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La Angustia y el Objeto a

Paula Hochman1
Si en el discurso de Freud, los análisis chocaban contra la roca de la castración que deja al
analista "predicando en el desierto", Lacan amplía el discurso del analista, y puede por lo tanto
concebirse el análisis como el pasaje de la angustia a la construcción de algo que atempera y que
se llama: objeto a. Voy a detenerme, entonces, en esta ampliación lacaniana de la experiencia.
En el último capítulo de Análisis Terminable e Interminable, Freud califica de vanos los
esfuerzos por intentar persuadir a una mujer durante el trabajo analítico, que deponga su
reivindicación fálica, o a un hombre, de abandonar su lucha angustiosa contra la pasividad. Y
concluye: "tenemos la impresión que con el deseo de pene y la protesta masculina hemos
penetrado a través de todos los estratos psicológicos y hemos llegado a la roca viva, y que,por
tanto, nuestras actividades han llegado a su fin".
La persuasión del analista, entonces, no conmueve la posición de repudio de lo femenino y de
protesta ante la castración. Se tratar , en consecuencia, de orientar la tarea hacia una elaboración
del saber que causa esa posición, pero con la observación de que una vez obtenido ese saber, no
se consigue franquear el muro de la castración, sino franquear la opresión de la angustia. Esto es:
lo que se va a decantar del trabajo de elaboración del saber, es que no hay saber posible sobre lo
que al Otro le falta. Ante esa imposibilidad, el sujeto puede decidir dejar caer su protesta, su
Demanda de falo, y encontrar en la aceptación de la castración la solución al problema de la
castración. Este pasaje del repudio angustioso de la castración al compromiso con ella, constituye
un acto de franqueamiento, de salto, hacia una posición de deseo.
Pero una posición de deseo necesita lógicamente de la función de un objeto que lo cause, es decir,
para ocupar una posición deseante, el sujeto necesita un objeto que funcione como apoyo. A ese
objeto Lacan le dio una notación algebraica, lo llama objeto a. Y es lo que se trata de construir
para lograr un acabamiento de la labor analítica, rompiendo la infinitización de la demanda.
Se puede referir esa infinitización de la demanda en el análisis a la misma lógica que está en
juego en la célebre paradoja de Zenón, en la cual Aquiles, el más ágil, no puede alcanzar a la
tortuga ya que para ello debe recorrer la mitad de la distancia que los separa, luego la mitad de la
distancia restante y así al infinito. Se reproducir una diferencia imposible de agotar si se le aplica

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Profesora Adjunta del Departamento de Psicoanálisis de la Universidad Argentina John F. Kennedy Magister en
Psicoanálisis- Licenciada en Psicología- Psicoanalista.
a esa distancia un proceso de división numérica, ya que su divisibilidad es infinita. La escansión
numérica de una longitud muestra un resultado inesperado: que el movimiento es imposible.
Para que Aquiles alcance a la tortuga, es necesario que no pretenda avanzar por el trámite de la
divisibilidad sino que en determinado momento produzca un salto, un riesgo, la aceptación de un
intervalo no mensurable a franquear.
Entonces, si la angustia de castración corresponde a la sensación del deseo del Otro, en tanto no
llego a saber qué soy para ese deseo, el intento de descifrar ese enigma, de traducirlo a un saber,
arrastra al sujeto a la vía infinitizante de la Demanda. Puesto que no hay significante que nombre
la falta en el Otro. La manera de salir del atolladero es aceptar el enigma como tal, algo no
asimilable al saber, para que el movimiento sea posible, para no funcionar a la manera del
Aquiles de la paradoja: el m s r pido pero inmóvil.
La señal de angustia se produce en el Yo, dice Freud, pero para advertir al sujeto, continúa Lacan,
de la existencia de un deseo. Pues ese deseo, del Otro, pone en cuestión mi ser, puesto que no se
dirige a mí como presente, sino como esperado, m s a£n, como perdido. Eso es la angustia: el
deseo del Otro no me reconoce, puesto que mi ser funciona respecto de él como causa y no como
su meta, su intencionalidad, su objeto .
Hay que recordar acá la diferencia entre un objeto derivado de la imagen especular, es decir, un
objeto socializable, que pertenece al campo de lo compartido, y otro objeto, el llamado "a", que
está sustraído de la relación especular, sustraído de la significación, separado, previo a la
constitución misma del sujeto, una porción de real exterior a toda noción empírica de objeto. De
su función nada se sabría si no fuera por su señalización en la angustia. Es decir, la única
traducción subjetiva del objeto a es la angustia.
Este carácter no especularizable del objeto a, no lo es en un sentido figurado, sino que designa su
estructura. Por ello, cuando Lacan trata ese punto en su seminario sobre la Angustia, reconoce la
estructura de su objeto a en un objeto topológico llamado: cross-cap. ¿De qué se trata esta
superficie topológica? Consiste en una esfera cosida a lo largo de una línea de manera parcial.
Pero esa línea llamada línea de inmersión o línea singular, está compuesta por el atravesamiento
de dos porciones de la superficie, o sea se compone de los puntos de ambas porciones, como si
fueran dos napas que se atraviesan. Pero no se v‚ cu l punto pertenece a cu l napa, pues aparecen
dos puntos, como uno. Queda a la vez algo visible, pero también algo invisible.
El objeto a relativo al campo escópico es la mirada, ese objeto exterior a la imagen y a la vez su
fundamento. Pero si la mirada, debiendo permanecer oculta a la percepción, se hace visible, se
constituye el campo de lo angustioso donde se inscribe lo siniestro.
Si la experiencia de la angustia constituye una traducción subjetiva del objeto a presentificado en
su campo, esto significa que allí el objeto es el que aún no se perdió sino aquel que está afectado
por el peligro de la pérdida. La angustia trocó la pérdida por la inminencia de la pérdida. Y en eso
consiste el carácter de defensa capital de la angustia.
Ese objeto real que en la angustia viene del cuerpo, Lacan lo califica de "abyecto". Hay una
abyección conjugada por algo que ya separado, ya desprendido, se mantiene en lugar de
desaparecer. Lo pútrido es eso perecedero que se conserva. Entonces, el objeto a que está en
juego en la experiencia de la angustia, es un objeto no construido, es libido no estructurada que
viene del cuerpo, es el objeto en estado bruto y con el cual el sujeto no sabe que‚ hacer.
La palabra abyecto viene del latín: abjectus, echar abajo, compuesta por el sufijo ab que significa
"separación", y jacere, que significa: arrojar. Derivados también de jacere, tenemos dos palabras:
objeto y sujeto, que varían en sus prefijos. Por lo tanto, hay un movimiento del objeto como
separado pero conservado (ab), a su ubicación por fuera, delante (ob), es decir, ya no conservado
puesto que se lo soltó del cuerpo, pero construido.
La abyección del objeto en la angustia es la relativa a los miedos asociados a ella: miedo a ser
devorado, defecado, etc. Es decir, la castración funciona como amenaza, como fantasma
neurótico, como abyección. Pero Lacan prolonga el discurso y nos señala que a nivel de la
estructura, la castración no es la amenaza del fantasma sino la existencia de una falta en el Otro
imposible de pensar, de simbolizar, de comentar. Indica, pues, que el {único rasgo estructural
determinante de las estructuras clínicas es la castración en la Madre.
Pero el Padre no es el agente de la castración, no es el agente de esta falta real en el Otro. La
castración es algo que introduce la estructura del Lenguaje. Y no es que hay Lenguaje porque hay
padre si no que hay padre porque hay Lenguaje. El Padre es la mediación simbólica que tiene una
función de temperancia respecto de esa falta real en el Otro, una puerta que separa el niño y la
Madre. La Madre, dice Lacan, permanece interdicta: su interdicción no es una amenaza, es algo
real.
Entonces, entre el cuerpo y la falta en el Otro, hay un objeto intermediario, que constituye un
instrumento, que es del orden de una escritura, que cumple una función de causa del deseo. La
función instrumental del objeto, su función de temperancia, se distingue bien en el célebre
carretel del pequeño ¤ieto de Freud, que apoyaba la articulación significante del Fort y el Da.
La prolongación del análisis en términos de la prolongación del discurso del analista por Jacques
Lacan, ̈a qué‚ está referida? Está referida a ese pasaje de lo abyecto al objeto, es decir, del objeto
como abyecto en el campo de lo angustioso, y en relación a lo cual el sujeto está suspendido de
una vacilación penosa, hacia la construcción de un objeto donde el deseo eche sus raíces.
As¡, el sujeto encuentra la estabilidad de su existencia en una escritura que no pertenece al campo
de lo compartido sino de la condición absoluta. La experiencia del análisis, en el sentido,
entonces, de la ampliación lacaniana, es la experiencia de la soledad como irreductible.

Bibliografía:
Freud, Sigmund:
- Análisis Terminable e Interminable, Biblioteca Nueva, Tercera Edición, Madrid, 1973
- Inhibición, Síntoma y Angustia. Ídem
Lacan, Jacques :
- Seminario X, La Angustia, Paidós.
- La significación del Falo - Siglo XXI
Vappereau, Jean-Michel:
"Etoffe, Les surfaces topologiques intrinseques", Topologie en Extension, Paris, 1988.

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