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Acerca del contenido de la experiencia: ¿proposicional o intuitivo?

Daniel Kalpokas

IDH-Universidad Nacional de Córdoba-CONICET

Universidad Nacional de Córdoba

1. Gran parte de las discusiones en epistemología y filosofía de la mente de estas


dos últimas décadas ha estado influida, de un modo decisivo, por los puntos de vista que
John McDowell despliega en Mind and World. Piénsese, por ejemplo, en el empirismo
trascendental que McDowell sugiere en ese libro, o en el conceptualismo en teorías del
contenido perceptivo que McDowell opone al no-conceptualismo de Evans y Peacocke,
o en la idea intuitiva, pero anti-davidsoniana, según la cual las experiencias perceptivas
constituyen (o pueden constituir) razones para las creencias o juicios empíricos.
Piénsese también en la noción de “segunda naturaleza” que, inspirada en Aristóteles,
McDowell introduce con el objeto de hacer inteligible cómo la experiencia perceptiva
puede participar tanto del espacio lógico de las razones como del espacio de la
naturaleza; o en la tesis de que los animales no racionales resultarían incapaces de
percibir, en sentido estricto, el entorno1.

En “Avoiding the Myth of the Given”, McDowell retoma varios de los temas que
lo habían preocupado en Mind and World, pero esta vez para introducir algunas
modificaciones puntuales a su proyecto filosófico que, prima facie, pueden resultar
desconcertantes. Puntualmente, en dicho artículo McDowell introduce dos correcciones
a sus puntos de vista desplegados en Mind and World, a saber, por un lado, ya no cree
que el contenido de las experiencias sea de carácter proposicional, esto es, que las
experiencias posean el mismo tipo de contenido que poseen los juicios; por el otro lado,
tampoco cree ya que el contenido de una experiencia precise incluir todo lo que el

1
Se han escrito varios libros sobre la obra de McDowell, tanto para presentar su filosofía como para
discutir distintos aspectos de ella. Por ejemplo, para una presentación general de la filosofía de
McDowell, véase Thornton (2004) y Gaynesford (2004). Para discusiones de la obra de McDowell, véase
Gaskin (2006), MacDonald & MacDonald (2006), Smith (2002), Lingaard (2008) y Schear (2012).
2

sujeto de tal experiencia pueda saber no-inferencialmente a partir de ella. Y al introducir


estas modificaciones, McDowell pretende seguir defendiendo cierta forma de
conceptualismo en teoría de la percepción y la tesis de que las experiencias perceptivas
son (o pueden ser) razones para juzgar o creer que el mundo es tal como se nos presenta
en la experiencia. Veamos, pues, cómo McDowell introduce los debidos ajustes a sus
puntos de vista reteniendo, al mismo tiempo, estos dos pilares de su filosofía. Por
razones de tiempo, me voy a restringir a la primera rectificación de McDowell, esto es,
a su abandono de la tesis de que la experiencia tiene contenido proposicional. Mi
intención es mostrar que su primera versión acerca del contenido perceptivo es
preferible a la segunda.

2. McDowell comienza su artículo “Avoiding the Myth of the Given” ofreciendo


una caracterización sumamente abstracta del Mito de lo Dado. He aquí lo que dice:

Lo Dado en el sentido del Mito sería una disponibilidad para la cognición de sujetos
cuya aprehensión de lo que es supuestamente Dado a ellos no recurre a las capacidades que son
requeridas para la clase de cognición en cuestión (McDowell, 2009ª, p. 256).

Así entendido, el Mito sería la pretensión de conocer aquello que es meramente


Dado sin advertir que, para ello, se requieren ciertas capacidades. La caída en el Mito
constituiría, pues, cierta forma de incoherencia. Más específicamente hablando, la idea
de McDowell es la siguiente. El conocimiento perceptivo es el tipo de conocimiento que
involucra la sensibilidad, esto es, la capacidad para responder diferencialmente a
distintos rasgos del entorno. Sin embargo, la sensibilidad no pertenece a la razón (si uno
sigue a Kant en distinguir dos facultades del conocimiento: sensibilidad y
entendimiento). No obstante, según McDowell, la razón debe también operar en la
sensibilidad cuando algo nos es dado perceptivamente (si es que hemos de tener
conocimiento perceptivo). Y esto hace un poco más claro en qué consiste el Mito de lo
Dado para McDowell: consiste en pensar que la sensibilidad por sí misma, esto es, sin el
menor involucramiento de nuestras capacidades racionales, puede hacer asequible el
mundo para nuestra cognición.
3

3. He aquí la imagen del conocimiento perceptivo que McDowell contrapone a


la concepción que está fundada en el Mito de lo Dado. Un juicio perceptivo adquiere su
inteligibilidad racional o autoridad epistémica —dice McDowell— en virtud de la
experiencia del sujeto. Este puede juzgar que las cosas son de un modo u otro porque su
experiencia le revela que las cosas son de un modo u otro. La inteligibilidad de esta
explicación también se manifiesta cuando el sujeto juzga que las cosas son de un modo
u otro porque su experiencia meramente parece revelarle que las cosas son de un modo
u otro. Estos usos del “porque” indican, dice McDowell, la intervención de la
racionalidad.

Como es sabido, para Kant el entendimiento, esto es, la facultad de los


conceptos, figura en la experiencia. Así, para evitar el Mito de lo Dado, debemos seguir
a Kant —recomienda McDowell— y suponer que las capacidades conceptuales ya están
en juego en el modo en que la experiencia nos hace asequible el mundo. La idea no es
que nuestros juicios constituyen respuestas racionales a nuestras experiencias. Esto sería
perfectamente consistente con sostener que nuestras capacidades racionales actúan sólo
en las respuestas a las experiencias, no en las experiencias mismas. Pero esto no haría
justicia al rol que la experiencia posee en nuestra adquisición del conocimiento
perceptivo. McDowell reconoce que no hay nada erróneo en decir que las cosas nos son
dadas en la experiencia. La idea de lo dado se torna mítica sólo si pasamos por alto
cuáles son los requisitos para conocer aquello que nos es dado en la experiencia. Eludir
el Mito requiere, pues, reconocer que las capacidades que pertenecen a la razón
intervienen en la experiencia misma y no simplemente en los juicios con los cuales
respondemos a ella.

Ahora bien, en el pasado, antes de escribir “Avoiding…” McDowell había dado


a entender que el contenido de las experiencias perceptivas era, no sólo de carácter
conceptual, sino, además, de naturaleza proposicional2. En Mind and World había dicho:
“En la experiencia uno aprehende [take in], por ejemplo ve, que las cosas son de un
modo y otro. Esa es la clase de cosa que uno también, por ejemplo, juzga” (McDowell,
1996, p. 9). Sin embargo, ahora, en “Avoiding the Myth of the Given”, sostiene: “Lo
que precisamos es una idea de contenido que no es proposicional sino intuitiva

2
Véase McDowell (2002, 2009b).
4

[intuitional], en lo que considero que es el sentido kantiano” (McDowell, 2009ª, p. 260).


En este sentido, tal como lo entiende McDowell, una intuición kantiana es (siempre que
tomemos el caso de las experiencias visuales) un “tener a la vista” (McDowell, 2009ª, p.
260). Siguiendo la pista de una bien conocida afirmación de Kant, McDowell sostiene
que la capacidad cuyo ejercicio en el juicio explica la unidad del contenido de los
juicios también explica la correspondiente unidad del contenido de las intuiciones. Así,
tomando un ejemplo de Sellars, McDowell afirma que la unidad de una proposición
como “Esto es un cubo” corresponde a la unidad intuitiva expresable por la frase
demostrativa “este cubo”3. Aquí, la frase demostrativa podría capturar parte del
contenido de una intuición en la que se le ha presentado a uno un cubo.

McDowell introduce, pues, las capacidades conceptuales como aquellas


capacidades que deben estar en juego en la experiencia para poder evitar el Mito de lo
Dado. Pero, ¿cómo hemos de entender a dichas capacidades? Según McDowell,
tenemos que focalizar nuestra atención en el contenido de los juicios, pues los juicios
constituyen el ejemplo paradigmático del ejercicio de la racionalidad teórica. Aquí,
nuevamente siguiendo a Sellars, McDowell concibe los juicios en analogía con las
aserciones. Esto le permite entender a los juicios como parte de nuestra actividad
discursiva. En una aserción, uno hace discursivamente explícito algo. Y esta idea puede
ser extendida a los juicios: podemos decir que al juzgar uno hace explícito lo que juzga
para sí mismo. Así llega McDowell a la idea de que tenemos que concebir lo conceptual
como el contenido de la actividad discursiva.

Ahora, el intuir no es discursivo —aclara McDowell— pues el contenido


discursivo está articulado, mientras que el contenido intuitivo no lo está. Parte del punto
de decir que el contenido intuitivo no está articulado reside en que, típicamente, el
sujeto de experiencia carece de los medios para hacer discursivamente explícitos al
menos algunos aspectos del contenido de una intuición. Las intuiciones le presentan a
uno ciertas características de los objetos con respecto a las cuales uno no está
normalmente equipado para atribuírselas predicativamente en afirmaciones o juicios.
Para hacer de tales aspectos del contenido de una intuición el contenido de nuestras
capacidades discursivas, uno tiene que articular ese contenido intuitivo, categorialmente
unificado pero inarticulado, determinándolo como el significado de una expresión
lingüística que pueda servir para hacerlo explícito. Para hacer algo así, sugiere
3
El ejemplo de Sellars puede hallarse en Sellars, (1967, p. 5).
5

McDowell, uno tendría que acuñar un adjetivo o introducir una expresión demostrativa
del tipo “teniendo ese tono de color” (McDowell, 2009ª, p. 263).

El contenido discursivo se constituye combinando expresiones significativas.


Pero no es esto lo que sucede con el contenido intuitivo. La unidad del contenido
intuitivo es dada; no es el resultado de nuestra acción de combinar significados. Aun si
para expresar discursivamente cierto aspecto del contenido intuitivo no se requiere
introducir o adquirir una nueva expresión lingüística, aun así —sostiene McDowell— es
preciso articular ese contenido antes de poder combinarlo con otras partes del contenido
discursivo. El intuir, por sí sólo, no hace ese trabajo por nosotros.

Ahora, si el contenido intuitivo no es discursivo, y se ha asociado el contenido


conceptual al contenido discursivo, ¿por qué McDowell insiste en que el contenido
intuitivo es conceptual? Su respuesta es: “Porque cada aspecto del contenido de una
intuición está presente en una forma que lo hace apropiado para ser el contenido
asociado con una capacidad discursiva, si no está —al menos por ahora— realmente
asociado ya” (McDowell, 2009ª, p. 264) 4. Aquí reside el punto de decir, con Kant, que
lo que da unidad a las intuiciones es la misma función que le da unidad a los juicios.
McDowell piensa, pues, que el contenido de la experiencia es conceptual porque en la
experiencia opera la misma actividad unificadora que opera en los juicios 5. No
podríamos tener intuiciones, con sus formas específicas de unidad, si no pudiéramos
hacer juicios, con sus correspondientes formas de unidad (McDowell, 2009ª, p. 264)6.

Ahora bien, si un sujeto no posee actualmente la capacidad discursiva asociada


con algún aspecto del contenido intuitivo de su experiencia, puede ciertamente adquirir
tal capacidad aislando ese aspecto por medio de la introducción de los medios para
hacer explícito ese contenido en un juicio o afirmación. El contenido de una intuición es
tal que el sujeto que lo posee puede descomponerlo en distintos significados para sus
capacidades discursivas. Así, “el sujeto de una intuición está en posición de juntar los
aspectos de su contenido, el mismo contenido que ya está en la intuición, en sus

4
Véase también McDowell (2009ª, p. 265).
5
“La unidad del contenido intuitivo refleja una operación de la misma función unificadora que opera en
la unidad de los juicios, en ese caso activamente ejercida. Esta es la razón de por qué es correcto decir que
el contenido unificado en las intuiciones es de la misma clase que el contenido unificado de los juicios:
esto es, contenido conceptual” (McDowell 2009ª, p. 264)
6
Es más, McDowell lega a decir que “la función que provee unidad es esencialmente una facultad para la
actividad discursiva, un poder para juzgar (McDowell, 2009ª, p. 264); aunque su función unificadora en la
intuición no sea un caso de actividad discursiva.
6

actuaciones discursivas” (McDowell, 2009ª, p. 264). Pero el hecho de que el sujeto


pueda poner en palabras el contenido de su experiencia no quiere decir que
necesariamente deba hacerlo. Como dice McDowell siguiendo a Kant, el “Yo pienso”
sólo debe poder acompañar nuestras representaciones. No es preciso que de hecho lo
haga (McDowell, 2009ª, p. 266). Y McDowell interpreta aquí que decir que el “Yo
pienso” puede acompañar nuestras representaciones (si es que hemos de poder
reconocerlas como propias) quiere decir que uno debe poder juzgar que, al tener una
experiencia, uno está enfrente de un objeto que posee tales y cuales rasgos.

Esta nueva doctrina de McDowell hace surgir varios interrogantes. Para


comenzar, ¿por qué exactamente McDowell cambia ahora de opinión sobre el contenido
de la experiencia, abandonando su antigua idea de que la experiencia posee contenido
proposicional, para suscribir la tesis de que, en realidad, su contenido es intuitivo?
Aunque McDowell no explicita en “Avoiding…” (ni, hasta donde sé, en ningún otro
lugar) su argumento en contra de su previa concepción proposicionalista, ofrece, sin
embargo, una indicación al respecto: su intento por distanciarse del coherentismo
davidsoniano y de su famoso lema según el cual “nada cuenta como una razón para
sostener una creencia excepto otra creencia” (Davidson, 2001, p. 141). Ahora
McDowell dice que “si las experiencias tienen contenido proposicional, es difícil negar
que experimentar es tomar las cosas como siendo de cierto modo” (McDowell, 2009ª, p.
269). Y si las experiencias son un ejemplo del tomar las cosas como siendo de cierto
modo, entonces las experiencias perceptivas no son más que creencias perceptivas —
como aduce Davidson frente al propio McDowell— que son causadas por los impactos
del entorno sobre nuestra sensibilidad. Por esto, para distanciarse de Davidson,
McDowell ahora sostiene que tener una experiencia no es un caso del tomar que las
cosas son de cierto modo. Siguiendo a Travis afirma que nuestras experiencias visuales
traen nuestro entorno a la vista y, de ese modo, nos autorizan [entitle] a juzgar que las
cosas son de un modo y otro. Así, pues, el tomar las cosas como siendo de cierto modo
es un aspecto del contenido que es característico de los juicios y de las creencias, pero
no de las experiencias. Con todo, McDowell continúa insistiendo, como en Mind and
World, en que “no sólo las creencias sino también las experiencias pueden ser razones
para la creencia” (McDowell, 2009ª, p. 270). Pero ahora, consecuentemente, sostiene
que las razones que la experiencia provee son de carácter no proposicional (véase
McDowell, 2013, p. 265).
7

4. Ahora bien, si esta es toda la motivación que McDowell posee para su cambio
de opinión sobre el contenido de la experiencia, entonces creo que está equivocado,
pues del hecho de que se adscriba contenido proposicional a la experiencia perceptiva
no se sigue, sin más, que la noción de experiencia colapse con la de creencia perceptiva.
Existen algunas características que son propias de la experiencia perceptiva que, aun
suponiendo que sea efectivamente un caso del tomar las cosas como siendo de cierto
modo, nos permiten diferenciarla de las creencias perceptivas.

Por ejemplo, se ha señalado que un rasgo distintivo de las experiencias es su


carácter perspectivístico7: las cosas siempre se nos aparecen desde cierto ángulo, a cierta
distancia, desde tal o cual aspecto, en tales y cuales circunstancias. Al ver un libro,
digamos, no podemos sino ver una o algunas de sus caras, pero no, en ese momento, su
parte de atrás. Al tocarlo, podemos tocar su tapa, o algunas de sus páginas, pero no
podemos tocar al mismo tiempo cada parte del libro. E igualmente, siempre que oímos
una melodía, por caso, oímos cierta parte de ella en cada momento y no,
instantáneamente, la melodía completa. Como se ha dicho, percibimos el mundo poco a
poco, pero no la totalidad de un objeto de una sola vez 8. El modo en que los objetos se
nos presentan en la experiencia depende, entre otras cosas, de nuestra ubicación
espacial. Esto no quiere decir que debamos negar que percibamos objetos completos.
Sólo quiere decir que debemos reconocer que los objetos de nuestro entorno se nos
presentan siempre desde alguna perspectiva, y que quizá el modo en que los objetos se
nos aparecen, dada nuestra ubicación, constituya una dimensión característica del
contenido perceptivo9.

Ahora bien, se puede argumentar que este es un rasgo característico de las


experiencias que no es compartido por las creencias perceptivas (esto es, creencias que
son causadas por las sensaciones que, a su vez, son causadas por los objetos del entorno
a los cuales refieren dichas creencias). Estas creencias típicamente representan el modo

7
Véase, por ejemplo, Husserl (1913); McGinn (1982); Searle (1983) y Noë (2004).
8
Véase la crítica de Noë a lo que este autor llama “The Snapshot Conception”, Noë, (2004, cap. 2)
9
Noë (2004, p. 168) sostiene que debemos incluir esta dimensión perspectivística de la percepción dentro
de su contenido. Así, además de la “dimensión fáctica” del contenido perceptivo (la dimensión que
captura el modo en que las cosas son), tendríamos que reconocer, dentro del contenido perceptivo, una
“dimensión perspectivística” (el modo en que las cosas aparecen desde el punto de vista del sujeto).
8

en que las cosas son; pero al hacerlo no representan también el modo en que las cosas se
nos aparecen desde cierta perspectiva.

Es cierto que las creencias perceptivas podrían ser concebidas como teniendo la
forma “x parece y”, o “x se ve como y”, o “x se presenta como siendo y” 10. Sin
embargo, aun en este caso no sería correcto sostener que las experiencias son creencias
perceptivas causadas por el modo en que los objetos se presentan al sujeto, porque la
idea misma de que tenemos, o podemos tener, creencias perceptivas sobre cómo las
cosas se nos aparecen es subsidiaria de la idea de que las cosas aparecen de cierto modo
en la experiencia. En efecto, para poder tener creencias perceptivas sobre el modo en
que las cosas se nos aparecen, esas cosas previamente tienen que habérsenos aparecido
de ese modo. El modo en que las cosas se nos aparecen es, justamente, el modo en que
se nos presentan desde el punto de vista desde el que las percibimos. Por tanto, se puede
decir que el modo en que las cosas se nos aparecen en la experiencia no es reductible a
las creencias perceptivas acerca del modo en que se nos aparecen las cosas, pues estas
creencias presuponen lógicamente que las cosas se nos aparecen de algún modo en la
experiencia. Así, aun cuando se atribuya a la experiencia contenido proposicional, esto
no conduce inexorablemente a sostener que, por ello, las experiencias no son más que
creencias causadas por nuestros órganos sensoriales, pues se puede señalar, en contra de
esta conclusión, que las experiencias poseen, adicionalmente a su contenido sobre el
modo en que las cosas son, una dimensión perspectivística que está presupuesta por las
creencias sobre el modo en que las cosas se nos aparecen.11

Por otro lado, hay una diferencia fenomenológica crucial entre las experiencias
perceptivas y las correspondientes creencias perceptivas. En la experiencia, las cosas se
nos presentan siempre según alguna modalidad (visión, tacto, oído, etc.). Podemos ver
10
Esto vale para la concepción doxástica de la percepción defendida por Glüer. Sobre esta concepción,
véase Glüer (2009, 2014).
11
Ciertamente, se podría replicar que existe una clase especial de creencias perceptivas que capturan,
precisamente, esa dimensión perspectística de la experiencia: creencias de la forma “El libro se me
aparece así”, en donde el predicado “se me aparece así” (o “se me aparece de ese modo”) pretende
capturar la perspectiva desde la cual el libro es visto. Pero esta posible respuesta no funciona, pues el
elemento demostrativo del predicado en cuestión –“así” o “de ese modo”- depende, para su comprensión,
de la dimensión perspectivística de la experiencia. Esto es, lejos de ofrecer un sustituto doxástico para la
dimensión perspectivística de la experiencia, la comprensión de ese tipo de predicados la presuponen. Por
tanto, podemos decir, desde luego, que cierto libro se nos aparece así (o de cierto modo), indicando que el
modo en que se nos presenta el libro, o la perspectiva desde la cual lo vemos, es la perspectiva que
constituye el referente del elemento demostrativo de nuestra creencia. No obstante, en tanto y en cuanto la
comprensión del elemento demostrativo de nuestra creencia requiere de la percepción del libro desde la
perspectiva que lo vemos, las creencias acerca del modo en que se nos aparecen los objetos presuponen,
justamente, el carácter perspectivístico de la percepción.
9

que cierto objeto es un libro, o sentir la rugosidad de su tapa al tocarlo, advertir que una
comida está demasiado salada al saborearla, oír que están ejecutando tal o cual sinfonía,
etc. Los objetos intencionales de nuestras experiencias se presentan siempre de acuerdo
con alguna modalidad perceptiva. En cambio, las creencias (incluso las creencias
perceptivas) representan a-modalmente los estados de cosas que representan. Es cierto
que Davidson podría hablar, quizás, de creencias visuales, táctiles, etc. Pero, dado que él
sostiene que “Lo que los sentidos ‘entregan’ (i.e. causan) en la percepción es creencias
perceptivas” (Davidson, 1999, p. 106), esto sólo podría querer decir que ciertas
creencias son normalmente causadas por sensaciones visuales, otras, por sensaciones
táctiles, etc. Esto no modifica el hecho de que las creencias representan a-modalmente
lo que representan12.

Finalmente, las creencias perceptivas que incorporan elementos demostrativos


(como la creencia de que este libro es rojo, o la de que este libro se nos aparece de ese
modo) dependen, para su adquisición y comprensión, de la presentación perceptiva de
los referentes de sus elementos demostrativos. En efecto, se ha señalado repetidamente
(Evans, 1982, Peacocke, 1992, Campbell, 2002, McDowell, 1996) que, para
comprender una expresión demostrativa, es preciso percibir su referente. Uno no puede
saber a qué se refiere un hablante con la expresión “ese libro”, digamos, o “el libro se
presenta de ese modo”, hasta que efectivamente ve el libro señalado o el modo en que se
aparece al hablante y al oyente. Pero entonces, las experiencias no pueden ser meras
creencias perceptivas, como sostiene Davidson, pues si lo fueran, ¿cómo podríamos ser
capaces de comprender y adquirir creencias que explícitamente incluyen elementos
demostrativos? De ahí que uno pueda distinguir entre experiencias y creencias
perceptivas diciendo que, mientras que percibir que cierto objeto es de tal y cual modo
supone esencialmente la presentación perceptiva del objeto y su modo de ser, la
creencia perceptiva de que cierto objeto es de cierto modo, en cambio, no.

No obstante lo dicho hasta aquí, pienso que hay algunas razones, independientes
de la discusión que McDowell mantiene con Davidson, para preferir la antigua tesis de
McDowell —la versión proposicionalista del contenido perceptivo— por sobre su nueva
12
El asunto es, en realidad, más complicado. Quizá Davidson podría reconocer que las experiencias
perceptivas poseen una fenomenología característica; pero agregaría, sin embargo, que carecen de
contenido. Con todo, mi argumento es que atribuir contenido proposicional a la experiencia no conduce
inevitablemente a identificarla con la creencia perceptiva, pues concedido que poseen tal suerte de
contenido, cabe, sin embargo, advertir que dicho contenido se plasma en la experiencia de un modo que
es fenomenológicamente característico.
10

tesis según la cual la experiencia tendría un contenido intuitivo 13. McDowell


atinadamente señala que en la experiencia perceptiva 14 los objetos se nos presentan a los
sentidos. En verdad, no podemos percibir (en sentido estricto) un objeto si éste no se
nos presenta a la sensibilidad. Pero, entonces, una vez que tenemos en cuenta este
requisito ineludible y básico de la percepción, surge la pregunta obvia: ¿no pueden los
sujetos de experiencia ser perceptivamente conscientes de este hecho? Supongamos que,
sobre una mesa, hay un libro de color rojo; y supongamos que una persona, en
condiciones normales, se ubica justo frente al libro, con los ojos abiertos y en dirección
al libro. ¿Por qué no decir, intuitivamente, que su experiencia visual le revela que un
libro de color rojo —no cualquier libro, ciertamente, sino este libro, el libro que está
viendo— está presente frente a ella? ¿De qué otro modo, si no, podría saber esa persona
de la presencia del libro que está enfrente de ella? Pero decir que la experiencia visual
de dicha persona le revela la presencia de un libro rojo enfrente de ella es decir,
plausiblemente, que su experiencia le revela que ese libro rojo está enfrente de ella. Es
decir, pues, que la experiencia de dicha persona le revela, como siendo el caso, un
particular estado de cosas, a saber, que este libro (y no cualquier otro) está presente ante
la persona en cuestión. Puesto que tradicionalmente se ha creído que los hechos o
estados de cosas son los hacedores de verdad de las proposiciones; y puesto que,
plausiblemente, puede decirse que la experiencia visual en cuestión representa
correctamente dicho estado de cosas, puede concluirse, entonces, que la experiencia
visual de la que estamos hablando tiene contenido proposicional. Podemos llamar a esta
dimensión del contenido proposicional de la experiencia “la dimensión existencial” del
contenido perceptivo.

En este punto, debo hacer dos aclaraciones al respecto. En primer lugar, al decir
que el contenido proposicional tiene una dimensión existencial no quiero decir que ésta
sea la única dimensión que posee el contenido de la experiencia, ni quiero decir que esta
dimensión agote su contenido proposicional. Se trata, más bien, de una de las
dimensiones del contenido perceptivo. En segundo lugar, al llamar a esta dimensión del
13
También está la cuestión de cuán kantiano es McDowell al proponer su noción de contenido intuitivo de
la experiencia. En efecto, McDowell dice aceptar la tesis kantiana según la cual la misma función que le
da unidad a las intuiciones es la que también le da su unidad a los juicios. Pero dicha función es la que
provee, dicho en términos contemporáneos, la unidad de la proposición. La facultad del entendimiento
lleva adelante la función de unir el sujeto con el predicado de modo de producir, otra vez dicho en
términos contemporáneos, portadores de verdad. De modo que, si esta función es la misma que la que
supuestamente operaría en la intuición, sería de esperar que el contenido de estas fuera también
proposicional y no, como sostiene McDowell, intuitiva. Pero aquí no puedo desarrollar este punto.
14
En realidad, él usa la jerga kantiana: “intuiciones”.
11

contenido perceptivo “existencial”, no quisiera suscribir la tesis, sostenida por algunos


filósofos (Davies, 1997, McGinn, 1982, Tye, 2000)15, de que el contenido perceptivo se
agota en su carácter fenoménico, o de que dicho contenido está existencialmente
cuantificado. En una palabra, al llamar a dicha parte del contenido de la experiencia
“existencial”, no quisiera por ello implicar que el contenido perceptivo no es singular o
de carácter demostrativo. Aunque no puedo tratar este problema aquí, dados ciertos
supuestos (como, por ejemplo, la dependencia del objeto del contenido perceptivo), uno
podría retener el carácter demostrativo del contenido perceptivo que McDowell le
atribuye a su contenido intuitivo. Así, al decir que la experiencia es capaz de revelarnos,
entre otras cosas, la presencia de cierto objeto, también se podría decir que, lo así
revelado, siempre es un objeto particular, a saber, este o ese objeto. Y si uno creyera, por
ende, que el contenido de la experiencia depende, en parte, del objeto experimentado,
entonces podría aceptar que la experiencia posee, en su contenido, una dimensión
existencial y, a la vez, demostrativa. La idea no es, pues, meramente, que la experiencia
nos revela que existe cierto objeto en el mundo; antes bien, nos revela que este o ese
objeto existe, pero no en cualquier parte del mundo, sino dentro del alcance perceptivo
del sujeto.

Ahora, además de revelarnos que tal o cual objeto está presente, o que tal o cual
objeto existe dentro del alcance perceptivo del sujeto, la experiencia perceptiva también
nos informa acerca de qué clase de objeto es y acerca de qué propiedades tiene. Esta es
la dimensión del contenido perceptivo que más ha llamado la atención de los filósofos.
La pregunta es, pues, la siguiente: ¿es también esta dimensión del contenido perceptivo
de carácter proposicional? Como vimos, al principio McDowell creía que sí, pero ahora,
en “Avoiding…”, cree que no. Un modo de abordar este problema consiste en
preguntarnos si las experiencias podrían ser razones para sostener un juicio o una
creencia empírica, como todavía McDowell sostiene, aun en el caso de que posean
contenido intuitivo. Pues bien, para examinar este punto, supongamos que estamos
frente a un cubo rojo y que el contenido de nuestra experiencia visual, al verlo, puede
expresarse por medio de la frase demostrativa “Este cubo rojo”. ¿Podría la experiencia,
con tal contenido, ser una razón para el juicio de que este cubo es rojo?

15
Para críticas a este punto de vista, véase, por ejemplo, Brewer (1999), Martin (2009) y Jeshion (2007).
12

Según McDowell, la experiencia visual cuyo contenido puede ser expresado


discursivamente por “Este cubo rojo” le presenta a uno, no un estado de cosas, sino un
objeto: algo presentado como cubo, rojo y enfrente de uno16. El “como” se le presenta a
uno este cubo rojo no ha de ser entendido, pues, en un sentido proposicional, esto es, en
el sentido de que esto es un cubo y de que esto es rojo. El contenido intuitivo de la
experiencia sólo puede formar parte (en el mejor de los casos) de un juicio como (el
ejemplo es del propio McDowell) “Este cubo rojo es el que vi ayer” (McDowell, 2009ª,
p. 270). ¿Pero cómo la experiencia con tal contenido podría ser una razón para juzgar
que este cubo es rojo? Una dificultad inmediata surge del hecho de advertir que dicho
contenido no puede ser ni verdadero ni falso. En efecto, verdaderas o falsas son,
digamos, las proposiciones; pero “Este cubo rojo” carece de un predicado y, por tanto,
no puede decirse que sea, o pueda ser, ni verdadero ni falso. Quizá no sea preciso
negarle a “Este cubo rojo” toda suerte de condiciones de satisfacción. Quizá pueda
sostenerse que “Este cubo rojo” es, en algún sentido, “correcto” cuando el objeto
representado es, en efecto, este cubo rojo. Sería, pues, el hecho de referir correctamente
a este cubo rojo lo que podría considerarse como una condición de satisfacción de una
experiencia cuyo contenido intuitivo es “Este cubo rojo”. Pero el punto es que, aun si tal
contenido pudiera tener algo semejante a lo que usualmente se llama “condiciones de
satisfacción”, no parece que estas sean del tipo correcto.

En efecto, se ha dicho, intuitivamente, que una razón para algo “es una
consideración que cuenta a favor de ello” (Scanlon, 1998, p. 17). Pero si el contenido
intuitivo “Este cubo rojo” no nos presenta los estados de cosas de que el objeto en
cuestión es un cubo y de que es rojo, parece que no puede ser tomado como una
consideración que habla a favor del juicio de que este cubo es rojo. Para que algo pueda
ser una razón para otra cosa, tiene que poder figurar como premisa en una inferencia o,
al menos, tiene que ser capaz de mantener el tipo de relación lógica con otras cosas que
se requiere para que pueda apoyar o hacer razonable una conclusión 17. En ausencia de
algo como esto, resultaría ininteligible cómo algo podría ser una consideración que
cuente a favor de algo más. Por ejemplo, una manera obvia de concebir algo como una
16
Véase McDowell, 2013, p. 154.
17
Recientemente, se ha discutido bastante acerca de qué son las razones, ontológicamente hablando. ¿Son
las razones hechos, estados mentales o proposiciones? Véase, por ejemplo, Dancy (2004), Alvarez (2010)
y Turri (2009). Aunque en el texto hablo de proposiciones, creo que el punto de mi argumento también
podría plantearse para el caso de creencias y, según cómo se los entienda, hechos. En cualquier caso, mi
argumento sólo trata de contraponer la primera versión del contenido perceptivo de McDowell a su
segunda versión.
13

razón es entendiéndolo como una premisa en un argumento o inferencia. Se dice, en este


caso, que la premisa garantiza la verdad de la conclusión (si el argumento es deductivo
y válido), o que la premisa hace más o menos probable la verdad de la conclusión (si el
argumento no es deductivo). Pero “Este cubo rojo” no parece ser el tipo de contenido
que pueda ser una premisa de un razonamiento: no es el tipo adecuado de contenido que
pueda ser transmisor de verdad en un argumento deductivo válido, ni el tipo de
contenido que pueda hacer probable una conclusión.

McDowell parece tener en mente algo como esto: dado el contenido perceptivo
inarticulado “Este cubo rojo”, uno podría, llegado el caso, articularlo en juicios tales
como “Esto es rojo”, “Esto es un cubo” y “Este cubo es rojo”. Estos juicios podrían ser,
entonces, vinculados al contenido de la experiencia y, así se podría entender, quizá, que
son justificados por la correspondiente experiencia. Sin embargo, es difícil ver cómo
esta operación de articulación del contenido perceptivo podría ser entendida como una
manera de justificar racionalmente un juicio. Si aquello que se supone ha de ser una
razón para el juicio correspondiente —el contenido de la experiencia— no está en
verdad articulado, ¿cómo puede justificar aquello que sí lo está? Si expresar el
contenido de la experiencia por medio de la frase demostrativa “Este cubo rojo” no es
una forma alternativa y sintética de expresar todos los contenidos proposicionales
involucrados en él (capturados más explícitamente por los juicios “Esto es rojo”, “Esto
es un cubo” y “Este cubo es rojo”), ¿cómo se supone que dicho contenido podría contar
como una razón para juzgar o creer que las diversas proposiciones conectadas con él son
verdaderas? Más concretamente, si el contenido perceptivo “Este cubo rojo” no
representa un estado de cosas sino un objeto y, consecuentemente, no puede ser
verdadero o falso; si dicho contenido no representa el objeto percibido como siendo un
cubo ni como siendo rojo, ¿cómo puede contener en sí todos los juicios relevantes que
se podrían, supuestamente, extraer de él y, consecuentemente, ser una razón para
aceptarlos?18

18
En verdad, la situación casi parece ser la contraria: se podría argumentar que el contenido “Este cubo
rojo” presupone la capacidad para identificar perceptivamente que esto es un cubo, que esto es rojo y que
este cubo es rojo. Desde este enfoque, lo primero o más fundamental sería la capacidad de percibir ciertos
estados de cosas: que cierto objeto es, por ejemplo, un cubo. Dicho en otros términos, la sugerencia es
que es la capacidad para predicar y para percibir un esto como cayendo bajo el predicado relevante que
uno logra identificar perceptivamente lo que le es dado en la experiencia. Y es sólo después de que esta
operación ha sido coronada por el éxito que uno podría, si acaso, construir contenidos no proposicionales
como “Este cubo rojo”.
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Por último, quizá podría decirse, no que el contenido intuitivo “Este cubo rojo”
puede ser una razón para juzgar que este cubo es rojo, sino que el hecho de que uno vea
este cubo rojo constituye la razón del caso. Esto ineludiblemente exigiría que uno sea
consciente de tal hecho, esto es, que de alguna manera fuera consciente, no sólo de este
cubo rojo sino, también, de que ve un cubo rojo. Ahora, esta consciencia sería,
obviamente, de carácter proposicional: consciencia de que veo este cubo rojo. Sin
embargo, en ese caso ya no habría lugar alguno para las supuestas razones con
contenido no-proposicional. Y no sería la experiencia misma la que proveería las
razones para el juicio respectivo, sino la consciencia (o advertencia) de que uno ve un
cubo rojo.

En fin, si no puede decirse que el contenido de la experiencia puede ser


verdadero, entonces es realmente difícil retener la idea de que las experiencias pueden
ser razones para el juicio o la creencia empírica. Parece, pues, que si atribuimos
contenido intuitivo a las experiencias, estas no pueden contar como una movida en el
espacio lógico de las razones. O bien se sostiene que las experiencias son (o pueden ser)
razones, pero en tal caso hay que atribuir contenido proposicional a las experiencias; o
bien se insiste con la idea de que las experiencias poseen contenido intuitivo, pero, en
tal caso, hay que renunciar a la idea de que las experiencias son (o pueden ser) razones.

En síntesis, la primera versión del contenido de la experiencia perceptiva de


McDowell, aquella que introdujera en Mind and World, parece preferible a su última
versión, presentada en “Avoiding…”. No quisiera dar a entender que la idea de que el
contenido de la experiencia es de carácter proposicional es una idea libre de
dificultades. Pero, en vistas de los intereses epistemológicos que atraviesan toda la obra
de McDowell (principalmente, la tesis de que las experiencias pueden ser razones para
sostener un juicio o creencia), la versión proposicionalista del contenido perceptivo
resulta mucho más defendible que su alternativa no proposicionalista.

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