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Muchas veces se dan ejemplos de países o ambientes de pobreza que han logrado sumar
beneficios de forma positiva como consecuencia de la globalización. La verdad es que
pueden existir casos aislados de mejoras económicas en países pobres. Algo, aunque es
nada comparado con los grandes beneficios de los ricos, pueden subir sus niveles de exigua
renta, aunque haya países, como es el caso de muchos de los africanos, que pueden estar
hoy peor que hace veinte años.
Sin embargo, los defensores de la globalización se plantean pocas veces cómo es,
realmente, esa redistribución de las sumas positivas que se producen en este proceso
mundial liderado por el neoliberalismo. Si a algunos países pobres les pueden llegar
pequeños crecimientos, en la mayoría de los casos poco perceptibles, los países ricos se
llevan casi la totalidad de esta tarta que tan jugosamente aumenta las sumas de la economía
mundial. Los países ricos engordan y mejoran ostensiblemente su abundancia, mientras que
los países pobres apenas ven crecimientos positivos.
La conclusión está clara en términos económicos: cada vez es mayor la brecha o sima que
existe entre los países ricos y los pobres. Comparativamente se puede hablar de ricos muy
ricos y de pobres muy pobres, aunque a algunos pobres les haya llegado algo de las sobras
o de las migajas de la globalización neoliberal. Los países ricos mejoran ostensiblemente
tanto su renta per cápita como su Producto Interior Bruto; los pobres mejoran algo, se
mantienen en su pobreza o empeoran, pero la sima de las desigualdades se aumenta.
En el mundo hay un proceso de separación económica cada vez mayor entre los países
ricos y los países pobres. Además, como es una economía en que las grandes empresas
multinacionales pueden pasar los trabajos a cualquier parte del mundo, pueden asignar, sin
ningún tipo de trabas, los trabajos de lujo y que generan los mejores salarios del mundo a
los países ricos. Los trabajos más bajos y con salarios ínfimos, los pueden pasar a los
países ya empobrecidos.
Es posible que los empobrecidos puedan conseguir algunos puestos de trabajo y crecer al
menos unos mínimos, pero las distancias entre los ricos y los pobres se agrandan. Hay una
gran sima entre los ricos y los pobres. Al hablar de estas distancias y simas, me recuerda la
gran sima que había, en la Parábola del Rico y Lázaro, prototipos de la riqueza y la pobreza
en el mundo.
Está claro que actualmente lo que buscan los países es su beneficio a toda costa, sin
importarles la pobreza que creen a su paso. Por ello, si todos los países ricos están a favor
de la globalización, ésta no puede ser buena para los países pobres.
La globalización es ese fenómeno que ha conseguido la dependencia de todos sobre todos,
y dicho así puede sonar maravilloso. Visto desde esta perspectiva, podría ser algo así como
una especie de acuerdo entre personas, aceptado por todos los países del mundo de forma
unánime para conseguir el bien común.
Pero en realidad la dependencia es perversamente desigual y profunda. Los países más
ricos requieren explotar y exprimir al máximo a los países pobres para poder avanzar y
prosperar hasta saciarse. Por el contrario, los países más pobres necesitan dejarse explotar
para poder sobrevivir en sus precarias condiciones.
La globalización es, por encima de todas las cosas, una corrupción económica ya que la
cultura o información global no existen, y como tal, la dominan las grandes empresas que
solo buscan su beneficio y que han transformado los gobiernos de los países desarrollados
en simples rehenes de esta forma de vida.
La economía global ha roto todas las fronteras, y se mueve por un ámbito en donde rige la
ley del más fuerte. Pero esta ley tiene algo curioso, no se trata de destruir al más débil, sino
de alimentarlo lo necesario para que vivan al límite de sus fuerzas y poder así seguir
esclavizándolos. Por esa la globalización permite un respiro en las deudas que tiene los
países pobres para de esta forma poder seguir explotándolos.
Las personas que están favor de la globalización piensan que es buena para todos, que
únicamente tenemos que corregir los efectos perversos de ésta.