Hola, mi nombre es Fernanda y quisiera contarles mi historia: un viernes, iba de vuelta camino a mi casa muy contenta porque había tenido un gran día en el colegio: me entregaron una buena nota en la prueba matemáticas y, en el recreo, jugamos béisbol con mi mejor amiga, Sofía. A la salida fue a buscarme mi mamá y me compró mi pastel favorito. Al llegar a mi casa, noté a mi papá con una cara extraña, me dijo que tenía que despedirme de mis compañeros del colegio, de la profesora y de mis amigos del vecindario porque nos iríamos a vivir a un nuevo lugar. “¿Por qué?”, le pregunté, “¿A dónde iremos?, ¿es cerca?”. Mi padre me miró con tristeza y me dijo que nos iríamos lejos y por mucho tiempo. Me puse a llorar, no entendía por qué nos íbamos, sentí rabia y pena por tener que dejar a mis compañeros. Mi madre, para tranquilizarme, me dijo que no me preocupara, que haría nuevos amigos. Llegó el día en que debíamos viajar, estaba muy emocionada, nunca me había subido a un avión, estaba alegre por eso, pero también estaba triste por tener que dejar mi país y todo lo que eso significa: dejar amigos, los lugares a los que me gusta ir, a mi abuela, mis primos y mi perrito. También sentía miedo por lo desconocido, no sabía dónde llegaría ni cómo serían mi nueva casa y compañeros. Cuando llegamos a Santiago, un amigo de mi papá nos estaba esperando. Nos recibió con abrazos y nos llevó al barrio donde viviríamos. En el lugar había muchas personas de distintos países; ahora tengo amigos de distintas partes del mundo. Me gusta mi nueva casa, pero a veces extraño mi antigua pieza, donde tenía espacio para mis cosas. Acá en Chile vivimos 3 familias en una casa, y comparto mi pieza con más personas, es un poco complicado vivir tan apretados. En mi colegio nuevo me va bien, tengo compañeros de diferentes nacionalidades, la profesora es muy simpática y los niños chilenos son muy amables conmigo. Hay algunos que me tratan muy bien y me preguntan muchas cosas, como, por ejemplo, cuál es la comida típica de mi país, y yo les contesto muy feliz, pero hay otros niños que sienten miedo de acercarse a mí, y eso me pone muy triste, me hacen sentir como si fuese diferente, y no es así, soy una niña igual que ellos. Espero que la situación de mi país mejore y algún día pueda volver. Mientras, espero disfrutar este lugar, que me inviten a jugar, a los cumpleaños, a los paseos u otras actividades, que la gente me conozca y sepa que soy igual que todos los niños de aquí.