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Daniel Kalpokas
En “Avoiding the Myth of the Given”, McDowell retoma varios de los temas que
lo habían preocupado en Mind and World, pero esta vez para introducir algunas
modificaciones puntuales a su proyecto filosófico que, prima facie, pueden resultar
desconcertantes. Puntualmente, en dicho artículo McDowell introduce dos correcciones
a sus puntos de vista desplegados en Mind and World, a saber, por un lado, ya no cree
que el contenido de las experiencias sea de carácter proposicional, esto es, que las
experiencias posean el mismo tipo de contenido que poseen los juicios; por el otro lado,
tampoco cree ya que el contenido de una experiencia precise incluir todo lo que el
1
Se han escrito varios libros sobre la obra de McDowell, tanto para presentar su filosofía como para
discutir distintos aspectos de ella. Por ejemplo, para una presentación general de la filosofía de
McDowell, véase Thornton (2004) y Gaynesford (2004). Para discusiones de la obra de McDowell, véase
Gaskin (2006), MacDonald & MacDonald (2006), Smith (2002), Lingaard (2008) y Schear (2012).
2
Lo Dado en el sentido del Mito sería una disponibilidad para la cognición de sujetos
cuya aprehensión de lo que es supuestamente Dado a ellos no recurre a las capacidades que son
requeridas para la clase de cognición en cuestión (McDowell, 2009ª, p. 256).
2
Véase McDowell (2002, 2009b).
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McDowell, uno tendría que acuñar un adjetivo o introducir una expresión demostrativa
del tipo “teniendo ese tono de color” (McDowell, 2009ª, p. 263).
4
Véase también McDowell (2009ª, p. 265).
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“La unidad del contenido intuitivo refleja una operación de la misma función unificadora que opera en
la unidad de los juicios, en ese caso activamente ejercida. Esta es la razón de por qué es correcto decir que
el contenido unificado en las intuiciones es de la misma clase que el contenido unificado de los juicios:
esto es, contenido conceptual” (McDowell 2009ª, p. 264)
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Es más, McDowell lega a decir que “la función que provee unidad es esencialmente una facultad para la
actividad discursiva, un poder para juzgar (McDowell, 2009ª, p. 264); aunque su función unificadora en la
intuición no sea un caso de actividad discursiva.
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4. Ahora bien, si esta es toda la motivación que McDowell posee para su cambio
de opinión sobre el contenido de la experiencia, entonces creo que está equivocado,
pues del hecho de que se adscriba contenido proposicional a la experiencia perceptiva
no se sigue, sin más, que la noción de experiencia colapse con la de creencia perceptiva.
Existen algunas características que son propias de la experiencia perceptiva que, aun
suponiendo que sea efectivamente un caso del tomar las cosas como siendo de cierto
modo, nos permiten diferenciarla de las creencias perceptivas.
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Véase, por ejemplo, Husserl (1913); McGinn (1982); Searle (1983) y Noë (2004).
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Véase la crítica de Noë a lo que este autor llama “The Snapshot Conception”, Noë, (2004, cap. 2)
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Noë (2004, p. 168) sostiene que debemos incluir esta dimensión perspectivística de la percepción dentro
de su contenido. Así, además de la “dimensión fáctica” del contenido perceptivo (la dimensión que
captura el modo en que las cosas son), tendríamos que reconocer, dentro del contenido perceptivo, una
“dimensión perspectivística” (el modo en que las cosas aparecen desde el punto de vista del sujeto).
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en que las cosas son; pero al hacerlo no representan también el modo en que las cosas se
nos aparecen desde cierta perspectiva.
Es cierto que las creencias perceptivas podrían ser concebidas como teniendo la
forma “x parece y”, o “x se ve como y”, o “x se presenta como siendo y” 10. Sin
embargo, aun en este caso no sería correcto sostener que las experiencias son creencias
perceptivas causadas por el modo en que los objetos se presentan al sujeto, porque la
idea misma de que tenemos, o podemos tener, creencias perceptivas sobre cómo las
cosas se nos aparecen es subsidiaria de la idea de que las cosas aparecen de cierto modo
en la experiencia. En efecto, para poder tener creencias perceptivas sobre el modo en
que las cosas se nos aparecen, esas cosas previamente tienen que habérsenos aparecido
de ese modo. El modo en que las cosas se nos aparecen es, justamente, el modo en que
se nos presentan desde el punto de vista desde el que las percibimos. Por tanto, se puede
decir que el modo en que las cosas se nos aparecen en la experiencia no es reductible a
las creencias perceptivas acerca del modo en que se nos aparecen las cosas, pues estas
creencias presuponen lógicamente que las cosas se nos aparecen de algún modo en la
experiencia. Así, aun cuando se atribuya a la experiencia contenido proposicional, esto
no conduce inexorablemente a sostener que, por ello, las experiencias no son más que
creencias causadas por nuestros órganos sensoriales, pues se puede señalar, en contra de
esta conclusión, que las experiencias poseen, adicionalmente a su contenido sobre el
modo en que las cosas son, una dimensión perspectivística que está presupuesta por las
creencias sobre el modo en que las cosas se nos aparecen.11
Por otro lado, hay una diferencia fenomenológica crucial entre las experiencias
perceptivas y las correspondientes creencias perceptivas. En la experiencia, las cosas se
nos presentan siempre según alguna modalidad (visión, tacto, oído, etc.). Podemos ver
10
Esto vale para la concepción doxástica de la percepción defendida por Glüer. Sobre esta concepción,
véase Glüer (2009, 2014).
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Ciertamente, se podría replicar que existe una clase especial de creencias perceptivas que capturan,
precisamente, esa dimensión perspectística de la experiencia: creencias de la forma “El libro se me
aparece así”, en donde el predicado “se me aparece así” (o “se me aparece de ese modo”) pretende
capturar la perspectiva desde la cual el libro es visto. Pero esta posible respuesta no funciona, pues el
elemento demostrativo del predicado en cuestión –“así” o “de ese modo”- depende, para su comprensión,
de la dimensión perspectivística de la experiencia. Esto es, lejos de ofrecer un sustituto doxástico para la
dimensión perspectivística de la experiencia, la comprensión de ese tipo de predicados la presuponen. Por
tanto, podemos decir, desde luego, que cierto libro se nos aparece así (o de cierto modo), indicando que el
modo en que se nos presenta el libro, o la perspectiva desde la cual lo vemos, es la perspectiva que
constituye el referente del elemento demostrativo de nuestra creencia. No obstante, en tanto y en cuanto la
comprensión del elemento demostrativo de nuestra creencia requiere de la percepción del libro desde la
perspectiva que lo vemos, las creencias acerca del modo en que se nos aparecen los objetos presuponen,
justamente, el carácter perspectivístico de la percepción.
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que cierto objeto es un libro, o sentir la rugosidad de su tapa al tocarlo, advertir que una
comida está demasiado salada al saborearla, oír que están ejecutando tal o cual sinfonía,
etc. Los objetos intencionales de nuestras experiencias se presentan siempre de acuerdo
con alguna modalidad perceptiva. En cambio, las creencias (incluso las creencias
perceptivas) representan a-modalmente los estados de cosas que representan. Es cierto
que Davidson podría hablar, quizás, de creencias visuales, táctiles, etc. Pero, dado que él
sostiene que “Lo que los sentidos ‘entregan’ (i.e. causan) en la percepción es creencias
perceptivas” (Davidson, 1999, p. 106), esto sólo podría querer decir que ciertas
creencias son normalmente causadas por sensaciones visuales, otras, por sensaciones
táctiles, etc. Esto no modifica el hecho de que las creencias representan a-modalmente
lo que representan12.
No obstante lo dicho hasta aquí, pienso que hay algunas razones, independientes
de la discusión que McDowell mantiene con Davidson, para preferir la antigua tesis de
McDowell —la versión proposicionalista del contenido perceptivo— por sobre su nueva
12
El asunto es, en realidad, más complicado. Quizá Davidson podría reconocer que las experiencias
perceptivas poseen una fenomenología característica; pero agregaría, sin embargo, que carecen de
contenido. Con todo, mi argumento es que atribuir contenido proposicional a la experiencia no conduce
inevitablemente a identificarla con la creencia perceptiva, pues concedido que poseen tal suerte de
contenido, cabe, sin embargo, advertir que dicho contenido se plasma en la experiencia de un modo que
es fenomenológicamente característico.
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En este punto, debo hacer dos aclaraciones al respecto. En primer lugar, al decir
que el contenido proposicional tiene una dimensión existencial no quiero decir que ésta
sea la única dimensión que posee el contenido de la experiencia, ni quiero decir que esta
dimensión agote su contenido proposicional. Se trata, más bien, de una de las
dimensiones del contenido perceptivo. En segundo lugar, al llamar a esta dimensión del
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También está la cuestión de cuán kantiano es McDowell al proponer su noción de contenido intuitivo de
la experiencia. En efecto, McDowell dice aceptar la tesis kantiana según la cual la misma función que le
da unidad a las intuiciones es la que también le da su unidad a los juicios. Pero dicha función es la que
provee, dicho en términos contemporáneos, la unidad de la proposición. La facultad del entendimiento
lleva adelante la función de unir el sujeto con el predicado de modo de producir, otra vez dicho en
términos contemporáneos, portadores de verdad. De modo que, si esta función es la misma que la que
supuestamente operaría en la intuición, sería de esperar que el contenido de estas fuera también
proposicional y no, como sostiene McDowell, intuitiva. Pero aquí no puedo desarrollar este punto.
14
En realidad, él usa la jerga kantiana: “intuiciones”.
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Ahora, además de revelarnos que tal o cual objeto está presente, o que tal o cual
objeto existe dentro del alcance perceptivo del sujeto, la experiencia perceptiva también
nos informa acerca de qué clase de objeto es y acerca de qué propiedades tiene. Esta es
la dimensión del contenido perceptivo que más ha llamado la atención de los filósofos.
La pregunta es, pues, la siguiente: ¿es también esta dimensión del contenido perceptivo
de carácter proposicional? Como vimos, al principio McDowell creía que sí, pero ahora,
en “Avoiding…”, cree que no. Un modo de abordar este problema consiste en
preguntarnos si las experiencias podrían ser razones para sostener un juicio o una
creencia empírica, como todavía McDowell sostiene, aun en el caso de que posean
contenido intuitivo. Pues bien, para examinar este punto, supongamos que estamos
frente a un cubo rojo y que el contenido de nuestra experiencia visual, al verlo, puede
expresarse por medio de la frase demostrativa “Este cubo rojo”. ¿Podría la experiencia,
con tal contenido, ser una razón para el juicio de que este cubo es rojo?
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Para críticas a este punto de vista, véase, por ejemplo, Brewer (1999), Martin (2009) y Jeshion (2007).
12
En efecto, se ha dicho, intuitivamente, que una razón para algo “es una
consideración que cuenta a favor de ello” (Scanlon, 1998, p. 17). Pero si el contenido
intuitivo “Este cubo rojo” no nos presenta los estados de cosas de que el objeto en
cuestión es un cubo y de que es rojo, parece que no puede ser tomado como una
consideración que habla a favor del juicio de que este cubo es rojo. Para que algo pueda
ser una razón para otra cosa, tiene que poder figurar como premisa en una inferencia o,
al menos, tiene que ser capaz de mantener el tipo de relación lógica con otras cosas que
se requiere para que pueda apoyar o hacer razonable una conclusión 17. En ausencia de
algo como esto, resultaría ininteligible cómo algo podría ser una consideración que
cuente a favor de algo más. Por ejemplo, una manera obvia de concebir algo como una
16
Véase McDowell, 2013, p. 154.
17
Recientemente, se ha discutido bastante acerca de qué son las razones, ontológicamente hablando. ¿Son
las razones hechos, estados mentales o proposiciones? Véase, por ejemplo, Dancy (2004), Alvarez (2010)
y Turri (2009). Aunque en el texto hablo de proposiciones, creo que el punto de mi argumento también
podría plantearse para el caso de creencias y, según cómo se los entienda, hechos. En cualquier caso, mi
argumento sólo trata de contraponer la primera versión del contenido perceptivo de McDowell a su
segunda versión.
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McDowell parece tener en mente algo como esto: dado el contenido perceptivo
inarticulado “Este cubo rojo”, uno podría, llegado el caso, articularlo en juicios tales
como “Esto es rojo”, “Esto es un cubo” y “Este cubo es rojo”. Estos juicios podrían ser,
entonces, vinculados al contenido de la experiencia y, así se podría entender, quizá, que
son justificados por la correspondiente experiencia. Sin embargo, es difícil ver cómo
esta operación de articulación del contenido perceptivo podría ser entendida como una
manera de justificar racionalmente un juicio. Si aquello que se supone ha de ser una
razón para el juicio correspondiente —el contenido de la experiencia— no está en
verdad articulado, ¿cómo puede justificar aquello que sí lo está? Si expresar el
contenido de la experiencia por medio de la frase demostrativa “Este cubo rojo” no es
una forma alternativa y sintética de expresar todos los contenidos proposicionales
involucrados en él (capturados más explícitamente por los juicios “Esto es rojo”, “Esto
es un cubo” y “Este cubo es rojo”), ¿cómo se supone que dicho contenido podría contar
como una razón para juzgar o creer que las diversas proposiciones conectadas con él son
verdaderas? Más concretamente, si el contenido perceptivo “Este cubo rojo” no
representa un estado de cosas sino un objeto y, consecuentemente, no puede ser
verdadero o falso; si dicho contenido no representa el objeto percibido como siendo un
cubo ni como siendo rojo, ¿cómo puede contener en sí todos los juicios relevantes que
se podrían, supuestamente, extraer de él y, consecuentemente, ser una razón para
aceptarlos?18
18
En verdad, la situación casi parece ser la contraria: se podría argumentar que el contenido “Este cubo
rojo” presupone la capacidad para identificar perceptivamente que esto es un cubo, que esto es rojo y que
este cubo es rojo. Desde este enfoque, lo primero o más fundamental sería la capacidad de percibir ciertos
estados de cosas: que cierto objeto es, por ejemplo, un cubo. Dicho en otros términos, la sugerencia es
que es la capacidad para predicar y para percibir un esto como cayendo bajo el predicado relevante que
uno logra identificar perceptivamente lo que le es dado en la experiencia. Y es sólo después de que esta
operación ha sido coronada por el éxito que uno podría, si acaso, construir contenidos no proposicionales
como “Este cubo rojo”.
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Por último, quizá podría decirse, no que el contenido intuitivo “Este cubo rojo”
puede ser una razón para juzgar que este cubo es rojo, sino que el hecho de que uno vea
este cubo rojo constituye la razón del caso. Esto ineludiblemente exigiría que uno sea
consciente de tal hecho, esto es, que de alguna manera fuera consciente, no sólo de este
cubo rojo sino, también, de que ve un cubo rojo. Ahora, esta consciencia sería,
obviamente, de carácter proposicional: consciencia de que veo este cubo rojo. Sin
embargo, en ese caso ya no habría lugar alguno para las supuestas razones con
contenido no-proposicional. Y no sería la experiencia misma la que proveería las
razones para el juicio respectivo, sino la consciencia (o advertencia) de que uno ve un
cubo rojo.
Referencias
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