Armando Gómez Villalpando Maestro-Investigador de UPN Guanajuato
En esta época pletórica de información, el tema del conocimiento se convierte en un
asunto problemático: ¿cómo poder conocer habiendo tantísima información? Esta es una pregunta crucial, ya que plantea el desafío que tiene el entendimiento de cualquiera ante la tarea de hallarle sentido a volúmenes tan enormes de información, tan diversa y de tan diferentes niveles y fuentes de procedencia. Como todo conocimiento implica un monto de información suficiente (aunque no ilimitado), esto nos lleva a otra pregunta: ¿cómo seleccionar la información relevante? Y es que no es fácil seleccionarla si no llevamos a cabo ciertas estrategias básicas de selección de información como, por ejemplo, leer sobre el tema en una enciclopedia o en un diccionario especializado para conocer la estructura básica y los conceptos clave del tema. Este paso no basta para seleccionar toda la información relevante, pero sí lo es para saber cuáles son las siguientes fuentes de información, mismas que llevarán a otras, y así, sucesivamente, podríamos ir acrecentando no sólo el monto de información conocida, sino también, y eso es mucho más importante, el sentido de lo que nos interesó. En efecto, en el momento en el cual conocemos algunos de los patrones de sentido de la información, llegamos a la estructura del tema y, por así decirlo, ya no vemos un sinnúmero de células diversas, sino tejidos, órganos y sistemas, y ese es, entonces, el momento en el cual hemos logrado depurar la información y hemos descubierto cómo se articula. Al ocurrir esto, se ha pasado del tener noticias o datos sobre algo, esto es, información, a tener conocimiento sobre algo. Es sorprendente cómo cambia el panorama para nuestro entendimiento del antes de conocer y estar empantanado en la información, al después de conocer y dominar la información. Podríamos decir que nuestros hijos, o nuestros estudiantes, o nosotros mismos no hemos logrado alfabetizarnos en el manejo de la información sino hasta que logramos esa síntesis feliz entre la cantidad como la diversidad desestructurada, constituida por la información sin digerir, y la calidad como organización abstracta, constituida por el conocimiento sin referentes. De este modo, queda claro que la información son datos que podemos tener a nuestro alcance y comprender, y a veces tiene una vigencia corta, ya que sufre la obsolescencia con el paso del tiempo, mientras que el conocimiento es lo que nos permite tomar decisiones y actuar. Su materia prima es la información, pero ésta no permite actuar hasta que se convierte en conocimiento. El conocimiento es una información dirigida a la realización de una actividad, a solucionar un problema, es información integrada y contextualizada por el criterio y la intencionalidad del sujeto. Queda claro, entonces, que cuando conocemos pasamos de ser dominados por la información, a ser sus dominadores, y con ello alcanzamos una de las metas educativas más altas, que es la de tener la pericia y ganar la confianza suficiente para desempeñarnos intelectualmente en la era de la información.