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Religión y comercio en Asia desde el 1000 a.C. hasta 1400 d.C.

Por Richard Foltz

Desde hace muchos siglos, la mayoría de las religiones del mundo han seguido un patrón
similar de crecimiento y difusión desde el oeste hacia el este a lo largo de la ruta comercial
transasiática conocida como la Ruta de la Seda. El budismo, el cristianismo, el
maniqueísmo (fe antiguamente muy expandida que desapareció en el siglo XVI) y el islam
fueron transmitidos principalmente a través de los viajes de mercaderes y misioneros que se
unían a sus caravanas. A medida que aparecían nuevas comunidades religiosas por toda
Asia, su permanencia dependía en gran parte del apoyo de estos comerciantes. Así, la
relación entre las tradiciones religiosas y los comerciantes era de dependencia; desde el
punto de vista histórico, la propia idea de religión mundial está indisolublemente unida a la
actividad comercial de larga distancia.

Desde el 1000 a.C hasta el 200 d.C.


La Ruta de la Seda discurría por el extremo sur de la estepa central de Eurasia, en el punto
de unión de las secas llanuras y las montañas, allí donde las corrientes de escorrentía (Agua
de lluvia que discurre por la superficie de un terreno) proporcionan un suministro de agua
fiable. En esta zona ecológica de transición algunos emigrantes se asentaron y fundaron
ciudades-oasis donde los viajeros pudiesen descansar, reabastecerse y comerciar. La Ruta
de la Seda debe su nombre al comercio de seda china, producto muy apreciado en la Roma
imperial, en dirección este-oeste. A su vez, los comerciantes llevaban a China oro, plata y
lana. Un fragmento de seda descubierto en una tumba egipcia fechada aproximadamente en
el año 1000 a.C. es una de las primeras evidencias de este tráfico, aunque algunos
investigadores opinan que la actividad de la ruta había comenzado algunos siglos antes. Los
persas de la estepa probablemente jugaron un papel importante en el transporte de
productos a través de distancias tan amplias. También es posible que los antiguos israelitas,
antepasados de los judíos, comerciaran a través de la Ruta de la Seda. La tradición judía
afirma que los mercaderes israelitas ya comerciaban con China en el siglo X a.C., durante
el reinado del rey David, aunque este dato no ha podido ser confirmado. Sin embargo, sí es
seguro que en el año 722 a.C. los israelitas vivían en el mundo oriental persa, porque sus
conquistadores asirios les habían trasladado en cautiverio hasta allí. Los patrones de la
actividad comercial judía posterior sugieren que los israelitas trasladados al área persa
probablemente se dedicaron al comercio.
En la edad antigua, las religiones carecían de una actividad proselitista de carácter
misionero. Las tradiciones religiosas típicas eran consideradas como atributos culturales
específicos, no como verdades universales que debían ser adoptadas por todos los pueblos.
Así, por ejemplo, las religiones de los persas e israelitas se difundieron ampliamente por el
mundo antiguo, pero los pueblos con los cuales comerciaban percibían su influencia
religiosa más como ideas extranjeras interesantes que como una verdad espiritual última de
la que dependía la salvación. Los beneficios de un enfoque religioso particular
probablemente eran considerados como propiedad inalienable de la cultura que lo poseía.
Por ejemplo, aunque los chinos creían claramente que los sacerdotes persas tenían
especiales habilidades de adivinación, la idea de convertirse a una religión persa hubiera
sido impensable para los chinos porque la espiritualidad del sacerdote no implicaba ninguna
doctrina que afirmase su exclusividad con un único dios. Y sin embargo los chinos
utilizaron a los sacerdotes persas hasta el periodo mongol, que comenzó en el siglo XIII
d.C.
Cuando el rey persa Ciro II el Grande liberó a los judíos cautivos en Babilonia en el 559
a.C., muchos de éstos decidieron quedarse a residir dentro del Imperio persa. En el este,
ello significaba la unión con las comunidades de exiliados israelitas existentes. Al mismo
tiempo, estos pueblos permanecieron en contacto con otros grupos hebreos desde Babilonia
a Egipto, probablemente a través del comercio. Aquellos que vivían en el mundo persa
llevaron diferentes aspectos de la cultura persa a los habitantes de otras regiones, y de esta
forma muchas ideas religiosas persas fueron absorbidas por el judaísmo y, más tarde, por el
cristianismo, el maniqueísmo y el islam. Entre estas ideas se encontraba una visión
escatológica (sobre el fin del mundo) y las creencias en un salvador mesiánico, la
resurrección del cuerpo, el juicio final, un paraíso celestial, un infierno para los pecadores y
una fuerza sobrenatural responsable del mal.

Hacia el siglo IV a.C., había arraigado en la India una nueva filosofía religiosa que, a
diferencia de las religiones anteriores, afirmaba ofrecer un camino abierto y universal hacia
la salvación. El budismo fue la primera religión proselitista del mundo y sus misioneros
viajaron por todo el mundo comunicando su mensaje. La difusión del budismo estaba
directamente relacionada con el comercio de larga distancia. Para los misioneros, como
para todos los demás viajeros, el único medio viable de afrontar los peligros y dificultades
inherentes al viaje era unirse a las caravanas de mercaderes. En muchos casos los propios
misioneros eran también mercaderes. A medida que el budismo se extendió y la tradición
de ascetas itinerantes dejó paso a la fundación de monasterios, los seguidores laicos que
apoyaban económicamente estas instituciones eran a menudo viajantes de negocio.
Una leyenda del budismo Theravada (una de las dos principales ramas del budismo) relata
que dos mercaderes que viajaban desde Asia central encontraron al propio Buda durante un
viaje a la India. Quedaron subyugados por sus enseñanzas y al volver a sus hogares
fundaron en Bactra (Balj, en el actual norte de Afganistán) el primer templo budista de la
Ruta de la Seda. Aunque esta leyenda no ha podido ser confirmada mediante evidencia
histórica, resulta creíble y en los siglos siguientes Bactra se convirtió en uno de los
principales centros budistas. La Ruta de la Seda permitió el paso de influencias tanto del
este como del oeste, y se ha sugerido que la otra rama principal del budismo, la Mahayana,
que domina en China, Japón y Tíbet, surgió no en la India sino en Asia central, gracias a
este constante tráfico de culturas e ideas.
Muchas de las principales características del budismo Mahayana muestran influencias
persas, tales como la función soteriológica (salvación) de los bodhisattvas (personas que
ayudan a los demás a alcanzar la salvación) y la asociación del Buda Amitabha con la luz
divina. Las influencias griegas entraron en esta mezcla cultural con las conquistas en Asia
central y en la India del rey de Macedonia, Alejandro Magno, hacia el 320 a.C. El arte
representativo budista parece derivar de las tradiciones helenísticas, y numerosas historias
griegas, incluida la abducción de Ganímedes y la historia del caballo de Troya, aparecerían
más tarde bajo formas budistas indias. Tras los ejércitos de Alejandro fueron los
comerciantes y colonos griegos los que actuaron de conductos culturales entre la India, el
Asia central y el Mediterráneo.
Los principales transmisores del budismo a China fueron los pueblos persas de Partia,
Bactriana y Transoxiana (Sogdiana), cuya ventajosa posición entre el este y el oeste les
permitió actuar de intermediarios a lo largo de la Ruta de la Seda. En particular los
sogdianos establecieron comunidades a lo largo de las rutas comerciales desde Irán y la
India hasta China, y para reforzar las relaciones con sus socios comerciales aprendían las
lenguas locales y adoptaban las costumbres locales de los lugares a donde iban. Cuando
trataban con budistas eran receptivos al proselitismo de sus socios y, una vez convertidos al
budismo, adoptaban sus enseñanzas y hacían partícipes de la nueva religión a sus
congéneres sogdianos y a otros socios de negocio más hacia el este. Este patrón lo
repitieron los mercaderes sogdianos en siglos posteriores con el cristianismo, el
maniqueísmo y el islam.
No parece que el budismo consiguiese muchos adeptos en la zona occidental del este de
Irán, dado que no se han observado grandes influencias de religiones índicas sobre el
mundo mediterráneo hacia el siglo I d.C. Sin embargo, resulta interesante analizar los
posibles paralelismos entre el budismo y la siguiente fe universal, el cristianismo, que
también desarrolló un esfuerzo misionero sofisticado y concertado desde los mismos inicios
de su andadura histórica.
Las religiones de China no se transmitieron hacia occidente. Como era normal en las
creencias tradicionales, la mayor parte de los taoístas y confucianos no realizaron
proselitismo fuera de las fronteras de China dado que consideraban sus ideas como
íntimamente ligadas a la cultura china. La poderosa influencia de los chinos sobre otros
pueblos del este de Asia se debió en gran parte a que su civilización era la más poderosa del
este asiático.

Entre el 200 y 1400 d.C.


El cristianismo
Gran parte de los primeros cristianos eran judíos que difundieron el cristianismo a través de
redes comerciales judías con base en la antigua Babilonia. Durante los primeros siglos de la
era cristiana, las disputas doctrinales llevaron a los cristianos orientales a afirmar cada vez
más su independencia frente al liderazgo del cristianismo mediterráneo. A finales del siglo
V d.C., la Iglesia oriental, con sede en la capital persa de Ctesifonte, en Mesopotamia, se
escindió de la Iglesia de Roma. En el año 497, un sínodo de obispos orientales declaró el
nestorianismo (una teología que confirmaba la diferencia entre la naturaleza humana y la
naturaleza divina de Jesucristo) como su doctrina oficial.
Fue esta rama nestoriana del cristianismo la que los comerciantes persas y sogdianos
transmitieron hacia el este por la Ruta de la Seda. A mediados del siglo VII se fundaron
obispados nestorianos en Samarcanda (centro de Uzbekistán) y Kashgar (en la actual región
autónoma uigur de Xinjiang, en China). En las estepas, los sacerdotes nestorianos persas
que hacían milagros, considerados por los turcos como chamanes especialmente poderosos,
bautizaron a gran cantidad de tribus nómadas turcas.
En el 635, una misión nestoriana encabezada por persas llegó a la corte imperial china en
Chang’an (actualmente Xi’an) llevando consigo escrituras cristianas. Estos textos, que
rápidamente fueron traducidos al chino, indican que la mezcla de ideas y símbolos típica de
la Ruta de la Seda estaba transformado el cristianismo oriental. A las escrituras se les
denominó sutras y a los santos cristianos budas. En el 781, la comunidad cristiana de
Chang’an conmemoró sus primeros 150 años de existencia erigiendo una columna, que era
el símbolo nestoriano. La inscripción de la columna describe las ideas cristianas en
términos extraídos del budismo, confucianismo y taoísmo.

El maniqueísmo
A principios del siglo III, surgió otra religión proselitista universal en la zona cultural
semítico-persa de Mesopotamia: el maniqueísmo. Su profeta, Mani, nacido de padres partos
pertenecientes a una secta bautista judeocristiana, marchó a los 20 años en viaje a la India,
donde también absorbió diferentes influencias. Su religión procedía de tradiciones
semíticas, persas e indias combinadas con una creencia en el gnosticismo (la salvación a
través del conocimiento secreto). Postulaba un universo radicalmente dual en el que el bien
y el mal se encontraban en constante lucha. Junto con ciertos conceptos budistas tales como
la reencarnación, Mani adoptó la estructura social en cuatro partes del budismo, dividida
entre monjes y laicos masculinos y femeninos.
Mani, que se denominaba a sí mismo apóstol de Jesucristo, gozó durante un breve periodo
del apoyo del emperador persa de la dinastía Sasánida, Sapor I, y con su protección oficial
lanzó un programa misionero de gran éxito. En poco tiempo sus enseñanzas alcanzaron una
importante popularidad en las áreas mediterránea y persa, convirtiéndose en una grave
amenaza para las demás opciones religiosas. Su principal rival en la corte Sasánida era
Kartir, el máximo sacerdote de la religión monoteísta persa de Zoroastro. Katir deseaba
hacer del sistema religioso zoroastrista la religión estatal oficial. Los esfuerzos de Kartir
triunfaron y Mani fue enviado a prisión, donde falleció en el año 276 a la edad de 60 años.
A pesar de la persecución a que fueron sometidos sus seguidores por parte de los imperios
de Roma y de los Sasánidas, el maniqueísmo siguió difundiéndose y ganando adeptos. En
el este, los mercaderes sogdianos jugaron una vez más un papel primordial en la
transmisión de la religión por la Ruta de la Seda, a través de sus comunidades de
comerciantes. Se estableció uno de los principales centros maniqueístas en la capital
sogdiana de Samarcanda, fuera del alcance de los Sasánidas. Desde allí los misioneros
maniqueos viajaron a China, donde presentaron su religión ante la corte imperial, a finales
del siglo VII.
En el 763, los maniqueos sogdianos que vivían en la ciudad de Luoyang obtuvieron
audiencia ante el rey de los turcos uigures, al que el emperador chino había invitado para
que le ayudara a sofocar una rebelión. Los sogdianos volvieron con los uigures a su capital
al norte de la cadena montañosa de Tian Shan y finalmente consiguieron convertir al rey a
su fe. Bajo el patronazgo del rey turco, el maniqueísmo se convirtió en la religión oficial
del reino uigur hasta 840, y varios siglos después esta religión todavía tenía gran número de
adeptos turcos. La gran mayoría de los textos y pinturas maniqueas existentes actualmente
procede de los monasterios del siglo X de la región de Turfan, en el oeste de China. Los
monasterios maniqueos, como los budistas, obtenían el grueso de su financiación de
donaciones de seguidores laicos, especialmente comerciantes.
En el oeste, los misioneros maniqueos presentaron su religión como una forma más
auténtica del cristianismo. En el este, hicieron lo mismo y presentaron su fe disfrazada en
gran medida como budista. Cuando el cristianismo se convirtió en la religión oficial del
Imperio romano en el 313, los maniqueos fueron perseguidos como herejes. La persecución
fue tan fuerte que hacia el siglo VI el maniqueísmo pareció haberse extinguido en gran
medida en Europa, aunque más tarde se observaría la influencia del maniqueísmo en los
movimientos medievales de los cátaros en la Provenza (en la Francia actual) y de los
bogomilos en los Balcanes.
En el este, el maniqueísmo perduró hasta al menos el siglo XVI. Todavía existe un templo
maniqueo en la ciudad de Cao’an (Ts’ao-an), cerca de Quanzhou, en el sureste de China,
aunque sus fieles creen actualmente que la estatua de Mani situada en el patio es una
imagen de Buda.
El islam
A comienzos del siglo VII surgió el islam en el oeste de Arabia. El profeta Mahoma, su
fundador, comenzó su carrera como viajante de negocios. Según su modelo, en el islam se
concede un estatus más elevado a las profesiones comerciantes que en otras tradiciones
culturales. Las conquistas árabes seguían rutas comerciales internacionales y, como
resultado, la legislación islámica cada vez regulaba en mayor medida el mercado. Hacia el
711 los árabes habían conquistado Transoxiana (en el sureste de Asia central) y los
comerciantes sogdianos volvieron a percibir las ventajas de pertenecer a una cultura con
contactos comerciales de gran alcance.
Las misiones comerciales árabes llegaron a China pocos años después de la muerte de
Mahoma, estableciendo conexiones mantenidas posteriormente por los musulmanes persas
y sogdianos. El mercader persa, durante mucho tiempo un símbolo del folclore chino, se
convirtió en una imagen islámica, aunque los chinos no hacían diferencia entre los
comerciantes musulmanes y los judíos.
Durante la hegemonía de los mongoles en los siglos XIII y XIV, prosélitos de todas las
creencias occidentales ocuparon diferentes puestos en China, aunque sus destinos estaban
vinculados a sus patronos. Con la caída de la dinastía mongol Yuan en 1368, el periodo de
paz que tanto había favorecido el comercio transasiático tocó a su fin. Rotas sus conexiones
con los centros culturales en Occidente, el zoroastrismo, el judaísmo, el maniqueísmo y el
cristianismo fueron desapareciendo de la escena en el este de Asia. El islam quedó como fe
minoritaria de turcos y musulmanes chinos del pueblo hui. Sólo el budismo se había
adaptado e integrado lo suficiente como para seguir siendo una fuerza viva dentro de la
sociedad china.
Seiscientos años después, el legado de la Ruta de la Seda puede encontrarse en forma de
incisiones en algunas rocas, en antiguos templos budistas o tumbas de tierra. La Ruta de la
Seda también legó creencias espirituales que llegaron a convertirse en “religiones
mundiales” transmitidas por las caravanas del comercio entre Oriente y Occidente, que
llegarían a difundirse a través del tiempo y del espacio por todo el mundo.

Acerca del autor: Richard Foltz ha sido profesor en las universidades de Columbia y
Brown, así como en el Gettysburg College.

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