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J.

William Pearl 24 Dic 2013 - 6:28 am

Aprender

El proceso de paz va andando lentamente, pero con bases firmes.

Por: J. William Pearl

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Buscar un acuerdo en medio del conflicto, para el gobierno, tiene la gran ventaja de
avanzar en la ruta de la negociación aprovechando la superioridad militar y sin hacer
concesiones territoriales ni en la intensidad de las operaciones. Pero también implica el
desafío de explicarle a los ciudadanos porqué para el gobierno y la sociedad este camino
es más seguro que un esquema de negociación con cese al fuego bilateral, el cual sería
difícil de verificar, distrae del propósito principal que es encontrar una salida negociada
al conflicto y desgastaría a ambas partes y al proceso.

Sin embargo, para el colombiano común y corriente, entender esa lógica no es tan obvio
y es natural que los ciudadanos en general, quieran ver que los actos de la guerrilla
reflejan una voluntad de paz.

Hace dos semanas las FARC atacaron una estación de policía en Inzá, Cauca, dejando
nueve muertos, más de cuarenta heridos y cerca de treinta casas destruidas. La mayoría
de los heridos son civiles, ciudadanos inermes que se alistaban para vender sus
productos en un día de mercado. Esa acción, está fuera de las reglas de juego del DIH:
una cosa es atacar o enfrentar a la fuerza pública como parte de las operaciones que se
desarrollan en un conflicto armado interno y otra bien distinta es asesinar seres
indefensos con el pretexto de que son el “daño colateral” de una operación contra una
estación de policía. Es difícil entender que en medio de la negociación se dé un ataque
de esa naturaleza. Las imágenes que se vieron son tan duras, que se perciben como una
clara afrenta al proceso de paz. Estos hechos violan lo estipulado en normas de Derecho
Internacional y en particular el artículo 8 del Estatuto de Roma y los artículos 4 y 13 del
Protocolo II de Ginebra.

Más allá de las gravísimas implicaciones que esa operación terrorista y cobarde tiene en
términos humanitarios, lo ocurrido es una muestra de la torpeza política de las FARC.
Asumiendo que ese grupo tiene interés en alcanzar una solución política, flaco favor el
que se hacen, pues el rechazo a estas acciones se traducirá en un rechazo al proceso de
paz cuando éste se refrende en las urnas.
La imagen de las Farc ya está bastante deteriorada. Según los resultados de un encuesta
que muestra los mejores resultados para esa guerrilla, realizada por Ipsos Napoleón
Franco del 26 al 28 de Julio de 2013, su imagen negativa es de un 79% . Otras encuestas
arrojan imágenes negativas superiores al 90% y de continuar por el camino de los actos
terroristas contra ciudadanos indefensos, tendrán una imagen peor. Si las Farc quieren
reintegrarse a la vida civil y política no se pueden dar el lujo de actuar como si no les
importara la percepción de las personas.

Su lucha política es de algún modo explicable en un país donde las diferencias son tan
marcadas. Lo que no es aceptable es la mezcla de armas y política. Y menos aún, los
cobardes actos terroristas contra la población civil.
Igualmente inaceptables son algunas prácticas políticas que llevan a desigualdades
económicas y sociales. Esas desigualdades, serían una oportunidad política para una
izquierda moderna y organizada. Las FARC parecen no entender eso: en medio de un
proceso de paz y luego de alcanzar un acuerdo para la participación política, en lugar de
optar por la modernización de su organización, con ceguera política y sevicia, eligen el
terrorismo.

Si la lucha armada no es fácil, la lucha política tampoco lo es. Aun así, en Colombia el
sistema democrático permite llegar hasta la presidencia. La izquierda ha ganado tres
alcaldías seguidas en Bogotá y ha botado a la caneca las tres oportunidades de gobernar
bien. Aprender a hacer política dentro de las normas de la democracia, como todo, toma
tiempo, no es tan fácil como se cree.
Si la guerrilla se reincorpora a la vida civil, le tomará mucho tiempo entender cómo se
juega, cómo se ganan las elecciones y cómo se gobierna.

Si se firma un acuerdo de paz, las Farc tendrán que aprender a hacer política bien hecha,
dentro de las reglas de la democracia. Para eso, hay que tener disposición. Con actos
como los del Cauca, las FARC están demostrando que no la tienen.

Si piensan que la ley del monte es igual a la democracia están muy equivocados. De
continuar así, perderán la oportunidad de ingresar a la vida civil al tratar de refrendar el
acuerdo de paz, pues la mayoría de colombianos votará en contra de estos, como una
expresión en contra de ellos.

El proceso de paz lleva un año durante el cual la guerrilla ha actuado en contra de


quienes podrían aprobar los acuerdos y mas adelante, votar por ellos.

Ya es hora que definan de qué lado quieren estar. El cese unilateral al fuego decretado
por ellos este mes, es una oportunidad para corregir el rumbo.

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