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Publicación bimestral que se edita sin fines de lucro, como suplemento de
la revista Docencia e Innovación Tecnológicas

Pedro Ángel Palou Pérez

Pedro Ángel Palou Pérez nació el 11 de mayo de 1932 El 19 de abril de 2017, el gobernador del estado
en Orizaba, Veracruz, pero radicó en Puebla, ciudad de Puebla, Antonio Gali Fayad, y el alcalde de la ca-
a la que se encargó de narrar y estudiar, por lo que el pital, Luis Banck Serrato, encabezaron la presentación
Congreso del Estado le confirió el cargo de “Cronista de su último libro “En el nombre sea de la patria,
del Estado de Puebla”. Puebla en el proceso constituyente 1913-1917”.
Fundó el Instituto Cultural Poblano y la Casa de Entre sus libros destacan:
Cultura de Puebla, ubicada en el Centro Histórico, • José Agustín Arrieta. Biógrafo Plástico de Pue-
inmueble en donde tenía sus oficinas como presiden- bla, con cinco ediciones.
te del Consejo de la Crónica de la ciudad de Puebla • La Consumación de la Independencia en Puebla.
y del Consejo de la Crónica del Estado, organismos • Guillermo Prieto en Puebla.
que impulsó y fortaleció. • José Luis Rodríguez Alconedo, el hombre…, el
Su labor cultural mereció de Francia “Las Palmas artista…, el patriota…
Académicas” y la distinción de “Caballero de las Le- • 5 de mayo: 1862, 4ª. Reedición bilingüe 2011,
tras y las Artes”; y preseas similares de Polonia y Bul- décimo quinto en español y 1ª trilingüe español-in-
garia. A éstas se suman el premio “Forjadores de Pue- glés-francés.
bla” y el nombramiento de “Poblano Distinguido”. • Aquiles Serdán y el Movimiento Antirreeleccio-
En 1975 recibió el Premio al Mérito por parte de nista en la ciudad de Puebla 1908- 1911,
la Sociedad Defensa del Tesoro Artístico de México, • Muertes Históricas de Poblanos Ilustres.
por salvar el Colegio de San Juan, hoy Casa de Cul- • Apuntes Históricos sobre San Xavier y la Peni-
tura. Fue Doctor Honoris Causa por la Universidad tenciaría de Puebla.
Iberoamericana. Pedro Ángel Palou Pérezfue el primer secretario y
También ha recibido la Medalla y Botón Paul Ha- dos veces subsecretario de Cultura del Gobierno del
rris de Rotary International; la Medalla de oro del Estado de Puebla. Además, regidor del Ayuntamiento
Patronato del Teatro Principal y la Presea Ignacio Za- en el periodo 1969-1972, con el priísta Carlos Arruti.
ragoza 2008, otorgada por el H. Ayuntamiento de Nuestra Universidad se suma, con la edición de
Puebla. este número de El Tabloide Literario, el reconocimien-
Pedro Ángel Palou Pérez era miembro de la Aca- to y homenaje a este Poblano Distinguido cuyo nom-
demia Nacional de Historia y Geografía, Académica bre, desde ahora, lleva la Casa de Cultura de Puebla.
de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, y
del Seminario de Cultura Mexicana.
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Estampas históricas del sitio de Puebla

Prólogo
Con motivo del sesquicentenario de la batalla del 5 de mayo, el
Consejo de la Crónica del Estado aprobó y convocó a los cro-
nistas de las zonas por donde Zaragoza, Negrete y los invasores
al mando de Lorencez transitaron, para publicar su investigación
sobre lo sucedido en sus respectivas comunidades. Fruto de ello
fue el libro Estampas históricas del 5 de mayo, editado por el
Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Puebla con gran
éxito por su aportación.
En vísperas de los 150 años de la “voluntad heroica” o el
sitio de Puebla de 1863, volvimos a convocar a los cronistas para
investigar los hechos en las poblaciones que invadieron los inter-
vencionistas galos, al mando del que sería más tarde el mariscal
Elie-Frederic Forey.
El Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Puebla, a
través de su vicepresidente, Luis Maldonado Venegas, y de su ac-
tual secretario ejecutivo, el doctor Moisés Rosas Silva, que desde
su llegada ha tenido especial preocupación por nuestro consejo,
acordaron editar estampas históricas del sitio de Puebla, como
reconocimiento y estímulo al trabajo de los autores: Angélica
Olea Prieto, de Acatzingo; Juan Manuel Games Andrade, de Te-
huacán; Oswaldo Lorenzo Medel Cabrera, de Molcaxac; Pedro
Mauro Ramos Vázquez, de Xoxtla; y Gerardo Noel Tenorio Sa-
lazar, de Quecholac.
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El sitio de 1863 y la repercusión en Acatzingo.


Si bien la ciudad de Puebla es ahora recordada en nuestra his-
toria por la batalla del 5 de mayo de 1862, que le dio la mayor
de las mayores glorias militares a México, poco se menciona el
papel de los municipios del estado de Puebla en el sitio de 1863.
Regularmente este episodio se atendió para analizar las estrate-
gias militares en los combates entre los defensores y sitiadores;
sin embargo, este estudio se encuentra en la población civil –en
la gente común del municipio de Acantzingo-, en aquello que
vivió y padeció en el citado asedio.
Al enfocarnos en los grupos sociales que vivieron en carne
propia el sitio de aquel año y cuyas condiciones de vida eran las
más precarias, podemos entre ver a esa mayoría que no dejó
testimonio de lo experimentado a través de la perspectiva de
quienes sí pudieron dejar su testimonio escrito –y aun preser-
vado- de sus vivencias. Pese a la precariedad de información
sobre el tema, la mirada vertida en el trabajo recoge fragmentos
sueltos y entre cruzados de diferentes tipos de vista, sobre la
anónima población civil de la época en Acatzingo. Conforma el
sustento de este trabajo los testimonio de viajeros de la época,
de militares franceses y mexicanos, asi como documentos del
periodo estudiado (1862-1863).
La narración comienza después de la victoria del 5 de mayo
de 1862. La vida cotidiana de los habitantes del municipio de
Acatzingo era difícil: el hambre, las enfermedades, la violencia y
la devastación causaron enorme sufrimiento en la población. En
ese año una serie de acontecimientos permitieron la difusión de
notas tales como el incendio de cosechas o los repetidos asaltos
en caminos por bandoleros, muy comunes en ese entonces. La
constante pugna entre el ejército de oriente y rebeldes conserva-
dores, las difíciles condiciones de las fuerzas militares mexicanas,
el avance del ejército francés y el rostro de los soldados que re-
flejan cansancio y desaliento entre la ropa, muestran una galería
de personajes y de asuntos candentes de ese tipo.
Una clave para descifrar las frustraciones y dolencias de la
sociedad de Acatzingo puede hallarse en los hechos narrados de
manera sórdida y cruel, reflejando los temores y pulsiones de
una época, entre dramas individuales y generales. Esta compleja
trama social de la vida cotidiana estalló dentro de ella ocasio-
nando delitos de diversa índole como escándalos, zafarranchos
y asaltos a mano armada. Lo recurrente de esa conducta creaba
descontento. A cualquier hora se comentaba en Acatzingo: Ni-
canor Martínez robo trigo; Cecilio Gutiérrez hurtó una cobija a
Patricio Muñes; Feliciano Bautista se fugó de Actipan por lesionar
a Doroteo Ramos.
En este ámbito de inseguridades vivieron los vecinos de di-
cho municipio cuando el caos político dio paso a la guerra de
intervención, este dejó varios soldados desfavorables: hambre y
bandolerismo. Poco se podía hacer, a pesar de todas las fuerzas
que la República Mexicana podía reunir, durante la segunda mi- Napoléon III
tad de 1862 éstas se revelaron incapaces de actuar contra 6 mil
soldados franceses, rebeldes y criminales mexicanos. A los altos
mandos europeos, esto les permitió resarcir un poco el fracaso
del 5 de mayo y fue una de las enseñanzas –entre otras- de esa
campaña.
De junio a julio, el emperador Napoleón III consagró buena
parte de su tiempo a estudiar el mapa de México, preocupándo-
se por los uniformes, los sombreros, la alimentación y la salud
de los soldados, así como abrumando con cartas y recomen-
daciones del fiscal Randon, ministro de la guerra, a quien ni
siquiera había consultado antes de la partida de los primeros
contingentes. El 1 de julio de 1862 nombró comandante en jefe
del ejército al general Elie-Frederic Forey. Además de las tropas
ya presentes en México, se le confiaron 23 000 hombres su-
plementarios salidos de Francia y Argelia. Forey evaluó las di- General Elie-Frederic Forey
ficultades por las que pasaba su ejército como los estragos del
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vómito negro, la debilidad febril, la falta to se convirtió en una práctica común,


de transporte, de alimento y de hombres dada la miseria de la población. La falta
que ahuyentaran a nidos de guerrilleros de recursos condujo a María de la Luz
que se encontraban en caminos llenos de Bautista –mujer de José Lorenzo-, am-
baches, fangosos y deslaves rocosos. bos vecinos del barrio de Guadalupe de
Para resolver estos problemas, Forey Acatzingo, a robar chilcotes (chile muy
estimó necesario darse más tiempo para picante) para que sus hijos no padecie-
actuar con determinación y cautela. ran hambre. Fue condenada por arruinar
Una de las medidas que empleó fue las cargas del solar de Manuel Y. Ponce
inmovilizar al ejército francés acanto- (AMA, Presidencia, Comandancia Mili-
nándolo para tranquilizarlo durante un tar, Exp. 420). El juzgado del pueblo de
tiempo, haciéndole creer que no le ha- Actipan (localidad productora de horta-
cían la guerra a una milicia nacional sino lizas) se encontraba en constante ajetreo;
a bandas de ladrones. sin embargo, las leyes eran impotentes
Por otra parte, el general Jesús Gon- para reprimir esos males. Los individuos
zález Ortega, Jefe del Ejército de Orien- de la región manifestaban un desmedido
te, con Cuartel General en Acatzingo, culto a la fuerza física al violar la ley y el
comunicaba la presencia de un buque orden.
francés en el puerto de Tuxpan, Vera- Los homicidios por arma blanca co-
cruz, el cual traía 250 toros, 950 pacas menzaron a ser cada día más graves:
de heno y 750 sacos de avena. En esos Francisco y Julián Báez, Vicente Jácome
días, los pobladores de la municipal tu- y Francisco Hernández dieron muerte a
vieron que cuidarse de todos los bandos Antonio Ramírez (AMA, Justicia, Causas
que les robaban ganado, cosechas o di- criminales, Exp. 260).
nero por igual. La violencia acompañó a los habi-
Por ejemplo, Calixto Constantino, de tantes de Acatzingo desde que inició la
Acatzingo, fue despojado a la fuerza de dos intervención. Ante un panorama deso-
General Jesús González Ortega, Jefe del Ejército de Oriente pesos por soldados; uno de los culpables, lador, muchos ciudadanos emigraron a
Miguel Hernández, quedó en la cárcel a otras poblaciones del distrito en busca
disposición del cuartel general de la muni- de mejores condiciones de vida. La co-
cipalidad, por orden del general González mandancia militar de la cabecera y las
Ortega. El 19 de octubre de 1862, Carlos agencias de los pueblos de Actipan y
Pérez, vecino del pueblo de Actipan, dio Villanueva expidieron pasaportes a los
parte al juez Manuel Bautista de que ocho vecinos de la población para poder sa-
soldados y sus mujeres habían entrado a lir de ésta (AMA, Comandancia Militar,
sus sembradíos para robar verduras (AMA, Exp. 419).
Caja 19, Correspondencia, Exp. 419). No obstante, el prefecto del Distri-
Al paralizarse el comercio, del cual to de Tepeaca, Pedro Ibargüen, envió el
vivía la mayoría de los acatzincas, el hur- 14 de octubre de 1862 una circular a la
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comandancia de Acatzingo, explicando que en el lugar que había sucedido en Zaragoza, tuvo tiempo para ter-
donde estuvieran residiendo los ciudadanos, allí tenían minar las fortificaciones de Puebla, organizar la defensa
que cumplir con sus obligaciones, tanto en la Guardia de la ciudad y practicar contra las tropas francesas una
Nacional y en los trabajos de fortificación como en la estrategia de tierra que los condenaría a morir de hambre.
remisión de víveres y forrajes que se les habían asignado Por otro lado, la comandancia de Acatzingo recibió tres-
(AMA, Presidencia, Correspondencia, Exp. 419). De igual cientas boletas para que los ciudadanos de la municipali-
manera, los dueños de las haciendas del distrito no esta- dad trabajaran en las fortificaciones de la ciudad capital,
ban exentos de proveer al Ejército de Oriente: Dolores pagando dos reales de jornal semanariamente. Para rea-
Huerta e Isabel Tello, de la hacienda “Parra”, entregaron lizar dicha operación se sirvieron del registro del Ejército
30 cargas de cebada para cubrir el forraje de guarnición Nacional que se encontraba en la oficina de Hacienda de
(AMA, Correspondencia, Exp. 419). Acatzingo (AMA, Presidencia, Comandancia Militar, Exp.
Para octubre de 1862, las fincas de la municipalidad 420).
de los Reyes rehusaron enviar semillas o víveres para el La Guardia Nacional de Tepeaca, a la que pertenecían
Ejército de Oriente. Se le advirtió al comisionado de víve- los ciudadanos de Acatzingo, tenía una tropa reclutada
res, Antonio Ponce, que de no hacerlo se enviaría a una por la leva forzosa, carente de recursos pecuniarios indis-
compañía armada y tendría que darse el doble o triple de pensables para cubrir sus necesidades más apremiantes,
la cantidad asignada (AMA, Presidencia, Corresponden- provista de una armamento portátil de calidad inferior
cia, Exp. 419). al de los franceses. Sin llegar a tener un solo día de buen
Con disgusto o malas contestaciones, los dueños aca- rancho, sirvió en el sitio “de verdadera carne de cañón”
taron la orden; sin embargo para el sitio de 1863, el co- (Merino: 1998: 84).
mandante militar de Puebla, Jesús González Ortega, dis- La situación de estos soldados improvisados y acuar-
puso que la Hacienda “San Pedro Ovando”. Perteneciente telados era extraña porque no estaban en las calles. La de-
a la Sociedad Campero y Testamentaria de Olaes y Fer- serción y la falta de pago conllevaron a encerrarlos para
nández, quedara exceptuada de los préstamos impuestos evitar robos (Stefanon: 2012: 202).
por la guerra de invasión, “en razón de que los dueños En la segunda mitad del siglo XIX, buena parte de
eran extranjeros” (AMA, Presidencia, Comandancia Mili- los soldados eran reclutados contras su voluntad y dadas
tar, Exp. 420). las condiciones sociales, económicas y políticas reinantes,
Mientras el Ejército francés retiraba sus fuerzas del debían soportar en el ejército graves penurias. La leva era
pueblo de Tepatlaxco en diciembre de 1862 (AHSDN, una práctica común que, aunque provocaba comentarios,
Exp. XI/481.3/8750), el general Jesús González Ortega, poco se hacia el respecto. La agencia militar del pueblo

Hacienda “San Pedro Ovando”


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de Actipan denunciaba que el vecino Eduardo Machorro lo ha-


bían llevado a la fuerza y consignado al cuerpo de artilleros de
la división del General Antillón (AMA, Correspondencia, Exp.
419). Aquellos jóvenes y adultos de los estratos inferiores eran
improvisados combatientes en las batallas, enrolándose en las
fuerzas armadas de manera circunstancial pero no por convic-
ción propia (Stefanon: 2012: 202). De hecho, 24 reos salieron
de la cárcel de Acatzingo para incorporarse al Ejército de Orien-
te (AMA, Presidencia, Ejército, Exp. 798).
Además de que estos individuos se alistaban en la Guardia
Nacional para cubrir las bajas del Ejército mexicano, eran reclu-
tados por la fuerza y golpeados mientras se les enseñaban los
ejercicios militares en una lengua ininteligible para ellos. La ho-
rrible suciedad de aquellos infelices conmovía y repugnaba. Ante
las constantes quejas en el cuartel general de Acatzingo por los
pobladores, el general González Ortega dispuso cesar el recluta-
miento hecho por los jefes de los cuerpos “para perjudicar lo me-
nos posible a las familias” (AMA, Presidencia, Ejército, Exp. 798).

Acatzingo en 1863
Sin duda, en 1863 se invirtió mucho para la defensa de Puebla.
La apariencia de buena parte del Ejército de Oriente –con excep-
ción de los de alto rango- era muy modesta, pues a pesar de que
se hizo un gran gasto para brindarles uniformes, no se cubrió la
dotación de calzados para todos. El número de hombres que
debía equiparse y alimentarse ascendía a 40,000 (Mejía: 2012:
133). Los datos menos contemplados son los de las soldaderas
que lo acompañaron, a las que muchas veces se sumaron sus
crías, sumidos todos ellos en los vaivenes de las batallas.
Los avances del ejército invasor condujeron al jefe del Ejérci-
to de Oriente, Jesús González Ortega, a publicar varios decretos.
En ellos suprimía con carácter provisional las funciones de toda
autoridad, excepto militar. Mediante circular del 21 de agosto
estableció juntas proveedoras de víveres y forrajes para el Ejér-
cito de Oriente, ordenándose que en el Distrito de Tepeaca se
situaran las raciones de la municipalidad de Acatzingo, los Reyes
y Huixcolotla, entre otros. En esta demarcación se estableció La
Junta Proveedora de Tortilla para abastecer al sexto batallón de
Guanajuato, al mando del general Antillón Santibáñez, acuarte-
lado en Acatzingo. También se dotó de leña para el rancho del
expresado cuerpo (AMA, Ejército, Exp. 781).
Los abusos cometidos a la población por la brigada de An-
tillón, llevaron a la prefectura del distrito a encargar la coman-
dancia militar del municipio a Manuel Machorro. La principal
medida que tomó fue incorporar cinco hombres con su labor
de cuidar las ramas y la seguridad de los habitantes, cuyo pago
se deduciría del fondo de rebajos de la Guardia Nacional y que
en 1863 ascendía a 89.91 pesos. La protección otorgada por este
cuerpo abarcaba el casco de la población, los pueblos de Villa-
nueva y Actipan, y las haciendas de San Pedro Ovando, Macuila,
San Bartolo, La Natividad, Xantoala, San Gerónimo, San Diego
Arias, San Miguel y San Diego Iglesias (AMA, Caja 70, Ejército,
Exp. 805).
Otra de las medidas consistió en enviar una relación del nú-
mero de caballos y los precios con que se habían costeado al
entregarlos a las comisiones y después de recogerlos el General
Florencio Antillón Santibáñez (AMA, Presidencia, Ejército, Exp.
802). Finalmente, se aceleró el trabajo en fortificaciones de Pue-
bla mediante la imposición de contribuciones. El pago exigido
en ese año ascendía a tres reales semanales y quienes no apor-
taran la cantidad debían pagar con mano de obra (Mejía: 2012:
128-129). Todo individuo de 14 a 60 años de edad trabajaría un
día a la semana en las fortificaciones o pagaría el jornal corres-
pondiente (Galindo: 2006: 342). Por tal motivo, la Junta Patrió-
tica residente en la localidad convocó y obligó al vecindario a
General Florencio Antillon Santibáñez acatar esta disposición.
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Mientras tanto, el general en jefe del Ejército de de campaña, 85 literas y 490 camillas para las ambulan-
Oriente garantizó que los transportes que se emplea- cias. Las fuerzas conservadoras aliadas de los franceses
sen en la introducción de víveres no serían confiscados. ascendían a 1,300 hombres de infantería, 1,100 de caba-
Además, ordenó el corte de sementaras y la cosecha de llería y artilleros (Chávez: 1968:10).
todos los granos en las regiones de los estados de Pue- El Ejército de Oriente contaba para su defensa dentro
bla, Veracruz y Tlaxcala, por donde pasaban los cami- de la ciudad con 229 jefes, 1,495 oficiales y 23,104 indivi-
nos principales hacia los puntos ocupados por las tropas duos de tropa, con una dotación de 178 bocas de fuego de
enemigas (Puebla, Ciudad de México). El plazo que se batir y de sitio (Galindo: 2006:466). La comandancia mi-
estableció fue de un mes y en caso de no acatarse la ley, litar de Acatzingo envió a Tepeaca el armamento pertene-
las autoridades destruirían las sementeras sin previa in- ciente a la guardia de la localidad para hacer frente al sitio
demnización para no ser aprovechadas por el enemigo. de Puebla. José de Jesús Torres entregó al Coronel Pedro
De la misma manera, se ordenó el retiro de mulas y de Ibargüen: 30 fusiles, 33 cornetas, 23 pompones, 17 hachas,
todo animal de tiro y ganado en las zonas que rodeaban una corneta con su boquilla, 8 cartucheras, 7 fajillas, 3 ca-
a las ocupadas por los franceses (Mejía: 2012: 132-133). rabineras, 3 boinas, 23 talines con cuero para los tambores
Por esos días, el General Antillón comunicaba des- y una caja de guerra de latón con sus baquetas (AMA, Pre-
de Acatzingo que los galos habían tomado posesión del sidente, Ejército, Exp. 800). En esos días de prueba llegaron
pueblo de Palmar el 4 de diciembre de 1862, con una a la capital de Puebla los batallones de Guardia Nacional
columna de 4000 hombres; y el 16 de enero, fuerzas del de Tepeaca comandados por el Coronel Pedro Ibargúen.
1er escuadrón “Lanceros de Zacatecas” sostuvieron un Doña Recia, originaria de Tepeaca y cocinera de la
brillante hecho de armas contra una partida de invasores hacienda San Pedro Ovando, se fue para Puebla siguien-
en el pueblo de San Salvador el Seco, Distrito de Chalchi- do al peón Justino. No le importó regalar a su hija a
comula (Galindo: 2006: 463). La población de Acatzin- las monjas de convento de Santa Inés. Por estar con su
go pertenecía fiel a los representantes de la República y hombre se acuarteló en la línea de Loreto-Guadalupe-
la administración de Juárez seguía funcionando. Independencia, ganándose la simpatía del general Gayo-
En enero de 1863, cuando habían desembarcado to- so, de Guadalupe. El placer le duró poco tiempo, pues
das las fuerzas expedicionarias, el efectivo del ejército se vio forzada a dejar los guisos y el petate de Justino.
francés era de 28,126 hombres con 5,845 caballos y 549 En vez de esconderse en los túneles con el resto de las
mulas. Los equipajes del tren se componían de 83 coches mujeres, empuñó un arma y encaró a los agresores. La
regimentales de dos ruedas, 4 coches articulados, 6 forjas respetaron desde el general Florencio Antillón hasta el
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general Berriozábal porque le reventó el rostro a un francés y


defendió el fuerte como toda una soldadera.
Como pago recibió una descarga de mosquetón en los in-
testinos. La llevaron al fuerte de San Javier y ahí permaneció sin
saber quién era, mientras una caritativa mujer le daba caldo para
cerciorarse de que aún respiraba. Las noticias volaron hasta San
Pedro Ovando y su hermana Antonia le lloró porque la imaginó
muerta y porque después del sitio se la entregaron con el cuer-
po maltrecho. A pesar de las escasas referencias de la mujer a la
tropa mexicana, el ejemplo citado es una prueba de su presencia
y aporte a la causa nacional.
Por otro lado, vale la pena resaltar el testimonio que los via-
jeros extranjeros de la época solían hacer sobre los habitantes. El
francés Charles Lempriere en su viaje a Puebla, al ver las barrica-
das por todas partes y desconcentrado ante hábitos tan ajenos a
los que le eran familiares, comentaba en 1862:
Ningún país del mundo esta tan acostumbrado como México
a un estado estacionario de inseguridad causado por la guerra
y la revolución. Por lo mismo, la costumbre hace incluso que las
más horribles situaciones sean vitas como algo normal; en medio
de sus barricadas y sus bandas de ladrones, las gentes se muestran
contentas y felices. Una banda de música toca todas las tardes en
la plaza. Las señoras y los señores se pasean con sus más elegan-
tes vestidos. Una feliz ligereza ha hecho al mexicano insensible
antes de los desmanes de la revolución y el pillaje (Monjarás:
Convento Franciscano,
1974:151).
De acuerdo con la opinión acerca de las operaciones de los
mexicanos por parte de uno de los miembros del Ejército fran-
cés, el teniente coronel Pedro Enrique Loizillon, en las cartas
periódicas que escribía a sus hermanas y como testigo presencial
de los hechos, decía desde Acatzingo el 23 de febrero de 1863:
“Está resuelto que se embestirá a Puebla de manera de hacer
prisionera a toda la guarnición o a los menos desorganizarla de
manera que no pueda rehacerse en “México”, agregaba “se dice
que (Forey) quiere entrar a Puebla el 16 de Marzo, aniversario
del nacimiento del príncipe imperial” (Carrión: 1994: 182).
Dejamos por ahora la descripción sistemática del sitio anali-
zada por historiadores militares del siglo XIX y XX para concen-
trar nuestra atención en algunas semblanzas. Estas nos propor-
cionan una idea del panorama de la municipalidad de Acatzingo
vista por algunos franceses como el capitán Adolphe Fabe, quien
el 5 de marzo de 1863 escribió a su familia.
Salimos de Quecholac el 3 y llegamos a las 10 am a Aca-
tzingo. Cuando uno se adelanta sobre la meseta de Anáhuac el
país se vuelve más y más hermoso y hace olvidar la tristeza y la
desolación de Palmar y de Cañada. El rumbo de Acatzingo es de
lo más esplendido; vuelve lo verde y una portentosa vegetación;
pero lo que cautiva la vista y vuelve el paisaje tan atractivo es el
Capilla de la Soledad horizonte sin límites que va hasta el Pacifico, son los ricos picos
nevados que se levantan en medio de una rica campiña, bajo un
cielo de una perfecta limpieza, en medio de una atmosfera de
una transparencia y de una ligereza incomparables.
Después de describir el valle de Puebla, la Malinche, el Po-
pocatépetl, el, admira Acatzingo, sus casas, los tres templos de
la plaza (Convento Franciscano, Capilla de la Soledad y la Pa-
rroquia de San Juan Evangelista): Uno es especialmente admi-
rable con su cúpula adornada de azulejos de mil colores y sus
dos campanarios moriscos; adentro es maravillosa la profusión
de riquezas, oro y plata que tapizan todas las paredes (Meyer:
2009: 310).
El general Bazaine aproximó sus tropas a Puebla y estableció
su cuartel general en Nopalucan además de enviar tropas de
reconocimiento hacia Huamantla (Mejía: 2012: 136). Por otro
flanco, el general Douay ocupó Acatzingo y Los Reyes. Mientras,
Forey anunciaba desde Orizaba su marcha hacia Puebla para
iniciar las hostilidades.
Parroquia de San Juan Evangelista
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El 3 de marzo el vigía colocado en la una risa general; el general francés se enfure-


torre de la Parroquia de San Juan Evangelista ció y para vengarse nos mantuvo parados en
vio que desde la madrugada los franceses en- el lodo media hora.
caminaban hacia Acatzingo. Algunas azoteas Nos acostamos donde mejor pudimos,
tenían curiosos pero el silencio se hizo pavo- habiendo logrado algunos afortunados apo-
roso en las calles, tan solo era interrumpido derarse de una pequeña y destruida caballe-
por el galopar de los caballos de los oficia- riza (….). Desde el amanecer estábamos en
les. Una vez instalados, el general Douay se pie. Se nos saca a la plaza de Acatzingo y a
puso en contacto con las fuerzas de Bazaine. poco desfilamos pie a tierra para San Agustín
Durante los días que permanecieron los fran- del Palmar. Hemos notado que algunos jefes
ceses en esta localidad, la población perma- y oficiales han escapado ¿Cómo? ¡Quién sabe!
neció escondida. El 13 de marzo de 1863, en (….) (De Paula: 1909; 247-48).
su paso por Puebla, el mariscal francés Forey El 10 de junio de 1863 los prisioneros se
pasó revista a sus tropas en la plaza principal hicieron a la mar al llegar la noticia de la
(hoy denominada Ignacio Romero Vargas). entrada a México del General Forey. Los dos
Todo estaba listo para emprender las opera- buques, la Ceres y el Darien, navegaban uni-
ciones sobre Puebla (Chávez, 2007: 21). dos bajo el mando del capitán Lefebre (De
Durante 62 días que duro el sitio (del 17 Paula: 1909: 261). Después de lo ocurrido,
de marzo al 18 de mayo), el general Gonzá- reinaba en la población de Acatzingo la epi-
lez Ortega determinó la rendición de la pla- demia de fiebre que había atacado a varios
za debido a la falta de víveres y municiones. individuos del Ejército de Oriente, explicable
No es objeto de este estudio el análisis por la escasez y mala calidad de los alimen-
logístico de las acciones de guerra. En vista de tos, el poco aseo de los cuarteles y la falta
las circunstancias que obligaron a la rendición absoluta de policía. Para evitar su marcha y
de la plaza la noche del 16 al 17 de mayo por hacerla menos mortífera, se recomendó la
los defensores –quienes, con el mayor orden limpieza de las calles y en el interior de las
rompieron sus armas sobre los parapetos, re- habitaciones, así como poner un buen esta-
ductos y murallas- frente al enemigo (Carrión: do los caños que servían para desahogo de
1994: 196), nos dimos a la tarea de plasmar las letrinas (Hernández: 2002: 163-64). La
el testimonio de uno de los protagonistas de municipalidad acordó dar cumplimiento a
la contienda bélica. El teniente coronel Fran- las disposiciones.
cisco de Paula Troncoso, refiriéndose al viaje Para finalizar, diremos que la derrota de
de los generales, jefes y oficiales prisioneros 1863 no opacó la capacidad de resistencia
al puerto de Veracruz, decía: popular, incluyendo el sacrificio –volunta-
(20 de mayo de 1863): Llegamos a Aca- rio o no, pero incuestionable- de la vida de
tzingo al anochecer, pues la jornada es larga, muchos soldados y soldaderas desconocidos
y nos alojaron en unos corrales con mulas, para la historia, además del igualmente anó-
lleno de lodo y estiércol. Nos formaron y or- nimo padecimiento de la mayor parte de
denaron que hiciéramos unas listas de todos los habitantes de Acatzingo. Y aunque en un
nosotros, por grados. Así se hizo y se entre- contexto estatal no figuraron como prota-
garon en el acto. Un oficial francés comen- gonistas del movimiento armado, las nuevas
zó a llamarnos por esas listas y como algunas generaciones encontrarán en este texto la
habían sido hechas muy de prisa y con abre- participación de su pueblo para engrande-
viaturas, este oficial decía sendos disparates. cerlo y sentirse orgullosos de su lugar y su
Por ejemplo: a Benito Quijano lo llamaba Bi- gente.
sit Guifeno, a Casasola, Cacacola. Esto causó
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Aquiles Serdán
El antirreeleccionismo en la Ciudad de Puebla
(1909-1911)
Pedro Á. Palou

A manera de prólogo

Puebla afirmó la conciencia nacional, robusteció la glo aleccionador, la nota aparentemente dormida
fe del mexicano en su propia capacidad y en su que, con fidelidad suma, se aviva cada año, y cada
autodeterminación al derrotar al invasor del siglo conmemoración remueve el fuego interior que
XIX. La historia tiene su parteaguas: antes y des- exalta y produce la revelación de nuestro ser. Por-
pués del 5 de mayo emergente, entonces, la defi- que sólo enfrentándonos a la historia, podemos
nitiva responsabilidad de México. obtener las grandes claves de nuestro destino.
Ese espíritu republicano y de fervor nacionalista Es hora de reconocer que aquel viernes 18 de
–línea oculta de vinculación- tuvo lógicas y expli- noviembre de 1910 no fue un acto desesperado
cables consecuencias. Puebla tenía que ser, en los ni una exaltada actitud de un grupo rebelde, ni
albores del siglo XX, la precursora de la revolución Aquiles Serdán, en la historia centelleante, es breve
social –primigenia en el mundo- con la avanzada luz cegadora de relámpago. Fue la de Aquiles, la
de un pueblo en armas. En Santa Clara, Aquiles, de Carmen, la de Máximo, la de Filomena y sus
Máximo y Carmen Serdán Alatriste brotaría la pri- seguidores una actitud generosa y noble. Si. Pero
mera sangre que fecundaría un movimiento trans- también de un profundo conocimiento de la rea-
formador que arrancaría al pueblo de la precaria lidad del país y un sólido convencimiento por la
paz de sus hogares, para que los “fusiles empezaran gestación apasionada de un nuevo México. Lo que
a arar la Revolución”. Los pueblos sin historia, se sucedió después en las acciones culturales y en la
ha dicho, son pueblos sin héroes ni ruinas; ruinas y transformación radical de las estructuras políticas,
héroes son el alma de las comunidades nacionales. sociales, económicas y culturales que vivió el país,
La epopeya de Santa Clara es un hecho de son la prueba incontrovertible de que los Serdán y
profundo sentido de la realidad circulante en su sus seguidores eran eco de la adhesión popular y
tiempo y hora, vivencia entrañable de hombres y nacional a la verdad del cambio gestor.
mujeres con claro sentido del cambio social. Aso- La familia Serdán sabía perfectamente que con-
marse al viejo portón de Santa Clara y penetrar en vergían con claridad de dos poderosas, antiguas e
el histórico recinto donde de manera insólita en históricas vertientes que respaldaban sus Inquietu-
una casa civil, familiar, nació la Revolución Mexi- des sociales y políticas contra el monolítico régi-
cana, es llegar al alma misma, a las mejores y más men porfirista; una profundamente liberal y otra
limpias esencias de la lucha popular reivindicadora eminentemente socialista.
y lo hacemos con temblor de emoción, con supe- La primera, proveniente de su abuelo materno,
rior recogimiento y con clara conciencia nacional. ilustre y patriota Miguel Cástulo Alatriste (Puebla,
Hablar de hombre y mujeres, actores de aquel 1820-Matamoros, Puebla, 1861), político, acadé-
drama cívico, es dialogar con México. Es arrancar mico y gobernante, luchó contra la intervención
la cuerda vibrante de la historia patria de aquel si- norteamericana, fue reformista liberal de inque-
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brantables principios que lo llevaron al martirio, por la fidelidad a


ellos y por su republicanismo ante los conservadores.
La segunda, de Manuel Serdán Guanes, el padre de los Ser-
dán (Veracruz, 1842-Puebla, 1880), quien estuvo enlistado en la
Guardia Nacional y fue combatiente en el Sitio de Puebla de 1863,
donde muere su hermano Francisco. Fue coautor, junto con el co-
ronel Alberto Santa Fe, de la Ley de Pueblo (1878), un documento
socialista que contiene un programa agrario, el reparto de tierras,
ideas sobre el fenómeno a la industria nacional, la sugerencia de
la instrucción obligatoria, propuestas avanzadas para su tiempo
y uno de los alegatos más importantes en esa corriente política.
También fue redactor del periódico La Revolución Social (1878)
cuyo nacimiento coincidió con el de su hijo Aquiles, quien treinta
y dos años después seria el corrector de los excesos adquiridos a lo
largo del porfiriato, y que su padre anticipadamente señalaba en
esa publicación.
De estos dos personajes, los Serdán aprendieron y supieron
difundir la tenaz acción política y social, la adhesión rotunda al
maderismo, a la democracia, a los principios del sufragio afectivo
y la no reelección, con conciencia revolucionaria y reformadora, a
la manera de sus ilustres ancestros.
Aquiles Serdán

Carmen, la heroína sin mancilla


El contacto con obreros, carpinteros, zapateros, maestros, tipógra-
fos, alfareros, estudiantes, comerciantes, cigarreras, y ferrocarrile-
ros insertos en la inquietud de los clubes políticos, y su pequeño
comercio, enfrentó a los Serdán a la realidad social y económica
en que se desenvolvían. De allí nace en Carmen, no solamente el
sentimiento fraterno al hermano mayor, Aquiles, sino también la
solidaridad a Máximo, al quehacer ingente, la entrega a la tarea di-
fusiva de la democracia y sus principios, repartiendo propaganda
y convirtiéndose en una activista dinámica del movimiento. Ade-
más, con su actitud rompió con la rutina tradicionalista de la mujer
mexicana, encerrada en el hogar, vedada para toda participación
que no fuera la domestica. Ella abrió un nuevo sentido de la vida
de las féminas, con valentía y decisión para participar en la lucha
política, convirtiéndose en precursora de la igualdad de género y
no sólo lo hizo con la palabra, sentencia con su actitud personal el
futuro de las mujeres mexicanas sino también demostrando lo que
logra la solidaridad por causas y valores superiores.
Y en el momento culminante de la mañana del 18 de noviem-
bre de 1910, Carmen alentó a los sitiados en su casa de la Portería
de Santa Clara, llevó armas, municiones, empuñó y disparó su
rifle, vio caído en la lucha a su hermano Máximo, fue herida, y
todavía tuvo tiempo de salir al balcón para pedir ayuda exigente
ante un enfrentamiento múltiple de las fuerzas poblanas federales Carmen Serdán
y locales.
Después de la toma de la “casa acribillada”, Carmen Alatriste, viu-
da de Serdán, y de Filomena del Valle de Serdán fueron trasladadas,
pese a la actitud resuelta de Carmen, no al hogar de Eduardo del Va-
lle, como se les había anunciado, sino al cuartel de policía, y luego en
la cárcel donde permanecieron varios meses, La casona ubicada en el
número cuatro de la Portería de Santa Clara sufrió pillaje, destrucción
y robo del dinero para la adquisición de armas.
Más tarde, Carmen se fue a vivir a la capital, silenciosa y mo-
destamente desapareció de la escena nacional con toda dignidad.
No cobró, como tantos otros, y con más merecimiento que nadie,
facturas al Estado mexicano que, en 1920, le otorgó una míseria
pensión de diez pesos, aumentada en 1945 a veinte pesos, que fue
doble insulto. Sin queja alguna contra la ingratitud y la indiferen-
cia, murió en la capital el 21 de agosto de 1948, en la casa número
ochenta y ocho de la Calzada de Tacubaya, a los setenta y cinco
años de edad, debido a un ataque de euremia. Carmen Serdán,
mujer generosa de alma infinita, empezó entonces a vivir para la
eternidad. Su sangre fue simiente de la revolución.

¡Carmen son raíz y esencia de la patria! (Véanse mas datos en


el apartado “Bibliografías de personajes importantes citados en el
texto”).

Máximo Serdán
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Aquiles: el hombre que nunca mintió

La intransigencia es el único camino de los débiles


Gómez Ciriza
La lectura del libro Madero La sucesión presidencial, sus entre-
vistas con el líder poblano Rafael Rosete, su presencia en algu-
na reunión del Partido Socialista Obrero Español en la capital,
así como el contacto permanente desde su pequeño negocio de
zapatería, permitiendo a Aquiles Serdán conocer las realidades
sociales y económicas de las mayorías, lo convirtieran, junto con
las lecturas de la amplia biblioteca del abuelo, del padre y de
Manuel Sevilla, en un activista social –y sobre todo su encuentro
personal con Madero–, en un luchador político que pronto se
convirtió en delegado del Centro Antirreelecionista en Puebla.
Al retornar a la Angelópolis, creó el primigenio Club Anti-
rreeleccionista Luz y Progreso, origen de otros clubes en la ciu-
dad y en el Estado, y el periódico La No Reelección. Estos junto
con su grito escrito “No permanezcáis más de rodillas” –lo fue
hasta el momento de su muerte- fueron los aglutinadores de
la opinión pública poblana y su despertar; por eso, desde ese
momento, Aquiles fue el ojo de los atropellos del gobierno del
represor Mucio P. Martínez y sus esbirros Joaquín Pita, el jefe po-
lítico, y Manuel Cabrera, el jefe de la policía, con allanamientos
en su casa de Santa Clara, y con órdenes de aprehensión basadas
en falsedades.
Ya libre, estuvo en la Convención Antirreleccionista de “El
Tivoli de Eliseo” con doce compañeros delegados poblanos que
se sumaron a la candidatura presidencial de Madero y del doc-
Francisco I. Madero
tor Vázquez Gómez que, por cierto, no era su candidato.
En Puebla, integró y presidio el Comité Ejecutivo Electoral
del Estado con jurisdicción en Tlaxcala. Organizó la recepción
de Madero en Puebla capital, ya en gira electoral, con todo
detalles, logrando la más multitudinaria, libre y espontánea reu-
nión de ciudadanos sobre la que el candidato no tuvo más re-
medio que exclamar: “En Puebla presencié la manifestación más
entusiasta de sentimiento nacional”; obra, sin duda, de Serdán.
Vinieron la difamación, los apelativos burlones, la sátira vul-
gar, la locura sobre todo, y bien dice Jean Mayer en su análisis
que a Madero y Serdán “la locura les viene de su audacia, de
allí y no de otras partes. Es una locura razonable”, y ¡vaya que
sí lo fue!
Madero vivió en la cárcel potosina la elección presidencial
como demostración incontrovertible de una dictadura bañada
de ignominia. Serdán vuelve a la palestra para organizar una
manifestación de protesta silenciosa contra el fraude electoral.
Reunió más gente que la que hubo para la recepción del candi-
dato Madero –llegó a sumar en el zócalo poblano a cuarenta mil
personas-, pero tropezó con la fuerza bruta de la soldadesca y la
gendarmería que mataron e hirieron por igual a mujeres, niños,
ancianos y hombres.
Una digresión: los poblanos tenemos una deuda con esa
Aquiles Serdán y Frnacisco I. Madero muestra doble de civilidad política que no hemos rememora-
do. En su centenario, hay que convertir el Jardín de San José,
llamado “Francisco I. Madero”, en un referente actual y del fu-
turo, habría que acondicionarlo y erigir un monumento humano
de civismo de 1910 que, en dos ocasiones, han dado aquellos
poblanos demócratas, antirreeleccionistas y maderistas, y cuyo
vértice de reunión fue el mencionado jardín.
Una vez más Aquiles lució su habilidad escapista y se en-
contró con Madero en San Antonio (Tejas). Fue testigo de la
confección del Plan de San Luis y regreso a Puebla como jefe del
Movimiento Armado Revolucionario que, de acuerdo con el
llamamiento, surgiría el 20 de noviembre.
Aquiles programó el lanzamiento para tal fecha, pero supo
de un nuevo cateo a su casa. Se enviaron correos a los encarga-
dos de los grupos para unirse el movimiento. Nunca llegaron.
Los estudiantes estaban en clases el 18 de noviembre, nadie los
enteró. Los de Atlixco declaran que no llegaron las armas. El cer-
co policíaco en las entradas de la ciudad, desde el día anterior,
Antigua cárcel de San Luis Potosí
fue cerrado. El caseo antiguo, incluyendo la zona de La Portería
13

de Santa Clara, materialmente fue aislado. Hubo retención de obreros en las


factorías, coparon los caminos, y las comunicaciones fueron interceptadas.
¿Se precipitó por el cateo de la rebelión?, ¿se improvisó, faltó planea-
ción? ¿No llegaron oportunamente los avisos a los conjurados? No llegaron
las armas tampoco? ¿Falló la comunicación? ¿No hubo tiempo de invertir
más en balas y rifles? ¿Los obreros estaban frustrados desde la huelga de
1906 y el apoyo era realmente débil y aislado? Es aventurado, pero ¿hay que
incluir, como suponen algunos, “cierta” traición? Se dio todo junto, quizás…
Son preguntas no resueltas… El hecho es que un puñado de hombres y tres
mujeres se enfrentaron en la Casona de Santa Clara al ejército, a la policía,
a los rurales.

El crimen se impone. Cae la casa rebelde


Aquiles se esconde, piensa reincorporarse a los leales por la madrugada. Las
mujeres son detenidas y encarceladas. A la dos de la mañana del 19 de no-
viembre, Aquiles no soporta más la estrechez de la cavidad en que ha pasado
catorce horas. Sin armas, inerme, sale y se encuentra con Porfirio Pérez, cabo
de la policía montada con el que forcejea. Éste lo derrumba y le dispara al
cuello: ya en el piso, Juan Bade, otro esbirro policiaco, hace un segundo dis-
paro, verdadero tiro de gracia que penetra la región occipital frontal.
Los disparos, contra todo lo que se ha dicho y representado plásticamen-
te, fueron hechos como se describe, no en el sotanillo por donde dicen que
sobresalía apenas la cabeza del líder.
Se anulaba la lucha final. Muerte estática, propia de cromo decimonóni-
co, contraria a la valentía reconocida, al perfil conocido de entrega de Aqui-
les, el protomártir sólo podía haber muerto como vivió, ¡de pie y en lucha ¡
(Véase el apartado “La verdad en el homicidio de Aquiles Serdán”.)

En la conciencia de México
Porque nunca separó las ideas de su vida
En las últimas líneas que escribió para la proclama del día 20 de noviembre,
dijo: “Sabré luchar con valor sin que me arredren las balas de los enemigos
del pueblo o, por lo menos, sabré encontrar una muerte gloriosa a lado
vuestro, defendiendo la democracia”.
La encontró.
Aquiles se fijó en la conciencia del pueblo porque hasta el instante de su
homicidio, el minuto estelar de su martirio, nunca, ¡jamás mintió¡
Nunca separó las ideas de su vida.
Su cadáver se exhibirá por días en la puerta de la inspección policiaca

Casa de los Hermanos Serdán


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–conocida como “Cuartel de la Merced”-, en una camilla de aspillera


con dos ladrillos de cabecera, la última vejación propia de los tiranos.

Filomena del Valle: gran mujer junto a un gran hombre


“Si hemos de morir o ser apresadas, será junto contigo”, expresa, con-
tundente, Filomena del Valle a su esposo, respondiendo por su madre,
y por Carmen, su cuñada, cuando Aquiles sugiere a las tres mujeres, la
noche del 17 de noviembre, que se refugie en la casa de Miguel Rosa-
les, donde ya están sus hijos y Natalia con su familia.
El temple del que está hecha Filomena es idéntico al de toda la
familia, en la inteligencia que Filomena- “La Nena” llamada por ellos-,
tiene en ese momento cercano a la tragedia siete meses de embarazo
y veintiún años de edad.
En la madrugada del trágico 19 de noviembre, al ser detenida
por la policía, Filomena declara que regodeándose del dolor ajeno es
llevada, aparentemente de manera incidental, frente al cadáver que
Aquiles, abusando, agrega, “de ser una desvalida e infeliz mujer”. (A
esas horas ignoraba el destino de su esposo; Filomena, según testi-
monios, se desmayó…). Asienta que su suegra, Carmen y ella, fueron
recluidas en una “infecta bartolina” en la inspección de policía.
Meses después, en el Hospital de San Pedro, da a luz a su hija Sara
(1911), y, al recobrar la libertad, denuncia ante el juez de lo Criminal,
Celerino Flores, “los delitos de homicidio proditorio de su esposo y la
destrucción de muebles, enseres y biblioteca de la casa de Santa Clara
y el robo de ocho mil pesos que contenía la cartera de su esposo y su
15

reloj”; nombra a Luis Pérez Salazar como su defensor (24 de mayo


de 1911).
Culpa a Joaquín Pita como autor intelectual de la muerte de
Aquiles, el odiado jefe de la policía poblana que, hace saber, vive
en las calles de Bolívar en la capital.
Días después del señalamiento, Pita niega al diario capitalino El País,
su intervención en la muerte de Serdán, directa o indirectamente, des-
lindándose de toda responsabilidad; en cambio, anota “que encontró
en el sitio del homicidio a Porfirio Pérez y se enteró de que éste le había
disparado a Aquiles después de la lucha con él y que allí estaba Porfirio
Gómez, jefe de la policía”. De inmediato, Filomena lleva el recorte del
diario al Juez y le pide que ambos policías sean llamados a declarar.
Desde ese momento, con resuelto interés, Filomena iniciara una
larga y pormenorizada investigación personal de once meses, apor-
tando nombre, lugares, direcciones de personas, testigos de los he-
chos que reclama, y acusaciones directas contra los responsables del
homicidio de Aquiles, puesto que la maquinaria porfiriana no había
sido desmontada del todo.
Juan Bade, que “públicamente alardeaba de la piqueras de ha-
ber disparado el tiro de gracia sobre Aquiles”, fue puesto a disposi-
ción de juez; permaneció cuatro meses en la cárcel y fue liberado.
Porfirio Pérez, de manera insólita, tras todos los señalamientos, ja-
más se le consignó ni juzgó.
De esa vertical actitud, emerge con fuerza por su arrojo y
valentía, por el rescate de la imagen y memoria de su esposo, la
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Natalia Serdán Filomena del Valle

figura injustamente relegada de Filome- entre persecuciones, aprehensiones, y ca-


na del Valle, viuda de Serdán, que prue- lumnias permanentes que padeció con su
ba, una vez más, que siempre junto a familia. Por eso como lo intuyó y lo es-
un gran hombre, y no atrás, existe una cribió, la muerte le llegó defendiendo la
gran mujer: Filomena se une a Carmen democracia.
como expresión de la mujer mexicana El signo es destino y Aquiles lo supo
presidiendo la suerte de México. cumplir.
Miguel Rosales, fraterno siempre, lo-
gra la inhumación de los Serdán y, dada la El espejo que habla
situación económica familiar, se hipoteca Testigo mudo de la homérica mañana del
la casa de Santa Clara con la intervención viernes 18 de noviembre en la sala de la
del abogado Luis Pérez Salazar. familia Serdán, el espejo registró todo lo
sucedido: sangre, dolor, muerte, violen-
(Sino) es destino cia, lágrimas, entereza, impotencia, frus-
Aquiles sabía de su signo y entendió su tración y, acaso, la ira de los actores de
destino. El signo era participar en la lu- aquel intenso drama poblano y nacio-
cha democrática, por el postulado de la nal…
no reelección, y para eso se entrega con El espejo sigue allí, hasta hoy, mal-
valor y lealtad al maderismo y al cambio tratado, agujerado, con los disparos ori-
social de México que su padre, su abuelo ginales, para seguir recordándonos en su
y su tío habían previamente holado por la reflejo de todos los días, de todo los años,
soberanía, la libertad y la dignidad. le revelación de un país que nacía de los
El destino era el mismo de sus ante- sueños revolucionarios todavía incumpli-
cesores, luchar hasta la muerte por esos dos… (Espejo que habla… La lucha con-
ideales y tempranamente lo comprendió tinúa.)

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