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Festival Petronio Álvarez: una percepción errónea

Lo que comenzó con un “que pereza tener que ir por allá” terminó con un “¿a lo bien
ya se acabó?”, en pocas palabras esa fue mi experiencia en el Petronio. Desde que
supe la existencia del festival no hacía sino escuchar expresiones como: “para qué
ir a esa tumultera a oler pura chucha” y a partir de ello comencé a suponer como
era el Petronio. Sinceramente cuando el profesor dijo que debíamos ir, me dio como
una maluquera en el estómago y así seguí hasta el momento en que me bajé del
carro y me dirigí a la entrada. Que ambiente, nada parecido a lo que estoy
acostumbrada, eso pensaba mientras iba caminando, pero luego se pasó por mi
cabeza la voz de Perdomo diciendo “vayan a gozarla” y me puse en ese plan.
Me llamó mucho la atención la cantidad de extranjeros, principalmente americanos,
españoles y argentinos, es bonito y a la vez triste ver como las personas de afuera
valoran y encuentran agradable asistir a este tipo de eventos, comparado con
nosotros, que siendo nuestras raíces muchas veces nos hacemos los ciegos y no
lo valoramos. Lo más traumático fue ese momento en que salió un chico
diciéndome “mami le tengo el tumba tetas baratico”, mi cara fue de “¿el tumba
qué…?”, pero cuando le pregunté de qué estaba hecha la bebida no supo
responder, así que seguí mi camino y me fui pensando en el por qué los nombres
sexistas de los tragos. Cuando llegué a la entrada, me gustó mucho la logística,
hombres por un lado y mujeres por el otro. Al entrar fui primero a ver las pinturas y
esas cosas, hasta que una señora tumbó unos tableros y solo por querer reírme,
salí del lugar y fui directo a la zona de comidas; cuando llegué tuve que tomar una
decisión, comer o beber, ya se imaginarán que escogí.
A medida que me iba acercando al lugar donde estaba la tarima, me iba
familiarizando con la música, quería llegar ya y bailar, pero al final no bailé. “Deme
una botella de arrechón pero que este fría y déjemela barata que ahora llegan unas
amigas y le compramos más” y asi fue. Que vaina más fuerte, en mi vida había
probado un trago tan fuerte, con el primer tragó ya estaba pensando que eso me
iba a dar tres vueltas, pero mi hígado pasó la prueba, por más que tomé no me dio
nada, me dediqué a disfrutar de la música, la buena compañía y el sabor del
arrechón. Fue bastante curioso ver la cantidad de vendedores, precios diferentes,
colores diferentes y sabores diferentes, a pesar de ser el mismo trago, uno ni sabía
cuál era el original, pero según yo, mi arrechón, de las arrecheras de la chacha, era
el más rico, porque el arrechón de Kike sabía a remedio. No he podido sacarme de
la cabeza a un grupo de argentinos, borrachos, llevados del carajo que no hacían
sino bailar, bailar y bailar, parecían locos, pero hasta llegué a pensar en meterme
en esa colada y bailar con ellos. Otra cosa que me gustó mucho fue la vestimenta
de las mujeres del pacifico, que lindas se veían todas con su turbante, lo lucían de
distintas formas con distintos peinados, me encantó porque es lindo ver como se
sienten orgullosas de su cultura.
Ahora hablemos de su música, sus letras que expresaban el orgullo que sienten de
ser quienes son, de venir de donde vienen, el orgullo de su tierra, de sus
costumbres, de su gastronomía, no me pregunten que orquesta me gustó más,
porque no recuerdo ningún nombre, solo recuerdo algo con Chirimía que me gustó
mucho, pero realmente todo lo que escuché me encantó, por ser diferente a lo
comercial, por hablar de lo que realmente vale la pena, por resaltar su cultura, por
mostrar que la buena música no debe de ser permeada con letras sexistas, sin
embargo, me llamó mucho la atención que habían grupos que incluían otros
instrumentos como piano y guitarra, sonaban bien, pero me gustó más a lo que
decidí denominar “las orquestas puras”, es decir, aquellas que no incluían otros
instrumentos que no fueran los de su tierra.
Finalmente, después de tanto tomar, de tanto reír, lanzaron las palabras que no
quería escuchar, “buenas noches” y todo se apagó automáticamente y fue entonces
en ese momento en que dije “¿a lo bien ya se acabó?”, estaba tan cómoda
disfrutando de ese ambiente que nunca había experimentado y no quería dejar de
experimentar, que solo me quedó pararme, resignarme y lamentarme por no haber
llegado más temprano, por nunca haber asistido al Petronio en sus versiones
anteriores, pero lo más importante es que salí con un punto de vista totalmente
diferente al que tenía cuando entré, ahora espero con ansias el próximo año para
volver y disfrutar todos los días de este festival tan bonito, ya solo me queda decir,
gracias Perdomo por mandarme al Petronio.

Ana María Henao Ll.


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