así,
simplemente, como actúo”.
L. Wiri GKNSTEIN, Investigacionesfilosóficas.

El hombre (...) es el más imitador {mimetikotaton) de todos los


animales y es imitando {dia miníeseos) como adquiere sus
primeros conocimientos.
A risióteles, Poética.

De todas las oposiciones que dividen artificialmente a la ciencia


social, la fundamental y la más ruinosa es aquella que se establece entre el
subjetivismo y el objetivismo. El hecho mismo de que esta división renazca
incesantemente, bajo formas apenas renovadas, bastaría para testimoniar
que los modos de conocimiento que ella distingue le son igualmente indis­
pensables a una ciencia del mundo social que no puede reducirse ni a una
fenomenología social ni a una física social. Para superar el antagonismo
que opone a estos dos modos de conocimiento conservando al mismo
tiempo los logros de cada uno de ellos (sin omitir lo que produce la inte­
resada lucidez sobre la posición opuesta), hay que explicitar los presu­
puestos que tienen en común en cuanto modos de conocimiento doctos,
igualmente opuestos al modo de conocimiento práctico que se halla en el
principio de la experiencia ordinaria del mundo social. Ello supone some­
ter a una objetivación crítica las condiciones epistemológicas y sociales
que hacen posibles tanto el retorno reflexivo sobre la experiencia subje­
tiva del mundo social como la objetivación de las condiciones objetivas de
esa experiencia.
44 SENTIDO PRACTICO

El modo de conocimiento que puede llamarse fenoinenológico tiene por


objeto reflexionar sobre una experiencia acerca de la cual, por definición,
no se reflexiona: la relación primera de familiaridad con el ambiente fami­
liar, y echar luz, así, sobre la verdad de esa experiencia que, por muy ilusoria
que pueda parecer desde un punto de \ista “objetivo”, no deja de ser perfec­
tamente cierta en calidad de experiencia.^ Pero no puede ir más allá de una
descripción de lo que caracteriza como propio de la experiencia “vivida” del
mundo social, es decir la aprehensión de ese mundo como evidente, como
que se da por sentado (takenfor granted): si es así, es porque excluye la cues­
tión de las condiciones de posibilidad de esa experiencia, a saber la coinci­
dencia de las estructuras objetivas y de las estructuras incorporadas que
proporciona la ilusión de la comprensión inmediata, característica de la ex­
periencia práctica del universo familiar, y excluye al mismo tiempo de esa
experiencia toda interrogación sobre sus propias condiciones de posibilidad.
En un sentido más profundo, es también porque, al igual que el conoci­
miento práctico que toma por objeto, excluye toda interrogación sobre sus
propias condiciones sociales de posibilidad y más precisamente sobre la sig­
nificación social de la epoche práctica que es necesaria para acceder a la in­
tención de comprender la comprensión primera o, si se quiere, sobre la rela­
ción social completamente paradojatqnç^ supone el retorno reflexivo sobre la
experiencia dóxica.
El objetivismo, que adopta como proyecto establecer regularidades objeti­
vas (estructuras, leyes, sistemas de relaciones, etc.), independientes de las
conciencias y de las voluntades individuales, introduce una discontinuidad
truncada entre el conocimiento docto y el conocimiento práctico, expul­
sando al estado de “racionalizaciones”, de “prenociones” o de “ideologías” las

1 Es la evidencia y la transparencia en sí misma de la experiencia que so refle­


xiona (la del cogito), lo que el fenomenólogo (por ejemplo, el Sarlre de Id
imaginaño) oponía como lo ‘'cierto” a lo “probable” del conocimiento obje­
tivo: “Debemos repetir aquí lo que ya sabemos desde Descartes: una
conciencia reflexiva nos entrega datos absohuamcntc ciertos; el hombre
que, en un acto de reflexión, toma conciencia de tener una imagen, no se
puede equivocar. (...) Lo qtie se llama “imagen” se da inmediatamente
como tal a la reflexión. (...) Si estas conciencias se distinguen inmediata­
mente de toda.s las demás, es que se presentan a la reflexión con ciertas
marcas, con ciertas características, que inmediatamente determinan el
juicio ‘tengo una imagen’. El acto de reflexión tiene, pues, un contenido
inmediatamente cierto que llamaremos la esencia de la imaged' (J. P. Sartre,
L’imaginaire, París, GalUmard, 1948, pp. lS-14 [l.o imaginario, Buenos Aires,
Losada, 1976, pp. 13-14, el destacado es de Pierre Bourdieu]).
PROLOGO 45

representaciones más o menos explícitas de las que el último se arma. Recusa


igualmente el proyecto de identificar la ciencia del mundo social con una
descripción científica de la experiencia precientífica de ese mundo o, más
exactamente, de reducir la ciencia social, como Schütz y la fenomenología, a
“construcciones de segundo grado, es decir a construcciones de las construc­
ciones producidas por los actores sobre la escena social”'^o, como Garfinkel
y la etnometodología, a “rendiciones de cuentas” {accounts) que los agentes
producen.^ Hace surgir, al menos objetivamente, la olvidada cuestión de las
condiciones particulares que hacen posible la experiencia dóxica del mundo
social. Así, por ejemplo, recordando que la comprensión inmediata única­
mente es posible si y sólo si los agentes concuerdan objetivamente de manera
tal que asocien el mismo sentido al mismo signo o, en otros términos, de ma­
nera que se refieran, en sus operaciones de cifrado y desciframiento, a un
mismo y único sistema de relaciones constantes, independientes de las con­
ciencias y de las voluntades individuales, e irreductibles a su ejecución en prác­
ticas u obras (por ejemplo, la lengua como código o cifra), la semiología
saussuriana (o sus derivados, como el estructuralismo antropológico) no con­
tradice, propiamente hablando, el análisis fenomenológico de la experiencia
primera del mundo social como comprensión inmediata; sólo define sus lí­
mites de validez al establecer las condiciones particulares en las cuales es po­
sible tal análisis (es decir, la perfecta coincidencia de las cifras utilizadas en la
codificación y en la descodificación) y que el análisis fenomenológico ignora.
No deja de ser cierto que, en todas estas operaciones, el objetivismo no
toma en cuenta en absoluto lo que está inscrito en la distancia y la exterio­
ridad con respecto a la experiencia primera que es a la vez la condición y
el producto de las operaciones de objetivación: olvidando lo que recuerda el
análisis fenomenológico de la experiencia del mundo familiar, a saber la
apariencia de inmediatez con la que se ofrece el sentido de ese mundo,
omite objetivar la relación objetivante, es decir la ruptura epistemológica
que es también una ruptura social. Y, debido a que ignora la relación entre
el sentido vivido que la fenomenología social explicita y el sentido objetivo
que la física social o la semiología objetivista construyen, se proscribe ana­
lizar las condiciones de la producción y del funcionamiento del sentido del

2 Véase A. Schütz, Collected Papers, I, The Problem of Social Reality, Maurice


Nathanson (comp.), La Haya, Martinus Nijhoff, 1962, p. 59 [Elproblema de
la realidad, Buenos Aires, Amorrortu, 1974].
3 H. Garfinkel, Studies in Ethnomethodology, Englewood Cliffs, N.J., Prentice-
Hall, 1967. '
4 6 EL SENTIDO PRACTICO

juego social que permite vivir como algo evidente el sentido objetivado en
las instituciones.
De manera que no se puede superar la antinomia aparente de los dos mo­
dos de conocimiento e integrar sus logros, sino a condición de subordinar la
práctica científica a un conocimiento del “sujeto de conocimiento”, conoci­
miento esencialmente crítico de los límites inherentes a todo conocimiento
teórico, tanto subjetivista como objetivista, que tendría todas las apariencias
de una teoría negativa, si los efectos propiamente científicos que produce no
obligaran a plantear las preguntas ocultadas por todo conocimiento docto
[savante]. La ciencia social no solamente debe, como lo pretende el objeti­
vismo, romper con la experiencia indígena y la representación indígena de esa
experiencia; mediante una segunda ruptura, necesita además poner en cues­
tión los presupuestos inherentes a la posición de observador “objetivo” que,
además de prácticas, tiende a importar en el objeto los principios de
su relación con el objeto, como lo testimonia por ejemplo el privilegio que
concede a las funciones de comunicación y de conocimiento y que lo inclina
a reducir las interacciones a puros intercambios simbólicos. El conocimiento
no depende solamente, como lo enseña un relativismo elemental, del punto
de vista particular que un observador “situado y fechado” adopta sobre el ob­
jeto; es una alteración mucho más fundamental, y mucho más perniciosa
(puesto que, siendo constitutiva de la operación de conocimiento, está desti­
nada a pasar inadvertida), que se le hace soportar a la práctica por el solo he­
cho de tomar sobre ella un “punto de vista” y constituirla así en objeto (de ob­
servación y de análisis). Se sobreentiende que ese punto de vista soberano
jamás se adopta tan fácilmente como desde las posiciones elevadas del espacio
social, desde las cuales el mundo social se ofrece como un espectáculo que se
comprende desde lejos y desde arriba, como una representación.
Esa reflexión crítica sobre los límites del entendimiento docto no tiene
como fin desacreditar el conocimiento docto bajo una u otra de sus formas
para oponerle, o para sustituirlo por, como con frecuencia se ha hecho, un co­
nocimiento práctico más o menos idealizado; sino fundarlo completamente al
liberarlo de los sesgos que le imponen las condiciones epistemológicas y socia­
les de su producción. Por completo ajena a la intención de rehabilitación, que
ha descarriado la mayor parte de los discursos sobre la práctica, tal reflexión
apunta solamente a echar luz sobre la teoría de la práctica que el conoci­
miento docto comporta implícitamente y a hacer posible así un verdadero co­
nocimiento docto de la práctica y del modo de conocimiento práctico.
El análisis de la lógica de la práctica sin duda sería más avanzado si la tradi­
ción académica no hubiese planteado siempre la cuestión de las relaciones en-
PRÓLOGO 47

tre la teoría y la práctica en términos de valor. Es así como, en el famoso pasaje


del Teeteto, Platón falsea de entrada el juego cuando, a través de una descrip­
ción totalmente negativa de la lógica de la práctica^ que no es sino el reverso
de una exaltación de la skloU, libertad con respecto a las constricciones y urgen­
cias de la práctica que es proporcionada por la condición sine qua non del ac­
ceso a la verdad (“nuestros discursos nos pertenecen como criados”), ofrece a
ios intelectuales una “teodicea de su propio privilegio”. A ese discursojustifica­
dor que, en sus formas más extremas, define la acción como “incapacidad de
contemplar” (astheneia theorias), la filosofía (se trataría de la philosophiaplebeia
que el aristocratismo platoniano constituye negativamente) no le ha opuesto
nunca otm cosa que una alteración de signo, una inversión de la tabla de valo­
res, como en ese texto idealtípico en el que Nietzsche concluye la más aguda
crítica del conocimiento “puro” reivindicando para el modo de conocimiento
que él prefiere por sobre el primero las mismas virtudes que el primero pro­
fesa, como la objetividad: “A partir de ahora, señores filósofos, guardémonos
mejor, por tanto, de la peligrosa y vieja patraña conceptual que ha creado un
‘sujeto puro del conocimiento, sujeto ajeno a la voluntad, al dolor, al tiempo’,
guardémonos de los tentáculos de conceptos contradictorios, tales como ‘ra­
zón pura’, ‘espiritualidad absoluta’, ‘conocimiento en sí’: aquí se nos pide
siempre pensar en un ojo que de ninguna manera puede ser pensado, un ojo
carente en absoluto de toda orientación, en el cual deberían estar entorpeci­
das y ausentes las fuerzas activas e interpretativas, que son, sin embargo, las que
hacen que ver sea ver algo; aquí se nos pide siempre, por tanto, un contrasen­
tido y un no-concepto de ojo. Existe únicamente un ver perspectivista, única­
mente un ‘conocer’ perspectivista, y cuanto mayor sea el número áe afectos a los
que permitamos decir su palabra sobre una cosa, cuanto mayor sea el número de
ojos, de ojos distintos que sepamos emplear para ver una misma cosa, tanto más
completo será nuestro ‘concepto’ de ella, tanto más completa será nuestra ‘ob­
jetividad’”.^ Sin duda lo difícil es que uno no puede salir del juego de las pre­
ferencias invertidas para producir una verdadera descripción de la lógica de la

4 A través de la evocación de los intelectuales “prácticos”, Platón desprende


dos de las propiedades más importantes de la práctica, esa “carrera por la
vida” {peripsychés o dromos), a saber la presión de la urgencia temporal (“el
agua de la clepsidra se apresura en correr”) que impide detenerse en los
problemas interesantes, retomarlos varias veces, volver atrás, y la existencia
de empeños [enjeux\ prácticos, aveces vitales {Teeteto, 172c-l73b).
5 F. Nietzsche, La généalogie de la morale, trad, francesa de H. Albert, París,
Mercure de France, 1948, p. 206 [La genealogia de la moral, Madrid, Alianza,
1972, p. 139].
4 8 EL SENTIDO PRÁCTICO

práctica sin poner enjuego la situación teórica, contemplativa, académica, a


partir de la cual se sostienen todos nuestros discursos, incluidos los más encar­
nizados en valorizar la práctica.
Pero el más temible de los obstáculos para la construcción de una ade­
cuada ciencia de la práctica reside sin duda en el hecho de que la solidaridad
que liga a los doctos en su ciencia (y en el privilegio social que la hace posi­
ble y que ella justifica o procura) los predispone a profesar la superioridad
de su saber, a menudo conquistado al precio de inmensos esfuerzos, contra
el sentido común, incluso a encontrar en esa superioridad una justificación
de su privilegio, en lugar de producir un conocimiento científico del modo de
conocimiento práctico y de los límites que el conocimiento docto debe al
hecho de que reposa sobre el privilegio. Así, tal tratado clásico de economía
no evocará la lógica específica de la práctica y del sentido común sino para
arrojarla en la indignidad; denunciando la pretensión de los agentes econó­
micos a poseer un conocimiento adecuado de los mecanismos económicos,
el economista “docto” reivindica el monopolio del punto de vista total sobre el
todo, y se proclama capaz de trascender los puntos de vista parciales y particu­
lares de los grupos particulares y de escapar a los errores que tienen por prin­
cipio el paralogismo de composición {fallacy of composition^). Todo conoci­
miento objetivista encierra una pretensión de dominación legítima: así
como, en Troihy Crésida, las ideas generales del general reducen a la ceguera
interesada las críticas que Tersites, el simple soldado, opone a los grandes de­
signios estratégicos, del mismo modo la pretensión del teórico de un punto
de vista absoluto, “geometral de todas las perspectivas”, como habría dicho
Leibniz, encierra la reivindicación de un poder fundado en la razón sobre
los simples particulares destinados al error, que es privación, por la parcialidad
partidaria de sus puntos de vista particulares.
Lo no analizado de todo análisis docto (tanto subjetivista como objetivista)
es la relación sutyetiva del científico [savant) con el mundo social y la rela­
ción (social) objetiva que supone esa relación subjetiva.^ El intelectualismo

6 P. A. Samuelson, Economics, Nueva York, Londres, Mac Graw Hili Co., 1951,
pp. 6-10 (trad, francesa, París, Aiinand-Colin, 1972, p. 33) [Curso de econo­
mía moderna, Madrid, Aguilar, 1973, pp. 12-13].
7 El productor de discurso sobre objetos del mundo social que omite objeti­
var el punto de vista a parúr del cual él produce ese discurso tiene buenas
posibilidades de no ofrecer otra cosa que ese punto de vista; lo atestiguan
todos esos discursos sobre el “pueblo” que hablan menos del pueblo que de
la relación con el pueblo de aquel que los sostiene o, más sencillamente,
de la posición social a partir de la cual habla del pueblo.
PRÓLOGO 49

es, si se me permite la expresión, un intelectualocentrismo que conduce a co­


locar en el principio de la práctica analizada, a través de las representaciones
construidas para explicarla (reglas, modelos, etc.)» la relación con el mundo
social que es precisamente la del obser\'ador y, por ese medio, la relación so­
cial que hace posible la observación. El hecho de proyectar una relación teó­
rica no objetivada en la práctica que uno se esfuerza por objetivar se encuen­
tra en el principio de un conjunto de errores científicos, todos ligados entre
ellos (de manera que sería ya un progreso considerable si se precediera todo
discurso docto sobre el mundo social con un signo que habría que leer:
“todo ocurre como si.. y que, funcionando a la manera de los cuantificado-
res de la lógica, recordaría continuamente el estatuto epistemológico del dis­
curso docto). No es, pues, para rendir tributo a una especie de gusto gratuito
por los prerrequisitos teóricos, sino para responder a las necesidades más
prácticas de la práctica científica, que hay que proceder a un análisis de la ló­
gica específica y de las condiciones sociales de posibilidad del conocimiento
docto (y muy especialmente de las teorías de la práctica que ese conoci­
miento involucra implícitamente), que es, de manera inextricable, un análi­
sis de la lógica específica del conocimiento práctico.

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