Está en la página 1de 17

)UAN CARLOS GORLIER

COMUNIDADES NARRi\TIVAS
tienen otras consecuencias negativas. ~ énfasis en los_asr-ecto_LcQgnitivos
q~re orienta la investigación hacia el estudJo de declaraciones p_úblicas de líderes y
po rtavoce2~n considerable destrezas retóricas y mediáticas. Esto tiende a margi-
nar los contenidos emocional vulorativos de las acciones contestatarias o hacer
lecturas pu;am~Qte ~~..tra.té.gic.a~de-Los mis.mos; como si fueran emocione~ y válo-
res que nadie experimenta y cree realmente.
Sin duda, los usos manipulativos de la cultura abundan y se tornan
cada vez más sofisticados, pero muchas mujeres participan en grupos feminis-
t ~s@ como consecuencia de cálculos estratégicos, ~nii5 porque guiere'l_y
neces itan espacios soli<!arios para compartir sus aflicciones y¿yuQar~~ u~
o tras; alg_Q c¡ue -~v~_ntu~lmente puede llevarlas a transformar sus vidas y r~~a
~e r s_ ~otidianidad.u
ll CS
el trabajo sobre la identidad personal ("concientización") y la ayuda mutua; y esto '
no con una finalidad explícitamente política y pública (aunque eventualmente algu- ¡
nas producciones de estos grupos se diseminen en distintas arenas) sino porque \
se conciben a sí mismos como c~s organizadas en torno a valores j
contestatarios.
Como ocurriera con la aparición de nuevas formas de organización y ac-
ción colectiva en otras coyunturas socio-históricas, tampoco aquí los paradigmas
teóricos establecidos parecen idóneos para facilitar la comprensión de ciertas di-
mensiones que se revelan a través de esta nueva praxis.
Creemos que el enfoque narrativo cuenta con las herramientas conceptua-
les para arrojar una nueva luz sobre estas y otras dimensiones de las acciones
colectivas, ya que profundiza el giro cultural iniciado por las tradiciones identitaria
e ideológico-cognitiva y sugiere una nueva visión de los " movimientos sociales",
concibiéndolos como redes de sentidos contestatarios que unen dishntas comuni-
Nuestra perspectiva
La perspectiva que desarrollamos en este capítulo se sustenta en contri-
buc iones recientes dentro de la tradición de la teoría narrativa. Como en el caso de
los paradigmas previos, también aquí hay una praxis social distintiva que inspira
nuestra producción intelectual. Se trata de un repertorio de ideas y prácticas socia-
les comúnmente asociadas a la llamada "política identitaria" feminista, pero que no
se restringe sólo a ella.
Distintas variantes de esta praxis se observan no sólo en los Estados
Unidos y Europa occidental sino también en América Latina. Estas formas de ac-
c ión colectiva tienen algunos rasgos semejantes a las formas de organización y
acción que caracterizan a los "nuevos movimientos sociales", entre ellos: la impor-
tancia conferida a las organizaciones autónomas, las formas celebratorias de la
identidad colectiva, el cuestionamiento de la política institucional y el énfasis en
nuevos valores culturales. Sin embargo, en contraste con esos movimientos, estos
nuevos grupos se caracterizan por la afirmación de la diferencia y, por lo tanto, de
J valores que no son directamente generalizables (en discrepancia con los valores
promovidos por los movimientos ambientalistas y pacifistas, por ejemplo) por estar
arraigados en identidades que no son manifiestamente universalizables ("muje-
1 res", "lesbianas", "g«vs", "queers", etc).
Estas características tienen consecuencias singulares. Por un lado, estos
grupos adoptan formas de activismo social cuyo signo ideológico no se deja
clasificar bajo los parámetros tradicionales de "la izquierda progresista" o "la dere-
cha conservadora". Por el otro, muchos grupos feministas invierten una parte
considerable de sus energías en actividades íntimas y personalizadas, tales como
dades narrativas.
El abordaje narrativo permite estudiar dimensiones de la acción social
as,descuidadas por los otrosparadig¡;1_ entre ellas: l~s tr;r~ s formaciones QÚsor~a
!es, los componentes emocionales y el sentido de pertenencia a una comunidad
ético-so lidaria que se manti ene a lo largo del tiempo. En este caso, los rel atos
personales y las hi storias colectivas son el objeto del anális is narrativo. Pero nues-
tro énfasis en la dimensión comunitaria y en lo que estos y otros grupos de mujeres
hacen sobre sí mism os, no supone ni una desvalorización de la acción pública de
los movimientos soc iales y su impacto en el ámbito la política institucional , ni un
desinterés por otras dimensiones de la acción colectiva. De hecho, este abordaje
también puede usar las narraciones de participantes y grupos como instrumentos\
heurísticos y como medios para profundizar dimensiones y temas tratados por los
paradigmas teóricos previos; entre ellos, las condiciones que rodean a la aparición
de grupos y movimientos, el reclutamiento de nuevos participantes, los cambios
organizacionales, la producción de la solidaridad colectiva y las confrontaciones
públicas con actores más poderososY
En las próxim as secciones vamos a presentar un repertorio de nociones
básicas que facilitan la comprensión del " paradigma narrativo".
23
Hunt y Benford, 1994: Fine, 1995; Polletta, 1998; Davis, 2002: 22.
23
)UAN CAR LOS GORLIER
COMUNIDADES NARRATIVAS

ELCONCEPTO
Comencemos haciendo una breve referencia a la terminolog ía que vamos
a utilizar en esta sección . Usaremos indistintamente los términos "narración", "re-
lato" e "historia". Con todo, cuando necesitemos expresar un sentido más preciso
usa remos: "narración" y especialmente 'friirratjya"j para referirnos a conceptq_s
teóricos ; 'lrelato'l, a exposic iones personales de carácte~ auto-biográJ1co e ''histo- ·
riq'' a recuentos de carácter colectivo.
La pretensión de definir el concepto de narrativa puede parecer un poco
artificiosa por lo menos por dos razones: primero, porque desde temprana edad
todos sabemos lo que es un cuento o un relato; y segundo, porque la intención de
dcterm inar de manera exhaustiva lo que es una narrativa parece adecuarse más a
los procedimientos de una ciencia exacta que a un abordaje exploratorio como el
que estamos iniciando. Por ello, más que dar una definic ión en el sentido estricto,
va mos a tratar de circunscribir algunos elementos que parecen estar presentes en
infinidad de relatos e historias. Entonces, no pretendemq_§_deducic.una suerte de
cs tru c tura~ativa uniyersal, sino Llamar la atención sobre un repertorio de com-
ponentes que pueden facilitar el análisis empírico de relatos personales e historias
co lectivas, en lo que podríamos designar como "la cu ltura contemporánea occi-
llc ntal".24 En este contexto, si algunos de esos componentes falta , los relatos
t icnden a alejarse de las formas convencionales y corren el riesgo de aparecer como
"ca rentes de sentido". Vamos a considerar cinco elementos.
sucesión de horas, días, meses y años no basta para estructurar una narrativa. Ni el
desplazamiento de las agujas del reloj, ni el reemplazo de las hojas de un calendario
ofrecen un relato. La simple enumeración de acontecimi entos datados tampoco
tiene una estructura narrativa y por ello no constituye una historia, dado que
carece de "sentido", de un enlace significativo entre los distintos sucesos presen-
tados y de un final que exprese una resolución.
La trama narrativa supon e un desarrollo argumental que hace que los
aconteci mientos que preceden al final de la hi storia tengan sentido. Pero eHo
reclama que sólo se incluyan los acontecimientos y experiencias re levantes para
ese final. En consecuencia, puede as umirse que toda narración se estructura a
partir de una se lecc ión de los eventos a incluir y que la masa de inform ac ión
exc lui da es enorm e, por ser irrelevante o contraproducente para el desenlace
narrativo. El recuerdo mismo es se lectivo y sólo lo que se recuerda entra en la
trama narrativ aY
2) Unnarrador
Este componente de la estructuración narrat iva es espec i- lme nte im -a
po rta nte en los relatos de vida personal. Toda narrat iv a req uiere un luga r desde
-- -- -
el cual se es tructura el dese nvolvimientc)"'(:fe los suc esos y los signifi cados
asoc iados -;; ·~ llos. Eñ eTCaso de los reTatos ant~-~ m ~nci o nado s, ese lu gar está
ocupado por el propio narrado r y se va construye ndo y afianzando en el proce-
so mi smo de la narración. Con todo , la posición de lo s narradores puede variar
de un relato a otro (y a veces dentro del mismo relato), aparec iendo ora como
protagonistas centrales, ora como suj etos pasivos, ora como observadores
externos, etc.
Además, las variaciones en la posición. sue l'en estar asociadas a varia-
ciones en la act itud asumida por el narrador. En tal senti.do, son frecuentes los
relatos donde el narrador aparece profundamente identificado con rol es y ex-
pectativas de conducta establecidas; pero· tarlilbién pl!l!eden haUarse relatos que
nos presenten un narrador fuertemente individualizado que resista y hasta
ble con la realidad. Después de todo, e l ordenamiento temporal-l in cal es unaconvemción que
emp lea un sistema de s ignos intemamente coherente; pero el mundo tal como es no requi ere
esos rasgos" (1994: 191) .
27De nuevo, citemos a White: " La realidad de los aco nteci mi entos d'e uAa narFativa no

consiste en qu e haya n oc urrido sino, aRte todo, en que se los recuerde y en seg undo lugar, en
que puedan encontrar un lugar en una secuencia ordenada cronológicamente.'' ( 1980: 23). Ya
vo lveremos a las conexiones entre narrativa, memoria y acontecim iento.
J\]
Una trama
Entendemos por "trama" a la red de relaciones entre acontecim ientQS.,_q.ue
los enl aza de manera tal que estos aparecen como partes de un todo integ@QQ_y
din úmic_ , 25 La forma de enlace más habitual es la secuencia lineal cronológica, conQ
6lrcs partes claramente delimitadas: principio, desarrollo, final. 2 Con todo, la mera
l'or ej emplo, asumiendo una postura constructivista, Ke nncth Gergcn subraya el carácter
lt'lilli va mcnte convencional de lo que se reconoce, en un nücle? cultural dado, como una
·· narra li va'': ·' Desde el punto de vista constructiv ista, las propiedades de una narrativa bien
lo1111 ;1d:l están cultural e históricamente situadas y resultan de los intentos que hacen las
pnson;rs para re lacionarse entre sí a través de discursos'' ( 1994: 189).
'' l'ar:1 una clclinición similar puede verse White, 1980: 13.
.,. lk li ri éndose a este tipo de secuenc ia lineal, Gergen afirma que "es tentador afirmar que la
·<'JIIC II l' ia de los acontecim ientos relatados debe coincidir con la secuencia real en que ocu-
111 1' 1011 los acontecimientos reales, pero eso sería confundir las reg las de un recuento inteligi-
11
'·t
25
)UAN CARLO S GORLIER
CorviUNIDADES NARRATIVAS
trascienda los patrones de conducta dominantes. 28 Pero esto ya nos acerca al
terna del próximo apartado.
~\
La dirección 31

~
Un final cargado de valor
Esto es lo que hace que un relato se presente corno la narración de un
éx ito o de un fracaso , como algo deseable o i~seab.le. Este componente de la
estructuración narrativa ~antiza que el recu~nto d~ los acontecimientos y expe-
riencias colectivas o individuales tenga una dirección, un sentido, una resolución,
que pÜede valorarse positiva o negativarnente. 29
Con todo, esta e-xigencia narrativa no se limita al final de la historia; si el
final debe estar saturado de valor, usualmente la descripción de los eventos que
conducen hacia él se desenvuelven en un marco evaluativo que los va orientando
hac ia esa resolución tina l. Por ejemplo, es habitual encontrar a lo largo de un relato
personal, la presencia de personajes " buenos", claramente diferenciados de los
personajes "malvados". En definitiva, el final debe a~recer como una suerte de
q_orolario de zw dt:.atn g_ nl!?ra/ qye atañe_directamente al grupo o persona protago-
nista central de la narrativa. 30
La dirección del desenvolvimiento narrativo puede clasificarse sobre la
hase de tres formas elementales: ~stabilidad, progreso y regresión. La primera se
caracteriza por un tipo de desenvolvimiento en el que la paulatina aproximación a la
reso lución o final no está acompañada de una alteración significativa en la evalua-
ción. Esta es la forma típica de los relatos en que "las cosas no mejoran ni empeo-
ran". En narraciones así, si el principio estaba caracterizado por una experiencia de
éx ito o fracaso , la misma persiste a lo largo de la historia. En contraste con la forma
de la estabilidad, las otras dos están atravesadas por un desenvolvimiento positi-
vo (forma progresiva) o por uno negativo (forma regresiva).
Asimismo, tanto las formas progresivas como las regresivas pueden adop-
ta;· 11atrones considerablemente variados, por ejemplo, el desenvolvimiento gra-
dual o repentino. Incluso, dentro de las variaciones posibles puede mencionarse el
dcsenvolvim iento positivo seguido de un desenlace negativo y viceversa. Con '¡
todo, salvo los relatos de " conversión" personal que suelen caracterizarse por un l
rú pido desenlace de signo positivo (más adelante volveremos a ellos), la estructu- ~
rac ión narrativa habitual se caracteri za por la estabilidad o las formas progresivas o (
regresivas de desenvolvimiento gradual.
5
" .!crome Bruner analizando un ensayo de Amelia Rorty afirma que '·a medida que las
fo rmas literarias se desarrollan, van moviéndose hacia un fortalecimiento y enriquecimiento
subjetivo del protagonista[ ... ] en la narrativa la forma del actor vade la fig ura folk lórica que
no posee la experiencia ni está formado por ella[ ... ] a fas personas que están definidas por
ro les y responsabilidades en una sociedad y que a cambio reciben derechos, a los sí mismos
que deben competir por sus roles para ganarse sus derechos [.. . ]y linalmente a los indivi-
duos que trascienden y resisten la sociedad y deben crear o arrebatar sus derechos'' (Bruner,
1<)87: 19-20).
1'' Continuando con su abordaje constructivista y culturalista, Gergen comenta que "no

podemos decir que la vida esté compuesta de acontecimientos separados, entre ellos los
' linalcs'. En lugar de ello, la articulación de un acontecimiento y su posición como 'final'
ckriva n de la ontología y las valoraciones de una cultura dada[ ... ]los acontecimientos no
lll'IIC valor intrínseco[ ... ] sólo dentro de una perspectiva cultural pueden alcanzar inteligi-II
hi lidad"( l994: 190).
'" " 1,;1demanda de un cierre en el relato histórico es la demanda de un sentido moral, la
dc'lllnnda ele que se evalúen las secuencias ele los acontecimientos reales ele acuerdo a su
·o~¡ • 1 1i l ir: 1do como elementos de un drama morar' (White, 1980: 24).
J
Escenario de los acontecimientos, escenario de la conciencia
32
Al menos hipotéticamente se puede afirmar que las historias y relatos
contienen dos "escenarios". Por un lado, el escenario de los acontecimientos y
acciones: este es el ámbito donde la narrativa recuenta los sucesos yjsibles_tal
co..;;-se presentarían ante un observadórlñlpersonal. Por el otro, el ~sce[@_r~ la
conciencia y léis senúaoS:este es el ámbito de la "subjetividad", donde la narrativa
recapitula significados.¡nenos _!Tianft}estos, t_ales_comoJas::rn:téñc¡~~istj-;
tos personaj,es_p!:_esente~en el relato.
En general, se espera que la estructuración narrativa muestre cierto balan-
ce entre uno y otro escenario, refiriéndose tanto a contextos, sucesos y acciones
·'Un aspecto esencial de la narrativa es la capacidad de generar direccionalidad entre los
acontecimientos; es decir, de estructurar los acontecimientos de manera tal que se mueven a
través del tiempo de manera ordenada y hacia un fin dado" (Gergen y Gergen, 1997: 164;
t~ mbién puede consultarse Gergen, 1994: 195-97).
12 Aquí tomamos a préstamo un análi sis de Bruner sobre una distinción introducida por

Greimas (Bruner, 1987: 20). Sobre el uso de esta distinción en el campo de la terapia
narrativa puede verse White, 1992.
11

.,,
27
)UAN CARLOS GORLIER
COMUNIDADES NARRATIVAS
Como podrá comprobarse al considerar el ú !timo apartado de este capí-
tulo, nuestra línea de trabajo sobre la noción de identidad personal está lejos de
asumir una postura solipsista. Y nuestro análisis de las identidades grupales
rechaza los supuestos del culturalismo tradicional que las concibe como organi-
zadas en torno a núcleos culturales irreductibles. Adelantemos que desde nues-
tra perspectiva, los relatos personales y las historias colectivas se gestan a partir
de continuaciones, apropiaciones y confrontaciones con otros relatos e histo-
rias propias o ajenas, cómplices o rivales, presentes en los contextos sociales
donde viven las personas y los grupos. Es decir, entendemos la "identidad"
como algo inseparable de los procesos de apropiación y diferenciación a través
de los cuales se constituye.
Los conceptos elaborados a partir del giro culturalista permiten repensar,
desde nuevas perspectivas, temas recurrentes en las ciencias sociales. Tal es el
caso, por ejemplo, del tema referido a la índole de los lazos que vinculan a los
sujetos individuales con lo social, con implicaciones que se asocian a las diferen-
cias entre las posturas individualistas y comunitaristas (con importantes repercu-
siones también en el campo la ciencia política).
Abordando la identidad como una construcción narrativa y como una
respuesta a la pregunta por el "quién", es posible hacer nuevas contribuciones a
estos "viejos" temas; evitando al mismo tiempo las consabidas dicotomías. Por
ejemplo, contra las posturas que conciben lo social a partir de lo individual, pueden
anal izarse infinidad de relatos en los que, una y otra vez, los sujetos responden a la
pregunta "quién eres", con relatos que a pesar de expresar un fuerte sentido de la
propia individualidad, la organizan a partir de posiciones sociales adscriptas (eso
es lo que ocurre en los relatos personales de activistas que se ven a sí mismas como
"esposas", "madres", "obreras", etc). Por el otro lado, hay participantes que, iden-
tificándose con colectivos que las abarcan y trascienden, se distancian de in fin i-
dad de roles y costumbres socio-culturales dominantes (como ocurre con algunos
participantes de grupos de auto-ayuda para combatir "adicciones").
das en contextos grupales e institucionales que las condicionan. Entre otras
cosas, esto permite reintroducir la cuestión acerca de la identidad del narrador,
incluyendo nuevos elementos.
Como sugeríamos más arriba, la identidad personal se forja a través de
una construcción narrativa. A partir de la perspectiva que estamos considerando,
se puede explorar con más profundidad la autoría de dicha construcción. Aunque
en el nivel manifiesto es evidente que el relato pertenece al narrador, cabe con
todo preguntarse por la contribución de los interlocutores a la autoría de dicho
relato. 41 En efecto, es razonable pensar que distintos interlocutores y distintas
actitudes en un mismo interlocutor invitan al narrador a construir distintos rela-
tos de la misma experiencia. Veamos este tema con más detenimiento..l-o~~.
y na de las formas habituales de distinguir entre los relatos "autobiográ-'1
~cos" y las "crónicas" es señalar el contraste entre el carácter intimista de los Cs~iiiM-\. "4 ~.
primeros y el carácter distante de las se¡¡undas. Pero esta distinción también
puede referirse a es ti los interactivos, al punto que un cambio en. la actitud del
interlocutor y de las preguntas que éste haga pueden invitar al narrador a despla-
zarse de la autobiografía a la crónica o viceversa. Hay casos de formas interacti-
vas más complejas, en las que narradores e interlocutores están relacionados por
lazos de parentesco, amistad o enemistad prolongados; en esos casos, las inte-
racciones forman entretejidos en los que los respectivos relatos de vida se inclu-
40

Av
yen y refuerzan mutuamente.
Asimismo, estos abordajes revelan nuevos aspectos de la dimensión
moral de las narrativas. Planteándolas como actos verbales entre narradores e
interlocutores o audiencias, pueden explorarse los modos en que los primeros
tratan de ejercer una influencia moral y una suerte de poder discursivo sobre los
segundos. 42 En resumen, es razonable pensar que a través de estos procesos
interactivos, los narradores apuntarán a inducir a los interlocutores a que com-
partan sus propias evaluaciones.
Este tratamiento interaccionista de las narraciones entendidas como
prácticas sociales interdependientes que entrelazan sujetos ocupando distintas
posiciones, apunta a descentrar la primacía del sujeto individual y a mostrar la
reciprocidad en la negociación del sentido. En efecto, si bien el sujeto en posi-
40
PRÁCTICAS SOCIALES
La reciente aparición de análisis micro-sociológicos de las narrativas, ha
facilitado el uso de nociones tales como "estructuración narrativa" e ''identidad
narrativa" en el estudio de grupos y movimientos. A diferencia de los análisis
literarios, estos abordajes ven los relatos no sólo como textos escritos y como
construcciones verbales sino también como prácticas sociales interactivas ancla-
10
Gubrium y Holstein, 1998; Polleta, 1998: 425.
41Gubrium y 1-lolstein, 1998: 178.
42Como argumenta Joseph Da vis en un trabajo reciente: "Los relatos no se limitan a confi-
gurar el pasado a la luz del presente y el futuro, también crean experiencias para una
audiencia y le reclaman que responda de ciertas maneras. Los relatos son fundamentalmente
transaccionales y esto explica su poder discursivo., (2002: 12).
31
)UAN CARLOS GORLIER
Co~ tU.'IIDADfS NARRATIV,\5
ción de narrador tiende a otorgarse a sí mismo la prioridad cuando se trata de
definir quién es, cuál es su identidad y por qué hizo lo que hizo, necesita obtener de
los otros la confirmación de sus propias definiciones y esto lo pone en una situa-
ción de interdependencia. 43
Los tres conceptos presentados hasta ahora nos facilitan una base teó-
rica para avanzar con los temas centrales de este capítulo: las transformaciones
personales en el seno de grupos conc-ebidos como comunidades narrativas. Como
veremos, el tratamiento de esos temas, sin perder del todo el sesgo interaccionis-
ta, se inspira en las experiencias de ciertos grupos feministas y profundiza aspec-
tos mucho más afines a los enfoques pragmáticos y post-estructuralistas de la
"identidad".
ción: sin duda, no todas las crisis son experimentadas como " crisis de creci-
miento personal" .''
De hecho, sujetos constituidos en torno a relatos biográficos que los
identifican sólidamente con ciertas posiciones sociales, man ifiestan considera-
ble confusión cuando las relaciones de reciprocidad que las sustentan se tornan
inestables; no parecen encontrar las reservas de sent ido para ensayar ro les nue-
vos y quedan fijados al deseo de retornar a la inmediatez de la identidad perdida.
Con todo , hay casos relativamente excepcionales en que las crisis, al
socavar las certidumbres y el sentido de realidad previamente establecido, crean
las condiciones para iniciar transformaciones personales más o menos profun-
das. En los párrafos siguientes exploraremos estas transformaciones.
l
RA NSFORMACIONES PERSONAlES44
Dislocación identitaria
Nos aproximamos a este nuevo tema resu miendo un ampli o espectro de
experiencias aludidas con térm inos tales como " cris is", "aflicc ión", "trauma" o
''pérdida", bajo la noción de "dislocación identitaria". Este fenómeno se expresa
como una distorsión significativa en los componentes básicos que organ izan la
identidad, entendida como una construcción narrativa. Es decir que estamos en \
un a situación en la que los relatos dispon ibles ya no pueden dar sent ido a la
desorganización que se abate sobre el sujeto.-e----
La dislocac ión se expresa como dificu ltad o imposibi li dad de narrar el
acontecimiento que la desencadena. Como consecuencia, el mismo aparece en
los re latos como una realidad ah istórica, sin or igen, evolución o variaciones, ni
contexto. El narrador mismo se presenta como un objeto pas ivo, a merced de
"a lgo" sobre lo cua l no puede ejerce r ni ngú n co ntrol; y la eva luac ión bás ica que
atraviesa al re lato tiene coro lar ios negat ivos. Esta descripc ión re lat ivamente
abstracta y estili zada apunta a de lin ear los perfi les generales de infin idad de
narrac iones que por sus caracte ríst icas podríamos des ignar como " relatos de
víct imas".
Este tipo de re latos tiende a mantener y reforzar la ex peri encia de la victi -
mi zac ión; esto no supo ne sostener que las víctimas sean res ponsables de su con-
Las ll amadas "cris is personales" reve lan la identidad como una cons-
trucción frágil y quebrad iza. Aun en los casos en que estas crisis muestren
c laras raíces sociales e históricas, son siempre experimentadas como aconteci-
mientos íntimos e individuales que afectan d irectamente la cotidianidad y las
re laciones interpersonales de los sujetos invo lucrados. Independ ientemente
de las causas, la,s qu iebras suelen tener componentes emocionales, cognitivos
y va lorativos, afectando también al sentido del tiempo y al delicado balance
entre olvido y recuerdo que suele caractet·izar a una memoria saludab le.
Situaciones así suelen estar acompañadas por una degeneración de
las narrativas establecidas, algo que se expresa en la d ificultad de nombrar y
re latar lo que acontece. Estas condicioliles pueden pro longarse indefinidamen-
te , dado que la magnitud de las pérdidas. no garant iza la posib il idad de restitu-
"La delicada interdependencia de las narrativas sugiere que un aspecto fundamental de la
vida social es la reciprocidad en la negociación del sentido. Dado que las propias construccio-
nes narrativas só lo pueden mantenerse si los otros juegan roles de apoyo adecuado, y a la
inversa dado que los otros reclaman que uno apoye las construcciones de eLlos, cuando un
participante elige renegar de su rol, ameB todo un ensam ble de eonstrucciones interde-aza
pendien tes" (Gergen y GergeB, 1997: 178.).
._ Para el estudio de estos procesos, entre otras fuentes, t0mamos en préstamo los trabajos de
algunos autores enrolados en la ll amada "terap ia narrativa'' (especi'almente Michael Wh ite,
Dav id Epston y Carlos Sluzki), con todo, usamos los enfoques ·'terapéuticos" de manera
selectiva y con considerables reservas, similares a tas expresadas por muchos grupos femi r;lis-
tas. Además, complementamos esas contribuciones con elementos de cuíio post-estructuralis-
ta, especialmente en nuestro tratamiento de las nociones de "dislocación" e "identificación".

3

., En el campo de la psicología. el término "cri sis" suele connotar una coyuntura caracteri -
zada por la brevedad y la intensidad de las experiencias que la rodean; cuando las crisis se
prolongan se prod uce un deteri oro generalizado y las dinámicas de la transformación perso-
nal se compl ican cons iderablemente.
'l3
32
) UAN CARLOS GO RLIER
COML'NIDADLS N .\RRr\TM\S
dición, sin o más bi en qu e las dislocaci ones, cualquiera sea su or igen, dej an surcos
en los re latos de los suj etos afectados, distorsionando sus identidades. 46
Nombrar la dislocación
Por su parte, las din ámic as de la transform ac ión personal están asoc iadas
a una serie de des pl azami entos que permiten h istori zar el acontecim iento disloca-
dor, nombrándolo, contextuali zándo lo, in virtiendo las valoraciones directri ces de
la trama narrat iva e introduciendo innovac iones signi ficat ivas en la pos ición que
ocupa el narrado r en el relato. 47
Además, estas transformac iones suelen estar acompañadas de un fe nó-
meno ca racterístico: nos referim os a la se parac ión gradual o repe ntina de la ide nti-
dad personal respecto de la deso rgani zac ión y los prob lemas que la afec taban; más
aún, los suj etos de estas transformac iones comi enzan a distanc iarse de los roles y
re latos que constituían su ide nt idad pasada, 48 ensaya ndo nu evas ide nti ficac io-
nes . A su vez, estas últimas los emp uj an a ensayar nuevas cogniciones y va lorac io-
nes, e incluso a olv idar ciertos acontec imi entos y a recordar otros que antes no
eran accesib les a la memori a, por estar asoc iados a senti dos sumergidos o distor-
sionados por los re latos persona les prev ios.
Esto tiene consecuenc ias dec isivas para la co mprei)S ión narrati va de los
relatos personales y, como veremos en el próx im o apartado, de las hi stori as de los
grupos que las pos ibili tan . Podría en tal sentido argumentarse que los nuevos re latos
se originan en "algo" que los re latos personales previos no pod ían nombrar de
Veamos la postura de Carl os Sluzki sobre este tema: ·'La transformac ión de víctima pas iva
a agente activo constituye una manera poderosa de expandir la histori a personal. Tal el caso
cua ndo los pac ientes se describen a sí mi smos como víctim as de sus síntomas o relaciones,
sin que su pas ividad haya sido impuesta por la fuerza f1sica, la opres ión económi ca, o la
coerción ideológica. Sin embargo, puede ser difícil , e incluso indeseab le, cambiar esta actitud
pasiva en historias do nde el actor pas ivo es un ni río, una mujer crónicamente golpeada, un
anciano débi 1 [ . .. ]dado que la descripción alternati va pod ría terminar hac iendo responsable
a la\ íct ima"' ( 1992: 226). Si n duda, coincidímos con el autor en lo referi do a la asignac ión de
respo nsab ilidad; con todo, lo que ll amamos '" dislocac ión identitari a'' se suele expresar en la
experiencia de suj etos que se sienten culpables por su propio padec imi ento. aunque objeti-
vamente no lo sean.
17Para una presentac ión más deta ll ada de estas transform ac iones puede consul tarse Gorli er

y Guzik, 2002: 138-141 y Sluzki, 1992: 222-228 .


"Refiriéndose a este fe nómeno, Michael Whi tc sugiere que '" las personas experimentan una
separación y una alienac ión con respecto a sus hi storias prev ias y privadas. En el espac io
estab lecido por esa separación, pueden 1iberarse y explorar conocim ien tos alternativos acer-
ca de lo que querrían ser" ( 1992: 126).
r.
4

manera convin cente y se construyen animados por el es fuerzo de confrontar exp lícita
o implícitamente las eva luac ior es negativas presentes en los mi smos. Evaluac iones
esas que condu cen a corolarios de pes imi smo, im potencia o fatali smo.4q
Has ta ahora, en esta sue1 de taxonomía qu e introduce un arm azón un1e
tanto rígido a transform ac iones perso nal es que por su naturaleza m isma son di fíc i-
les de encas ill ar, nos hemos restring ido al análi sis de los compon entes narrat ivos
más bás icos, sin hace r entrar en nu estra disc usión un as pecto substancial: el he-
cho de qu e los relatos personal es están ~e mpre in sertos en un entram ado form ado
por c~·os relatos personales, fa mili ares y co l ect i vos ~ en consec uencia, es prev is i-
bl e que los cambi os en un grupo de narrati vas te ngan repercu siones en otros
grupos. ' 0 Esto exp li ca por qué los relatos personales y sus transform ac iones nun -
ca surge n de "' la nada'·, sin o qu e res ultan de la ac tivac ión más o menos prev isibl e
de repertorios de relatos e hi stori as ya di sponibl es: las transform ac iones perso na-
les siempre ll eva n las marcas de las comunidades narrativas qu e las hacen pos i-
bles . Prec isa mente, este es el tema del próx imo apartado.
l
COMUNIDADES NARRATI VAS
En esta últi ma sección, va mos a ensayar un abordaje narrativo a gru pos
pe11enec ientes a mov imi entos mús ampli os, suministrando un repettorio de ideas que
1ados prev ios. Como veremos, muchosamplían las perspectivas desarro lladas en apa1
gru pos pueden entenderse como comunidades narrativas que desempeilan una fun -
ción decisiva en la remode lación de las narrativas personales de sus miembros.
Los re latos. personales nun ca ex isten totalm ente encapsulados; el tejido que
entrelaza las narrativas de los suj etos inm ersos en interacc iones signi ficativas siempre
es objeto de mode lado soc ial. Los sujetos indiv iduales poseen un repet1ori o más o
menos amplio de fo m1as narrati vas adquiridas en el curso de su soc ializac ión. La dispo-
nibilidad de esas formas les permite "dar sentido'' a sus experiencias cot idi anas.
4
Prec isamente en su análi sis d~.: la dimensión moral va lorati va de las narrati vas hi stóricas,
1laydcn White afirma que '" si no hay confli cto, no hay nada que narrar, no hay relato para
contar·' ( 198 1: 22) . En efecto, scg[m este autor. para que un hi stori ador as um a la autoriclnd
de dar la -- verdadera"' versión de ciertos acontec imientos es indi spensa bl e que sea pos ibl e al
menos otra \"l!rsión de los mismos. Es dec ir que toda narrac ión hi stórica suele confron tase
más o menos explícitamente con otras narraciones pos ibles, que presentan otras evaluac io-
nes alternati vas.
511 Refiri éndose a este fe nómeno, Sluzk i habl a de .. la compleja eco logía de narrativas que

constituyen nuestro mundo soc ial"' ( 1992 : 23 0).


''
1·1
35
) U;\1\ CARLOS GORLIFR
(O.\ 1l'•'ii01\DES NARRNI\'AS
Es habitual enton ces encontrar que las micro-narrativas persona les, de
duración relativam ente breve, anidan dentro de macro-n arrativas de vida mucho
más prolongada, que sumini stran los temas fundamenta les a part ir de los cua les se
construyen las prim eras." Esas narrativas más abarcadoras pu eden se r las de una
fam ilia, pero tambi én las de un grupo étnico o las de un a poblac ión identificada con
las tradiciones de un Estado nac iona l, siendo posible hall ar relatos personales
encastrados simul táneamente en varias historias co lectivas.
\En efecto, las narrativas personales no se crean de la nada, si no que se
construyen a partir de relatos familiares, co lec tivos y soc iales que ya han sido
producidos y negoc iados en los grupos en los que los suj etos están insertos. En
sus construcciones, dichos sujetos utili zan un repertorio más o menos compl ej o de
relatos disponibles que les facilitan tanto un vocabulario como ciertos principios
de coherencia que hacen a sus narrativas comunicab les.
·"'Ai11ed ida qu e los suj etos son socia lizados, crece en ell os la res istencia a
incorporar nu evas narrat ivas que rede fin an sus identidades personales y quedan
paulatina o in stantáneamente fijados a sus identific ac iones co n roles estab lec idos.
Esto a su vez, los cristali za en redes de in teracc iones organi zadas en torno a orde-
nam ientos jerárquicos. La relativa estab ilidad de los órde nes soc iales produce una
nmura/i::ación de esas jerarq uías y la mayoría de los suj etos las acepta como algo
relati va mente incuestion ab le.
estas fo m1as de asistencia in stitucionali zada fallan , se prod ucen
1t 11"1111 111 1~ de fa lta de reciprocidad en la negoc iac ión del sentido, sin qu e los
'li' ''' 111di vidua les, librados a su propia suerte, sean capaces j e visu ~li za r po~ -
1 •11•\ 1oks soc'i"afes n]leYÜS. Pe ro precisamente esto crea las condiciones de
• illi ild.id para reorgan izaciones más o menos profundas de las identidades per-
' '' ¡] , . " 1r;1vés de la in se rción de los suj etos afectados en grupos formados en
cvos relatos co lectivos . Esos nuevos relatos pueden incluso ser más'' '''" " 111 1
l1• ,111 ·. q1 1 las narrat ivas ya establec idas para tomar a su cargo la reorgani zac iónC
1· ¡, 1111111<1S de reciprocidad en la negoc iación de l sentido.
1 'uando
Re-socialización _...,..

J~ \
"'C:Z-'
·->
<:-f'v
Crisis orgánicas
Esto exp li ca po r qué las cri sis, espec ialm ente las ll amadas "crisis orgáni-
cas", son coyunturas oportunas para que se produ zcan transformaciones signifi-
cativas en las identidades personales y co lectivas. Desde el punto de vista narra-
tivo, estas son si tuac iones en las que los di scursos ·de las principa les instituciones
sociales (familia, igles ia, escuela, sindi cato, partido político, ce ntros de sa lud men-
tal , etc) empiezan a tener cada vez más dificultades para estab ilizar las formas de
conducta y reproducir los órdenes socia les previamente es tab lec idos.
Como se sabe, en situ ac iones de "cris is personal" sue le ser clave la as is-
tencia proveniente de familiares, religiosos o profesionales. Esta asistenc ia puede
entenderse corno una puesta a prueba de la eficac ia y la flex ibilidad de las narrati-
vas disponibles para dar sentido a los acontecimientos de manera que permitan el
mantenimiento de los roles y las interaccion es vigentes.
"Dado que la gente tiene la capac idad de relacionar acontec imientos dentro de distintas
perspectivas temporales, es usual que con frecuencia se apliquen a la construcción de narra-
tivas que ani dan dentro de otras narrativas'' (Gergen y Gergen, 1997: 171 ).
1
51

1!ay ~_9s altern ativos que se gestan en torn o a la producción de relatos


1 • 11" de sí mismos, sus or ígenes y sus objetivos; cuando ex isten, estos re latos
11, ¡, 1 ll' pct irse una y otra vez, en interacciones entre mi embros activos o entre1
¡,. 1 111icmbros pote nci ales, aparecie ndo también en materiales escritos usados
¡ 11 '!. 1di sc usió n interna y el act ivi smo público.
Cirupos con esas características están en condiciones de " re-soc ializar'' a
' '' llll l'V os mi embros . Los miembros de grupos as í, que no están limitados a las
¡,,, , ~, , r iones re li giosas, suelen ex presa r qu e la inse rción en un a comu ni dad y un a
111 ,¡, 'll:lllucvas les ha perm itido "volver a nacer". Inva riab lemente, para los suj etos
• JII I n pcrimentan estas re-soc i al~ m ;mera profunda e intensa, las crisis

]111 \ "'' ;¡parecen como oportunidades para desprivati zar sus anicciones y para
5il 1.1111ar una comp rens ió1~más colectiva y púb li ca de sus v id~s. 2--
Como consec uencia áe esta desprivatización , el centro de autoría de las
ll.llli ll ivas personales se desp laza de la prod~c ción individu al en el ámbito fami li ar
31" l l di<~IIO a la producción co l ecti ~a~spacios púb li cos más amp lios. 5

Además, desde esta perspectiva, la pa11icipación de los miembros en es-


lil', FrtlpOs puede entenderse como fo rm a persona l de in serción y vida en una
, 11 iv l' lividad de ayuda mutu a54 y solidaria, que les ofrece pautas normativas para
111 ¡.•;111 izan sus experiencias. La idea es qu e estas co lectiv idades otorgan a los11 ,
11 :1 quienes tratan una cri sis o un trauma como una experiencia privada e indi vidualís-)
111 o1 ! )Iros usan esos acontecimientos como una oportuni dad para renex ionar sobre sus
1 1 do~ ·. ) como un puente hac ia comprensiones nuevas y más públicas de sus propi as biogra-

l i. J ( l'aylor, 1996: 125 ). Véase tambi én Gubrium y Hol stein. 1998: 180.•,
1 111hrium y Holstein 1998: 180.
1 1'.11 :1..:sta perspecti va resulta imprescindible consultar la contribución seminal de Jul ián
l ! o~ p papnrt
(1993).
37
) uAN CARLOs G oR LILR
COML'NID,\DES Nt\RR~TIVt\5
miembros nuevos roles; y en las colectividades con más rol es que miembros estos
tienen la oportunidad no sólo de ser ayudados, sino también de ayudar.
Una audiencia
Agreguemos que estos grupos proveen a sus miembros de una audiencia
que acompaña sus luch as íntimas y les brinda un anclaje, una vez que Jos cambios
de identidad se han operado, para que los mismos puedan mantenerse. Esta pers-
pectiva ilumin a, desde un ángulo nuevo, la dimensión socia l interactiva de las
narrat ivas personales._.:;::> Sl'"?
6
Una narrativa es un relato gue alguien le cuenta a otro !]na vez que se ha
co nstruido la nueva narrativa personal, una audi encia es todavía necesaria para
sellar y validar esa construcción que de lo contrario sería demasiado frágil para
poder sostenerse. En efecto, la indicación más acabada de la estab ilidad de una
transformación personal, es la inserción del suj eto en una nueva comunidad narra-
tiva, dado que só lo en el seno de la mism a puede dicho sujeto ensayar nuevas
interacc iones y nuevos roles .
Testimonios personales
Es habitual encontrar que este tipo de colectividades facilitan la inserción
de nuevos miembros a través de testimonios presentados por miembros activos,
que relatan sus experiencias personales como un medio para comunicar la narrat iva
co lectiva del gru po y des privati zar sus aflicciones. 55 Operando como relatos de
experiencias ejemplares, dichos testimonios suelen constituir un sign ific at ivo estí-
mulo para que los mi embros rec ién ll egados se apliquen a la producción de nuevas
historias de conversión personal que dividan sus vidas en un "ant es" y un "des-
pués" claramente puntuado.
Más precisamente, esos testimonios incentivan a los nuevos mi embros a
que se planteen y respo ndan preguntas que hacen a su id ent idad personal y a la
posible transform ac ión de la misma: ¿Q uién soy? ¿Cuá l es mi grupo de pertenencia?
¿Quién puedo ll egar a ser? ¿C uáles son los obstáculos para esta transformación?
¿C uáles son los factores que la favorecen?
En efecto, a través de líderes o de mi embros ya esta bl ec idos, los grupos
monitorean los relatos personales ensayados por nuevos miembros. Así, a través
de preguntas, clarificaciones y meta-codificacion es (reinterpretaciones del sentido
propuesto inicialmente por el narrador) se va encauzando la construcción de los
relatos . Esto explica que los mi embros de ciertos grupos presenten relatos con
1 principios, desarrollos y final es formal y sustantivamente similares (por ejemplo,
"descenso, reco noc imiento y recuperación "). Con todo, es posible encontrar gru-
• pos que incentivan formatos narra ti vos menos cristal izados y rígidos. 56
Pero las transform ac iones no son automáticas y por ende no están garan-
ti zadas de antemano. Hay casos en que los relatos familiares y colectivos presen-
tes en una narrativa personal dada ofrecen considerables res istencias a la penetra-
ción de las res ignificaciones propuestas por la nueva narrativa colectiva.
Re-modelado/e moci~n~
Para concluir este capítulo vamos a presentar algunas ideas sobre el mo-
delado de las emociones qu e reali za n los grupos concebidos como comunidades
narrativas.
La libre y pública expresión de emociones que suele caracterizar a la llama-
da "política identitaria" feminista es un considerable incentivo para el estudio
académi co del componente emocional en las formas de acción contestatarias. Rl.!-
cién en estos últimos años se ha comenzado a tematizar este componente, 57 aun-
que probablemente también existe en otros grupos de protesta del presente y del
pasado, y no só lo está restrin gido a los grupos de muj eres.
Puede qu e la falta de atención a la~ ~11ociones se deba a la atenci ón
e!c luyente prestada al impacto de los movimientos soci ales sobre la 2olítica inst i-
tucional y a que tanto los activistas como los académicos (en su mayoría hombres)
t ienden a considerar las_emociones como elementos irracionales e i egítimos; y enl
los casos en que se las ha estudiado se lo ha hecho con un énfasis cognitivo
;·acional ista e instrumental. -- - --
Do::sdc hace unos años. distintos autores han comenzado a atender al componente emocio-
nal en grupos y movimientos sociales (al respecto puede consultarse Scheff, 1990). Tradi-
cionalmente el estudio soc iológico de las emociones estuvo a cargo de la tradición del intcrac-
cionismo simbólico. fuerte en el análisis interpcrsonal , pero con considerables dificultad es
para anali zar dinámicas colectivas de tipo contestatario.
57

~f
'f
"Es razonable rensar que todos los grupos de autoayuda usan los testimonios personales para
transformar en eventos públicos lo que aparecía como experiencias privadas y para nonnalizar
experiencias que antes eran consideradas como desviadas'' (Taylor, 1996: 140-141 ).
56Gubrium y Holstei n, 1998 : 174.

38
55
1'1

También podría gustarte