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LAS SONRISAS ALAMBRADAS Y LAS QUE NO.

Alicia tenía brackets, a ella le molestaba comer mango y que las hilachas quedaran enrededadas
entre cada alambre, pero cuando comía maní, un bracket se le desprendía y le encantaba deslizar
la lengua en el diente de textura liza que habitualmente era incómodamente rechinante.

Aunque más que ver sus relucientes cercas bucales, quería ver sus dientes resplandecientes,
blanquitos y lícitos cual si fuesen cuadritos de chicles tumix.

Su tratamiento odontológico terminó y ella dichosa mostraba sonrisas frecuentemente.

Alicia pensaba que una sonrisa podría causar en quien la viera un motivo para acrecentar la
alegría.

Los pequeños detalles hacen ardiente y efervescente la aventura del estar.

Un día salió y le sonrió al portero de su edifico y él con un gesto apático reaccionó.

Compró un envuelto de mazorca y le dijo al vendedor : “! Gracias, que tenga un lindo dia!” y él Sr
que atendía le dijo: “a la orden” a quien seguía en la fila.

Cuando estaba en transmilenio a una Sra embarazada se le calló un papel, Alicia lo alzó, se lo
entregó y Sra al igual que los otros dos personajes no mostró ni un ajo de importancia. Fueron
cuatro veces que el hecho se repitió y a la cuarta vez a quien le sonrió fue a un niño que tenía
brackets y él entusiastamente le dijo: “tus dientes me hacen provocar de un chicle sabor a
menta”, Alicia le respondió: “Me gusta verte sonreír porque el color plateado de tus cercas
bucales cautivan el corazón”, le dio un chicle de menta que le había comprado a un vendedor
ambulante de transmilenio. El niño lo recibió y alegremente siguió su tránsito.

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