Está en la página 1de 2

“EL MILAGRO DE LA VIDA”

Somos parte de la existencia, cuya muestra latente se refleja en la evolución, el


movimiento y la transformación.

Pertenecemos al Océano inmenso de la Creación, a la Obra majestuosa del


Artista Supremo, a la Mansión Cósmica del Todopoderoso y la Señora Divina.

Formamos un solo Cuerpo, una sola Doctrina, un solo Prototipo, que a manera
de organismo, está compuesto por diversas creaturas, moléculas y tejidos
grandiosos, desde lo más Alto, Sublime e Indispensable, hasta lo más ínfimo,
mortal y mutable.

Dios Padre centra su magna Oficina Celestial en el hemisferio izquierdo de la


cabeza del universo. Desde allí crea, autoriza y dirige el infinito, con suma
Omnisciencia, estricta Omnipotencia e inimaginable Perfección, haciendo que
todo funcione de acuerdo a su implacable Voluntad Excelsa. Él es Dueño de
cada célula, y sin su Sacra Permisión, nada existiría.

Dios Hijo está gobernando cabalmente las galaxias, planetas y fieles, desde la
derecha de su Progenitor Sagrado. En su trono Altísimo, se encarga de sanar,
preservar y rescatar a cada miembro del Reino Inmortal, con impetuosa
Majestad, equilibrada Justicia e inagotable Bondad, procurando la armonía, el
sostenimiento y la marcha correcta de su inigualable Jurisdicción. Él es
Administrador de cada lugar, y sin su Honorable Potestad, nada se sostendría.

Dios Espíritu Santo unifica la Fuerza sacrosanta del Patriarca Eterno y el


Heredero Jesucristo, creando una Terna gloriosa e indestructible. Su admirable
Misión consiste en equilibrar, vitalizar y mantener todo cuanto hay, con
Inteligencia absoluta y fidedigna. Su Poder es inenarrable y su Amor
insuperable. Él es Impulsador principal de lo creado, y sin su Ayuda invencible,
nada viviría.

María Virgen, es la Matriz fecundísima, es la Embajadora sacratísima y es la


Anfitriona excelentísima del Paraíso. Ella es el Corazón, siempre palpitante, de
todo. Sus latidos son el Motor de la realidad. A demás es el Templo más puro,
enriquecido y completo, pues abriga, custodia y consolida en su interior, al
mismo Señor Trinitario. Es la Divina femineidad, es la Radiante Maternidad y la
más alta Reina. Ella es la Comandante de Ángeles y Santos, y es la Patrona
de la Iglesia.

Los Ángeles y Santos de la Patria sutil, son los Supervisores de cada función.
Actúan como columna vertebral y fluidos vitales del Espacio. Son la materia
supersubstancial que respalda, mueve y rectifica cada planta sembrada, cada
árbol fecundo y cada ser a su cuidado. Habitan los brazos y piernas del
organismo bienaventurado. Son los Protectores de cada propiedad, astro y
lumbrera, pues sin su incalculable Servicio, nada subsistiría.

Como podemos ver, la vida es un constante nacer que día a día es más
precioso.

Un ejemplo claro de ello es que, primero germina la semilla en el seno de la


madre tierra, luego el sol la fortalece con su resplandor. Al pasar el tiempo,
crece, se desarrolla y madura. Y cuando está en su mejor momento le regala a
la tierra su fruto, para dar más vida con su propia semilla, y asimismo, le
obsequia al sol una flor para agradecerle su calor incondicional.

Es un verdadero milagro, del que somos responsables.

Cuidemos este invaluable tesoro, que sin duda es lo más preciado que
tenemos; esmerémonos por preservarlo oportunamente, desde nuestro propio
entorno.

Si nos damos cuenta, nunca podremos crear con nuestras limitadas


condiciones humanas una flor que se renueve por sí misma, una planta que
produzca cotidianamente, un ser que respire, eclosione y se mueva.

Valoremos cada especie, porque es prenda de la maravillosa labor natural, y


es única e irrepetible en su clase.

Hombres y mujeres, debemos esforzarnos por la vida, si realmente queremos


habitar en el Palacio universal, que el Señor prepara a sus elegidos. Para ello,
se nos da desde la concepción, un cuerpo santo para habitar; al ser bautizados
se nos otorga un alma limpia para perfeccionar; y al actuar correctamente,
según los Designios superiores de Dios y María, se nos premia con un espíritu
venturado para tener sitio en la Tierra Prometida del Cielo.

Tengamos en cuenta que si perece algún ser vivo, incluyéndonos nosotros


mismos, sufrirá no sólo él, sino todo el conjunto de la naturaleza, pues juntos
constituimos una sola familia. Y si alguno se beneficia para bien, justamente
prosperaremos todos.

También podría gustarte