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TEOLOGIA DE LA LIBERACION:

EL GRITO ARTICULADO DEL OPRIMIDO

La Teología de la Liberación representa la primera gran


corriente teológica nacida en la periferia de los centros
metropolitanos de la cultura y de la producción teológica y
con una repercusión a nivel de toda la Iglesia. Inicialmente
formulada en América Latina, la Teología de la Liberación
constituye ya un marco de reflexión para todos los grupos
que se consideran oprimidos: los cristianos pobres de Africa
y de Asia, las minorías discriminadas de los Estados Unidos
(negros e hispanos) y los diversos movimientos feministas.

1. Las venas abiertas: la pobreza hace pensar y actuar

La temática de la liberación afloró en América Latina,


especialmente en el Brasil, en los primeros años de la década
de los sesenta, dentro del contexto del análisis del fenómeno
del subdesarrollo. Hasta entonces, la pobreza generalizada
de las grandes mayorías latinoamericanas se interpretaba con
las características analíticas de la ciencia social elaborada
en los países «céntricos» (norteatlánticos). Se afirmaba que
el subdesarrollo era fundamentalmente un problema de atraso
técnico (países en vías de desarrollo), cuya terapia se efec-
tuaba mediante la modernización. Más tarde se descubriría
la dimensión política del problema: el subdesarrollo formaba
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parte del sistema económico-político-social imperante en el


mundo occidental (capitalismo liberal), donde hay países
ricos y desarrollados y países pobres y subdesarrollados, en
mutua relación de interdependencia. La solución a ese des-
equilibro residía, según se pensaba, en estrechar a todos
los niveles las relaciones mutuas, gestando de ese modo un
desarrollo más homogéneo sin necesidad de cambiar el siste-
ma. En los años sesenta, un grupo de analistas de la sociedad
latinoamericanos (Fernando H. Cardoso, E. Falleto, G.
Frank, T. dos Santos, O. F. Borda, G. Arroyo y otros)
comenzó a interpretar el subdesarrollo con las categorías
precisamente del subdesarrollo, mostrando que el subdesa-
rrollo no es otra cosa sino la otra cara del desarrollo. Existe
un sistema global de innegable desarrollo, pero profunda-
mente desigual, que ocasiona la existencia de un centro rico
y una periferia pobre. Las relaciones entre ambos polos no
son de interdependencia, sino de auténtica dependencia y
opresión (países subdesarrollados es sinónimo de países
mantenidos en el subdesarrollo). Ante este proceso genera-
dor de pobreza y de miseria se impone un proceso de libe-
ración capaz de generar un desarrollo más simétrico y libre.
Las categorías básicas —dependencia/liberación— no cons-
tituyen tan sólo un análisis, sino también una denuncia: la
dependencia es una explotación que provoca indignación
ética; la liberación se propone iniciar y continuar un proceso
que supere históricamente el actual sistema.
Este nuevo modo de interpretar el subdesarrollo animó
una serie de prácticas que ya venían realizándose, tendentes
a lograr unos cambios estructurales, a partir de los pobres,
de sus valores y de su capacidad revolucionaria. El sujeto de
la transformación social debe ser el pueblo, y no las élites,
junto con aquellos estratos sociales orgánicamente asociados
al pueblo. El Movimiento de Educación de Base y la Acción
Popular, ambos en el Brasil, y el método de Paulo Freire
(Pedagogía del Oprimido, Educación como práctica de la
Libertad) pueden entenderse en el marco de esa atmósfera
libertaria.
En los movimientos populares ligados a los intereses
de la liberación participaban muchos cristianos y agentes
pastorales, especialmente de la Acción Católica Obrera, de
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la Juventud Universitaria y de la Juventud Estudiantil Ca-


tólica. En sus círculos se introdujeron por primera vez las
reflexiones de fe en el marco teórico de dependencia/
liberación. Consideraban ya insuficientes las teologías del
desarrollo o de la revolución, más de tipo europeo, y veían
la urgente necesidad de una Teología de la Liberación. Se
hallaban ya comprometidos con el pueblo en ciertas prácticas
alternativas. Las reflexiones se hacían a partir de esas prác-
ticas, no aparte de ellas. El compromiso ya adquirido con
los oprimidos suscitaba preguntas a la fe cristiana. Las
grandes preguntas eran: La. fe cristiana ¿es motor o freno en
el proceso de liberación económica; social, política y edu-
cativa del pueblo? ¿Cómo ser cristiano en un mundo de
seres miserables, pero llenos de deseos de liberación? ¿Qué
contenido teológico tiene objetivamente el proceso de libe-
ración? ¿No tiene nada que ver la liberación con el Reino
de Dios?
En aquellos círculos cristianos se desarrolló una verda-
dera mística de encuentro con el Señor en los pobres, que
no son un individuo, sino toda una clase social de explotados.
En la raíz de la Teología de la Liberación —como de toda
verdadera teología, ya sea la de San Agustín, la de Santo
Tomás, la de Suárez o la de K. Rahner— hay una experiencia
mística, es decir, un encuentro lleno de intensidad y novedad
con el Señor. La teología se esfuerza por tematizar y traducir
lo que esta experiencia instauradora significa. Pero en su
raíz- se encuentra la experiencia de las venas abiertas y la
pasión por los oprimidos, aunada a la pasión por Dios. Más
que la admiración, es el sufrimiento lo que hace pensar y,
sobre todo, obliga a actuar.

2. Reflexión teológica sobre las prácticas liberadoras

El compromiso con la liberación de los oprimidos propició


el que se privilegiaran (sin excluir otras cosas) determinados
puntos de la fe y la tradición que apuntaban más directamente
a la temática de la liberación; así, por ejemplo, la importancia
salvífica de los pobres ( M t 25, 3 1 - 4 6 ) , aparte del hecho
de que sean éstos los primeros destinatarios del Reino de
Dios (Lc. 6 , 2 0 ) ; l a idea de que la fe que salva es únicamente
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la que pasa por la práctica del amor (Le 7, 21-23); gl sentido,


liberador de la praxis de Jesús; el conflicto que ocasionó su
muerte co.mo consecuencia de su vida; la resurrección como
triunfo de la causa del Reino, que es Reino de justicia, de
amor y de paz; la temática del Reino de Dios que comienza
ya a despuntar en la historia y envuelve todas las dimen-
siones de la creación (consiguientemente, también la política,
la economía, la cultura, etc); el éxodo-liberación que mani-
fiesta el compromiso de Dios con los oprimidos; la unidad
de la historia vista desde la perspectiva de la salvación o la
perdición, hasta el punto de poder afirmarse que no hay
regiones neutrales, porque todas las cosas o construyen el
Reino o se oponen a él; las realidades escatológicas (salva-
ción, cielo, infierno, etc.) ya habían sido anticipadas dentro
de los procesos históricos bajo los. signos de aquellas reali-
dades que concretizan la justicia, la fraternidad, la sanidad
personal y social, etc.

Estas reflexiones permitieron a los cristianos compro-


metidos comprender que las instancias económica, política
y social son algo más: son lugares en los que se hacen historia
la gracia y el pecado, la opresión y la liberación. Lo cual
quiere decir que la económico, por ejemplo, es algo más
que económico; es teologal y sacramental, porque es vehículo
de una realidad de salvación o de perdición. La fe discierne lo
teologal (la dimensión objetiva de presencia o de negación
de Dios) de todas esas realidades; es parte de la tarea
teológica desentrañar ese contenido teologal no manifiesto
y hacer que se manifieste mediante una" reflexión, una cele-
bración litúrgica o una expresión cualquiera de oración.
La segunda asamblea general del Episcopado Latino-
americano, celebrada en Medellín (Colombia), en 1968,
asumió enérgicamente la temática de la liberación integral
«de todo el hombre y de todos los hombres» ( J u v e n t u d
5, 15) y la pobreza voluntaria como compromiso con los
pobres y contra su pobreza, que es un mal que Dios no
desea porque humilla al hombre ( P o b r e z a 4 ) . Este hecho
significó un respaldo oficial a la teoría de la liberación y
a las prácticas liberadoras de los cristianos, especialmente
en las bases de la sociedad.
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Después de Medellín tuvo lugar toda una significativa


proliferación de la teoría liberadora a nivel de teología,
catequesis, pastoral y liturgia, aunque muchas veces sin
demasiado rigor metodológico. El año 1971 constituye un
importante marco teórico: se publica en Lima el primer
intento de sistematización de la temática liberadora: la
Teología de la Liberación, de Gustavo Gutiérrez (editada
en España por Sigúeme en 1972) y, en el Brasil, Jesucristo
el Liberador, de Leonardo Boff (primero en forma de diez
artículos en la revista Grande Sitial, más tarde en forma de
libro; recientemente editado por Sal Terrae en España).
Desde entonces comienza a producirse una amplia biblio-
grafía en la perspectiva de la liberación, con diverso valor
epistemológico, pero siempre tratando de pensar la fe a
partir de las prácticas concretas de los cristianos y en función
de ellas.
En este contexto merece especial mención la _encíclica_
de Pablo VI Evangelii. N u n t i a n d i n ( 1 9 1 5 ) , que dedica once
números a la relación entre liberación y evangelización
(29-39). De este modo, el tema producía eco, y de una
manera bastante positiva, en la más alta instancia de la
Iglesia, la cual anuncia el programa: «La Iglesia tiene el
deber de anunciar la liberación de millones de seres humanos,
muchos de ellos fieles hijos espirituales suyos... Esto no es
extraño a la evangelización» (n. 3 0 ) . Ahora bien, si no es
extraño, ¿cómo se articulan evangelización y liberación?
Ante todo, el Papa condena un doble reduccionismo al
que la Teología de la Liberación, en su expresión más teoló-
gica y crítica, siempre concedió gran atención: por una parte,
el reduccionismo político y, por otra parte, el_religioso. En
el aspecto político, la Iglesia no acepta «reducir su misión
a las dimensiones de un proyecto simplemente temporal»
(n. 3 2 ) ; en el aspecto religioso, «la Iglesia no admite que
se circunscriba su misión al campo religioso, como si se
desinteresara de los problemas temporales del hombre»
(n. 3 4 ) . La Iglesia, sin identificarlas simplemente, relaciona
liberación humana y salvación en Jesucristo (n. 3 5 ) , porque
discierne entre ambas determinados vínculos de orden antro-
pológico, teológico y de caridad (n. 3 1 ) . Dice expresamente
el texto: «La Iglesia se esfuerza siempre por insertar la lucha
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cristiana en favor de la liberación dentro del designio global


de la salvación que ella misma anuncia» (n. 38, cf. n. 9 ) .
Esta vía de profundización fue aprovechada al máximo y
perfeccionada por algunos teólogos de la liberación (por
ejemplo, por Clodovis Boff, A Sociedade e o Reino, Vozes,
Petrópolis 1979).
El mismo tema fue también objeto de estudio por parte
de la Comisión Teológica Internacional que, en octubre de
1976, publicó sus resultados: Relación entre la promoción
humana y la salvación cristiana. Desgraciadamente, las pers-
pectivas no llegaron a las expectativas y al nivel de profun-
dización conseguidos ya por la reflexión latinoamericana.
La tercera^.asamblea de los obispos de América Latina,
celebrada en Puebla (México) en 1979, hizo de la temática
de la liberación uno de los ejes, fundamentales de todo el
documento sobre La evangelización en el presente y en el
futuro de América Latina. En primer lugar, asume y hace
fructificar la metodología ya consagrada por ese modo de
pensar la fe: ver (análisis de la realidad), juzgar (según
los criterios de la fe) y actuar (establecimiento de pistas de
acción pastoral). En segundo lugar, acentúa, como nunca
se había hecho de forma oficial, que la liberación pertenece
«a la naturaleza íntima de la evangelización» (n. 4 8 0 ) y
forma parte integrante, indispensable y esencial de la propia
misión de la Iglesia (nn. 355, 462, 476, 480, 1254, 1 3 0 2 ) :
«Anunciar el evangelio.sin implicaciones económicas, sociales,
culturales y políticas, puede ser un indicio de instrumentali-
zación. de la Iglesia en función del orden establecido»
(n. 5 5 8 ) . Consiguientemente, 1 , Puebla asume una terminolo-
gía que supone el abandono de la idea de mera reforma del
sistema, y habla de «cambios estructurales», (nn. 131, 438,
1055), que afecten a las bases de la propia sociedad (nn. 388,
438, 1055, 1196, 1250) y exijan una sociedad nueva (nn. 12,
642, 842, 1305). En tercer lugar, se da un tratamiento
específico a la liberación (nn. 480-490). Se subraya la im-
portancia de comunicar a todo el hombre y a todos los
hombres «un mensaje especialmente expresivo en nuestros
días sobre la liberación, aunque dentro siempre del designic
global de la salvación» (n. 4 7 9 ) . En cualquier caso, se
trata de una liberación integral, basada en «dos elementos
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complementarios e inseparables: liberación de todas las escla-


vitudes... y liberación para el crecimiento progresivo en el
ser» (n. 4 8 2 ) . Por ser integral la liberación incluye todas
las dimensiones: personal, social, política, económica, cul-
tural, religiosa y «el conjunto de relaciones entre ellas»
(n. 4 8 3 ) . En consecuencia, todas las actividades de la Iglesia
deben ser penetradas por la dimensión liberadora: la evange-
lización ha de ser liberadora (nn. 485, 487, 488, 4 9 1 ) ;
la liturgia debe llevar a un compromiso liberador (n. 9 7 2 ) ;
la educación cristiana debe anunciar explícitamente al Cristo
liberador (n. 1 0 3 4 ) ; todos los estratos de la Iglesia, desde
la jerarquía hasta las comunidades eclesiales de base (motor
de liberación: n. 9 6 ) , deben hacerse portadores del mensaje
de liberación integral del hombre y del mundo. Se insiste
notablemente en que esta liberación ha de ser entendida y
ejecutada desde la fe y desde el Evangelio: «América Latina
necesita personas conscientes de su responsabilidad histórica
y cristianos celosos de su identidad» (n. 8 6 4 ) . Se urge, por
lo tanto, una síntesis vigorosa y vital entre «la fe que se
profesa y la práctica como verdadero compromiso que se
asume en la realidad» (n. 320; cf. 783, 8 6 4 ) . Puebla llegó
a un consenso suficientemente amplio en torno a aquella
liberación que propicie una elaboración más sistemática de
esta dimensión inherente a la fe y a la vida y mensaje de
Tesús.

3. Cómo se construye la Teología de la Liberación


Según la Teología de la Liberación, ésta no puede limitarse
a ser un simple tema de reflexión teológica entre otros
muchos, sino que pretende ser un horizonte desde el que se
piense el contenido total de la fe en función de determinadas
prácticas de transformación histórica. El problema que en-
tonces se plantea es: ¿cómo se construye ese tipo de teología?
¿Qué mediaciones e instrumentos utiliza para construir su
discurso teórico?

a) ¿DE QUE LIBERACION SE T R A T A ?

Ante todo, se trata de decidir de qué liberación se está


hablando. Ha quedado ya consagrada la expresión «liberación
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integral de todo el hombre y de todos los hombres», es


decir, de todas las dimensiones oprimidas de la vida humana
(personal y social), sin excluir a hombre alguno. Es un pro-
ceso global que, en una simultaneidad dialéctica, abarca las
instancias económicas (liberación de la pobreza real), política
(liberación de las opresiones sociales y gestación de un
hombre nuevo) y religiosa (liberación del pecado, recreación
del hombre y su total realización en Dios). Estas no son
fases sucesivas cronológicamente, sino simultáneas; de ma-
nera que, luchando liberadoramente en la instancia económica,
se produce no sólo una liberación económica, sino también
política y religiosa. Esto quere decir que en lo económico
sobrevienen también la justicia y la gracia. Y así, dialéctica-
mente, sobrevienen en cada una de las instancias, la una
abierta y presente en la otra. No se trata nunca, pues, de una
liberación metafórica, sino real e histórica. En América La-
tina, los verdaderos oprimidos son los pobres, aquellos cuyos
rostros han sido tan patéticamente descritos en el documento
final de Puebla (nn. 32-39) y cuyos signos de pobreza fueron
reflejados en la Evangelii Nuntiandi: «carestías, enfermeda-
des crónicas y endémicas, analfabetismo, depauperación,
injusticias en las relaciones internacionales, especialmente en
los intercambios comerciales; situaciones de neocolonialismo
económico y cultural, a veces de un modo tan cruel como en
el antiguo colonialismo político» (n. 30; Puebla, Doc. final
n. 2 6 ) . Liberar de todas estas opresiones no es sólo un
problema académico, sino también político, humano, religioso
y hasta mesiánico. La Teología de la Liberación desea pensar
la dimensión teológica presente en este proceso histórico.

b) OPCION PREVIA: POR LOS POBRES


Y CONTRA SU POBREZA

En segundo lugar, una Teología de la Liberación que


no se evapore en eufemismos supone, por parte del teólogo,
una clara definición y una clara conciencia de su lugar social.
Toda teología, sea la que sea, se encuentra socialmente
situada. El teólogo de la liberación ha optado por ver la reali-
dad (social) a partir de los pobres, analizar los procesos
en interés tic los pobres y actuar en la liberación junto con
los pobres. Se trata de una opción política, desde el momento
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en que se define el teólogo como agente social que ocupa


un determinado lugar, el de los pobres y los oprimidos, en la
correlación de fuerzas sociales. Se trata, al mismo tiempo, de
una opción ética, porque no se acepta la situación tal como
está, se experimenta indignación frente al escándalo de la
pobreza y se manifiesta claramente un interés por la pro-
moción de los pobres, la cual sólo es posible si se produce
un cambio estructural de la realidad histórico-soctal. Por
último, esta opción por los pobres y contra la pobreza es
evangélica, porque los pobres, según los evangelios, fueron
los primeros destinatarios del mensaje de Jesús y constituyen
el criterio escatológico por el que se define la salvación o
condenación de todos y cada uno de los hombres (Mt 25,
31-46).
El interés principal de la Teología de la Liberación
consiste en crear una acción cristiana que sea efectivamente
liberadora. Todo debe converger en la práctica (amor). Pero
¿cómo dar eficacia al amor cristiano? Para lograrlo es preciso
conocer mejor la realidad, los mecanismos productores de la
pobreza y los caminos que llevan a una sociedad en la que
haya justicia para todos. En este momento viene a propósito
hablar de las tres mediaciones de la Teología de la Liberación.
Y al hablar de mediación nos referimos a los medios de que
dispone la Teología para lograr lo que se propone: la libera-
ción histórica e integral. Las tres principales mediaciones
son la socio-analítica, la hermenéutica y la práctico-pastoral,
que corresponden a otros tantos momentos: ver, juzgar y
actuar.
c) MEDIACION SOCIO-ANALITICA (VER)

Una vez definida la opción básica por los pobres y contra


su pobreza, es preciso hacer un correcto análisis del sistema
generador de pobreza para las grandes mayorías. En sí misma,
la opción por los pobres no garantiza necesariamente la
calidad del análisis. Este debe hacerse utilizando el apropiado
instrumental de las ciencias sociales. ¿Qué tipo de análisis
hay que asumir y qué teoría social debe privilegiarse? Aquí
es importante definir el lugar social del analista y determinar
el sentido de su análisis: en función de la liberación de los
oprimidos. Este es el interés declarado del análisis, que, de
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por sí, jamás es totalmente desinteresado. Hay dos tendencias


básicas del análisis social: la tendencia f u n c i o n a l i s t a , que ve
principalmente la sociedad como un todo orgánico (por lo
general, Ja visión de los que detentan el poder) y la tendencia
dialéctica, que contempla la sociedad, ante todo, como un
conjunto de fuerzas en tensión y en conflicto originados por
la divergencia de intereses (por lo general, la visión de los
que se hallan al margen del poder). La primera tendencia
es reformista, dado que se preocupa por el funcionamiento y
el perfeccionamiento de un sistema que se considera bueno
y debe ser mantenido. La segunda, la dialéctica, atiende más
a los conflictos y desequilibrios que afectan al sector de los
depauperados, y exige una reformulación del sistema social,
de forma que manifieste una mayor simetría y una mayor
justicia para todos.
En este sentido, la Teología de la Liberación ha privi-
legiado el análisis dialéctico de la realidad social, porque
responde mejor a los objetivos pretendidos por la fe y por
las prácticas cristianas de liberación de los marginados y los
sin poder. Puede verse, en este mismo sentido, cómo muchos
grupos hacen un uso no servil del instrumental analítico
elaborado por la tradición marxista (Marx y las diversas
aportaciones del socialismo, de Gramsci, del marxismo aca-
démico francés y de otros teóricos), desvinculado de sus
presupuestos filosóficos (materialismo dialéctico). En este
caso se considera el marxismo como ciencia, no como filosofía.
En el análisis de la realidad social conflictiva entran en
juego determinados datos de la antropología social, la psico-
logía social y la historia! Todo debe concurrir a una com-
prensión estructural de la situación de pobreza en que viven
tantos millones de seres humanos, de un modo injusto e
inhumano.

d) MEDIACION HERMENEUTICA (JUZGAR)


La hermenéutica es la ciencia y la técnica de interpre-
tación por la que nos es posible llegar a comprender el
sentido original de textos (o realidades) que ya no son
comprensibles inmediatamente por los hombres de hoy. Nos
referimos, concretamente, a las Escrituras cristianas y a los
principales textos de nuestra fe, debido a la distancia tem-
TEOLOGIA Y FE DESDE LA PERIFERIA DEL MUNDO 77

poral y conceptual existente entre ellos y nosotros. Para


comprenderlos hemos de interpretarlos. Con ayuda de la
mediación hermenéutica elaboramos los criterios teológicos
con que leemos el texto socio-analítico (la realidad anali-
zada). Sólo así la realidad social, con sus contradicciones,
puede ser teológicamente adaptada y convertirse en página
teológica. ¿Qué es lo que Dios tiene que decirnos sobre los
problemas de los pobres que son captados por la racionalidad
científica? Aquí no basta con la razón; es necesaria la fe.
Mediante la Fe, la Escritura y la Tradición (doctrina
de la Iglesia, sensus fidelium y enseñanza de los teólogos),
identificamos la presencia o la ausencia de Dios en la realidad.
Allí donde el análisis social dice «pobreza estructural», la
fe dice «pecado estructural»; y donde el análisis dice «acu-
mulación privada y excluyente de riqueza», la fe dice «pecado
social de egoísmo», etc.
En síntesis, pensamos que la tarea de la teología se
realiza, de cara a la realidad social, en tres niveles: primero,
discerniendo el valor histórico-salvífico de la situación —a
la luz de categorías teológicas tales como Reino de Dios,
salvación, gracia, pecado, justicia, caridad, fe que se hace
verdadera en la práctica, etc.—, se juzga si este tipo de
sociedad se orienta o no en conformidad con el designio
divino. Es el momento profético de la teología. En segundo
lugar, haciendo una lectura crítico-liberadora de la propia
tradición de la fe y preguntando hasta qué punto una deter-
minada comprensión del Reino, de la gracia, del pecado y de
la actividad del hombre en el mundo no termina por reforzar,
sin pretenderlo, aquello que precisamente se desea superar:
el abismo entre ricos y pobres. Es preciso evitar el bilingüismo,
es decir, la construcción de un discurso teológico paralelo al
socio-analítico, así como también hay que evitar mezclar
ambos discursos sin caer en la cuenta de los diferentes campos
epistemológicos respectivos. Es preciso articularlos ambos y
elaborar una teología que sea realmente capaz de interpretar
a la luz de la fe y de la Tradición los desafíos de la realidad
social, especialmente de los pobres. En tercer lugar, haciendo
una lectura teológica de toda la praxis humana, indepen-
dientemente de su definición teológica. Lo teológico no
reside en el discurso, sino en las prácticas. Compete a la
78 LA FE EN LA PERIFERIA DEL MUNDO

teología afirmar la presencia o la ausencia del Reino en


todo tipo de práctica histórica o forma de convivencia social.
La fe cristiana elabora su propia imagen del hombre, de la
sociedad, del devenir y del futuro último de la historia.
Aunque el ideario cristiano no pueda agotarse totalmente en
ninguna práctica política o sistema social, sin embargo, infor-
ma las formaciones sociales y ayuda al cristiano en sus
opciones concretas. De este modo, la fe cristiana ayuda a
escoger el instrumental socio-analítico más adecuado para
desenmascarar las injusticias que se cometen contra los
pobres.

e) MEDIACION PRACTICO-PASTORAL (ACTUAR)


La lectura socio-analítica de la realidad, articulada con
la lectura hermenéutica, conduce a unas prácticas pastorales
de liberación. ¿Qué hacer? La acción tiene sus propias leyes,
distintas de las del análisis y de las de la reflexión teológica.
Ante todo, hay que prestar atención a todo el conjunto de
las fuerzas sociales (económicas, políticas, ideológicas, repre-
sivas, religiosas), para no caer en un ingenuo voluntarismo.
No hacemos lo que queremos, sino lo que nos es permitido
por las condiciones objetivas de la realidad. Es preciso tener
prudencia pastoral, que no es miedo, sino saber lo que
resulta viable. Después hay que organizar la acción desde
la instancia propia de la Iglesia, de su identidad de fe,
recuperando la dimensión liberadora existente en la liturgia,
en los contenidos catequéticos y teológicos y en la pastoral
directa. La Iglesia actúa directamente sobre las conciencias
y sobre los valores. A partir de ahí, puede tener una misión
pedagógica imprescindible de desbloqueo y de compromiso
con la liberación de las opresiones que afectan a todos los
hombres, especialmente a los más necesitados. Debe buscarse
una articulación con otros grupos sociales que también
pretenden un cambio estructural y una liberación de los
oprimidos. La Iglesia aporta una dimensión religiosa y
trascendente al proceso de liberación, considerándolo desde
la perspectiva integral y como paso de posible anticipación
de la salvación de Jesucristo. Por último, los cristianos y
organizaciones cristianas pueden y deben, sin comprometer
a la oficialidad eclesial, encontrar un modo de actuación que
TEOLOGIA Y FE DESDE LA PERIFERIA DEL MUNDO 79

no sea simplemente simbolico (propio de la r e ) , sino que


deben y pueden también actuar al nivel directamente político
e infraestructural. Hay que definirse siempre claramente, eso
sí, por una liberación que implique la gestación de una
sociedad diferente, en la que sean menos difíciles el amor y
la fraternidad, aun cuando, por circunstancias históricas, nos
veamos obligados a adoptar unas medidas meramente refor-
mistas, las cuales constituyen simplemente pasos tácticos,
no metas estratégicas. Pero deben apuntar hacia la liberación
integral.

f) MISTICA DE LA LIBERACION Y COMPROMISO


El compromiso de los cristianos para con los humillados y
ofendidos de este mundo no se apoya tan sólo en un análisis
crítico de la realidad, ni únicamente tampoco en rigor de
un discurso teológico acerca de lo socio-analítico, sino tam-
bién en una práctica y una mística de solidaridad e identifi-
cación con los oprimidos. Es esta poderosa mística la que
alimenta el servicio a los hermanos como si se tratara de un
servicio prestado al propio Dios. La pasión por Dios se une
a la pasión por el pueblo. La identidad cristiana se conserva
en la medida en que es estimulada por la oración, la medi-
tación de las Escrituras y la vivencia de la fe comunitaria.
Sólo así el creyente se da cuenta y es consciente de que los
procesos de verdadera liberación son modos de historifi-
carse la gesta que el Dios liberador realiza con su pueblo.

4. Tendencias en la Teología de la Liberación


Punto de partida de la Teología de la Liberación lo cons-
tituye la indignación ética frente a la pobreza como «humi-
llante flagelo» (Puebla, n. 2 9 ) , el encuentro con el Señor
en el esfuerzo de buscar, junto con los oprimidos, los cami-
nos de liberación. Existen diversas formas de elaborar esta
experiencia fundamental. Pero es aquí donde afloran diver-
sas tendencias dentro de la misma Teología de la Liberación.

a) ESPIRITUALIDAD DE LIBERACION

Así como no se da ninguna revolución social sin una


mística política, así tampoco es posible una liberación inte-
80 LA FE EN LA PERIFERIA DEL MUNDO

gral que no vaya provocada, animada y acompañada por


una ardiente mística. No se trata de articular, sin más ni
más, fe y acción. El gran desafío consiste en articular mís-
tica y política, fe y liberación histórica. Los grandes temas
que animan esta perspectiva son los de la justicia del Reino,
la cruz como precio de toda auténtica liberación, la resurrec-
ción como triunfo de quien sufre la injusticia y, por último,
la Iglesia pascual.

h) RELECTURA LIBERADORA DE LAS ESCRITURAS


/

A partir de las angustias y anhelos de los pobres se releen


los textos fundantes de nuestra fe, en los que aparece cla-
ramente que el mensaje de Jesús es realmente buena noticia,
y que el tema de la liberación atraviesa todas las Escrituras,
Sin excluir los demás textos, se insiste de modo especial en los
textos y situaciones de opresión/liberación: el pueblo de
Israel (en el que se originan los textos sagrados) como pue-
blo oprimido que conoció la esclavitud, el exilio y la ame-
naza constante de las grandes potencias de entonces; la tra-
dición profética, tan sensible a los temas sociales de la jus-
ticia y la pobreza; la figura de Jesús, hombre pobre y débil
en este mundo, y al mismo tiempo liberador histórico y trans-
histórico; su opción preferencial por los pobres y su men-
saje del Reino como liberación total de toda la creación; la
praxis de las comunidades primitivas que compartían y vi-
vían la fraternidad evangélica.
Una lectura de las Escrituras, hecha desde el lugar de
los poderosos de este mundo, fácilmente encubre o espiritua-
liza esta vertiente liberadora presente en los textos sagrados.

c) RELECTURA LIBERADORA DE LOS CONTENIDOS


DE LA TEOLOGIA

Esta tendencia se esfuerza por descifrar, a partir de las


principales categorías y tratados de la teología, tal como ésta
fue elaborada por la tradición, la dimensión liberadora en
ella presente; de este modo, ya en la Cristología, en la Ecle-
siología, en la doctrina de los sacramentos, en los tratados
sobre la gracia, el pecado, la escatología, etc., se produje-
ron importantes aportaciones teológicas latino-americanas
TEOLOGIA Y FE DESDE LA PERIFERIA DEL MUNDO 81

que ayudan al creyente a vivir su fe de un modo compro-


metido y. liberador.
d) REFLEXION TEOLOGICA A PARTIR DEL ANALISIS
SOCIAL: ANSIAS DE LIBERACION
Esta tendencia realiza, de una manera más rigurosa, los
pasos arriba descritos: partiendo de la realidad de la pobreza
interpretada socio-analíticamente, e identificando de un modo
especial las ansias de liberación de los oprimidos, lo interpreta
todo a la luz de la fe y apunta a unas prácticas de liberación
real. El arte radica en articular rigurosamente los diferentes
discursos, a fin de que la Teología de la Liberación sea ver-
daderamente teológica y tenga eficacia.

c) REFLEXION TEOLOGICA A PARTIR DEL ANALISIS


SOCIAL: FUERZA DE RESISTENCIA
Esta tendencia da los mismos pasos que la anterior. Lo
único que hace es desplazar el acento, insistiendo en la fuerza
de resistencia del pueblo dentro de los mecanismos de opre-
sión y cautiverio. La teología desde el cautiverio no es una
alternativa a la Teología de la Liberación, sino una elabora-
ción de la capacidad de resistencia del pueblo y una valo-
ración de los espacios de libertad de que aún disponen los
pobres (la religiosidad popular, el sentido de la fiesta, de
solidaridad, etc.). La opresión nunca llega a ser absoluta y
siempre existen «células» de libertad y procesos de libera-
ción en marcha.

f) EL PUEBLO COMO SUJETO DE LA LIBERACION


Esta tendencia subraya el hecho de que el verdadero
sujeto de la liberación es el propio oprimido. Su cultura po-
pular (especialmente su radical religiosidad), sus formas de
organización popular, las comunidades cristianas de base,
son motores de liberación y de concientización. Potenciar,
purificar y profundizar tales elementos son otros tantos cami-
nos para una liberación popular.

g) PEDAGOGIA POPULAR DE LIBERACION


Esta vertiente utiliza enormemente las aportaciones del
pedagogo brasileño Paulo Freire, con objeto de que el pro-
82 LA FE EN LA PERIFERIA DEL MUNDO

pio pueblo descubra los caminos de su liberación a partir


de sus propios valores, su cultura y sus prácticas. Se aplica
de modo especial en la catequesis y en la pastoral popular.
Sin el ejercicio concreto de las prácticas de participación, de-
mocracia y liberación, no se puede gestar sociedad alguna
de hombres libres y liberados.

h) RELECTURA DE LA HISTORIA DESDE LOS VENCIDOS

Se está realizando en América Latina un serísimo esfuer-


zo por intentar reconsiderar la historia a partir de la memo-
ria de los marginados: indígenas, esclavos, mestizos y pobres.
Esto permite nuevas formas de interpretar el pasado y el
presente, cuya lectura había sido secuestrada por la ideología
de las clases dominantes. Esta óptica pretende que el pueblo
tome conciencia porque, de lo contrario, no tendrá las raíces
ni los apoyos necesarios para alimentar la lucha por la libera-
ción. La Nueva Historia de la Iglesia en América Latina, en
trece tomos, es el mejor fruto de este esfuerzo.

i) FILOSOFIA DE LA LIBERACION

La filosofía pensada en el marco de la liberación se pro-


pone fundamentalmente dos tareas: la una trata de desman-
telar la filosofía imperante que ocultaba a nuestros pueblos
el hecho de la opresión; por eso pretende pensar desde la
exterioridad de lo Otro, de lo que se encuentra más allá del
sistema opresor. La otra, a partir de una praxis liberadora,
trata de construir, de hacer un esfuerzo por esclarecer las
categorías reales que permitan al pueblo gestar una sociedad
más humana y participada. Aquí la política, como ontología
de las relaciones con la autoridad, ocupa el lugar de una
philosophia prima».

j) TEORIA DE LA TEOLOGIA DE LA LIBERACION

La liberación no es una práctica ciega, sino que posee


una teoría propia que le confiere claridad y establece la gra-
mática precisa para elaborar un discurso teológico riguroso,
articulado con los restantes campos epistemológicos que en-
tran en este tipo de reflexión de la fe. Es signo de la auto-
nomía del pensamiento teológico cuando éste consigue ela-
TEOLOGIA Y PE DESDE LA PERIFERIA DEL MUNDO 83

borar sus propios pasos metodológicos y caer en la cuenta


de su alcance y sus límites. La última fase de la Teología
de la Liberación, especialmente a partir de la importante
obra epistemológica de Clodovis Boff ( T e o l o g í a de lo polí-
tico. Sus mediaciones, Sígueme, Salamanca 1980), se carac-
teriza por esta preocupación que, frente a otros modos de
realizar la tarea de entender la fe, confiere credibilidad a la
Teología de la Liberación.
Lo más importante en la mente de los teólogos de la li-
beración no es la teología, sino la liberación concreta de los
oprimidos. Siempre que esto sucede, es señal de que se ha
acercado el Reino de Dios.

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